Catena aurea ES 5727

MATEO 27,27-30


5727 (Mt 27,27-30)

Entonces los soldados del presidente tomando a Jesús para llevarle al pretorio, hicieron formar alrededor de El toda la cohorte. Y desnudándole, le vistieron un manto de grana. Y tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza y una caña en su mano derecha. Y doblando ante El la rodilla, le escarnecían, diciendo: "Dios te salve, rey de los judíos". Y escupiéndole, tomaron una caña y le herían en la cabeza. (vv. 27-30)

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,9. Después de la acusación de Jesucristo consecuente es que nos ocupemos de su pasión, que San Mateo empieza así: "Entonces los soldados del presidente, tomando a Jesús para llevarle al pretorio, convocaron a El toda la cohorte".

San Jerónimo. Como Jesús era llamado rey de los judíos, y los escribas y los sacerdotes le acusaban de que quería usurpar el dominio de todo Israel, los soldados se burlan de El, desnudándole de sus antiguos vestidos, vistiéndole un manto de grana en lugar de la borla roja que usaban los antiguos reyes. Y en vez de diadema ponen sobre su cabeza una corona de espinas; en vez del cetro real, le dan una caña, y le adoran como a rey, y esto es lo que añade: "Y desnudándole, le vistieron de un manto de grana", etc.


San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,9. En esto se comprende, cómo dijo San Marcos, que fue vestido de púrpura. En vez de púrpura real, debe entenderse que fue cubierto por sus enemigos con una clámide de grana, cuando se burlaban de El. Porque hay cierta púrpura roja que se parece mucho a la grana. Es posible también que San Marcos, al hablar de púrpura, se refiera al color de la clámide, si bien ésta fue de grana.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 87,1. ¿Qué cuidado debe darnos lo demás, si sufrimos afrentas de otro, después que Jesús las ha sufrido por nosotros? Porque lo que en Jesucristo sucedía era el extremo de la afrenta. No padecía las injurias en una sola parte de su cuerpo, sino todo El, la cabeza con la corona, los cañazos y los golpes; la cara, porque era escupida; las mejillas, que eran heridas por bofetadas, y todo su cuerpo por los azotes, pues había sido desnudado, y por la envoltura de la clámide, y por la burlesca adoración que le prestaban; sus manos eran ofendidas por la caña que le dieron en vez de cetro. Como si temiesen dejar de hacer algo de lo que pudiera ofenderle.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,9. Parece que San Mateo habla de todo esto como recopilando, y no porque entonces fuese cuando Pilato lo entregó para crucificarle. Pues San Juan, antes de decir que Pilato entregaba al Señor para que le crucificasen, cita todo lo que pasó.

San Jerónimo. Pero nosotros todo esto lo entendemos en sentido espiritual. Pues así como Caifás, dijo: "Conviene que un solo hombre muera por todos" (Jn 18,14), sin saber lo que decía, del mismo modo todo lo que éstos hicieron, aunque con otra intención, nos da, sin embargo, a conocer estos misterios, a los que creemos. En el manto de púrpura, se representa las cruentas ofrendas de los gentiles; en la corona de espinas, que se ha levantado la antigua maldición; con la caña, que han sido muertos los animales nocivos; y que tenía la caña en la mano, para escribir el sacrilegio de los judíos.

San Hilario, in Matthaeum, 33. El Señor, después de haber tomado sobre sí todas las enfermedades de nuestro cuerpo, nos demuestra con el color de la púrpura la sangre derramada por los mártires que habían de merecer con El el reino de los cielos. Y también es coronado de espinas, esto es, de los pecados de las naciones que como aguijones forman la corona de la victoria de Cristo. Con la caña que empuña su mano, conforta la debilidad y la frivolidad de las naciones, y es golpeada con ella su cabeza, para que la debilidad de los gentiles, sostenida por la mano de Jesucristo, descanse también en Dios Padre (que es su cabeza)

Orígenes, in Matthaeum, 35. También puede decirse que la caña fue un misterio, porque antes que creyéramos confiábamos en el báculo de caña de los egipcios o de cualquiera otro pueblo enemigo de Dios. Y esta caña es la que aceptó para triunfar con ella en el árbol de la cruz. Hieren además con esta caña la cabeza de Jesucristo porque el poder enemigo dirige constantemente sus tiros contra Dios Padre, cabeza del Salvador.

Remigio. Por manto de púrpura debe entenderse la carne de nuestro Señor, la que se llama roja por la efusión de su sangre; por corona de espinas, el haber tomado sobre sí todos nuestros pecados, porque apareció en semejanza de carne de pecado.

Rábano. Hieren la cabeza del Señor con una caña aquéllos que contradicen su divinidad, esforzándose en probar su error con la autoridad de la Sagrada Escritura (que está escrita con la caña) Escupen en su cara, los que rechazan con palabras execrables la presencia de su gracia, y niegan que Jesús ha venido en carne mortal. Adoran falsamente aquéllos que creen en El, pero le desprecian con sus perversas costumbres.

San Agustín, quaestiones evangeliorum, 2,51. Cuando, pues, en la pasión despojaron al Señor de su propio vestido, y le vistieron de burla, son significados los herejes, que dicen que no tuvo verdadero cuerpo, sino ficticio.

MATEO 27,31-34


5731 (Mt 27,31-34)

Y después que lo escarnecieron, le desnudaron del manto y le vistieron sus ropas, y le llevaron a crucificar. Y al salir fuera, hallaron un hombre de Cirene, por nombre Simón: a éste obligaron a que cargase con la cruz de Jesús. Y vinieron a un lugar llamado Gólgota, esto es, lugar de la Calavera. Y le dieron a beber vino mezclado con hiel. Y habiéndolo probado, no lo quiso beber. (vv. 31-34)

Glosa. Después que el Evangelista hizo mención de lo que se refiere al escarnio de Cristo, empieza ahora a referir el proceso de su crucifixión. Y dice: "Después que lo escarnecieron, lo desnudaron del manto", etc.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,9. Se comprende que esto lo hicieron al final, cuando ya era llevado a la crucifixión, esto es, después que Pilato lo entregó a los judíos.

