1Macabeus (BPD) 1




\C\BLA PROSCRIPCIÓN DEL JUDAÍSMO Y EL COMIENZO DE LA GUERRA SANTA (167-166 a. C.)

Alejandro Magno y sus sucesores

1 1 Alejandro de Macedonia, hijo de Filipo, partió del país de Quitím, y después de derrotar a Darío, rey de los persas y los medos, reinó en lugar de él, en primer lugar sobre la Hélade. 2 Libró muchas batallas, conquistó plazas fuertes y dio muerte a reyes de la tierra. 3 Avanzó hasta los confines del mundo y saqueó una multitud de naciones. La tierra enmudeció en su presencia y por eso su corazón se ensoberbeció y se llenó de orgullo. 4 Reunió un ejército poderosísimo, y sometió provincias, naciones y dinastías, que le pagaron tributo. 5 Después cayó enfermo y, comprendiendo que iba a morir, 6 convocó a sus generales, a los nobles que se habían educado con él desde su juventud y, antes de su muerte, repartió entre ellos su reino. 7 Alejandro murió después de reinar doce años, 8 y sus generales se hicieron cargo del gobierno, cada uno en su propia región. 9 Apenas murió, todos se ciñeron la corona, y sus hijos los sucedieron durante muchos años, llenando la tierra de calamidades.

Antíoco IV Epífanes y la helenización de Palestina

10 De ellos surgió un vástago perverso, Antíoco Epífanes, hijo del rey Antíoco, que había estado en Roma como rehén y subió al trono el año ciento treinta y siete del Imperio griego. 11 Fue entonces cuando apareció en Israel un grupo de renegados que sedujeron a muchos, diciendo: “Hagamos una alianza con las naciones vecinas, porque desde que nos separamos de ellas, nos han sobrevenido muchos males”. 12 Esta propuesta fue bien recibida, 13 y algunos del pueblo fueron en seguida a ver al rey y este les dio autorización para seguir las costumbres de los paganos. 14 Ellos construyeron un gimnasio en Jerusalén al estilo de los paganos, 15 disimularon la marca de la circuncisión y, renegando de la santa alianza, se unieron a los paganos y se entregaron a toda clase de maldades.

La victoria de Antíoco IV en Egipto

16 Cuando Antíoco se sintió seguro de su poder, proyectó apoderarse también de Egipto, para gobernar sobre ambos reinos. 17 Entonces entró en Egipto con un poderoso ejército, con carros, elefantes, caballería y una gran flota. 18 Allí atacó a Tolomeo, rey de Egipto. Este retrocedió ante él y huyó, dejando muchos muertos. 19 Antíoco ocupó las ciudades fortificadas de Egipto y saqueó todo el país. 20 Después de derrotar a Egipto, emprendió el camino de regreso, el año ciento cuarenta y tres, y subió contra Israel, llegando a Jerusalén con un poderoso ejército.

La profanación del Templo de Jerusalén

21 Antíoco penetró arrogantemente en el Santuario y se llevó el altar de oro, el candelabro con todas sus lámparas, 22 la mesa de los panes de la ofrenda, los vasos para las libaciones, las copas, los incensarios de oro, el cortinado y las coronas, y arrancó todo el decorado de oro que recubría la fachada del Templo. 23 Tomó también la plata, el oro, los objetos de valor y todos los tesoros que encontró escondidos. 24 Cargó con todo eso y regresó a su país, después de haber causado una gran masacre y de haberse jactado insolentemente.
25
Una gran consternación se extendió por todo Israel.
26
Gimieron los jefes y los ancianos,
languidecieron las jóvenes y los jóvenes,
la belleza de las mujeres se marchitó.
27
El recién casado entonó
  un canto fúnebre;
sentada en el lecho nupcial,
  la esposa estuvo de duelo.
28
Tembló la tierra por sus habitantes,
y toda la casa de Jacob
  se cubrió de vergüenza.

La ocupación de Jerusalén

29 Dos años después, el rey envió a las ciudades de Judá un recaudador de impuestos, que se presentó en Jerusalén con un poderoso ejército. 30 Él les habló amistosamente, pero con la intención de engañarlos, y después que se ganó su confianza, atacó sorpresivamente a la ciudad y le asestó un terrible golpe, causando numerosas víctimas entre los israelitas. 31 Luego saqueó la ciudad, la incendió, y arrasó sus casas y la muralla que la rodeaba. 32 Sus hombres tomaron prisioneros a las mujeres y a los niños y se adueñaron del ganado. 33 Después, levantaron en torno a la Ciudad de David una muralla alta y resistente, protegida por torres poderosas, y la convirtieron en su Ciudadela. 34 Allí establecieron un grupo de gente impía, sin fe y sin ley, que se fortificó en ese lugar. 35 Lo proveyeron de armas y víveres, y depositaron allí el botín que habían reunido en el saqueo de Jerusalén. Así se convirtieron en una permanente amenaza.
36
Esto llegó a ser una asechanza
  para el Santuario,
una cruel y constante hostilidad
  para Israel.
37
Derramaron sangre inocente
  alrededor del Templo
y profanaron el Lugar santo.
38
A causa de ellos, huyeron
  los habitantes de Jerusalén
y la Ciudad se convirtió
  en una colonia de extranjeros:
se volvió extraña
  para los que nacieron en ella
y sus propios hijos la abandonaron.
39
Su Santuario quedó devastado
  como un desierto,
sus fiestas se transformaron en duelo,
sus sábados en motivo de burla
y su honor en desprecio.
40
Tan grande fue su vergüenza
como lo había sido su gloria,
y su grandeza dio paso a la aflicción.

