Agustin - Confesiones 1227

Capítulo 18 Que cuando es incierto el sentido de la Escritura, basta atribuirle uno verdadero.


1227 27. Oídas y consideradas todas estas cosas, no quiero contiendas de palabras, pues para nada aprovechan, sino para trastornar a los oyentes (2Tm 2,14). Mas para edificación, buena es la ley, si alguno usa legítimamente de ella; porque su fin es la caridad, que nace de corazón puro y de buena conciencia y de fe no fingida (1Tm 1,8); y sabe nuestro Maestro de qué dos preceptos hizo depender toda la Ley y los Profetas (Mt 22,40). Y confesando yo esto ardientemente, Dios mío, luz de mis ojos en lo interior, ¿qué mal se me sigue, pudiendo por estas palabras entenderse diversas cosas -que son, sin embargo, verdaderas-, qué mal se me sigue, repito, si yo entiendo cosa distinta de lo que otro entiende que intentó el que lo escribió? Sin duda, todos los que leemos nos esforzamos por indagar y comprender lo que quiso decir el autor que leemos; y cuando le creemos verídico, no osamos pensar que haya dicho cosa alguna que nosotros conocemos o juzgamos que es falsa. Así, pues, cuando cada cual se esfuerza por entender en las Escrituras santas lo que en ellas entendió el que las escribió, ¿qué mal hay en que entienda lo que Vos, luz de todas las mentes verídicas, le mostráis ser verdadero, aunque no lo entendió así el autor que lee, pues él también entendió algo verdadero, aunque no esto mismo?


Capítulo 19 Verdades que de lo dicho se desprenden.


1228 28. Porque es verdad, Señor, que Vos hicisteis el cielo y la tierra; y es verdad que el Principio es vuestra Sabiduría, en la cual hicisteis todas las cosas (Ps 103,24).

Asimismo, es verdad que este mundo visible tiene dos grandes partes: el cielo y la tierra, compendiando brevemente todas las naturalezas hechas y creadas.

Y es verdad que todo lo mudable sugiere a nuestro pensamiento una cierta informidad, en virtud de la cual toma forma o se muda y se trueca.

Es verdad que ninguna acción de los tiempos experimenta lo que de tal manera está adherido a la forma inconmutable, que, aunque sea mudable, no se muda

Es verdad que la informidad, que es casi nada, no puede experimentar las vicisitudes de los tiempos.

Es verdad que aquello de que una cosa se hace, puede, según la forma de hablar, tener ya el nombre de la cosa que de ella se hace; y así puede llamarse cielo y tierra cualquiera informidad de donde fueron hechos el cielo y la tierra.

Es verdad que de todo lo creado y formado nada está más próximo a lo informe que la tierra y el abismo.

Es verdad que no sólo todo lo creado y formado, sino también todo lo que es creable y formable, lo hicisteis Vos, de quien proceden todas las cosas (1Co 8,6).

Es verdad que todo lo que es formado de lo informe, primeramente es informe y después formado.


Capítulo 20 Diversos sentidos de estas palabras: «En el principio hizo Dios el cielo y la tierra.»


1229 29. De todas estas verdades, de las cuales no dudan aquellos a quienes habéis concedido verlas con los ojos interiores, e inconmoviblemente creen que vuestro siervo Moisés habló en espíritu de verdad; de todas estas verdades, pues, una toma para sí el que dice: En el principio hizo Dios el cielo y la tierra; esto es: en su Verbo, coeterno con Él, hizo Dios la creación invisible y la visible, o sea, la espiritual y la corporal.

Otra, el que dice: En el principio hizo Dios el cielo y la tierra; esto es: En su Verbo, coeterno con Él, hizo Dios toda esa mole de este mundo corpóreo, con todas las naturalezas manifiestas y conocidas que contiene.

Otra, el que dice: En el principio hizo Dios el cielo y la tierra; esto es: En su Verbo, coeterno con El, hizo Dios la materia informe de la creación espiritual y de la corporal.

Otra, el que dice: En el principio hizo Dios el cielo y la tierra; esto es: En su Verbo, coeterno con Él, hizo Dios la materia informe de la creación corporal, donde todavía estaban confundidos el cielo y la tierra, que ahora ya vemos distintos y formados en la mole de este mundo.

