Catena aurea ES 13925

JUAN 19,25-27


13925 (Jn 19,25)

Y los soldados, ciertamente, hicieron esto. Y estaban junto a la cruz de Jesús, su Madre y la hermana de su Madre, María de Cleofás y María Magdalena. Y como vio Jesús a su Madre, y al discípulo que amaba, que estaba allí, dijo a su Madre: "Mujer, he ahí a tu Hijo". Después dijo al discípulo: "He ahí a tu Madre". Y desde aquella hora el discípulo la recibió por suya. (vv. 25-27)

Teofilacto. Mientras los soldados se ocupaban de satisfacer su sórdida avaricia, Jesús cuidaba solícito de su Madre. Por eso dice: "En efecto, los soldados hicieron esto; estaban junto a la cruz de Jesús, su Madre", etc.

San Ambrosio, in epistolis.

María, Madre del Señor, estaba ante la cruz de su Hijo. Nadie me enseñó esto, sino San Juan Evangelista. Otros describieron el trastorno del mundo en la pasión del Señor; el cielo cubierto de tinieblas, ocultándose el sol y el buen ladrón recibido en el Paraíso, después de su confesión piadosa. San Juan escribió lo que los otros se callaron, de cómo puesto en la cruz llamó Jesús a su Madre, y cómo considerado vencedor de la muerte, tributaba a su Madre los oficios de amor filial y daba el reino de los cielos. Pues si es piadoso perdonar al ladrón, mucho más lo es el homenaje de piedad con que con tanto afecto es honrada la Madre por el Hijo: "He aquí tu hijo". "He aquí a tu Madre". Cristo testaba desde la cruz y repartía entre su Madre y su discípulo los deberes de su cariño. Otorgaba el Señor, no sólo testamento público, sino también doméstico; y este testamento era refrendado por Juan. ¡Digno testimonio de tal testador! Rico testamento, no de dinero, sino de vida eterna; no escrito con tinta, sino con el espíritu de Dios vivo (2Co 3,2) y pluma de lengua, que escribe velozmente (Ps 44,2) Pero María se mostró a la altura de la dignidad que correspondía a la Madre de Cristo. Cuando huyeron los Apóstoles, estaba en pie ante la cruz, mirando las llagas de su Hijo, no como quien espera la muerte de su tesoro, sino la salvación del mundo. Y aun quizás porque conociendo la redención del mundo por la muerte de su Hijo, ella deseaba contribuir con algo a la redención universal, conformando su corazón con el del Salvador. Pero Jesús no necesitaba de auxiliadora para la redención de todos los que sin ayuda había conservado1. Por eso dice: "He sido hecho hombre sin auxiliador, libre entre los muertos" (Ps 87,5) Aceptó, en verdad, el afecto maternal, pero no buscó el auxilio ajeno. Imitad, madres piadosas, a ésta, que tan heroico ejemplo dio de amor maternal a su amantísimo Hijo único. Porque ni vosotras tendréis más cariñosos hijos, ni esperaba la Virgen el consuelo de poder tener otro.

San Jerónimo, contra Helvidium.

La María que San Marcos y San Mateo llaman madre de Santiago y José, fue mujer de Alfeo y hermana de María, Madre del Señor, y es la que Juan designa en esta ocasión con el nombre de María Cleofé, bien sea por su padre o por razón de parentela o por cualquier otra causa. Pero si os parece que es otra, y así lo parezca, porque en otra parte se llame María, madre de Santiago el Menor, y aquí, María Cleofé, fijáos en la costumbre de las escrituras de llamar con diverso nombre a una misma persona.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82. Y admira cómo el sexo débil de las mujeres, aparece aquí más varonil, firme junto a la cruz, cuando los discípulos huían.

