Catena aurea ES 3417

MATEO 4,17


3417 (Mt 4,17)

Desde entonces empezó Jesús a predicar y decir: "haced penitencia, porque se acerca el reino de los cielos". (v. 17)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 6. Debe predicar la justicia de Jesucristo el que pueda mortificar su estómago, el que desprecia las cosas del siglo y el que no desea la vanagloria. Por ello se dice: "Desde entonces empezó a predicar". Esto es, desde que tentado venció el hambre en el desierto, despreció la avaricia en el monte e hirió la vanagloria en el templo; empezó a predicar, desde que San Juan fue encerrado en la prisión. Porque si hubiese empezado a predicar cuando predicaba San Juan, hubiese quitado mérito a la predicación de éste, la cual hubiese aparecido como superflua, comparada con la de Jesucristo. Así sucede con el sol y el lucero de la mañana, que apareciendo juntos, el fulgor del sol oscurece la hermosura del lucero.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 14,1. Por ello no predicó hasta que San Juan fue hecho prisionero: porque temió que se dividiese el auditorio. No habiendo hecho ningún milagro el Bautista, toda la gente se hubiese marchado con el Salvador.

Rábano. En esto manifiesta también que nadie debe despreciar la predicación de un inferior. De donde dice el Apóstol: Si alguno habla estando sentado, calle el superior1.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 6. Así, pues, se propuso (Cristo) con mucha sabiduría, empezar su predicación en esta época, no para confundir la doctrina de San Juan, sino para confirmarla más y más y para demostrar que era un testigo verdadero.

San Jerónimo. En esto mismo demuestra que El era Hijo del mismo Dios, de quien el Bautista había sido profeta y por ello dice: "Haced penitencia".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 6. No realizó en seguida la predicación de la justicia que todos conocían, sino la penitencia que todos necesitaban. ¿Quién se atreverá a decir: quiero ser bueno y no puedo? La penitencia es la represión de la voluntad; y si los males no os aterran (para que hagáis penitencia), al menos que os deleiten los bienes. Y prosigue. Se acerca, pues, el reino de los cielos, esto es, la felicidad del reino de Dios, como si dijese: "Preparaos por medio de la penitencia", porque se acerca el tiempo de vuestro premio.

Remigio. Y nótese que no dice: se acerca el reino de los cananeos, ni de los jebuseos, sino el reino de los cielos. La ley ofrecía los bienes temporales, pero el Señor ofrecía el reino de los cielos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 14,1-2. Véase que en esta predicación nada dice de sí mismo; lo cual en verdad, era muy conveniente, porque aún no se habían podido formar una opinión de El. Empezando, pues, no dijo nada grave como lo había hecho el Bautista: que el hacha estaba preparada para cortar el árbol y otras cosas por el estilo, sino que en el principio habló de cosas agradables evangelizando el reino de los cielos.

San Jerónimo. También puede decirse en sentido místico, que una vez preso el Bautista, Cristo empezó a predicar, porque terminada la ley en seguida nació el Evangelio.

MATEO 4,18-22


3418 (Mt 4,18-22)

Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio dos hermanos, Simón, que después se llamó Pedro y Andrés su hermano, que arrojaban las redes al mar: eran pescadores: Y les dijo: "Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres". Y ellos inmediatamente dejando las redes le siguieron. Y marchando de allí, vio otros dos hermanos, Jacob el del Zebedeo y a su hermano Juan, que estaban con su padre en el barco remendando sus redes, y los llamó. Y ellos, abandonando en seguida a su padre y a las redes, le siguieron. (vv. 18-22)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 7. Jesucristo llama a los apóstoles antes de decir ni hacer nada, para que nada se les oculte, ni de las palabras, ni de las obras de Jesucristo; para que después puedan decir con toda seguridad: no podemos menos de decir lo que hemos visto y oído. De aquí que se dice: Andando Jesús junto al mar de Galilea.

Rábano. El mar de Galilea es el mismo lago de Genezaret; el mar de Tiberíades es el lago de las Salinas.

La Glosa. Con toda oportunidad el que ha de pescar pescadores va por los lugares donde hay pesca. Y por ello prosigue: Vio dos hermanos, Simón, que después se llamó Pedro y Andrés su hermano.

