Catena aurea ES 3120

MATEO 1,20


3120 (Mt 1,20)

Y estando él pensando en esto, he aquí que el Angel del Señor le apareció en sueños, diciendo: "José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer: porque lo que en ella ha nacido, de Espíritu Santo es". (v. 20)

Remigio. Porque según se ha dicho, José pensaba dejar en secreto a María. Pero si hubiese obrado así, muy pocos hubieran dejado de sospechar que Ella fuese más bien una concubina que una virgen, y por eso el propósito de José cambió en un momento, gracias al consejo divino. De ahí que diga: "Y pensando en esto José".

La Glosa. En lo cual se echa de ver el espíritu del sabio, que nada quiere resolver con ligereza.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 4. Se nota también la mansedumbre de José, que a nadie reveló su sospecha, ni siquiera a aquélla de quien sospechaba, sino que meditaba en su interior.

San Agustín, in sermone 14 de Nativitate. Mas aunque José piensa en esto, no tema María, la hija de David, porque así como la palabra del profeta perdonó a David, el ángel del Salvador librará a María. Pues Gabriel, el padrino de bodas de la Virgen, vuelve a presentarse: "He aquí que el ángel del Señor apareció a José".

La Glosa. Esta palabra apareció, significa el poder del que aparece, que se muestra cuando y como quiere.

Rábano. Cómo apareció el ángel a José, lo dice claramente: "En sueños", es decir, como Jacob vio la escala por cierta representación en los ojos del corazón.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 4. No se apareció a José en clara visión como a los pastores, porque era sobremanera fiel. Los pastores, además, necesitaban de una visión clara, como rudos que eran. La Virgen también lo necesitaba, porque era la primera que tenía que ser instruida en muy grandes misterios, como Zacarías necesitó de una visión admirable antes que su mujer concibiese.

La Glosa. Al aparecer el ángel lo llama por su nombre, le recuerda su linaje y le hace deponer todo miedo diciéndole: "José, hijo de David". Al llamarlo "José", por su nombre, se le presenta como un conocido y amigo.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 1. Al llamarlo hijo de David, quiso traer a su memoria la promesa de Dios a David: "Que Cristo nacería de su linaje".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 4. Al decirle "no temas", indica que José ya entonces temía ofender a Dios, como quien tiene en su compañía una adúltera, pues de otra manera no hubiera pensado dejarla.

Severiano. Se le advierte al esposo que no tema, porque el alma piadosa, cuanto más padece con otra, más teme. Como si dijera: esto no es motivo de muerte, sino de vida, porque la que está encinta para darnos la vida no merece la muerte.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 1. Al decir no temas, quiso también demostrarle que conocía el secreto de su corazón, para hacerle ver con esto los bienes que nos habían de venir por Cristo, y que él le iba a revelar.

San Ambrosio, in Lucam, 2,1. No te confunda que la llame su mujer, pues esta palabra expresa aquí no la pérdida de la virginidad, sino la prueba testimonial del matrimonio, la celebración de los desposorios.

San Jerónimo, contra Helvidium. No vaya a creerse que porque la llamó su mujer ha dejado de ser esposa, pues la Escritura acostumbra llamar mujeres casadas a las esposas, y maridos a los esposos, según se comprueba en el Deuteronomio: "Si alguno hallare en el campo a una virgen que está desposada y asiéndola se echase con ella, morirá, porque abatió a la mujer de su prójimo" (Dt 22,23)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 4. Pero dice: "No temas recibir", esto es, mantenerla en tu casa, porque en su mente ya la había dejado.

Rábano. O "no temas recibirla en comunidad nupcial y asidua compañía".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 1. Por tres causas se apareció el ángel a José y le habló de tal manera. Primero, para que el hombre justo no cometiese por ignorancia una acción injusta con un fin recto. Después, por el honor de la madre misma, que repudiada no podía menos que incurrir en infamante sospecha entre los incrédulos. Y tercero, para que sabiendo José de tan santa concepción, la tratase con más respeto y consideración que antes. Y no se apareció a José antes de que la Virgen concibiera, para que no pensase lo que pensó, ni sufriese lo que sufrió Zacarías por culpa de su incredulidad acerca de la concepción de su mujer en edad tan avanzada. Pues era menos creíble que concibiese una virgen que una anciana.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 4. O también en medio de su turbación se apareció el ángel a José, para que se manifestase la sabiduría de este justo, y que en esto mismo encontrase una demostración de lo que se le anunciaba, pues al oír de boca del ángel lo mismo que él pensaba en su interior, era señal indudable de que era enviado de Dios el que le hablaba, pues sólo Dios sabe los secretos del corazón. La narración del evangelista no admite sospecha al decirnos que José sufrió lo que es natural que sufra un esposo. Tampoco pudo ser sospechosa la Virgen, dado que su esposo, a pesar de sus celos, la tomó bajo su custodia y continuó en su compañía después de haber concebido. Y si la Virgen no reveló a José lo que el ángel le había anunciado, fue porque no pensaba que su esposo le creyese, principalmente después de haber entrado en sospecha. Y el ángel anunció el misterio a la Virgen antes de concebir, para que no estuviese en continua ansiedad, diciéndoselo después, pues era muy conveniente que se hallase libre de toda turbación aquella Madre que iba a recibir en su seno al Creador de todas las cosas. El ángel no sólo defiende a la Virgen de toda cohabitación carnal, sino que le hace ver a José que su Esposa ha concebido por obra sobrenatural. Con lo cual, además de hacerle deponer todo temor, le infunde alegría diciéndole: "Porque lo que en ella ha nacido es del Espíritu Santo".

La Glosa. Una cosa es nacer en ella y otra nacer de ella. Nacer de ella es venir a la vida; nacer en ella es lo mismo que ser concebido. O tal vez el ángel dijera "ha nacido", por la presciencia que tiene recibida de Dios, para quien lo futuro es como pasado.

Ambrosiaster, quaestiones Novi et Veteri Testamenti, q. 52. Pero si Cristo nació del Espíritu Santo, ¿por qué se dice en los Proverbios: "La sabiduría edificó casa para sí" (Pr 9,1)? Esta pregunta puede admitir dos respuestas. Primeramente, la casa de Cristo es la Iglesia que edificó con su sangre. También del cuerpo de Cristo se puede decir que es su casa, como se dice que es su templo. La obra del Espíritu Santo es la obra del Hijo de Dios por la unidad de naturaleza y de voluntad. Bien obre el Padre, el Hijo o el Espíritu Santo, la Trinidad es la que obra, y cualquier cosa que uno u otro de los tres hicieren, es obra de un solo Dios.