San Agustín, De cons. evang. 3, 21. Si no fuera porque San Mateo y San Lucas nombraron a María Magdalena podríamos decir que unas estuvieron junto a la cruz y otras lejos, pues ninguno hace mención de la Madre del Señor, más que San Juan. Veamos, pues, cómo se ha de entender que la misma María Magdalena estuviese lejos con las demás mujeres, según dicen Mateo y Lucas, y estuviese al mismo tiempo junto a la cruz, como dice San Juan. Esto no puede conciliarse a menos que hubieran estado a tal distancia que pudiera decirse: junto a la cruz; o porque, en su presencia, prontamente podrían haberse acercado; o porque estaban lejos en comparación con la turba de soldados y jefes que estaban más cerca. Podemos también suponer que las que estaban cerca, con la Madre del Señor, comenzaron a marcharse después que Jesús la encomendó a su discípulo, para alejarse de la confusión de las turbas y ver de lejos lo demás que sucedió. Por ello los otros evangelistas, que las mencionan después de la muerte del Señor, recuerdan que estaban ya lejos. En fin, ¿en qué altera la veracidad del hecho el que unas mujeres fueran citadas a un tiempo por unos evangelistas, y a otro tiempo por otro evangelista?

Crisóstomo, ut supra. Habiendo estado presentes otras mujeres, no recuerda el Evangelista a otra sino a la Madre del Señor, dándonos a entender el respeto que debemos a las madres. Pues, así como no conviene que los parientes se enteren de las cosas espirituales, así también conviene darles conocimiento de ellas, prefiriéndola a los demás cuando no se hayan de oponer. Por eso dice: "Como viese Jesús a su Madre y al discípulo a quien amaba, dijo a su Madre: Mujer, he ahí a tu hijo".

Beda. El Evangelista se designa con la señal del amor no porque fuese él sólo, con exclusión de los otros discípulos amados del Salvador, sino por el privilegio de la castidad con que sobresalía de los demás, por cuanto fue amado con un afecto más familiar, siendo virgen desde su vocación y permaneciendo siempre.

Crisóstomo, ut supra. ¡Con cuán alto honor honró al discípulo! Pero él se oculta con la moderación de su sabiduría; porque si hubiera querido vanagloriarse, hubiese expresado la causa por qué era amado, y es preciso convenir que el motivo era grande y admirable. Así es que Jesús nada más dijo a Juan, ni le consuela en su tristeza, porque no era el momento oportuno de hablar de consuelo. Pero no era poco distinguirle con tal honor, y como era conveniente procurar para su Madre, oprimida de dolor, alguno que le reemplazara (porque Jesús se iba), dejó este encargo al discípulo que amaba. Sigue: "Después dijo al discípulo: He ahí a tu madre".

San Agustín, in Ioannem, tract., 119. Esta es, sin duda, aquella hora en la que, habiendo de convertir el agua en vino, había respondido Jesús a su Madre: "Mujer, ¿qué hay común entre ti y mí? aun no ha llegado mi hora" (Jn 2,4) En aquella ocasión en que debía empezar a obrar milagros, no la reconoció como Madre de su divinidad, no siéndolo mas que de su débil humanidad2, pero ahora que ya padece en su humanidad, honra con sentimiento humano a aquella, de la que había sido hecho hombre. Esta es una instrucción y ejemplo que nos da el buen Maestro, para enseñarnos los oficios de piedad que los hijos deben a sus padres, y así convirtió en cátedra de maestro la cruz en que estaba clavado.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84. De este modo queda refutado el error de Marción. Si Jesucristo no fue engendrado según la carne, ni tuvo Madre, ¿por qué tanto esmero por su cuidado? Observa cuán tranquilamente dispone todas las cosas, en el momento de estar en la cruz, hablando a sus discípulos de su Madre, cumpliendo las profecías y prometiendo el cielo al buen ladrón. Antes de ser crucificado, se le ve temblar, pues entonces demostraba la debilidad de la naturaleza; pero ahora ostenta la grandeza de su poder. Así nos enseña, que si nos conturba la adversidad, no por eso desistamos. Y cuando hubiéramos entrado en la lucha, soportarlo todo como cosa fácil y ligera.

San Agustín, ut supra. Como proveía a su Madre, en cierto modo, de otro hijo por el que la dejaba, manifestó el motivo en las siguientes palabras: "Y desde aquella hora el discípulo la recibió como suya". ¿Pero en qué recibió Juan como suya a la Madre del Señor? ¿Acaso no era de los que habían dicho a Jesús: "He aquí que nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido" (Mt 19,27)? La recibió, no por sus propiedades (pues nada tenía propio), sino en los cuidados que solícito la había de dispensar.

Beda. Hay otra versión que dice que el discípulo la recibió, no como algunos dicen como Madre suya, sino más propiamente para cuidar de ella.