Remigio. Vio, no sólo corporalmente, sino de una manera espiritual, mirando a sus corazones.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 14,2Los llamó cuando estaban en sus ocupaciones, manifestando que conviene anteponer la obligación de seguir a Jesucristo a todas las ocupaciones. De donde prosigue: arrojando las redes al mar, lo que incumbía al oficio de aquéllos, por lo que sigue: "eran pescadores".

San Agustín, sermones, 197,2. No eligió reyes, o senadores, o filósofos, u oradores, sino que eligió hombres que eran sencillos, pobres e ignorantes pescadores.

San Agustín, in Ioannem, 7,17. Si hubiese sido elegido un docto, acaso hubiese dicho que había sido elegido por sí mismo y que lo había merecido por su sabiduría. Nuestro Señor Jesucristo queriendo humillar las cervices de los soberbios, no buscó un pescador en un orador, sino que, de un pescador sacó uno que había de mandar. San Cipriano fue un gran orador, pero antes estuvo Pedro que era pescador.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 7. Los artesanos profetizaban con su trabajo la gracia de la dignidad futura; porque así como arrojan la red al agua y no saben qué clase de pescados habrán de sacar, así el sabio cuando arroja las redes de su palabra sobre el pueblo, no sabe los que habrán de acercarse a Dios. Sin embargo, se adherirán a su predicación los llamados por Dios.

Remigio. Dios habla de estos pescadores por Jeremías, diciendo: "Os enviaré mis pescadores y os pescarán". Por ello se añade: "Venid en pos de mí".

La Glosa. No tanto con los pies, como con el afecto y la imitación. "Y os haré pescadores de hombres".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 7. Esto es, maestros. Y con la red de la palabra de Dios captarás a los hombres del mundo tempestuoso y peligroso, en donde los hombres no andan sino que son heridos. Porque el diablo, cuando los empuja hacia el mal, en donde se comen los hombres unos a otros como los peces más fuertes devoran a los más jóvenes para que, trasladados, vivan en la tierra como miembros del cuerpo de Cristo.


San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 5,1. Pedro y Andrés no habían visto que Jesucristo hubiese hecho algún milagro. Nada habían oído del premio eterno y, sin embargo al oír la voz del Salvador se olvidaron de todo lo que creían poseer. De donde se sigue: Pero ellos en seguida, dejando las redes le siguieron. En ello debemos ver más bien el afecto de los bienes, pues mucho dejó quien nada conservó para sí; mucho ha abandonado quien renunció con las cosas que poseían sus concupiscencias. Los que le seguían dejaron tanto como podían apetecer los que no le seguían. Nuestros actos exteriores, por pequeños que sean, agradan a Dios. Y no consideremos cuánto sea el sacrificio que cuestan sino cómo los manifestamos. El reino de Dios no tiene precio: vale tanto cuanto tienes.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 7. Los discípulos nombrados no siguieron a Cristo buscando el honor de sabios, sino el precio de su trabajo. Conocían cuán preciosa es el alma humana, cuán grata es su santidad en la presencia de Dios y cuán grande es la recompensa ofrecida.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 14,2. Creyeron en una promesa tan grande y comprendieron por los sermones que oyeron, que ellos podrían convocar a otros hombres.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 7. Deseando estas cosas, siguieron a Cristo dejando cuanto les rodeaba, en lo cual nos enseñaron que nadie puede aferrarse a las cosas de la tierra y marchar perfectamente al cielo.

