Catena aurea ES 4101

MATEO 11,1


4101 (Mt 11,1)

Jesús, después de haber dado estas instrucciones a sus doce discípulos, pasó de allí a enseñar y a predicar a las ciudades de ellos. (v. 1)

Rábano. Después que el Señor instruyó a sus discípulos por las palabras precedentes y los mandó a predicar, realiza El mismo con sus acciones lo que había enseñado de palabra, predicando primeramente a los judíos. Esto es lo que significa: "Y después de haber dado sus instrucciones", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 35,1. Dice: "Pasó de allí a", etc. Porque se apartó El mismo cuando envió a sus discípulos, a fin de que tuvieran ocasión y tiempo de poner en práctica cuanto les había ordenado, pues si El estaba presente y obraba personalmente, nadie hubiera querido aproximarse a los Apóstoles.

Remigio. Bellamente pasó de la doctrina especial, que enseñó a los Apóstoles, a la predicación más general en las ciudades, porque había bajado El del cielo a la tierra, a fin de iluminar a todos: este proceder es una enseñanza a los predicadores santos, quienes deben procurar ser útiles a todos.

MATEO 11,2-6


4102 (Mt 11,2-6)

Y habiendo oído Juan en la cárcel las obras de Cristo, envió a dos de sus discípulos, y le dijo: "¿Eres Tú el que has de venir o esperamos a otro?" Y respondiendo Jesús, les dijo: "Id y anunciad a Juan lo que habéis oído y lo que habéis visto: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados, y bienaventurado el que no fuere escandalizado en Mí". (vv. 2-6)

Glosa. Puso antes el evangelista la manera con que los discípulos y el pueblo habían sido instruidos mediante los milagros y la doctrina de Cristo. Ahora hace ver cómo llegó esa instrucción a los discípulos de Juan, que parece tenían cierta emulación con Cristo y por eso dice: "Y habiendo oído Juan en la cárcel", etc.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,1. Debemos preguntar por qué Juan, Profeta y más que Profeta, que había señalado al Señor cuando venía al bautismo, diciendo: "He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita los pecados del mundo", envía desde la cárcel a sus discípulos a preguntar: "¿Eres Tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?" (Jn 1,29), como si no supiera quién era al que había él mismo designado y como si no conociese a quien había él mismo proclamado en las profecías, en el bautismo y en la presentación que él mismo hizo.

San Ambrosio, in Lucam, 7,19. Algunos entienden este pasaje de esta manera: Juan era un gran Profeta que había conocido a Cristo y que había anunciado el perdón de los pecados; pero como piadoso Profeta no creyó que había de morir Aquel cuya venida tenía anunciada. Dudó, pues, no en la fe, sino en la piedad; también dudó Pedro: "Sedme propicio, Señor, no se verificará esto" (Mt 16,22)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 36,2-3. Pero no era esto posible, porque no ignoraba Juan esta circunstancia que él mismo había profetizado, cuando dijo: "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo": llamándole Cordero publica su muerte, porque El ha hecho desaparecer el pecado mediante su Cruz. ¿Cómo, pues, había de ser un gran Profeta el que ignora las cosas propias de los Profetas? Porque dice Isaías: "Fue llevado a la pasión como una oveja" (Is 53,7), etc.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,1. Puede resolverse de otra manera esta cuestión, teniendo en cuenta el tiempo en que se verificó esto. Afirma Juan desde las orillas del Jordán que El es el Redentor del mundo y luego desde la cárcel pregunta si El mismo vendrá, no porque tuvo duda de que fuera el Redentor del mundo, sino que pregunta para saber si el que había venido por sí mismo al mundo bajaría por sí mismo a los abismos del infierno.

San Jerónimo. Por eso no dice: "Eres Tú el que viniste", sino "eres Tú el que has de venir". Hazme saber a mí, que he de descender a los infiernos, si debo yo anunciarte también a los infiernos, o si está reservado a otro, que ha de venir, la realización de este misterio.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 36,3. ¿Y cómo puede sostenerse esto? Porque no dijo él: "¿Eres Tú por ventura el que ha de venir a los infiernos?", sino simplemente el que has de venir. Es ridículo que él hubiera mandado preguntar lo que él debía anunciar en otro lugar, porque el tiempo de la gracia es la vida presente y después de la muerte viene el juicio y el castigo: ¿qué necesidad había de precursor en este lugar? O de otra manera. Si los infieles se pueden salvar por la fe después de la muerte, no perecería nadie, porque entonces todos se arrepentirían y adorarían y toda rodilla se doblará, en el cielo, en la tierra y en los infiernos (Fil 2) Glosa. Es necesario observar que Jerónimo y Gregorio no dijeron que debía Juan anunciar la venida de Cristo al infierno para convertir a la fe a algunos de sus habitantes, sino para consolar con su próxima venida a los justos que permanecían esperando a Cristo.

