Catena aurea ES 11413

LUCAS 24,13-24


11413 (Lc 24,13-24)

Y dos de ellos, aquel mismo día, iban a una aldea llamada Emaús, que distaba de Jerusalén sesenta estadios. Y ellos iban conversando entre sí de todas estas cosas, que habían acaecido. Y como fuesen hablando y conferenciando el uno con el otro, se llegó a ellos el mismo Jesús, y caminaba en su compañía. Mas los ojos de ellos estaban detenidos, para que no le conociesen, y les dijo: "¿Qué pláticas son ésas que tratáis entre vosotros caminando, y por qué estáis tristes?" Y respondiendo uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: "¿Tú sólo eres forastero en Jerusalén, y no sabes lo que allí ha pasado estos días?" El les dice: "¿Qué cosa?" Y respondieron: "De Jesús Nazareno, que fue un varón profeta, poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo. Y cómo le entregaron los sumos sacerdotes y nuestros príncipes a condenación de muerte, y le crucificaron; mas nosotros esperábamos que El era el que había de redimir a Israel; ahora sobre todo esto ya hoy es el tercer día, que han acontecido estas cosas. Aunque también unas mujeres de las nuestras nos han espantado, las cuales, antes de amanecer, fueron al sepulcro, y no habiendo hallado su cuerpo, volvieron, diciendo que habían visto allí visión de ángeles, los cuales dicen que El vive. Y algunos de los nuestros fueron al sepulcro, y lo hallaron así como las mujeres lo habían referido, mas a El no lo hallaron". (vv. 13-24)

Glosa. Después de la manifestación de la resurrección de Jesucristo a las mujeres por medio de los ángeles se da a conocer la resurrección por medio del mismo Cristo. Por ello dice: "Y dos de ellos, en aquel mismo día, iban", etc.

Teófil. Algunos dicen que uno de éstos era San Lucas y que por ello ocultó su nombre.

San Ambrosio. El Señor también se había manifestado a dos de sus discípulos, aparte, en la misma tarde: a Amaón y a Cleofás.

San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 25. No tomemos como un absurdo la palabra ciudadela, puede llamarse una villa como la titula San Marcos. Después la describe diciendo: "Que distaba de Jerusalén sesenta estadios, y se llamaba Emaús".

Beda. Esta es Nicópolis, ciudad distinguida de la Palestina que después de la guerra de la Judea fue restaurada por el príncipe Marco Aurelio Antonino, habiéndole cambiado la forma y el nombre. Un estadio -como dicen los griegos-, es un espacio de camino determinado1, como había dispuesto Hércules, y es la octava parte de una milla, por lo tanto, sesenta estadios representan un espacio de siete mil cincuenta pasos ,esto es siete millas y media. Este fue el espacio de camino que recorrieron aquellos que, estando seguros de la muerte y sepultura del Salvador, aún dudaban acerca de su resurrección. Porque nadie dudará que la resurrección -que se verificó después del séptimo día llamado sábado- está representada en el número ocho. Los discípulos que marchaban hablando del Señor habían completado seis millas del camino emprendido, porque se dolían de que El, habiendo vivido sin ofensa, hubiera llegado a la muerte que sufrió en el sexto día de la semana. Habían completado también la séptima milla porque no dudaban que hubiese descansado en el sepulcro. Pero no habían recorrido más que la mitad de la octava milla, porque no creían de un modo perfecto en la gloria de la resurrección que ya se había verificado.

Teófil. Los citados discípulos hablaban entre ellos de lo sucedido, no como creyendo en ello, sino como admirados por cosas tan extrañas. Por ello sigue: "Y ellos iban conversando entre sí de todas estas cosas que habían sucedido".

Beda. Cuando hablaban de El, Jesús se aproximó y los acompañaba, para inculcar en ellos la fe de la resurrección y para cumplir lo que había ofrecido, de que "cuando estén congregados en mi nombre dos o tres, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,20) Por esto sigue: "Y como fuesen hablando y deliberando el uno con el otro, se llegó a ellos el mismo Jesús".

Teófil. Una vez asumido el cuerpo glorioso, no había dificultad en las distancias porque ya podía encontrarse donde le pareciese, pues las leyes naturales no regían ya a su cuerpo, sino las espirituales y sobrenaturales. Por esto -como dice San Marcos- ellos le veían con otra forma, en la que no podían reconocerle. Prosigue: "Mas los ojos de ellos estaban detenidos para que no le conociesen", esto es, para que no penetrasen todos sus propósitos y descubriendo la herida, encuentren la medicina. Y no se presentaba de modo que pudiese ser visible para todos, sino únicamente para aquéllos que El quisiese que le viesen, para que comprendiesen que aquel cuerpo que había padecido, era el mismo que había resucitado. Y para que no duden acerca del silencio que guarda al vulgo sobre esto, da a entender que su trato después de la resurrección no debe ser digno de todos los hombres, sino más bien divino, lo cual es una figura de la futura resurrección, en la que conversaremos como ángeles e hijos de Dios.