El decreto de Antíoco IV

41 El rey promulgó un decreto en todo su reino, ordenando que todos formaran un solo pueblo 42 y renunciaran a sus propias costumbres. Todas las naciones se sometieron a la orden del rey 43 y muchos israelitas aceptaron el culto oficial, ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado. 44 Además, el rey envió mensajeros a Jerusalén y a las ciudades de Judá, con la orden escrita de que adoptaran las costumbres extrañas al país: 45 los holocaustos, los sacrificios y las libaciones debían suprimirse en el Santuario; los sábados y los días festivos debían ser profanados; 46 el Santuario y las cosas santas debían ser mancillados; 47 debían erigirse altares, recintos sagrados y templos a los ídolos, sacrificando cerdos y otros animales impuros; 48 los niños no debían ser circuncidados y todos debían hacerse abominables a sí mismos con toda clase de impurezas y profanaciones, 49 olvidando así la Ley y cambiando todas las prácticas. 50 El que no obrara conforme a la orden del rey, debía morir. 51 En estos términos escribió a todo su reino. Además nombró inspectores sobre todo el pueblo, y ordenó a las ciudades de Judá que ofrecieran sacrificios en cada una de ellas.

La ejecución del decreto y la persecución religiosa

52 Mucha gente del pueblo, todos los que abandonaban la Ley, se unieron a ellos y causaron un gran daño al país, 53 obligando a Israel a esconderse en toda clase de refugios. 54 El día quince del mes de Quisleu, en el año ciento cuarenta y cinco, el rey hizo erigir sobre el altar de los holocaustos la Abominación de la desolación. También construyeron altares en todos las ciudades de Judá. 55 En las puertas de las casas y en las plazas se quemaba incienso. 56 Se destruían y arrojaban al fuego los libros de la Ley que se encontraban, 57 y al que se lo descubría con un libro de la Alianza en su poder, o al que observaba los preceptos de la Ley, se lo condenaba a muerte en virtud del decreto real. 58 Valiéndose de su fuerza, se ensañaban continuamente contra los israelitas sorprendidos en contravención en las diversas ciudades. 59 El veinticinco de cada mes, se ofrecían sacrificios en el ara que se alzaba sobre el altar de los holocaustos. 60 A las mujeres que habían circuncidado a sus hijos se las mataba, conforme al decreto, 61 con sus criaturas colgadas al cuello. La misma suerte corrían sus familiares y todos los que habían intervenido en la circuncisión.
62
Sin embargo, muchos israelitas se mantuvieron firmes y tuvieron el valor de no comer alimentos impuros; 63 prefirieron la muerte antes que mancharse con esos alimentos y quebrantar la santa alianza, y por eso murieron. 64 Y una gran ira se descargó sobre Israel.

Matatías y sus hijos

2 1 En esos días, Matatías, hijo de Juan, hijo de Simeón, sacerdote del linaje de Joarib, salió de Jerusalén y fue a establecerse en Modín. 2 Tenía cinco hijos: Juan, por sobrenombre Gadí; 3 Simón, llamado Tasí; 4 Judas, llamado Macabeo; 5 Eleazar, llamado Avarán; y Jonatán, llamado Afús.

Lamentación de Matatías sobre Jerusalén

6 Al ver las impiedades que se cometían en Judá y en Jerusalén, 7 Matatías exclamó: “¡Ay de mí! ¿Para esto he nacido? ¿Para ver la ruina de mi pueblo y la destrucción de la Ciudad santa? ¿Para quedarme sentado en ella, mientras es entregada al poder del enemigo y el Santuario está en manos de extranjeros?
8
Su Templo ha quedado
  como un hombre envilecido,
9
los objetos que eran su gloria
  fueron llevados como botín,
sus niños masacrados en las plazas,
sus jóvenes pasados al filo
  de la espada enemiga.
10
¿Qué pueblo no ha heredado
  su realeza,
apoderándose de sus despojos?
11
Ella ha sido privada
  de todo su esplendor
y de libre se ha convertido en esclava.
12
Y ahí está nuestro Santuario,
nuestro honor y nuestro orgullo,
convertido en un desiertoy profanado por los paganos.
13
¿Vale la pena seguir viviendo así?”.
14
Matatías y sus hijos rasgaron sus vestiduras, se pusieron un sayal y se lamentaron amargamente.

La rebelión de Matatías

15 Entre tanto, los delegados del rey, encargados de imponer la apostasía, llegaron a la ciudad de Modín para exigir que se ofrecieran los sacrificios. 16 Se presentaron muchos israelitas, pero Matatías y sus hijos se agruparon aparte. 17 Entonces los enviados del rey fueron a decirle: “Tú eres un jefe ilustre y gozas de autoridad en esta ciudad, respaldado por hijos y hermanos. 18 Sé el primero en acercarte a ejecutar la orden del rey, como lo han hecho todas las naciones, y también los hombres de Judá y los que han quedado en Jerusalén. Así tú y tus hijos, serán contados entre los Amigos del rey y gratificados con plata, oro y numerosos regalos”. 19 Matatías respondió en alta voz: “Aunque todas las naciones que están bajo el dominio del rey obedezcan y abandonen el culto de sus antepasados para someterse a sus órdenes, 20 yo, mis hijos y mis hermanos nos mantendremos fieles a la Alianza de nuestros padres. 21 El Cielo nos libre de abandonar la Ley y los preceptos. 22 Nosotros no acataremos las ordenes del rey desviándonos de nuestro culto, ni a la derecha ni a la izquierda”.
23
Cuando acabó de pronunciar estas palabras, un judío se adelantó a la vista de todos para ofrecer un sacrificio sobre el altar de Modín, conforme al decreto del rey. 24 Al ver esto, Matatías se enardeció de celo y se estremecieron sus entrañas; y dejándose llevar por una justa indignación, se abalanzó y lo degolló sobre el altar. 25 Ahí mismo mató al delegado real que obligaba a ofrecer los sacrificios y destruyó el altar. 26 Así manifestó su celo por la Ley, como lo había hecho Pinjás con Zimrí, hijo de Salú.
27
Luego comenzó a gritar por la ciudad con todas sus fuerzas: “Todo el que sienta celo por la Ley y quiera mantenerse fiel a la Alianza, que me siga”. 28 Y abandonando todo lo que poseían en la ciudad, él y sus hijos huyeron a las montañas.