JUAN 19,28-30


13928 (Jn 19,28)

Después de esto, sabiendo Jesús que todas las cosas eran ya cumplidas, para que se cumpliera la Escritura, dijo: "Sed tengo". Había allí un vaso lleno de vinagre. Y ellos, poniendo alrededor de un hisopo una esponja empapada en vinagre, se la aplicaron a la boca. Y luego que Jesús tomó el vinagre, dijo: "Consumado es": e inclinando la cabeza, dio el espíritu. (vv. 28-30)

San Agustín, in Ioannem, tract., 119. Padecía todo esto el que aparecía hombre, y lo disponía todo el que se ocultaba Dios. Por esto dice: "Después, sabiendo que todo se había consumado, a fin de que se cumpliera la Escritura", esto es, lo que había predicho la Escritura: "Y en mi sed me dieron a beber vinagre" (Ps 68,22), dijo: "Tengo sed", como si dijera: Esto os falta hacer, dad lo que sois. Como que los judíos eran el vinagre, degenerado del vino de los patriarcas y profetas. Había, pues, allí, un vaso lleno de vinagre, como un corazón lleno de iniquidad de este mundo, a manera de esponja, llena de cavernosas y engañosas tortuosidades. Y sigue: "Y ellos, colocando una esponja empapada en vinagre alrededor de un hisopo, la aplicaron a su boca".

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84. Pero ni a pesar de lo que estaban viendo, se aplacaban, sino que se encrudecían más, ofreciéndole para que bebiera la pócima de los condenados. Y por esta razón se valen de la vara del hisopo.

San Agustín, ut supra. El hisopo en que pusieron la esponja llena de vinagre, es un arbusto despreciable que purga el pecho y representa la humanidad de Cristo que nos purifica. Ni hay que buscar cómo pudieron aplicar la esponja a la boca de Jesús, que estaba elevado de tierra sobre la cruz; pues según dicen los otros evangelistas, y éste omitió, se valieron de una caña para elevar hasta la cruz la esponja con semejante bebida.

Teofilacto. Algunos llaman caña al hisopo, porque tiene unas ramas parecidas a la caña.

Sigue: "Como hubiese recibido Jesús el vinagre, dijo: Consumado es".

San Agustín, ut supra. ¿Qué era esto, sino lo que estaba profetizado tanto tiempo antes?

Beda. Aquí puede preguntarse: ¿Por qué dice este evangelista: "Como hubiese tomado el vinagre", cuando dice otro: "No quiso beber" (Mt 27,34)? Esto es fácil de resolver, porque no lo recibió para bebérselo, sino para que se cumpliera la Escritura.

San Agustín, ut supra. Y porque no convenía que quedase nada por cumplir antes de su muerte. Sigue: "E inclinada la cabeza, dio su espíritu". Concluidas todas las cosas que debían ejecutarse, esperaba como el que tenía poder para dejar su alma y volver a tomarla.

San Gregorio, Moralium, 11, 3. Aquí se dice espíritu en lugar del alma, porque si el Evangelista hubiera entendido por espíritu otra cosa diferente que el alma, saliendo el espíritu, el alma hubiera quedado.

Crisóstomo, ut supra. No inclinó la cabeza porque expiró, sino que cuando inclinó la cabeza, entonces expiró. Por cuya razón dijo el Evangelista que era el Señor de todas las cosas.

San Agustín, ut supra. ¿Quién hay que pueda dormir cuando quiera, como Jesús murió cuando quiso? ¡Cuán terrible ha de ser su poder cuando juzgue, si tanto se manifiesta cuando muere! Teofilacto. El Señor entregó su espíritu a Dios Padre, dándonos a entender que las almas de los Santos no permanecen en los sepulcros, sino que van a las manos del Padre de todos. Las de los pecadores son llevadas al lugar de las penas, esto es, al infierno.

JUAN 19,31-37


13931 (Jn 19,31)

Y los judíos (porque era Parasceve), a fin de que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado (porque aquél era el grande día del sábado), rogaron a Pilatos que les quebrasen las piernas y que fuesen quitados. Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y al otro que fue crucificado con El. Mas cuando llegaron a Jesús, viéndole ya muerto, no le quebrantaron las piernas, sino que uno de los soldados le abrió el costado con una lanza y salió luego sangre y agua. Y el que lo vio, dio testimonio, y verdadero es el testimonio de él. Y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. Porque estas cosas fueron hechas para que se cumpliera la Escritura: No desmenuzaréis hueso de El. Y también dice otra Escritura: Verán en el que traspasaron. (vv. 31-37)

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84. Como los judíos se tragaban un camello y hacían escrúpulo de un mosquito, después de consumar tan gran atentado discutían solícita y diligentemente lo que sigue: "Los judíos, pues, como era Pascua, a fin de que no permaneciesen los cuerpos en la cruz en el sábado", etc.

