Catena aurea ES 4209

MATEO 12,9-13


4209 (Mt 12,9-13)

Y habiendo pasado de allí, vino a la sinagoga de ellos: Y he aquí un hombre que tenía la mano seca, y ellos, para acusarle, le preguntaron, diciendo: Si es lícito curar en los sábados. Y El les dijo: "¿Qué hombre habrá de vosotros que tenga una oveja, y si ésta cayere el sábado en un hoyo, por ventura no echará mano y la sacará? ¿Pues cuánto más vale un hombre que una oveja? Así que lícito es hacer bien en sábado". Entonces dijo al hombre: "Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restituida sana como la otra". (vv. 9-13)

San Jerónimo. Como El había destruido los argumentos que ellos alegaban para acusar a los discípulos de que habían infringido el sábado, tratan ahora de calumniarlo. Por esta razón se dice: "Y habiendo salido de allí, vino a la sinagoga".

San Hilario, in Matthaeum, 12. Todo lo que precede lo habló y lo hizo el Señor en el campo. Después entró en la sinagoga.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,35. No hay dificultad en creer que tanto el hecho del corte de las espigas, como el de la curación del hombre, se realizaron en el mismo día, puesto que aquí sólo se hace referencia al sábado. A no ser que San Lucas (Lc 6) hubiese querido decir que todo esto se hizo en otro sábado. Por consiguiente, lo que dice San Mateo: "Y habiendo pasado de allí, vino a la sinagoga de ellos", significa que El no fue a la sinagoga sino después de haber salido del campo, sin indicarnos después de cuánto tiempo salió del campo y fue a la sinagoga. De esta manera se comprende perfectamente la narración de San Lucas, que dice que la curación de la mano fue hecha en otro sábado.

San Hilario, in Matthaeum, 12. Después de haber entrado el Señor en la sinagoga, le presentaron a un hombre que tenía seca una mano. Con el objeto de hostilizarlo le preguntan astutamente si era lícito curar en el día del sábado. Por eso sigue: "He aquí un hombre que tiene la mano seca, y le preguntaban", etc.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 40,1. No le preguntan para informarse, sino con la intención de acusarle según su respuesta. Por eso sigue: "Para acusarle", aunque para esta acusación les bastaba el mismo hecho. Pero ellos trataban de sorprenderlo en las palabras, preparándole más sutilezas.

San Jerónimo. Le preguntan si era lícito curar en los sábados, con el objeto de considerarlo o cruel o un necio si no curaba, y si curaba, acusarlo por infractor de la ley.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,35. Puede aquí proponerse la cuestión siguiente: ¿Cómo es que dijo San Mateo que le preguntaron al Señor si era lícito curar en día de sábado, cuando San Marcos y San Lucas (Lc 6,9) dicen que les preguntó el Señor a ellos si era lícito hacer bien o mal en sábado? Debe entenderse todo esto en este sentido: ellos fueron los primeros que preguntaron al Señor si era lícito curar en sábado y, comprendiendo el Señor la intención que tenían de buscar un medio para acusarlo, les puso delante el hombre a quien iba a sanar. Entonces les preguntó lo que refieren San Marcos y San Lucas. Y al permaner ellos sin saber qué contestar, les propuso la comparación de la oveja y concluyó diciendo que era lícito hacer bien en sábado. Por eso sigue: "¿Qué hombre habrá de entre vosotros que teniendo una oveja?", etc.

San Jerónimo. De tal manera resuelve la cuestión que le habían propuesto, que en su misma pregunta ya condena su avaricia. ¿Si vosotros, dice, os dais prisa, sin atender más que a vuestra avaricia, a sacar en el sábado a una oveja o a cualquier otro animal que ha caído en un hoyo, con cuánta más razón debo yo ayudar a un hombre, que vale más que una oveja?

Rábano. Resuelve El con un ejemplo a propósito la cuestión y les hace ver que aquellos que censuran las obras de caridad y se entregan a las de la avaricia, interpretando mal la ley, dicen que no se deben hacer obras buenas en sábado, siendo así que solamente debemos abstenernos de las malas. Ellos son quienes infringen el día del sábado. Por eso se lee (Lv 23,7): "No haréis vosotros en estos días obra alguna servil". Esto es, pecado alguno. Porque así como en el eterno descanso se extinguirá el mal, el bien permanecerá.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,35. De la comparación con la oveja resulta ser lícito hacer el bien en sábado. Así lo dice el Señor: "Es permitido hacer el bien en los sábados".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 40,1. Observad las varias excusas que da para la infracción del sábado. Pero como estaba incurablemente enfermo, él pasa a su curación. Por eso sigue: "Entonces dice al hombre: Extiende la mano", etc.

