Catena aurea ES 4415

MATEO 14,15-21


4415 (Mt 14,15-21)

Y venida la tarde se llegaron a El sus discípulos y le dijeron: "Desierto es este lugar y la hora ya pasada: despacha las gentes para que pasando a las aldeas se compren qué comer". Y les dijo Jesús: "No tienen necesidad de irse: dadles vosotros de comer". Le respondieron: "No tenemos aquí, sino cinco panes y dos peces". Jesús les dijo: "Traédmelos aquí". Y habiendo mandado a la gente que se recostase sobre el heno, tomó los cinco panes y los dos peces, y alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes, y los dio a los discípulos y los discípulos a las gentes. Y comieron todos y se saciaron. Y alzaron las sobras, doce cestos llenos de pedazos. Y el número de los que comieron fue cinco mil hombres sin contar mujeres y niños. (vv. 15-21)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 49,1-2. Lo que demuestra la fe del pueblo es que a pesar de sufrir las incomodidades del hambre aguardaban al Señor hasta la tarde. Por eso sigue: "Y venida la tarde, se llegaron a El sus discípulos y le dijeron: Desierto es este lugar". El Señor esperaba para darles de comer el que se lo suplicaran, para darnos a entender que no hace El primero los milagros, sino después que ha sido llamado. Y por esta razón no se le acerca ninguno de la multitud; le respetaban demasiado y su presencia les hacía olvidar los estímulos del hambre. Ni al acercarse los discípulos dijeron: dales de comer (porque aún no estaban dispuestos con toda perfección) sino que le dicen: "Desierto es este lugar". Porque parecía a los judíos como un milagro en el desierto, cuando ellos dijeron: "¿Acaso puede preparar una mesa en el desierto?" (Ps 77,19) Esto es lo que opera Jesús: El los lleva al desierto a fin de que no puedan dudar del milagro y ninguno pueda creer que se había traído la comida de alguna aldea vecina. Pero aun cuando esté desierto el lugar, sin embargo, está presente el que alimenta al mundo. Y si ha pasado la hora de comer, como le dicen, sin embargo, El que no está sujeto a hora, les habla. Y aunque previniendo el Señor a sus discípulos, curó muchos enfermos; sin embargo, eran entonces tan imperfectos los discípulos, que no podían comprender cómo iba a dar de comer a tanta gente con tan pocos panes. Por eso dicen: "Despacha a la gente", etc. Mirad la sagacidad del Maestro: no les dijo en seguida: Yo les daré de comer (porque ni aun esto hubieran creído fácilmente), sino que se añade: "Y les dijo Jesús: no tienen necesidad de irse: dadles vosotros de comer".

