Catena aurea ES 12501

JUAN 5,1-13


12501 (Jn 5,1)

Después de estas cosas, era el día de fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Y en Jerusalén está la Piscina Probática, que en hebreo se llama Betsaida, la cual tiene cinco pórticos. En éstos yacía grande muchedumbre de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando el movimiento del agua. Porque un ángel del Señor descendía en cierto tiempo a la piscina, y se movía el agua. Y el que primero entraba en la piscina, después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Y estaba allí un hombre que había treinta y ocho años que estaba enfermo. Y cuando Jesús vio que yacía aquel hombre, y conoció que estaba ya de mucho tiempo, le dijo: "¿Quieres ser sano?" El enfermo le respondió: "Señor; no tengo hombre que me meta en la piscina cuando el agua fuere revuelta, porque entretanto que yo voy, otro entra antes que yo". Jesús le dijo: "Levántate, toma tu lecho, y anda". Y luego fue sano aquel hombre, y tomó su camilla y caminaba. Y era sábado aquel día. Dijeron entonces los judíos al hombre que había sido sanado: "Sábado es, y no te es lícito llevar tu camilla". Les respondió: "Aquél que me sanó me dijo: Toma tu camilla y anda". Entonces le preguntaron ¿quién es aquel hombre que te dijo toma tu camilla y anda? Y el que había sido sanado no sabía quién era, porque Jesús se había retirado del tropel de gente que había en aquel lugar. (vv. 1-13)

San Agustín. De cons. evang 4, 10. Después del milagro que hizo Jesús en Galilea, volvió a Jerusalén. Por esto dice: "Después de estas cosas, era el día de fiesta", etc.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 35. Según mi parecer, era el día de la fiesta de Pentecostés1. Subió Jesús a Jerusalén, como siempre en los días de las fiestas, para que los judíos, viendo que las celebraba con ellos, no lo considerasen como enemigo de la Ley. Y por esta razón podría atraer a la multitud sencilla por medio de milagros y de enseñanzas, especialmente en los días de fiesta, que era cuando concurrían y se ponían cerca de El.

Prosigue: "Y en Jerusalén está la Piscina Probática", etc.

Alcuino. Probaton quiere decir oveja, luego Piscina Probática significa de los ganados. Era allí en donde los sacerdotes lavaban los cuerpos de las víctimas.

Crisóstomo, ut supra. Convenía, por tanto, que se diese a conocer el bautismo, limpiando de los pecados, cuya imagen quedó representada en la piscina, así como de otras maneras. Primeramente dio el Señor el agua que limpia las inmundicias de los cuerpos y las maldades que, aunque no existen en realidad, se cree que existen, como son las que provienen de los cadáveres corruptos y de la lepra, y que se consideran como contagiosas. Además, hizo que pudiesen curarse varias enfermedades por medio del agua. Por esto sigue: "En estos yacía grande multitud de enfermos", etc. Y queriendo el Señor llevar consigo la gracia del bautismo, no sólo cura los pecados, sino que también las enfermedades. Y así como los ministros que están cerca del rey son más estimados que los que están lejos, así acontece también en los milagros. Mas no curaba sencillamente con el sólo tacto de las aguas -aun cuando esto siempre sucedía-, sino por medio de la bajada de un ángel. Por esto sigue: "Porque un ángel del Señor descendía en cierto tiempo a la piscina, y se movía el agua". Así sucede en los bautizados, que no es el agua únicamente la que opera, sino que cuando recibe la gracia del Espíritu Santo, entonces es cuando purifica todos los pecados. Cuando bajaba el ángel, movía el agua y le comunicaba la virtud de sanar, para que sepan los judíos que con mucha mayor razón el Señor de los ángeles podría curar todas las enfermedades del alma. Pero allí la enfermedad era un obstáculo para el que deseaba curarse, pues añade: "y el que primero entraba en la piscina, después del movimiento del agua, quedaba sano", etc. Pero ahora todos pueden acercarse al bautismo, porque no es un ángel quien mueve las aguas, sino el Señor de los ángeles, que todo lo hace. Y aun cuando vengan los hombres de todo el mundo, la gracia no se consume, sino que se conserva igual; y así como los rayos del sol alumbran todo el día y no se consumen ni disminuye su luz porque alcance a muchos, así la acción del Espíritu Santo mucho menos disminuye en los que la reciben, por grande que sea la multitud de aquéllos sobre quienes descansa. Y solamente se curaba uno después del movimiento de las aguas, para que aprendiesen que con el agua se curaban las enfermedades del cuerpo. De esta forma, ejercitados por mucho tiempo, creerían también que por medio del agua se pueden curar las enfermedades del alma.

San Agustín, in Ioannem trat. 17. Es mucho más el que Jesucristo curase las enfermedades de las almas, que el que sanase las enfermedades de los cuerpos que habrían de morir. Pero como esta alma no conocía a Aquél por quien habría de ser curada, y como tenía los ojos de la carne para ver las cosas corporales, y aún no tenía sanos los ojos del alma para que pudiese conocer a Dios -aunque oculto-; hizo lo que podía ser visto para que se curase lo que no podía verse. Entró en aquel lugar en donde había muchos enfermos, y de ellos eligió uno para curarlo. Acerca de esto, prosigue: "Y estaba allí un hombre", etc.

