Casti connubii ES 61

El verdadero amor

61 Avanzan aun mas los modernos enemigos del matrimonio, sustituyendo el genuino y constante amor, base de la felicidad conyugal y de la dulce intimidad, por cierta conveniencia ciega de caracteres y conformidad de genios, a la cual llaman simpatia, la cual, al cesar, debilita y hasta del todo destruye el unico vinculo que unia las almas. ¿Qué es esto sino edificar una casa sobre la arena? Y ya de ella dijo nuestro Señor Jesucristo que el primer soplo de la adversidad la haria cuartearse y caer: Y soplaron vientos y dieron con impetu contra ella y se desplomo y fue grande su ruina (Leon XIII, enc. ARCANUM DIVINAE SAPIENTIAE) Mientras que, por lo contrario, el edificio levantado sobre la roca, es decir, sobre el mutuo amor de los esposos, y consolidado por la unión deliberada y constante de las almas, ni se cuarteara nunca ni sera derribado por alguna adversidad.


4. Errores contra el sacramento

Afirman que el matrimonio no es una cosa religiosa sino profana

62 Hemos defendido hasta aqui, Venerables Hermanos, los dos primeros y por cierto muy excelentes beneficios del matrimonio cristiano, tan combatidos por los destructores de la sociedad actual. Mas porque excede con mucho a estos dos el tercero, o sea el del sacramento, nada tiene de extrano que veamos a los enemigos del mismo impugnar ante todo y con mayor sana su excelencia. Afirman, en primer lugar, que el matrimonio es una cosa del todo profana y exclusivamente civil, la cual en modo alguno ha de ser encomendada a la sociedad religiosa, esto es, a la Iglesia de Cristo, sino tan solo a la sociedad civil; anaden, además, que es preciso eximir el contrato matrimonial de todo vinculo indisoluble, por medio de divorcios que la ley habra, no solamente de tolerar, sino de sancionar: y asi, a la postre, el matrimonio, despojado de toda santidad, quedara relegado al numero de las cosas profanas y civiles.

Matrimonio civil

63 Como principio y fundamento establecen que solo el acto civil ha de ser considerado como verdadero contrato matrimonial (matrimonio civil suelen llamarlo); el acto religioso, en cambio, es cierta anadidura que a lo sumo habra de dejarse para el vulgo supersticioso. Quieren, además, que sin restricción alguna se permitan los matrimonios mixtos de catolicos y acatolicos, sin preocuparse de la religión ni de solicitar el permiso de la autoridad religiosa. Y luego, como una consecuencia necesaria, excusan los divorcios perfectos y alaban y fomentan las leyes civiles que favorecen la disolución del mismo vinculo matrimonial.

Caracter sagrado del matrimonio

64 Acerca del caracter religioso de todo matrimonio, y mucho mas del matrimonio cristiano, pocas palabras hemos aqui de anadir, puesto que Nos remitimos a la Enciclica de Leon XIII que ya hemos citado repetidas veces y expresamente hecho Nuestra, en la cual se trata prolijamente y se defiende con graves razones cuanto hay que advertir sobre esta materia. Pero creemos oportuno el repetir solo algunos puntos.

A la sola luz de la razon natural, y mucho mejor si se investigan los vetustos monumentos de la historia, si se pregunta a la conciencia constante de los pueblos, si se consultan las costumbres e instituciones de todas las gentes, consta suficientemente que hay, aun en el matrimonio natural, un algo sagrado y religioso, no advenedizo, sino ingénito; no procedente de los hombres, sino innato, puesto que el matrimonio tiene a Dios por autor, y fue desde el principio como una especial figura de la Encarnación del Verbo de Dios (
Ep 5,32 He 13,4) ) Esta naturaleza sagrada del matrimonio, tan estrechamente ligada con la religión y las cosas sagradas, se deriva del origen divino arriba conmemorado; de su fin, que no es sino el de engendrar y educar hijos para Dios y unir con Dios a los conyuges mediante un mutuo y cristiano amor; y, finalmente, del mismo natural oficio del matrimonio, establecido, con providentísimo designio del Creador, a fin de que fuera algo asi como el vehiculo de la vida, por el que los hombres cooperan en cierto modo con la divina omnipotencia. A lo cual, por razon del sacramento, debe anadirse un nuevo titulo de dignidad que ennoblece extraordinariamente al matrimonio cristiano, elevandolo a tan alta excelencia que para el Apostol aparece como un misterio grande y en todo honroso (CIS 1060).

