MORADAS SEXTAS 10

Capítulo 10


Dice de otras mercedes que hace Dios al alma por diferente manera que las dichas, y del gran provecho que queda de ellas.



1 De muchas maneras se comunica el Señor al alma con estas apariciones: algunas, cuando está afligida; otras, cuando le ha de venir algún trabajo grande; otras, por regalarse su Majestad con ella y regalarla. No hay para qué particularizar más cada cosa, pues el intento no es sino dar a entender cada una de las diferencias que hay en este camino hasta donde yo entendiere, para que entendáis, hermanas, de la manera que son y los efectos que dejan; porque no se nos antoje que cada imaginación es visión y porque cuando lo sea, entendiendo que es posible, no andéis alborotadas ni afligidas, que gana mucho el demonio y gusta en gran manera de ver afligida e inquieta un alma, porque ve que le es estorbo para emplearse toda en amar y alabar a Dios.
2. Por otras maneras se comunica su Majestad, harto más subidas y menos peligrosas, porque el demonio, creo, no las podrá contrahacer, y así se pueden mal decir, por ser cosa muy oculta; que las imaginarias puédense más dar a entender.
2 Acaece, cuando el Señor es servido, estando el alma en oración y muy en sus sentidos, venirle de presto una suspensiónadonde le da el Señor a entender grandes secretos, que parece los ve en el mismo Dios; que éstas no son visiones de la sacratísima Humanidad, ni aunque digo que ve, no ve nada, porque no es visión imaginaria, sino muy intelectual, adonde se le descubre cómo en Dios se ven todas las cosas y las tiene todas en sí mismo Y es de gran provecho, porque, aunque pasa en un memento, quédase muy esculpido y hace grandísima confusión, y vese más claro la maldad de cuando ofendemos a Dios, porque en el mismo Dios -digo, estando dentro en él- hacemos grandes maldades. Quiero poner una comparación, si acertare, para dároslo a entender, que aunque esto es así y lo oímos muchas veces, o no reparamos en ello, o no lo queremos entender; porque no parece sería posible, si se entendiese como es, ser tan atrevidos.
3 Hagamos ahora cuenta que es Dios como una morada o palacio muy grande y hermoso, y que este palacio, como digo, es el mismo Dios. ¿Por ventura puede el pecador, para hacer sus maldades, apartarse de este palacio? No, por cierto, sino que dentro, en el mismo palacio, que es el mismo Dios, pasan las abominaciones y deshonestidades y maldades que hacemos los pecadores. ¡Oh, cosa temerosa y digna de gran consideración y muy provechosa para los que sabemos poco, que no acabamos de entender estas verdades, que no sería posible tener atrevimiento tan desatinado! Consideremos, hermanas, la gran misericordia y sufrimientos de Dios en no nos hundir allí luego, y démosle grandísimas gracias, y hayamos vergüenza de sentirnos de cosa que se haga ni se diga contra nosotras, que es la mayor maldad del mundo ver que sufre Dios nuestro Criador tantas a sus criaturas dentro en sí mismo, y que nosotras sintamos alguna vez una palabra que se dijo en nuestra ausencia, y quizá con no mala intención.
4 ¡Oh miseria humana! ¿Hasta cuándo, hijas, imitaremos en algo este gran Dios? ¡Oh!, pues no se nos haga ya que hacemos nada en sufrir injurias, sino que de muy buena gana pasemos por todo y amemos a quien nos las hace, pues este gran Dios no nos ha dejado de amar a nosotras aunque le hemos mucho ofendido, y así tiene muy gran razón en querer que todos perdonen por agravios que les hagan. Yo os digo, hijas, que aunque pasa de presto esta visión, que es una gran merced que hace nuestro Señor a quien la hace, si se quiere aprovechar de ella, trayéndola presente muy ordinario.
5 También acaece, así muy de presto y de manera que no se puede decir, mostrar Dios en sí mismo una verdad que parece deja oscurecidas todas las que hay en las criaturas, y muy claro dado a entender que él solo es verdad, que no puede mentir, y dase bien a entender lo que dice David en un salmo: que todo hombre es mentiroso; lo que no se entendiera jamás, aunque muchas veces se oyera. Es verdad que no puede faltar. Acuérdaseme de Pilatos lo mucho que preguntaba a nuestro Señor cuando en su Pasión le dijo ¿qué era verdad?, y lo poco que entendemos acá de esta suma Verdad.
6 Yo quisiera poder dar más a entender en este caso, mas no se puede decir. Saquemos de aquí, hermanas, que para conformarnos con nuestro Dios y Esposo en algo, será bien que estudiemos siempre mucho de andar en esta verdad. No digo sólo que no digamos mentira, que en eso, gloria a Dios, ya veo que traéis gran cuenta en estas casas con no decirla por ninguna cosa, sino que andemos en verdad delante de Dios y de las gentes de cuantas maneras pudiéremos, en especial no queriendo nos tengan por mejores de lo que somos, y en nuestras obras dando a Dios lo que es suyo y a nosotras lo que es nuestro, y procurando sacar en todo la verdad, y así tendremos en poco este mundo, que es todo mentira y falsedad y, como tal, no es durable.
7 Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y púsoseme delante, a mi parecer sin considerarlo, sino de presto, esto: que es porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad, que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira. A quien más lo entienda agrada más a la suma Verdad, porque anda en ella. Plega a Dios, hermanas, nos haga merced de no salir jamás de este propio conocimiento, amén.
8 De estas mercedes hace nuestro Señor al alma, porque como a verdadera esposa, que ya está determinada a hacer en todo su voluntad, le quiere dar alguna noticia de en qué la ha de hacer y de sus grandezas. No hay para qué tratar de más; que estas dos cosas he dicho por parecerme de gran provecho; que en cosas semejantes no hay que temer, sino que alabar al Señor, porque las da; que el demonio, a mi parecer, ni aun la imaginación propia, tienen aquí poca cabida, y así el alma queda con gran satisfacción.