Otra, el que dice: En el principio hizo Dios el cielo y la tierra; esto es: En el comienzo mismo de su crear y obrar hizo Dios la materia informe que confusamente contenía el cielo y la tierra, los cuales, formados de ella, ahora campean y hacen muestra de sí con todos los seres que en ellos hay.


Capítulo 21 Significados de las palabras «La tierra era invisible», etc.


1230 30. Asimismo, por lo que atañe al sentido de las palabras siguientes, de todas aquellas verdades (c. 19), una toma para sí el que dice: Pero la tierra era invisible e incompuesta, y las tinieblas estaban sobre el abismo; esto es: aquello corpóreo que hizo Dios era la materia de las cosas corpóreas, todavía informe, sin orden, sin luz.

Otro, el que dice: Pero la tierra era invisible e incompuesta, y las tinieblas estaban sobre el abismo; esto es: este todo que se ha denominado cielo y tierra era la materia todavía informe y tenebrosa, de la cual se habían de hacer el cielo corpóreo y la tierra corpórea, con todos los seres que en ellos hay, conocidos por los sentidos del cuerpo.

Otro, el que dice: Pero la tierra era invisible e incompuesta, y las tinieblas estaban sobre el abismo; esto es: este todo que se ha denominado cielo y tierra era la materia todavía informe y tenebrosa, de la cual se había de hacer el cielo inteligible -que en otro lugar se llama cielo del cielo- y la tierra, es decir, toda la naturaleza corpórea, bajo cuyo nombre se ha de entender también el cielo corpóreo; esto es: de ella se había de hacer toda la creación invisible y visible.

Otro, el que dice: Pero la tierra era invisible e incompuesta, y las tinieblas estaban sobre el abismo; esto es: con los nombres de cielo y tierra no designó la Escritura aquella informidad; sino ya existía -dice- la dicha informidad, que denominó tierra invisible e incompuesta y abismo tenebroso, de la cual había dicho antes que hizo Dios el cielo y la tierra, es, a saber: la creación espiritual y la corporal.

Otro, el que dice: Pero la tierra era invisible e incompuesta, y las tinieblas estaban sobre el abismo; esto es: era ya una cierta informidad la materia de que antes dijo la Escritura que había Dios hecho el cielo y la tierra, es decir, toda la mole corpórea del mundo, distribuida en dos grandísimas partes, la superior y la inferior, con todas las criaturas que en ellas existen y nos son familiares y conocidas.


Capítulo 22 Se responde a algunas dificultades.


1231 31. Porque cuando alguien intentase oponerse a estas dos últimas opiniones, diciendo:

Si no queréis ver designada con el nombre de el cielo y la tierra la materia informe, entonces había algo que Dios no había creado, de donde hiciese el cielo y la tierra; porque la Escritura no ha contado que Dios hubiera hecho semejante materia; a no ser que la entendamos significada por el vocablo el cielo y la tierra, o solamente la tierra, donde se dice: En el principio hizo Dios el cielo y la tierra; de suerte que lo que se sigue: Pero la tierra era invisible e incompuesta, aunque (a Moisés) le pluguiese denominar así a la materia informe, no hemos de entender, sin embargo, sino aquella misma tierra que hizo Dios, de la cual había escrito: hizo Dios el cielo y la tierra; los defensores de estas dos opiniones que en último lugar (cap. 21) mencionamos, o los de la una o los de la otra, responderán al oír esto y dirán:

No negamos, ciertamente, que esta materia informe haya sido hecha por Dios; por Dios, de quien procede toda la creación sobre manera buena. Porque como decimos que es más bueno lo que fue creado y formado, así confesamos que es menos bueno lo que fue hecho creable y formable, pero, al cabo, bueno. Mas la Escritura no mencionó que Dios hubiese hecho esta materia informe, como no mencionó otros muchos seres, por ejemplo, los querubines y serafines, y aquellos que distintamente nombra el Apóstol: los tronos, dominaciones, principados y potestades (
Col 1,16), y, sin embargo, es manifiesto que todos ellos fueron hechos por Dios.

