Jérémie (BPD) 26

26 1 Al comienzo del reinado de Joaquím, hijo de Josías, rey de Judá, llegó esta palabra a Jeremías, de parte del Señor: 2 Así habla el Señor: Párate en el atrio de la Casa del Señor y di a toda la gente de las ciudades de Judá que vienen a postrarse en la Casa del Señor todas las palabras que yo te mandé decirles, sin omitir ni una sola. 3 Tal vez escuchen y se conviertan de su mal camino; entonces yo me arrepentiré del mal que pienso hacerles a causa de la maldad de sus acciones. 4 Tú les dirás: Así habla el Señor: Si ustedes no me escuchan ni caminan según la Ley que yo les propuse; 5 si no escuchan las palabras de mis servidores los profetas, que yo les envío incansablemente y a quienes ustedes no han escuchado, 6 entonces yo trataré a esta Casa como traté a Silo y haré de esta ciudad una maldición para todas las naciones de la tierra.
7
Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías mientras él pronunciaba estas palabras en la Casa del Señor. 8 Y apenas Jeremías terminó de decir todo lo que el Señor le había ordenado decir al pueblo, los sacerdotes y los profetas se le echaron encima, diciendo: “¡Vas a morir! 9 Porque has profetizado en nombre del Señor, diciendo: Esta Casa será como Silo, y esta ciudad será arrasada y quedará deshabitada”. Entonces todo el pueblo se amontonó alrededor de Jeremías en la Casa del Señor.
10
Al enterarse de esto, los jefes de Judá subieron de la casa del rey a la Casa del Señor, y se sentaron para el juicio a la entrada de la puerta Nueva de la Casa del Señor. 11 Los sacerdotes y los profetas dijeron a los jefes y a todo el pueblo: “Este hombre es reo de muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como ustedes lo han escuchado con sus propios oídos”. 12 Pero Jeremías dijo a los jefes y a todo el pueblo: “El Señor es el que me envió a profetizar contra esta Casa y contra esta ciudad todas las palabras que ustedes han oído. 13 Y ahora, enmienden su conducta y sus acciones, y escuchen la voz del Señor, su Dios, y el Señor se arrepentirá del mal con que los ha amenazado. 14 En cuanto a mí, hagan conmigo lo que les parezca bueno y justo. 15 Pero sepan que si ustedes me hacen morir, arrojan sangre inocente sobre ustedes mismos, sobre esta ciudad y sobre sus habitantes. Porque verdaderamente el Señor me ha enviado a ustedes para decirles todas estas palabras”.
16
Los jefes y todo el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: “Este hombre no es reo de muerte, porque nos ha hablado en nombre del Señor, nuestro Dios”. 17 Entonces se levantaron algunos hombres de entre los ancianos del país, y dijeron a toda la asamblea del pueblo: 18 “Miqueas de Moréset profetizó en los días de Ezequías, rey de Judá, y dijo a todo el pueblo de Judá: Así habla el Señor de los ejércitos:
Sión será un campo arado,
Jerusalén, un montón de ruinas,
y la montaña del Templo, una altura boscosa.
19
¿Acaso Ezequías, rey de Judá, y todo Judá lo hicieron morir? ¿No temió él al Señor y aplacó el rostro del Señor, de suerte que el Señor se arrepintió del mal con que los había amenazado? Nosotros, en cambio, estamos por hacernos un daño enorme a nosotros mismos”.
20
Hubo además otro hombre que profetizaba en nombre del Señor: Urías, hijo de Semaías, de Quiriat Iearím. Él profetizó contra esta ciudad y contra este país en los mismos términos que Jeremías. 21 El rey Joaquím, todos sus guardias y los jefes oyeron sus palabras, y el rey intentó darle muerte. Al enterarse, Urías sintió temor y huyó a Egipto. 22 Pero el rey Joaquím envió a Egipto a Elnatán acompañado de algunos hombres. 23 Ellos sacaron a Urías de Egipto y lo llevaron ante el rey Joaquím, que lo hizo matar con la espada y arrojó su cadáver a la fosa común.
24
Sin embargo, Ajicám, hijo de Safán, protegió a Jeremías e impidió que fuera entregado en manos del pueblo para ser ejecutado.