San Agustín, enchiridion, 38. ¿Y por eso hemos de decir que el Espíritu Santo es padre del hombre Cristo, de manera que Dios Padre haya engendrado al Verbo y el Espíritu Santo al hombre? Este es un absurdo que ningún oído cristiano podría tolerar. ¿Cómo entonces decimos de Cristo "nacido del Espíritu Santo", si el Espíritu Santo no lo ha engendrado? ¿Es acaso porque le ha creado? En cuanto hombre, ha sido hecho, pues el apóstol dice: "Hecho del linaje de David según la carne" (Rm 1,3) Pero no porque Dios hizo este mundo puede decirse que el mundo es hijo de Dios, ni nacido de Dios, sino hecho, creado, fabricado. Entonces, si confesamos que ha nacido del Espíritu Santo y de la Virgen María, ¿cómo no es Hijo del Espíritu Santo y sí de la Virgen María? Porque nadie puede conceder que todo lo que nace de otra cosa deba llamarse hijo de ésta. Prescindiendo de que de diversa manera nace del hombre su hijo, que el cabello, el piojo o la lombriz -ninguno de los cuales puede llamarse hijo-, los hombres que nacen del agua y del espíritu nadie los llamará con propiedad hijos del agua, sino de Dios Padre y de la Iglesia Madre. Así, pues, nació del Espíritu Santo y es Hijo de Dios Padre, pero no del Espíritu Santo.

MATEO 1,21


3121 (Mt 1,21)

"Y parirá un hijo: y llamarás su nombre Jesús: porque él salvará a su pueblo de los pecados de ellos". (v. 21)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 4. Como lo que el ángel había dicho a José era palabra maravillosa que sobrepasa todo pensamiento humano y está por encima de las leyes físicas, ¿cómo lo creerá un hombre que nada haya oído de estas cosas? Demuestra entonces la verdad de sus palabras por la revelación de lo que a él le había pasado, pues para ello le reveló el ángel cuanto había experimentado en sí: lo que había sufrido, lo que había temido y lo que se inclinó a hacer. Y no sólo lo pasado, sino también lo futuro. "Y parirá un hijo y llamarás su nombre Jesús".

La Glosa. Y para que José no creyese que ya era innecesario el matrimonio por haberse verificado la concepción por obra del Espíritu Santo, sin cooperación suya, el ángel le manifiesta que aunque no fue necesario para la concepción y la Virgen permanece intacta, sin embargo todo lo que se dice del padre sin atentar contra la virginidad le es entregado. No es ajeno al servicio de esta divina economía para la protección y cuidado, porque María dará a luz un hijo. Entonces la Madre y el Hijo necesitarán de él: la Madre para que la defienda de toda difamación, y el Hijo para criarlo y para circuncidarlo, como da a entender cuando dice: "Y llamarás su nombre Jesús", porque en la circuncisión solía darse el nombre al circuncidado.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 1. No dice: "Te parirá un hijo", como le había dicho a Zacarías: "Y tu mujer Isabel te parirá un hijo" (Lc 1,13) Porque la mujer que concibe de varón, da a luz un hijo a su marido, porque más es de éste que de ella; mas la que no había concebido de varón, no da a luz un hijo al marido, sino a sí solamente.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 4. O tal vez lo dijo indeterminadamente para manifestar que lo dio a luz para todo el orbe.

Rábano. Dice: "Llamarás su nombre", y no "pondrás", porque el nombre estaba ya puesto desde la eternidad.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 4. Le explica luego lo admirable de este nacimiento, porque Dios es quien envía desde el cielo, por ministerio de un ángel, el nombre que había de ponerse al niño. Y éste no es un nombre cualquiera, sino un nombre tesoro de bienes infinitos. Y así lo interpreta el ángel y funda en él las mejores esperanzas, induciéndole con esto a la fe de lo que le decía, pues para creer otras cosas solemos ser más dóciles.

San Jerónimo. Jesús en hebreo significa Salvador. Luego da a entender la etimología del nombre, cuando dice: "Porque él salvará a su pueblo de los pecados de ellos".

Remigio. Nos lo presenta como el Salvador de todo el mundo y el autor de nuestra salvación. Pero salva no a los incrédulos, sino a su pueblo, es decir a los que creen en él. Y los salva no tanto de los enemigos visibles, como principalmente de los invisibles, es decir de los pecados. Y los salva no peleando con las armas, sino perdonándolos.

Severiano. Vengan ahora y oigan los que preguntan quién es el que María ha engendrado. "Porque El salvará a su pueblo de los pecados de ellos". No salvará al pueblo de otro: ¿y de qué los salvará? De los pecados de ellos. Si no crees a los cristianos que profesan que Dios perdona los pecados, cree a los infieles y judíos que dicen: "Nadie puede perdonar los pecados sino sólo Dios" (Lc 5,1)


MATEO 1,22-23

3122 (Mt 1,22-23)

Mas todo esto fue hecho para que se cumpliese lo que habló el Señor por el Profeta, que dice: He aquí la Virgen concebirá, y parirá hijo: y llamarán su nombre Emmanuel, que quiere decir "con nosotros Dios". (v. 22-23)

Remigio. Fue costumbre del evangelista comprobar sus asertos con testimonios del Antiguo Testamento. Además para que los judíos que habían creído en Cristo reconociesen haberse cumplido las predicciones hechas en la antigua ley en la gracia del Evangelio añade: "Mas todo esto fue hecho". Se podría, no obstante, preguntar sobre este lugar, por qué dice "todo esto fue hecho", si antes no nos ha referido más que la concepción. Lo dice para enseñarnos que todo esto se verificó en la presencia de Dios antes que se realizase en el tiempo entre los hombres. O también, como narrador de cosas pasadas, nos dice que todo esto fue hecho, porque ya todo se había verificado cuando él lo escribió.

Rábano. O dice que fue hecho todo esto, es decir, que la Virgen se desposaría, que se mantendría perfectamente casta, que se hallaría fecunda, que el ángel lo revelaría, para que la predicción se cumpliese. Pues mal podría cumplirse que la Virgen concibiera y diese a luz de no estar antes desposada, para que no la apedreasen, y sin que el ángel descubriese el secreto, para que José la recibiese, puesto que repudiada, se diría haberlo sido por infamia y moriría apedreada. Si antes del parto moría, quedaría sin cumplimiento la profecía que dice: "Parirá un hijo".

