Catena aurea ES 4909

MATEO 19,9


4909 (Mt 19,9)

"Y dígoos, que todo aquél que repudiare a su mujer, sino por la fornicación, y tomare otra, comete adulterio; y el que se casare con la que otro repudió, comete adulterio". (v. 9)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 62,2. Después de haber hecho callar el Señor a los judíos, expone con autoridad su ley diciendo: "Y dígoos, que todo el que repudiare a su mujer", etc.

Orígenes, homilia 7 in Matthaeum. Pudiera creer alguno que Jesús por las palabras: "Todo aquel que repudiare a su mujer, sino por la fornicación", etc. permitió el repudiar a la mujer, como Moisés, de quien hemos hablado, lo permitió a causa de la dureza del corazón de los judíos. Pero nosotros debemos responder a esto que el adulterio, crimen por el que debía ser apedreada la mujer, no era la causa por la que Moisés dio el libelo del repudio (Dt 24) En la causa del adulterio no era conveniente dar el libelo del repudio. Sin duda quería Moisés designar, por esta cosa fea, toda la falta de la mujer y prescribir que, en este caso, se le diese el libelo del repudio. También debemos investigar, si sólo por la fornicación manda el Señor repudiar a la mujer, o si también se puede hacerlo por otras causas, como por ejemplo, a la mujer que no ha fornicado, pero que ha cometido otros crímenes muy graves, como el de envenenar, o el de quitar la vida a sus hijos. El Señor, al tratar en otro lugar (Mt 5,32) esta cuestión, dijo: "El que repudiare a su mujer, excepto por causa de fornicación, la hace que caiga en el adulterio" y la expone a segundas nupcias.

San Jerónimo. Sólo la fornicación vence al cariño por la esposa. Cuando ella dividiere la unidad esponsal al entregarse a otro y se separase por la fornicación de su marido, éste debe dejarla, si no quiere que recaiga sobre él aquella maldición de la Escritura (Pr 18,22): "El que posee a una mujer adúltera, es insensato e impío".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 32. Así como es un cruel y un malvado el que repudia a la mujer casta, así también es insensato e inicuo el que posee a una meretriz, porque patrocina la torpeza y encubre el crimen de su mujer.

San Agustín, de adulterinis coniugiis, 2,9. Sin embargo, la reconciliación del esposo con la mujer adúltera que después de haber consumado el crimen se purifica de él, no debe ser un obstáculo, ni tenerse como cosa que rebaja al hombre, puesto que no puede haber duda de que, por el poder de las llaves del Reino de los Cielos, ha sido perdonado su pecado. De manera que es adúltera después del divorcio pronunciado por el marido y deja de serlo después que se ha unido a Cristo.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 32. Perecen todas las cosas por las causas mismas que les dieron origen y no siendo la unión conyugal sino más bien la voluntad la que constituye el matrimonio, aparece con claridad que no se disuelve el matrimonio por la separación del cuerpo; de donde resulta que si un hombre deja a su mujer y no toma otra, aún es marido de ella. Porque aunque esté separado de ella en el cuerpo, sin embargo, aún está unido a ella por la voluntad. Luego, tomando a otra, repudia completamente a la primera. Por eso no dice el Señor: "El que repudia a su mujer", comete el adulterio, sino el que "tomare otra". 1

Rábano. Por consiguiente, para repudiar a la mujer, hay una causa carnal: la fornicación; y otra espiritual: el temor de Dios; mas no hay ningún motivo para tomar otra mujer, viviendo la primera.

San Jerónimo. Podría suceder que alguno calumniase a su mujer inocente y -a causa de un segundo matrimonio- imaginase un crimen en el primero. Por esto el Señor manda que el hombre pueda repudiar a su mujer; pero imposibilitándole de que pueda tomar otra mientras aquella viva y como ocurre esto con respecto a la mujer, también a ésta la incapacita de que pueda tomar otro marido mientras viva el primero. Y como una mujer prostituída y que ha cometido el adulterio no teme el oprobio, por eso el segundo marido que tomare a esa mujer comete el crimen de adulterio, según las palabras del Señor: "Y el que se casare con la que otro repudió, comete adulterio".