Crisóstomo, in Ioannem hom. 36. No le cura en seguida en cuanto entra, sino que primero se le hace amigo y, por medio de preguntas, le presenta el camino de la fe, que habría de tomar después. Y no prueba su fe, como lo hizo respecto de los ciegos, cuando les decía: "¿Creéis que yo puedo hacer esto?" (Mt 9,28) Porque éste aún no lo conocía claramente. Unos conocían su poder en otras cosas y oían esto muy convenientemente, pero a otros, que aun no lo conocían sino que lo harían por medio de sus signos, se les preguntó acerca de su fe después de ocurrido el milagro. Por esto sigue: "Y cuando Jesús vio que yacía aquel hombre y conoció que estaba ya hace mucho tiempo", etc. No le pregunta esto para saberlo, porque esto sería innecesario, sino para dar a conocer la paciencia del hombre en el espacio de treinta y ocho años y que todos los años acudía esperando quedar libre de su enfermedad, y para que conozcamos también la razón por qué, prescindiendo de los demás, se fijó en éste. Y no dice "si quieres, te curaré", porque aun no esperaba cosa grande de Jesucristo. Y no se turbó por la pregunta, ni dijo: has venido a injuriarme, cuando me preguntas si quiero ser sano, sino que le responde con mansedumbre. Por esto sigue: "El enfermo le respondió: Señor, no tengo hombre", etc. No había conocido quién era el que preguntaba, ni que podría curarle; únicamente creía que Jesucristo serviría para introducirle en el agua. Pero el Señor le manifestó que todo podía hacerlo con su palabra. Por esto sigue: "Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda".

San Agustín, ut supra. Le dijo tres cosas, pero el decir "levántate" no fue mandato de obra, sino ejecución de la curación. Ya una vez sano, le mandó dos cosas: "Toma tu lecho, y anda".

Crisóstomo, ut supra. Véase aquí la superabundancia de la sabiduría divina, que no sólo cura, sino que le manda llevar el lecho, para que se vea que era verdadero el milagro y para que ninguno creyese que era falso lo que había sucedido. Porque si los miembros no estuviesen bien fuertes, no hubiesen podido llevar el lecho. Mas como oyese el enfermo que le había dicho con cierto poder y como mandándole "Levántate, toma tu lecho", no se burló diciendo: únicamente se cura uno solo cuando el ángel baja y mueve el agua, pero tú que no eres más que hombre, ¿esperas que con sólo tu mandato habrás de poder más que un ángel?; sino que en cuanto lo oyó no dejó de creer al que lo mandó y se curó. Por esto sigue: "Y luego fue sano aquel hombre", etc.

Beda. Hay mucha diferencia entre la salud que concede el Señor y la que se obtiene por medio de los médicos. Y ahora sucede así, porque la de éstos generalmente necesita mucho tiempo para llegar a su perfección.

Crisóstomo, ut supra. Y si esto es admirable, lo que sigue es mucho más. Porque al principio, en verdad, cuando nadie molestaba, no era tan difícil creer como cuando ensañándose y acusándole los judíos obedeció a Jesucristo. Por esto sigue el Evangelista diciendo: "Y era sábado aquel día. Decían, pues, los judíos a aquel hombre que había sido curado", etc.

San Agustín, in Ioannem trat. 17. No vituperaban al Señor porque lo había curado en sábado, puesto que hubiera podido responderles, que si el asno de cualquiera de ellos hubiese caído en un pozo, lo hubieran sacado y lo hubieran librado, a pesar de ser día de sábado. Pero al que llevaba su lecho le decían que si su curación no había de retardarse, ¿qué necesidad tenía de cumplir inmediatamente lo que le había mandado? Pero él oponía el autor de su curación a los que le calumniaban. Por esto sigue: "Les respondió: aquél que me sanó, me dijo: toma tu camilla, y anda"; como diciendo: ¿por qué no he de obedecer lo que me manda aquél que me ha curado?

Crisóstomo, ut supra. Además, si hubiese querido contestar mal, pudo haber dicho: si hay culpa, acusad a aquél que lo mandó. Pero también hubiese ocultado la curación, porque sabía que a ellos no les molestaba por la profanación del sábado, sino por la curación de la enfermedad. Así es que no la ocultó ni pidió perdón, sino que con voz clara confesó el beneficio recibido, a pesar de que aquéllos preguntaban con malicia. Por esto sigue: "Entonces le preguntaron: ¿quién es el hombre que te dijo: toma tu camilla y anda?" No le dicen: ¿quién es el que te ha curado?, sino que le recriminan, considerando aquello como una infracción de la Ley. Prosigue: "Y el que había sido sanado, no sabía quién era, porque Jesús se había retirado del gentío que había en aquel lugar". Se había retirado, en primer lugar porque estando ausente, su testimonio no era sospechoso; y el que había alcanzado la salud era buen testigo del beneficio recibido. En segundo lugar para que no se enconase más el furor de los judíos, pues la sola presencia de aquél a quien se envidia enciende gran hoguera. Y por eso, alejándose, les permitió que examinaran el milagro por sí mismos. Otros creían que este paralítico es aquél de quien habla San Mateo (Mt 9), pero no lo es, porque aquél tenía muchos que le cuidasen y le llevasen, mas éste no tenía a nadie. Además, el lugar donde se encontraba era diferente.

