Catena aurea ES 3703

MATEO 7,3-5


3703 (Mt 7,3-5)

"¿Por qué, pues, ves la paja en el ojo de tu hermano, y no ves la viga en tu ojo? O ¿cómo dices a tu hermano: Hermano, deja, sacaré la paja de tu ojo, y se está viendo una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás de sacar la paja del ojo de tu hermano". (vv. 3-5)

San Agustín, de sermone Domini, 2,19. El Señor nos había amonestado sobre los juicios inicuos o temerarios que hacemos respecto de nuestros prójimos (especialmente a los que juzgan temerariamente, a quienes juzgan sin estar ciertos de la culpa que reprenden y lo hacen con suma facilidad, a los que se ocupan más bien en censurar y condenar a otros, cuando ellos son los primeros que necesitan corrección, cuya mala inclinación nace de la soberbia o de la envidia), y consiguientemente añade: "¿Por qué ves la paja en el ojo ajeno, y no ves la viga en el tuyo?".

San Jerónimo. Habla de los que desconociendo sus propios pecados mortales no disculpan la menor falta en sus prójimos. Reprende a aquellos que se escandalizan de la ira de sus hermanos, cuando ellos viven ennegrecidos por el odio.

San Agustín, de sermone Domini, 2,19. Tanta distancia hay de la paja a la viga, cuanta hay de la ira al odio: el odio es una ira inveterada. Muchas veces sucede que nos incomodamos con un hombre a quien deseamos corregir, pero que no lo odiamos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 23,2. Hay muchos que si viesen a un monje con un vestido de lujo o comiendo con abundancia, lo acusarían amargamente, siendo así que ellos roban todos los días y viven en continua crápula.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17. O de otro modo, esto que aquí se dice, conviene a los maestros. Todo pecado se juzga grave o leve por la importancia de la persona que lo comete. Para un seglar un pecado leve es una paja, pero para un sacerdote el mismo pecado es una viga.

San Hilario, homiliae in Matthaeum, 5. De otra manera, se llama pecado contra el Espíritu Santo negar el poder infinito de Dios, y no admitir sustancia eterna en Cristo, por quien como Dios vino a ser hombre, el hombre, a su vez, viene a ser Dios. Por ello, cuanta diferencia hay entre la paja y la viga, otra tanta hay entre los pecados cometidos contra el Espíritu Santo y los demás pecados. Igual que sucede cuando los infieles censuran a otros los delitos de su cuerpo, y no ven en sí el peso de sus pecados que constantemente están cometiendo, dudando de las promesas del Señor, y cayendo la viga en sus ojos (como en la cima del alma) Prosigue: "¿Cómo dices a tu hermano, deja, sacaré la paja de tu ojo, y se está viendo una viga en el tuyo?".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17. Esto es, ¿cómo reprendes a tu hermano en pecado, cuando vives en el mismo pecado, si no es que tienes otros mayores?

San Agustín, de sermone Domini, 2,19. Cuando nos veamos precisados a reprender a otros, pensemos primero si alguna vez hemos cometido aquel pecado que vamos a reprender. Y si no lo hemos cometido, pensemos que somos hombres, y que hemos podido cometerlo. O si lo hemos cometido en otro tiempo, aunque ahora no lo cometamos, entonces toque la memoria la común fragilidad, para que la misericordia, no el odio, preceda a aquella corrección. Pero si nos halláramos con el mismo pecado no reprendamos, sino lloremos, movidos a la enmienda, con mutuos esfuerzos. Rara vez, y por gran necesidad, se han de hacer las reprensiones, en las cuales no debemos insistir por nuestro interés personal, sino para servir al Señor.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17. De otro modo: "¿Cómo dices a tu hermano?", esto es, "¿con qué fin?" ¿Por caridad, para que se salve? No, porque antes te salvarías a ti mismo. ¿Quieres, pues, no sanar a otros, sino ocultar los actos malos con la buena doctrina, y buscar la alabanza de tu saber entre los hombres y no la recompensa que Dios concede al que edifica? Eres, pues, un hipócrita. Por esto se ha dicho: "Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo".

