Catena aurea ES 12435

JUAN 4,35-38


12435 (Jn 4,35)

"¿No decís vosotros, que aun hay cuatro meses hasta la siega? Pues yo os digo: Alzad vuestros ojos, y mirad los campos, que están ya blancos para segarse. Y el que siega, recibe jornal y allega fruto para la vida eterna: para que se gocen a una el que siembra y el que siega. Porque en esto el refrán es verdadero, que uno es el que siembra y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis: otros lo labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores". (vv. 35-38)

Crisóstomo, In Ioannem hom., 33. Se conoce perfectamente cuál es la voluntad del Padre por lo que dice después: "¿No decís vosotros que aun hay cuatro meses hasta la siega?" Teofilacto. Esto es, la siega material; pues yo os digo que la siega que debe entenderse ya está a la vista; esto lo decía por los samaritanos, que ya venían. Por esto añade: "Alzad vuestros ojos, y mirad los campos, que están ya blancos para segarse".

Crisóstomo, ut supra. Otra vez vuelve a levantarlos al conocimiento de cosas grandes por medio de palabras conocidas. La región y la siega representan aquí a la multitud de almas que estaban preparadas para recibir la predicación. Les dice "los ojos", refiriéndose no sólo a los de la inteligencia, sino también a los del cuerpo. En cuanto a los demás, veían aquella multitud de samaritanos que se acercaba. Llama muy oportunamente regiones blanqueadas a estas predisposiciones de los hombres; y así como las espigas, cuando ya están blancas, están dispuestas para la siega, así éstos estaban preparados para la salvación. Pero ¿por qué no dice claramente que los hombres están preparados para recibir la divina palabra? Por dos motivos o razones: lo uno para que su predicación se comprenda mejor y lleve con más facilidad al conocimiento de lo que dice por medio de lo que se ve; y lo otro, para que su narración sea más dulce y dure más en la memoria de aquellos con quienes habla.

San Agustín, In Ioannem tract., 15. Deseaba emprender la obra y se apresuraba a mandar operarios. Por esto añade: "Y el que siega recibe jornal, y allega fruto para la vida eterna, para que se gocen a una el que siembra y el que siega".

Crisóstomo, ut supra. Por medio de lo que dice aquí distingue las cosas terrenas de las del cielo. Y así como antes había dicho respecto del agua, que el que beba de su agua no tendrá sed, así dice ahora: "El que siega allega fruto para la vida eterna", y después: "El que siembra se alegra con el que siega". Los profetas son los que siembran; pero no segaron ellos, sino los apóstoles. Y como dirá después que uno es el que siembra y otro es el que siega, no lo dice porque los profetas que sembraron se queden sin recompensa, porque entonces se entendería una cosa extraña y ajena de las cosas sensibles; mas respecto de éstas, si sucede que uno es el que siembra y otro es el que siega, no se alegran los dos a la vez, porque entonces se quejan los que siembran de que trabajan para otros, y se alegran únicamente los que siegan. Pero aquí no sucede esto, porque aunque no son unos mismos los que siegan y los que siembran, se alegran juntamente con los que siegan, puesto que perciben la misma recompensa.

San Agustín, ut supra. Es verdad que los apóstoles y los profetas trabajaron en diferente tiempo, pero participan de un mismo gozo, porque han de recibir juntos la misma recompensa, que es la vida eterna.

Crisóstomo, ut supra. Respecto de lo que había dicho, adujo un proverbio general. Por esto añade: "En esto el refrán es verdadero: que uno es el que siembra y otro es el que siega". Esto se decía vulgarmente cuando unos trabajaban y otros cogían el fruto. Pero aquí esta palabra está llena de verdad, porque los profetas trabajaron, pero vosotros cogéis el fruto de los trabajos de aquéllos. Por esto añade: "Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis".

