Catena aurea ES 5301

MATEO 23,1-4


5301 (Mt 23,1-4)

Entonces Jesús habló a la multitud y a sus discípulos diciendo: "Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y los fariseos. Guardad, pues, y haced todo lo que os dijeren; mas no hagáis según las obras de ellos, porque dicen y no hacen. Pues atan cargas pesadas e insoportables, y las ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover". (vv. 1-4)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43. Después que el Señor había humillado a los sacerdotes con su contestación dio a conocer la incorregible condición de ellos como sucede a los sacerdotes, que si obran mal ya no se enmiendan. Así como los seglares cuando faltan, se enmiendan fácilmente. Por esto se dirige a sus apóstoles y al pueblo. Prosigue: "Entonces Jesús habló a la multitud y a sus discípulos". Es infructuosa la palabra, cuando por medio de ella, unos son confundidos para que otros no sean enseñados.

Orígenes, homilia 23 in Matthaeum. Hay unos discípulos de Jesús que son mejores que los que componen las turbas, y encontrarás en las iglesias algunos que se acercan con más afecto al Verbo divino, y que son discípulos de Jesucristo, mientras que los otros solamente pueden llamarse su pueblo; y a veces, dice ciertas cosas sólo a sus discípulos; otras veces dice algunas cosas a las turbas y a los discípulos a la vez, como son las que siguen: "Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y los fariseos". Los que creen que pueden gloriarse de interpretar bien la ley de Moisés, son los que se sientan sobre su cátedra, y los que no se separan de la letra de la ley, se llaman escribas; los que, dando a entender que saben algo más, se distinguen a sí mismos, como mejores que los demás, se llaman fariseos, que quiere decir, divididos. Los que comprenden y exponen los escritos de Moisés en sentido espiritual, se sientan, en verdad, sobre la cátedra de Moisés. Pero no son escribas ni fariseos, sino que son mejores que éstos, y discípulos amados de Jesucristo. Por lo tanto, después de la venida de Jesucristo, se sientan sobre la cátedra de la Iglesia, que es la cátedra de Jesucristo.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43. Debe observarse cómo se sienta cada uno de estos sobre la cátedra, porque la cátedra no es la que hace al sacerdote, sino el sacerdote a la cátedra. El lugar no santifica al hombre, sino el hombre al lugar. Por lo tanto, un mal sacerdote, del sacerdocio sacará deshonra, no dignidad.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 72,1. Para que algunos no digan, soy peor para obrar, porque, quien me ha enseñado es malo, rechaza esta razón cuando añade: "Guardad, pues, y haced todo lo que os dijeren", etc. Porque no dicen cosa alguna de sí mismos, sino que hablan cosas de Dios, que publicó su ley por medio de Moisés. Y observa con cuánto honor habla de Moisés, manifestando la unidad que hay entre lo que se dice y el Antiguo Testamento.

Orígenes, homilia 23 in Matthaeum. Si los escribas y los fariseos que se sientan sobre la cátedra de Moisés son los doctores de los judíos, que enseñan según la letra los preceptos de la ley, ¿cómo es que el Señor nos manda hacer lo que éstos nos ordenan; siendo así que los apóstoles prohiben a los fieles, en el libro de los Hechos (Ac 15), que vivan, según la letra de la ley? Pero aquéllos la enseñan según la letra porque no conocen su espíritu; lo que nos dicen pues acerca de la ley, lo hacemos y observamos, conociendo su sentido, pero no obrando como ellos obran; porque ellos no obran como la ley enseña, ni comprenden que hay un velo sobre la letra de la ley. Y cuando se oyen estas cosas, no vayamos a creer que todas ellas son preceptos de la ley, porque hay muchas que tratan de las comidas, de los sacrificios, y otras cosas por el estilo; sino únicamente las que corrigen las costumbres. ¿Y cómo es que no mandó esto mismo acerca de la ley de gracia, sino únicamente acerca de la ley de Moisés? Porque todavía no era tiempo de dar a conocer los preceptos de la nueva ley, antes de su pasión. También a mí me parece que dijo esto, previendo algo más: como había de vituperar a los escribas y a los fariseos en sus palabras siguientes, para que no pareciera que deseaba la jefatura entre los necios, o que hacía esto por enemistad, primeramente retira toda sospecha; y entonces empieza a reprender, con objeto de que las turbas no caigan en los mismos defectos, pero comprendan que aunque deben oírlos, no deben imitarlos en sus acciones; por esto añade: "Mas no hagáis según las obras de ellos". ¿Qué cosa hay más miserable que un doctor, cuyos discípulos se salvan no siguiendo su ejemplo, y se condenan cuando le imitan?

