Catena aurea ES 5316

MATEO 23,16-22


5316 (Mt 23,16-22)

"¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Todo el que jurare por el templo, nada es; mas el que jurare por el oro del templo, deudor es. ¡Necios y ciegos! ¿Qué es mayor, el oro, o el templo, que santifica el oro? Y todo el que jurare por el altar, nada es; mas cualquiera que jurare por la ofrenda que está sobre él, deudor es. ¡Ciegos! ¿Cuál es mayor, la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda! Aquél, pues, que jura por el altar, jura por él, y por todo cuanto sobre él está. Y todo el que jurare por el templo, jura por él y por el que mora en él. Y el que jura por los cielos, jura por el trono de Dios, y por Aquél que está sentado sobre él". (vv. 16-22)

San Jerónimo. Así como en las filacterías y en las orlas anchas de sus vestidos y en la buena opinión de los demás buscaban la vanagloria y por medio de la vanagloria el lucro, así, una vez descubierto el engaño, acusan de impiedad a los transgresores. Si alguno juraba por el templo en una cuestión o en alguna riña y después se le probaba la mentira, no se le consideraba como culpable. Y esto es lo que Jesucristo manifiesta cuando dice: "Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: el jurar por el templo nada es", etc. Como diciendo: nada debe. Pero si jura sobre el oro y el dinero que ofrecían a los sacerdotes en el templo, se veía obligado inmediatamente a pagar. Por esto sigue: "Mas el que jurare por el templo", etc.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 44. El templo, ciertamente pertenece a la gloria de Dios y a la salvación espiritual de los hombres; mas el oro del templo, aun cuando pertenece a la gloria de Dios, sin embargo, más afecta a la satisfacción de los hombres y a la utilidad de los sacerdotes. Pero los fariseos decían que el oro con que se complacían y las ofrendas con que se alimentaban eran más santas que el mismo templo. Así excitaban más a los hombres a que las ofrecieran, mejor que las oraciones. Por esto los reprende el Señor muy oportunamente, diciendo: "¡Necios y ciegos! ¿Qué es en verdad mayor?", etc. Los cristianos, ahora comprenden muchas cosas neciamente, porque si hubiere alguna causa, se estima cosa leve el jurar por Dios; pero el que jura por el Evangelio, parece que ha hecho algo más. A quienes debe decirse igualmente: ¡Necios y ciegos!, porque las Escrituras han sido escritas para servicio de Dios, pero Dios no ha sido hecho para las Escrituras. Por lo tanto, más es Dios que santifica al Evangelio, que el Evangelio que es santificado por El.

San Jerónimo. Además, si alguno jurase por el altar, ninguno lo tenía como reo de perjurio; pero si juraba sobre algún don, o sobre las oblaciones, esto es, sobre la hostia, sobre las víctimas, o sobre otras cosas semejantes que se ofrecen a Dios sobre el altar, se le exigía rigurosa cuenta. Y todo esto lo hacían no por temor de Dios, sino por ambición de las riquezas. Por esto sigue: "Y todo el que jurare por el altar, nada es", etc. El Señor los reprende como necios y embaucadores, porque vale mucho más el altar que las víctimas que se sacrifican en él.

Por esto sigue: "¡Ciegos! ¿Cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda?"

Glosa. Y para que no cometiesen semejante infamia, diciendo que el oro era mejor que el templo, y que la ofrenda era mayor que el altar, los vence por otra razón, a saber, porque en el juramento que se hace sobre el templo y sobre el altar se contiene el juramento que se hace por el oro y por la ofrenda. Y esto es lo que quiere decir cuando añade: "Aquel, pues, que jura sobre el altar, jura por él y por todo cuanto sobre él está".

Orígenes, homilia 25 in Matthaeum. Como también los judíos tenían costumbre de jurar por el cielo, para reprenderlos, añade: "El que jura por el cielo jura por el trono de Dios, etc. " Por lo tanto, no evitan el peligro, como creen, por aquello de que no juran por Dios, sino por el trono de Dios, que es el cielo.

La Glosa. El que jura por la criatura que le está sometida, jura también por la divinidad que rige a la creatura.

