Catena aurea ES 6313


MARCOS 3,20-22


6320 (Mc 3,20)

Y vinieron a la casa, y concurrió de nuevo tal tropel de gente, que ni siquiera podían tomar alimento. Y cuando lo oyeron sus deudos salieron para recogerle; porque decían que había perdido el juicio. Y los escribas, que habían bajado de Jerusalén, decían: "Está poseído de Beelzebub; y así por arte del príncipe de los demonios es como lanza los demonios". (vv. 20-22)

Beda. Conduce el Señor a la casa a los apóstoles elegidos en el monte, como para advertirles que deben volver a su conciencia después de haber recibido la dignidad del apostolado. "De aquí vinieron a la casa, y concurrió de nuevo tal tropel de gente, que ni siquiera podían tomar alimento".

Pseudo-Crisóstomo. Ingratas eran ciertamente las turbas de los sacerdotes, cuyo orgullo les impedía conocer a Jesús, mientras que iba a El agradecida la muchedumbre del pueblo.

Beda. ¡Cuál no sería esta bienaventurada muchedumbre, para quien tanto importaba alcanzar la salvación, que ni al Autor de ella ni a los que con El estaban dejaban ni una hora libre para comer! Pero falta la estimación de sus deudos para Aquel a quien no deja la turba de los extraños. "Entre tanto algunos de sus deudos", etc. Como no podían comprender las sapientísimas palabras que oían, creían que había hablado como un enajenado. "Porque decían, prosigue, que había perdido el juicio".

Teofilacto. Esto es, que estaba poseído y furioso, y por tanto querían apoderarse de El y encarcelarlo como a endemoniado. Y los que tal pretendían eran los suyos, esto es, sus deudos, sus compatriotas, o sus parientes.

Víctor Antioqueno, e Cat. in Mar. Fue, pues, una verdadera locura el considerar como insensato al Autor de tantos milagros y al que había enseñado una tan celestial doctrina.

Beda. Hay mucha distancia entre los que no entienden por su escasa capacidad la palabra de Dios, como eran éstos de que se ha hablado, y aquéllos que la blasfeman adrede, y que son por los que dice: "Al mismo tiempo los escribas, que habían bajado de Jerusalén", etc. Y lo que no podían negar se esforzaban por alterarlo con una interpretación errada, como si no fuesen obras de la Divinidad, sino del más impuro de los espíritus, esto es, Beelzebú, que era el dios de Ecrón, pues Beel es el mismo Baal, y zebú quiere decir mosca, significando por tanto Beelzebú hombre de las moscas1 por la inmundicia de la sangre de las víctimas que se le sacrificaban. Con este repugnante nombre llamaban al príncipe de los demonios: "Es por Beelzebú, príncipe de los demonios, por quien expulsa a los demonios", decían.

Pseudo-Jerónimo. La casa a que iban es, en sentido místico, la Iglesia primitiva; las turbas que impedían hasta que comiesen, son los pecados y los vicios, porque el que come indignamente come y bebe su juicio (1Co 11,29)

Beda. Los escribas, que habían bajado de Jerusalén, blasfemaban; pero la muchedumbre que viene de aquella ciudad y de otras partes de la Judea y de los pueblos gentiles sigue al Señor. Porque la muchedumbre del pueblo judío había de precederle a Jerusalén en el tiempo de la pasión con palmas y cánticos de alabanza, mientras que los gentiles deseaban verle, y los escribas y fariseos trataban de su muerte.


MARCOS 3,23-30


6323 (Mc 3,23-30)

Y Jesús habiéndolos convocado, les decía en parábolas: "¿Cómo puede Satanás expeler a Satanás? Y si un reino está dividido contra sí mismo, es imposible que subsista el tal reino. Y si una casa estuviera dividida contra sí misma, la tal casa no puede quedar en pie. Conque si Satanás se levanta contra sí mismo, está su reino en discordia, y no puede durar, antes está cerca su fin. Ninguno puede entrar en la casa del valiente para robarle sus alhajas, si primero no ata bien al valiente: después sí que podrá saquear la casa. En verdad os digo, añadió, que todos los pecados se perdonarán fácilmente a los hijos de los hombres, y aun las blasfemias que dijeren; pero el que blasfemare contra el Espíritu Santo no tendrá jamás perdón, sino que será reo de eterno juicio o condenación". Les decía esto porque le acusaban de que estaba poseído del espíritu inmundo. (vv. 23-30)