San Agustín, ut supra. Si consideramos con corazón mezquino y humano ingenio al que hace este milagro, nos parecerá que en cuanto a su poder no hizo cosa grande, y que era poco para mostrar su benignidad. Tantos estaban tendidos, y sólo fue curado uno, siendo así que con una palabra pudo curarlos a todos. ¿Cómo, pues, debe entenderse esto, sino porque aquel poder y aquella bondad se esforzaba más por la salud eterna del alma, que por la curación material que necesitaban los cuerpos. En aquellos milagros, pues, todo lo que se curaba en los miembros corporales, al final desapareció, mas el alma que creyó pasó a la vida eterna. Aquella piscina y aquella agua me parece que indicaban al pueblo de los judíos, porque con el nombre de aguas son significados pueblos según el Apocalipsis de San Juan (Ap 17,15)

Beda. Se cita muy oportunamente que aquella piscina era Probática, porque aquel pueblo se designaba con el nombre de oveja, como se dice en el salmo 94 (Ps 94,17): "Nosotros somos tu pueblo, y oveja de tu rebaño".

San Agustín, ut supra. Mas aquella agua, esto es, aquel pueblo, estaba aprisionado, como por cinco puertas, por los cinco libros de Moisés. Pero aquellos libros estaban ya lánguidos y no curaban, porque la Ley convencía a los que pecaban, pero no los absolvía.

Beda. Finalmente, muchas clases de enfermos se encontraban tendidos alrededor de la piscina, a saber: los ciegos, que carecen de la luz de la ciencia; los cojos, que no tienen fuerza para cumplir lo que se les manda; y los tullidos, que carecen de las riquezas del amor de Dios.

San Agustín, ut supra. Mas vino Jesucristo al pueblo de los judíos, y haciendo cosas grandes y enseñando cosas útiles, turbó con su presencia a los pecadores (esto es, el agua), y los levantó hasta el conocimiento de su pasión. Pero los turbó ocultándose; porque si lo hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria (1Co 2,8) Mas de repente el agua se veía turbada, y no se veía quién la movía. Bajar al agua una vez movida, es tanto como creer humildemente en la pasión del Señor. Mas allí se salvaba uno solo, dando a conocer la unidad de la Iglesia. Después, ninguno de los que llegaban se curaba, porque todo el que estaba fuera de la unidad, no podía curarse. ¡Ah de aquéllos que aborrecen la unidad y dividen en partes (esto es, en sectas), a los hombres! Permanecía, pues, treinta y ocho años en su enfermedad aquél que fue curado, mas este número corresponde más bien a la enfermedad que a la salud. El número cuarenta se nos presenta como significando cierta perfección. La Ley está dividida en diez preceptos, y como había de predicarse por todo el mundo, que se considera dividido en cuatro partes, el número diez, multiplicado por cuatro, forma el número cuarenta. Y la Ley se cumplió por medio del Evangelio, que se compone de cuatro libros. Por tanto, si el número cuarenta lleva consigo la perfección de la Ley, y si la Ley no se cumple sino por medio de los dos preceptos de caridad, ¿por qué nos admiramos que estuviese lánguido el que no llegaba a cuarenta y le faltaban dos años? Le era necesario un hombre para que le curase. Mas aquel hombre, que es Dios, porque lo encontró caído por falta de dos años, completó lo que tenía de menos, mandándole dos cosas. Porque en los dos preceptos del Señor se encuentran los dos mandamientos de caridad, esto es, el amor de Dios y del prójimo. Y en realidad el amor de Dios es el primero según se manda, aunque el amor del prójimo es lo primero que se ejecuta. Dice pues: "Toma tu lecho", como si le dijera: cuando estabas lánguido te llevaba tu prójimo, mas ahora has sido curado y debes llevar tú al prójimo. Le dice también: "Anda", pero ¿por dónde caminas si no te diriges al Señor tu Dios?

Beda. ¿Qué quiere decir levántate y anda, sino, levántate de la tibieza y la pereza en que estabas tendido y aprende el modo de adelantar en las buenas obras? Toma tu lecho, esto es, a tu prójimo y llévalo con paciencia.

San Agustín, ut supra. Lleva, pues, a aquél con quien andas, para que puedas llegar a aquél en quien deseas descansar. Mas aquél aún no había conocido a Jesús, pero nosotros creemos en El a pesar de que no le vemos. Y para que no sea visto se sale de entre las multitudes. Dios se deja conocer en cierto silencio de intención, pero la turba siempre lleva consigo el ruido, y este acto de verle necesita silencio.

JUAN 5,14-18


12514 (Jn 5,14)

Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: "Mira, que ya estás sano: no quieras pecar más, porque no te acontezca alguna cosa peor". Fue aquel hombre y dijo a los judíos que Jesús era el que le había sanado. Por esta causa los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado. Y Jesús les respondió: "Mi Padre obra hasta ahora, y yo obro". Y por esto los judíos tanto más procuraban matarlo: porque no solamente quebrantaba el sábado, sino porque también decía que era Dios su Padre, haciéndose igual a Dios. (vv. 14-18)

Crisóstomo, in Ioannem hom. 37. Una vez curado aquel hombre, no se mezcla en los negocios, ni se entrega a las pasiones ni a la vanagloria, sino que se queda en el templo, lo cual es signo de gran religiosidad. Por esto dice: "Después le halló Jesús en el templo".