San Jerónimo. En el Evangelio que usan los nazarenos y los ebionitas y que algunos llaman el auténtico de San Mateo, el hombre que tenía la mano seca es llamado albañil, y hacía su súplica en los términos siguientes: Yo era albañil y buscaba el sustento con mis manos, te suplico ¡oh, Jesús! que me devuelvas la salud, a fin de que no pida vergonzosamente la comida.

Rábano. Jesús enseña y obra maravillas, principalmente en los sábados, no sólo a causa del sábado espiritual, porque como El buscaba la salvación de todos, y en esos días había más gente del pueblo.

San Hilario, in Matthaeum, 12. En sentido místico, después de haber vuelto de la mies, de la que los Apóstoles habían ya recibido frutos sazonados, vino a la sinagoga, donde tenía El ya preparada la obra de su propia cosecha. Porque muchos de los que habían sido curados se encontraron después en compañía de los apóstoles.

San Jerónimo. En la sinagoga estuvo seca la mano, incapaz de hacer obras divinas, hasta la venida del Salvador. Pero después que descendió al mundo, esa mano derecha fue restituida por los apóstoles a los creyentes y recobró su antigua fuerza.

San Hilario, in Matthaeum, 12. Toda curación está en el Verbo y la mano enferma es devuelta a la salud como la otra; es decir, se hace capaz del ministerio de la salud y semejante a la de los apóstoles. De esta manera enseña a los fariseos a que admitan el ministerio de la salud en los apóstoles y les hace ver que ellos mismos serán capaces de ejercer este mismo ministerio si tienen fe.

Rábano. O de otro modo, este hombre que tenía la mano seca representa al género humano que se hizo incapaz de hacer obras buenas a causa de haber alargado su mano a la manzana. Esta mano quedó curada por la mano inocente extendida en la cruz. Con razón estaba seca en la sinagoga la mano, porque la amenaza de una falta inexcusable es mayor allí donde el don de la ciencia ha sido derramado con más abundancia. Jesús manda que sea extendida la mano que El va a curar, porque no puede ser curada la enfermedad de una mano seca con otro remedio mejor que el de la caridad. Tenía este hombre la mano derecha seca, porque había dejado de hacer limosnas y sana la izquierda, porque buscaba su rendimiento. Pero con la venida del Señor quedó la derecha tan sana como la izquierda, porque distribuía con la caridad lo que había reunido con la malicia.

MATEO 12,14-21


4214 (Mt 12,14-21)

Mas los fariseos, saliendo de allí, consultaban contra El cómo le harían morir. Y Jesús, sabiéndolo, se retiró de aquel lugar, y fueron muchos en pos de El, y los sanó a todos, y les mandó que no le descubriesen, para que se cumpliese lo que fue dicho por el Profeta Isaías, que dice: He aquí mi siervo, que escogí, mi amado, en quien se agradó mi alma. Pondré mi espíritu sobre El, y anunciará justicia a las gentes. No contenderá, ni voceará, ni oirá ninguno su voz en las plazas. No quebrará la caña que está cascada, ni apagará la torcida que humea hasta que saque a victoria el juicio, y las gentes esperarán en su nombre". (vv. 14-21)

San Hilario, in Matthaeum, 12. La rivalidad enciende los ánimos de los judíos, porque no miraban en Jesucristo sino su humanidad y no veían en sus obras a la divinidad. Por eso dice: "Mas saliendo los fariseos".

Rábano. Dice "saliendo", porque Dios estaba desterrado de sus almas. "Consultaron", sobre la manera para conseguir perderle.

San Hilario, in Matthaeum, 12. Y sabiendo El su determinación se retiró de allí, para estar lejos de todo designio inicuo. Por eso sigue: "Mas sabiéndolo Jesús".

San Jerónimo. Es decir, sabiéndolo se retiró, a fin de evitarles a los fariseos toda ocasión de poder poner en práctica los malignos proyectos que contra El tenían.

