Giudici (BPD) 8

Reproche de Efraím a Gedeón

8 1 La gente de Efraím dijo a Gedeón: “¿Qué nos has hecho? ¿Por qué no nos llamaste cuando fuiste a combatir contra Madián?”. Y se lo reprocharon violentamente. 2 Pero él les respondió: “¿Qué hice yo comparado con lo que hicieron ustedes? Un solo racimo de Efraím vale más que toda la vendimia de Abiézer. 3 Dios puso en manos de ustedes a los jefes de Madián, Oreb y Zeeb. Comparado con esto, ¿qué he logrado hacer yo?”. Después que les dijo estas palabras, se calmó su animosidad contra él.

Persecución y derrotade Zébaj y Salmuná

4 Gedeón llegó hasta el Jordán y lo cruzó. Él y los trescientos hombres que lo acompañaban estaban cansados y hambrientos. 5 Entonces dijo a la gente de Sucot: “Por favor, traigan un poco de pan para la tropa que me acompaña, porque están agotados de cansancio, y yo estoy persiguiendo a Zébaj y a Salmuná, reyes de Madián”. 6 Pero los jefes de Sucot le respondieron: “¿Acaso tienes prisioneros a Zébaj y a Salmuná para que le demos pan a tu ejército?”. 7 “Está bien, respondió Gedeón; cuando el Señor ponga en mis manos a Zébaj y a Salmuná, desgarraré la carne de ustedes con espinas y cardos del desierto”. 8 De allí subió a Penuel y les hizo el mismo pedido. Pero la gente de Penuel le respondió lo mismo que la gente de Sucot. 9 Entonces Gedeón dijo a los de Penuel: “Cuando vuelva victorioso, derribaré esta torre”.
10
Zébaj y Salmuná estaban en Carcor con su ejército. Eran unos quince mil hombres, es decir, todos los sobrevivientes del campamento de los Orientales. Los que habían caído eran ciento veinte mil armados de espada. 11 Gedeón subió por el camino de los nómadas, al este de Nóbaj y de Iogbohá, y derrotó al ejército, cuando ya se creían seguros. 12 Zébaj y Salmuná, reyes de Madián, trataron de huir, pero Gedeón los persiguió, los capturó a los dos y sembró el pánico en todo el ejército.

La venganza de Gedeón

13 Después del combate, Gedeón, hijo de Joás, regresó por la pendiente de Jares. 14 Entonces detuvo a un joven de Sucot, lo interrogó, y él le dio por escrito los nombres de los jefes y los ancianos de Sucot. Eran setenta y siete hombres. 15 Luego se presentó ante los hombres de Sucot y les dijo: “Aquí están Zébaj y Salmuná, los hombres por los que ustedes se burlaron de mí, diciendo: ‘¿Acaso ya tienes en tu poder a Zébaj y Salmuná para que les demos pan a tus tropas hambrientas?’”. 16 Después tomó a los ancianos de la ciudad, recogió espinas y cardos del desierto e hirió con ellos a los hombres de Sucot. 17 También derribó la torre de Penuel y mató a los hombres de la ciudad.
18
Gedeón dijo a Zébaj y a Salmuná: “¿Cómo eran los hombres que ustedes mataron en el Tabor?”. “Se parecían a ti, respondieron ellos; todos tenían aspecto de príncipes”. 19 Gedeón les respondió: “Ellos eran mis hermanos, hijos de mi madre. ¡Juro por la vida del Señor, que si ustedes les hubieran perdonado la vida, ahora no los mataría!”. 20 Entonces dijo a Iéter, su hijo mayor: “Mátalos aquí mismo”. Pero el muchacho tuvo miedo de sacar la espada, porque todavía era muy joven. 21 Zébaj y Salmuná dijeron: “Mátanos tú, porque un hombre se mide por su valor”. Gedeón se levantó, mató a Zébaj y a Salmuná, y se guardó los adornos que sus camellos llevaban en el cuello.

Propuesta de los israelitas a Gedeón

22 Los hombres de Israel dijeron a Gedeón: “Gobiérnanos tú, y que después de ti nos gobiernen tu hijo y tu nieto, porque nos salvaste del poder de Madián”.
23
Pero Gedeón les respondió: “Ni yo los gobernaré ni tampoco mi hijo; sólo el Señor los gobernará”. 24 Luego añadió: “Les voy a pedir una cosa: que cada uno me dé un anillo de lo que le ha tocado como botín”. Porque los vencidos eran ismaelitas, y por eso tenían anillos de oro. 25 “Te los daremos con mucho gusto”, respondieron ellos. Entonces él extendió su manto, y cada israelita depositó en él un anillo de su botín. 26 El peso de los anillos que recogió fue de mil setecientos siclos de oro, sin contar los prendedores, los aros y los vestidos de púrpura que llevaban los reyes de Madián, y sin contar tampoco los collares de los camellos. 27 Con todo eso, Gedeón hizo un efod, y lo instaló en su ciudad, en Ofrá. Todo Israel fue a prostituirse allí, delante del efod, que se convirtió en una trampa para Gedeón y su familia.

