Catena aurea ES 3203

MATEO 2,3-6


3203 (Mt 2,3-6)

Y el Rey Herodes, cuando lo oyó, se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocando todos los príncipes de los sacerdotes y los escribas del pueblo, les preguntaba dónde había de nacer Cristo. Y ellos le dijeron: "En Belén de Judá: porque así está escrito por el Profeta. Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres la menor entre las principales de Judá; porque de ti saldrá el caudillo que gobernará a mi pueblo Israel". (vv. 3-6)

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. Así como los magos desean un Redentor, Herodes teme un sucesor. Esto es lo que significan aquellas palabras: "Y el Rey Herodes, cuando lo oyó, se turbó".

La Glosa. Se dice rey, para que de la comparación de aquel que se busca resulte que éste es extraño.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Siendo él mismo idumeo, tiembla cuando oye hablar de un rey de los judíos. Teme que el cetro, volviendo a manos de los judíos, le sea arrancado, y que su raza caiga para siempre del trono. Cuanto más grande es el poder, mayores son los peligros y temores que lo cercan. Así como en los árboles las ramas más elevadas son agitadas por el viento más ligero, de la misma manera los hombres, cuanto más elevado es el puesto que ocupen, son más fácilmente agitados por el leve anuncio del más pequeño suceso; a diferencia de aquéllos de condición humilde, que viven casi siempre en paz, como en el fondo de un apacible valle.

San Agustín, sermones, 200,2. ¿Qué será el tribunal del juez cuando la cuna del Niño hace temblar a los reyes soberbios? Teman éstos, pues, al que está sentado a la diestra del Padre, a aquél que mientras era amamantado por los pechos de su Madre fue temido por un rey impío.

San León Magno, in sermone 4 de Epiphania. Sin embargo, son vanos tus temores, oh Herodes; tus reinos son pequeños para Cristo. El soberano del mundo no puede contentarse con los estrechos límites a donde alcanza tu dominio. Aquél que tú no quieres que reine en Judea, reina en todas partes.

La Glosa. Pero Herodes no teme solamente por él, sino también por los romanos, que habían decretado que ninguno fuese proclamado rey o dios sin su consentimiento.

San Gregorio Magno, homiliae in evangelia, 10. Al acercarse el Rey del cielo se turba pues, el rey de la tierra; porque cuando las alturas del cielo se descubren queda confundida la grandeza de la tierra.

San León Magno, in sermone 6 de Epiphania. Herodes en esta circunstancia hace el papel del mismo Satanás, del cual había sido instigador antes y se muestra ahora imitador, el más resuelto y decidido, atormentado por la vocación de los gentiles y por la destrucción de su imperio.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Cada uno es atormentado por un cuidado diferente, y ambos temen un sucesor; Herodes, un rey de la tierra; Satanás, al Rey del cielo. Y he aquí que el mismo pueblo judío se turba, aquel pueblo que debía más bien alegrarse al oír la nueva de que un rey judío acababa de nacer. Y se turba porque los impíos no pueden alegrarse con la venida del Justo; o quizá por temor de que el rey se enojase contra ellos. Esto significan aquellas palabras: "Y toda Jerusalén con él".

La Glosa. El pueblo participaba, tal vez por miedo, de las angustias de Herodes. Y es que sucede con frecuencia que el pueblo favorece más de lo que debía a los tiranos cuya opresión sufre y tolera. "Y convocando todos los príncipes de los sacerdotes y los escribas del pueblo". Es de notar aquí la diligencia con que busca a Cristo, lo cual hace con el fin de, si lo encuentra, realizar los planes que más tarde pone en práctica, y si no, excusarse para con los romanos.

Remigio. Son llamados escribas, no solamente por el cargo u oficio de escribir los libros de la Ley, sino principalmente porque interpretan las Sagradas Escrituras. Eran los doctores de la Ley.