Orígenes, homilia 25 in Matthaeum. El juramento es la confirmación de aquello que se jura. Debe entenderse el juramento como testimonio de las Escrituras, el cual se profiere para confirmar lo que decimos. Porque el templo de Dios es la Sagrada Escritura, y el oro es el sentido que en ella se encierra. Así como el oro que está fuera del templo no está santificado, así todo el sentido que está fuera de la Sagrada Escritura, aunque parezca admirable, no es santo. Por lo tanto, no debemos usar nuestras inteligencias para confirmar la doctrina, a no ser que demostremos que es santa porque está fundada en las Sagradas Escrituras. El altar es el corazón del hombre, que es lo más esencial en el hombre, los votos y las ofrendas que se ponen sobre el altar, son todo lo que se sobrepone al corazón, como orar, cantar, dar limosnas, ayunar. El corazón del hombre santifica toda ofrenda, desde el mismo momento en que se ofrece. Por lo tanto, no puede haber otra ofrenda mejor que el corazón del hombre, por medio del cual se trasmite la ofrenda. Por lo tanto, si la conciencia del hombre no punza, tiene confianza en Dios, no por sus dones, sino porque -si así puede decirse- construye perfectamente el altar de su corazón. En tercer lugar, para que aprendamos que sobre el templo, esto es, sobre toda Escritura, y sobre el altar, esto es, sobre todo corazón, haya cierto entendimiento que se llama cielo y trono de Dios mismo, en el cual puede verse con toda evidencia el aspecto de la verdad, cuando viniere lo que es perfecto.

San Hilario, in Matthaeum, 24. Habiendo venido Jesucristo, enseña que es inútil la confianza de la ley, porque Jesucristo no es santificado por la ley, sino la ley por Jesucristo, en la cual está sentado como en un trono. Y así, son necios y ciegos los que, prescindiendo de lo que santifica, veneran lo santificado.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 1,34. También entendemos por el templo y el altar al mismo Jesucristo, por oro y ofrenda las alabanzas, sacrificios y súplicas que en él y por medio de él, le ofrecemos; y no es, por lo tanto El quien se santifica por medio de estas cosas, sino ellas que son santificadas por El.

MATEO 23,23-24


5323 (Mt 23,23-24)

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! que diezmáis la yerba buena, y el eneldo, y el comino, y habéis dejado las cosas que son más importantes de la ley, la justicia y la misericordia y la fe. Esto era menester hacer, y no dejar lo otro. Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello". (vv. 23-24)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 73,1. Había dicho el Señor que ataban las cargas más pesadas, y las imponían sobre otros, huyendo ellos aun el tocarlas. Y ahora manifiesta, otra vez, que los que andan diligentes en las cosas pequeñas menosprecian las grandes; y por esto dice: "¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas! que diezmáis", etc.

San Jerónimo. Los fariseos, pues, como el Señor había mandado que se ofreciesen diezmos de todas las cosas en el templo, para alimento de los sacerdotes y de los levitas, cuya parte es el Señor, y para que prescindamos de interpretaciones espirituales, únicamente cuidaban de que llevasen lo mandado, menospreciando lo mayor. Por esto sigue: "Y habéis dejado las cosas que son más importantes", etc. Con estas palabras vitupera la avaricia de aquellos, porque exigían con el mayor interés las décimas, hasta de las más humildes legumbres, sin ocuparse de discutir los asuntos, de tener caridad con los pobres, y fe para con Dios, todo lo que es de la mayor importancia.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 44. Como los sacerdotes estaban poseídos de la avaricia, si alguno no ofrecía décimas, aun de la cosa más pequeña, lo castigaban como si hubiese cometido algún crimen grande. Pero si alguno perjudicaba a otro, o pecaba contra Dios, no se cuidaban de reprenderlo, andando solícitos únicamente de su ganancia, y cuidándose poco de la gloria de Dios y de la salvación de los hombres. Obrar en justicia, hacer caridad y tener fe, era lo que Dios había mandado para su gloria. Pero ofrecer los diezmos, únicamente era para utilidad de los sacerdotes, para que los sacerdotes cuiden del pueblo en los asuntos espirituales y los pueblos suministren el alimento material a los sacerdotes. Así sucede ahora que todos se cuidan de sus honores, y ninguno se cuida del honor de Dios. Defienden con celo lo que les corresponde, pero no se fijan en cuidar como deben del servicio de la Iglesia. Si el pueblo no ofrece décimas, todos murmuran, pero si ven que el pueblo peca, nadie lo reprende. Pero como algunos de los escribas y los fariseos a quienes se dirigía eran populares, no es inoportuno hacer otra exposición acerca de los que pagaban los diezmos. Porque tanto el que los da, como el que los recibe, se llaman diezmeros. Los escribas y los fariseos ofrecían diezmos de las cosas más pequeñas, en ostentación de su religiosidad. Pero en los juicios eran injustos, sin caridad con sus hermanos, e incrédulos.