Capítulo 11


Trata de unos deseos tan grandes e impetuosos que da Dios al alma de gozarle, que ponen en peligro de perder la vida, y con el provecho que se queda de esta merced que hace el Señor.



1 ¿Si habrán bastado todas estas mercedes que ha hecho el Esposo al alma para que la palomilla o mariposilla esté satisfecha (no penséis que la tengo olvidada), y haga asiento adonde ha de morir? No, por cierto, antes está muy peor; aunque haya muchos años que reciba estos favores, siempre gime y anda llorosa, porque de cada uno de ellos le queda mayor dolor. Es la causa que, como va conociendo más y más las grandezas de su Dios y se ve estar tan ausente y apartada de gozarle, crece mucho más el deseo, porque también crece el amar mientras más se le descubre lo que merece ser amado este gran Dios y Señor. Y viene en estos años creciendo poco a poco este deseo, de manera que la llega a tan gran pena como ahora diré. He dicho años, conformándome con lo que ha pasado por la persona que he dicho aquí, que bien entiendo que a Dios no hay que poner término, que en un momento puede llegar a un alma a lo más subido que se dice aquí. Poderoso es su Majestad para todo lo que quisiere hacer y ganoso de hacer mucho por nosotros.
2 Pues viene veces que estas ansias y lágrimas y suspiros y los grandes ímpetus que quedan dichos (que todo esto parece procedido de nuestro amor con gran sentimiento, mas todo no es nada en comparación de estotro, porque esto parece un fuego que está humeando y puédese sufrir, aunque con pena), andándose así esta alma abrasándose en sí misma, acaece muchas veces por un pensamiento muy ligero o por una palabra que oye de que se tarda el morir, venir de otra parte, no se entiende de dónde ni cómo, un golpe o como si viniese una saeta de fuego. No digo que es saeta, mas cualquier cosa que sea, se ve claro que no podía proceder de nuestro natural. Tampoco es golpe, aunque digo golpe; mas agudamente hiere, y no es adonde se sienten acá las penas, a mi parecer, sino en lo muy hondo e íntimo del alma, adonde este rayo, que de presto pasa, todo cuanto halla de esta tierra de nuestro natural y lo deja hecho polvos, que por el tiempo que dura es imposible tener memoria de cosa de nuestro ser; porque en un punto ata las potencias de manera que no quedan con ninguna libertad para cosa, sino para las que le han de hacer acrecentar este dolor.
3 No querría pareciese encarecimiento, porque verdaderamente voy viendo que quedo corta, porque no se puede decir. Ello es un arrobamiento de sentidos y potencias para todo lo que no es, como he dicho, ayudar a sentir esta aflicción. Porque el entendimiento está muy vivo para entender la razón que hay que sentir de estar aquel alma ausente de Dios; y ayuda su Majestad con una tan viva noticia de sí en aquel tiempo, de manera que hace crecer la pena en tanto grado que procede quien la tiene en dar grandes gritos. Con ser persona sufrida y mostrada a padecer grandes dolores, no puede hacer entonces más; porque este sentimiento no es en el cuerpo, como queda dicho, sino en lo interior del alma. Por esto sacó esta persona cuán más recios son los sentimientos de ella que los del cuerpo, y se le representó ser de esta manera los que padecen en purgatorio, que no les impide no tener cuerpo para dejar de padecer mucho más que todos los de acá, teniéndole, padecen.