San Agustín, ut supra. ¿Qué es esto? Envía segadores y no sembradores. ¿Y a dónde envía esos segadores? A donde ya habían predicado los profetas. Leed sus trabajos, en todos ellos encontraréis profecías respecto de Jesucristo. Luego ya estaba preparada la siega en Judea, cuando tantos miles de hombres ofrecían el valor de sus propiedades, y poniéndolo a los pies de los apóstoles, seguían a Jesucristo, dejando caer de sus hombros los sacos de los cuidados del mundo. De esta mies fueron diseminados algunos granos y sembraron todo el orbe y brotó otra mies que había de segarse al fin de los siglos (Ac 4), y a cuya siega no serán enviados los apóstoles, sino los ángeles. Los segadores, dice, son los ángeles (Mt 13,39)

Crisóstomo, ut supra. Dice, pues: "Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis". Como diciendo: "donde hay menor trabajo, allí hay mayor complacencia; y yo os he reservado para esto". Y lo que era más difícil lo hicieron los profetas, como fue el hacer la siembra. Por esto añade: "Otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores". Por medio de todo esto, quiere manifestar que los profetas desearon que los hombres se acercasen a Dios, y esto era lo que ordenaba la Ley. Además, aquéllos sembraron para que brotase este fruto. Manifiesta, pues, que El los envió, y que hay grande unión entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Orígenes.Por esto viene bien lo que dice: "Alzad vuestros ojos", etc., lo que decía en sentido alegórico, y Cuando dice: "¿No decís vosotros que aún hay cuatro meses hasta la siega?", ¿acaso esto no lo decía en sentido alegórico? Creemos, por lo tanto, que esto se refiere a lo que dicen los discípulos, que quedan cuatro meses para que llegue la siega, significa algo así. Pues muchos de los discípulos del Verbo, esto es, del Hijo de Dios, advirtiendo que aquella verdad era incomprensible a la naturaleza humana, cuando dedujeron que había otra vida distinta de la presente que está sujeta a decepción, porque tenía como sometidos los cuatro elementos, representados en los cuatro meses y creían que únicamente después de esta vida podría conocerse la verdad. Dicen, pues, los discípulos, respecto de las mieses, que son como el término de las operaciones que conducen al conocimiento de la verdad, porque habrían de concluir después de estos cuatro meses. Refutando esta opinión como nada sana, dijo el Verbo Encarnado a aquellos que opinaban de este modo: "¿No decís vosotros que aun hay cuatro meses hasta la siega? Pues yo os digo, alzad vuestros ojos". En muchos lugares de la Sagrada Escritura se lee lo mismo, mandándonos la palabra divina levantar y elevar nuestras consideraciones y los pensamientos adheridos a la tierra, pero manifestándonos que no podemos levantarnos sin la ayuda de Jesús. Porque ninguno que vive esclavo de sus pasiones y obra según la carne puede cumplir con este precepto; por lo que, quien así vive, no verá si los campos ya están blancos para la siega. Los campos blanquean, en verdad, para la siega, cuando el Verbo de Dios esclarece las regiones de las Sagradas Escrituras y cuando viene Jesús las hace ricas y fecundas con su venida. Y también todas las cosas que son sensibles están como los campos blancos, preparados para la siega, encontrándose dispuestos para que los vean todos aquellos que levantan sus ojos por medio de la inteligencia, la que se fija en todo lo que existe para poder observar en todas partes el brillo de la verdad. Además dice que el que siega estas mieses recibe dos premios: uno cuando recibe su recompensa, por esto dice: "Y el que siega, recibe el premio", lo cual creo que se ha dicho haciendo relación a las futuras recompensas; y el otro, lo que sigue: "Y allega fruto para la vida eterna", denota cierto hábito bueno de su inteligencia, que es el fruto que nace de su propio esfuerzo. Y yo creo que siembra en toda doctrina el que establece sus principios; los que son aceptados por otros y bien recibidos uniendo a ellos lo nuevo que hayan podido inventar, sirven para lo venidero por medio de su invención, para que sieguen y reúnan los frutos cuando ya están maduros. ¿Y cuánto más debe entenderse esto respecto de la que es arte de las artes? Porque si Moisés y los profetas son los que siembran, anunciando la venida de Jesucristo, los que siegan son los Apóstoles, que le recibieron y vieron su gloria. Por lo tanto la semilla era el conocimiento por medio de la revelación del misterio escondido en tiempos pasados y ofuscado por el silencio. Mas las regiones, esto es, las escrituras legales y proféticas, todavía no habían brillado para aquéllos que aún no eran dignos de ver la venida del divino Verbo. Respecto de que se gocen a una el que siembra y el que siega, lo decía porque se realizará, cuando desaparezcan la tristeza y la angustia en la otra vida. Mas cuando Jesús se transfiguró en su gloria, a la vez que los segadores Pedro, Santiago y Juan, los sembradores Moisés y Elías se alegraban juntamente cuando vieron la gloria del Hijo de Dios. Observa, sin embargo, si esto que yo digo puede entenderse de otro modo, por la diversa manera en que viven los hombres que están justificados. Para que así pueda decirse que uno es el que obedece a la Ley y otro el que obedece al Evangelio. Y, sin embargo, se alegran a la vez, porque tienden a un mismo fin, que es el mismo Dios, por medio del mismo Cristo y en el mismo Espíritu Santo. Los apóstoles vinieron después de los trabajos de los profetas y de Moisés, porque Jesús les enseñó a segar y a recoger el entendimiento en el granero de su alma, depositado en los escritos de aquéllos, y siempre sucede que los que reciben con buena intención las primitivas enseñanzas, perfeccionan aquellos trabajos, en cuyo caso, no trabajan únicamente los que sembraron.