Glosa. Amenaza al que la toma, porque la adúltera no teme el oprobio.

MATEO 19,10-12


4910 (Mt 19,10-12)

Sus discípulos le dijeron: "si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse". El les dijo: "no todos son capaces de esto, sino aquéllos a quienes es dado. Porque hay castrados que así nacieron del vientre de su madre; y hay castrados que lo fueron por los hombres; y hay castrados que a sí mismos se castraron por amor del reino de los cielos; el que pueda ser capaz, séalo". (vv. 10-12)

San Jerónimo. Si la mujer no puede ser repudiada más que por la fornicación, es ciertamente una carga pesada. ¿Cómo se ha de vivir con una esposa que es dada al vino, que es colérica o de malas costumbres? Por eso los apóstoles, al ver el yugo pesado de las esposas, se conmueven interiormente y exclaman: "Sus discípulos le dijeron: si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 62,3. Porque ofrece menos dificultades el combatir contra la concupiscencia y contra sí mismo que el combatir contra una mujer mala.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 32. Mas el Señor no dijo que esto conviene sino que más bien admite que no conviene pero tuvo consideración de la debilidad de la carne. Por eso sigue: "El les dijo: no todos son capaces de esto", es decir, no todos pueden esto.

San Jerónimo. Y nadie crea que en las palabras: "Sino aquellos a quienes es dado", quiso el Señor hablar de la suerte o el destino, de manera que sean vírgenes los que han sido conducidos para esto. Por el contrario, este don fue dado por Dios a aquellos que se lo pidieron, a los que lo quisieron y a los que trabajaron para obtenerlo.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 32. Luego no son capaces todos porque no todos quieren. La palma ha sido propuesta. El que desea la gloria, no piense en el trabajo Si todos tuvieran miedo al peligro, ninguno vencería. Y el hecho de que algunos abandonen sus castos propósitos no es razón para hacernos perezosos en la virtud de la castidad, así como los que sucumben en la batalla no son causa de que entre el desaliento en los demás. Por consiguiente, en las palabras: "A quienes es dado", manifiesta el Señor que nada podemos nosotros sin el auxilio de su gracia, que jamás se niega al que la desea, según aquellas palabras del Señor: "Pedid y recibiréis" (Mt 7,7)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 62,3. En seguida el Señor, a fin de manifestar la posibilidad en este asunto, dice: "Porque hay castrados", etc. , que es como si dijera: pensad en lo que deberíais hacer si hubieseis sido amputados por manos extrañas. Porque no tendríais placeres, ni recompensas.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 32. Así como no es pecado la acción involuntaria, así la justicia no se consuma en la obra, si la voluntad no asiste. En consecuencia no merece aplauso aquella continencia que se debe a la impotencia del cuerpo, sino aquella que la voluntad abraza por un santo propósito.

San Jerónimo. El Señor señaló tres clases de eunucos, dos de ellos carnales y el tercero espiritual. Los primeros son los que nacieron así del vientre de su madre; los segundos son los que fueron mutilados por la cautividad o para los placeres de las grandes damas; y los terceros los que se castraron a sí mismos por el Reino de los Cielos1 o los que se hacen eunucos por amor a Cristo. A estos últimos les está prometida una recompensa; mas a los otros a quienes la necesidad y no la voluntad, ha hecho castos, nada se les debe.

San Hilari, in Matthaeum, 19. En el uno, es decir, en el que nació eunuco, nos mostró el Señor lo que hace la naturaleza; en el otro, esto es, en el que fue hecho, lo que hace la necesidad y en el tercero, es decir, en el que determinó a ser tal por el Reino de los Cielos, lo que hace la voluntad.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 32. El nacer eunucos proviene de la naturaleza, como proviene el que algunos nazcan con seis dedos o con cuatro. Porque si Dios al formar al principio la naturaleza, hubiera establecido un orden siempre inmutable, los hombres se hubieran olvidado de que habían sido hechos por Dios y para que tenga presente el hombre que Dios es el autor de la naturaleza, invierte alguna vez el orden que en ella estableció. 2