Santa reverencia

65 Este caracter religioso del matrimonio, con su excelsa significación de la gracia y la unión entre Cristo y la Iglesia, exige de los futuros esposos una santa reverencia hacia el matrimonio cristiano y un cuidado y celo también santos a fin de que el matrimonio que intentan contraer se acerque, lo mas posible, al prototipo de Cristo y de la Iglesia.

Prohibición del matrimonio mixto

66 Mucho faltan en esta parte, y a veces con peligro de su eterna salvación, quienes temerariamente y con ligereza contraen matrimonios mixtos, de los que la Iglesia, basada en gravisimas razones, aparta con solicitud y amor maternales a los suyos, como aparece por muchos documentos recapitulados en el canon del Codigo canonico, que establece lo siguiente: La Iglesia prohibe severisimamente, en todas partes, que se celebre matrimonio entre dos personas bautizadas, de las cuales una sea catolica y la otra adscrita a una secta herética o cismatica; y si hay peligro de perversión del conyuge católico y de la prole, el matrimonio esta además vedado por la misma ley divina (Cf Leon XIII Quod multum del 22 de Agosto de 1886. ).

Y aunque la Iglesia, a veces, según las diversas condiciones de los tiempos y personas, llega a conceder la dispensa de estas severas leyes (salvo siempre el derecho divino, y alejado, en cuanto sea posible, con las convenientes cautelas, el peligro de perversion), dificilmente sucedera que el conyuge católico no reciba algun detrimento de tales nupcias (Cf Leon XIII En Constanti Hungarorum 11/11/1893. ).

Consecuencias deplorables del matrimonio mixto

67 De donde se origina con frecuencia que los descendientes se alejen deplorablemente de la religión, o al menos, que vayan inclinandose paulatinamente hacia la llamada indiferencia religiosa, rayana en la incredulidad y en la impiedad. Además de que en los matrimonios mixtos se hace mas dificil aquella viva unión de almas, que ha de imitar aquel misterio antes recordado, esto es, la arcana unión de la Iglesia con Cristo (Modestinus, in Dig. 23, 2; De ritu nupt. lib. I Regularum).

Porque facilmente se echara de menos la estrecha unión de las almas, la cual, como nota y distintivo de la Iglesia de Cristo, debe ser también el sello, decoro y ornato del matrimonio cristiano; pues se puede romper, o al menos relajar, el nudo que enlaza a las almas cuando hay disconformidad de pareceres y diversidad de voluntades en lo mas alto y grande que el hombre venera, es decir, en las verdades y sentimientos religiosos. De aqui el peligro de que languidezca el amor entre los conyuges y, consiguientemente, se destruya la paz y felicidad de la sociedad doméstica, efecto principalmente de la unión de los corazones. Porque, como ya tantos siglos antes habia definido el antiguo Derecho romano: Matrimonio es la unión del marido y la mujer en la comunidad de toda la vida, y en la comunidad del derecho divino y humano (Compare: Leon XIII, INSCRUTABILI DEI CONSILIO, 21-4-1878).

El divorcio

68 Pero lo que impide, sobre todo, como ya hemos advertido, Venerables Hermanos, esta reintegración y perfección del matrimonio que establecio Cristo nuestro Redentor, es la facilidad que existe, cada vez mas creciente, para el divorcio. Mas aun: los defensores del neopaganismo, no aleccionados por la triste condición de las cosas, se desatan, con acrimonia cada vez mayor, contra la santa indisolubilidad del matrimonio y las leyes que la protegen, pretendiendo que se decrete la licitud del divorcio, a fin de que una ley nueva y mas humana sustituya a las leyes anticuadas y sobrepasadas.

