Catena aurea ES 10133

LUCAS 11,33-36

10133 (Lc 11,33-36)

"Ninguno enciende una antorcha para ponerla en un lugar escondido, ni debajo de un celemín, sino sobre un candelero, para que los que entran vean la luz. La antorcha de tu cuerpo son tus ojos. Si tu ojo estuviera puro, todo tu cuerpo será resplandeciente; mas si estuviera dañado, también tu cuerpo estará lleno de tinieblas. Cuida, pues, que la luz que hay en ti no se convierta en tinieblas. Porque si tu cuerpo estuviere todo iluminado, sin tener parte alguna oscura, todo él será luminoso, y te alumbrará como una antorcha refulgente". (vv. 33-36)

San Cirilo, in Cat. graec. Patr. Decían los judíos que el Señor hacía milagros, no para que se creyese en El, sino para obtener los aplausos de los espectadores y para tener muchos seguidores. Rechaza, pues, esta calumnia presentando el ejemplo de la antorcha, cuando dice: "Ninguno enciende una antorcha para ponerla en un lugar escondido, ni debajo de un celemín; sino sobre un candelero", etc.

Beda. El Señor habla aquí de sí mismo, manifestando que aunque antes había dicho que no se daría señal alguna a aquella raza sino la de Jonás, no por esto quiere ocultar la claridad de su luz a los fieles. El mismo encendió la antorcha que llenó con la llama de su divinidad la naturaleza humana. No la quiso ocultar a los creyentes, ni ponerla debajo del celemín -esto es, dentro de la medida de la ley o dentro de los términos o fronteras de la sola nación judaica-, sino que la colocó sobre el candelero -esto es, sobre la Iglesia-. De esta manera ha hecho resplandecer en nuestras inteligencias la fe de su encarnación, para que los que quieran entrar con fe en la Iglesia puedan ver claramente la luz de la verdad. Por último, mandó que no sólo fuesen puras nuestras acciones, sino que purificáramos y castigáramos los pensamientos y las intenciones mismas del corazón; por ello dice: "La antorcha de tu cuerpo es tu ojo".

San Ambrosio. O la antorcha es la fe, según lo escrito (Ps 118,105): "La antorcha que guía mis pasos, Señor, es tu palabra"; porque la palabra de Dios es nuestra fe. Pero la antorcha no puede lucir si no recibe la luz de otra parte; por tanto, las facultades de nuestra alma y de nuestra inteligencia son iluminadas para que podamos encontrar la moneda que se perdió. Así que ninguno debe reducir su fe a la ley; porque la ley tiene su medida y la gracia no tiene ninguna; la ley oscurece, la gracia ilustra.

Teófil. O de otro modo: Los judíos, por la malicia que encerraban en su corazón, censuraban al Señor viendo sus milagros. Por ello el Señor dice que recibiendo la luz de Dios (esto es, la inteligencia), cegados por la envidia no conocían los milagros ni los beneficios. Todos hemos recibido del Señor la inteligencia para ponerla sobre el candelero, a fin de que los que entran vean la luz. El sabio ha entrado ya ciertamente, pero el que aprende está todavía en el camino. Como diciendo a los fariseos: Conviene que vosotros uséis de vuestra inteligencia para conocer los milagros y que expliquéis a los demás que lo que veis son obras del Hijo de Dios, y no de Beelzebub. Y en este sentido añade: "La antorcha de tu cuerpo es tu ojo".

Orígenes, in Cat. graec. Patr. Toda el alma es ilustrada por la inteligencia. Por eso llama ojo, con mucha propiedad, a nuestra inteligencia; y llama metafóricamente cuerpo a nuestra alma, que es incorpórea.

Teófil. Así como por la luz de los ojos brilla todo el cuerpo y se halla sumido en tinieblas en el caso contrario, así también sucede con el entendimiento respecto del alma por lo cual dice: "Si tu ojo estuviera puro, todo tu cuerpo será alumbrado; mas si estuviere dañado también tu cuerpo estará lleno de tinieblas".

Orígenes, ut sup. Porque el entendimiento desde su principio, consiste en sólo el estudio de la sencillez, no teniendo ninguna doblez, ni engaño, ni división en sí.

Crisóstomo, hom. 21, in Matth. Por tanto, si corrompemos nuestro entendimiento, que es el que puede contener nuestras pasiones, herimos toda nuestra alma y padecemos terrible oscuridad por la corrupción de nuestro entendimiento obcecado. Por esto añade: "Cuida, pues, que la luz que hay en ti no se convierta en tinieblas". Aunque tienen su principio dentro de nosotros mismos, llama sensibles a estas tinieblas que llevamos a cada paso con nosotros cuando se extingue la luz de los ojos de nuestra alma; y añade acerca del poder de esta luz lo que sigue: "Porque si tu cuerpo estuviere todo iluminado", etc.