San Jerónimo. El incita a los apóstoles a que partan el pan, a fin de hacer más patente a aquellos que atestiguaban que no tenían qué comer, la grandeza del milagro.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,46. Mas se puede hacer aquí esta objeción. Si el Señor, según la narración de Juan (Jn 6), después de mirar a la multitud preguntó a Felipe la manera de alimentarla, ¿cómo puede ser verdad lo que sobre esto refiere San Mateo, que los discípulos dijeron primero al Señor que despachara la gente a fin de que pudiesen comprar sus alimentos en los lugares vecinos? Debe entenderse esto en el sentido de que el Señor después de esas palabras miró a la multitud, y dijo a Felipe lo que refiere Juan pero que omiten Mateo y otros; y no debe nadie inquietarse ni mirar como una dificultad el que un evangelista refiera lo que otro pasa en silencio.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 49,1. Las palabras anteriores no dieron más acierto a los discípulos, que aún hablan al Señor como a un hombre. Por eso sigue: "Le respondieron: No tenemos aquí sino cinco panes", etc. Vemos por estas palabras la cordura de los discípulos, que les hace despreciar la comida, porque siendo ellos doce, tenían cinco panes y dos peces. Miraban, efectivamente, con desprecio las cosas materiales, y estaban poseídos de las espirituales. Pero como sus pensamientos aún eran terrenales, el Señor principia a enseñarles lo que era propio de su poder. Por eso sigue: "Jesús les dijo: traédmelos aquí", etc. ¿Por qué para alimentar a la multitud no saca los panes de la nada? Sin duda para cerrar la boca a Marción y a los maniqueos, que miran a las criaturas como cosas extrañas a Dios, y para manifestar por sus obras que todo lo visible es obra y creación suya, y hacernos ver de este modo que El es el que da los frutos y el que dijo al principio del mundo: "Que la tierra germine hierba verde" (Gn 1,11) Porque no es menor obra que ésta la que ahora va a hacer, porque indudablemente no es operación más pequeña el alimentar con cinco panes y dos peces a tan numerosa multitud, que el hacer que la tierra produzca frutos, y las aguas reptiles y otros seres animados; todo lo cual nos prueba que El es Señor de la tierra y del mar. El ejemplo de los discípulos debe enseñarnos que aunque sea poco lo que poseamos, conviene que lo distribuyamos entre los necesitados; porque al mandar el Señor a sus discípulos que trajeran los cinco panes, no dicen éstos: Y nosotros, ¿con qué apagaremos nuestra hambre? Y por eso sigue: "Y habiendo mandado a la gente que se recostase sobre el heno, tomó los cinco panes y los dos peces, y alzando los ojos al cielo, bendijo", etc. ¿Y por qué alzó los ojos al cielo y bendijo? Porque quiso hacernos ver que El venía del Padre y era igual a El, demostraba que era igual al Padre por el poder, y que venía del Padre refiriéndolo todo a El e invocándolo en todas sus obras. Y para demostrar las dos cosas, unas veces obra los milagros con poder y otras con súplicas. Es de advertir, que para las cosas pequeñas alza los ojos al cielo, y en las cosas mayores obra con su poder; así cuando perdonó pecados, resucitó muertos, dio vista a ciegos de nacimiento (obras todas propias de Dios), no lo hizo con súplicas; pero en la multiplicación de los panes (obra menor que todas las anteriores) alzó los ojos al cielo, a fin de enseñarnos que su poder, aun en las cosas pequeñas, le viene únicamente del Padre. También nos enseña que antes de ponernos a comer debemos dar gracias a Dios que nos da la comida, y por esta razón levantó los ojos al cielo. Los discípulos tenían ejemplos de otra multitud de milagros, pero de éste no tenían ninguno.

San Jerónimo. Con la partición de los panes, hizo el Señor una porción de comida, porque si hubieran estado enteros, y no los hubiera partido en pedazos, ni los hubiera multiplicado en tantísima abundancia, no hubiera podido alimentar a una multitud tan grande. Mas las gentes reciben del Señor, por manos de los Apóstoles, los alimentos; y por esta razón sigue: "Y los dio a los discípulos".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 49,2-3. En lo cual no sólo honró el Señor a sus discípulos, sino que quiso que no fueran incrédulos a la vista de este milagro, que no debían olvidar aun después de verificado, puesto que tenían por testigos de él a sus mismas manos. Y por tanto deja que las gentes sientan, primeramente, la necesidad del hambre, se le acerquen sus discípulos y le pregunten. Y recibió los panes de sus mismas manos para que fuesen muchas las pruebas del milagro que hacía y tuviesen muchos motivos para recordarlo. Y no les dio más que los panes y los peces, y de todo esto hizo participar a todos igualmente, para enseñarnos la humildad, la economía y la caridad, que mira todas las cosas como comunes a todos. Y los panes y los peces aumentaban en las manos de los discípulos. Por eso sigue: "Y comieron todos", etc. Mas no consistió sólo en esto el milagro, sino que hizo que sobraran no panes, sino pedazos de pan, a fin de hacer ver que estos restos eran de los panes, que debían anunciar a los ausentes la realidad del milagro y convencer a todos de que no era una quimera este prodigio. Por eso sigue: "Y alzaron las sobras, doce cestos llenos de pedazos".

San Jerónimo. Cada uno de los Apóstoles llenó un cesto con las sobras que quedaron del milagro del Salvador, con el objeto de hacer ver por las sobras, que realmente eran panes los que fueron multiplicados.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 49,3. E hizo que sobraran doce cestos, para que Judas se llevase también el suyo. Entregó los fragmentos sobrantes a los discípulos y no a las gentes, porque las disposiciones de éstas eran aun más imperfectas que las de los discípulos.