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43. Así como el oro se saca de la tierra, despreciando a ésta, así también reciban la enseñanza los que la oyen, y no hagan caso de las costumbres de los que la predican. Frecuentemente suelen enseñar buena doctrina los hombres malos. Y así como los sacerdotes juzgan preferible enseñar junto con los buenos a los malos, y no despreciar por éstos a los buenos, así también los súbditos honren también a los malos sacerdotes en vistas a los buenos, para que no sean despreciados también los buenos junto con los malos. Pues mejor es favorecer, aunque injustamente, a los malos, que quitar lo que sea justo a los buenos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 72,1. Considera también cómo empieza a vituperarlos, pues sigue: "Porque dicen y no hacen". Especialmente, es digno de censura, aquel que teniendo obligación de enseñar, quebranta la ley. En primer lugar, porque falta cuando debe corregir a otro; en segundo lugar, porque el que peca es digno de mayor castigo, cuanto mayor es su dignidad; y en tercer lugar, porque hace más daño, en atención a que peca siendo doctor. Además, reprende también a aquéllos, porque son duros para los que les están subordinados. Por esto prosigue: "Pues atan cargas pesadas e insoportables", etc. En esto da a conocer la malicia doble de éstos: lo uno, porque exigen una vida perfecta a los que les están subordinados, sin dispensarles lo más mínimo; y lo otro, porque son altamente condescendientes consigo mismos. Pero conviene que el jefe proceda como juez inexorable en las cosas que a él afectan; y que sea bueno y pacífico en las que afectan a sus subordinados. Obsérvese, pues, cómo agrava su reprensión: no dijo que no pueden, sino que no quieren; ni dijo llevar, sino mover; esto es, ni aun acercarse, ni tocar.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43. Indudablemente llama a esas observancias de la ley cargas pesadas e insoportables, a propósito de los fariseos y de los escribas, de quienes está hablando. De estas cargas dice el apóstol San Pedro dice en los Hechos de los Apóstoles: "¿A qué fin queréis colocar sobre los cuellos de los discípulos un yugo que no hemos podido llevar ni nosotros ni nuestros padres?" (Ac 15,10) Porque algunos, al recomendar con falsas razones a sus oyentes las cargas de la ley, ataban como con ciertos lazos sus corazones, a fin de que, creyéndose obligados por la razón, no se atreviesen a arrojar lejos de sí semejantes ligaduras. Mas éstos no cumplían ninguna de sus obligaciones, no sólo por completo, sino ni siquiera ligeramente, es decir, ni aun tocando con los dedos.

Glosa. O también: atan las cargas, esto es, recogen de todas partes esas tradiciones, que lejos de elevar la conciencia, la rebajan y la abaten.

San Jerónimo. Los hombros, los dedos, las cargas y los lazos con que son atadas las cargas de los que se ven oprimidos deben tomarse en sentido espiritual. Aquí también habla el Señor en general contra todos los maestros, que mandan lo más pesado y ellos no hacen ni aun lo menor.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43. Tales son los que imponen un gran peso sobre los que vienen a hacer penitencia, y así, mientras se huye de la pena presente, se menosprecia el castigo de la otra vida. Por lo tanto, si colocas un gran peso sobre los hombros de un joven que no pueda llevarlo, tendrá necesidad o de arrojar la carga, o de sucumbir debajo de ella. Y al hombre a quien se le imponga una penitencia grave le sucederá que: o la despreciará o, si la acepta, cuando no pueda llevarla, escandalizado, pecará más. Por lo tanto, aunque no obremos bien imponiendo poca penitencia ¿no será mejor errar a causa de la caridad que de la crueldad? Cuando el padre de familia es condescendiente, el que dispensa sus gracias, debe serlo también. Si Dios es bueno, ¿por qué su sacerdote ha de ser austero? ¿Quieres aparecer como santo? En toda tu vida no dejes de ser austero contigo, y benigno respecto de los demás; que los hombres te oigan exigiendo poco y que te vean haciendo cosas grandes. El sacerdote que es condescendiente consigo, pero que exige cosas graves de los demás, es como un mal repartidor de contribuciones en una ciudad, que se dispensa de pagar y carga a los demás.

