Catena aurea ES 5017

MATEO 20,17-19


5017 (Mt 20,17-19)

Y subiendo Jesús a Jerusalén, tomó aparte a los doce discípulos, y les dijo: "Ved que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes, y a los escribas, y le condenarán a muerte. Y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, y azoten y crucifiquen; mas al tercero día resucitará". (vv. 17-19)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,1. El Señor no subió inmediatamente a Jerusalén después de su vuelta de Galilea, sino que antes hizo milagros, refutó a los fariseos e instruyó a sus discípulos en la perfección de la vida y sobre su recompensa. Pero ahora, al entrar en Jerusalén, les vuelve a hablar sobre su pasión y por eso se dice: "Y subiendo Jesús a Jerusalén, tomó aparte a los doce", etc.

Orígenes, homilia 11 in Matthaeum. Aún estaba Judas entre esos doce, porque probablemente aún era digno de oír lo que había de padecer el Maestro.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35. La salvación del género humano pendía de la muerte de Cristo y por ninguna otra cosa debemos dar tantas gracias a Dios como por la muerte del Señor. El anuncia aparte a sus discípulos el misterio de su muerte, porque siempre el mejor tesoro se encierra en los mejores vasos. Si otros hubieran oído hablar de la pasión del Señor, probablemente se hubieran asustado; si eran hombres, por la debilidad de su fe; y si eran mujeres, por su condición compasiva hubieran derramado abundantes lágrimas.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,1. Ya el Señor había hablado de este misterio en presencia de muchos, pero de una manera encubierta, como cuando dijo, por ejemplo: "Destruid este templo"(Jn 2,19) y : "Señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás" (Mt 12,39) Mas a sus discípulos se lo dijo bien claro en las palabras: "Ved que subimos a Jerusalén", etc.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35. En la palabra "ved" manifiesta el Señor la intención de que sus discípulos conservaran en sus corazones el recuerdo de su presencia. Y dice: "Subimos", que equivale a decir: Ved cómo voy voluntariamente a la muerte. En consecuencia, cuando me viereis pendientes de la Cruz, reflexionad que Yo no soy un simple hombre. Porque, aunque la muerte es patrimonio del hombre, sin embargo, no es propio del hombre el querer morir.

Orígenes, homilia 11 in Matthaeum. De estas palabras del Señor debemos concluir que, aun cuando conozcamos muchas veces el ataque de las tentaciones que nos amenazan, no debemos huir, sino salir al frente de ellas, pero como nos aconseja el Señor: "Si os persiguieren en una ciudad, id a otra" (Mt 10,23) Sólo la sabiduría de Cristo conoce el momento en que debemos huir y el momento en que debemos hacer frente al peligro.

San Jerónimo. Muchas veces el Señor había hablado con sus discípulos acerca de su pasión. Pero como era fácil que entre tantas cuestiones que había tratado no recordaran lo que habían oído sobre este punto, al ir a Jerusalén y llevando en su compañía a los apóstoles, los prepara para la tentación, a fin de que no se escandalicen cuando llegue la persecución y vean la ignominia de la cruz.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35. Porque nos es más ligera la tribulación cuando nos sobreviene después de esperarla, que cuando nos acomete de improviso.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,1. Y el Señor les anuncia su pasión para que estén persuadidos de que El ya la sabía de antemano y que la aceptaba voluntariamente. Al principio sólo les predice su muerte y cuando los vio suficientemente preparados, les manifiesta que será entregado a los gentiles.

Rábano. Porque Judas entregó al Señor a los judíos y éstos le entregaron a los gentiles, es decir, a Pilatos y al poder romano. El Señor no aceptó las riquezas del mundo, sino sus tormentos, a fin de enseñarnos que los que hemos caído por el placer, debemos volver a levantarnos mediante el dolor. 1 Por eso sigue: "Para que le escarnezcan, le azoten y le crucifiquen".

San Agustín, de civitate Dei, 18,43. El Señor nos manifiesta por su pasión lo que debemos sufrir por la verdad y por su resurrección lo que debemos esperar en la eternidad. Por eso dice: "El tercero día resucitará".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,1. ¿Dijo el Señor estas palabras para suavizar la tristeza con la esperanza de la resurrección? Por lo cual añade: "El tercero día resucitará".

San Agustín, de Trinitate, 4,3. Porque una sola muerte, esto es, la del Salvador, según el cuerpo, fue nuestra salvación con respecto a nuestra doble muerte, es decir, en cuanto a la muerte de nuestra alma y en cuanto a la de nuestro cuerpo; y una sola resurrección nos proporcionó a nosotros dos resurrecciones2. Esta relación del uno al dos nace del misterio tres, que está compuesto de uno y de dos.