Mas si en aquellas palabras: hizo el cielo y la tierra están comprendidas todas las cosas, ¿qué decir de las aguas, sobre las cuales era llevado el Espíritu de Dios? (Gn 1,2). Porque si con nombrar la tierra van incluidas todas ellas, ¿cómo por el nombre de la tierra se ha de entender ya la tierra informe, cuando vemos las aguas tan hermosas? Y dado que lo entendamos así, ¿por qué dice la Escritura que de la misma materia informe fue hecho el firmamento y llamado cielo, y no dice que fueran hechas las aguas? Porque no son ya informes ni invisibles las que vemos correr con tan hermoso aspecto. Y si tal hermosura recibieron cuando dijo Dios: Congréguese el agua que está bajo el firmamento (Gn 1,7), de suerte que esta reunión sea su misma formación, ¿qué se responderá de las aguas que están encima del firmamento, las cuales, de ser informes, no habrían merecido recibir tan honorable asientos ni está escrito con qué palabra fueron formadas?

De donde, si el Génesis calla haber hecho Dios alguna cosa, que, sin embargo, ni la sana fe ni la razón segura dudan haberla hecho Dios, ni por eso ninguna juiciosa doctrina osará decir que aquellas aguas son coeternas con Dios, porque en el libro del Génesis lo oímos mencionar, pero no hallamos cuándo hayan sido formadas, ¿por qué no hemos de entender, enseñados por la verdad, que también la materia informe que la Escritura llama tierra invisible e incompuesta ha sido por Dios hecha de la nada, y, por tanto, no es coeterna con Él, por más de que la narración bíblica haya dejado de contar cuándo fue hecha?


Capítulo 23 Dos géneros de divergencias.


1232 32. Oídas y consideradas estas opiniones según la capacidad de mí flaqueza -la cual os confieso, Dios mío, a Vos, que la conocéis-, veo que pueden originarse dos géneros de divergencias, cuando con la pluma se consigna un hecho por narradores verídicos: uno, si hay divergencia sobre la verdad de las cosas; otro, si la hay sobre la intención del que lo narra. Porque una cosa es inquirir qué hay de verdad sobre la naturaleza de las cosas creadas, y otra diferente qué fue lo que Moisés, egregio siervo de vuestra fe, quiso que el lector y el oyente entendiesen por aquellas palabras.

En el primer género de divergencias, apártense de mí todos los que tienen por verdaderas doctrinas falsas; igualmente, en el segundo género, apártense de mí todos los que piensan que Moisés dijo cosas que son falsas.

Mas dejadme, Señor, que a Vos me junte y en Vos me goce con aquellos que se apacientan de vuestra verdad en la anchura de la caridad; y juntos nos acerquemos a las palabras de vuestro Libro, y busquemos en ella el intento vuestro por medio del intento de vuestro siervo, por cuya pluma nos la comunicasteis.


Capítulo 24 Dificultad de acertar con el verdadero sentido del Génesis.


1233 33. Mas entre tanta abundancia de verdades como en aquellas palabras diversamente entendidas se ofrecen a los que investigan vuestro intento, ¿quién de nosotros lo encuentra de tal suerte, que pueda con tanta seguridad afirmar ser esto lo que sintió Moisés, esto lo que quiso se entendiese en aquella narración, como afirma seguramente que tal cosa es verdad, tanto si es eso lo que dice Moisés, como si él habló de otra cosa? Porque ved aquí, Dios mío, que yo, siervo vuestro, que os he ofrecido sacrificio de alabanza en esto que escribo, y os pido que por vuestra misericordia os cumpla yo mis promesas (Ps 115,16), he aquí que ya con la confianza que digo que en vuestro Verbo inconmutable hicisteis todas las cosas, invisibles y visibles, ¿acaso con igual confianza digo que no otra cosa sino ésta pensaba Moisés cuando escribía: En el principio hizo Dios el cielo y la tierra? Porque así como en vuestra verdad veo ser esto cierto, así no veo en la mente de él que lo pensase cuando esto escribía. Porque cuando decía: En el principio, pudo pensar en el comienzo mismo de vuestras obras; pudo también pretender que por el cielo y la tierra se entendiese en este lugar la naturaleza espiritual y corporal, no ya formada y perfecta, sino incoada y todavía informe.

