Catena aurea ES 12313

JUAN 3,13


12313 (Jn 3,13)

"Y ninguno subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del hombre, que está en el cielo". (v. 13)

San Agustín, De peccat. mer. et remiss. cap. 31. Conocida la torpeza de Nicodemo, que antes se levantaba sobre los demás por su magisterio, y reprendida así la incredulidad de todos sus semejantes, respondió a lo que se le había preguntado para que otros crean si ellos no creen: "¿Cómo puede hacerse esto?" Dijo: "Y ninguno subió al cielo sino el que descendió del cielo; el Hijo del hombre, que está en el cielo". Como diciendo: así se formará la generación espiritual, convirtiéndose en celestiales los hombres, cuando antes eran terrenos, lo que no podrán conseguir si no se hacen miembros míos, para que entonces suba el mismo que bajó, no considerando a su Cuerpo (esto es, a su Iglesia) como otra cosa que su misma persona.

San Gregorio, Moralium 27, 8. Y como ya nos ha identificado consigo mismo, cuando vino sólo en Sí, vuelve también solo en nosotros. Y el que siempre está en el cielo, todos los días sube al cielo.

San Agustín, ut supra. Aun cuando el Hijo del hombre ha sido engendrado en la tierra, sin embargo no consideró a su divinidad, que vive en el cielo y bajó a la tierra, como indigna del nombre de Hijo del hombre. Porque por la unidad de la persona, que por una y otra sustancia es Cristo y el Hijo de Dios, anda en la tierra, siendo el mismo Hijo del hombre el que estaba en el cielo. Por lo tanto la fe de las cosas creíbles la obtenéis cuando creéis en las cosas increíbles. Pero si la divina esencia, que es muy superior, pudo, sin embargo, tomar esta esencia humana por nosotros, para poder hacerse una sola persona, ¿no ha de ser también creíble que los demás santos se hacen con el Hombre Cristo un solo Cristo? Y si todos suben por medio de su gracia, ¿no es uno mismo el que sube al cielo y el que bajó del cielo?

Crisóstomo, ut supra. Como había dicho Nicodemo: "Sabemos que eres Maestro venido de Dios". Para que no se crea que este Maestro es como muchos de los profetas que existieron en el mundo, añadió: "Y ninguno subió al cielo sino el que descendió del cielo; el Hijo del hombre, que está en el cielo".

Teofilacto. Cuando oigas que el Hijo del hombre bajó del cielo no creas que la carne bajó del cielo. Esto es lo que enseñaban los herejes cuando pretendían que Jesucristo había traído su cuerpo del cielo, y había "pasado" por la Virgen.

Crisóstomo, ut supra. No llamó carne en este lugar al Hijo del hombre, sino que dio al todo el nombre de la naturaleza menos importante. En efecto, a veces acostumbra dar el nombre del de la naturaleza divina al todo, a veces del de la humana.

Beda. Y si algún hombre desnudo baja del monte al valle, y después de tomar vestidos y armas vuelve a subir al mismo monte, diremos con toda propiedad que el que bajó primero es el mismo que sube.

San Hilario, De Trin., l. 10. Bajó del cielo, porque es la causa de la concepción espiritual. Pues María no dio origen a su cuerpo, aun cuando Ella contribuyó a su incremento y al parto de su cuerpo con todo lo que es propio y natural de su sexo. Cuando decimos que el Hijo del hombre existe nos referimos al parto de la carne, que tomó de la Virgen. En cuanto a que está en el cielo, es propio de una naturaleza que subsiste siempre, la que no redujo de su infinidad a los límites de un estrecho cuerpo la potestad del Verbo de Dios. Y al permanecer en forma de siervo, el Señor del cielo y de la tierra no estuvo nunca ausente ni del cielo ni de la tierra. Por esto bajó del cielo, porque era el Hijo del hombre. Y está en el cielo, porque el Verbo hecho carne no había dejado de permanecer como Verbo.


San Agustín, ut supra. ¿Te admiras de que estaba en el cielo al mismo tiempo? Pues el mismo don concedió a sus discípulos. Oigase a San Pablo que dice: "Nuestra morada está en los cielos" (Ph 3,20) Y si San Pablo, siendo hombre y estando en la tierra, moraba en los cielos, ¿el Dios del cielo y la tierra no podía estar a la vez en el cielo y en la tierra?

Crisóstomo, ut supra. Véase también que lo que parece tan alto es indigno de su grandeza, porque no sólo está en el cielo, sino que se encuentra en todas partes. Y aun habla, a pesar de la ignorancia del que le oye, queriendo atraerle poco a poco.

JUAN 3,14-15


12314 (Jn 3,14-15)

"Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también es necesario que sea levantado el Hijo del hombre: para que todo aquél que cree en El no perezca, sino que tenga vida eterna". (v. 14)

Crisóstomo, ut supra. Como había explicado el beneficio del bautismo, ahora aduce su causa, esto es, su cruz, diciendo: "Y como Moisés levantó la serpiente", etc.