Remigio. O también, se retiró de allí como el hombre que huye de las emboscadas de los que lo persiguen, porque aún no había llegado el tiempo, ni era aquél el lugar de la pasión. Ciertamente no convenía que el profeta pereciese fuera de Jerusalén, como dice El mismo (Lc 13,33) Se separó además el Señor de aquellos que le perseguían por odio y se fue a donde había muchos que lo amaban. Por eso sigue: "Y le siguieron muchos". La muchedumbre de los sencillos ama unánimemente a Aquel a quien los fariseos con firme resolución buscan para perderle. Por eso consiguió bien pronto el objeto de sus deseos. "Y los curó a todos".

San Hilario, in Matthaeum, 12. Mandó a todos los que curó que guardasen silencio sobre ello. "Y les mandó que no lo descubriesen", porque la salud que les había devuelto era testimonio para cada uno. Pero con el mandato de guardar silencio o secreto evitó toda ocasión de vanagloria, a pesar de que no sería menos divulgado su nombre por la misma reserva del silencio que exigía, puesto que la guarda del silencio partía de un hecho que por sí mismo se evidenciaba.

Rábano. Con este proceder nos enseña que no busquemos la gloria exterior cuando hiciéremos alguna cosa grande.

Remigio. Manda que no lo descubran, a fin de evitar mayor responsabilidad a aquellos que le perseguían.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 40,2. A fin de que no nos asustemos de la increíble insania de los fariseos, nos trae a la memoria la profecía que ya lo tenía predicho. Porque era tan grande la solicitud de los profetas en relación al Mesías, que no omitieron nada de su vida, profetizaron sus viajes y sus pasos y hasta la intención que tenía en todo, a fin de que estuviéramos convencidos de que el Espíritu Santo era el que hablaba todas estas cosas mediante los profetas. Porque si es imposible penetrar en el pensamiento del hombre, mucho más lo es en las intenciones del Señor, a no ser que las revele el Espíritu Santo. Por eso sigue: "Para que se cumpliese lo que fue dicho por Isaías: He aquí mi siervo" (Is 42), etc.

Remigio. Nuestro Señor Jesucristo fue llamado siervo de Dios Omnipotente, no según su divinidad, sino según la economía de la Encarnación, en la que por obra del Espíritu Santo recibió de la Virgen una carne sin mancha de pecado. En algunos textos se lee: "El elegido a quien elegí". Porque fue elegido, es decir, predestinado por Dios Padre para que fuese Hijo propio y no adoptivo.

Rábano. "A quien elegí", dice, para una obra que nadie podía llevar a cabo: la redención del género humano y la reconciliación del mundo con Dios. Sigue: "Mi amado que agradó a mi alma" (Mt 17,5)

Remigio. Cuando dice: "A mi alma", no debe entenderse que Dios Padre tenga alma, sino que se aplican estas palabras a Dios para expresar su afecto. Y no debe causarnos admiración el que a Dios se apliquen esas palabras en ese sentido, puesto que también se le aplican en sentido parecido las demás partes del cuerpo.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 40,2. El profeta pone esto al principio para enseñarnos que todo lo que aquí se dice está conforme con el designio del Padre. Porque El ama a Aquel a quien ha hecho su Elegido según su voluntad. La palabra elegido nos da a entender que no es contrario a la ley ni enemigo del legislador, sino conforme con El. Luego: "porque es amado por mí, pondré mi espíritu sobre El".

Remigio. Entonces puso también Dios Padre su Espíritu sobre El, cuando por obra del Espíritu Santo tomó carne de la Virgen y después, cuando se hizo hombre, recibió la plenitud del Espíritu Santo.

San Jerónimo. Reposa el Espíritu Santo, no sobre el Verbo de Dios y sobre el Hijo único, que procede del seno del Padre, sino sobre Aquél de quien se dijo: "He aquí mi siervo". En las palabras siguientes vemos lo que piensa hacer mediante El. "Y anunciará mi juicio a las gentes".

San Agustín, de civitate Dei, 20,30. Es decir, que el Señor anunciará el juicio venidero a las gentes que lo ignoran.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 40,2. En seguida dice, para manifestar su humildad: "No contenderá". Porque se ofreció como le pareció y se presentó de buena voluntad a sus perseguidores: "Ni voceará". Porque enmudecerá como el cordero delante del que lo trasquila: "Ni oirá nadie su voz en las plazas".

