1Reis (BPD) 19

19 1 Ajab contó a Jezabel todo lo que había hecho Elías y cómo había pasado a todos los profetas al filo de la espada. 2 Jezabel envió entonces un mensajero a Elías para decirle: “Que los dioses me castiguen si mañana, a la misma hora, yo no hago con tu vida lo que tú hiciste con la de ellos”. 3 Él tuvo miedo, y partió en seguida para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su sirviente. 4 Luego caminó un día entero por el desierto, y al final se sentó bajo una retama. Entonces se deseó la muerte y exclamó: “¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no valgo más que mis padres!”. 5 Se acostó y se quedó dormido bajo la retama. Pero un ángel lo tocó y le dijo: “¡Levántate, come!”. 6 Él miró y vio que había a su cabecera una galleta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y se acostó de nuevo. 7 Pero el Ángel del Señor volvió otra vez, lo tocó y le dijo: “¡Levántate, come, porque todavía te queda mucho por caminar!”. 8 Elías se levantó, comió y bebió, y fortalecido por ese alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb.

El encuentro de Elías con Dios

9 Allí, entró en la gruta y pasó la noche. Entonces le fue dirigida la palabra del Señor. 10 El Señor le dijo: “¿Qué haces aquí, Elías?”. Él respondió: “Me consumo de celo por el Señor, el Dios de los ejércitos, porque los israelitas abandonaron tu alianza, derribaron tus altares y mataron a tus profetas con la espada. He quedado yo solo y tratan de quitarme la vida”. 11 El Señor le dijo: “Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor”. Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto. 12 Después del terremoto, se encendió un fuego. Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave. 13 Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta. Entonces le llegó una voz, que decía: “¿Qué haces aquí, Elías?”. 14 Él respondió: “Me consumo de celo por el Señor, el Dios de los ejércitos, porque los israelitas abandonaron tu alianza, derribaron tus altares y mataron a tus profetas con la espada. He quedado yo solo y tratan de quitarme la vida”. 15 El Señor le dijo: “Vuelve por el mismo camino, hacia el desierto de Damasco. Cuando llegues, ungirás a Jazael como rey de Arám. 16 A Jehú, hijo de Nimsí, lo ungirás rey de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, lo ungirás profeta en lugar de ti. 17 Al que escape de la espada de Jazael, lo hará morir Jehú; al que escape de la espada de Jehú, lo hará morir Eliseo. 18 Pero yo preservaré en Israel un resto de siete mil hombres: todas las rodillas que no se doblaron ante Baal y todas las bocas que no lo besaron”.

La vocación de Eliseo

19 Elías partió de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Delante de él había doce yuntas de bueyes, y él iba con la última. Elías pasó cerca de él y le echó encima su manto. 20 Eliseo dejó sus bueyes, corrió detrás de Elías y dijo: “Déjame besar a mi padre y a mi madre; luego te seguiré”. Elías le respondió: “Sí, puedes ir. ¿Qué hice yo para impedírtelo?”. 21 Eliseo dio media vuelta, tomó la yunta de bueyes y los inmoló. Luego, con los arneses de los bueyes, asó la carne y se la dio a su gente para que comieran. Después partió, fue detrás de Elías y se puso a su servicio. 