Los pretextos que aducen

69 Y suelen éstos aducir muchas y varias causas del divorcio: unas, que llaman subjetivas, y que tienen su raiz en el vicio o en la culpa de los conyuges; otras, objetivas, en la condición de las cosas; todo, en fin, lo que hace mas dura e ingrata la vida comun.

Para prueba de estas causas y de estas leyes pretenden encontrar muchas razones. En primer lugar, por el bien de ambos conyuges, ya porque uno de los dos es inocente y por ello tiene derecho a separarse del culpable, ya porque es reo de crimenes y, por lo mismo también, se les ha de separar de una forzada y desagradable union; después, por el bien de los hijos, a quienes se priva de la conveniente educación, y a quienes se escandaliza con las discordias muy frecuentes y otros malos ejemplos de sus padres, apartandolos del camino de la virtud; finalmente, por el bien comun de la sociedad, que exige en primer lugar la desaparición absoluta de los matrimonios que en modo alguno son aptos para el objeto natural de ellos, y también que las leyes permitan la separación de los conyuges, tanto para evitar los crimenes que facilmente se pueden temer de la convivencia de tales conyuges, como para impedir que aumente el descrédito de los Tribunales de justicia y de la autoridad de las leyes, puesto que los conyuges, para obtener la deseada sentencia de divorcio, perpetraran de intento crimenes por los cuales pueda el juez disolver el vinculo, conforme a las disposiciones de la ley, o mentiran y perjuraran con insolencia ante dicho juez, que ve, sin embargo, la verdad, por el estado de las cosas. Por esto dicen que las leyes se deben acomodar en absoluto a todas estas necesidades, una vez que han cambiado las condiciones de los tiempos, las opiniones de los hombres y las costumbres e instituciones de los pueblos: todas las cuales razones, ya consideradas en particular, ya, sobre todo, en conjunto, demuestran con evidencia que por determinadas causas se ha de conceder absolutamente la facultad del divorcio.

"Contrato privado"

70 Con mayor procacidad todavia pasan otros mas adelante, llegando a decir que el matrimonio, como quiera que sea un contrato meramente privado, depende por completo del consentimiento y arbitrio privado de ambos contrayentes, como sucede en todos los demás contratos privados; y por ello, sostienen, ha de poder disolverse por cualquier motivo (Mt 19,6).

La ley de Dios y de Cristo condena

71 Pero también contra todos estos desatinos, Venerables Hermanos, permanece en pie aquélla ley de Dios unica e irrefrenable, confirmada amplisimamente por Jesucristo: No separe el hombre lo que Dios ha unido (Lc 16,18) ley que no pueden anular ni los decretos de los hombres, ni las convenciones de los pueblos, ni la voluntad de ningun legislador. Que si el hombre llegara injustamente a separar lo que Dios ha unido, su acción seria completamente nula, pudiéndose aplicar en consecuencia lo que el mismo Jesucristo aseguro con estas palabras tan claras: Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera (Conc. Trid. sess. 24, c. 5).

Y estas palabras de Cristo se refieren a cualquier matrimonio, aun al solamente natural y legitimo, pues es propiedad de todo verdadero matrimonio la indisolubilidad, en virtud de la cual la solución del vinculo queda sustraida al beneplacito de las partes y a toda potestad secular.

La excomunion

72 No hemos de echar tampoco en olvido el juicio solemne con que el Concilio Tridentino anatematizo estas doctrinas: Si alguno dijere que el vinculo matrimonial puede desatarse por razon de herejia, o de molesta cohabitación, o de ausencia afectada, sea anatema (Conc. Trid. sess. 24, c. 7) y si alguno dijere que yerra la Iglesia cuando, en conformidad con la doctrina evangélica y apostolica, enseno y ensena que no se puede desatar el vinculo matrimonial por razon de adulterio de uno de los conyuges, y que ninguno de los dos, ni siquiera el inocente, que no dio causa para el adulterio, puede contraer nuevo matrimonio mientras viva el otro conyuge, y que adultera tanto el que después de repudiar a la adultera se casa con otra, como la que, abandonando al marido, se casa con otro, sea anatema (CIS 1128 ss).