San Jerónimo. Debe advertirse que cuando Jesús era azotado y escupido no tenía puestos sus vestidos propios, sino aquéllos que había tomado por nuestras culpas. Pero cuando es crucificado y ha pasado todo el encono de las burlas, vuelve a tomar sus propios vestidos, y el distintivo que le es propio; e inmediatamente se trastornan los elementos, y la criatura da testimonio de que Aquél es su creador.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Acerca del manto se ha escrito, que se lo quitaron de nuevo, pero respecto a la corona nada dicen los evangelistas, para que así no quede en nosotros ninguna de nuestras antiguas espinas, después que nuestro Salvador nos la quitó de una vez y las puso en su venerable cabeza.

San Agustín, in serm. de Passione. No quiere el Señor padecer bajo techo, ni en el templo de los judíos, para que no se crea que únicamente padecía por aquel pueblo. Por lo tanto, salió fuera de la ciudad y fuera de sus muros, para que se vea que su sacrificio tiene por objeto el bien general, o sea que se ofrece por todo el mundo y para la purificación de todos, y esto se demuestra terminantemente cuando dice: "Y al salir fuera hallaron un hombre de Cirene, por nombre Simón: A éste obligaron a que cargase con la cruz de Jesús".

San Jerónimo. No crea alguno que lo que aquí se refiere sea contrario al relato de San Juan, quien dice que el Señor ya llevaba su cruz cuando salió del Pretorio, mientras que San Mateo refiere que encontraron a un hombre de Cirene, a quien hicieron cargar con la cruz del Salvador. Pues debe tenerse en cuenta que saliendo Jesús del Pretorio, ya llevaba la Cruz, en efecto; pero que después encontraron a Simón, a quien impusieron la cruz para que la llevara.

Orígenes, in Matthaeum, 35. O también que habiendo salido, embargaron a Simón. Y que aproximándose al lugar donde debían crucificar a Jesús, fue donde cargaron la cruz sobre El mismo, para que la llevase. No obligaron a Simón por casualidad, sino que fue llevado a aquel lugar sin duda alguna, por disposición divina para que el Evangelio lo hallase digno del ministerio de la Cruz de Cristo. No convenía que llevase la Cruz únicamente el Salvador, sino que debíamos también llevarla con El, cumpliendo así con la obligación saludable que nos correspondía. Y en verdad que no nos hubiese aprovechado llevarla nosotros si El no la hubiese llevado.

San Jerónimo. Hablando en sentido espiritual puede decirse que las naciones se convierten a la cruz, y el extranjero obediente lleva la ignominia del Salvador.

San Hilario, in Matthaeum, 33. Los judíos eran indignos de llevar la cruz de Jesucristo, porque había quedado como patrimonio de la fe de los gentiles el recibir y compartir la cruz del redentor.

Remigio. Este Simón, en verdad, no era de Jerusalén, sino peregrino y extranjero, esto es, Cirineo. Cirene es una ciudad de Libia; Simón quiere decir obediente y Cirineo, heredero; por lo que propiamente se designa al pueblo gentil, que era peregrino respecto de los testamentos de Dios. Pero cuando creyó se convirtió en ciudadano de los santos, y heredero doméstico de Dios.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 32,3. O en otro sentido, en el Simón que carga con la obligación de llevar la cruz del Señor, están figurados los abstinentes orgullosos que afligen en verdad su carne con la abstinencia, pero que no buscan interiormente el fruto de ella, por cuya causa, si bien Simón lleva la Cruz no muere en ella. Porque los que se abstienen y se vanaglorian, si bien por la abstinencia mortifican su cuerpo, por el deseo de gloria viven para el mundo.

Prosigue: "Y vinieron a un lugar llamado Gólgota, esto es, lugar de la calavera".

Rábano. Gólgota es un nombre sirio que quiere decir calavera.

San Jerónimo. Yo he oído que alguien llamó lugar de la calavera al lugar donde fue enterrado Adán y es llamado así, porque la cabeza del primer hombre reposaba allí. Pero esta interpretación favorable, y que agrada al oído del pueblo no es la verdadera. Fuera de la ciudad y de la puerta, había lugares donde se ajusticiaba a los condenados a muerte y tenían el nombre de calvarios (esto es, de los degollados) Por esta misma razón fue crucificado allí nuestro Señor, para que en donde estuvo primeramente el lugar de los condenados, se levantase ahora el estandarte del martirio. Mas Adán había sido sepultado cerca de Ebrón y Albea como leemos en el libro de Jesús, el hijo de Nave (Jos 14,15 Vulg. )

San Hilario, in Matthaeum, 33. El sitio donde se colocó la cruz se encontraba precisamente en medio del mundo, para que desde allí pudiese de igual manera llegar a todos el conocimiento de Dios.

Prosigue: "Y le dieron a beber vino mezclado con hiel".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,11. San Marcos refiere esto del modo siguiente: "Y le daban a beber vino mezclado con irra" (Mc 15,23) Pero San Mateo dice, que con hiel por la amargura (pues la hiel hacía al vino amarguísimo), aun cuando puede suceder que la hiel y la mirra hagan el vino amarguísimo.

