Catena aurea ES 4801

MATEO 18,1-6


4801 (Mt 18,1-6)

En aquella hora se llegaron los discípulos a Jesús, diciendo: "¿Quién piensas que es mayor en el reino de los cielos?" Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: "En verdad os digo, que si no os volviereis, e hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Cualquiera, pues, que se humillare como este niño, éste es el mayor en el reino de los cielos. Y el que recibiere a un niño tal en mi nombre, a mí recibe. Y el que escandalizare a uno de esto pequeñitos, que en mí creen, mejor le fuera que colgasen a su cuello una piedra de molino de asno, y le anegasen en el profundo de la mar". (vv. 1-6)

San Jerónimo. Después que los discípulos vieron que se había pagado el mismo tributo por Pedro que por el Señor, dedujeron que Pedro era el primero de los apóstoles.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 58,2. Esta idea suscitó en ellos una especie de resentimiento, que da a entender el evangelista cuando dice: "En aquella hora se llegaron los discípulos a Jesús diciendo: ¿Quién piensas que es mayor en el Reino de los Cielos?" Se avergonzaban de confesar la pasión que sufrían y por eso no dicen abiertamente: ¿Por qué honraste más a Pedro que a nosotros? sino que preguntan de una manera general: ¿quién es mayor? Cuando distinguió el Señor a sus tres discípulos a la vez -a Pedro, a Santiago y a Juan- en la transfiguración, no experimentaron lo demás resentimiento alguno; pero cuando ven que uno solo es el honrado, se quejan los otros. Mas debemos considerar, primeramente, que no exigen las cosas de la tierra y además, que depusieron después este movimiento apasionado; pero nosotros no podemos llegar ni hasta sus defectos, porque no preguntamos quién es el mayor en el Reino de los Cielos, sino quién es el mayor en el reino de la tierra.

Orígenes, homilia 5 in Matthaeum. Si dudamos en alguna ocasión y no encontramos la resolución de las dudas, debemos imitar a los discípulos aproximándonos tranquilamente a Jesús, que tiene poder para iluminar los corazones de los hombres y hacerles entender toda clase de cuestión; preguntemos también a los doctores que están colocados al frente de las iglesias. Sabían los discípulos, al hacer esa pregunta, que en el Reino de los Cielos no eran iguales todos los santos; pero deseaban saber de qué manera se llegaba a ser el mayor y por qué camino se descendía a ser el menor. O también, por lo que el Señor les había dicho antes, sabían quién era grande y quién el menor; pero no comprendían quién sería el mayor entre muchos que eran grandes.

San Jerónimo. Mas el Señor, al ver sus pensamientos, quiso curar su deseo de vanagloria, mediante una comparación sumamente humilde. Por eso sigue: "Y llamando Jesús a un niño, etc. "

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 58,3. Me parece una cosa muy bien hecha la presentación, en medio de ellos, de un niño inocente.

San Jerónimo. De manera que por su edad fuese el tipo de la inocencia. Por otro lado, el mismo Señor se presentó en medio de ellos como un niño, para demostrarles que no había venido para ser servido, sino para darles ejemplo de humildad. Otros significan por la palabra niño, al Espíritu Santo, a quien puso el Señor en el corazón de sus discípulos, para cambiar su orgullo en humildad. Sigue: "Y dijo: En verdad os digo, que si no os volviereis, e hiciereis como niños, etc. " El Señor no mandó a los apóstoles que tuvieran la edad de los niños, sino que tuvieran su inocencia y que obtuvieran por sus esfuerzos lo que aquellos poseían por sus años, de manera que fueran niños en la malicia, pero no en la sabiduría (1Co 14) Es como si dijera: así como este niño, que os propongo como ejemplo, no es tenaz en la cólera, olvida el mal que se le ha hecho, no se deleita en ver una mujer hermosa, no piensa una cosa y dice otra; de esta manera, vosotros, si no tuviereis esa inocencia y esa pureza de alma, no podréis entrar en el Reino de los Cielos.

San Hilario, in Matthaeum, 18. Llamó también niños a todos los creyentes, por su obediencia a la fe; éstos siguen a su padre, aman a su madre, no saben querer el mal, desprecian los cuidados de los afanes de la vida, no son insolentes, no tienen odio, no mienten, creen lo que se les dice y tienen por verdadero lo que oyen. Tal es el sentido literal.

Glosa. Si no os convertís de ese orgullo y de esa indignación en que ahora vivís, y no os hacéis por la virtud tan inocentes y humildes, como son los niños por su edad, no entraréis en el Reino de los Cielos, porque de este modo no se puede entrar. Cualquiera, pues, que se humillare como este niño será el mayor en el Reino de los Cielos.


Remigio. Esto es, en el conocimiento de la gracia, o en la dignidad eclesiástica, o en cierta bienaventuranza eterna.

San Jerónimo. O de otro modo, cualquiera que se humillare como este niño -es decir, el que se humillare a ejemplo mío- entrará en el Reino de los Cielos.