San Agustín, de sermone Domini, 2,19. El acusar los vicios es propio solamente de los buenos. Por lo cual, cuando hacen algo malo, imitan a los demás. Semejantes entonces a los hipócritas, ocultan en su persona lo que son, y manifiestan por fuera lo que no son.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 23,2. Y debe advertirse que cuando el Señor quiere mostrar algún gran pecado, empieza por la injuria, como cuando dice: "Siervo malo, te he perdonado toda tu deuda". Por lo mismo dice aquí: "Hipócrita, saca primero". Porque las cosas que son propias de uno, se conocen mejor que las que son propias de los demás, y se ven mejor las que son mayores que las que son menores, y uno se ama a sí mismo más que a su prójimo. Por esto manda el Señor que aquel que sea capaz de cometer muchos pecados, no sea juez severo de los pecados de otro (y especialmente si son pequeños) Lo que el Señor nos prohíbe no es la reprensión y corrección de las faltas de nuestros enemigos, sino el menosprecio u olvido de los propios pecados, cuando se reprenden los ajenos. Primero conviene que con sumo cuidado inspeccionemos nuestros defectos, y entonces pasemos a reprender los de los demás. Por ello sigue: "Y entonces verás de sacar la mota del ojo de tu hermano".

San Agustín, de sermone Domini, 2, 19. Sacando de nuestro ojo la viga de la envidia y de la malicia y de la afectación, veremos de arrojar la paja del ojo de nuestros hermanos.

MATEO 7,6


3706 (Mt 7,6)

"No déis lo santo a los perros, ni arrojéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las huellen con sus pies y volviéndose contra vosotros los perros os despedacen". (v. 6)

San Agustín, de sermone Domini, 2, 20. Como puede engañar a algunos el nombre de simplicidad (de que había hablado antes), para que se vea que tan malo es ocultar lo verdadero como publicar lo falso y lo malo, añade con toda oportunidad: "No déis lo santo a los perros ni arrojéis vuestras perlas delante de los puercos".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17. Había mandado el Señor, antes de ahora, amar a los enemigos y hacer bien a los que nos aborrecen y hacen mal; y para que los sacerdotes no piensen que también deben concederles las cosas divinas, les advirtió sobre esta idea, diciendo: "No déis lo santo a los perros", como si dijese: "Os he mandado amar a vuestros enemigos y hacer bien a los que os perjudican con vuestros bienes materiales". Pero no con vuestros bienes espirituales, porque vuestros enemigos son iguales a vosotros en cuanto a la naturaleza, no en cuanto a la fe. Dios concede los beneficios terrenos lo mismo a los dignos que a los indignos, pero no así las gracias espirituales.

San Agustín, de sermone Domini, 2,20. Debe saberse qué es lo que entiende el Señor por santo, por perros, por perlas y por puercos. Santo es lo que no es lícito corromper, de cuya infracción se considera culpable la voluntad, aun cuando aquello quede incorrupto. Perlas son todas las cosas espirituales de mayor estima. Aun cuando son una misma cosa lo santo y las perlas, sin embargo se llama santo lo que no debe corromperse, y perla lo que no debe despreciarse.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17. Santo es el bautismo, la gracia que se concede por medio del sagrado cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, y otras del mismo orden. Los misterios de la verdad son las perlas, porque así como las perlas cuando están en las conchas se encuentran en lo profundo del mar, así los misterios divinos se encuentran en la profundidad del sentido de las Sagradas Escrituras.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.23,3. Para aquellos que son de buena intención y tienen entendimiento, las verdades reveladas aparecen con su propia dignidad, mientras que a aquellos que son incapaces les parecen más respetables cuando las ignoran.

San Agustín, de sermone Domini, 2,20. Son perros los que combaten la verdad, y consideramos como puercos a los que la menosprecian. Como los perros se arrojan para morder, y como destrozan lo que muerden no dejándolo entero como estaba antes, dijo: "No déis lo santo a los perros", porque en cuanto pueden, si está a su alcance, se esfuerzan en destruir la verdad. Los puercos, aunque no tienen tanto instinto de morder como los perros, andando por el fango todo lo ensucian, y por ello añade: "Ni echéis vuestras perlas ante los puercos".