La acción simbólica del yugo

27 1 Al comienzo del reinado de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá, llegó a Jeremías esta palabra, de parte del Señor: 2 Así me ha hablado el Señor: Fabrícate unas ataduras y unas barras de yugo, y ajústalas a tu cuello. 3 Luego enviarás un mensaje al rey de Edóm, al rey de Moab, al rey de los amonitas, al rey de Tiro y al rey de Sidón, por medio de los mensajeros que vinieron a Jerusalén para ver a Sedecías, rey de Judá. 4 Tú les ordenarás que comuniquen esto a sus señores: Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Digan a sus señores: 5 Con mi gran fuerza y mi brazo poderoso, yo hice la tierra, al hombre y los animales que están sobre la superficie de la tierra, y los entrego a quien me parece bien. 6 Ahora, yo entregué todos estos países en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi servidor; hasta los animales del campo se los di para que lo sirvan. 7 Todas las naciones lo servirán, a él, a su hijo y al hijo de su hijo, hasta que también a su país le llegue la hora, y lo sometan a servidumbre numerosas naciones y grandes reyes. 8 En cuanto a la nación o al reino que no lo sirva a él, a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que no someta su cuello al yugo del rey de Babilonia, yo castigaré a esa nación con la espada, el hambre y la peste –oráculo del Señor– hasta hacerla desaparecer completamente por medio de él. 9 No escuchen entonces a sus profetas, a sus adivinos, a sus oniromantes, a sus astrólogos y a sus hechiceros, que les dicen: “¡Ustedes no servirán al rey de Babilonia!”. 10 Porque ellos les profetizan lo que es falso, para alejarlos de su propio suelo, para que yo los expulse y ustedes perezcan. 11 En cambio, a la nación que someta su cuello al yugo del rey de Babilonia y lo sirva, yo la instalaré en su propio suelo –oráculo del Señor– para que lo cultive y habite en él.
12
Yo hablé a Sedecías, rey de Judá, en estos mismos términos: Sometan su cuello al yugo del rey de Babilonia, sírvanlo a él y a su pueblo, y vivirán. 13 ¿Por qué morirán, tú y tu pueblo, por la espada, el hambre y la peste, según lo que dijo el Señor a toda nación que no sirva al rey de Babilonia? 14 No escuchen las palabras de los profetas que les dicen: “¡Ustedes no servirán al rey de Babilonia!” Porque es falso lo que ellos les profetizan. 15 No, yo no los envié –oráculo del Señor– y ellos profetizan falsamente en mi Nombre, para que yo los expulse y ustedes perezcan junto con los profetas que profetizan para ustedes.
16
A los sacerdotes y a todo el pueblo, les hablé en estos términos: Así habla el Señor: No escuchen las palabras de los profetas que les profetizan diciendo: “Los objetos de la Casa del Señor serán traídos ahora de Babilonia, y muy pronto”. Porque es mentira lo que ellos profetizan para ustedes. 17 No les hagan caso: sirvan al rey de Babilonia, y vivirán. ¿Por qué esta ciudad tendrá que convertirse en una ruina? 18 Pero si ellos son realmente profetas, y si la palabra del Señor está con ellos, que intervengan ante el Señor de los ejércitos, para evitar que lleguen a Babilonia los objetos que aún quedan en la Casa del Señor, en la casa de Judá y en Jerusalén. 19 Porque así habla el Señor de los ejércitos acerca de las columnas, del Mar de bronce, de las bases y de los demás objetos que aún quedan en esta ciudad, 20 esos que no se llevó el rey de Babilonia cuando deportó de Jerusalén a Babilonia a Jeconías, hijo de Joaquím, rey de Judá, y a todos los notables de Judá y de Jerusalén. 21 Sí, así habla el Señor de los ejércitos, Dios de Israel, acerca de los objetos que aún quedan en la Casa del Señor, en la casa del rey de Judá y en Jerusalén: 22 Serán llevados a Babilonia, y allí quedarán hasta el día en que me ocuparé de ellos –oráculo del Señor–. Entonces, los haré subir y los haré volver a este lugar.