Beda. El Señor invita con estas palabras al maestro de la Ley mosaica a que comprenda su sentido espiritual, recordándole la historia antigua, y demostrándole que ésta era figura de su pasión y de la salvación humana.

San Agustín, De peccat. mer. et remiss. cap. 32. Muchos morían en el desierto por las mordeduras de las serpientes. Y por ello Moisés, por orden de Dios, levantó en alto una serpiente de bronce en el desierto; cuantos miraban a ésta, quedaban curados en el acto. La serpiente levantada representa la muerte de Cristo, de la misma manera que el efecto se significa por la causa eficiente. La muerte había venido por medio de la serpiente, la que indujo al hombre al pecado por el cual había de morir; mas el Señor, aun cuando en su carne no había recibido el pecado, que era como el veneno de la serpiente, había recibido la muerte, para que hubiese pena sin culpa en la semejanza de la carne del pecado, por lo cual en esta misma carne se paga la pena y la culpa.

Teofilacto. Véase aquí la figura y la realidad. En el primer caso se lee la semejanza de la serpiente con todas sus cualidades de animal, mas privándola del veneno; en el segundo caso Jesucristo, a pesar de estar libre del pecado, asumió la semejanza de la carne del pecado. Y al oír que era exaltado debe entenderse que quiere decir suspendido en lo alto y para que santificase el aire quien había santificado la tierra andando sobre ella. Entiéndase también por exaltación la gloria; porque aquella elevación en la cruz se convirtió en gloria de Jesucristo. Y en lo mismo que quiso juzgar, juzgó al príncipe de este mundo. Adán murió justamente porque pecó; mas el Señor, que había sufrido la muerte injustamente, venció a aquél que le había entregado a la muerte. Y fue vencido porque no pudo obligar al Señor, estando en la cruz, a que aborreciese a los que le crucificaban, sino que más les amaba y rogaba por ellos. De este modo la cruz de Jesucristo se convirtió en su exaltación y en su gloria.

Crisóstomo, ut supra. Y no dijo: conviene que el Hijo del hombre no esté colgado, sino: que sea levantado, porque esto parecía lo más prudente. Y así dijo esto por el que le oía y por lo que la cosa representaba, con el fin de que veamos la relación que las antiguas cosas tenían con las nuevas. Y aprendamos que no se entregó a la muerte contra su voluntad y que de aquí brotó la salud para muchos.

San Agustín, ut supra. Así como en otro tiempo quedaban curados del veneno y de la muerte todos los que veían la serpiente levantada en el desierto, así ahora el que se conforma con el modelo de la muerte de Jesucristo por medio de la fe y del bautismo, se libra también del pecado por la justificación, y de la muerte por la resurrección. Y esto es lo que dice: "Para que todo aquél que cree en El no perezca, sino que tenga vida eterna". ¿Y para qué se necesita que la muerte de Jesucristo se compare con el bautismo del niño, si no ha sido envenenado éste aún por la mordedura de la serpiente?

Crisóstomo, ut supra. Véase también que quiso ocultar su pasión, a fin de que no entristecieran sus palabras a aquél que le oía. Pero puso de manifiesto el fruto de su pasión. Y si los que creen en el crucificado no perecen, mucho menos perecerá el que está crucificado con Jesucristo.

San Agustín, In Ioannem tract., 12. Hay una diferencia entre la figura y la realidad, y es que aquellos eran curados sólo de la muerte temporal volviendo a una vida material, mas éstos obtienen la vida eterna.

JUAN 3,16-18


12316 (Jn 3,16-18)

"Porque de tal manera amó Dios el mundo, que dio a su Hijo Unigénito, para que todo aquél que cree en El no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque no envió Dios su Hijo al mundo para juzgarle, sino para que el mundo se salve por El. Quien en El cree, no es juzgado: mas el que no cree, ya ha sido juzgado, porque no cree en el nombre del Unigénito Hijo de Dios". (vv. 15-18)

Crisóstomo, ut supra. Como había dicho: "Conviene que sea levantado el Hijo del hombre", en lo que daba a conocer ocultamente su muerte. Y para que el que oía no se entristeciese por estas palabras, creyendo que era humano cuanto a El se refería, y para que no creyese que su muerte no sería saludable, dijo, como para rectificar, cuando había insinuado que el Hijo de Dios sería entregado a la muerte, que su muerte sería la que alcanzaría la vida eterna. Por esto dice: "Porque de tal modo amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Unigénito". No os admiréis de que yo deba ser levantado para que vosotros os salvéis, porque así agradó esto al Padre que tanto os amó, y que por estos siervos ingratos e indiferentes dio a su mismo Hijo. Y al decir: "De tal manera amó Dios al mundo", indicó la inmensidad de su amor, habiendo necesidad de reconocer aquí una distancia infinita. El que es inmortal, El que no tiene principio, El que es la grandeza infinita, amó a los que están en el mundo, que son de tierra y ceniza, y están llenos de infinitos pecados. Lo que pone a continuación demuestra la cualidad de su amor; porque no dio un siervo, ni un ángel, ni un arcángel, sino su propio Hijo. Por esto añade: "Unigénito".