JUAN 4,39-42


12439 (Jn 4,39)

Y creyeron en El muchos samaritanos de aquella ciudad, por la palabra de la mujer, que atestiguaba, diciendo: "Que me ha dicho todo cuanto he hecho". Mas como viniesen a El los samaritanos, le rogaron que se quedase allí. Y se detuvo allí dos días. Y creyeron en El muchos más por la predicación de El. Y decían a la mujer: "Ya no creemos por tu dicho, porque nosotros mismos lo hemos oído, y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo". (vv. 39-42)

Orígenes, In Ioannem tom., 17. Después que se les dijo a los discípulos cuanto llevamos dicho, cita lo que dice la Sagrada Escritura, respecto de aquellos que venían de la ciudad a Jesús y que habían creído por lo que la mujer había dicho.

Crisóstomo, In Ioannem hom., 33. Así como en la siega se reúnen los frutos con facilidad y así como en un momento se llena la era de haces, así sucede ahora. Por esto dice: "Y creyeron en El muchos samaritanos de aquella ciudad", etc. Creían, pues, que aquella mujer no le hubiese admirado por un puro capricho, cuando se le habían manifestado los delitos que había cometido, si no fuese grande y excelente aquél que era predicado por ella.

Crisóstomo, In Ioannem hom., 34. Así pues, creyendo únicamente por sólo el testimonio de la mujer, aun cuando no vieron ningún prodigio, salieron rogando a Jesucristo que permaneciese entre ellos. Y esto es lo que dice a continuación: "Mas como viniesen a El los samaritanos, le rogaron que se quedara allí". Mas los judíos, que habían visto sus milagros, no le invitaron a quedarse sino que hicieron lo posible por obligarle a salir de su propio territorio. No hay cosa peor que el odio y la envidia, ni hay cosa más importuna que la vanagloria, porque desvirtúa todas las buenas obras. Y en verdad que los samaritanos querían detener siempre consigo al Redentor, pero El no lo consintió, sino que se quedó con ellos sólo por dos días. Y esto es lo que añade: "Y se detuvo allí dos días".

Orígenes, ut supra. No estará fuera de razón si alguno arguye: ¿cómo el Salvador permanece con los samaritanos cuando había mandado que no se entrase en su ciudad? (Mt 10) Y El entró con sus discípulos a la vista de todos. A esto debe decirse que el caminar por la senda de los gentiles es dejarse imbuir en sus dogmas y vivir en ellos; y así, entrar en la ciudad de los samaritanos equivalía a aceptar la falsa religión de los que habían recibido los libros de la Ley, las profecías y los sermones evangélicos y apostólicos. Mas al dejar ellos su falsa doctrina y volverse a Jesús, era entonces lícito habitar con ellos.