San Gregorio in Evang. hom. 23. No se les manifiesta de modo que puedan conocerle y en ello obra con suma prudencia, haciéndolo así respecto de los ojos del cuerpo, a la vez que les abría los ojos interiores del corazón, a pesar de que ellos le amaban interiormente, pero dudaban. Presentándose entre ellos les dio a conocer que hablaban de El mismo pero como aún dudaban sobre si conocerle, les ocultó su aspecto. Pero les dirigió palabras interesantes, porque sigue: "Y les dijo: ¿Qué pláticas son ésas que tratáis?", etc.

San Gregorio. Conversaban entre sí como si ya desconfiasen de que el Salvador podría vivir, lamentándose de su muerte. Por ello sigue: "Y respondiendo uno de ellos, cuyo nombre era Cleofás, le dijo: "Tú sólo", etc.

Teófil. Como diciendo: ¿Tú sólo eres peregrino, y como habitas fuera del término de Jerusalén, desconoces por ello lo que aquí ha sucedido?

Beda. Dice esto porque lo creían un peregrino, cuya cara no conocían. Y en verdad que para ellos era un peregrino, porque una vez realizada la gloria de la resurrección estaba muy distante de ellos, por lo que aparecía como peregrino para ellos, puesto que no creían aún en su resurrección. Pero el Señor pregunta: "Y El les dijo: ¿Qué cosa?". Y se pone a continuación la respuesta, cuando dicen: "De Jesús Nazareno que fue un varón profeta". Le confiesan profeta y se callan que sea Hijo de Dios porque como aún no creían con verdadera fe, y andaban con recelos de caer en manos de los judíos que los perseguían, como no sabían quién era, ocultaban lo que en realidad creían. A cuya recomendación añadieron: "Poderoso en obras y en palabras".

Teófil. Primero se debe obrar y después se debe hablar. Nadie es atendido si antes no demuestra que practica lo que dice. La acción precede a la vista, porque si no limpias el espejo del entendimiento por medio de las acciones, no puede decirse que brilla la hermosura deseada. Por esto sigue todavía: "Delante de Dios y delante de los hombres". Primero se debe agradar a Dios, y después, en cuanto sea posible, se debe cuidar de la inocencia ante los hombres, para que precediendo el honor de Dios, podamos vivir de modo que no se escandalicen los demás.

Expositor Griego. A continuación expresan la causa de su tristeza: la entrega y la pasión del Salvador, cuando sigue: "Y cómo le entregaron". En seguida aparece el lamento de los que desesperan: "Mas nosotros esperábamos que había de redimir a Israel". Dijo esperábamos, no esperamos, como si la muerte del Salvador se pareciese en algo a la de los demás.

Teófil. Esperaban que Jesucristo salvaría y redimiría a Israel de todos los males que le asediaban, especialmente del dominio de los romanos. Creían también que sería un rey terreno que podría librarse de la sentencia de muerte lanzada contra El.

Beda. Con razón, pues, andaban tristes, y se reprendían a sí mismos por haber llegado a esperar que los redimiría Aquel que ya estaba muerto y en cuya resurrección no creían. Pero lo que más sentían era que había sido muerto sin motivo alguno, cuando lo creían inocente.

Teófil. No parece que fuesen del todo incrédulos aquellos hombres, por lo que ahora sigue: "Y ahora sobre todo esto, hoy es el tercer día que han acontecido estas cosas". En lo que parece que recordaban que Jesús les había ofrecido resucitar al tercer día.

Expositor Griego. También hacen mención de lo que habían oído a las mujeres acerca de la resurrección, cuando dicen: "Aunque también unas mujeres de las nuestras, nos han espantado", etc. En verdad dicen esto como no creyendo, porque dicen que fueron asustados, es decir, que estaban desconcertados. Pues no consideraban como verdadero el relato o lo referido a la presencia del ángel, sino que su estupor y turbación nacían de ello. No admitían, sin embargo, lo que San Pedro les había dicho sobre el particular, porque no decía que había visto al Señor, sino que deducía su resurrección porque su cuerpo no estaba en el sepulcro. Por esto sigue: "Y algunos de los nuestros", etc.