Orígenes, homilia 11 in Matthaeum. Al oír las cosas tristes que había de sufrir Cristo, los discípulos que recordaban lo que el Señor dijo a Pedro, no dijeron ni hicieron nada para que no se les contestara con palabras parecidas o peores. También ahora los escribas que creen conocer las Sagradas Escrituras condenan a muerte a Jesús, lo azotan con sus palabras y lo crucifican en el mismo hecho de querer que su doctrina desaparezca. Pero El, después de haber desaparecido un momento, se levanta y se aparece a aquellos que recibieron el don de poderle distinguir.

MATEO 20,20-23


5020 (Mt 20,20-23)

Entonces se acercó a El la madre de los hijos del Zebedeo con sus hijos, adorándole y pidiéndole alguna cosa. El le dijo: "¿Qué quieres?" Ella le dijo: "Di que estos mis dos hijos se sienten en tu reino, el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda". Y respondiendo Jesús, dijo: "No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que Yo he de beber?" Dícenle: "Podemos". Díjoles: "En verdad beberéis mi cáliz: mas el estar sentados a mi derecha o a mi izquierda, no me pertenece a Mí el darlo a vosotros, sino a los que está preparado por mi Padre". (vv. 20-23)

San Jerónimo. Como había dicho el Señor que "El resucitaría al tercero día", creyó una mujer que el Señor reinaría después de resucitado y con la curiosidad propia de su sexo, desea, sin acordarse de lo que había de realizarse después, lo que ella ve como presente. Por eso dice: "Entonces se acercó a El", etc.


Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35. Esta mujer es Salomé, la madre de los hijos del Zebedeo; así es llamada por otro evangelista y su nombre significa pacífica y realmente lo era, porque fue madre de los hijos de la paz. Lo que realza más a esta mujer es que no solamente sus hijos abandonaron a su padre, sino que ella misma dejó a su esposo y siguió a Cristo. Su marido podía vivir sin ella, pero ella no podía salvarse sin Cristo. También se puede decir que Zebedeo había muerto en el tiempo que media entre la vocación de los apóstoles y la pasión del Señor. Ella, a pesar de su sexo débil y de una edad en que ya no tenía fuerzas, seguía a Cristo, porque la fe no envejece, ni la religión se fatiga. Su naturaleza la hizo atrevida para pedir y por eso dice: "Adorándole y pidiéndole alguna cosa"; es decir, que ella pide con el respeto debido que se le dé lo que pide. Sigue: "El la dijo: ¿Qué quieres?" Pregunta el Señor, no porque ignore lo que ella quiere, sino a fin de convencerla, exponiendo ella su petición, de la imposibilidad de su demanda. Por eso se añade: "Ella dijo: Di que estos mis dos hijos se sienten", etc.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,64. Marcos pone en boca de los hijos del Zebedeo lo que San Mateo presenta como cosa dicha por la madre, no habiendo hecho ésta más que trasmitir los deseos de sus hijos al Señor. De aquí resulta que San Marcos, para abreviar, puso en boca de los hijos las palabras de la madre (Mc 10)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,2. Ellos se veían más honrados que otros y habían oído aquellas palabras: "Os sentaréis sobre doce tronos". Por eso exigían el trono más elevado y creían que eran superiores en dignidad para con Cristo a los otros. Sin embargo, temían la preferencia de Pedro; por esta razón dice otro evangelista que ellos imaginaban, cuando estaban cerca de Jerusalén, que ya estaban a las puertas del Reino de Dios, es decir, que el Reino era una cosa sensible. De esto debemos concluir que ellos no pedían ninguna cosa espiritual ni se elevaban hasta la contemplación de un reino superior.

Orígenes, homilia 12 in Matthaeum. Así como en los reinos del mundo se tienen por más honrados los que se sientan junto al rey, no es de admirar que una mujer, en su natural sencillez e inexperiencia, creyera que estaba en el deber de hacer esa petición al Señor. Hasta los mismos hermanos, por su imperfección, no tenían ideas más elevadas sobre el Reino de Cristo y abrigaban los mismos sentimientos con respecto a los que se sentarán con Jesús.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35. O de otra manera, no aplaudimos la petición de esta mujer; pero sí decimos que no deseaba para sus hijos los bienes terrenales, sino los celestiales. Porque no eran sus sentimientos como el de las demás madres, que aman los cuerpos de sus hijos y desprecian sus almas, desean que sean apreciados en este mundo y no se cuidan de lo que puedan sufrir en el otro, dando a entender con este proceder que son madres de cuerpos y no de almas. Y yo creo que estos mismos hermanos, cuando oyeron al Señor hablar sobre su pasión y resurrección, comenzaron a decir en su interior, puesto que eran fieles. Ved cómo el Rey del cielo baja a los reinos de los infiernos para destruir el reino de la muerte. Pero después de terminada su victoria, ¿qué le queda por hacer si no el recibir la gloria de su Reino?