San Hilario, in Matthaeum, 11. Es indudable que él, como precursor, anunció que debía venir; que, como Profeta, le conoció como viviente; que, como confesor, le honró en su venida y es cierto que no se mezcla el error en él con la abundancia de su luz. Y ciertamente no se puede creer que le faltó a él en la cárcel la gracia del Espíritu Santo, puesto que el mismo Apóstol pudo dar para los que le acompañaban en la prisión, la luz de la virtud del Espíritu.

San Jerónimo. No pregunta, pues, como si no lo supiera, sino de la manera con que preguntaba Jesús: "En dónde está Lázaro" (Jn 11), para que le indicaran el lugar del sepulcro, a fin de prepararlos a la fe y a que vieran la resurrección de un muerto; así Juan, en el momento en que había de perecer en manos de Herodes, envía a sus discípulos a Cristo, con el objeto de que, teniendo ocasión de ver los milagros y las virtudes de Cristo, creyesen en El y aprendiesen por las preguntas que le hiciesen. Que efectivamente los discípulos de Juan habían tenido cierta envidia contra Cristo, lo demuestra la pregunta siguiente, de que ya se ha hablado: "¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos con frecuencia y tus discípulos no ayunan?" (Mt 9,14)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 36,2. Mientras Juan estuvo con los suyos les hablaba continuamente de todo lo relativo a Cristo, esto es, les recomendaba la fe en Cristo y cuando estuvo próximo a la muerte aumentaba su celo, porque no quería dejar a sus discípulos ni el más insignificante error y ni que estuvieran separados de Cristo, a quien procuró desde el principio llevar a los suyos. Y si les hubiese dicho: marchaos a El porque es mejor que yo, ciertamente no los hubiera convencido, porque hubieran creído que lo decía por un sentimiento propio de su humildad y de esta manera se hubiesen adherido más a él. ¿Qué hizo, pues? Espera oír de ellos mismos los milagros que hizo Jesús. No manda a todos, sino solamente a los dos, que él creía eran los más a propósito para convencer a los demás, para evitar toda sospecha y para juzgar con los datos positivos la diferencia inmensa entre él y Jesús.

San Hilario, in Matthaeum, 11. Miró, pues, en esto Juan, no a su propia ignorancia, sino a la de sus discípulos y los envía a ver sus obras y sus milagros, a fin de que comprendan que no era distinto de Aquel a quien él les había predicado y para que la autoridad de sus palabras fuese revelada con las obras de Cristo y para que no esperasen otro Cristo distinto de Aquel de quien dan testimonio sus propias obras.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 36,2. Pero Cristo, conociendo las intenciones de Juan no dijo: "Yo soy", porque esto hubiera sido oponer una nueva dificultad a los que le oían; hubieran pensado, aun cuando no lo hubieran dicho, lo que dijeron los judíos de El mismo: "Tú das testimonio de Ti mismo por Ti mismo" (Jn 8,13) Por esa razón los instruye con los milagros y con una doctrina incontestable y muy clara, porque el testimonio de las realidades tiene más fuerza que el de las palabras; por eso El curó enseguida a los ciegos, a los cojos y a otros muchos, no para enseñar a Juan, que no lo ignoraba, sino a aquellos que le ponían en duda. Respondiendo Jesús, les dice: "Id y decir a Juan lo que habéis oído y lo que habéis visto: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son curados, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados".

San Jerónimo. No es menor que lo que precede. Por pobres evangelizados debe entenderse, o los pobres de espíritu o los pobres de riquezas, a fin de que en la predicación no haya diferencia entre nobles y plebeyos, entre ricos y necesitados: esto demuestra el rigor de la justicia del Maestro y la verdad del preceptor, puesto que todos los que quieren salvarse son iguales delante de sus ojos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 36,2. Y lo que añade: "Bienaventurado el que no se escandalizare en Mí", hiere a los enviados que se escandalizaban en El porque, ocultando su duda y dejándolos el Señor al tribunal de su conciencia, los amenaza con remordimientos secretos.