Rábano. O bien los perros son aquellos que han vuelto a su vómito, y los puercos los que, aún no convertidos, se revuelcan en el cieno de los vicios (ver Pr 26,11 2Pe Pr 2,22)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17. El perro y el puerco son animales inmundos. El perro lo es en absoluto, porque no rumia ni tiene la uña hendida; mas el puerco lo es en parte, porque tiene la uña partida, pero no rumia. Por ello creo que, por los perros, deben entenderse los gentiles, enteramente inmundos, tanto por la fe como por sus actos. Los puercos representan a los herejes, porque parecen invocar el nombre de Dios. No debe, pues, darse lo santo a los perros, porque el bautismo y los demás sacramentos no deben darse sino a los que tienen fe. Además, los misterios de la fe, esto es, las margaritas, no deben darse sino a los que desean la verdad y viven con la inteligencia perfectamente subordinada. Si las arrojamos ante los puercos (esto es, a los que viven enlodados en las complacencias impuras de la vida), no comprenden su preciosidad, y las estiman como semejantes a las fábulas mundanas y las confunden con sus acciones impuras.

San Agustín, de sermone Domini, 2,20. Se dice que se pisa todo lo que se desprecia, y por ello añade el Señor: "No sea que las huellen con sus pies".

Glosa. Pero se dice: "No sea que", porque pueden reconocerse y separarse de su mala vida.

San Agustín, de sermone Domini, 2,20. En cuanto a lo que sigue: "Y revolviéndose contra vosotros os despedacen". No dice a las perlas, a éstas las pisan, y cuando se vuelven para oír algo más destrozan a quien arroja las perlas. No hallarás fácilmente a quien pueda agradarle que se le desprecien las cosas que ha encontrado a costa de gran trabajo. No veo cómo los que enseñan a tales hombres no se desgarran de indignación y despecho.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17. Los puercos no sólo pisotean con sus acciones carnales las perlas, sino que poco tiempo después de convertidos destrozan con la desobediencia a los que las presentan. Con frecuencia sucede que, alborotados, los calumnian, como si enseñasen dogmas nuevos. Los perros también, confundiendo las cosas santas con sus sentimientos, sus acciones y sus disputas, destrozan al predicador de la verdad.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom 23,3. Y dijo con toda propiedad: "Volviéndose", porque fingen mansedumbre para aprender, y luego que han aprendido, se apartan.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17. Prohibió con toda prudencia arrojar las perlas ante los puercos. Y si esto dice respecto de los puercos, menos inmundos, ¿con cuánta más razón prohibirá que se arrojen a los perros, que son mucho peores? Tratándose de dar lo santo, no podemos decir lo mismo, porque con frecuencia damos la bendición a los cristianos que viven a manera de bestias, no porque merezcan recibirla, sino para que no se escandalicen más y se pierdan.

San Agustín, de sermone Domini, 2, 20. Debe evitarse el descubrir algo a quien no pueda entenderlo, porque es mejor darle, buscar lo que no comprende, que exponerlo a profanar lo que se le ha revelado, o con el oído como el perro, o con el desprecio como el puerco. De que se pueda ocultar la verdad, no debe inferirse que es lícito mentir, porque el Señor, aun cuando no mintió, ocultó algunas veces la verdad, según las palabras de San Juan: "Tengo algunas cosas que deciros, que no podréis comprender ahora" (Jn 16,12) Pero si alguno no comprende por su mezquindad o inmundicia, debemos limpiarlo, o con la palabra o con la obra, cuanto sea posible. Pero si resulta que el Señor dijo ciertas cosas que muchos de los que estaban presentes no recibieron (o porque las resistieron o porque las despreciaron), no debe juzgarse que arrojó lo santo a los perros, ni dejó caer sus perlas delante de los puercos. Dio a los que podían aprender y que estaban presentes, a quienes no convenía despreciar por la inmundicia de los otros. Y aun cuando los que le tentaban se desconcertasen con sus respuestas, otros que podían comprender oían cosas de gran utilidad en las contestaciones que el Salvador daba a los primeros. El que sabe, pues, responder a las cuestiones en asuntos pertenecientes a la salvación, debe hacerlo, a fin de no desalentar a aquellos que, al ver que no responde, pueden sospechar que la dificultad propuesta no tiene solución. No debe contestarse a las cuestiones inútiles o perjudiciales, sino explicar por qué no debe responderse a tales preguntas.