San Jerónimo. También podemos explicar todo esto de otra manera Son eunucos desde el vientre de su madre los que son de naturaleza fría y sin apetito para los placeres y los que lo son por haberlos hecho los hombres, son los que los médicos han reducido a ese estado o los que se afeminan por dar culto a los ídolos, o también los que simulan la castidad, viviendo en los deseos y aparecen por fuera con los hábitos de religión; pero ninguno de éstos, excepto los que se castraren por Cristo3, consigue el Reino de los Cielos. Por eso sigue: "El que pueda ser capaz, séalo", consulte cada uno sus fuerzas para ver si puede cumplir los deberes de la virginidad y de la pureza. La castidad por sí misma es suave y atractiva; pero se deben consultar las fuerzas para que: "El que sea capaz, séalo". Esta es la palabra del Señor a sus soldados, al animarlos a que ciñan la corona de la pureza, palabras que valen tanto como éstas: El que pueda pelear, pelee, venza y triunfe.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 62,3. En las palabras: "Que se castraron a sí mismos", no expresa el Señor la amputación de los miembros, sino de los malos pensamientos y es digno de maldición el que se mutila. Porque se coloca al nivel de los homicidios, favorece a los maniqueos (detractores de las criaturas) y obra tan inicuamente como en los países donde se mutilan a sí mismos. Es una tentación del demonio el amputar algún miembro y los que hacen tal cosa no por eso acallan los estímulos de la concupiscencia, por el contrario, se irritan más. Porque las fuentes del esperma que hay en nosotros vienen de otra parte, del deseo incontinente en especial y del alma negligente. Pero si el alma fuere sobria, ninguna influencia ejercerá en nosotros el movimiento de la sangre. Porque la amputación del miembro, ni sujeta las pasiones, ni nos deja tranquilos, ni es como el freno puesto al pensamiento.

MATEO 19,13-15


4913 (Mt 19,13-15)

Entonces le presentaron unos niños para que pusiese las manos sobre ellos y orase, mas los discípulos los reñían. Y Jesús les dijo: "Dejad a los niños y no los estorbéis de venir a mí; porque de los tales es el reino de los cielos". Y cuando les hubo impuesto las manos, se fue de allí. (vv. 13-15)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 32. Había el Señor hablado sobre la castidad y los oyentes le presentaron unos niños en quienes resplandecía la castidad en toda su pureza, creyendo que el Señor hablaba tan sólo de la pureza del cuerpo. Esto es lo que se da a entender por las palabras: "Entonces le presentaron unos niños".

Orígenes, homilia 7 in Matthaeum. Y porque los oyentes ya habían experimentado que por la imposición de las manos y las súplicas del Señor quedaban libres de todo lo malo, le presentan a los niños, porque creían que después de darles el Señor por contacto de sus manos la virtud divina, era imposible que los tocara el demonio o les sobreviniese algún otro mal.

Remigio. Era costumbre entre los antiguos el presentar los niños a los ancianos, para que les echaran su bendición o con la mano o de palabra y así, siguiendo esta costumbre, presentaron los niños al Señor.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 32. La carne olvida fácilmente el bien porque no encuentra placer en él, pero conserva siempre el mal que oyó. El Señor apenas toma uno de los niños, exclama: "Si no os hiciéreis como este niño, no entraréis en el Reino de los Cielos" (Mt 18,13) Y ved aquí que los discípulos, olvidándose de la inocencia de los niños, los riñen y como indignados les impiden que se acerquen al Señor. Por eso sigue: "Mas los discípulos los reñían".

