Psaume (BPD) 66

CANTO DE ALABANZA Y DE ACCIÓN DE GRACIAS

66 1 Del maestro de coro. Canto. Salmo.

Invitación a la alabanza

¡Aclame al Señor toda la tierra!
2 ¡Canten la gloria de su Nombre!
Tribútenle una alabanza gloriosa,
3
digan al Señor: “¡Qué admirables son tus obras!”.
Por la inmensidad de tu poder,
tus enemigos te rinden pleitesía;
4
toda la tierra se postra ante ti,
y canta en tu honor, en honor de tu Nombre.
Pausa
5
Vengan a ver las obras del Señor,
las cosas admirables que hizo por los hombres:
6
él convirtió el Mar en tierra firme,
a pie atravesaron el Río.
Por eso, alegrémonos en él,
7
que gobierna eternamente con su fuerza;
sus ojos vigilan a las naciones,
y los rebeldes no pueden sublevarse. Pausa
8
Bendigan, pueblos, a nuestro Dios,
hagan oír bien alto su alabanza:
9
él nos concedió la vida
y no dejó que vacilaran nuestros pies.
10
Porque tú nos probaste, Señor,
nos purificaste como se purifica la plata;
11
nos hiciste caer en una red,
cargaste un fardo sobre nuestras espaldas.
12
Dejaste que cabalgaran sobre nuestras cabezas,
pasamos por el fuego y por el agua,
¡hasta que al fin nos diste un respiro!

Liturgia de acción de gracias

13 Yo vengo a tu Casa a ofrecerte holocaustos,
para cumplir los votos que te hice:
14
los votos que pronunciaron mis labios
y que mi boca prometió en el peligro.
15
Te ofreceré en holocausto animales cebados,
junto con el humo de carneros;
te sacrificaré bueyes y cabras. Pausa
16
Los que temen al Señor, vengan a escuchar,
yo les contaré lo que hizo por mí:
17
apenas mi boca clamó hacia él,
mi lengua comenzó a alabarlo.
18
Si hubiera tenido malas intenciones,
el Señor no me habría escuchado;
19
pero Dios me escuchó
y atendió al clamor de mi plegaria.
20
Bendito sea Dios,
que no rechazó mi oración
ni apartó de mí su misericordia.


ORACIÓN DESPUÉS DE LA COSECHA

67 1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. Canto.
2
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
haga brillar su rostro sobre nosotros, Pausa
3
para que en la tierra se reconozca su dominio,
y su victoria entre las naciones.
4
¡Que los pueblos te den gracias, Señor,
que todos los pueblos te den gracias!
5
Que canten de alegría las naciones,
porque gobiernas a los pueblos con justicia
y guías a las naciones de la tierra. Pausa
6
¡Que los pueblos te den gracias, Señor,
que todos los pueblos te den gracias!
7
La tierra ha dado su fruto:
el Señor, nuestro Dios, nos bendice.
8
Que Dios nos bendiga,
y lo teman todos los confines de la tierra.

CANTO DE VICTORIA AL DIOS DE ISRAEL

68 1 Del maestro de coro. De David. Salmo. Canto.

Comienzo de la liturgia procesional

2 ¡Se alza el Señor!
Sus enemigos se dispersan
y sus adversarios huyen delante de él.
3
Tú los disipas como se disipa el humo;
como se derrite la cera ante el fuego,
así desaparecen los impíos delante del Señor.
4
Pero los justos se regocijan,
gritan de gozo delante del Señor
y se llenan de alegría.
5
¡Canten al Señor,
entonen un himno a su Nombre!
¡Ábranle paso al que cabalga sobre las nubes!
Su Nombre es “el Señor”:
¡griten de alegría en su presencia!
6
El Señor en su santa Morada
es padre de los huérfanos y defensor de las viudas:
7
él instala en un hogar a los solitarios
y hace salir con felicidad a los cautivos,
mientras los rebeldes habitan en un lugar desolado.

La marcha del Señor por el desierto

8 Señor, cuando saliste al frente de tu pueblo,
cuando avanzabas por el desierto,
9
tembló la tierra y el cielo dejó caer su lluvia,             
Pausa
delante del Señor –el del Sinaí–
delante del Señor, el Dios de Israel.
10
Tú derramaste una lluvia generosa, Señor:
tu herencia estaba exhausta y tú la reconfortaste;
11
allí se estableció tu familia,
y tú, Señor, la afianzarás
por tu bondad para con el pobre.