San Hilario, De Trin. l. 6. Mas si la fe del amor había de medirse por entregar una creatura en bien de otra creatura, no sería de gran mérito el enviarle una creatura de naturaleza inferior. Las cosas de gran valor son las que dan a conocer la grandeza de amor y las cosas grandes se estiman por las cosas grandes. El Señor, amando al mundo, dio a su Unigénito y no a un hijo adoptivo. Era su Hijo propio por generación y verdad. No hay creación, no hay adopción ni falsedad. Aquí hay fe de predilección y de amor en favor de la salvación del mundo, dando a un Hijo que era suyo y que además era Unigénito.

Teofilacto. Me parece que, así como antes se ha dicho que el Hijo del hombre bajó del cielo aun cuando su carne no bajase de allí sino que en cuanto a la única persona de Jesucristo se atribuye lo que es de Dios al hombre, así también ahora al revés, lo que es del hombre se atribuye al Verbo de Dios, porque el Hijo de Dios permaneció impasible. Pero como no había más que una sola persona en virtud de la unión hipostática -el Hijo de Dios y el hombre que sufrió la pasión- se dice que es el Hijo entregado a la muerte quien en realidad padecía, no en su propia naturaleza pero sí en su carne propia. Se ha obtenido una utilidad inmensa en esta concesión. Tan grande es que excede a toda suposición humana. Y sigue: "Para que todo aquél que cree en El no perezca, sino que tenga vida eterna". El Antiguo Testamento ofrecía una vida larga a los que cumplían sus preceptos, mas el Evangelio ofrece vida eterna e inacabable.

San Agustín. Debe observarse que explica lo mismo respecto del Hijo de Dios que lo anunciado respecto del Hijo del hombre exaltado en la cruz, diciendo: "Para que todo aquél que crea en El". Porque el mismo Redentor y Creador nuestro, el Hijo de Dios existente antes de todos los siglos, ha sido hecho Hijo del hombre por los siglos de los siglos, a fin de que quien por el poder de su divinidad nos había creado para gozar de la felicidad de la vida eterna, El mismo nos redimiese por medio de la fragilidad humana para que alcanzáramos la vida que habíamos perdido.

Alcuino. Y en realidad el mundo conseguirá la vida eterna por el Hijo de Dios, porque para esto precisamente vino al mundo. Y así sigue: "Porque no envió Dios a su Hijo", etc.

San Agustín, In Ioannem tract., 12. ¿Por qué es llamado Salvador del mundo, sino para que salve al mundo? Luego un médico había venido a curar al enfermo. A sí mismo se mata el que no quiere cumplir los preceptos del médico, o los desprecia.

Crisóstomo, In Ioannem hom., 27. Y porque dice esto, muchos de los que viven sumidos en toda clase de pecados y en gran negligencia, abusando de la infinita misericordia divina, dicen que no hay infierno ni castigo, y que el Señor nos perdona todos los pecados1. Pero debe tenerse en cuenta que hay dos venidas de Jesucristo: la que ya se ha realizado y la que habrá de realizarse. La primera no fue para juzgar lo que nosotros habíamos hecho, sino para perdonarlo. Mas la segunda será no para perdonar sino para juzgar. Respecto de la primera dice: "No he venido para juzgar al mundo", porque es compasivo, no juzga, sino que antes perdona los pecados por medio del bautismo y después por la penitencia. Porque si no lo hubiera hecho así todos estarían perdidos, pues que todos pecaron y necesitan de la gracia de Dios (Rm 34,23) Y para que alguno no creyese que podía pecar impunemente, habla de los castigos reservados a los que no creen: "Ya está juzgado" dijo antes. Mas el que cree en El no es juzgado. El que cree, dijo, no el que investiga. ¿Qué será, pues, si lleva una vida corrompida? Y con mayor razón, diciendo San Pablo que estos no son fieles. Dice, además: "Confiesan que conocen a Dios, y lo niegan con las obras" (Tt 1,16); pero esto significa que el que cree no será juzgado, pero que sufrirá el castigo de sus obras; sin embargo no padecerá por causa de infidelidad.

Alcuino. Y el que cree en El y se identifica con El, como los miembros con la Cabeza, no será juzgado.

San Agustín, ut supra. Pero ¿qué esperabas que dijese del que no cree sino que será juzgado? Pero véase lo que dice: "Mas el que no cree ya ha sido juzgado". No se ha manifestado aún el juicio, pero ya ha sido realizado. Porque conoce el Señor a los que son suyos, conoce a los que perseverarán hasta obtener la corona y a los que serán contumaces hasta el fuego.

