Catena aurea ES 12135

JUAN 1,35-36


12135 (Jn 1,35)

El día siguiente, otra vez estaba Juan y dos de sus discípulos: Y mirando a Jesús que pasaba, dijo: "He aquí el Cordero de Dios'. (vv. 35-36)

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 17. Y como muchos no se fijaban en lo que San Juan decía desde el principio, les llama la atención por segunda vez y por esto dice: "El día siguiente, otra vez estaba Juan y dos de sus discípulos".

Beda. San Juan estaba verdaderamente parado porque había subido a la cumbre de las virtudes, de donde no podría ser derribado por ninguna excitación de la maldad. Y estaban con él dos de sus discípulos, porque seguían sus doctrinas con una resolución invariable.

Crisóstomo, ut sup. ¿Y por qué razón no recorría el Bautista toda Judea y predicaba al Salvador por todas partes, sino que estaba sólo cerca del río esperando que el Salvador viniese, para darlo a conocer cuando hubiese llegado? Porque quería que esto se evidenciara por los milagros (de Jesucristo) Véase también de qué modo sirvió esto de mayor edificación, porque envió una pequeña chispa y la llama se levantó en seguida hasta lo alto. Si hubiese dicho esto peregrinando, hubiese parecido que sucedían todas estas cosas por algún plan humano, y su alabanza hubiera sido sospechosa. Por lo que todos los profetas y los apóstoles hablaron de Jesucristo estando ausente, pero Este en su presencia según la carne; mas los otros hablaron de El después de su Ascensión. Y para que se vea que no sólo manifestaba a Jesús con la voz, sino que también lo designaba con los ojos, añade: "Y mirando a Jesús que pasaba, dijo: he aquí el Cordero de Dios".

Teofilacto. Dijo mirando, como para expresar con los ojos la alegría y el asombro que experimentaba por la presencia de Jesucristo.

San Agustín, in Ioannem, tract. 7. San Juan era amigo del Esposo. No buscaba su gloria, sino que daba testimonio de la verdad. Por esto no quiso que sus discípulos se quedasen con él, sino que siguiesen al Señor. Y esto lo demostró manifestando a quién debían seguir, diciendo: "He aquí el Cordero de Dios".

Crisóstomo, ut sup. No quiso hablar mucho, porque sólo deseaba una cosa: atraer a sus discípulos y unirlos con Jesucristo. Mas sabía que respecto de otras cosas no necesitaban de su testimonio. Y no habla San Juan a sus discípulos de estas cosas en particular, sino que habla con todos y públicamente, para que así, decidiéndose por seguir a Jesucristo en virtud de aquella indicación de carácter común, permaneciesen firmes respecto de lo demás, no sólo por el servicio de Jesucristo, a quien seguían, sino por su propia utilidad. Y no hace su sermón en tono de súplica, sino que únicamente le admira cuando está adelante y les habla de la preparación para la que él había sido enviado, y del modo de prepararse. Y "el Cordero" designa lo uno y lo otro, y dice el Cordero añadiéndole el artículo, para demostrar su excelencia.

San Agustín, in Ioannem, tract. 7. Aquí se habla del único Cordero sin pecado; no de aquel que ha sido lavado de manchas, sino del que ha estado exento de ella. Se habla aquí en singular del Cordero de Dios, porque únicamente con su sangre podrían ser redimidos los hombres. Este es el Cordero a quien temen los lobos y que después de muerto mató al león

Beda, hom 1 inter hiemales de sanctis. Se llama también Cordero porque previó que había de dejarnos espontáneamente el donativo de su lana (con la que pudiésemos hacer nuestro vestido nupcial) Esto es, los ejemplos para vivir bien, con los que deberíamos abrasarnos en su amor.

Alcuino. Hablando en sentido místico, San Juan está en pie. Cesa la Ley y viene Jesús, esto es, la gracia del Evangelio, de quien la misma Ley da testimonio. Jesús andaba reuniendo sus discípulos.

Beda, hom in vig S.Andreae. El acto de andar de Jesús representa la gracia de su Encarnación, por medio de la cual se dignó venir a nosotros y darnos ejemplo para que vivamos bien.