San Jerónimo. No porque no quisieran que los bendijera el Salvador con la mano y con su voz, sino que como aún no tenían una fe plena, creían que se cansaría el Señor, como se cansan los demás hombres, con la importunidad de aquellos que presentaban a los niños.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 62,4. O también, arrojan a los niños a causa de la dignidad de Cristo. Pero el Señor, enseñando a los discípulos a tener moderación y a pisotear el orgullo mundano, recibió a los niños, los tuvo en sus brazos y les prometió el Reino de los Cielos. Por eso sigue: "Y Jesús les dijo: Dejad a los niños y no les estorbéis", etc.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 32. Si es rechazada por Cristo la sencilla infancia, ¿quién merecerá aproximarse a El? Por esta razón dijo: "Y no los estorbéis", etc. Porque si éstos son los futuros santos, ¿por qué prohibís el que los hijos se acerquen a su padre? Y si son los futuros pecadores, ¿por qué lanzáis la sentencia de condenación antes de conocer la falta?

San Jerónimo. El Señor dijo de una manera significativa: "De tales es el Reino de los Cielos" y no de ésos, para manifestar que no es la edad sino las costumbres las que alcanzarán el Reino y que a los que tuvieren la inocencia y la sencillez semejantes a la de un niño, es a quienes está prometida la recompensa.

Sigue: "Y cuando les hubo impuesto las manos", etc.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 32. El Señor instituyó en este pasaje el que todos los padres presentasen sus hijos a los sacerdotes, no porque sea el sacerdote el que impone las manos, sino el mismo Cristo, en cuyo nombre se hace la imposición. Porque si uno ofrece a Dios por medio de las oraciones sus alimentos y los come santificados (porque, como dice el apóstol, todo es santificado por la palabra de Dios y por la oración), ¿con cuánta más razón se deben ofrecer a Dios los niños para que queden santificados? La razón por la cual se deben santificar los alimentos es ésta: el mundo entero se apoya en un mal (1Jn 5,19); por consiguiente, todas las cosas corporales, que son una gran parte de este mundo, descansan en el mal; de donde resulta que los niños por su nacimiento, según la carne, están colocados en el mal1.

Orígenes, homilia 7 in Matthaeum. Llamamos en sentido místico niños a los que aún son carnales en Cristo y tienen necesidad de ser amamantados (1Co 3) Aquellos que profesan la doctrina del Verbo, los que son los más sencillos y los que se nutren de la palabra, por decirlo así, infantil, aún son principiantes y presentan al Salvador los niños y los pequeñitos. Por el contrario, los que parecen más perfectos, los discípulos de Jesús, antes de aprender la razón de la justicia divina sobre los niños, reprenden a los que por una doctrina más elemental -es decir, por ser menos eruditos- ofrecen los niños y los pequeñitos a Cristo. Mas el Señor, dirigiéndose a sus discípulos, hombres ya formados, los exhorta a que sean condescendientes con las exigencias de los niños, a que se hagan niños para con los niños, a fin de ganarlos. Y les dice: "Porque de los tales es el Reino de los Cielos". Porque El mismo, teniendo la forma de Dios, fue hecho niño (Fil 2) Debemos, pues, considerar esto y temer, que por el sentimiento de una sabiduría más excelente o de mayor adelanto espiritual, nos tengamos como muy grandes, despreciemos a los pequeñitos de la Iglesia y estorbemos a los niños que se acerquen a Jesús. Y como los niños no pueden comprender todo lo que se les dice, el Señor les impuso las manos y dándoles la virtud por medio de sus manos, se alejó de ellos, que no podían seguirle como los demás discípulos perfectos.

Remigio. Bendijo el Señor a los niños imponiéndoles las manos, para significar que los humildes de espíritu son dignos de su gracia y de su bendición.

Glosa. Les impuso también las manos para dar a entender que sería dada su gracia a los que son verdaderamente humildes y castos.

San Hilario, in Matthaeum, 19. Los niños son también figura de los gentiles que han recobrado la salud por la fe y por el oído; sin embargo, los discípulos, llevados por el deseo de salvar a Israel, les prohiben aproximarse y el Señor les dice que no es conveniente esa prohibición. Porque el don del Espíritu Santo debía ser distribuido en las naciones por la imposición de las manos y las súplicas, después de cesar las obras de la ley.