Muerte de Gedeón

28 Madián quedó humillado delante de los israelitas, y no volvió a levantar cabeza. El país estuvo tranquilo durante cuarenta años, mientras vivió Gedeón. 29 Ierubaal, hijo de Joás, se fue y permaneció en su casa. 30 Gedeón tuvo setenta hijos propios, porque tenía muchas mujeres. 31 La concubina que tenía en Siquém también le dio un hijo, a quien puso el nombre de Abimélec. 32 Gedeón, hijo de Joás, murió después de una feliz vejez, y fue enterrado en la tumba de su padre Joás, en Ofrá de Abiézer.

Nuevas infidelidades de Israel

33 Después de la muerte de Gedeón, los israelitas volvieron a prostituirse ante los Baales y tomaron como dios a Baal Berit. 34 Así se olvidaron del Señor, su Dios, que los había librado de todos los enemigos de alrededor. 35 Y no agradecieron a la casa de Ierubaal Gedeón todo el bien que él había hecho a Israel.

La coronación de Abimélec

9 1 Abimélec, hijo de Ierubaal, fue a Siquém, donde estaban los hermanos de su madre, y les dijo a ellos y a todo el clan de la casa paterna de su madre: 2 “Digan a todos los señores de Siquém: ‘¿Qué es mejor para ustedes, que los gobiernen setenta hombres –todos los hijos de Ierubaal– o que los gobierne uno solo? Recuerden además que yo soy de la misma sangre que ustedes’”. 3 Los hermanos de su madre comunicaron estas palabras de Abimélec a los señores de Siquém, y estos se pusieron de parte de él, porque decían: “Es nuestro hermano”. 4 Luego le dieron setenta siclos de plata del templo de Baal Berit, con los que Abimélec contrató a unos hombres vagos y aventureros, que le sirvieron de escolta. 5 En seguida entró en la casa de su padre, en Ofrá, y mató a sus hermanos, los setenta hijos de Ierubaal, sobre una misma piedra. Sólo escapó Jotám, el hijo menor de Ierubaal, porque logró esconderse. 6 Entonces se reunieron todos los señores de Siquém y todo Bet Miló, y fueron a proclamar rey a Abimélec, junto a la encina de la piedra conmemorativa que está en Siquém.

La fábula de Jotám

7 Cuando le llevaron la noticia a Jotám, este se puso en la cima del monte Garizím, y gritó con voz potente: “Escúchenme, señores de Siquém, y que Dios los escuche a ustedes:
8
Los árboles se pusieron en camino
para ungir a un rey que los gobernara.
Entonces dijeron al olivo: ‘Sé tú nuestro rey’.
9
Pero el olivo les respondió:
‘¿Voy a renunciar a mi aceite
con el que se honra a los dioses y a los hombres,
para ir a mecerme por encima de los árboles?’.
10
Los árboles dijeron a la higuera:
‘Ven tú a reinar sobre nosotros’.
11
Pero la higuera les respondió:
‘¿Voy a renunciar a mi dulzura
y a mi sabroso fruto,
para ir a mecerme por encima de los árboles?’.
12
Los árboles le dijeron a la vid: ‘Ven tú a reinar sobre nosotros’.
13
Pero la vid les respondió:
‘¿Voy a renunciar a mi mosto
que alegra a los dioses y a los hombres,
para ir a mecerme por encima de los árboles?’.
14
Entonces, todos los árboles dijeron a la zarza:
‘Ven tú a reinar sobre nosotros’.
15
Pero la zarza respondió a los árboles:
‘Si de veras quieren ungirme
para que reine sobre ustedes,
vengan a cobijarse bajo mi sombra;
de lo contrario, saldrá fuego de la zarza
y consumirá los cedros del Líbano’.
16
Y ahora, díganme: ¿Han obrado ustedes con sinceridad y lealtad al proclamar rey a Abimélec? ¿Se han portado bien con Ierubaal y con su familia, y lo han tratado como se merecía? 17 Mi padre combatió por ustedes, arriesgó su vida y los libró del poder de Madián, 18 y ahora ustedes se han levantado contra la familia de mi padre, han matado sobre una misma piedra a sus setenta hijos, y han proclamado rey de los señores de Siquém a Abimélec, el hijo de su esclava, aduciendo que es hermano de ustedes. 19 Si hoy han sido sinceros y leales con Ierubaal y con su familia, que Abimélec sea para ustedes un motivo de alegría, y ustedes para él. 20 De lo contrario, que salga fuego de Abimélec para devorar a los señores de Siquém y de Bet Miló, y que salga fuego de los señores de Siquém y de Bet Miló, para devorar a Abimélec”.
21
Después Jotám huyó para ponerse a salvo, y se estableció en Beer, lejos de su hermano Abimélec.

