Catena aurea ES 4434

MATEO 14,34-36


4434 (Mt 14,34-36)

Y habiendo pasado a la otra parte del lago, fueron a la tierra del Genesar. Y después que le conocieron los hombres de aquel lugar, enviaron por toda aquella tierra y le presentaron todos cuantos padecían algún mal. Y le rogaban que les permitiese tocar siquiera la orla de su vestido. Y cuando la tocaron, quedaron sanos. (vv. 34-36)

Remigio. El evangelista nos ha referido más arriba, que mandó el Señor a sus discípulos que subiesen al barco y pasasen antes que El al otro lado del estrecho. Ahora, siguiendo la narración comenzada, nos dice a dónde llegaron después de la travesía: "Y habiendo pasado al otro lado del lago, fueron a la tierra del Genesar".

Rábano. La tierra del Genesar, que se extiende sobre las riberas del lago de Genesaret, toma su nombre de la naturaleza del mismo lugar. Viene este nombre de un vocablo griego que significa engendrar el viento, porque saltan tanto las aguas en este sitio, que parece como que forman ráfagas de viento.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 50,2. Nos manifiesta el evangelista, que después de una larga ausencia llegó el Señor a aquel país y por eso sigue: "Y después que lo conocieron".

San Jerónimo. Lo conocieron por su fama, mas no porque lo habían visto, aunque muchos seguramente lo conocían de vista y a causa de los milagros asombrosos que hacía en los pueblos. Y ved aquí la gran fe de los habitantes del Genesar. No se contentan con la curación de los que estaban presentes, sino que avisan a todas las ciudades vecinas para que acudan al médico.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 50,2. Y no lo hacían como para probarlo, ni le arrastraban a las casas, ni le exigían la imposición de las manos, sino que lo atraían por su gran fe. Por eso sigue: "Y le presentaron cuantos padecían algún mal y le rogaban que les permitiese tocar siquiera la orla de su vestido". La mujer, que padecía el flujo de sangre, fue la que enseñó a todos que, tocando la orla del vestido de Cristo, se alcanzaba la salud. Se ve claramente por lo dicho anteriormente, cómo no desapareció, durante la ausencia del Señor, la fe de esos hombres, sino que aumentó, y por esta fe tan grande fueron todos sanados. Por eso continúa: "Y cuantos la tocaron quedaron sanos".

San Jerónimo. Si comprendiéramos nosotros lo que significa en nuestra lengua la palabra Genesar, sabríamos cómo Jesús, por este hecho de los apóstoles y del barco, pasa al otro lado, es decir, a la ribera, siendo esto figura de la Iglesia después de haberla sacado libre del naufragio de las persecuciones y la hace descansar en el puerto más tranquilo.

Rábano. La palabra Genesar significa principio del nacimiento y nosotros tendremos completa tranquilidad cuando se nos devuelva mediante Cristo la herencia del paraíso y la alegría de la investidura primigenia.

San Hilario, in Matthaeum, 14. O de otro modo, después de terminado el tiempo de la ley y de haber entrado en la Iglesia cinco mil hijos de Israel, sale el pueblo fiel, libre ya de la ley por la fe, al encuentro del Señor y le presenta a los que quedan aún enfermos y convalescientes, pero deseosos de tocar la orla del vestido del Señor que los ha de salvar por la fe. Porque así como de toda la orla del vestido sale la virtud del Espíritu Santo, así también sale de Nuestro Señor Jesucristo, se transmite a los apóstoles y saliendo de éstos como de su propio cuerpo, sana a todos los que deseaban tocarla.

San Jerónimo. O también, los preceptos leves están representados por la orla del vestido, porque el que los violase será llamado el más pequeño en el Reino de los Cielos (Mt 5)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 50,2. Mas nosotros, no sólo tenemos la orla o vestido de Cristo, sino también su cuerpo para que lo comamos. Consiguientemente, si recibieron tan grande virtud los que tocaron la orla del vestido de Cristo, mucho mayor será la que tendrán los que reciban al mismo Cristo todo entero.