MATEO 19,16-22


4916 (Mt 19,16-22)

Y vino uno y le dijo: "Maestro bueno, ¿qué bien haré para conseguir la vida eterna?" El le dijo: "¿Por qué me preguntas de bien? Sólo uno es bueno, que es Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". El le dijo: "¿Cuáles?" Y Jesús le dijo: "No matarás: no cometerás adulterio: no hurtarás: no dirás falso testimonio: honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo". El mancebo le dice: "Yo he guardado todo eso desde mi juventud: ¿qué me falta aún?" Jesús le dijo: "Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo: y ven, y sígueme". Y cuando oyó el mancebo estas palabras, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. (vv. 16-22)

Rábano. Sin duda este hombre había oído decir al Señor que solamente son dignos de entrar en el Reino de los Cielos aquellos que desean ser semejantes a los niños y para cerciorarse mejor pide que se le diga, no por parábolas, sino de un modo claro, por qué méritos se puede conseguir la vida eterna. Por eso se dice: "Y vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré?", etc.

San Jerónimo. Ese que pregunta era joven, rico y orgulloso y no pregunta con el deseo de saber sino de tentar al Señor; cosa fácil de comprobar por las palabras que le dijo el Señor: "Si quieres entrar en la vida guarda los mandamientos", etc. ; insiste de nuevo en su pregunta, pero con más astucia aún, diciendo: "¿Cuáles?" Como si no los hubiera leído, o como si el Señor pudiera mandar cosas contrarias a los mandatos de Dios.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63,1. No dudo yo en llamar a ese hombre avaro y amante de las riquezas, puesto que así lo llamó el Señor; pero dudo en llamarlo hipócrita, porque no estoy seguro de ello y no se debe juzgar sobre cosas inciertas, especialmente si se dirigen a formular una acusación. Pero San Marcos desvanece esta sospecha cuando dice (cap. 10): "Que él vino corriendo y se echó a los pies del Señor para suplicarle" y añade que Jesús le miró y le amó y si se hubiera acercado a Jesús con el objeto de tentarle, ya nos lo hubiera dicho el evangelista, como lo ha hecho en otras ocasiones y si él hubiera permanecido callado, no hubiera permitido Cristo ese silencio, sino que le hubiera reprendido o con una insinuación secreta, o de una manera pública; pero nada de esto hace, según lo que sigue: "El le dijo: ¿Por qué me preguntas de bien?".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,63. Pudiera alguno creer que hay alguna diferencia entre las palabras de San Mateo: "¿Por qué me preguntas de bien?" y las que ponen San Lucas y San Marcos (Mc 10,18 Lc 18,19): "¿Por qué me dices bueno?". Las palabras: "¿Por qué me preguntas de bien?" parece que se refieren más bien a la pregunta del joven: "¿Qué bien haré?" Esta última frase contiene a la vez la palabra "bien" y la pregunta, mientras que en las otras: "Maestro bueno" no hay pregunta. Se comprenden perfectamente los dos pasajes: "¿Por qué a mí me llamáis el bien?" y "¿Por qué me preguntas del bien?" dicen una misma cosa.

San Jerónimo. Como el joven había llamado bueno al Maestro y no había confesado a Dios o al Hijo de Dios, dijo el Señor que cualquier hombre santo no es bueno en comparación de Dios, de quien se dice: "Alabad al Señor porque es bueno" (Ps 117,1) Y por eso dice El: "Sólo uno es bueno, que es Dios" y a fin de que nadie piense que por estas palabras queda excluido de la bondad el Hijo de Dios. Leemos en otro lugar: "El buen pastor da su vida por sus ovejas" (Jn 10,11)

San Agustín, de Trinitate, 1,13. O también, como buscaba aquel joven la vida eterna, y la vida eterna consiste en aquella contemplación de Dios cuya visión no nos proporciona pena sino una alegría eterna y no comprendía con quién hablaba (porque le miraba tan sólo como Hijo del hombre), por eso el Señor le contesta: "¿Por qué me preguntas sobre el bien y me llamas Maestro bueno en esta forma que ves en mí?" En esta forma de Hijo del hombre aparecerá en el juicio, no sólo para que la vean los justos, sino también los impíos y esta visión no será un bien para quienes obraron el mal. Pero además hay en mí otra visión de mi forma, por la que soy igual a Dios, porque hay un solo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, que es el único y sumo Bien. Porque nadie le ve de manera que con su vista esté abatido o lloroso, sino que con ella tiene salud y alegría.