El Evangelio prosigue: "Les preguntaba dónde había de nacer el Cristo". Debemos aquí notar que no dice: "dónde ha nacido el Cristo", sino "dónde había de nacer". El les pregunta con astucia para poder conocer si ellos se alegraban del nacimiento del nuevo rey. Lo llama Cristo porque sabía que el rey de los judíos debía ser ungido.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. ¿Por qué preguntaba Herodes si no creía en las Escrituras? Y si creía en ellas, ¿cómo podía jactarse de hacer desaparecer a Aquél que decían había de ser rey? Estaba instigado por el diablo que creía que las Escrituras no mienten, así son todos los pecadores: ellos no creen totalmente incluso aquello que creen, y si creen es por el brillo invencible de la verdad que no puede estar oculto, y si no creen es porque les ciega el enemigo. Si su fe fuese perfecta, ellos vivirían no como si hubieran de permanecer en este mundo, sino como viajeros y peregrinos que muy pronto lo han de abandonar.

"Y ellos dijeron: En Belén de Judá".

San León Magno, in sermone 1 de Epiphania. Los magos, que habían tenido una señal humana del nacimiento del rey, creyeron que debían buscarle en la ciudad; pero aquél que había tomado la forma de siervo y había venido para ser juzgado y no para juzgar, escogió a Belén para su nacimiento, a Jerusalén para su pasión.


Teodoreto, homilia 1 in concilio Ephesino Si hubiera elegido la gran ciudad de Roma, se habría creído que el cambio verificado en el mundo era resultado del poder de sus habitantes; si hubiera nacido hijo de un emperador, se hubiera atribuido este resultado a su poder. ¿Qué hizo, pues? Elegir todo lo humilde, todo lo pobre y vil para que no hubiera la menor duda de que era el poder divino el que hacía la transformación del universo. He ahí por qué eligió una Madre pobre y una patria más pobre aún; y he ahí también por qué carece de lo más necesario para vivir. Esto es lo que nos enseña el pesebre.

San Gregorio Magno, homiliae in evangelia, 8. Con razón nace en Belén, pues Belén significa Casa de pan: porque El mismo es quien dijo: "Yo soy el pan vivo que descendí del cielo".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Como ellos debieran ocultar el misterio del rey designado por Dios, sobre todo delante de un rey extranjero, se hacen no ya predicadores de las obras de Dios, sino divulgadores de su misterio. No solamente hacen patente el misterio, sino que alegan el testimonio profético. Por eso añaden: "Porque así está escrito por el profeta", es decir Miqueas, "Y tú, Belén, tierra de Judá" (Mi 5,2)

La Glosa. Esta profecía la pone así, tal como fue dicha, por aquellos escribas que si bien no citaron literalmente, al menos expresaron el auténtico sentido.

San Jerónimo, epistulae, 57. En este lugar se puede acusar a los judíos de ignorantes, porque la profecía dice: "Y tú, Belén Efratá", y no como ellos dijeron: "Y tú, Belén tierra de Judá".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Y más aun, truncando ellos la profecía, llegaron a ser la causa del martirio de los inocentes; porque las palabras del profeta son éstas: "De ti me saldrá aquel que ha de reinar en Israel: su salida desde el principio, desde los días de la eternidad" (Mi 5,2) Y si ellos hubiesen expuesto la profecía íntegra, considerando Herodes que un rey que existía "desde los días de la eternidad" no podía ser un rey terreno, no hubiera caído en semejante extremo de furor.

San Jerónimo, in Michaeam, 5,2. El sentido de la profecía es el siguiente: tú, Belén, tierra de Judá o Efratá -y se designa así, porque hay otro Belén en Galilea-, aunque seas una pequeña aldea entre las mil ciudades de Judá, sin embargo, de ti nacerá el Cristo que reinará sobre Israel y que será de la familia de David. El ha nacido de mí antes que fueran los siglos. Por eso el profeta añade: "su salida desde el principio, desde los días de la eternidad"; porque "en el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios" (Jn 1,1)

La Glosa. Pero los judíos omitieron -como se ha dicho- estas palabras, y cambiaron otras; ya por ignorancia, ya para hacer más claro el sentido de la profecía a Herodes que era un extranjero. Así, en lugar de la palabra Efratá, que era palabra anticuada y tal vez desconocida de Herodes, pusieron Tierra de Judá; y en vez de aquello que había dicho el profeta: "eres la menor entre las mil ciudades de Judá" -queriendo dar a entender su pequeñez o poca importancia en cuanto al número de sus habitantes- dijeron: "No eres la menor entre las principales de Judá" para hacer resaltar más la dignidad que había de tener con el nacimiento de tal príncipe. Es decir, tú eres la más grande entre las ciudades que han producido reyes.

