Catena aurea ES 4521

MATEO 15,21-28


4521 (Mt 15,21-28)

San Jerónimo. El Salvador, después de abandonar a los fariseos y a los calumniadores, pasa a los países de Tiro y Sidón para curar a sus habitantes y por eso se dice: "Y saliendo Jesús de allí, se fue a las partes de Tiro y de Sidón".

Remigio. Tiro y Sidón fueron dos ciudades habitadas por gentiles. Porque Tiro era la metrópoli de los cananeos y Sidón el término, mirando al norte, de los mismos cananeos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 51,1. Es digna de atención la conducta del Señor, quien en el momento en que separó a los judíos de la observancia sobre los alimentos, abrió la puerta a los gentiles. Así también Pedro recibió en una visión la orden de abolir esa ley, e inmediatamente fue enviado a Cornelio (Ac 10,5) Pero si alguno pregunta: ¿Cómo es que después de haber dicho el Señor a sus discípulos que no fueran por los caminos de los gentiles, ahora El mismo va por ese camino? Contestaremos en primer lugar, que el Señor no estaba sujeto al precepto que dio a los discípulos, y además porque no fue allí a predicar y por eso dice San Marcos (Mc 7,24) que se ocultó a sí mismo.

Remigio. Fue allí para curar a los de Tiro y Sidón, o para librar del demonio a la hija de esa mujer y condenar por su fe la perversidad de los escribas y de los fariseos. De esa mujer dice el evangelista: "Y he aquí una mujer cananea, que había salido de aquellos términos, etcétera".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 52,1. El evangelista la llama cananea, a fin de hacer ver la influencia que en ella ejercía la presencia de Cristo. Los cananeos que habían sido expulsados para que no pervirtieran a los judíos, se mostraron en esta ocasión más sabios que los judíos, saliendo fuera de sus fronteras y acercándose a Cristo. Mas esta mujer, luego que se hubo acercado a Cristo, no le pidió más que misericordia. Por eso sigue: "Y clamaba diciéndole: Señor, hijo de David, ten piedad de mí".

Glosa. Gran fe se nota en estas palabras de la cananea: cree en la divinidad de Cristo cuando lo llama Señor y en su humanidad cuando le dice hijo de David. No pide ella nada en nombre de sus méritos, invoca sólo la misericordia de Dios, diciendo: "Ten piedad". Y no dice ten piedad de mi hija, sino de mí, porque el dolor de la hija es el dolor de la madre y a fin de moverlo a compasión, le cuenta todo su dolor. Por eso sigue: "Mi hija es malamente atormentada por el demonio". En estas palabras descubre ella sus heridas al médico y la magnitud y características de su enfermedad. La magnitud, cuando dice: "Es atormentada malamente" y las características por las palabras: "por el demonio".

Orígenes, hom. 7 inter collectas ex diversis locis.

Ved la sabiduría de esa mujer. No se fue a los hombres seductores, ni buscó fórmulas vanas, sino que dejando todas las supersticiones diabólicas, se va al Señor y no pidió a Santiago, ni suplicó a Juan, ni se acercó a Pedro; sino que amparada en la protección de la penitencia, corrió sola al Señor. Y mirad una escena nunca vista. Pide y manifiesta con gritos su dolor y el Señor, que tanto ama a los hombres, no le responde y por eso sigue: "Y El no respondió palabra".

San Jerónimo. Y no le responde no por un acto de soberbia semejante a la de los judíos, ni por el orgullo propio de los escribas, sino por no parecer que estaban en contradicción su conducta y aquellas palabras suyas: "No vayáis por los caminos de los gentiles" (Mt 10,5) No quería dar motivo a que le calumniaran y reservaba para el tiempo de su pasión y resurrección la completa salvación de los gentiles.

Glosa. Con esa dilación y falta de respuesta, nos manifiesta el Señor la paciencia y la perseverancia de la mujer. También fue una de las causas para no responder, el que quisiera que los discípulos le suplicaran por ella a fin de hacernos ver lo necesarias que son para conseguir alguna cosa las súplicas de los santos. Por eso sigue: "Y llegándose los discípulos, le rogaban, etc. "