Orígenes, ut sup. Esto es, si tu cuerpo sensible se hace resplandeciente, una vez iluminado por la antorcha, de tal modo que no quede en ti miembro ninguno oscurecido, con mucha más razón, cuando no pecas, resplandecerá todo tu cuerpo espiritual, de modo que su resplandor podrá compararse a una antorcha brillante; y la luz del cuerpo, antes oscuro, se dirigirá a donde quiera el entendimiento.

San Gregorio Nacianceno, epist. 22. O de otro modo; la antorcha o el ojo de la Iglesia es su prelado. Es necesario, pues, que así como el cuerpo se guía bien por el ojo perfectamente sano y es mal guiado cuando lo tiene enfermo, así también hace naufragio o se salva la Iglesia según el pontífice que la gobierna.

San Gregorio moralium 28, 13 vel 6, super Iob 38,5. Con el nombre de cuerpo se entiende toda acción que sigue su intención como un ojo vigilante. Por esto dice: "La antorcha de tu cuerpo es tu ojo"; porque por el resplandor de la buena intención se ilustran los méritos de la acción. "Si tu ojo fuere sencillo, todo tu cuerpo será alumbrado". Porque si miramos rectamente y con pensamiento sencillo, haremos una buena obra aun cuando parezca que no lo es tanto. "Mas si fuere malo, también tu cuerpo estará lleno de tinieblas". Porque cuando se hace alguna cosa buena con mala intención, aun cuando se vea que brilla delante de los hombres, se oscurecerá sin embargo ante el tribunal de la conciencia. Por lo que añade con mucha oportunidad: "Cuida, pues, que la luz que hay en ti no se convierta en tinieblas". Porque si lo que creemos que hemos hecho bien lo oscurecemos con la mala intención, mucho peor será lo que sabemos que es malo en el momento de hacerlo.

Beda. Cuando añade, pues: "Porque si tu cuerpo", etc. Llama cuerpo al conjunto de todas nuestras acciones. Porque si haces una obra buena con buena intención no teniendo en tu conciencia ningún pensamiento tenebroso, aun cuando alguno de tus prójimos sufra daño por tu buena acción, tú, sin embargo, en virtud de la rectitud de tu corazón, recibirás gracia aquí, y gloria de luz en la otra vida. Lo que da a conocer cuando añade: "Y te alumbrará como una antorcha luciente". Todo esto se dijo en contra de la hipocresía de los fariseos que pedían capciosamente una señal.

LUCAS 11,37-44


10137 (Lc 11,37)

Así que acabo de hablar, un fariseo le convidó a comer en su casa; y entrando Jesús en ella, púsose a la mesa. Entonces el fariseo, discurriendo consigo mismo, comenzó a decir: "¿Por qué no se habrá lavado antes de comer?" Y el Señor dijo: "Vosotros, oh fariseos, limpiáis el exterior de las copas y de los platos: mas el interior de vuestro corazón está lleno de rapiña y de maldad. ¡Necios! ¿No sabéis que el hizo lo de fuera hizo también lo de dentro? Sobre todo, dad limosna de lo vuestro que os sobra y todas las cosas estarán limpias en orden a vosotros. Mas ¡ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la yerba buena y de la ruda, y de toda hortaliza, y no hacéis caso de la justicia y del amor de Dios! Estas son las cosas que debíais practicar sin omitir aquéllas. ¡Ay de vosotros, fariseos, que amáis los primeros asientos de las sinagogas y ser saludados en público! ¡Ay de vosotros, que sois como los sepulcros, que están encubiertos, y que son desconocidos de los hombres que pasan por encima de ellos". (vv. 37-44)

San Cirilo, in Cat. graec. Patr. El fariseo, a pesar de su tenacidad, llamó al Señor a su propia casa; por esto dice: "Y cuando estaba hablando, le rogó un fariseo que fuese a comer con él".

Beda. San Lucas no dice: "Y cuando decía estas cosas", para dar a entender que no fue inmediatamente después de decir lo que había narrado antes, sino que pasaron algunos momentos antes que el fariseo le rogase fuese a comer con él.

San Agustín, De cons. Evang. lib. 2, cap. 26. San Lucas, en efecto, difiere en este relato de San Mateo acerca del lugar en donde los dos refieren lo que dijo de la señal de Jonás, de la reina del Mediodía y del espíritu inmundo. Después de este discurso, dice San Mateo (Mt 12,46): "Todavía estaba hablando a las turbas, cuando su madre y sus hermanos llegaron a la puerta deseando hablar al Señor"; pero San Lucas se separa en este discurso del orden que había seguido con San Mateo, recordando algunas palabras del Señor que San Mateo no había referido.