Veo, sin duda, que cualquiera de estas cosas que se dijesen podrían decirse con verdad; pero cuál de ellas pensaba decir Moisés en estas palabras, no lo veo de la misma manera: si bien lo que aquel gran varón tuvo en su mente al escribir estas palabras, ya sea alguna de estas cosas, ya alguna otra que por mí no ha sido mencionada, no dudo que él veía la verdad y convenientemente la enunciaba.


Capítulo 25 Que nadie atribuya a Moisés el propio pensamiento.


1234 34. Ninguno me sea ya molesto diciéndome: «No entendió Moisés eso que tú dices, sino esto que yo digo». Porque si me dijera: «¿De dónde sabes tú que Moisés entendió aquellas palabras suyas en el sentido que tú dices?», debería yo llevarlo con ecuanimidad y respondería tal vez lo que arriba he respondido, o con alguna mayor amplitud si el tal fuese algo duro de convencer. Pero cuando dice: «No sintió Moisés eso que tú dices, sino esto que digo yo», y, sin embargo, no niega que las cosas que uno y otro decimos son entrambas verdaderas, oh Vida de los pobres, Dios mío, en cuyo seno no hay contradicción!, lloved sobre mi corazón amansamientos para que soporte con paciencia a los tales, que no me dicen esto porque sean adivinos y hayan leído en el corazón de vuestro siervo lo que dicen, sino porque son soberbios; ni han conocido el pensamiento de Moisés, sino que aman el suyo propio, no porque sea verdadero, sino porque es suyo. De otra suerte amarían también cualquier otro pensamiento igualmente verdadero; como amo yo lo que ellos dicen, no porque es de ellos, sino porque es verdadero, y, por tanto, no es ya de ellos, puesto que es verdadero. Pero si lo aman porque es verdadero, ya es tanto de ellos como mío, porque pertenece en común a todos los amadores de la verdad.

Mas que ellos pretendan que no sintió Moisés lo que yo digo, sino lo que ellos dicen, eso no lo acepto, no lo quiero; porque, aun dado que así fuese, sin embargo, semejante temeridad no proviene de ciencia, sino de audacia; ni es hija de visión, sino de hinchazón. Y, por tanto, Señor, espantosos son vuestros juicios; porque vuestra verdad ni es mía ni de aquel ni del otro, sino de todos nosotros, a quienes públicamente llamáis a la comunión de ella, amonestándonos terriblemente que no queramos retenerla en privado, para no ser privados de ella. Porque cualquiera que reserva para sí propio lo que Vos ofrecéis para que sea disfrutado por todos, es rechazado del bien común a lo suyo propio: esto es, de la verdad a la mentira; porque el que habla mentira, habla de su cosecha (
Jn 8,44).

1235 35. Atended, pues -óptimo Dios, la misma Verdad-, a lo que voy a decir a este contradictor; atended, porque delante de Vos lo digo, y delante de mis hermanos, que usan legítimamente de la ley (1Tm 1,8) hasta el fin de ella, que es la caridad (l. c rompía. 5); atended y ved si os agrada lo que voy a decir. Porque a ese tal le dirijo esta palabra fraternal y pacífica: si ambos vemos que es verdad lo que Tú dices, y ambos vemos que es verdad lo que yo digo, pregunto: ¿en dónde lo vemos? Ciertamente, ni yo en ti ni tú en mí, sino ambos en la misma inconmutable Verdad, que está sobre nuestras inteligencias. Pues siendo así que no contendemos acerca de la misma luz de nuestro Señor Dios, ¿por qué contender sobre el pensamiento del prójimo, que no podemos ver como se ve la inconmutable Verdad, cuando, si el mismo Moisés se nos apareciese y dijese: «Esto pensé», ni aun así veríamos su pensamiento, sino que le creeríamos?

Que, pues, más allá de los límites de lo que está escrito, el uno no se infle contra el otro en favor de un tercero (1Co 4,6). Amemos al Señor Dios nuestro con todo el corazón, con toda el alma, con toda nuestra mente, y al prójimo como a nosotros mismos (Mt 22,37). Si no creyéremos que en orden a estos dos preceptos de la caridad escribió Moisés todo lo que escribió en aquellos libros, haremos mentiroso al Señor (1Jn 1,10), opinando del alma de aquel consiervo nuestro otra cosa de lo que él enseñó.