Rebelión de los siquemitascontra Abimélec

22 Abimélec gobernó tres años en Israel. 23 Pero Dios envió un espíritu de discordia entre Abimélec y los señores de Siquém, y estos traicionaron a Abimélec. 24 Así debía ser castigado el crimen cometido contra los setenta hijos de Ierubaal, y su sangre debía recaer sobre su hermano Abimélec, que los había matado, y sobre los señores de Siquém, que habían sido cómplices en la matanza de sus hermanos. 25 Por eso, los señores de Siquém preparaban emboscadas contra él en las cimas de los montes, y saqueaban a todos los que pasaban por allí. Abimélec fue informado de todo esto.
26
Una vez, Gaal, hijo de Ebed, pasó por Siquém junto con sus hermanos, y se ganó la confianza de los señores de Siquém. 27 Estos salieron al campo a vendimiar, pisaron las uvas, hicieron festejos y entraron en el templo de su dios. Después de comer y beber, maldijeron a Abimélec. 28 Entonces Gaal, hijo de Ebed, exclamó: “¿Qué autoridad tiene Abimélec sobre Siquém para que le estemos sometidos? ¿El hijo de Ierubaal, y Zebul, su lugarteniente, no han estado sometidos a la gente de Jamor, el padre de Siquém? ¿Por qué tenemos que estar sometidos a ellos? 29 ¡Si pusieran a este pueblo en mis manos, yo expulsaría a Abimélec, desafiándolo a que refuerce su ejército y salga a combatir!”.
30
Zebul, el gobernador de la ciudad, al enterarse de las palabras de Gaal, hijo de Ebed, se enfureció 31 y envió disimuladamente mensajeros a Arumá, donde estaba Abimélec, para avisarle: “Gaal, hijo de Ebed, ha llegado a Siquém con sus hermanos, y está sublevando la ciudad contra ti. 32 Por eso, ven durante la noche con toda la gente que tienes contigo y quédate al acecho en campo abierto. 33 Por la mañana temprano, apenas brille el sol, irrumpirás contra la ciudad. Y cuando Gaal con su gente salga a enfrentarse contigo, lo tratarás como más convenga”.
34
Abimélec salió durante la noche con toda su gente y se puso al acecho cerca de Siquém, con su tropa dividida en cuatro grupos. 35 Cuando Gaal, hijo de Ebed, salió y se detuvo a las puertas de la ciudad, Abimélec y la tropa que lo acompañaba salieron de los lugares donde estaban al acecho. 36 Al ver las tropas, Gaal dijo a Zebul: “Mira esa gente que baja de la cima de los montes”. “Es la sombra de los montes, y a ti te parecen hombres”, le respondió Zebul. 37 Pero Gaal insistió: “Es gente que baja por la ladera del Ombligo de la Tierra, y otro grupo viene por el camino de la Encina de los Adivinos”. 38 Entonces Zebul le dijo: “¿No eras tú el que te envalentonabas, diciendo: ‘¿Quién es Abimélec para que le estemos sometidos?’. ¡Ahí está la gente que tú despreciabas! ¡Ve ahora a combatir contra ellos!”.
39
Gaal salió al frente de los señores de Siquém y presentó batalla a Abimélec. 40 Abimélec lo persiguió: Gaal emprendió la retirada y muchos cayeron muertos antes de llegar a la puerta de la ciudad. 41 Abimélec regresó a Arumá, y Zebul expulsó de Siquém a Gaal y a sus hermanos, impidiéndoles habitar allí.

Destrucción de Siquém

42 Al día siguiente, la gente de Siquém se puso en campaña. Cuando Abimélec recibió la noticia, 43 reunió sus tropas, las dividió en tres grupos y se puso al acecho en el campo. Al ver que la gente salía de la ciudad, irrumpió contra ellos y los derrotó. 44 Después, Abimélec y el grupo que lo acompañaba volvieron a atacar, y tomaron posiciones frente a la puerta de la ciudad. Mientras tanto, los otros dos grupos se lanzaron contra los que estaban en el campo y los derrotaron. 45 Abimélec atacó la ciudad durante todo el día. Cuando la tomó, mató a la población, arrasó la ciudad y esparció sal sobre ella.

Destrucción de Migdal Siquém

46 Al enterarse, los señores de Migdal Siquém, se refugiaron en la cripta del templo de El Berit. 47 Cuando Abimélec recibió la noticia de que todos los señores de Migdal Siquém estaban en un solo lugar, 48 subió al monte Salmón con todas sus tropas; y tomando un hacha, cortó una rama de árbol, se la puso al hombro, y dijo a las tropas que lo acompañaban: “¡Apúrense! Hagan lo mismo que yo”. 49 Cada uno de sus hombres cortó una rama y todos fueron detrás de Abimélec. Después cubrieron la cripta con las ramas y les prendieron fuego. Así murieron también los habitantes de Migdal Siquém, unos mil hombres y mujeres.