Beda. Y así, cuando le anunciaron que estaban fuera su madre y sus hermanos, y dice: (Mt 12,50) "El que hiciere la voluntad del Señor, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre"; es de suponer que había entrado ya al convite por el ruego del fariseo.

San Cirilo, ubi sup. Pero el mismo Jesucristo, que conocía la malicia de estos fariseos, condescendió con ellos para ganarlos, a semejanza de los buenos médicos, que prodigan sus remedios a los enfermos más graves. Por esto sigue: "Y habiendo entrado, se sentó a la mesa". Dio ocasión a las palabras de Jesucristo el indócil fariseo, que se escandalizó, porque creyendo que era justo y profeta, no actuaba conforme a la irracional costumbre de su pueblo; por lo cual, sigue: "Entonces el fariseo, discurriendo consigo mismo, comenzó a decir: ¿Por qué no se habrá lavado antes de comer?".

San Agustín. De verb. Dom., serm. 30. Los fariseos acostumbraban a lavarse con agua todos los días antes de comer, como si esto pudiera purificar su corazón. Así pensó, pues, el fariseo, pero no dijo nada. Sin embargo, lo oyó quien veía el interior del corazón. Por esto dice: "Y el Señor le dijo: Ahora vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato: mas vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad".

San Cirilo, ubi sup. Podía el Señor haber usado de otras palabras para amonestar a aquel mal fariseo; pero aprovechó la ocasión y formó su argumento de lo que tenía más a la mano. Así que, como estaban en la mesa y durante la comida, toma por ejemplo la copa y el plato. Y enseña que así como los vasos que se presentan en la mesa, deben estar limpios de toda suciedad exterior, así todos los que sirven al Señor sinceramente deben estar lavados y limpios, no sólo de la impureza del cuerpo, sino de la que está oculta en lo interior del alma.

San Ambrosio. Aquí nuestros cuerpos son comparados con las cosas terrenas y frágiles, que al menor golpe se quiebran. Lo que está en lo interior del alma se revela fácilmente por medio de los sentidos y los movimientos del cuerpo, del mismo modo que se ve por fuera lo que una copa contiene. Por tanto no cabe duda de que con la palabra copa se da a conocer las pasiones del cuerpo. Observemos que no es lo exterior de esta copa y de este plato lo que nos mancha, sino lo interior, porque dijo el Señor: "Mas vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad".

San Agustín. De verb. Dom. serm. 38. ¿Cómo no perdonó a aquel hombre que le había convidado? Pero fue más indulgente reprendiéndolo para perdonarlo en su tribunal justiciero. Después nos da a conocer que el bautismo, que se recibe una sola vez, limpia por la fe. Esta fe está en lo interior, no en lo exterior; y como los fariseos la menospreciaban lavando lo de fuera, quedaban muy manchados interiormente,. Es lo que condenaba el Señor, diciendo: "¡Necios! ¿No sabéis que el que hizo lo de fuera hizo también lo de dentro?"

Beda. Como diciendo: El que hizo las dos dimensiones del hombre desea que ambas estén limpias. Lo cual es contrario a los maniqueos, que dicen que Dios sólo ha creado el alma, pero que la carne ha sido creada por el diablo. Esto también se opone a los que detestan como muy graves los pecados corporales (como son la fornicación, el hurto y otros semejantes) y consideran leves los espirituales, que condena no menos el Apóstol (Ga 5)

San Ambrosio. El Señor, como buen maestro, nos enseña de qué modo debemos limpiar la impureza de nuestro cuerpo, diciendo: "Esto no obstante, lo que resta, dad limosna: y todas las cosas os son limpias". Ve aquí cuántos remedios. La misericordia nos purifica, la palabra de Dios nos purifica, según lo que está escrito (Jn 15,3): "Ya habéis quedado limpios por la palabra que os he dicho".

San Agustín, De eleemosyna. El misericordioso aconseja que se ejercite la misericordia. Y, como desea preservar a todos los que ha redimido a tan gran precio, enseña que pueden purificarse de nuevo los que se han manchado después de la gracia del bautismo.