MATEO 15,1-6


4501 (Mt 15,1-6)

Entonces se llegaron a El unos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: "¿Por qué tus discípulos traspasan la tradición de los ancianos? Pues no se lavan las manos cuando comen pan". Y El respondiendo, les dijo: "Y vosotros, ¿por qué traspasáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? pues Dios dijo: Honra al padre y a la madre. Y: Quien maldijere al padre o a la madre, muera de muerte. Mas vosotros decís: Cualquiera que dijere al padre o a la madre: Todo don que yo ofrezco a ti aprovechará. Y no honrará a su padre o a su madre: y habéis hecho vano el mandamiento de Dios por vuestra tradición". (vv. 1-6)

Rábano. Los hombres del Genesar y los menos instruidos creen, mientras que los que parecen sabios van al combate, según aquellas palabras (Mt 11,25): "Ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeñuelos". Por eso se dice: "Entonces se llegaron".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,49. El evangelista ha enlazado el orden de su narración, de manera que las palabras: "Entonces se llegaron", indican una trasmisión a fin de seguir el mismo orden en lo que va a decir después.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,1. Designa el evangelista aquí la época para manifestar la inefable perversidad de ellos, superior a la de todo hombre. Se llegan ellos al Señor cuando ven los muchos milagros que obra y los muchos enfermos que se curan con sólo tocar la orla de su vestido. Y cuando se dice que los escribas y fariseos vinieron de Jerusalén, no debemos olvidar que estaban diseminados por todas las tribus y que los peores de todos eran los que habitaban en la metrópoli, en atención a que gozaban de mayores honores y eran por lo mismo más soberbios.

Remigio. Por dos motivos son reprensibles. Porque venían de Jerusalén, lugar santo, y porque, siendo ellos los ancianos del pueblo y los doctores de la ley, vinieron no a aprender del Señor, sino a combatirlo, diciendo: "Por qué tus discípulos traspasan la tradición", etc.

San Jerónimo. Gran necedad la de los fariseos y de los escribas. Arguyen al Hijo de Dios el no observar las tradiciones y las órdenes de los hombres.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,1. Mirad cómo son cogidos en su misma pregunta. Porque no dicen: por qué traspasan la ley de Moisés; sino: la tradición de los ancianos. Por donde se ve bien claro que los sacerdotes introducían muchas novedades, a pesar de haber dicho Moisés (Dt 4,2): "No añadiréis nada a la palabra que os propongo hoy, ni quitaréis nada de ella" y cuando les convenía quedar exentos de ciertas observancias, se comprometían con otras nuevas, por temor de que alguno les usurpara el poder supremo, queriendo ser más temibles, como si fueran ellos los legisladores.

Remigio. San Marcos nos refiere esas tradiciones con estas palabras (Mc 7,3): "Los fariseos y odos los judíos no comían pan, si antes no se lavaban muchas veces las manos" y por eso reprenden a los discípulos de Cristo, diciendo: "¿Por qué no se lavan?" etc.

Beda. Ellos toman en sentido carnal las palabras de los profetas parecidas a éstas (Is 1,16): "Lavaos y sed puros". Observaban el lavarse sólo el cuerpo y por eso establecieron que no se debía comer sino con las manos lavadas.

San Jerónimo. Las manos, esto es, no las obras del cuerpo, sino del espíritu, deben lavarse para que por ellas se obre la Palabra de Dios.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,1. Precisamente los discípulos comían sin lavarse las manos porque despreciaban todo lo superfluo y sólo atendían a lo necesario y no tenían por precepto de la ley el lavarse o no lavarse. Practicaban lo uno y lo otro, según se presentaban las ocasiones. Porque ¿cómo se habían de ocupar de estas superficialidades los que despreciaban hasta el alimento indispensable?