San Jerónimo. Los panes eran cinco y los convidados cinco mil. Por eso sigue: "Y el número de los que comieron fue cinco mil, sin contar las mujeres y los niños".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 49,3. La mayor gloria del pueblo fue el que estuvieran presentes, cuando quedaron estas sobras, las mujeres y los niños.

San Hilario, in Matthaeum, 14. No fueron multiplicados los cinco panes en multitud de panes, sino que se sucedieron los pedazos a los pedazos. Fue la materia del pan la que aumentó, pero ignoro si lo fue en el lugar que servía de mesa o en las mismas manos de los convidados.

Rábano. San Juan nos dice, antes de referirnos este milagro (Jn 6), que la Pascua estaba próxima, San Mateo y San Marcos colocan este hecho inmediatamente después de la muerte de Juan, de donde resulta, que fue decapitado Juan en los días próximos a la Pascua. Y al año siguiente, a la proximidad de la Pascua, fue consumado el misterio de la Pasión del Señor.

San Jerónimo. Todas estas cosas están llenas de misterios. El Señor hizo este milagro, no por la mañana ni al mediodía, sino por la tarde, cuando murió el sol de justicia.

Remigio. Por la tarde, nos designa el evangelista la muerte del Salvador, porque después que aquel sol de la verdad murió en la cruz, todos sus servidores recibieron el alimento. O también, por la palabra tarde, se significa la última edad del mundo, en la que vendrá el Hijo de Dios a saciar a todos los que creen en El.

Rábano. En la súplica de los discípulos al Señor para que despache la gente, a fin de que compren lo que habían de comer, se expresa el disgusto de los judíos hacia los gentiles, a quienes los discípulos juzgaban más aptos para buscar su alimento en las escuelas de los filósofos, que en los libros sagrados.

San Hilario, in Matthaeum, 14. Pero les respondió el Señor: "No tienen necesidad de marcharse", manifestando de esta manera, que no tenían necesidad aquéllos a quienes había curado, ni de alimentarse de una comida venal, ni de volver a Judea para comprarla; y manda a los Apóstoles, que les den de comer. Mas ¿ignoraba acaso, que no había cosa alguna que se les pudiese dar? Pero todo esto debía tener una aplicación típica: los Apóstoles no habían recibido aún el don de confeccionar el pan del cielo y distribuirlo, y su respuesta debe entenderse completamente en un sentido espiritual. Ellos no tenían para alimentarse más que cinco panes, es decir, los cinco libros de la ley, y dos peces, esto es, las predicaciones de los profetas y de Juan.

Rábano. Puede entenderse también por los dos peces, las profecías y los salmos, porque todo el Antiguo Testamento está comprendido en la ley, los profetas y los salmos.

San Hilario, in Matthaeum, 14. Los Apóstoles, pues, ofrecieron primeramente lo que aún poseían, pero la predicación del Evangelio desenvolvió en ellos con abundancia lo que antes poseían. Después de esto, hace sentar al pueblo, que ya no está arrojado en tierra, sino apoyado en la ley, sobre el heno. Cada uno se sienta sobre el fruto de sus obras, como sobre la hierba del suelo.

San Jerónimo. O también los manda sentar sobre el heno, y según otro evangelista (Mc 6), en grupos de cincuenta y ciento, a fin de que, después de haber pisado su carne y los placeres del mundo, como si fueran heno seco, ascendieran por la penitencia desde el número cincuenta al de ciento. Y mira al cielo para enseñarles a dónde deben dirigir sus ojos. Rompe la ley y los profetas, y les pone delante los misterios, a fin de que lo que no les alimentaba cuando estaba entero, alimente dividido en partes a multitud de gentes.

San Hilario, in Matthaeum, 14. Y se entregan los panes a los Apóstoles, porque mediante ellos debían de ser dados los dones de la gracia divina. El número de los convidados es el de los futuros creyentes. Porque se dice en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Ac 4,4), que del gran número del pueblo de Israel, que se hallaba presente, sólo creyeron cinco mil hombres.