San Jerónimo. Los discípulos, que aún no sabían en ese tiempo los misterios de Dios, rogaban por la mujer cananea, o bien movidos a compasión, o bien porque deseaban librarse de su importunidad.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,29. Parece haber una especie de contradicción entre lo dicho anteriormente y la narración de San Marcos que dice que cuando vino la mujer a suplicar por su hija, se encontraba el Señor en una casa. Puede desde luego creerse que San Mateo no habló de la casa y sin embargo, contó el mismo hecho. Pero como él refiere que los discípulos dijeron al Señor: "Despáchala, porque viene gritando en pos de nosotros", parece indicar que la mujer dirigió sus súplicas al Señor cuando éste iba andando. Debe, pues, entenderse este pasaje en este sentido: La mujer entró en la casa donde estaba el Señor, puesto que San Marcos dice que el Señor estaba en una casa; pero después de las palabras que refiere San Mateo: "Y no la respondió". Durante este tiempo de silencio (puesto que ningún evangelista dice si continuó el Señor en la casa) es de creer que el Señor salió de aquella casa. Así se enlaza todo perfectamente y desaparece toda diferencia entre ambos evangelistas.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom, 52,1. Yo presumo que se entristecieron los discípulos ante la desgracia de la mujer pero no se atrevieron, sin embargo, a decir: Dale esa gracia, cosa que nos sucede a nosotros con frecuencia. Queremos persuadir a alguno y sin embargo, le decimos muchas veces lo contrario de lo que queremos. Mas, respondiendo Jesús mismo dice: "No soy enviado sino a las ovejas de Israel, etc. "

San Jerónimo. No dice esto porque no hubiera sido enviado a las demás naciones, sino para indicar que fue a Israel, a donde primeramente había sido enviado y que después de que este pueblo rechazara el Evangelio, el Evangelio pasaría con justicia a los gentiles.

Remigio. Fue enviado, con especialidad, al pueblo de Israel, para que este pueblo recibiese su enseñanza, hasta con su presencia visible.

San Jerónimo. Y dice señaladamente: "A las ovejas perdidas de Israel" para que con estas palabras comprendamos el significado de la oveja errante, de que se habla en otra parábola (Lc 15)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 52,2. Pero al ver la mujer que nada podían los apóstoles, perdió la vergüenza, dichosa vergüenza. Antes no se atrevía a presentarse delante del Señor. Por eso sigue: "Porque viene gritando en pos de nosotros". Mas cuando parecía que se retiraría llena de angustia, entonces se acerca más al Señor. Por eso sigue: "Mas ella vino y le adoró".

San Jerónimo. Notad cómo esta mujer cananea lo llama con perseverancia hijo de David, en seguida Señor y por último le adora.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 52,2. Y por esto no dijo: Ruega, o suplica a Dios, sino, oh Señor, ayudadme. Y cuanto más aumentaba la mujer sus súplicas, tanto menos atendía El a sus súplicas. Y no llama ovejas a los judíos, sino hijos. Mas a ella perro. "Y El respondiendo dijo: no es bien, etcétera".

Glosa. Hijos son los judíos engendrados y alimentados en el culto de un solo Dios por la ley. Su pan son el Evangelio, los milagros y cuanto pertenece a nuestra salvación. No es, pues, conveniente que se quiten todas estas cosas a los hijos y se den a los gentiles (que son los perros), mientras sean repudiados por los judíos.

Rábano. Los gentiles son llamados perros a causa de su idolatría, y los perros bebiendo sangre y devorando los cadáveres se vuelven rabiosos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 52,2. ¡Mirad la sabiduría de la mujer! No se atrevió a contradecir, ni se entristeció por las alabanzas de los otros, ni se abatió por las cosas sensibles que la echaron en cara. Por eso sigue: "Mas ella dijo: Es verdad, Señor; pero también los perros comen de las migajas que caen de las mesas de sus señores, etc. ". Había dicho El: "No es bien" y ésta dijo: "Así es, Señor". El llama hijos a los judíos y ella, señores. El llamó perro a esta mujer y ella añadió la cualidad de los perros, como si dijera: si soy perro, no soy extraña; me llamas perro, aliméntame tú como a un perro. Yo no puedo abandonar la mesa de mi Señor.