La Glosa. En estas cosas se muestra un modelo para aquéllos que todo lo dejan por seguir a Jesucristo y se ofrece también una lección a aquéllos que posponen a Dios, incluso a sus afecciones carnales. De donde se dice: Y marchándose de allí, vio a otros dos hermanos. Observa que los llama de dos en dos, como en otro lugar se lee, que los mandó también de dos en dos a predicar.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 17,1. Como que aquí se nos insinúa que aquél que no tiene caridad con otro no debe tomar a su cargo la predicación: dos son los preceptos de caridad y ésta no puede darse con menos de dos personas.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 7. Puso con mucha propiedad los fundamentos de la Iglesia sobre la caridad fraterna; para que subiendo como la savia por el tronco del árbol llegue hasta las ramas. Y lo hizo sobre la caridad natural, para que la caridad sea más fuerte, no sólo por la gracia, sino también por la naturaleza. Por ello dice: hermanos. Así lo hizo Dios en el Antiguo Testamento, colocando en Moisés y Aarón el fundamento de su edificio. Pero como la gracia del Nuevo Testamento es mucho mayor que la del Antiguo, edificó el primer pueblo sobre una sola fraternidad y el segundo sobre dos. Dijo Santiago el del Zebedeo y a su hermano Juan que estaban con su padre Zebedeo en el barco, remendando sus redes, lo cual es indicio de una pobreza extrema. Remendaban las viejas porque no tenían para comprar redes nuevas. Y explica a la vez la gran caridad de ellos, porque en tanta pobreza favorecían a su padre, tanto que lo llevaban consigo en el barco, no porque él pudiese ayudarles con su trabajo, sino para que se consolase con su presencia.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 14,2. No es pequeña esta demostración de piedad, soportar con gusto la pobreza, alimentarse con su justo trabajo, vivir juntos por la virtud del amor, tener consigo y cuidar a su padre.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 7. No nos atrevemos a estimar cuánto sea el mérito de los primeros que se prestaron veloces a predicar, que siendo tan pobres que todavía componían sus redes, las arrojaban al mar; sólo Jesucristo era quien podía apreciar su mérito. Acaso se dice que aquéllos arrojaban sus redes por Pedro que predicó el Evangelio, pero no lo escribió. Y en cambio los otros fueron llamados a componerlas, por San Juan que escribió un Evangelio.

Prosigue. "Y los llamó": estaban unidos viviendo en una misma habitación, concordes por el amor, iguales en el oficio y juntos por la piedad. Por ello los llamó a la vez, no fuera que unidos por tantos motivos los separase una vocación diferente.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 14,2. Llamándolos, nada les ofreció, como a los primeros. La obediencia de aquéllos que inmediatamente le siguieron, les preparaba el camino; pero habían oído muchas cosas del Salvador, como unidos familiarmente y por medio de consanguinidad.

Prosigue. "Ellos, habiendo dejado a su padre y sus redes, le siguieron".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 7. Tres cosas debe dejar el que viene a Jesucristo: las torpezas carnales que se figuran en las redes; el gusto por las cosas del mundo, figurado en el barco; y la familia, figurada en el padre. Dejaron, pues, el barco para ser constituidos en gobernadores de la nave de la Iglesia. Dejaron las redes, para no traer más peces a la ciudad de la tierra, sino para que condujesen a los hombres a las regiones eternas del cielo. Dejaron un padre, para que se les constituyese en padres espirituales de todos.

San Hilario, in Matthaeum, 3. Se nos enseña, pues, en éstos que dejan su oficio, su patria y su casa por seguir a Jesucristo, a no detenernos por las preocupaciones de la vida secular ni por la costumbre de vivir en la casa paterna.

Remigio. Se designa místicamente este mundo por el mar, en atención a la amargura de sus aguas y a la constante agitación. Galilea significa voluble o rueda y representa la volubilidad del mundo. Anduvo Jesús junto al mar, cuando vino a vivir entre nosotros por medio de la encarnación. Por estos dos hermanos se designan los dos pueblos, que fueron creados por Dios Padre a los que vio cuando se volvió a ellos con misericordia. Por Pedro, que quiere decir conocedor y se llama Simón, esto es, obediente, se designa el pueblo judío, porque conoció a Dios por medio de la ley y lo obedeció por medio de sus preceptos. Andrés quiere decir viril o decoroso y se entiende por él al pueblo gentil, que habiendo conocido a Dios, persevera firme en la fe. Llamó a estos pueblos cuando envió sus predicadores, diciendo: "Venid en pos de mí", esto es, abandonad al engañador y seguid al Creador. Fueron los Apóstoles constituidos en pescadores de los hombres de estos pueblos, esto es, en predicadores, habiendo dejado las naves, esto es, los deseos carnales y las redes, es decir, las concupiscencias del mundo, y siguieron a Jesucristo. Por Santiago se entiende también al pueblo judío, que venció al demonio por el conocimiento de Dios. Por San Juan se entiende al pueblo gentil, que se salvó únicamente por la gracia. Zebedeo, a quien dejaron y se entiende como fugitivo o caído, significa el mundo que pasa y el demonio que cayó del cielo. Por Pedro y Andrés que arrojaron las redes al mar, se designan aquéllos que son llamados por Dios en la primera edad, arrojando de la nave de sus cuerpos las redes de la concupiscencia carnal, en el mar de este mundo. Por Santiago y Juan, remendando las redes, se designan aquéllos que vienen a Cristo después de los pecados y en presencia de las adversidades, recobrando lo que perdieron.