Orígenes, homilia 12 in Matthaeum. Después de haber destruido Cristo el pecado que reinaba en nuestros cuerpos mortales y todo el poder de los espíritus infernales, recibe en medio de los hombres la corona de su Reino, que para El equivale a sentarse en el trono de su gloria. Porque el obrar El con todo su poder a derecha y a izquierda, no es otra cosa que destruir todo el mal que ante El se presenta y es indudable que entre los que se aproximan a Cristo, aquellos que más sobresalen son los que están a su derecha y los que menos a su izquierda. La derecha de Cristo, ved si lo podéis comprender, es toda criatura invisible y la izquierda la visible y corporal. Entre los que se aproximan a Cristo hay algunos que se colocan a su derecha, como son las cosas inteligibles y otros a su izquierda, como son las sensibles.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35. ¿Cómo aquel que se entregó a sí mismo a los hombres, no hará partícipes de su Reino a los hombres? Es reprensible la negligencia en pedir cuando no hay duda de la misericordia del que da. Si pedimos al Maestro, probablemente moveremos los corazones de los demás hermanos. Porque, aunque no los pueda vencer el placer carnal, puesto que ya están como regenerados por el espíritu, pueden, sin embargo, conmoverse dado que aún tienen sentimientos carnales. Luego pongamos en nuestro lugar a nuestra madre, para que en su nombre pida por nosotros. Porque si ella es reprensible, fácilmente será perdonada. Su mismo sexo la excusa de todo error y si ella no fuere importuna, alcanzará con más facilidad cuanto pida para sus hijos. Porque el Señor, que ha llenado el corazón maternal de cariño para con sus hijos, escuchará con más facilidad los sentimientos de la madre. Entonces el Señor, que conoce las cosas que están ocultas, no contesta a las palabras de la madre sino a la intención de los hijos que inspiraron esa súplica. El deseo de ellos era efectivamente bueno, pero su petición inconsiderada. De ahí es que, aunque no debían obtener nada, sin embargo no merecían ser reprendidos por su sencilla petición nacida del amor que tenían al Señor. Por esto el Señor solamente les reprende su ignorancia: "Y respondiendo Jesús, dijo: No sabéis lo que pedís".

San Jerónimo. No es extraño que el Señor reprenda su ignorancia, habiendo dicho de Pedro (Lc 9,33): "No sabía lo que decía".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35. Porque el Señor permite con frecuencia que los discípulos digan o piensen algunas cosas inconvenientes con el objeto de tener en ello una ocasión para enseñarles alguna regla de piedad, comprendiendo que en su presencia no podía traer ningún mal resultado el error que ellos cometían y que la doctrina que con este motivo les exponía edificaba, no sólo para el presente, sino también para el porvenir.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,2. El Señor les responde de esa manera, o bien para manifestarles que lo que pedían no era un bien espiritual, o bien para hacerles ver que si ellos hubieran comprendido lo que pedían, jamás se hubieran atrevido a hacer una petición cuya realización excede a las más elevadas virtudes.

San Hilario, in Matthaeum, 20. Tampoco saben lo que piden porque no podía ser objeto de duda alguna la gloria de los apóstoles. Y las palabras que preceden indican de un modo terminante que serán ellos los jueces del mundo (Ac 19)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35. O también: "No sabéis lo que pedís", que equivale a decir: Yo os he llamado desde el lado izquierdo a mi derecha y vosotros, por elección vuestra, queréis volver a pasar a la izquierda y quizás la mujer fuera la causa de esta elección. El diablo puso en juego sus acostumbradas armas: la mujer; y así como por una mujer despojó a Adán, así también quiso separar a los discípulos por sugestión de una madre. Pero desde que la salvación del mundo vino de una mujer, ya no podía perder a los santos por una mujer. O también dice: "No sabéis lo que pedís". Porque no solamente debemos pensar en la gloria que podemos conseguir sino también en el modo de evitar las consecuencias del pecado. Porque en las batallas del mundo difícilmente vence el que no piensa más que en el botín de la victoria. Por eso debieron ellos haber hecho esta petición: "Danos el auxilio de tu gracia para que triunfemos de todo mal".

Rábano. No sabían lo que pedían aquellos que pretendían del Señor el trono de una gloria que aún no merecían. Se complacen ante la perspectiva de la cumbre del honor pero les falta ejercitarse antes en el camino del trabajo. Por eso añade: "Podéis beber el cáliz".