San Jerónimo. Son ensalzadas la fe, la humildad y la paciencia admirables de esta mujer. La fe, porque creía que el Señor podía curar a su hija. La paciencia, porque cuantas veces era despreciada, otras tantas persevera en sus súplicas. La humildad, porque no se compara ella sólo a los perros, sino a los cachorrillos. Sé -dice- que no me merezco el pan de los hijos, ni puedo tomar sus alimentos enteros, ni sentarme a la mesa con el Padre; pero me contento con lo que da a los cachorrillos, a fin de llegar, mediante mi humildad, hasta la mesa donde se sirve el pan entero.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 52,2-3. Por esta razón, se retardaba el Señor, El sabía que ella le hablaría de esa manera y no quería que quedara oculta tan grande virtud. Por eso sigue: "Entonces respondió Jesús y le dijo: ¡Oh mujer, grande es tu fe: hágase contigo como quieres!" Como si dijera: tu fe puede comprender cosas mayores que éstas, pero entretanto hágase contigo como tú quieres. Observad que esta mujer influyó no poco en la curación de su hija y por eso no dijo Cristo: Sea curada tu hija, sino: "Tu fe es grande: hágase contigo como quieres". De esta manera nos da a entender la sencillez de corazón con que hablaba esa mujer, no para adular al Señor, sino para manifestarle su gran fe. Esta palabra de Cristo es parecida a aquella otra: "Hágase el firmamento y fue hecho" (Gn 1,6) Por eso sigue: "Y desde aquella hora fue sanada su hija". ¡Mirad cómo alcanza la mujer, lo que no obtuvieron los apóstoles. Tan gran poder tiene la insistencia en la oración! y Dios prefiere que le dirijamos a El nuestras súplicas por nuestros pecados, a que nos valgamos de las súplicas de otros.

Remigio. Estas palabras nos ofrecen un ejemplo de la necesidad que hay de catequizar y bautizar a los niños. Porque no dice la mujer: salva a mi hija, o ayúdala, sino ten compasión de mí y ayúdame. De aquí viene la costumbre en la Iglesia de prometer los fieles la fe a Dios en lugar de sus hijos pequeños, por no tener éstos la razón y la edad suficientes para hacer a Dios esa promesa y así como por la fe de esa mujer fue sanada su hija, así también por la fe de los fieles se perdonan los pecados a los niños.

Esta mujer significa, en sentido alegórico, a la Iglesia Santa, formada por todas las naciones. La venida del Señor, después de abandonar a los escribas y a los fariseos, a los países de Tiro y de Sidón, nos figura el abandono en que después dejaría a los judíos y que se pasaría a los gentiles. Y salió esta mujer de los confines de su tierra, porque la Iglesia santa salió de los errores y vicios antiguos.

San Jerónimo. Yo pienso que la hija de la cananea representa las almas de los fieles, que eran cruelmente maltratadas por el demonio, cuando no conocían a su Creador y adoraban las piedras.

Remigio. El Señor designa con la palabra "hijos" a los patriarcas y profetas de aquel tiempo, con la palabra "mesa" a la Sagrada Escritura y con "migas" a los preceptos leves o a los misterios íntimos que dan el alimento a la Iglesia y con "cortezas" a los preceptos carnales que observaban los judíos. Se dice que son comidas las migas debajo de la mesa porque la Iglesia se somete con humildad al cumplimiento de los preceptos divinos.

Rábano. Los perros pequeños no comen las cortezas, sino las migajas del pan de los niños, porque los que eran despreciados entre las naciones, convirtiéndose a la fe, buscan, no la superficie literal de la Escritura, sino el sentido espiritual, con el que pueden adelantar en sus buenas obras.

San Jerónimo. ¡Admirable transformación de las cosas! En otro tiempo estaban en Israel los hijos de Dios y nosotros éramos los perros. La diversidad de la fe cambia algún tanto este orden. Después (en el tiempo en que se cumpla el misterio de la pasión) se dirá a los judíos: Muchos perros me han rodeado (Ps 21,13) y nosotros oiremos con la mujer cananea estas palabras: "Tu fe te ha salvado".

Rábano. Con razón se llama grande a esta fe, porque las naciones, sin haber sido imbuidas en la ley, ni haber sido instruidas por los profetas, obedecerán prontamente a las primeras palabras que les dirijan los apóstoles, por cuya obediencia merecerán la salud y si el Señor difiere la salud de sus almas y no atiende a las primeras lágrimas de las súplicas de la Iglesia, nunca esas almas deben desesperarse o dejar de suplicar, sino antes al contrario, deben insistir en sus plegarias.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,18. El no venir el Señor a las casas del hijo del centurión y de la mujer cananea, significa que las naciones a donde El no fuere, alcanzarán la salvación por medio de su palabra. La curación del hijo del centurión y de la hija de la mujer cananea mediante las súplicas de sus padres, es figura de la Iglesia, que es madre de todos los miembros, que son sus hijos. Porque se la llama madre de todos los hombres que la componen y éstos llevan, por lo mismo, el nombre de hijos.