Enfrentamiento de Jeremías con Ananías

28 1 Aquel mismo año, al comienzo del reinado de Sedecías, rey de Judá, el cuarto año, en el quinto mes, Ananías, hijo de Azur, que era un profeta de Gabaón, me habló así en la Casa del Señor, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo: 2 “Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: ¡Yo he quebrado el yugo del rey de Babilonia! 3 Dentro de dos años, devolveré a este lugar los objetos de la Casa del Señor que Nabucodonosor, rey de Babilonia, sacó de este lugar y se llevó a Babilonia. 4 Y también a Jeconías, hijo de Joaquím, rey de Judá, y a todos los deportados de Judá que fueron a Babilonia, los haré volver a este lugar –oráculo del Señor– cuando yo quiebre el yugo del rey de Babilonia”.
5
Entonces el profeta Jeremías se dirigió al profeta Ananías, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo, que estaban de pie en la Casa del Señor, 6 y el profeta Jeremías dijo: “¡Amén! ¡Que así lo haga el Señor! Que el Señor cumpla tus palabras, las que tú has profetizado, haciendo volver los objetos de la Casa del Señor y a todos los deportados, de Babilonia a este lugar. 7 Sin embargo, escucha bien esta palabra que yo digo a tus oídos, y a los oídos de todo el pueblo: 8 Los profetas que nos han precedido desde siempre, a mí y a ti, profetizaron la guerra, el hambre y la peste a numerosos países y contra grandes reinos. 9 Pero si un profeta profetiza la paz, sólo cuando se cumple la palabra de ese profeta, él es reconocido como profeta verdaderamente enviado por el Señor”.
10
El profeta Ananías tomó la barra que estaba sobre el cuello de Jeremías y la quebró. 11 Luego dijo, en presencia de todo el pueblo: “Así habla el Señor: De esta misma manera, dentro de dos años, yo quebraré el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que está encima del cuello de todas las naciones”. Y el profeta Jeremías se fue por su camino.
12
Después que el profeta Ananías quebró la barra que estaba sobre el cuello del profeta Jeremías, la palabra del Señor llegó a Jeremías, en estos términos: 13 “Ve a decirle a Ananías: Así habla el Señor: Tú has quebrado barras de madera, pero yo pondré en lugar de ellas barras de hierro. 14 Porque así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Yo he puesto un yugo de hierro sobre todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y ellas lo servirán; hasta los animales del campo se los he dado”.
15
El profeta Jeremías dijo al profeta Ananías: “¡Escucha bien, Ananías! El Señor no te ha enviado, y tú has infundido confianza a este pueblo valiéndote de una mentira. 16 Por eso, así habla el Señor: Yo te enviaré lejos de la superficie del suelo: este año morirás, porque has predicado la rebelión contra el Señor”. 17 El profeta Ananías murió ese mismo año, en el séptimo mes.

Carta de Jeremías a los exiliados de Babilonia

29 1 Estos son los términos de la carta que el profeta Jeremías envió desde Jerusalén al resto de los ancianos que estaban en el exilio, a los sacerdotes, a los profetas y a todo el pueblo que Nabucodonosor había deportado de Jerusalén a Babilonia, 2 después que partieron de Jerusalén el rey Jeconías, la reina madre, los eunucos, los príncipes de Judá y de Jerusalén, los herreros y los cerrajeros. 3 La carta fue llevada por Eleasá, hijo de Safán, y por Guemarías, hijo de Jilquías, a quienes Sedecías, rey de Judá, había enviado a Babilonia, para entrevistarse con Nabucodonosor, rey de Babilonia. Esa carta decía:
4
Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, a todos los desterrados que yo hice deportar de Jerusalén a Babilonia: 5 Construyan casas y habítenlas; planten huertas y coman sus frutos; 6 cásense y tengan hijos e hijas; casen a sus hijos y den a sus hijas como esposas, para que tengan hijos e hijas: multiplíquense allí y no disminuyan. 7 Busquen la prosperidad del país adonde yo los he deportado, y rueguen al Señor en favor de él, porque de su prosperidad depende la prosperidad de ustedes.
8
Porque así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: No se dejen engañar por los profetas que están en medio de ustedes, ni por sus adivinos; no escuchen los sueños que ellos sueñan, 9 porque ellos les profetizan falsamente en mi Nombre, sin que yo los haya enviado –oráculo del Señor–.
10
Porque así habla el Señor: Una vez que se hayan cumplido setenta años para Babilonia, yo los visitaré y realizaré en favor de ustedes mi promesa, haciéndolos volver a este lugar. 11 Porque yo conozco muy bien los planes que tengo proyectados sobre ustedes –oráculo del Señor–: son planes de prosperidad y no de desgracia, para asegurarles un porvenir y una esperanza. 12 Entonces, cuando ustedes me invoquen y vengan a suplicarme, yo los escucharé; 13 cuando me busquen, me encontrarán, porque me buscarán de todo corazón, 14 y yo me dejaré encontrar por ustedes –oráculo del Señor–. Yo cambiaré la suerte de ustedes y los reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde los expulsé –oráculo del Señor– 15 y los haré volver al lugar de donde los había deportado.
16
Porque así habla el Señor al rey que sienta en el trono de David y a todo el pueblo que habita en esta ciudad, a sus hermanos que no partieron con ustedes al exilio; 17 así habla el Señor de los ejércitos: Yo enviaré contra ellos la espada, el hambre y la peste; los haré semejantes a higos en mal estado, que de tan malos no se pueden comer; 18 los perseguiré con la espada, el hambre y la peste, y haré de ellos un objeto de terror para todos los reinos de la tierra, una imprecación y un objeto de horror, de estupor y de escarnio en todas las naciones adonde los expulsaré, 19 porque no han escuchado mis palabras –oráculo del Señor–, siendo así que yo les envié incansablemente a mis servidores los profetas. Pero ustedes no me han escuchado –oráculo del Señor–.
20
En cuanto a ustedes, todos los deportados que yo envié de Jerusalén a Babilonia, escuchen la palabra del Señor. 15 Porque ustedes dicen: “El Señor nos ha suscitado profetas en Babilonia”, 21 así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, acerca de Ajab, hijo de Colaías, y de Sedecías, hijo de Maasías, que profetizan para ustedes la mentira en mi Nombre: Yo los entrego en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que los herirá a la vista de ustedes. 22 Y ellos darán origen a una maldición que repetirán todos los deportados de Judá en Babilonia: “¡Que el Señor te trate como a Sedecías y como a Ajab, a quienes el rey de Babilonia hizo asar en el fuego!”, 23 porque han cometido una locura en Israel, adulterando con la mujer del prójimo y pronunciando en mi Nombre palabras que yo no les había mandado. ¡Yo lo sé y soy testigo! –oráculo del Señor–.