Asedio de Tebes y muerte de Abimélec

50 Luego Abimélec marchó contra Tebes, la asedió y la conquistó. 51 En medio de la ciudad había una torre fortificada, y todos los habitantes de la ciudad, hombres y mujeres, se refugiaron en ella. La cerraron por dentro y se subieron a la parte más alta de la torre. 52 Abimélec se adelantó para atacar la torre y llegó hasta la puerta con la intención de prenderle fuego. 53 Pero una mujer le arrojó una rueda de molino sobre la cabeza y le partió el cráneo. 54 Él llamó en seguida a su escudero y le dijo: “Desenvaina tu espada y mátame, para que no se pueda decir que me mató una mujer”. Entonces el escudero lo atravesó con su espada y él murió. 55 Al ver que Abimélec estaba muerto, los hombres de Israel regresaron cada uno a su lugar.
56
Dios hizo recaer sobre Abimélec el crimen que había cometido contra su padre, cuando mató a sus setenta hermanos. 57 Y también hizo que toda la maldad de la gente de Siquém recayera sobre ellos mismos. Así se cumplió la maldición que Jotám, hijo de Ierubaal, había pronunciado contra ellos.

Los Jueces menores: Tolá

10 1 Después de Abimélec, surgió Tolá, hijo de Puá, hijo de Dodó, para salvar a Israel. Era de Isacar, pero vivía en Samir, en la montaña de Efraím. 2 Él juzgó a Israel durante veintitrés años. Cuando murió, fue sepultado en Samir.

Iaír

3 Después de él, surgió Iaír, de Galaad. Él juzgó a Israel durante veintidós años. 4 Tenía treinta hijos, que iban montados en treinta asnos y tenían treinta ciudades. Estas últimas se llaman todavía hoy los Poblados de Iaír, y se encuentran en el territorio de Galaad. 5 Cuando murió Iaír, lo sepultaron en Camón.

La guerra de los amonitascontra Israel

6 Los israelitas volvieron a hacer lo que es malo a los ojos del Señor, sirviendo a los Baales y a las Astartés, a los dioses de Arám, de Sidón y de Moab, y a los dioses de los amonitas y de los filisteos. Así abandonaron al Señor y dejaron de servirlo. 7 Entonces la ira del Señor se encendió contra Israel, y él los entregó en manos de los filisteos y de los amonitas. 8 A partir de ese momento, los amonitas oprimieron duramente a los israelitas que vivían al otro lado del Jordán, en el país de los amorreos de Galaad. La opresión duró dieciocho años. 9 Además, los amonitas cruzaron el Jordán para atacar también a Judá, a Benjamín y a la casa de Efraím. Israel se encontró así en un grave aprieto.

El arrepentimiento de los israelitas

10 Entonces los israelitas clamaron al Señor, diciendo: “Hemos pecado contra ti, nuestro Dios, porque te hemos abandonado para servir a los Baales”. 11 Y el Señor dijo a los israelitas: “Cuando los oprimieron los egipcios, los amorreos, los amonitas, los filisteos, 12 los sidonios, los amalecitas y los madianitas, ustedes clamaron hacia mí, y yo los salvé de su poder. 13 A pesar de eso, ustedes me abandonaron y sirvieron a otros dioses. Por eso, no volveré a salvarlos. 14 Vayan a invocar a los dioses que ustedes se han elegido: que ellos los salven en el momento del peligro”. 15 Los israelitas respondieron al Señor: “Hemos pecado. Trátanos como quieras, pero por favor, sálvanos en este día”. 16 Ellos hicieron desaparecer a los dioses extraños y sirvieron al Señor. Y el Señor no pudo soportar por más tiempo el sufrimiento de Israel.

Preparativos de Israel para combatir contra los amonitas

17 Los amonitas se concentraron y fueron a acampar en Galaad. También se reunieron los israelitas y pusieron su campamento en Mispá. 18 Entonces el pueblo y los jefes de Galaad se dijeron unos a otros: “¿Quién es el hombre que dirigirá el combate contra los amonitas? Él quedará al frente de todos los habitantes de Galaad”.

Jefté

11 1 Jefté, el galaadita, era un guerrero valeroso. Galaad, su padre, lo había tenido con una prostituta. 2 Pero como Galaad también tuvo hijos con su esposa, estos, cuando se hicieron grandes, echaron a Jefté, diciéndole: “Tú no participarás de la herencia en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer”. 3 Entonces Jefté huyó lejos de sus hermanos, y se estableció en la región de Tob. Allí se le juntaron unos cuantos aventureros, que lo acompañaban en sus correrías.
4
Al cabo de un tiempo, los amonitas hicieron la guerra a Israel. 5 Y cuando iban a atacarlo, los ancianos de Galaad fueron a la región de Tob a buscar a Jefté. 6 “Ven, le dijeron; tú serás nuestro comandante en la lucha contra los amonitas”. 7 Jefté les respondió: “¿No son ustedes los que me odiaron hasta el punto de echarme de la casa de mi padre? ¿Por qué acuden a mí ahora que están en un aprieto?”. 8 Los ancianos de Galaad dijeron a Jefté: “Si, de acuerdo. Pero ahora recurrimos a ti para que vengas con nosotros a combatir contra los amonitas. Tú serás nuestro jefe y el de todos los habitantes de Galaad”. 9 Jefté les respondió: “Si me hacen volver para luchar contra los amonitas y el Señor me los entrega, yo seré el jefe de ustedes”. 10 “El Señor nos está escuchando, le respondieron los ancianos de Galaad. ¡Ay de nosotros si no hacemos lo que tú has dicho!”. 11 Jefté partió entonces con los ancianos de Galaad, y el pueblo lo proclamó su jefe y comandante. En Mispá, delante del Señor, Jefté reiteró todas las condiciones que había puesto.