San Juan Crisóstomo, homilae in Mattaeum, hom. 42. Demuestra el Señor que era imposible lo que decían los blasfemos escribas, confirmando su demostración con un ejemplo. "Mas Jesús, prosigue, habiéndolos convocado les decía o refutaba con estos símiles. ¿Cómo puede Satanás expeler a Satanás?" Es como si dijera: Es forzoso que quede asolado un reino dividido en guerra interna, que es lo que se ve en las casas y en las ciudades: por esto si se divide en sí mismo el reino de Satanás, de modo que Satanás expulse de los hombres a Satanás, se aproximará la desolación del reino de los demonios. El reino de éstos consiste en tener sujetos a los hombres. Por lo tanto, si son arrojados de los hombres, la disolución de su reino es inevitable, mientras que, si conservan aún potestad sobre los hombres, es claro que su reino dura todavía, y no está dividido contra sí mismo.

Glosa. Mostrando con el ejemplo que el demonio no ha echado fuera al demonio, muestra de qué modo puede ser echado diciendo: "Ninguno puede entrar en la casa del valiente para robarle sus alhajas, si primero no ata bien al valiente", etc.

Teofilacto. , super Cum fortis armatus. En el fondo este ejemplo quiere decir: el demonio es fuerte; las alhajas son los hombres, en los cuales se refugia. ¿Cómo, pues, podrá nadie apoderarse de las alhajas, esto es, de los poseídos, sin vencer y sujetar antes al demonio? Por esto yo, que le arranco las alhajas, es decir, que libero a los hombres del espíritu maligno, sujeto antes a los demonios, los venzo y soy su enemigo. ¿Cómo decís, pues, que yo estoy poseído de Beelzebú, y siendo amigo de los demonios los lanzo fuera?

Beda. El Señor ató también al fuerte, esto es, al diablo, en cuanto que le impidió sedujera a los elegidos, y entrando en la casa, o en el mundo, le quitó la casa y las alhajas, o los hombres, ya que librándolos del poder del diablo los ha unido a su Iglesia. O bien destruyó su casa, puesto que distribuyó entre los apóstoles y sus sucesores todas las partes del mundo dominadas en otro tiempo por el antiguo enemigo, para que atrajesen a los pueblos al camino de la vida. Así, pues, manifiesta el Señor el gran crimen que cometían al exclamar que era obra del diablo la que conocían que era de Dios, cuando dice: "En verdad os digo que todos los pecados se perdonarán", etc. No se perdonarán todos los pecados y blasfemias a todos los hombres en general, sino a los que hayan hecho penitencia proporcionada a sus errores en esta vida. Porque es un error el de Novaciano, que niega pueda ser perdonado el que no sale vencedor del martirio, como también el de Orígenes, quien afirma que todos los pecadores después del juicio universal y de innumerables evoluciones de los siglos, habrán de alcanzar el perdón de sus pecados: error que combaten las siguientes palabras del Señor: "Pero el que blasfemare contra el Espíritu Santo no tendrá jamás perdón".

San Juan Crisóstomo, homilia in Mattaeum, hom. 42. Y ciertamente dice que tiene excusa la blasfemia contra El, porque no lo veían sino como un hombre despreciable y bajo; pero que no tendrá perdón la dirigida contra Dios, y la blasfemia contra el Espíritu Santo es contra Dios, porque el reino de Dios es obra del Espíritu Santo. Por esto, pues, dice que es irremisible la blasfemia contra el Espíritu Santo. Ahora, en lugar de estas palabras: "Pero será reo de eterno delito", dice el Evangelista: "Ni en este siglo, ni en el futuro" (Mt 12,32) Debemos distinguir en esto el juicio según la ley que mandaba matar al que blasfemaba el nombre de Dios (Lv 24,15), y el juicio de la otra vida: la segunda ley no excusa semejante delito. El que se bautiza queda fuera de este siglo, y los judíos desconocían la remisión que se obra por el bautismo. Al que atribuye por tanto al demonio los milagros y la expulsión de los demonios, que son obras solamente del Espíritu Santo, no le queda excusa ninguna por su blasfemia, y siendo ésta tal contra el Espíritu Santo no puede ser perdonada. Les decía esto porque le acusaban de que estaba poseído del espíritu inmundo.

Teofilacto. Es preciso entender que no se consigue el perdón sino haciendo penitencia. Cuando se escandalizaban por la encarnación de Cristo, tenían alguna excusa, aunque no hiciesen penitencia, y podían esperar el perdón.