La Glosa. O puede decirse que la conjunción ut no se ponía aquí como causal1, en el sentido de que la profecía se cumplió porque la predicción estaba hecha, sino que se cumplía como ilativa, en el sentido que la vemos usada en el Génesis: "Colgó al otro en una horca, de manera que se acreditó la verdad del intérprete" (Gn 40,22) Y así debe entenderse en este caso: que verificado esto que estaba predicho, la profecía se cumplió.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 5. O que el ángel contempló la profundidad de la misericordia divina, traspasadas las leyes de la naturaleza, y contempló a Aquel que era superior a todos, haber descendido hasta el hombre, que era inferior a todos. Y muestra este prodigio en una sola expresión: "Mas todo esto fue hecho", como si dijera: "No creas que todo esto es del agrado de Dios ahora solamente", hace tiempo que está de antemano ordenado. Y con mucha razón, el ángel aduce la profecía no a la Virgen y sí a José, como a hombre que meditaba en los profetas, y versado en su lectura. Porque es de notar que primero había llamado cónyuge a la Virgen, mientras que ahora la llama Virgen con el profeta, para que oyesen esto mismo del profeta, porque hacía mucho tiempo que estaba pensado. Por eso, en prueba de lo que estaba diciendo, aduce las palabras de Isaías o más bien de Dios: porque no dice: "Para que se cumpliese lo que habló Isaías", sino "lo que habló el Señor por Isaías".

San Jerónimo, in Isaiam, 7. A las palabras aducidas del profeta, preceden estas otras: "El mismo Señor os dará una señal". Esta señal debe ser cosa nueva y admirable. Ahora bien, si -como pretenden los judíos-, quien ha de parir es una muchacha, una jovencita, no una virgen, ¿qué señal puede llamarse tal suceso, cuando el nombre de jovencita o muchacha no indica más que la edad y no integridad? Cierto que la palabra virgen se expresa en hebreo por la de bethula, y que no está consignada en la profecía, sino que se pone la de almah2, que las versiones -con excepción de los Setenta- han vertido por la de "jovencita". Pero la voz almah entre los hebreos tiene dos significaciones "jovencita" y "ocultada", luego la voz almah no sólo expresa una muchacha o virgen cualquiera, sino una virgen escondida y retirada, jamás expuesta a las miradas de los hombres, antes bien, guardada por sus padres con el mayor cuidado. Además, la lengua fenicia, derivada del hebreo, da con propiedad a la voz almah el significado de virgen, y nuestro idioma el de santa. A pesar de que los hebreos emplean en su lengua vocablos de casi todas las otras no recuerdo, por más que torturo mi memoria, haber leído jamás la palabra almah para expresar una mujer casada, sino siempre la que es virgen. Y no simplemente virgen, sino en los años de la adolescencia, porque también una vieja puede ser virgen; una virgen en los años de la pubertad, no una muchacha incapaz todavía de conocer varón.

San Jerónimo, in evangelium Matthaei. El evangelista dice: "Tendrá en su seno"; el profeta, como que predice lo que ha de ser, escribió: "Recibirá". El evangelista, como que refiere lo sucedido, no lo futuro, omitió el "recibirá" y puso "tendrá"; porque el que ya tiene, mal podrá recibir.

Pero dice: "He aquí la Virgen concebirá y parirá hijo".

San León Magno, ad Flavianum, 28,2. Fue, sin duda, concebido del Espíritu Santo, dentro del útero de su Madre Virgen, que lo dio a luz, salvando su virginidad, igual como concibió sin detrimento de ésta.

San Agustín, in sermonibus de Nativitate. El que con sólo su tacto podía volver a su primera integridad los miembros de los cuerpos en los otros, hechos pedazos, ¿con cuánta más razón al nacer no conservaría inalterable en su Madre lo que en Ella encontró íntegro? Su nacimiento, pues, aumentó más bien que disminuyó la integridad corporal, y lejos de hacer desaparecer la virginidad, la agrandó más y más.

Teodoreto, homiliae 1 et 2 in concilio Ephesino. Pero, como dice Fotino, es un simple hombre el que ha nacido (sin ver en su nacimiento el de Dios) Y al que salió del seno nos lo presenta como un hombre cualquiera, y no unido a la divinidad, díganos ahora, cómo la humana naturaleza nacida del seno virginal, ha conservado incorrupta la virginidad. Nunca ha permanecido virgen la madre de ningún hombre. Pero como Dios Verbo nació en carne, conservó la virginidad maternal mostrando en tal nacimiento que El era el Verbo. Pues si al ser producido nuestro verbo, no daña la mente, menos aún lastimó su virginidad el Verbo de Dios, al nacer por elección suya de Mujer.

Sigue luego: "Y llamarán su nombre Emmanuel".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 5. En realidad aquí se pone nombre a un hecho. Acostumbra la Escritura poner por nombre los hechos mismos que se verifican. Así, al decir: "Llamarán su nombre Emmanuel", es como si dijera: "Verán a Dios entre los hombres". Por eso no dice "lo llamarás", sino "lo llamarán", es decir, así lo llamarán las gentes y así lo confirmarán los hechos.

Rábano. Primero, los ángeles entonando cánticos; segundo, los apóstoles predicando; luego, los santos mártires; y por fin, todos los creyentes.

San Jerónimo, in Isaiam 7,14. Los Setenta, y los otros tres traductores, vertieron asimismo "llamarás" por el "llamarán" que aquí está escrito y que no está en el hebreo: pues el verbo qarathi, que todos han traducido "llamarás", puede traducirse también "llamará"; es decir, que la misma Virgen que concebirá y parirá al Cristo, lo llamará Emmanuel, o Dios con nosotros.

Remigio. Habría que investigar quién ha explicado este nombre: si el profeta, el evangelista o algún traductor. El profeta no lo explicó, y el santo evangelista no tenía necesidad de explicarlo puesto que escribía en hebreo3. Tal vez porque este nombre era de oscuro sentido entre los hebreos merecía explicación. Pero más creíble parece que lo explicara algún traductor para que los latinos lo entendiesen, después de todo, por este nombre se designan las dos naturalezas -divina y humana- en la unidad de persona de Nuestro Señor Jesucristo. Esto es, que el engendrado por Dios Padre antes de todos los siglos de una manera inefable, ése mismo se hizo en la plenitud de los tiempos Emmanuel, Dios con nosotros, de una Madre Virgen. Este nombre "Dios con nosotros" puede significar que se hizo, como nosotros, pasible, mortal, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado, o que unió a su naturaleza divina en unidad de persona nuestra frágil naturaleza que se dignó asumir.

San Jerónimo, in Isaiam 7,14. Mas, es de saber que los hebreos pretenden que esta profecía concierne a Ezequías hijo de Akaz, porque en su reinado fue tomada Samaria. Afirmación que no pueden probar de modo alguno, porque Akaz, hijo de Joatam reinó sobre Judá y Jerusalén dieciséis años, a quien sucedió en el reino de su hijo Ezequías, a los veintitrés años de edad, y reinó sobre Judá y Jerusalén veintinueve años. ¿Cómo, pues, la profecía hecha a Akaz en el primer año de su reinado podía referirse a la concepción y nacimiento de Ezequías, siendo así que éste tenía ya nueve años cuando empezó a reinar su padre Akaz? A menos que digan que el sexto año del reinado de Ezequías, en el que Samaria fue tomada, se llama la infancia de éste, pero no infancia de edad, sino de mando, interpretación forzada y violenta a todas luces. Un judaizante de los nuestros sostiene que el profeta Isaías tuvo dos hijos: Jasub y Emmanuel; y que el Emmanuel nació de su mujer la profetisa como figura del Señor y Salvador; pero esto es pura fábula.