Remigio. O bien, los fariseos reprenden a los discípulos del Señor, no porque se laven según lo exigen las costumbres y la oportunidad de los tiempos, sino porque no se lavaban según tradición supersticiosa de los ancianos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,1. Mas Cristo no se excusó, sino que les replicó inmediatamente, haciéndoles ver que aquellos que cometían las faltas más grandes no debían preocuparse de las faltas ligeras cometidas por otros y por eso sigue: "Y El respondiendo, les dijo: Y vosotros, ¿por qué traspasáis?" No les dice que los discípulos obren bien con esta infracción, a fin de no dar a los judíos motivo para calumniar, ni tampoco condena a los discípulos, por evitar el que creyeran que aprobaba semejantes tradiciones; ni acusa a los ancianos porque hubieran rechazado esa acusación como injuriosa, sino que hace recaer su reprensión sobre los que habían venido a verlo. Y con respecto a los ancianos que habían establecido esa tradición, dice: "Y vosotros, ¿por qué traspasáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?" Como si dijera

San Jerónimo. "¿con que vosotros, que despreciáis los preceptos divinos a causa de una tradición humana, pretendéis reprender a mis discípulos porque tienen en poco aprecio los preceptos de los ancianos cuando se trata de cumplir los mandamientos de Dios? Porque Dios ha dicho: "Honra a tu padre y a tu madre" y este honor del que habla la Escritura no consiste sólo en los saludos y respetos exteriores, sino en los socorros y donativos que hay obligación de hacer". "Honra -dice el apóstol (1Tm 5,3)- a las viudas que lo son en verdad" y aquí la palabra honor significa donativo. Por eso el Señor, teniendo en consideración la indigencia, la edad y la pobreza de los padres, tiene mandado que los hijos honren a sus padres; es decir, que les den o les proporcionen las cosas necesarias a la vida.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,2. Quiso el Señor manifestar la necesidad de honrar a los padres y por esta razón manda premiar al que observe este precepto mientras que el que lo quebrante padecerá. Y el premio que promete a los que honran a sus padres consiste en una larga vida sobre la tierra y la pena que sufrirán los que los abandonan, será tan terrible que los llenará de asombro a ellos mismos, y convertirá a otros. Por eso añade: "Y quien maldijere al padre o a la madre, muera de muerte". Son palabras que nos dicen bien claro que esa clase de gente es digna de la pena de muerte. De aquí se sigue que, si el que deshonra a sus padres de palabra es digno de muerte, mucho más dignos de muerte sois vosotros que los deshonráis con vuestras obras. Y no sólo deshonráis a los padres, sino que enseñáis a otros a hacer lo mismo. ¿Cómo, pues, vosotros, que debéis morir, acusáis a mis discípulos? Además, el Señor les manifiesta cómo ellos infringen el mandamiento de Dios, cuando añade: "Y cualquiera que dijere al padre o a la madre: Todo don que yo ofrezco a ti aprovechará", etc.

San Jerónimo. Deseando los escribas y los fariseos abolir la ley citada anteriormente, que era la manutención de los padres y de las madres e introducir la impiedad bajo el velo de la piedad, enseñaron a los hijos perversos que si alguno quisiere consagrar a Dios lo que estaba en la obligación de ofrecer a sus padres, debía preferir a Dios -que es el verdadero padre- a los socorros que reclamaban las necesidades de sus padres y de sus madres.

Glosa. El sentido es éste: lo que yo ofrezco a Dios, me aprovecha a mí y a vosotros y por lo tanto no debéis tomar mis cosas para vuestros usos, sino sufrir que yo las ofrezca a Dios.

San Jerónimo. De esta manera los padres, a fin de no incurrir en el crimen de sacrilegio, se abstenían de las cosas que creían consagradas a Dios y se morían de hambre; de donde resultaba que las ofrendas de los hijos, bajo el pretexto de que se destinaban al templo y al culto de Dios, daban una gran ganancia a los sacerdotes.

Glosa. De modo que esa enseñanza forma este sentido. Cualquiera -es decir, cualquiera de vosotros, oh, jóvenes- habrá dicho (esto es, podrá decir o dirá) a su padre o a su madre: "Oh padre, el donativo que viene de mí y yo ofrezco a Dios te aprovechará a ti. Maravilloso modo de pensar, como si dijera: pasará a vuestro uso, esto es, no debéis tomarlo a fin de no haceros culpables de sacrilegio". También puede entenderse de esta manera, sobreentendiendo algunas cosas. "Cualquiera que dijere al padre, etc. ", sobreentienda que cumplirá el mandato de Dios, o cumplirá la ley, o será digno de la vida eterna.

San Jerónimo. Puede también entenderse en estas pocas palabras. Obligáis a los hijos a decir a sus padres: el donativo que yo debía ofrecer a Dios, lo consagro a vuestro alimento y te aprovecha a ti, oh padre y madre. Es como si dijera: ¡No!