Los judíos masacrados en el desierto

29 Entonces muchos judíos, amantes de la justicia y el derecho, se retiraron al desierto para establecerse allí 30 con sus mujeres, sus hijos y sus ganados, porque la desgracia se había desencadenado sobre ellos. 31 Los funcionarios del rey y la guarnición que residía en Jerusalén, en la Ciudad de David, recibieron la denuncia de que algunos hombres, conculcando la orden del rey, habían ido a ocultarse en los escondites del desierto. 32 Un fuerte contingente salió a perseguirlos y logró alcanzarlos. Los cercaron y se dispusieron para atacarlos. Era un día sábado, 33 y les dijeron: “¡Es hora de acabar con esto! ¡Salgan, cumplan la orden del rey y salvarán sus vidas!”. 34 Ellos respondieron: “No saldremos, ni obedeceremos la orden real, profanando así el sábado”. 35 Inmediatamente los atacaron, 36 pero ellos no se defendieron, ni siquiera arrojándoles piedras o cerrando la entrada de sus refugios. 37 “Muramos todos, decían, manteniendo nuestra integridad. El cielo y la tierra son testigos de que ustedes nos hacen perecer injustamente”. 38 Así fueron atacados en pleno sábado, y perecieron los hombres con sus mujeres, sus hijos y el ganado. Eran en total unas mil personas.

La organización de la resistencia

39 Al enterarse de lo ocurrido, Matatías y sus amigos se lamentaron amargamente por las víctimas, 40 pero dijeron: “Si todos nos comportamos como nuestros hermanos y no peleamos contra esta gente en defensa de nuestras vidas y de nuestras costumbres, muy pronto nos exterminarán de la tierra”. 41 Y aquel mismo día resolvieron lo siguiente: “Hagamos frente a todo el que venga a atacarnos en día sábado, para no morir como nuestros hermanos en sus refugios”.
42
Entonces se les unió el grupo de los asideos, hombres valientes en Israel, todos ellos sinceramente fieles a la Ley. 43 También se les unieron y les prestaron su ayuda todos los que querían escapar de la opresión. 44 Así formaron una fuerza armada que comenzó a descargar su ira contra los pecadores y su furor contra los impíos. Los demás tuvieron que salvarse, huyendo a las naciones extranjeras. 45 Matatías y sus adeptos recorrieron el país, destruyendo altares, 46 y circuncidando por la fuerza a los niños incircuncisos que hallaron en el territorio de Israel. 47 Persiguieron a los arrogantes, y la campaña dio buenos resultados. 48 De esa manera defendieron la Ley contra los paganos y sus reyes, y no permitieron que prevalecieran los malvados.

El testamento y la muerte de Matatías

49 Cuando la vida de Matatías llegaba a su fin, este dijo a sus hijos:
“Ahora reinan la insolencia y el ultraje,
es tiempo de perturbación
  y de furor desencadenado.
50
Por lo tanto, hijos míos,
  ardan de celo por la Ley,
dando la vida por la Alianza
  de nuestros padres.
51
Recuerden las obras
que realizaron nuestros padres en su tiempo:
así alcanzarán una inmensa gloria
  y una fama imperecedera.
52
¿Acaso Abraham no fue hallado fiel
  en la prueba
y por eso Dios lo contó entre los justos?
53
José, en el momento de la angustia,
  observó la Ley,
y así llegó a ser señor de Egipto.
54
Pinjás, nuestro padre,
  por su ardiente celo,
recibió la alianza de un sacerdocio eterno.
55
Josué, por haber cumplido
  la palabra de Dios,
llegó a ser juez en Israel.
56
Caleb, por haber dado testimonio
  ante la asamblea,
recibió una herencia en el país.
57
David, por su piedad,
heredó un trono real para siempre.
58
Elías, por su ardiente celo por la Ley,
fue arrebatado al cielo.
59
Ananías, Azarías y Misael,por haber confiado en Dios,
fueron salvados de la llama.
60
Daniel, por su integridad,
fue librado de las fauces de los leones.
61
Adviertan, entonces, que a lo largo
  de las generaciones
los que esperan en él
  no sucumben jamás.
62
No teman las amenazas
  de un hombre pecador,
porque su gloria acabará en podredumbre y gusanos;
63
hoy es exaltado y mañana desaparece,
porque habrá vuelto al polvo
  de donde vino
y sus proyectos quedarán frustrados.
64
Por eso, hijos míos, sean valientes,
y manténganse firmes en el cumplimiento de la Ley,
ya que gracias a ella serán colmados de gloria.
65
Ahí tienen a Simeón, su hermano. Yo sé que es hombre sensato: escúchenlo siempre, y hará las veces de padre. 66 Judas Macabeo ha sido valiente desde su juventud: que él sea el jefe del ejército y dirija la guerra contra los extranjeros. 67 Ustedes, por su parte, reúnan a todos los que practican la Ley y reivindiquen a nuestro pueblo. 68 Devuelvan a los paganos el mal que ellos les han hecho y observen los preceptos de la Ley”.
69
Después los bendijo y fue a reunirse con sus padres. 70 Matatías murió el año ciento cuarenta y seis y fue sepultado en Modín, en el sepulcro de sus padres. Todo Israel hizo un gran duelo por él.