San Hilario, in Matthaeum, 15. O también, esta mujer, que salió fuera de los límites de su país, es la primera de los prosélitos. Es decir, salió de entre las naciones para ir al medio de un pueblo que le era extraño, suplica por su hija (esto es, por la plebe de las naciones, sometidas a la dominación de los espíritus inmundos) y llama al Señor hijo de David, porque lo conoció por la ley.

Rábano. Además, si alguno tiene manchada su conciencia por la suciedad de algún vicio, ése tiene, indudablemente, a su hija malamente atormentada por el demonio y si alguno ha viciado sus buenas obras con el veneno del pecado, éste también tiene a su hija agitada por las furias del espíritu impuro y necesita, por consiguiente, acogerse a las súplicas y a las lágrimas y acudir a la intercesión y al auxilio de los santos.

MATEO 15,29-31


4529 (Mt 15,29-31)

Y habiendo salido Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea: y subiendo a un monte, se sentó allí. Y se llegaron a El muchas gentes, que traían consigo mudos, ciegos, cojos, mancos y otros muchos: y los echaron a sus pies, y los sanó: de manera que se maravillaban las gentes, viendo hablar los mudos, andar los cojos, ver los ciegos: y loaban en gran manera al Dios de Israel. (vv. 29-31)

San Jerónimo. El Señor, después de haber curado a la hija de la cananea, se vuelve a la Judea. Por eso se dice: "Y habiendo salido Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea", etc.

Remigio. Varios son los nombres que se dan a este mar: se le llama mar de Galilea por su proximidad a la Galilea y mar de Tiberíades por la ciudad de Tiberíades.

Sigue: "Y subiendo a un monte, se sentó allí".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 52,3. Son de considerar las idas y venidas del Señor de un punto a otro con el objeto de curar a los enfermos. Unas veces se sienta y los está esperando y por esta razón se añade oportunamente: "Y se dirigieron a El", etc.

San Jerónimo. Se tradujo débiles por la palabra griega kullouV, que significa, no una debilidad general, sino una sola enfermedad. Así como se llama cojo al que no puede valerse de un pie, así también se llama kulloV a aquél que tiene una mano débil.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 52,3. En dos cosas demostraban éstos su fe: en subir al monte y en la persuasión que tenían de que no necesitaban, para ser curados, más que arrojarse a los pies del Señor. Y no se contentan con tocar la orla de su vestido, sino que dan pruebas de una fe más elevada. Y por eso se añade: "Y se echaron a los pies del Señor". Y tardó algún tiempo en curar a la hija de la cananea, para hacer patente la virtud de esta mujer y a éstos los curó en seguida, no porque eran mejores, sino para acallar a los judíos infieles. Por eso sigue: "Y los sanó a todos". La multitud de curaciones y la facilidad con que las hacía, llenó de estupor a todos, de suerte que toda la gente se admiraba al ver que hablaban los mudos.

San Jerónimo. No habla el evangelista de los mancos porque no podía expresar el fruto de su curación con una sola palabra.


Rábano. En sentido místico, viene el Señor a la Judea, después de curada la mujer cananea, figura de la conversión de los gentiles, porque alcanzará su salvación todo el pueblo de Israel, después que la mayor parte de los gentiles hayan entrado en la Iglesia (Rm 11,25-26)

La Glosa. El mar junto al cual llegó Jesús, significa los turbios movimientos de esta vida y el mar de Galilea, el tránsito de los hombres desde el vicio a la virtud.

San Jerónimo. Sube el Señor al monte, a fin de provocar al vuelo, como hace el ave, a sus hijos, aun tiernos.

Rábano. Es decir, para levantar a sus oyentes a la meditación de las cosas superiores y celestiales y se sentó allí para hacernos ver que sólo en las cosas celestiales encuentra nuestra alma su descanso. Y mientras estaba sentado en el monte, esto es, en el palacio del cielo, se le aproxima el pueblo fiel con devoción, llevando consigo a los mudos y a los ciegos, etc. y los ponen a los pies del Señor. Porque sólo se presentan al Señor para que les dé la salud aquellos que confiesan sus pecados y de tal manera los cura el Señor, que el pueblo todo queda admirado y prorrumpe en alabanzas al Dios de Israel. De esta manera los fieles, después de ver que los que antes habían enfermado espiritualmente son enriquecidos con todo género de obras virtuosas, cantan sus alabanzas a Dios.