San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 25. Cuando San Lucas dice que San Pedro corrió al sepulcro, a la vez que afirma que Cleofás dijo que fueron algunos de los discípulos, parece corroborar a San Juan que dice que dos fueron al sepulcro, pero antes mencionó sólo a San Pedro porque María le había anunciado primero este acontecimiento.

LUCAS 24,25-35


11425 (Lc 24,25)

Y Jesús les dijo: "¡Oh necios y tardos de corazón, para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿Pues qué, no fue menester que el Cristo padeciese estas cosas, y que así entrase en su gloria?" Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, se lo declaraba en todas las Escrituras, que hablan de El. Y se acercaron al castillo a donde iban; y El dio muestras de ir más lejos. Mas lo detuvieron por la fuerza, diciendo: "Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y está ya inclinado el día". Y entró con ellos. Y estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, y habiéndolo partido se lo daba. Y fueron abiertos los ojos de ellos, y lo conocieron; y El entonces se desapareció de su presencia. Y dijeron uno a otro: "¿Por ventura no ardía nuestro corazón dentro de nosotros cuando en el camino nos hablaba y nos explicaba las Escrituras?" Y levantándose en seguida, volvieron a Jerusalén; y hallaron congregados a los once, y a los que estaban con ellos, que decían: "Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón". Y ellos contaban lo que les había sucedido en el camino, y cómo le habían conocido al partir el pan. (vv. 25-35)

Teófil. Como los antedichos discípulos estaban sumidos en la mayor duda, el Señor los reprendió. Por esto dice: "Y Jesús les dijo: ¡Oh necios...!"; casi lo mismo habían dicho los que presenciaron la crucifixión (Mt 27,42): a otros salvó y no ha podido salvarse a sí mismo. "...y tardos de corazón para creer en todo lo que los Profetas han dicho!" Sucedió que creían algo de lo sucedido, pero no todo. Creen lo que dicen los Profetas sobre la crucifixión del Salvador, como aquello del Salmo (Ps 21,17): "Taladraron mis pies y mis manos"; pero no creían lo que se decía de la resurrección, como aquella otra cita del salmo (Ps 15,10): "No permitirás a tu santo experimentar la corrupción". Conviene, por lo tanto, dar fe a lo que dicen los profetas tanto de los tormentos, como de las glorias del Señor, ya que los tormentos abren el paso a las glorias. Por esto sigue: "¿Pues qué, no fue menester que el Cristo padeciese estas cosas, y que así entrase en su gloria?", esto es, según la humanidad.

San Isidoro. Aun cuando convenía que el Cristo padeciese, los que le crucificaron merecían castigo porque no se proponían realizar lo que Dios tenía dispuesto, por ello su acción fue impía. Pero Dios convirtió su iniquidad en remedio general de los hombres, como se emplea la carne de las víboras en curar a los envenenados.

Crisóstomo. El Señor probó a continuación que todo esto no sucedió de un modo eventual, sino como realización de lo que ya tenía planificado. Por esto sigue: "Y comenzando desde Moisés y de todos los profetas, se lo declaraba en todas las Escrituras que hablaban de El", como diciendo: a pesar de que sois tardos, yo os volveré prontos explicándoos los misterios de las Sagradas Escrituras. Porque el sacrificio de Abraham, cuando sacrificó el cordero -después de dejar a Isaac- prefiguró todo esto, pero también en las demás Escrituras proféticas se encuentran distribuidos los misterios de la pasión y resurrección del Señor.

Beda. Y si Moisés y los profetas han hablado de Jesucristo y han predicho que entraría en la gloria por medio de la pasión, ¿cómo puede gloriarse de llevar el nombre de cristiano quien no se ocupa de investigar de qué modo las Escrituras se refieren a Cristo? En este concepto no aspira a la gloria que desea tener con Cristo por medio de la pasión.

Expositor Griego. Como dijo el evangelista: "Los ojos de ellos estaban detenidos, para que no le conociesen". El Señor tuvo sujetos sus sentidos en su misma presencia hasta el momento en que iluminase sus corazones por medio de la fe. Por esto sigue: "Y se acercaron a la aldea a donde iban, y El dio muestras de ir más lejos".

San Agustín De quaest evang. 2, 51. Ello no pertenece a la mentira, porque no todo lo que fingimos es mentira, sino que, cuando fingimos lo que nada significa, entonces es cuando mentimos. Pero cuando nuestra ficción tiene algún objeto no es mentira, sino que lleva un viso de verdad, de otro modo todo lo que han dicho los sabios y los santos varones, y aun el mismo Dios, en sentido figurado, lo consideraríamos como mentira, porque según se cree generalmente, la verdad no consiste en tales expresiones. Como las palabras, también las obras se figuran sin mentira, para significar alguna cosa.