San Hilario, in Matthaeum, 11. Y así muestra el Señor que Juan había precavido este asunto, llamando bienaventurados a aquellos que no se escandalizan. Porque Juan envió a sus discípulos parar que escucharan a Jesús y ciertamente no para que, por miedo al Señor, fueran escandalizados.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,1. El alma de los infieles sufrió un grande escándalo en Cristo al verle morir después de haber hecho tantos milagros. Por eso dice San Pablo: "Nosotros predicamos a Cristo crucificado, que sirvió de escándalo a los judíos" (1Co 1,23) ¿Qué es, pues, decir: "Bienaventurado el que no se escandalizase en Mí", sino remarcar la abyección de su muerte y su humillación? Que es como si dijera claramente: Yo hago en verdad cosas estupendas, pero no me rebajo porque sufra las más abyectas, porque, muriendo, no hago más que serviros: los hombres que veneran mis milagros deben mirar bien el no despreciarme en mi muerte.

San Hilario,in Matthaeum, 11. Puede darse, en sentido místico, al hecho de Juan una interpretación más amplia, de suerte que el profeta aunque la ley haya tomado otra forma, no la saca fuera de las condiciones ordinarias de su profecía. Porque la ley anunció a Cristo y predicó el perdón de los pecados y prometió el reino de los cielos y Juan completó toda esta obra de la ley. La Ley estaba como aprisionada por los pecados del pueblo y encerrada en una cárcel cubierta de cadenas a fin de que no pudiese conocer a Cristo. Cuando la ley cae, ella misma envía a contemplar los Evangelios, a fin de que la incredulidad se vea forzada a comprobar la verdad de las palabras en la verdad de los hechos.

San Ambrosio, in Lucam, 7. Y quizás sean dos pueblos los dos discípulos que envió, formado el primero por los judíos que creyeron y el segundo por los gentiles.

MATEO 11,7-10


4107 (Mt 11,7-10)

Después que se marcharon ellos comenzó Jesús a hablar a las turbas acerca de Juan. "¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿A una caña agitada por el viento? ¿A un hombre vestido de ropas delicadas? Mirad, los que visten ropas delicadas están en las casas de los reyes; ¿pero qué fuisteis a ver? ¿A un Profeta? Aun os digo y más que a un Profeta, porque éste es de quien está escrito: Mira: Yo envío a un ángel mío ante tu rostro, y éste preparará tu camino delante de ti". (vv. 7-10)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,1. Había hecho lo suficiente con respecto a los discípulos de Juan, quienes se marcharon completamente convencidos acerca de Cristo por los milagros que habían visto. Pero convenía instruir a las turbas, que desconociendo las intenciones de Juan, podrían tener algunas dificultades sobre las preguntas de los discípulos de Juan. Podían efectivamente decir: ¿Quien tanto ha testimoniado sobre Cristo, piensa de otra manera y duda que el mismo sea otro? ¿A qué vienen tantos testimonios en favor de Cristo? ¿Ahora piensa de una manera diferente y duda si realmente es el mismo? ¿Es por espíritu de oposición por lo que él hace estas preguntas a Jesús mediante sus discípulos? ¿Es que la prisión había causado tanta debilidad en su alma? ¿Es que lo que dijo antes no tenía solidez ni razón de ser?

San Hilario, in Matthaeum, 11. A fin de que no se puedan achacar a Juan cosas distintas de las que antes había dicho, ni suponerle escandalizado de Cristo, añade el evangelista: "Después que se marcharon ellos comenzó Jesús a hablar a las turbas acerca de Juan".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,1. En seguida que se marcharon, para que no se creyera que adulaba al hombre, corrige al pueblo, pero no de manera que pudiera abrirle el camino de la sospecha, sino conduciéndolo por el de la solución de todas sus dudas. Al manifestar Jesús que conocía hasta los secretos, comenzaron a dudar, por eso no les dijo como a los judíos: "¿Por qué pensáis mal?" (Mt 9,4) Porque si pensaban alguna cosa mala, era esto resultado de su ignorancia y no de su malicia, por eso no les habla con dureza, sino que les responde en favor de Juan, haciéndoles ver que éste no se separó de su primera opinión. Y les enseña esto, no sólo con su palabra, sino con el testimonio de ellos mismos y no sólo por lo que ellos dijeron, sino por lo que practicaron y . Por eso dice: "¿Qué fuisteis a ver en el desierto?" Como si dijera: ¿Por qué os reunisteis en el desierto abandonando las ciudades? Porque no se hubiera reunido con tan gran deseo en el desierto una multitud tan numerosa si no hubiera juzgado que iba a ver a un hombre grande, maravilloso y más fuerte que una roca.