San Jerónimo. Mas comieron cinco mil hombres, que habían llegado a la edad madura; y las mujeres y los niños, el sexo débil y los pequeños no eran dignos de ser contados en este número, por eso en el libro de los Números (Nb 1) no se cuentan los siervos, las mujeres, los niños y el pueblo bajo.

Rábano. No crea nuevos alimentos para las gentes hambrientas, sino que después de recibir los que tenían los Apóstoles, los bendijo, porque viniendo El en la carne no predicaba otra cosa más que lo que ya había sido anunciado, y más bien enseñaba que la Ley y los Profetas estaban llenos de misterios. Los discípulos retiran lo que había sobrado a las gentes, porque los misterios más secretos, incomprensibles al vulgo, no deben ser despreciados, sino que deben ser objeto de un estudio serio de parte de los doce Apóstoles, figurados en los doce cestos, y de sus sucesores. Los cestos sirven para usos manuales, y Dios eligió lo que es vil a los ojos del mundo para confundir a los fuertes (1Co 1) También se pueden tomar los cinco mil convidados por los cinco sentidos del cuerpo humano, empleados con utilidad durante la vida en las cosas materiales.

MATEO 14,22-33


4422 (Mt 14,22-33)

Y Jesús hizo subir luego a sus discípulos en el barco, y que pasasen antes que El a la otra ribera del lago, mientras despedía la gente, y luego que la despidió, subió a un monte solo a orar. Y cuando vino la noche, estaba El allí solo. Y el barco, en medio de la mar, era combatido de las ondas; porque el viento era contrario. Mas a la cuarta vigilia de la noche, vino Jesús hacia ellos, andando sobre el mar. Y cuando le vieron andar sobre la mar, se turbaron y decían: "que es fantasma". Y de miedo comenzaron a dar voces. Mas Jesús les habló al mismo tiempo y dijo: "Tened buen ánimo: yo soy, no temáis". Y respondió Pedro y dijo: "Señor, si tú eres, mándame venir a Ti sobre las aguas". Y El le dijo: "ven". Y bajando Pedro del barco, andaba sobre el agua para llegar a Jesús. Mas viendo el viento recio, tuvo miedo; y como empezase a hundirse, dio voces diciendo: "valedme, Señor". Y luego, extendiendo Jesús la mano, trabó de él y le dijo: "hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?" Y luego que entraron en el barco, cesó el viento. Y los que estaban en el barco, vinieron y le adoraron diciendo: "Verdaderamente Hijo de Dios eres". (vv. 22-33)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 49,3. Queriendo dar una prueba contundente de la veracidad de lo que había acontecido, ordenó a los que habían presenciado el milagro de la multiplicación de los panes que se apartaran de El. El por su parte se retiró al monte a orar, porque estando presente se podía pensar que el milagro había sido una fantasía y no había acontecido realmente, pero esto no sucedería si se ausentaba.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 49,3. Es necesario tener presente que cuando el Señor obra cosas grandes despacha a las multitudes, dándonos a entender con este proceder, que jamás debemos buscar el aplauso popular ni hacer que nos siga la multitud. También nos enseña que no debemos confundirnos continuamente con ella, ni alejarnos siempre de ella, sino que debemos practicar sucesivamente las dos cosas. Por eso sigue: "Y luego que despidió la gente, subió a un monte solo", etc. , hecho que nos dice cuán buena es la soledad para la oración. Por esto se marchó al desierto y permaneció allí en oración toda la noche, para darnos a entender que debemos buscar para dirigir nuestras súplicas las ocasiones y los sitios tranquilos.