El anuncio de la victoria

12 El Señor pronuncia una palabra
y una legión de mensajeros anuncia la noticia:
13
“Huyen los reyes, huyen con sus ejércitos,
y te repartes como botín los adornos de un palacio.
14
¡No se queden recostados entre los rebaños!
Las alas de la Paloma están recubiertas de plata,
y su plumaje, de oro resplandeciente”.
15
Cuando el Todopoderoso dispersó a los reyes,
caía la nieve sobre el Monte Umbrío.

La Montaña de Sión, Morada del Señor

16 ¡Montañas divinas, montañas de Basán,
montañas escarpadas, montañas de Basán!
17
¿Por qué miran con envidia, montañas escarpadas,
a la Montaña que Dios prefirió como Morada?
¡Allí el Señor habitará para siempre!
18
Los carros de guerra de Dios
son dos miríadas de escuadrones relucientes:
¡el Señor está en medio de ellos,
el Sinaí está en el Santuario!
19
Subiste a la altura llevando cautivos,
recogiste dones entre los hombres
–incluso entre los rebeldes–
cuando te estableciste allí, Señor Dios.

El Señor, defensor de su Pueblo

20 ¡Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación!
Él carga con nosotros día tras día; Pausa
21
él es el Dios que nos salva
y nos hace escapar de la muerte.
22
Sí, Dios aplastará la cabeza de sus enemigos,
el cráneo de los que se obstinan en sus delitos.
23
Dice el Señor: “Los traeré de Basan,
los traeré desde los abismos del mar,
24
para que hundas tus pies en la sangre del enemigo
y la lengua de tus perros también tenga su parte”.

Marcha litúrgica hacia el Santuario

25 Ya apareció tu cortejo, Señor,
el cortejo de mi Rey y mi Dios hacia el Santuario:
26
los cantores van al frente, los músicos, detrás;
las jóvenes, en medio, van tocando el tamboril.
27
¡Bendigan al Señor en medio de la asamblea!
¡Bendigan al Señor desde la fuente de Israel!

28
Allí Benjamín, el más pequeño, abre la marcha
con los príncipes de Judá, vestidos de brocado,
con los príncipes de Zabulón
y los príncipes de Neftalí.

El sometimiento de los pueblos

29 Tu Dios ha desplegado tu poder:
¡sé fuerte, Dios, tú que has actuado por nosotros!
30
A causa de tu Templo, que está en Jerusalén,
los reyes te presentarán tributo.
31
Reprime a la Fiera de los juncos,
al tropel de los toros y terneros:
que esos pueblos se rindan a tus pies,
trayendo lingotes de oro.
El Señor dispersó a los pueblos guerreros;
32
telas preciosas llegan de Egipto
y Etiopía, con sus propias manos,
presenta sus dones a Dios.

Alabanza final

33 ¡Canten al Señor, reinos de la tierra,
entonen un himno al Señor, Pausa
34
al que cabalga por el cielo,
por el cielo antiquísimo!
Él hace oír su voz poderosa,
35
¡reconozcan el poder del Señor!
Su majestad brilla sobre Israel
y su poder, sobre las nubes.
36
Tú eres temible, Señor, desde tus santuarios.
El Dios de Israel concede a su pueblo
el poder y la fuerza.
¡Bendito sea Dios!


SÚPLICA ANGUSTIOSA EN MEDIO DE LA DESGRACIA

69 1 Del maestro de coro. Según la melodía de “Los lirios”. De David.

Descripción de los males

2 ¡Sálvame, Dios mío,
porque el agua me llega a la garganta!
3
Estoy hundido en el fango del Abismo
y no puedo hacer pie;
he caído en las aguas profundas,
y me arrastra la corriente.
4
Estoy exhausto de tanto gritar,
y mi garganta se ha enronquecido;
se me ha nublado la vista
de tanto esperar a mi Dios.
5
Más numerosos que los cabellos de mi cabeza
son los que me odian sin motivo;
más fuertes que mis huesos,
los que me atacan sin razón.
¡Y hasta tengo que devolver
lo que yo no he robado!
6
Dios mío, tú conoces mi necedad,
no se te ocultan mis ofensas.
7
Que no queden defraudados por mi culpa
los que esperan en ti, Señor del universo;
que no queden humillados por mi causa
los que te buscan, Dios de Israel.
8
Por ti he soportado afrentas
y la vergüenza cubrió mi rostro;
9
me convertí en un extraño para mis hermanos,
fui un extranjero para los hijos de mi madre:
10
porque el celo de tu Casa me devora,
y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian.
11
Cuando aflijo mi alma con ayunos,
aprovechan para insultarme;
12
cuando me visto de penitente,
soy para ellos un motivo de risa;
13
los que están a la puerta murmuran contra mí,
y los bebedores me hacen burla con sus cantos.