Luego si la Iglesia no erro ni yerra cuando enseno y ensena estas cosas, evidentemente es cierto que no puede desatarse el vinculo ni aun en el caso de adulterio, y cosa clara es que mucho menos valen y en absoluto se han de despreciar las otras tan futiles razones que pueden y suelen alegarse como causa de los divorcios.

La separación imperfecta

73 Por lo demás, las objeciones que, fundandose en aquellas tres razones, mueven contra la indisolubilidad del matrimonio, se resuelven facilmente. Pues todos esos inconvenientes y todos esos peligros se evitan concediendo alguna vez, en esas circunstancias extremas, la separación imperfecta de los esposos, quedando intacto el vinculo, lo cual concede con palabras claras la misma ley eclesiastica en los canones que tratan de la separación del talamo, de la mesa y de la habitacion (Leon XIII, enc. Arcanum) Y toca a las leyes sagradas y, a lo menos también en parte, a las civiles, en cuanto a los efectos y razones civiles se refiere, determinar las causas y condiciones de esta separación, y juntamente el modo y las cautelas con las cuales se provea a la educación de los hijos y a la incolumidad de la familia, y se eviten, en lo posible, todos los peligros que amenazan tanto al conyuge como a los hijos y a la misma sociedad civil.

Asimismo, todo lo que se suele aducir, y mas arriba tocamos, para probar la firmeza indisoluble del matrimonio, todo y con la misma fuerza logica excluye, no ya solo la necesidad sino también la facultad de divorciarse, asi como la falta de poder en cualquier magistrado para concederla, de donde tantos cuantos son los beneficios que reporta la indisolubilidad, otros tantos son los perjuicios que ocasiona el divorcio, perniciosisimos todos, asi para los individuos como para la sociedad.

Cosecha de males del divorcio

74 Y, valiéndonos una vez mas de la doctrina de Nuestro Predecesor, apenas hay necesidad de decir que tanta es la cosecha de males del divorcio cuanto inmenso el cumulo de beneficios que en si contiene la firmeza indisoluble del matrimonio. De una parte, contemplamos los matrimonios protegidos y salvaguardados por el vinculo inviolable; de otra parte, vemos que los mismos pactos matrimoniales resultan inestables o estan expuestos a inquietantes sospechas, ante la perspectiva de la posible separación de los conyuges o ante los peligros que se ofrecen de divorcio. De una parte, el mutuo afecto y la comunión de bienes admirablemente consolidada; de la otra, lamentablemente debilitada a causa de la misma facultad que se les concede para separarse. De la una, la fidelidad casta de los esposos encuentra conveniente defensa; de la otra, se suministra a la infidelidad perniciosos incentivos. De la una, quedan atendidos con eficacia el reconocimiento, protección y educación de los hijos; de la otra, reciben gravisimos quebrantos. De la una, se evitan multiples disensiones entre los parientes y familias; de la otra, se presentan frecuentes ocasiones de division. De la una, mas facilmente se sofocan las semillas de la discordia; de la otra, mas copiosa y extensamente se siembran. De la una, vemos felizmente reintegrada y restablecida, en especial, la dignidad y oficio de la mujer, tanto en la sociedad doméstica como en la civil; de la otra, indignamente rebajada, pues que se expone a la esposa al peligro de ser abandonada, una vez que ha servido al deleite del marido (Leon XIII, Longingua Oceani del 6/01/1895).

Amenaza social del divorcio

75 Y porque, para concluir con las palabras gravisimas de Leon XIII, nada contribuye tanto a destruir las familias y a arruinar las naciones como la corrupción de las costumbres, facilmente se echa de ver cuanto se oponen a la prosperidad de la familia y de la sociedad los divorcios, que nacen de la depravación moral de los pueblos, y que, como atestigua la experiencia, franquean la puerta y conducen a las mas relajadas costumbres en la vida publica y privada (Enc. ARCANUM DIVINAE SAPIENTIAE) Sube de punto la gravedad de estos males si se considera que, una vez concedida la facultad de divorciarse, no habra freno alguno que pueda contenerla dentro de los limites definidos o de los antes senalados. Muy grande es la fuerza de los ejemplos, pero mayor es la de las pasiones; con estos incentivos tiene que suceder que el capricho de divorciarse, cundiendo cada dia mas, inficione a muchas almas como una enfermedad contagiosa o como torrente que se desborda, rotos todos los obstaculos (Enc. ARCANUM DIVINAE SAPIENTIAE ).