Glosa. De esta manera persuadiendo con vuestra avaricia al joven, éste no honrará al padre y a la madre y por eso sigue: "Y no honrará a su padre y a su madre". Como si dijera: "vosotros inculcáis a los hijos estos principios perversos y por eso los hijos no honran después a sus padres. De esta manera hacéis servir el mandamiento de Dios sobre los socorros que deben dar los hijos a sus padres, para vuestra avaricia".

San Agustín, contra adversarium legis et prophetarum, 2,1. Evidentemente Cristo nos demuestra aquí que ésta es la ley de Dios de la que blasfeman los herejes y de la que los judíos tenían esas tradiciones, distintas de los libros proféticos y legítimos que el apóstol llama (1Tm 4) "Fábulas profanas y cuentos de viejas".

San Agustín, contra Faustum, 16,24. Muchas cosas nos enseña aquí el Señor. Desde luego no trató de retraer a los judíos de su Dios ni de infringir los mandamientos de Dios. Tan lejos estuvo de esto, que reprendía a aquellos mismos que los quebrantaban y no los practicaban tal como los había dado Moisés.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,16. O de otra manera: "Todo don que yo ofrezco, a ti aprovechará", esto es, el donativo que ofreces por causa mía, te pertenece a ti desde luego. Palabras que significan que los hijos cuando han llegado a la edad de poder ofrecer por sí mismos, no necesitan de las ofertas de sus padres. Los fariseos miraban como exentos de toda culpabilidad a los hijos que llegaban a la edad de poder hacer esto y si se lo decían a sus padres, ni les faltaban al respeto ni al honor que se les debe.

MATEO 15,7-11


4507 (Mt 15,7-11)

"Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo: Este pueblo con los labios me honra, mas el corazón de ellos está lejos de mí. Y en vano me honra, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres". Y habiendo convocado a sí a las gentes, les dijo: "Oíd y entended. No ensucia al hombre lo que entra en la boca, mas lo que sale de la boca, eso ensucia al hombre". (vv. 7-11)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,2. Había demostrado el Señor que no eran dignos los fariseos de acusar a los que infringían los mandamientos de los ancianos puesto que ellos mismos violaban la ley de Dios. Ahora insiste de nuevo en esta misma demostración valiéndose del profeta. Por eso dice: "Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, etc. "

Remigio. Se llama hipócrita a aquel que disimula, porque hace una cosa y siente otra distinta en su corazón. Con razón, pues, llama hipócritas a los fariseos. Porque con el pretexto de dar culto a Dios, no deseaban más que amontonar para sí grandes riquezas.

Rábano. Isaías previó esta hipocresía de los judíos y los vio combatir el Evangelio y por eso dijo en nombre del Señor: "Este pueblo me honra con los labios, etc. "

Remigio. Porque el pueblo parecía que se acercaba a Dios y le honraba con sus labios y con su boca en el mismo hecho de gloriarse de no reconocer más que un sólo Dios. Pero su corazón estaba muy distante de Dios, puesto que a pesar de haber visto tantas señales y milagros, no quisieron conocer la divinidad del Señor, ni recibirlo.

Rábano. También le honraban con los labios, cuando decían (Mt 22): "Maestro, sabemos que tú eres la verdad"; mas su corazón estuvo muy lejos de El cuando mandaron hombres que le armaran emboscadas y le echaran mano en el sermón.

Glosa. O también le honraban cuando recomendaban la limpieza exterior. Pero no teniendo la interior, que es la verdadera, estaba su corazón muy lejos de Dios y por eso era inútil semejante honor. Por eso sigue: "Y en vano me honran enseñando doctrinas y mandamientos de los hombres".