San Jerónimo. No rechaza nuestro Salvador el testimonio de bondad que le da el joven, pero sí el error de llamarlo maestro sin creer que es Dios.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63,1. ¿Qué utilidad hay en contestarle de esa manera? Porque de ese modo le gana poco a poco, le enseña a despreciar la adulación y a retirarse de las cosas terrenales, le convence de que se una a Dios, que busque las cosas de la otra vida y que conozca al que es el verdadero Bien, la raíz y la fuente de todo lo bueno.

Orígenes, homilia 8 in Matthaeum. También respondió Cristo de esa manera por causa del joven que le preguntó: "¿Qué bien haré?" Porque cuando nos separamos del mal y practicamos el bien llamamos bien a lo que hacemos por comparación con lo que hacen los demás hombres. Pero en cuanto a lo que se dice: "Uno solo es bueno", nuestro bien no es bien. Mas puede alguno decir: Porque el Señor, que sabía que quien le preguntaba no tenía intención de que hiciera algún bien humano, le dijo: "¿Por qué me preguntas del bien?", que es como si le dijera: ¿Por qué me preguntas sobre el bien cuando te he dado los mandamientos que contienen el bien? Y después de esto le añadió: "Si quieres entrar en la vida", etc. En estas palabras debemos considerar que el Señor contestó al joven como si estuviera fuera de la vida. En efecto, el que está fuera de Jesús que dice "Yo soy la vida" (Jn 11,6), está de algún modo fuera de la vida. Por otro lado el hombre, incluso el más justo, mientras vive sobre la tierra está en la sombra de la vida, porque está aún rodeado de un cuerpo mortal. 1 Mas aquel que se abstuviere de las obras de muerte y deseare las de la vida, entrará en la vida. Hay palabras muertas y palabras vivas, pensamientos muertos y pensamientos vivos y por eso dice: "Si quieres entrar en la vida", etc.

San Agustín, sermones, 84,1. Y no dijo: Si quieres venir a la vida eterna, sino: "Si quieres entrar en la vida", definiendo de esta manera lo que es la vida eterna. De aquí resulta cuánto debemos amar la vida eterna, cuando así se ama esta vida pasajera.

Remigio. Demuestra este pasaje que la Ley promete a los que la cumplen no sólo los bienes temporales, sino también la vida eterna, y como el joven había escuchado con atención las palabras del Señor, insiste y lleno de solicitud le pregunta: "El le dijo: ¿Cuáles?"

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63,1. No dijo esto con la intención de tentar al Salvador, sino porque creía que fuera de los preceptos de la Ley habría otros que le abrirían la puerta de la vida.

Remigio. Mas Jesús, tratando al joven con la misma condescendencia que a un enfermo, le expuso con mucha amabilidad los preceptos de la Ley. Por eso sigue: "Y Jesús le dijo: No matarás", etc. La siguiente sentencia: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", es el compendio de todos esos preceptos, según aquel pasaje del apóstol: "El que ama a su prójimo ha cumplido la Ley" (Rm 13,8) Debemos preguntar: ¿por qué el Señor hizo mención solamente de los preceptos de la segunda tabla? Sin duda debió ser porque el joven estaba lleno del amor de Dios o también porque el amor del prójimo era un grado para subir hasta el amor de Dios.

Orígenes, homilia 8 in Matthaeum. Probablemente sean suficientes estos preceptos para entrar en lo que llamamos principio de la vida, aunque ni éstos ni otros preceptos parecidos basten para entrar en el interior de la vida. Pero el que no cumpliere cualquiera de estos preceptos, ni aun en el principio de la vida entrará.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63,1. Después de mencionar el Señor los preceptos de la Ley, continua el evangelista: "El joven dice: Yo he guardado todo eso desde mi juventud" y no se detiene aquí, sino que pregunta de nuevo: "¿Qué me falta aún?", pregunta que indica un deseo vehemente.

