Catena aurea ES 3217

MATEO 2,17-18


3217 (Mt 2,17-18)

Entonces fue cumplido lo que se había dicho por Jeremías el Profeta, que dice: Voz fue oída en Ramá, lloro y mucho lamento. Raquel llorando sus hijos, y no quiso ser consolada, porque no son. (vv. 17-18)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 9. Después de habernos llenado de horror con la narración de tan sangriento martirio, el evangelista, para calmar un tanto esta desagradable impresión, nos manifiesta que todas estas cosas no sucedieron porque Dios no pudiera impedirlo o porque las ignorase, sino según lo había anunciado por boca de su profeta. Por ello dice: "Entonces fue cumplido".

San Jerónimo, in Ieremiam, 31,15. San Mateo no refiere este pasaje conforme al texto hebreo, o conforme a los Setenta, lo ual prueba que los evangelistas y los apóstoles no siguieron la interpretación de nadie sino que expresaron, como hebreos que eran y en su misma lengua, lo que según ellos contenía el texto hebreo1.

San Jerónimo, in Matthaeum. No debemos tomar a Ramá2 por el nombre del lugar que se encuentra cerca de Gueba. Ramá quiere decir alto, como si dijera: "Voz fue oída en lo alto", es decir, desde muy lejos.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Tal vez porque se trataba de la muerte de los inocentes, se dice que se oía en las alturas conforme a aquellas palabras: "La voz del pobre penetra las nubes" (Si 35,17) La palabra lloro, significa el llanto de los niños, y lamento, los lamentos de las madres. El dolor de los niños acaba con la muerte, pero el de las madres se renueva siempre con la memoria. Por eso dice: "mucho lamento. Raquel llorando sus hijos".

San Jerónimo, in Matthaeum. Habiendo nacido Benjamín de Raquel, a cuya tribu no corresponde Belén, podría preguntarse por qué Raquel lloraba como a sus propios hijos a los hijos de Judá, esto es, a los de Belén. A esto podría responderse brevemente que fue enterrada cerca de Belén, en Efratá, y tomó el nombre de madre del lugar donde descansaban sus restos. O que, siendo Judá y Benjamín dos tribus unidas, y habiendo mandado Herodes dar muerte a los niños no sólo de Belén sino de todos sus confines, el hablar de la matanza en Belén, puede entenderse que también fueron sacrificados muchos niños de la tribu de Benjamín.

Ambrosiaster, quaestiones Novi et Veteri Testamenti, q. 62. O por último, que los hijos de Benjamín, destruidos en otro tiempo por las demás tribus y extinguidos para siempre, fueron objeto del llanto de Raquel al contemplar la suerte de los hijos de su hermano, muertos para heredar la vida eterna. Siempre el infortunado lamenta sus propias desgracias en presencia de la felicidad ajena.

Remigio. Para pintar el evangelista con colores más vivos la magnitud del dolor, dijo que aun después de muerta Raquel había llorado a sus hijos y no quiso ser consolada porque ya no son.

San Jerónimo, in Matthaeum. Esto puede tener dos sentidos: o bien que ella los creía muertos para siempre, o bien que no quería recibir consuelo de aquellos que sabía que habían de ser vencedores. Así, el sentido de las palabras: "No quiso ser consolada porque no son", es éste: no quiso ser consolada de que no existiesen.

San Hilario, in Matthaeum, 1. No es cierto que hubiesen dejado de existir aquellos que se tenían por muertos. La gloria del martirio los había transportado a la vida de la eternidad. Debía, pues, ofrecerse consuelo por una cosa perdida, no por una cosa acrecentada. Raquel era la figura de la Iglesia, por mucho tiempo estéril y ahora fecunda; no gime y llora por los hijos que le han arrebatado, sino porque le han arrebatado a los que ella hubiera querido conservar como a hijos suyos muy queridos.

Rábano. Puede también significar a la Iglesia que llora a los santos muertos a este mundo. Y no desea ser consolada como si los que vencieron al mundo con la muerte fueran a ser llamados de nuevo a los mismos combates, porque ciertamente no han de volver al mundo.

La Glosa. Tal vez no quiera ser consolada en este mundo porque no son, y pone todo su consuelo y su esperanza en la vida eterna.

Rábano. Raquel -cuyo nombre significa oveja, o el que ve-, es figura de la Iglesia, cuyo único deseo es contemplar a Dios. Es también la centésima oveja que el pastor lleva sobre sus hombros.