Tratativas de Jefté con los amonitas

12 Después, Jefté envió mensajeros al rey de los amonitas, para decirle: “¿Qué tenemos que ver tú y yo, para que vengas a atacarme en mi propio país?”. 13 El rey de los amonitas respondió a los mensajeros de Jefté: “Lo que pasa es que Israel, cuando subía de Egipto, se apoderó de mi territorio desde el Arnón hasta el Iaboc y el Jordán. Ahora, devuélvemelo por las buenas”.
14
Jefté volvió a enviar mensajeros al rey de los amonitas, 15 para decirle: “Así habla Jefté: Israel no se apoderó del país de Moab ni del país de los amonitas. 16 Cuando subía de Egipto, caminó por el desierto hasta el Mar Rojo y después llegó a Cades. 17 Entonces envió mensajeros para que dijeran al rey de Edóm: ‘Por favor, déjame pasar por tu país’. Pero el rey de Edóm no les hizo caso. También envió mensajeros al rey de Moab; pero tampoco este quiso acceder, y entonces Israel se quedó en Cades. 18 Luego tomó por el desierto, bordeando el territorio de Edóm y de Moab, y así llegó hasta la parte oriental del país de Moab. Acampó al otro lado del Arnón, sin violar la frontera de Moab, porque el Arnón está en el límite de Moab. 19 Luego envió mensajeros a Sijón, el rey de los amorreos que reinaba en Jesbón, y le dijo: ‘Por favor, déjame pasar por tu país hasta llegar a mi destino’. 20 Pero Sijón, que desconfiaba de Israel, no lo dejó pasar por su territorio, sino que reunió a toda su gente, acampó en Iahsá y atacó a Israel. 21 El Señor, el Dios de Israel, entregó en manos de los israelitas a Sijón con todas sus tropas. Israel los derrotó y ocupó todo el país de los amorreos que habitaban en esa región. 22 Así ocuparon todo el territorio de los amorreos, desde el Arnón hasta el Iaboc y desde el desierto hasta el Jordán. 23 Y ahora que el Señor, el Dios de Israel, ha desposeído a los amorreos delante de su pueblo Israel, ¿lo vas a desposeer tú a él? 24 ¿No tienes acaso lo que te dio en posesión tu dios Quemós? Así también nosotros tenemos todo lo que nos ha dado en posesión el Señor, nuestro Dios. 25 ¿Vas a ser tú más que Balac, hijo de Sipor, rey de Moab? ¿Se atrevió él a entrar en litigio con Israel o le hizo la guerra? 26 Cuando Israel se estableció en Jesbón y sus poblados, en Aroer y sus poblados, y en todas las ciudades que están a orillas del Arnón, hace ya trescientos años, ¿por qué ustedes no las recuperaron? 27 Yo no te ofendí: eres tú el que procede mal conmigo si me atacas. Que el Señor, el Juez, juzgue hoy quién tiene razón, si los israelitas o los amonitas”. 28 Pero el rey de los amonitas no tuvo en cuenta lo que Jefté le había mandado decir.

El voto y la victoria de Jefté

29 El espíritu del Señor descendió sobre Jefté, y este recorrió Galaad y Manasés, pasó por Mispá de Galaad y desde allí avanzó hasta el país de los amonitas. 30 Entonces hizo al Señor el siguiente voto: “Si entregas a los amonitas en mis manos, 31 el primero que salga de la puerta de mi casa a recibirme, cuando yo vuelva victorioso, pertenecerá al Señor y lo ofreceré en holocausto”. 32 Luego atacó a los amonitas, y el Señor los entregó en sus manos. 33 Jefté los derrotó, desde Aroer hasta cerca de Minit –eran en total veinte ciudades– y hasta Abel Queramím. Les infligió una gran derrota, y así los amonitas quedaron sometidos a los israelitas.