Rábano. Y no tendrán recompensa en compañía de los verdaderos adoradores, porque enseñan, despreciando los mandamientos de Dios, las doctrinas y mandamientos de los hombres.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,3. Después de haber recargado el Señor la acusación de los fariseos con el testimonio del profeta y viendo que no se corregían, no les habla más y se dirige al pueblo: "Y habiendo convocado a sí a las gentes, les dijo: Oíd y entended". Como les va a exponer un dogma elevado y lleno de profunda filosofía, no se contenta con anunciarlo simplemente, sino que los prepara para que reciban su discurso, ya manifestando el honor y la solicitud que tiene para con el pueblo -cosa que expresa el evangelista, por las palabras: "Y habiendo convocado a sí a las gentes, etc. "- ya también por las circunstancias en que se encuentra, puesto que propone su ley a fin de que sea más aceptable, después de haber resucitado muchos muertos y después de haber triunfado de los fariseos. Y no se contenta con llamar al pueblo, sino que gana su atención con las palabras: "Oíd y entended"; esto es, atended y levantad vuestros corazones para oír esto. Y no les dijo que no había necesidad de distinguir entre los manjares, ni les añadió que no eran acertadas las prescripciones de Moisés; sino que valiéndose del testimonio de la naturaleza de las mismas cosas, les habla como amonestándolos y aconsejándolos: "No ensucia al hombre lo que entra en la boca, etc. "

San Jerónimo. Pone la palabra "comunica". La palabra comunicar es propia de las Escrituras y no se emplea en el lenguaje ordinario. El pueblo judío, gloriándose de que formaba la parte elegida de Dios, da el nombre de alimentos comunes a aquellos que usan todos los hombres, como por ejemplo, la carne de puerco, la de liebre y de otros animales que no tienen la pezuña dividida, los que no rumian, y entre los peces, los que no tienen escamas. Por eso dice en los Hechos de los apóstoles (Ac 10,15): "No mirarás como cosa común lo que Dios ha santificado", de suerte que la palabra común se aplica a los alimentos que se encuentran en los demás pueblos y no formando parte del pueblo de Dios, deben tenerse como impuros.

San Agustín, contra Faustum, 6,6. En el Antiguo Testamento están prohibidas ciertas carnes pero esta prohibición no está en oposición con las palabras del Señor: "No ensucia al hombre lo que entra en la boca, etc. " ni con las que dice el apóstol (Tt 1,15): "Todo lo expuso para los que están puros" y (1Tm 4,5): "Toda criatura de Dios es buena". Comprendan los maniqueos, si pueden, cómo el apóstol habló aquí de las mismas sustancias. La Escritura por ciertas preocupaciones propias de los tiempos consideró como impuros algunos animales, no por su naturaleza, sino a causa de la significación que entonces tenían. Por ejemplo, si se trata del puerco y del cordero, los dos animales son puros por su naturaleza porque "toda criatura de Dios es buena" y sin embargo, el puerco es impuro y el cordero puro por el significado particular que se les daba. Es como si dijéramos: el necio y el sabio; los dos son puros por el sonido de la voz, las letras y las sílabas de que se componen. Pero por cierto significado, una de estas palabras -el necio- puede decirse que es impuro, no por su naturaleza, sino porque significa alguna cosa impura y quizás en el orden de las figuras sea el puerco lo mismo que el necio en el de las realidades. Así este animal significaría completamente lo mismo que las dos sílabas de necio. La ley considera como impuro al animal que no rumia y esto no es defecto suyo, sino de la naturaleza. Mas hay algunos hombres, representados como impuros y figurados por este animal, que son efectivamente impuros por sus vicios, mas no por su naturaleza. Porque después de haber oído con gusto las palabras de la sabiduría, después no vuelven jamás a pensar en ellas. Porque cuando habéis oído una cosa útil y queréis saborearos con la dulzura de su recuerdo, la traéis como desde el intestino de la memoria a la boca del pensamiento ¿y qué es esto sino rumiarla con el espíritu? Por eso los que no obran así figuran al puerco. Esta multitud de cosas figuradas por las locuciones o por las observancias figurativas, conmueven útil y suavemente a las almas racionales y en el pueblo primitivo hay muchos preceptos puestos de esta manera, no sólo para recordarlos, sino para que sean observados. Exigían aquellos tiempos que se profetizasen las cosas que posteriormente tenían que ser reveladas, no sólo con palabras, sino también con hechos. Pero reveladas después por Cristo y en Cristo, no han sido impuestas como un yugo a la fe de las naciones. Sin embargo, la autoridad de los profetas no ha perdido su valor. Pregunto yo a los maniqueos si la sentencia del Señor: "No ensucia al hombre lo que entra en la boca" es verdadera o falsa. Si dicen que es falsa, ¿por qué el doctor Adimanto, que la atribuye a Cristo, se vale de ella como de una objeción contra el Antiguo Testamento? Y si es verdadera, ¿cómo admiten ellos en contra de ella que el alimento ensucia al hombre?