Remigio. El Señor señala la manera de llegar a la perfección a todos los que quieren ser perfectos en la gracia, diciendo: "Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes", etc. Son dignas de atención estas palabras. No dice: Ve y come cuanto tienes, sino: "Ve y vende", y no dice: Algunas cosas, como hicieron Ananías y Safira (Ac 5), sino todas las cosas. Y añade con oportunidad: "Cuanto tienes", esto es, cuanto tenemos y poseemos con justicia. Debemos, por consiguiente, vender cuanto poseemos justamente; pero lo que poseemos injustamente debe entregarse a aquellos a quienes se lo hemos quitado. Y no dice: Dalo a los parientes o amigos, o a los ricos, de quienes recibirás semejantes cosas, sino: "Dalo a los pobres".

San Agustín, de opere monachorum, 25. Y no es necesario elegir a un monasterio o a los hermanos pobres de un lugar determinado para darlo, porque todos los cristianos no forman más que una sola sociedad. Por consiguiente, de cualquier parte de donde recibe uno lo que necesita, lo recibe de aquello que pertenece a Cristo.


Rábano. Ved aquí trazadas dos vidas al hombre: la activa, a la que hacen relación los preceptos: "No matarás" y los demás mandamientos de la Ley; y la contemplativa, a la que se refieren las palabras: "Si quieres ser perfecto", etc. La primera pertenece a la Ley y la segunda al Evangelio. Porque así como el Antiguo Testamento precedió al Nuevo, así también la acción precede a la contemplación.

San Agustín, contra Faustum, 5, 9. Pero, no solamente pertenecen al Reino de los Cielos aquellos que para ser perfectos venden o dejan todas sus cosas, sino que, por cierto lazo de caridad, se une a esta milicia cristiana un gran número de cierta milicia tributaria, a la cual se dirá al fin de los tiempos: "Tuve hambre y me disteis de comer" (Mt 25,35) Lejos de nosotros el pensar que éstos serán separados del Reino de los Cielos, o de mirarlos como fuera del Evangelio.

San Jerónimo. No debo contestar a la pretensión de Vigilancio2, de que es mejor usar los bienes y dividir sucesivamente los frutos a los pobres, que distribuírselos de una sola vez después de vendidos, puesto que el mismo Señor le contesta en las palabras: "Si quieres ser perfecto, ve y vende". Esa pretensión, que tanto aplaude Vigilancio y que nosotros aceptamos con tal de que no sea preferida a las palabras del Señor, no es para nosotros más que un segundo o tercer grado de perfección.

Genadio, de ecclesia dogma, 71. Es cosa buena el dar su fortuna a los pobres, distribuyéndola poco a poco; pero es mucho mejor darla toda de una vez, con la intención de seguir al Señor y de entrar en su compañía libre de todo cuidado.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63,2. Y como el Señor hablaba de la fortuna, aconsejando que nos debíamos despojar de ella, manifiesta que la recompensa que El dará será tanto mayor que la fortuna, como grande es la distancia que hay entre el cielo y la tierra. Y por eso dice: "Y tendrá un tesoro en el cielo". La palabra tesoro expresa la abundancia y la estabilidad de lo que nos dará.