La inmolación de la hija de Jefté

 34 Cuando Jefté regresó a su casa, en Mispá, le salió al encuentro su hija, bailando al son de panderetas. Era su única hija; fuera de ella, Jefté no tenía hijos ni hijas. 35 Al verla, rasgó sus vestiduras y exclamó: “¡Hija mía, me has destrozado! ¿Tenías que ser tú la causa de mi desgracia? Yo hice una promesa al Señor, y ahora no puedo retractarme”. 36 Ella le respondió: “Padre, si has prometido algo al Señor, tienes que hacer conmigo lo que prometiste, ya que el Señor te ha permitido vengarte de tus enemigos, los amonitas”. 37 Después añadió: “Sólo te pido un favor: dame un plazo de dos meses para ir por las montañas a llorar con mis amigas por no haber tenido hijos”. 38 Su padre le respondió: “Puedes hacerlo”. Ella se fue a las montañas con sus amigas, y se lamentó por haber quedado virgen. 39 Al cabo de los dos meses regresó, y su padre cumplió con ella el voto que había hecho. La joven no había tenido relaciones con ningún hombre. De allí procede una costumbre, que se hizo común en Israel: 40 todos los años, las mujeres israelitas van a lamentarse durante cuatro días por la hija de Jefté, el galaadita.

La guerra entre Efraím y Galaad

12 1 Los hombres de Efraím se reunieron, cruzaron el Jordán en dirección a Safón, y dijeron a Jefté: “¿Por qué fuiste a combatir contra los amonitas y no nos llamaste para que fuéramos contigo? Ahora vamos a prenderle fuego a tu casa contigo adentro”. 2 Pero Jefté les respondió: “Mi pueblo y yo estábamos en un grave conflicto con los amonitas. Yo les pedí ayuda a ustedes, pero no vinieron a salvarme. 3 Al ver que nadie venía en mi ayuda, marché contra los amonitas arriesgando mi propia vida, y el Señor los entregó en mis manos. ¿Por qué entonces han subido hoy a hacerme la guerra?”.
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Jefté reunió a todos los hombres de Galaad y atacó a Efraím. Y los de Galaad derrotaron a los efraimitas, que decían despectivamente: “Ustedes, los de Galaad, son fugitivos de Efraím, en medio de Manasés”. 5 Galaad ocupó los vados del Jordán para cortarle el paso a los efraimitas. Y cuando un fugitivo de Efraím intentaba pasar, los hombres de Galaad le preguntaban: “¿Tú eres de Efraím?”. Si él respondía que no, 6 lo obligaban a pronunciar la palabra “Shibólet”. Pero él decía “Sibólet”, porque no podía pronunciar correctamente. Entonces lo tomaban y lo degollaban junto a los vados del Jordán. En aquella ocasión, murieron cuarenta y dos mil hombres de Efraím.
7
Jefté juzgó a Israel durante seis años. Cuando murió, lo sepultaron en Mispá de Galaad, que era su ciudad.

Otros Jueces menores: Ibsán

8 Después de Jefté, juzgó a Israel Ibsán, que era de Belén. 9 Tenía treinta hijos y treinta hijas. El casó a sus hijas con extranjeros, y trajo treinta mujeres extranjeras para sus hijos. Fue juez en Israel durante siete años. 10 Cuando Ibsán murió, lo sepultaron en Belén.

Elón

11 Después de él, juzgó a Israel Elón, que era de Zabulón. Fue juez en Israel durante diez años. 12 Cuando murió Elón, el zabulonita, lo sepultaron en Aialón, en territorio de Zabulón.

Abdón

13 Después de él, juzgó a Israel Abdón, hijo de Hilel, que era de Pireatón. 14 Tenía cuarenta hijos y treinta nietos, que iban montados en setenta asnos, y fue juez en Israel durante ocho años. 15 Cuando murió Abdón, hijo de Hilel, lo sepultaron en Pireatón, en la montaña de Efraím, en territorio de Saalím.