San Jerónimo. Cuando dice que subió solo a orar, no debemos referirnos a aquel que con cinco panes sació a cinco mil hombres, sino a aquel que, después de saber la muerte de Juan, se retiró a la soledad; no porque trate el evangelista de dividir la persona del Señor, sino solamente las obras, que son propias de la divinidad y las que lo son de la humanidad.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,47. Parece haber una contradicción entre lo que nos dice San Mateo, esto es, que después de despedidas las gentes fue cuando subió el Señor solo a orar, y entre lo que pone San Juan, que nos indica que subió el Señor antes de que fuesen despedidas las gentes. Pero como el mismo San Juan dice que se fue al monte para evitar que el pueblo lo aclamara rey, es ciertamente indudable que para alimentar a tanta gente, el Señor debió haber descendido del monte a la llanura. Por consiguiente no hay contradicción entre San Mateo que dice: "Que subió solo a orar al monte" y San Juan, que pone (Jn 6,15): "cuando comprendió el Señor que le iban a coger para proclamarle rey, se retiró solo a la montaña, etc. ". Porque la razón que tenía para orar, no excluye la que tenía para huir, puesto que el mismo Señor nos enseña que debemos acudir a la oración siempre que tengamos precisión de huir. Lo que pone San Mateo anteriormente (Mt 14,22) -que el Señor mandó entrar en el barco a sus discípulos y que en seguida, después de haber despedido las gentes, subió solo a la montaña para orar- no está en oposición con la narración de San Juan, que nos presenta al Salvador huyendo, desde luego, solo hacia la montaña, en las palabras Jn 6,16: " Y a la caída de la tarde bajaron los discípulos al mar y subieron en un barco, etc. " Porque ¿quién no ve que San Mateo no hace más que recapitular lo que el Señor mandó antes de huir a la montaña y que San Juan lo expone después cuando fue practicado por los discípulos?

San Jerónimo. Con razón se retiraron los apóstoles con cierto pesar y repugnancia del Señor, pues temían naufragar si El estaba ausente. Por esta razón sigue: "Y cuando vino la noche, el barco en medio de la mar era combatido por las ondas".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 50,1. Ved aquí otra vez a los discípulos expuestos a la tempestad; pero en la primera tenían al Salvador a su lado en el barco, mas ahora están solos; de esta manera van poco a poco aprendiendo a sufrir con valor todos los contratiempos.

San Jerónimo. Cuando el Señor permanecía en la montaña orando, se levanta un viento contrario, agita el mar y pone en peligro la vida de los apóstoles hasta la llegada de Jesús.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 50,1. Y permite que estuvieran toda la noche en peligro, para de esta manera levantar más el corazón de los discípulos con el temor y suscitar en ellos un deseo grandísimo de tener siempre presente al Señor y de que los socorriese continuamente. Por eso no los ayudó en el acto. Prosigue: "Mas a la cuarta vigilia", etc.

San Jerónimo. Porque el tiempo se dividía por las centinelas y velas militares. Al decir, pues, el evangelista, que llegó el Señor a la cuarta vigilia, nos manifiesta que toda la noche estuvieron en peligro los discípulos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 50,1. De esta manera les enseña el Señor a no buscar una rápida solución a los males que nos sobrevengan, y a sufrirlos con valor cuando vinieren. Cuando los discípulos creían que se habían salvado del naufragio, aumentó su temor. Por eso sigue: "Y cuando le vieron se turbaron", etc. Tal es la conducta del Señor; advierte con las cosas más difíciles siempre que va a poner fin a algún mal. Porque no queriendo probar por más tiempo al justo y tocando al fin sus combates, aumentan las dificultades para que sus méritos sean mayores; así ocurrió con Abraham, a quien mandó como última prueba la inmolación de su hijo.

San Jerónimo. La gritería confusa y las voces inciertas, son indicio de un grandísimo alboroto. Y si según Marción y Maniqueo, el Señor no nació de la Virgen y no era más que una apariencia, ¿cómo se explica ese temor de los apóstoles cuando creyeron ver un fantasma?

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 50,1. Cristo no se dio a conocer a sus discípulos hasta que gritaron. Porque cuanto mayor fuese su temor, mayor sería su alegría al verle presente. Por eso sigue: "Mas Jesús les habló al mismo tiempo y les dijo: "Tened buen ánimo: yo soy, no temáis"; palabras que calmaron el temor de los discípulos y les infundieron confianza.

San Jerónimo. Cuando dice: "Yo soy", no añade quién es El; ya porque por el timbre de la voz tan conocida a ellos, podían comprender quién les hablaba en medio de las tinieblas de una noche tan oscura; o ya porque podían conocer que el que les hablaba era el mismo que sabían ellos habló a Moisés en estos términos (Ex 3,14): "Dirás esto a los hijos de Israel: El que es, me ha mandado a vosotros". Pedro dio pruebas en todas las ocasiones de una fe grandísima y con esta fe tan ardiente, creyó (mientras los demás se callaban) que con el poder de su Maestro podría hacer lo que no podía con sus fuerzas naturales. Por eso sigue: "Y respondió Pedro y dijo: Señor, si tú eres, mándame venir a ti", etc. Manda tú, Señor y en seguida las olas tomarán solidez y mi cuerpo, que es pesado por sí, se hará ligero.