Crisóstomo, ut supra. Dice esto porque no creer en El es el suplicio del impenitente. Pues estar fuera de la luz, incluso en sí mismo, es el mayor castigo. O preanuncia lo que ha de suceder; porque así como quien mata a un hombre, aun cuando todavía no haya sido condenado por la sentencia del juez, está condenado por la misma naturaleza del crimen, asimismo el que es incrédulo, de la misma manera que murió Adán el mismo día en que comió el fruto prohibido.

San Gregorio, Moralium 26, 24. En el último juicio algunos no serán juzgados y perecerán. De éstos se dice aquí: "El que no cree ya está juzgado", pues entonces no será discutida su causa, porque ya se presentarán delante del severo juez con la condenación de su infidelidad. Y los que conservan su profesión de fe, pero carecen de obras, serán mandados a padecer. Mas los que no conservaron los misterios de la fe no oirán la increpación del juez en su último examen, porque prejuzgados ya en las tinieblas de su infidelidad, no merecerán oír la reconvención de Aquél a quien despreciaron. Y sucede también que un rey de la tierra, o el que rige una república, castiga de diferente modo al ciudadano que delinque en el interior que al enemigo que se rebela en el exterior. En el primer caso obra según sus propias leyes; pero la guerra lo mueve contra el enemigo, vengándose con iguales desastres de su malicia, porque tampoco hay necesidad de aplicarle la ley al que nunca estuvo sujeta a ella.

Alcuino. Y por qué está juzgado el que no cree, lo explica diciendo: "porque no cree en el nombre del Unigénito Hijo de Dios", pues sólo en el nombre de Este se encuentra la salvación. Dios no tiene muchos hijos que puedan salvar; sólo tiene a su Unigénito, que es por medio de quien salva.

San Agustín, De peccat. mer. et remiss. cap. 1, 33. ¿En dónde, pues, ponemos a los niños bautizados, sino entre los creyentes? Porque esto se les concede por virtud del sacramento y por la promesa de los padrinos. Y por esta razón colocamos a los que no están bautizados entre los que no han creído.

JUAN 3,19-21


12319 (Jn 3,19)

"Mas este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo hombre que obra mal, aborrece la luz, y no viene a la luz para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que obra verdad, viene a la luz para que parezcan sus obras, porque son hechas en Dios". (vv. 19-21)

Alcuino. Explica por qué no creyeron y por qué fueron condenados con justicia, diciendo: "Mas éste es el juicio: que la luz vino al mundo", etc.

Crisóstomo, ut supra. Como diciendo: ¿acaso ellos la buscaron o trabajaron para encontrarla? Esta luz vino a ellos, pero no la recibieron. Por eso sigue: "Y los hombres amaron más las tinieblas que la luz". Ahora los priva de toda excusa, porque vino a sacarlos de las tinieblas y a llevarlos a la luz. ¿Y quién merecerá el perdón de aquellos que no aceptaron esta luz?

Beda. Se llama a sí mismo luz Aquél de quien antes dijo el Evangelista: "Era la luz verdadera" (Jn 1,9), llamando a la vez tinieblas a los pecados.

Crisóstomo. Además, como creían algunos que era imposible lo que se había dicho y que ninguno que está en tinieblas honra a la luz, añade la causa porque sufren estas cosas, diciendo: "porque sus obras eran malas". Y si hubiese venido a juicio, esto tendría alguna razón de ser, porque el que conoce sus malas acciones acostumbra a huir del juez; pero los que faltaron deben buscar al que puede perdonarlos: era muy justo que todos aquellos que se reconocían reos de grandes pecados salieran al encuentro de Cristo, que venía a perdonar, como sucedió en muchos, porque los publicanos y los pecadores venían y se ponían a la mesa con Jesús. Pero como algunos son tan perezosos para trabajar en adquirir la virtud que quieren vivir en su malicia hasta el fin, para reprensión de éstos añade: "Porque todo hombre que obra mal, aborrece la luz", lo que se ha dicho especialmente de aquellos que prefieren vivir en la mala fe.

Alcuino. "Porque todo hombre que obra mal aborrece la luz", esto es, el que permanece en el propósito de pecar. Porque a quien le agrada el pecado aborrece la luz que descubre el pecado.

San Agustín, Confess. 10, 23. Y como no quieren engañarse y sí engañar a los demás, estiman la luz cuando se presenta por sí misma y la aborrecen cuando la luz los pone a ellos de manifiesto. Por tanto los recompensa poniéndolos de manifiesto aun cuando ellos no quieran y sin que ellos la vean. También estiman la verdad cuando brilla, y la aborrecen cuando les arguye. Por esto sigue: "Y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas", etc.