Respuesta de Jeremías a la protesta de Semaías

24 En cuanto a Semaías, de Nejelám, tú le dirás: 25 Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Tú has enviado en tu nombre cartas a todo el pueblo que está en Jerusalén, al sacerdote Sofonías, hijo de Maasías, y a todos los sacerdotes, en estos términos: 26 “El Señor te ha constituido sacerdote en lugar del sacerdote Iehoiadá, para que vigiles en la Casa del Señor a cualquier exaltado que quiera pasar por profeta, y lo metas en el cepo y en el calabozo. 27 ¿Por qué entonces no has reprendido a Jeremías de Anatot que profetiza para ustedes? 28 Porque él nos mandó decir a Babilonia: ‘Esto va para largo. Construyan casas, y habítenlas; planten huertas y coman sus frutos...’”.
29
El sacerdote Sofonías leyó esta carta en presencia del profeta Jeremías, 30 y la palabra del Señor llegó a Jeremías en estos términos: 31 Envía este mensaje a todos los deportados: “Así habla el Señor acerca de Semaías, de Nejelám: Porque Semaías les ha profetizado sin que yo lo haya enviado, y les ha infundido confianza por medio de una mentira, 32 por eso, así habla el Señor: Yo voy a castigar a Semaías, de Nejelám, y a su descendencia: ninguno de los suyos habitará en medio de este pueblo ni verá el bien que yo haré a mi pueblo –oráculo del Señor– porque él ha profetizado la rebelión contra el Señor.


PROMESAS DE RESTAURACIÓN: LA NUEVA ALIANZA


Introducción
30 1 Palabra que llegó a Jeremías de parte del Señor, en estos términos: 2 Así habla el Señor, el Dios de Israel: Escribe en un libro todas las palabras que yo te he dirigido, 3 porque llegarán los días –oráculo del Señor– en que cambiaré la suerte de mi pueblo Israel y Judá –dice el Señor– y los haré volver al país que he dado a sus padres, y ellos lo poseerán.
4
Estas son las palabras que el Señor dirigió a Israel y a Judá:

Evocación del Día del Señor

5 Así habla el Señor:
Hemos oído un grito de terror,
¡es el pánico y no la paz!
6
Averigüen y vean
si puede un varón dar a luz.
¿Por qué, entonces, veoa todos los hombres
con las manos en las caderas
como una parturienta?
¿Por qué todos los rostros
se han puesto lívidos?
7
¡Ay! Porque es grande aquel Día,
y no hay otro igual.
Es un tiempo de angustia para Jacob,
pero él se salvará de la angustia.