MATEO 23,5-12


5305 (Mt 23,5-12)

"Y hacen todas sus obras por ser vistos de los hombres, y así ensanchan sus filacterías, y extienden sus franjas. Y aman los primeros lugares en las cenas y las primeras sillas en las Sinagogas. Y ser saludados en la plaza y que los hombres los llamen Rabbí. Mas vosotros no queráis ser llamados Rabbí, porque uno sólo es vuestro Maestro y vosotros todos sois hermanos. Y a nadie llaméis padre vuestro sobre la tierra: porque uno es vuestro Padre, que está en los cielos. Ni os llaméis maestros, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es mayor entre vosotros, será vuestro siervo. Porque el que se ensalzare, será humillado, y el que se humillare, será ensalzado". (vv. 5-12)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 72,2. Había reprendido el Señor a los escribas y a los fariseos por crueles y perezosos, y ahora les reprende su vanagloria, que los separa de Dios. Por esto dice: "Todo lo hacen por ser vistos de los hombres", etc.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43. En todas las cosas hay siempre un algo que las perjudica; así está el gusano para el tronco, y la polilla para el vestido. Por esto el demonio se esfuerza en corromper el ministerio de los sacerdotes, que ha sido establecido para fomentar la santidad, procurando que esto que es tan bueno, se convierta en malo en cuanto depende de los hombres. Quitemos el mal proceder del clero y todo saldrá perfectamente; de aquí se desprende que es difícil el arrepentimiento de los sacerdotes que pecan. Y el Señor quiere manifestar en esto la causa de por qué no podían creer en Jesucristo, esto es, porque todo lo hacen para ser vistos por los hombres. Es imposible, pues, que crean en Jesucristo cuando quien predica las cosas del cielo únicamente desea la gloria terrena de los hombres. He leído que algunos interpretan este lugar de este modo: "Sobre la cátedra", esto es, según el honor y grado en que estuvo Moisés, fueron constituidos los escribas y los fariseos. Predicaban a otros la doctrina que anunciaba al Cristo que había de venir, pero ellos no le recibían cuando estaba presente. Por esto exhorta al pueblo a que oiga la ley que predicaban, esto es, a creer en Jesucristo anunciado por la ley, y no a imitar a los escribas y a los fariseos que eran incrédulos. Y explicó la causa de por qué predicaban que Jesucristo había de venir según la ley, y no creían en él, esto es, porque hacían todas sus obras con el fin de ser vistos por los hombres. No predicaban que Jesucristo vendría, por deseo de su venida, sino para que como doctores de la ley fuesen vistos por los hombres.

Orígenes, homilia 24 in Matthaeum. Hacen sus buenas obras con el fin de ser vistos por los hombres, aceptando visiblemente la circuncisión, pero ocultando las riquezas de sus casas, y haciéndolo todo por el mismo estilo. Los discípulos de Jesucristo cumplen la ley en secreto, porque -como dice el Apóstol- están constituidos judíos en secreto (Rm 4)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 72,2. Observa que los reprende con cierta intención, porque no dice sencillamente que hacen sus obras para ser vistos por los hombres, sino que añade "todas". Y después demuestra que no se glorían tampoco de grandes cosas, sino de algunas de poca importancia. Por esto añade: "Y así ensanchan sus pergaminos", etc.