Orígenes, homilia 25 in Matthaeum. Y como era probable que los que oían estas palabras del Señor llegaran a despreciar las décimas de las cosas pequeñas, añade el Señor con toda previsión: Es conveniente hacer todas estas cosas, esto es, juicio, caridad y fe, y no omitir aquellas otras prácticas, esto es, "los diezmos de la yerba buena, y el eneldo y el comino".

Remigio. También manifiesta el Señor, por medio de estas palabras, que deben cumplirse todos los preceptos de la ley, lo mismo los mayores que los menores. Son reprendidos aquéllos que dan limosna de los frutos de la tierra, creyendo que así se libran del pecado. A éstos nada aprovechan las limosnas, si no procuran apartarse de sus pecados.

San Hilario, in Matthaeum, 24. Y como es de menor importancia la decimación de la verdura que los oficios de caridad, el Señor los pone en evidencia diciendo: "Guías ciegos, que coláis el mosquito", etc.

San Jerónimo. Yo creo que se debe entender por camello los grandes preceptos: la justicia, la caridad y la fe. Por mosquito, las décimas de la yerba buena, del eneldo, del comino y de las demás hortalizas despreciables. Nosotros nos tragamos y despreciamos estos preceptos grandes de Dios, y bajo el pretexto de religión desplegamos un gran celo por las cosas pequeñas, que nos reportan alguna utilidad.

Orígenes, homilia 25 in Matthaeum. Por un lado se preocupan por el mosquito, esto es de los pecados de menor importancia, a los que llama mosquito. Pero por otro lado, se traga al camello, esto es, comete delitos más graves, a los que llama camellos, y que son animales grandes y tortuosos. Son escribas, moralmente hablando, aquéllos que nada creen que hay en las Sagradas Escrituras, sino lo que demuestra sencillamente la palabra. Son fariseos todos los que se justifican a sí mismos, y se distinguen de los demás diciendo: "no te acerques a mí, porque estoy limpio". La yerba buena, el eneldo y el comino, que aprovecha para condimentar las comidas, no son, en verdad, los alimentos más esenciales. Así, también en nuestro trato, hay algunas cosas que son necesarias para salvarse, como son la justicia, la caridad y la fe. Otras también contribuyen a sazonar nuestros actos, haciéndolos más llevaderos: como son la abstinencia de la risa, el ayuno, el doblar la rodilla, y otras cosas por el estilo. ¿Y cómo no considerar como ciegos a aquéllos que no ven? Porque de nada aprovecha que ande con cautela en la observancia de las cosas pequeñas, el que menosprecia las principales. Las palabras citadas confunden a éstos. No porque les prohibe la observancia de lo que es sencillo, sino porque les manda cumplir con más cuidado lo que es esencial.

San Gregorio Magno, Moralia, 1,14. De otro modo: el mosquito hiere ya cuando va zumbando; pero el camello se inclina voluntariamente para recibir la carga. Pues bien, los judíos colaron el mosquito pidiendo que fuese puesto en libertad el sedicioso ladrón, y se tragaron al camello porque se empeñaron en dar muerte a aquel que había bajado espontáneamente a llevar el peso de nuestra mortalidad.

MATEO 23,25-26


5325 (Mt 23,25-26)

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! que limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, y por dentro estáis llenos de rapiña y de inmundicia. Fariseo ciego, limpia primero lo interior del vaso y del plato, para que sea limpio lo que está fuera". (vv. 25-26)

San Jerónimo. Aunque con diversas palabras reprende en el mismo sentido el Salvador a los fariseos porque engañaban y mentían, y porque manifestaban a los hombres exteriormente una cosa y en sus casas obraban de diferente modo. Por esto dice: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!", etc. No dice esto porque hubiese superstición en su copa o plato de comer1, sino porque manifestaban exteriormente a los hombres cierta santidad, lo cual se da a conocer por lo que añade cuando dice: "Y por dentro estáis llenos de rapiña y de inmundicia".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 44. También dice esto porque los judíos se lavaban, y lavaban sus vestidos y las cosas de su uso, cuando iban a entrar en el templo u ofrecían sacrificios en los días festivos. Y ninguno se purificaba a sí mismo de sus pecados, siendo así que Dios ni alaba la limpieza del cuerpo, ni condena sus inmundicias. A esto puede añadirse que si el Señor detesta las inmundicias de los cuerpos y de los vasos que por necesidad tienen que ensuciarse con el mismo uso, ¿cuánto más aborrecerá las inmundicias de la conciencia que si queremos podemos conservar siempre limpia?