Israel liberado para servir al Señor

8 Aquel día –oráculo del Señor de los ejércitos– yo quebraré el yugo de su cuello y romperé sus ataduras. Ya no servirán a extranjeros, 9 sino que servirán al Señor, su Dios, y a David, su rey, que yo les suscitaré.

La curación de las heridas de Israel

10 ¡Y tú no temas, servidor mío Jacob,
–oráculo del Señor–
no te espantes, Israel!
Porque yo te salvaré de un país lejano,
y a tu descendencia, del país de su cautiverio.
Jacob volverá y vivirá en calma,
tranquilo y sin que nadie lo perturbe.
11
Porque yo estoy contigo
–oráculo del Señor– para salvarte.
Sí, yo aniquilaré a todas las naciones
entre las cuales te había dispersado,
pero a ti no te aniquilaré:
te corregiré con equidad,
pero no te dejaré impune.
12
Porque así habla el Señor:
¡Tu herida es incurable,
irremediable tu llaga!
13
Nadie defiende tu causa,
no hay remedio para tu herida,
tú ya no tienes cura.
14
Todos tus amantes te han olvidado,
no se interesan por ti.
Porque yo te he golpeado como golpea un enemigo,
con un castigo cruel,
a causa de tu gran iniquidad,
porque tus pecados eran graves.
15
¿Por qué gritas a causa de tu herida,
de tu dolor incurable?
A causa de tu gran iniquidad,
porque tus pecados eran graves,
yo te hice todo esto.
16
Pero los que te devoran serán devorados
y todos tus adversarios irán al cautiverio;
los que te despojan serán despojados
y a los que te saquean, los entregaré al saqueo.
17
Sí, yo cicatrizaré tu llaga
y te sanaré de todas tus heridas
–oráculo del Señor–
porque te llaman “La Expulsada,
esa Sión, de la que nadie se preocupa”.

Restauración de Sióny de sus instituciones

18 Así habla el Señor:
Sí, yo cambiaré la suertede las carpas de Jacob
y tendré compasión de sus moradas;
la ciudad será reconstruidasobre sus escombros
y el palacio se levantará en su debido lugar.
19
De allí saldrán cantos de alabanza
y risas estridentes.
Los multiplicaré y no disminuirán,
los glorificaré y no serán menoscabados.
20
Sus hijos serán como en los tiempos antiguos,
su comunidad será estable ante mí
y yo castigaré a todos sus opresores.
21
Su jefe será uno de ellos
y de en medio de ellos saldrá su soberano.
Yo lo haré acercarse, y él avanzará hacia mí,
porque si no, ¿quién se atrevería
a avanzar hacia mí? –oráculo del Señor–.
22
Ustedes serán mi Puebloy yo seré su Dios.

El Juicio del Señor

23 ¡Miren el huracán del Señor,
ha estallado el furor,
arrecia la tempestad,
gira sobre la cabeza de los malvados!
24
El ardor de la ira del Señorno se volverá atrás
hasta haber ejecutado y cumplido
los designios de su corazón.
Al término de estos días,
ustedes lo entenderán.

El retorno de los deportados

31 1 En aquel tiempo –oráculo del Señor– yo seré el Dios de todas las familias de Israel y ellos serán mi Pueblo.
2
Así habla el Señor:
Halló gracia en el desierto
el pueblo que escapó de la espada;
Israel camina hacia su descanso.
3
De lejos se le apareció el Señor:
Yo te amé con un amor eterno,
por eso te atraje con fidelidad.
4
De nuevo te edificaré y serás reedificada,
virgen de Israel;
de nuevo te adornarás con tus tamboriles
y saldrás danzando alegremente;
5
de nuevo plantarás viñas
sobre los montes de Samaría:
los que las planten tendrán los primeros frutos.
6
Porque llega el día en que los vigías gritarán
sobre la montaña de Efraím:
“¡De pie, subamos a Sión,
hacia el Señor, nuestro Dios!”.
7
Porque así habla el Señor:
¡Griten jubilosos por Jacob,
aclamen a la primera de las naciones!
Háganse oír, alaben y digan:
“¡El Señor ha salvado a su pueblo,
al resto de Israel!”.
8
Yo los hago venir del país del Norte
y los reúno desde los extremosde la tierra;
hay entre ellos ciegos y lisiados,
mujeres embarazadas y parturientas:
¡es una gran asamblea la que vuelve aquí!
9
Habían partido llorando,
pero yo los traigo llenos de consuelo;
los conduciré a los torrentes de agua
por un camino llano,
donde ellos no tropezarán.
Porque yo soy un padre para Israel
y Efraím es mi primogénito.