San Jerónimo. Por cáliz se entiende en la Escritura Santa la pasión, como en el Salmo: "Tomaré el cáliz de la salud" (Ps 115,13) y a continuación dice lo que es este cáliz: "La muerte de los santos es preciosa en la presencia del Señor" (Ps 115,14)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35. El Señor sabía que los discípulos podían imitar su pasión pero les hace esa pregunta con el objeto de que sepamos que nadie puede reinar con Cristo si no lo imita en la pasión pues una cosa preciosa no se adquiere a bajo precio. Entendemos por pasión del Señor, no solamente la persecución de los gentiles, sino también todo lo que tengamos que sufrir en nuestras luchas con el pecado.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,2. Dice, pues: "Podéis beber", etc. , como si dijera: Vosotros me habláis de honor y de coronas y yo os hablo de combates y esfuerzos, porque éste no es aún el tiempo de las recompensas. La pregunta del Señor atrae a sus discípulos, porque no les dijo: Podéis derramar vuestra sangre, sino, "¿Podéis beber el cáliz que Yo he de beber?"

Remigio. Esto con el objeto de unirlos más a El mediante el lazo de la pasión. Aquellos que poseían la libertad y la constancia del martirio prometen que lo beberían. Por eso sigue: "Dícenle: Podemos".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35. O también dicen esto, no tanto por la confianza que les inspiraba su fortaleza, sino por la ignorancia de su fragilidad; porque para ellos, que no tenían experiencia, era cosa ligera la pasión y la muerte.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,2. O también prometen eso por efecto de su buen deseo. Porque jamás se hubieran comprometido de ese modo si no hubieran esperado obtener lo mismo que pedían. El Señor les profetiza grandes bienes, es decir, hacerlos dignos del martirio.

Sigue: "Díjoles: En verdad beberéis mi cáliz".

Orígenes, homilia 12 in Matthaeum. No les contestó el Señor: Podéis beber mi cáliz, sino que, mirando a su futura perfección, les dijo: "En verdad beberéis mi cáliz".

San Jerónimo. Se pregunta cómo los hijos del Zebedeo (a saber, Santiago y Juan) han bebido el cáliz del martirio, siendo así que, según la Escritura, Santiago fue decapitado por Herodes (Ac 12) y Juan murió de muerte natural; pero leemos en la historia eclesiástica que Juan fue arrojado a una caldera de aceite hirviendo y desterrado a la isla de Patmos. Por consiguiente, nada le faltó para lo esencial del martirio y para beber el cáliz de confesor; cáliz que bebieron los tres jóvenes echados al horno de fuego, aunque su perseguidor no derramó la sangre de ellos. 1 San Hilario, in Matthaeum, 20. Aplaudiendo el Señor la fe de los discípulos, les dijo que en verdad podían sufrir con El el martirio, pero el sentarse a su derecha o izquierda era cosa reservada a otros por su Padre . Por eso sigue: "Mas el estar sentados a mi derecha o a mi izquierda", etc. Y efectivamente opinamos que de tal manera está reservado a otros ese honor, que no serán extraños a él los apóstoles, los cuales juzgarán a Israel sentados en los doce tronos de los patriarcas. Y Moisés y Elías -de quienes el Señor apareció rodeado en la montaña con todo el brillo de su gloria- estarán sentados en el Reino de los Cielos, en cuanto es posible concluirlo de lo que dicen los mismos Evangelios.

San Jerónimo. Mas yo opino de otra manera. Los nombres de los que estarán sentados en el Reino de los Cielos no se dicen aquí, a fin de que la designación especial de algunos no parezca la exclusión de otros. Porque el Reino de los Cielos no está tanto a la disposición del que lo da como del que lo recibe. Para Dios no hay distinción de personas y aquel que se presentare digno del Reino de los Cielos, recibirá el reino que está preparado, no para tal persona, sino para tal conducta. De donde resulta que si vosotros os portáis de tal manera que merecéis el Reino de los Cielos (que mi Padre ha preparado a los victoriosos), vosotros lo recibiréis también. Y no dijo el Señor "no os sentaréis", a fin de no cubrir de confusión a los dos hermanos, ni tampoco "os sentaréis", para no irritar a los demás.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,3. O de otro modo, este primer lugar parece imposible a todos, no sólo a los hombres, sino a los ángeles, porque el apóstol San Pablo nos dice en estos términos, que tal es el principal puesto del Hijo único de Dios (He 1,13): "¿A cuál de los ángeles dijo alguna vez: "Siéntate a mi derecha?" Contesta el Señor por condescender con los que le preguntaban, mas no con el fin de designar quiénes de los presentes debían sentarse a su lado. Porque el único objeto que efectivamente se proponían los dos discípulos en su petición era el estar sentados inmediatamente después de El y delante de los demás. Pero el Señor responde: Efectivamente moriréis por causa mía pero esto no es suficiente para que obtengáis el primer puesto. Porque si se presentara algún otro con mayor virtud además del martirio, no le quitaré a él el primer puesto y os lo daré a vosotros por el amor que os tengo. Y para que viéramos que no cabía en El esa debilidad, no dijo simplemente: No es cosa mía el dar, sino no es cosa mía el darlo a vosotros, sino a aquéllos para quienes ha sido preparado, es decir, a aquellos que se pueden distinguir por sus obras.