San Jerónimo, O bien dice esto, porque no merecía la gracia de hacer penitencia para ser perdonado el que, conociendo que era Cristo, decía sin embargo que era el príncipe de los demonios.

Beda. No se debe con todo tener por reos de blasfemia irremisible a los que no creen que el Espíritu Santo sea Dios, porque no lo niegan por malicia diabólica, sino por humana ignorancia.

San Agustín, de Verbo Domini, serm. 11, 12. O es la impenitencia misma la blasfemia contra el Espíritu Santo que no se perdona. El hombre, que con su dureza y corazón impenitente va atesorando ira y más ira (Rm 2), blasfema de palabra o con el pensamiento contra el Espíritu Santo, por quien se perdonan los pecados. "Porque le acusaban -prosigue- de que estaba poseído del espíritu inmundo", para manifestar que la causa ostensible de hablar así era que decían que lanzaba al demonio por Beelzebú; no porque sea blasfemia que no pueda perdonarse, puesto que se consigue su perdón con una verdadera penitencia, sino porque era ocasión de anunciar esta sentencia por el espíritu inmundo, a quien el Señor muestra dividido contra sí mismo por efecto del Espíritu Santo, quien une a los que acoge, perdonando los pecados que los dividían contra sí mismos: remisión a cuya gracia nadie resiste, sino el que tiene la dureza de un corazón impenitente. En otro pasaje dijeron del Señor los judíos que estaba poseído por el demonio (Jn 8), y sin embargo, no les dijo que blasfemaban contra el Espíritu Santo, porque no le injuriaban al punto de presentarle dividido en sí mismo, como Beelzebú, por quien dijeron que podían ser lanzados los demonios.


MARCOS 3,31-35


6331 (Mc 3,31)

"Entre tanto llegan su Madre y hermanos o parientes, y quedándose fuera, enviaron a llamarle. Estaba mucha gente sentada alrededor de El, cuando le dicen: "Mira que tu Madre y tus hermanos allí fuera te buscan". A lo que respondió diciendo: "¿Quién es mi madre y mis hermanos?" Y dando una mirada a los que estaban sentados en torno suyo, dijo: "Veis aquí a mi madre y a mis hermanos; porque cualquiera que hiciere la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre"". (vv. 31-35)

Teofilacto. Como los que estaban cerca del Señor iban a apoderarse de El porque le creían loco, llegó su Madre movida por un sentimiento de amor y de piedad. "Entretanto llegan su Madre y hermanos o parientes", etc.

San Juan Crisóstomo. Con esto se declara que no siempre estaban con El su Madre y sus hermanos o parientes. Mas como le amaban con verdad, venían a El por amor y respeto, y esperaban fuera. "Estaba mucha gente sentada alrededor de El", etc.

Beda. Por hermanos del Señor no se ha de entender hijos de María siempre Virgen, según Helvidio, ni tampoco hijos que tuviera San José de otra mujer, como suponen algunos, sino parientes del Señor.

San Juan Crisóstomo. Otro evangelista (Jn 7) dice que sus parientes no creían aún en El, lo cual está conforme con que lo buscasen y esperasen fuera; y por esta razón no habla el Señor de ellos como de parientes, según estas palabras: "A lo que respondió diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos?" Pero no habla así como si renegara de su Madre y de sus hermanos, sino como el que enseña que es preciso valorar la propia salvación por sobre todo parentesco temporal: enseñanza que convenía mucho a aquéllos que se entretenían en conversación con sus parientes, como si esto les importara más que su salvación.

Beda. Rogado, pues, para que renunciara al ministerio de la palabra, se reservó de hacerlo, no porque desdeñase el cuidado del amor maternal, sino porque se debía a los misterios del Padre, más que a los afectos maternales. Y no menosprecia a sus parientes, puesto que prefiriendo los deberes del espíritu -que antepone a los del parentesco-, enseña que la unión en el espíritu es más religiosa que la de los cuerpos. Y continúa: "Y dando una mirada a los que estaban sentados alrededor de sí, dijo: Veis aquí a mi madre y a mis hermanos".

San Juan Crisóstomo. En lo cual manifesta el Señor que conviene honrar más a los que son parientes por la fe, que a los que lo son por la sangre. Todo el que anuncia a Jesús se hace como madre suya, puesto que infundiéndole en el corazón del oyente viene a darle como un nuevo nacimiento.

San Jerónimo. Sabemos, pues, que seremos sus hermanos y hermanas, si cumplimos la voluntad de su Padre, para hacernos sus coherederos; porque respecto de esto no hay diferencia en el sexo, sino en los hechos. De aquí lo que sigue: "Porque cualquiera que hiciera la voluntad de Dios, ése es mi hermano", etc.