Ved, pues, cuán necia cosa es, entre tanta abundancia de verdaderísimas sentencias que de aquellas palabras pueden deducirse, afirmar temerariamente cuál de ellas es la que sobre todas entendió, y con perniciosas discusiones ofender la misma caridad, en orden a la cual dijo todas las cosas aquel cuyas palabras nos esforzamos por explicar.


Capítulo 26 Que unas palabras bíblicas pueden contener diversos sentidos.


1236 36. Y, con todo, yo, Dios mío, Excelsitud de mí bajeza y descanso de mí trabajo, que oís mis confesiones y perdonáis mis pecados, no puedo creer de vuestro fidelísimo siervo Moisés menos de aquel don que yo hubiera querido y deseado me otorgaseis, si hubiera nacido al tiempo que él nació, y me hubieseis colocado en tal lugar, que por ministerio de mi corazón y de mí lengua fuesen comunicados aquellos Libros que después habían de ser de tanto provecho a todas las gentes, y con tan encumbrada autoridad habían de prevalecer por el orbe universo sobre todas las palabras del orgullo y de la mentira.

Porque quisiera, si yo entonces hubiera sido Moisés -puesto que todos venimos de la misma masa (
Rm 9,21) y ¿qué es el hombre sino porque Vos os acordáis de él? (Ps 8,5)-, quisiera, pues, si entonces fuera yo lo que él, y Vos me hubieseis encargado de escribir el libro del Génesis, que me fuese dada tal facultad de decir y tal modo de componer las palabras, que, por una parte, los que no pueden todavía entender de qué manera crea Dios, no rechazasen mis asertos como superiores a sus alcances, y por otra, los que ya pueden entenderlo, cualquiera sentencia verdadera a que hubiesen llegado con su pensamiento, no la encontrasen preterida en las breves palabras de tu siervo; y si otro en la luz de la Verdad viese otra distinta, tampoco ésta dejase de estar en aquellas palabras entendida.


Capítulo 27 La fuente abundante de la Escritura.


1237 37. Porque así como la fuente en reducido espacio es más abundante y por muchos arroyuelos suministra corriente a más dilatados espacios, que cada uno de estos arroyuelos, que desde la misma fuente por muchos lugares se desliza, así la narración de vuestro dispensador (), que a muchos predicadores había de aprovechar, en escaso número de palabras mana raudales de verdad cristalina, de donde cada cual, lo verdadero que puede, éste esto, aquél aquello, derívalo para sí por largos rodeos de lenguaje.

Porque los unos, cuando aquellas palabras leen o escuchan, se imaginan que Dios, como si fuese un hombre o un poder dotado de inmensa mole, con un nuevo y repentino querer produjese fuera de sí mismo, como en lugares distantes, el cielo y la tierra, el uno superior e inferior la otra, en los cuales se contienen todas las cosas. Y cuando oye: «Dijo Dios: Hágase tal cosa; y se hizo tal cosa», se representan palabras que sonaron un tiempo y pasaron, y después de pasadas, al instante existió lo que se ordenó que existiese. Y se imaginan tal vez otras cosas por el estilo, conforme a su familiaridad con la carne. En los cuales, todavía pequeñuelos animalitos, mientras en este humildísimo género de palabras, como en el regazo de una madre, es llevada su debilidad, saludablemente se edifica la fe con que tienen por cierto y retienen que Dios hizo todas las naturalezas que en derredor contemplan sus sentidos con maravillosa variedad. Y si alguno de ellos, como desdeñoso de la trivialidad de aquellas sentencias, con soberbia imbecilidad, se abalanza fuera de la cuna que le nutre, ¡ay!, caerá el miserable; y apiadaos de él, Señor Dios, para que los transeúntes no pisoteen al polluelo implume, y enviad vuestro ángel que torne a ponerle en el nido, para que viva hasta que vuele.


Capítulo 28 Diversas opiniones sobre el pasaje de Moisés.