Glosa. Pero hay muchos que no alaban a Dios. Tales son los ciegos, que no comprenden el camino de la vida; los sordos, que no obedecen; los cojos, que no marchan derechos por el camino del deber y los mancos, que son impotentes para obrar bien.

MATEO 15,32-38


4532 (Mt 15,32-38)

Mas Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: "Tengo compasión de estas gentes, porque ha ya tres días que perseveran conmigo, y no tienen qué comer: y no quiero despedirlas en ayunas, porque no desfallezcan en el campo". Y le dijeron los discípulos: "¿Cómo podremos hallar, en este desierto tantos panes que hartemos tan grande multitud de gente?" Y Jesús les dijo: "¿Cuántos panes tenéis?" Y ellos dijeron: "Siete, y unos pocos pececillos". Y mandó a la gente recostarse sobre la tierra. Y tomando los siete panes y los peces, y dando gracias los partió, y dio a sus discípulos, y los discípulos dieron al pueblo. Y comieron todos, y se hartaron. Y de los pedazos que sobraron, alzaron siete espuertas llenas. Y los que comieron fueron cuatro mil hombres, sin los niños y mujeres. (vv. 32-38)

San Jerónimo. Primeramente curó el Señor a los enfermos y después de haberlos curado, les da de comer. Reúne a sus discípulos y les dice lo que han de hacer. Por eso se dice: "Mas Jesús", etc. El Señor hace esto con el objeto de dar un ejemplo a los maestros de la necesidad que tienen de comunicar con sus inferiores y discípulos todos sus proyectos, o también para que comprendiesen sus discípulos, mediante esta conversación, la grandeza del milagro que iba a hacer.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 53,1. No se atrevía a pedir pan el pueblo, que había venido para obtener curación. Por eso el Señor, que ama a los hombres y cuida de todos, da pan aun a aquellos que no se lo piden. Por esta razón dice: "Tengo compasión de estas gentes" y para indicar que esa gente no traía alimento alguno para el camino, añade: "Porque ha tres días que perseveran conmigo y no tienen qué comer" Y aun cuando lo hubieran traído, lo natural es que se les hubiese terminado. Por eso el Señor no hizo el milagro en el primero o segundo día, sino en el tercero, cuando la comida ya se había terminado, a fin de que, viéndose ellos en tal apuro, apreciasen más el beneficio que recibían. Las palabras del Señor: "Y no quiero despedirlas en ayunas", etc. evidencian aún más la gran distancia de donde venían y la falta de alimentos. El Señor no hizo el milagro a continuación de las palabras: "No quiero despacharlas en ayunas", con el objeto de que los discípulos prestaran más atención, mediante la pregunta que ellos hacían y la respuesta que les dio el Señor, para que brillara más su fe y para que le dijeran: "Haz los panes". Y aunque Cristo hizo muchas cosas que recordaban a los discípulos el primer milagro, como el servir ellos en las mesas y distribuir los cestos, sin embargo, aún estaban muy imperfectamente dispuestos, como se ve claramente por estas palabras. Y los discípulos dijeron: "¿Cómo podremos hallar?", etc. Dijeron ellos esto a causa de la enfermedad de sus pensamientos, a pesar de que no podían dudar del milagro por lo que les acaba de decir el Señor: hizo el Señor este milagro en un sitio solitario y distante de todo caserío, con el objeto de que nadie pudiera sospechar que había recibido la comida de alguna casa o aldea vecina. Y pregunta a sus discípulos, a fin de elevar sus almas y de recordarles (o de avisarles) por la pregunta el milagro anterior, del que ellos habían sido testigos y por eso sigue: "Y Jesús les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: "siete", etc. No añaden, como dijeron antes: "¿Y qué son estos panes entre tanta gente?" (Jn 6,9), porque iban adelantando poco a poco. Sin embargo, aún no lo comprenden todo. Es digno de admiración el amor que tenían los apóstoles a la verdad, puesto que aun en sus mismos escritos no ocultan sus grandes defectos y no hay acusación tan grave o falta tan notable como la suya por haber olvidado tan pronto el prodigio tan grande que obró el Señor. También es de admirar en ellos otra prueba de su sabiduría: vencían el hambre, sin tener apenas en cuenta la necesidad de comer. Porque en el desierto, donde vivían ya tres días, no contaban con más alimentos que con siete panes. Otras muchas cosas hizo el Señor parecidas a las del primer milagro, pues hizo que se sentaran en tierra y que los panes se aumentaran en las manos de sus discípulos. Por eso sigue: "Y mandó a la gente recostarse sobre la tierra", etc.