San Hilario, in Matthaeum, 24. Los reprende también, porque teniendo cierta jactancia de afectación inútil, abandonan el ministerio de las cosas más útiles. El uso de la copa es interior, la cual, si está sucia por dentro, de nada aprovechará que esté limpia por fuera. Por lo tanto, de lo primero que debe cuidarse es del brillo de la conciencia interior, porque las cosas que afectan al cuerpo, se limpian exteriormente. Y por esto añade: "Fariseo ciego, limpia primero lo interior del vaso", etc.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 44. No dice esto refiriéndose a la copa ni al plato material, sino a la inteligencia, la cual, aun cuando nunca toca al agua, puede estar limpia delante de Dios. Porque si peca, aunque se lave con todas las aguas del mar y de los ríos, estará sucia y será despreciable delante de Dios.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 73,1. Observa que cuando hablaba de los diezmos el Salvador, dijo muy oportunamente: convino hacer esto, y no omitir lo otro (v. 23): el diezmo es una especie de limosna. ¿Cómo podrá decirse que la limosna dañe? Sin embargo, no dijo esto, induciendo a la observancia legal. Aquí, cuando trata de las limpiezas o de las inmundicias, no añade esto, sino que manifiesta la necesidad que hay de que la limpieza exterior acompañe a la interior, lo cual equivale a tener el cuerpo limpio, como se demuestra por medio del vaso y del plato, pero que debe ir unido a lo interior, que es el alma.

Orígenes, homilia 25 in Matthaeum. Estas palabras nos dan a conocer que debemos esforzarnos por ser santos, pero no por aparentarlo. El que desea parecer ser justo, limpia lo exterior, y cuida de lo que se ve, pero no se ocupa de su corazón y de su conciencia. El que se fija en la limpieza de las cosas interiores, esto es, en los pensamientos, se deduce que limpia también el exterior. Pero todos los que profesan falsas enseñanzas son exteriormente como cálices limpiados por una especie de religiosidad que aparentan, pero interiormente están llenos de rapiña y afectación, llevando a los hombres al error. La copa es también un vaso para beber y el plato para comer. Por lo tanto toda palabra, por medio de la que bebemos espiritualmente, o toda narración, por medio de la que nos alimentamos, son vasos de comida y de bebida. Por lo tanto, el que desea decir un discurso rodeado de aparato, más bien que lleno de saludables pensamientos, es la copa limpia por fuera, pero llena de las inmundicias de la vanidad por dentro; y las palabras de la Ley y de los Profetas, son las copas de la bebida espiritual y los platos de las comidas necesarias. Los escribas y los fariseos desean demostrar el sentido exterior de estas palabras limpias; pero los discípulos de Jesucristo se esfuerzan por purificar su sentido moral.

MATEO 23,27-28


5327 (Mt 23,27-28)

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! que sois semejantes a los sepulcros blanqueados, que parecen de fuera hermosos a los hombres, y dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad. Así también vosotros de fuera os mostráis en verdad justos a los hombres, mas de dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad". (vv. 27-28)

Orígenes, homilia 25 in Matthaeum. Como se ha dicho anteriormente, los fariseos estaban llenos interiormente de rapiña y de intemperancia. Del mismo modo aquí aparecen llenos de hipocresía y de iniquidad, comparados a los huesos de los muertos y a toda clase de inmundicia. Por esto dice el Salvador: "Ay de vosotros, escribas y fariseos que sois semejantes a los sepulcros", etc.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 45. Con mucha razón se llaman los cuerpos de los justos templos, porque el alma domina en el cuerpo del justo; así como el Señor domina en el templo y como el mismo Dios habita en los cuerpos de los justos. Los cuerpos de los pecadores se llaman sepulcros de muertos, porque el alma está muerta dentro del cuerpo del pecador y no puede creerse que viva, porque nada hace sobre el cuerpo que pueda llamarse vivo y espiritual.

San Jerónimo. Los sepulcros están pintados por fuera con cal y adornados con mármoles, y se distinguen por el oro y por los colores, pero interiormente llenos de huesos de muertos. Por esto dice: "Que aparecen de fuera hermosos a los ojos de los hombres, pero que interiormente están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad". Así también, los malos sacerdotes que enseñan una cosa y hacen otra, demuestran la limpieza en el hábito del vestido y en la humildad de las palabras, pero interiormente están llenos de inmundicia, de avaricia y de lujuria. Y esto es lo que el Señor demuestra claramente diciendo: "Así también vosotros, de fuera os mostráis en verdad", etc.