3213 (Mt 2,13-15)

Después que ellos se fueron, he aquí un Angel del Señor apareció en sueños a José, y le dijo: "Levántate y toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y estáte allí hasta que yo te lo diga. Porque ha de acontecer que Herodes busque al niño para matarle". Levantándose José, tomó al niño y a su madre de noche, y se retiró a Egipto. Y permaneció allí hasta la muerte de Herodes: para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta, que dice: De Egipto llamé a mi Hijo. (vv. 13-15)

Rábano. San Mateo omite aquí el día de la Purificación, en el cual debía el primogénito ser resentado en el templo con la ofrenda de un cordero, o un par de tórtolas o palomas. El temor que tenían a Herodes no fue impedimento para que cumplieran con la Ley y llevaran al niño al Templo. Pero cuando comenzó a extenderse el rumor del nacimiento del niño, fue enviado un ángel para indicar a José que lleve al niño a Egipto. Por eso dice el texto sagrado: "Un ángel del Señor apareció en sueños a José".

Remigio. De que el ángel fue siempre enviado a José mientras dormía, debemos deducir que aquéllos que viven alejados de los cuidados de la tierra y de las preocupaciones mundanas, son dignos de gozar de las visiones celestiales. El ángel le dijo: "Levántate y toma al niño y a su madre".

San Hilario, in Matthaeum, 1. Antes, para dar a entender que ella estaba desposada con un justo, la llamó su esposa, pero ahora, después del nacimiento de Jesús, no le da otro título que el de madre, y esto porque así como el casamiento con José se presenta como garantía de la virginidad de María, así la maternidad divina nos ofrece la prueba más irrecusable de esta misma virginidad.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. No dice: "Toma a la madre y a su hijo", sino al contrario, porque el niño no nació por la madre, sino que la madre fue preparada para el niño. Prosiguen las palabras: "Y huye a Egipto". ¿Pero cómo el hijo de Dios huye delante de un hombre? ¿Quién se verá libre de enemigos, si El mismo teme a sus enemigos? Pero en primer lugar, convenía que también en esto siguiese la ley de la naturaleza humana, a la que se había sometido, ley que exige que la naturaleza humana, abandonada a sus propias fuerzas y en la edad tierna, huya cuando un poder nos amenaza. Además convenía que así sucediese, para que los cristianos no se avergüencen de huir cuando la persecución les obligue a ello. Pero, ¿por qué a Egipto? Porque el Señor, cuya cólera no permanece por siempre, se acordó de todos los males con que había afligido a Egipto, y queriendo dar a este pueblo una señal de gran reconciliación, envía allí como medicina a su Hijo, que debía curar las diez plagas de otro tiempo; para que fuera custodio de su Hijo único aquel que había sido perseguidor de su pueblo escogido; para hacer fieles servidores de Jesús a aquellos que habían sido tiranos dominadores de su pueblo; y para hacerlos de esta manera dignos no ya de las mortíferas aguas del Mar Rojo, sino de las fuentes vivificantes del bautismo.

San Agustín, in sermonibus de Epiphania. Escucha el gran misterio que aquí se encierra: Moisés en otro tiempo había cerrado las puertas del día a los pérfidos en Egipto. Cristo, llegando allí, volvió la luz a estos hombres que yacían en las tinieblas. Cristo huye, no para ocultarse, sino para iluminar.

El texto sagrado continúa: "Y estáte allí hasta que yo te lo diga, porque ha de acontecer que Herodes busque al niño para matarle".

San Agustín, in sermonibus de innocentibus. El infortunado tirano temía ser depuesto de su trono. Pero no era así; Cristo no había venido para arrebatar la gloria de los otros, sino para dar la suya.

"Levantándose, tomó al niño y a su madre de noche, y se retiró a Egipto".

San Hilario, in Matthaeum, 1. A Egipto, lleno de ídolos, pues perseguido por los judíos, deja en Judea su ignominia para ir a buscar homenajes entre los gentiles.

San Jerónimo, in Matthaeum. Cuando toma a la madre y al niño para pasar con ellos a Egipto, lo hace de noche y en medio de las tinieblas; pero cuando vuelve a la Judea, no habla el evangelista ni de la noche ni de las tinieblas.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Las angustias de la persecución se comparan a la noche; el consuelo y solaz son semejantes al día.