San Jerónimo. La vida amarga hace amargo el vino que dan de beber a nuestro Señor Jesucristo, y así se cumple lo que está escrito; "le dieron a comer hiel" (Ps 68,2), y Dios habla de Jerusalén (por medio de Jeremías): "Yo te planté viña verdadera, ¿cómo te has convertido en viña extraña para mi amargura?" (Jr 2,21) Prosigue: "Y habiéndolo probado, no lo quiso beber".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,11. Como dice San Marcos: "Y no lo recibió" (Mc 15,23), se comprende que no lo recibió para beber, pero lo gustó, como asegura San Mateo; y como el mismo San Mateo dice, no lo quiso beber. San Marcos dijo que no lo recibió, pero no dijo nada sobre que lo gustase. Mas habiéndolo gustado no lo quiso beber, y esto indica que gustó por nosotros la amargura de la muerte, pero resucitó al tercer día.

San Hilario, in Matthaeum, 33. Rehusó beber el vino mezclado con hiel, porque no se mezclase la amargura de los pecados con la felicidad incorruptible de la eterna gloria.

MATEO 27,35-38


5735 (Mt 27,35-38)

Y después que lo hubieron crucificado repartieron sus vestidurtas echando suerte, para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta, que dice: Se repartieron mis vestiduras, y sobre mi túnica echaron suerte. Y sentados le hacían la guardia. Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: "Este es Jesús el Rey de los Judíos". Entonces crucificaron dos ladrones con El; uno a la derecha y otro a la izquierda. (vv. 35-38)

Glosa. Una vez referido cómo Jesucristo fue llevado hasta el lugar de su pasión, continúa el Evangelista ocupándose de esta misma pasión, explicando el género de muerte que se le dio. Sigue: "Y después que le hubieron crucificado".

San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus, 25. La sabiduría de Dios sirve de ejemplo a los hombres para que vivan con rectitud. Corresponde, pues, a la vida perfecta, no temer aquellas cosas que no deben temerse. Hay hombres también, que, aun cuando no teman la muerte, se horrorizan ante cierto género de suplicio. Para que el hombre que vive bien no temiera ningún género de muerte, le dio ejemplo en la cruz de aquel hombre. No había ninguna clase de muerte entre todas que fuese más execrable y temible que la muerte con que murió el Salvador.

San Agustín, in serm. de Passione. Advierta vuestra piedad cuánto es el poder de la cruz. Adán despreció el precepto tomando la fruta del árbol; pero todo lo que perdió Adán lo encontró Jesucristo en la cruz. El género humano se salvó también del diluvio de las aguas en un arca de madera. Habiendo salido el pueblo de Dios de la cautividad de Egipto, Moisés dividió las aguas del mar con su vara, humilló a Faraón, y redimió al pueblo de Dios. Además Moisés arrojó su vara al agua, y la convirtió de amarga en dulce. También por medio de su vara hizo brotar agua saludable de una piedra espiritual. Y para que Amalech fuera vencido, Moisés extendió los brazos junto a su vara. Y el arca del testamento en que estuvo depositada la ley de Dios era de madera. Para que así se viniera por medio de estas cosas y como por grados, hasta el madero de la cruz.

San Juan Crisóstomo, in serm. de Passione. Por lo tanto, en cruz elevada fue donde padeció el Señor, y no debajo de techo alguno, a fin de que hasta la misma atmósfera se purificase. Y también la tierra sentía sobre sí tan gran beneficio, purificándose por la corriente de sangre que manaba del costado divino.

Glosa. También parece que el madero de la cruz representa la Iglesia, extendida por las cuatro partes del mundo.

Rábano. En sentido moral puede decirse, que la cruz significa por su anchura la alegría del que trabaja, porque la tristeza produce las angustias. Mas la anchura de la cruz es aquella parte transversal de ésta, donde se fijan las manos; y por manos entendemos las acciones. Por la altura de la cruz a la que se adhiere la cabeza, se significa la esperanza del premio que se espera de la altísima justicia de Dios; y la longitud donde todo el cuerpo se extiende, representa la tolerancia por cuya razón se llaman longánimos los que toleran. Finalmente, profundo es lo que se encuentra dentro de la tierra, y ello representa lo oculto del sacramento.

San Hilario, in Matthaeum, 33. Así es como está suspendida del árbol de la cruz la salud y la vida de todos. Por esto dice: "Y después que le hubieron crucificado", etc.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,12. Esto ya lo dijo San Mateo, aunque en muy pocas palabras. San Juan explica de diferente modo lo que entonces sucedió. Dijo: "Cuando los soldados lo hubieron crucificado, tomaron sus vestidos e hicieron cuatro partes; una para cada uno de los soldados, y la túnica. Mas la túnica era inconsútil" (Jn 19,23)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 87,1. Debe observarse que no era pequeña esta humillación que sufría Jesucristo. Hacían esto con El, teniéndole por el más deshonrado y el más vil de los hombres. Esto de dividirse las ropas, únicamente se hacía con los reos más viles y despreciables, y con los que nada tenían.

San Jerónimo. Esto que sucedió con Jesucristo, ya había sido vaticinado en el salmo (Ps 22,19), por cuya razón sigue: "Para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta, que dice: se repartieron mis vestiduras, y sobre mi túnica echaron suertes". Sigue: "Y sentándose le hacían la guardia", esto es, los soldados. El cuidado de los soldados y de los sacerdotes nos sirvió de gran provecho para que aparezca más clara y evidente la gloria de la resurrección. "Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: Este es Jesús, rey de los judíos". No puedo admirar bastante la grandeza de este acontecimiento; cómo habiendo comprado testigos falsos y excitado al pueblo ignorante, para que se levantase y gritase, no encontraron otra causa de muerte más que la de que se titulaba rey de los judíos. Y ellos acaso hicieron esto como burlándose y riéndose.