Beda. Parasceve (esto es preparación) era llamado el día sexto, porque en aquel día los israelitas preparaban dos comidas, pues era muy grande aquel día de sábado (por la solemnidad de la Pascua) "Rogaron, pues, a Pilato que les rompieran las piernas a los ajusticiados".

San Agustín, in Ioannem, tract., 120. No con el objeto de quitarlos de la cruz, sino más bien para no horrorizar con este espectáculo de un suplicio prolongado en el día de fiesta.

Teofilacto. Así se mandaba en la Ley, que no se pusiera el sol estando un hombre en el suplicio, o porque no quisieran ser tenidos por verdugos y homicidas en día festivo.

Crisóstomo, ut supra. Observa cuán grande es el poder de la verdad, pues ellos mismos cuidan de que se cumpla la profecía. Por lo que sigue: "Vinieron, pues, los soldados y quebrantaron las piernas del primero y del otro crucificado con El; pero cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que un soldado abrió su costado con una lanza".

Teofilacto. Para complacer a los judíos, lancean a Cristo, ultrajando su cuerpo exánime; pero esta injuria se trocó en milagro, porque el manar sangre de un cuerpo muerto es milagro.

San Agustín, ut supra. Con mucha precaución se abstuvo el Evangelista de usar las palabras hirió su costado, o lo rasgó, sino abrió, a fin de que en cierto modo se franqueara la puerta por donde brotaron los sacramentos de la Iglesia, sin los cuales no se entra en la verdadera vida. Y sigue: "Y al instante salió sangre y agua". La sangre fue derramada por la remisión de los pecados, y el agua para suave bebida y purificación. Esto había sido prefigurado por la puerta que a Noé se le mandó abrir en el costado del arca para que entraran los animales que se habían de salvar del diluvio, en los que se simbolizaba la Iglesia. Por esta razón fue hecha la primera mujer del costado de Adán dormido, y este segundo Adán, inclinando la cabeza, durmió en la cruz, para que fuese formada su esposa y saliera de su costado durante su sueño. ¡Oh muerte que a los muertos resucitas! ¿Qué hay más puro que esta sangre? ¿Qué más saludable que esta herida?

Crisóstomo, ut supra. Como de aquí toman origen los sagrados misterios, cuando te acercares al tremendo cáliz, acércate como si fueras a beber del costado de Cristo.

Teofilacto. Avergüéncense los que en el sagrado sacrificio rehusan mezclar el agua con el vino, dando a entender que no creen que del lado de Cristo fluyó agua. Puede haber quien calumniosamente diga que algún resto de vida quedaría en el cuerpo de Cristo, y que por esto brotó sangre, pero el manar agua es una prueba irrefutable contra este argumento. Esta es la razón por qué el Evangelista añadió: "Y el que lo vio dio testimonio".

Crisóstomo, ut supra. Como si dijéramos: No lo oyó a otro, sino que lo vio por sí mismo y es verdadero su testimonio, lo que añadió con razón, contando la injuria hecha a Cristo y dando éste señal admirable para llamar la atención. También lo dijo para que enmudecieran los herejes, y para profetizar futuros misterios que se ocultaban bajo este tesoro.

Sigue: "Y él sabe que dice verdad, para que vosotros creáis".

San Agustín, ut supra. Lo dice quien lo vio, para que crea el que no lo vio. Dos testimonios cita de las Escrituras sobre estos acontecimientos; pues el que había dicho: "No quebraron a Jesús las piernas", añadió: "Esto sucedió para que se cumpliese la Escritura, que dice: No desmenuzaréis ninguno de sus huesos" (Ex 12,46), etc. Este precepto había sido dado en la antigua Ley a aquellos que inmolaban el cordero, que fue la figura de la Pasión del Señor. Uno de los soldados abrió su costado con una lanza, y a esto se refiere el otro testimonio, que dice: "Y otro pasaje de la Escritura dice: ellos dirigieron su mirada al que atravesaron", cuyas palabras contienen la promesa de Cristo que había de ser crucificado en su propia carne.