Crisóstomo, In Ioannem hom., 34. Y los judíos, en verdad, a pesar de los milagros que veían, no se enmendaban. Mas éstos demostraron gran fe respecto del Salvador, aun sin milagros; únicamente habían oído. Por esto sigue: "Y creyeron en El muchos más por la predicación de El". ¿Y por qué los evangelistas no citan estos discursos? Para que veamos cómo pasaron en silencio muchas cosas grandes. Mas por el fin conseguido lo manifestaron todo, dado que persuadió a toda la ciudad por medio de lo que dijo. Cuando los que oyen no se convencen, entonces los evangelistas se ven obligados a decir todo lo que se ha dicho sobre aquel particular, para que nadie atribuya a defecto del que predica lo que sólo es falta de atención en los que oyen. Ellos mismos, cuando llegaron a ser reconocidos como discípulos de Jesucristo, abandonaron a su maestra. Por esto sigue: "Y decían a la mujer: ya no creemos por tu dicho, porque nosotros mismos le hemos oído, y sabemos que éste es, en efecto, el Salvador del mundo". Véase cómo entendieron en seguida que había venido a libertar a todo el mundo y que viniendo para procurar la salvación de todos, no debía circunscribir su providencia a sólo los judíos, sino extender por todas partes su celestial doctrina. Y cuando dijeron que era el Salvador del mundo, manifestaron que el mundo estaba perdido, porque en él había muchos males. También habían venido a salvarle los profetas y los ángeles, pero Este es el verdadero Salvador, que da la salvación, no sólo temporal, sino también eterna. Ved aquí por qué, al oír a aquella mujer que decía con tono de duda: "¿será éste acaso el Cristo?", no dijeron ellos: "Porque nosotros así lo sospechamos", sino: "Porque lo sabemos". Y no sencillamente, sino que dijeron: "real y verdaderamente es el Salvador del mundo", no se creyese que le reconocían como a uno de muchos cristos. Cuando con sólo oír sus palabras tales cosas confesaron, ¿qué hubiesen dicho si hubieran visto sus muchos y grandes milagros?

Orígenes, ut supra. Por otra parte, si recordamos las cosas ya dichas, no será difícil conjeturar el porqué, al oír la palabra nueva de Jesús, abandonan las otras doctrinas y dejan la ciudad de los falsos dogmas, al salir de la cual obran de un modo muy conveniente a su salvación. Opino que anduvo muy acertado Juan al no decir: "le rogaban los samaritanos que solamente entrase en la ciudad", sino que también: "permaneciese allí". Puesto que Jesús permanece al lado de los que le suplican y principalmente siempre que los que suplican lo hagan saliendo de la ciudad para acercarse a El.

San Agustín, In Ioannem tract., 15. Permanece entre ellos dos días, esto es, les enseña los dos preceptos de la caridad.

Orígenes, ut supra. Tampoco eran acreedores a que les concediese un tercer día, pues no estaban ansiosos de ver algún milagro, como aquellos que habían estado con Jesús en el mismo convite en Caná de Galilea después del tercer día. La palabra de la mujer fue para muchos el principio de la creencia. Porque la iluminación que se verifica en el entendimiento por la Palabra divina, cuando ella habla, no es la misma que cuando se recibe por referencias.

San Agustín, ut supra. Así pues, conocieron a Cristo, primero por su fama, después por la presencia. Como actualmente sucede con aquéllos que son extranjeros y aún no son cristianos, a quienes se anuncia Jesucristo por medio de cristianos amigos, como sucedió que fué anunciado por aquella mujer, esto es, por la Iglesia, que es la que anuncia, para que vengan a Jesucristo y crean por medio de esta mujer. Pero creen en El muchos más y con más firmeza, porque en realidad es el Salvador del mundo.

Orígenes, ut supra. Es imposible, por lo tanto, que experimente la misma impresión el que ve la cosa por medio del entendimiento, que el que es instruido por medio de otro que ha visto. Más vale vivir guiado por la esperanza que por la fe1. Por lo tanto, éstos no sólo creen por el testimonio de un hombre, sino también por la misma verdad.

JUAN 4,43-45


12443 (Jn 4,43)

Y dos días después salió de allí, y se fue a la Galilea. Porque el mismo Jesús dio testimonio, que un profeta no es honrado en su patria. Y cuando vino a la Galilea le recibieron los Galileos, porque habían visto todas las cosas que había hecho el día de la fiesta en Jerusalén, pues ellos también habían asistido a la fiesta. (vv. 43-45)

Alcuino. Después de dos días que estuvo en Samaria, se marchó a Galilea, en donde se había criado. Por esto dice: "Y dos días después", etc.