Glosa. Y no es ahora cuando fue al desierto a ver a Juan, porque no estaba entonces en el desierto, sino en la cárcel. Refiere el Salvador lo que ya había pasado en otro tiempo, porque el pueblo salía en esa época con frecuencia al desierto a ver a Juan, cuando aún estaba en el desierto.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,1. Y ved aquí, cómo pasando en silencio toda otra mala intención, quita de Juan la nota de ligereza, de que empezaban a dudar las turbas, diciendo: "¿Una caña agitada al viento?"

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,2. No es esto ciertamente una afirmación, sino una negación. La caña, cuando es azotada por el viento, se doblega hacia cualquier lado, imagen fiel del alma carnal que apenas es tocada por el favor o por la calumnia, se inclina a cualquier sentido. No era, pues, Juan a quien no podía doblegar de su rectitud la fluctuación de las cosas, la caña agitada por el viento. Y es como si dijera el Señor:

San Jerónimo. "¿Por ventura para esto salisteis al desierto para ver a un hombre parecido a una caña, que es llevada por todos los vientos y que por la ligereza del espíritu dudaría de lo que antes predicaba?" ¿Podrá ser que estimulado por la envidia venga contra mí y que su predicación alcance una gloria vana que le dé algunas ganancias? ¿Por qué desearía las riquezas? ¿Para abundar en delicias? ¿Se alimenta de langosta y de miel silvestre para vestir elegantemente? Los pelos de los camellos son su vestido y por eso añade: "¿Pero qué fuisteis a ver?" ¿A un hombre vestido elegantemente?

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,1. O de otra manera. Vosotros mismos, con ir al desierto, dais a entender que no era Juan semejante a una caña movible. No puede ninguno decir que Juan era constante, pero que después, bajo el influjo de las pasiones, se hizo inconstante. Porque así como algunos son iracundos por naturaleza y otros por una enfermedad larga, así también unos son inconstantes por naturaleza y otros por la esclavitud a las pasiones. Pero Juan no era inconstante por naturaleza y por eso dice el Señor: "¿Por ventura fuisteis a ver una caña agitada por el viento?" Ni tampoco perdió su dignidad entregándose a las pasiones. Que no fue esclavo de las pasiones lo demuestra su soledad y su prisión, porque si él hubiera querido vestir con comodidad, no hubiera habitado un desierto, sino los palacios de los reyes. Por eso sigue: "Ved aquí cómo están en los palacios de los reyes los que visten con molicie".

San Jerónimo. Todo esto demuestra, que la vida rígida y la predicación austera deben evitar las habitaciones de los reyes y huir de los palacios de los hombres voluptuosos.


San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,3. Y no juzgue alguno que en la suntuosidad de los vestidos y en la riqueza de las habitaciones no hay pecado, porque si efectivamente no lo hubiera, jamás el Salvador hubiera aplaudido a Juan por sus vestidos groseros. Y jamás Pedro hubiera disuadido del deseo de tener vestidos preciosos a las mujeres, cuando dijo: "No en el vestido precioso" (1P 3,3)

San Agustín, de doctrine christiana, 3,12. Sin embargo, no está el pecado en el uso de las cosas, sino en el desarreglo del que las usa: aquel que usa de las cosas de una manera más estricta de la que permiten las costumbres del país en que vive, es intemperante o supersticioso y aquel que las usa de tal manera que excede el límite de la costumbre de los buenos entre quienes vive, o quiere demostrar algo, o es malvado.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,2. Por el lugar y los vestidos y sus marcadas costumbres y la reunión de los hombres, concluye presentándole como Profeta, cuando dice: "¿Pero qué fuisteis a ver?" ¿A un Profeta? Yo os digo y más que a un Profeta.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,5. El ministerio de los Profetas es predecir lo venidero, no el demostrarlo: Juan, pues, es más que Profeta, porque había profetizado como precursor a Jesús y le anunciaba presentándole.

San Jerónimo. En eso supera a los demás Profetas y además, porque a los privilegios proféticos se añadió al Bautista el premio de bautizar a su Señor.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,2. Demuestra en seguida en qué es mayor a los otros Profetas, diciendo: "Este es de quien está escrito: mirad, yo os envío a un Angel mío delante de tu rostro".

San Jerónimo. Alega el testimonio de Malaquías (Ml 3), que había sido profetizado como ángel, para expresar la grandeza de los merecimientos de Juan. Y se llama aquí a Juan ángel, no porque creamos que es ángel por la comunión de naturaleza de los ángeles, sino a causa de la dignidad de su ministerio: ángel significa mensajero y él anunció la venida del Señor.