Pedro Alfonso, in dialogo contra Iudaeos. Pues no se sabe que ningún hombre de aquel tiempo se haya llamado Emmanuel. Mas objeta el hebreo: ¿Cómo puede sostenerse que esto se haya dicho por Cristo y María, habiendo mediado desde Akaz hasta María tantos centenares de años? Aunque el profeta habla a Akaz, la profecía no se dijo para él sólo ni para su época, pues dice: "Oíd, casa de David" y no "Oye tú Akaz". Además, "El mismo Señor os dará una señal" añade el profeta, como si dijera "el Señor y no otro"; de lo que cualquiera puede inferir que el Señor mismo, en persona, había de ser la señal. Y al decir en plural a vosotros y no a ti, en singular, se deduce que no precisamente por Akaz, o sólo a Akaz se dijo el contenido de la profecía.

San Jerónimo, in Isaiam 7,14. Debe, pues, entenderse lo que se dice a Akaz en este sentido: Casa de David, este niño que nacerá de la Virgen, se llama ahora Emmanuel, porque los sucesos mismos te demostrarán, una vez librada de dos reyes enemigos, que Dios te tiene presente. Pero después será llamado Jesús, es decir, Salvador, porque El salvará a todo el linaje humano. No te admires, por tanto, Casa de David, de que la Virgen dé a luz a Dios, que tiene tan grande poder, que habiendo de nacer después de mucho tiempo, te libra ahora sólo por haber sido invocado.

San Agustín, contra Faustum, 12,45 y 13,7. ¿Quién, por loco que se le suponga, diría con los maniqueos que es propio de una fe débil no creer en Cristo sin algún testimonio, cuando el apóstol dice: "¿Cómo creerán a aquél que no oyeron? ¿Y cómo oirán sin predicador?" (Rm 10,14) Mas para que no se despreciase ni se tuviese por fábula lo que anunciaban los apóstoles, se ha hecho ver que lo sucedido estaba ya vaticinado por los profetas. Porque aunque los milagros atestiguaban la verdad de sus anuncios, no hubiera faltado quien atribuyese a poderes mágicos los milagros mismos, de no salir al encuentro el testimonio profético, convenciendo a su vez a los que así pensaran. Porque no creo que haya nadie que avance hasta la afirmación de que El se dio a sí mismo profetas que le anunciasen mucho antes de nacer. Si dijéramos además a un gentil: Cree en Cristo porque es Dios, y respondiera: ¿Por qué lo he de creer? E invocando la autoridad de los profetas, nos dijera que no lo admite, le demostraríamos que la fe en los profetas está justificada por la evidencia que tenemos de haber sucedido todo lo que ellos predijeron. Creo que se rendiría al hecho evidente del triunfo de la religión cristiana sobre las naciones y los reyes de la tierra, después de haber sufrido tantas persecuciones, todo lo cual habían desde mucho antes anunciado los profetas. Y oyendo las profecías y viendo que se han realizado en todas partes, le movería a creer tantos testimonios.

La Glosa. El error de éstos queda fuera de lugar con lo que dice el evangelista: "Para que se cumpliese lo que habló el Señor por el profeta". Hay varias clases de profecías. Una es por predeterminación de Dios. Su cumplimiento se verifica necesariamente, sin mezclarse en nada para ello nuestro libre albedrío, como la profecía de que hablamos, y por eso dice: "He aquí" para demostrar la certeza de la profecía. Otra es por la presciencia de Dios, en cuya realización toma parte nuestro albedrío, y con la cooperación de la gracia alcanzamos el premio, o abandonados por ella, a causa de nuestra culpa, nos hacemos reos del tormento. Y hay otra profecía, que no es de presciencia precisamente, sino cierta amenaza formulada al modo humano, como la del profeta Jonás "Dentro de cuarenta días Nínive será destruida" (Jon 3,4); es decir, si los ninivitas no se enmiendan.

MATEO 1,24-25


3124 (Mt 1,24-25)

Y despertando José del sueño, hizo como el Angel del Señor le había mandado y recibió a su mujer. Y no la conoció hasta que parió a su hijo primogénito y llamó su nombre Jesús. (v. 24-25)

Remigio. Por la puerta misma que entró la muerte, ha vuelto la vida. Por la desobediencia de Adán nos perdimos todos, por la obediencia de José empezamos a volver a nuestro estado primigenio. Por eso se nos recomienda la gran virtud de la obediencia por estas palabras: "Y despertando José del sueño, hizo como el Angel del Señor le había mandado".

La Glosa. No sólo hizo lo que le mandó el ángel, sino también como se lo mandó. Así también todo el que se sienta movido por Dios, sacuda toda pereza, despierte y haga lo que se le manda.

"Y recibió a su mujer"

Remigio. La recibió después de celebrados los desposorios para llamarla su mujer, mas no para cohabitar con Ella, pues sigue: "Y no la conoció".

San Jerónimo, contra Helvidium. Helvidio hace vanos esfuerzos para demostrarnos que el verbo conocer debe referirse a la cópula más bien que a un conocimiento cualquiera, como si alguien lo negara o las necedades que se entretiene en refutar las hubiera podido descubrir cualquier persona entendida. Pretende después enseñarnos que los adverbios donec y usque significan tiempo determinado, cumplido el cual se realiza aquello que hasta entonces no se realizaba, como sucede en este pasaje: "Y no la conoció hasta que parió a su Hijo". Aquí se ve, dice Helvidio1, que la conoció después del parto, y que ese conocimiento lo retardaba solamente el nacimiento del hijo. Y para probarnos tal afirmación, acumula multitud de ejemplos de las Escrituras. La respuesta es fácil: en las Escrituras la frase: "Y no la conoció", lo mismo que los adverbios donec y usque, tienen doble sentido, según el contexto. En el lugar citado, las palabras: "Y no la conoció", se refieren, como el mismo Helvidio observó, a la unión conyugal, sin que nadie dude que pueden referirse muchas veces a un simple conocimiento del objeto, como en el capítulo 2 de San Lucas: "Y se quedó el Niño Jesús en Jerusalén, sin que sus padres lo advirtiesen" (Lc 2,43) Asimismo el adverbio donec o usque significan con frecuencia tiempo determinado, como Helvidio hace notar, pero muchas veces también tiempo indefinido, de cuya significación hay numerosos ejemplos: "Hasta vuestra vejez, yo mismo" (Is 46,4) ¿Puede inferirse de aquí que después que hayan envejecido dejará Dios de ser el que era? El Salvador dice en el Evangelio: "Yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación del siglo" (Mt 28,20) Luego, ¿después que el mundo se acabe no estará más con sus discípulos? El Apóstol dice: "Es necesario que El reine hasta que ponga a todos sus enemigos debajo de sus pies" (1Co 15,25) ¿Es que acaso después que estén bajo sus pies dejará de reinar? Comprenda, pues, Helvidio, que siempre se procura fijar el sentido de lo que pudiera ofrecer duda, si no se hubiese escrito, pero lo demás se deja siempre a nuestra inteligencia, y según este criterio el evangelista indica claramente la circunstancia sobre la que podía sospecharse -que su esposo no la conoció antes del parto2- para que entendiésemos que mucho menos podría ser conocida después de dar a luz.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 1. Si alguno dijera: "Mientras vivió, no habló esto" ¿querría acaso darnos a entender que habló después de morir? Imposible, así como es lo más creíble que José no conociese a su esposa antes de dar a luz, porque ignoraba todavía la dignidad del misterio. Pero después que tuvo conocimiento de que su esposa se había hecho templo del unigénito de Dios, ¿cómo podía cometer tal profanación? Los secuaces de Eunomio creen, sin embargo, a la manera del loco que cree que ninguno está en su juicio, que porque se han atrevido a verter tal especie, José también se atrevería a cometer lo que ellos le atribuyen.