Sigue: "Y el que recibiere a un niño tal, en mi nombre, etc. "

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 58,3. Esto equivale a decir: No solamente recibiréis una recompensa si os hiciereis como este niño, sino que si honrareis por mí a todos los que se hacen semejantes a un niño, yo determino para vosotros, como recompensa del honor que les habéis dado, el Reino de los Cielos. Y aun les propone otra cosa mayor, en estas palabras: "A mí recibe".

San Jerónimo. Efectivamente, recibe a Cristo aquel que imita su humildad y su inocencia. Y el Señor añade oportunamente , a fin de que los apóstoles no se atribuyesen a sí mismos el honor que se les había dado, que habían recibido ese honor, no por sus méritos, sino por los de su Maestro.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 58,3. Enseguida sigue: "Mas el que escandalizare, etc. ". Lo que equivale a decir: Así como tienen una recompensa los que por mí honran a éstos, así también los que los deshonran deben sufrir los más terribles males. Y no os admiréis de que se llame escándalo al desprecio, porque muchos pusilánimes se escandalizan por los desprecios que se les hacen.

San Jerónimo. Observad que el que se escandaliza es un niño. Porque los mayores no se escandalizan y aunque pudieran tomarse estas palabras en un sentido general y aplicarse a todos los que escandalizan a otro, sin embargo, el enlace de las ideas exige, que puedan aplicarse también a los apóstoles, quienes por la pregunta que hicieron al Señor: ¿Quién sería mayor en el Reino de los Cielos? parecía como que debatían una cuestión de dignidad. Si ellos hubieran continuado en esta lucha, podrían por su escándalo haber perdido a todos los que llamaban a la fe, a causa de que veían a los apóstoles divididos por una cuestión de esa especie.

Orígenes, homilia 5 in Matthaeum. Mas ¿cómo aquel que ha sido convertido y hecho como un niño es también el más pequeño y capaz de ser escandalizado? Podemos resolver este reparo de la manera siguiente: todo el que cree en el Hijo de Dios y conforma su vida con los preceptos evangélicos, está convertido y se hace semejante a un niño. Por el contrario, el que no se convierte de tal manera, que quede hecho como un niño, es imposible que entre en el Reino de los Cielos. En toda reunión de creyentes hay algunos que hace poco tiempo que se han convertido y se esfuerzan por hacerse semejantes a los niños, pero aún no se han hecho niños; éstos son tenidos por pequeños en Cristo y capaces de ser escandalizados.

San Jerónimo. Cuando dice el Señor: "Mejor le fuera que colgasen a su cuello una piedra de molino, etc. " Usa el Señor el lenguaje acostumbrado en la provincia, pues era costumbre entre los antiguos judíos, castigar a los mayores criminales arrojándolos al mar atados con una piedra y les convenía más este castigo. Porque es mucho mejor recibir un castigo breve, que el ser reservado para sufrir las penas eternas.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 58,3. Era una consecuencia de lo anterior el decir: "A mí no recibe", que era el más amargo de todos los males; pero como ellos eran groseros y no se movían por esto, el Señor, para manifestarles la pena que les está reservada, usa un ejemplo conocido, por eso les dice que les fuera mejor el sufrir este castigo. Porque es mucho más terrible el que les está reservado.

San Hilario, in Matthaeum, 18. En sentido místico, el castigo de la piedra de molino significa el mal de la ceguera, puesto que a los asnos, después de vendarles los ojos, se les hace dar vueltas con la piedra. Y muchas veces se designan con el nombre de asnos a los gentiles porque su misma ignorancia les hace ciegos; mas no a los judíos a quienes la misma ciencia de su ley les traza su camino. A éstos les hubiera sido mejor ser precipitados en el mar llevando al cuello la piedra del asno, es decir, de quedar sumergidos en los trabajos de los gentiles y en las tinieblas del siglo, que el de escandalizar a los apóstoles de Cristo. Porque hubieran tenido menos responsabilidad no conociendo a Cristo, que no habiendo recibido al Señor de los profetas.

San Gregorio Magno, Moralia, 11,17. O de otro modo, ¿qué otra cosa significa el mar, sino el siglo? ¿y qué la piedra del asno, sino las acciones terrenales, que aprietan el cuello del alma con los deseos insensatos y la hacen girar en el círculo del pecado? Hay ciertamente algunos que abandonan las acciones terrestres, y, despreciando la humildad, se elevan con una fuerza superior a la de su inteligencia hasta los ejercicios contemplativos; no sólo se precipitan en el error, sino que arrastran consigo a los que están débiles en la verdad. Al que escandaliza, pues, a uno de estos pequeñuelos le hubiera sido mejor que le hubieran arrojado al mar con una piedra al cuello. Porque hubiera sido más fácil para esta alma perversa el ocuparse en los negocios del mundo, que el entregarse a los ejercicios de la contemplación con perjuicio de muchos.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,24. O de otro modo, el que escandalizare a uno de estos pequeños -esto es, de esos humildes como los que quiere el Señor que sean sus discípulos- o con su desobediencia, o con su resistencia, como dice el apóstol sobre Alejandro (2Tm 4,14), conviene que se le ate una piedra de asno al cuello y sea arrojado al fondo del mar, es decir, le conviene que la pasión que tiene por los bienes terrenales (a los que están atados los necios y ciegos), le lleve atado con esa carga a la muerte.