Remigio. O de otro modo: no es cosa mía el darlo a vosotros, esto es, a los que son tan soberbios como vosotros, sino a los humildes de corazón, para quienes lo ha preparado mi Padre.

San Agustín, de Trinitate, 1,12,24-25. O también de otro modo, la respuesta del Señor: "Mas el estar sentado a mi derecha no me pertenece a Mí el darlo", fue dada según la forma de siervo de que estaba revestido. Mas lo que está preparado por el Padre, preparado está también por el mismo Hijo. Porque el Padre y el Hijo son una sola cosa.

MATEO 20,24-28


5024 (Mt 20,24-28)

Y cuando los diez oyeron esto, se indignaron contra los dos hermanos; mas Jesús los llamó a sí, y dijo: "Sabéis que los príncipes de las gentes avasallan a sus pueblos, y que los que son mayores ejercen potestad sobre ellos. No será así entre vosotros; mas entre vosotros, todo el que quiera ser mayor, sea vuestro criado: y el que entre vosotros quiera ser primero, sea vuestro siervo. Así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en redención por muchos". (vv. 24-28)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,3. Mientras que Cristo no hizo más que formular su sentencia, no se entristecieron los otros discípulos; pero cuando los reprendió, entonces se llenaron de dolor. Por eso sigue: "Y cuando los diez oyeron", etc.

San Jerónimo. No era la indignación de los diez apóstoles contra la atrevida exigencia de la madre, sino que iba directamente contra los hijos, que desconociendo su capacidad, ardían en deseos ambiciosos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,3. Comprendieron los otros discípulos el alcance de la petición de los dos hermanos cuando los reprendió el Señor; pero cuando los vieron honrados de una manera tan especial por el Señor en la transfiguración, aunque lo sintieron en su interior, no se atrevieron a manifestar su resentimiento por respeto al Maestro.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35. Tan carnal fue la petición de los dos hermanos, como la indignación de los diez apóstoles. Porque si es vituperable el querer elevarse sobre los demás, no menos glorioso es el sufrir a otro sobre sí.

San Jerónimo. Mas el humilde y dulce Maestro ni arguye a los dos hermanos por su ambición, ni reprende a los otros discípulos por su indignación y envidia. Por eso sigue: "Mas Jesús los llamó a sí", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,4. Como el Señor los vio tristes, les consulta llamándolos y hablándoles de cosas que se habían de realizar pronto. Porque estando los dos separados de la compañía de los diez, estaban más próximos al Señor y le hablaban en particular; sin embargo, no los consuela el Señor como antes, poniéndoles a su vista el ejemplo de los niños, sino proponiéndoles otro contrario; así les dice: "¿Sabéis que los príncipes de las gentes avasallan a sus pueblos", etc.

Orígenes, homilia 12 in Matthaeum. Es decir, no se contentan con gobernar a sus súbditos, sino que se proponen dominarlos empleando la violencia. Pero no será así entre vosotros, que sois míos, porque así como las cosas materiales pueden ser cohibidas por la coacción y no las espirituales porque dependen de la voluntad, así también la soberanía de los príncipes debe ejercerse con amor y no con amenazas corporales.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,4. Manifiesta el Señor en este pasaje que es propio de los gentiles el ambicionar los primeros puestos y con esta comparación de los gentiles convierte las encendidas almas de sus discípulos.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35. Es efectivamente laudable el desear trabajar, porque esto es natural en nosotros y nuestra mayor recompensa; pero el ambicionar los honores del poder es una vanidad porque la adquisición de esos honores depende de los altos juicios de Dios y aun cuando los tengamos, no por eso merecemos ni tenemos derecho a la corona de justicia. Porque no será honrado por Dios el apóstol por ser apóstol sino porque cumplió bien los deberes que impone el apostolado. Tampoco el apóstol fue condecorado con el honor de apóstol por sus méritos anteriores, sino que por las inclinaciones y la disposición de su alma fue juzgado apto para el apostolado. Los primeros puestos buscan siempre al que no los quiere y huyen del que los desea. Debemos, por consiguiente, desear, no los puestos más elevados, sino la vida mejor. De ahí es que, deseando el Señor matar la ambición de los dos hermanos y la indignación de los otros apóstoles, les propone la diferencia que existe entre los príncipes del mundo y los príncipes de la Iglesia, haciéndoles ver que el principado en Cristo ni debe ser apetecido por el que no lo tiene, ni debe ser envidiado cuando lo tiene otro. Los príncipes del mundo se dedican a dominar a sus inferiores, a reducirlos a la servidumbre, a servirse de ellos hasta perder sus vidas cuando así lo creen conveniente los príncipes para su propia utilidad o gloria. Los príncipes de la Iglesia, en cambio, están destinados a servir a sus inferiores, a darles cuanto recibieron de Cristo, a despreciar sus propios intereses, a cuidar por los de sus inferiores y a no rehusar la muerte cuando está de por medio la salvación de los inferiores. Es, pues, injusto y de ninguna utilidad el desear la primacía de la Iglesia. Porque ningún hombre cuerdo quiere someterse a semejante tarea y al peligro en que está de perderse por tener que dar cuenta de toda la Iglesia, a no ser que no tema los juicios de Dios, abuse del poder eclesiástico y lo convierta en poder temporal.