LA GUERRA DE LIBERACIÓN BAJO JUDAS MACABEO (166-160 a. C.)

Elogio de Judas Macabeo

3 1 El sucesor de Matatías fue su hijo Judas, llamado Macabeo. 2 Todos sus hermanos y los que habían seguido a su padre le prestaron apoyo y combatieron con entusiasmo por Israel.
3
Él extendió la gloria de su pueblo
y se revistió de la coraza como un héroe;
se ciñó sus armas de guerray libró batallas,
protegiendo al ejército con su espada.
4
Fue como un león por sus hazañas,
como un cachorro que ruge
  ante su presa.
5
Persiguió implacablemente a los impíos
y entregó a las llamas a los perturbadores de su pueblo.
6
Los impíos se acobardaron ante él,
temblaron todos los que hacían el mal,
y gracias a él se logró la salvación.
7
Puso en aprieto a muchos reyes,
alegró a Jacob con sus proezas,
y su memoria será eternamente bendecida.
8
Recorrió las ciudades de Judá,
exterminó de ellas a los impíos
y apartó de Israel la ira de Dios.
9
Su fama llegó hasta los confines
  de la tierra,
y congregó a los que estaban
  a punto de perecer.

Las primeras victorias de Judas Macabeo

10 Apolonio reunió muchos paganos y un numeroso contingente de Samaría para hacer la guerra contra Israel. 11 Al enterarse de esto, Judas salió a su encuentro, lo derrotó y lo mató. Muchos sucumbieron y los demás se dieron a al fuga. 12 Cuando recogieron el botín, Judas se quedó con la espada de Apolonio, y desde entonces siempre combatió con ella.
13
Serón, el capitán del ejército de Siria, al saber que Judas había agrupado alrededor de él un contingente de hombres adictos y dispuestos a combatir, 14 pensó: “Voy a hacerme famoso y a cubrirme de gloria en todo el reino, atacando a Judas y a sus secuaces, que intentan despreciar la orden del rey”. 15 Entonces reanudó la lucha y con él subió un poderoso ejército de impíos para ayudarlo a vengarse de los israelitas. 16 Cuando se acercó a la subida de Betjorón, Judas le salió al encuentro con unos pocos hombres. 17 Estos, al ver el ejército que se les venía encima, dijeron a Judas: “¿Cómo, siendo tan pocos, podremos combatir con una multitud tan poderosa? Además, estamos extenuados porque hoy no hemos comido nada en todo el día”. 18 Judas les respondió: “Es fácil que una multitud caiga en manos de unos pocos, y al Cielo le da lo mismo salvar con muchos que con pocos. 19 Porque la victoria en el combate no depende de la cantidad de las tropas, sino de la fuerza que viene del Cielo. 20 Ellos nos atacan, llenos de insolencia y de impiedad, para exterminarnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, y para apoderarse de nuestros despojos. 21 Nosotros, en cambio, luchamos por nuestra vida y por nuestras costumbres. 22 El Cielo los aplastará delante de nosotros: ¡no les tengan miedo!”. 23 Apenas terminó de hablar, se lanzó sorpresivamente sobre el enemigo, y Serón fue aplastado con todo su ejército. 24 Después los persiguieron por la pendiente de Betjorón hasta la llanura: allí murieron unos ochocientos hombres, y los demás huyeron al país de los filisteos.
25
Así Judas y sus hermanos comenzaron a ser temidos, y el pánico se extendió por las naciones vecinas. 26 Su fama llegó a oídos del rey, y por todas partes se comentaban las batallas de Judas.

Los preparativos bélicos de Antíoco IV

27 Al enterarse de esto, el rey Antíoco se enfureció y mandó reunir todas las fuerzas de su reino, un ejército poderosísimo. 28 Abrió su tesoro y pagó a las tropas el sueldo de un año, ordenándoles que estuvieran preparadas para cualquier eventualidad. 29 Entonces advirtió que se le había acabado el dinero del tesoro y que los tributos de la región eran escasos, debido a las disensiones y calamidades que él había provocado en el país, al suprimir las costumbres vigentes desde tiempo inmemorial. 30 Por eso temió que no le alcanzara, como otras veces, para los gastos y los regalos que antes solía hacer espléndidamente, superando a los reyes que lo habían precedido. 31 Sumamente preocupado a causa de esto, resolvió ir a Persia para recoger los tributos de aquellas provincias y reunir así mucho dinero.

La regencia de Lisias

32 Mientras tanto, dejó a cargo del gobierno, desde el río Éufrates hasta la frontera de Egipto, a Lisias, miembro de la nobleza y de estirpe real. 33 Le confió la educación de su hijo Antíoco hasta su vuelta 34 y puso a su disposición la mitad de sus tropas y los elefantes, ordenándole todo lo que debía hacer, especialmente lo relativo a los habitantes de Judea y de Jerusalén: 35 él debía enviar un ejército para destruir y aplastar la fuerza de Israel, y lo que aún quedaba de Jerusalén hasta borrar su recuerdo. 36 Luego debía establecer extranjeros en todo su territorio y repartir entre ellos sus tierras. 37 El rey, por su parte, tomó consigo la otra mitad del ejército y partió de Antioquía, capital de su reino, el año ciento cuarenta y siete. Después de atravesar el río Éufrates, recorrió las provincias de la meseta.