Rábano. Las dos naves son figuras de dos Iglesias: aquella que fue llamada por la circuncisión y aquella que fue llamada por el prepucio. Cualquier fiel se convierte en Simón, obedeciendo a Dios; en Pedro, conociendo su pecado; en Andrés, sufriendo con valor los trabajos; y en Santiago, rechazando los vicios.

La Glosa. Y San Juan parece que todo lo atribuye a la gracia de Dios. Por lo tanto sólo se habla de la vocación de cuatro Apóstoles, por medio de los cuales se designa la predicación en las cuatro partes del mundo.

San Hilario, in Matthaeum, 3. También se figura en esto el Números de los cuatro futuros evangelistas.

Remigio. Por esto también se designan las cuatro virtudes principales: la prudencia se refiere a San Pedro, por el conocimiento de Dios; la justicia a San Andrés, por el vigor de sus obras; la fortaleza a Santiago, por sus triunfos sobre el demonio; y la templanza a San Juan, por el efecto de la divina gracia.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,17. Puede llamar la atención el por qué San Juan dice que San Andrés siguió al Señor, no en Galilea sino junto al Jordán, con otro cuyo nombre se calla y que, después, San Pedro recibió el nombre del Señor. Los otros tres evangelistas dicen que fueron llamados de la pesca y en ello están conformes principalmente San Mateo y San Marcos, porque San Lucas no nombra a San Andrés, el cual (según se sabe), estaba en la misma barca. Esto también está poco conforme con lo que dijo el Señor a San Pedro, como recuerda San Lucas: "Desde ahora serás pescador de hombres". Lo que San Mateo y San Lucas cuentan que dijo a los dos. Pero pudo primero decírselo a San Pedro, según San Lucas, y después decírselo a los dos, según los demás. Con todo lo que ya hemos dicho de San Juan, debe entenderse con toda exactitud, puesto que hay diferencia de lugares, de tiempo y de vocación. Pero debe entenderse también que San Pedro y San Andrés no vieron al Señor junto al Jordán y se le unieron ya para siempre, sino que sólo conocieron quién era y admirados de El volvieron a sus casas. Recopila casualmente lo que había pasado en silencio, porque habla sin ninguna diferencia de tiempo consiguiente: "Andando, pues, junto al mar". Debe averiguarse también cómo los llamó separadamente de dos en dos, según cuentan San Mateo y San Marcos. San Lucas dice que Santiago y San Juan fueron llamados como compañeros de San Pedro para ayudarlo y que todos juntos, habiendo sacado sus barcas a la tierra, siguieron a Jesucristo. Aquí debe entenderse que en este primer llamado sucedió lo que dice San Lucas y que ellos volvieron otra vez a tomar peces según su costumbre. No se le había dicho a San Pedro que ya nunca pescaría, puesto que siguió ejerciendo este oficio después de la resurrección del Señor, sino que habría de pescar hombres. Y después sucedió lo que dicen San Mateo y San Marcos. No lo siguieron después de sacar sus barcas a la tierra, prescindiendo del cuidado de volver, sino que lo siguieron entonces, porque así se les mandaba.