San Agustín, in Ioannem trat. 17. El Señor, esto es, Jesús, le veía tanto entre las multitudes como en el templo. Mas aquel enfermo, que no conocía a Jesús entre las multitudes, le conoció en el templo, que era lugar sagrado.

Alcuino. Por lo tanto, si queremos conocer la gracia del Salvador, debemos venir a verle, huyendo de la turba de nuestros malos pensamientos y afectos. Debemos prescindir también de la unión con los malos y debemos acogernos al templo, para que así aprendamos a convertirnos en templo de Dios, y el Señor nos visite y se digne habitar en nosotros.

Prosigue: "Y le dijo: mira, que ya estás sano; no quieras pecar más, porque no te suceda alguna cosa peor".

Crisóstomo, ut supra. En estas palabras conocemos que aquella enfermedad le había venido por sus pecados. Porque muchas veces sucede que tenemos el alma enferma y no lo sentimos, pero en cuanto experimentamos una pequeña lesión en el cuerpo, hacemos los mayores esfuerzos por librarlo de aquella enfermedad. Además, el Señor permite muchas veces que el cuerpo sufra por lo que peca el alma. En segundo lugar, aprendemos que es verdad lo que se dice respecto del infierno, y en tercer lugar, que el castigo que allí se sufre es largo y no tiene fin. Pero dicen algunos: ¿por qué cuando peco por poco tiempo he de ser atormentado para siempre? Pero éste, según vemos, estaba atormentado mucho tiempo por sus pecados, en atención a que los pecados no se juzgan según el tiempo que se emplea en cometerlos, sino según la naturaleza de ellos. En todo esto aprendemos también que si sufrimos grande castigo por los primeros pecados y después volvemos a caer en los mismos, sufriremos castigos mayores. Y esto es muy justo, el que no se enmienda por los castigos, se hace incorregible en adelante, y como todo lo desprecia, es atormentado en mayor escala. Por tanto, si no sufrimos aquí lo que debemos por nuestros pecados, no confiemos. El no padecer aquí por sus pecados, es señal de mayor castigo en la eternidad. Porque no todas las enfermedades provienen de los pecados, sino que unas provienen de la dejadez y otras se permiten para probarnos, como le sucedió a Job. Pero ¿por qué Jesucristo no le dijo algo a este paralítico, respecto de sus pecados? Algunos, queriendo vituperar al paralítico, dicen que fue uno de los que acusaron a Jesucristo, y que por esto oyó estas palabras. ¿Y qué dicen del paralítico del cual se habla en San Mateo (Mt 9,2)? Porque también se le dijo: se te perdonan tus pecados; pero Jesucristo no le reprende por lo pasado, sino que le prepara para el porvenir. Cuando curó a otros, no hizo mención de sus pecados, porque estos no padecían enfermedades por sus culpas, sino que, como otros, padecían alguna enfermedad natural. Pero por medio de éstos amonesta a los demás. Aparte de esto, también puede decirse que vio tanta paciencia en este paralítico, que podía sufrir la amonestación, y Jesús le amonestó. Pero le dio a conocer su propia divinidad, diciéndole "no peques más", en lo que le manifiesta que conoce todos los pecados que había cometido.

San Agustín, ut supra. Pero ahora, después que éste vio a Jesús y conoció que era quien le había curado, no fue perezoso en hablar de aquél a quien había visto. Por esto sigue: "Fue aquel hombre, y dijo a los judíos que Jesús era quien le había sanado".

Crisóstomo, ut supra. No sería tan insensible, que después de aquel gran beneficio y la advertencia que se le había hecho, habría de decir esto con mal fin. Porque si hubiese querido perjudicarle callándose respecto de la curación, únicamente hubiese hablado de la transgresión, pero no lo hizo así, porque no dijo que Jesús era el que le había dicho: "Toma tu lecho" (lo cual parecía culpable entre los judíos), sino que dijo: Jesús es quien me ha curado.

San Agustín, in Ioannem trat. 18. Así sucedía que el paralítico anunciaba a Jesús mientras que los judíos se enfurecían contra El. Sigue: "Por esta causa los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado". Es bien sabido que la transgresión cometida a los ojos de los judíos, no era la curación del cuerpo, sino la carga del lecho, que no les parecía fuese tan necesaria como la salud del cuerpo. Pero Jesús les había explicado el misterio del sábado y les había dicho que era una señal concedida a los judíos para que guardasen este día por cierto tiempo, pero que el cumplimiento de este mandato había concluido con su venida. Por esto sigue: "Y Jesús les respondió: Mi Padre obra hasta ahora, y yo obro". Pero se dice que Dios descansó por que ya no hizo ninguna otra criatura después de las que habían sido hechas. Por esto la Sagrada Escritura le llamó descanso, para advertirnos que después de las buenas obras debemos quedar tranquilos. Y así como Dios, después que hizo al hombre a su imagen y semejanza, y concluyó todas sus obras, que eran muy buenas, descansó en el día séptimo, del mismo modo nosotros no debemos esperar descanso hasta que volvamos a la semejanza de quien fuimos hechos (la cual perdimos por el pecado) haciendo buenas obras.