San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,5. La palabra griega ángel corresponde a la latina nuntius, mensajero. Con razón, pues, se llama ángel aquel que había venido a traer un mensaje de los cielos y que debía conservar en el nombre la dignidad que desempeñó en sus obras.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,2. Demuestra en qué es Juan mayor que los otros Profetas, a saber: en que está junto a Cristo y por eso dice: "Lo envío delante de tu rostro", esto es, cerca de ti. Así como los que marchan junto a la carroza del rey son los más distinguidos, de esta manera Juan estaba cerca de Cristo.

Glosa. Además, fueron enviados otros Profetas para anunciar la venida de Cristo, pero éste para preparar su camino. Por esta razón sigue: "El cual preparará tu camino delante de Ti", esto es, hará accesibles los corazones de los oyentes predicando la penitencia y bautizando.

San Hilario, in Matthaeum, 11. Y en sentido místico, el desierto es el lugar vacío del Espíritu Santo, en el cual bajo ningún concepto habita Dios. La caña figura al hombre dichoso con la gloria del siglo, que está vacío de su propia vida, que no ofrece en sí fruto alguno de verdad, agradable al exterior y nulo en el interior, movible a todo viento, es decir, al soplo de los espíritus inmundos, que no tiene firmeza alguna para sostenerse y es orgulloso hasta la médula de su alma: el vestido significa el cuerpo de que está revestida el alma, el cual se vuelve muelle con el lujo y la lascivia. Los reyes son los ángeles prevaricadores, porque ellos son poderosos en el siglo y dominan al mundo y por esta razón habitan en sus casas los que visten con molicie, es decir aquellos cuyos cuerpos han perdido su fuerza por la disolución y el lujo, son habitación de los demonios.


San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,5. Juan no vistió con molicie, porque no fomentó con halagos la conducta de los pecadores, sino que les reprendió con la severidad de su palabra recta, llamándoles raza de víboras (Mt 3,7)


MATEO 11,11


MATEO 11, 11

4111 (Mt 11,11)

"Os digo, en verdad, no nació entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan Bautista; pero el que es menor en el reino de los cielos, es mayor que él". (v. 11)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,2. No se contentó con la recomendación que anteriormente hizo de Juan, diciendo, según el testimonio del Profeta, sino que expone la propia opinión que de él tiene en las palabras: "En verdad os digo no nació uno mayor", etc.

Rábano. Como si dijera: ¿Para qué hacer un detallado elogio de Juan? "En verdad os digo entre los nacidos", etc. Dice entre los nacidos de mujeres y no de vírgenes, porque la palabra mujer significa propiamente la que ha tenido relaciones conyugales. Y si alguna vez en el Evangelio se llama a María mujer, como en el pasaje: "Mujer, ve ahí tu Hijo" (Jn 19), es preciso tener en cuenta que el intérprete le da ese nombre para designar su sexo.

San Jerónimo. Es superior a todos los hombres nacidos de mujeres y del concurso del hombre, mas no es preferido a Aquel que nació de una Virgen y del Espíritu Santo. Aunque en las palabras "No se levantó entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan", no puso a Juan por encima de los demás profetas y patriarcas y de todos los hombres, sino que lo igualó. Porque, de que otros no sean mayores que él, no se sigue inmediatamente que él sea mayor que los otros.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 28. Pero siendo tan elevada la justicia de Dios, que en ella sólo Dios puede ser perfecto, pienso que todos los santos son los unos superiores de los otros o todos inferiores con respecto a la mirada sutil de Dios; de donde resulta que el que no se tiene a sí mismo por mayor, es mayor que todos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,2. A fin de que el exceso de las alabanzas no dé lugar a que los judíos prefieran más a Juan más que a Cristo, rechaza El esta preferencia, diciendo: "Pero el que es menor en el reino de los cielos, es mayor que él".

San Agustín, contra adversarium legis et prophetarum, 2,5. El hereje deduce de lo anterior, que Juan no pertenece al reino de los cielos y por consiguiente, mucho menos los demás Profetas de aquel pueblo, que son inferiores a Juan. Dos interpretaciones pueden darse a las palabras del Señor. O bien llamó reino de los cielos aquello que aún no hemos recibido y de que se dirá al fin: "Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino" (Mt 25,34), como lo habitan los ángeles, el menor de los cuales es mayor que cualquier justo que lleva sobre la tierra un cuerpo corruptible. O bien puede entenderse por reino de los cielos la Iglesia, de quien son hijos todos los justos que ha habido desde el principio del mundo hasta nuestros días. El Señor quiso dar a entender que El era menor que Juan en la edad, pero mayor que Juan por la eternidad de su Divinidad y por su soberano poder. Por consiguiente, según la primera interpretación debe admitirse desde luego que "Aquel que es menor en el reino de los cielos" y en seguida, "es mayor que él". Y según la segunda interpretación: "El que es menor" y en seguida, "en el reino de los cielos es mayor que él".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,2. El dice: "En el reino de los cielos", es decir, en las cosas espirituales y en todo lo que está conforme con las cosas del cielo. Opinan algunos que Cristo habló aquí de los Apóstoles.