MATEO 4,23-25


3423 (Mt 4,23-25)

Y andaba Jesús rodeando toda la Galilea, enseñando en las Sinagogas de ellos, y predicando el Evangelio del reino. Y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y corrió su fama por toda la tierra, y le trajeron todos los que lo pasaban mal, poseídos de varios achaques y dolores, y los endemoniados, y los lunáticos, y los paralíticos, y los sanó. Y le fueron siguiendo muchas gentes de la Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea, y de la otra ribera del Jordán. (vv. 23-25)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 8. Todo rey que ha de pelear contra su enemigo reúne primero a su ejército y así marcha a la pelea. Así también Nuestro Señor cuando había de combatir contra el demonio, reunió primero a sus Apóstoles y así empezó a predicar el Evangelio. De donde sigue: "y andaba Jesús".

Remigio. Cuál deba ser la vida de los doctores para que no sean perezosos, se les da ejemplo en las palabras que dicen: "Andaba Jesús rodeando".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 8. Porque como ellos, estando débiles, no podían venir al médico, Este, como médico celoso, andaba alrededor de los que estaban gravemente enfermos. Y el Señor, en verdad, recorría todas las regiones. Los que son pastores de una sola región, deben recorrer todas las dolencias de su pueblo, examinándolas para que en la Iglesia se pueda propinar algún remedio como medicina de ellas.

Remigio. Para que no hiciesen acepción de personas, se dice también lo que deben hacer los predicadores por estas palabras que siguen: "Toda la Galilea". Para que no la recorran en vano, se les añade: "Enseñando". Para que no cuiden de aprovechar a pocos sino muchos, se les amonesta por esto que sigue: "En las Sinagogas".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. Entra en la Sinagoga de los judíos y en esto también les enseñaba que no era enemigo de Dios, ni predicador de errores, sino que había venido en todo conforme con su Padre.

Remigio. Para que los predicadores no enseñen errores ni fábulas, sino que prediquen cosas saludables, se les instruye por esto que sigue: "Predicando el Evangelio del reino". Hay diferencia entre el que enseña y el que predica. El que enseña se refiere a lo presente, el que predica a lo futuro. Jesús enseñaba los mandatos presentes y predicaba las promesas futuras.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 8. O de otro modo: enseñaba las justicias de la tierra, que son las que enseña la razón natural: la castidad, la humildad y otras que todos comprenden cuán buenas son; cuya enseñanza es necesaria, no tanto para manifestarlas, como para mover el corazón. Pues, cuando prevalecen las complacencias carnales, la ciencia de la justicia natural se adormece como cayendo en olvido. Cuando, pues, empieza el sabio a reprender las inclinaciones de la carne, su predicación no introduce una ciencia nueva, sino que recuerda la olvidada. Predicaba también el Evangelio anunciando las cosas buenas que lo antiguos no habían oído de una manera clara, como la vida eterna, la resurrección de los muertos y otras cosas por el estilo. También enseñaba interpretando las profecías que hablaban de El y predicaba el Evangelio, anunciando en sí los bienes futuros.

Remigio. Para que los doctores traten de que su predicación conduzca a la práctica de las virtudes, se les amonesta en las palabras que siguen: "Sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo". La enfermedad es propia de los cuerpos y la dolencia es propia de las almas.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 8. Por la dolencia entendemos alguna pasión del alma, como la avaricia, la lujuria y otras; por enfermedad entendemos la infidelidad, por la que alguno enferma en la fe. O de otro modo: por las dolencias se entiende las pasiones más graves del cuerpo y por las enfermedades las pasiones menos fuertes. Así como sanaba las pasiones corporales por la virtud de la divinidad, así sanaba las espirituales por la palabra de la piedad. Por dos razones enseña primero y después sana. En primer lugar, porque coloca delante lo que es más necesario: las palabras de piedad robustecen el alma, no los milagros. En segundo lugar, porque las palabras se recomiendan por medio de los milagros y no a la inversa.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 14,3. Debe considerarse que Dios acostumbra a hacer milagros en aquellos pueblos en donde predica su ley, dando pruebas de su virtud a los que han de recibir su ley. Antes de hacer al hombre creó el mundo; y entonces impuso al hombre su ley en el Paraíso. Y cuando había de dar su ley a Noé, hizo cosas admirables.