MATEO 18,7-9


4807 (Mt 18,7-9)

"¡Ay del mundo por los escándalos! porque necesario es que vengan escándalos; mas ¡ay de aquel hombre por quien viene el escándalo! Por tanto, si tu mano o tu pie te escandaliza, córtale y échale de ti; porque más te vale entrar en la vida manco o cojo, que teniendo dos manos o dos pies, ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te escandaliza, sácale y échale de ti; porque mejor te es entrar en la vida con un solo ojo, que tener dos ojos, y ser echado en la gehenna del fuego". (vv. 7-9).

Glosa. Había dicho el Señor, que le era mejor a aquel que escandaliza, que se le suspendiera al cuello una piedra de asno; el mismo Señor da la razón en estas palabras: "¡Ay del mundo por los escándalos!", es decir, a causa de los escándalos.

Orígenes, homilia 5 in Matthaeum. Se entiende aquí por mundo, no los elementos que constituyen el mundo, sino los hombres que viven en el mundo; mas los discípulos de Cristo no son de este mundo, por consiguiente, no se les puede aplicar el "¡ay del mundo por los escándalos!" porque aunque haya muchos escándalos no llegan a aquellos que no son de este mundo. Pero si alguien está en el mundo y ama las cosas del mundo, los escándalos le alcanzarán en todas aquellas cosas del mundo en que él se mezcle.


Sigue: "Porque necesario es que vengan escándalos".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 59,1. El Señor en las palabras: "Necesario es", no quita el libre albedrío, ni nos somete a la fatalidad; no hace más que predecir lo que irremisiblemente ha de suceder. Indudablemente los escándalos nos alejan del camino recto, mas la predicación de Cristo no abre la puerta a los escándalos. Porque la predicción no es causa del escándalo y cuando se predice no se hace más que decir con anticipación lo que realmente ha de suceder. Pero dirá alguno, ¿si todos se corrigen y no hay persona alguna que escandalice, no se podrán acusar de falsedad las palabras de Cristo? De ninguna manera. El Señor habló así porque previó que los hombres no se habrían de corregir: "Es necesario que vengan escándalos", ciertamente no hubiera pronunciado Cristo estas palabras, si los hombres se hubieran de corregir.

Glosa.O también: "necesario es que vengan escándalos", porque son necesarios, es decir, útiles. Por ellos conocemos a los que han sido probados.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 59,1. Porque los escándalos levantan y estimulan a los hombres, los hacen más avisados, levantan con prontitud al que cae y le inspiran más solicitud.

San Hilario, in Matthaeum, 18. La humildad de la pasión es un escándalo para el mundo. Lo que más detiene a los hombres en su ignorancia es el no querer recibir al Señor de la gloria eterna bajo la forma de hombre. ¿Y qué hay tan perjudicial al mundo como el no haber recibido a Cristo? Y por eso es necesario que vengan los escándalos. Porque para que tenga cumplimiento el misterio que nos ha de dar la eternidad, es preciso que se realicen en El todas las humillaciones de la pasión.

Orígenes, homilia 5 in Matthaeum. También se dice que los escándalos que vienen son los ángeles de Satanás; sin embargo, no penséis que ellos sean escándalos, o por naturaleza, o por su sustancia, sino que su libre albedrío los ha hecho así, no queriendo sufrir por la virtud. Y no puede existir el verdadero bien sin ser combatido por el mal. Así, pues, es necesario que vengan los escándalos, como es necesario también que nosotros tengamos que sufrir la malicia de los espíritus celestiales, tanto más irritados cuanto más está entre los hombres el Verbo de Dios y aleja de ellos las inspiraciones malignas. Buscan ellos los medios para mejor escandalizar y sobre esos medios es sobre quienes principalmente recae la maldición "Ay". Porque peor será la suerte del que escandaliza, que la de aquel que es escandalizado, por eso sigue: "Mas ay de aquel hombre por quien viene el escándalo".

San Jerónimo. Lo que equivale a decir: ¡Ay de aquel hombre por cuya causa resulta el escándalo, es necesario que se verifique en el mundo! Judas, que preparaba su alma para la entrega, está comprendido en esta máxima general.

San Hilario, in Matthaeum, 18. O también bajo la palabra "del hombre" se significa al pueblo judío que fue el autor de ese escándalo , cuyo objeto es la pasión de Cristo, y que arrojó al mundo en el peligro de renunciar en la pasión a Cristo, a quien la ley y los profetas habían anunciado como pasible.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 59,4. Para que podáis estar seguros de que no hay necesidad absoluta de que existan los escándalos, escuchad lo que sigue: "Por tanto, si tu mano o tu pie te escandaliza", etc. No habla aquí de los miembros del cuerpo, sino de los amigos, a quienes tenemos nosotros como miembros necesarios. Porque nada hay tan nocivo como una conversación mala.