De consiguiente, como en la misma Enciclica se lee: Mientras esos modos de pensar no varien, han de temer sin cesar, lo mismo las familias que la sociedad humana, el peligro de ser arrastrados por una ruina y peligro universal (S. Thom. Aquin. Summa,
I-II 91,1-2. ) La cada dia creciente corrupción de costumbres y la inaudita depravación de la familia que reina en las regiones en las que domina plenamente el comunismo, confirman claramente la gran verdad del anterior vaticinio pronunciado hace ya cincuenta anos.


III. LA RESTAURACIÓN CRISTIANA DEL MATRIMONIO


1. El recto orden y la obediencia a la Iglesia

La restauración cristiana del matrimonio

76 Llenos de veneración, hemos admirado hasta aqui, Venerables Hermanos, cuanto en orden al matrimonio ha establecido el Creador y Redentor de los hombres, lamentando al mismo tiempo que designios tan amorosos de la divina bondad se vean defraudados y tan frecuentemente conculcados en nuestros dias por las pasiones, errores y vicios de los hombres. Es, pues, muy natural que volvamos ahora Nuestros ojos con paternal solicitud en busca de los remedios oportunos mediante los cuales desaparezcan los perniciosisimos abusos que hemos enumerado y recobre el matrimonio la reverencia que le es debida.

Volver al recto orden la voluntad de Dios

77 Para lo cual Nos parece conveniente, en primer lugar, traer a la memoria aquel dictamen que en la sana filosofia y, por lo mismo, en la teologia sagrada es solemne, según el cual todo lo que se ha desviado de la rectitud no tiene otro camino para tornar al primitivo estado exigido por su naturaleza sino volver a conformarse con la razon divina que (como ensena el Doctor Angélico) ( Enc.ARCANUM DIVINAE SAPIENTIAE) es el ejemplar de toda rectitud.

Por lo cual, Nuestro Predecesor Leon XIII, de s. m., con razon argüia a los naturalistas con estas gravisimas palabras: La ley ha sido providentemente establecida por Dios de tal modo, que las instituciones divinas y naturales se nos hagan mas utiles y saludables cuanto mas permanecen integras e inmutables en su estado nativo, puesto que Dios, autor de todas las cosas, bien sabe qué es lo que mas conviene a su naturaleza y conservación, y todas las ordeno de tal manera, con su inteligencia y voluntad, que cada una ha de obtener su fin de un modo conveniente. Y si la audacia y la impiedad de los hombres quisieran torcer y perturbar el orden de las cosas, con tanta providencia establecido, entonces lo mismo que ha sido tan sabia y provechosamente determinado, empezara a ser obstaculo y dejara de ser util, sea porque pierda con el cambio su condición de ayuda, sea porque Dios mismo quiera castigar la soberbia y temeridad de los hombres (S. Aug. Enarrat. in Ps 143).

Es necesario, pues, que todos consideren atentamente la razon divina del matrimonio y procuren conformarse con ella, a fin de restituirlo al debido orden.

En el orden de la naturaleza buscar el orden de Dios

78 Mas como a esta diligencia se opone principalmente la fuerza de la pasión desenfrenada, que es en realidad la razon principal por la cual se falta contra las santas leyes del matrimonio y como el hombre no puede sujetar sus pasiones si él no se sujeta antes a Dios, esto es lo que primeramente se ha de procurar, conforme al orden establecido por Dios. Porque es ley constante que quien se sometiere a Dios conseguira refrenar, con la gracia divina, sus pasiones y su concupiscencia; mas quien fuere rebelde a Dios tendra que dolerse al experimentar que sus apetitos desenfrenados le hacen guerra interior. San Agustin expone de este modo con cuanta sabiduria se haya esto asi establecido: Es conveniente -dice- que el inferior se sujete al superior; que aquel que desea se le sujete lo que es inferior se someta él a quien le es superior. ¡Reconoce el orden, busca la paz! ¡Tu a Dios; la carne a ti! ¿Qué mas justo? ¿Qué mas bello? Tu al mayor, y el menor a ti; sirve tu a quien te hizo, para que te sirva lo que se hizo para ti. Pero, cuidado: no reconocemos, en verdad, ni recomendamos este orden: ¡A ti la carne y tu a Dios!, sino: ¡Tu a Dios y a ti la carne! Y si tu desprecias lo primero, es decir, Tu a Dios, no conseguiras lo segúndo, esto es, la carne a ti. Tu, que no obedeces al Señor, seras atormentado por el esclavo (Rm 1,24 Rm 1,26) ).