San Jerónimo. Abierto está el camino ancho que va a la perdición y muchos caminan por él. Y es que son muchos los que no oyen la voz del Salvador, porque se encuentran en el camino ancho y no en el angosto que lleva a la vida.

Remigio. La palabra griega plateia corresponde a la latina latitudo, plaza pública, y en las plazas nadie oyó su voz, porque no vino a este mundo a prometer los deleites de la vida a los que los aman, sino la rectitud.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 40,2. Quería el Señor curar a los judíos mediante esta mansedumbre. Por ello dio ejemplo, y a pesar de que ellos se le resistían no los escarmentó destruyéndolos. Por eso dice el profeta, para evidenciar su tara y manifestar la virtud del Salvador: "No romperá la caña cascada, y no apagará la mecha que humea" (Is 42,3)

San Jerónimo. Rompe la caña cascada aquel que no da la mano al pecador ni lleva la carga de su hermano, y apaga la mecha que humea aquel que desprecia la pequeña centella de la fe en los que creen.

San Agustín, de civitate Dei, 20,30. De aquí es que El no quebró ni suprimió a sus perseguidores judíos, que son comparados a la caña cascada porque perdieron su integridad, y a la mecha que humea porque apagaron la luz, sino que los perdonó porque no había venido El a juzgarlos, sino a ser juzgado por ellos.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 2,3. Es de notar que cuando desaparece la luz, la mecha despide mal olor.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 40,2. O también por las palabras: "No romperá la caña cascada", significa que le era a El tan fácil romperlos a todos como a una caña, y no como a una caña simplemente, sino como a una caña cascada. Y por las palabras: "No apagará la mecha que humea", nos demuestra el encendido furor de los judíos, y la poderosa virtud de Cristo para extinguir con toda facilidad semejante furor; en todo lo cual brilla la gran mansedumbre de Cristo.

Rábano. Al decir: "Que la caña está cascada pero no rota", nos da a entender que los cuerpos caducos y cascados de las naciones aún no están desechos, sino que están reservados para la salud. Y por las palabras: "No apagaré la mecha que aún humea", nos manifiesta el resto de fuego que aún conserva una mecha que humea, es decir, los restos de la antigua gracia que aún se abrigan en el corazón de Israel; que aún puede por la penitencia recobrar toda la luz.

Rábano. O por el contrario, llama caña cascada a los judíos que, agitados por el viento y dispersos los unos de los otros, no fueron condenados inmediatamente, sino que los sufrió con paciencia. Y llama mecha que aún humea al pueblo formado de naciones que después de haber extinguido en su corazón el calor de la ley natural, estaban envueltas en errores que exhalan un humo detestable y una negra tiniebla que ofende la vista. Pero el Señor no sólo no extinguió y redujo a cenizas esos errores, sino que, por el contrario, levantó de una pequeña chispa de fuego grandísimos incendios.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 40,2. Pero dirá alguno: ¿Y para qué esto? ¿Siempre hemos de estar así? ¿Y soportará hasta el fin a quienes de esa manera le arman emboscadas y hacen tantas locuras? Lejos de nosotros tal modo de pensar. Cuando haya cumplido con todo lo que tenía que hacer El se ocupará de todas esas otras cosas. Por eso declaró el profeta: "Hasta que saque a victoria el juicio". Cuando haya cumplido con su misión, entonces tomará satisfacción perfecta. Cuando El haya levantado un brillante trofeo victorioso, cuando su causa venza absolutamente y no haya lugar a pretensiosas contradicciones, resplandecerá su victoria y sus enemigos recibirán su merecido.

San Hilario, in Matthaeum, 12. O también: "Hasta que arroje el juicio a la victoria", quiere decir que después de haber quitado todo su poder a la muerte, volverá para el juicio con su gloria.

Rábano. O también, el juicio de que se trata aquí ha de llegar a la victoria, porque vencerá a la muerte con la resurrección, volverá victorioso a su reino con la expulsión del príncipe de este mundo, y estará sentado a la derecha del Padre mientras tiene puestos bajo sus pies a todos sus enemigos (1Co 15)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 40,2. Y no se limita su misión sólo a castigar a los que no creyeron, sino que atraerá a sí a todo el universo: "Y las naciones esperarán en El".