San Jerónimo. Ya hemos hablado anteriormente de esto y es inútil repetirlo. Nos detendremos sólo en lo que se diferencian los dos milagros.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 53,2. Mas no es semejante el fin de los dos milagros. Por eso sigue: "Y de los pedazos que sobraron, alzaron siete espuertas llenas: y los que comieron fueron cuatro mil", etc. ¿Por qué fueron menos las sobras en este milagro que en el primero, aunque fueron en menor número los que comieron? O es porque las espuertas eran mayores que los canastos o para que esta diferencia les sirviese para recordar los dos milagros, o también por la diferente significación que tenían las sobras en ambos milagros. En el primero sobraron tantos canastos cuantos eran los apóstoles y en el segundo, un número de espuertas igual al de los panes.

Remigio. En este pasaje del Evangelio es preciso considerar la operación de la divinidad y de la humanidad de Cristo. La humanidad en la compasión que tuvo de la multitud, cosa que es propio del sentimiento de la fragilidad humana y la divinidad en la multiplicación de los panes y en la alimentación de las gentes. Este pasaje destruye completamente el error de Eutiques, que no admitía en Cristo más que una sola naturaleza.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,50. No es ciertamente fuera de propósito el advertir sobre este milagro, que si alguno de los evangelistas hubiese hablado sobre este milagro y no hubiera referido lo de los cinco panes, quizás ese evangelista fuese juzgado como contrario y en oposición con los demás; pero como son los mismos los que refieren el milagro de los cinco panes y el de los siete, nadie puede ponerlos en duda y todos los hombres deben admitir la existencia de ambos hechos. Hacemos esta advertencia para que, cuando encontremos en un evangelista un hecho que parece contrario a otro completamente parecido, referido por otro evangelista, de suerte que nos parezca imposible el compaginar los dos hechos, digamos desde luego que han existido los dos hechos y que un evangelista refiere el uno y otro evangelista el otro.

Glosa. Es de considerar cómo el Señor cura primero las enfermedades y después da el alimento. Lo hace así para indicar que es preciso hacer desaparecer primero los pecados y después alimentar el alma con las palabras de Dios.

San Hilario, in Matthaeum, 15. Así como aquella multitud que alimentó primero el Señor representa al pueblo creyente de los judíos, así también esta última es figura del pueblo gentil y los cuatro mil hombres reunidos significan la multitud innumerable reunida de las cuatro partes del mundo.

San Jerónimo. No son éstos cinco mil, sino cuatro mil, siempre el número cuatro es tenido como digno de alabanza. La piedra cuadrangular no se bambolea, no es inestable y por esta razón hasta los Evangelios hacen sagrado el número cuatro. En el milagro anterior, como el número cinco recuerda a los cinco sentidos y su proximidad, el Señor no hace mención de la multitud, pero sí los discípulos. Aquí, por el contrario, el mismo Señor dice que tiene compasión de la multitud porque hace tres días que están con El, sin duda porque creían en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo.

San Hilario, in Matthaeum, 15. O bien, porque pasan con El un tiempo parecido al de la pasión; o también porque los que habían de venir al bautismo confiesan que creen en la pasión y resurrección del Señor; o también porque por un movimiento de compasión querían ayunar un tiempo semejante al de su pasión.

Rábano. O bien se dice esto porque en la duración de los siglos ha habido tres épocas en que la gracia ha sido dada: primera, la de antes de la Ley; segunda, la de la Ley y tercera, la de la gracia. La cuarta es la del cielo, cuya esperanza da ánimo al que se dirige hacia él.

Remigio. O también porque los que se corrigen por la penitencia de los pecados que han cometido se convierten al Señor con el pensamiento, con la palabra y con las obras. No quiso el Señor despachar en ayunas a toda esa gente, para que no desfalleciese en el camino. Porque los pecadores que se convierten por la penitencia, necesitan, si no han de perecer en el transcurso de esta vida pasajera, ser despachados con el alimento de la sagrada doctrina.