La invasión de Judea

38 Lisias eligió a Tolomeo, hijo de Dorimeno, a Nicanor y a Gorgias, personas influyentes entre los Amigos del rey, 39 y los envió con cuarenta mil soldados y siete mil jinetes, para que invadieran el territorio de Judá y lo arrasaran, como lo había ordenado el rey. 40 Ellos partieron con todo su ejército y acamparon cerca de Emaús, en la llanura. 41 Al enterarse de su llegada, los mercaderes de la región se presentaron en el campamento con mucha plata y oro, y provistos también de cadenas para llevar como esclavos a los israelitas. A ellos se sumó un contingente de Siria y del país de los filisteos.

La reacción de Judas Macabeo

42 Judas y sus hermanos vieron que se habían agravado los males y que el ejército estaba acampado dentro de su territorio. También se enteraron de la consigna real de destruir al pueblo hasta aniquilarlo. 43 Entonces se dijeron unos a otros: “Libremos a nuestro pueblo de la ruina y luchemos por él y por el Santuario”. 44 Luego se convocó a la asamblea para prepararse a combatir, para orar y pedir piedad y misericordia.
45
Jerusalén estaba deshabitada
  como un desierto,
ninguno de sus hijos entraba ni salía.
El Santuario había sido pisoteado,
los extranjeros ocupaban la Ciudadela,
convertida en albergue de los paganos.
Había desaparecido la alegría de Jacob,
y ya no se oía la flauta ni la cítara.

La reunión de los judíos en Mispá

46 Una vez reunidos, fueron a Mispá, frente a Jerusalén, porque antiguamente Israel había tenido allí un lugar de oración. 47 Aquel día ayunaron, se vistieron con un sayal, esparcieron ceniza sobre sus cabezas y rasgaron sus vestiduras. 48 Abrieron el libro de la Ley para descubrir en él lo que los paganos consultaban a sus ídolos. 49 Trajeron las vestiduras sacerdotales, las primicias y los diezmos, hicieron comparecer a los nazireos que habían cumplido el tiempo de su voto, 50 y levantaron su voz hacia el Cielo, diciendo: “¿Qué haremos con estos? ¿A dónde los llevaremos? 51 Tu Santuario ha sido pisoteado y profanado, tus sacerdotes están de duelo y humillados, 52 y ahí están los paganos, aliados contra nosotros para exterminarnos. Tú conoces lo que traman contra nosotros. 53 ¿Cómo podremos hacerles frente, si tú no vienes en nuestra ayuda?”. 54 Luego, hicieron sonar las trompetas y lanzaron grandes alaridos.

La organización del ejército judío

55 Inmediatamente, Judas puso oficiales al frente del ejército: jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez hombres. 56 A los que estaban construyendo su casa, a los que acababan de casarse o de plantar una viña y a los que tenían miedo, les ordenó que volvieran cada uno a su casa, conforme a la Ley. 57 Luego avanzó con el ejército y acampó al sur de Emaús. Judas les dijo: 58 “Cíñanse las armas, compórtense valerosamente y estén preparados mañana al amanecer para atacar a esos paganos que se han aliado contra nosotros a fin de destruirnos y destruir nuestro Santuario. 59 Porque es preferible para nosotros morir en el combate que ver las desgracias de nuestra nación y del Santuario. 60 ¡Se cumplirá lo que el Cielo disponga!”.

El triunfo de los israelitas en Emaús

4 1 Gorgias tomó cinco mil hombres y mil jinetes elegidos, y el ejército partió durante la noche 2 para atacar el campamento de los judíos y derrotarlos sorpresivamente. La gente de la Ciudadela los guiaba. 3 Cuando Judas se enteró de esto, salió con sus soldados para derrotar al ejército real que estaba en Emaús, 4 mientras el resto de las tropas estaban dispersas fuera del campamento. 5 Gorgias llegó de noche al campamento de Judas y al no encontrar a nadie, los estuvo buscando por las montañas, pensando que habían huido. 6 Al rayar el alba, Judas apareció en la llanura con tres mil hombres, pero estos no disponían de las armaduras ni de las espadas que hubieran deseado. 7 Ellos veían, en cambio, que el campamento de los paganos era poderoso y estaba bien fortificado, rodeado de la caballería y con hombres adiestrados para la guerra.
8
Judas dijo a sus hombres: “No teman a esa muchedumbre ni se asusten por sus ataques. 9 Recuerden cómo se salvaron nuestros padres en el Mar Rojo, cuando el Faraón los perseguía con un ejército. 10 Invoquemos ahora al Cielo para que tenga piedad de nosotros y se acuerde de la alianza que hizo con nuestros padres, derrotando hoy a este ejército delante de nosotros. 11 Así reconocerán todas las naciones que hay Alguien que libera y salva a Israel”.
12
Los extranjeros alzaron los ojos y, al ver que los judíos venían contra ellos, 13 salieron del campamento a presentar batalla. Los hombres de Judas hicieron sonar la trompeta 14 y entraron en combate. Los paganos fueron derrotados y huyeron hacia la llanura, 15 y los que habían quedado rezagados cayeron al filo de la espada. Los demás fueron perseguidos hasta Gázara y hasta las llanuras de Idumea, Azoto y Iamnia. Los que murieron fueron alrededor de tres mil hombres.
16
Cuando Judas y su ejército dejaron de perseguirlos, 17 Judas dijo al pueblo: “No tengan avidez por el botín, porque nos espera otra batalla. 18 Gorgias y su ejército están cerca de nosotros en la montaña: hagan frente a nuestros enemigos y combatan contra ellos; después podrán apoderarse libremente del botín”. 19 Apenas Judas terminó de hablar, se asomó por las montañas un destacamento enemigo. 20 Ellos vieron que los suyos habían huido y que el campamento había sido incendiado, porque el humo que se divisaba ponía de manifiesto lo que había sucedido. 21 Ante tal espectáculo se llenaron de espanto, y como vieron en la llanura al ejército de Judas, dispuesto a librar batalla, 22 huyeron todos al país de los filisteos. 23 Judas volvió entonces al campamento para saquearlo, y recogieron gran cantidad de oro y plata, telas de púrpura violeta y de púrpura marina, y muchas otras riquezas. 24 De regreso cantaban y bendecían al Cielo:
“Porque es bueno,
porque es eterno su amor”.
25
Israel obtuvo aquel día una gran victoria.
26
Los extranjeros que habían podido escapar se fueron a anunciar a Lisias todo lo que había sucedido. 27 Esta noticia lo dejó consternado y abatido, porque a Israel no le había sucedido lo que él deseaba y las cosas no habían salido como el rey se lo había ordenado.