Rábano. La palabra escándalo es griega y podemos traducirla por tropiezo, caída o choque del pie. Por consiguiente, aquel que diere a su hermano ocasión de caer, o con sus palabras, o con sus acciones, le escandaliza.

San Jerónimo. Así, pues, es preciso arrancar de raíz todo afecto y cortar todo parentesco, a fin de que con ocasión de algún sentimiento, ninguno de los creyentes abra las puertas al escándalo. Si, dice El, cuanto está unido a vosotros como la mano, el pie, el ojo y te es útil y te sirve para ver con solicitud y perspicacia, es causa de escándalo y te precipita en el infierno a causa de la diferencia de costumbres, mejor es que carezcáis de su proximidad, que el que por ganar amistades o parentescos, tengáis una ocasión de perderos; cada uno de los creyentes conoce lo que le es nocivo, lo que solicita su alma y muchas veces lo que la tienta. Por eso es mejor vivir en la soledad que perder, por atender a la vida presente, la vida eterna.

Orígenes, homilia 5 in Matthaeum. O también se puede entender, sin violentar el sentido, por "el ojo", a los sacerdotes, que son como el ojo de la Iglesia y sus centinelas. Por "la mano" los diáconos y todos los demás que ejecutan las obras espirituales y en el pueblo vemos los pies del cuerpo de la Iglesia; a nada de todo esto debemos perdonar, si sólo sirve para escándalo de la Iglesia. O también el acto del alma es la mano que peca y la marcha del alma el pie que peca y la vista del alma es el ojo que peca. De todo esto debemos prescindir, si nos traen el escándalo; con frecuencia se pone en la Escritura las operaciones de los miembros, en lugar de los mismos miembros.

MATEO 18,10-14


4810 (Mt 18,10-14)

"Mirad que no tengáis en poco a uno de estos pequeñitos; porque os digo, que sus ángeles en los cielos siempre ven la cara de mi Padre: que está en los cielos. Porque el Hijo del Hombre vino a salvar lo que había perecido. ¿Qué os parece? Si tuviere alguno cien ovejas, y se descarriare una de ellas, ¿por ventura no deja las noventa y nueve en los montes, y va a buscar aquella que se extravió? Y si aconteciere hallarla, dígoos en verdad que se goza más con ella que con las noventa y nueve que no se extraviaron. Así no es la voluntad de vuestro Padre, que está en los cielos, que perezca uno de estos pequeñitos". (vv. 10-14)

San Jerónimo. Dijo el Señor arriba, que debían ser amputados el pie, la mano, el ojo, todo parentesco y toda costumbre que pudiera dar lugar al escándalo; ahora suaviza la dureza de esta máxima diciendo: "Mirad que no tengáis en poco a uno de estos pequeñitos". Que equivale a decir: No los despreciéis, sino procurad, en cuanto os sea posible, su salvación después de la vuestra; pero si los viereis que continúan en el pecado, mejor es que os salvéis vosotros que el que perezcáis con la multitud.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 59,4. O también se gana mucho con huir de los malos y con honrar a los buenos. Nos enseñó el Señor arriba, que cortemos nuestras amistades con los que escandalizan y aquí nos enseña a rendir culto y a tener celo por los santos.

Glosa. O de otro modo, guardaos de despreciar a ninguno de estos pequeñitos. Porque el mal que resulta de los hermanos, que han sido escandalizados, es muy grande.

Orígenes, homilia 5 in Matthaeum. Son pequeñitos aquellos que hace poco tiempo que han nacido en Cristo, o aquellos, que no pudiendo avanzar, están como si acabaran de nacer. No tuvo el Señor necesidad de mandar que no se despreciase a los fieles más perfectos, sino a los pequeñitos, como ya lo había mandado antes: "Si alguno escandalizare a alguno de estos pequeñitos" (Mt 18,6) , etc. Además, bajo la palabra pequeñitos quizá quisiera comprender aquí también a los perfectos, según el modo que tuvo de expresarse en otro lugar (Lc 9,48): "El que fuere más pequeño entre vosotros, éste será el mayor", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 59,4. O también, porque los que son perfectos, son mirados por muchos como pequeñitos, es decir, pobres y despreciables.

Orígenes, homilia 5 in Matthaeum. Sin embargo, no se armoniza bien esta interpretación con la frase: "Si alguno escandalizare a uno de estos pequeñitos" (Mt 18,6), etc. Porque el hombre perfecto ni se escandaliza, ni perece; los que admiten esta interpretación dicen que es mudable el alma del justo y que alguna vez se escandaliza aunque no con facilidad.

Glosa. No se les debe despreciar; son tan queridos de Dios, que les ha enviado sus ángeles para que los guarden. Por eso sigue: "En verdad os digo que", etc.