La futura felicidad de Sión

10 ¡Escuchen, naciones,la palabra del Señor,
anúncienla en las costas más lejanas!
Digan: “El que dispersó a Israel lo reunirá,
y lo cuidará como un pastor a su rebaño”.
11
Porque el Señor ha rescatado a Jacob,
lo redimió de una manomás fuerte que él.
12
Llegarán gritando de alegría a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor,
hacia el trigo, el vino nuevo y el aceite,
hacia las crías de ovejas y de vacas.
Sus almas serán como un jardín bien regado
y no volverán a desfallecer.
13
Entonces la joven danzará alegremente,
los jóvenes y los viejos se regocijarán;
yo cambiaré su duelo en alegría,
los alegraré y los consolaréde su aflicción.
14
Colmaré a los sacerdotescon la grasa de las víctimas,
y mi pueblo se saciará de mis bienes
–oráculo del Señor–.



El llanto de Israel y la compasión del Señor

15 Así habla el Señor:
¡Escuchen! En Ramá se oyen lamentos,
llantos de amargura:
es Raquel que llora a sus hijos;
ella no quiere ser consolada,
porque ya no existen.
16
Así habla el Señor:
Reprime tus sollozos,
ahoga tus lágrimas,
porque tu obra recibirá su recompensa
–oráculo del Señor–
y ellos volverán del país enemigo.
17
Sí, hay esperanza para tu futuro
–oráculo del Señor–:
 los hijos regresarán a su patria.
18
Oigo muy bien a Efraím
que se estremece de pesar:
“Me has corregido,y yo acepté la corrección
como un ternero no domado.
Conviérteme y yo me convertiré,
porque tú, Señor, eres mi Dios.
19
Sí, después de apartarme, me arrepentí,
y al darme cuenta, me he golpeado el pecho.
Estoy avergonzado y confundido,
porque cargo con el oprobio de mi juventud”.
20
¿Es para mí Efraím un hijo querido
o un niño mimado,
para que cada vez que hablo de él,
todavía lo recuerde vivamente?
Por eso mis entrañas se estremecen por él,
no puedo menos que compadecerme de él
–oráculo del Señor–.

Exhortación a retomar el buen camino

21 Levanta para ti mojones,
colócate señales,
fíjate bien en el sendero,
en el camino que has recorrido.
¡Vuelve, virgen de Israel,
vuelve a estas tus ciudades!
22
¿Hasta cuándo irás de aquí para allá,
hija apóstata?
Porque el Señor crea algo nuevo en el país:
la mujer rodea al varón.

La restauración de Judá

23 Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: De nuevo se dirá esta palabra en el país de Judá y en sus ciudades, cuando yo haya cambiado su suerte:
¡Que el Señor te bendiga,
morada de justicia,
Montaña santa!
24
Allí se establecerán Judá y todas sus ciudades, los agricultores y los que se desplazan con los rebaños. 25 Porque yo abrevaré a los que están agotados y colmaré a los que están exhaustos.
26
De pronto me desperté y abrí los ojos, y mi sueño había sido agradable.
27
Llegarán los días –oráculo del Señor– en que yo sembraré la casa de Israel y la casa de Judá con semilla de hombres y semilla de animales. 28 Y así como yo he velado sobre ellos para arrancar y derribar, para demoler, perder y hacer el mal, así también velaré sobre ellos para edificar y para plantar –oráculo del Señor–.
29
En aquellos días, no se dirá más:
Los padres comieron uva verde
y los hijos sufren la dentera.
30
No, cada uno morirá por su propia iniquidad:
todo el que coma uva verde
sufrirá la dentera.

La nueva Alianza

31 Llegarán los días –oráculo del Señor– en que estableceré una nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá. 32 No será como la Alianza que establecí con sus padres el día en que los tomé de la mano para hacerlos salir del país de Egipto, mi Alianza que ellos rompieron, aunque yo era su dueño –oráculo del Señor–. 33 Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel, después de aquellos días –oráculo del Señor–: pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. 34 Y ya no tendrán que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: “Conozcan al Señor”. Porque todos me conocerán, del más pequeño al más grande –oráculo del Señor–. Porque yo habré perdonado su iniquidad y no me acordaré más de su pecado.