Teofilacto. No habla así para negar a su Madre, sino para manifestar que no sólo es digna de honra por haber engendrado a Cristo, sino también por todas sus virtudes.

Beda. En sentido místico, la madre y el hermano de Jesús son la sinagoga; y, como el pueblo judío ha salido de la sinagoga. Y no puede entrar en la casa en que enseña el Salvador, habiendo descuidado el entender el sentido espiritual de sus palabras. No obstante, entra la turba anticipándose, porque, tardando en llegar los de Judea, afluyen a Cristo los gentiles. Los parientes del Señor, que están fuera, quieren verle, mientras que los judíos, fijándose en el sentido literal, prefieren que salga Cristo a enseñar lo mundano, a entrar ellos para aprender lo espiritual. Si, pues, ellos mismos no conocen a los parientes que están fuera, ¿cómo han de conocernos a nosotros, si no queremos entrar? Dentro está el Verbo; dentro está, pues, la luz.


MARCOS 4,1-20


6401 (Mc 4,1-20)

"Otra vez se puso a enseñar cerca del mar, y acudió tanta gente, que le fue preciso subir a una barca y sentarse en ella dentro del mar, estando todo el auditorio en tierra a la orilla. Y les enseñaba muchas cosas usando de parábolas, y decíales así conforme a su manera de enseñar: "Escuchad: He aquí que salió un sembrador a sembrar, y al esparcir el grano, parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo, y le comieron. Parte cayó sobre pedregales, donde había poca tierra, y luego nació por no poder profundizar en ella. Mas calentando el sol se agostó, y como no tenía raíces, secóse. Otra parte cayó entre espinas, y las espinas crecieron, y la ahogaron, y así no dio fruto. Finalmente, parte cayó en buena tierra, y dio fruto erguido y abultado, cual a treinta por uno, cual a sesenta y cual a ciento". Y decíales: "Quien tiene oídos para oír, escuche". Estando después a solas, le preguntaron los doce que estaban con El, de la parábola. Y El les decía: "A vosotros se os ha concedido el saber el misterio del reino de Dios; pero a los que son extraños, todo se les anuncia en parábolas: de modo que viendo vean y no reparen, y oyendo oigan y no entiendan, por miedo de llegar a convertirse, y de que se les perdonen los pecados". Después les dijo: "¿Conque vosotros no entendéis esta parábola? ¿Pues cómo entenderéis todas las demás? El sembrador es el que siembra la palabra: los sembrados junto al camino son aquéllos en los que se siembra la palabra, y luego que la han oído, viene Satanás, y se lleva la palabra sembrada en sus corazones. A ese modo los sembrados en pedregales son aquéllos que oída la palabra desde luego la reciben con gozo; mas no echa raíces en ellos, y así dura muy poco, y luego que viene alguna tribulación o persecución por causa de la palabra, al instante se rinden. Los otros sembrados entre espinas son los que oyen la palabra; pero los afanes del siglo y la ilusión de las riquezas, y los demás apetitos desordenados a que dan entrada, ahogan la palabra, y viene a quedar infructuosa. Los sembrados, en fin, en buena tierra, son los que oyen la palabra, y la reciben y dan fruto, quien a treinta por uno, quien a sesenta y quien a ciento"". (vv. 1-20)

Teofilacto. Por lo expuesto podría parecer que el Señor permanece indiferente ante su Madre. Y sin embargo le tiene tal respeto y reverencia que es por Ella por quien sale hacia la ribera del mar. "Otra vez se puso a enseñar", etc.

Beda, in Marcum 1,18. Si examinamos el Evangelio de San Mateo, veremos que el discurso del Señor en la ribera del mar tuvo lugar en el mismo día que le tuvo en la casa, puesto que, terminado éste, añade en seguida San Mateo: "En aquel día, saliendo de la casa, se sentó en la ribera del mar".

San Jerónimo. Empieza a enseñar junto al mar, porque este sitio indica que sus oyentes son amargos e inconstantes.

Beda. Dejando la casa, empieza a enseñar junto al mar, porque venía para reunir por medio de los Apóstoles a la multitud del pueblo gentil después de abandonar la sinagoga. "Y acudió, prosigue, tanta gente", etc.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom . 44 Ocurrió esto no sin motivo, porque convenía que nadie se quedara detrás de El, sino que los tuviese a todos a su vista.