San Agustín, de civitate Dei, 20,30. Mas ya vemos cumplido esto último, y esta realización, que no podemos negar, nos confirma en lo que niegan imprudentemente algunos, en el juicio final, que se tendrá en la tierra cuando El baje del cielo ¿y quién creerá que las naciones tendrán puestas sus esperanzas en Cristo, siendo Este prendido, atado, azotado, burlado y crucificado, y cuando sus mismos discípulos habían perdido la esperanza que habían ya comenzado a tener en El? Entonces apenas un ladrón esperó en la cruz, y ahora todas las naciones extendidas por la faz de la tierra esperan en ella, y para no perecer eternamente se santiguan con esa misma cruz sobre la que El murió. Nadie duda, pues, que el juicio final por Jesucristo tendrá lugar de la manera que El lo anuncia.

Remigio. Es necesario tener presente que el sentido de este pasaje se apoya, no sólo en este testimonio, sino también en el de otros muchos pasajes. La frase "he aquí mi siervo" se refiere a las palabras del Padre (Mt 3,17): "Este es mi Hijo"; y cuando dice: "Yo pondré mi Espíritu sobre El", hace referencia a la venida del Espíritu Santo sobre el Señor cuando fue bautizado (Lc 3) Y cuando añade: "Anunciará el juicio a las naciones", se refiere a las palabras de San Mateo: "Cuando se sentare el Hijo del hombre en el asiento de Su Majestad" (Mt 25,31) Y cuando pone: "No contenderá ni voceará", quiere decir que el Señor responderá en pocas palabras al príncipe de los sacerdotes y a Pilato (Mt 26-27), y nada dirá a Herodes (Lc 23) Las palabras: "No romperá la caña cascada", nos dicen que el Señor huirá de sus perseguidores, a fin de no hacerlos más culpables (Jn 7-8) Estas palabras: "Las naciones esperarán en su nombre", significan lo que dijo San Mateo: "Id y enseñad a todas las naciones" (Mt 28,18)


MATEO 12,22-24

4222 (Mt 12,22-24)

Entonces le trajeron un endemoniado ciego y mudo, y le sanó, de modo que habló y vio. Y quedaban pasmadas todas las gentes, y decían: "¿Por ventura es éste el hijo de David?" Mas los fariseos, oyéndolo, decían: "Este no lanza los demonios, sino en virtud de Beelzebub, príncipe de los demonios". (vv. 22-24)

Glosa. Después de haber refutado más arriba el Señor las calumnias de los fariseos, apoyadas en que hacía milagros en el día del sábado, y porque ellos echaban por tierra los milagros hechos por virtud divina atribuyéndolos al espíritu impuro, el evangelista cuenta primero el milagro de que se valieron para calumniarlo, diciendo: "Entonces le trajeron un endemoniado".

Remigio. La palabra entonces, se refiere a cuando salió el Señor de la sinagoga, después de haber sanado al hombre que tenía la mano seca. O también puede tomarse en un sentido más extenso, y forma el sentido siguiente: mientras se decían o hacían tales o cuales cosas.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 40,3. Admirable es la maldad del demonio. Le cerró las dos entradas por donde podía pasar la fe: la vista y el oído; pero el Señor le abrió los dos y lo sanó: "Y le sanó".

San Jerónimo. En un solo hombre hizo el Señor tres prodigios: darle la vista, darle la palabra, y librarlo del demonio. Y lo que hizo entonces exteriormente, lo hace todos los días en la conversión de los pecadores, que después de verse libres del demonio, reciben la luz de la fe y consagran su lengua, incapaz antes de hablar, a las alabanzas divinas.