Primera campaña de los arameos:el asedio de Samaría

20 1 Ben Hadad, rey de Arám, reunió todo su ejército, y acompañado de treinta y dos reyes, con caballería y carros de guerra, subió a combatir contra Samaría y la sitió. 2 En- tonces envió mensajeros a la ciudad, a Ajab, rey de Israel, 3 para decirle: “Así habla Ben Hadad: Tu plata y tu oro me pertenecen, y también me pertenecen tus mujeres y tus hermosos hijos”. 4 El rey de Israel respondió diciendo: “¡A tus órdenes, rey, mi señor! A ti pertenecemos yo y todos mis bienes”. 5 Pero los mensajeros regresaron y dijeron: “Así habla Ben Hadad: Mando a decirte que me entregues tu plata y tu oro, tus mujeres y tus hijos. 6 Así que mañana, a esta misma hora, te enviaré a mis servidores: ellos registrarán tu casa y las casas de tus súbditos; se apoderarán de todo lo que tú más quieres, y se lo llevarán”.
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El rey convocó a los ancianos del país y les dijo: “¡Fíjense bien cómo ese hombre trata de arruinarme! Porque cuando me reclamó mis mujeres y mis hijos, mi plata y mi oro, yo no le negué nada”. 8 Todos los ancianos y todo el pueblo le dijeron: “¡No lo escuches! ¡No aceptes!”. 9 Entonces él replicó a los mensajeros de Ben Hadad: “Díganle al rey, mi señor: Haré todo lo que me mandaste la primera vez; pero esto otro no lo puedo hacer”. Los mensajeros se fueron y llevaron la respuesta. 10 Ben Hadad le mandó a decir: “Que los dioses me castiguen, si queda bastante polvo en Samaría para que cada uno de mis hombres recoja un puñado”. 11 Y el rey de Israel respondió: “Díganle: ¡No hay que cantar victoria antes de tiempo!”. 12 Apenas oyó esta palabra, Ben Hadad, que estaba bebiendo con los reyes en las tiendas de campaña, ordenó a sus servidores: “¡A sus puestos!”. Y ellos tomaron posiciones frente a la ciudad.

Intervención de un profetay victoria de Israel

13 Mientras tanto, un profeta se acercó a Ajab, rey de Israel, y dijo: “Así habla el Señor: ¿Ves toda esa gran multitud? Hoy mismo la voy a poner en tus manos. Así sabrás que yo soy el Señor”. 14 “¿Por medio de quién?”, preguntó Ajab. El profeta dijo: “Así habla el Señor: Por medio de los cuerpos de cadetes que están a las órdenes de los jefes de distritos”. Ajab insistió: “¿Y quién librará la batalla?”. “Tú”, respondió él.
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Ajab pasó revista a los cadetes de los jefes de distritos, y eran doscientos treinta y dos. A continuación revistó a toda la tropa, a todos los israelitas, y sumaban siete mil. 16 Al mediodía comenzaron a salir, mientras Ben Hadad se embriagaba en las tiendas de campaña, junto con los treinta y dos reyes aliados. 17 Los cadetes de los jefes de distritos salieron en primer lugar. Entonces le avisaron a Ben Hadad: “Unos hombres han salido de Samaría”. 18 Él ordenó: “Si salieron en son de paz, captúrenlos vivos, y si salieron en plan de guerra, también captúrenlos vivos”.
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Una vez que salieron de la ciudad los cadetes de los jefes de distritos, con el ejército detrás de ellos, 20 cada uno mató al que se le puso delante. Los arameos huyeron, perseguidos por los israelitas. Ben Hadad, rey de Arám, se salvó a caballo con algunos jinetes. 21 Entonces salió el rey de Israel y se apoderó de los caballos y los carros, infligiendo a Arám una gran derrota.

Nuevos preparativos bélicos

22 El profeta se acercó al rey de Israel y le dijo: “Refuerza tu ejército y piensa bien lo que vas a hacer, porque el año que viene el rey de Arám volverá a subir contra ti”. 23 Por su parte, los servidores del rey de Arám dijeron a este: “El Dios de los israelitas es un Dios de las montañas; por eso nos han vencido. Pero luchemos contra ellos en la llanura, y seguramente los venceremos. 24 Actúa de esta manera: destituye a cada uno de esos reyes y reemplázalos por gobernadores. 25 Recluta además un ejército tan numeroso como el que perdiste, con otros tantos caballos y carros. Luego lucharemos contra ellos en la llanura, y seguramente los venceremos”. El rey escuchó su parecer y procedió así.