San Agustín, In Ioannem tract., 16. Mas llama la atención por qué dice el Evangelista enseguida: "Que el mismo Jesús dio testimonio, que un profeta no es honrado en su patria". Mejor hubiera podido decir que el profeta no tiene honra en su patria, si hubiera dejado de ir a Galilea y permaneciendo en Samaria. Yo creo esto: que en Samaria estuvo dos días, y los samaritanos creyeron en El. Estuvo tantos días en Galilea, pero los galileos no creyeron en El. Por esta razón dijo "que un profeta no es honrado en su patria".

Crisóstomo, In Ioannem hom., 34. Se añadió esto porque se marchó, no a Cafarnaúm, sino a Galilea y a Caná, como se dirá después. Y yo creo que en este lugar llamaba patria suya a Cafarnaúm. Porque como no recibió allí honor alguno, dijo por medio de San Mateo: "Y tú, Cafarnaúm, que has sido levantada hasta el cielo, bajarás hasta el infierno" (Mt 11,23) Pero ahora llama patria suya a aquélla en que se convierte mayor número.

Teofilacto. El Señor salió de Samaria y vino a Galilea. Para que no hubiese quien dudase y preguntase por qué causa no había estado siempre en Galilea, dice que porque no había recibido allí honor alguno, lo cual atestigua el mismo Salvador cuando dice: "Que ningún profeta es honrado en su patria".

Orígenes, In Ioannem tom., 17. Debemos examinar el sentido de estas palabras. Es verdad que la patria de los profetas era Judea. Y es bien sabido que nunca fueron honrados por los judíos, en virtud de lo que dice el Señor por medio de San Mateo: "¿A cuál de los profetas no han perseguido vuestros padres?" (Mt 23,31) Es admirable también la verdad de estas palabras, porque se referían no sólo a los profetas santos, menospreciados por los suyos y al mismo Señor nuestro; sino que se extendía también a otros que habían seguido ciertas doctrinas filosóficas, que habían sido despreciados por sus conciudadanos y conducidos a la muerte.

Crisóstomo, ut supra. ¿Cómo es eso? ¿No vemos también a muchos que llegan a ser admirados por los suyos? Así sucede en verdad; pero no debemos hacer extensivo a muchos lo que sucede rara vez. Porque aun cuando algunos sean honrados en su propio país, lo son mucho más en país extraño. La costumbre suele hacer a los hombres despreciables. Cuando Jesús vino a Galilea, los galileos le recibieron. Por esto sigue: "Mas cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron". Y aquellos que se llamaban malos se les ve que salen a recibir en primer término al Salvador. Mas se dice, respecto de los galileos: "pregunta, y verás que ningún profeta ha salido de Galilea" (Jn 17,53) Mas le vituperaron porque había estado entre los samaritanos y le dijeron: "Samaritano eres tú, y tienes el demonio" (Jn 8,48) Pero los samaritanos y los galileos creen, para confusión de los judíos. Los galileos eran mejores que los samaritanos, porque los primeros creyeron por los milagros que Jesús hacía, mas los segundos sólo creyeron por las palabras de la mujer. Por esto sigue: "Porque habían visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén en el día de la fiesta".

Orígenes, ut supra. Como Jesús arrojó del templo a los que vendían ovejas y bueyes, le guardaron tanta consideración que los galileos le recibieron por este motivo, respetando y adorando su majestad. Y la verdad que no aparecía menor su poder en esta ocasión que cuando daba vista a los ciegos y oído a los sordos. Pero yo creo que no hizo entonces esto solamente, sino que hizo otros milagros.

Beda. Y de dónde tomaron ocasión para ver todo aquello, lo manifiesta cuando dice: "Pues ellos también habían asistido a la fiesta". En sentido espiritual puede decirse que, una vez confirmados los gentiles en la fe por medio de los dos preceptos de la caridad, Jesucristo volverá a su patria, cerca del fin del mundo, esto es, a los judíos.

Orígenes, In Ioannem tom., 14. Conviene, por tanto, que Galilea (esto es, "la que emigra") acuda a las fiestas de Jerusalén, adonde se encuentra el templo del Señor, y que vea allí todos los milagros que hace Jesucristo. Pues ésta es la razón por la que los galileos reciben al Hijo de Dios cuando viene hacia ellos. De otro modo no lo hubiesen recibido, o El no hubiese venido cuando ellos preparaban su recepción.