Rábano. O bien, que al retirarse la luz verdadera, sus enemigos permanecieron en las tinieblas, y fueron iluminados cuando ésta volvió a aparecer.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 8. Ved al tirano llenarse de furor apenas nace este niño, y ved también a la Madre huir con el hijo a tierra extranjera, y sirva esto de ejemplo para que cuando comencéis alguna obra espiritual y os sintáis afligidos por la tribulación, no os turbéis ni dejéis llevar del abatimiento sino soportéis con valor y heroísmo todas las contradicciones.

Beda, homilia in Nat. innocent. El Salvador, conducido a Egipto por sus padres, nos enseña que muchas veces los buenos se ven obligados a huir de sus hogares por la perversidad de los malos, y aun también condenados a un destierro. El que había de decir a los suyos: "Cuando os persiguiesen en una ciudad huid a la otra", nos dio primero el ejemplo, huyendo como un hombre delante de otro hombre después que había sido adorado por los magos y anunciado por una estrella.

Remigio. El profeta Isaías había predicho la huida del Señor a Egipto, por estas palabras: "He aquí que el Señor subirá sobre una nube ligera, y entrará en Egipto y serán conmovidos los ídolos de Egipto con su presencia" (Is 19,1) San Mateo tiene la costumbre de confirmar todo cuanto dice, y esto porque escribió para os judíos, por ello añade: "Para que se cumpliese lo que había dicho el profeta: De Egipto llamé a mi hijo".

San Jerónimo, epistulae, 57,7. Este pasaje no se lee en la versión de los Setenta, pero en el texto hebreo de Oseas se encuentran literalmente estas palabras (Os 11,1)

San Jerónimo, in Osee propheta, 2,2. El evangelista se sirve de este testimonio, porque estas palabras se refieren a Cristo como a su prototipo. Debe notarse que este profeta, como todos los demás, predicen la venida de Cristo y la vocación de los gentiles de tal manera, que no se rompe el hilo de la historia.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 8. Es una ley de la profecía, que lo que ella repite muchas veces de unos, se vea cumplido en otros. Esto se ve cumplido en las siguientes palabras dichas de Leví y de Simeón (Gn 49,7): "Los dividiré en Jacob y los esparciré en Israel". Esto no se cumplió en ellos, sino en sus descendientes. Todo esto es evidente en este pasaje, porque siendo Cristo por naturaleza el Hijo de Dios, en El es en quien se ha cumplido esta profecía.

San Jerónimo. Pero a causa de los que opinan en sentido diverso, podemos explicar este pasaje de otro modo y aducir para ello el testimonio de Balaam en los Números: "Dios lo sacó de Egipto, cuya gloria es semejante a la del unicornio" (Nb 23,22)

Remigio. José representa a los predicadores de la palabra divina; María, a la Sagrada Escritura; el niño, el conocimiento del Salvador; la crueldad de Herodes, la persecución que sufrió la primitiva Iglesia en Jerusalén; la huida de José a Egipto, la venida de los apóstoles a los pueblos de la gentilidad (Egipto quiere decir tinieblas); el tiempo que pasó en Egipto, el espacio que media desde la Ascensión del Señor hasta la venida del Anticristo; la muerte de Herodes, la extinción de la envidia del corazón de los judíos.

MATEO 2,19-20


3219 (Mt 2,19-20)

Y habiendo muerto Herodes, he aquí el ángel del Señor apareció en sueños a José en Egipto diciendo: "Levántate y toma al niño y a su madre, y vete a tierra de Israel, porque muertos son los que querían matar al niño". (vv. 19-20)

Eusebio de Cesarea, historia ecclesiastica, 1,8 y 1,9. La justicia divina apremió a Herodes hacia la muerte por el sacrilegio que había cometido contra el Salvador y por el crimen que había realizado contra los niños inocentes. Por lo que -como refiere Josefo- diversas enfermedades invadieron su cuerpo, de manera que, como le fuera dicho por los adivinos, sus suplicios no eran por una enfermedad corporal, sino por justicia divina. Lleno de gran furor él mismo mandó reunir y recluir en la cárcel a los más nobles y principales de toda Judea, mandando que apenas exhalase el espíritu los asesinasen a todos, de manera que toda Judea llore su muerte a pesar suyo. Un poco antes de entregar su último aliento, degolló a su hijo Antípatro, después que había matado a sus dos hijos, Alejandro y Aristóbulo. Tal fue el final de Herodes, quien padeció justos suplicios por el asesinato que en Belén había cometido contra los niños y por las insidias en contra del Salvador. Esto es señalado por el evangelista cuando dice: "Habiendo muerto Herodes".