JUAN 1,37-40


12137 (Jn 1,37)

Y lo oyeron hablar dos de sus discípulos, y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: "¿Qué buscáis?" Ellos le dijeron: "¿Rabbí (que quiere decir Maestro) en dónde moras?" Les dijo: "Venid y vedlo". Ellos fueron y vieron en donde moraba, y se quedaron con El aquel día: era entonces como la hora de las diez. Y Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos, que habían oído decir esto a Juan y que habían seguido a Jesús. (vv. 37-40)

Alcuino. Habiendo San Juan dado testimonio de que Jesús era el Cordero de Dios, los discípulos que primero estaban con San Juan, cumpliendo el mandato de su maestro, siguieron a Jesús. Por esto dice: "Y le oyeron hablar dos de sus discípulos, y siguieron a Jesús".

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 17. Considérese que cuando dijo: "Viniendo después de mí, es anterior a mí", y "como no soy digno de desatar la correa de su calzado", nadie le comprendió. Mas cuando habló de sus gracias y se dirigió a lo más humilde, diciendo: "He aquí el Cordero de Dios", entonces le siguieron los discípulos, porque muchos no son arrastrados cuando se dice algo grande y elevado de Dios, como cuando oyen algo bueno y humano que contribuya a la salvación de los hombres. Debe tenerse en cuenta también que San Juan dice: "He aquí el Cordero de Dios", y Jesucristo nada contesta, porque como Esposo está presente en silencio. Y otros le traen la esposa, poniéndola bajo su potestad, de la que, ya recibida, dispone de tal modo que ella no se acuerda ni aun de los que la desposaron. Y así, cuando Jesucristo viene a unirse con su Iglesia, nada dice, sino que únicamente se le acerca su amigo Juan. Puso su mano derecha sobre la esposa, poniendo bajo su dominio las almas de los hombres por medio de su predicación, a los cuales dispuso de tal modo después de haberle recibido que ya no volvieron más a San Juan. Pero debe observarse también que así como en las bodas no es la esposa la que busca al esposo, sino el esposo quien viene a buscarla lleno de alegría (aun cuando sea el hijo del rey que toma por esposa a una vil esclava), así sucede aquí; la naturaleza humana no ascendió al cielo, sino que el Hijo de Dios bajó hasta ella y la llevó a la casa paterna. Y más adelante había también otros discípulos de San Juan que no sólo no le seguían, sino que estaban dispuestos a suscitar celos contra Jesucristo, porque envidiaban su gloria. Mas los que eran mejores en cuanto le vieron le siguieron, no menospreciando al primer maestro sino persuadidos por él, quien les ofrecía que Jesucristo los bautizaría en el Espíritu Santo. Y véase que la elección que hacían los discípulos iba acompañada de cierto recelo. Por esta razón, cuando se acercaron a Jesús no le preguntaron acerca de las cosas necesarias y más elevadas, ni en público, sino que le preguntaron en privado. Por esto sigue: "Y volviéndose Jesús y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis?" Por donde se nos da a entender que cuando nosotros queremos emprender una buena vida, Dios entonces nos presenta muchas ocasiones para nuestra salvación. Y pregunta, no para saber, sino para inspirarles familiaridad en su pregunta y mayor confianza, a fin de que ellos se consideren dignos de escuchar sus enseñanzas.

Teofilacto. Véase cómo el Señor vuelve su rostro a los que le siguen, y los mira. Porque si no se le sigue por medio de alguna buena acción, nunca podremos llegar a ver su rostro ni entrar en su casa.

Alcuino. Luego aquellos discípulos seguían detrás de Jesucristo para verle, y no pudieron ver el rostro del Señor. Por cuya razón se volvió hacia ellos. Y como descendiendo de su majestad dejó que sus discípulos pudiesen contemplar su sagrada presencia.

Orígenes.Sin duda después del sexto testimonio San Juan no en vano dejó de contestarles (o de darles testimonio) Y Jesús, como séptimo testimonio, les dice: "¿Qué buscáis?"

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 17, sparsim.Pero ellos no sólo manifestaron su amor a Jesucristo siguiéndole, sino hasta en el modo de preguntarle. Por esto sigue: "Ellos le dijeron, Rabbí (que quiere decir Maestro), ¿en dónde moras?" Cuando todavía no habían aprendido nada de El, ya le llaman Maestro, considerándose así como discípulos y manifestando la causa por la que le siguen.

Orígenes.Estas palabras, que reconocen a Jesucristo como Doctor por el testimonio de Juan y las circunstancias que le acompañaron, explican que los discípulos desean el trato del Hijo de Dios.