Primera campaña y derrota de Lisias

28 Al año siguiente, Lisias reunió sesenta mil hombres elegidos y cinco mil jinetes para combatir contra los judíos. 29 Cuando llegaron a Idumea y acamparon en Betsur, Judas les salió al encuentro con diez mil hombres, 30 y al ver aquel poderoso ejército, hizo esta oración: “Bendito seas, Salvador de Israel, que aplastaste la soberbia del gigante por la mano de tu servidor David y entregaste el ejército de los filisteos en manos de Jonatán, hijo de Saúl, y de su escudero. 31 Entrega así este ejército en manos de tu pueblo Israel. Que ellos se sientan avergonzados de sus tropas y de su caballería. 32 Infúndeles miedo, quiebra la audacia que les da su fuerza y que se conmuevan por su derrota. 33 Derríbalos con la espada de los que te aman, para que te canten himnos de alabanza todos los que conocen tu Nombre”.
34
Cuando se enfrentaron los dos ejércitos, cayeron en el combate unos cinco mil hombres de Lisias. 35 Al ver la derrota sufrida por sus tropas y la intrepidez de los soldados de Judas, que estaban resueltos a vivir o a morir heroicamente, Lisias volvió a Antioquía, donde reclutó mercenarios con la intención de regresar a Judea con fuerzas más numerosas.

Purificación del Templo y Dedicación del altar

36 Judas y sus hermanos dijeron: “Nuestros enemigos han sido aplastados; subamos a purificar el Santuario y a celebrar su dedicación”. 37 Entonces se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión. 38 Cuando vieron el Santuario desolado, el altar profanado, las puertas completamente quemadas, las malezas crecidas en los atrios como en un bosque o en una montaña, y las salas destruidas, 39 rasgaron sus vestiduras, hicieron un gran duelo, se cubrieron la cabeza con ceniza 40 y cayeron con el rostro en tierra. Luego, a una señal dada por las trompetas, alzaron sus gritos al cielo. 41 Judas ordenó a unos hombres que combatieran a los que estaban en la Ciudadela hasta terminar la purificación del Santuario. 42 Después eligió sacerdotes irreprochables, fieles a la Ley, 43 que purificaron el Santuario y llevaron las piedras contaminadas a un lugar impuro.
44
Luego deliberaron sobre lo que debía hacerse con el altar de los holocaustos que había sido profanado. 45 Tuvieron la feliz idea de demolerlo para que no fuera un motivo de oprobio, ya que los paganos lo habían contaminado. Lo demolieron, 46 y depositaron sus piedras sobre la montaña del Templo, en un lugar conveniente, hasta que surgiera un profeta y resolviera lo que había que hacer con ellas. 47 Después recogieron piedras sin tallar, como lo prescribe la Ley, y erigieron un nuevo altar, igual que el anterior. 48 También repararon el Santuario y el interior del Templo, y consagraron los atrios. 49 Hicieron nuevos objetos sagrados y colocaron dentro del Templo el candelabro, el altar de los perfumes y la mesa. 50 Quemaron incienso sobre el altar, y encendieron las lámparas del candelabro que comenzaron a brillar en el Templo. 51 Además, pusieron los panes sobre la mesa, colgaron las cortinas y concluyeron la obra que habían emprendido.
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El día veinticinco del noveno mes, llamado Quisleu, del año ciento cuarenta y ocho, se levantaron al despuntar el alba 53 y ofrecieron un sacrificio conforme a la Ley, sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían erigido. 54 Este fue dedicado con cantos, cítaras, arpas y címbalos, justamente en el mismo mes y en el mismo día en que los paganos lo habían profanado. 55 Todo el pueblo cayó con el rostro en tierra y adoraron y bendijeron al Cielo que les había dado la victoria. 56 Durante ocho días celebraron la dedicación del altar, ofreciendo con alegría holocaustos y sacrificios de comunión y de acción de gracias. 57 Adornaron la fachada del Templo con coronas de oro y pequeños escudos, restauraron las entradas y las salas, y les pusieron puertas. 58 En todo el pueblo reinó una inmensa alegría, y así quedó borrado el ultraje infligido por los paganos.