San Hilario, in Matthaeum, 12. No sin razón, después de habernos manifestado a las muchedumbres curadas en común, nos presenta ahora el evangelista aparte a un hombre poseído del demonio, ciego y mudo. Porque era conveniente que, después de haberse presentado el hombre de la mano seca que se hallaba en la sinagoga, la salud de los gentiles fuese prefigurada en la curación del hombre endemoniado, a fin de que apareciese capaz de Dios el que antes era habitación del demonio y estaba ciego y mudo, y viese a Dios en Cristo y confesase en las obras de Cristo a Dios.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 2,3. Porque aquel que no cree y está sometido al diablo, que no comprende ni confiesa la fe, o el que no alaba a Dios, está endemoniado, ciego y mudo.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,37. San Lucas (Lc 11) no refiere este hecho en el orden dicho, sino después de otras muchas cosas, y dice, que el hombre estaba tan sólo mudo y no ciego; pero porque omita esta circunstancia no se debe concluir que habla de otra curación distinta. Por lo que sigue se ve claramente que se refiere a la de San Mateo.

San Hilario, in Matthaeum, 12. A la vista de este hecho, quedaron pasmadas las multitudes, pero aumentó la envidia de los fariseos, por eso sigue: "Y estaban pasmadas todas las turbas, y decían: ¿Por ventura es éste el hijo de David?"

Glosa. Lo proclamaban hijo de David a causa de su bondad y de sus beneficios.

Rábano. Mientras las multitudes, que parecían ignorantes, se admiraban de los prodigios del Señor, los otros, por el contrario, o los negaban, o si no podían negarlos, trabajaban por destruirlos con falsas interpretaciones, como si estos prodigios no fuesen obras de Dios, sino del espíritu impuro, esto es, de Beelzebub, que era la divinidad de Accarón (2R 1) Por eso sigue: "Mas los fariseos oyéndolo dijeron: Este no arroja los demonios, sino en nombre de Beelzebub, príncipe de los demonios".

Remigio. El nombre de Beelzebub es lo mismo que el de Beel, Baal y Beelphegor. Beel fue padre de Nino, rey de los Asirios, y fue llamado Baal porque era adorado en las alturas, y Beelphegor, a causa de la montaña Phega. Zebub fue siervo de Abimelech, hijo de Gedeón, el cual, después de la muerte de setenta hermanos edificó un templo a Baal, y se hizo su sacerdote para espantar las moscas que se reunían allí en gran número, a causa de la mucha sangre de las víctimas. Zebub significa mosca, y por eso Beelzebub significa el hombre de las moscas, y por el impuro culto que se le daba lo llamaban el príncipe de los demonios. No encontrando ellos, pues, nada más sucio que echar en cara al Señor, le decían que arroja a los demonios en nombre de Beelzebub. Palabra que debe terminar en b y no en d, o en t, como se encuentra en algunos ejemplares corrompidos.

MATEO 12,25-26


4225 (Mt 12,25-26)

Y Jesús, sabiendo los pensamientos de ellos, les dijo: "Todo reino, dividido contra sí mismo, desolado será; y toda ciudad, o casa dividida contra sí misma no subsistirá. Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido: ¿pues cómo subsistirá su reino?" (vv. 25-26)

San Jerónimo. Atribuían los fariseos al príncipe de los demonios las obras de Dios. El Señor contesta, no a sus palabras, sino a sus pensamientos, para hacerles creer de esta manera en su poder, y enseñarles que El veía hasta el fondo de sus corazones. "Y el Señor, sabiendo sus pensamientos, etc."

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 41,1. Ellos levantaron antes al Señor la calumnia de que arrojaba los demonios en nombre de Beelzebub. El no los reprendió entonces, dejando que los milagros diesen a conocer su poder, y la doctrina misma su grandeza; pero ahora los reprende porque perseveraban en su calumnia, aunque su acusación fuese sin motivo. La envidia no examina lo que dice, sino sólo para qué lo dice. Cristo, sin embargo, no los despreció, sino que les contesta con una mansedumbre llena de decencia, enseñándonos de esta manera a ser amables con los enemigos, y a no asustarnos aunque nos digan cosas que no reconocemos en nosotros, ni tengan motivo alguno para imputárnoslas. En lo cual prueba que era un embuste cuanto ellos dijeron de El, puesto que es imposible que el que tiene demonio aparezca con tanta mansedumbre, y que conozca los pensamientos. Y porque su sospecha no tenía fundamento alguno, y porque temían a la multitud, por eso no se atrevieron a publicar la acusación de Cristo, y sólo la revolvían en el fondo de sus pensamientos. Por esta razón dice: "Sabiendo sus pensamientos". No hizo el Salvador mención alguna en sus respuestas de lo que lo acusaban, ni publicó su malicia, se contentó con decirles que no era su voluntad el denunciar a los pecadores, sino el serles útil. Y no les contestó valiéndose de la Escritura, porque sabía que dando ellos a ésta una interpretación torcida, se burlarían de la Escritura. Por esta razón les responde con razones fundadas en el sentido común: "Todo reino, dice , dividido contra sí se disolverá", etc. Porque nada hay en la tierra más poderoso que un reino, y sin embargo, habiendo luchas en él, perece. Y si esto pasa en un reino, ¿qué sucederá en una ciudad, o en una casa? Que perece, ya sea grande, ya sea pequeña, cuando hay en su seno una lucha que la devora.