San Gregorio in evang. hom. 22. Como todavía era peregrino en sus corazones por la fe, fingió que iba más lejos. Fingir decimos que es componer, por esto a los que hacen obras de barro los llamamos alfareros1. La verdad sencilla nada hace con doblez, sino que se les presentó como cuerpo como lo tenían en la inteligencia. Pero no podía ser extraños a la caridad estos que marchaban con la caridad, así que lo invitan a su hospedería. Por esto sigue: "Mas lo detuvieron por fuerza". De lo que deducimos que no sólo debemos ofrecer hospitalidad a los peregrinos, sino que debemos obligarles.

Glosa. Y no sólo le obligan con obras, sino también con palabras. Sigue, pues: "Diciéndole: 'Quédate con nosotros, porque es tarde, y está ya inclinado el día'", esto es, al ocaso.

San Gregorio ut supra. Aquí se ve cómo Jesucristo es recibido por los suyos, y cómo honra por sí mismo a los que le invitan. Prosigue: "Y entró con ellos". Le ponen la mesa, le ofrecen alimentos y conocen en el modo de partir el pan al que no habían conocido por la explicación de las Escrituras. Prosigue: "Y estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, y lo bendijo, y habiéndolo partido, se lo dio. Y fueron abiertos los ojos de ellos, y lo conocieron".

Crisóstomo. vel anonimus un Cat. graec. Patr. Esto se dice, no de los ojos materiales, sino de los del espíritu.

San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 25. No estaban, sin embargo, tan ciegos, que no vieran algo, pero había algún obstáculo que les impedía conocer lo que veían (lo que suele llamarse niebla, o algún otro obstáculo) No porque Dios no podía transformar su carne y aparecer diferente de como lo habían visto en otras ocasiones, ya que también se transformó en el Tabor antes de su pasión, de tal modo que su rostro brillaba como el sol. Pero ahora no sucede así, pues no recibimos este impedimento inconvenientemente, sino que el que Satanás haya impedido a sus ojos el reconocer a Jesús, también ha sido permitido por Cristo. Hasta que llegó al misterio del Pan, dando a conocer que cuando se participa de su Cuerpo desaparece el obstáculo que opone el enemigo para que no se pueda conocer a Jesucristo.

Teofilacto. También dio a entender otra cosa, a saber: que se abren los ojos a quienes comen de este Pan para que puedan conocer al Señor. En verdad es grande el poder de la Carne de Jesús.

San Agustín De quaest. 2,51. Que el Señor haya hecho ademán de ir más lejos cuando acompañaba a sus discípulos, explicando las Sagradas Escrituras a quienes ignoraban que fuese El mismo, significa que ha inculcado a los hombres el poder acercarse a su conocimiento a través de la hospitalidad; para que cuando El mismo se haya alejado de los hombres -al cielo- sin embargo, se quede con aquellos que se muestran como sus servidores. Aquel que una vez instruido en la doctrina participa de todos los bienes con el que lo catequiza, detiene a Jesús para que no vaya más lejos. He aquí, por qué estos fueron catequizados por la palabra, cuando Jesucristo les expuso las Escrituras. Y como honraron con la hospitalidad a Aquel que no conocieron en la exposición de las Escrituras, lo conocieron en el modo de partir el Pan. No son buenos delante de Dios los que oyen su palabra, sino los que obran según ella (Rm 2,13)

San Gregorio in evang. hom. 3. Todo el que quiere entender lo que oye, apresúrese a practicar lo que ya puede comprender. El Señor no fue conocido mientras habló, pero se dejó conocer cuando fue alimentado. Prosigue: "Y El entonces, se desapareció de su vista".

Teofilacto. No tenía el cuerpo de tal modo que debiese permanecer con ellos por mucho tiempo para acrecentar así su afecto. Por esto sigue: "Y se dijeron uno a otro: ¿por ventura no ardía nuestro corazón dentro de nosotros, cuando nos hablaba en el camino, y nos explicaba las Escrituras?".

Orígenes. En esto dan a conocer que los sermones pronunciados por el Salvador, encienden los corazones de los que los oyen en el fuego del amor divino.

San Gregorio in homil. pentec. El alma se enardece al oír la palabra divina, desaparece el hielo de la pereza y el espíritu se eleva al deseo y a la ansiedad de las cosas del cielo. Conviene, pues, oír las divinas enseñanzas, y lo que es enseñado por medio de la ley, como si se inflamase por una porción de antorchas.