San Jerónimo. Muchos por desconocer la historia caen en el error de confundir este Herodes, cuya muerte se refiere aquí, con aquel otro Herodes que se mofó del Salvador en su sagrada pasión. Aquel Herodes, que más tarde hizo las amistades con Pilato, fue hijo de este Herodes, y hermano de Arquelao, a quien Tiberio César desterró a Lyón, después de haberle dado por sucesor en el trono a su hermano Herodes, como leemos en Josefo. Después que murió el primer Herodes fue cuando el ángel del Señor se apareció en sueños a José en el Egipto diciendo: "Levántate y toma al niño y a su madre".

Dionisio, de caelesti hierarchia, 4. Veo que Jesús, colocado por su naturaleza sobre todos los ángeles, después de haber tomado todo lo que es propio de nuestra naturaleza, no rehusó nada de cuanto exigía esta ley humana establecida y aceptada por El, sino que obedientemente se sujeta a Dios, que le habla por medio de los ángeles. Y por ministerio de los mismos ángeles ordena a José la ida a Egipto, y más tarde la vuelta de Egipto a Judea.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Observad que José había sido escogido para servir a María. Porque ¿quién habría podido prodigarle todos los cuidados que Ella necesitaba cuando fue a Egipto y cuando volvió de este país, si no hubiera estado desposada? A primera vista parece que María es la que nutría al niño y José quien le defendía; pero en realidad era el niño quien sostenía a María y defendía a José.

"Y vete a la tierra de Israel". Va, pues, a Egipto como médico para curarlo de las enfermedades del error, pero no para permanecer allí. Su regreso se explica por estas palabras: "Porque han muerto los que querían matar al niño".

San Jerónimo. De aquí debemos deducir que no solamente Herodes, sino también los sacerdotes y los escribas, habían buscado al mismo tiempo la muerte del Señor en ese tiempo.

Remigio. Pero si fueron muchos, ¿cómo pudieron morir en tan poco tiempo? Porque, como se ha dicho, cuando murió Herodes fueron muertas todas las personalidades, que estaban presas en la cárcel.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Dícese que esto fue hecho por consejo de Dios, porque los sacerdotes estuvieron de acuerdo con Herodes en el criminal proyecto de buscar al niño para matarle. Por ello dice el evangelista: "Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él".

Remigio. Ciertamente el evangelista habla aquí usando una figura literaria, y toma a muchos por uno solo. Al decir el alma del niño, quedan refutados los herejes que dijeron que Cristo no había tomado el alma, sino que en lugar del alma tenía la divinidad.

Beda, homilia in Nat. innocent. La muerte de Herodes, acaecida poco tiempo después de la matanza de los niños inocentes, y a consecuencia de la cual Jesús, su Madre y José pudieron volver a Israel, significa que todas las persecuciones contra la Iglesia habían de ser castigadas más tarde con la muerte de los perseguidores; que la misma Iglesia gozaría otra vez de paz; y que los justos que se habían visto obligados a estar ocultos volverían a su patria. La vuelta de Jesús a Judea después de la muerte de Herodes significa también que más tarde a la voz de Henoc y de Elías, los judíos se convertirían a la fe y abandonarían su obstinada oposición a la verdad.

MATEO 2,21-23


3221 (Mt 2,21-23)

Levantándose José tomó al niño y a su madre, y se vino para tierra de Israel. Mas oyendo que Arquelao reinaba en la Judea en lugar de Herodes su padre, temió de ir allá: y avisado en sueños, se retiró a las tierras de Galilea. Y vino a morar en una ciudad que se llama Nazaret: para que se cumpliese lo que habían dicho los Profetas: Que será llamado Nazareno. (vv. 21-23)

La Glosa. José no fue desobediente al aviso del ángel, y eso significan las palabras: "Levantándose José, tomó al niño y a su Madre".