San Jerónimo. Por lo tanto, como el Señor había dado los mandatos de la ley por medio de Moisés, los cumplió hasta el extremo como decía el Deuteronomio: "Llevarás los preceptos en tu mano, y los tendrás siempre a la vista" (Dt 6,8) Lo que quiere decir: que estén mis preceptos en tu mano, y los cumplirás con las obras; estén ante tus ojos, para que medites en ellos de día y de noche. Los fariseos interpretando esto en mal sentido, escribían en pergamino el Decálogo de Moisés, esto es, los diez preceptos de la ley, llevándolos plegados y atados sobre la frente, formando con ellos una especie de corona, de modo que siempre los tenían delante de sus ojos. También había mandado Moisés, que llevasen en las cuatro puntas de sus mantos cenefas de jacintos, como distintivo del pueblo de Israel, para que, así como se distinguían en sus cuerpos de los gentiles por medio de la circuncisión -que era un signo judaico-, así el vestido llevase también alguna diferencia (ver Nb 15,38) Pero los maestros, como supersticiosos, deseando captar la atención de los demás, y apeteciendo las ganancias que podrían obtener de las mujeres, hacían sus cenefas más grandes, y ataban en ellas espinas agudísimas, para que al andar y al sentarse se punzasen, y con esta advertencia pudiesen consagrarse mejor al ministerio del servicio divino. Llamaban a aquella especie de distintivo, filacterías del Decálogo; tablas en que están escritos los nombres de los jueces, esto es, conservadurías, porque todos los que las tenían las conservaban para defenderse y protegerse a sí mismos. No entendían los fariseos que debían llevar estos preceptos más bien en su corazón que en sus cuerpos. De otro modo, quedaban reducidos a ser armarios o cajas que tienen libros, pero que no conocen a Dios.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43. Imitando el ejemplo de éstos, hay muchos ahora que inventan nombres hebreos de ángeles, los escriben y se los colocan, para que sirvan de admiración a los que no entienden. Otros llevan colgado al cuello algún trozo escrito del Evangelio. Pero ¿no se lee todos los días el Evangelio en la iglesia para que lo oigan los hombres? ¿Cómo pueden salvar los Evangelios colgados al cuello a aquel a quien nada aprovechan cuando los tiene puestos en sus oídos? Además, ¿dónde estará la virtud del Evangelio: en las figuras de las letras, o en el conocimiento de su sentido? Si está en las figuras, obrarán bien llevándolo colgado al cuello; pero si está en el entendimiento, más aprovecharán si se lleva en el corazón, que si se suspende del cuello. Otros exponen este mismo pasaje fijándose en que dilataban sus discursos ocupándose del modo como ellos observaban la ley como filacterios, esto es, como conservadores de la salvación. Y así, en este sentido era como predicaban al pueblo con asiduidad. Las cenefas hermoseadas de sus mantos, significan las excelencias de los mandamientos de la ley de Dios.

San Jerónimo. Como dilataban en vano las filacterías, y hacían mayores sus orlas, se captaban la admiración de los hombres, pero les vituperaban en las demás cosas. Por esto prosigue: "Y aman los primeros lugares en las cenas; y ser saludados en las plazas", etc.

Rábano. Debe advertirse que no prohibe el que sean saludados en la plaza, ocupen o se sienten en los primeros puestos aquellos a quienes se deben estos respetos por razón de sus cargos o dignidades. Pero sí nos enseña, que nos guardemos como de unos malvados de aquellos que exigen injustamente de los fieles todas estas cosas, ya tengan o no derecho a ellas.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43. No vitupera a aquéllos que ocupan los primeros lugares, sino a los que los desean; refiriendo su reprensión al deseo y no al hecho. Se humilla, pues, sin motivo respecto del lugar, aquel que da a sí mismo la preferencia en su corazón. Alguno hay que se jacta oyendo que es laudable el colocarse en el último lugar, y por esto se sienta después que todos. Y no sólo no abandona la arrogancia de su corazón, sino que además adquiere la vanagloria de la humildad, como el que quiere aparecer como justo, y se presenta como humilde. Hay muchos que siendo soberbios se colocan en los últimos sitios, y por el orgullo de su corazón, les parece que se sientan a la cabeza de los demás, y también hay muchos humildes, que aun cuando se sientan en los primeros puestos, están convencidos en sus conciencias que deben ocupar los últimos puestos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 72,2. Véase dónde se encuentra la vanagloria que los dominaba: en las sinagogas, en donde entraban a dirigir a otros. Que se condujesen de este modo en las cenas, era todavía tolerable, aun cuando conviene que el doctor llamase la atención, no sólo en la iglesia, sino en todas partes. Si el desear ocupar estos sitios merece reprensión, ¿cuánto peor será que otro los ocupe sin deber?

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43. También desean los primeros saludos, no sólo según el tiempo, sino también según la palabra para que les saludemos primero, levantando la voz y diciendo: que Dios te guarde, Maestro. Y en cuanto al cuerpo, para que les inclinemos la cabeza, y en cuanto al lugar, para que les saludemos en público. Por esto dice: "Y las salutaciones en la plaza".

Rábano. Aun cuando no están exentos de culpabilidad en este punto todos aquellos que se mezclan en las disputas del foro y ambicionan sentarse en la cátedra de Moisés y el que los hombres les llamen maestros de la sinagoga.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43. Esto es, quieren ser llamados aunque no lo son; apetecen el nombre, pero desprecian el oficio.