Alcuino. Y no quieren gozar del magisterio de una manera transitoria, sino que le preguntan dónde habita, para que en adelante puedan oír sus palabras aparte, visitarle muchas veces e instruirse mucho mejor. En sentido espiritual quieren saber en dónde habita Jesucristo, para que con el ejemplo de sus virtudes puedan presentarse dignos de que habite en ellos. O el ver que Jesús marcha y preguntar en seguida en dónde ha de parar, nos da a conocer que cuando nos acordamos de su Encarnación, debemos rogarle con solicitud que nos muestre la mansión de la eterna felicidad. Por lo cual, al ver Jesús que le piden bien, les patentiza libremente el convencimiento de sus designios. Por esto sigue: "Y les dice venid y vedlo", como diciendo: no puedo explicar mi morada con palabras, pero os la enseñaré con obras; venid, pues, creyendo y obrando, y ved entendiendo.

Orígenes.Y cuando les dice: venid, les invita a que obren. Y cuando les dice ved, les invita a la contemplación.

Crisóstomo, ut sup. Mas Jesucristo no les da señales de su casa, ni les designa lugar alguno, sino que únicamente los atrae para que le sigan, manifestándoles que ya los ha aceptado. Y no dijo: ahora no es tiempo, mañana sabréis si algo queréis aprender; sino que los trata como amigos familiares, como si hubiesen vivido con El largo tiempo. ¿Y cómo es que San Mateo y San Lucas dicen: "El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza" (Mt 8,20), y Este dice: Venid y ved dónde vivo? Cuando dijo que no tenía dónde reclinar su cabeza dio a entender que no tenía casa propia y no que carecía de domicilio. Sigue, pues: "Ellos fueron, vieron en dónde moraba, y se quedaron con El aquel día". No añade el Evangelista con qué fin se quedaron, porque desde luego se comprende que fue para oír su doctrina.

San Agustín, ut sup. ¡Qué hermoso día pasaron! ¡Qué hermosa noche! Edifiquemos asimismo nosotros en nuestro corazón, y hagamos una casa digna, adonde venga el Señor y nos instruya.

Teofilacto. No en vano el Evangelista hace notar el tiempo en que esto sucedió, cuando añade: "Era entonces como la hora de las diez", para dar a conocer, tanto a los maestros como a los discípulos, que la enseñanza no debe dilatarse a causa del tiempo.

Crisóstomo, ut sup. Demostraban, pues, gran deseo de aprender, porque no se separaron de El aunque vieron que el sol llegaba a su ocaso. Pero sucede a muchos que viven esclavos de la carne que creen que después de comer no se tiene aptitud ni aun para lo más necesario, porque el cuerpo se entorpece con las comidas. Pero San Juan, de quien éstos eran discípulos, no se encontraba en este caso, porque vivía en mayor sobriedad por la tarde que nosotros por la mañana.

San Agustín, ut sup. Este número de la hora simboliza la Ley, que ha sido dada en diez preceptos. Porque había venido el tiempo en que debía cumplirse la Ley por amor, ya que los judíos no habían podido cumplirla ni aun por temor. Así el Señor en la hora décima fue llamado Rabbí, si bien no es Maestro de la Ley , aunque verdadero legislador.

Prosigue: "Y Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído decir esto a Juan, y habían seguido a Jesús".

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 17. ¿Y por qué no citó el nombre del otro? Algunos dicen: porque el que escribe era el otro de los que le seguían. Y otros aseguran que el otro discípulo no era persona de importancia. ¿Y qué utilidad sacaremos de conocer el nombre del otro? Tampoco el Evangelista hizo mención de los nombres de los setenta y dos discípulos.

Alcuino. Quizá los dos discípulos que siguieron a Jesús fueron Andrés y Felipe.

JUAN 1,41-42


12141 (Jn 1,41)

Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: "Hemos hallado al Mesías", que quiere decir el Cristo. Y le llevó a Jesús. Y Jesús le miró y dijo: "Tú eres Simón, hijo de Juan: tú serás llamado Cefas", que se interpreta Pedro. (vv. 41-42)

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 18 et 19. Lo que Andrés aprendió de Jesús, no lo retuvo para sí, sino que lleno de alegría corrió inmediatamente a contar a su hermano el bien que había recibido. Por esto sigue: "Este halló primeramente a su hermano Simón y le dijo: hemos encontrado al Mesías, que quiere decir el Cristo".

Beda, in hom 1 de sanct. temp. hiem.

Esto en verdad quiere decir encontrar al Señor, encenderse en su amor y cuidar también de la salvación de sus hermanos.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 18. Y en realidad no había dicho el Evangelista lo que Jesucristo dijo a los que le siguieron. Pero puede deducirse por lo que aquí se dice: lo que dijo Andrés lo compendia en pocas palabras, porque le manifiesta la virtud del maestro, que les había persuadido y el deseo que primero ellos a su vez habían demostrado. Vemos, pues, que estas palabras expresan al mismo tiempo la aplicación del que padece por la ausencia, y la alegría después que aparece lo que se esperaba.