Orígenes, homilia 5 in Matthaeum. Afirman algunos que Dios da a los hombres un ángel custodio. Porque han venido a ser por el agua regeneradora niños en Cristo; añadiendo, que no es posible que un ángel santo mire a los incrédulos y a los que yerran y que mientras permanece el hombre en la incredulidad y en el pecado, está bajo la potestad de los ángeles de Satanás. Otros creen que desde el momento en que nace uno recibe su ángel custodio.

San Jerónimo. Grande dignidad es ésta del alma humana, de tener desde que nace un ángel destinado para que la guarde.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 59,4. No habla aquí el Señor de los ángeles indistintamente, sino de los ángeles más elevados. Porque al decir: "Ven siempre la cara de mi Padre", nos significa que su presencia es muy libre y el honor de que gozan delante de Dios es muy grande.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 34,12. Se cuenta que el anciano y venerable Padre Dionisio Areopagita decía (y lo dice realmente), que entre los ángeles, que son de un rango inferior, hay algunos que son enviados para desempeñar alguna misión visible o invisible, mientras los que son de escala superior no son empleados para ninguna comisión exterior.

San Gregorio Magno, Moralia, 2,3. Y los ángeles ven siempre el rostro del Padre y, sin embargo, vienen a nosotros. Porque vienen hacia nosotros con la presencia espiritual y no obstante permanecen en el lugar de donde salieron por la contemplación interior y no salen fuera de la visión divina, de tal manera que queden privados de los gozos de la contemplación interior.

San Hilario, in Matthaeum, 18. Los ángeles ofrecen diariamente a Dios las oraciones de los que se han de salvar por Cristo. Por consiguiente, es muy peligroso despreciar a Aquel cuyos deseos y peticiones llegan por servicio y ministerio de los ángeles a Dios eterno e invisible.

San Agustín, de civitate Dei, 22,29. O también son llamados ángeles nuestros los que son ángeles de Dios. Son ángeles de Dios porque no se separan de El y nuestros porque han comenzado a tenernos por conciudadanos suyos; consiguientemente, así como ellos ven a Dios, también nosotros le veremos cara a cara. San Juan dice de esta visión (1Jn 3,2): "Le veremos como El es". Por rostro de Dios debe entenderse su manifestación y no la parte del cuerpo a que nosotros damos ese nombre.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 59,4. Otra nueva razón nos da el Señor para que no despreciemos a los pequeñitos, cuando dice: "Porque el Hijo del hombre vino", etc.

Remigio. Lo que equivale a decir: No despreciéis a los pequeñitos, porque yo me he dignado hacerme hombre por los hombres. En las palabras: "lo que había perecido" se sobreentiende el género humano. Todos los elementos guardan su orden, pero el hombre erró, porque perdió el suyo.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 59,4. Añade el Señor a lo que acaba de decir una parábola para demostrar la voluntad que tiene su Padre de salvar a todos los hombres, cuando dice: "¿Qué os parece? Si tuviere alguno cien ovejas", etc.

San Gregorio, homiliae in Evangelia, 34,3. Esto dice relación al Creador de los hombres. El número cien es número perfecto y El tuvo cien ovejas, cuando creó la naturaleza humana y la naturaleza angélica.

San Hilario, in Matthaeum, 18. Por la palabra una sola oveja se entiende un solo hombre y por hombre todo el género humano y todo el género humano se perdió en el error de un solo Adán. De ahí que el que busca al hombre es Cristo y las noventa y nueve ovejas que deja, son la multitud de todos aquellos que se regocijan en el cielo.

San Gregorio, homiliae in Evangelia, 34,3. Y dice el evangelista, que las dejó en los montes, para significar las alturas. Porque las ovejas que no habían perecido estaban en los lugares más elevados.

Beda. Encontró el Señor a la oveja, cuando restauró al hombre y hubo en el cielo mayor alegría por la oveja encontrada, que por las otras noventa y nueve. Porque hay más motivos para alabar a Dios por la restauración de los hombres, que por la creación de los ángeles. Creó Dios admirablemente a los ángeles; pero más admirablemente restauró al hombre.

Rábano. Observad que al número nueve le falta una unidad para formar el número diez y al número noventa y nueve para formar el ciento. De donde resulta, que los números a quienes para ser perfectos les falta una unidad, pueden variar por la sustracción, o por la adición; pero la unidad permaneciendo en sí misma sin variación, cuando se agrega a otros números los perfecciona. De esta manera para perfeccionar en el cielo el número completo de ovejas, es buscado en la tierra el hombre que se ha perdido.