San Agustín, sermones, 76,5. Porque por mí nada puedo, sino por ti. Conoció Pedro hasta dónde alcanzaba su poder y el de aquel por cuya voluntad creyó podía hacer lo que no podía la débil naturaleza humana.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 50,1. Mirad cuán grande es su fervor, cuán grande es su fe; no dijo "ruega", "suplica", sino "manda". Porque no solamente creyó que Cristo podía andar sobre las aguas, sino también hacer que otros anduviesen y deseó vivamente ir a El, no para que hiciera ostentación de este prodigio, sino por el grande amor que tenía a Jesús. Porque no dijo: "mándame andar sobre las aguas, sino mándame ir a ti". Es evidente que en el milagro de andar sobre las aguas, se ve el dominio del Señor sobre el mar; pero aun es superior a ese el milagro siguiente: "Y El le dijo: ven. Y bajando Pedro del barco, andaba sobre el agua".

San Jerónimo. Los que opinan que el cuerpo del Señor no era un cuerpo verdadero, porque marchaba sobre las aguas, sino un cuerpo fluido y aéreo, contesten cómo pudo andar Pedro, que indudablemente era verdadero hombre.

Rábano. Finalmente, Teodoro escribió, que el cuerpo del Señor no tenía peso material y que anduvo sobre el mar sin peso alguno, pero esto es contrario a la fe católica. Porque dice Dionisio1, que el Señor marchaba sobre las olas, no con pies líquidos y sin consistencia, sino con pies que tenían un peso corporal y que eran una carga material sobre las aguas.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 50,2. Pedro, después de haber vencido la mayor dificultad, esto es, el andar sobre las aguas, se asusta en lo que era menos difícil, esto es, en el embate del viento. Por eso sigue: "Mas viendo el viento recio tuvo miedo". Porque así es la naturaleza humana. Frecuentemente obra bien en las cosas grandes y es digna de reprensión en las insignificantes. El temor de Pedro marca una diferencia grande entre el Maestro y el discípulo, pero al mismo tiempo calmaba a sus compañeros. Ya no habían visto con buenos ojos que los dos hermanos se sentasen a la derecha del Señor (Mt 20) Aun más se hubieran disgustado en este caso. Esto se debía a que aún no estaban llenos del Espíritu Santo; pero después que tuvieron ese Espíritu, reconocieron el primado de Pedro y le dieron la presidencia en todas sus reuniones.

San Jerónimo. Deja tomar algún incremento a la tentación para que aumente su fe y para que comprenda que su salvación no fue resultado de su súplica, sino del poder del Señor. Ardía en su alma la fe, pero la fragilidad humana le arrastraba al abismo.

San Agustín, sermones, 76,8. Pedro puso, desde luego, su esperanza en el Señor y todo lo pudo por el Señor. Como hombre tuvo miedo, pero se volvió al Señor. Por eso sigue: "Y como empezase a hundirse, dio voces, etc. " ¿Y podía acaso el Señor abandonar al que zozobraba, oyendo sus súplicas? Por eso sigue: "Y luego, extendiendo el Señor la mano, etc. ".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 50,2. No mandó el Señor a los vientos que se calmasen, sino que extendió su mano y asió a Pedro, porque era necesario que tuviese fe. Porque cuando nos falta a nosotros lo que es propiamente nuestro, lo que es de Dios jamás falta y para manifestarle que no era el furor del viento sino su poca fe lo que le hacía temer por su vida, le dice: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?" Palabras que dan a entender que, si hubiera tenido mucha fe, no hubiera temido que el viento lo dañase. Y así como una madre recoge con sus alas y mete de nuevo en el nido al pollo que se sale del nido antes de tiempo y que está a punto de caer, así también lo hizo Cristo. Por eso sigue: "Y luego que estuvieron en el barco, le adoraron diciendo: "Verdaderamente, Hijo de Dios eres".