San Hilario, in Matthaeum, 12. De aquí se sigue que las mismas razones militan para que perezca una ciudad o casa, que un reino, y por esta razón continúa el evangelista: "Y toda ciudad o casa dividida contra sí, no permanecerá.

San Jerónimo. Porque así como crecen las cosas pequeñas con la concordia, así también por la discordia caen las cosas más grandes.

San Hilario, in Matthaeum, 12. La palabra de Dios, ya se la considere sencillamente, ya se la mire en su interior y se penetre en su profundidad, es rica y necesaria para todo progreso. Dejando, pues, todo lo que dice relación al sentido común, detengámonos en las causas interiores. El Señor, teniendo que responder a aquello que había sido dicho respecto de Beelzebub, devuelve su respuesta y la aplica contra aquellos, a quienes contesta. La ley, en efecto, viene de Dios, pero la promesa del reino de Israel proviene de la ley. Si el reinado de la ley se divide contra sí mismo, preciso es que se destruya. De esta manera, el reino de Israel perdió la ley en el momento en que el pueblo de la ley atacó en Cristo el cumplimiento de la ley. La ciudad de la que se habla aquí es Jerusalén, que después de haber encendido el furor del pueblo bajo en contra del Señor, y después de haber hecho huir a los Apóstoles con muchísimos fieles, no existirá después de la división. Y por esta razón, se anuncia su destrucción, como consecuencia de su división. Dice el Salvador después: "Y si Satanás arroja a Satanás, ¿cómo permanecerá su reino?"

San Jerónimo. Como si dijera: Si Satanás lucha consigo mismo, y el demonio es enemigo del demonio, debería venir el fin del mundo. Estas poderosas potestades, cuyas divisiones dejarían en paz a los hombres, no tendrían sitio para sus luchas.

Glosa. El Señor les arguye con un dilema irresistible. Porque Cristo arroja al demonio o por el poder de Dios, o por el príncipe de los demonios. Si es por el poder de Dios, no hay motivo para calumniarlo; si es por el príncipe de los demonios, su reino está dividido y no podrá existir. Es por ello que se alejan del Reino de Cristo, que es lo que el Señor insinúa que han elegido los fariseos en el hecho de no creer en El.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 41,1. O también, si está dividido, es endeble y perece; pero si perece, ¿cómo tiene poder para lanzar a otro?

San Hilario, in Matthaeum, 12. O también, si el demonio fue forzado a esta división intestina, que perturba a los otros demonios entre sí, es necesario concluir que tiene más poder el que los dividió, que los que son divididos; luego el reino del diablo, teatro de esta división, queda destruido.

San Jerónimo. Mas si vosotros, o escribas o fariseos, pensáis que se retiran los demonios por obedecer a su jefe, para engañar a los hombres ignorantes con este falso estímulo, ¿qué podéis decir de las curas corporales que hizo el Señor? Otra cosa es si atribuís a los demonios las curas y otros prodigios de las fuerzas espirituales.

MATEO 12,27-28


4227 (Mt 12,27-28)

"Y si yo lanzo los demonios en virtud de Beelzebub, ¿en virtud de quién los lanzan vuestros hijos? Por eso serán ellos vuestros jueces. Mas si yo lanzo los demonios por el espíritu de Dios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios". (vv. 27-28)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 41,2. Después de la primera solución, pasa a otra que es más evidente diciendo: "Y si yo lanzo los demonios en virtud de Beelzebub, ¿en virtud de quién los lanzan vuestros hijos?"