El anuncio del nacimiento de Sansón

13 1 Los israelitas volvieron a hacer lo que es malo a los ojos del Señor, y el Señor los entregó en manos de los filisteos durante cuarenta años.
2
Había un hombre de Sorá, del clan de los danitas, que se llamaba Manóaj. Su mujer era estéril y no tenía hijos. 3 El Ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo: “Tú eres estéril y no has tenido hijos, pero vas a concebir y a dar a luz un hijo. 4 Ahora, deja de beber vino o cualquier bebida fermentada, y no comas nada impuro. 5 Porque concebirás y darás a luz un hijo. La navaja nunca pasará por su cabeza, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno materno. Él comenzará a salvar a Israel del poder de los filisteos”.
6
La mujer fue a decir a su marido: “Un hombre de Dios ha venido a verme. Su aspecto era tan imponente, que parecía un ángel de Dios. Yo no le pregunté de dónde era, ni él me dio a conocer su nombre. 7 Pero me dijo: ’Concebirás y darás a luz un hijo. En adelante, no bebas vino, ni bebida fermentada, ni comas nada impuro, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno de su madre hasta el día de su muerte’”.
8
Entonces Manóaj oró a Dios, diciendo: “Te ruego, Señor, que vuelva el hombre que tú nos has enviado y nos indique qué debemos hacer con el niño, cuando haya nacido”. 9 Dios escuchó la voz de Manóaj, y el Ángel de Dios se presentó otra vez a la mujer, mientras se encontraba en el campo y su marido no estaba con ella. 10 La mujer corrió en seguida a avisarle a su marido: “Se me apareció el hombre que vino a verme el otro día”.
11
Manóaj se levantó y fue detrás de su mujer. Y al llegar adonde estaba el hombre, le dijo: “¿Eres tú el que le ha hablado a esta mujer?”. “Sí, soy yo”, respondió él. 12 Entonces Manóaj le preguntó: “Cuando suceda lo que tú has dicho, ¿qué forma de vida tendrá que llevar el niño y cuál será su conducta?”. 13 El Ángel del Señor dijo a Manóaj: “Él tendrá que abstenerse de todo lo que le dije a esta mujer: 14 no probará el fruto de la vid, ni beberá vino ni bebida fermentada; no comerá nada impuro, y observará todo lo que le he mandado a esta mujer”.
15
Manóaj dijo al Ángel del Señor: “Quédate aquí y te prepararemos un cabrito”. 16 Pero el Ángel del Señor le respondió: “Aunque me obligues a quedarme, no probaré tu comida. Si quieres hacer un holocausto, ofrécelo al Señor”. Manóaj no se había dado cuenta de que aquel hombre era el Ángel del Señor.
17
Entonces Manóaj le preguntó: “¿Cuál es tu nombre, para que podamos honrarte cuando suceda lo que tú has dicho?”. 18 Pero el Ángel del Señor le dijo: “¿Por qué me preguntas mi nombre? Él es misterioso”.
19
Manóaj tomó el cabrito y la oblación, y los ofreció sobre la roca en holocausto al Señor, que es misterioso en sus acciones. Manóaj y su mujer estaban mirando. 20 Y cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el Ángel del Señor subía en la llama del altar, a la vista de Manóaj y de su mujer, que cayeron con el rostro en tierra. 21 El Ángel del Señor ya no se volvió a aparecer a Manóaj ni a su mujer. Entonces Manóaj reconoció que aquel hombre era el Ángel del Señor, 22 y dijo a su mujer: “¡Vamos a morir, porque hemos visto a Dios!”. 23 Pero su mujer le respondió: “Si el Señor quisiera hacernos morir, no habría aceptado de nuestras manos el holocausto y la oblación; tampoco nos habría mostrado todo esto, ni nos habría comunicado una cosa así”.
24
La mujer dio a luz un hijo y lo llamó Sansón. El niño creció y el Señor lo bendijo. 25 Y el espíritu del Señor comenzó a actuar sobre él en el Campamento de Dan, entre Sorá y Estaol.

El matrimonio de Sansón

14 1 Sansón bajó a Timná, y allí le llamó la atención una mujer filistea. 2 Entonces fue a decir a su padre y a su madre: “He visto en Timná a una mujer filistea; tráiganmela para que sea mi esposa”. 3 Su padre y su madre le replicaron: “¿No hay ninguna mujer entre las hijas de tus hermanos y en todo tu pueblo, para que vayas a buscarte una mujer entre esos filisteos incircuncisos?”. Pero Sansón dijo a su padres: “Tráemela, porque esa es la que a mí me gusta”. 4 Su padre y su madre no sabían que esto procedía del Señor. El Señor, en efecto, buscaba un pretexto contra los filisteos, porque en ese tiempo los filisteos dominaban a Israel.
5
Sansón bajó a Timná, y al llegar a las viñas de Timná, un cachorro de león le salió al paso rugiendo. 6 El espíritu del Señor se apoderó de él, y Sansón, sin tener nada en la mano, despedazó al león como se despedaza un cabrito. Pero él no contó ni a su padre ni a su madre lo que había hecho. 7 Luego bajó, conversó con la mujer y ella le gustó. 8 Al cabo de un tiempo, Sansón volvió para casarse con ella. Se desvió del camino para ver el cadáver del león, y vio que en su cuerpo había un enjambre de abejas y un panal de miel. 9 Lo recogió con su mano, y fue comiendo miel mientras caminaba. Cuando llegó adonde estaban su padre y su madre, les ofreció miel, y ellos comieron; pero no les dijo que la había sacado del cadáver del león. 10 Luego Sansón bajó para encontrarse con su mujer, y allí ofreció un banquete de siete días, como suelen hacerlo los jóvenes. 11 Al verlo, los filisteos designaron treinta muchachos para que estuvieran con él.

La adivinanza propuesta por Sansón

12 Entonces Sansón les dijo: “Les voy a proponer una adivinanza. Si me dan la solución correcta dentro de los siete días que dura el banquete, yo les daré treinta prendas de lino y treinta trajes de fiesta. 13 En caso contrario, ustedes me los darán a mí”. Ellos le respondieron: “Dinos tu adivinanza, porque te estamos oyendo”. 14 Entonces él les dijo:
“Del que come salió comida,y del fuerte salió dulzura”.
Y al cabo de tres días, aún no habían resuelto la adivinanza.