San Jerónimo. Este testimonio está tomado de Zacarías (Za 12,10)




JUAN 19,38-42

13938 (Jn 19,38)

Después de esto, José de Arimatea (que era discípulo de Jesús, aunque oculto por miedo a los judíos) rogó a Pilatos que le permitiese quitar el cuerpo de Jesús. Y Pilatos se lo permitió. Vino, pues, y quitó el cuerpo de Jesús. Y Nicodemo, el que había ido primeramente de noche a Jesús, vino también, trayendo una confección, como de cien libras, de mirra y de áloe. Y tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con aromas, así como los judíos acostumbran a sepultar. Y en aquel lugar, en donde fue crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que aun no había sido puesto alguno. Allí, pues, por causa de la Parasceve de los judíos, porque estaba cerca el sepulcro, pusieron a Jesús. (vv. 38-42)

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84. Creyendo José que se había calmado el furor de los judíos al ser crucificado Cristo, se acercó confiadamente para procurar su descendimiento de la cruz y su entierro. "Después de esto, José de Arimatea rogó a Pilato", etc.

Beda. Arimatea es la misma Rámatha, pueblo de Helcana y de Samuel. Providencialmente dispuso el cielo que fuera un justo el que mereciese recibir el cuerpo del Señor. Por eso se dice: "Por cuanto era discípulo de Jesús", etc.

Crisóstomo, ut supra. No de los doce, sino de los setenta; pero ¿cómo no se acercó ninguno de los doce? Si alguno alegaba como causa el temor a los judíos, también éste tenía la misma causa, y por eso dice que se ocultaba por temor a los judíos. Pero era muy noble y conocido de Pilato, por lo que consiguió la gracia que sigue: "Y dio permiso Pilato", y él le enterró, no como sentenciado, sino como personaje célebre. Sigue: "Vino, pues, y se llevó el cuerpo de Jesús".

San Agustín, De cons. Evang, 3, 22. En este postrer deber de sepultura se preocupa menos de los judíos que cuando solía guardarse de sus asechanzas para oír al Señor.

Beda. Aplacada generalmente la ira de los judíos, porque se alegraban de haber triunfado de Cristo, pidió su cuerpo, porque en ello no se veía la razón de discípulo, sino la caridad de cumplir con los oficios de sepultura, cosa que los hombres, buenos y malos, suelen hacer. Se le une también Nicodemo, y por eso sigue: "Nicodemo, el que había ido primeramente de noche a Jesús, vino también, trayendo una confección, como de cien libras, de mirra y de áloe"

San Agustín, in Ioannem, tract., 120. La palabra primeramente no se refiere al hecho de haber llevado primero la mixtura de la mirra, pues no debe unirse a trayendo una confección, etc., sino que pertenece al verbo anterior: "el que había ido primeramente de noche a Jesús", lo cual refiere San Juan en los primeros capítulos de su Evangelio. Se entiende que, en aquella oportunidad, vino por primera vez y que después volvió a venir varias veces para hacerse discípulo de Cristo. Los aromas que llevaron son los más a propósito para preservar el mayor tiempo posible el cuerpo de la corrupción. Todavía consideraban a Jesús como simple hombre y, sin embargo, le demostraban tanto amor.

Beda. Es de notar que sería simplemente un ungüento, por no tener permiso para confeccionarlo de diferentes aromas.

Sigue: "Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo vendaron", etc.

San Agustín, ut supra. Sobre esto advierte el Evangelista que debe respetarse la costumbre que en cada nación se observa respecto a la sepultura de los muertos. Era costumbre de aquella nación el embalsamar con varios aromas los cuerpos de los muertos, para conservarlos íntegros el mayor tiempo posible.

San Agustín, De cons. Evang, 3, 23. En esto no está San Juan en oposición con los demás Evangelistas, porque los que no hicieron mención de Nicodemo no afirmaron que el Señor fuese enterrado solamente por José de Arimatea. Aunque otros sólo hicieran mención de él diciendo que fue envuelto por José en una sábana, no quisieron dar a entender que Nicodemo no trajera otra, y resultará cierto lo que dice San Juan, que no fue envuelto en una sábana, sino en sábanas. Acerca del sudario y de las vendas con que todo el cuerpo estaba envuelto (porque todo era de lino), aun cuando hubiera sido una la sábana, pudo decirse con mucha verdad que fue envuelto en linos, porque generalmente así se llama lo que se teje de lino.