Orígenes, homilia 24 in Matthaeum. En la Iglesia de Jesucristo también se encuentran algunos que desean los primeros puestos de las mesas, para ser parecidos a los diáconos; por lo tanto ambicionan ocupar los primeros puestos de aquellos que se llaman presbíteros; y otros trabajan porque los hombres les llamen obispos, esto es, maestros. Pero el verdadero discípulo de Jesucristo, desea los primeros puestos en las cenas espirituales, para comer lo mejor de los manjares espirituales. Desea también cuando los apóstoles se sienten sobre doce tronos, ocupar los primeros puestos; es muy justo que se hagan acreedores por sus buenas acciones a ocupar estos sitios. Desea también las salutaciones que tienen lugar en las alegrías de la gloria, esto es, en las reuniones celestiales de los hombres nacidos primitivamente para el cielo, y no desean llamarse maestros ni por los hombres ni por ninguna otra criatura cuando son buenos, porque sólo hay uno que es el maestro de todos. Por esto sigue: "Mas vosotros no queráis ser llamados Rabbí".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 72,3. O dicho de otra manera: vituperaba a los fariseos por todo aquello, sin embargo pasaba en silencio algunas cosas pequeñas y de poca importancia dando a entender que sus discípulos no necesitaban ser instruidos acerca de ellas. Pero lo que era la causa de todos los males era el apetecer la cátedra de maestro. Toca esta cuestión para enseñar a los discípulos cómo deben portarse respecto de ellas. Por esto añade: "Mas vosotros no queráis ser llamados Rabbí", etc.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43. No queráis ser llamados Rabbí, no sea que os atribuyáis lo que se debe a Dios: ni tampoco llaméis a otros maestros, para que no concedáis a los hombres lo que se debe a Dios. Unicamente hay un maestro de todos, y que enseña a todos los hombres naturalmente. Por lo tanto, si un hombre enseñase a otro, todos los hombres sabrían que tienen doctores. Pero ahora, como no es un hombre quien enseña sino Dios, son muchos los que son enseñados pero pocos los que aprenden. Porque no es el hombre quien da el entendimiento a los demás hombres cuando se les enseña, sino que ejercita por medio de la enseñanza el que Dios les ha concedido.

San Hilario, in Matthaeum, 24. Y para que los discípulos tengan presente que son hijos de un solo padre, y que por efecto de un nuevo nacimiento han pasado los umbrales de su origen terrenal, añade: "Y vosotros, todos sois hermanos".

San Jerónimo. Todos los hombres pueden llamarse hermanos por afecto, y éste puede ser de dos maneras, especial y general. Especial, porque todos los cristianos se llaman hermanos; general, porque todos los hombres proceden de un solo padre y viven unidos a nosotros como hermanos.

Prosigue: "Y a nadie llaméis vuestro padre sobre la tierra", etc.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43. Aunque en el mundo un hombre engendra a otro hombre, sin embargo únicamente hay un Padre que nos ha criado a todos. No tenemos, pues, el principio de nuestra vida en nuestros padres, sino que únicamente recibimos de ellos el poder de transmitir esta vida.

Orígenes, homilia 24 in Matthaeum. ¿Y quién es el que no dice padre en el mundo? Aquel que en todos los actos practicados según Dios, dice: "Padre nuestro que estás en los cielos" (Mt 6,9)

Glosa. Y como daba a entender que Dios era Padre de todos, porque había dicho: "Que estás en los cielos", quiere dar a conocer quién sea este maestro universal. Por esto repite otra vez lo mandado acerca del maestro: "No os llaméis maestros, porque uno solo es vuestro maestro, Jesucristo".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 72,3. Cuando se dice que Jesucristo es maestro, no se prescinde del Padre, como tampoco se prescinde de Jesucristo, cuando se dice que Dios Padre es el Padre de todos los hombres.

San Jerónimo. Se pregunta por qué se llama el Apóstol doctor de las gentes, en contraposición de lo que aquí se ordena (ver 1Tm 2), y por qué en los monasterios se usa con tanta facilidad de la palabra padre. A esto se contesta, que una cosa es ser padre o maestro por naturaleza, y otra cosa es serlo por gracia. Si nosotros llamamos padre a un hombre, le dispensamos este honor en razón a su edad, y con ello no confesamos que sea el autor de nuestra vida. También se le llama maestro a aquel que en cierto sentido está unido con el verdadero maestro. Y (para no repetir esto muchas veces), del mismo modo que habiendo un solo Dios por naturaleza y un solo Hijo, esto no obsta para que haya muchos que se llamen abusivamente dioses, o que otros se llamen hijos por adopción; así, el que haya un padre o un maestro, no obsta para que haya otros muchos que por abuso puedan llamarse padres y maestros.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 72,3. No sólo prohibe el Señor ocupar los primeros puestos, sino que por el contrario, quiere excitar a que se deseen los últimos. Por esto añade: "El que es mayor entre vosotros, será vuestro siervo".