Remigio. O bien: Aunque parezcas la más pequeña de entre las ciudades principales de la tierra, no lo eres en realidad porque de tu seno nacerá un soberano que regirá a mi pueblo Israel. Este soberano es Cristo que rige y gobierna al pueblo fiel.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 7. Notad la exactitud de la profecía que no dice: "en Belén estará" sino "de Belén saldrá", manifestando así que allí solamente nacería. ¿Cómo han de referirse estas palabras a Zorobabel1 según algunos creen? Su nacimiento no fue desde el principio de los siglos: no nació en Belén, sino en Babilonia, y no en la Judea. Otro nuevo testimonio nos dan las palabras: "No eres la menor, porque de ti saldrá", porque entre los judíos ninguno ha dado tanta celebridad a la aldea en que naciera, como Cristo, cuyo pesebre y cuya choza son continuamente visitados por peregrinos de todas partes del mundo después de su nacimiento. Y si el profeta no dijo: "De ti saldrá el hijo de Dios", sino: "De ti saldrá un soberano que regirá mi pueblo de Israel", fue porque convenía condescender al principio con los judíos a fin de que no se escandalizasen y predicar lo que era concerniente a la salvación del linaje humano para conducirlos mejor a este fin. Las palabras: "Que rija mi pueblo de Israel" tienen aquí un sentido figurado, porque Israel quiere decir todos aquellos judíos que creyeron. Si a todos no rigió Cristo, fue culpa de ellos. Si no dijo nada de los gentiles, fue para no escandalizar a los judíos. ¡Ved cuán admirable providencia! Los judíos y los magos se instruyen los unos a los otros. Los judíos oyen decir a los magos que una estrella ha anunciado a Cristo en oriente, y los magos oyen decir a los judíos que las antiguas profecías lo habían anunciado para que, apoyados en este doble testimonio, buscasen con fe más ardiente a aquél que habían anunciado la aparición de una nueva estrella y la autoridad de los profetas.

San Agustín, sermones, 374,2 y 373,4. La estrella que condujo a los magos al lugar en que se encontraban el Salvador y su Madre Virgen hubiera podido conducirlos a Jerusalén. Sin embargo, se ocultó a su vista y no volvió a aparecer sino después que preguntaron a los judíos, y éstos les contestaron: "En Belén de Judá". En esto, los judíos fueron semejantes a los artífices que construyeron el arca de Noé y que perecieron en el diluvio, después de haber preparado a otros los medios de salvarse. O a aquellas piedras que en los caminos marcan las millas, pues mientras sirven de guía a los caminantes, ellas se quedan quietas. Oyeron y partieron al punto los que preguntaban, mientras que los doctores hablaron y se quedaron en Jerusalén. En nuestros días los judíos nos ofrecen un ejemplo semejante, pues hay muchos paganos que cuando les presentamos testimonios irrecusables para probarles que Jesucristo fue anunciado antes de su nacimiento, prefieren acudir a los códices de los judíos, teniendo los nuestros por sospechosos y como invenciones de los cristianos, y a la manera que los magos en otro tiempo dejan a los judíos en sus vanas lecturas y ellos caminan por adorar en la fe.