El ángel no había fijado a qué lugar de Judea debía retirarse la Sagrada Familia, a fin de que, dudando José, se vuelva otra vez y adquiera noticias ciertas con las revelaciones más frecuentes del ángel. Y eso quieren decir las palabras: "Mas oyendo que Arquelao reinaba en Judea,. . " Flavio Josefo, antiquitates iudaias, 17,2; de bello iudaeorum, 1,18. Herodes tuvo diez mujeres. De siete de ellas tuvo numerosa sucesión: Antípatro, tenido de Josida, fue el primogénito; Alejandro y Aristóbulo, de Mariamne; Arquelao, de Maltace, la samaritana; y Herodes Antipas, que después fue tetrarca, junto con Filipo, de Cleopatra la jerosolimitana. Habiendo Herodes hecho matar a sus tres primeros hijos, y debiendo ir el reino después de su muerte y según el testamento de su padre a manos de Arquelao, la causa fue llevada a Roma al tribunal de César Augusto. De acuerdo con el Senado, se distribuyó la monarquía de Herodes de la manera siguiente: La primera mitad del reino, esto es Idumea y Judea, la dio a Arquelao con el título de tetrarca, prometiéndole que más tarde le daría el de rey, si por sus hechos se hacía acreedor a él. Dividió la otra mitad entre Herodes Antipas, que tuvo Galilea y Perea con el título de tetrarca, y Filipo, a quien le tocó Iturea y Traconítida. A la muerte de Herodes su hijo Arquelao vino a ser como un etnarca1, cuya soberanía se llama aquí reino.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,10. Tal vez se preguntará alguno, ¿cómo los padres de Jesús podían subir todos los años a Jerusalén -según refiere San Lucas-, si el temor a Arquelao les impedía acercarse allí? No les era difícil ni peligroso, por el poco tiempo que debían permanecer allí, ocultarse en medio de la gran multitud de personas que concurrían los días de fiesta, pero ciertamente habrían tenido miedo de dilatar su regreso por más tiempo. Terminada la fiesta, habían ya cumplido los deberes religiosos, y no se exponían a ser vistos si permanecían allí por más tiempo. Así, las palabras en que San Lucas nos dice que subían todos los años a Jerusalén, deben entenderse en el sentido de que lo hacían cuando no tenían que temer la presencia de Arquelao, que según la historia de Flavio Josefo sólo reinó nueve años.

"Y avisado en sueños, se retiró a las tierras de Galilea". Quizá preguntará alguno: ¿cómo José, que temía ir a Judea, porque Arquelao había sucedido allí a Herodes su padre, prefirió retirarse a Galilea en donde otro de sus hijos, Herodes, era tetrarca, según el testimonio de San Lucas? Pero los tiempos en que se temía por la vida del niño no eran los mismos a los que San Lucas se refiere, en los cuales habían cambiado todas las cosas de tal modo que ya Arquelao no era etnarca, sino que Poncio Pilato era el procurador.

La Glosa. Pero entonces se preguntará: ¿por qué José no temió ir a Galilea, siendo así que allí reinaba Arquelao? Porque era más fácil ocultarse en Nazaret que en Jerusalén, capital del reino en donde Arquelao solía habitar.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 9. Cambiando de morada y abandonando el lugar del nacimiento, era fácil ocultarse. Todo el peligro estaba en Belén y en sus alrededores. Viniendo José a Nazaret, volvía a su patria y escapaba del peligro. Y eso significan las palabras: "Y vino a morar en una ciudad que se llama Nazaret. . ".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,9. Tal vez podría creerse que estando Nazaret en Galilea, según el testimonio de San Lucas ellos habían fijado allí su residencia, y no porque el temor de Arquelao los hubiera retraído de ir a Jerusalén, como consta de las palabras de San Mateo. A esto se puede responder que cuando el ángel dijo a José en Egipto: "Ve a la tierra de Israel", José había entendido que era preferible ir a Judea, nombre que le parecía convenir mejor a este país. Pero cuando supo que Arquelao reinaba allí, no quiso exponerse a este peligro, pudiendo también entenderse por tierra de Israel Galilea, que estaba habitada también por el pueblo judío. Sin embargo, puede contestarse también, que tal vez pareció a los padres de Cristo no deber habitar con el niño sino en Jerusalén, en donde estaba el templo del Señor, y allí hubieran ido si la presencia de Arquelao no los hubiera llenado de terror. No habían recibido del cielo las órdenes de que habitaran en Judea o en Jerusalén despreciando los temores que Arquelao les inspirase, sino en la tierra de Israel, nombre que también puede aplicarse, como ya hemos dicho, a Galilea.

San Hilario, in Matthaeum, 3. Verdaderamente se mantiene el sentido alegórico. San José representa a los apóstoles, a quienes Jesucristo había sido confiado para llevarlo por todo el mundo. Después de la muerte de Herodes, esto es, después de la sentencia dictada contra el pueblo judío en la pasión del Salvador, les fue ordenado predicar a los judíos, porque tenían como parte de su misión recoger a las ovejas extraviadas de Israel. Pero viéndoles persistir en su infidelidad hereditaria, temen y se retiran, y advertidos por una visión, es decir, contemplando los dones del Espíritu Santo en los gentiles, trasladan a ellos la predicación de Cristo.