Segunda campaña de los arameosy nueva victoria de los israelitas

26 Al año siguiente, Ben Hadad pasó revista a los arameos y subió a Afec para librar batalla contra Israel. 27 También los israelitas fueron revistados y abastecidos de víveres, y partieron a su encuentro. Los israelitas acamparon frente a ellos, como dos rebaños de cabras, mientras que los arameos llenaban el país.
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El hombre de Dios se acercó y dijo al rey de Israel: “Así habla el Señor: Por haber dicho Arám: ‘El Señor es un Dios de las montañas y no de las llanuras’, yo pondré en tus manos esta gran multitud. Así ustedes sabrán que yo soy el Señor”. 29 Durante siete días estuvieron acampados unos frente a otros. Al séptimo día se libró la batalla, y los israelitas derrotaron a los arameos: ¡cien mil hombres de a pie en un solo día! 30 Los demás huyeron a la ciudad de Afec, pero la muralla se desplomó sobre los veinte mil hombres que aún quedaban.
Ben Hadad se refugió en la ciudad, huyendo de un lugar a otro. 31
Pero sus servidores le dijeron: “Mira, hemos oído decir que los reyes de la casa de Israel son misericordiosos. Pongámonos un sayal y atémonos cuerdas a la cabeza, y rindámonos al rey de Israel. Tal vez así te perdone la vida”. 32 Ellos se ciñeron un sayal y se ataron cuerdas a la cabeza; luego se presentaron al rey de Israel y le dijeron: “Tu servidor Ben Hadad ha dicho: Perdóname la vida”. Él respondió: “¿Vive todavía? ¡Es mi hermano!”. 33 Los hombres vieron en esto un buen augurio, y se apresuraron a tomarle la palabra, diciendo: “¡Ben Hadad es tu hermano!”. El rey añadió: “Vayan a buscarlo”. Entonces salió Ben Hadad y él lo hizo subir a su propio carro. 34 Ben Hadad le dijo: “Restituiré las ciudades que mi padre le quitó al tuyo, y tú podrás instalar bazares en Damasco, como mi padre los había instalado en Samaría”. “Yo, por mi parte, replicó Ajab, mediante un pacto, te dejaré partir”. Ajab concluyó un pacto en favor de él, y lo dejó partir.

Reprobación proféticadel pacto de Ajab

35 Uno de la comunidad de los profetas dijo a su compañero, por orden del Señor: “¡Golpéame!”. Pero el otro se negó a golpearlo. 36 Él le dijo: “Porque no has escuchado la voz del Señor, apenas te alejes de mí te matará el león”. Y apenas el otro se alejó de su lado, lo encontró el león y lo mató.
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El profeta encontró a otro hombre y le dijo: “¡Golpéame!”. El hombre lo golpeó y lo dejó maltrecho. 38 Luego el profeta fue a apostarse en el camino, a la espera del rey, cubriéndose los ojos con una venda para no ser reconocido. 39 Cuando el rey pasaba, le gritó: “Tu servidor avanzaba para entrar en batalla, y de pronto un soldado, abandonando las filas, me trajo un hombre y me dijo: ‘Vigila a este hombre. Si llega a faltar, responderás por él con tu vida, o bien pagarás un talento de plata’. 40 Pero mientras yo estaba ocupado, yendo de acá para allá, el hombre desapareció”. El rey le replicó: “¡Está clara tu sentencia! La has pronunciado tú mismo”. 41 Él se apresuró a quitarse la venda de los ojos, y el rey de Israel reconoció que era uno de los profetas. 42 Entonces dijo al rey: “Así habla el Señor: Porque has dejado escapar al hombre que yo había consagrado al exterminio, tu vida responderá por su vida y tu pueblo por su pueblo”. 43 El rey de Israel se fue a su casa malhumorado y muy irritado, y entró en Samaría.