Orígenes, homilia 8 in Matthaeum. Si todos los mandamientos se unieran en estas palabras: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 9,19), es claro que el que cumple este mandamiento es perfecto ¿Cómo, entonces, el Señor dice al joven que contestó: "Yo he guardado todo eso desde mi juventud" (Mt 9,20), "Si quieres ser perfecto" como si aún no lo fuera? Ved lo que está escrito en el Evangelio, según los hebreos3: después que el Señor oyó al joven y le dijo: "Ve y vende cuanto tienes", el rico empezó a rascarse la cabeza y a manifestar su desagrado y entonces el Señor le dice: "¿Cómo dices: Yo he cumplido la Ley y los Profetas?" Porque en la Ley está escrito: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lv 19,18) y he aquí que muchos hijos de Abraham, hermanos tuyos, están cubiertos de estiércol y muertos de hambre y tu casa está llena de muchos bienes y nada sale de ella para que sea partido entre los pobres. Queriendo, pues, el Señor reprender al rico, le dice: "Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, dáselo a los pobres", etc. De esta manera harás ver que efectivamente amas a tu prójimo como a ti mismo. Pero si es perfecto el que tiene todas las virtudes, ¿cómo se hace perfecto el que vende todo lo suyo y se lo da a los pobres? Supongamos que un hombre cualquiera ha hecho esto, ¿cómo desde aquel momento ese hombre queda, sin cólera, sin concupiscencia, colmado de todas las virtudes y libre de toda malicia? Sin duda parecerá propio de un sabio decir que al dar sus bienes a los pobres, éstos le favorecen con sus oraciones y que su pobreza espiritual recibirá la abundancia espiritual de aquellos y de este modo, aunque tenga algunas pasiones humanas, se hace perfecto. O también, el que cambió sus riquezas por la pobreza para hacerse perfecto, será ayudado por la fe que tiene en las palabras de Cristo, para que pueda llegar a ser sabio en Cristo, justo, casto y sin ninguna pasión; pero no de tal manera que en el momento mismo que entrega sus bienes a los pobres sea completamente perfecto, sino que desde aquel día la meditación sobre Dios le irá conduciendo hacia todas las virtudes. Se puede dar otra explicación: La interpretación moral, diciendo que los bienes son los actos del alma. Manda, pues, el Señor vender todos los bienes que son malos y entregarlos a aquellos poderosos que trabajan en esos bienes y están pobres de todo bien verdadero. Porque así como la paz de los apóstoles se vuelve a ellos si no estuviera en ellos el Hijo de la paz (Mt 10), así todos los pecados se vuelven a sus autores, si no hubiere alguno que haya querido valerse de ellos. De esta manera, no puede ser dudoso que el que de este modo vendió todos sus bienes sea inmediatamente perfecto. Y es claro, en efecto, que el que obra así tiene un tesoro en el cielo y ha llegado a ser hombre celestial. Porque tendrá en el cielo el tesoro de la gloria de Dios y las riquezas en la sabiduría de Dios. Ese tal podrá seguir a Cristo, porque no habrá posesión alguna que se lo impida.

San Jerónimo. Hay muchos que dejan sus riquezas y no siguen al Señor, lo cual no es suficiente para ser perfecto. Es preciso, habiéndonos desapegado de las riquezas, seguir al Salvador, es decir, hacer el bien después de haber abandonado el mal. Con más facilidad se abandona un bolsillo que la propia voluntad. Por eso se dice: "Y ven y sígueme". Sigue al Señor el que lo imita y marcha por sus mismos pasos. Prosigue: "Y cuando oyó el joven estas palabras, se fue triste". Esta es la tristeza que conduce a la muerte y la causa de ella son las palabras siguientes: "Porque tenía muchas posesiones", es decir, espinas y abrojos, que ahogaron la simiente del Señor.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 63,2. No son igualmente esclavos de las riquezas los que tienen muchas y los que tienen pocas, porque las bajas riquezas levantan una llama siempre creciente y avivan el deseo con violencia cada vez mayor.

San Agustín, epístolas, 31,5. No entiendo qué significa que encadene más la posesión de los bienes superfluos que el deseo de ellos, pues ¿por qué se queda triste este joven, sino porque tenía grandes riquezas? Porque una cosa es no querer incorporar lo que uno no tiene y otra cosa es arrancar lo que ya se tiene incorporado. En el primer caso se abandonan las riquezas como una cosa extraña y en el segundo se arrancan como un miembro de su propio cuerpo.

Orígenes, homilia 8 in Matthaeum. Según la historia, es digno de alabanza el joven, porque no mató ni cometió adulterio; pero es vituperable porque se entristeció por las palabras de Cristo que lo llamaban a la perfección. Era aún joven en el alma y por eso abandonó a Cristo y se marchó.


Catena aurea ES 4909