Beda. De aquí viene la costumbre de la Iglesia de consagrar el cuerpo de Jesús, no sobre telas de seda bordadas de oro, sino sobre sábana limpia.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84. Como urgía el tiempo (pues Cristo había muerto a la hora de nona y la tarde avanzaba mientras se hicieron las diligencias de obtener el permiso de Pilato y descender a Cristo de la cruz), por eso le colocaron en el sepulcro inmediato. Y así dice: "Había un huerto en el lugar donde fue crucificado, y en el huerto un sepulcro nuevo", lo que sucedió por disposición divina para que, no habiendo enterrado con El ningún otro cadáver, no pudiera suponerse que la resurrección sea de otro que Jesucristo.

San Agustín, in Ioannem, tract., 120. Así como en el seno de la Virgen María no fue concebido otro que Jesús, así en este sepulcro, ni antes ni después, fue enterrado nadie.

Teofilacto. Este sepulcro nuevo es una figura mística de que la sepultura de Jesús es nuestra restauración sobre las ruinas de la muerte y de la corrupción. Observad la gran pobreza con que el Señor fue enterrado, pues el que en su vida no tuvo casa, en su muerte es enterrado en sepulcro ajeno, cubriendo José su desnudez.

Sigue: "Allí, pues, porque era el tiempo de la Parasceve, pusieron a Jesús en aquel sepulcro, que estaba cerca".

San Agustín, ut supra. El Evangelista quiere dar a entender que se aceleró el acto de darle sepultura, a fin de que tuviese lugar antes de anochecer, desde cuyo momento no se habría obtenido permiso por la Parasceve (que los judíos llaman cena sencilla en términos latinos)

Crisóstomo, ut supra. El sepulcro estaba próximo para que los discípulos pudieran acercarse con facilidad y ser testigos de lo que ocurría, y para que también lo fueran hasta los mismos enemigos guardianes del sepulcro, a fin de que se comprobara la falsedad de la suposición de un robo.

Beda. En sentido místico el nombre José se interpreta Aumentado, por el aumento de las buenas obras, cuya práctica se nos aconseja para que merezcamos recibir dignamente el cuerpo del Señor.

Teofilacto. Ahora, pues, considera cuánto mortifica a Cristo el que es avaro con los pobres que padecen hambre. Sé tú, pues, también José y cubre la desnudez de Cristo, no una vez, sino con frecuencia, en el fondo de tu meditación. Cúbrela ungiéndole con la amargura de la mirra y aloe, considerando aquella sentencia que no puede ser más amarga: "Id, malditos, al fuego eterno" (Mt 25,41)


JUAN 20,1-9

14001 (Jn 20,1)

Y el primer día de la semana vino María Magdalena, de mañana, al sepulcro, cuando era oscuro, y vio quitada la losa del sepulcro. Y fue corriendo a Simón Pedro, y al otro discípulo, a quien amaba Jesús, y les dijo: "Han quitado al Señor del sepulcro, y no sabemos en dónde lo han puesto". Salió, pues, Pedro y aquel otro discípulo, y fueron al sepulcro. Y corrían los dos a la par; mas el otro discípulo se adelantó corriendo más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro. Y habiéndose bajado vio los lienzos puestos, mas no entró dentro. Llegó, pues, Simón Pedro, que le venía siguiendo, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos, y el sudario, que había tenido sobre la cabeza, no puesto con los lienzos, sino envuelto en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó. Porque aún no entendían la Escritura, que era menester que El resucitara de entre los muertos. (vv. 1-9)

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84. Como ya había pasado el sábado, durante el cual lo prohibía la Ley, no pudo María Magdalena contenerse, y muy de mañana se fue a buscar consuelo al sepulcro. Por eso dice: "El primer día de la semana, María Magdalena", etc.

San Agustín, De cons. evang. 3, 24. No cabe duda que María Magdalena era la que más fervientemente amaba al Señor de entre todas las mujeres que habían amado al Señor; de modo que no sin razón San Juan haga sólo mención de ella sin nombrar a las otras que con ella fueron, como aseguran los otros Evangelistas.