MATEO 7,7-8


3707 (Mt 7,7-8)

"Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá: pues todo el que pide, recibe; y el que busca, halla y al que llama, se le abrirá". (vv. 7-8)

San Jerónimo. Como el Salvador había prohibido antes pedir las cosas mundanas, manifiesta lo que debemos pedir, diciendo: "Pedid y se os dará".

San Agustín,de sermone Domini, 2,21. Habiendo mandado el Salvador que no se diese lo santo a los perros, ni se arrojasen las perlas delante de los puercos, pudo el que oía, conociendo su ignorancia, decir: ¿Cómo me prohíbes dar lo santo a los perros, cuando no veo que lo posea? Y por ello añade oportunamente diciendo: "Pedid y se os dará".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 18. El Salvador había dado ciertos preceptos a sus discípulos, respecto de la oración, diciéndoles: "No queráis juzgar". Y oportunamente añade después: "Pedid y se os dará", como si dijese: "Si observáis esta clemencia con vuestros enemigos, en todo lo que creáis cerrado para vosotros, llamad y se os abrirá". Pedid con oraciones, rogando de día y de noche, buscando con deseo y asiduidad. Porque aun cuando trabajéis sobre el sentido de las Sagradas Escrituras, no podréis alcanzar la verdadera ciencia sin la gracia del Señor, ni alcanzar la gracia si no la buscáis, porque no se conceden los dones de Dios a los que los menosprecian. Llamad por medio de la oración, de los ayunos y de las limosnas. Así como el que llama a una puerta, no llama sólo con la voz, sino también con la mano, así el que hace buenas obras, llama con buenas obras. Pero dirás: "Pido esto mismo, saber y obrar bien. ¿Cómo puedo hacerlo, pues, antes de recibirlo?". Pero haz lo que puedas para que así puedas hacer más, y guarda lo que sabes para que sepas más. Y más abajo, habiendo mandado antes (especialmente a los maestros) que amasen a sus enemigos, y prohibido después que arrojasen lo santo a los perros bajo el pretexto de caridad, ahora les da el buen consejo de pedir a Dios por ellos, que les será dado. Busquen a los que perecieron en los pecados y los hallarán. Llamen a los que están encerrados en los errores y Dios les abrirá, para que su palabra tenga ingreso en las almas de aquéllos. O de otro modo, como los preceptos arriba expuestos eran superiores a las fuerzas humanas, demuestra la posibilidad de su cumplimiento con el auxilio de la gracia de Dios, diciendo: "Pedid, y se os dará", para que lo que no puede hacerse por la humana debilidad, se cumpla por medio de la gracia divina. Habiendo Dios dotado a los demás animales de la velocidad en la carrera, o la rapidez en el vuelo, o de uñas, o de dientes, o de cuernos, sólo al hombre dispuso de tal forma, que su fortaleza no podía ser otra que el mismo Dios. Y esto lo hizo con el fin de que, obligado por la necesidad de su flaqueza, pida siempre a Dios cuanto pueda necesitar.

Glosa. Pedimos con la fe, buscamos con la esperanza y llamamos con la caridad. Primeramente debemos pedir para alcanzar, después buscar para encontrar, y luego de haber hallado, guardar lo que poseemos para poder entrar.

Remigio. O de otro modo, pedimos orando, buscamos viviendo bien y llamamos perseverando.

San Agustín, de sermone Domini, 2,21. La petición, pues, tiene por objeto impetrar la salud del alma, a fin de que podamos cumplir lo que está mandado. Mas el acto de buscar se refiere a la adquisición de la verdad, pues una vez que se ha encontrado la verdadera vida se llega a su posesión, la cual sólo se abre al que llama.

San Agustín, retractationes, 2,19. Aunque no sin trabajo, he creído oportuno exponer en qué se diferencian estas tres cosas, pero mucho mejor se reducen a la petición apremiante. Por esto, concluye después, diciendo: "Dará sus bienes a los que se los piden", y no añade: "A los que buscan y a los que llaman".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 23,4. En esto que añade: "Buscad y llamad", dio a entender que debe pedirse con mucha insistencia y con fuerza. El que busca separa de su imaginación todo lo demás y se fija sólo en aquello que busca. El que llama viene con ánimo vehemente y fervoroso.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 18. Como había dicho: "Pedid y recibiréis", para que los pecadores no dijesen oyendo esto: "El Señor invita a pedir a los dignos y no a nosotros que no lo somos", lo repite para recomendar a justos y pecadores la confianza en la misericordia de Dios. Por eso añade: "Todo el que pide recibe", esto es, ya sea justo, ya pecador, no dude al pedir, para que conste que no se desprecia a nadie, si no se duda del Señor al pedirle alguna gracia. No puede concebirse que Dios, cuando manda la gran obra de caridad de hacer bien a los enemigos, imponga a los hombres el deber de hacer lo que El no hace siendo bueno.