1238 38. Mas otros, para quienes estas palabras (de Moisés) son, no ya nido, sino arboledas sombrías, ven en ellas frutos escondidos y revolotean alegres y gorjean escudriñándolos y les echan mano. Porque cuando leen y oyen estas palabras vuestras, Dios eterno, echan de ver que todos los tiempos pasados y futuros son superados por vuestra estabilidad permanente, y, sin embargo, nada hay en la creación temporal que no lo hayáis hecho Vos; que por ser vuestra voluntad una misma cosa con Vos, sin mudarse de ningún modo, ni nacer en Vos algún querer que antes no existiese, hicisteis todas las cosas: no sacando de Vos una semejanza vuestra, forma de todas, sino formando de la nada una desemejanza informe, que sería formada por vuestra semejanza, retornando a Vos Uno a proporción de su ordenada capacidad, cuando a cada una de las cosas en su género le ha sido dado, y así llegarían a ser todas las cosas sobre manera buenas (Gn 1,31), tanto las que cerca de Vos permanecen fijas (los ángeles), como las que, separadas por una distancia gradualmente mayor, hacen o padecen por los tiempos y lugares hermosas transformaciones. Esto ven, y se gozan en la luz de vuestra verdad lo poquito que pueden.

1239 39. Y uno de ellos repara en lo que está dicho: En el principio hizo Dios.. y reconoce a la Sabiduría en este principio, pues también ella nos habla (Jn 8,14): y otro igualmente en las mismas palabras y por el principio entiende el comienzo de las cosas creadas y lo interpreta así: En el principio hizo; como si dijese: Primeramente hizo...

Y entre los que por la frase «En el principio» entienden que «en la Sabiduría hizo el cielo y la tierra», uno de ellos cree que por el cielo y la tierra es la materia creable del cielo y la tierra (materia prima) la que así es designada; otro cree que son las naturalezas ya formadas y distintas; otro, que con el nombre cielo lo es una naturaleza ya formada, la espiritual, y con el nombre tierra, otra informe, la materia corpórea.

Mas los que en los nombres cielo y tierra entienden la materia todavía informe, ni aun éstos lo entienden de la misma manera, sino uno: «de donde fuese acabada la creación inteligible y la sensible»; otro, solamente: «de donde fuese acabada esta mole sensible que en su espacioso seno contiene todas las naturalezas sensibles y manifiestas».

Ni los que creen que en este pasaje son apellidados cielo y tierra las criaturas ya dispuestas y distribuidas opinan del mismo modo, sino que el uno entiende la creación invisible y la visible; el otro, solamente la visible, en la cual vemos el cielo luminoso y la tierra oscura y los seres que en ellos se contienen.


Capítulo 29 De cuatro maneras cómo una cosa es primero que otras.


1240 40. Mas aquel que no interpreta: En el principio hizo.. sino como si dijese: Primeramente hizo.. no tiene manera de entender con verdad el cielo y la tierra, sino entendiendo «la materia (informe) del cielo y la tierra»; esto es, de toda la creación, a saber, de la inteligible y de la corpórea. Porque si la quiere entender ya toda «formada», con razón se le podrá preguntar: Si esto es «lo primero» que hizo Dios, ¿qué es lo que hizo después?, y una vez hecho el universo, no hallará nada que decir; y, por tanto, oirá de mala gana que le digan: ¿Cómo fue aquello «lo primero», si nada hizo «después»?

Mas cuando dice que «primeramente» hizo la materia informe, y «después» le dio forma, no dice nada absurdo, con tal que sea capaz de discernir qué es lo que «precede» por eternidad, qué por tiempo, qué por intención, qué por origen. Por eternidad, como Dios a todas las cosas; por tiempo, como la flor al fruto; por intención, como el fruto a la flor; por origen, como el sonido al canto. De estas cuatro «precedencias», la primera y la última que he mencionado muy difícilmente se entienden: las dos de en medio, muy fácilmente.

Porque rara visión es y ardua en demasía contemplar, Señor, vuestra eternidad, que inconmutablemente produce las cosas mudables, y por eso es «primero» que ellas.