Y del mismo modo hizo grandes milagros cuando había de dar a los judíos su ley y no se la dio hasta que no se habían verificado estos milagros. Así sucede aquí. Cuando había de introducir esta ley sublime, fortifica lo que dice por medio de milagros. Como no podía verse el reino que predicaba, lo manifestaba por medio de señales exteriores.

Glosa. Los predicadores deben dar buen testimonio de lo que dicen por medio de señales exteriores, no sea que si su vida no es buena su predicación sea despreciada. Por ello añade: "Y corrió su fama por toda la Siria".

Rábano. Siria es toda la región comprendida entre el Eufrates y el océano y desde la Capadocia hasta el Egipto, donde se encuentra la provincia de Palestina, en donde habitan los judíos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 14,3. Observa la moderación del evangelista, porque no nombra a alguno de los curados sino que en pocas palabras manifiesta la abundancia de los milagros. Y sigue: "Y le presentaron a todos los que lo pasaban mal".

Remigio. En esto da a entender las varias enfermedades, aun las más leves. Y cuando dice "los oprimidos por varias dolencias y por el tormento", quiere que se entienda de aquéllos de quienes dice: "Y que estaban endemoniados", etc.

Glosa. La dolencia larga es una enfermedad; es un tormento la enfermedad aguda, como el dolor de costado y otros. Los que están endemoniados se llaman así porque son agitados por los demonios.

Remigio. Se llaman lunáticos, por la luna, aquéllos que son agitados por ella en los días periódicos de su crecimiento o disminución.

San Jerónimo. Los demonios, observando las fases de la luna, cuidaban de mortificar a las creaturas para que se desataran en blasfemias contra su Creador.

San Agustín, de civitate Dei, 21,6. Se emplean los demonios en habitar en la creatura (que Dios hizo y no ellos) y para ello se valen de diferentes complacencias según sus diversas naturalezas, no incitándole como la comida incita a los animales, sino por medio de prodigios espirituales, cuyas cosas están más conformes con la complacencia de cada cual.

Rábano. Los paralíticos están como divididos en su cuerpo. La parálisis es una palabra griega, pero en latín se llama disolución.

Sigue: "Y los curó".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 8. En otros lugares dice: "Curó a muchos". Y aquí dice sencillamente: "Y los curó", dando a entender que los curó a todos, como sucede al médico nuevo que viene a una ciudad, que cura a todos los que se le presentan para presentarse un buen nombre.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 14,3. No exigió la fe de alguno de los que había curado puesto que todavía no había hecho demostración alguna de su poder. Además, no habían mostrado poca fe viniendo o siendo traídos desde lejos.

Prosigue: "Y muchas turbas le siguieron".

Rábano. Las cuales se dividieron en cuatro partes. Unos lo seguían por su magisterio celestial, como los discípulos; otros por la curación de sus enfermedades; otros, movidos sólo por su fama y por la curiosidad, queriendo experimentar por sí mismos si era verdad lo que se decía; y otros por envidia, queriendo acusarlo y cogerlo en alguna contradicción. Siria, místicamente hablando, quiere decir levantada; Galilea, voluble o rueda, esto es diablo y mundo, que es soberbio y siempre rueda hacia el abismo, en el cual se dio a conocer la noticia sobre Cristo por medio de la predicación; los endemoniados son los idólatras; los lunáticos son los volubles; los paralíticos son los perezosos y los malhechores.

Glosa. Las turbas que siguen al Señor son la Iglesia, que espiritualmente hablando es Galilea. Pasando a la práctica de las virtudes, Decápolis que observa los diez mandamientos y Jerusalén y Judea que ilustran el aspecto de la paz y la confesión, el otro lado del Jordán, porque una vez recibido el bautismo entra en la tierra de promisión.

Remigio. Siguen a Jesús los de Galilea, esto es, los que viven las volubilidades del mundo; y los de Decápolis, que es una región de diez ciudades y significa los que quebrantan los mandamientos del Decálogo; y los de Jerusalén, porque eran los que se detenían primeramente por una paz inocente; y los de Judea, esto es, de la confesión diabólica; y de la otra orilla del Jordán, porque antes estaban en el paganismo pero han pasado por las aguas del Bautismo y han venido a Jesucristo.