MATEO 2,7-9


3207 (Mt 2,7-9)

Entonces Herodes, llamando en secreto a los Magos, se informó de ellos cuidadosamente del tiempo en que les apareció la estrella: y encaminándolos a Belén, les dijo: "Id, e informaos bien del niño, y cuando le hubiereis hallado, hacédmelo saber, para que yo también vaya a adorarle". Ellos, luego que esto oyeron del rey, se fueron. (vv. 7-9)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Aunque Herodes oyó una respuesta que merecía entero crédito por dos motivos -por el testimonio de los sacerdotes y por las palabras del profeta- sin embargo no se doblega en su soberbia a rendir homenaje al rey que va a nacer. Antes, por el contrario, se deja llevar de su culpable deseo de deshacerse de él con astucia. Y como comprendió que no podía conquistar a los magos con halagos, ni aterrorizarlos con amenazas, ni sobornarlos con oro para que consintieran en la muerte del futuro rey, por eso trató de engañarlos. Esto es lo que quieren decir estas palabras: "Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos". El los llama en secreto para que no se dieran cuenta los judíos, de quienes desconfiaba, temiendo que entrasen en el deseo de tener un rey de su nación y frustrasen sus planes. Con gran cuidado les pregunta en qué tiempo habían visto la estrella.

Remigio. Y les pregunta con maña porque era muy astuto y temía que los magos, no regresando donde él, le dejaran sin saber qué hacer para matar al niño.

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. Quizá esta estrella había sido observada por los magos dos años antes, mas en este caso es preciso admitir que la revelación de lo que significaba no les fue hecha sino después del nacimiento de aquél que anunciaba. Pero después de la revelación del nacimiento de Cristo fue cuando ellos vinieron del oriente, y a los trece días adoraron a aquél cuyo nacimiento les había sido revelado pocos días antes.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 7. O tal vez esta estrella se les había aparecido mucho tiempo antes a fin de que, a pesar del tiempo que habían de emplear en el camino, pudieran llegar inmediatamente después del nacimiento y adorasen al niño envuelto en pañales, para que apareciese más admirable.

La Glosa. Según otros, esta estrella no apareció hasta el día del nacimiento del Salvador y desapareció luego que cumplió su ministerio. San Fulgencio nos dice: "El recién nacido creó una nueva estrella".

Después de haberse informado del tiempo y del lugar, Herodes quiere conocer la persona del niño, y por eso añade: "Id, e informaos bien del niño". Les manda lo que ellos por sí mismos habían de hacer.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 7. No les dice: "Informaos del rey", sino "del niño", porque ni siquiera podía soportar que se le diese el nombre de príncipe.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Para conducirlos allí se finge piadoso y bajo el manto de piedad afila el cuchillo dando a su crimen el color de humildad, procediendo en esto como todos los criminales, que cuando quieren herir a alguien en secreto, le muestran una humildad y un afecto que están muy lejos de sentir. Esto es lo que quiere decir: "Y cuando le hubieseis hallado hacédmelo saber".

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 10. Finge que quiere prestarle adoración e imagina el quitarle la vida si lo encuentra.

Continúa el evangelista: "Ellos luego que esto oyeron del rey se fueron".

Remigio. Los magos oyeron de Herodes que buscasen al Señor, pero no que volviesen a él, semejantes a los buenos oyentes que siguen los consejos de los predicadores indignos, pero no imitan sus obras.


MATEO 2,9


3209 (Mt 2,9)

Y he aquí la estrella que habían visto en el Oriente, iba delante de ellos hasta que, llegando, se paró donde estaba el niño. (v. 9)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Este pasaje indica claramente que la estrella, después de haber conducido a los magos a Jerusalén, se ocultó para obligarles a entrar en la ciudad y preguntar a sus moradores acerca de Cristo, y por consiguiente a divulgar el misterio de su nacimiento. Esto por dos razones. En primer lugar, para confundir a los judíos, porque siendo gentiles, solamente con la aparición de la estrella buscaban al Salvador atravesando provincias extranjeras, mientras que ellos, que leían todos los días las profecías sobre Cristo, no habían ido a buscarle habiendo nacido en su propio país. En segundo lugar, para que sirviera de confusión y oprobio a los sacerdotes que, preguntados por Herodes sobre dónde debía nacer Cristo, respondieron: "En Belén de Judá", los mismos que interrogando a Herodes acerca de Cristo no sabían nada de El. Por eso, después de esta pregunta y respuesta añade: "Y he aquí que la estrella que habéis visto en el Oriente iba delante de ellos", para que viendo la obediencia de esta estrella, pudiesen comprender la dignidad y grandeza del nuevo Rey.