San Jerónimo. Mas nosotros comprendemos simplemente que todo santo que está ya con el Señor es más grande que aquel que aún está en medio de los combates, porque una cosa es ceñir la corona de la victoria y otra luchar aún en el combate.

MATEO 11,12-15


4112 (Mt 11,12-15)

"Desde el tiempo de Juan Bautista hasta el presente se consigue el reino de los cielos por la violencia, y aquéllos que se violentan lo arrebatan: así lo profetizaron todos los Profetas y la Ley hasta Juan: y si lo queréis comprender, él es aquel Elías que ha de venir; el que tenga oídos para entender, que entienda". (vv. 12-15)

Glosa. Porque dijo antes que el menor en el reino de los cielos es más grande que Juan, a fin de que no pareciese que Juan quedaba excluido del reino de los cielos, añade: "Desde el tiempo de Juan hasta el presente".


San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 20. Por el reino de los cielos se entiende aquí el trono sobrenatural, al que los pecadores, manchados con la maldad, vuelven mediante la penitencia y la conversión; los pecadores vienen como a un país extranjero y toman el reino de los cielos con violencia.

San Jerónimo. Si Juan fue el primero que anunció la penitencia a los pueblos, diciendo: "Haced penitencia, porque se aproxima el reino de los cielos" (Mt 3,2) con razón se dice, que desde su tiempo padece violencia el reino de los cielos y que los que se violentan son quienes lo toman. Debemos hacernos gran violencia los que hemos sido engendrados en la tierra para alcanzar el trono de los cielos y poseerlo por una virtud, que no tuvimos por nuestra naturaleza.

San Hilario, in Matthaeum, 11. O de otra manera: Mandó Jesús a sus Apóstoles que fueran a buscar las ovejas perdidas de Israel (Mt 10) y toda su predicación aprovechó a los publicanos y a los pecadores. De esta manera es como el reino de los cielos sufre la violencia y los que se violentan lo consiguen, porque la gloria de Israel, debida a los patriarcas, anunciada por los profetas y ofrecida por Cristo, la arrebatan y la obtienen las naciones con su fe.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,3. O de otro modo, todos aquellos que se apresuran a venir a Cristo, arrebatan el reino de Dios por la fe de Cristo. Por eso dice: "Desde el tiempo de Juan hasta ahora". Y de esta manera empuja y hace correr hacia su fe y confirma al mismo tiempo todo lo que había dicho antes Juan; porque si se han cumplido todas las cosas hasta Juan, él es el que debe venir. Por eso añade: "Todos los profetas hasta Juan".

San Jerónimo. No hay razón para excluir, después de Juan, a otros profetas, pues leemos en los Hechos de los Apóstoles (Ac 21,8-11) Pero todo lo que profetizaron la Ley y los Profetas, cuyos escritos leemos, ha sido cumplido por Cristo. Luego cuando se dice: profetizaron hasta Juan, se designa el tiempo de Cristo, porque el que aquellos anunciaron que había de venir, Juan le anuncia como que ha venido.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,3. Pone otra conjetura sobre su venida, diciendo: Y si queréis comprender lo que os digo, él es Elías que ha de venir. Dice el Señor por Malaquías: "Os enviaré a Elías Thesbiten" (Ml 4,5), de quien se dice: "Mirad, yo envío mi ángel delante de tu rostro".

San Jerónimo. A Juan, pues, se le llama Elías, no como lo entienden los filósofos necios y algunos herejes, que sostienen la vuelta de las almas, sino que ha venido, según otro pasaje del Evangelio, en el espíritu y en el poder de Elías (Lc 1) y tuvo la misma gracia y la misma medida del Espíritu Santo. También son iguales la austeridad de vida y severidad de espíritu de Elías y de Juan, uno y otro ceñían un cinto en el desierto. Aquel se vio obligado a huir por haber reprendido el rey Acab y a Jezabel por sus impiedades (1R 19): y éste es decapitado por haber reprendido a Herodes y a Herodias, por sus bodas ilícitas (Mc 6)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,3. Y dijo bien, si se le quiere comprender, demostrando de esta manera libertad y exigiendo una inteligencia voluntaria, porque aquel es éste y éste es aquel, puesto que los dos han sido precursores.