MATEO 5,1-3


3501 (Mt 5,1-3)

Y viendo Jesús a las turbas subió a un monte, y después de haberse sentado, se llegaron sus discípulos. Y abriendo su boca, los enseñaba, diciendo: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". (vv. 1-3)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9. Todo artífice según su profesión, se alegra viendo las oportunidades para obrar: un carpintero, cuando ve un árbol bueno, desea cortarlo para emplearlo en obras de su oficio; y el sacerdote, cuando ve una iglesia llena, se alegra en su interior y se siente movido a enseñar. Así el Señor, viendo la muchedumbre se sintió movido a predicar. Por ello dice: "Viendo Jesús las turbas subió a un monte".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,19. Aquí parece que quiso evitar el verse envuelto por la muchedumbre y por ello subió al monte para hablar a solas a sus discípulos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,1En esto de predicar sobre un monte y en la soledad, y no en la ciudad ni en el foro, nos enseñó a no hacer nada por ostentación y a separarnos del tumulto, principalmente cuando conviene dialogar de cosas importantes.

Remigio. Debe saberse que Jesús tuvo tres sitios de refugio: la barca, el monte y el desierto, a los cuales se retiraba cuando se veía acosado por la muchedumbre.

San Jerónimo, in Matthaeum, 5. Creen algunos hermanos sencillos que nuestro Señor enseñó lo que sigue en el monte de los olivos, lo que de ningún modo es verdad. Tanto por los antecedentes y los consiguientes se demuestra el lugar, que creemos sea el Tabor o algún monte elevado.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9. Subió, pues, a un monte, primeramente para cumplir la profecía de Isaías que dice: "Sube tú sobre un monte" (Is 40,9); después para manifestar que el que enseña la Palabra de Dios, lo mismo que el que la oye, deben constituirse en cumbre de virtudes. Ninguno puede estar en el valle y hablar a la vez desde el monte. Si estás sobre la tierra hablas de las cosas terrenas, pero si estuvieras en el cielo hablarías de las cosas celestiales. O de otro modo, subió al monte para manifestar que todo el que quiera conocer los misterios de la verdad debe subir al monte de la Iglesia, de quien el profeta dice: "El monte del Señor es un monte rico" (Ps 67,16)

San Hilario, in Matthaeum, 4. Subió a un monte porque colocado en la cumbre de la majestad del Padre dio los preceptos celestiales de la vida.

San Agustín, de sermone Domini, 1,1. O subió al monte para significar que eran menores los preceptos divinos que fueron dados por Dios por medio de sus profetas al pueblo de los judíos, a quien convenía advertir por medio del temor, y que se dispensaron mayores gracias por medio del Hijo de Dios, cuyo pueblo era conveniente librar por medio de la caridad.

Prosigue: "Y después de haberse sentado se llegaron a El sus discípulos".

San Jerónimo. Por lo tanto, no habla de pie sino sentado, porque no podían entenderlo si hubiese estado rodeado de su inmensa majestad.

San Agustín, de sermone Domini, 1,1. Cuando uno se sienta para enseñar demuestra la dignidad de maestro. Se acercaron sus discípulos para que, oyendo sus divinas palabras, estuvieran más cerca de su cuerpo los que se acercaban con el espíritu por medio del cumplimiento de los preceptos divinos.

Rábano. Hablando en sentido místico, el acto de sentarse del Salvador representa su Encarnación, porque si Dios no se hubiese encarnado, el género humano no hubiese podido subir hasta El.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,19. Llama la atención que San Mateo diga que este sermón tuvo lugar en el monte y estando sentado el Señor. San Lucas dice que lo predicó en un sitio campestre y de pie. En esto se manifiesta que San Mateo habla de un sermón y San Lucas de otro. ¿Qué importa el que Cristo repitiese alguna cosa que ya había dicho antes o hacer otra vez lo que ya había hecho? Aunque esto hubiese sucedido en alguna parte determinada del monte, se sabe que Jesucristo estuvo antes con sus discípulos cuando eligió doce de ellos. Después bajó, no del monte, sino de la misma cumbre del monte, a un lugar campestre, esto es, a alguna llanura del mismo monte en donde pudiesen caber muchos. Allí estuvo de pie hasta que la gente se reunió a su alrededor, y después, habiéndose sentado colocó cerca de sí a sus discípulos y en esta disposición dirigió la palabra lo mismo a sus discípulos que a la demás gente, pronunciando aquel sermón que refieren San Mateo y San Lucas con diversa forma pero igual en el fondo.