JUAN 4,46-54


12446 (Jn 4,46)

Vino, pues, otra vez a Caná de Galilea, en donde había hecho el agua vino. Y había en Cafarnaúm un señor de la corte, cuyo hijo estaba enfermo. Este, habiendo oído que Jesús venía de la Judea a la Galilea, fue a El y le rogaba que descendiese y sanase a su hijo, porque se estaba muriendo. Y Jesús le dijo: "Si no viéreis milagros y prodigios, no creéis". El de la corte le dijo: "Señor, ven antes que muera mi hijo". Jesús le dijo: "Ve, que tu hijo vive". Creyó el hombre a la palabra que le dijo Jesús, y se fue. Y cuando se volvía, salieron a él sus criados y le dieron nuevas, diciendo que su hijo vivía. Y les preguntó la hora en que había comenzado a mejorar, y le dijeron: "Ayer a las siete le dejó la fiebre". Y entendió entonces el padre que era la misma hora en que Jesús le dijo "Tu hijo vive", y creyó él y toda su casa. Este segundo milagro hizo Jesús otra vez, cuando vino de la Judea a la Galilea. (vv. 46-54)

Crisóstomo, In Ioannem hom., 34. En primer lugar, el Señor (como ya se ha dicho antes) había venido a Caná de Galilea llamado a unas bodas. Ahora va a esta ciudad por su propia voluntad, y dejando su patria, a fin de atraerlos más a la fe. Para que la fe, que ya había penetrado en ellos desde su primer milagro, se hiciese más fuerte con su presencia.

San Agustín, In Ioannem tract., 16. Allí, pues, creyeron en El sus discípulos cuando convirtió el agua en vino. Y estando la casa llena de invitados, y siendo el milagro tan grande, no creyeron en El sino los discípulos. Por esta causa retorna a aquella ciudad, a saber: para que ahora crean los que no creyeron por las razones primeras.

Teofilacto. Nos recuerda el evangelista el milagro realizado en Caná de Galilea, del agua convertida en vino, para dar más fuerza a la predicación de Cristo. Porque los galileos recibieron a Jesús, no sólo por los milagros hechos en Jerusalén, sino también por los llevados a cabo entre ellos, aduciendo al mismo tiempo la razón de que en El hubiese creído, sin conocer la dignidad de que Jesús estaba revestido, un cortesano. De donde prosigue: "Y había allí un cortesano cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm".

Orígenes, ut supra. Pensará acaso alguno que ese cortesano era uno de los generales de Herodes, o alguno de los de la familia del César que ejerciera por aquel tiempo un cargo en Judea; porque no se dice que fuera judío.

Crisóstomo. Llámase "cortesano", o porque fuese de familia real, o porque tuviese dignidad de príncipe, por lo que recibía tal denominación. Por ello creen algunos que éste fue el mismo centurión que se cita en San Mateo. Pero se manifiesta por otra parte que era distinto de aquel otro. Porque aquel otro, cuando Jesús quería ir a su casa, le ruega que no se moleste; pero éste no le ofrecía nada, y lo llevaba hacia su casa. Mas aquél salió al encuentro de Jesús bajando de un monte, y entró en Cafarnaúm; y éste se unió con Jesús cuando venía a Caná. El hijo de aquél estaba paralítico, mas el hijo de éste padecía fiebre. Acerca de este cortesano se dice: "Este, habiendo oído que Jesús venía de la Judea a la Galilea, fue a El y le rogaba", etc.

San Agustín, ut supra. El que rogaba, ¿aún no creía? ¿Qué esperas oír de mí? Pregunta al Salvador qué opinaba de él. Por esto sigue: "Y Jesús le dijo: si no viereis milagros y prodigios, no creéis". Reprende a aquel hombre como perezoso y frío en la fe, o de que no tenía fe alguna pero deseando probarle quién era Cristo, cuál era y cuánto podía, lo tienta por medio de la salud de su hijo. Se llamó prodigio como cosa dicha de lejos, porque "que se dice de lejos" significa la cosa con prioridad, y se extiende a lo futuro.

San Agustín, De cons. evang, 4, 10. Tanto desea el Señor ensalzar el alma del que cree sobre todas las cosas mudables, que no quiere que los fieles duden acerca de aquellos milagros que se hacen por el divino poder, en la mutabilidad de los cuerpos.