Institución de la fiestade la Dedicación y otras medidas

59 Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea de Israel, determinó que cada año, a su debido tiempo y durante ocho días a contar del veinticinco del mes de Quisleu, se celebrara con júbilo y regocijo el aniversario de la dedicación del altar.
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En aquel tiempo, levantaron alrededor del monte Sión altas murallas y torres poderosas, para que los extranjeros no vinieran otra vez y lo pisotearan como lo habían hecho antes. 61 Además, Judas puso en él una guarnición para que lo defendiera, y fortificó a Betsur, a fin de que el pueblo tuviera una fortaleza frente a Idumea.

La expedición contra los idumeosy los amonitas

5 1 Cuando las naciones vecinas supieron que había sido reconstruido el altar y restaurado como antes el Santuario, se irritaron profundamente 2 y decidieron acabar con los descendientes de Jacob que vivían entre ellos. Por eso comenzaron a matar y exterminar a mucha gente del pueblo.
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Judas hizo la guerra contra los descendientes de Esaú que habitaban en Idumea, en la región de Acrabatena, porque tenían asediados a los israelitas. Les infligió una gran derrota, sometiéndolos y apoderándose de sus despojos. 4 Luego se acordó de la maldad de los descendientes de Beán, que eran una trampa y un obstáculo para el pueblo por las emboscadas que le tendían en los caminos. 5 Los obligó a encerrarse en sus torres, los asedió y los consagró al exterminio total, prendiendo fuego a esas torres con todos los que estaban dentro. 6 Luego atacó a los amonitas, y allí encontró un fuerte ejército y una población numerosa cuyo jefe era Timoteo. 7 Después de muchos combates, los desbarató y los deshizo. 8 También ocupó Iazer y sus poblados, y regresó a Judea.

Preliminares de las campañas contra Galilea y Galaad

9 Los pueblos de Galaad se coaligaron contra los israelitas que vivían en su territorio, para exterminarlos. Pero ellos se refugiaron en la fortaleza de Datemá, 10 desde donde enviaron una carta a Judas y a sus hermanos, diciéndoles: “Los pueblos que nos rodean se coaligaron para exterminarnos; 11 ahora se preparan para venir a tomar la fortaleza donde nos hemos refugiado, y Timoteo está al frente de su ejército. 12 Ven en seguida a librarnos de sus manos, porque muchos de entre nosotros ya han caído; 13 todos nuestros hermanos que vivían en el país de Tobías han sido matados, sus mujeres y sus hijos fueron llevados cautivos y sus bienes han sido robados. Allí han muerto unos mil hombres”. 14 Cuando todavía estaban leyendo la carta, llegaron otros mensajeros de Galilea, con las vestiduras rasgadas, trayendo esta noticia: 15 “Los habitantes de Tolemaida, de Tiro, de Sidón y de toda la Galilea de los extranjeros se han coaligado para acabar con nosotros”. 16 Apenas Judas y el pueblo oyeron estas noticias, reunieron una gran asamblea para deliberar sobre lo que debían hacer en favor de sus hermanos que se encontraban en un aprieto, amenazados por sus enemigos. 17 Judas dijo a su hermano Simón: “Elige algunos hombres y ve a librar a tus hermanos de Galilea; mi hermano Jonatán y yo iremos a la región de Galaad”. 18 Dejó para defender a Judea a José, hijo de Zacarías, y a Azarías, jefe del pueblo, con el resto del ejército, 19 dándoles esta orden: “Tomen el mando de estas tropas, pero no entren en batalla con los paganos hasta que nosotros volvamos”. 20 Se le asignaron tres mil hombres a Simón para la campaña de Galilea y ocho mil a Judas para la de Galaad.

La expedición de Simón contra Galilea

21 Simón partió para Galilea y luego de librar muchos combates con los paganos, los derrotó, los obligó a huir 22 y los persiguió hasta las puertas de Tolemaida. Allí sucumbieron unos tres mil hombres y Judas se apoderó del botín. 23 Luego tomó consigo a los judíos de Galilea y de Arbatá, con sus mujeres, sus hijos y todos sus bienes, y en medio de una gran alegría los llevó a Judea.

La expedición de Judas Macabeo contra Galaad

24 Judas Macabeo y su hermano Jonatán, por su parte, atravesaron el Jordán y caminaron tres días por el desierto. 25 Allí se encontraron con los nabateos, que los recibieron amistosamente y los pusieron al tanto de lo que les ocurría a sus hermanos de la región de Galaad: 26 muchos de ellos se encontraban prisioneros en Bosorá y Bosor, en Alemá, Casfó, Maqued y Carnain, que eran ciudades fuertes e importantes; 27 también había prisioneros en las demás ciudades de Galaad, y sus enemigos tomaban posiciones para atacar las fortalezas al día siguiente, a fin de apoderarse de ellos y exterminarlos a todos de una sola vez.
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Inmediatamente, Judas dio vuelta con su ejército y se dirigió por el desierto hacia Bosorá, ocupó la ciudad y después de pasar al filo de la espada a todos los varones, la saqueó por completo y la incendió. 29 Partió de allí por la noche y avanzó hasta la fortaleza. 30 Al llegar el día, los judíos divisaron una muchedumbre innumerable que levantaba escaleras y empalizadas para tomar la fortaleza y había pasado a la ofensiva. 31 Al ver que el ataque ya había comenzado y que el griterío de la ciudad y el sonido de las trompetas subía hasta el cielo, 32 Judas dijo a sus hombres: “¡Luchen hoy por nuestros hermanos!”. 33 Luego los ordenó en tres columnas y los hizo avanzar por detrás del enemigo, tocando las trompetas y orando a gritos. 34 Las tropas de Timoteo, apenas se enteraron que era el Macabeo, huyeron ante él. Judas les infligió una gran derrota, y ese día dejaron tendidos unos ocho mil hombres. 35 Luego se volvió contra Alemá; la atacó, la ocupó y, después de matar a todos los varones, la saqueó y la incendió. 36 Partiendo de allí, se apoderó de Casfó, Maqued, Bosor y de las demás ciudades de Galaad.