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. La estrella, para prestar una obediencia más sumisa a Cristo, contuvo su carrera hasta que condujo a los magos a donde estaba el niño; les prestó vasallaje, pero no los mandó. Después de haber prestado al nuevo Rey sus adoradores, inundó la gruta de una luz clarísima, y después de haber iluminado con sus rayos el albergue del divino niño, desapareció. Y esto significan las palabras: "Hasta que llegando se paró sobre donde estaba el niño".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. ¿Qué tiene de extraño que el Sol de Justicia naciente se manifieste a los hombres precedido de una estrella? Ella se detiene sobre la cabeza del niño como para decir: "Aquí está". La que no podía hacerlo por medio de palabras, lo hace deteniéndose.

La Glosa. Se ve aquí que la estrella estaba colocada en el aire y muy cerca del albergue en que estaba el niño, pues de otro modo no habrían distinguido esta casa de las demás.

San Ambrosio, in Lucam, 2,45. Esta estrella es el camino, y el camino es Cristo, pues por el misterio de su encarnación Cristo es nuestra estrella, astro brillante de la mañana que no se ve donde está Herodes, pero que vuelve a aparecer allí donde está el Salvador y enseña el camino.

Remigio. Tal vez la estrella significa la gracia de Dios y Herodes el diablo. Aquel que por el pecado se sujeta al imperio de Satanás, al punto pierde la gracia. Pero si se arrepiente por la penitencia, al punto la vuelve a encontrar, y no la abandona hasta que lo conduce a la casa del niño, esto es a la Iglesia.

La Glosa. La estrella es la fe iluminando nuestras almas llevándolas a Cristo, de la cual se ven privados los magos apenas se dirigen a los judíos, porque al pedir consejo a los malvados se pierde la verdadera luz de la verdad.

MATEO 2,10-11


3210 (Mt 2,10-11)

Y cuando vieron la estrella se regocijaron en gran manera. Y entrando en la casa hallaron al niño con María su Madre, y postrándose, le adoraron; y abiertos sus tesoros, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra. (vv. 10-11)

La Glosa. Después de habernos manifestado la sumisión de la estrella, el evangelista nos refiere el gozo de los magos: "Y cuando vieron la estrella, se regocijaron en gran manera".

Remigio. Conviene notar que el evangelista no se contenta con decir "se regocijaron", sino que añade "en gran manera".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Ellos se regocijaron porque en vez de ver fallidas sus esperanzas, fueron, por el contrario, confirmadas más y más, y porque veían recompensadas las penalidades de un camino tan largo.

La Glosa. Se alegra con gozo aquel que se alegra en Dios, que es el verdadero gozo. Añadió el evangelista en gran manera, porque se alegraban en el acontecimiento más grande.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. El misterio de la estrella les había hecho presentir que la dignidad del Rey que había nacido aventajaba a la de todos los reyes de la tierra.

Remigio. Añadió en gran manera, queriendo mostrar que más alegría causa a los hombres el encontrar lo que han perdido, que aquello que siempre poseyeron.

Continúa el evangelista: "Y entrando en la casa, hallaron al niño".

San León Magno, in sermone 4 de Epiphania. Pequeño de cuerpo, necesitando de los cuidados de los demás, incapaz de hablar y sin diferenciarse en nada de los demás niños, porque así como eran incontestables a causa de los testimonios que afirmaban que en él se encontraba invisible la majestad de Dios, de la misma manera debía probarse que aquella esencia eterna del Hijo de Dios estaba unida a la naturaleza humana.