La solución de la adivinanza

15 Al cuarto día, dijeron a la mujer de Sansón: “Seduce a tu marido para que nos resuelva la adivinanza. De lo contrario, te quemaremos a ti y a toda tu familia. ¿O es que nos han invitado para quitarnos lo que es nuestro?”. 16 La mujer se puso a llorar en brazos de Sansón, y le dijo: “Tú no sientes ningún cariño por mí. Has propuesto una adivinanza a mis compatriotas, y no has querido darme la solución”. “No se la di a mi padre ni a mi madre, le respondió él, ¿y te la voy a dar a ti?”. 17 Pero ella le estuvo encima llorando los siete días que duró la fiesta, y él, ante tanta insistencia, al séptimo día le dio la solución. Ella se la comunicó a sus compatriotas.
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El séptimo día, antes que Sansón entrara en la habitación matrimonial, la gente del pueblo le dijo:
“¿Qué hay más dulce que la miel
y más fuerte que el león?”.
Y él les respondió:
“Si no hubieran arado con mi ternera,
no habrían resuelto mi adivinanza”.
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Luego el espíritu del Señor se apoderó de Sansón; él bajó a Ascalón y allí mató a treinta hombres. Después de recoger sus despojos, entregó la ropa a los que habían acertado la adivinanza, y regresó furioso a la casa de su padre. 20 Uno de los compañeros que habían estado con él se quedó con su esposa.

Las represalias de Sansón

15 1 Después de un tiempo, mientras se cosechaba el trigo, Sansón fue a visitar a su mujer, llevando un cabrito, y dijo: “Quiero estar a solas con mi mujer en la habitación”. Pero el padre de ella no lo dejó entrar, 2 diciendo: “Pensé que ya no la querías y se la di a tu compañero. Quédate en cambio con su hermana menor, que es más hermosa”. 3 Sansón le replicó: “Esta vez seré inocente del daño que voy a causar a los filisteos”.
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Sansón se fue y cazó trescientos chacales; luego tomó unas antorchas, ató a los animales por la cola, de dos en dos, y les colgó una antorcha entre las colas. 5 Prendió fuego a las antorchas y soltó a los chacales por los sembrados de los filisteos. Así les quemó las gavillas, el trigo todavía en pie, y hasta los viñedos y olivares. 6 “¿Quién ha hecho esto?”, preguntaron entonces los filisteos. “Fue Sansón, el yerno del timnita, les respondieron; lo hizo porque su suegro le quitó a su mujer y se la dio a su compañero”. Entonces los filisteos subieron y quemaron a aquella mujer y a su familia. 7 Sansón les dijo: “Ya que me hacen esto, no voy a parar hasta vengarme de ustedes”. 8 Y los golpeó a más no poder, dejándolos maltrechos. Después bajó a la cueva de la roca de Etám y se quedó allí.

Sansón entregado a los filisteos

9 Los filisteos subieron a acampar en Judá e hicieron una incursión por Lejí. 10 Los hombres de Judá les preguntaron: “¿Por qué han subido contra nosotros?”. Ellos les respondieron: “Subimos para llevar atado a Sansón y hacer con él lo que él hizo con nosotros”. 11 Entonces tres mil hombres de Judá bajaron hasta la cueva de la roca de Etám y dijeron a Sansón: “¿No sabes que los filisteos nos tienen dominados? ¿Qué nos has hecho?”. Él les respondió: “Yo los traté como ellos me trataron a mí”. 12 Ellos replicaron: “Bajamos para entregarte atado en manos de los filisteos”. Sansón les dijo: “Júrenme que no son ustedes los que me van a matar”. 13 “No, no te mataremos, le respondieron; sólo queremos llevarte atado y entregarte a los filisteos”. Entonces lo ataron con dos cuerdas nuevas y lo sacaron de entre las rocas.

Victoria de Sansóncon la quijada de un asno

14 Cuando estaban por llegar a Lejí, los filisteos le salieron al encuentro dando gritos de triunfo. Entonces el espíritu del Señor se apoderó de él: las cuerdas que sujetaban sus brazos fueron como hilos de lino quemados por el fuego y las ataduras se deshicieron entre sus manos. 15 Allí mismo encontró una quijada de asno, todavía fresca, extendió su mano, la tomó y mató con ella a mil hombres. 16 Entonces Sansón exclamó:
“Con la quijada de un asno hice dos pilas de cadáveres;con la quijada de un asnodejé tendidos a mil hombres”.
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Cuando terminó de hablar, Sansón arrojó la quijada del asno. Por eso, aquel lugar se llamó Ramat Lejí, que significa “Altura de la Quijada”. 18 Luego sintió mucha sed e invocó al Señor, diciendo: “Tú has concedido esta gran victoria por intermedio de tu servidor, y ahora ¿voy a morir de sed y a caer en manos de los incircuncisos?”. 19 Entonces Dios partió el hueco de la roca que hay en Lejí y brotó el agua. Sansón bebió, se sintió reanimado y revivió. Por eso la fuente, que todavía hoy está en Lejí, recibió el nombre de En Hacoré, que significa “Fuente del que invoca”.
20
Sansón juzgó a Israel, en tiempos de los filisteos, por espacio de veinte años.


Giudici (BPD) 8