Beda. Esta barca representaba a la Iglesia, que había de fundar en medio de las naciones, y en la cual ha de consagrar para sí una morada querida.

Continúa: "Y les enseñaba muchas cosas usando de parábolas".

San Jerónimo. La parábola es la comparación que, por alguna semejanza, se hace entre cosas diferentes por naturaleza. El vocablo parabolh significa semejanza en griego, cuando indicamos por alguna comparación lo que queremos expresar. Así decimos que un hombre es de hierro, cuando queremos ponderar su dureza y su fuerza, y cuando es muy ligero, le comparamos con el viento y las aves. Habla, pues, a la muchedumbre en parábolas por uso de su providencia, a fin de que los que no podían comprender directamente las cosas celestiales las entendiesen por medio de alguna semejanza terrena.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 45. Eleva por la palabra el corazón de sus oyentes para hacerles más comprensible su discurso, poniendo la cosa a la vista.

Teofilacto. Y para llamar más la atención de sus oyentes, propone la primera parábola de la semilla, que es la palabra de Dios. "Y decíales así -prosigue- conforme a su manera de enseñar (no la de Moisés ni de los profetas, porque es su Evangelio el que anuncia): Escuchad: imaginaos que salió un sembrador", etc. El que ha sido sembrado es Cristo.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 45. No salió, pues, de un lugar el que está presente en todos y todos los llena; pero se dice salió, porque asumiendo nuestra carne mortal se acercó más a nosotros. Y como nuestros pecados nos impiden que vayamos a El, viene El a nosotros: viene a sembrar su palabra pía, y lo hace copiosamente. Pero no es lo mismo decir sale el que siembra, que decir para sembrar, porque el que siembra sale algunas veces para preparar la tierra, o para arrancar la mala hierba o cosa semejante, y otras veces sale para sembrar.

Beda, in Marcum 1,19. O sale para sembrar cuando, después de haber llamado a la fe a la parte elegida de la sinagoga, derrama los dones de su gracia para la vocación también a los gentiles.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 45. Como el que siembra no hace distinción entre las diferentes partes del campo, sino que arroja indistintamente la semilla por doquier, así el Señor habla a todos, y para expresarlo así, añade: "Y al esparcir el grano, parte cayó junto al camino", etc.

Teofilacto. Obsérvese que no dice que esparció la semilla en el camino, sino que cayó junto a él. El que siembra, pues, la palabra de Dios, lo hace en la tierra buena en cuanto depende de El, porque si ésta es mala, corrompe la palabra. Ahora bien: el camino es Cristo; los infieles están cerca de él, esto es, fuera de Cristo.

Beda. O el camino es la mente tan pisoteada por el continuo ir y venir de los malos pensamientos, que no puede germinar en ella la semilla de la palabra, y por tanto perece y es arrebatada por los demonios la que cae cerca de este camino. "Y vinieron las aves del cielo y la comieron". Con razón, pues, son llamados aves del cielo los demonios, o porque son de naturaleza celestial y espiritual, o porque habitan en los aires. O los que están cerca del camino son los negligentes o desidiosos. "Parte cayó, prosigue, sobre pedregales", etc. La piedra es el corazón perverso y endurecido; la tierra, la dulzura de un espíritu obediente; el sol, el ardor de la persecución que se torna cruel. La profundidad de la tierra que debiera recibir la semilla de Dios, es la probidad del ánimo ejercitado por la disciplina celestial y preparado por la regla a obedecer las divinas enseñanzas. Los lugares pedregosos, que no tienen fuerza para fijar las raíces, son los corazones que se deleitan con la dulzura de la palabra oída y de las promesas celestiales; pero que vuelven atrás en el momento de la tentación, porque el deseo que tienen del bien es poca cosa para que conciban la semilla de la vida.

Teofilacto. O bien los lugares pedregosos son aquellos que, adhiriéndose un poco a la piedra, esto es, a Cristo, reciben la semilla en el momento, y después retirándose la arrojan. "Otra parte, dice, cayó entre espinas"; palabras que se refieren a aquellos que se entregan a muchos cuidados, siendo éstos las espinas.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 45. Después habla de la tierra buena diciendo: "Finalmente, parte cayó en buena tierra". Según es la tierra son los frutos. Grande es, pues, el amor a los hombres del que siembra, porque alaba a los primeros, no rechaza a los segundos, y a los terceros les da tiempo de arrepentirse.

Teofilacto. ¡Cuántos son los malos y cuán pocos son los buenos, supuesto que sólo se salva la cuarta parte de la semilla!