Remigio. Sin duda se puso este título sobre la cabeza de Jesús por disposición divina, para que comprendiesen los judíos, que a pesar de haberle quitado la vida, no pudieron prescindir de tenerle como rey, pues por la muerte afrentosa no sólo no perdió su imperio, sino que más bien se confirmó en él.

Orígenes, in Matthaeum, 35. El príncipe de los sacerdotes llevaba escrita sobre su cabeza la santificación del Señor, según estaba mandado en la ley. Así pues, Jesús, el verdadero Rey y Príncipe de los sacerdotes, tuvo escrito en su cruz: "Este es el rey de los judíos". Pero al subir al Padre, no tiene ya letras o nombre que lo designen, sino al Padre mismo.

Rábano. Como era rey y sacerdote a la vez, y habiendo ofrecido el holocausto de su carne en el altar de la cruz, obtuvo también por medio de aquel título manifiesto la dignidad de rey, cuyo título no se puso bajo, sino sobre la cruz. Porque aun cuando sufría en ella por nosotros en cuanto a la debilidad humana, sin embargo, brillaba sobre la cruz la majestad de rey, la cual no perdió en la cruz sino que más bien la confirmó.

Sigue: "Entonces crucificaron dos ladrones con El, uno a la derecha y otro a la izquierda".

San Jerónimo. Así como Jesucristo llevó por nosotros la maldición de la cruz, así fue crucificado por la salvación de todos, como culpable entre los culpables.

San León Magno, sermones, 55,1. Fueron crucificados dos ladrones (uno a la derecha y otro a la izquierda), para que se diese a conocer en la misma forma del patíbulo la manera con que habrá de procederse respecto de los hombres en el juicio final. Por lo tanto, la pasión de Jesucristo encierra en sí todo el misterio de nuestra salvación. Y del instrumento que la perfidia de los judíos le preparó, hizo el poder del Redentor peldaño para su gloria.

San Hilario, in Matthaeum, 33. Son crucificados dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda, para manifestar que todos los hombres eran llamados a participar de los beneficios de la pasión del Señor. Y como hay diferencia de fieles e infieles, así se estableció la división de aquéllos entre la derecha y la izquierda, colocándose uno de los dos a la derecha, el cual se salvó por su profesión de fe.

Remigio. También se representa por medio de estos dos ladrones todos aquéllos que abrazan las privaciones de la vida más estrecha. Todos aquéllos que hacen esto sólo por agradar a Dios, son designados en aquél que fue crucificado a la derecha del Señor; pero los que lo hacen por el deseo de alcanzar humanas alabanzas o por algún fin menos digno, son representados en aquél que fue crucificado a la izquierda.

MATEO 27,39-44


5739 (Mt 27,39-44)

Y los que pasaban le blasfemaban, moviendo sus cabezas y diciendo: "¡Ay! tú el que destruyes el templo de Dios y lo reedificas en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz". Asimismo insultándole también los príncipes de los sacerdotes con los escribas y ancianos, decían: "A otros salvó, y a sí mismo no puede salvarse: si es el rey de Israel, descienda ahora de la cruz y le creemos: Confió en Dios, líbrelo ahora si le ama, pues dijo: Hijo soy de Dios". Y los ladrones que estaban crucificados con El le improperaban. (vv. 39-44)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 87,1. Habiendo desnudado y crucificado a Jesucristo, van todavía más lejos y le insultan viéndole clavado en la cruz. Por esto dice: "Y los que pasaban le blasfemaban moviendo sus cabezas", etc.

San Jerónimo. Blasfemaban, en verdad, porque pasaban más allá del camino, y no querían andar por el justo sendero de las Sagradas Escrituras; y movían sus cabezas, porque ya antes habían movido sus pies, y no se encontraban fijos sobre la verdadera piedra.

Remigio. El pueblo insultándole, se llama a sí mismo fatuo, porque los testigos falsos eran los que habían provocado aquella escena. Por esto sigue: "Y diciendo: ¡Ay! Tú el que destruyes el templo de Dios", etc.

San Hilario, in Matthaeum, 33. ¿Qué esperanza les quedaría, pues, del perdón cuando vieran la resurrección del cuerpo del Señor reedificando el templo de Dios después de tres días?

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 87,2. Y queriendo continuar en vituperarle, añaden: "Sálvate a ti mismo: Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz".

San Juan Crisóstomo, in serm. de Passione. Pero muy al contrario; como es Hijo de Dios no baja de la cruz, porque había venido a ser crucificado por nosotros.

Sigue: "Asimismo insultándole los príncipes de los sacerdotes, burlándose decían: a otros salvó", etc.

San Jerónimo. Los escribas y los fariseos, aun sin querer, confiesan que había salvado a otros. Por esta razón, vuestra misma sentencia os condena; el que salvó a otros, también podía salvarse a sí mismo (si quisiese) Sigue: "Si es el rey de Israel, baje ahora de la cruz y le creeremos".

San Juan Crisóstomo, in serm. de Passione. Considera, pues, que esto no es otra cosa más que la voz de los hijos del diablo, que imitan en cierto sentido el eco de su padre. Porque el diablo decía: "Si eres el Hijo de Dios, arrójate abajo" (Mt 4,6); y los judíos dicen: "Si eres el Hijo de Dios baja de la cruz".