San Agustín, in Ioannem, 44,13. Luego el Señor escucha a los pecadores. Si no oyese a los pecadores, en vano se esforzaría el publicano, diciendo: "Señor, perdóname porque soy un pecador" (Lc 18,13) Y por esta confesión mereció ser justificado.

San Agustín, sententia 212. Suplicando fielmente al Señor por las necesidades de esta vida, con misericordia nos oye unas veces y con misericordia nos desoye en otras. El médico sabe mejor que el enfermo lo que a éste le conviene. Si pide lo que el Señor desea y promete, se hará enteramente lo que pide, y recibirá la caridad lo que la verdad prepara.

San Agustín, ad Paulinum et Theresiam, epistola 31,1. Bueno es el Señor, quien no siempre nos concede lo que deseamos, para otorgarnos lo que querríamos más, si lo conociéramos.

San Agustín, de sermone Domini, 2,21. La perseverancia es necesaria para alcanzar lo que deseamos.

San Agustín, sermones, 61,6. Cuando el Señor tarda en conceder lo que pedimos hace desear sus dones, pero no los niega. Las cosas que se desean por mucho tiempo se reciben con más gusto, mas las que se obtienen con facilidad cansan bien pronto. Pide, busca, insta. Pidiendo y buscando aumenta el deseo (o crece) para que recibas los dones con más gusto. El Señor te reserva lo que no quiere darte por lo pronto, para que aprendas a desear en gran manera las cosas grandes, por ello conviene orar siempre y no desmayar (Lc 18,1)


MATEO 7,9-11


MATEO 7, 9-11

3709 (Mt 7,9-11)

"O ¿quién de vosotros es el hombre a quien si su hijo le pidiere pan le dará una piedra, o si le pidiere un pez le dará una serpiente? Pues si vosotros siendo malos sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará bienes a los que se los pidan?" (vv. 9-11)

San Agustín, de sermone Domini, 2, 21. Así como dijo antes, tratando de las aves del aire y de los lirios del campo para que la esperanza subiese de lo menor a lo mayor, así ahora, cuando dice: "O ¿quién es de vosotros el hombre?", etc.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 18. Para que alguno, considerando la diferencia que hay entre Dios y el hombre, y ponderando sus pecados, no desespere de alcanzar lo que pide y no deje de pedir. Por eso citó la semejanza de los padres y de los hijos, para que si desesperamos por nuestros pecados, esperemos en la bondad de nuestro Padre.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 24,4. Dos cosas son necesarias al que ora: pedir con fervor y pedir lo que conviene, esto es, cosas espirituales. Por eso Salomón obtuvo bien pronto lo que pedía, porque pidió lo que era conveniente.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 18. Bajo la semejanza de pan y de peces nos manifiesta el Señor qué es lo que debemos pedir. El pan es el Verbo, que nos da noticia del Padre. La piedra es toda mentira, que produce escándalo de ofensa al alma.

Remigio. Por pez podemos entender la palabra de Cristo, y por serpiente el diablo. O bien por pan se entiende la doctrina espiritual, y por piedra la ignorancia. Por pez puede entenderse también la gracia del bautismo y por serpiente la astucia del diablo o la infidelidad.

Rábano. O también el pan, que es alimento común, significa la caridad, sin la cual las demás virtudes nada valen. Pez significa la fe que brota de las aguas del bautismo y que vive en medio de las olas de esta vida que la agitan. San Lucas añade una tercera figura: el huevo, que es la esperanza del animal, y por ello significa esperanza. Opone a la caridad la piedra, esto es, la dureza del odio. A la fe la serpiente, esto es, el veneno de la perfidia. A la esperanza el escorpión, esto es, la desesperación, que pica por la espalda como este animal.