Glosa. Los siete panes son la Escritura del Nuevo Testamento, que revela y da la gracia del Espíritu Santo. No son éstos siete panes de cebada (como arriba) Porque no está en el Nuevo Testamento, como lo estaba en la Ley, el alimento vital envuelto entre figuras, o cubierto como de paja permanente. No se habla aquí de dos peces, figura de los dos crismas de la Ley, el del rey y el del sacerdote, sino de unos pocos peces, imagen de los santos del Nuevo Testamento, que arrancados de entre las olas de la vida, sufren el oleaje de este mar tempestuoso y nos alientan con su ejemplo para que no desfallezcamos en el camino.

San Hilario, in Matthaeum, 15. La gente se sienta sobre la tierra, porque ninguna obra de la Ley les daba antes dónde sentarse y ellos estaban aún adheridos al origen del pecado y de la carne.

Glosa. O también se sientan en el primer milagro sobre el heno, para reprimir los deseos de la carne y en el segundo sobre la tierra, porque El les manda abandonar al mundo. El monte sobre el que el Señor los alimenta, es la alteza de Cristo y hay heno sobre la tierra, porque la alteza de Cristo está cubierta, a causa de los hombres carnales, por la esperanza y los deseos de la carne. En el segundo milagro, por el contrario, alejado todo deseo carnal, contiene y encierra los convites del Nuevo Testamento la solidez de la esperanza no interrumpida. Había allí cinco mil hombres que, como carnales que eran, estaban sujetos a los cinco sentidos y aquí cuatro, a causa de las cuatro virtudes que dan al alma la vida del espíritu: la prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia. De estas virtudes la primera da al hombre el conocimiento de las cosas que debe desear y de las que debe evitar; la segunda refrena el apetito por las cosas que deleitan temporalmente; la tercera da fuerza contra los pesares de la vida y la cuarta, que se difunde entre las otras, consiste en amar a Dios y al prójimo. Tanto allí como aquí, quedan excluidos las mujeres y los niños, porque en el Antiguo y en el Nuevo Testamento no se aproximan al Señor los que no se esfuerzan constantemente por llegar a ser hombres perfectos, o por falta de fuerza, o por poquedad de espíritu. Se celebran sobre la montaña las dos comidas, porque la Escritura de ambos Testamentos manda preceptos elevados y tiene recompensas sublimes, todo lo cual predica la grandeza de Cristo y los apóstoles retiran y cumplen todos aquellos misterios sublimes que no están al alcance de la inteligencia de la multitud, es decir, a la inteligencia enriquecida de siete formas por la gracia de Dios de los corazones perfectos. Suelen hacerse las cestas de junco entretejidos y de hojas de palmeras y significan los santos que colocan la raíz de su corazón en la misma fuente de la vida (a fin de que no se sequen como el junco en el agua) y llevan en su corazón la palma de la recompensa eterna.

MATEO 16,1-4


4614 (Mt 16,1-4)

Y despedida la gente, entró en un barco, y pasó a los términos de Magedán. Y se llegaron a El los fariseos y los saduceos para tentarle: y le rogaron que les mostrase alguna señal del cielo. Y El les respondió, y les dijo: "Cuando va llegando la noche decís: Sereno hará, porque rojo está el cielo. Y por la mañana: Tempestad habrá hoy, porque el cielo triste tiene arreboles: pues la faz del cielo sabéis distinguir, ¿y las señales de los tiempos no podéis saber? Generación perversa y adúltera señal pide, y señal no le será dada, sino la señal de Jonás, el profeta"; y los dejó, y se fue. (15,39; 16,1-4)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 53,2. El Señor despachó la gente después del milagro de los cinco panes. Lo mismo hace ahora, pero no se marchó a pie, sino en un barco, a fin de que no lo siguiese la gente. Por eso se dice: "Y despachada la gente se entró en un barco y pasó a los términos de Magedán".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,51. San Marcos dice (Mc 8) a Dalmanuta, pero no da lugar a ninguna duda, porque se onocía con los dos nombres la población y en muchos códices, según el mismo San Marcos, no se encuentra más que la palabra Magedán.

Rábano. Magedán es una región situada frente a Gerasán. Significa frutas o noticias y es figura del jardín, de quien se dice (Ct 4,12): "Huerto cerrado, fuente sellada", en donde crecen los frutos de las virtudes y es dado a conocer el nombre del Señor. Esto nos enseña que los predicadores, después de haber distribuido al pueblo la palabra, deben renovar el interior de sus corazones con los frutos de las virtudes.

Sigue: "Y se llegaron a El los fariseos y los saduceos", etc.