San León Magno, sermones, 55,2. ¿De qué fuente de error habéis bebido, oh judíos, el veneno de tales blasfemias? ¿Quién os sirvió de maestro? ¿Qué doctrina os ha persuadido que debíais admitir por rey de Israel e Hijo de Dios, a aquél podía, o no dejarse crucificar, o desprender su cuerpo librándole de la sujeción de los clavos? Esto no os lo dijeron, ni los secretos de la ley, ni las bocas de los profetas, sino que verdaderamente lo habéis leído en Isaías: "No separé mi rostro de la ignominia de las salivas" (Is 50,6); y en otro lugar: "Taladraron mis manos y mis pies, y contaron todos mis huesos" (Ps 92,1; 96,1; 98,1; etc. )

Rábano. Pero si entonces hubiese bajado de la cruz, accediendo a los que le insultaban, no nos hubiese demostrado el valor de su paciencia. Mas esperó un poco, y sufrió las burlas. Y el que no quiso separarse de la cruz, resucitó del sepulcro.

San Jerónimo. La oferta que hacen es engañosa, cuando añaden: "Y le creeremos". ¿Qué es más, bajar de la cruz cuando todavía estaba vivo, o resucitar del sepulcro después de muerto? Resucitó y no le creísteis; luego tampoco le hubieseis creído si hubiese bajado de la cruz. Pero me parece que imitan a los demonios. Inmediatamente que fue crucificado el Señor, experimentaron éstos los efectos de la cruz, y comprendieron que sus fuerzas se habían quebrantado. Por esto desean que baje de la cruz. Pero nuestro Señor, conociendo las asechanzas de sus enemigos continúa en la cruz, para destruir al demonio. Sigue: "Confió en Dios, que lo libre ahora si quiere".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 87,2. ¡Oh malvados en extremo! ¿Acaso no eran profetas y justos aquéllos a quienes Dios no sacó de los peligros? Y si no pereció la gloria de aquéllos a quienes llevasteis a los peligros, con mucha más razón no debíais escandalizaros de lo que ahora padece el Salvador. Porque siempre salió al paso toda duda en vosotros por las palabras que os había dicho. "Pues dijo: Hijo soy de Dios". Por medio de esto querían dar a conocer, que padecía por culpa del seductor y del falsario, del mismo modo que por el soberbio y por el que se gloriaba en las palabras que decía. Así, pues, no sólo se burlaban de El los judíos y los soldados que estaban debajo, sino también los ladrones que estaban en lo alto, y crucificados a la vez con el Señor. Por esto sigue: "Y asimismo los ladrones que estaban crucificados con El le improperaban".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,16. Puede creerse que San Lucas contradice lo que se dice aquí, porque refiere que uno de los ladrones blasfemaba a Nuestro Señor, y era reprendido por el otro. A no ser que entendamos que San Mateo quiso referir esto con la mayor brevedad posible, y que por eso habló en plural y no en singular, como leemos en la Epístola a los Hebreos, en que se habla en plural: Cerraron las bocas de los leones (He 11,33), siendo así que sólo Daniel fue quien las cerró. ¿Qué cosa más natural que alguno diga: los ignorantes me insultan, aun cuando sea uno solo? El relato de San Mateo sería contrario al de San Lucas, si hubiese dicho que ambos ladrones insultaban al Señor, pero como está escrito los ladrones, y no se añadió ambos, pudo entenderse que, según el modo usual de hablar, el número plural significa uno solo.

San Jerónimo. Puede decirse también que primero blasfemaron los dos, pero que después, cuando el sol se oscureció, la tierra tembló, las piedras se chocaron y aparecieron las tinieblas, uno de ellos creyó en Jesús, enmendando su primera negación por una subsiguiente confesión.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 87,2. Para que no se crea que en esto medió alguna connivencia o que no fuese ladrón el que lo parecía, nos lo prueba por la afrenta. Puesto que el ladrón que pendía en la cruz también era enemigo, y de repente se convirtió.

San Hilario, in Matthaeum, 33. Que los ladrones insultaban al Señor en su pasión, quiere decir que todos los fieles habían de escandalizarse por el acto de la crucifixión.

San Jerónimo. También se representan en los dos ladrones los dos pueblos (el de los gentiles y el de los judíos) El primero blasfemó del Señor y después, aterrado por la multitud de prodigios, hizo penitencia, y hasta hoy increpa a los judíos que siguen blasfemando.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Pero el ladrón que se salvó puede representar el misterio de aquéllos que después de muchos pecados creyeron en Jesucristo.

MATEO 27,45-50


5745 (Mt 27,45-50)

Mas desde la hora de sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora de nona. Y cerca de la hora de nona clamó Jesús con grande voz, diciendo: "Elí, Elí, lamma sabactani"; esto es: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Algunos, pues, de los que allí estaban, cuando esto oyeron decían: "A Elías llama Este". Y luego corriendo uno de ellos, tomó una esponja y la empapó en vinagre, y la puso sobre una caña, y le daba a beber. Y los otros decían: "Dejad, veamos si viene Elías a librarlo". Mas Jesús, clamando segunda vez con grande voz, entregó el espíritu. (vv. 45-50)

San Juan Crisóstomo, in serm. de Passione. No podía sufrir la criatura la ofensa hecha a su Creador; así fue que el sol recogió sus rayos para no ver las acciones de los impíos, y por esto se dice: "Mas desde la hora de sexta hubo tinieblas por toda la tierra, hasta la hora de nona".

Orígenes, in Matthaeum, 35. Algunos dudan de la veracidad de este texto del Evangelio. El ocultamiento del sol siempre se verifica cuando le llega su tiempo; pero este eclipse que suele suceder llegado el momento, no acontece en ninguna otra época más que cuando el sol y la luna están en conjunción. O sea cuando la luna gira por debajo del sol, e impide que los rayos de éste lleguen a la tierra. Mas en el día en que padeció nuestro Señor, se sabe perfectamente que no tenía lugar esa conjunción de la luna respecto del sol, puesto que era tiempo pascual, y que la pascua se celebraba en el plenilunio. Algunos de los fieles, queriendo defender de algún modo esta verdad, dijeron en contra de esto, que aquella falta del sol se verificó como los demás nuevos prodigios que contra el orden acostumbrado hace Dios cuando lo cree oportuno.