Pedido de auxilio

14 Pero mi oración sube hasta ti, Señor,
en el momento favorable:
respóndeme, Dios mío, por tu gran amor,
sálvame, por tu fidelidad.
15
Sácame del lodo para que no me hunda,
líbrame de los que me odian
y de las aguas profundas;
16
que no me arrastre la corriente,
que no me trague el Abismo,
que el Pozo no se cierre sobre mí.
17
Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor,
por tu gran compasión vuélvete a mí;
18
no le ocultes el rostro a tu servidor,
respóndeme pronto, porque estoy en peligro.
19
Acércate a mi y rescátame,
líbrame de mis enemigos:
20
tú conoces mi afrenta, mi vergüenza y mi deshonra,
todos mis enemigos están ante ti.
21
La vergüenza me destroza el corazón,
y no tengo remedio.
Espero compasión y no la encuentro,
en vano busco un consuelo:
22
pusieron veneno en mi comida,
y cuando tuve sed me dieron vinagre.

Imprecación contra los enemigos

23 Que su mesa se convierta en una trampa,
y sus manjares, en un lazo;
24
que se nuble su vista y no vean,
y sus espaldas se queden sin fuerzas.
25
Descarga sobre ellos tu indignación
que los alcance el ardor de tu enojo;
26
que sus poblados se queden desiertos
y nadie habite en sus carpas.
27
Porque persiguen al que tú has castigado
y aumentan los dolores del que tú has herido.
28
Impútales una culpa tras otra,
no los declares inocentes;
29
bórralos del Libro de la Vida,
que no sean inscritos con los justos.

Acción de gracias

30 Yo soy un pobre desdichado, Dios mío,
que tu ayuda me proteja:
31
así alabaré con cantos el nombre de Dios,
y proclamaré su grandeza dando gracias;
32
esto agradará al Señor más que un toro,
más que un novillo con cuernos y pezuñas.
33
Que lo vean los humildes y se alegren,
que vivan los que buscan al Señor:
34
porque el Señor escucha a los pobres
y no desprecia a sus cautivos.
35
Que lo alaben el cielo, la tierra y el mar,
y todos los seres que se mueven en ellos;
36
porque el Señor salvará a Sión
y volverá a edificar las ciudades de Judá:
37
el linaje de sus servidores la tendrá como herencia,
y los que aman su nombre morarán en ella.


APREMIANTE PETICIÓN DE LA AYUDA DIVINA

70 1 Del maestro de coro. De David. En memoria.
2
¡Líbrame, Dios mío!
¡Señor, ven pronto a socorrerme!
3
Que se avergüencen y sean humillados
los que quieren acabar con mi vida.
Que retrocedan confundidos
los que desean mi ruina;
4
que vuelvan la espalda avergonzados
los que se ríen de mí.
5
Que se alegren y se regocijen en ti
todos los que te buscan;
y digan siempre los que desean tu victoria:
“¡Qué grande es nuestro Dios!”.
6
Yo soy pobre y miserable:
ven pronto, Dios mío;
tú eres mi ayuda y mi libertador,
¡no tardes, Señor!



ORACIÓN DE UN ANCIANO

71

Súplica confiada

1 Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca tenga que avergonzarme!
2 Por tu justicia, líbrame y rescátame,
inclina tu oído hacia mí, y sálvame.
3
Sé para mí una roca protectora,
 tú que decidiste venir siempre en mi ayuda,
porque tú eres mi Roca y mi fortaleza.
4
¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío,
de las garras del malvado y del violento!
5
Porque tú, Señor, eres mi esperanza
y mi seguridad desde mi juventud.
6
En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre;
desde el seno materno fuiste mi protector,
y mi alabanza está siempre ante ti.

Motivos de tristeza en la vejez

7 Soy un motivo de estupor para muchos,
pero tú eres mi refugio poderoso.
8
Mi boca proclama tu alabanza
y anuncia tu gloria todo el día.
9
No me rechaces en el tiempo de mi vejez,
no me abandones, porque se agotan mis fuerzas;
10
mis enemigos hablan contra mí,
y los que me acechan se confabulan, diciendo:
11
“Dios lo tiene abandonado: persíganlo,
captúrenlo, porque no hay quien lo libre”.
12
¡Señor, no te quedes lejos de mí;
Dios mío, ven pronto a socorrerme!
13
¡Queden confundidos y humillados
los que atentan contra mi vida!
¡Queden cubiertos de oprobio y de vergüenza
los que buscan mi perdición!