Rábano. Esto debe entenderse de los que iban en el barco, o de los apóstoles.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 50,2. Ved cómo el Señor va enseñando poco a poco a todos hasta en las cosas más elevadas. Antes reprende al mar y ahora demuestra más su poder andando sobre el mar, mandando a otro andar también y salvándolo cuando peligraba. Por eso decían de El: "Verdaderamente Hijo de Dios es", cosa que hasta entonces no habían dicho.

San Jerónimo. Si, pues, a una sola señal del Señor se calma el mar, (cosa que acontece algunas veces y por casualidad, después de violentas tempestades) y los que iban en el barco y los que lo conducían, confiesan que el Señor verdaderamente es Hijo de Dios, ¿por qué predica Arrio en la Iglesia que sólo es una criatura?

San Agustín, sermones, 75,2-3. Y en sentido místico, toda montaña es una altura. ¿Y qué cosa hay en el mundo más alta que el cielo? Nuestra fe conoce quién es Aquel que sube al cielo; ¿y por qué sube solo? Porque no sube al cielo nadie más que Aquel que descendió del cielo (Jn 3) Aun cuando al final de los tiempos vendrá El y nos llevará al cielo, aun entonces subirá solo, porque la cabeza con el cuerpo formará un solo Cristo. Ahora sube sólo la cabeza y sube a orar, porque sube hasta el Padre para interceder por nosotros.

San Hilario, in Matthaeum, 14. O también, está solo por la tarde, para manifestarnos su soledad durante su pasión, dejándolo abandonado los mismos creyentes.

San Jerónimo. Sube también solo a la montaña, porque las gentes no lo podían seguir a las cosas elevadas, como no hayan sido enseñadas junto al mar en la ribera.

San Agustín, sermones, 75,3. Sin embargo, mientras ora Jesús en la altura, mar adentro es agitada la barquilla por las grandes olas, y puesto que éstas suben, también la barquilla puede quedar sumergida. Tenemos representada la Iglesia por la barquilla y al mundo por el mar tempestuoso.

San Hilario, in Matthaeum, 14. Al mandar el Señor a sus discípulos subir en el barco y atravesar el estrecho, mientras El despide la gente y sube a la montaña a orar, nos manda vivir dentro de la Iglesia y en medio del mundo hasta que, volviendo en la gloria de su venida, dé la salud al resto del pueblo de Israel y les perdone sus pecados. Después de perdonado el pueblo, o mejor dicho, después de admitido en el reino celestial, El se sentará dando gracias a Dios Padre, en su gloria y majestad. Sin embargo, los discípulos son entregados a los vientos y a la mar y a las tormentas del mundo, que levanta contra ellos el espíritu del mal.

San Agustín, sermones, 75,7. Cuando alguno que tiene una voluntad perversa, o grandísimo poder, levanta una persecución contra la Iglesia, ésta es la gran ola que azota la barquilla.

Rábano. Con esta razón se nos presenta solo en la tierra, mientras el barco está en alta mar. Porque frecuentemente la Iglesia está sometida al peso de la aflicción y parece como abandonada por algún tiempo por Dios.


San Agustín, sermones, 75,7. Llegó el Señor a donde estaban los discípulos temerosos de la tempestad, a la cuarta vigilia de la noche, es decir, al finalizar la noche, porque cada vigilia comprende tres horas y la noche por consiguiente se compone de cuatro vigilias.

San Hilario, in Matthaeum, 14. La primera vigilia fue la de la ley, la segunda la de los profetas, la tercera la de la venida corporal y la cuarta será la de la vuelta de la gloria.

San Agustín, sermones, 75,7. En la cuarta vigilia de la noche (esto es, casi al terminar la noche), el Señor vendrá al finalizar los tiempos (después de pasada la noche de la iniquidad) a juzgar a los vivos y a los muertos. Mas ha venido ya de una manera maravillosa. Porque se levantaban las olas y las pisoteaba y por más poderosas que se levanten las potestades del mundo, su cabeza quedará aplastada bajo los pies de aquel que es nuestra cabeza.