San Jerónimo. Puede el prudente lector oponernos aquí y preguntarnos: si lo que entra en la boca no ensucia al hombre ¿por qué no comemos de los manjares consagrados a los ídolos? Debemos contestar que esos mismos manjares son puros por su naturaleza, "porque toda criatura de Dios es buena", pero la invocación de los ídolos y de los demonios los hace impuros para aquellos que los comen con conciencia de que están consagrados a los ídolos y su conciencia, que está enferma, queda sucia, como dice el apóstol (1Tm 8)

Remigio. Y todo aquel que tenga una fe capaz de comprender que todo lo que viene de Dios bajo ningún concepto puede ensuciar, santifique su comida con la palabra de Dios y la oración y coma de lo que quiera. Pero, no de manera que sus alimentos puedan servir de escándalo a los débiles, como dice el apóstol (como arriba)


MATEO 15,12-14


MATEO 15, 12-14

4512 (Mt 15,12-14)

Entonces llegándose sus discípulos, le dijeron: "¿Sabes que los fariseos se han escandalizado cuando han oído esta palabra?" Mas El respondiendo dijo: "Toda planta que no plantó mi Padre celestial, arrancada será de raíz. Dejadlos, ciegos son, y guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, entrambos caen en el hoyo". (vv. 12-14)

San Jerónimo. Todas las observancias judaicas que hacían consistir su religión en rechazar tal manjar o en aceptar este otro, habían sido destruidas con una sola palabra del Señor.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,3. Los fariseos después de haber comprendido lo que el Señor les acababa de decir, no lo volvieron a contradecir. Porque quedaron completamente convencidos no sólo con los argumentos que les puso, sino también haciéndoles ver sus engaños y malicia, Sin embargo, se escandalizaron, no las gentes, sino los fariseos, por eso se dice: "Entonces llegándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se han escandalizado cuando han oído esta palabra?"

San Jerónimo. Puesto que con tanta frecuencia usa la Escritura la palabra escándalo, conviene exponer aunque ligeramente el significado de esa palabra. Podemos llamar escándalo a todo lo que sirve de estorbo, caída, o de tropiezo, cuando leemos, pues: "Cualquiera que escandalizare", debe entenderse, cualquiera que por sus palabras o por sus hechos diere ocasión a la caída.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,3. Cristo no destruyó el escándalo de los fariseos, sino más bien los acusó por el escándalo. Por eso sigue: "Mas El, respondiendo, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, arrancada será de raíz". Los maniqueos sostienen que estas palabras recaen sobre la ley; pero semejante modo de pensar está en oposición con lo que se ha dicho antes. Porque si efectivamente habla aquí el Señor de la ley, ¿cómo más arriba hubiera podido defender la ley, diciendo (Mt 15,3): "¿Por qué traspasáis el mandamiento de Dios a causa de vuestra tradición?" ¿Con qué objeto hubiera alegado las palabras del profeta? Y si Dios dijo (Ex 20,12): "Honra a tu padre y a tu madre", ¿diremos que esta ley de Dios no es planta de Dios?

San Hilario, in Matthaeum, 14. Las palabras del Señor: "Toda planta que no plantó el Padre celestial será arrancada de raíz", nos enseñan que debemos desechar toda tradición humana bajo cuyo pretexto se traspasan los preceptos de la ley.

Remigio. No puede existir toda doctrina falsa y toda observancia supersticiosa, ni sus autores. Porque como no las plantó Dios, es preciso arrancarlas de raíz; sólo vivirá, pues, lo que plantó Dios.