Reiteración de la confianza en Dios

14 Yo, por mi parte, seguiré esperando
y te alabaré cada vez más.
15
Mi boca anunciará incesantemente
tus actos de justicia y salvación,
aunque ni siquiera soy capaz de enumerarlos.
16
Vendré a celebrar las proezas del Señor,
evocaré tu justicia, que es sólo tuya.
17
Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud,
y hasta hoy he narrado tus maravillas.
18
Ahora que estoy viejo y lleno de canas,
no me abandones, Dios mío,
hasta que anuncie las proezas de tu brazo
a la generación que vendrá.
19
Tu justicia llega hasta el cielo, Señor:
tú has hecho grandes cosas,
y no hay nadie igual a ti, Dios mío.
20
Me hiciste pasar por muchas angustias,
pero de nuevo me darás la vida;
me harás subir de lo profundo de la tierra,
21
acrecentarás mi dignidad
y volverás a consolarme.

El gozo anticipado

22 Entonces te daré gracias con el arpa,
por tu fidelidad, Dios mío;
te cantaré con la cítara,
a ti, el Santo de Israel.
23
Mis labios te cantarán jubilosos,
y también mi alma, que tú redimiste.
24
Yo hablaré de tu justicia todo el día,
porque quedarán confundidos y avergonzados
los que buscaban mi perdición.


PLEGARIA POR EL REY

72 1 De Salomón.
Concede, Señor, tu justicia al rey
y tu rectitud al descendiente de reyes,
2
para que gobierne a tu pueblo con justicia
y a tus pobres con rectitud.
3
Que las montañas traigan al pueblo la paz,
y las colinas, la justicia;
4
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos de los pobres
y aplaste al opresor.
5
Que dure tanto como el sol y la luna,
a lo largo de las generaciones;
6
que sea como lluvia que cae sobre el césped
y como chaparrones que riegan la tierra.
7
Que en sus días florezca la justicia
y abunde la paz, mientras dure la luna;
8
que domine de un mar hasta el otro,
y desde el Río hasta los confines de la tierra.
9
Que se inclinen ante él las tribus del desierto,
y sus enemigos muerdan el polvo;
10
que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas
le paguen tributo.
Que los reyes de Arabia y de Sebá
le traigan regalos;
11
que todos los reyes le rindan homenaje
y lo sirvan todas las naciones.
12
Porque él librará al pobre que suplica
y al humilde que está desamparado.
13
Tendrá compasión del débil y del pobre,
y salvará la vida de los indigentes.
14
Los rescatará de la opresión y la violencia,
y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos.
15
Por eso, que viva largamente
y le regalen oro de Arabia;
que oren por él sin cesar
y lo bendigan todo el día.
16
Que en el país abunden los trigales
y ondeen sobre las cumbres de las montañas;
que sus frutos broten como el Líbano
y florezcan como la hierba de los campos.
17
Que perdure su nombre para siempre
y su linaje permanezca como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos
y todas las naciones lo proclamen feliz.
* * *

18
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas.
19
Sea bendito eternamente su Nombre glorioso
y que su gloria llene toda la tierra.
¡Amén! ¡Amén!
20
Fin de las oraciones de David, hijo de Jesé.


INTERROGANTE SOBRE LA PROSPERIDAD DE LOS MALVADOS

73 1 Salmo de Asaf.

Vacilación frente al triunfo del mal

¡Qué bueno es Dios para Israel,
para los limpios de corazón!
2 Pero casi se desvían mis pasos,
faltó poco para que diera un traspié,
3
porque tuve envidia de los presuntuosos,
al ver la prosperidad de los malvados.
4
Para ellos no hay sufrimientos,
su cuerpo está sano y robusto;
5
no comparten las penas de los hombres
ni son golpeados como los demás.
6
Por eso, el orgullo es su collar
y la violencia, el manto que los cubre;
7
la malicia se les sale por los poros,
su corazón rebosa de malos propósitos.
8
Se burlan y hablan con maldad;
desde lo alto, amenazan con prepotencia;
9
su boca se insolenta contra el cielo
y su lengua se pasea por la tierra.
10
Por eso, el pueblo de Dios se vuelve hacia ellos,
y beben el agua a raudales.
11
Ellos dicen: “¿Acaso Dios lo va a saber?
¿Se va a enterar el Altísimo?”.
12
Así son esos malvados
y, siempre tranquilos, acrecientan sus riquezas.