San Agustín, in Ioannem, tract., 120. El primer día del sábado, es al otro día del sábado, que es el día que los cristianos llaman día del Señor en recuerdo de la resurrección. Este es el día que San Mateo designa con el nombre de "El primero del sábado".

Beda. Es decir, "El día después del sábado", o sea el primer día siguiente al sábado.

Teofilacto. O de otro modo: Los judíos llamaban sábado a todos los días de la semana, y primer sábado al primero de los sábados de la semana. Este día es figura del siglo venidero, en el cual no habrá más que un solo día sin interrupción de ninguna noche, porque Dios es el sol sin ocaso. En este día resucitó el Señor revistiéndose de incorruptibilidad corporal, así como seremos nosotros mismos revestidos de incorrupción en el siglo venidero.

San Agustín, De cons. evang. 3, 24. Lo que dice San Marcos "Muy de mañana, saliendo ya el sol" (Mc 16,12), no está en contradicción con lo que aquí se dice "Como aun fuese de noche y amaneciendo el día", porque los crepúsculos de la noche van desapareciendo a proporción que más avanza la luz. Así debe entenderse lo que dice San Marcos: "Muy de mañana, salido ya el sol", como si se viera ya el sol sobre la tierra. Porque acostumbramos a decir, cuando queremos expresar algún hecho de la madrugada, al levantarse el sol, esto es, un momento antes, es decir, en el momento de elevarse sobre la tierra.

San Gregorio, In Evang. hom. 22. Con razón se dice "Cuando aún era de noche", porque, en efecto, María buscaba en el sepulcro al Creador del universo, que ella amaba, y porque no le encontró le creyó robado; y por consiguiente encontró tinieblas cuando llegó al sepulcro.

Sigue: "Y vio removida la piedra del sepulcro".

San Agustín, ut supra. Ya había, pues, sucedido lo que cuenta San Mateo del terremoto, de la losa separada y del espanto de los guardas.

Crisóstomo, ut supra. El Señor resucita estando cerrado el sepulcro y sellada la losa. Pero como convenía que otros se cercioraran, fue abierto el sepulcro después de su resurrección, y así se cree que sucedió, y fue lo que alarmó a María que, viendo quitada la piedra, no entró, ni miró, sino que aceleradamente, a impulsos de su mucho amor, corrió a anunciarlo a los discípulos. Ella no sabía nada en claro respecto a la resurrección, sino que creía que había sido trasladado el cuerpo.

Glosa. Y por eso corrió a anunciarlo a los discípulos, para que juntos buscaran o se lamentaran; y por esto dice: "Corrió, pues, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo", etc.

San Agustín, in Ioannem, tract., 120. Así se suele nombrar al que amaba Jesús, quien también a todos amaba, pero sobre todos a éste con más familiaridad.

Sigue: "Y les dijo: Quitaron al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto".

San Gregorio, Moralium, 3, 9. Hablando así, se expresa el todo por la parte, porque había venido buscando el cuerpo del Señor, y se lamentaba como si todo El hubiera sido robado.


San Agustín, ut supra. En algunos códices griegos se lee: "Quitaron a mi Señor", lo que demuestra un amor vehemente como de afecto de familia. Pero esto no lo encontramos en muchos códices que tenemos a la vista.

Crisóstomo, ut supra. El Evangelista, sin embargo, no privó a la mujer de esta gloria, ni creyó indecoroso que supieran por ella la primera noticia. Por su palabra van ellos con mucha solicitud a reconocer el sepulcro.

San Gregorio, In Evang. hom. 22. Aquellos, que amaron más que los otros, corrieron más; a saber, Pedro y Juan. Por eso sigue: "Salió, pues, Pedro y el otro discípulo", etc.

Teofilacto. Pero si me preguntas cómo estando los guardas pudieron acercarse al monumento, la pregunta es infundada, porque después que el Señor resucitó y compareció el ángel en el sepulcro en medio del terremoto, se retiraron los guardas para anunciarlo a los fariseos.