Remigio. Este es el sentido: no debe temerse que, si pedimos a Dios Padre pan, esto es, enseñanza o caridad, nos presente una piedra, esto es, que permita que nuestro corazón sea afligido o por la frialdad de los odios, o por la dureza de la inteligencia, o si pedimos la fe, permita que sucumbamos con el veneno de la infidelidad. De aquí se sigue: "Si, pues, vosotros siendo malo sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 24,5. Dijo esto, no humillando la naturaleza humana ni declarando malo a todo el género humano, sino , llamando malicia al amor de los padres de la tierra, a diferencia de su bondad, tal es la sobreabundancia de su amor hacia los hombres.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 18 En cuanto a la comparación de Dios (el único que puede llamarse bueno), todos parecen malos, como en comparación del sol toda luz es oscura.

San Jerónimo. O bien en la persona de los apóstoles se condena a todo el género humano, cuyo corazón está inclinado al mal desde la infancia, como se lee en el Génesis (Gn 8,21) No debe extrañar que los hombres del mundo sean llamados malos, cuando también el Apóstol recuerda: "porque los días son malos" (Ep 5,16)

San Agustín, de sermone Domini, 2,21. Llama malos a los que aman este mundo y a los pecadores. He aquí que los bienes que dan, esto es, los temporales, son buenos para sus sentidos, puesto que los tienen por tales, y lo son también por su naturaleza, pero pertenecen a esta vida enferma.

San Agustín, sermones, 61,3. El bien que te hace bueno es Dios. El oro y la plata son un bien, no porque te hagan bueno, sino que con ellos puedes obrar el bien. Siendo, pues, malos y teniendo un Padre bueno, no siempre seamos malos.

San Agustín, de sermone Domini, 2,21. Si siendo nosotros malos sabemos dar lo que se nos pide, ¿cuánto más debe esperarse que Dios nos concederá los bienes que le pidamos?

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 18. Como el Señor no concede siempre todo lo que se le pide, sino sólo lo que es bueno, por eso añade oportunamente los bienes.

Glosa. De Dios sólo recibimos bienes, aunque muchas veces no los consideramos como tales, pues todo concurre al bien de sus amados.

Remigio. Y téngase en cuenta que donde San Mateo dice: "Dará los bienes", San Lucas dice: "Dará un buen espíritu" (Lc 11,13) Pero en ello no debe verse contradicción alguna, porque todos los dones que el hombre recibe del Señor se le conceden por medio de la gracia del Espíritu Santo.

MATEO 7,12


3712 (Mt 7,12)

"Y así, todo lo que queráis que los hombres hagan con vosotros, hacedlo también con ellos: ésta es la ley y los Profetas". (v. 12)

San Agustín, de sermone Domini, 2, 22. En las buenas costumbres, que llevan a los hombres hasta la limpieza y simplicidad del corazón, se halla constituida cierta firmeza y valentía para marchar por el camino de la sabiduría. Y después de haber hablado mucho de ella, concluye el Señor diciendo: "Y así, todo lo que queráis que los hombres hagan con vosotros, hacedlo también con ellos". Nadie quiere que se le trate con doblez de corazón.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 18. O bien, a fin de hacer nuestra oración más santa, había mandado más arriba que no juzgásemos a los que nos habían ofendido, y habiéndose apartado del orden de su narración para introducir otros pensamientos en ella, vuelve ahora al precepto con que había empezado, y dice: "Todas las cosas que queráis", etcétera. Esto es, no sólo no debéis juzgar, sino todas las cosas que queráis que hagan con vosotros los demás hombres, hacedlas vosotros con ellos, y entonces podréis orar con fruto.

Glosa. El que distribuye todos los bienes espirituales, para que se puedan practicar las obras de caridad, es el Espíritu Santo. Por ello añade: "Todo lo que queráis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom 24,5. Quiere demostrar que conviene a los hombres impetrar de lo alto el divino auxilio, y que el que de ellos depende se lo concedan mutuamente. Por eso, después de haber dicho: "Pedid, buscad, llamad", enseña claramente que los hombres deben ser solícitos para el bien de sus hermanos, y por lo mismo añade: "Todo lo que queráis", etc.