Después, ¿quién tendrá tan aguda la vista del espíritu, que sin gran trabajo pueda distinguir cómo «primero» es el sonido que el canto, por razón de que el canto es un sonido «formado», y una cosa puede existir «no formada», mas lo que no es no puede formarse? Así, «primero» es la materia que lo que de ella se hace; «primero», no porque sea ella quien hace, pues más bien es hecha. Tampoco es «primero» por intervalo de tiempo; porque no emitimos en un primer tiempo los sonidos informes sin canto, y en otro tiempo posterior los adaptamos y amoldamos a la forma de cántico, como se trabajan las tablas o la plata de que se fabrica el arca o la copa; porque estas materias preceden en el tiempo a las formas de las cosas que de ellas se hacen. Pero en el canto no es así; porque su «sonido» se oye a la vez que se canta. Porque lo que primeramente de cualquier modo hubiere «sonado», pasa, y nada de ello encontramos para, volviendo a tomarlo, adaptarlo a las reglas del arte. Y por ende, el canto consiste en su sonido; este sonido suyo es su materia, pues él es el que recibe la forma para ser canto.

Y por eso -como yo decía-, «primero» es la materia del sonar que la forma del cantar: «primero», no por potencia eficiente, pues el sonido no es el artífice del cantar, sino que, procedente del cuerpo, está sujeto al alma que canta para que de él haga el canto. Ni «primero» en tiempo, pues simultáneamente con el canto es emitido. Ni «primero» en la intención, porque no es mejor el sonido que el canto, puesto que el canto es no solamente sonido, sino lindo sonido. Pero es «primero» en origen, porque no recibe forma el canto para ser sonido, sino el sonido recibe forma para ser canto.

Por este ejemplo entienda el que puede que «primero» fue hecha la materia (informe) de las cosas, y apellidada el cielo y la tierra, porque de ella fueron hechos el cielo y la tierra; y que fue hecha «primero» no en tiempo, puesto que las formas de las cosas son las que dan origen al tiempo, y aquella materia era informe, y simultáneamente con el tiempo es percibida (y formada). Y, sin embargo, nada puede decirse de ella, sino cual si tuviese cierta «prioridad» en el tiempo; que en valía es la última, porque, sin duda, mejores son las cosas formadas que las informes; y es «precedida» por la eternidad del Creador, para que de la nada hubiese de qué hacer algo.


Capítulo 30 Concordia de las opiniones discordantes.


1241 41. En esta diversidad de opiniones verdaderas, la misma Verdad haga nacer la concordia, y nuestro Dios tenga misericordia de nosotros (Ps 66,2) para que legítimamente usemos de la ley, teniendo por fin del precepto la pura caridad (1Tm 1,8).

Y por esto, si alguien me pregunta cuál de estas interpretaciones sintió aquel vuestro siervo Moisés, no son estas palabras las de mis Confesiones si no os confieso: No lo sé. Y sé, sin embargo, que son verdaderas aquellas opiniones, excepto las carnales, de las cuales he dicho lo que me parecía. Sin embargo, los pequeñuelos (que las sostienen) son de buena esperanza, pues no les espantan las palabras de vuestro Libro, humildemente sublimes y copiosamente concisas.

Mas todos los que en estas vuestras palabras confieso que ven y dicen cosas verdaderas, amémonos mutuamente, y a la vez amemos a Vos, Señor Dios nuestro, fuente de verdad, si es que de ella misma tenemos sed, no de cosas vanas. Y de tal suerte honremos a vuestro mismo siervo Moisés, dispensador de esta Escritura y lleno de vuestro espíritu, que creamos que cuando por revelación vuestra escribía estas cosas, tenía puesta la mira en lo que, más que nada, en ellas sobresale por la luz de la verdad y el fruto de la utilidad (la caridad).


Capítulo 31 Moisés intentó todos los sentidos verdaderos que se pueden dar a sus palabras.


1242 42. Así, cuando uno dice: «Moisés sintió lo que yo digo», y otro: «No, sino lo que digo yo», me parece que más religiosamente respondo: ¿Por qué no más bien las dos cosas, si una y otra son verdaderas? Y si alguno viese en aquellas palabras un tercer sentido verdadero, o un cuarto, o cualquier otro número, ¿por qué no se ha de creer que todos ellos los vio aquel por cuyo medio el Dios único atemperó las sagradas Letras a las interpretaciones de muchos que en ellas habían de ver diversos y verdaderos sentidos?