San Agustín, in Ioannem, tract.7. La palabra Mesías en hebreo, y Cristo en griego, en castellano significa "ungido". Crisma es la unción y Jesús fue ungido de una manera especial. Así es que todos los cristianos somos ungidos, según lo que se dice en el Salmo: "Te ungió el Señor tu Dios, con el óleo de la alegría, sobre todos tus compañeros" (Ps 44) Y en verdad todos los santos son sus compañeros, pero Aquél es santo de un modo singular, y fue ungido de una manera particular.

Crisóstomo, ut sup. Por esto no dijo sencillamente Mesías, sino con artículo: el Mesías. Obsérvese también cuánta era la obediencia de San Pedro desde un principio que inmediatamente y sin tardanza corrió a ver al Salvador. Por esto sigue: "Y le llevó a Jesús". No se le reprenda ni critique de ligereza porque sin detenerse a reflexionar creyó en seguida lo que se le había dicho. Es muy probable y fácil de creer que su hermano se lo contaría todo con más pormenores y detenimiento. Pero los evangelistas pasan muchas cosas en silencio en atención a la brevedad. Por otra parte, no se ha dicho que simplemente asintió, sino que lo llevó a Jesús para que lo oyese todo. Y el mismo Señor empezó a enseñarle lo que afectaba a la divinidad, y poco a poco le explicaba todas las cosas por medio de los vaticinios, como también todas las señales que daban las profecías. Y esto es lo que es especialmente obra propia de Dios, y lo que no pueden imitar ni aun los mismos demonios. En los milagros puede haber alguna fantasía o alguna apariencia de verdad, mas el predecir lo futuro con toda certeza únicamente es propio de Aquél cuya naturaleza es incorruptible. Por esto sigue: "Y Jesús lo miró, y le dijo: tú eres Simón, hijo de Joná: tú serás llamado Cephas, que se interpreta Pedro".

Beda, hom. in vig. S.Andreae. Le miró, no sólo con los ojos exteriores sino con la mirada interior de la divinidad, viendo la sencillez de su corazón y la elevación de su alma, en razón de cuyas prendas merecía el primer lugar en toda su Iglesia. Y no debemos buscar en la palabra Pedro otra interpretación, ni en hebreo, ni en sirio, porque lo mismo significa en griego y en latín Pedro, que Cephas en sirio, y en una y otra lengua esta palabra se deriva de piedra. Y se le llama Pedro por la firmeza de su fe con la cual se adhirió a aquella piedra de quien dice el Apóstol: "Mas la piedra era Cristo" (1Co 10,4), que robustece contra las asechanzas de sus enemigos los que esperan en El, y les concede abundancia de bienes espirituales.

San Agustín, in Ioannem, tract. 7. Nada de particular tiene que el Señor dijese de quién era hijo. Conocía los nombres de todos sus santos, a quienes había predestinado desde la constitución del mundo. Lo que sí es grande es que le cambiase el nombre y de Simón lo hiciera Pedro. Pedro viene de la palabra piedra. Piedra es la Iglesia; luego la Iglesia está representada en el nombre de Pedro. ¿Y quién está seguro de su obra sino el que edifica sobre piedra? Y más abajo el Señor despierta tu atención. Y si se hubiese llamado Pedro desde antes no verías el misterio de la piedra, y creerías que por casualidad él se llamaba así y no por disposición de la divina providencia. Cuando quiso que antes se llamase de otro modo, fue para que se conociese la fuerza del misterio por el mismo a cambio del nombre.


Crisóstomo, ut sup. También le cambió el nombre para manifestar que El fue el que ordenó el Antiguo Testamento, dio y cambió los nombres llamando a Abram, Abraham; a Serai, Sara; y a Jacob, Israel. Luego impuso a muchos el nombre desde su nacimiento, como a Isaac, Sansón y otros. A otros los designó con distinto nombre del que le pusieron sus padres, como aquí a Pedro y a los hijos del Zebedeo. Porque aquellos cuya virtud debía brillar desde el principio, desde luego recibieron su nombre. Pero aquellos a quienes después se les debía aumentar, se les puso el nombre después.