La suerte final de los impíos

13 Entonces, ¿en vano mantuve puro mi corazón
y lavé mis manos en señal de inocencia?
14
Porque yo era golpeado todo el día
y cada mañana soportaba mi castigo.
15
Si hubiera dicho: “Voy a hablar como ellos”,
habría traicionado al linaje de tus hijos.
16
Yo reflexionaba, tratando de entenderlo,
pero me resultaba demasiado difícil.
17
¡Hasta que entré en el Santuario de Dios
y comprendí el fin que les espera!
18
Sí, tú los pones en un terreno resbaladizo
y los precipitas en la ruina.
19
¡Qué pronto quedan devastados
y acaban consumidos por el horror!
20
Son como un sueño al despertar, Señor:
al levantarte, disipas hasta su imagen.
21
Cuando se agriaba mi corazón
y me torturaba en mi interior,
22
yo era un necio y no comprendía,
era como un animal ante ti.

La verdadera felicidad

23 Pero yo estoy siempre contigo,
tú me has tomado de la mano derecha;
24
me guiarás con tu consejo
y después, me recibirás con gloria.
25
¿A quién sino a ti tengo yo en el cielo?
Si estoy contigo, no deseo nada en la tierra.
26
Aunque mi corazón y mi carne se consuman,
Dios es mi herencia para siempre
y la Roca de mi corazón.
27
Los que se apartan de ti terminan mal,
tú destruyes a los que te son infieles.
28
Mi dicha es estar cerca de Dios:
yo he puesto mi refugio en ti, Señor,
para proclamar todas tus acciones.


LAMENTACIÓN PÚBLICA POR LA DESTRUCCIÓN DEL TEMPLO

74 1 Poema de Asaf.

La profanación del Santuario

¿Por qué, Señor, nos rechazaste para siempre
y arde tu indignación
contra las ovejas de tu rebaño?
2 Acuérdate del pueblo que adquiriste
en otro tiempo,
de la tribu que rescataste
para convertirla en tu herencia;
acuérdate de Sión, donde pusiste tu Morada.
3
Vuelve tus pasos hacia esta ruina completa:
todo lo destruyó el enemigo en el Santuario.
4
Rugieron tus adversarios
en el lugar de tu asamblea,
pusieron como señales sus propios estandartes.
5
Alzaron sus hachas
como en la espesura de la selva;
6
destrozaron de un golpe todos los adornos,
los deshicieron con martillos y machetes;
7
prendieron fuego a tu Santuario,
profanaron, hasta arrasarla,
la Morada de tu Nombre.
8
Habían pensado: “Acabemos con ellos,
quememos todos los templos de Dios en el país”.
9
Ya no vemos señales ni quedan profetas:
 no hay nadie entre nosotros que sepa hasta cuándo.
10
¿Hasta cuándo, Señor, te insultará el enemigo?
¿Nunca cesará el adversario
de despreciar tu Nombre?
11
¿Por qué retiras tu mano, Señor,
y la mantienes oculta en el pecho?

Himno al Dios creador

12 Pero tú, Señor, eres mi Rey desde el principio,
tú lograste victorias en medio de la tierra:
13
deshiciste el Mar con tu poder
y quebraste las cabezas del dragón marino;
14
aplastaste las cabezas de Leviatán
y lo diste como alimento a las fieras del desierto.
15
Hiciste brotar manantiales y torrentes,
secaste los ríos caudalosos;
16
tuyo es el día, tuya también la noche,
tú afirmaste la luna y el sol;
17
fijaste las fronteras de la tierra,
formaste el verano y el invierno.

Súplica por la liberación

18 Recuerda, Señor, que el enemigo te ha ultrajado,
un pueblo insensato ha despreciado tu Nombre:
19
no entregues a los buitres la vida de tu Paloma
ni te olvides para siempre de los pobres.
20
Ten presente tu alianza,
porque todos los rincones del país
están repletos de violencia.
21
Que el débil no retroceda lleno de confusión,
que el pobre y el oprimido alaben tu Nombre.
22
Levántate, Señor, defiende tu causa,
recuerda que el insensato te ultraja sin cesar.
23
No olvides los gritos de tus adversarios,
porque crece el tumulto de los que se alzan contra ti.


EL SEÑOR, ÚNICO JUEZ

75 1 Del maestro de coro. “No destruyas”. Salmo de Asaf. Canto.

