Gobierno de Cristo-QUEVEDO
FRANCISCO DE QUEVEDO - Política de Dios y gobierno de Cristo.
Editorial ESPSA-CALPE
texto gratuito en http://www.cervantesvirtual.com
Esta obra contiene valiosísimas aclaraciones sobre textos que en el evangelio son a todas luces opuestos, y polémicos, como aquel de su rechazo a su madre cuando le buscó, o el de decir que trae espada, que trae fuego, que vienes a dividir y a enfrentar a padres e hijos. O el de la traición de Judas. Lo que resulta de una novedad extraordinaria es resolver la contradicción aparente de dichos textos llevando su aclaración al campo político. Y es cierto, la moral familiar es distinta de la moral politica. Cuando se está entregado al servicio público se deben dejar de lado los intereses familiares. De otro lado, para quien esté interesado en la acción política, y tenga principios cristianos, se encuentra aquí una guía de acción totalmente válida en cualquier época. Y lo más interesante, el autor sigue un hilo discursivo que pareciera anticipar los problemas que tendría que resolver el Mesías cuando venga al final de los tiempos. Esto es lo más valioso del discurso político de Quevedo. Diría Maravillosa guia de accion politica para el final de los tiempos

Tisch


Política de Dios y gobierno de Cristo

por Francisco de Quevedo


PARTE I
Capítulo I: En el gobierno superior de Dios sigue al entendimiento la voluntad
Capítulo II: Todos los príncipes, reyes y monarcas del mundo han padecido servidumbre y esclavitud
sólo Jesucristo fue Rey en toda libertad
Capítulo III: Nadie ha de estar tan en desgracia del rey, en cuyo castigo, si le pide misericordia, no se le conceda algún ruego.
Capítulo IV: No sólo ha de dar a entender el rey que sabe lo que da, mas también lo que le toman;
y que sepan los que están a su lado que siente aún lo que ellos no ven, y que su sombra y su vestido vela
Capítulo V: Ni para los pobres se ha de quitar al rey.
Capítulo VI: La presencia del rey es la mejor parte de lo que manda.
Capítulo VII: Cristo no remitió memoriales, y uno que remitió a sus discípulos le descaminaron.
Capítulo VIII: No ha de permitir el rey en público a ninguno singularidad ni entretenimiento, ni familiaridad diferenciada de los demás.
Capítulo IX: Castigar a los ministros malos públicamente, es dar ejemplo a imitación de Cristo;
y consentirlos es dar escándalo a imitación de Satanás, y es introducción para vivir sin temor.
Capítulo X: No descuidarse el rey con sus ministros es doctrina de Cristo, verdadero Rey.
Capítulo XI: Cuáles han de ser sus allegados y ministros.
Capítulo XII: Conviene que el rey pregunte lo que dicen de él, y lo sepa de los que le asisten, y lo que ellos dicen,
y que haga grandes mercedes al que fuere criado y le supiere conocer mejor por quien es.
Capítulo XIII: Los pretensores: atienda el príncipe a la petición, y a la ocasión en que se la piden, y al modo de pedir.
Capítulo XIV: Cómo han de dar y conceder los reyes lo que les piden.
Capítulo XV: Buen ministro.
Capítulo XVI: Cómo y a quién se han de dar las audiencias de los reyes.
Capítulo XVII: Buen criado del rey que se precia de serlo
Capítulo XVIII: A quién han de ayudar, y para quién nacieron los reyes.
Capítulo XIX: Con qué gentes se ha de enojar el rey con demostración y azote.
Capítulo XX: El rey ha de llevar tras sí los ministros; no los ministros al rey.
Al rey solas las obligaciones de su oficio y necesidades de su reino y vasallos le han de llevar tras sí.
Capítulo XXI: Quién son ladrones y quién son ministros, y en qué se conocen.
Capítulo XXII: Al rey que se retira de todos, el mal ministro le tienta; no le consulta.
Capítulo XXIII: Consejeros y allegados de los reyes: confesores y privados.
Ego sum via, veritas, et vita.
Capítulo XXIV: La diferencia del gobierno de Cristo al gobierno del hombre.