La viña de Nabot

21 1 Después de esto, sucedió lo siguiente: Nabot, el izreelita, tenía una viña en Izreel, al lado del palacio de Ajab, rey de Samaría. 2 Ajab dijo a Nabot: “Dame tu viña para hacerme una huerta, ya que está justo al lado de mi casa. Yo te daré a cambio una viña mejor o, si prefieres, te pagaré su valor en dinero”. 3 Pero Nabot respondió a Ajab: “¡El Señor me libre de cederte la herencia de mis padres!”.
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Ajab se fue a su casa malhumorado y muy irritado por lo que le había dicho Nabot, el izreelita: “No te daré la herencia de mis padres”. Se tiró en su lecho, dio vuelta la cara y no quiso probar bocado. 5 Entonces fue a verlo su esposa Jezabel y le preguntó: “¿Por qué estás tan malhumorado y no comes nada?”. 6 Él le dijo: “Porque le hablé a Nabot, el izreelita, y le propuse: ‘Véndeme tu viña o, si quieres, te daré otra a cambio’. Pero él respondió: ‘No te daré mi viña’”. 7 Su esposa Jezabel le dijo: “¿Así ejerces tú la realeza sobre Israel? ¡Levántate, come y alégrate! ¡Yo te daré la viña de Nabot, el izreelita!”.
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En seguida escribió una carta en nombre de Ajab, la selló con el sello del rey y la envió a los ancianos y a los notables de la ciudad, conciudadanos de Nabot. 9 En esa carta escribió: “Proclamen un ayuno y en la asamblea del pueblo hagan sentar a Nabot en primera fila. 10 Hagan sentar enfrente a dos malvados, que atestigüen contra él, diciendo: ‘Tú has maldecido a Dios y al rey’. Luego sáquenlo afuera y mátenlo a pedradas”.
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Los hombres de la ciudad, los ancianos y notables, conciudadanos de Nabot, obraron de acuerdo con lo que les había mandado Jezabel, según lo que estaba escrito en la carta que les había enviado. 12 Proclamaron un ayuno e hicieron sentar a Nabot en primera fila. 13 En seguida llegaron dos malvados que se le sentaron enfrente y atestiguaron contra él diciendo: “Nabot ha maldecido a Dios y al rey”. Entonces lo sacaron fuera de la ciudad y lo mataron a pedradas. 14 Y mandaron decir a Jezabel: “Nabot fue apedreado y murió”.
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Cuando Jezabel se enteró de que Nabot había sido matado a pedradas, dijo a Ajab: “Ya puedes tomar posesión de la viña de Nabot, esa que él se negaba a venderte, porque Nabot ya no vive: está muerto”. 16 Apenas oyó Ajab que Nabot estaba muerto, bajó a la viña de Nabot, el izreelita, para tomar posesión de ella.

La intervención profética de Elías

17 Entonces la palabra del Señor llegó a Elías, el tisbita, en estos términos: 18 “Baja al encuentro de Ajab, rey de Israel en Samaría. Ahora está en la viña de Nabot: ha bajado allí para tomar posesión de ella. 19 Tú le dirás: Así habla el Señor: ¡Has cometido un homicidio, y encima te apropias de lo ajeno! Por eso, así habla el Señor: En el mismo sitio donde los perros lamieron la sangre de Nabot, allí también lamerán tu sangre”. 20 Ajab respondió a Elías: “¡Me has sorprendido, enemigo mío!”. “Sí, repuso Elías, te he sorprendido, porque te has prestado a hacer lo que es malo a los ojos del Señor. 21 Yo voy a atraer la desgracia sobre ti: barreré hasta tus últimos restos y extirparé a todos los varones de la familia de Ajab, esclavos o libres en Israel. 22 Dejaré tu casa como la de Jeroboám, hijo de Nebat, y como la de Basá, hijo de Ajías, porque has provocado mi indignación y has hecho pecar a Israel. 23 Y el Señor también ha hablado contra Jezabel, diciendo: Los perros devorarán la carne de Jezabel en la parcela de Izreel. 24 Al de la familia de Ajab que muera en la ciudad, se lo comerán los perros, y al que muera en despoblado, se lo comerán los pájaros del cielo”.
25
No hubo realmente nadie que se haya prestado como Ajab para hacer lo que es malo a los ojos del Señor, instigado por su esposa Jezabel. 26 Él cometió las peores abominaciones, yendo detrás de los ídolos, como lo habían hecho los amorreos que el Señor había desposeído delante de los israelitas.
27
Cuando Ajab oyó aquellas palabras, rasgó sus vestiduras, se puso un sayal sobre su carne, y ayunó. Se acostaba con el sayal y andaba taciturno. 28 Entonces la palabra del Señor llegó a Elías, el tisbita, en estos términos: 29 “¿Has visto cómo Ajab se ha humillado delante de mí? Porque se ha humillado delante de mí, no atraeré la desgracia mientras él viva, sino que la haré venir sobre su casa en tiempos de su hijo”. 