San Agustín, Super Genesim 4, 1. Puede decirse también, que el sábado fue guardado por los judíos como sombra del día que venía después. Era, pues, figura del descanso espiritual que Dios ofrece con el ejemplo misterioso de su descanso a todos los fieles que hacen buenas obras.

San Agustín, Super Ioannem. Vendrá el sábado cuando pasen seis edades, porque son seis los días del siglo, y entonces habrá de venir el descanso ofrecido a los santos.

San Agustín, Super Genesim, 4, 12. El misterio de este descanso ya lo demostró el mismo Jesús con su sepultura. Descansó precisamente en el mismo día de sábado en el sepulcro, después de haber concluido todas sus obras en el día sexto, cuando dijo (Jn 19,30): "Todo está concluido". ¿Por qué llama la atención, pues, que Dios, queriendo también anunciar de este modo el día en que Jesús había de estar en el sepulcro, descansó de sus obras en un solo día? También puede entenderse que el Señor descansó de hacer toda clase de criaturas, porque ya en adelante no creó ningún género nuevo. Además sucede que en adelante y hasta nuestros tiempos y hasta el fin, hace toda clase de criaturas, pero de aquellas mismas clases que entonces fueron hechas. Por tanto, no concluyó en el día séptimo su poder para gobiernar el cielo y la tierra y todo lo que había creado. De ser así, todo se hubiera derrumbado en seguida, mas el poder del Creador es la causa por la que subsisten todas las criaturas, porque si en alguna época cesare de gobernar lo que había creado, también concluirían las clases de éstas, y toda naturaleza. Y así como sucede que cuando alguno construye una casa no la abandona en cuanto la concluye, porque si él deja de cuidarla se destruye, de la misma manera el mundo apenas puede subsistir un momento si Dios deja de gobernarle. Por esta razón dice el Señor: "Mi Padre obra hasta ahora", manifestando cierta continuación de su obra, con la que contiene y gobierna toda criatura. Porque de otro modo podría entenderse si dijera: y ahora obra, en lo cual no sería necesario entender que se refería a la continuación de lo que había creado; pero, por otra parte, nos obliga a comprender esto cuando dice: "Hasta ahora"; esto es, desde aquel tiempo en que trabajó, cuando hizo todas las cosas.

San Agustín, In Ioannem, tract. 17. Y dijo a los judíos: ¿por qué creéis que no debo trabajar en sábado? El día sábado se os mandó que lo santificarais, para que en él me prefiguraseis. Fijaos en las obras de Dios, por mí han sido hechas todas las cosas. El Padre ha hecho la luz, pero habló para que fuese hecha; y cuando habló, obró por medio de su palabra, y su palabra soy Yo. Y si mi Padre obró cuando hizo el mundo, también sigue obrando hasta ahora, puesto que gobierna el mundo. Luego cuando lo hizo, lo hizo por mí; y por mí lo gobierna, cuando lo gobierna.

San Juan Crisóstomo, ut supra. Y en verdad que Jesucristo, cuando convenía excusar a sus discípulos, citaba como ejemplo a David, como compañero de ellos. Mas cuando se le acusaba a El, se refugiaba en el Padre. Debe observarse que no se excusa únicamente como hombre, ni sólo como Dios, sino que en ciertas ocasiones lo hace de este modo y en otras de otro, porque quería que se creyesen las dos cosas: la gracia de su venida y la grandeza de la divinidad. Por esto manifiesta su igualdad con el Padre y lo llama Padre, en singular. Porque dice: mi Padre, y cuando obra dice lo mismo respecto de El, porque dijo: "Y yo obro". Por esto sigue: "Por cuya razón los judíos tanto más procuraban matarlo: porque no solamente quebrantaba el sábado, sino porque también decía que era Dios su Padre".

San Agustín, ut supra. No de cualquier manera, sino ¿cómo se hace igual a Dios? porque todos decimos a Dios: "Padre nuestro que estás en los cielos" (Mt 6,9); y leemos que los judíos decían: "Siendo tú nuestro Padre" (Is 63,16) Por lo tanto, no se incomodarían porque Jesús llamaba a Dios su Padre, sino porque lo llamaba de un modo muy diferente de como lo llaman los hombres.

San Agustín, De cons. evang. 4, 10. Y diciendo: "Mi Padre obra hasta ahora, y yo obro", da a conocer que era igual a El. Por tanto, se sigue que manifestando que el Padre obra y el Hijo también, es porque el Padre nada hace sin el Hijo.

Crisóstomo, ut supra. Pero si el Hijo no fuese engendrado, ni de la misma sustancia que el Padre, esta razón sería más poderosa para acusarle. No podría un hombre que quebrantase la Ley huir de la justicia, si cuando fuese acusado se excusase diciendo que el Rey no cumple con la Ley. Pero como es igual la dignidad del Padre y la del Hijo, es muy propia la razón que expone. Y así como el Padre, trabajando en el sábado no falta, tampoco el Hijo.

San Agustín, in Ioannem tract. 17. Ve aquí cómo entienden los judíos lo que no comprendieron los arrianos. Porque los arrianos dicen que el Hijo no es igual al Padre, y de aquí la herejía que combate a la Iglesia.