San Jerónimo, contra Helvidium, 8. En suma, yo pregunto a Helvidio: ¿por qué José se abstuvo hasta el día del parto? Me responderá: porque había oído al ángel: "Lo que en ella ha nacido, de Espíritu Santo es". Luego el que tuvo fe tan grande en el sueño que no se atrevió a tocar a su mujer, ¿es creíble que después de haber oído a los pastores, y visto a los magos, y presenciando tantos milagros se atreviese a acercarse siquiera a la que era templo de Dios, morada del Espíritu Santo y Madre de su Señor?

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 1. Puede también decirse que el verbo conocer se toma aquí por el acto de reconocer a uno, porque realmente José no conoció la dignidad de María antes del parto. Mas después que dio a luz reconoció entonces cuánta era su hermosura y dignidad, porque Ella sola recibió en el estrecho aposento de su seno al que el mundo entero no podía contener.

San Hilario. La gloria de la Santísima María impedía que José pudiera conocerla hasta que dio a luz, porque, ¿cómo podía ser conocida teniendo en su seno al Señor de la gloria? Si el rostro de Moisés al estar hablando con Dios adquirió tal resplandor de gloria que los hijos de Israel no podían fijar en El su mirada, ¿cuánto más inaccesible estaría a las miradas y al conocimiento de los hombres María, que llevaba en su seno al Dios de todo poder? Después del parto hallamos ya que la reconoció por la hermosura de su rostro, no por contacto sensual.

San Jerónimo, in Matthaeum, 1. Porque el evangelista dice "a su Hijo primogénito" sospechan algunos malignamente que María tuvo otros hijos, porque dicen que no se llama primogénito sino el que tiene hermanos, siendo así que es costumbre de las Escrituras no llamar primogénito al que le siguen otros hermanos, sino al primeramente nacido.

San Jerónimo, contra Helvidium, 10. De forma que si por primogénito se entendiese aquel al que le siguen otros hermanos, los primogénitos no se deben a los sacerdotes hasta que otros hijos hayan sido procreados3.

La Glosa. O se dice primogénito entre todos los hijos de adopción por la gracia, pero con toda propiedad se dice unigénito de Dios Padre o de María.

Y sigue: "Y llamó su nombre Jesús" a los ocho días, en que se verificaba la circuncisión y se ponía el nombre al circuncidado.

Remigio. Es evidente que este nombre fue muy conocido de los Santos Padres y de los profetas de Dios, especialmente de aquél que decía: "Desfalleció mi alma por tu salud" (Ps 12,5) y de aquel que decía: "Me regocijaré en Dios mi Jesús" (Hab 3,18)


MATEO 2,1-2

3201 (Mt 2,1-2)

Cuando hubo nacido Jesús en Belén de Judá en tiempo de Herodes el Rey, he aquí unos Magos vinieron del Oriente a Jerusalén diciendo: "¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? porque vimos su estrella en el oriente, y venimos a adorarle". (vv. 1-2)

San Agustín, in sermone 5 de Epiphania.

Consumado el milagro del parto virginal, en que el útero lleno de la divinidad dio a luz al Dios-Hombre sin perder el sello de su integridad, entre los tenebrosos escondrijos de un establo y la estrechez de un pesebre, en los que la Majestad infinita, reduciéndose en las cortas dimensiones de un tierno cuerpecito, mora suspendido del pecho materno, y todo un Dios permite ser envuelto en viles pañales, un nuevo astro aparece de repente en el cielo iluminando la tierra. Y disipada la niebla que cubría todo el mundo, convierte la noche en día para que el día no quedase oculto entre la noche. Por eso dice el evangelista: "Pues cuando hubo nacido".

Remigio. Al principio de esta lección evangélica se precisan tres cosas: la persona, "Habiendo nacido Jesús"; el lugar, "en Belén de Judá"; el tiempo, "En los días de Herodes el Rey"; circunstancias que aduce en confirmación del hecho que va a referir.

San Jerónimo, in Matthaeum, 1. Es de creer que el evangelista puso primeramente, como leemos en el hebreo Judá, no Judea. Porque no habiendo en las demás naciones ninguna ciudad llamada Belén, no podía poner aquí, con objeto de distinguirla, Belén de Judea; y por eso escribe Judá. Pues en el libro de Josu, hijo de Nave, leemos otra ciudad de Belén en la Judea.

La Glosa. Hay dos ciudades con el nombre de "Belén": una en la tribu de Zabulón y otra en la de Judá, que antes se llamó "Efratá".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,15. San Mateo y San Lucas están de acuerdo sobre la ciudad de Belén, pero San Lucas nos dice cómo y por qué vinieron a esta ciudad José y María, mientras San Mateo lo pasa por alto. Por el contrario, San Lucas omite la venida de los magos de Oriente y San Mateo la refiere.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Pero veamos por qué el evangelista designa el tiempo en que nace Cristo, diciendo: "En los días de Herodes el Rey". Lo designa para demostrar que la profecía de Daniel, vaticinando que Cristo había de nacer después de terminadas las setenta semanas de años, acababa de cumplirse, pues desde aquel tiempo hasta el reinado de Herodes transcurre exactamente ese tiempo. O porque mientras la nación judaica era gobernada por reyes judíos, aunque pecadores, se le enviaban profetas para su remedio. Mas ahora, cuando la ley de Dios se encontraba pisoteada bajo el cetro de un rey intruso y la justicia de Dios oprimida por la dominación romana, nace Cristo; porque habiéndose hecho la enfermedad ya casi incurable, requería un médico más hábil.