San Agustín, ut supra. Después de haber dicho "que ellos fueron al sepulcro", retrocedió para contar cómo fueron, y dice: "Corrían, pues, los dos a un tiempo", y el otro discípulo corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro, con lo que da a entender que era él el que llegó primero, pero que lo cuenta todo como de otro.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84. Llegando, pues, reconoció los lienzos; por eso dice: "Y habiéndose inclinado vio puestos los lienzos". El no averigua nada más, sino que desiste; y esto es lo que sigue: "Mas no entró". Pero Pedro, entrando resueltamente, lo examina todo con la mayor escrupulosidad, y ve más. Por eso sigue: "Vino, pues, Simón Pedro, y entró en el sepulcro y vio los lienzos y el sudario que había sido puesto en su cabeza, pero no junto con los lienzos, sino envuelto separadamente en otro lugar". Esto era prueba de resurrección, porque si alguno lo hubiera trasladado no hubiera desnudado su cuerpo. Ni si lo hubieran robado, los ladrones no hubiesen cuidado de quitarle y envolver el sudario poniéndolo en un sitio diferente del de los lienzos, sino que hubieran tomado el cuerpo como se encontraba. Ya había dicho San Juan que al sepultarle lo habían ungido con mirra, la cual pega los lienzos al cuerpo. Y no creas a los que dicen que fue robado, pues no sería tan insensato el ladrón que se ocupara tanto en algo tan inútil.

Después de Pedro entró Juan. Y sigue: "Entonces entró también el otro discípulo", etc.

San Agustín, in Ioannem, tract., 122. Algunos creen que Juan creía ya en la resurrección, pero no lo indica así lo que sigue: Vio vacío el sepulcro y creyó lo que la mujer había dicho. Pues sigue: "Aún no sabían la Escritura", etc. No creyó, pues, que hubiese resucitado, cuando no sabía que había de resucitar, no obstante que lo oía decir al mismo Señor clarísimamente; pero por la costumbre de oírle hablar en parábolas no lo entendieron, y creyeron que quería decir otra cosa.

San Gregorio, In Evang. hom. 22. Esta descripción tan detallada del Evangelista no carece de misterio. San Juan, el más joven de los dos, representa la sinagoga judía, y Pedro, el más anciano, la Iglesia universal. Aunque la sinagoga de los judíos precedió en el culto divino a la Iglesia de los gentiles, sin embargo, fue superada en número por la multitud de los gentiles. Corrieron ambas juntamente, porque desde su nacimiento hasta su ocaso, aunque en distinto sentido, corren juntas. La sinagoga llegó primero al monumento, pero no entró, porque aunque entendió los mandatos de la Ley sobre las profecías de la Encarnación y Pasión y muerte del Señor, no quiso creer. Llegó después Simón Pedro y entró en el sepulcro, porque la Iglesia de las naciones, que siguió la última, creyó a Cristo muerto en su humanidad y vivo en su divinidad. El sudario, pues, de la cabeza del Señor, no fue encontrado con los lienzos, porque Dios es la cabeza de Cristo, y los misterios de su divinidad son incomprensibles a la flaqueza de nuestra inteligencia y superiores a las facultades de la naturaleza humana. Se ha dicho que el sudario se ha encontrado, no sólo separado, sino envuelto, porque el lienzo que sirve de envoltura a la cabeza divina, demuestra su grandeza en que no tiene principio ni fin. Esta es, pues, la razón por qué se encontró solo en otro lugar, porque Dios no se encuentra entre las almas que están divididas, y sólo merecen recibir su gracia las que no viven separadas por el escándalo de las sectas. Pero como el lienzo que cubre la cabeza de los operarios sirve para enjugar el sudor, puede entenderse con el nombre de sudario la obra de Dios, que aunque permanece tranquilo e inmutable en sí mismo, manifiesta que sufre y trabaja en la dura perversidad de los hombres. El sudario que había estado sobre su cabeza y encontrado aparte, demuestra que la Pasión de nuestro Redentor es muy diversa de la nuestra, porque El la padeció sin culpa, y nosotros por nuestros pecados; El se ofreció a ella voluntariamente, y nosotros la sufrimos contra nuestra voluntad. Después que entró Pedro entró Juan, porque al fin del mundo Judea entrará también en la fe del Salvador.

Teofilacto. O de otro modo: Admira en Pedro la prontitud de la vida activa, y en Juan la contemplación humilde y práctica de las cosas divinas. Con frecuencia los contemplativos llegan por la humildad al conocimiento de las cosas divinas; pero los activos, guiados por su fervorosa asiduidad, llegan primero a la plenitud de este conocimiento.


Catena aurea ES 13925