Orígenes, homilia 24 in Matthaeum. Y si alguno predica la palabra divina, sabiendo que Jesucristo es quien la hace fructificar, que no quiera llamarse maestro, sino ministro. Por esto sigue: "El que es mayor entre vosotros, será vuestro siervo". El mismo Jesucristo, siendo verdaderamente maestro, se presentó como ministro, cuando decía: "Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve" (Lc 22) Después de todo añadió para aquellos a quienes prohibió el deseo de la vanagloria: "Porque el que se ensalzare será humillado, y el que se humillare, será ensalzado".

Remigio. Lo cual debe entenderse de este modo: todo el que se ensalza por sus propios méritos, será humillado delante de Dios, pero el que se ensalza en virtud de los beneficios recibidos de Dios, será ensalzado delante de Dios.

MATEO 23,13


5313 (Mt 23,13)

"¡Mas ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! que cerráis el reino de los cielos delante de los hombres. Pues ni vosotros entráis ni a los que entrarían dejáis entrar". (v. 13)

Orígenes, homilia 25 in Matthaeum. Jesucristo, como Hijo verdadero de Aquel que dio la ley, según la semejanza de las bendiciones que se conceden por la ley, explicó las felicidades de los que se salvan; y según la semejanza de las maldiciones expuestas en la ley, dice ¡ay! contra los pecadores, cuando añade: "¡Mas ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!" Los que creen que es bueno decir esto contra los pecadores, comprendan que el propósito de Dios es semejante cuando maldice por medio de su ley; aquella maldición de la ley como el "ay" del Señor recaen sobre el pecador, no por causa del que los pronuncia, sino por causa de sus pecados, por los cuales se vuelve digno de escuchar estas cosas que Dios pronunció para corregir, a fin de que los hombres se conviertan al bien. Así como el padre cuando reprende al hijo pronuncia algunas veces palabras de maldición, aunque no desea que el hijo sea digno de ellas, sino más bien que le sirva para separarle de lo malo, así el Señor explica la causa de esta amenaza cuando dice: "Que cerráis el reino de los cielos", etc. Estos dos preceptos son naturalmente inseparables, porque el hecho de que alguno no permita que entren los demás es causa suficiente para que él mismo quede excluido.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 44. Las Sagradas Escrituras también se llaman el reino de los cielos, porque su adquisición está basada en ellas; la puerta es la inteligencia de las Escrituras. También es el reino de los cielos la felicidad de los bienaventurados, y la puerta por donde se entra a esa felicidad es Jesucristo; los guardianes de las llaves son los sacerdotes a quienes se ha confiado el deber de enseñar y explicar las Sagradas Escrituras; la llave es la palabra que explica el conocimiento de las Escrituras, por medio de la que se abre a los hombres la puerta de la verdad; su apertura es la verdadera interpretación. Obsérvese que no dijo: Ay de vosotros, que no abrís, sino que cerráis; luego las Escrituras no están cerradas, aunque son oscuras.

Orígenes, homilia 25 in Matthaeum. Por lo tanto, los fariseos y los escribas, ni entraban ni querían oír las palabras del Salvador, que dijo: "Si alguno entra por medio de mí, se salvará" (Jn 10,9); y ni aun a los que entrarían, esto es, aquellos que podían creer por medio de las Escrituras que habían sido ya explicadas por la Ley y por los Profetas, hablando de Jesucristo dejaban entrar. Cerrando la puerta a todos por medio del terror, les prohibían la entrada; éstos, no satisfechos porque no creían en Jesucristo, interpretaban mal sus enseñanzas y trastornaban todo lo que la Escritura profética decía de El, y blasfemaban de todo lo que hacía, como milagros falsos hechos por obra del demonio. Pero todos los que con su mala conversación dan ejemplo de pecar al pueblo, y ofenden, escandalizando a los pequeños, parece que cierran ante los ojos de los hombres el reino de los cielos. Este pecado se encuentra en los hombres públicos, especialmente en los doctores, que enseñan lo que debe hacerse según lo que prescribe el Evangelio a los hombres; pero no hacen lo que enseña. Pero viviendo y enseñando bien, abren a los hombres el reino de los cielos, y mientras ellos entran, animan a otros a entrar. Pero muchos no permiten entrar en el reino de los cielos, a los que quieren entrar; cuando excomulgan sin razón alguna, únicamente por algún celo, a los que son mejores que ellos, y ellos mismos no les permiten entrar. Aquellos que son prudentes venciendo la tiranía con su paciencia, aun cuando se les haya prohibido, entran y heredan el reino. Pero los que con mucha temeridad se ofrecieron a enseñar antes que aprendieran, e imitando las fábulas judaicas, dicen mal de quienes buscan en las Sagradas Escrituras las cosas del cielo, cierran cuanto pueden el reino de los cielos a los hombres.