Antífona inicial

2 Te damos gracias, Señor, te damos gracias:
los que invocan tu Nombre narran tus maravillas.

Oráculo del Señor

3 “En el momento que yo decida,
juzgaré con rectitud.
4
Se conmueve la tierra con todos sus habitantes,
pero yo he afianzado sus columnas. Pausa
5
Digo a los arrogantes: ‘¡Basta de arrogancia!’,
y a los impíos: ‘¡No levanten la frente!,
6
no levanten la frente contra el cielo
ni hablen con actitud insolente’”.

El castigo de los malvados

7 Porque ni del oriente ni del occidente,
ni del desierto ni de las montañas...
8
¡El Señor es el único Juez,
que a unos humilla, y a otros exalta!
9
Hay una copa en la mano del Señor,
con un vino espumante, lleno de aromas:
la ofrece, y la sorben hasta el final,
la beben todos los malvados de la tierra.
10
Pero yo me alegraré para siempre,
cantaré al Dios de Jacob:
11
él quebrará el poder de los malvados
y acrecentará el poder de los justos.


LA MANIFESTACIÓN DEL PODER INVENCIBLE DE DIOS

76 1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo de Asaf. Canto.
2
Dios es bien conocido en Judá,
su Nombre es grande en Israel.
3
En Jerusalén está su Tienda de campaña,
en Sión se levanta su Morada.
4
Allí quebró las flechas fulgurantes del arco,
el escudo, la espada y las armas de guerra. Pausa
5
¡Tú eres resplandeciente, majestuoso!
6
Montañas de botín fueron arrebatadas
a los valientes,
que ya duermen el sueño de la muerte:
a los guerreros no les respondieron los brazos.
7
Por tu amenaza, Dios de Jacob,
quedaron inmóviles los carros de guerra
y los caballos.
8
Sólo tú eres temible:
¿quién podrá resistir delante de ti
al ímpetu de tu ira?
9
Desde el cielo proclamas la sentencia:
la tierra tiembla y enmudece,
10
cuando te alzas para el juicio, Señor,
para salvar a los humildes de la tierra. Pausa
11
Sí, el furor de los hombres tendrá que alabarte,
los que sobrevivan al castigo te festejarán.
12
Hagan votos al Señor, su Dios, y cúmplanlos;
los que están a su alrededor,
traigan regalos al Temible,
13
al que deja sin aliento a los príncipes
y es temible para los reyes de la tierra.


SÚPLICA FUNDADA EN EL PASADO DE ISRAEL

77 1 Del maestro de coro. Al estilo de Iedutún. De Asaf. Salmo.

La aflicción presente

2 Invocaré al Señor con toda mi voz,
gritaré al Señor, y él me escuchará.
3
Busco al Señor en el momento de mi angustia;
de noche, tiendo mi mano sin descanso,
y mi alma rechaza todo consuelo.
4
Yo me acuerdo del Señor, y me lamento;
medito, y mi espíritu desfallece: Pausa
5
tú no me dejas conciliar el sueño,
estoy turbado, y no puedo hablar.
6
Pienso en los tiempos antiguos,
me acuerdo de los días pasados;
7
reflexiono de noche en mi interior,
medito, y mi espíritu se pregunta:
8
¿Puede el Señor rechazar para siempre?
¿Ya no volverá a mostrarse favorable?
9
¿Se habrá agotado para siempre su amor,
y habrá caducado eternamente su promesa?
10
¿Se habrá olvidado Dios de su clemencia
o, en su enojo, habrá contenido su compasión?
Pausa
11
Entonces dije –¡y este es mi dolor!–:
“¡Cómo ha cambiado la derecha del Altísimo!”.

Las maravillas del pasado

12 Yo recuerdo las proezas del Señor,
sí, recuerdo sus prodigios de otro tiempo;
13
evoco todas sus acciones,
medito en todas sus hazañas.
14
Tus caminos son santos, Señor.
¿Hay otro dios grande como nuestro Dios?
15
Tú eres el Dios que hace maravillas,
y revelaste tu poder entre las naciones.
16
Con tu brazo redimiste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José. Pausa
17
Cuando te vieron las aguas, Señor,
cuando te vieron las aguas, temblaron,
¡se agitaron hasta los abismos del mar!
18
Las nubes derramaron aguaceros,
retumbaron los densos nubarrones
y zigzaguearon tus rayos.
19
El trueno resonó en la bóveda del cielo,
tus relámpagos iluminaron el mundo,
tembló y se tambaleó la tierra.
20
Te abriste un camino entre las aguas,
un sendero entre las aguas caudalosas,
y no quedó ningún rastro de tus huellas.
21
Tú guiaste a tu pueblo como a un rebaño,
por medio de Moisés y de Aarón.