Preparativos para la campañacontra Ramot de Galaad

2 Crón. 18. 1-4
22 1 Durante tres años, no hubo guerra entre Arám e Israel. 2 Al tercer año, Josafat, rey de Judá, bajó a visitar al rey de Israel. 3 Este dijo a sus servidores: “Ustedes saben bien que Ramot de Galaad nos pertenece. Sin embargo, nosotros no hacemos nada para quitársela al rey de Arám”. 4 Luego preguntó a Josafat: “¿Irías conmigo a combatir a Ramot de Galaad?”. Josafat respondió al rey de Israel: “Cuenta conmigo como contigo mismo, con mi gente como con la tuya, con mis caballos como con los tuyos”. 5 Pero añadió: “Consulta primero la palabra del Señor”.

La intervención de los falsos profetas

2 Crón. 18. 5-11
6 El rey de Israel reunió a los profetas, unos cuatrocientos hombres, y les preguntó: “¿Puedo ir a combatir contra Ramot de Galaad, o debo desistir?”. Ellos respondieron: “Sube, y el Señor la entregará en manos del rey”. 7 Pero Josafat insistió: “¿No queda por ahí algún profeta del Señor para consultar por medio de él?”. 8 El rey de Israel dijo a Josafat: “Sí, queda todavía un hombre por cuyo intermedio se podría consultar al Señor. Pero yo lo detesto, porque no me vaticina nada bueno, sino sólo desgracias: es Miqueas, hijo de Imlá”. “No hable el rey de esa manera”, replicó Josafat. 9 Entonces el rey de Israel llamó a un eunuco y ordenó: “Que venga en seguida Miqueas, hijo de Imlá”.
10
El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada uno en su trono, con sus vestiduras reales, sobre la explanada que está a la entrada de la puerta de Samaría, mientras todos los profetas vaticinaban delante de ellos. 11 Sedecías, hijo de Canaaná, se había hecho unos cuernos de hierro y decía: “Así habla el Señor: Con esto embestirás a Arám hasta acabar con él”. 12 Y todos los profetas vaticinaban en el mismo sentido, diciendo: “¡Sube a Ramot de Galaad y triunfarás! ¡El Señor la entregará en manos del rey!”.

La intervención del profeta Miqueas

2 Crón. 18. 12-27
13 El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le dijo: “Mira que las palabras de los profetas anuncian a una sola voz buena fortuna para el rey. Habla tú también como uno de ellos, y anuncia la victoria”. 14 Pero Miqueas replicó: “¡Por la vida del Señor, sólo diré lo que el Señor me diga!”.
15
Cuando se presentó al rey, este le dijo: “Miqueas, ¿podemos ir a combatir contra Ramot de Galaad, o debemos desistir?”. Él le respondió: “Sube y triunfarás; el Señor la entregará en manos del rey”. 16 Pero el rey le dijo: “¿Cuántas veces tendré que conjurarte a que no me digas más que la verdad en nombre del Señor?”. 17 Miqueas dijo entonces:
“He visto a todo Israel disperso por las montañas,
como ovejas sin pastor.
El Señor ha dicho: Estos ya no tienen dueño;
vuélvase cada uno a su casa en paz”.
18
El rey de Israel dijo a Josafat: “¿No te había dicho que este no me vaticina el bien, sino sólo desgracias?”. 19 Miqueas siguió diciendo: “Por eso, escucha la palabra del Señor: Yo vi al Señor sentado en su trono, y todo el Ejército de los cielos estaba de pie junto a él, a derecha e izquierda. 20 El Señor preguntó: ‘¿Quién seducirá a Ajab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad?’. Ellos respondieron, uno de una manera y otro de otra. 21 Entonces se adelantó el espíritu y, puesto de pie delante del Señor, dijo: ‘Yo lo seduciré’. ‘¿Cómo?’, preguntó el Señor. 22 Él respondió: ‘Iré y seré un espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas’. Entonces el Señor le dijo: ‘Tú lograrás seducirlo. Ve y obra así’. 23 Ahora, el Señor ha puesto un espíritu de mentira en la boca de todos estos profetas, porque él ha decretado tu ruina”.
24
Sedecías, hijo de Canaaná, se acercó a Miqueas y le dio una bofetada, diciendo: “¿Por dónde se me escapó el espíritu del Señor para hablarte a ti?”. 25 Miqueas repuso: “Eso lo verás el día en que vayas de una habitación a otra para esconderte”. 26 Entonces el rey de Israel ordenó: “Toma a Miqueas y llévalo a Amón, el gobernador de la ciudad, y a Joás, el hijo del rey. Tú les dirás: 27 Así habla el rey: Encierren a este hombre en la cárcel y ténganlo a pan y agua, hasta que yo regrese victorioso”. 28 Miqueas replicó: “Si tú regresas victorioso, quiere decir que el Señor no ha hablado por mi boca”.