San Jerónimo. Llama el Señor, siguiendo la costumbre de los judíos, hijos de los judíos a los exorcistas, o a los Apóstoles nacidos de su linaje. Si son los exorcistas los que invocando el nombre de Dios lanzaban los demonios, el Señor, mediante una contestación adecuada, obliga a los judíos a que confiesen que semejante obra es propia del Espíritu Santo. Si la expulsión, dice, de los demonios es en vuestros hijos obra de Dios y no de los demonios, ¿por qué en mí no se ha de reconocer la misma causa? Ellos, pues, serán vuestros jueces, no por un poder que se les haya dado al efecto, sino por una sencilla comparación; porque reconocen ellos por causa de la expulsión de los demonios a Dios, y vosotros al príncipe de los demonios. Si estas palabras deben entenderse que fueron dichas por los apóstoles -como es presumible-, ellos serán sus jueces, porque se sentarán en doce sillas (Mt 19)

San Hilario, in Matthaeum, 12. Por esta razón fueron dignamente establecidos jueces aquéllos a quienes Cristo, a quien ellos niegan tuviese poder para lanzar los demonios, confió esa potestad.

Rábano. O bien porque los apóstoles tenían conocimiento de que El jamás les había enseñado un arte detestable.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 41,2. Y no dijo el Señor: "Mis discípulos" ni "mis Apóstoles" sino "vuestros hijos", a fin de ofrecerles de esta manera una ocasión favorable de que volvieran a su dignidad, si así lo querían, y de que no tuviesen la más pequeña excusa, si se obstinaban en su ingratitud. Mas los apóstoles, que habían recibido de Cristo la facultad de lanzar los demonios, los lanzaban, y sin embargo no los acusaban, porque no era a las obras a quienes se presentaban ellos hostiles, sino a la persona. Pone el ejemplo de los Apóstoles, para hacerles ver que todo cuanto decían de El era de pura envidia. Mas vuelve en seguida a inducirlos a que se reconozcan, haciéndolos ver que obran contra sus propios intereses, y son enemigos de su salvación, debiendo por el contrario de alegrarse por haber venido El a derramar sobre ellos grandísimos bienes. Por eso sigue: "Y si lanzo los demonios en el Espíritu de Dios, ha llegado a vosotros el reino de Dios"; palabras que demuestran que es preciso tener para lanzar a los demonios, no una gracia cualquiera, sino una gran virtud. Por eso forma el silogismo: "Luego ha llegado a vosotros el reino de Dios", que equivale a decir: Si esto es verdad, indudablemente ha llegado el Hijo de Dios. Esto último lo dice con cierta oscuridad, a fin de que no se asustasen. Y en seguida, para atraerlos, no les dice simplemente: ha llegado el reino de Dios, sino: ha llegado a vosotros, como si dijera: os han venido todos los bienes; ¿por qué, pues, impugnáis vuestra salud? Todos los profetas anunciaron como señal de la llegada del Hijo de Dios sus obras maravillosas.

San Jerónimo. Se llama a sí mismo reino de Dios, conforme a lo que de El se dice en otro lugar: "El reino de Dios está dentro de vosotros" (Lc 17,21); y: "Está en medio de vosotros, a quien vosotros no conocéis" (Jn 1,26) Ciertamente es éste el reino que predicaron San Juan y el mismo Señor cuando decían: "Haced penitencia, porque se aproxima el reino de los cielos" (Mt 4,17) Es también, en tercer lugar, el reino de la Escritura Santa, que es arrebatado a los judíos y entregado a otra nación a causa de sus frutos (Mt 21)

San Hilario, in Matthaeum, 12. Si los discípulos, pues, obran por medio de Cristo, y Cristo obra por el Espíritu de Dios, el reino de Dios, presente en los Apóstoles, os ha sido trasmitido por ministerio de un mediador.

Glosa. La disminución del reino del diablo es aumento del reino de Dios.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,5. También puede interpretarse este pasaje de la manera siguiente: Si yo lanzo los demonios en nombre de Beelzebub, aun según vuestra opinión, el reino de Dios ha venido a vosotros, porque el reino del diablo, que según vosotros confesáis, se halla dividido en sí mismo, no puede existir. El reino de Dios de que aquí habla, es la condenación de los impíos, y su separación de aquellos fieles que hacen penitencia por sus pecados.


Catena aurea ES 4209