Chris., in Cat. graec. Patr., ex-homiliis in Joannem. Dice, pues: Dad limosna, no injusticia; porque hay limosna que carece de toda injusticia. Esta lo limpia todo y es mejor que el ayuno, más difícil, pero menos meritorio. Pues la limosna es el lustre del alma, la enriquece y la hace aparecer buena y hermosa. El que piensa compadecerse de la miseria de otro, empieza a abandonar el pecado. Porque así como el médico que cura con frecuencia a los heridos, se compadece fácilmente reconociendo su propia fragilidad, y por los sufrimientos ajenos, así nosotros, si nos ocupamos en socorrer a los necesitados, menospreciaremos fácilmente lo presente, y nos elevaremos hasta el cielo. No es pequeño el remedio de la limosna, puesto que puede aplicarse a todas las heridas.

Beda. Dice: "lo que resta", esto es, lo que no es necesario para comer y vestir. Porque no manda que se haga la limosna de modo que tú mismo te reduzcas a la indigencia, sino que, satisfechas las necesidades de tu cuerpo, des al pobre todo cuanto puedas. También puede entenderse de este modo: Lo que resta, esto es, el solo remedio que queda a los que andan preocupados por sus muchas maldades es dar limosna. Esta palabra se refiere a todas las obras de misericordia, porque da limosna no sólo el que da de comer al que tiene hambre y otras necesidades por el estilo, sino también el que perdona a quien le falta y ruega por él, y el que corrige a otro castigándolo con alguna pena para que se enmiende.

Teófil. O bien dice: "Lo que sobra"; porque las riquezas dominan al corazón ambicioso.

San Ambrosio. Todo este magnífico pasaje tiene por objeto invitarnos a que nos hagamos sencillos, condenando las cosas superfluas y terrenas de los judíos. Con todo El les ofrece el perdón de sus pecados si ejercen la misericordia.

San Agustín. De verb. Dom., serm. 30. Pero, si no pueden quedar limpios sino aquellos que creen en el que purifica el corazón por la fe, ¿cómo es que dice el Señor: "Dad limosna y todas las cosas os son limpias"? Veamos si El mismo lo explica: los fariseos separaban la décima parte de todos sus frutos y daban limosnas, lo que no hacen todos los cristianos; por tanto se burlaron del Salvador porque les hablaba como a hombres que no daban limosnas. Conociendo esto el Salvador, añade: "Mas ¡ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la yerba buena y de la ruda, y de toda clase de hortalizas, y no hacéis caso de la justicia y del amor de Dios!". Esto no es dar limosna. El hacer limosna consiste en tener caridad; si comprendes esto comienza por ti mismo. ¿Cómo te compadecerás de otro, si eres cruel para contigo? Oye lo que dice la Sagrada Escritura (Si 30,24): "Compadécete de tu alma, agradando al Señor". Fija los ojos en tu conciencia, tú que vives mal o como infiel, y en ella encontrarás tu alma mendigando o acaso enmudecida por la necesidad. Da limosna a tu alma por medio del juicio y de la caridad. ¿Qué es el juicio? El disgusto de ti mismo; ¿qué es la caridad? Amar a Dios y amar al prójimo. Si dejas de hacer esta limosna, por mucha caridad que tengas, nada harás cuando nada haces por ti mismo.

San Cirilo.O bien dice esto para reprender a los fariseos, porque mandaban observar a los hombres que les estaban sometidos aquellos preceptos, solamente que eran para ellos motivo de mayores rendimientos. De aquí que no perdonaban ni la más pequeña parte de las hortalizas, mientras no se ocupaban de exhortar a la caridad hacia Dios y descuidaban la justa censura del juicio.

Teofilacto. Y como ellos despreciaban a Dios tratando con indiferencia las cosas sagradas, les mandó amar a Dios. Y por el juicio les insinúa el amor del prójimo; porque si alguno juzga bien a su prójimo es porque lo ama.

San Ambrosio. O bien porque no hacen ningún caso del juicio ni del amor de Dios; del primero porque no lo ponen como punto de mira en su conducta, y de la caridad porque no aman a Dios de corazón. Y con el fin de que no nos perdamos fijando nuestra atención en la fe y abandonando las buenas obras, resume en breves palabras la perfección del hombre fiel, para que éste merezca ser aprobado por su fe y por sus buenas obras, diciendo: "Estas son las cosas que debíais practicar sin omitir aquéllas".

Crisóstomo, homil. 74, in Matth. Cuando habla de la purificación de los judíos, la omite enteramente; pero porque el diezmo es una especie de limosna y todavía no era tiempo de concluir terminantemente con las ceremonias legales, dice: "Estas son las cosas que debíais practicar".

San Ambrosio. También reprende la soberbia y el orgullo de los judíos, porque deseaban ocupar los primeros puestos. Sigue, pues: "¡Ay de vosotros, fariseos, que amáis los primeros asientos", etc.