San Jerónimo. Finalmente, el mismo Señor se propuso a sí mismo como ejemplo diciendo: "Así como el Hijo del hombre no vino a ser servido, etc. ", a fin de que sus discípulos quedaran avergonzados con el ejemplo de sus actos.

Orígenes, homilia 12 in Matthaeum. Porque si bien lo sirvieron Marta y los ángeles, sin embargo, El no vino para ser servido sino para servir; y llegó en el servicio hasta el punto de que se puede decir de El: "Y para dar su vida en redención por muchos". Como sólo El estaba libre en medio de los muertos y era más fuerte que el poder de la muerte (Ps 87), ofreciendo su alma a la muerte libró de la muerte a todos los que han querido seguirle. Deben, pues, los príncipes de la Iglesia imitar a Cristo, que era tan accesible, que hablaba con las mujeres, imponía sus manos a los niños, lavaba los pies a sus discípulos, con el único objeto de que ellos hicieran lo mismo con sus hermanos. Pero somos nosotros de tal condición, que porque no comprendemos, o porque despreciamos el precepto de Cristo, tratamos de parecer más soberbios que los poderes del mundo y queremos, como los reyes del mundo, tropas que vayan delante de nosotros y nos manifestamos terribles y de acceso difícil, sobre todo para con los pobres, a quienes ni tratamos con afabilidad, ni les permitimos la tengan ellos con nosotros.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,4. Por más que os humillen, jamás llegaréis a descender al punto a que descendió vuestro Señor.

MATEO 20,29-34


5029 (Mt 20,29-34)

Y saliendo ellos de Jericó, le siguió mucha gente. Y he aquí dos ciegos sentados junto al camino, oyeron que Jesús pasaba, y comenzaron a gritar diciendo: "Señor, hijo de David, ten misericordia de nosotros". Y la gente los reñía para que callasen. Pero ellos alzaban más el grito, diciendo: "Señor, hijo de David, ten misericordia de nosotros". Y Jesús se paró, y los llamó y dijo: "¿Qué queréis que os haga?" "Señor, le respondieron: que sean abiertos nuestros ojos". Y Jesús compadecido de ellos, les tocó los ojos. Y vieron en el mismo instante, y le siguieron. (vv. 29-34)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35. Así como la mies abundante es un testimonio del esmerado trabajo del labrador, así también una iglesia llena atestigua el celo del que enseña. Por esta razón se dice en este pasaje: "Y saliendo ellos de Jericó, le siguió mucha gente", etc. El trabajo no contuvo a nadie del camino porque el amor espiritual no conoce la fatiga. A nadie retrajo el recuerdo de sus bienes, porque entraban en posesión del Reino celestial; y el que ha tomado una vez el gusto a los bienes del cielo, verdaderamente pierde su afición a todo lo de la tierra. Con mucha oportunidad se presentaron los dos ciegos delante de Cristo, porque, después de haberles abierto los ojos el Señor, podían ir con El a Jerusalén y atestiguar su poder. En esto se funda lo que sigue: "Y he aquí dos ciegos", etc. Estos ciegos oían el ruido de los que corrían, pero no veían persona alguna, porque no les quedaba más que la voz y como no le podían seguir con los pies le siguieron con la voz. Por esta razón sigue: "Y oyeron que Jesús pasaba", etc.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,65. San Marcos (Mc 10) refiere este hecho, pero lo atribuye a un solo ciego, dificultad que e resuelve diciendo: De los dos ciegos de los que habla San Mateo, uno era muy conocido en la ciudad, cosa que se comprueba perfectamente en el hecho mismo de que San Marcos llama a su padre Timeo y al hijo Bartimeo. Probablemente había sido arrojado de una gran posición por alguna falta y por consiguiente era muy conocido. Este no solamente estaba ciego, sino que se sentaba para mendigar. De donde resulta que San Marcos, con el objeto de hacer ver la grandeza del milagro, comparó la iluminación de este ciego con la tan conocida miseria a que estaba reducido y por esta razón menciona sólo a este ciego. En cuanto a San Lucas, es probable que en lugar de contar este hecho se refiera a otro milagro semejante verificado en otro ciego (Lc 18) Porque él dice: "Cuando Jesús se aproxima a Jericó" y los otros evangelistas ponen: "en el momento en que Jesús salía de Jericó".