Crisóstomo, ut supra. Ninguno reprende a aquel que vive en el paganismo porque adora a sus dioses y obra según sus creencias. Pero los que son de Jesucristo y viven mal son acusados por todos los que viven bien. Mas si son gentiles y viven bien, yo no lo he visto claramente; y no se me hable de aquellos que son humildes y buenos por naturaleza (porque esto no es virtud) sino de los que sostienen la lucha contra sus pasiones y viven sabiamente; pero no se encuentran tales. Y si el anuncio de la gloria y la amenaza del infierno y otras tantas razones, con dificultad sostienen a los hombres en la virtud, es difícil que la practiquen quienes no creen en nada de esto. Y si algunos aparentan ser virtuosos, esto lo hacen únicamente con el objeto de obtener popularidad. Por esta razón, cuando pueden ocultarse, no prescinden de sus malos deseos. ¿Y qué utilidad obtienen cuando alguno que es sobrio y no roba se hace esclavo de la vanagloria? Esto no es vivir bien. Y no obra mejor, sino mucho peor, el que fornica. Y si hay alguno que viva bien entre los gentiles, ello no obsta a lo que venimos diciendo, porque esto no sucede con frecuencia sino rara vez.

Beda. Moralmente hablando, prefieren mejor las tinieblas que la luz aquellos que persiguen y calumnian a sus predicadores, que les enseñan la verdad.

Prosigue: "Mas el que obra la verdad, viene a la luz", etc.

Crisóstomo, ut supra. Esto no lo dice refiriéndose a los primeros cristianos, sino únicamente a aquellos que, procedentes de los gentiles o de los judíos, se estaban preparando para merecer la fe. Manifiesta también que ninguno puede elegir entre el error y la verdad si antes no se marca a sí mismo el camino recto que ha de seguir.

San Agustín, De peccat. mer. et remiss. cap. 1, 53. Aquél que viene al verdadero conocimiento dice que todas sus obras han sido hechas en Dios, porque conoce que su propia justificación no debe atribuirse a sus méritos, sino a la gracia de Dios.

San Agustín, In Ioannem tract., 12. Mas si Dios encuentra todas las obras malas, ¿cómo es que algunos han conocido la verdad y han venido a la luz, esto es, a Cristo? Pero ya había dicho antes el Salvador que amaban más las tinieblas que la luz; allí es donde se encuentra la fuerza del argumento. Muchos estiman sus pecados, muchos otros lo confiesan. Dios acusa tus pecados, mas si tú los acusas, te unirás con Dios. Conviene que aborrezcas en ti tus malas acciones y ames en ti la gracia de Dios. El principio de las buenas obras consiste en la confesión de las malas, y obras bien en verdad porque no te halagas ni te complaces a ti mismo. Mas vienes a la luz porque el pecado mismo que te desagradó no te hubiera desagradado si Dios no te lo hubiese dado a conocer, y su verdad no hubiera brillado en ti. Alguno obra bien cuando hace una verdadera confesión. Y viene a la luz por medio de sus buenas obras cuando observa que disminuyen los pecados de su lengua, o de sus pensamientos, o de su inmoderación, respecto de las gracias concedidas. Porque muchos pecados leves, si se toman con descuido, matan. Pequeñas son las gotas que aumentan el caudal de un río, pequeños son los granos de arena; mas si se amontonan muchos granos, la arena comprime y oprime. Esto hace el descuido prolongado, porque da lugar a que los arroyos se desborden. Poco a poco entran por el agujero descuidado, pero entrando por mucho tiempo y no sacando el agua, ésta sumerge la nave. ¿Y qué quiere decir sacar fuera, sino hacer que desaparezcan los pecados por medio de las buenas obras, llorando, ayudando y perdonando?


JUAN 3,22-26

12322 (Jn 3,22)

Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea: y allí se estaba con ellos y bautizaba. Y Juan bautizaba también en Ainón, junto a Salim; porque había allí muchas aguas; y venían y eran bautizados allí. Porque Juan no había sido aún puesto en la cárcel. Y se movió una cuestión entre los discípulos de Juan y los judíos, acerca de la purificación. Y fueron a Juan y le dijeron: "Maestro, el que estaba contigo de la otra parte del Jordán, de quien tú diste testimonio, mira que él bautiza, y todos vienen a El". (vv. 22-26)

Crisóstomo, In Ioannem hom., 28. Nada hay más claro, ni más fuerte que la verdad, la cual ni quiere estar oculta, ni teme el peligro, ni le amedrentan las amenazas, ni desea la gloria que muchos desean, ni es perjudicial para ninguno de los hombres. Por lo que el Señor subía con los discípulos a Jerusalén en las solemnidades, sin darse a conocer, ni buscando la vanagloria, sino para enseñar sus doctrinas a los demás y mostrar la utilidad de sus milagros. Mas después que concluían las solemnidades, bajaba frecuentemente al Jordán, porque allí acudían las muchedumbres. Por esto dice: "Después de esto vino Jesús", etc.

Beda. Y dice: "Después de esto". No en seguida después de la discusión con Nicodemo, que tuvo lugar en Jerusalén, sino después de transcurrido tiempo volvió de Galilea a Jerusalén.

Alcuino. Por Judea se significa: los que confiesan, a quienes visita Jesucristo. Porque donde se confiesan los pecados, o se cantan las divinas alabanzas, allí viene Jesucristo y sus discípulos (esto es, su doctrina y su luz), y allí se detiene, purificando de los vicios. Por esto sigue: "Y allí se estaba con ellos, y bautizaba".