San Gregorio, In Evang. hom., 28. Pero acordaos también de lo que pide, y conoceréis claramente que dudó acerca de la fe. Porque pidió que bajase a sanar a su hijo. Por esto sigue: "Le dice el Cortesano: Señor, ven antes que muera mi hijo". Por lo tanto, no había creído en El, porque no creyó que podría darle la salud si no estaba presente de una manera material.

Crisóstomo, ut supra. Véase cómo aun trae a Jesucristo de una manera física, como si no pudiese resucitar a su hijo después de muerto. Mas que viniese aun cuando no creía y le rogase, nada tiene de particular, porque los padres acostumbran, efecto de su gran cariño, no sólo a hablar a los médicos en quienes confían, sino también en quienes desconfían, no queriendo callar nada de cuanto pueda contribuir a la salud de sus hijos. Pero si hubiese creído realmente en el poder de Jesucristo, no hubiese dejado de ir a Judea.

San Gregorio, ut supra. Pero como el Señor es rogado para que vaya, nos indica que no asiente a la invitación, y con sólo mandarlo, le devuelve la salud El que creó todas las cosas por su propia voluntad. Por esto sigue: "Y Jesús le dijo: ve, que tu hijo vive". Aquí se reprende nuestra soberbia; porque en tanto precio tenemos los honores y las riquezas los que cuidamos poco de nuestra verdadera naturaleza (en virtud de la cual hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios) Mas nuestro Redentor, para manifestar que las cosas más apreciables entre los hombres son despreciadas por los santos, no quiso ir a casa del hijo del Cortesano, siendo así que estaba dispuesto a ir a casa del siervo del centurión.

Crisóstomo, ut supra. Porque allí estaba la fe bien asegurada y, por lo tanto, ofreció ir para que conozcamos la piedad de aquel hombre; mas éste aun era imperfecto y, por lo tanto, aún no conocía claramente que podría curarle estando lejos; pero como Jesús no fue, añade esto. Prosigue: "Creyó el hombre a la palabra que le dijo Jesús y se fue". Sin embargo, no se iba muy contento ni tranquilo.

Orígenes, In Ioannem tom., 14. Se manifestó desde luego su alta posición y su cargo, porque salieron los criados a encontrarle. Por esto sigue: "Y cuando se volvía, salieron a él sus criados", etc.

Crisóstomo, ut supra. Los que le salieron al encuentro no vinieron sólo para anunciarle, sino porque creyeron que ya era inútil la presencia de Jesucristo, quien esperaban que vendría. Y que el cortesano no había creído perfectamente ni de buena fe, se conoce de un modo terminante por lo que sigue: "Y les preguntó la hora en que había comenzado a mejorar". Por lo tanto, quería saber si esta mejoría se debía a la casualidad o al precepto de Jesucristo. Sigue: "Y le dijeron: ayer, a las siete, le dejó la fiebre"1. Véase aquí cómo se demuestra el milagro, porque no de una manera sencilla, ni como sucede con el que se libra del peligro, sino que de repente y a un mismo tiempo. Para que se vea que lo sucedido no era efecto de la naturaleza, sino del poder de Jesucristo. Por esto sigue: "Conoció, pues, el padre, que era la misma hora en que Jesús le dijo: Tu hijo vive, y creyó él y toda su casa".

San Agustín, In Ioannem tract., 16. Por tanto, si creyó porque se le dijo que su hijo había sido curado y comparó la hora de los que se lo decían con la del que se lo vaticinaba, cuando rogaba, no creía.

Beda. En esto se da a conocer que hay grados en la fe como en las demás virtudes, en las cuales hay principio, desarrollo y perfección. El principio de la fe de éste estuvo cuando pidió la salud de su hijo; su incremento, cuando creyó en la palabra del Salvador, que le dijo: "Tu hijo vive"; y obtuvo la perfección cuando se lo anunciaron sus criados.

San Agustín, ut supra. Con la sola palabra creyeron muchos samaritanos, mas con aquel milagro sólo creyó la casa donde tuvo lugar. Después añade el Evangelista: "Este segundo milagro hizo Jesús otra vez cuando vino de la Judea a la Galilea".