Sigue: "Y la gente los reñía para que callasen", etc.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35. Estos veían los vestidos sucios y no consideraban la belleza del alma. ¡Ved ahí la necia sabiduría de los hombres! Pensaban que era injuriar a los grandes el dejarse honrar por los pobres. Porque ¿quién es el pobre que se atreve a saludar en público al rico?

San Hilario. O también imponen silencio, no para honrar al Señor, sino por la incomodidad que les causaba el oír de boca de los ciegos lo que ellos tanto negaban, a saber, que "el Señor era hijo de David".

Orígenes, homilia 13 in Matthaeum. O también eran los creyentes los que los reñían, para que no le llamaran con el nombre humilde de "Hijo de David" sino para que le dijeran: "Hijo de Dios, ten piedad de nosotros".

San Hilario. Pero cuanto más se lo impedían, más gritaban, porque la fe se enciende más con la contradicción, se afirma en los peligros y peligra en la seguridad. Por esto sigue: "Pero ellos alzaban más el grito, diciendo: Hijo de David, ten misericordia de nosotros". Primeramente clamaban porque estaban ciegos y después gritaban más, porque se les impedía aproximarse a la luz.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 66,1. Cristo permitía el que se les riñera para que apareciese más vivo su deseo. De donde podemos concluir que cualquiera sea la clase de desprecio que pese sobre nosotros, podemos conseguir lo que pedimos con sólo acercarnos con verdadero deseo a Cristo.

Sigue: "Y Jesús se paró y los llamó", etc.

San Jerónimo. Jesús se paró porque los ciegos no sabían el camino que tomaría. Había en Jericó muchos fosos, muchas rocas y precipicios y para que los ciegos pudieran llegar se tuvo que parar el Señor.

Orígenes, homilia 13 in Matthaeum. O también se para el Señor y no sigue su camino, para que con su detención no pasara su beneficio sino que corriera su misericordia como de una fuente estable hasta los ciegos.

San Jerónimo. El Señor los manda llamar a fin de que no encuentren obstáculo en las gentes y les pregunta "qué es lo que quieren" para que por su respuesta se vea más claramente su enfermedad, y por el remedio y la curación se conozca mejor el poder.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35. O también les pregunta a causa de su fe, para que, mientras los ciegos confiesan que Cristo es el Hijo de Dios, los que ven sean cuestionados, ya que lo consideran como mero hombre. Llamaron Señor a Cristo y dijeron la verdad, pero al decirle: "Hijo de David", destruían todo lo que antes confesaron con tanto acierto. En efecto, por un abuso los hombres son llamados señores, pero con toda propiedad el nombre de Señor sólo puede aplicarse a Dios. Por consiguiente, al decir los ciegos: "Señor, Hijo de David", toman la palabra Señor en el primer sentido y se la aplican a Cristo como a hombre, pero diciendo solamente Señor, confiesan la divinidad de Cristo. Por esta razón les pregunta: "¿Qué queréis?" Y ya desde entonces no le llamaron Señor, Hijo de David, sino solamente Señor. Sigue: "Señor, le respondieron, que sean abiertos nuestros ojos". Porque el Hijo de David no puede abrir los ojos a los ciegos, pero el Hijo de Dios sí. Cuando ellos dijeron: "Señor, hijo de David", no fueron curados. Pero en cuanto dijeron "Señor", enseguida recobraron la salud. Sigue: "Y Jesús, compadecido de ellos, les tocó los ojos". Los tocó con la mano como hombre y los curó como Dios.

San Jerónimo. El Creador les concede lo que les negó la naturaleza o, con más certeza, la misericordia les da lo que la enfermedad les había quitado.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 66,1. Así como ellos perseveraron antes de recibir el don, así también fueron agradecidos después de recibirlo.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35. Estos hombres, en prueba de su agradecimiento, ofrecieron al Señor un gran presente, esto es, "y le siguieron". Es lo único que Dios nos exige por el profeta (Mi 6): que marchemos con gran solicitud en el seguimiento de nuestro Dios y Señor.