4 Yo vi una persona así, que verdaderamente pensé que se moría, y no era mucha maravilla, porque, cierto, es gran peligro de muerte; y así, aunque dure poco, deja el cuerpo muy descoyuntado, y en aquella sazón los pulsos tiene tan abiertos como si el alma quisiese ya dar a Dios, que no es menos; porque el calor natural falta y le abrasa de manera que con otro poquito más hubiera cumplídole Dios sus deseos. No porque siente poco ni mucho dolor en el cuerpo, aunque se descoyunta, como he dicho, de manera que queda dos o tres días después sin poder aún tener fuerza para escribir y con grandes dolores; y aun siempre me parece le queda el cuerpo más sin fuerza que de antes. El no sentirlo debe ser la causa ser tan mayor el sentimiento interior del alma, que ninguna cosa hace caso del cuerpo, como si acá tenemos un dolor muy agudo en una parte, aunque haya otros muchos, se sienten poco; esto yo lo he bien probado. Acá ni poco ni mucho, ni creo sentiría si la hiciesen pedazos.
5 Diréisme que es imperfección; que por qué no se conforma con la voluntad de Dios, pues le está tan rendida. Hasta aquí podía hacer eso y con eso pasaba la vida; ahora no, porque su razón está de suerte que no es señora de ella, ni de pensar sino la razón que tiene para penar, pues está ausente de su Bien, que para qué quiere vida. Siente una soledad extraña, porque criatura de toda la tierra no la hace compañía, ni creo se la harían los del cielo, como no fuese el que ama, antes todo la atormenta más; vese como una persona colgada que no asienta en cosa de la tierra, ni al cielo puede subir; abrasada con esta sed, y no puede llegar al agua; y no sed que puede sufrir, sino ya en tal término que con ninguna se le quitaría, ni quiere que se le quite si no es con la que dijo nuestro Señor a la Samaritana, y eso no se lo dan.
6 ¡Oh, válgame Dios, Señor, cómo apretáis a vuestros amadores! Mas todo es poco para lo que les dáis después. Bien es que lo mucho cueste mucho; cuánto más que, si es purificar esta alma para que entre en la séptima morada, como los que han de entrar en el cielo se limpian en el purgatorio, es tan poco este padecer, como sería una gota de agua en la mar; cuánto más que con todo este tormento y aflicción, que no puede ser mayor, a lo que yo creo, de todas las que hay en la tierra (que esta persona había pasado muchas, así corporales como espirituales, mas todo le parece nada en esta comparación), siente el alma que es de tanto precio esta pena, que entiende muy bien no la podía ella merecer; sino que no es este sentimiento de manera que la alivia ninguna cosa, mas con esto la sufre de muy buena gana y sufriría toda su vida, si Dios fuese de ello servido; aunque no sería morir de una vez sino estar siempre muriendo, que verdaderamente no es menos.
7 Pues consideremos, hermanas, aquellos que están en el infierno, que no están con esta conformidad ni con este contento y gusto que pone Dios en el alma, ni viendo ser ganancioso este padecer, sino que siempre padecen más y más. Siendo el tormento del alma tan más recio que los del cuerpo, y los que ellos pasan mayores sin comparación que éste que aquí hemos dicho, y éstos ver que han de ser para siempre jamás, ¿qué será de estas desventuradas almas? Y ¿qué podemos hacer en vida tan corta, ni padecer que sea nada para librarnos de tan terribles y eternales tormentos? Yo os digo que será imposible dar a entender cuán sentible cosa es el padecer del alma y cuán diferente al del cuerpo, si no se pasa por ello; y quiere el mismo Señor que lo entendamos, para que más conozcamos lo mucho que le debemos en traernos a estado que por su misericordia tenemos esperanza de que nos ha de librar y perdonar nuestros pecados.