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 45. Pero no se pierde la mayor parte de la semilla por causa del que siembra, sino de la tierra que la recibe, esto es, del hombre que la oye. Ciertamente que sería culpable el labrador que procediera así, no ignorando lo que es piedra, camino, espinas y tierra fértil; pero no es lo mismo en lo tocante al espíritu, porque de la piedra puede hacerse tierra fértil, y puede conservarse el camino y destruirse las espinas. Si así no fuera, no hubiera sembrado allí, y haciéndolo nos da la esperanza de la penitencia.

"Y decíales: Quien tiene oídos para oír escuche", etc.

Jerónimo. Siempre que se halla esta advertencia en el Evangelio o en el Apocalipsis de San Juan, es para prevenir que lo que se dice tiene un sentido místico y es saludable oírlo y aprenderlo. Los oídos para oír son los del sentido y los interiores del corazón para obedecer y hacer lo que está mandado.

"Estando después a solas le preguntaron, y El les decía: A vosotros se os ha concedido", etc.

Beda. Como si dijese: Vosotros, que sois dignos de enseñar todo lo que debe ser predicado, llegaréis a comprender las parábolas; y si he usado de ellas con éstos, es porque no son dignos de recibir la ciencia por su malicia. Y porque no obedecen la ley que han recibido, era justo que no entendiesen la nueva palabra, y que permaneciesen extraños a una y otra. Manifiesta, pues, la obediencia de los discípulos, que los demás, por el contrario, son indignos de la doctrina mística. Por último, con la palabra del profeta, evidencia su malicia como hace mucho tiempo reprobada. "De modo, dice, que viendo vean y no reparen, y oyendo", etc. Que es como si dijese: Para que se cumpla la profecía que lo predice.

Teofilacto. Dios les dio vista, esto es, los hizo inteligentes; pero ellos no ven, fingiendo voluntariamente que no ven por temor de convertirse y corregirse, como si estuvieran celosos de su salvación. "Por miedo, continúa, de llegar a convertirse, y de que se les perdonen los pecados".

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 45. Por esto ven y no ven, oyen y no entienden. Que vean y entiendan es por gracia de Dios. Pero que vean y no entiendan consiste en que no quieren recibir la gracia, cerrando los ojos, y fingiendo que no ven, no admiten la palabra. Y así no se corrigen de sus pecados por lo que ven y oyen, y sufren por tanto el efecto contrario.

Teofilacto. Puede entenderse de otro modo, a saber, que habla a los otros con parábolas para que viendo no vean y oyendo no entiendan. Dios da, pues, vista e inteligencia a los que ruegan, en tanto que ciega a los demás, para que no les sirva de mayor condenación el que, entendiendo, no quieran hacer lo que les conviene. "Por miedo, dice, de llegar a convertirse y de que se les perdonen los pecados".

San Agustín, quaest. 14, in matthaeum. O se debe entender que han merecido no entender por sus pecados. Y, sin embargo, la misericordia divina les ha concedido que lo conociesen, para que, convirtiéndose, mereciesen el perdón.

Beda. Para los que están fuera, las palabras y los hechos del Salvador no son sino parábolas, porque ni por los milagros que obraba, ni por los misterios que anunciaba, quieren reconocerle por Dios; y por tanto, no merecen alcanzar la remisión de sus pecados.

San Juan Crisóstomo. Que no les hablase más que por parábolas, y que no obstante no cesara de hablarles, demuestra que a los que están cerca del bien, aunque no lo posean, se les manifiesta lo oculto. Cuando se acerca alguno con reverencia y corazón recto, consigue abundantemente la revelación de las cosas ocultas; pero el que no tiene estas sanas disposiciones, no es digno de las cosas que son fáciles para otros, y ni aun de oírlas.

"Después les dijo: ¿Conque vosotros no entendéis esta parábola? ¿Pues cómo entenderéis todas las demás?"

San Jerónimo. Convenía que aquéllos a quienes hablaba con parábolas, preguntasen lo que no entendían, y que recibiesen de los Apóstoles, a los cuales tenían en menosprecio, la explicación del misterio del reino de Dios, que no tenían.

Glosa. Y el Señor, diciendo esto, manifiesta que les conviene entender ésta y todas las parábolas subsiguientes; por lo cual añade: "El sembrador es el que siembra la palabra de Dios".