Orígenes, homilia 25 in Matthaeum. Toda santidad fingida es muerta, porque no obra impulsada por Dios, sino que más bien no debiera llamarse santidad. Así como un hombre muerto no es hombre, así como los farsantes que fingen y simulan ser otras personas y no son las mismas que aparentan. Y hay en ellos tantos huesos y tanta inmundicia, cuantos bienes aparentan con mal fin. Parecen exteriormente justos delante de los demás hombres. No en presencia de aquéllos a quienes la Escritura llama dioses, sino en presencia de aquéllos que mueren como hombres.

San Gregorio Magno, Moralia 26, 28. Y no pueden tener excusa de ignorancia ante el juez sabio que todo lo escudriña, porque cuando manifiestan ante los ojos de los hombres todas las formas de santidad, ellos mismos se sirven de testimonio porque no desconocen que no viven bien.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 45. Di, pues, hipócrita: Si es bueno ser malo, ¿por qué no quieres aparecer lo que quieres ser? Pues es malo parecer ser depravado, pero peor es serlo, así como también está bien parecer bueno pero mejor es serlo.

MATEO 23,29-31


5329 (Mt 23,29-31)

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! que edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos. Y decís: Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus compañeros en la sangre de los profetas. Y así dais testimonio a vosotros mismos, de que sois hijos de aquéllos que mataron a los profetas". (vv. 29-31)

San Jerónimo. Con este silogismo tan oportuno los reprende como hijos de homicidas, mientras ellos, viviendo en opinión de bondad y de gloria, edifican en el pueblo sepulcros para los profetas, a quienes mataron sus mayores. Y esto es lo que dice: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! que edificáis los sepulcros de los profetas", etc.

Orígenes, homilia 26 in Matthaeum. No parece que reprende con bastante oportunidad a aquellos que levantan sepulcros a los profetas, porque hacían esto, sin duda, con algún fin laudable: ¿cómo es que se hicieron dignos de aquella repulsa?

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 74,1. No los reprende porque edifican sepulcros, sino que vitupera la intención con que los edificaban, porque no los levantaban para honrar la memoria de aquéllos que fueron muertos, sino arrogándose la vanagloria de las muertes de aquéllos, y temiendo no sea que andando el tiempo, una vez destruidos aquellos sepulcros, desaparezca la memoria de tanto atrevimiento.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 45. Y como decían entre sí: si obramos bien con los pobres, no serán muchos los que los vean y sólo podrán ver esto por un corto tiempo, ¿no será mejor levantar mausoleos que todos puedan ver, no sólo en la época actual, sino también en el porvenir? Oh, necedad humana, ¿de qué te aprovecha este recuerdo después de tu muerte, si eres atormentado donde estás y alabado donde no estás? Cuando Dios castiga a los judíos enseña a los cristianos, porque si hubiese hablado sólo para aquéllos, únicamente hubiese hablado y no se hubiese escrito. Pero todo esto se dijo para aquéllos y se escribió para éstos. Por lo tanto, si se levantan edificios santos con buenos fines, podrá decirse que se aumenta el número de las buenas obras. Pero si se hace con otros fines, habrá espíritu de vanagloria. No se alegran los mártires cuando son honrados por el dinero, de cuya privación lloran los pobres. Siempre los judíos fueron imitadores de las costumbres de sus antepasados y desdeñosos; y aun más, perseguidores de sus contemporáneos. Y no pudiendo resistir las increpaciones de sus profetas, los perseguían y los mataban. Y después, cuando les nacían hijos, los hacían partícipes de los pecados de sus padres. Y luego, como arrepintiéndose de la muerte de los inocentes profetas, levantaban mausoleos a su memoria. Pero a la vez perseguían y mataban a los profetas de sus tiempos que reprendían sus pecados. Y por eso añade: "Y decís: si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas".

San Jerónimo. Esto, si no lo decían con las palabras, lo decían con las obras, en el mero hecho de edificar mausoleos a la memoria de los muertos, con lujo y ostentación.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 45. Lo que pensaban en su corazón, demostraban con sus obras. El Señor expone aquí las costumbres de todos los hombres malos, porque uno comprende en seguida la culpa de otro, pero con dificultad comprende la suya. Un hombre es imparcial en causa ajena pero se perturba en la propia. Todos podemos ser fácilmente jueces rectos en causa de otro, pero siempre es verdaderamente juez y sabio el que puede juzgarse a sí mismo.