"Con María su Madre".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. No coronada su cabeza con diadema imperial, ni tampoco recostada sobre dorado lecho, sino teniendo apenas una sola túnica, no con que adornar su cuerpo, sino con que cubrir la desnudez, como la debía tener para viajar la esposa de un carpintero. Si ellos hubieran venido buscando a un rey terrenal indudablemente, se hubieran llenado más bien de confusión que de alegría, por haber sufrido sin resultado las molestias e incomodidades de un camino tan largo. Pero como ellos buscaban un rey celestial, y aun cuando con los ojos corporales no veían allí nada propio de rey, satisfechos, sin embargo, de lo que la estrella les decía, se regocijaban a la vista de este pobre niño, cuya majestad resplandecía en sus corazones y veían con los ojos del espíritu. Por eso, "postrándose le adoraron". Veían a un hombre, pero reconocían a Dios.

Rábano. Providencialmente José se había ausentado, no fuese que los gentiles tuvieran una mala sospecha.

La Glosa. Aunque sus ofrendas fuesen conformes a las costumbres de su país -en Arabia abunda el oro, el incienso y otra porción de aromas- con estos dones, no obstante, querían significar que allí se encerraba un misterio. Por eso dice a continuación el sagrado texto: "Y abiertos sus tesoros, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 10. El oro corresponde al rey, el incienso formaba parte de los sacrificios que se hacían a Dios, y la mirra sirve para embalsamar a los cadáveres.

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. Se le ofrece el oro como a un gran rey, se quema el incienso en su presencia como delante de Dios, y se le ofrece la mirra como a aquél que había de morir por la salvación de todos.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Aunque ellos no comprendían qué misterio era éste ni qué significaba cada uno de sus dones, poco importaba, porque la misma gracia que los inducía a hacer estas cosas, lo tenía todo dispuesto y ordenado.

Remigio. Debe notarse que cada uno de los tres no presenta por sí separadamente uno de los tres dones, sino que cada uno ofrece los tres, predicando así al rey, al hombre y a Dios.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 7. Avergüéncense Marción y Pablo de Samosata, que no quieren ver lo que vieron los magos progenitores de la Iglesia, que adoraron a Dios hecho hombre. Que era hombre lo dicen aquellos pañales y aquel pesebre. Que lo adoraron no como a un simple mortal, sino como a Dios, lo testifican esas ofrendas que no convienen más que a Dios. Llénense también de confusión los judíos, que fueron prevenidos por los magos y rehusaron ir en pos de ellos.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 10. Esto también puede significar otra cosa, entendiéndose por el oro la sabiduría, según la frase de Salomón: "Tesoro apetecible reposará en la boca del sabio" (Pr 21,20); por el incienso que se quema delante de Dios, la virtud de la oración, conforme al versículo de David: "Suba derecha mi oración como incienso en tu presencia" (Ps 140,2), y por la mirra la mortificación de la carne. Ofreceremos, pues, oro a este nuevo Rey, si resplandecemos delante de él con la luz de la sabiduría; el incienso, si por medio de la oración con nuestras oraciones exhalamos en su presencia olor fragante; y mirra si con la abstinencia mortificamos los apetitos de la sensualidad.

La Glosa. Los tres hombres que ofrecen a Dios sus dones representan a sus pies las naciones venidas de las tres partes del mundo. Mientras abren sus tesoros, hacen salir del fondo de su corazón la confesión de la fe. Lo hacen "en la casa" para enseñarnos que no debemos publicar los tesoros de nuestra alma. Ofrecen tres dones, esto es, la fe en la Santa Trinidad. También puede entenderse que de sus tesoros abiertos ellos ofrecen los que son figuras de los tres sentidos de la Sagrada Escritura: el histórico, el moral y el alegórico; o las tres partes de la ciencia: la lógica, la física y la moral, ciencias todas que sirven a la fe.