Crisóstomo in Ioannem hom. 37. Pero los que no quieren entender esto con buen espíritu, dicen que Jesucristo no se hacía igual a Dios, sino que los judíos lo creían así. Pero respecto de esto podemos decir lo que ya llevamos dicho: es bien sabido, pues, que en realidad los judíos perseguían a Jesucristo porque quebrantaba el sábado y porque decía que Dios era su Padre. De donde lo que consecuentemente se añade -"Haciéndose igual a Dios"- está unido en la verdad a lo dicho anteriormente.

San Hilario De Trin 1, 7. Esta exposición nos manifiesta la causa que tiene el Evangelista para demostrar por qué los judíos querían matar al Señor.

Crisóstomo, ut supra. Y además, que si El no hubiera querido demostrar esto mismo, sino que los judíos lo hubieran sospechado sin fundamento, Dios no los hubiese dejado en el error, sino que los hubiera corregido. Pues el Evangelista no hubiese callado esto, así como antes no había callado respecto de lo que dijo el Salvador (Jn 2,19): "Destruid este templo".

San Agustín, ut supra. Pero los judíos no comprendieron que Jesús era Hijo de Dios, sino que entendieron por las palabras de Jesucristo, que se presentaba como Hijo de Dios, puesto que se hacía igual a Dios. Y, como no lo conocían, entendían que El se anunciaba como tal y por lo tanto dice: "Haciéndose igual a Dios". Pero no era El quien se hacía igual, sino que el Padre le había engendrado igual.

JUAN 5,19-20


12519 (Jn 5,19)

Y así Jesús respondió, y les dijo: "En verdad, en verdad os digo: Que el Hijo no puede hacer por sí cosa alguna, sino lo que viere hacer al Padre: porque todo lo que el Padre hiciere, lo hace también igualmente el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que El hace, y mayores obras que éstas le mostrará, de manera que os maravilléis vosotros". (vv. 19-20)

San Hilario De Trin 1, 7. Respecto de la violación del sábado que se le imputaba, había dicho: "Mi Padre obra hasta ahora, y yo obro" (Jn 5,17) Y esto lo dijo con el fin de que se entendiese que lo hacía autorizado por su ejemplo, dando a entender que lo que El hacía debía considerarse como obra de su Padre, porque lo que obraba el Padre lo obraba por su mediación. Y además, en contra de la envidia que podría surgir, porque se hacía igual a Dios usurpando el nombre del Padre, respondió queriendo confirmar su nacimiento y el poder de su naturaleza. Por esto sigue: "Y así Jesús les dijo: en verdad, en verdad os digo, que el Hijo no puede hacer por sí cosa alguna", etc.

San Agustín in Ioannem tract. 20. Algunos que se quieren tener por cristianos (los herejes arrianos), cuando dicen que el mismo Hijo de Dios que tomó carne es menor que el Padre, ponen como fundamento de su calumnia estas palabras, y nos responden: ya veis que al ver Jesús que los judíos se alborotaban porque se hace igual a Dios Padre, añadió estas palabras y demostró que El no era igual. Dicen además: porque el que no puede hacer por sí nada si no lo viere hacer al Padre, es menor, y no igual; pero si Dios era el Verbo, y hay Dios mayor y Dios menor, entonces tendremos dos dioses, y no un solo Dios.

San Hilario, ut supra. Y para que esta igualdad no le quitase lo que le correspondía por haber nacido, que es el nombre de Hijo, dice que el Hijo nada puede hacer por sí.

San Agustín in Ioannem tract. 18. Como diciendo: ¿por qué os escandalizáis cuando llamo a Dios mi Padre y cuando me hago igual a Dios? Yo soy igual a El, tanto que El me ha engendrado. Y soy tan igual, que El no es por mí, sino que yo soy por El, y para el Hijo tanto es el existir como el poder. Y por cuanto la esencia del Hijo le viene del Padre, así también viene del Padre el poder del Hijo. Y como el Hijo no es por sí, no puede obrar por sí. En este concepto "el Hijo no puede hacer por sí cosa alguna, sino lo que viere hacer al Padre", porque el ver del Hijo, le viene de ser engendrado por el Padre. No ha recibido del Padre distinta manera de ver ni otra esencia: todo lo que es, lo es por el Padre.

San Hilario, ut supra. Para que permaneciera intacto el sentido de nuestra confesión salvadora del Padre y del Hijo, muestra la naturaleza que le corresponde por el origen de su nacimiento, en virtud de la cual, no recibe el poder de obrar por el aumento de fuerzas que se le conceden para cada acto, sino que lo ha adquirido de antemano en virtud del conocimiento. Y no lo ha adquirido de ningún modelo de una obra material, como si el Padre hiciera algo previamente para que el Hijo lo pudiera hacer después, sino que el Hijo ha nacido del Padre, consciente de que en sí mismo tiene la fuerza y naturaleza del Padre. El da testimonio de que el Hijo nada puede hacer por sí mismo, más que lo que ha visto hacer al Padre.

San Agustín De Trin 2, 1. Por tanto, si aceptáramos lo que se ha dicho, en sentido de que el Hijo es menor en la forma tomada de la criatura, deberíamos aceptar como consecuencia que el Padre primero hubiera andado sobre las aguas y que hubiera hecho todo lo demás que hizo el Hijo entre los hombres mientras que vivió en carne mortal, para que el Hijo pudiera hacerlo. Pero ¿quién en su sano juicio puede admitir este absurdo?