San Jerónimo. ¿Por ventura será también arrancada aquella planta que menciona el apóstol (1Co 3) "Yo he plantado y Apolo ha regado". Esta cuestión se resuelve por lo que sigue: "Mas Dios la dio el incremento". El mismo apóstol dice también (como arriba) "Vosotros sois la agricultura de Dios: vosotros sois la construcción de Dios" (1Co 3,9) y en el mismo lugar: "Somos cooperadores de Dios" (1Co 3,9) Y si somos cooperadores, claro está, que plantando Pablo y regando Apolo, Dios planta y riega con sus cooperadores. Abusan de este pasaje los que afirman que en Dios hay muchas naturalezas, diciendo: Si la planta que no plantó el Padre será arrancada de raíz, está claro que la que plantó no puede ser arrancada de raíz. Pero oigan las palabras de Jeremías (Jr 2,21) "Yo os planté a vosotros viña verdadera, ¿cómo os habéis cambiado en agraz de viña ajena?". Dios la plantó efectivamente y nadie puede arrancar de raíz su planta. Pero como esta planta tiene sus raíces en el libre albedrío, nadie la puede arrancar si ella no le da su consentimiento.

Glosa. O también, significa esta plantación los doctores de la ley y sus discípulos que no tenían a Cristo por fundamento.

Después el Señor dice la razón de por qué serán arrancados de raíz: "Dejadlos, son ciegos, guías de ciegos".

Rábano. Efectivamente son ciegos, esto es, están privados de la luz de los mandamientos de Dios y arrastran a otros al precipicio, yerran y conducen a otros al error (2Tm 3), por eso se añade: "Si un ciego guía a otro ciego, los dos caen en el hoyo".


San Jerónimo. Esto es precisamente lo que manda el apóstol (Tt 3,10): "Evita al hereje, que ha sido corregido por primera y segunda vez, en la persuasión que semejante hombre es un perverso". En este sentido manda también el Salvador dejar a su libertad a los doctores perversos. Porque El sabía lo difícil que es el que esos hombres puedan volver a la verdad.

MATEO 15,15-20


4515 (Mt 15,15-20)

Y respondiendo Pedro, le dijo: "explícanos esa parábola". Y dijo Jesús: "¿aun también vosotros sois sin entendimiento? ¿No comprendéis que toda cosa que entra en la boca, va al vientre, y es echado en un lugar secreto? Mas lo que sale de la boca, del corazón sale, y esto ensucia al hombre. Porque del corazón salen los pensamientos malos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. Estas cosas son las que ensucian al hombre. Mas el comer con las manos sin lavar, no ensucia al hombre". (vv. 15-20)

Remigio. Tenía el Señor la costumbre de hablar por parábolas y por esta razón, después de haberlo escuchado Pedro, creyendo que las palabras: "No ensucia al hombre lo que entra en la boca" (Mt 15,11), era una parábola, preguntó al Señor de esta manera: "Explícanos esa parábola". Y como había hecho la pregunta en nombre de los demás, de ahí que el Señor lo reprendiera a él y a los demás. Por eso sigue: "¿Aun también vosotros sois sin entendimiento?"

San Jerónimo. El Señor reprende a Pedro porque éste creyó que era una parábola lo que El dijo con toda claridad. De donde se deduce que el oyente que quiere entender con claridad lo que es oscuro o tratar como oscuro lo que es claro, es un necio.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,4. Lo reprende el Señor, no porque su pregunta se apoyase en alguna duda, sino en el escándalo de los fariseos. Las gentes no comprendieron lo que les había dicho y los discípulos se escandalizaron. De aquí el que le preguntaran como de parte de los fariseos, y el que al oír cosas tan elevadas como: "Toda planta que no plantare mi Padre celestial, será arrancada de raíz"(Mt 15,13) fueran reprendidos. Pero Pedro, que era fogoso, no se calla tan fácilmente y por eso el Señor lo reprende y le dice el motivo de su reprensión en estos términos: "¿No comprendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre y es echado en un lugar secreto?".

San Jerónimo. Algunos han calumniado al Señor por este pasaje, diciendo que El no conocía las leyes físicas de nuestro cuerpo puesto que dice que los alimentos caen en el vientre y luego para la digestión pasan a un lugar secreto, siendo así que una vez deglutidos los alimentos, se distribuyen en todos los miembros, en las venas, en los nervios y hasta en la médula de los huesos. Pero este reparo no tiene fundamento, porque los alimentos después de la digestión se transforman en un humor ligero, en una substancia líquida y esta sustancia que corre por las venas y los miembros es lanzada por ciertos resortes secretos -que los griegos llaman poros- a las partes inferiores del cuerpo y después caen en lugares secretos.