MATEO 23,14


5314 (Mt 23,14)

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Que devoráis las casas de las viudas, haciendo largas oraciones. Por esto llevaréis un juicio más riguroso". (v. 14)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 73,1. En cuanto a lo demás, el Señor les reprende por su gula, y lo que es peor, porque llenaban su vientre no a costa de los ricos, sino de las viudas, y de este modo agravaban más su pobreza cuando lo que debían hacer era aliviarla. Por esto dice Jesucristo: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que devoráis las casas de las viudas", etc.

Glosa. Esto es, que con vuestra superstición no os proponéis más que esquilmar a la plebe que os está confiada.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 44. Las mujeres son generalmente incautas, porque no pesan en su razón lo que ven o lo que oyen. También son demasiado suaves, porque fácilmente se doblegan ya de lo malo a lo bueno, o ya de lo bueno a lo malo. El sexo viril es más precavido y fuerte. Por lo tanto, los que aparentan santidad comercian especialmente con las mujeres, porque no pueden entender sus engaños y fácilmente se dejan guiar por ellos en asuntos de religión. Pero principalmente con quien más negocian es con las viudas. En primer lugar porque a la mujer no se le puede engañar fácilmente cuando tiene un hombre que le aconseje. En segundo lugar, porque no dan con tanta facilidad de su propio peculio, cuando viven bajo la potestad del marido. Por lo tanto, cuando el Señor confunde a los sacerdotes de los judíos, aconseja a los cristianos que se detengan menos con las mujeres viudas que con las demás, porque aun cuando la voluntad no sea mala, sin embargo, lo es la sospecha.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 73,1. Además, esta especie de estafa es más grave, porque añade: "Haciendo largas oraciones". Todo el que obra mal es digno de castigo, pero el que toma de la religión motivo para obrar mal, es digno de mayor pena. Así pues, sigue: "Por esto sufriréis un juicio más riguroso".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 44. En primer lugar, porque sois malvados; en segundo lugar, porque os encubrís con la capa de santidad. Aparentáis cubrir vuestra avaricia con el aspecto de la religiosidad y casi entregáis al diablo las armas de Dios, para que la iniquidad sea estimada cuando es considerada como piedad.

San Hilario, in Matthaeum, 24. De aquí procede que por saciar la ambición visitando las casas de las viudas cierran con llave el reino de los cielos. Por lo tanto, serán castigados con más severidad, porque deberán el reato de su propia culpa y el de la ignorancia ajena.

Glosa. O porque el criado que sabe y no cumple, será castigado con mucha razón.

MATEO 23,15


5315 (Mt 23,15)

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, porque rodeáis la mar y la tierra por hacer un prosélito; y después de haberle hecho, le hacéis dos veces más digno del infierno que vosotros". (v. 15)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 73,1. Después de lo que se lleva dicho, otra vez el Señor vuelve a vituperar a los fariseos, ya que siendo ineficaces para salvar a muchos y necesitándose de mucho trabajo para convertir a uno a la fe no solamente son negligentes respecto a los que convierten sino que son también sus destructores. Porque los corrompen con los ejemplos de su mala vida: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque rodeáis el mar y la tierra", etc.

San Hilario, in Matthaeum, 24. Rodear el mar y la tierra quiere decir que habían de ser juzgados por causa del Evangelio de Cristo en todos los extremos del orbe y que, en contra la fe que salva, someterían algún prosélito al yugo de su ley. Todos los que han pasado de la idolatría a la Sinagoga, cuyo pequeño número se designa en este pasaje con la palabra uno solo, son prosélitos, y éstos no abandonan la fe en su doctrina aun después de la predicación de Cristo. Pero cualquiera que aceptare la de los judíos, es hijo del infierno.