Rábano. O también hizo mención del rey extranjero, para que se cumpliese la profecía: "No será quitado de Judá el cetro, y de su muslo el caudillo, hasta que venga el que ha de ser enviado" (Gn 49,10)

San Ambrosio, in Lucam, 3,41. Se cuenta que habiendo entrado en Ascalón unos salteadores idumeos, se llevaron cautivo, entre otros a Antípater. Iniciado éste en los misterios de los idumeos, se une en estrecha amistad con Hircano, rey de Judea. Este le envió a Pompeyo para que hablase en su favor. Y habiendo prosperado la embajada, pretendió como recompensa una parte del reino. Muerto Antípater, un decreto del senado concede, bajo Antonio, el reino de los judíos a su hijo Herodes; resultando que éste, sin afinidad ninguna con la raza judía1, se alzó con el reino por la falsía y las intrigas.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 6. Dijo: "de Herodes el rey" marcando la dignidad, porque hubo otro Herodes, el que mandó dar muerte a Juan.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Habiendo pues, nacido en este tiempo, "he aquí unos Magos vinieron" -es decir, apenas nació-, mostrando al Dios grande en un pequeño niño.

Rábano. Magos son los que filosofan sobre todo, pero el lenguaje común toma esta palabra en la acepción de hechiceros. Estos magos, sin embargo, son considerados de otra manera en su país, puesto que son los filósofos de los caldeos, y sus reyes y príncipes ajustan siempre todos sus actos a la ciencia de estos hombres. Así es que fueron los primeros que conocieron el nacimiento del Señor.

San Agustín, in sermone 4 de Epiphania. Estos magos, ¿qué otra cosa fueron sino las primicias de las naciones? Los pastores eran israelitas, los magos2, gentiles; éstos vinieron de tierras lejanas, aquéllos de cerca. Sin embargo, unos y otros acudieron con presteza a la piedra angular.

San Agustín, in sermone 2 de Epiphania. No se manifestó Jesús ni a los sabios ni tampoco a los justos, sino que prevaleció la ignorancia en la rusticidad de los pastores y la impiedad en los magos sacrílegos de la Caldea. A unos y a otros se ofrece aquella piedra angular, porque había venido a elegir la ignorancia para confundir a los sabios, y no a llamar a los justos, sino a los pecadores, a fin de que ningún poderoso se ensoberbeciese y ningún débil desesperase.

La Glosa. Estos magos eran reyes, y si se dice que ofrecieron tres dones, no se significa con esto que ellos no fueran más que tres, sino que en ellos estaban representadas todas las naciones descendientes de los tres hijos de Noé que habían de ser llamadas a la fe. Si los príncipes fueron tres, podemos creer que el número de los que les acompañaban era mucho mayor. No vinieron después de un año, porque entonces habrían encontrado al niño en Egipto y no en el pesebre, sino a los trece días de su nacimiento. Se dice "de Oriente" para manifestar el lugar de donde venían.

Remigio. Debemos tener presente que hay varias opiniones acerca de los magos. Unos dicen que eran caldeos porque los caldeos adoraban las estrellas. Por esto dijeron que el falso dios a quien ellos habían adorado como tal, les había manifestado cuál era el verdadero Dios. Otros afirman que los magos eran persas. Otros, que vinieron de los últimos confines de la tierra. Otros, en fin, que eran descendientes de Balaam, lo cual es más creíble, pues Balaam entre otras cosas profetizó que "nacería una estrella de Jacob" (Nb 24,17) Sus descendientes que conservaban esta profecía, la vieron cumplida al aparecer esta estrella.

San Jerónimo, in Matthaeum, 2. De este modo los descendientes de Balaam sabían por su profecía que esta estrella había de aparecer. Pero se preguntará: ¿cómo, siendo caldeos o persas o de las más apartadas regiones de la tierra, pudieron llegar a Jerusalén en tan poco tiempo?

Remigio. Algunos contestaban a esto que el niño que acababa de nacer tenía poder para hacerlos llegar en tan pocos días desde los confines de la tierra.

La Glosa. No es de extrañar que en trece días pudieran venir a Belén viajando sobre caballos árabes y dromedarios que son tan veloces para caminar.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Tal vez emprendieron el camino dos años antes del nacimiento de Jesucristo, guiados por la estrella, llevando todas las provisiones necesarias para el camino.

Remigio. Si estos reyes eran descendientes de Balaam, pudieron venir en tan poco tiempo a Jerusalén porque no distaban mucho de la tierra prometida. Pero entonces se podrá preguntar ¿por qué el evangelista dice que vinieron de Oriente? Porque su país estaba situado en la frontera oriental de Judea. Por otra parte, las palabras "vinieron del Oriente" nos ofrecen el magnífico pensamiento de que, siendo Jesucristo llamado "el Oriente" según aquellas palabras de Zacarías: "He aquí un hombre, el Oriente es su nombre" (Za 6,12), todos los que vienen al Señor, vienen de El y por El.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. De donde nace la luz, allí tuvo la fe su origen, porque la fe es la luz de las almas. Vinieron, pues, de Oriente, pero a Jerusalén.

Remigio. Aunque el Señor no había nacido allí, porque aunque supieron la época del nacimiento, no conocían el lugar donde había de nacer. Pero siendo Jerusalén la ciudad real, creyeron ellos que un niño de tal condición no debía nacer sino en una ciudad de reyes. O vinieron a Jerusalén para que se cumpliese lo que estaba escrito: "De Sión saldrá la Ley, y la palabra del Señor de Jerusalén" (Is 2,3) O tal vez para que la diligencia de los magos sirviese de condenación a la indiferencia de los judíos.

"Vinieron, pues, a Jerusalén diciendo: ¿Dónde está el que ha nacido Rey de los judíos?".

San Agustín, in sermone 2 de Epiphania. Eran muchos los reyes que habían nacido y habían muerto en Israel; ¿era por ventura alguno de éstos a quien los magos buscaban para prestarle adoración? Ciertamente no, porque de ninguno de ellos les había hablado el cielo. Estos reyes, extranjeros y de un país tan remoto, no se juzgaban obligados a prestar un homenaje tan grande a un rey de la clase y condición que lo eran ellos en su país; sino que habían aprendido que debía ser tal la condición del que había nacido, que, adorándolo, no podía ofrecerles duda alguna el conseguir la salvación, que consiste en el mismo Dios. Por otra parte, tampoco la edad se prestaba a la adulación humana, no estaban cubiertos de púrpura los miembros del recién nacido, ni brillaba una diadema en su cabeza; ni pudo ser la pompa de los servidores, ni el terror de los ejércitos, ni la fama de gloriosos combates lo que atrajese a estos varones de tan remotas tierras con fe tan grande y tan ardientes votos. Un niño recién nacido, pequeñito, menospreciado por la pobreza se manifiesta recostado en un pesebre. Pero se oculta bajo estas apariencias alguna cosa grande que aquellos hombres, primicias de los gentiles, habían comprendido, no por testimonio de la tierra, sino del cielo. Por eso decían: "Hemos visto su estrella en el Oriente". Anuncian y preguntan, creen y buscan, a imagen de aquéllos que caminan en la fe y desean ver.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 6. Es preciso saber que los herejes priscilianistas que creen que las diferentes constelaciones presiden los destinos de los hombres, se han servido de este pasaje para apoyar su error, y han hablado de esta estrella que aparece al nacer el Salvador, como si fuera la estrella de su destino.