Muerte de Ajab en Ramot de Galaad

2 Crón. 18. 28-34
29 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron a Ramot de Galaad. 30 Y el rey de Israel dijo a Josafat: “Yo me voy a disfrazar para entrar en batalla, pero tú quédate con tus vestiduras”. El rey de Israel se disfrazó y entró en combate. 31 El rey de Arám, por su parte, había dado esta orden a los treinta y dos comandantes de sus carros de guerra: “No ataquen a nadie, ni pequeño ni grande, sino sólo al rey de Israel”.
32
Cuando los comandantes de los carros vieron a Josafat, dijeron: “Seguro que ese es el rey de Israel”, y se volvieron hacia él para atacarlo. Josafat lanzó un grito, 33 y los comandantes de los carros, al ver que ese no era el rey de Israel, dejaron de perseguirlo. 34 Pero un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la coraza. El rey dijo al conductor de su carro: “Vuelve atrás y sácame del campo de batalla, porque estoy malherido”.
35
Aquel día, el combate fue muy encarnizado. El rey debió ser sostenido de pie sobre el carro, frente a los arameos, y murió al atardecer. La sangre de su herida había chorreado hasta el fondo del carro. 36 A la puesta del sol, corrió un grito por el campo de batalla: “¡Cada uno a su ciudad! ¡Cada uno a su tierra! 37 ¡El rey ha muerto!”. Así entraron en Samaría y sepultaron allí al rey. 38 Y cuando lavaron el carro en el estanque de Samaría, los perros lamieron su sangre y las prostitutas se bañaron en ella, conforme a la palabra que había dicho el Señor.
39
El resto de los hechos de Ajab y todo lo que él hizo, la casa de marfil que edificó y las ciudades que construyó, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel? 40 Ajab se fue a descansar con sus padres, y su hijo Ocozías reinó en lugar de él.

El reinado de Josafat en Judá (870-846)

2 Crón. 20. 31 – 21. 1
41 Josafat, hijo de Asá, comenzó a reinar sobre Judá en el cuarto año de Ajab, rey de Israel. 42 Tenía treinta y cinco años cuando inició su reinado, y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, hija de Siljí. 43 Siguió en todo el camino de su padre Asá y no se apartó de él, haciendo lo que es recto a los ojos del Señor. 44 Sin embargo, no desaparecieron los lugares altos: el pueblo seguía ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los lugares altos. 45 Josafat vivió en paz con el rey de Israel.
46
El resto de los hechos de Josafat, el valor que demostró y las guerras que hizo, ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? 47 Él barrió del país los restos de prostitución sagrada que habían quedado en tiempos de su padre Asá. 48 No había entonces rey en Edóm, sino un prefecto del rey. 49 Josafat construyó una flota mercante, para ir a Ofir en busca de oro; pero no pudo ir, porque la flota naufragó en Esión Guéber. 50 Entonces Ocozías, hijo de Ajab, dijo a Josafat: “Que mis servidores vayan con los tuyos en las naves”. Pero Josafat no aceptó. 51 Josafat se fue a descansar con sus padres, y fue sepultado con ellos en la Ciudad de David, su padre. Su hijo Jorám reinó en lugar de él.

El reinado de Ocozías en Israel (853-852)

52 Ocozías, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel, en Samaría, el decimoséptimo año de Josafat, rey de Judá, y reinó dos años sobre Israel. 53 Él hizo lo que es malo a los ojos del Señor, y siguió el camino de su padre y de su madre, y el camino de Jeroboám, hijo de Nebat, que hizo pecar a Israel. 54 Sirvió a Baal y se postró ante él, provocando así la indignación del Señor, tal como lo había hecho su padre.



1Reis (BPD) 19