Remigio. Ciertamente llama la atención la ceguera de los fariseos y de los saduceos. Pedían un milagro del cielo, como si no fuesen milagros las obras que habían presenciado. San Juan da la razón de por qué pedían un milagro, cuando refiere (Jn 6,31) que la gente, después de la comida de los cinco panes, se aproximó al Señor y le dijo: "¿Qué milagro haces Tú para que veamos y creamos en Ti? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito (Ps 77): "Les dio a comer el pan del cielo". Manifiéstanos Tú un milagro del cielo, esto es, haz que llueva por espacio de uno o dos días el maná, a fin de que se harte todo el pueblo, como sucedió en el desierto durante tan largo tiempo". Mas El, como Dios, penetrando sus pensamientos y sabiendo positivamente que, aunque les hiciese el milagro que pedían, no creerían, se negó a concederles lo que le pedían. Por eso sigue: "Y El respondió y les dijo: Cuando va llegando la noche decís: Sereno hará", etc.

San Jerónimo. La mayor parte de los códices griegos no contienen esto, pero el sentido es bien claro, es decir, que por la sucesión y regularidad de los elementos podemos calcular los días serenos y los lluviosos, mientras que los escribas y los fariseos, que eran reputados como doctores de la Ley, no podían por los vaticinios de los profetas conocer la venida del Señor.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,20. Las palabras del Señor: "Cuando va llegando la noche, decís: Sereno hará, porque el cielo está rojo", pueden entenderse en el sentido de que se concede el perdón a los pecadores en la primera venida de Cristo por la sangre que vertió el Señor en su pasión. "Y por la mañana: Tempestad habrá hoy, porque el cielo triste tiene arreboles". Es decir, que la segunda venida del Señor será precedida de fuego.

Glosa. O de otro modo: el cielo está de un rojo triste, esto es, sufrirán los apóstoles después de mi resurrección y después de ellos podéis estar seguros que vendré Yo a juzgar en el tiempo venidero. Y si ahora no perdono a los míos, que son buenos, el que sufran, menos perdonaré después a otros. Sigue: "Pues la faz del cielo sabéis distinguir y las señales de los tiempos no podéis saber".

Rábano. Por las señales de los tiempos quiso dar a entender su venida y su pasión, parecida al color rosáceo del cielo en la tarde, y las tribulaciones que precederán a su venida están representadas por un cielo que tiene por la mañana un color rosáceo y triste.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 53,2. Así como las señales del buen tiempo son distintas de las del tiempo lluvioso, así sucede en mí. Porque ahora en mi primera venida tengo necesidad de esas señales que brillan sobre la tierra, pero las que brillarán en el cielo están reservadas para mi segunda venida. Ahora he venido como médico, entonces me presentaré como juez. Por esta razón he venido ahora como cubierto por un velo, mas luego, cuando se conmovieren todas las potestades del cielo, me presentaré con gran claridad. No es éste el tiempo de las señales, porque he venido a morir y a sufrir todo género de afrentas. Y por eso sigue: "Generación mala y adúltera señal pide y señal no le será dada".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,51. San Mateo repite esto mismo en otro lugar (Mt 12), lo que nos debe recordar que uchas veces dice el Señor las mismas cosas, a fin de que cuando no podamos resolver una dificultad originada por dos palabras diferentes, deduzcamos, que un mismo hecho ha sido repetido dos veces.

Glosa. Dice generación mala y adúltera, esto es, incrédula, porque tenía un entendimiento carnal en lugar de espiritual.

Rábano. No dará el Señor a esta generación, a quien tantas señales dio en la tierra, la señal celestial que le pedían, sino que se las dará a la generación que lo busca, es decir, a los apóstoles que lo vieron subir al cielo y a quienes envió el Espíritu Santo.

San Jerónimo. Ya se ha dicho arriba lo que significa la señal de Jonás (Mt 12)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 53,3. Convenía que los fariseos, que habían oído por segunda vez estas palabras, le preguntaran y le dijeran: "¿Qué es lo que tú dices?" Ellos no hacían esta pregunta llevados del deseo de instruirse y por eso el Señor los abandonó, de aquí sigue: "Y los dejó y se fue", etc.

Rábano. Esto es, se fue al otro lado del estrecho, abandonando a la generación mala de los judíos y siguiéndolo el pueblo de las naciones. Observad que no se fue, como en otras ocasiones, después de despachar la gente, sino que se dice que los dejó, porque sus espíritus insolentes estaban empapados en el error de infidelidad.


Catena aurea ES 4521