San Agustín, contra Faustum, 2,1. Esta estrella, según Fausto, es mencionada aquí como confirmando el nacimiento del Salvador, sacando por conclusión que el libro que refiere este acontecimiento debe llamarse mejor Genesidium, esto es, libro de la estrella del nacimiento.

San Gregorio Magno, homiliae in evangelia, 10. Pero nosotros estamos lejos de admitir lo que ellos llaman el destino.

San Agustín, de civitate Dei, 5,1. Por la palabra destino, además del sentido ordinario en que la usan los hombres, se entiende la influencia de ciertas posiciones de los astros correspondientes a la concepción o al nacimiento de los hombres, y en los cuales algunos ven un poder independiente de la voluntad de Dios. Este error, que es el de algunos paganos, debe ser rechazado por todos. Otros dicen que Dios ha dado a los astros esta influencia, grave injuria a la majestad divina que nos muestra a la corte celestial decretando crímenes por los cuales una ciudad de la tierra debería ser destruida por la indignación de todo el género humano, si ésa fuera su estrella.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. Si un hombre se hace homicida o adúltero por la influencia de una estrella, grande es la iniquidad de esa estrella, pero mucho mayor es la de aquel que la creó; porque Dios, en su sabiduría infinita, sabiendo el porvenir y viendo todo el mal que ha de producir esa estrella, no sería bueno si, pudiendo, no ha querido impedirlo, o no es Todopoderoso si no ha podido impedirlo. Además, si es una estrella la que nos hace buenos o malos, nuestras virtudes no merecen premio ni nuestros vicios merecen castigos, porque nuestros actos no dependerían de nuestra voluntad. ¿Por qué he de ser yo castigado por un mal que no he hecho por mi propia voluntad sino obligado por la fatalidad? En fin, los mandamientos de Dios prohibiendo el mal y aconsejando el bien, ¿no se destruyen por esta doctrina insensata? ¿Quién puede mandar a un hombre, evitar el mal que no puede evitar y exhortarle al bien que no puede hacer?

San Gregorio Niseno. Inútiles son las exhortaciones cuando se dirigen a aquel que vive bajo la fatalidad. La bondad divina y su providencia quedan desterradas del mundo por esta doctrina, según la cual el hombre no es otra cosa que un instrumento movido por el influjo o la acción de las estrellas. Estos movimientos celestes, dicen sus secuaces, determinan no solamente los de nuestros cuerpos, sino también los pensamientos de nuestra alma, destruyendo así, los que tal cosa afirman, no solamente la realidad de todo lo que existe en nosotros, sino la naturaleza del ser contingente. Esto no es más que destruir todas las cosas, y lo que es más, el libre albedrío. Es preciso, no obstante, que nosotros existamos en libertad.

San Agustín, de civitate Dei, 5,6. No puede decirse, sin embargo, que sea absurdo atribuir algunas modificaciones corporales a la influencia de los astros. Así, es indudable que los adelantos y los retrasos del sol influyen en la variedad de las estaciones; y las diversas fases de la luna en sus crecientes o menguantes influyen indudablemente en el crecimiento o decrecimiento de ciertas cosas en la naturaleza, como por ejemplo, el maravilloso flujo y reflujo del océano. Pero las voliciones del alma no deben someterse a la influencia de los astros.

San Agustín, de civitate Dei, 5,1. Y si se dice que los astros son signos y no autores de las operaciones de los hombres, ¿qué podrán contestar a lo que se observa en la vida de los gemelos? A saber que en sus acciones, en sus sucesos, en sus profesiones, en su conducta, honores y otras cosas de la vida, en la muerte misma se encuentra casi siempre más diferencia que la que existe entre ciertas personas completamente extrañas las unas a las otras. Menos diferencia se encuentra aun en la vida de estos últimos que en la de los gemelos, cuyo nacimiento no ha sido separado más que por un instante y cuya concepción ha sido simultánea.

San Agustín, de civitate Dei, 5,2. Los pocos instantes que separan el nacimiento de dos gemelos no bastan para explicar la gran diversidad que existe entre sus voluntades, sus actos, su conducta y todos los acontecimientos de su vida.

San Agustín, de civitate Dei, 5,7 y 5,9. Añade: algunos dan el nombre de destino no a las diferentes posiciones de los astros, sino a la conexión y serie de causas que ellos someten o atribuyen al poder de Dios y a su voluntad soberana. Si alguno dice que las cosas humanas dependen del destino y entiende por destino a la voluntad de Dios, conserve su manera de sentir, pero corrija su modo de hablar. Porque comúnmente se llama destino a la influencia que los astros tienen sobre la tierra, y no a la voluntad de Dios, a menos que no hagamos venir la palabra de la latina fatum y ésta de favi, hablar; pues está escrito: "Una vez habló Dios, estas dos cosas he oído" (Ps 61,12) Así no debemos discutir con ellos sobre la significación de la palabra.

San Agustín, contra Faustum, 2,5. Si nosotros no ponemos el nacimiento de ningún hombre bajo la acción fatal de los astros, para librar de toda determinación del destino el albedrío de la voluntad, con mucha más razón no debemos admitir que el nacimiento temporal del Creador de todas las cosas haya estado sujeto a esta influencia. Esta estrella que vieron los magos a la entrada de la cuna del Salvador, no significaba, pues, la fatalidad y la dominación, sino que se manifestaba como a su servicio y para dar testimonio. No era, por lo tanto, del número de aquellos astros que desde el principio del mundo siguen bajo la voluntad del Creador el orden prescrito de sus caminos, sino que era un nuevo astro creado para el parto de la Virgen y para ofrecer su ministerio, marchando delante de ellos, a los magos que buscaban a Cristo y conducirles al lugar donde estaba el Verbo, Niño Dios. ¿Quiénes son, pues, los astrólogos que se hayan atrevido a creer en una fatalidad de los astros tal que afirmen que una estrella abandone su curso para ir al lugar en que se encuentra el recién nacido? Lejos de probar que las estrellas abandonen su camino y alteren el orden establecido por un niño que nace entre los hombres, enseñan, al contrario, que la suerte del niño es la que está ligada al orden de las estrellas. Por lo cual, si esta estrella era de las que en el cielo cumplen sus destinos, ¿cómo podía juzgar lo que Cristo había de hacer, aquel astro que, al nacer Cristo, había sido obligado a abandonar sus caminos? Si, por el contrario, y lo que es más probable, la estrella nació para dar a conocer a Cristo, no podemos decir que Cristo nació porque ella existía, sino que ella existía porque Cristo nació. De suerte que podría decirse con razón que no fue la estrella el destino de Cristo, sino que Cristo fue el destino de la estrella, porque El fue la causa de la existencia de ella, y no ella de la de El.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 6. No es propio de la astrología averiguar mediante los astros quienes son los que nacen, sino conjeturar el destino del hombre por la hora de su nacimiento. Ahora bien, los magos no conocieron el tiempo del nacimiento para adivinar por la posición de las estrellas el porvenir del recién nacido, sino al contrario, puesto que dijeron: "Hemos visto su estrella".