San Agustín Super Ioan. tract., 20. Aquel paseo de la naturaleza humana sobre el mar, lo hacía el Padre por medio del Hijo. Porque cuando la carne andaba y la divinidad del Hijo gobernaba, el Padre no estaba ausente. Por eso el Hijo dice: "Permaneciendo el Padre en mí, El es quien hace las cosas". Y como había dicho antes, "no puede el Hijo hacer cosa alguna por sí mismo", para que no se entendiese que esto lo decía en sentido natural y para que no se creyese que obraba sólo como hombre, como si fueran dos artistas, uno maestro y otro discípulo, como cuando sucede que el maestro hace una arca, y el discípulo otra, prosiguiendo dice: "Porque todo lo que el Padre hiciere, lo hace también igualmente el Hijo" (Jn 14,10) Y no dice, todo lo que hace el Padre, el Hijo lo hace igual, sino unas mismas cosas. El Padre ha hecho el mundo, el Hijo ha hecho el mundo y el Espíritu Santo ha hecho el mundo. Si un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y un solo mundo ha sido hecho por el Padre, por medio del Hijo y en el Espíritu Santo, es porque los tres hacen una misma cosa. Añade también igualmente, para que no naciese otro nuevo error. Parece que el cuerpo hace lo mismo que el alma, pero no de la misma manera, porque el alma manda al cuerpo. El cuerpo es visible, el alma no lo es. Como sucede cuando un siervo hace algo que su amo le manda, así sucede cuando el cuerpo y el alma hacen lo mismo. ¿Pero acaso lo hacen del mismo modo? No así el Padre y el Hijo, que hacen las mismas cosas, y las hacen del mismo modo; para que comprendamos que el Hijo hace las mismas cosas que el Padre y con el mismo poder. Pues el Hijo es igual al Padre.

San Hilario De Trin 1, 7. Dijo todas las cosas y lo mismo, para manifestar el poder de su naturaleza. Hay, por tanto, igual naturaleza cuando de la misma naturaleza es el poder. Sin embargo, cuando se hacen las mismas cosas por medio del Hijo, la semejanza de las acciones no admite la identidad de quien las ejecuta. Ahí está la comprensión de la verdadera generación y el misterio perfecto de nuestra fe, que confiesa en la unidad de la naturaleza divina la verdad de una sola e igual divinidad en el Padre y en el Hijo. Con este modo de hablar las cosas hechas de modo semejante dan testimonio de la generación, y los mismos hechos, de la naturaleza.

Crisóstomo in Ioannem hom. 37. Todo lo que dice de que: "El Hijo no puede hacer por sí cosa alguna", debe entenderse que no puede hacer cosa alguna contraria al Padre, ni que pueda oponérsele. Y por lo tanto no dice que haga alguna cosa contraria, sino que no puede hacerla, y con esto demuestra la conformidad y la certeza de igualdad. Y esto no demuestra debilidad en el Hijo, sino su gran poder. Así como cuando decimos que es imposible que Dios peque, no demostramos en ello que Dios sea débil, sino que con ello atestiguamos su poder inefable, así también cuando dice el Hijo: "No puedo hacer cosa alguna por mí mismo", dice esto porque es imposible que El pueda hacer algo contrario a su Padre.

San Agustín Contra serm. Arian, cap. 14. Y esto no es propio del que es mudable, sino del que permanece en cuanto que ha nacido del Padre; y es tan conveniente que el Omnipotente no pueda cambiar, como lo es que el Omnipotente no pueda morir. El Hijo podría hacer lo que no viese que el Padre hacía, si pudiese hacer lo que el Padre no hace por medio del Hijo, esto es, si pudiese pecar; pero ello no convendría a aquella naturaleza invariablemente buena, que ha sido engendrada por el Padre. Mas esto de que no puede, no debe entenderse de que no pueda por defecto, sino por potencia.

Crisóstomo, ut supra. Y para demostrar que es verdad cuanto se ha dicho, dice a continuación: "Porque todo lo que el Padre hiciere lo hace igualmente el Hijo". Y si el Padre todo lo hace por sí mismo y el Hijo también lo hace por sí mismo, conste que esto lo dice igualmente respecto de los dos. Y véase cómo su inteligencia es elevada, como lo son las palabras de su humildad. Mas no nos llame la atención que pronuncie ciertas palabras de la mayor humildad, porque a los que le perseguían por oír de El cosas grandes, y creyéndole contrario a Dios, los serenaba algún tanto por medio de estas palabras.

San Agustín In Ioannem tract., 21. Y habiendo dicho que El hace las mismas cosas y del mismo modo que las hace el Padre, añade: "Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todas las cosas que El hace". Y respecto de lo que El había dicho antes, que no hacía más que lo que veía hacer al Padre, parece que debe entenderse en el sentido de que le muestra todo lo que hace. Pero la imaginación humana se perturba otra vez. Porque dirá alguno: el Padre obra aparte, para que el Hijo pueda ver lo que el Padre hace, como sucede cuando el artífice enseña su propio arte a un hijo suyo y le dice cómo lo hace para que él pueda hacer lo que ve que hace el padre. Por tanto, ¿cuando el Padre hace alguna cosa no la hace el Hijo, para que éste pueda ver lo que hace el Padre?