8 Pues tornando a lo que tratábamos -que dejamos esta alma con mucha pena-, en este rigor es poco lo que le dura; será, cuando más, tres o cuatro horas, a mi parecer, porque si mucho durase, si no fuese por milagro, sería imposible sufrirlo la flaqueza natural. Acaecido ha no durar más que un cuarto de hora y quedar hecha pedazos. Verdad es que esta vez del todo perdió el sentido, según vino con rigor (y estando en conversación, Pascua de Resurrección, el postrer día, y habiendo estado toda la Pascua con tanta sequedad que casi no entendía lo era), de sólo oír una palabra de no acabarse la vida.
Pues pensar que se puede resistir, no más que si, metida en un fuego, quisiese hacer a la llama que no tuviese calor para quemarle. No es el sentimiento que se puede pasar en disimulación, sin que las que están presentes entiendan el gran peligro en que está, aunque de lo interior no pueden ser testigos; es verdad que le son alguna compañía, como si fuesen sombras, y así le parecen todas las cosas de la tierra.
9 Y porque veáis que es posible, si alguna vez os viereis en esto, acudir aquí nuestra flaqueza y natural, acaece alguna vez que estando el alma como habéis visto, que se muere por morir cuando aprieta tanto que ya parece que para salir del cuerpo no le falta casi nada, verdaderamente teme y querría aflojase la pena por no acabar de morir. Bien se deja entender ser este temor de flaqueza natural, que por otra parte no se quita su deseo ni es posible haber remedio que se quite esta pena hasta que la quita el mismo Señor, que casi es lo ordinario, con un arrobamiento grande o con alguna visión, adonde el verdadero Consolador la consuela y fortalece para que quiera vivir todo lo que fuere su voluntad.
10 Cosa penosa es ésta, mas queda el alma con grandísimos efectos y perdido el miedo a los trabajos que le pueden suceder; porque en comparación del sentimiento tan penoso que sintió su alma, no le parece son nada. De manera queda aprovechada que gustaría padecerle muchas veces, mas tampoco puede eso en ninguna manera, ni hay ningún remedio para tornarle a tener hasta que quiere el Señor, como no le hay para resistirle ni quitarle cuando le viene. Queda con muy mayor desprecio del mundo que antes, porque ve que cosa de él no le valió en aquel tormento, y muy más desasida de las criaturas, porque ya ve que solo el Criador es el que puede consolar y hartar su alma, y con mayor temor y cuidado de no ofenderle, porque ve que tan bien puede atormentar como consolar.
11 Dos cosas me parece a mí que hay en este camino espiritual que son peligro de muerte: la una ésta, que verdaderamente lo es y no pequeño; la otra, de muy excesivo gozo y deleite, que es en tan grandísimo extremo, que verdaderamente parece que desfallece el alma, de suerte que no le falta tantito para acabar de salir del cuerpo: a la verdad, no sería poca dicha la suya.
12. Aquí veréis, hermanas, si he tenido razón en decir que es menester ánimo y que tendrá razón el Señor, cuando le pidiereis estas cosas, de deciros lo que respondió a los hijos del Zebedeo si podrían beber el cáliz.
12 Todas creo, hermanas, que responderemos que sí, y con mucha razón; porque su Majestad da esfuerzo a quien ve que le ha menester, y en todo defiende a estas almas, y responde por ellas en las persecuciones y murmuraciones, como hacía por la Magdalena, aunque no sea por palabras, por obras; y en fin, en fin, antes que se mueran se lo paga todo junto, como ahora veréis. Sea por siempre bendito y alábenle todas las criaturas, amén.








MORADAS SEXTAS 10