San Agustín, De cons. Evang. 3, 17. Y no puede considerarse como pequeña la contradicción de que antes de que Jesús fuese a Galilea desde junto al Jordán, sólo por el testimonio del Bautista le siguieron dos, uno de los cuales era Andrés, el cual trajo a su hermano Simón, siendo entonces cuando recibió el nombre, esto es que se llamase Pedro; mientras que dicen los otros Evangelistas que los encontró pescando en Galilea, y los llamó al apostolado. Pero no debe entenderse que Jesús no los hubiese visto junto al Jordán, y ya se hubiesen unido a El para siempre, sino únicamente que conocieron quién era, y después de admirarle se volvieron a sus propias faenas. Y no se crea que San Pedro recibió el nombre cuando el Señor le dijo: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16,18), sino cuando se recuerda que le dijo: "tú te llamarás Cephas, que significa Pedro".

Alcuino. No le puso en seguida el nombre, sino que ya designa el que después se le habría de imponer, cuando le dijo Jesús: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Cuando Jesús iba a cambiarle el nombre, quiso demostrar también cuál era el nombre que había recibido de sus padres, porque su significación no carece de misterio. Simón quiere decir obediente, Joanna quiere decir gracias, y Joná, paloma, como diciendo: tú eres obediente e hijo de la gracia, o hijo de la paloma, esto es, del Espíritu Santo. Porque habías recibido la humildad del Espíritu Santo, para que desearas verme en cuanto Andrés te llamase. Y no desdeñó, siendo mayor, seguir al menor, porque no hay razón de edad cuando hay mérito de fe.

JUAN 1,43-46


12143 (Jn 1,43)

El día siguiente quiso ir a Galilea, y halló a Felipe. Y Jesús le dijo: "Sígueme". Era Felipe de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe halló a Natanael, y le dijo: "Hallado hemos a aquel de quien escribió Moisés en la Ley, y los profetas; a Jesús, el hijo de José el de Nazaret". Y Nathanael le dijo: "¿De Nazaret puede haber cosa buena?" Felipe le dijo: "Ven y velo". (vv. 43-46)

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 19. Después de que Jesucristo recibió a estos discípulos, fue a buscar a otros, esto es, a Felipe y a Natanael. Por esto dice: "El día siguiente quiso ir a Galilea".

Alcuino. Esto es, desde Judea, donde estaba bautizando San Juan, guardando el debido honor al Bautista, para que no se creyese que su magisterio sufría detrimento cuando aun tenía razón de ser. Y como había de llamar otro discípulo para que le siguiese, quiso ir a Galilea. Viaje o cambio realizado, porque El mismo adelantaba en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y delante de los hombres. Y como padeció y resucitó y entró en su gloria, así quiso manifestar que también los que le siguiesen debían salir y adelantar en las virtudes, y pasar por medio de los sufrimientos a los goces. Por esto sigue: "Y encontró a Felipe, y le dijo Jesús: Sígueme". Sigue a Jesús el que le imita en la humildad y en los tormentos, y así se hace compañero suyo en la resurrección y en la ascensión.

Crisóstomo, ut sup. Y véase cómo no llamó a nadie hasta que hubo quien se le ofreciera. Porque si los hubiese atraído sin que ninguno de sus discípulos se hubiese ofrecido espontáneamente, quizá hubiesen retrocedido. Pero ahora, cuando ellos ya eligieron seguir al Señor por sí mismos, ya permanecieron firmes respecto de lo demás. Llama a Felipe, porque ya le era conocido, puesto que se había criado en Galilea. Pero ¿por qué Felipe siguió a Jesucristo? Porque San Andrés había oído hablar de El al Bautista, San Pedro a San Andrés, mas éste no había oído hablar de El a nadie. Unicamente cuando Jesucristo le dijo: "Sígueme", inmediatamente obedeció. Es muy conveniente decir que San Felipe ya había oído al Bautista y ya había determinado seguir a Jesucristo. O también que la palabra de Jesucristo produjo en él este mismo efecto.

Teofilacto. La palabra de Jesucristo no se dejaba oír sencillamente, sino que inflamaba los corazones de los fieles en su amor. Y como quiera que el conocimiento de Jesucristo ya estaba en el corazón de Felipe, que leía con atención los libros de Moisés y esperaba a Jesucristo, es por esto que creyó en El en cuanto lo vio. Además de que ya había aprendido algo de lo que había oído a San Andrés y a San Pedro, de quienes era paisano, a lo que parece que alude el Evangelista cuando añade: "Era Felipe de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro".