San Jerónimo. Opinan otros que el número noventa y nueve se refiere a los justos y la pequeña oveja a los pecadores, según lo que ya se ha dicho en otro lugar: "No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mt 9,13)

San Gregorio, homiliae in Evangelia, 34,3. Debemos considerar por qué confiesa el Señor, que se alegra más por la conversión de los pecadores, que por la estabilidad de los justos. Es porque los que tienen seguridad de no haber cometido pecados graves, están perezosos muchas veces para cumplir los deberes más elevados, mientras que, por el contrario, a los que tienen conciencia de haber obrado mal, el sentimiento de su dolor los inflama más en el amor divino y como ven que han andado errantes lejos de Dios, recompensan con las ganancias posteriores las pérdidas anteriores; de esta manera el general prefiere al soldado, que después de huir, vuelve al enemigo y le acomete con valor, a aquel que no ha vuelto jamás la espalda, pero que jamás ha acometido ni ha hecho cosa alguna con valor. Pero también hay algunos justos que causan tanta alegría, que bajo ningún concepto se les puede posponer a ningún penitente; éstos, aunque no les arguya su conciencia de falta alguna, sin embargo, desprecian hasta lo que les es permitido y son humildes en todas las ocasiones. ¿Cuán grande alegría, pues, no proporciona el justo cuando llora en la humillación, siendo tan grande la que causa el pecador cuando condena el mal que ha hecho?

Beda. También las noventa y nueve ovejas que dejó en el monte significan los soberbios, a quienes, para llegar a la perfección (marcada por el número cien), les falta el número uno. Cuando El ha encontrado al pecador, se alegra, es decir, hace que se alegren los suyos, más por ese pecador que por los justos falsos.

San Jerónimo. Las palabras que siguen: "Así no es la voluntad de vuestro Padre, que perezca uno solo", etcétera, se refieren a lo que queda dicho más arriba: "Mirad, no tengáis en poco a uno de estos pequeñitos" (Mt 18,10) y de esta manera nos enseña, que la parábola propuesta ha sido dicha para que no sean despreciados los pequeñitos. En las palabras: "No es voluntad de vuestro Padre", manifiesta el Señor que siempre que pereciere alguno de estos pequeñitos, no perece por voluntad del Padre.

MATEO 18,15-17


4815 (Mt 18,15-17)

"Por tanto, si tu hermano pecare contra ti, ve y corrígele entre ti y él solo. Si te oyere, ganado habrás a tu hermano. Y si no te oyere, toma aun contigo uno o dos, para que por boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Y si no los oyere, dilo a la Iglesia. Y si no oyere a la Iglesia, tenlo como un gentil y un publicano". (vv. 15-17)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,1. Después de hablar el Señor con tanta vehemencia contra los que escandalizan, advirtiéndoles por todas partes, a fin de que no se hagan tan perezosos aquellos que son el objeto del escándalo, que por evitar un pecado no caigan en el de la negligencia y tratando ellos de que se les perdone en todo, no se llenen de orgullo; el Señor los contiene sobre este punto y manda que se les reprenda, diciendo: "Por lo tanto, si tu hermano pecare contra ti", etc.

San Agustín, sermones, 82,1,4. El Señor nos advierte que no debemos despreciar nuestros pecados, ni buscar lo que debemos reprender, sino ver lo que debemos corregir. Debemos corregir con amor, no con deseo de hacer daño, sino con intención de corregir; si no lo hacéis así, os hacéis peores que el que peca. Este comete una injuria y cometiéndola se hiere a sí mismo con una herida profunda. Despreciáis vosotros la herida de vuestro hermano, pues vuestro silencio es peor que su ultraje.

San Agustín, de civitate Dei, 1,9. Con frecuencia la verdad se disimula criminalmente. Unas veces por no enseñar o no aconsejar a los malos, otras por no corregirlos y evitarles las reprensiones; ya por no tomarnos ese trabajo, ya por no perder su amistad, ya porque no nos sirvan de obstáculo y no nos perjudiquen en las cosas temporales, que desea adquirir nuestra ambición, o que nuestra debilidad tiene miedo de perder. Si alguno deja de reprender o de corregir a los que obran mal, con el pretexto de esperar una ocasión más oportuna, o creyendo que no se harán peores, o que no será un impedimento para enseñar a los que están débiles una vida buena y piadosa, o que no los retraerán de la fe ni los perseguirán, no me parece que todo esto se deba a una pasión, sino a un consejo de la caridad. Con mucha más razón deben corregir con caridad los jefes de las iglesias colocados al frente de ellas para perdonar, pero no lanzando insultos contra los pecadores. Y no están exentos de faltas de este género aquellos que, aunque no son superiores, conocen y no hacen caso de muchas cosas que deberían advertir y de corregir en aquellos con quienes están íntimamente unidos por el lazo de una vida común y no los corrigen por evitarse los inconvenientes que les resultarían, por razón de las cosas temporales de que usan lícitamente, pero en las que se deleitan más de lo que deben.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,1. Debemos considerar que el Señor lleva con frecuencia a aquel que ha causado tristeza, hasta aquel que ha sido entristecido; así lo dice (Mt 5,23-24): "Si te acordares de que tu hermano tiene alguna cosa contra ti, ve y reconcíliate con tu hermano". Y manda el Señor en otra ocasión, que aquel que sufre injustamente, debe perdonar a su prójimo, según lo que dice en otro lugar: "Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores" (Mt 6,12) Aquí halla otro modo pues no es el ofensor, sino el ofendido, quien ha de buscar la reconciliación. Como el ofensor no sería fácil que fuera a pedir perdón, de pura vergüenza y sonrojo, de ahí que manda al ofendido a que dé este paso, con el fin de corregir lo sucedido. Por eso dice: "Ve y corrígele".