MATEO 2,12


3212 (Mt 2,12)

Y habida respuesta en sueños, que no volviesen a Herodes, se volvieron a su tierra por otro camino. (v. 12)

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. El impío Herodes, hecho cruel por el temor, quiso desencadenar su furor. Pero, ¿cómo la malicia había de enseñorearse del que había venido a este mundo para extirpar a la misma malicia? Por eso, para quebrantar el fraude, añade el evangelista: "Y habida respuesta".

San Jerónimo. Los que habían ofrecido dones al Señor bien merecían recibir esta respuesta. Esta fue dada por un ángel para que se demostrara bien claramente el privilegio de los méritos de José.

La Glosa. La respuesta fue dada por el Señor, porque ningún otro trazó este camino para volver, sino aquel que dijo: "Yo soy el camino". Sin embargo, no es el niño el que les habla, a fin de que la divinidad no se revele antes de tiempo y sólo aparezca la verdad de la humanidad. Dice pues: "Y habida respuesta", porque así como Moisés clamaba en silencio, de la misma manera ellos preguntaban la voluntad divina en el silencio de sus piadosos deseos. Y añade: "Se volvieron a su tierra por otro camino", porque no debían ellos mezclarse más con los judíos infieles.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 8. Mira la fe de los magos: ellos no se escandalizan diciendo: "Si este niño es un gran rey, ¿por qué huir y ocultarse?" La fe no consiste en averiguar las causas de las cosas que se nos manda que hagamos, sino en obedecerlas por ellas mismas.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Si los magos hubieran buscado al Salvador como a un rey terrenal, una vez que lo hubieran encontrado no lo habrían dejado jamás. Pero no fue así, sino que lo adoraron y se volvieron. Después de haber vuelto a su país, se mostraron más fieles a Dios que antes, y con su predicación convirtieron a muchos. Más tarde, cuando Tomás llegó a aquellas regiones, se unieron a él, y después de bautizados fueron sus compañeros en la predicación del Evangelio.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 10,7. Los magos, al volverse a su país por otro camino, nos enseñan una gran lección. Nuestra patria es el Paraíso. Después de haber conocido a Jesús, nos está prohibido volver a esta patria por el mismo camino que hemos venido recorriendo. En efecto, nos alejamos de esta patria por el orgullo, la desobediencia, el apego a las cosas visibles, comiendo el fruto prohibido. Y no podemos volver a ella sino por el camino de las lágrimas, de la obediencia, del desprecio de las cosas visibles, y refrenando los apetitos de la carne.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. No era posible que los que habían venido de Herodes a Cristo, volviesen de Cristo a Herodes. Y verdaderamente, los que, habiendo abandonado a Cristo, por el pecado se vuelven a Satanás, por la penitencia retornan a Cristo. Porque quien estuvo en la inocencia cuando no sabía lo que era el mal, fácilmente es engañado, pero cuando ha experimentado el mal en el que ha caído y recuerda el bien que ha perdido, vuelve con arrepentimiento a Dios. En cambio, quien habiendo abandonado al diablo, se vuelve a Cristo, difícilmente vuelve al diablo, porque mientras se regocija con el bien que ha encontrado y se acuerda de los males de que se libró, difícilmente vuelve al mal.

MATEO 2,16


3216 (Mt 2,16)

Entonces Herodes, cuando vio que había sido burlado por los Magos, se irritó mucho, y enviando hizo matar todos los niños que había en Belén y en toda su comarca de dos años y abajo, conforme al tiempo, que había averiguado de los Magos. (v. 16)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Después que el pequeño Jesús subyugó a los magos, no con un poder corporal, sino con la gracia del Espíritu, Herodes se llenaba de furor, porque no había podido conquistar, a pesar del brillo y esplendor de su trono, a aquéllos a quienes el pequeño Jesús había deslumbrado recostado en un pesebre. Los desprecios de los magos añadieron nuevos motivos a su furor, y esto es lo que significan aquellas palabras: "Entonces Herodes, cuando vio que había sido burlado por los magos, se irritó mucho". La cólera de los reyes es grande e inextinguible cuando nace del deseo desordenado de reinar. ¿Pero qué es lo que hizo? Enviando, hizo matar a todos los niños. A la manera que la bestia herida despedaza todo cuanto encuentra a su paso creyéndola causa de su daño, así él, engañado por los magos, descargaba su furor sobre los niños. En medio de su furor pensaba: "Indudablemente los magos han encontrado al niño que decían había de reinar", porque un rey lleno de la ambición de reinar, lo sospecha todo y todo lo teme. Por eso mandó matar a todos los niños, para quitar de en medio a uno solo por la muerte de todos.