Teofilacto. Ardía, pues, el corazón de aquéllos o por el fuego de las palabras del Salvador, por las que se sostenían tantas verdades, o bien porque mientras El explicaba las Escrituras, tocaba interiormente el corazón de los que le escuchaban, haciéndoles comprender que era el Señor quien hablaba. Se alegraron tanto que se volvieron a Jerusalén sin detenerse ni un momento. Prosigue: "Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén". Se levantaron al momento y anduvieron once kilómetros por espacio de muchas horas.

San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 25. Ya corría la voz de que Jesús había resucitado, y era proclamado por las mujeres y Pedro, a quien se había aparecido. Por lo tanto, estos dos encontraron a los de Jerusalén hablando de lo mismo cuando vinieron a comunicarles sus experiencias. Sigue pues: "Y encontraron congregados a los once, y a los que estaban con ellos, diciendo que había resucitado el Señor verdaderamente, y se había aparecido a Simón".

Beda. Parece muy natural que el primero de los hombres a quien Jesús debía aparecerse era a Pedro, como atestiguan los cuatro evangelistas y San Pablo.

Crisóstomo. No se aparecía a todos del mismo modo cuando sembraba la semilla de la fe, porque el primero que lo vio y se cercioró, lo refería a los demás; después, continuando con el uso de la palabra, disponía el ánimo de quien le oía para que viese. Por esto se apareció primero al más digno y fiel de todos. Convenía, pues, que el alma fiel que lo había visto primero, no se turbase con aquella visión inesperada, por esto lo vio Pedro antes que los demás porque el primero que le había confesado como el Cristo era el primero que había merecido verle después de la resurrección. Del mismo modo, porque le había negado quiso aparecérsele primero para que no desesperase. Después de San Pedro se apareció a los demás, unas veces a muchos, otras veces a pocos, como dicen los dos discípulos. Prosigue: "Y ellos contaban lo que les había sucedido en el camino, y cómo le habían conocido al partir el pan".

San Agustín ut supra. San Marcos dice: "Lo anunciaron a los demás, aunque no les creyeron" (Mc 16,13), cuando San Lucas dice que ya estaban diciendo que verdaderamente había resucitado el Señor, no indica otra cosa sino que había allí algunos que no querían creer.

LUCAS 24,36-40


11436 (Lc 24,36-40)

Y estando hablando estas cosas, se puso Jesús en medio de ellos, y les dijo: "Paz a vosotros; yo soy; no temáis". Mas ellos, turbados y espantados, creían que veían algún espíritu; y les dijo: "¿Por qué estáis turbados, y suben pensamientos a vuestros corazones? Ved mis manos y mis pies, que yo mismo soy: palpad y ved, que el espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo": y dicho esto, les mostró las manos y los pies. (vv. 36-40)

San Cirilo.Como la noticia de que Jesucristo había resucitado ya se extendía por todas partes y como el afecto de sus discípulos se había encendido en el deseo de verle, vino el deseado y se dio a conocer a los que le deseaban y buscaban. Y se presenta a ellos, no de una manera dudosa, sino con toda evidencia. Por esto dice: "Y estando hablando de estas cosas, se puso Jesús en medio de ellos".

San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 25. San Juan también hace mención de esta aparición del Salvador, después de su resurrección gloriosa, pero añade que Santo Tomás no estaba con ellos porque, según San Lucas, era uno de los dos que volvieron a Jerusalén, encontrando reunidos a los once. Esto da a entender que Santo Tomás había salido antes que el Salvador apareciese. San Lucas da ocasión a creer que esto es así, porque mientras hablaban de este modo, salió Santo Tomás y a continuación entró el Salvador. Algunos dicen que no eran aquellos once que ya se llamaban apóstoles, sino que eran otros once del número de los discípulos que se encontraban allí. Pero como añade San Lucas: "Y a los que estaban con ellos", dio a entender de una manera evidente que aquellos once a los que él se refiere eran los apóstoles, con quienes se encontraban los demás.

Pero veamos en virtud de qué misterio había mandado decir el Salvador cuando resucitó, según refieren San Mateoy San Marcos: "Iré delante de vosotros a Galilea; allí me veréis" (Mt 28,10 Mc 16,7) Lo cual si bien se cumplió, sucedió después de muchos otros acontecimientos, porque como esto se había anunciado así, parece que debía haber sucedido antes que lo demás, o ser lo único que sucediese.