San Juan Crisóstomo, homilae in Matthaeum, hom. 45. El profeta mismo comparaba la doctrina del pueblo a la plantación de la viña (Is 5), y El la compara a un campo que se siembra, manifestando así que la obediencia es ahora más breve y fácil y el fruto más pronto.

Beda. En esta exposición del Señor se establece la diferencia que hay entre los que pudieron oír las palabras de salvación, pero no pudieron llegar a ella. Hay, pues, entre ellos quienes reciben la palabra que oyen sin ninguna fe, sin ninguna inteligencia y sin intento alguno de recoger sus frutos. De ellos dice: "Estos son los que están cerca del camino", porque los espíritus impuros arrancan inmediatamente de sus corazones la palabra que se les ha confiado, como las aves la semilla de un camino trillado. Los hay que conocen la utilidad y sienten deseo de la palabra oída, pero no llegan a ella, unos por temor a los males de esta vida, otros porque se apegan a los bienes de ella. De los primeros se dice: "A ese modo los sembrados en pedregales son aquéllos que oída la palabra", etc. De los últimos dice: "Los otros sembrados entre espinas". Las espinas son las riquezas, porque laceran el espíritu con las punzadas de sus pensamientos y lo hieren y ensangrientan arrastrándolo hasta el pecado. Dice, pues: "Pero los afanes del siglo y la ilusión de las riquezas", porque el que ha sido deslumbrado por el vano deseo de las riquezas, debe sucumbir luego bajo la pesadumbre de incesantes cuidados. Añade: "Y los demás apetitos desordenados"; porque aquel que, despreciando los mandamientos de Dios, anda vagando siempre con su concupiscencia, no puede llegar a la alegría de la bienaventuranza. Estas pasiones ahogan la palabra, puesto que no dejan llegar ningún buen deseo al corazón y matan cerrando el aire vital.

Teofilacto. Tres son los grados que corresponden en verdad a los que reciben la semilla. "Los sembrados, en fin, en buena tierra son los que oyen la palabra". Los que producen hasta ciento son los que observan vida perfecta y obediente, como las vírgenes y los ermitaños; los que producen sesenta son aquéllos que observan una vida regular, como los continentes y los que se reunen en los conventos; y por último, producen treinta los que son pequeños en su propia virtud, como los legos y los que viven en matrimonio.

Beda. O bien: produce treinta el que inspira en el corazón de sus oyentes la fe en la Santísima Trinidad; sesenta, el que enseña la vida perfecta; ciento, el que demuestra los premios de la vida celestial, porque siendo cien lo recibido cuando se pasa a la mano derecha, se pone con razón como significación de la bienaventuranza eterna. La buena tierra es la conciencia de los elegidos, la cual es enteramente distinta de las tres clases mencionadas antes, puesto que recibe sin trabajo la semilla de la palabra que se le confía, y la conserva constantemente en medio de los sucesos favorables y adversos hasta el tiempo del fruto.

San Jerónimo. O bien se representa el fruto por treinta, sesenta y ciento, o, lo que es igual, según la ley, la profecía y el evangelio.


: MARCOS 4,21-25
6421 (Mc 4,21)

Decíales también: "¿Por ventura se trae una antorcha para ponerla debajo de algún celemín o debajo de la cama? ¿No es para ponerla sobre un candelero? Nada, pues, hay escondido que no se deba manifestar, ni cosa hecha en oculto, que no haya de venir en público. Quien tiene buenos oídos entiéndalo". Decíales igualmente: "Atended a lo que vais a oír: Con la medida con que midiereis os medirán a vosotros, y se os añadirá: porque al que tiene se le dará y al que no tiene aun lo que tiene se le quitará". (vv. 21-25)

San Juan Crisóstomo. Después de la pregunta de los discípulos sobre la parábola y su explicación, añade justamente: "¿Por ventura se trae una luz. . . ", etc. Lo que equivale a decir: He usado esta parábola, no para que quede oculta y sin ninguna manifestación, como debajo de un celemín o de una cama, sino para ser manifestada a los que son dignos de ello. La luz para nosotros es nuestra inteligencia, la cual aparece clara u oscura, según la cantidad de la luz. Si se descuidan, pues, las meditaciones que alimentan la luz y el recuerdo en que ella se enciende, bien pronto se extingue.

San Jerónimo. O bien la luz es la palabra de las tres semillas; el celemín o la cama, es el oído de los desobedientes; el candelero son los Apóstoles, a los cuales iluminó la palabra de Dios; y por esto dice: "Nada, pues hay secreto", etc. Lo que hay oculto y secreto es la parábola de la semilla; pero es en público cuando la explica el Señor.