Rábano. No manda el Señor que se perdone indistintamente a toda clase de pecadores, sino a los que oyen, esto es, a los que obedecen y hacen penitencia; de esta manera el perdón no es difícil, ni la indulgencia demasiado benigna.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,1. Y no dice el Señor: acusad, reñid, pedid venganza, sino corregid; es decir, recordadle sus pecados; decidle lo que vosotros sufrís por causa de él, porque él está ebrio por la ira y la vergüenza y como sumergido en un sueño profundo, y vosotros que estáis sanos, debéis ir a aquel que está enfermo.

San Jerónimo. Es necesario que sepáis que si pecare contra vosotros vuestro hermano y por cualquier concepto os hiriere, no sólo tenéis poder, sino hasta necesidad de perdonarle. Porque está mandado "que perdonemos a nuestros deudores" y en este pasaje se dice: "Si pecare contra ti tu hermano"; mas si pecare contra Dios, esto no es cosa nuestra. Somos benignos con respecto a las injurias de Dios y en las nuestras, por el contrario, nos tomamos las represalias.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,1. Por esta razón hace esta recomendación con relación a aquel que ha sufrido la injuria y no con respecto a otro. Porque el que ultraja a otro sufre más fácilmente la corrección del ultrajado, sobre todo si se la hace a solas. No hay cosa que más aplaque al que ultraja, como el ver que aquel que puede pedirle una reparación, se toma tanto cuidado por su salud.

San Agustín, sermones, 82,7. Por consiguiente, cuando peca alguno contra nosotros, debemos tener gran cuidado de olvidar nuestra injuria, pero no el mal que se ha hecho a nuestro hermano, no por nosotros, porque es una gloria el olvidar las injurias. Corrijámosle, pues, a solas y no nos ocupemos más que de la corrección y de perdonarle su vergüenza porque podrá suceder que él, a causa de la vengüenza que tiene, trate de defender su pecado y que vosotros, queriéndole corregir, le hagáis peor.

San Jerónimo. El hermano debe ser corregido, separadamente, no sea que pierda una vez el honor y la vergüenza y continúe en el pecado.

San Agustín, sermones, 82,7-8. Pero dice el apóstol "Corrige delante de todos al que peca, para que los demás tengan también miedo" (1Tm 5,20); de donde resulta, que es necesario que sepáis que en unas ocasiones se debe corregir al hermano a solas y en otras en presencia de todos. Escuchad y ved lo que es preciso hacer antes: "Si pecare -dice el Señor- tu hermano contra ti, corrígele tú y él solos". ¿Por qué? ¿Por qué pecó contra ti? ¿Cómo pecó contra ti? Tú sabes que pecó y porque fue secreto el pecar contra ti, debes buscar el secreto cuando corrijas las cosas en que pecó. Porque si sólo tú sabes que pecó contra ti, el corregirle delante de todos no es corregirle, sino delatarle. Pecó, pues, tu hermano contra ti y sólo tú lo sabes; entonces pecó realmente contra ti sólo; pero si te ha injuriado oyéndolo muchos, ha pecado también contra aquellos a quienes hizo testigos de su iniquidad. Es necesario, pues, corregir delante de todos a aquellos que han pecado delante de todos y en secreto a los que han pecado en secreto. Distinguid los tiempos y concordad las Escrituras. ¿Y por qué corriges al prójimo? ¿Por qué te dueles de que haya pecado contra ti? ¡No lo quiera Dios! Si lo haces por el amor que te tienes, nada haces; pero si lo haces por amor del prójimo, obras muy bien. Considera las palabras del texto, para ver si lo debes hacer por ti o por el prójimo; las palabras son éstas: "Si te oyere, ganado habrás a tu hermano", etc. ; luego, para ganar a tu hermano, hazlo por él; acuérdate de que tú has perecido pecando contra el hombre. Porque si no habías perecido, ¿cómo te hubiera él ganado a ti? Nadie desprecie, pues, la ofensa hecha a un hermano.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,1. Manifiesta el Señor en esas palabras que la enemistad es un perjuicio para los dos que se enemistan y por eso no dijo: "Que él se ganó a sí mismo, sino que tú le has ganado a él". Por donde se ve que tanto tú como él habíais sufrido un perjuicio a causa de vuestra discordia.