Rábano. Y también esto representa a los últimos tiempos de la Iglesia, cuando muchos de los judíos se conviertan por la predicación de Henoc y de Elías, mientras que la otra parte, siguiendo el odio del Anticristo, combatirá contra la fe. Aquella parte de Judea, en la que reinaba Arquelao, representa a los secuaces del Anticristo; Nazaret de Galilea, donde Jesucristo se retira, designa el resto de la nación judía que debía abrazar la fe. De aquí el nombre de Galilea, que significa destierro, y el de Nazaret, flor de las virtudes, porque cuanto más se eleva la Iglesia y como que emigra de la tierra al cielo, tanto más en ella abundan la flor y la savia de las virtudes.

La Glosa. A este hecho añade el Evangelio el testimonio siguiente del profeta: "Para que se cumpliese lo que estaba escrito por los profetas, que sería llamado Nazareno".

San Jerónimo. Si el evangelista hubiese citado con precisión un pasaje, no hubiera dicho "por los profetas", sino simplemente "lo que fue escrito por el profeta". Pero hablando en plural demuestra que tomó de la Escritura no las palabras sino el sentido. Ahora bien, el nombre de nazareno significa santo, y toda la Escritura llama santo al Señor. También se puede contestar bajo otro concepto, que aquellas mismas palabras se encuentran literalmente en el siguiente pasaje de Isaías tomadas de la versión hebrea: "Saldrá una vara de la raíz de Jesé, y de su raíz subirá una flor" (Is 11,1)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. Pudo suceder también que este pasaje fuese tomado de alguna profecía que se haya perdido, sin que haya precisión de apurar la curiosidad respecto de este punto, sabido como es que se han extraviado muchos escritos proféticos. O también que fuere tomado de los escritos de otros profetas que no se encuentran en el número de los libros canónicos, tales como los de Natán y de III Esdras. Pero sea como fuere, lo cierto es que este punto había sido objeto de una profecía, como lo acreditan las palabras dirigidas por Felipe a Natanael: "Hemos encontrado a Jesús de Nazaret, de quien había escrito Moisés en la Ley y los profetas". Y ésta es la razón por la que los primeros cristianos se llamaron nazarenos, nombre que fue sustituido en Antioquía por el de cristiano.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,5. Todo lo que se refiere a los magos y a los sucesos siguientes a esto, aparece omitido por el evangelista San Lucas, y ésta es la ocasión de hacer notar para que se recuerde en lo sucesivo, que cada uno de los evangelistas ordena de tal suerte su narración, para que se vea como si nada omitiese, y diciendo lo que quiera decir, callando lo que quiera callar, presenta como una cadena no interrumpida, en la que los hechos se enlazan unos a otros sin que entre ellos se note interrupción alguna. Pero como un evangelista dice lo que otro calla, estudiando atentamente el orden de la narración, se descubre desde luego el lugar en donde puede colocarse lo que ha sido omitido por uno y referido por otro.

MATEO 3,1-3


3301 (Mt 3,1-3)

Y en aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de la Judea, y diciendo: "Haced penitencia, porque se ha acercado el reino de los cielos". Pues éste es de quien habló el Profeta Isaías diciendo: Voz del que clama en el desierto. Aparejad el camino del Señor: haced derechas sus veredas. (vv. 1-3)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. Cuando el sol nace, envía antes de aparecer sobre el horizonte sus rayos que hermosean el oriente, dando la aurora como precursora del día. Así el Señor, al nacer en el mundo, antes que aparezca con los resplandores de su doctrina, ilumina a Juan y le trasmite la gloria de su espíritu a fin de que, precediéndole, anuncie su venida. Por ello el evangelista, después del nacimiento de Jesucristo y antes de exponer su doctrina, refiere el bautismo de Cristo, que fue acompañado del testimonio de San Juan su precursor, expresándose de esta manera: "Por estos días vino Juan Bautista predicando en el desierto".

Remigio. Por estas palabras San Mateo designa, no sólo el tiempo y el lugar de la predicación de Juan, y lo concerniente a su persona, sino también su misión y el celo en cumplirla. Designa el tiempo en términos generales diciendo: "En aquellos días".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,6. Tiempo que determina San Lucas de una manera más precisa refiriéndose a los poderes humanos, cuando escribe: "En el año decimoquinto". Pero debemos entender que Mateo cuando dice: "en aquellos días", quiso expresar un espacio más largo de tiempo, porque después de haber referido el regreso del Salvador de Egipto -hecho que debió tener lugar durante su infancia, para que pueda combinarse con lo que refiere San Lucas de Jesucristo cuando tenía doce años-, añade inmediatamente: "Y en aquellos días", queriendo designar así, no solamente los días de la infancia del Salvador, sino todos los que transcurrieron desde su nacimiento hasta la predicación de San Juan.