Victoria definitiva de Judas Macabeo en Galaad

37 Después de estos acontecimientos, Timoteo reunió un nuevo ejército y acampó frente a Rafón, al otro lado del torrente. 38 Judas mandó a explorar el campamento y le dieron este informe: “Todas las naciones vecinas se han unido a Timoteo y forman un ejército muy numeroso. 39 Además, tienen como auxiliares a mercenarios árabes. Ahora están acampados al otro lado del torrente, preparados para atacarte”. Entonces Judas salió a su encuentro, 40 y mientras él se acercaba al torrente con su ejército, Timoteo dijo a sus capitanes: “Si él lo pasa primero y viene sobre nosotros, no podremos resistir, y nos vencerá seguramente; 41 pero si se atemoriza y acampa al otro lado del río, lo atravesaremos nosotros, caeremos sobre él y lo venceremos”.
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Cuando Judas llegó al borde del torrente, ubicó a los escribas del pueblo a la orilla y les dio esta orden: “No dejen que ningún hombre quede en el campamento, sino que todos vayan al combate”. 43 Él fue el primero en cruzar el río en dirección al enemigo, y toda su gente lo siguió. Todos los paganos quedaron derrotados ante ellos, arrojaron sus armas y corrieron a refugiarse en el templo de Carnain. 44 Pero los judíos se apoderaron de la ciudad y quemaron el templo con todos los que había adentro. Carnain fue sometida y ya nadie pudo resistir a Judas.

El regreso de Judas Macabeo a Jerusalén

45 Judas reunió a todos los israelitas de la región de Galaad, del más pequeño al más grande, con sus mujeres, sus hijos y sus equipajes, para llevarlos al país de Judá: era una inmensa muchedumbre. 46 Llegaron a Efrón, ciudad importante y muy fortificada, que estaba sobre el camino, por la que tenían que pasar necesariamente, ya que no era posible desviarse ni a la derecha ni a la izquierda. 47 Pero los habitantes de la ciudad les negaron el paso y bloquearon las entradas con piedras. 48 Judas les envió un mensaje en son de paz, diciéndoles: “Permítannos pasar por el territorio de ustedes, para ir a nuestro país; nadie les hará ningún mal, sólo queremos pasar”. Como ellos se negaron a abrirle, 49 Judas hizo anunciar en el campamento que cada uno tomara posición donde se encontraba. 50 Los soldados ocuparon sus posiciones, y Judas atacó la ciudad todo aquel día y toda la noche, hasta que cayó en sus manos. 51 Hizo pasar al filo de la espada a todos los varones, arrasó la ciudad, la saqueó y la atravesó por encima de los cadáveres. 52 Después pasaron el Jordán en dirección a la gran llanura que está frente a Betsán. 53 Durante todo el trayecto, Judas fue recogiendo a los rezagados y animando al pueblo hasta llegar a la tierra de Judá. 54 Todos subieron al monte Sión con júbilo y alegría, y ofrecieron holocaustos por haber regresado sanos y salvos sin perder a ninguno de los suyos.

La derrota de José y Azarías en Iamnia

55 Cuando Judas y Jonatán estaban en el país de Galaad, y su hermano Simón en Galilea, frente Tolemaida, 56 José, hijo de Zacarías, y Azarías, jefes del ejército, al oír las proezas y combates que aquellos habían llevado a cabo, 57 dijeron: “Hagámonos célebres también nosotros, luchando contra los paganos que nos rodean”. 58 Entonces ordenaron a las tropas que estaban bajo su mando que avanzaran sobre Iamnia. 59 Gorgias salió de la ciudad con su ejército para luchar contra ellos. 60 José y Azarías fueron derrotados y perseguidos hasta la frontera de Judea. Aquel día cayeron alrededor de dos mil israelitas. 61 Este fue un grave desastre para el pueblo por no haber obedecido a Judas y a sus hermanos, creyéndose capaces de grandes hazañas. 62 Pero ellos no pertenecían a la estirpe de aquellos hombres a quienes estaba confiada la salvación de Israel.

Otros triunfos de Judas Macabeo en Idumea y Filistea

63 El valiente Judas y sus hermanos alcanzaron gran celebridad en todo Israel y en todas las naciones donde se oía hablar de ellos. 64 La gente se agolpaba a su alrededor para aclamarlos. 65 Judas salió con sus hermanos para hacer la guerra a los descendientes de Esaú, en la región meridional. Se apoderó de Hebrón y de sus poblados, destruyó sus fortificaciones e incendió las torres de su alrededor. 66 Luego partió en dirección al país de los filisteos y atravesó Marisá. 67 Aquel día, algunos sacerdotes que querían mostrar su valentía, cayeron en el combate por salir a luchar imprudentemente. 68 En seguida Judas se desvió hacia Azoto, en territorio filisteo: allí derribó sus altares, incendió las estatuas de sus dioses, saqueó sus ciudades, y finalmente, regresó al país de Judea.

La derrota de Antíoco IV en Persia

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1Macabeus (BPD) 1