San Jerónimo. Adquirimos nuestra propia salvación mediante la salvación de otro.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,1. Lo que debemos hacer, si no hemos persuadido a nuestro hermano, lo dice el Señor con estas palabras: "Y si no te oyere, toma aun contigo uno o dos", etc. Cuanto más desvergonzado y terco fuere, tanto más conviene aplicarle la medicina, pero sin moverle a la cólera y el odio. No desiste el médico, cuando ve que no cede la enfermedad, sino que entonces es cuando más se prepara para vencerla. Ved, pues, cómo no debemos proponernos la venganza, sino la enmienda en la corrección; atendido esto, no manda que en seguida se tomen dos, sino cuando no quisiere corregirse y ni aun en este caso quiere que se le mande al pueblo, sino que se le corrija delante de uno o de dos, según previene la Ley, que dice: "Que toda palabra salida de la boca de dos o tres testigos sea tenida por estable"; que es como si dijera: tenéis un testimonio, habéis hecho lo que está de vuestra parte.

San Jerónimo. También puede entenderse de este modo. Si no te ha querido escuchar, preséntale tan solo a un hermano y si a éste no oyere, preséntale al tercero, ya para que se corrija por vergüenza o por vuestro consejo, o ya para que vea que obráis delante de testigos.

Glosa. O para que si dijere que él no había pecado, prueben los testigos que él ha pecado.

San Jerónimo. Además, si ni aun a éstos quisiere oír, entonces se debe decir delante de muchos, con el objeto de que le detesten todos y de que lo que no pudo salvar el pudor, lo salven los oprobios; de aquí sigue: "Y si no los oyere, dilo a la Iglesia".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,2. Es decir, a los que están al frente de la Iglesia.

Glosa. O también dilo a toda la Iglesia, para que él pase mayor vergüenza. Después de todo esto debe seguir la excomunión, que es preciso se haga por boca de la Iglesia, esto es, por el sacerdote, que cuando excomulga lo hace con él toda la Iglesia. Por eso dice: "Y si no oyere a la Iglesia", etc.

San Agustín, sermones, 82,7. No queráis desde entonces contarle entre los hermanos, sin embargo, procurad su salvación. Porque tampoco contamos en el número de hermanos a los extraños, es decir, a los gentiles y a los paganos y sin embargo, tratamos de salvarlos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,1. El Señor, no obstante, no nos ha mandado jamás, con respecto a los que están fuera de la Iglesia, una cosa parecida a la que nos manda aquí sobre la corrección de los hermanos. Porque en cuanto a los extraños, dice (Mt 5,39): "Si alguno te hiriere en la mejilla, preséntale también la otra" y San Pablo (1Co 5,12): "¿Cómo he de juzgar a los que están fuera?" Pero nos manda, en cuanto a los hermanos, que los reprendamos y los alejemos.

San Jerónimo. En las palabras: "Tenlo como un gentil y un publicano", nos da a entender el Señor que debemos detestar más a aquel que con el nombre de cristiano practica las obras de los infieles, que aquellos que son claramente paganos. Se da el nombre de publicanos a los que buscan las ganancias del mundo y exigen impuestos por medio de tráficos, engaños, hurtos y de perjurios horribles.

Orígenes, homilia 6 in Matthaeum.

Veamos que es posible que esta máxima no comprenda toda clase de pecados. Pero si alguno ha cometido alguno de esos pecados que conducen a la muerte -por ejemplo, si ha profanado su propio sexo, si es adúltero, homicida o afeminado- ¿hay razón para que a semejante hombre le reprenda uno solo y a solas y decir, si escuchase, le ha ganado y si no escuchase, no debe ser arrojado de la Iglesia hasta que le reprenda la Iglesia delante de testigos y se vea que después de esta reprensión persiste en el mal? Hay algunos, que mirando a la inmensa misericordia de Cristo, enseñan que, no haciendo las palabras de Cristo distinción de pecados, obran contra la misericordia de Cristo los que aplican las palabras de Cristo tan sólo a los pecados veniales; otros, por el contrario, considerando prudentemente las palabras de Cristo, defienden que no son aplicables a toda clase de pecados, puesto que el que comete pecados graves es hermano tan sólo en el nombre y según el apóstol (1Co 5), "no es lícito ni aun comer con él". Ahora bien, los que dicen que este pasaje no comprende toda clase de pecados, abren la puerta del pecado a los negligentes; y los que defienden que en los pecados veniales y no en los mortales es donde debe mirarse como gentil y publicano al pecador que no ha querido oír la reprensión delante de testigos de la Iglesia, parece que introducen una doctrina cruel. Nosotros no podemos afirmar que el hombre no tenga más remedio que el de perecer, Primero, porque si no ha obedecido a las tres reprensiones, puede obedecer a la cuarta; además, porque algunas veces, cosa casi necesaria en este mundo, no se da al hombre según sus obras, sino algo más de lo que pecó. Finalmente, porque no dijo el Señor: Sea tenido como un gentil y un publicano, sino tenedlo vosotros. Por consiguiente, el que no se corrige de un pecado leve después de la tercera reprensión, es para nosotros como un gentil o un publicano, de quien nos debemos separar para que se cubra de vergüenza. Ahora, el afirmar si delante de Dios es o no un gentil o publicano, no es de nuestra competencia, pertenece sólo al juicio de Dios.


Catena aurea ES 4801