San Agustín, de vera religione, 40. Después que los alimentos han sido disueltos, esto es, han perdido su forma, pasan a formar el cuerpo y disueltos toman una forma conveniente y renuevan los tejidos. Un movimiento propio de la vida distingue en cierto modo unos de otros y toma para levantar el edificio visible del cuerpo los que conducen a este fin. Mas los que no sirven para este objeto, son lanzados por ciertas vías a propósito. Parte de ellos, los más gruesos, vuelven a la tierra a fin de transformarse de nuevo. Otra parte es exhalada del cuerpo y otra recibe las cantidades ocultas de todo el animal y sirve para la generación.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,4. Y al decir el Señor estas cosas a sus discípulos, les responde aún según la enfermedad de los judíos. Porque les dice que el alimento sale y no queda. Y aunque permaneciera, no ensuciaría el cuerpo. Pero ellos no podían comprender esto. Por eso Moisés les había dicho que se considerase como impuro todo el tiempo en que permanecían dentro los alimentos y les manda lavarse por la tarde, por ser éste el tiempo que media entre la digestión y la expulsión de los alimentos.

San Agustín, de Trinitate, 15,10. El Señor ha dado a entender dos cosas diferentes bajo el nombre de boca: el cuerpo y el corazón. Porque el decir: "Que lo que entra en la boca, etc. " significa el cuerpo y en las palabras: "Mas lo que sale de la boca sale del corazón y esto ensucia al hombre", habla del corazón.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,4. Lo que está dentro del corazón permanece en el hombre y no sólo lo que queda, sino lo que sale del hombre puede ensuciarlo, y mucho más lo que sale. Por eso añade: "Del corazón salen los pensamientos malos, etcétera". Y pone en primer lugar los pensamientos malos, por el vicio que tenían los judíos de tender lazos al Señor.

San Jerónimo. Lo que hay de principal en el alma del hombre no lo coloca Cristo en el cerebro como Platón, sino en el corazón y según esta opinión, son reprensibles los que opinan que todos los pensamientos son resultado de las sugestiones del demonio y no de la propia voluntad del hombre. El demonio puede ayudar, incitar o enardecer los malos pensamientos, pero no puede ser el autor de ellos. Porque si desde sus emboscadas inflama con su aliento la llama ligera de nuestros pensamientos, no debemos concluir de esto que él penetra en las profundidades del corazón; sino que él, por las posturas y movimientos del cuerpo, conjetura lo que pasa en el interior. Así, por ejemplo, si ve que nosotros miramos con interés e insistencia el rostro bello de una mujer, comprende por nuestros ojos, que nuestro corazón se halla herido por las flechas del amor.

Glosa. De los pensamientos malos provienen también las acciones malas y las palabras malas prohibidas por la ley. Por eso añade: "Los homicidios", que están prohibidos por el precepto "No matarás" (Ex 20,13); los adulterios y fornicaciones, que también lo están por este otro precepto: "No fornicarás" (Ex 20,14); los hurtos, por: "No hurtarás" (Ex 20,15); los falsos testimonios por: "No levantarás falsos testimonios contra el prójimo" (Ex 20,16); las blasfemias por: "No tomarás el nombre de tu Dios en vano" (Ex 20,7)

Remigio. El Señor, después de nombrar los vicios prohibidos por la ley divina, añade con oportunidad: "Esto es lo que ensucia al hombre", es decir, lo vuelve inmundo e impuro.

Glosa. Y como la perversidad de los judíos que preferían sus tradiciones a los preceptos divinos había dado origen a estas palabras del Señor, de ahí que el Señor concluya con las siguientes palabras para demostrarles la inconveniencia de esas tradiciones: "Mas el comer con las manos sin lavar, no ensucia al hombre".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,4. Mas el Señor no dijo que no ensucia al hombre el comer manjares prohibidos por la ley, a fin de que no pudieran contradecirlo, sino que concluye con aquello mismo sobre que versaba la cuestión.


Catena aurea ES 4434