Yo, ciertamente -de todo corazón lo afirmo intrépido-, si, elevado a la cumbre de la autoridad, escribiese alguna cosa, prefiriera escribir de tal suerte, que mis palabras sonaran a lo que cada cual pudiese alcanzar de verdadero en estas cosas antes que poner una sola sentencia verdadera claramente, con objeto de excluir las demás, cuya falsedad no pudiera ofenderme. No quiero, pues, Dios mío, ser tan irreflexivo que no crea que tal varón mereció de Vos semejante favor. Sintió él, indudablemente, en estas palabras, y pensó, cuando las escribía, cuanto de verdadero hemos podido hallar, y cuanto no hemos podido nosotros, y, sin embargo, puede hallarse en ellas.


Capítulo 32 Sólo desea ser apacentado por Dios con la verdad.


1243 43. Finalmente, Señor, que sois Dios, y no carne y sangre, si algún sentido no vio Moisés, ¿Acaso también a vuestro Espíritu bueno que me conducirá a la tierra llana (Ps 142,10) pudo ocultársele nada de cuanto en aquellas palabras Vos mismo habíais de revelar a los venideros que las leyesen, aunque aquel por quien fueron escritas pensase quizá en una sola entre muchas verdaderas sentencias? Y si esto es así, téngase, pues, la que él pensó por la más excelsa entre todas; mas a nosotros, Señor, mostradnos o aquella misma u otra verdadera que os plazca; de suerte que, ora nos descubráis la misma que a aquel varón vuestro, ora alguna otra con ocasión de aquellas mismas palabras, seáis Vos quien nos apacentéis, no nos engañe el error.

¡Ved aquí, Señor, Dios mío, cuántas cosas he escrito, cuántas cosas -perdonadme-, sobre tan pocas palabras! A este tenor, ¿qué fuerzas, qué tiempo me bastará para explanar todos vuestros Libros? Permitidme, pues, que en ellos os confiese más brevemente, y que elija una sola cosa que Vos me inspirareis, verdadera, cierta y buena, aunque se ofrezcan muchas donde muchas podrán ofrecerse; y con tal fidelidad de mí confesión, que si yo acertara a decir lo que sintió vuestro ministro, ¡bien, magnífico!, pues a eso me debo esforzar; mas si no lo alcanzare, diga yo al menos lo que por aquellas palabras quisiere decirme vuestra Verdad, que también a Moisés le dijo lo que quiso.



LIBRO XIII

1300 Versículos 2 y 3 del Génesis.
(Alegoría de la Iglesia)

Capítulo 1: Invoca a Dios, que le previene con su gracia.


1301 1. Os invoco, Dios mío, misericordia mía, que me criasteis, y cuando yo os tenía olvidado, no me olvidasteis. Os invoco para que vengáis a mi alma, a la cual preparáis para que os reciba con el deseo que le inspiráis. No desamparéis al que ahora os invoca, pues que antes que os invocara me previnisteis y frecuentemente insististeis con muchas maneras de voces, para que de lejos os oyese y me convirtiese y os llamase a Vos que me llamabais.

Porque Vos, Señor, borrasteis todos mis méritos malos para no dar su merecido a estas mis manos que os hicieron traición, y previnisteis todos mis méritos buenos para galardonar a vuestras manos con que me hicisteis. Porque antes que yo fuese, eráis Vos; ni era yo algo para que me otorgaseis el ser. Y, sin embargo, he aquí que soy por vuestra bondad, que previno todo esto: que me hicisteis y por qué me hicisteis. Porque Vos no tenéis necesidad de mí, ni yo soy tal bien de que Vos pudierais ser ayudado, Señor mío y Dios mío; ni puedo en tal manera serviros como para que no os fatiguéis en obrar, o para que no sufra mengua vuestro poder, faltándole mí obsequio, ni para daros culto como se cultiva la tierra, que si no os doy culto, quedaréis baldío, sino para serviros y daros culto, a fin de que me venga la felicidad de Vos, de quien me viene el ser capaz de ser feliz.



Agustin - Confesiones 1227