Prosigue: "Y así dais testimonio a vosotros mismos de que sois hijos de aquéllos que mataron a los profetas".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 74,1. ¿Cómo puede llamarse hijo de un homicida a aquél que no participa del modo de pensar de su padre? Desde luego se comprende que de ninguna manera. Con lo que se da a conocer que el que insinúa esto, aunque de una manera embozada, se asemeja en la malicia.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 45. Las costumbres de los padres son un indicio de lo que serán los hijos, porque si el padre es bueno y la madre mala, o al contrario, los hijos imitarán ya al padre ya a la madre. Pero si los dos fuesen iguales, puede suceder alguna vez que salgan malos hijos de buenos padres, o lo contrario, aunque rara vez. Así sucede esto, como cuando nace un hombre fuera de la ley de la naturaleza, o teniendo seis dedos, o careciendo de ojos.

Orígenes, homilia 26 in Matthaeum. En los dichos de los profetas la narración que está conforme con la historia es el cuerpo y su sentido espiritual es el alma. Además, las letras y los libros de las Sagradas Escrituras, son los sepulcros. Los que únicamente cultivan la historia cuidan de los cuerpos de los profetas, porque son venerados en sus escritos a manera de un cadáver en su sepulcro. Y se llaman fariseos, esto es, cortados, porque separaban el alma del cuerpo de los profetas.

MATEO 23,32-36


5332 (Mt 23,32-36)

"Y llenad vosotros la medida de vuestros padres. Serpientes, raza de víboras, ¿cómo huiréis del juicio de la Gehenna? Por esto he aquí, yo envío a vosotros profetas, y sabios, y doctores; y de ellos mataréis y crucificaréis, y de ellos azotaréis en vuestras Sinagogas, y los perseguiréis de ciudad en ciudad, para que venga sobre vosotros toda la sangre inocente que se ha vertido sobre la tierra, desde la sangre de Abel, el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al cual matasteis entre el templo y el altar. En verdad os digo, que todas estas cosas vendrán sobre esta generación". (vv. 32-36)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 74,1. Como había dicho el Salvador contra los fariseos y los escribas, que eran hijos de aquellos que mataron a los profetas, ahora manifiesta que les imitan en la malicia. Y como lo que decían era pura ficción, no podía admitirse que hubiesen dejado de tomar parte en los pecados de aquéllos, si hubiesen vivido en aquel tiempo. Y por esto dice: "Y llenad vosotros la medida de vuestros padres". No les dice esto como por mandato, sino prediciéndoles lo que habría de suceder.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 45. Les profetiza lo que habrá de suceder, porque así como sus padres mataron a los profetas, ellos matarían también a Jesucristo, a los apóstoles y a los demás santos, porque así les compara con aquel que peleando con alguien le dice: haz conmigo lo que has de hacer. No le manda que lo haga, sino que le da a entender que conoce lo que piensa. Y en realidad aventajaron a sus padres, ya que aquéllos mataron a hombres, pero éstos crucificaron al Señor. Mas como aceptó la muerte por su propia voluntad, no les imputaba la culpa de su propio sacrificio; pero sí la muerte de los apóstoles y de los demás santos. Es por esto que les dice: "llenad vosotros", y no sobrellenad, porque es propio de un juez benigno y justo despreciar las injurias que a él se le hacen y castigar las que se hacen a otros.

Orígenes, homilia 26 in Matthaeum. Llenan también la medida de la iniquidad paterna cuando no creen en Jesucristo. La causa de la incredulidad fue porque encadenaron su fe a los hechos materiales, y no quisieron ver en ellos cosa alguna espiritual.

San Hilario, in Matthaeum, 24. Los que llenarán la medida de la voluntad paterna llegarán a ser una generación viperina y de serpientes. Por esto sigue: "Serpientes, raza de víboras, ¿cómo huiréis del castigo eterno?"

San Jerónimo. Esto mismo dijo San Juan el Bautista (Lc 3 y Jn 3) Así como las víboras nacen de las víboras, así vosotros habéis nacido homicidas de padres homicidas.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 45. Se llaman raza de víboras, porque tal es la naturaleza de las víboras, que sus hijos, al nacer, rompen el vientre de su madre. Así también los judíos, al reprender las acciones de sus padres, los condenan. Dice, pues: ¿cómo huís del juicio del infierno? ¿Por ventura edificando sepulcros a los santos? El primer grado de piedad consiste en amar la virtud, y después a los santos. Honran sin razón a los justos aquellos que menosprecian la justicia, y los santos no pueden ser amigos de aquellos de quienes Dios es enemigo. ¿Acaso os librará algún nombre hueco, porque parecerá que pertenecéis al pueblo de Dios? Creo que mejor es un enemigo declarado, que un amigo falso. Así, delante de Dios es más aborrecible quien se llama siervo de Dios y practica las obras del diablo. Para Dios, el que se dispone a cometer un homicidio ya es homicida antes que lo ejecute. La voluntad es la que recibe el premio por lo bueno o el castigo por lo malo y las acciones son el testimonio de la voluntad. No examina Dios las obras porque necesite saber cómo las ha de juzgar, sino por causa de otros, para que todos sepan que Dios es justo. El Señor presenta ocasión de pecar a los malos, no para hacerlos que pequen, sino para manifestar que son pecadores, y ofrece ocasión a los buenos para que manifiesten su firme propósito de no pecar. Así, también dio ocasión a los escribas y a los fariseos para que manifestasen su propósito. Por esto concluye: "Por esto, he aquí, yo envío a vosotros profetas y sabios y doctores".