San Cirilo, ubi sup. Reprendiéndolos por estas cosas, nos invita a ser mejores. Quiere curarnos de la ambición y que no busquemos la apariencia -que es lo que hacían los fariseos-, sino la realidad. Y es así que el ser saludados por otros y presidirlos no demuestra que seamos verdaderamente dignos de ello. A muchos les sucede esto aun cuando no sean buenos, por lo cual añade: "Ay de vosotros, que sois como los sepulcros que no parecen", porque, queriendo ser saludados por los hombres y presidirlos para gozar de grande estima, no difieren de sepulcros encubiertos que aparecen exteriormente con ricos ornatos, mientras que interiormente están llenos de podredumbre.

San Ambrosio. Y como los sepulcros, que están encubiertos, disimulan lo que son, engañan la vista de los que pasan por encima. Por lo cual dice: "Y que son desconocidos de los hombres que pasan por encima de ellos"; esto es, que en tanto que exteriormente aparecen magníficos, interiormente están llenos de corrupción.

Crisóstomo in Matthaeum hom. 74. No debe llamar la atención, sin embargo, el que los fariseos fueran así. Pero si nosotros, considerados como dignos de ser templos de Dios, nos convertimos repentinamente en sepulcros que sólo encierren podredumbre, será el extremo de la desgracia.

San Cirilo, in Cat. graec. Patr. et contra Julianum. Dice aquí el apóstata Juliano que debe huirse de los sepulcros, que el mismo Jesucristo llamó inmundos; pero esto lo dice ignorando el sentido de las palabras del Salvador. No mandó huir de los sepulcros, sino que comparó con ellos al pueblo hipócrita de los fariseos.

LUCAS 11,45-54


10145 (Lc 11,45-54)

Entonces uno de los doctores de la ley, le dijo: "Maestro, hablando así, nos afrentas también a nosotros". Y El dijo: "¡Ay de vosotros igualmente, doctores de la ley, porque echáis a los hombres cargas que no pueden soportar, y vosotros ni aun con la punta del dedo las tocáis! ¡Ay de vosotros que fabricáis mausoleos a los profetas después que vuestros mismos padres los mataron! Verdaderamente dais a conocer que aprobáis los atentados de vuestros padres porque ellos en verdad los mataron, mas vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo también la sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y matarán a unos y perseguirán a otros; para que a esta nación se le pida cuenta de la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde el principio del mundo: desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías que pereció entre el altar y el templo. Sí, os lo digo, que a esta raza de hombres se le pedirá de ello cuenta. ¡Ay de vosotros, doctores de la ley, que os alzasteis con la llave de la ciencia! Vosotros mismos no habéis entrado, y aun a los que iban a entrar se lo habéis impedido". Diciéndoles estas cosas, los fariseos y los doctores de la ley comenzaron a contradecirle porfiadamente y a pretender taparle la boca de muchas maneras, armándole asechanzas y tirando a sonsacarle alguna palabra de que poder acusarle. (vv. 45-54)

San Cirilo, in Cat. graec. Patr. La reprensión, que hace obrar mejor a los humildes, suele ser intolerable para los hombres soberbios. Por lo que cuando el Salvador reprendía a los fariseos, que se separaban del verdadero camino, se ofendía por ello la turba de los doctores de la ley. Por esto dice: "Entonces uno de los doctores de la ley, le dijo: Hablando así, nos afrentas también a nosotros".

Beda. Cuán miserable es la conciencia de aquellos que se creen ofendidos oyendo la palabra de Dios, y recordando la pena de los malvados se cree siempre condenada.

Teófil. Los doctores de la ley eran diferentes de los fariseos, porque éstos, separándose de los demás, aparecían como religiosos; pero los doctores de la ley eran los escribas y los sabios que resolvían las cuestiones de la misma.

San Cirilo, ubi sup. Jesucristo devuelve a los doctores de la ley su invectiva y humilla su vana arrogancia. Por esto sigue: "Y El dijo: ¡Ay de vosotros igualmente, doctores de la ley, porque echáis a los hombres!", etc. Usa de un ejemplo evidente para confundirlos. La ley era pesada para los judíos, como confiesan los discípulos del Salvador; pero los doctores de la ley, reuniendo como en un haz los preceptos de la ley, los imponían sobre sus súbditos y no se cuidaban de trabajar.

Teófil. Siempre que un doctor hace lo que enseña, alivia la carga, ofreciéndose como ejemplo; pero cuando nada hace de aquello que enseña, entonces parece pesada la carga a los que reciben su enseñanza, puesto que ni el doctor mismo puede soportarla.

Beda. Se les decía con razón que no tocaban ni con el dedo la carga de la ley; esto es, que no la cumplían en lo más mínimo, puesto que, contra la costumbre de sus mayores, presumían que la cumplían y la hacían cumplir sin la fe y la gracia de Cristo.