Remigio. El evangelista designa a la persona de quien se trata por estas palabras: "Vino Juan", es decir, se descubrió el que por tan largo tiempo había estado oculto.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 9. Y ¿por qué fue necesario que Juan predicase a Jesucristo y apoyase con sus propias obras la misión del Redentor? En primer lugar, para enseñarnos la dignidad de Cristo, que como su Padre Eterno, también El tiene sus profetas, según aquellas palabras dichas a Juan por Zacarías: "Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo" (Lc 1,76) En segundo lugar, para que no quede a los judíos ninguna causa de falsa vergüenza, lo cual el mismo evangelista da a entender cuando dice (Mt 11,18-19): "Vino Juan sin comer y sin beber y dijeron: Tiene el demonio. Vino el hijo del hombre, come y bebe, y dijeron: He ahí un hombre glotón". Por otra parte era también necesario que fuese anunciado por otro, y no por el mismo Jesucristo, lo que de El había de decirse, para que los judíos no pudiesen alegar lo que en cierta ocasión expresaban (Jn 8): "Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero".

Remigio. El evangelista da a conocer el ministerio de Juan, cuando añade al nombre de éste la palabra Bautista. De este modo prepara los caminos al Señor, porque los hombres hubiesen rechazado su bautismo si no hubieran sido preparados antes por otros. Denota el celo de Juan cuando dice predicando.

Rábano. También Jesucristo había de predicar. Es por ello que cuando el tiempo fue oportuno, a saber, cerca de los treinta años, Juan empezando su predicación, preparó el camino al Señor.

Remigio. El evangelista añade el nombre del lugar: en el desierto de la Judea.

San Máximo de Turín, hom. in Ioannem Baptistam, nat. 1. Allí donde su predicación no estuviese expuesta a la murmuración de una multitud insolente o a las sonrisas de un público impío, sino donde únicamente pudieran oírle los que buscaban la palabra de Dios por ella misma.

San Jerónimo, in Isaiam, 40,3. Puede considerarse también en esto, que la salvación y la gloria de Dios no se predican en la bulliciosa Jerusalén, sino en la soledad de la Iglesia y en el vasto desierto de la multitud de los gentiles.

San Hilario, in Matthaeum, 2. O vino a la Judea desierta del trato de Dios, no de la frecuencia de los hombres, para que el lugar de la predicación sea testigo de aquéllos a quienes estaba confiada esta predicación.

La Glosa. En sentido figurado, el desierto representa el camino que sigue el penitente lejos de los halagos seductores del mundo.

San Agustín. El que no se arrepiente de su vida pasada, no puede emprender otra nueva.

San Hilario, in Matthaeum, 2. Por ello compara la vuelta a la penitencia con el reino del cielo que se acerca, porque la penitencia es retroceso del error, una huida del mal que hace seguir a la vergüenza del pecado la declaración de un buen propósito. Tal es el sentido que se encierra en estas palabras: "Haced penitencia".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. El Bautista se presenta desde el primer momento como el embajador de un rey benigno, prometiendo el perdón sin proferir amenazas. Los reyes suelen conceder indulgencia en todo su reino cuando les nace un hijo, pero antes envían pregoneros. Dios en cambio, después del nacimiento de su Hijo, queriendo otorgar el perdón de los pecados, envió primero a Juan como heraldo que exige y dice: "Haced penitencia". ¡Oh tributo admirable, que lejos de empobrecer enriquece! Pues cuando alguien retribuye lo que debe de justicia, no otorga nada a Dios, sino que más bien adquiere para sí la ganancia de su salvación; porque la penitencia purifica el corazón, ilumina nuestros sentidos y prepara nuestras facultades todas para recibir a Jesucristo.

Por esto añade el evangelista: "Y el reino de Dios está cerca".

San Jerónimo. San Juan Bautista es el primero que anuncia el reino de Dios, porque este honor era ebido al precursor de Jesucristo.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 10. De este modo anuncia a los judíos lo que ellos no habían escuchado ni siquiera de boca de los mismos profetas, y sin hablarles de la tierra hace que sus miradas se levanten a las alturas del cielo, alentándolos por la novedad de la predicación, a buscar a Aquél a quien predican.