San Hilario, in Matthaeum, 24. Esto es, apóstoles, que como profetas os digan lo que ha de suceder; como sabios, que os den a conocer quién es Jesucristo; y como escribas, que os expliquen la Ley.

San Jerónimo. Y obsérvese, según lo que escribe el Apóstol a los fieles de Corinto (1Co 12,28), que los discípulos de Jesucristo habían obtenido varios dones. A unos los había hecho profetas para que vaticinasen lo futuro; a los otros sabios que conocían cuándo debían predicar; a otros escribas, o sea sapientísimos respecto de la ley, de entre los que fue apedreado San Esteban, muerto San Pablo, crucificado San Pedro y azotados los discípulos, según refieren los Hechos de los apóstoles. Y los persiguieron de ciudad en ciudad, arrojándoles de la Judea, obligándoles a pasar a tierras de los gentiles.

Orígenes, homilia 26 in Matthaeum. También son escribas enviados por Jesucristo aquellos a quienes, según el Evangelio, el espíritu vivifica y la letra no mata, como la letra de la Ley, la que siguiendo algunos, caen en vanas supersticiones. La exposición simple del Evangelio, es suficiente para salvarse. Los escribas de la ley azotan a los escribas del Nuevo Testamento después de haberles calumniado en sus sinagogas. También los herejes, que son los fariseos espirituales, azotan a los cristianos con sus lenguas y los persiguen de ciudad en ciudad, unas veces de una manera material y otras espiritualmente, arrojándolos como de su propia ciudad de la Ley y de los Profetas, y aun del Evangelio, llevándoles a otro evangelio.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 74,2. Después, para manifestar que no hacen esto impunemente, les hace temer de una manera indudable cuando añade: "Para que venga sobre vosotros toda sangre inocente", etc.

Rábano. Esto es, todo castigo merecido por haber derramado la sangre de los justos.

San Jerónimo. No hay duda alguna de que fue Caín quien mató a su hermano Abel. Era justo, no sólo porque ahora lo dice el Señor, sino porque está comprobado por medio del Génesis, en donde se refiere que sus ofrendas agradaban al Señor. Si preguntamos quién fue este Zacarías hijo de Baraquías, porque leemos en la Escritura que hubo muchos Zacarías, para que no tuviéramos duda alguna, se añadió: a quien matasteis entre el templo y el altar. Otros dicen que este Zacarías, hijo de Baraquías, es el undécimo de los doce profetas, y que llevaba el mismo nombre. Pero la Escritura no dice que fuese muerto entre el templo y el altar; además, en sus tiempos apenas quedaban ruinas del templo. Otros dicen que fue Zacarías el padre de San Juan.

Orígenes, homilia 26 in Matthaeum. La tradición nos refiere que había un lugar en el templo en donde podían las vírgenes adorar al Señor y que las casadas que ya tenían su marido, no podían entrar allí. Pero María, después que engendró al Salvador, cuando entraba a orar, se colocaba entre las vírgenes. Y como se lo estorbasen aquéllas que sabían que había engendrado, Zacarías dijo que era digna de habitar entre las vírgenes, porque aún lo era. Luego se comprende que los que vivían entonces lo mataron entre el templo y el altar, porque creían que quebrantaba la ley de una manera evidente. Y así es verdad lo que dice Jesucristo a los que estaban presentes: "Al cual matasteis", etc.

San Jerónimo. Como esto no se puede demostrar por medio de las Sagradas Escrituras, se desprecia con la misma facilidad con que se prueba. Otros creen que este Zacarías fue el muerto por Joás, rey de Judá, entre el templo y el altar, esto es, en el atrio del templo. Pero debe tenerse en cuenta que este Zacarías no fue hijo de Baraquías, sino del sacerdote Joiada. Baraquías en nuestra lengua quiere decir bendito del Señor y el nombre del sacerdote Joiada quiere decir -en el idioma hebreo- justicia. En el Evangelio que tienen los nazarenos, encontramos escrito hijo de Joiada en vez de hijo de Baraquías.