San Jerónimo. En las palabras "éste es Elías", nos da a conocer que hay en ellas un misterio y que para entenderlo es preciso una comprensión particular. Por eso añade: "El que tenga oídos para oír, oiga".

Remigio. Como si dijera, el que tenga los oídos del corazón para oír, esto es, para entender, que oiga, esto es, que entienda, porque no dijo que Juan era Elías en persona, sino en espíritu.

MATEO 11,16-19


4116 (Mt 11,16-19)

"¿Mas a quién diré que se parece esta generación? Es parecida a los niños, que sentándose en la plaza, y gritando dicen a sus compañeros: hemos cantado por vosotros, y no bailasteis; nos hemos lamentado y no llorasteis; vino, pues, Juan, y no come ni bebe, y dicen: tiene el demonio: vino el Hijo del hombre, come y bebe, y dicen: ved aquí al hombre voraz y bebedor, al amigo de los publicanos y de los pecadores. Mas la sabiduría ha sido justificada por sus hijos". (vv. 16-19)

San Hilario, in Matthaeum, 11. Todo este pasaje nace del sentimiento de indignación del Señor ante el oprobio de la infidelidad del populacho, que no se había instruido con las diversas palabras del Señor.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,3. De aquí es, que haciendo ver que no había omitido medio alguno para que ese pueblo tuviera la salud, pregunta: "¿A quién compararé yo esta generación?"

Glosa. Como si dijera, Juan es un hombre extraordinario; pero vosotros no quisisteis creer ni en él ni en mí y por lo tanto "¿a quién diré que os parecéis?" En la palabra generación, comprende a todos, a los judíos, a Juan y a El mismo.

Remigio. En seguida se contesta a sí mismo, diciendo: "Es semejante a los niños que, sentándose en la plaza y gritando, dicen: Hemos cantado para vosotros y no bailasteis; nos hemos lamentado y no llorasteis".

San Hilario, in Matthaeum, 11. En los niños, están representados los profetas, que a causa de la sencillez de su corazón son parecidos a los niños. Predicaron y argumentaron en medio de la sinagoga, como si estuvieran en una plaza pública, pero sus oyentes no armonizaron sus acciones con los cánticos de los profetas y no obedecieron a sus palabras. El baile acompaña al compás de la música y los profetas, como se ve en el cántico de Moisés, de Isaías y de David, llamaban al pueblo para confesar a Dios, por medio de salmos.

San Jerónimo. Dicen, pues: "Os hemos cantado y no bailasteis; esto es, os hemos llamado para excitaros, por medio de nuestros cánticos, a que hagáis buenas obras y no quisisteis; nos hemos lamentado y os hemos llamado a la penitencia y ni aun esto quisisteis hacer". Desprecian toda clase de predicación, tanto la que tenía por objeto exhortaros a la virtud, como la que os incita a hacer penitencia después de haber pecado.

Remigio. ¿Y por qué dice a los compañeros? ¿Acaso judíos infieles eran iguales a los profetas santos? Dice esto porque habían nacido de un sólo tronco.

San Jerónimo. Los niños son aquellos de quienes habla Isaías: "Vedme a mí y a los hijos que me concedió el Señor" (Is 8,18) Estos son, pues, los niños que se sientan en la plaza, donde hay puesta a la venta multitud de cosas y dicen: "Hemos cantado por vosotros y y no bailasteis".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,4. Es decir, os demostré la vida licenciosa y no os quisisteis convencer. Nos hemos lamentado y no llorasteis. Esto es que Juan tuvo una vida dura y no le hicisteis caso. No dice: "Aquel ha hecho aquellas cosas y éste ha hecho éstas", sino que nos habla de los dos igualmente, porque los dos tenían la misma intención. En este sentido añade, "vino Juan y no come ni bebe y decís, tiene el demonio; viene el Hijo del hombre, come y bebe, etc".