San Ambrosio. Creo que fue muy conveniente que Jesús anunciase a sus discípulos que le verían en Galilea pero se presentó antes, cuando estaban reunidos, porque tenían miedo.

Expositor Griego. Y esto no representa la transgresión de una promesa, sino más bien el cumplimiento adelantado y la manifestación de su bondad, ya que quería animar la pusilanimidad de sus discípulos.

San Ambrosio. Después que hubo fortalecido sus corazones, se dice que aquellos once marcharon a Galilea. Y nada se opone a que pueda decirse que había unos pocos reunidos, y muchos en el monte.

San Eusebio . Dos Evangelistas, esto es, San Lucas y San Juan, dicen que se apareció sólo a los once en Jerusalén, y los otros dos relatan que el ángel y el Salvador ordenaron no sólo a los once, sino también a todos los discípulos y hermanos, que se apresuraran a ir a Galilea, de los cuales hace mención también San Pablo cuando dice: Después se apareció a la vez a más de quinientos hermanos" (1Co 15,6) Pero es más probable la primera solución, de que se apareció primero en Jerusalén a los discípulos acobardados, consolándolos, y que en Galilea se apareció no a la pequeña asamblea, ni una ni dos veces, sino que hizo ostentación de su gran poder presentándose vivo a ellos después de su pasión, y en muchas oportunidades, como dice San Lucas en los Hechos de los Apóstoles .

San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 25. Lo que dijo el ángel -esto es, el Señor- debe entenderse en sentido profético. Pues el Señor se le aparece en Galilea conforme a la significación de esta palabra que quiere decir transmigración, porque ellos habían de transmigrar del pueblo de Israel a los gentiles, quienes no hubiesen creído en la predicación de los apóstoles, si Jesucristo no les hubiese preparado el camino en el corazón de los hombres. En este concepto se entiende: "Irá delante de vosotros a Galilea" (Mt 28,7) En cuanto que Galilea quiere decir revelación1, da a entender que el Señor se manifiesta ya no en forma de siervo, sino en la que es igual al Padre, y que es la que ha ofrecido a sus escogidos. Cuando le veamos en la verdadera Galilea se nos presentará tal y como es (ver 1Jn 3,2) Ella será la mejor marcha de este mundo a la eternidad, en donde ya no se separará de nosotros cuando venga y habiéndonos precedido, no nos abandonará.

Teofilacto. Cuando el Salvador se encontraba en medio de sus discípulos, disipaba su temor con las palabras de su saludo: "La paz sea con vosotros", dando a entender que El era igualmente su maestro cuando les saludaba con estas palabras que cuando los fortalecía para que fuesen a predicar. Por esto sigue: "Y les dijo: Paz a vosotros; yo soy, no temáis".

San Cirilo.Avergüéncenos el prescindir del saludo de la paz que el Señor nos dejó cuando iba a salir del mundo. La paz es un don y una cosa dulce, que sabemos proviene de Dios, según lo que el Apóstol dice a los Filipenses: "La paz de Dios" (Ph 4,7), y aquéllo de: "Dios de la Paz" (2Co 13,11) y Dios mismo es la Paz, según aquéllo de: "El es nuestra paz" (Ep 2,14) La paz es un bien recomendado a todos, pero observado por pocos. ¿Cuál es la causa de ello? Acaso el deseo del dominio, o la ambición, o la envidia, o el aborrecimiento del prójimo, o el desprecio, o alguna otra cosa que vemos a cada paso en los que desconocen al Señor. La paz procede de Dios, que es quien todo lo une, cuyo ser es unidad de su naturaleza y de su estado pacífico. La transmite a los ángeles y a las potestades del cielo, que están en constante paz con el Señor y consigo mismos. También se extiende por todas las creaturas que desean la paz. En nosotros subsiste, según el espíritu de cada cual, por medio de la búsqueda y ejercicio de las virtudes, y según el cuerpo, en el equilibrio de los miembros y los elementos de que se forma. Lo primero se llama belleza, lo segundo salud.

Beda. Los discípulos sabían que el Salvador era verdadero hombre, puesto que habían tratado con El por espacio de mucho tiempo. Pero después que fue muerto, no creen que pudiera resucitar del sepulcro en verdadera carne. Por lo tanto, creen que ven el espíritu que salió de El en el momento de expirar. Por esto sigue: "Mas ellos, turbados y espantados, pensaban que veían un espíritu". Aquel terror de los discípulos dio lugar a la secta de los Maniqueos.