La inquebrantable fidelidad del Señor a Israel

35 Así habla el Señor,
el que puso el sol para alumbrar el día,
la luna y las estrellaspara iluminar la noche,
el que agita el mar y rugen sus olas;
su nombre es Señor de los ejércitos:
36
Si este ordenamiento dejara de regir
delante de mi –oráculo del Señor–
entonces, también la descendencia de Israel
dejaría de ser para siempre una nación delante de mí.
37
Así habla el Señor:
Si se pudieran medir los cielos en lo alto
y explorar aquí abajo los cimientos de la tierra, 
también yo rechazaría a la descendencia de Israel
a causa de todo lo que hicieron –oráculo del Señor–.

La nueva Jerusalén

38 Llegarán los días –oráculo del Señor– en que la ciudad será reconstruida para el Señor, desde la torre de Jananel hasta la puerta del Ángulo. 39 La cuerda de medir se extenderá en línea recta hasta la colina de Gareb, y luego girará hacia Goa. 40 Todo el valle de los cadáveres y de la ceniza de los sacrificios, y todos los campos hasta el torrente Cedrón, hasta el ángulo de la puerta de los Caballos, al oriente, estarán consagrados al Señor: ¡nunca más se arrancará, nunca más se demolerá!

La compra de un campo, signo de la restauración futura

32 1 Palabra que llegó a Jeremías de parte del Señor, el décimo año de Sedecías, rey de Judá, que era el año decimoctavo de Nabucodonosor. 2 En ese entonces, el ejército del rey de Babilonia estaba asediando a Jerusalén, y el profeta Jeremías estaba preso en el patio de la guardia, en la casa del rey de Judá. 3 Allí lo había puesto preso Sedecías, porque profetizaba en estos términos: “Así habla el Señor: Miren que yo voy a entregar esta ciudad en manos del rey de Babilonia, y él la tomará; 4 Sedecías no escapará de las manos de los caldeos, sino que caerá en manos del rey de Babilonia: él le hablará cara a cara y lo verá con sus propios ojos; 5 Sedecías será llevado a Babilonia, y allí permanecerá hasta que yo me ocupe de él –oráculo del Señor–. Si ustedes combaten contra los caldeos, no conseguirán nada”.
6
Jeremías dijo: “La palabra del Señor me llegó en estos términos: 7 Janamel, hijo de tu tío Salúm, viene hacia ti para decirte: Compra mi campo que está en Anatot, porque a ti te corresponde adquirirlo, en virtud del derecho de rescate”. 8 Janamel, el hijo de mi tío, vino a verme en el patio de la guardia, según la palabra del Señor, y me dijo: “Cómprame mi campo que está en Anatot, en el país de Benjamín, porque tú tienes el derecho de adquisición y de rescate: cómpramelo”. Yo comprendí que esa era la palabra del Señor; 9 compré a Janamel, el hijo de mi tío, el campo que está en Anatot, y le pesé la plata: diecisiete siclos de plata. 10 Hice la escritura, la sellé, la certifiqué con testigos y pesé la plata en una balanza. 11 Luego tomé la escritura de la compra –la que había sido sellada, con las cláusulas y las estipulaciones, y la que había quedado abierta– 12 y la entregué a Baruc, hijo de Nerías, hijo de Maasías, en presencia de Janamel, el hijo de mi tío, en presencia de los testigos que habían firmado la escritura de la compra, y en presencia de todos los judíos que estaban en el patio de la guardia.
13
Luego, a la vista de ellos, di esta orden a Baruc: 14 “Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Toma estas escrituras –la que está sellada y la que está abierta– y mételas en una vasija de arcilla, para que se conserven por mucho tiempo. 15 Porque así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: De nuevo se comprarán casas, campos y viñas en este país”.
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Después de entregar la escritura de la compra a Baruc, hijo de Nerías, yo dirigí al Señor esta súplica: 17 “¡Ah, Señor! Tú has hecho el cielo y la tierra con tu gran fuerza y tu brazo poderoso: para ti no hay nada imposible. 18 Tú das prueba de fidelidad a millares, y retribuyes la iniquidad de los padres en el pecho de sus hijos después de ellos. ¡Dios grande y fuerte, cuyo nombre es Señor de los ejércitos, 19 grande en consejo y poderoso en obras, que tienes los ojos abiertos sobre los caminos de los hombres, para dar a cada uno según su conducta y según el fruto de sus acciones! 