Crisóstomo, ut supra. Diciendo el Evangelista poco después que Jesús no bautizaba, sino sus discípulos, se da a conocer que este lo dice así, porque sólo sus discípulos eran los que bautizaban.

San Agustín, In Ioannem tract., 13. Una vez bautizado el Señor, bautizaba también, pero no con el mismo bautismo con que El había sido bautizado, pues fue bautizado por su siervo, enseñando el camino de la humildad y conduciendo al bautismo del Señor, esto es, al suyo. Porque Jesús bautizaba como Señor e Hijo de Dios.

Beda. Cuando Jesús ya bautizaba todavía seguía bautizando San Juan, porque aun permanecía la sombra y no debía retirarse el precursor hasta que brillase la verdad. Por esto sigue: "Y Juan bautizaba también en Ennon", etc. Ennon quiere decir en hebreo: agua y explicando la etimología de este nombre, añade: "Porque había allí muchas aguas". Salim es una ciudad, a la orilla del Jordán, en donde reinó Melquisedec.

San Jerónimo, Ad Evagrium epist. 126. Y no importa que diga Salem o Salim, porque los hebreos rara vez usaban de vocales en medio de las palabras y según la voluntad de los lectores o la variedad de regiones se pronunciaban unas mismas palabras con diversos sonidos y acentos. Prosigue: "Y venían, y eran bautizados allí".

Beda. Tanto como aprovecha a los catecúmenos que aun no han sido bautizados el conocimiento de la fe, tanto aprovechó el bautismo de San Juan, antes del bautismo de Jesucristo. Porque así como aquél predicaba penitencia, y anunciaba el bautismo de Cristo, y atraía al conocimiento de la verdad, y que ya había aparecido en el mundo, así los ministros de la Iglesia instruyen primeramente a los que vienen al conocimiento de la fe, después reprenden sus pecados y, por último, les ofrecen el perdón de ellos en el bautismo de Jesucristo, y así les atraen al conocimiento y al amor de la verdad.

Crisóstomo, ut supra. Cuando ya bautizaban los discípulos, no cesó San Juan de bautizar hasta que fue encarcelado, lo que cita el Evangelista cuando añade: "Porque Juan aún no había sido puesto en la cárcel".

Beda. Aquí demuestra claramente lo que hizo Jesucristo antes de que Juan fuese encarcelado, y que los demás evangelistas pasaban en silencio, empezando por aquello que sucedió después de que San Juan fue llevado a la cárcel.

San Agustín, ut supra. ¿Y por qué bautizaba San Juan? Porque convenía que el Señor fuese bautizado. Pero fue también San Juan bautizado por El para que no se creyese que el bautismo de San Juan era mejor que el del Señor.

Crisóstomo, In Ioannem hom., 28. ¿Y por qué bautizaba hasta entonces? Porque si hubiese cesado, se hubiera creído que hacía esto o por envidia o por ira. Pero continuando en ello, no sólo adquiría gloria para sí, sino que enviaba a sus oyentes a Jesucristo. Y hacía esto con mucha más eficacia que los discípulos de Jesucristo, porque su testimonio estaba libre de toda sospecha y gozaba de mayor gloria entre los demás. Por eso bautizaba todavía, para que sus discípulos no incurrieran en competencia con los de Jesús. Y yo creo que por esta razón permitió Dios la muerte de San Juan, porque una vez separado de entre los hombres, Jesús podía empezar a predicar. Y así todo el afecto de la muchedumbre se vino a Jesucristo y ya no se dividía la opinión. Se habían suscitado ciertos celos entre los discípulos de San Juan y los de Jesucristo y aun respecto del mismo Jesucristo, porque vieron que sus discípulos bautizaban también. Y empezaron a discutir contra aquellos que eran bautizados sobre si era mayor el mérito del bautismo de San Juan que el de los discípulos de Jesucristo. Por lo que añade: "Y se movió una cuestión", etc. Que ellos fueron quienes cuestionaron y no los judíos, el Evangelista lo da a conocer no diciendo que los judíos la buscaron, sino que esta cuestión se suscitó entre los discípulos de San Juan.

San Agustín, ut supra. Entiéndase aquí que los judíos dijeron que Jesucristo era de más importancia, y que debía recibirse su bautismo. Mas los que aún no lo entendían defendían el bautismo de San Juan, y se recurrió al mismo San Juan para que resolviese la cuestión. Por esto sigue: "Y vinieron a Juan, y le dijeron: Maestro, el que estaba contigo de la otra parte del Jordán bautiza", etc.

Crisóstomo, ut supra. Esto es: aquél a quien tú bautizaste. No dijeron a quien tú bautizaste, porque estaban como obligados recordándose de aquella voz que se dejó oír sobre El, y por esto dicen: "Que estaba contigo", como diciendo: aquél que tenía carácter de discípulo, no distinguiéndose de nosotros, ahora, separándose de ti, bautiza. Añaden también: "De quien tú diste testimonio", como diciendo: a quien tú predicaste y diste a conocer. Cuando le dicen: "Mira que él bautiza" quieren decir: se atreve a hacer lo mismo que tú. Y no creyendo que sólo con esto le animarían a que, como ellos, reprobara lo que venía haciendo Jesús, añaden: "Y todos vienen a él".