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. Y mientras él persigue a Cristo, rey contemporáneo de este rey perseguidor, le dio un ejército resplandeciente de mártires.

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. Jamás este enemigo terrenal hubiera podido tributar a estos bienaventurados niños los beneficios que les tributó con su odio, porque mientras mayor fue el odio con que les persiguió, más abundante fue la gracia que los beatificó.

San Agustín, sermones, 373,3. ¡Oh bienaventurados niños! Solamente podrá dudar de la corona que habéis merecido con vuestro martirio por Cristo, aquel que dude de la gracia que los niños reciben con el bautismo de Cristo. El que pudo tener ángeles para que lo anunciaran, magos para que lo adorasen, hubiera podido también arrancarles de esta muerte sufrida por El, si no hubiese sido porque sabía que esta muerte no era la ruina sino el triunfo de aquellos niños. Lejos de nosotros el pensar que al venir Cristo para la salvación del mundo, no hubiera hecho nada para salvar a aquellos que dieron su sangre por El, que pendiente de un madero rogó por los mismos que lo crucificaban.

Rábano. Pero Herodes no se contentó con llenar de luto y desolación a Belén, sino que llevó la muerte a los lugares vecinos, y sin tener compasión alguna por la tierna edad, hizo matar a todos los que tenían desde una sola noche de nacidos hasta los que contaban con dos años. Y esto es lo que se nos quiere decir por estas palabras: "En Belén y en toda su comarca de dos años y abajo".

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. Los magos no habían visto pocos días antes esta estrella desconocida, sino que hacía dos años, como se deduce de la respuesta que dieron a Herodes. Por eso este rey hizo matar a todos los niños de dos o menos años de edad, por eso añade el texto sagrado: "Conforme al tiempo que había averiguado de los magos".

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. Tal vez temía que este niño, a quien las estrellas obedecían, cambiase su edad para ocultarse y hubiese tomado la forma de una edad mayor o menor, y por eso parece que mandó matar a todos los niños de dos años hasta los que sólo tenían un día.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,11. Quizá Herodes, embargaba su pensamiento en matar a los niños, pero por peligros que veía muy de cerca dilató aquella matanza. O tal vez pudo creer que los magos, engañados por la apariencia de una falsa estrella, tuvieron vergüenza de volverse a él sin haber encontrado al niño. Así, depuesto todo temor, Herodes dejó de perseguir al niño, y de esta manera, cumplidos los días de la purificación, sus padres pudieron con toda tranquilidad subir al Templo1. ¿A quién puede extrañar que un rey ocupado en tantas cosas no advirtiese este acontecimiento? Y sólo más tarde, cuando se divulgó todo lo que había acontecido en el Templo, Herodes comprendió que había sido engañado por los magos. Entonces fue cuando comenzó la matanza de tantos niños, como refiere el evangelista.

Beda, homilia in Nat. innocent. La muerte de estos niños fue una profecía del sacrificio de todos los mártires de Cristo. Este martirio de niños nos enseña que por la humildad es por donde se consigue la gracia del martirio. El martirio, que se extiende desde Belén a todas las cercanías, prefigura la persecución que desde Judea, cuna de la Iglesia, debía extenderse por toda la tierra. Los mártires de dos años representan a los mártires perfectos en la doctrina y en las obras; los de menos de dos años, a las almas sencillas que sufren por la fe. Que ellos fuesen sacrificados y que Cristo escapase de manos de sus perseguidores, nos enseña que los impíos pueden hacer perecer los cuerpos de los mártires, pero no separarlos de Cristo.


Catena aurea ES 3203