20 Tú has hecho signos y prodigios en el país de Egipto, y también en Israel y entre los hombres hasta el día de hoy, y así te has ganado un renombre, como se ve en el día de hoy. 21 Tú has hecho salir a tu pueblo Israel del país de Egipto, con signos y prodigios, con mano fuerte y brazo poderoso, provocando un gran terror. 22 Tú les has dado esta tierra, como se lo habías jurado a sus padres, una tierra que mana leche y miel. 23 Pero cuando entraron y tomaron posesión de ella, no escucharon tu voz ni caminaron según tu Ley: no hicieron nada de lo que tú les habías mandado, y tú les enviaste toda esta desgracia. 24 Ahora, los terraplenes llegan hasta la ciudad para expugnarla, y la ciudad va a ser entregada, por la espada, el hambre y la peste, en manos de los caldeos que combaten contra ella. Así se ha cumplido lo que tú habías dicho, y tú lo estás viendo. 25 Sin embargo, eres tú el que me ha dicho: ‘Compra el campo a precio de plata y toma unos testigos’, mientras la ciudad es entregada en manos de los caldeos”.
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La palabra del Señor llegó a Jeremías en estos términos: 27 Yo, el Señor, soy el Dios de todo ser viviente: ¿hay algo imposible para mí? 28 Por eso, así habla el Señor: Yo voy a entregar esta ciudad en manos de los caldeos y en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y él la tomará. 29 Los caldeos que combaten contra esta ciudad entrarán en ella, le prenderán fuego y la quemarán, con las casas sobre cuyos techos se quemaba incienso a Baal y se derramaban libaciones a otros dioses, a fin de agraviarme. 30 Porque los hijos de Israel y los hijos de Judá han hecho desde su juventud lo que es malo a mis ojos; porque los hijos de Israel no han hecho más que agraviarme con la obra de sus manos –oráculo del Señor–. 31 Sí, esta ciudad ha sido para mí un motivo de ira y de furor, desde el día en que fue edificada hasta el día de hoy, y yo la apartaré lejos de mi rostro, 32 a causa de todo el mal que los hijos de Israel y los hijos de Judá han cometido para agraviarme: ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes y sus profetas, los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén. 33 Ellos me han vuelto la espalda, no el rostro; y aunque traté de enseñarles incansablemente, no han escuchado ni aprendido la lección. 34 Han puesto sus ídolos inmundos en la Casa que es llamada con mi Nombre, para volverla impura. 35 Han edificado los lugares altos de Baal que están en el valle de Ben Hinnóm, para hacer pasar por el fuego en honor de Moloc a sus hijos y a sus hijas, cosas que yo no les había mandado ni se me había pasado por la mente: ¡cometer esta abominación para hacer pecar a Judá!
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Y ahora, así habla el Señor, el Dios de Israel, a esta ciudad de la que ustedes dicen: “Va a caer en manos del rey de Babilonia, por la espada, el hambre y la peste”. 37 Yo los reuniré de todos los países adonde los había expulsado a causa de mi ira, de mi furor y de mi gran irritación; los haré volver a este lugar y haré que vivan seguros. 38 Ellos serán mi Pueblo y yo seré su Dios. 39 Les daré un corazón íntegro y una conducta íntegra, a fin de que me teman constantemente, para su propia felicidad y la de sus hijos después de ellos. 40 Estableceré con ellos una alianza eterna, por la cual nunca dejaré de seguirlos para hacerles el bien, y pondré mi temor en sus corazones, para que nunca se aparten de mí. 41 Mi alegría será colmarlos de bienes, y los plantaré sólidamente en este país, con todo mi corazón y con toda mi alma. 42 Porque así habla el Señor: Así como atraje sobre este país toda esta gran desgracia, así también atraeré sobre ellos todo el bien que les prometo. 43 Entonces se comprarán campos en este país del que ustedes dicen: “Es un país desolado, sin hombres ni animales, que va a caer en manos de los caldeos”. 44 Se comprarán campos a precio de plata, se firmarán escrituras, se las sellará, se pondrán testigos en el país de Benjamín, en los alrededores de Jerusalén, en todas las ciudades de Judá, en las ciudades de la Montaña, en las ciudades de la Sefelá y en las ciudades del Négueb. Porque yo cambiaré su suerte –oráculo del Señor–.


Jérémie (BPD) 26