Teofilacto. O bien el Señor advierte aquí a sus discípulos que brillen por su vida y su trato, que es lo que significan las siguientes palabras: "Como la luz se pone para que luzca, así también mirarán todos vuestro modo de vivir; por lo tanto, esforzaos por observar buena vida y no os ocultéis en los rincones, sino sed como la luz que brilla, no debajo de la cama, sino puesta en el candelero". Y en verdad que es necesario poner esta luz sobre el candelero, esto es, sobre la altura de una vida consagrada a Dios, a fin de que su luz alcance a los demás. No debajo del celemín, es decir, de la gula, ni debajo de la cama, o del ocio, porque nadie que se entregue a la gula y al ocio, puede ser luz que luzca para todos.

Beda, in Marcum 1,20. O bien porque estando medido por la providencia divina el tiempo de nuestra vida, ofrece motivo para compararle al celemín; así como el lecho del espíritu es el cuerpo en el que descansa durante su vida. El que por amor de la vida temporal y de los placeres de la carne oculta la palabra de Dios, cubre la luz con el celemín o con el lecho. En cambio la pone en el candelero el que se entrega al servicio de la palabra de Dios. Las palabras que siguen, y con las que inspira el Señor a sus Apóstoles valor para la predicación, dicen: "Nada, pues, hay secreto que no se deba manifestar, ni cosa alguna que se haga para estar encubierta", que es como si dijese: No os avergoncéis del Evangelio, y levantad entre las tinieblas de las persecuciones la luz de la palabra de Dios sobre el candelero o sobre vuestro cuerpo, reteniendo fijo en vuestra mente aquel día en que iluminará el Señor lo recóndito de las tinieblas. La alabanza divina será entonces para vosotros, y la pena eterna para los adversarios de la verdad.

San Juan Crisóstomo, in Matthaeum, hom . 15. O de otro modo: "No hay nada oculto", equivale a: "Si observáis una vida diligente, no podrán las acusaciones oscurecer vuestra luz".

Teofilacto. La vida presente de cada uno de nosotros manifiesta el bien o el mal de su pasado, y la futura lo manifestará mucho más. ¿Qué cosa, pues, hay más oculta que Dios? Y, sin embargo, se ha manifestado en carne mortal.

"Quien tiene buenos oídos -continúa- entiéndalo".

Beda. Esto es: si alguno tiene sensibilidad para entender la palabra de Dios, que no le rehúya, y que no vuelva su atención hacia lo falso, sino que dé a lo que dice la verdad su oído para examinarlo, sus manos para cumplirlo y su lengua para publicarlo.

"Decíales igualmente: Atended bien a lo que vais a oír".

Teofilacto. Para que no perdáis ni una palabra de lo que os he dicho. "La misma medida que hiciereis servir para los demás, servirá para vosotros". Esto es, que recibiréis un fruto proporcionado a la buena intención que hayáis tenido en vuestras obras.

Beda. De otro modo: Si estudiáis detenida e ingeniosamente todo lo bueno que podéis hacer y aconsejar al prójimo que haga, contad con la asistencia de la misericordia divina, que os comunicará en este mundo la inteligencia necesaria para comprender las cosas más altas y para obrar mejor cada día, y os dará en el otro una recompensa eterna. Y añade: "Y aun se os dará con creces".

San Jerónimo. O bien: a cada uno se nos da la inteligencia de los misterios, según la medida de nuestra fe, y a la inteligencia se juntan las virtudes. "Porque al que tiene -prosigue- se le dará". Esto es, al que tiene la fe se le dará la virtud, y al que tiene el ministerio de la palabra se le dará la inteligencia de los misterios, mientras que al que no tiene la fe le faltará la virtud, y al que no tiene el ministerio de la palabra le faltará la inteligencia de los misterios. En fin, el que no entienda habrá perdido el sentido por completo.

San Juan Crisóstomo, en la obra imperf. sobre San Mat. , hom. 31. De otro modo: Al que tiene disposición y voluntad de oír y pedir, se le dará; pero al que no desea entender la palabra divina, se le privará de lo que tiene de la ley escrita.

Beda. Sucede a veces que el lector ingenioso por su negligencia se priva de la sabiduría que adquiere el que, aunque escaso de ingenio, es estudioso y trabaja.

San Juan Crisóstomo. Puede decirse que no tiene, porque no posee la verdad: y también que tiene, porque posee la mentira, juzgando que tiene algo con su falaz entendimiento.


Catena aurea ES 6313