La Glosa. Esto es, su propia estrella, la que El ha creado para anunciarse.

San Agustín, sermones, 204,1. Los ángeles anuncian a los pastores que ha nacido Cristo; a los magos, una estrella. El cielo con su lenguaje habla a unos y a otros, porque el de los profetas había cesado. Los ángeles habitan los cielos que embellecen los astros; los cielos, pues, cantan a unos y a otros las glorias del Señor.

San Gregorio Magno, homiliae in evangelia, 10. Con razón un ser racional, esto es, un ángel, fue enviado a predicar a los judíos, como a gentes que usaban de la razón, mientras que los gentiles, indóciles a la razón, son conducidos a la cuna de Jesucristo, no por la palabra humana, sino por la aparición de un signo. Las profecías habían sido dadas a los primeros, porque eran fieles; las maravillas a los segundos, a causa de su infidelidad. Los apóstoles predicaron a las naciones a Jesucristo cuando había llegado a la plenitud de su edad, mientras que una estrella se los había anunciado cuando era pequeño y no podía articular palabra.

San León Magno, in sermone 3 de Epiphania. Era el mismo Cristo, esperanza de las naciones, cuya innumerable descendencia había sido prometida un día al justo Abraham, multiplicada no por la sangre, sino por la fe, y comparada a la multitud de estrellas que tachonan la bóveda celeste, a fin de que el patriarca, a quien la promesa se había hecho, la comprendiera como una generación del cielo y no de la tierra. Con el nacimiento de una nueva estrella es como los herederos figurados por las estrellas son llamados a formar esta nueva generación, con el fin de que lo mismo que había servido de testimonio que el cielo daba a la tierra, sirviese de homenaje que la tierra prestaba al cielo.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 6. Es evidente que aquélla no debió ser una estrella ordinaria, dado el camino que recorría, que nunca fue el de una estrella ordinaria, del norte al sur, que tal es la posición de Palestina con respecto a Persia. En segundo lugar, esto se puede deducir también del tiempo en que apareció, porque no era visible solamente de noche, sino en la mitad del día, lo cual no acontece con ninguna estrella, ni aun con la misma luna. En tercer lugar, porque unas veces aparecía y otras desaparecía, ocultándose cuando los magos entraron en Jerusalén y apareciendo de nuevo cuando dejaron a Herodes, no teniendo tampoco un andar fijo ni marcha determinada, sino que cuando a los magos convenía caminar, ella caminaba, y cuando les convenía detenerse, ella se detenía, de la misma manera que acontecía con la columna de nube en el desierto. Y no anunciaba el parto de la Virgen permaneciendo en las alturas, sino descendiendo de ellas, lo cual no es propio de una estrella ordinaria, sino de una voluntad inteligente, de donde podemos deducir que no era simplemente una estrella, sino más bien una virtud invisible que había tomado esta forma.

Remigio. Algunos creen que esta estrella era el Espíritu Santo, apareciéndose a los magos bajo esta forma, el mismo que había de descender más tarde en forma de paloma sobre el Señor en su bautismo. Otros creen que fue un ángel, y que el mismo que se apareció a los pastores se apareció también a los magos.

La Glosa. Prosigue el evangelista: "En Oriente". Es dudoso si la estrella apareció en oriente, o si esta expresión indica solamente que ellos desde el oriente, en donde estaban, la vieron hacia el occidente. Ella pudo muy bien aparecer en oriente y conducirlos a Jerusalén.

San Agustín, sermones, 374,1. Pero dirás: ¿Quién les había dicho que esta estrella significaba el nacimiento del Salvador? Sin duda por revelación de los ángeles. ¿Pero ángeles buenos o malos? Ciertamente que hasta los ángeles malos, los demonios mismos, han confesado que El era hijo de Dios. Pero, ¿por qué no había de ser por revelación de los ángeles buenos, toda vez que, adorando a Cristo encontraban su salvación y no su ruina? Los ángeles pudieron decirles: "La estrella que habéis visto es la de Cristo: id, adoradle en el lugar en que ha nacido y ved a la vez quién es y cuán grande es".

San León Magno, in sermone 4 de Epiphania. Además de esta aparición de la estrella que hirió su vista corporal, el rayo más resplandeciente de la verdad instruyó sus corazones, lo cual correspondía a la iluminación de la fe.

Ambrosiaster, quaestiones Novi et Veteri Testamenti, q. 63. O comprendieron que el Rey de los judíos había nacido, porque la estrella solía ser signo de un rey temporal. Estos magos caldeos no estudiaban el curso de los astros con intención torcida, sino por curiosidad científica; porque, como puede entenderse, ellos seguían las tradiciones de Balaam, que había dicho: "Una estrella nacerá de Jacob" (Nb 24,17) Así, viendo ellos una estrella que no era de las constelaciones ordinarias, juzgaron que ésta era la que Balaam había anunciado como señal del nacimiento del Rey de los judíos.

San León Magno, in sermone 4 de Epiphania. Esto que ellos habían creído y habían comprendido, les debía haber bastado para no tener necesidad de examinar con los ojos del cuerpo, lo que habían visto plenamente con los ojos del alma. Pero aquel mismo celo, aquella perseverancia que tuvieron hasta ver al Niño Jesús, debía servir a los hombres de nuestros tiempos; porque así como el examen de las llagas del Salvador, después de su resurrección, por el apóstol Santo Tomás fue útil para nosotros, también lo fue el que los magos vieran con sus propios ojos la infancia del Salvador. Por esto dijeron: "Hemos venido a adorarle".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. ¿Pero acaso no sabían que en Jerusalén reinaba Herodes? ¿No sabían que cualquiera que, estando vivo un rey, proclama a otro o lo adora es castigado con la pena de muerte? Era que mientras tenían su vista fija en el Rey futuro no temían al rey presente, era que aun cuando todavía no habían visto a Cristo, estaban, sin embargo, dispuestos a morir por El. ¡Oh, bienaventurados magos! que antes de conocer a Cristo fueron confesores de Cristo en presencia del rey más cruel.


Catena aurea ES 3120