San Ambrosio. Pero guiados por los ejemplos de sus virtudes, no creemos que Juan y Pedro pudiesen dudar. ¿Por qué dice San Lucas que estaban espantados? En primer lugar, porque el parecer de unos pocos es absorbido por el parecer de muchos; en segundo lugar, porque aun cuando San Pedro creía en la resurrección, pudo turbarse; sin embargo, pudo asustarse porque de un momento a otro el Señor se presentaba corporalmente, cuando todo estaba cerrado.

Teofilacto. Porque como por medio de la palabra paz no se tranquilizó la turbación en los corazones de los discípulos, por otra parte les indica que El era el Hijo de Dios que conocía los misterios del corazón; por lo que dice: "Y les dijo: '¿Por qué estáis conturbados y suben pensamientos a vuestros corazones?'".

Beda. ¿Qué pensamientos, sino los falsos y recelosos? Jesucristo hubiese perdido todo el fruto de su pasión si no hubiese resucitado verdaderamente. Como si el buen labrador dijese: Lo que allí he plantado lo encontraré, esto es, la fe que baja sobre el corazón porque viene de lo alto. Pero estos pensamientos de los discípulos no bajaban de lo alto, sino que subían a sus corazones del abismo, como brota la mala hierba de la tierra.

San Cirilo vel anonimus in Cat. Graec. Esto fue una señal evidente de que quien ahora veían no era otro que Aquel que vieron muerto en la cruz y colocado en el sepulcro, el que no se ocultaba como hombre a ninguno de los que estaban.

San Ambrosio. Veamos en virtud de qué gracia, según San Juan, vieron y se alegraron los discípulos, pues según San Lucas aparecen como incrédulos. Pero me parece que San Juan -como Apóstol- tiene un conocimiento más alto y sublime cuando expone lo que ha de suceder a la humanidad. Aquél expone en sentido histórico, éste en compendio, pero no puede dudarse de él porque da testimonio de lo que presenció. Por lo tanto consideramos como cierto lo uno y lo otro, teniendo en cuenta que si bien es verdad que San Lucas dice primero que no creyeron, asegura después que sí.

San Cirilo.El Señor queriendo probar que la muerte ha sido vencida y que su naturaleza humana ya había dejado la corrupción, les enseña en primer lugar las manos y los pies y los agujeros de los clavos. Prosigue: "Ved mis manos y mis pies, que yo mismo soy".

Teofilacto. Dijo además que le tocasen las manos y los pies cuando añade: "Palpad y ved; el espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo". Como diciendo: Vosotros creéis que soy espíritu -esto es, fantasma- como suele suceder acerca de muchos muertos alrededor de sus sepulcros, pero entended que el espíritu no tiene ni carne ni huesos, y yo tengo una y otra cosa.

San Ambrosio. El Señor dijo esto para indicarnos la forma en que tendrá lugar la resurrección, porque lo que se toca es cuerpo, y en cuerpo habremos de resucitar. Pero aquél será más sutil, mientras éste es más rudo por estar sujeto todavía a las caídas de la carne. Jesucristo, por lo tanto, no entró en el recinto cerrado porque su naturaleza fuese incorpórea, sino porque su naturaleza humana tenía ya las cualidades de un cuerpo glorioso.

San Gregorio moralyum 13,51. Nuestro cuerpo no será impalpable en el día de la resurrección general, ni más sutil que el aire -como dijo Eutiques-, sino sutil, por la identificación del poder espiritual, y palpable por la virtud de la naturaleza.

Prosigue: "Y dicho esto, les mostró las manos y los pies".

Beda. En los que se vieron claramente las marcas de los clavos. Pero según San Juan, también les enseñó el costado que había sido abierto con la lanza, para que, viendo las cicatrices de las heridas, pudiesen curar las heridas de sus dudas. Los gentiles suelen juzgar diciendo que el Señor no pudo curar sus heridas. A éstos debe responderse que no hubiera dejado de hacer lo menor quien hizo lo mayor. Pero por sus fines especiales, el que había destruido la muerte no quiso borrar las señales de ella. En primer lugar, para confirmar la fe de la resurrección en sus discípulos; en segundo lugar, para poderlas presentar a su Padre cuando intercediese por nosotros, manifestándole la clase de muerte que había sufrido por nosotros; en tercer lugar, para demostrar siempre a los redimidos con su muerte la gran caridad que con ellos empleó, presentándoles las señales de su pasión; y finalmente, para probar la justicia con que serán condenados los impíos el día del juicio.