San Jerónimo. Aquellos que por su enfermedad estaban sentados cerca de Jericó y no podían hacer otra cosa más que gritar, después siguen a Jesús no tanto con sus pies como con sus virtudes.

Rábano. El nombre de Jericó, que significa luna, figura la mutabilidad del hombre.

Orígenes, homilia 13 in Matthaeum. En sentido místico Jericó representa el mundo al que Cristo bajó. Y los que están en Jericó no saben salir de la sabiduría del mundo, a no ser que vean salir de Jericó a Jesús y a sus discípulos. Mas las gentes que le vieron salir le siguieron despreciando al mundo y a todo cuanto es del mundo, a fin de subir guiados por Cristo a la Jerusalén celestial. También podemos decir que los dos ciegos representaban los dos reinos de Judá y de Israel que estuvieron ciegos antes de la venida del Señor, porque no veían la verdadera palabra contenida en la Ley y en los Profetas y que sentados cerca del camino de la Ley y de los Profetas y no teniendo de ellos más que una inteligencia carnal, levantaban su voz hacia Aquel que había nacido del linaje de David según la carne (Rm 1)

San Jerónimo. Muchos entienden por los dos ciegos a los fariseos y saduceos.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,28. O de otro modo, los dos ciegos sentados junto al camino representan a todas aquellas personas de ambos pueblos que creían en la vida humana del Salvador -vida que es nuestro camino- y que deseaban ser iluminados, es decir, tener algún conocimiento de la eternidad del Verbo. Esto era lo único que deseaban alcanzar al pasar Jesús por delante de ellos, mediante la fe que nos hace creer que el Hijo de Dios fue hecho hombre y padeció por nosotros. Porque mediante este misterio viene Jesús como a pasar, puesto que pasar es una acción temporal. Era conveniente que los ciegos levantaran la voz a fin de vencer la dificultad que les causaba, con su griterío, la gente que se agolpaba. Esto quiere decir que tenían una intención bastante perseverante para vencer con la oración y la súplica la fuerza de esa intención habitual de los deseos carnales, que a la manera de un tropel de gente alborotada, detienen el pensamiento que tiene empeño en ver la luz de la verdad eterna o sirven de obstáculo para conseguir el triunfo sobre esa multitud de hombres carnales que hacen imposibles los ejercicios espirituales.

San Agustín, sermones, 88,13. Los cristianos malos e indiferentes impiden que los buenos cristianos cumplan los preceptos de Dios. Sin embargo, los fieles al Señor predican sin descanso. Todo buen cristiano que comienza a vivir bien y a despreciar al mundo, encontrará cristianos malos y fríos en la fe que le reprenderán su nuevo género de vida. Pero si no se cansa y es constante en su nueva vida, los mismos que antes se le oponían, lo respetarán.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 2,28. Jesús quien ha dicho: "Al que llama se le abrirá", se para delante de los ciegos, los toca y les da la vista, porque la fe en la encarnación temporal es una preparación para comprender las cosas eternas. El paso de Jesús les avisa que les será dada la vista y cuando se detiene el Señor se la concede. Esto es figura de lo pasajeras que son las cosas temporales y de la estabilidad de las eternas.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 36. Algunos ven en los ciegos a los gentiles, descendientes unos de Cam y los otros de Jafet. "Estaban ellos sentados cerca del camino", es decir, que su vida estaba en los confines de la verdad, pero eran incapaces de llegar hasta ella o también porque, viviendo por el Verbo, no tenían aún conocimiento del Verbo.

Rábano. Pero llegando a sus oídos la fama del nombre de Cristo, deseaban ser partícipes de Cristo. Desde luego, muchos de los judíos se opusieron (como se lee en los Hechos de los Apóstoles) y después vino una viva persecución por parte de los gentiles, sin que nada de todo esto pudiera prevalecer contra aquellos que estaban invitados a la vida.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 36. Jesús, consiguientemente, tocó los ojos de las naciones, dándoles la gracia del Espíritu Santo e iluminadas éstas, le siguieron con sus buenas obras.

Orígenes, homilia 13 in Matthaeum. También a nosotros, que estamos sentados cerca del camino de las Escrituras y que sabemos en qué consiste nuestra ceguera, el Señor nos tocará si se lo pedimos con todo el afecto de nuestras almas, abrirá los ojos de nuestras almas y alejará de nuestros sentidos las tinieblas de la ignorancia, a fin de que le veamos y le sigamos, único objeto que se propuso al concedernos la vista.


Catena aurea ES 5017