MEDITACIÓN SOBRE LA HISTORIA DE ISRAEL

78 1 Poema de Asaf.

Finalidad del poema

Pueblo mío, escucha mi enseñanza,
presta atención a las palabras de mi boca:
2 yo voy a recitar un poema,
a revelar enigmas del pasado.
3
Lo que hemos oído y aprendido,
lo que nos contaron nuestros padres,
4
no queremos ocultarlo a nuestros hijos,
lo narraremos a la próxima generación:
son las glorias del Señor y su poder,
las maravillas que él realizó.
5
El Señor dio una norma a Jacob,
estableció una ley en Israel,
y ordenó a nuestros padres
enseñar estas cosas a sus hijos.
6
Así las aprenderán las generaciones futuras
y los hijos que nacerán después;
y podrán contarlas a sus propios hijos,
7
para que pongan su confianza en Dios,
para que no se olviden de sus proezas
y observen sus mandamientos.
8
Así no serán como sus padres,
una raza obstinada y rebelde,
una raza de corazón inconstante
y de espíritu infiel a Dios:
9
como los arqueros de la tribu de Efraím,
que retrocedieron en el momento del combate.
10
Ellos no mantuvieron su alianza con Dios,
se negaron a seguir su ley;
11
olvidaron las proezas del Señor
y las maravillas que les hizo ver.

Las maravillas del Éxodo

12 El Señor hizo prodigios a la vista de sus padres,
en la tierra de Egipto, en los campos de Tanis;
13
abrió el Mar para darles paso
y contuvo las aguas como un dique;
14
de día los guiaba con la nube
y de noche, con el resplandor del fuego.
15
Partió las rocas en el desierto
y les dio de beber a raudales:
16
sacó manantiales del peñasco,
hizo correr las aguas como ríos.

La rebeldía de Israel

17 Pero volvieron a pecar contra él
y a rebelarse contra el Altísimo en el desierto:
18
tentaron a Dios en sus corazones,
pidiendo comida a su antojo.
19
Hablaron contra Dios, diciendo:
“¿Acaso tiene Dios poder suficiente
para preparar una mesa en el desierto?
20
Es verdad que cuando golpeó la roca,
brotó el agua y desbordaron los torrentes;
pero ¿podrá también darnos pan
y abastecer de carne a su pueblo?”.
21
El Señor, al oírlos, se indignó,
y un fuego se encendió contra Jacob;
su enojo se alzó contra Israel,
22
porque no creyeron en Dios
ni confiaron en su auxilio.

La condescendencia divina

23 Entonces mandó a las nubes en lo alto
y abrió las compuertas del cielo:
24
hizo llover sobre ellos el maná,
les dio como alimento un trigo celestial;
25
todos comieron un pan de ángeles,
les dio comida hasta saciarlos.
26
Hizo soplar desde el cielo el viento del este,
atrajo con su poder el viento del sur;
27
hizo llover sobre ellos carne como polvo
y pájaros como arena del mar:
28
los dejó caer en medio del campamento,
alrededor de sus carpas.
29
Ellos comieron y se hartaron,
el Señor les dio lo que habían pedido;
30
pero apenas saciaron su avidez,
cuando aún estaban con la boca llena,
31
la ira del Señor se desató contra ellos:
hizo estragos entre los más fuertes
y abatió a lo mejor de Israel.

La infidelidad del Pueblo y la misericordia de Dios

32 A pesar de todo, volvieron a pecar
y no creyeron en sus maravillas;
33
por eso él acabó sus días como un soplo,
y sus años en un solo instante.
34
Cuando los hacía morir, lo buscaban
y se volvían a él ansiosamente:
35
recordaban que Dios era su Roca,
y el Altísimo, su libertador.
36
Pero lo elogiaban de labios para afuera
y mentían con sus lenguas;
37
su corazón no era sincero con él
y no eran fieles a su alianza.
38
El Señor, que es compasivo,
los perdonaba en lugar de exterminarlos;
una y otra vez reprimió su enojo
y no dio rienda suelta a su furor:
39
sabía que eran simples mortales,
un soplo que pasa y ya no vuelve.
40
¡Cuántas veces lo irritaron en el desierto
y lo afligieron en medio de la soledad!
41
Volvían a tentar a Dios
y a exasperar al Santo de Israel,
42
sin acordarse de lo que hizo su mano,
cuando los rescató de la opresión.