Remigio. La frase reino de los cielos, tiene cuatro sentidos. Significa a Jesucristo según aquel pasaje de San Lucas: "El reino de Dios está dentro de vosotros" (Lc 17,21) Significa también a la Santa Escritura, según las palabras de San Mateo: "Os será quitado el reino de los cielos, y será dado a otra gente que dé fruto" (Mt 21,43) Significa a la Santa Iglesia, según las palabras de San Mateo: "Es semejante el reino de los cielos a diez vírgenes" (Mt 25) Finalmente significa al trono celestial, según aquellas palabras: "Muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y descansarán en el reino de los cielos" (Mt 8,11) Y todo esto puede entenderse aquí.

La Glosa. Dice, pues: "Se acerca el reino de los cielos", porque si no se acercase, ninguno podría ir; los enfermos y los ciegos carecían de camino, que es Cristo.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,12. Los otros evangelistas omiten estas palabras de San Juan. Sigue el Evangelio: "Este es de quien habló el Profeta Isaías diciendo: Voz del que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor: haced derechas vuestras sendas". Esto se dice de una manera ambigua, y no se sabe si el evangelista dijo esto aludiendo a sí mismo o si continuando las palabras añadió, para que se entienda que San Juan dijo todo esto: "Haced penitencia, porque se acerca el reino de los cielos: Esto es pues, etc". Y no debe extrañar que no diga: "Yo soy", sino "Este es", porque San Mateo dice: "Encontró a un hombre sentado en la oficina de impuestos", y no dijo: "Me encontró". Porque si así fuera, no llamaría la atención, si preguntado qué era lo que decía de sí mismo, como dice San Juan evangelista, respondiera: "Yo soy la voz del que clama en el desierto".

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 7. Se sabe que el Hijo unigénito se llama Verbo del Padre, según aquellas palabras: "En el principio era el Verbo". Según nuestro mismo modo de entender, sabemos que la voz suena para que la palabra se pueda oír. San Juan, al ser precursor de Nuestro Señor, se llama voz, porque por su mediación el Verbo del Padre, esto es la voz del Padre, es oída por los hombres.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. La voz es un sonido confuso, que no manifiesta ningún secreto del corazón, sino que significa solamente que el que clama quiere decir algo. La palabra, pues, es una locución que manifiesta el misterio del corazón, pero la voz es común a los hombres y a los animales; la palabra es sólo propia de los hombres. Por eso San Juan se llama voz y no palabra, porque por su medio Dios no manifestó sus disposiciones sino tan sólo su intención de hacer algo en beneficio de los hombres. Después manifestó por medio de su Hijo, de una manera clara, el misterio de su voluntad.

Rábano. El que con verdad se llama la voz del que clama, se llama así por la fuerza de su predicación. El clamor tiene lugar de tres modos: si está lejos aquél a quien se habla, si está sordo, o si, indignado, no quiere oír. Y estas tres circunstancias sucedieron respecto del género humano.

La Glosa. Es, pues, San Juan como la voz de la palabra que clama. La palabra clama en la voz, es decir, Jesucristo en San Juan.

Beda. Así también clamó en todos aquellos que desde el principio dijeron algo, divinamente inspirados. Sin embargo solamente éste es voz, porque por su medio se manifiesta presente el Verbo que otros anunciaron a lo lejos.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 7.

San Juan es el que clama en el desierto, porque anuncia el consuelo de su Redentor a la udea abandonada y perdida.

Remigio. En cuanto a la historia, clamaba en el desierto porque estaba separado de las turbas de los judíos.

Qué es lo que clama, lo dice cuando añade: "Preparad los caminos del Señor".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. Así como preceden a un gran rey que ha de emprender una expedición, los que hacen preparativos, los que quitan las cosas poco decentes, los que componen lo deteriorado, así San Juan precedió a Nuestro Señor, quitando de los corazones, con las mortificaciones de la penitencia, las inmundicias de los pecados, y organizando, en cuanto a los preceptos del espíritu, todas las cosas que habían quedado desordenadas.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 20. Todo aquél que predica la recta fe y las buenas obras, prepara, a los corazones de los que lo oyen, el camino para ir al Señor. Ordena las sendas que conducen al Señor, cuando, por medio de la palabra y de la buena predicación, forma los deseos perfectos en el alma.


La Glosa. La fe es el camino por donde la palabra llega al corazón: cuando se mejoran las costumbres, se enderezan las sendas.


Catena aurea ES 3217