Y el mismo bienaventurado Apostol de las Gentes, inspirado por el Espiritu Santo, atestigua también este orden, pues, al recordar a los antiguos sabios, que, habiendo mas que suficientemente conocido al Autor de todo lo creado, tuvieron a menos el adorarle y reverenciarle, dice: Por lo cual les entrego Dios a los deseos de su corazon, a la impureza, de tal manera que deshonrasen ellos mismos sus propios cuerpos y anade aun: por esto les entrego Dios al juego de sus pasiones (Jc 4,6) Porque Dios resiste a los soberbios y da a los humildes la gracia (Rm 7-8) sin la cual, como ensena el mismo Apostol, el hombre es incapaz de refrenar la concupiscencia rebelde (Cfr Leon XIII dijo en INSCRUTABILI DEI CONSILIO, 21-4-1878).

Una profunda piedad es necesaria

79 Luego si de ninguna manera se pueden refrenar, como se debe, estos impetus indomables, si el alma primero no rinde humilde obsequio de piedad y reverencia a su Creador, es ante todo y muy necesario que quienes se unen con el vinculo santo del matrimonio estén animados por una piedad intima y solida hacia Dios, la cual informe toda su vida y llene su inteligencia y su voluntad de un acatamiento profundo hacia la suprema Majestad de Dios.

Obran, pues, con entera rectitud y del todo conformes a las normas del sentido cristiano aquellos pastores de almas que, para que no se aparten en el matrimonio de la divina ley, exhortan en primer lugar a los conyuges a los ejercicios de piedad, a entregarse por completo a Dios, a implorar su ayuda continuamente, a frecuentar los sacramentos, a mantener y fomentar, siempre y en todas las cosas, una devota sumisión a Dios (Conc. Vat., sess. 3, c. 2).

Los medios humanos son buenos pero insuficientes

80 Pero gravemente se enganan los que creen que, posponiendo o menospreciando los medios que exceden a la naturaleza, pueden inducir a los hombres a imponer un freno a los apetitos de la carne con el uso exclusivo de los inventos de las ciencias naturales (como la biologia, la investigación de la transmisión hereditaria, y otras similares). Lo cual no quiere decir que se hayan de tener en poco los medios naturales, siempre que no sean deshonestos; porque uno mismo es el autor de la naturaleza y de la gracia, Dios, el cual ha destinado los bienes de ambos ordenes para que sirvan al uso y utilidad de los hombres. Pueden y deben, por lo tanto, los fieles ayudarse también de los medios naturales. Pero yerran los que opinan que bastan los mismos para garantizar la castidad del estado conyugal, o les atribuyen mas eficacia que al socorro de la gracia sobrenatural.

Sumisión a la Iglesia

81 Pero esta conformidad de la convivencia y de las costumbres matrimoniales con las leyes de Dios, sin la cual no puede ser eficaz su restauración, supone que todos pueden discernir con facilidad, con firme certeza y sin mezcla de error, cuales son esas leyes. Ahora bien; no hay quien no vea a cuantos sofismas se abriria camino y cuantos errores se mezclarian con la verdad si a cada cual se dejara examinarlas tan solo con la luz de la razon o si tal investigación fuese confiada a la privada interpretación de la verdad revelada. Y si esto vale para muchas otras verdades del orden moral, particularmente se ha de proclamar en las que se refieren al matrimonio, donde el deleite libidinoso facilmente puede imponerse a la fragil naturaleza humana, enganandola y seduciéndola; y esto tanto mas cuanto que, para observar la ley divina, los esposos han de hacer a veces sacrificios dificiles y duraderos, de los cuales se sirve el hombre fragil, según consta por la experiencia, como de otros tantos argumentos para excusarse de cumplir la ley divina.