Crisóstomo, ut sup. También el Señor manifestó aquí su poder, sacando fruto de la tierra que no lo producía, porque de Galilea no había nacido profeta alguno. Y allí eligió a los más insignes de sus discípulos.

Alcuino. Betsaida quiere decir también albergue de los cazadores, con cuyo nombre quiso el Evangelista manifestar los pensamientos que animaban entonces a Felipe, Pedro y Andrés, y qué oficios habrían de tener en adelante para poder coger almas y llevarlas a la vida eterna.

Crisóstomo, ut sup. No sólo fue escogido Felipe por Jesucristo, sino que sirvió de anuncio para otros. Por esto sigue: "Felipe halló a Nathanael, y le dijo: hemos encontrado a Jesús, de quien escribió Moisés en la Ley", etc. Véase cómo tenía su alma solícita, y constantemente meditaba en los libros de Moisés, y esperaba la venida de Jesucristo. Y, en realidad, que Jesucristo debía venir lo conocía de antemano. Pero que aquél fuese el Cristo lo ignoraba el apóstol. Por esto dijo Felipe: "Aquél de quien escribieron Moisés y los profetas". Y hacía más digna de crédito su predicación, persuadiendo al que le oía que tenía en cuenta la Ley y los profetas, y que pesaba bien todas las razones con verdad, como el mismo Jesucristo dice. Y que no llame la atención que se añada que era hijo de José, porque se consideraba como hijo suyo.

San Agustín, in Ioannem, tract. 7. Esto es, con quien estaba desposada su Madre, aunque para todos los cristianos que conocen bien el Evangelio es bien sabido que Jesús había sido concebido y había nacido siendo su Madre virgen. Añade también el lugar: "el de Nazaret".

Teofilacto. No porque había nacido, sino porque había sido criado allí. Su generación era ignorada de muchos, pero no lo era el que había sido criado en Nazaret. Prosigue: "Y Nathanael le dijo: ¿De Nazaret puede haber cosa buena?"

San Agustín, ut sup. La palabra de San Felipe que viene a continuación puede considerarse sujeta a dos pronunciaciones distintas. O bien puede pronunciarse con el tono de proposición confirmativa, como diciendo: De Nazaret puede haber cosa buena, y él le dice: "Ven y velo". O bien como dudando y preguntándolo todo: "¿De Nazaret puede haber cosa buena? Ven, y velo"1. Y como no se oponen estas palabras a las que siguen, ya se pronuncien de una manera, ya de otra, debemos investigar qué es lo mejor que debemos entender en estas palabras. Pues Natanael, que estaba muy versado en la Ley, habiendo oído a Felipe que decía: hemos encontrado a Jesús, cuando oyó: "de Nazaret", se llenó de esperanza, y dijo: "De Nazaret puede haber cosa buena". Había examinado las Sagradas Escrituras y sabía que de allí debía proceder el Salvador, lo que no conocían bien los otros escribas y fariseos.

Alcuino. Porque había de ser santo de una manera especial, inocente y sin mancha, Aquél de quien dijo el profeta: "Saldrá la vara de la raíz de Jesé" (Is 11,1); y había de ser nazareno, esto es, flor que nacerá de su raíz. También puede pronunciarse este versículo en sentido interrogativo.

Crisóstomo, ut sup. Natanael sabía por las Escrituras que Jesús debía proceder de Belén, según aquellas palabras de Miqueas: "Y tú, Belén, tierra de Judá, de ti saldrá el rey que rija a mi pueblo de Israel" (Mi 5,1-3) Y cuando oyó "de Nazaret", dudó, no encontrando conformidad entre el aserto de Felipe y el anuncio del profeta. Mas los profetas le habían llamado "Nazareno", refiriéndose a su educación y a su trato. Véase también cómo manifiesta su prudencia y su bondad, porque no dijo: Felipe, me engañas; sino que pregunta, diciendo: "¿De Nazaret puede haber cosa buena?" Mas San Felipe también fue prudente, porque no se incomodó por la pregunta, sino que insistió, queriendo llevar a aquel hombre delante de Jesucristo. Por esto sigue: "Felipe le dijo: ven, y velo". Lo lleva a Jesús, sabiendo que no le dará más la contra si oye sus palabras y sus enseñanzas.