San Agustín, contra Fausto, 16, 31. Quisiera que me dijeran los Maniqueos, ¿qué comía y bebía Cristo, que en comparación de Juan, que no comía ni bebía, se dice que comía y bebía? No se dice que Juan no bebiese absolutamente nada, sino únicamente no bebía vino y cerveza. Bebía consiguientemente agua; tampoco se estaba sin comer nada, porque se alimentaba de langostas y de miel silvestre. ¿Por qué se dijo, pues, que no comía ni bebía, sino porque no usaba de los alimentos que comen los judíos? Si no hubiera usado, el Señor de estos alimentos, no se podría decir que en comparación de Juan el Señor comía y bebía. Cosa admirable: nos presenta como que no come ni bebe aquel que come langostas y miel y se dice que come aquel que se contenta con pan y verduras.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,3 Viene el Señor. Esto equivale a decir: "Juan y yo hemos venido por caminos diferentes y hemos hecho lo mismo, del mismo modo que unos cazadores que para caer sobre un solo animal lo persiguieran por caminos diferentes. Todo el mundo se admira del ayuno y de la vida penitente de Juan y porque quiso desde sus primeros años alimentarse de esta manera. No fue otro su objeto, que el que todos dispensaran confianza a sus palabras. También marchó el Señor por este camino cuando ayunó cuarenta días. Pero sin embargo, se valió de otro medio para atraer al pueblo a su fe. Porque era más digno que Juan, que había andado por este camino, diese testimonio de El, y no el que el mismo Señor lo hiciese. Juan no hace más que manifestar dos cosas: la vida y la justicia. Cristo tiene el testimonio de sus milagros. Dejando, pues, que brillase Juan en el ayuno, El siguió otro camino, asistiendo a la mesa de los publicanos, comiendo y bebiendo con ellos.

San Jerónimo. Si os agrada el ayuno, ¿por qué os desagradó Juan? Si os agrada la vida ordinaria, ¿por qué os desagradó el Hijo del hombre? ¿Por qué decís que el uno tiene el demonio y el otro es comilón y borracho?

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,4. ¿Qué excusa tendrán, pues? Por eso añade: "La Sabiduría está justificada por sus hijos". Esto es, si no os habéis convencido, no me culpéis a mí, que es lo que dice el Profeta, acerca del Padre: "A fin de que seas justificado en tus palabras" (Ps 50,6) Aunque para vosotros no satisfaga la providencia de Dios, que vela por nosotros y colma en nosotros cuanto está de su parte, a fin de que no quede a los impíos ni la más pequeña sombra de duda.

San Jerónimo. La sabiduría, esto es la providencia y la enseñanza de Dios, ha sido justificada por sus hijos. O el mismo Cristo, que es fuerza y sabiduría de Dios, ha sido acreditado como justo por los Apóstoles, sus hijos, al obrar justamente.

San Hilario. Es, pues, El, la sabiduría, no como efecto, sino por naturaleza. Muchos pretenden eludir las palabras de los Apóstoles, que llaman a Jesucristo la sabiduría y el poder de Dios (1Co 1,24) Se llamó a sí mismo sabiduría, dando a entender que, no solamente poseía El la virtud de la sabiduría, sino que era la sabiduría misma. No es lo mismo la obra de la virtud, que la virtud, porque los efectos se distinguen de sus causas.

San Agustín, quaestione evangeliorum, 2,11. "O la sabiduría fue justificada por sus hijos", porque los Santos Apóstoles comprendieron que el reino de Dios no consiste en la comida y ni en la bebida (Rm 14,17), sino en la paciencia, que no orgullece con la abundancia, ni desalienta con la escasez. Por eso decía San Pablo: "sé vivir en la abundancia y sé sufrir en la miseria" (Ph 4,12)

San Jerónimo. Se lee en algunos libros, que la sabiduría fue justificada por sus obras; porque no busca la sabiduría el testimonio de la voz, sino el de las obras.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,4. No nos debe admirar la vulgaridad de la comparación de los pequeños, porque Jesús hablaba a un pueblo necio. También Ezequiel (Ez 4,5), se sirvió de muchas comparaciones dignas de los judíos pero indignas de la grandeza de Dios -esto es, de comparaciones adaptadas a la condición de los judíos, pero no convenientes a la grandeza divina-. A no ser que se diga, que lo que responde a la utilidad del ser humano, es en gran manera digno de Dios, etc.

San Hilario, in Matthaeum, 11. En sentido místico. La misma predicación de Juan no pudo convertir a los judíos, a quienes se hizo pesada, difícil y molesta la ley, a causa de ciertas prescripciones sobre la comida y la bebida. Les era imposible no pecar en la ley a causa de la dificultad que tenían en observarla y por eso la ley los sometía al demonio. La predicación del Evangelio en Cristo tampoco les pudo agradar, a pesar de lo libre que les hacía la vida y a pesar de habérseles suavizado las dificultades y pesadez de la ley. Sólo los publicanos y los pecadores creyeron después de tantas y tan grandes amonestaciones. Pero los judíos no fueron justificados por la gracia y fueron abandonados por la ley. La sabiduría fue justificada por sus hijos, es decir, por aquellos que arrebatan el reino de los cielos, mediante la justificación de la fe, confesando la obra justa de la sabiduría, que ha llevado a los fieles todos sus favores.


Catena aurea ES 4101