PARTE II
A la santidad de Urbano VIII, obispo de Roma, vicario de Cristo, sucesor de San Pedro, Pont. Opt. Max.
A quien lee sanamente
Capítulo I: Quién pidió reyes, y por qué; quién y cómo se los concedió; qué derecho dejaron, y cuál admitieron.
Capítulo II: Ni los ministros han de acriminar los delitos de los otros,
queriendo en los castigos mostrar el amor que tienen al señor;
ni el señor ha de enojarse con extremo rigor por cualquier desacato.
Capítulo III: Cuán diferentes son las proposiciones que hace Cristo Jesús, rey de gloria, a los suyos,
que las que hacen algunos reyes de la tierra; y cuánto les importa imitarle en ellas.
Capítulo IV: Las señas ciertas del verdadero rey.
Capítulo V: Las costumbres de los palacios y de los malos ministros; y lo que padece el rey en ellos, y con ellos.
Capítulo VI: Muchos preguntan por mentir: "¿Qué es la verdad?". Las coronas y cetros son como quien los pone.
La materia de Estado fue el mayor enemigo de Cristo.
Dícese quién la inventó, y para qué. Ladrones hay que se precian de limpios de manos
Capítulo VII: De los acusadores, de las acusaciones y de los traidores.
Capítulo VIII: De los tributos e imposiciones.
Capítulo IX: Si los reyes han de pedir, a quién, cómo, para qué.
Si les dan, de quién han de recibir, qué y para qué.-
Si les piden, quién los ha de pedir, qué y cuándo; qué han de negar; qué han de conceder.
Capítulo X: Con el rey ha de nacer la paz; ésta ha de ser su primer bando.
Con quién habla la paz; por qué se publica por los ángeles a pastores.
Que nace obedeciendo quien nace a ser obedecido.
Capítulo XI: Cómo fue el precursor de Cristo, rey de gloria, antes de nacer y viviendo;
cómo y por qué murió; cómo preparó sus caminos, y le sirvió y dio a conocer,
y cómo han de ser a su imitación los que hacen este oficio con los reyes de la tierra.
Capítulo XII: Enséñase, en la anunciación del ángel a nuestra señora la Virgen María,
cuáles deben ser las propuestas, de los reyes, y con cuál reverencia han de recibirse los mayores beneficios.
Cómo es decente y santa la turbación y en qué no se ha de temer.
Capítulo XIII: Cuál ha de ser el descanso de los reyes en la fatiga penosa del reinar;
qué han de hacer con sus enemigos, y cómo han de tratar a sus ministros,
y cuál respeto han de tener ellos a sus acciones.
Capítulo XIV: Ningún vasallo ha de pedir parte en el reino al rey, ni que se baje de su cargo,
ni aconsejarle que descanse de su cruz, ni descienda de ella, ni pedirle su voluntad y su entendimiento:
sólo es lícito su memoria. Quien lo hace quién es, y en qué para.
Capítulo XV: De los consejos y juntas en que se temen los méritos y las maravillas,
y por asegurar el propio temor y la malicia envidiosa, se condena la justicia.
Capítulo XVI: Cómo nace y para quién el verdadero Rey, y cómo es niño;
cuáles son los reyes que le buscan, y cuáles los reyes que le persiguen.
Capítulo XVII: El verdadero Rey niño puede tener poca edad, no poca atención:
ha de empezar por el templo, y atender al oficio, no a padre ni madre.
Capítulo XVIII: A quién han de acudir las gentes. De quién ha de recibirse.
El crecer y el disminuir, cómo se entiende entre el criado y el señor.
Capítulo XIX: De qué manera entre el rey y el valido en su gracia se cumplirá toda justicia;
y de qué manera es lícito humillarse el rey al criado.
Capítulo XX: La paciencia es virtud vencedora, y hace a los reyes poderosos y justos.
La impaciencia es vicio del demonio, seminario de los más horribles, y artífice de los tiranos.
Capítulo XXI: En que se inquiere (siendo cierto que todas las acciones de Cristo nuestro Señor fueron para nuestra enseñanza)
cuál doctrina nos dio con los grandes negocios que en las apariciones despachó después de muerto y resucitado,
no pudiendo nosotros resucitar en nuestra propia virtud,
y en elegir en apóstol a San Pablo después de su gloriosa ascensión a los cielos.-
Es texto las apariciones y el lugar de los actos de los apóstoles.
Capítulo XXII: Cómo ha de ser la elección de capitán general y de los soldados,
para el ministerio de la guerra: contrarios eventos o sucesos de la justa o injusta;
y el conocimiento cierto de estas calidades
Capítulo XXIII: La milicia de Dios, de Cristo nuestro Señor, Dios y hombre;
y la enseñanza superior de ambas para reyes y príncipes en sus acciones militares

Sección primera

Sección segunda