Alcuino. Como diciendo: todos te dejan y vienen a recibir el bautismo de aquél a quien tú bautizaste.

JUAN 3,27-30

12327 (Jn 3,27)

Respondió Juan y dijo: "No puede el hombre recibir algo, si no le fuere dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos de que dije: yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de El. El que tiene la esposa es el esposo: mas el amigo del esposo, que está con él, y le oye, se llena de gozo con la voz del esposo. Así, pues, este mi gozo es cumplido. Es necesario que El crezca, y que yo mengüe". (vv. 27-30)

Crisóstomo, ut supra. Preguntado San Juan por sus discípulos, no les contesta con aspereza, temiendo que, separándose de él, hagan cosas que no sean buenas. Y se limita a contestarles con brevedad. Por esto dice: "Respondió Juan y les dijo: no puede el hombre recibir algo, si no le fuere dado del cielo". Como diciendo: si son admirables las obras de Jesucristo, y si todos, llenos de admiración, acuden a El, no hay que extrañarlo, porque es Dios quien hace esto. Las cosas humanas son criticables muchas veces, y carecen de importancia, desapareciendo en poco tiempo. Pero éstas no son de esa clase, porque no son inventadas por los hombres sino ordenadas por Dios. Si hablan bajamente de Jesucristo, no debe llamaros la atención; pues no era posible explicar en seguida todas las cosas a los que estaban poseídos de cierta pasión (esto es, de la envidia) Pero, entre tanto, quiere asustarlos, manifestándoles que se esfuerzan en vano y que en ello se presentan como enemigos de Dios.

San Agustín, In Ioannem tract., 13. San Juan decía esto refiriéndose a sí mismo. Porque aun cuando soy hombre, he recibido gracia del cielo. Y por lo mismo que he recibido el ser algo, ¿quisierais que fuera vano y hablase en contra de la verdad?

Crisóstomo, ut supra. Y véase cómo aquello que proponían para sublevarse contra Jesucristo, cuando dijeron: "De quien diste testimonio", lo convirtió contra ellos diciendo: "Vosotros mismos me sois testigos". Como si dijese: si habéis considerado como verídico mi testimonio, decid que yo debo anticiparme a honrarle. Por esto añade: "Y como he sido enviado antes que El", como diciendo: soy su ministro y predico lo que interesa a Aquél que me envió, no buscando en ello la estimación humana, sino sirviendo al Padre de Aquél que me envió.

Alcuino. Y si alguno dice: ¿Y si tú no eres el Cristo, quién eres, o quién es aquél de quien das testimonio? A esto responde: Aquél es el esposo y yo el amigo del esposo. Y he sido enviado para que la esposa sea preparada por mí para el esposo. Por esto añade: "El que tiene esposa es esposo". Llama esposa a la Iglesia, formada de todas las gentes, la cual es virgen por la integridad de su alma, por la perfección de su caridad, por la unidad de su fe católica, por la concordia de su paz y por la rectitud de su alma y de su cuerpo. Esta es la que quiere el esposo, de quien engendra todos los días.

Beda. Además, en vano se llamaría virgen respecto del cuerpo la que no fuese virgen en su mente. Jesucristo se asoció a esta esposa en el lecho de un vientre virginal, y la adquirió con el precio de su sangre.

Teofilacto. El esposo de todas las almas es Jesucristo: hay esponsales allí donde hay unión, y hay bautismo donde hay Iglesia. Le da las arras de esposa por medio del perdón de los pecados y la comunión del Espíritu Santo. En la otra vida concederá gracias aun mayores a los que sean dignos. No hay otro esposo más que Jesucristo, porque todos los doctores que existen como padrinos, representan al precursor. Ninguno dispensa gracias, sino únicamente el Señor. Los demás son dispensadores de las gracias que reciben de Dios.

Beda. El Señor encomendó su esposa a su amigo, esto es, a los predicadores, que no deben cuidarla para sí mismos sino para Jesucristo. Por esto añade: "Mas el amigo del esposo que existe", etc.

San Agustín, ut supra. Como diciendo: la esposa no es mía, ¿pero no podré también alegrarme en las bodas? Además, dice, gozo porque soy amigo del esposo.

Crisóstomo, ut supra. ¿Y por qué razón el que dijo: "No soy digno de desatar la correa de su calzado" (Jn 1,27), ahora se llama a sí mismo amigo? No por la igualdad de su honor, sino por la grandeza de su gozo, que quería representar. En tal concepto no se alegran siempre los que sirven al esposo, sino los amigos del esposo. Además se llama amigo, condescendiendo con la ignorancia de aquellos. Y los que creían que iban a mortificarle por lo que sucedía ven que no sólo no se mortifica, sino que se alegra extraordinariamente con tal de que la esposa conozca al esposo.