LUCAS 24,41-44


11441 (Lc 24,41)

Mas como aún no lo acabasen de creer, y estuviesen maravillados de gozo, les dijo: "¿Tenéis aquí algo de comer?" Y ellos le presentaron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y habiendo comido delante de ellos, tomó las sobras y se las dio diciéndoles: "Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: Que era necesario que se cumpliese lo que está escrito de mí, en la ley de Moisés, y en los profetas y en los salmos". (vv. 41-44)

San Cirilo vel anonymus in cat. Graec. El Salvador había enseñado a sus discípulos sus manos y sus pies, para demostrarles que aquel cuerpo que había sido crucificado era el mismo que había resucitado. Y para probarles esto mejor, les pide algo para comer. Por esto dice el evangelista: "Mas como aún no lo acabaran de creer", etc.

San Gregorio Niceno Orat. 1 De resurrect. prope finem. En virtud de lo mandado por la Ley, la Pascua se celebraba con hierbas amargas porque continuaba aún la amargura, pero después de la resurrección, ésta se dulcificaba comiendo panal de miel. Por esto sigue: "Mas ellos le presentaron", etc.

Beda. Para demostrarles la veracidad de su resurrección, no sólo quiso que le tocasen sus discípulos, sino que se dignó comer con ellos para que viesen que había aparecido de una manera real y no de un modo fantasmal. Por esto sigue: "Y habiendo comido delante de ellos, tomó las sobras y se las dio". Comió para manifestar que podía, y no por necesidad. La tierra sedienta absorbe el agua de un modo distinto a como la absorbe el sol ardiente: La primera por necesidad, el segundo por potencia.

Expositor Griego. Pero alguno dirá: Si admitimos que el Señor comió verdaderamente, podemos esperar que comeremos también nosotros después de la resurrección general. Pero lo que hace el Señor en virtud de un poder especial, no constituye una regla o norma de naturaleza. Nuestros cuerpos resucitarán, no mutilados, sino perfectos e incorruptibles, a pesar de que conservó las heridas que en el suyo habían abierto los clavos y la lanza, para demostrarnos que la naturaleza corpórea permanece después de la resurrección y no se transforma en otra sustancia.

Beda. No comió después de su resurrección porque necesitase comer, ni para decirnos que necesitaremos comer después de la resurrección que esperamos, sino para enseñarnos la forma en que resucitará nuestra naturaleza corporal.

En sentido místico, el pez asado que comió el Salvador representa a Jesucristo que ha padecido, porque El se dignó estar oculto en las aguas de la humanidad, quiso ser cogido en el lazo de nuestra muerte, y ser asado en el fuego de la tribulación durante el tiempo de su pasión, pero nos ofreció el panal de miel en su resurrección. Demostró la doble naturaleza de su única persona en el panal de miel: el panal consta de cera mezclada con miel, y miel mezclada con cera, como la divinidad está en la humanidad.

Teofilacto super obtulerunt ei partem piscis. Parece que este acto de comer representa otro misterio. Cuando comió parte de un pez asado, dio a entender que nuestra naturaleza está nadando en el mar de esta vida, y que el Señor, asándola en el fuego de su divinidad, y secando la humedad que había contraído mientras vivía en lo profundo de los abismos, hizo de ella una comida divina. Y así, por medio de ella preparó a Dios una comida suave, a pesar de que antes era tan detestable, y esto es lo que representa el panal de miel. También significa por medio del pez asado la vida activa, que consume nuestra humedad en las brasas de los trabajos, además por medio del panal de miel significa la contemplación de la dulzura de la palabra divina.

Beda. Después que el Señor fue visto y tocado, y después que comió para que no pareciese que había engañado a alguno de los sentidos humanos, empezó a ocuparse de las Escrituras. Por esto sigue: "Y les dijo: éstas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros", esto es, cuando aún vivía en carne mortal, como vivís vosotros. Entonces había resucitado en la misma carne, pero que ya no estaba en la misma mortalidad, y añade: "Que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés", etc.

San Agustín De conc. evang. lib. 1, cap. 11. Entiendan que desvarían los que dicen que Jesucristo pudo hacer tanto prodigio en virtud del arte mágico, y que en virtud del mismo arte pudo dar a conocer su nombre a los pueblos para que se convirtiesen a El. Y si acaso esto es así, ¿no puede decirse que en virtud de arte mágico cumplió lo que de El habían dicho las profecías, inspiradas por el Espíritu Santo antes que naciese en la tierra? Pero si en virtud de arte mágico consiguió ser adorado estando muerto, habría que decir que había sido mago antes de nacer, ya que para vaticinar su nacimiento había sido designada una nación.


Catena aurea ES 11413