San Gregorio, Moralia, 1,4. Como Jesús había de expresar preceptos sublimes en el monte, se dice como introducción: "Y abriendo su boca los enseñaba", El, que poco tiempo antes había abierto la boca de los profetas.

Remigio. Donde se lea que Jesús abrió la boca, entiéndase que es que va a decir grandes cosas.

San Agustín, de sermone Domini, 1,1. Dice: "Abriendo su boca", para que esta misma detención advierta lo largo que ha de ser el sermón que se ha de pronunciar.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,1. Dice esto el evangelista para que sepas que enseñaba su verdad, unas veces abriendo su boca, y otras con la voz de sus obras.

San Agustín, de sermone Domini, 1,1. Si alguno medita de una manera piadosa y conveniente, encontrará en este sermón cuanto se refiere a las buenas costumbres y al modo perfecto de vivir cristianamente. Por ello concluye así el sermón: "Todo aquel que oye estas mis palabras y hace cuanto le digo, le compararé con un hombres sabio" (Mt 7,24)

San Agustín, de civitate Dei, 19,1. Ninguna causa hay para el filosofar más que el fin bueno; por otra parte lo que hace a uno bienaventurado eso es un fin bueno. Por esto comienza por la beatitud diciendo: "Bienaventurados los pobres de espíritu".

San Agustín, de sermone Domini, 1,1. La presunción del espíritu representa el orgullo y la soberbia. Se dice vulgarmente que los soberbios tienen un espíritu grande y con toda propiedad, porque el espíritu se llama viento. ¿Quién ignora que a los soberbios se les llama inflados como si estuvieran llenos de viento? Por lo cual, aquí se entienden por pobres de espíritu los humildes que temen a Dios, esto es, los que no tienen espíritu que hincha.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,1-2. Aquí llama espíritu a la altivez y el orgullo. Cuando uno se humilla obligado por la necesidad no tiene mérito, por lo cual llama bienaventurados a aquellos que se humillan voluntariamente. Empieza cortando de raíz la soberbia y empieza así porque la soberbia fue la raíz y la fuente del mal en el mundo. Contra ella pone la humildad como un firme cimiento, porque una vez colocada ésta debajo, todas las demás virtudes se edificarán con solidez; pero si ésta no sirve de base, se destruye cuanto se levante por bueno que sea.


Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9. Por ello dice claramente: "Bienaventurados los pobres de espíritu" para manifestar así que son mendigos los que siempre escuchan a Dios. En el texto griego dice: Bienaventurados los mendigos y los pobres. Hay muchos que son humildes por naturaleza, no por la fe, porque no imploran la ayuda de Dios. Pero sólo son verdaderamente humildes los que lo son según la fe.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,1. O pobres de espíritu se pueden llamar también a los temerosos, a quienes tiemblan ante los juicios de Dios, como el mismo Dios lo dice por boca de Isaías. ¿Qué más hay que simplemente humildes? Pues humilde, aquí es ciertamente el sencillo, pero también el muy rico.

San Agustín, de sermone Domini, 1,2. Los soberbios apetecen los cosas de la tierra pero de los humildes es el Reino de los Cielos.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9. Así como todos los vicios conducen al infierno, especialmente la soberbia, así todas las virtudes conducen al cielo, especialmente la humildad, porque es muy natural que sea ensalzado el que se humilla.

San Jerónimo. Bienaventurados los pobres de espíritu, esto es, los que por obra del Espíritu Santo se hacen pobres voluntariamente.

San Ambrosio, de officiis, 1,16. Aquí empieza la bienaventuranza en el juicio de Dios, donde es considerada la postración humana.

Glosa. A los pobres se ofrecen oportunamente en la vida presente las riquezas del cielo.


Catena aurea ES 3417