San Gregorio Niceno, in Cat. graec. Patr. Tales son también muchos jueces: severos con los que pecan e indulgentes consigo mismos; legisladores intolerables y débiles observantes de las leyes; no quieren observar una vida honesta ni acercarse a ella y exigen a sus subordinados que la observen con todo rigor.

San Cirilo, ubi sup. Después que reprendió las duras prácticas de los doctores de la ley, dirige sus cargos contra todos los príncipes de los judíos, diciéndoles: "¡Ay de vosotros que fabricáis mausoleos a los profetas, después que vuestros mismos padres los mataron!"

San Ambrosio. Este pasaje es muy oportuno contra la muy vana superstición de los judíos, que, fabricando sepulcros a los profetas, condenaban las acciones de sus padres; y sin embargo, imitando los pecados de sus padres, atraían sobre sí su condenación. Aquí no reprende la edificación, sino la emulación del crimen. Por esto añade: "Verdaderamente dais a entender que aprobáis", etc.

Beda. Fingían, en efecto, para captarse el amor del pueblo, que miraban con horror la perfidia de sus padres, adornando con magnificencia los sepulcros de los profetas que ellos habían muerto; pero en esto mismo manifiestan cuánto consentían en la iniquidad de sus padres, injuriando al Señor anunciado por los profetas. Por lo cual dice: "Por eso dijo también la sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y matarán a unos y perseguirán a otros".

San Ambrosio. La sabiduría de Dios es Jesucristo. En fin, leemos en San Mateo (Mt 23,34): "He aquí que yo os envío profetas y sabios".

Beda. Si, pues, la misma sabiduría de Dios es la que ha enviado profetas y apóstoles, dejen de sostener los herejes que Jesucristo tiene su principio en la Virgen, y que uno es el Dios de la ley y los profetas y otro distinto el del Nuevo Testamento. Aunque también muchas veces los apóstoles llaman profetas en sus escritos no sólo a los que anuncian la futura encarnación de Jesucristo, sino a los que predicen las futuras alegrías del reino de los cielos. Pero de ningún modo creo que éstos deban ser considerados de rango superior a los apóstoles.

San Atanasio, in Apolog. 1. De fuga sua. Si los matan, pues, su muerte clamará más alto contra ellos; y si los persiguen, darán testimonio de iniquidad. Porque la huida de los que sufren persecución redunda en mayor culpa de los perseguidores, no habiendo quien huya del que es piadoso y bondadoso, sino del que es cruel y tiene costumbres depravadas. Por esto sigue: "Para que a esta generación se le pida cuenta de la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde el principio del mundo".

Beda. Se pregunta ¿por qué razón se exige de esta generación de judíos la sangre de todos los profetas y de los justos, siendo así que muchos de los santos -antes y después de la encarnación- habían sido muertos por otras naciones? Pero es costumbre en las Sagradas Escrituras el dividir a los hombres en dos generaciones, la de los buenos y la de los malos.

San Cirilo, ubi sup. Aunque dice terminantemente a esta generación, no se refiere sólo a los que están presentes y lo oyen, sino a todos los homicidas; puesto que comprende a todos los que son semejantes.

Crisóstomo, homil. 75, in Matth. Además, si anuncia que los judíos habían de sufrir mayores males, no lo dice sin motivo. Ellos se atrevieron a cometer mayores crímenes que los demás y nunca fueron castigados por eso; y cuando vieron que otros que pecaban eran castigados, no por esto fueron mejores sino que cometieron iguales crímenes. Sin embargo, eso no quiere decir que paguen ellos las culpas cometidas por otros pueblos.

Teófil. Manifiesta el Señor que los judíos son los herederos de la malicia de Caín, porque añade: "Desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías", etc. Abel fue muerto por Caín. En cuanto a Zacarías, que mataron entre el altar y el templo, dicen que era el antiguo Zacarías, hijo del sacerdote Yoyadá.

Beda. No es de admirar que desde la sangre de Abel, que fue el primero que sufrió el martirio, les exija su responsabilidad. Pero ¿por qué dice hasta la sangre de Zacarías, siendo así que muchos fueron muertos después de él hasta el nacimiento de Jesucristo, y aun en este mismo tiempo fueron degollados muchos inocentes? Quizá porque Abel fue pastor de ovejas y Zacarías sacerdote, habiendo sido muerto el primero en el campo y el segundo en el atrio del templo, representando con sus nombres los dos órdenes de mártires: el de los seglares y el de los sacerdotes.