San Agustín, ut supra. ¿Y por qué subsiste? Porque no cae, por su humildad. Ve como permanece firme: "No soy digno de desatar la correa de su calzado". Está de pie y le oye, porque si cae no puede oírle. Luego el amigo del esposo debe estar en pie y oír, esto es, permanecer en la gracia que recibió y oír la voz en que debe gozarse. No dijo: me alegro por mi voz, sino por la voz del esposo. Yo gozo en oírle, y El en decir. Yo soy el oído, El la palabra. Y el que guarda a la esposa o la mujer de su amigo procura que ningún otro sea por ella amado. Y si quisiera él mismo amado ser en vez de su amigo y gozar con la que se le había confiado, ¡cuán detestable aparecería a la vista de todos los hombres! Yo conozco muchos adúlteros que quieren poseer a esta esposa obtenida a un precio tan caro y procuran con sus palabras ser amados por ella en vez del esposo.

Crisóstomo, ut supra. Cuando dice: "El que está con El", no lo dice sin una razón, sino indicando que sus propios negocios ya habían terminado y que únicamente le quedaba estar con el esposo y oírle. Y esto lo dice pasando de la parábola a su propósito. Como había hecho mención del esposo y de la esposa, da a conocer cómo se verifican estos esponsales, por medio de la palabra y de la enseñanza, porque la fe entra por el oído y el oído se llena de la palabra de Dios (Rm 10,17) Y como sucedieron las cosas que El esperaba, añade: "Así, este mi gozo es cumplido", esto es: he concluido la misión que se me había confiado y ya no puedo hacer más en adelante.

Teofilacto. Por esto me alegro ahora de que todos le oigan. Porque si la esposa no se acercare al esposo, esto es: el pueblo, entonces yo, que soy el padrino, lo sentiría.

San Agustín, In Ioannem tract., 14. En esto se cumple mi gozo: en alegrarme de oír la voz del esposo. Tengo mi gracia y no tomo más para no perder lo que he recibido. Porque el que quiere alegrarse de sí mismo, está triste; mas el que quiere alegrarse en el Señor, se alegrará siempre, porque Dios es eterno.

Beda. Con gozo se alegra también el hombre cuando oye la voz del esposo; cuando comprende que no debe alegrarse de su sabiduría propia, sino de la sabiduría que recibió de Dios. El que no busca su propia gloria o su alabanza en los beneficios, y no apetece los bienes de la tierra sino los del cielo, éste es el amigo del esposo.

Crisóstomo, ut supra. Después separa de sí toda pasión de envidia, no sólo respecto de la vida presente sino también de la futura, diciendo: "Es necesario que El crezca, y que yo mengüe". Como diciendo: las cosas nuestras vivieron un momento y después perecieron, mas crecen las que son de Dios.

San Agustín, ut supra. ¿Y qué quiere decir esto: "Es necesario que El crezca"? Dios ni crece ni disminuye, pero San Juan y Jesús, en cuanto a la carne, vivían en un mismo tiempo, y los meses que tenían de diferencia no establecen sensible diferencia de edad. Este misterio es grande. Antes que viniese el Señor, los hombres se gloriaban en sí mismos. Mas vino en forma humana para que disminuyese toda gloria humana y aumentase la gloria de Dios. Así pues, vino para perdonar los pecados y para que el hombre confesase, porque la confesión del hombre es lo mismo que la humildad del hombre, así como la compasión de Dios representa la elevación de Dios. Jesucristo y San Juan dieron a conocer esta verdad con sus padecimientos, porque San Juan fue degollado y Jesucristo levantado en una cruz. Además, Jesucristo nació cuando empezaban a crecer los días y San Juan cuando empezaban a disminuir. Crezca, por lo tanto, en nosotros la gloria de Dios y disminuya nuestra gloria, para que crezca en Dios la nuestra. Cuanto mejor conoces a Dios, tanto más parece que Dios crece en ti. Y no crece en sí porque siempre es perfecto. Así como cuando se curan los ojos de uno que ha padecido ceguera desde su nacimiento; desde que empieza a ver la luz poco a poco, viendo cada día un poco más, le parece que la luz crece aun cuando la luz es siempre la misma, ya sea que la vea o no la vea; así también el hombre interior adelanta en relación a Dios y Dios parece que crece en él y él se disminuye cayendo de su gloria y levantándose en la gloria de Dios.

Teofilacto. Así como la luz de las antorchas parece que se extingue al venir el sol, aun cuando en realidad no esté extinguida sino eclipsada por otra luz mayor, así el precursor, como estrella eclipsada por el sol, se dice que disminuye. Mas Jesucristo crece, dándose a conocer poco a poco por medio de sus milagros, no porque creciese en las virtudes o porque adelantase -y esta es la opinión de Nestorio1- sino según la manifestación de su divinidad.


Catena aurea ES 12313