Crisóstomo, In Ioannem hom., 35. Y no añadió esto sin falta de misterio, sino dando a entender que, habiendo hecho este segundo milagro, todavía no habían llegado los judíos a la altura de los samaritanos, que no habían visto ninguna señal.

Orígenes, In Ioannem tom., 18. Esta frase encierra una anfibología2, porque en primer término manifiesta que, cuando Jesús venía de Judea a Galilea hizo dos milagros, de los cuales el segundo fue el del hijo del cortesano. Y por otra parte, existiendo dos milagros que Jesús hizo en Galilea, hizo el segundo viniendo de Judea a Galilea, y éste es el verdadero sentido.

En sentido místico puede decirse como Jesús vino a Galilea dos veces, manifestando en ello las dos venidas del Salvador al mundo: la primera, llena de misericordia, como sucedió con el milagro del vino, para alegrar a los convidados; y la segunda, resucitando al hijo del cortesano, que ya estaba casi muerto, o lo que es lo mismo, al pueblo judío, el cual, después que hayan entrado todos los gentiles, vendrá a salvarse cuando el mundo esté próximo a su fin. Grande es el Rey de los reyes, que ha sido constituido por Dios en la cumbre de su monte santo de Sión (Ps 2) Y los que vieron el día de Este y se alegraron son reconocidos como los de la corte (Jn 8) Y nosotros creemos que el cortesano representaba a Abraham; que su hijo enfermo era la imagen del pueblo de Israel, debilitado respecto del culto divino, pero que se calentó tanto, quemadas las espigas de su enemigo, y que, por ello, se cree que empezó a enfervorizarse. Y también aparece que, estando los santos por delante después que dejaron el vestido de la carne, salvaron a su pueblo. Por esto se lee en el libro de los Macabeos, después de la muerte de Jeremías: "Este es Jeremías, el profeta de Dios, que ruega mucho por el pueblo" (Mac 15,14) Luego, Abraham ruega que el pueblo enfermo sea favorecido por el Salvador. Y en verdad que la palabra del poder nació de Caná, en donde se dijo: "Tu hijo vive"; pero la realización de la palabra tuvo lugar en Cafarnaúm, porque allí fue donde el hijo del cortesano se curó, como si viviese en el campo del consuelo. Esto representa a cierto género de hombres débiles, no del todo privados, sin embargo, de acciones buenas. Y aquellas palabras: "si no veis milagros y prodigios no creéis", se le dijo a aquél, que se refieren a muchos de sus hijos, y a él mismo en cierto modo. Y así como San Juan esperaba que se realizase la señal que se le había dado, a saber: "Sobre aquél en que vieres que baja el Espíritu Santo" (Jn 1,33), así los santos que ya habían muerto, esperaban que se daría a conocer la venida de Jesucristo en nuestra carne mortal por medio de milagros y de prodigios. Mas este cortesano tenía, no sólo aquel hijo, sino también criados, por medio de los que se significa cierta clase de personas que creen poco y con poca firmeza. Y no dejó la fiebre al hijo en la hora séptima por una casualidad, sino que este número siete representa el día del descanso.

Alcuino. También puede decirse que, por medio de los siete dones del Espíritu Santo se concede el perdón de los pecados. Y el número siete, partido en tres y en cuatro, significa la Santísima Trinidad y las cuatro estaciones del año, o las cuatro partes del mundo, los cuatro elementos.

Orígenes, ut supra. También pueden representar4 las dos venidas de Jesucristo al alma. La primera, cuando hizo el vino del agua, dando esta alegría al alma del convite espiritual. Y la segunda, cuando destruya todas las consecuencias de las tristezas y de la muerte.

Teofilacto. Mas el cortesano es todo hombre, no sólo porque se acerca al Rey de todas las cosas, en cuanto al alma, sino porque él tiene el dominio de todo, cuyo hijo (esto es, la mente) tiene fiebre por todas las malas pasiones y deseos. Y se acerca a Jesús rogándole que baje, esto es, que use de la condescendencia de su misericordia y perdone los pecados, antes que sea muerto por la debilidad de sus pasiones. Pero el Señor le dice: "Ve", esto es: "manifiesta tu marcha continua en dirección del bien, porque entonces tu hijo vivirá; pero si cesas de andar, te mortificará tu conciencia acerca de la ejecución del bien".


Catena aurea ES 12435