Por todo lo cual, a fin de que ninguna ficción ni corrupción de dicha ley divina, sino el verdadero y genuino conocimiento de ella ilumine el entendimiento de los hombres y dirija sus costumbres, es menester que con la devoción hacia Dios y el deseo de servirle se junte una humilde y filial obediencia para con la Iglesia. Cristo nuestro Señor mismo constituyo a su Iglesia maestra de la verdad, aun en todo lo que se refiere al orden y gobierno de las costumbres, por mas que muchas de ellas estén al alcance del entendimiento humano. Porque asi como Dios vino en auxilio de la razon humana por medio de la revelación, a fin de que el hombre, aun en la actual condición en que se encuentra, pueda conocer facilmente, con plena certidumbre y sin mezcla de error (Cf. Conc. Vat., sess. 3, c. 4; C I.C.
CIS 1324) las mismas verdades naturales que tienen por objeto la religión y las costumbres, asi, y para idéntico fin, constituyo a su Iglesia depositaria y maestra de todas las verdades religiosas y morales; por lo tanto, obedezcan los fieles y rindan su inteligencia y voluntad a la Iglesia, si quieren que su entendimiento se vea inmune del error y libres de corrupción sus costumbres; obediencia que se ha de extender, para gozar plenamente del auxilio tan liberalmente ofrecido por Dios, no solo a las definiciones solemnes de la Iglesia, sino también, en la debida proporción, a las Constituciones o Decretos en que se reprueban y condenan ciertas opiniones como peligrosas y perversas (Ac 20,28) ).

La falsa autonomia es impropia del cristiano

82 Tengan, por lo tanto, cuidado los fieles cristianos de no caer en una exagerada independencia de su propio juicio y en una falsa autonomia de la razon, incluso en ciertas cuestiones que hoy se agitan acerca del matrimonio. Es muy impropio de todo verdadero cristiano confiar con tanta osadia en el poder de su inteligencia, que unicamente preste asentimiento a lo que conoce por razones internas; creer que la Iglesia, destinada por Dios para ensenar y regir a todos los pueblos, no esta bien enterada de las condiciones y cosas actuales; o limitar su consentimiento y obediencia unicamente a cuanto ella propone por medio de las definiciones mas solemnes, como si las restantes decisiones de aquélla pudieran ser falsas o no ofrecer motivos suficientes de verdad y honestidad. Por lo contrario, es propio de todo verdadero discipulo de Jesucristo, sea sabio o ignorante, dejarse gobernar y conducir, en todo lo que se refiere a la fe y a las costumbres, por la santa madre Iglesia, por su supremo Pastor el Romano Pontifice, a quien rige el mismo Jesucristo Señor nuestro.

Instrucción a los fieles por todos los medios posibles

83 Debiéndose, pues, ajustar todas las cosas a la ley y a las ideas divinas, para que se obtenga la restauración universal y permanente del matrimonio, es de la mayor importancia que se instruya bien sobre el mismo a los fieles; y esto de palabra y por escrito, no rara vez y superficialmente, sino a menudo y con solidez, con razones profundas y claras, para conseguir de este modo que esta verdades rindan las inteligencias y penetren hasta lo intimo de los corazones. Sepan y mediten con frecuencia cuan grande sabiduria, santidad y bondad mostro Dios hacia los hombres, tanto al instituir el matrimonio como al protegerlo con leyes sagradas; y mucho mas al elevarlo a la admirable dignidad de sacramento, por la cual se abre a los esposos cristianos tan copiosa fuente de gracias, para que casta y fielmente realicen los elevados fines del matrimonio, en provecho propio y de sus hijos, de toda la sociedad civil y de la humanidad entera.