Orígenes, homilia 25 in Matthaeum. Porque todos los que judaízan después de la Pasión del Salvador, dan a entender en esto mismo que participan del sentimiento de aquellos que exclamaron en otro tiempo: "Crucifícale" (Jn 19,6) Por esto sigue: "Y después de haberle hecho (judío), le hacéis dos veces más digno del infierno que vosotros", etc.

San Hilario, in Matthaeum, 24. Por lo tanto, será digno del infierno dos veces, porque ni podrá conseguir el perdón de sus pecados cometidos entre los gentiles, y se habrá asociado a aquellos que persiguieron a Jesucristo.

San Jerónimo. Los escribas y los fariseos recorriendo todo el orbe, hacían esfuerzos por conseguir un prosélito de entre los gentiles, esto es, mezclar con el pueblo de Dios un forastero incircunciso.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 44. No querían salvar por caridad a aquel a quien enseñaban, sino por avaricia, para que aumentado el número de los judíos pertenecientes a la Sinagoga, aumentase también el número de oblaciones; también hacían esto por vanagloria. El que se sumerge en el lodazal de los pecados, ¿cómo querrá librar a otros de los suyos? ¿Acaso podrá ser más caritativo con otro que consigo mismo? Demuéstrase por las mismas acciones quién desea convertir a otro por Dios, o por vanidad.

San Gregorio Magno, Moralia, 31,7Como los hipócritas, aun cuando hagan acciones malas, no dejan de hablar bien, hablando bien producen hijos para la fe por medio de su conversación, pero no pueden sustentarlos para que vivan bien. Cuanto más se mezclan en las cosas del mundo, con tanta más negligencia permiten que traten las cosas de la vida aquellos a quienes han engendrado. Como viven con sus corazones endurecidos, no reconocen a los mismos hijos a quienes engendraron con la caridad del amor debido.

Por lo tanto, aquí se dice de los hipócritas: "Y después de haberle hecho, le hacéis digno del infierno", etc.

San Agustín, contra Faustum, 18, 29. Dijo esto, no porque eran circuncidados, sino porque imitaban sus costumbres, cuando se les había prohibido diciendo: "Sobre la Cátedra de Moisés", etc. En estas palabras deben advertirse dos cosas: la gran deferencia que debía concederse a la doctrina de Moisés, en cuya cátedra estaban obligados a enseñar buenas doctrinas aun los malos que en ella se sentaban; y de donde resultaba que salían hijos de perdición, no porque oían las palabras de la ley, sino porque imitaban sus acciones. Por lo tanto, eran dos veces más dignos que ellos, hijos de condenación, porque dejaban de hacer aquello a que se habían comprometido por voluntad propia no habiendo nacido judíos, sino habiéndose hecho judíos espontáneamente.

San Jerónimo. Porque como antes, cuando era gentil pecaba sencillamente, era sólo hijo de condenación una vez. Y viendo además los defectos de sus maestros, y comprendiendo que destruían con sus obras lo que enseñaban con sus palabras, se vuelve a su antigua vida. Y ahora volviéndose a hacer gentil, es digno de mayor castigo, como prevaricador.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 44. También, o porque cuando adoraba a los ídolos, practicaba la virtud al menos por agradar a otros hombres, una vez convertido en judío provocado por el ejemplo de sus malos maestros, era peor que los que le habían enseñado.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 73,1. Cuando el maestro es bueno, el discípulo le imita, pero cuando es malo, el discípulo le aventaja.

San Jerónimo. Se llama hijo de condenación, como se llama hijo de perdición (Jn 17) al hijo de este siglo (Lc 16 y 17) Porque cada uno es llamado hijo de aquél, cuyas obras ejecuta.

Orígenes, homilia 25 in Matthaeum. En esto podemos comprender que aun entre aquellos que irán al infierno, habrá diferencias de tormentos. Unos serán hijos de condenación, pero otros los serán doblemente. Pero es necesario tener presente que generalmente el que se condena, sea judío, sea pagano o de cualquier otra confesión, queda hecho hijo del infierno por cada una de las especies de pecados que ha cometido y que así como el justo tendrá aumento de gloria según sus méritos, así el pecador tendrá una pena en el infierno proporcionada según el número de sus pecados.


Catena aurea ES 5301