JUAN 1,47-51


12147 (Jn 1,47)

Vio Jesús a Nathanael, que venía a buscarle, y dijo de él: "He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño". Nathanael le dijo: "¿De dónde me conoces?" Respondió Jesús, y le dijo: "Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi". Nathanael le respondió, y dijo: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Jesús respondió, y le dijo: "Porque te dije que te vi debajo de la higuera, crees: mayores cosas que estas verás". Y le dijo: "En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del hombre". (vv. 47-51)

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 19. Natanael, al no dar crédito a que el Cristo procediese de Nazaret, demostró el respeto y celo que le inspiraban las Sagradas Escrituras. Y al no rechazar la afirmación del que se lo había anunciado, demostró el gran deseo que tenía de ver a Jesucristo, sabiendo que Felipe podía haberse equivocado respecto del lugar. Por esto sigue: "Vio Jesús a Nathanael que venía a buscarle, y dijo de él: he aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño". No convenía reprenderle, aun cuando había pronunciado palabras de duda. Había examinado los profetas más que Felipe y por esto dice: "Verdadero israelita, en quien no hay engaño", porque no decía cosa alguna para adular ni para excitar el odio.

San Agustín, in Ioannem, tract. 7. ¿Qué significa en el cual no hay engaño? ¿Acaso no tenía pecado, o no necesitaba del médico? De ningún modo; ninguno ha nacido en una condición que no necesite de aquel médico. Mas se dice que hay engaño cuando se hace lo contrario de lo que se aparenta. Pues ¿cómo no había engaño en él? Así sucede con el pecador que confiesa serlo; pero si es pecador y se presenta como justo, hay engaño en su boca. Mas de Natanael no dijo que no era pecador sino que alabó la confesión de su pecado.

Teofilacto. Pero Natanael, a pesar de haber sido alabado, no tuvo fe en seguida, sino que esperó aún, queriendo conocer las cosas con más evidencia y consulta. Por eso continúa: "Natanael le dijo: ¿De dónde me conoces?"

Crisóstomo, ut sup. El pregunta como hombre, y Jesús le responde como Dios. Prosigue: "Respondió Jesús, y le dijo: antes que Felipe te llamase, te vi". No le había visto como hombre sino como Dios, conociéndole perfectamente. Dijo: te vi, esto es, vi tus costumbres. Le dice también: "Cuando estabas debajo de la higuera", porque entonces nadie se encontraba allí sino únicamente Felipe y Natanael. Y por esto se dice que, cuando lo vio a lo lejos, dijo: "He aquí un verdadero israelita", para que se comprenda que antes de que Felipe se acercase, había dicho Jesús estas palabras para que no hubiese sospecha alguna acerca del testimonio de Jesucristo. Mas Jesús no quiso decir: "no soy de Nazaret como te ha dicho Felipe, sino de Belén", para evitar toda sombra de contradicción. Y ni aun así hubiese demostrado suficientemente que El era el Cristo aunque lo demuestra claramente por el hecho de estar presente cuando ellos departían debajo de la higuera.

San Agustín, ut sup. Debemos inquirir también lo que significa el árbol de la higuera. Sabemos que la higuera fue maldecida porque sólo tenía hojas y carecía de fruto. En el principio del mundo, cuando pecaron Adán y Eva, se cubrieron con hojas de este árbol. Por lo tanto las hojas de la higuera representan el pecado. Estaba Natanael debajo de la higuera, como a la sombra de la muerte. Como si el Señor le dijera: ¡Oh Israel, que vives sin engaño! ¡Oh pueblo, que vives de la fe! Antes que yo te llamase por medio de mis apóstoles, y cuando estabas debajo de la muerte, cuando tú no me veías, yo te vi.

San Gregorio, Moralium, 18, 20. O de otro modo; cuando estabas debajo de la higuera, te vi; esto es, te elegí cuando estabas a la sombra de la Ley.