Dionisio, epistola, 7. Veíamos que la luna coincidía con el sol cuando no le correspondía (porque no era tiempo de conjunción) Y además que la luna desde la hora de nona hasta la de víspera, se encontraba ocultando el diámetro del sol de una manera sobrenatural. Veíamos también que el mismo eclipse empezaba por el Oriente, y que llegaba hasta el término del disco solar, pero que después retrocedía. Y que otra vez, no de este mismo modo, por defecto o por oposición, sino que por el contrario, se verificaba en toda la extensión del disco.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 88,1. Duraron tres horas las tinieblas, cuando el eclipse de sol pasa en breve tiempo, pues no se detiene, como saben los que lo han observado.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Pero en contra de esto dicen los hombres del mundo: cuando sucedió este hecho tan admirable, llama la atención que ninguno de los griegos o de los bárbaros, ni de los que lo vieron dejaron consignado que tal acontecimiento hubiese ocurrido en tiempo alguno. Pero Flegón escribió en sus Crónicas, que sucedió esto en tiempo de Tiberio César, aun cuando no dijo que se verificó en el plenilunio. Y yo creo que así como los demás prodigios que se verificaron en la pasión del Señor (esto es, que el velo se rasgó, que la tierra tembló, etc. ), esto se verificó únicamente en Jerusalén, etc. , o, si se quiere, en Judea, así como, en el libro Primero de Reyes, diga como Badiás refiriéndose a otra cosa: "Vive el Señor Dios tuyo, si hay una gente o un reino a donde no haya enviado a buscarte el Señor mi Dios" (1R 18,10), manifestando que en verdad lo había buscado entre los gentiles alrededor de Judea. Es muy natural también que el comprender que algunas nubes muy oscuras y muy grandes se reuniesen sobre la ciudad de Jerusalén y el territorio de los judíos y que, por lo tanto, ocurrieron profundas tinieblas desde la hora de sexta hasta la de nona. Se sabe que dos criaturas fueron hechas en el día sexto. A saber: los animales antes de la hora sexta, y en la sexta el hombre; y que, por lo tanto, debía estar crucificado en la hora de sexta el que moría por la salvación del hombre, y que desde la hora de sexta empezaron las tinieblas, y se extendieron por toda la tierra hasta la hora de nona. En otro tiempo, cuando Moisés elevó sus manos al cielo, se extendieron las tinieblas sobre los egipcios cuando tenían cautivos a los siervos de Dios. Del mismo modo, cuando Jesucristo extendió sus manos hacia el cielo en la cruz, sobre el pueblo que había clamado: "Crucifícale" (Mc 15,14), a la hora de sexta, se extendieron también las tinieblas. Y desde aquel momento quedaron privados de toda luz, como señal de las futuras tinieblas que habían de ocultar sus inteligencias y que habían de alcanzar a todos los judíos. Del mismo modo, en tiempo de Moisés se cubrió de tinieblas la tierra de Egipto por espacio de tres días, permaneciendo la luz para los hijos de Israel. En tiempo de Cristo las tinieblas oscurecieron toda Judea por tres horas, ya que a causa de sus pecados, fueron privados de la luz de Dios Padre y del esplendor de Cristo y de la iluminación del Espíritu Santo. Por el contrario, la luz que brilla sobre todo el resto de la tierra ilumina a toda la Iglesia de Dios en Cristo. Y si las tinieblas oscurecieron Judea hasta la hora de nona, es claro que nuevamente brillará la luz sobre ellos porque cuando la plenitud de los gentiles hayan entrado entonces todo Israel será salvado (Rm 11,25)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 88,1. Admira, en verdad, que las tinieblas se extendiesen por toda la tierra, lo cual nunca había sucedido. Unicamente en Egipto hubo tinieblas cuando se celebró la pascua. Pero éstas que entonces ocurrieron eran figuras de las que ahora sucedieron. Y véase cómo las tinieblas se verifican en la mitad del día, o sea cuando había luz. De tal modo, que pudieron admirar este milagro todos los habitantes de la tierra. Esta es la señal que había ofrecido Jesucristo que daría a aquéllos que se la pidieron, diciendo: "Esta generación mala y adúltera pide una señal, y no le será concedida sino la del profeta Jonás" (Mt 12,39) Y esta señal daba a conocer la muerte y la resurrección. Además, mucho más admirable es que sucediese esto cuando el Señor había sido crucificado, y no cuando andaba por la tierra. Esto era muy suficiente para que se convirtieran los judíos, no sólo por la magnificencia del milagro, sino porque esto sucedió después que hubieron hablado todo lo que quisieron, y se saciaron de injuriarle. ¿Y cómo no se admiraron todos ni creyeron que Jesús era Dios? Porque aquella clase de hombres tenían mucha malicia y grande abandono; así es que sucedió este prodigio, y no conocieron cuál era la causa que lo producía. Por lo que habló El mismo después, para manifestar que vivía y que El mismo fue quien hizo aquel milagro. Sigue: "Y cerca de la hora de nona clamó Jesús con grande voz, diciendo: Elí, Elí, lamma sabactani; esto es, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"

San Jerónimo. Dijo el principio del salmo (Ps 21,2) Por lo tanto es inútil lo que se encuentra en medio del versículo: "Mírame". En el texto hebreo se lee: "Elí, Elí, lamma sabactani" esto es "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Luego los que creen que el salmo fue citado por la persona de David -o por Ester y Mardoqueo- son impíos, puesto que también los testimonios del Evangelista tomados de él se refieren al Salvador, como son aquellas palabras: "Se dividieron mis vestidos y taladraron mis manos" (Ps 21,17-19 Mt 27,35)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 88,1. Por lo tanto habló con las palabras del profeta, dando así testimonio del Antiguo Testamento hasta la última hora; y para que vean cómo honra a su Padre y que no le contraría. Por eso habló en hebreo, para que todos entendiesen lo que decía.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Debemos preguntarnos: ¿Qué se entiende cuando se dice que Jesucristo es abandonado por Dios? Algunos, al no poder explicarlo, dicen que fue dicho por humildad. Pero claramente se podría entender qué dice, haciendo una comparación de su gloria que tenía junto al Padre y la turbación que padeció despreciado en la cruz.