San Agustín, sermones, 61, 5. El Señor había prometido a los que le pidieren que les concedería sus bienes. Pero para que El conozca a sus mendigos, conozcamos nosotros los nuestros. Dejando de lado, pues, el apoyo en las riquezas que cada uno pueda tener, los que piden son iguales a aquellos a quienes piden. ¿Con qué cara pedirás a tu Dios si no reconoces a tu semejante? Por esto se dice en los Proverbios: "El que cierra su oído al clamor del pobre también él clamará y no será oído" (Pr 21,13) Qué es lo que debemos conceder al prójimo cuando nos pide para que nosotros seamos oídos por Dios, podemos deducirlo de lo que nosotros queremos obtener de los demás, y por ello añade: "Todas las cosas que queráis", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 24,5. No dijo simplemente: todas las cosas, sino que añadió: pues, como si dijese: "Si queréis ser oídos haced con aquellos, de quienes os he hablado, esto mismo". No dijo, pues: "Haz con tu prójimo todo lo que quieras que Dios haga contigo", para que no digas: "¿Cómo es posible esto?", sino que dice: "Todo lo que quieras que haga contigo tu compañero de esclavitud, esto mismo debes hacer con tu prójimo".

San Agustín, de sermone Domini, 2, 22. Algunos códices latinos añaden la palabra bienes, lo cual considero añadido como explicación de esta sentencia. Podía preguntarse si interpreta bien esta sentencia aquel que, deseando que otro le haga algún daño, se lo hace él primero, pero es ridículo pensar tal extravagancia. Debe entenderse, pues, que la sentencia es completa, aun cuando no se añade esto. En cuanto a lo que se dice: "Todo lo que queráis", no debe tomarse a la ligera y vulgarmente, sino en su sentido propio. La voluntad no es tal sino en las cosas buenas, pues en las malas se llama propiamente codicia, no voluntad. No porque las Sagradas Escrituras hablen siempre con este rigor de lenguaje, sino que allí donde tienen palabras enteramente propias, no permiten que se entiendan de otro modo.

San Cipriano, de oratione Domim, serm. 6. Habiendo venido el Verbo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, para todos, hizo un gran compendio de sus preceptos, cuando dijo: "Todo lo que queráis que os hagan los hombres, hacedlo vosotros a ellos", y añadió: "Esta es la Ley y los Profetas".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 18. Porque cuanto han mandado la ley y los profetas en todos los tiempos, se encuentra compendiado en este sencillo precepto como innumerables ramas de un árbol en un solo tronco.

San Gregorio Magno, Moralia 10,6. El que piensa que debe hacer a otro lo que espera recibir de él, debe pensar en que por los males debe volver los bienes, y que éstos debe pagarlos con otros mejores.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 24,5. En lo que se demuestra también que conocemos perfectamente lo que es digno de todos los hombres y que no es posible excusarnos con la ignorancia.

San Agustín, de sermone Domini, 2, 22. Parece que este precepto pertenece al amor del prójimo y no al amor de Dios, puesto que en otro lugar dice que hay dos preceptos en los cuales están compendiados la ley y los profetas (Mt 22) No habiendo añadido aquí: "Toda la ley" (lo cual añadió allí), reservó el lugar a otro precepto, cual es el del amor de Dios.

San Agustín, de Trinitate, 8,7. La Sagrada Escritura sólo recuerda el amor del prójimo cuando dice: "Todo lo que queráis", porque el que ama al prójimo es consiguiente que ame principalmente al mismo amor. Dios es el amor. Es lógico, por lo tanto, que ame principalmente a Dios.

MATEO 7,13-14


3713 (Mt 7,13-14)

"Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. ¡Qué angosta es la puerta y qué estrecho es el camino que lleva a la vida, y pocos son los que atinan con ella!" (vv. 13-14)

San Agustín, de sermone Domini, 2, 23. Había exhortado el Señor antes a tener un corazón sencillo y limpio, en el que se busca a Dios, pero como esto es propio de pocos, ya empieza a hablar de buscar la sabiduría para cuya investigación y contemplación ha pasado la vista por todos los preceptos que anteceden, con lo que ya puede verse la áspera vía y la puerta estrecha. Por esto añade: "Entrad por la puerta estrecha".