Las intervenciones de Dios en favor de su Pueblo

43 Porque él hizo portentos en Egipto
y prodigios en los campos de Tanis;
44
convirtió en sangre sus canales,
y también sus ríos, para que no bebieran;
45
les mandó tábanos voraces
y ranas que hacían estragos.
46
Entregó sus cosechas al pulgón
y el fruto de sus trabajos a las langostas;
47
destruyó sus viñedos con el granizo
y sus higueras con la helada;
48
desató la peste contra el ganado
y la fiebre contra los rebaños.
49
Lanzó contra ellos el ardor de su enojo,
su ira, su furor y su indignación
–un tropel de mensajeros de desgracias–
50
dando así libre curso a su furor;
no los quiso librar de la muerte,
hizo que la peste acabara con sus vidas.
51
Hirió a los primogénitos de Egipto,
a los hijos mayores de la tierra de Cam;
52
sacó a su pueblo como a un rebaño,
y los guió como a ovejas por el desierto:
53
los condujo seguros y sin temor,
mientras el Mar cubría a sus adversarios.
54
Los llevó hasta su Tierra santa,
hasta la Montaña que adquirió con su mano;
55
delante de ellos expulsó a las naciones,
les asignó por sorteo una herencia
e instaló en sus carpas a las tribus de Israel.

El castigo de la infidelidad

56 Pero ellos tentaron e irritaron a Dios,
no observaron los preceptos del Altísimo;
57
desertaron y fueron traidores como sus padres,
se desviaron como un arco fallido.
58
Lo afligieron con sus lugares de culto,
le provocaron celos con sus ídolos:
59
Dios lo advirtió y se llenó de indignación,
y rechazó duramente a Israel.
60
Abandonó la Morada de Silo,
la Carpa donde habitaba entre los hombres;
61
entregó su Fortaleza al cautiverio,
su Arca gloriosa en manos del enemigo.
62
Entregó su pueblo a la espada,
se enfureció contra su herencia;
63
el fuego devoró a sus jóvenes,
y no hubo canto nupcial para sus vírgenes;
64
sus sacerdotes cayeron bajo la espada,
y sus viudas no pudieron celebrar el duelo.

La elección de Judá y de David

65 Pero el Señor se levantó como de un sueño,
como un guerrero adormecido por el vino:
66
él hirió al enemigo con la espada,
le infligió una derrota completa.
67
Rechazó a los campamentos de José
y no eligió a la tribu de Efraím:
68
eligió a la tribu de Judá,
a la montaña de Sión, su predilecta.
69
Construyó su Santuario como el cielo en lo alto,
 como la tierra, que cimentó para siempre;
70
y eligió a David, su servidor,
sacándolo de entre los rebaños de ovejas.
71
Cuando iba detrás de las ovejas, lo llamó
para que fuera pastor de Jacob, su pueblo,
y de Israel, su herencia;
72
él los apacentó con integridad de corazón
y los guió con la destreza de su mano.


LAMENTACIÓN DEL PUEBLO POR LA SUERTE DE JERUSALÉN

79 1 Salmo de Asaf.

La destrucción de la Ciudad santa

Señor, los paganos invadieron tu herencia,
profanaron tu santo Templo,
hicieron de Jerusalén un montón de ruinas;
2 dieron los cadáveres de tus servidores
como pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus amigos, a las fieras de la tierra.
3
Derramaron su sangre como agua
alrededor de Jerusalén
y nadie les daba sepultura.
4
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
5
¿Hasta cuándo, Señor?
¿Estarás enojado para siempre?
¿Arderán tus celos como un fuego?

Súplica por la liberación

6 Derrama tu furor
sobre las naciones que no te reconocen,
y sobre los reinos que no invocan tu Nombre,
7
porque han devorado a Jacob,
y han devastado su dominio.
8
No recuerdes para nuestro mal
las culpas de otros tiempos;
compadécete pronto de nosotros,
porque estamos totalmente abatidos.
9
Ayúdanos, Dios salvador nuestro,
por el honor de tu Nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados,
a causa de tu Nombre.
10
¿Por qué han de decir los paganos:
“¿Dónde está su Dios?”.
Que se ponga de manifiesto entre las naciones,
ante nuestros propios ojos,
cómo has vengado la sangre de tus servidores,
que ha sido derramada.
11
Llegue hasta tu presencia
el lamento de los cautivos,
preserva con tu brazo poderoso
a los que están condenados a muerte.
12
Devuelve siete veces a nuestros vecinos
la afrenta que te hicieron, Señor.
13
Y nosotros, que somos tu pueblo
y las ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias para siempre,
y cantaremos tus alabanzas
por todas las generaciones.



Psaume (BPD) 66