San Hilario, in Matthaeum, 33. Los intérpretes herejes deducen de estas palabras o que faltó el Verbo de Dios, no animando aquel cuerpo al que vivificaría, haciendo las veces de alma, o que Jesucristo no nació hombre, sino que el Verbo de Dios estaba en él a manera de espíritu profético. Pero si Jesucristo tenía únicamente un alma y un cuerpo desde que empezó a ser hombre, como tienen de ordinario todos los hombres desde su principio, ahora aparece que retirada la protección del Verbo de Dios, como destituído de toda protección, clama de este modo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?". También puede decirse que la naturaleza del Verbo había cambiado en realidad respecto del alma, y que Jesucristo necesitaba del auxilio del Padre para todo, y que ahora, como desamparándole, permitió que se quejase de su soledad. Mas ante estas afirmaciones débiles e impías, tenemos la fe de la Iglesia, apoyada en las enseñanzas de los Apóstoles, que no permite que Jesucristo sea dividido ni que el Hijo de Dios deje de ser considerado también como Hijo del hombre; porque esta queja de quedar abandonado, no es otra cosa que la debilidad propia del que agoniza; y la promesa del paraíso, es el reino de Dios vivo. El que se queja de haber sido abandonado a la hora de la muerte, habla así porque es hombre; pero a la vez tenemos a este mismo que muere ofreciendo que reinará en el paraíso, porque es Dios. No te admire, pues, la humildad de las palabras y las quejas del que es abandonado, y cuando lo vez en la forma de siervo, cree en el escándalo de la cruz.

Glosa. Se dice que Dios lo abandonó en su muerte, porque lo dejó bajo el poder de sus perseguidores; le retiró su protección, pero no dividió su unión.

Orígenes, in Matthaeum, 35. Después que vio el Salvador que las tinieblas se habían extendido por toda Judea, dijo estas palabras, dando a entender que el Padre le había abandonado. Esto es, que lo había entregado, cuando ya no tenía fuerzas, a tantas calamidades, para que aquel pueblo que había sido tan honrado por el Padre, recibiera lo que merecía, por lo que se había atrevido a hacer con El. Esto es, que quedase privado de la luz de su protección, ya que El había sido abandonado por la salvación de las gentes. ¿Qué mérito habían adquirido los que creyeron de entre los gentiles, para que mereciesen ser comprados del poder del enemigo, por la sangre preciosa de Jesucristo derramada sobre la tierra? ¿O qué habían de hacer los hombres en adelante, para ser dignos de que Jesús padeciese por ellos toda clase de tormentos? Acaso viendo los pecados de los hombres por quienes sufría, dijo: ¿Por qué me has abandonado?, ¿para que me pareciese a aquél que coge rastrojos en la siega, o racimos en la vendimia? No creas que el Salvador dijo estas cosas como suelen decirlas los hombres, cuando experimentan sufrimientos como El padecía en la cruz. Porque si lo crees en este sentido, no oirás su gran voz, la que manifiesta que algo grande se encierra en ella.

Rábano. El Salvador dijo esto como rodeado de nuestras tribulaciones cuando en los peligros nos consideramos abandonados de Dios. La naturaleza humana fue abandonada de Dios por el pecado, pero como el Hijo de Dios se hizo abogado nuestro, deplora la miseria de aquéllos cuya culpa aceptó. En lo que da a conocer cuánto deben llorar aquéllos que pecan, cuando así lloró quien nunca había pecado.

Sigue: "Algunos de los que allí estaban, cuando esto oyeron, decían: a Elías llama Este".

San Jerónimo. No todos sino algunos, quienes yo creo serían soldados romanos, porque no entendían las propiedades de la lengua hebrea. Y por esta razón cuando dijo: "Elí, Elí", creían que llamaba a Elías. Pero si queremos creer que eran los judíos los que decían esto, tendremos que decir que según venían haciendo, se propondrían difamar al Señor como imbécil, porque llamaba en su auxilio a Elías.

Sigue: "Y luego corriendo uno de ellos tomó una esponja y la empapó en vinagre", etc.

San Agustín, in serm. de Passione. De este modo se da a beber vinagre al que es la fuente de la dulzura; el que da la miel es amargado con hiel; el que perdona, es azotado; el que dispensa gracias, es condenado; la majestad es burlada; la virtud es vilipendiada y es cubierto de esputos el que da la lluvia.

San Hilario, in Matthaeum, 33. El vinagre, pues, es un vino agriado por su mala naturaleza o por descuido o por la calidad de la vasija. Porque el vino representa el honor o la virtud de la inmortalidad. Como se había agriado en Adán, el Señor lo recibió y bebió por los hombres. Y se le ofrece con una caña y en una esponja para que bebiese; esto es, recibió los vicios de la corrupción humana por los que se había perdido la felicidad eterna, y así identificó en sí mismo para participación de la inmortalidad, todo lo que estaba viciado en nosotros.