Y ya que los nuevos enemigos del matrimonio trabajan con todas sus fuerzas, lo mismo de palabra que con libros, folletos y otros mil medios, para pervertir las inteligencias, corromper los corazones, ridiculizar la castidad matrimonial y enaltecer los vicios mas inmundos, con mucha mas razon vosotros, Venerables Hermanos, a quienes el Espiritu Santo ha instituido Obispos, para regir la Iglesia de Dios, que ha ganado El con su propia sangre (
Jn 8,32 ss.; Ga 5,13) debéis hacer cuanto esté de vuestra parte, ya por vosotros mismos y por vuestros sacerdotes, ya también por medio de seglares oportunamente escogidos entre los afiliados a la Acción Catolica, tan vivamente por Nos deseada y recomendada como auxiliar del apostolado jerarquico, a fin de que, poniendo en juego todos los medios razonables, contrapongais al error la verdad, a la torpeza del vicio el resplandor de la castidad, a la servidumbre de las pasiones la libertad de los hijos de Dios (Jn 8,32 ss.; Ga 5,13) a la inicua facilidad de los divorcios la perenne estabilidad del verdadero amor matrimonial y de la inviolable fidelidad, hasta la muerte, en el juramento prestado. Asi los fieles rendiran con toda el alma incesantes gracias a Dios por haberles ligado con sus preceptos y haberles movido suavemente a rehuir en absoluto la idolatria de la carne y la servidumbre innoble a que les sujetaria el placer (Decisión del Santo Oficio del 11 de Marzo de 1931. ) Asimismo, miraran con terror y con diligencia suma evitaran aquellas nefandas opiniones que, para deshonor de la dignidad humana, se divulgan en nuestros dias, mediante la palabra y la pluma, con el nombre de perfecto matrimonio, y que hacen de semejante matrimonio perfecto no otra cosa que un matrimonio depravado, como se ha dicho con toda justicia y razon (Enc. ARCANUM DIVINAE SAPIENTIAE).

La exagerada educación fisiologica

84 Esta saludable instrucción y educación religiosa sobre el matrimonio cristiano dista mucho de aquella exagerada educación fisiologica, por medio de la cual algunos reformadores de la vida conyugal pretenden hoy auxiliar a los esposos, hablandoles de aquellas materias fisiologicas con las cuales, sin embargo, aprenden mas bien el arte de pecar con refinamiento que la virtud de vivir castamente.

Por lo cual hacemos Nuestras con sumo agrado, Venerables Hermanos, aquellas palabras que Nuestro predecesor Leon XIII, de f. m., dirigia a los Obispos de todo el orbe en su Enciclica sobre el matrimonio cristiano: Procurad, con todo el esfuerzo y toda la autoridad que podais, conservar en los fieles, encomendados a vuestro cuidado, integra e incorrupta la doctrina que nos han comunicado Cristo Señor nuestro y los Apostoles, intérpretes de la voluntad divina, y que la Iglesia catolica religiosamente ha conservado, imponiendo en todos los tiempos su cumplimiento a todos los cristianos (S. Rob. BellaRm . De controversiis t. 2, De Matr. contr. 2, 6).

Inculcar el concepto elevado y recto

85 Mas, como ni aun la mejor instrucción comunicada por medio de la Iglesia, por muy buena que sea, basta, ella sola, para conformar de nuevo el matrimonio con la ley de Dios, a la instrucción de la inteligencia es necesario anadir, por parte de los conyuges, una voluntad firme y decidida de guardar las leyes santas que Dios y la naturaleza han establecido sobre el matrimonio. Sea cual fuere lo que otros, ya de palabra, ya por escrito, quieran afirmar y propagar, se decreta y sanciona para los conyuges lo siguiente, a saber, que en todo lo que al matrimonio se refiere se sometan a las disposiciones divinas: en prestarse mutuo auxilio, siempre con caridad; en guardar la fidelidad de la castidad; en no atentar jamas contra la indisolubilidad del vinculo; en usar los derechos adquiridos por el matrimonio, siempre según el sentido y piedad cristiana, sobre todo al principio del matrimonio, a fin de que, si las circunstancias exigiesen después la continencia, les sea mas facil guardarla a cualquiera de los dos, una vez ya acostumbrados a ella.


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