San Gregorio Niceno. Orat. in diem natalem Christi. Dicen algunos que Zacarías, padre de Juan Bautista2, deduciendo el misterio de la virginidad intacta de la Madre de Dios por el espíritu de profecía, no la excluyó del lugar del templo destinado a las vírgenes, para dar a entender que este nacimiento especial, estaba sometido al poder del que hizo todas las cosas y que en nada se opone a la virtud del celibato. Este lugar, situado entre el altar y el templo, era en donde estaba el altar de bronce, que fue donde mataron a Zacarías. Dicen también que habiendo oído que iba a venir el Rey del mundo, impulsados por el temor de la servidumbre acometieron con toda premeditación al que anunciaba su nacimiento, e inmolaron al sacerdote en el templo.

Graec., vel Geometer, in Cat. graec. Patr. Algunos dicen que fue otra la causa de la muerte de San Zacarías. Como habían sido degollados los inocentes debía también morir Juan Bautista con sus coetáneos; pero Isabel, sacando a su hijo de en medio de la matanza, huyó al desierto. De allí que, no habiendo encontrado los soldados de Herodes a Isabel y a su hijo, volvieron sus iras contra Zacarías, matándolo cuando prestaba sus servicios en el templo. Prosigue: "¡Ay de vosotros, doctores de la ley, que os alzasteis con la llave de la ciencia!" San Basilio, in Esaiam, visione 1. Esta frase "¡ay de vosotros!", que sólo se profiere en las grandes aflicciones, convenía en efecto a aquellos que, poco después, habían de ser entregados a un grave suplicio.

San Cirilo, ut sup. La llave de la ciencia es la misma ley, porque era la sombra y la figura de la justicia de Jesucristo. Convenía, por tanto, que los doctores que examinaban la ley de Moisés y los testimonios de los profetas, abriesen, digámoslo así, las puertas del conocimiento de Jesucristo al pueblo judío. Sin embargo no lo hicieron; más bien, por el contrario, desacreditaban los milagros divinos y clamaban contra su doctrina: ¿Por qué lo oís? Así, pues, se alzaron con la llave de la ciencia (esto es, la quitaron) Por lo cual dice: "Vosotros mismos no habéis entrado, y a los que iban a entrar se lo habéis prohibido". Pero también la fe es la llave de la ciencia, porque el conocimiento de la verdad se alcanza por la fe, según las palabras de Isaías (Is 7,9): "Si no creyereis, no entenderéis". Los doctores de la ley, por tanto, se habían apoderado de la llave de la ciencia, no permitiendo que creyesen los hombres en Jesucristo.

San Agustín. De quaest. Evang., lib. 2, quaest. 23. También puede decirse que la llave de la ciencia es la humildad de Jesucristo, la que no querían conocer los doctores de la ley, ni permitían que la conociesen los demás.

San Ambrosio. Son acusados también hasta hoy bajo el nombre de judíos, y se les anuncia que están sujetos a la perdición eterna aquellos que usurpan la enseñanza del conocimiento divino e impiden que lleguen a él los otros, y no conocen ellos mismos esta enseñanza.

San Agustín. De cons. Evang., lib. 2, cap. 75. Refiere San Mateo que el Señor dijo todo esto después que hubo entrado en Jerusalén; pero San Lucas dice que fue cuando se dirigía a aquella ciudad. Por esto es de creer que habló el Señor dos veces, y un evangelista cita las palabras de una de ellas y otro las de la otra.

Beda. Cuán verdaderos son los crímenes de perfidia, de disimulo y de impiedad -imputados a los fariseos y los doctores de la ley-, lo manifiestan ellos mismos, puesto que, en vez de arrepentirse, se oponen insidiosamente al doctor de la verdad. Sigue, pues: "Diciéndoles estas cosas, los fariseos y los doctores de la ley comenzaron a instar fuertemente".

San Cirilo, ubi sup. Se toma la palabra insistir por instar, amenazar o embravecerse. Empezaron, pues, a interrumpir la palabra del Señor de muchos modos; por esto sigue: "Y a pretender taparle la boca de muchas maneras".

Teófil. Cuando muchos preguntan a uno sobre varias materias, como no puede contestar a todos a la vez, aparece para los ignorantes como que no sabe contestar. De este modo le armaban asechanzas aquellos sacrílegos. Pero además se proponían hacerle callar de otro modo, a saber, provocándolo para que dijese alguna cosa por donde pudiera ser acusado; por lo cual dice: "Armándole asechanzas y procurando cazar de su boca alguna cosa, para poder acusarle". Después de decir el evangelista instar, dice ahora cazar o arrebatar de su boca alguna cosa. Le preguntaban rápidamente acerca de la ley, para poder acusarle de que blasfemaba contra Moisés; rápidamente del César, para acusarle como conspirador y enemigo de la majestad del César.