Remigio. O de otro modo. Los judíos que eran el vinagre degenerado del vino de los patriarcas y de los profetas, tenían los corazones rebosando engaño como la esponja cavernosa tiene escondrijos profundos y tortuosos. Por la caña se representa la Sagrada Escritura, que se cumplía en este acontecimiento. Así como la lengua hebrea y la griega se dice que son la locución que se hace por la lengua, así la caña es la que representa la letra o la escritura que se hacía por medio de una caña

Orígenes, in Matthaeum, 35. Y algunos que están instruidos en las enseñanzas de la Iglesia, pero que viven mal, dan a beber a su Dios vino mezclado con hiel. Y los que atribuyen a Jesucristo sentencias contrarias a la verdad, como si El las hubiera dicho, son los que llenan la esponja de hiel, la ponen sobre la caña de la Sagrada Escritura, y la ofrecen a la boca del Salvador.

Sigue: "Pero los demás decían: dejad, veamos si viene Elías a librarlo".

Rábano. Como los soldados entendían en mal sentido las palabras del Salvador, en vano esperaban la venida de Elías. Pero el Salvador invocaba en lengua hebrea a Dios y lo tenía inseparablemente consigo.

San Agustín, in serm. de Passione. Como Jesucristo ya nada tenía que padecer, la muerte se detiene porque comprende que allí no tiene dominio alguno. Quedó sorprendida ante aquella novedad que nunca había conocido. Vio que éste nunca había pecado, que estaba libre de culpas y que no tenía sobre El ninguna clase de derecho. Sin embargo, la muerte se acercó aliada al furor de los judíos y se lanza como desesperada sobre el autor de la vida. Por esto sigue: "Mas Jesús clamando segunda vez con grande voz, entregó el espíritu". ¿Por qué desagrada a algunos que Jesucristo viniendo del seno del Padre a vivir nuestra esclavitud1 para devolvernos la libertad haya aceptado nuestra muerte para que por la suya seamos liberados de ella, convirtiéndonos en dioses2 a nosotros mortales que despreciamos la muerte y considera como dignos del cielo a los que habitan en la tierra? En la contemplación de estas obras brilla el poder divino así como en el testimonio de su inmensa caridad, padeciendo por sus criaturas y muriendo por sus siervos. Esta es, pues, la primera razón de la pasión del Señor; que quiso que se supiese cuánto amaba Dios al hombre, prefiriendo ser amado que temido. La segunda causa es que la sentencia de muerte dada justamente contra el hombre fuese abolida con justicia mayor. Y porque el primer hombre juzgado por Dios en pena de su pecado había incurrido en la muerte y la había transmitido a sus descendientes, vino del cielo el segundo hombre inmune de pecado, para que fuese condenada la muerte. Esta, mandada para arrebatar a los culpables, se atrevió a acometer también al mismo autor de la inocencia. No debe llamar la atención si dio por nosotros cuanto recibió de nosotros (esto es, el alma), siendo así que tanto hizo por nosotros y tantas gracias nos dispensó.

San Agustín, contra Felicianum, 14. Lejos, pues, de los fieles la duda de que Jesucristo pudo de tal modo sentir la muerte que (cuanto es en sí) perdiese la vida el que es la vida. Porque si esto fuese así ¿cómo en aquellos tres días podríamos decir que tuvo vida alguna cosa, habiéndose extinguido la fuente de la vida? La divinidad de Jesucristo no participó de la muerte más que por la unión con la humanidad y por efecto de las debilidades humanas que voluntariamente había tomado sobre sí, pero sin perder nada del poder de su naturaleza por la que vivifica todas las cosas. En nuestra muerte, despojado nuestro cuerpo de la vida, no perece nuestra alma y ésta, al separarse, conserva su virtud y no hace más que abandonar aquello que vivificó y a cuanto hay en sí produce la muerte, pero ella no la padece. Con respecto al alma del Salvador, no podemos decir que careciera de la divinidad y de santificación especial. Sin embargo, ésta pudo abandonar el cuerpo de Jesús en aquellos tres días, como suele suceder en la muerte, aunque no pudiese perecer. Yo creo que el Hijo de Dios murió, no como castigo de maldad en la que nunca incurrió, sino según la ley natural a que se sujetó por la redención del género humano.

San Juan Damasceno, de fide orthodoxa, 3,27. Aun cuando Jesús murió como hombre y su alma se separó de su cuerpo incontaminado, sin embargo, la divinidad continuó inseparablemente unida a los dos; esto es, al alma y al cuerpo sin que pueda decirse que se dividiera la unión hipostática. El cuerpo y el alma tuvieron en la muerte la misma unión hipostática del Verbo del mismo modo que la tuvieron desde el principio de la existencia de Dios hombre. Ni el alma ni el cuerpo tuvieron cada uno su propia hipóstasis, sino la del Verbo.

San Jerónimo. Es señal del poder divino dejar ir el espíritu, como el mismo Jesús ha dicho: "Ninguno puede separar mi alma de mí, pero yo la dejo y la vuelvo a tomar" (Jn 10,17-18) Aquí debemos entender por la palabra alma el espíritu; esto es, lo que hace vivir y espiritualiza el cuerpo o que el espíritu es la esencia del alma, según lo que está escrito en el salmo: "Quitarás su espíritu y desfallecerán" (Ps 103,29)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 88,1. Por esto clamó con voz fuerte, para dar a conocer que todo aquello sucedía en virtud de su gran poderío y al dar un fuerte grito al tiempo de morir, manifiesta claramente que es verdadero Dios porque los hombres cuando mueren, apenas pueden expresarse con una voz muy débil.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,18. San Lucas dice lo que expresó en aquella grande voz: "y clamando Jesús con grande voz ice: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".


Catena aurea ES 5727