Glosa. Aun cuando es difícil que hagas a otros lo que quieras que hagan contigo, con todo, así debe hacerse para entrar por la puerta estrecha.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 18. Esta tercera consecuencia pertenece a la justicia del ayuno para que sea tal el orden de la narración: "Tú, cuando ayunas, unge tu cabeza" (Mt 6,17), y después prosigue: "Entrad por la puerta estrecha". Tres son principalmente las pasiones naturales e íntimamente unidas a la carne. La primera es la de la comida y la bebida, después el amor del hombre a la mujer, y en tercer lugar el sueño. Y es más difícil separar de ellas nuestro cuerpo que de todas las otras. Así, la abstinencia de ninguna pasión santifica tanto al cuerpo como el que el hombre sea casto, ayune y sea perseverante en las vigilias. Luego por todas estas buenas acciones, y principalmente por el laboriosísimo ayuno, dice: "Entrad por la puerta estrecha". La puerta de perdición es el diablo, por la que se entra en el infierno. La puerta de la vida es Cristo, por la que se entra al Reino de los Cielos. Se dice que el diablo es la puerta ancha, no porque se extienda mucho su poder, sino por la dilatación de la soberbia desenfrenada. También se dice que la puerta estrecha es Cristo, no porque su poder sea limitado, sino recogido por causa de la humildad, porque El, que no cabe en todo el mundo, se encerró en las entrañas de una Virgen. El camino de perdición es toda iniquidad. Llámese ancho este camino porque no está sujeto a regla ni disciplina alguna, y los que andan por él siguen todo lo que les deleita. El camino de la vida eterna es toda justicia, y es estrecho por causas contrarias. Debe considerarse que el que no anda por el camino no puede llegar a la puerta, y el que no anda por el camino de la justicia es imposible que pueda conocer verdaderamente a Jesucristo. Del mismo modo no puede caer en manos del demonio mas que aquel que anda por el camino de los pecados.

San Gregorio, homiliae in Hiezechihelem prophetam, 17. Aunque la caridad sea ancha, sin embargo, no arranca a los hombres de la tierra, sino haciéndolos caminar por sendas arduas y estrechas. Y ciertamente que es bastante estrecho dejarlo todo, amar a uno solo, no ambicionar las cosas prósperas y no temer las adversas.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 23,5. Mas como diga después: "Mi yugo es suave y mi carga ligera", ya indica cómo debe entenderse que el camino es estrecho y difícil, pero aquí se demuestra que ese camino es fácil y suave, puesto que es camino y puerta. Así como el otro, que es ancho y espacioso, también es camino y puerta, lo cual significa que no son lugares de mansión definitiva, sino de tránsito. El pensamiento de que han de pasar los trabajos y los sudores y que han de conducir a buen fin, esto es, a la vida eterna, es suficiente para consolar a aquellos que combaten. Si las tempestades son llevaderas para los navegantes y la heridas son dulces para los militares, por la esperanza de premios transitorios, con mucha más razón, cuando se sufre por el premio celestial y por la eterna recompensa, no habrá quien sienta la inminencia de los peligros. Y esto mismo, a saber, el llamar estrecho el camino, contribuye mucho a hacerlo suave, porque así nos prepara a la vigilancia y dirige nuestro deseo. Por otra parte, el que pelea en la brecha, al ver que el príncipe admira los trabajos de sus combates, se hace más intrépido. Para que no estemos tristes cuando nos acometen grandes aflicciones, se nos dice que, si bien el camino es estrecho, la ciudad es muy grande. No es aquí donde debemos esperar el reposo ni allí temer la tristeza. Al decir: "Porque son pocos los que la encuentran", manifiesta la desidia de muchos, y por eso advirtió a los que lo escuchaban que no atendiesen a las prosperidades de muchos, sino a los trabajos de los pocos.

San Jerónimo. Hablando en ese sentido de ambos caminos, dice que son muchos los que andan por el camino ancho y pocos los que andan por el estrecho. No buscamos el camino ancho ni necesitamos encontrarlo, porque se ofrece él espontáneamente, y es el camino de los que yerran. Mas el camino estrecho no lo encuentran todos, ni los que lo encuentran penetran en él inmediatamente. Muchos después de haber encontrado el camino de la verdad, cautivados por los placeres del mundo, se vuelven desde la mitad del camino.


Catena aurea ES 3703