Remigio. Debe examinarse por qué dijo el Salvador hasta la sangre de Zacarías, siendo así que después fue derramada la sangre de tantos santos. Se resuelve esta cuestión de la manera siguiente. Abel fue pastor de ovejas, y fue muerto en medio del campo; Zacarías fue sacerdote muerto en el atrio del templo. Por lo tanto, el Señor hace mención de estos dos porque con ellos hace mención de los santos mártires, tanto de los seglares, cuanto del orden sacerdotal.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 74,2. Hizo mención de Abel para manifestar que, así como aquél fue muerto por envidia, Jesucristo y sus discípulos también serían muertos por la misma causa. Hizo mención de Zacarías, porque en su muerte se cometieron dos crímenes: no solamente mataron un hombre justo, sino que también lo mataron en un lugar santo.

Orígenes, homilia 26 in Matthaeum. Zacarías también quiere decir memoria de Dios, por lo que todo el que se afana en borrar la memoria de Dios en aquellos a quienes escandaliza, parece como que derrama la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías. Por medio de la bendición de Dios, nos acordamos de El. También los impíos se olvidan de Dios, bien cuando profanan su templo con malas acciones, y cuando manchan su altar por la pereza en la oración. Abel quiere decir también luto. Y el que no acepta lo que dice la Escritura: "Bienaventurados los que lloran" (Mt 5,4), derrama la sangre de Abel, esto es, la verdad del luto saludable. Algunos derraman también la verdad de las Escrituras, como si fuera la sangre de ellas, porque toda Escritura, si no se entiende según su verdadero espíritu, puede decirse que está muerta.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 74,2. Y para que no tuviesen ninguna clase de excusa, con el fin de que no pudieran decir "porque has enviado tus discípulos a los gentiles, por esto nos hemos escandalizado", les predijo que sus discípulos habrían de ser enviados a ellos. Y por lo tanto, añade acerca de su castigo: "Os digo, en verdad, que todas estas cosas vendrán sobre esta generación".

Glosa. No se refería únicamente a los que estaban delante, sino también a toda generación de hombres malos que había precedido, o que debería suceder, porque todos formaban una misma sociedad, y eran como el cuerpo del diablo.

San Jerónimo. Es costumbre en las Sagradas Escrituras dar a conocer dos generaciones: de buenos y de malos (Ps 111,2) La generación de los buenos es bendecida, pero la generación de los malos se llama en este lugar generación de víboras. Por lo tanto, todos aquéllos que obraban del mismo modo contra los apóstoles, como Caín y Joas, pertenecen a una misma generación.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 74,2. O de otro modo: como se tardaba el castigo del infierno con que les había amenazado, les vuelve a amenazar con castigos en la vida presente, cuando dice: "Vendrán todas estas cosas sobre esta generación"1.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 46. Así como todos los bienes que en todas las generaciones, desde la constitución del mundo, habían sido merecidos por los santos, se concedieron especialmente a aquellos pueblos modernos que recibieron a Jesucristo. Así, todos los males que en todas las generaciones merecieron sufrir los malos desde la constitución del mundo, vinieron sobre los modernos judíos porque rechazaron al Salvador. O de otro modo: así como toda la justicia de los santos que habían precedido, y aun de todos los demás santos, no pudo merecer tan grande gracia, cual fue concedida a los hombres en Jesucristo. Los pecados de todos los impíos, no pudieron merecer tanto castigo como vino sobre los judíos, hasta el punto de que sufrieran tales aflicciones, como las que les causaron los romanos. Y así, después, todas sus generaciones serán arrojadas hasta el fin del mundo por Dios, y servirán para escarnio a todas las gentes. ¿Qué cosa peor les podría suceder que no recibir al Hijo de Dios, cuando vino con tanta caridad y humildad, matándolo de aquella manera tan ignominiosa? Además, toda gente o toda sociedad no es castigada por Dios inmediatamente después que peca, sino que espera que pasen muchas generaciones y cuando agrada a Dios castigar a aquella sociedad o a aquella gente, parece como que trae sobre ella los pecados de todos los que habían precedido, porque castiga en ellas todo lo que merecían las demás. Así sucedió a la generación de los judíos, que viene siendo castigada por los delitos de sus padres; condenados en verdad, no por aquéllos, sino por sí mismos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 74,2. Por lo tanto, el que vio que muchos pecaban ya, y no se corregían, obrando del mismo modo o peor, se hizo digno de mayor castigo.


Catena aurea ES 5316