San Hilario, in Matthaeum, 14. Y cuando venga el Señor, encontrará cansada a su Iglesia y rodeada de los males que levantarán el Anticristo y el espíritu del mundo. Y las costumbres del Anticristo empujarán a los fieles hacia todo género de tentaciones. Tendrán miedo hasta de la venida de Cristo por el temor que les infundirá el Anticristo con las falsas imágenes y fantasmas que les pondrá a la vista; pero el Señor, que es tan bueno, aleja de ellos ese temor, diciendo: "Soy yo" y rechaza con la fe en su venida el inminente peligro.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,15. O también se entiende por las palabras de los discípulos "que era un fantasma", que sólo dudarán de la venida de Cristo aquellos que se entregasen al diablo. Y cuando Pedro pidió al Señor que le socorriese para no perecer entre las olas, se nos da a entender en esa tribulación de Pedro, que la Iglesia, después de la última persecución, será aún purificada con algunas otras tribulaciones. Esto mismo lo significa San Pablo cuando dice (1Co 3,15): "El será salvo, pero sin embargo, como por el fuego".

San Hilario, in Matthaeum, 14. O también, el adelantarse Pedro a todos los que estaban en el barco para responder y suplicar al Señor que le mandase ir a El sobre las aguas, significa el cariño que tendrá al Señor durante su pasión, a donde le seguirá y le acompañará con desprecio de la muerte; pero su timidez figura la debilidad que había de mostrar en esta prueba futura, en que el miedo de la muerte lo llevaría a la negación, y su grito expresa los gemidos de su penitencia.

Rábano. El Señor lo miró y lo convirtió a la penitencia, extendió sus manos y le dio el perdón; de esta manera el discípulo encontró la salvación, que no viene del que la quiere ni del que corre, sino de Dios, que se compadece de él (Rm 9,16)

San Hilario, in Matthaeum, 14. Ved aquí la razón de por qué el Señor no concedió a Pedro, que estaba temblando de miedo, la fuerza necesaria para que llegase a El, sino que lo cogió de la mano y lo sostuvo. Sólo el que había de padecer por todos los hombres perdona los pecados y no admite compañero alguno en la obra de salvación el que se entrega solo por la universalidad de los hombres.

San Agustín, sermones, 76,4. En un sólo apóstol (esto es, en Pedro, el primero del colegio apostólico y su cabeza y en quien estaba representada la Iglesia), se nos significan las dos cosas, esto es, la fuerza cuando andaba sobre las aguas y la debilidad cuando dudó. Cada uno tiene su tempestad en la pasión que lo domina. ¿Amas a Dios? Andas sobre las aguas y tienes a tus pies el temor del mundo. ¿Amas al mundo? El te sumergirá; pero cuando tu corazón esté agitado por el placer, invoca la divinidad de Cristo, a fin de vencer las pasiones.

Remigio. El Señor os socorrerá si tenéis confianza en que por su protección serán alejados los peligros de las tentaciones. Y esto se verificará a la aproximación de la aurora. Porque cuando la fragilidad humana, sumergida en las aflicciones, considera sus pocas fuerzas, no ve a su alrededor más que tinieblas; pero cuando levanta su alma hacia los favores celestiales, ve de repente la salida del sol, que ilumina toda la vigilia de la noche.

Rábano. Nada tiene de maravilloso que, subiendo el Señor al barco, cesara el viento. Porque en todos los corazones en que está el Señor presente por su gracia, bien pronto se calman todos los combates.

San Hilario, in Matthaeum, 14. También la tranquilidad del viento y del mar al subir el Señor al barco, figura la paz y la tranquilidad que el Señor concederá a su Iglesia después de su vuelta de su gloria, y como entonces vendrá con más claridad, con razón dirán todos llenos de admiración: "Verdaderamente Hijo de Dios eres tú". Entonces confesarán todos completa y públicamente, que el Hijo de Dios ha vuelto, no ya con la humildad de su cuerpo, sino con su gloria celestial, a dar la paz a su Iglesia.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,15. Porque se nos indica también que su gloria será entonces más clara para aquellos que marchan ahora por la fe y entonces verán al Señor en sí mismo.


Catena aurea ES 4415