San Agustín, De verb. Dom., serm. 40. Se acordó Natanael de que había estado bajo la sombra de la higuera, donde no estaba presente Jesús de un modo material sino por conocimiento espiritual. Mas como sabía que estaba solo bajo la higuera conoció en aquello la divinidad.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 19. Y por estos conceptos, y porque había adivinado lo que tenía en la inteligencia y cómo -cuando parecía que hablaba contra El- no le culpó, sino que le alabó, conoció que era Cristo verdadero. Por esto sigue: "Nathanael le respondió y dijo: Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Como diciendo: Tú eres el esperado, Tú eres el buscado. Porque había recibido una contestación irrecusable confesó que Jesús era el Cristo, manifestando cuidado en la demora anterior, y devoción en la confesión posterior.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 20. Muchos de los que leen esto se encuentran desconcertados, porque San Pedro, que confesó a Jesús como Hijo de Dios después de sus milagros y de su predicación, es bendecido por haber recibido del Padre aquella revelación. Pero Natanael, que había dicho esto antes de los milagros y de la predicación, nada mereció. La causa de ello consiste en que aun cuando San Pedro y Natanael dicen lo mismo, no lo dicen con la misma intención, porque San Pedro confesó en verdad que el Hijo de Dios era verdadero Dios. Pero éste lo confiesa únicamente como hombre. Porque diciéndole: "Tú eres el Hijo de Dios", añadió: "Tú eres el Rey de Israel". Y el Hijo de Dios no es únicamente el Rey de Israel sino de todo el universo. Y esto también se deduce de lo que sigue. Porque Jesucristo nada añadió después a San Pedro, sino sólo que, habiendo encontrado perfecta su fe, habría de levantar su Iglesia sobre aquella confesión. Mas a Natanael, cuya confesión había sido deficiente en la mayor parte, se le promete la visión de mayores cosas, al decir: "Porque te dije que te vi debajo de la higuera, crees; mas aún verás cosas mayores", como si dijera: Te ha parecido maravilloso el que la realidad responda a lo que yo he dicho, y de aquí el haberme confesado como Rey de Israel. ¿Y qué dirás cuando veas cosas mayores? Y qué serán estas cosas mayores, lo manifiesta cuando añade: "Y les dijo: en verdad os digo, que veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del hombre". Véase cómo lo eleva poco a poco de las cosas de la tierra y le hace que no crea únicamente que Jesucristo es sólo hombre. Aquél a quien los ángeles sirven, ¿cómo puede ser un puro hombre? Y por esto da a conocer que El es el dueño de los ángeles, puesto que habían de bajar sobre el propio hijo del Rey, y habían de subir a Dios, como ministros suyos. Y en efecto, así aconteció en el tiempo de su pasión, que bajaron, y en el de su resurrección y ascensión, que subieron. Pero antes de esto, también le sirvieron cuando le ayudaban, y cuando anunciaban su nacimiento. Probó lo futuro por medio de lo pasado, y por ello sucede que al conocer su poderío por lo pasado, se acepta con más facilidad lo que El predecía para lo futuro.

San Agustín, De verb. Dom., serm. 40. Recordemos la historia antigua y veremos que Jacob vio en sueños una escala que desde la tierra llegaba hasta el cielo. Y el Señor descansaba sobre ella, y los ángeles subían y bajaban por ella (Gn 28) Después el mismo Jacob, como comprendió lo que había visto, puso una piedra y derramó aceite sobre ella. Y cuando Jacob ungió la piedra, ¿incurrió en idolatría? Prefiguró, no adoró. Conocéis el crisma, pues conoced también a Jesucristo. Esta es la piedra que han despreciado los arquitectos. Por lo tanto, si Jacob vio la escala y si fue llamado Israel (Gn 32), y este Natanael era israelita, por esto el Señor le aludió muy oportunamente al sueño de Jacob, como diciendo: Te he llamado por el nombre de aquél cuyo sueño tú ves realizado. Verás, por lo tanto, abierto el cielo, y que los ángeles de Dios suben y bajan sobre el Hijo del hombre. Y si bajan sobre el Hijo del hombre y suben a Dios, es porque Este reside arriba y Aquél abajo; arriba en su esencia y abajo entre los suyos.

San Agustín, in Ioannem, tract. 7. Los ángeles de Dios son los buenos predicadores, porque predican a Jesucristo. Esto es, suben y bajan sobre el Hijo del hombre, como San Pablo, que subió hasta el tercer cielo, y bajó a alimentar a los pequeños con la leche de su predicación. Por esto dijo: "Mayores cosas que estas verás". Porque es mucho más el que el Señor nos justifique cuando nos llama que el habernos visto sentados a la sombra de la muerte. ¿De qué nos hubiera aprovechado si nos hubiésemos quedado donde nos vio? Mas alguno se pregunta: ¿por qué Natanael, a quien tan considerable testimonio dio el Hijo de Dios, no se encuentra entre los doce Apóstoles? Debemos comprender que él era instruido y muy versado en la Ley. Por eso no quiso el Señor colocarlo entre sus discípulos; los eligió ignorantes para confundir al mundo. Y queriendo humillar las cabezas de los soberbios, no buscó oradores, sino pescadores, porque del pescador sacó el que había de mandar. El gran Cipriano (de Cartago) fue orador, pero primero había existido Pedro el pescador, por quien habían de creer no solamente el orador, sino también el emperador.


Catena aurea ES 12135