LUCAS 12,1-3


10201 (Lc 12,1)

Entretanto, habiéndose juntado alrededor de Jesús tanto concurso de gentes que atropellaban unos a otros, comenzó a decir a sus discípulos: "Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Mas nada hay tan oculto que no se haya de manifestar, ni tan secreto que al fin no se sepa. Así es que lo que dijisteis a oscuras, se dirá en la luz del día, y lo que hablasteis al oído en las alcobas se pregonará sobre los terrados". (vv. 1-3)

Teófil. Se esforzaban los fariseos por coger a Jesús en alguna palabra para separar de El a las turbas; pero todo se volvía contra ellos, porque acudían cada día a millares las gentes, y deseando aproximarse a Cristo, se empujaban mutuamente. Aquí se ve que tan poderosa es en todas partes la verdad y tan débil el engaño. Dice, pues: "Entre tanto, habiéndose juntado alrededor de Jesús tanto concurso de gentes que se atropellaban unos a otros, comenzó a decir a sus discípulos: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es hipocresía".

San Gregorio. Como que los enemigos de Jesús eran burladores, advertía a sus discípulos que se guardasen de ellos.

San Gregorio Nacianceno, in eadem Cat. graec. Se aprecia la levadura porque hace el pan que da la vida; pero se menosprecia porque representa una reprensión, la malicia antigua y agria.

Teófil. Llama levadura a la hipocresía, porque altera y corrompe las intenciones de los hombres en que penetra; y ninguna cosa hay que corrompa las costumbres como la hipocresía.

Beda. Porque así como una pequeña cantidad de levadura corrompe toda la masa de harina (1Co 5,6), así el disimulo priva al alma de toda la sinceridad y verdad de las virtudes.

San Ambrosio. Nuestro Salvador nos dio esta preciosa enseñanza de guardar la sencillez y de practicar la fe, para que no caigamos en la costumbre de los pérfidos judíos de hacer que nuestras obras estén en oposición con nuestras palabras; porque en el último día el secreto de nuestra conciencia y las diferentes reflexiones, que en nuestro interior nos acusan o nos defienden, serán manifiestas (Rm 2) Por esto añade: "Mas nada hay tan oculto que no se haya de manifestar", etc.

Orígenes, in Cat. graec. Patr. Dice esto refiriéndose a aquel día en que Dios juzgará los secretos de los hombres. O bien porque por mucho que alguno se empeñe en ocultar las buenas acciones de otros por medio de infamias, el bien no puede estar oculto naturalmente.

Crisóstomo, in Matth homil. 35. Como diciendo a sus discípulos: Aun cuando ahora os llamen seductores y hechiceros, vendrá tiempo en que todo se sabrá, se declarará la calumnia y brillará vuestra virtud. Por lo que todo lo que yo os hablo en este pequeño rincón de la Palestina lo predicaréis en todo el orbe con atrevimiento y con la frente levantada, sin tener nada que temer. Y por esto añade: "Así es, que lo que dijisteis a oscuras, se dirá en la luz del día", etc.

Beda. Dice esto también, porque todo lo que dijeron los apóstoles en las tinieblas de la persecución y en las sombras de las cárceles había de predicarse públicamente con la lectura de sus hechos en la Iglesia extendida por todo el orbe. Y en verdad, cuando dice: "Se pregonará sobre los tejados", habla según la costumbre de la Palestina, en donde acostumbran a estar sobre los tejados, los cuales no están en declive como los nuestros, sino formando figura perfectamente plana e igual (esto es, una superficie plana) Dice, pues: "Se pregonará sobre los tejados"; esto es, al descubierto, para que todos lo oigan.

Teófil. O se dirige a los fariseos con estas palabras, como diciendo: ¡Oh fariseos!, lo que habláis entre tinieblas (esto es, las tentaciones que contra mí forjáis en vuestros negros corazones), será sacado a la luz del día. Porque yo soy la luz y por mi luz se conocerá todo lo que tramáis en las tinieblas. Así lo que habéis hablado al oído en las alcobas (esto es, todo lo que habéis dicho murmurando al oído), se pregonará sobre los tejados, pues es tan inteligible para mí como si se hubiese predicado sobre los tejados. También puede entenderse esto diciendo que la luz es el Evangelio, y los tejados las almas elevadas de los apóstoles; porque todo lo que se dijeron entre sí los fariseos se ha publicado después en la luz del Evangelio por el gran oráculo del Espíritu Santo reposando sobre las almas de los apóstoles.


Catena aurea ES 10133