San Agustín In Ioannem tract., 19. Mas si tenemos presente y fijo en nuestra imaginación que el Padre todo lo hace por medio del Hijo, claro está que le da a conocer todas las cosas antes de hacerlas.

San Agustín In Ioannem tract., 21. ¿Y en dónde demuestra el Padre al Hijo lo que hace, sino por medio del mismo Hijo, por quien lo hace? Pero si el Padre da ejemplo y el Hijo está atento respecto de cómo obra la mano del Padre, ¿en qué consiste entonces la inseparabilidad de la Trinidad?

San Agustín In Ioannem tract., 23. Es que el Padre no demuestra al Hijo haciendo, sino que demostrando hace por el Hijo. Mas el Hijo ve al Padre que le demuestra antes que haga cosa alguna; y por medio de la demostración del Padre, y por la presencia del Hijo, sucede todo lo que hace el Padre por medio del Hijo. Pero se dirá: yo manifiesto a mi hijo lo que quiero hacer, y él lo hace, pero yo lo hago por medio de él. Pero aún incurres en gran desemejanza, porque antes que hagas alguna cosa, das a conocer a tu hijo lo que quieres hacer para que, dándoselo a conocer antes que lo haga, haga lo que le has demostrado, pero por tu mediación. Pero las palabras que tú has de decir a tu hijo, no son lo mismo que tú, ni son lo mismo que él. Y en este concepto ¿creemos que Dios Padre habla a su Hijo por medio de palabra de otro? Y siendo el Hijo la palabra del Padre, ¿había de hablar con palabras a la Palabra? ¿Acaso porque el Hijo es la gran Palabra habían de mediar palabras de menor importancia entre el Padre y el Hijo? ¿Por ventura podría decirse que algún otro sonido, como alguna otra criatura temporal, habría de salir de la boca del Padre y habría de herir el oído del Hijo? Prescindamos de todo lo corporal y comprendamos que todo es simplicidad, si obras sin doblez. Y poco después, si no puedes comprender lo que es Dios, comprende lo que no es Dios. Mucho aprovecharás, si no juzgas respecto de Dios otra cosa distinta de lo que El es. Y además considera en tu mente lo que yo quiero decir, respecto de lo que veo en ella: la memoria y el pensamiento. La memoria propone a tu pensamiento la ciudad de Cartago, y lo que estaba en la memoria antes que dirigieses tu mente a ella, se lo muestra a la atención de tu pensamiento cuando se vuelve hacia ella. Entonces la memoria hace una demostración y se produce una visión en el pensamiento, sin que medien palabras ni se reciba ninguna sensación corporal. Y sin embargo, todo lo que tenemos en la memoria lo hemos recibido de fuera. El Padre no ha recibido de fuera lo que da a conocer al Hijo. Todo lo hace dentro de Sí mismo, y no habría ninguna de las criaturas fuera de El si el Padre no hubiese hecho esto por el Hijo. Mas el Padre hace todo esto dando a conocer que lo hace por medio del Hijo que lo ve. Así, pues, demostrando el Padre, engendra la visión del Hijo del mismo modo que el Padre engendra al Hijo. Pues la demostración engendra la visión y la visión no engendra la demostración. Si pudiéramos conocer más perfectamente, acaso encontraríamos que no es diferente el Padre de su misma demostración, ni otra cosa el Hijo que el acto de verle.

San Hilario De Trin., 1, 7. Por tanto, no debemos afirmar que el Unigénito Dios necesita la doctrina de la demostración, porque la demostración de sus obras no nos proporciona otra cosa que la fe en su generación, para que creamos al Hijo que subsiste por el Padre, que también subsiste.

San Agustín, ut supra. Ver al Padre es para Aquél el ser Hijo. Por tanto, así el Padre demuestra al Hijo todo lo que hace para que el Hijo vea todas las cosas, como procediendo del Padre. Pues viendo ha sido generado y por El es aquel ver del que es aquel ser, tanto el ser generado como el permanecer.

San Hilario , ut supra. Y no dijo esto sin cuidado, no fuera que la representación de una naturaleza diferente produjera alguna ambigüedad con motivo de lo que había dicho. Dice que las obras del Padre le han sido mostradas al Hijo, pero no que se le haya dado el poder de la naturaleza divina con el fin de que las pudiera hacer; así se enseña que la demostración de las obras pertenece a la esencia misma del que es engendrado, pues a El es innato, por el amor del Padre, el conocimiento de las obras que Este quiere que se realicen por medio del Hijo.

San Agustín, ut supra. Pero he aquí que Aquél que hemos llamado coeterno con el Padre, que ve al Padre y que existe viéndole, vuelve a nombrarnos los tiempos. Porque sigue: "Y mayores obras que éstas le mostrará". Por tanto, si las mostrará -esto es, si se las ha de mostrar-, es que aún no se las ha mostrado, y se las mostrará al Hijo entonces, cuando las muestre a los demás. Sigue, pues: "De manera que os maravilléis vosotros". Y es difícil ver esto: de qué modo el Padre, siendo eterno, muestre al Hijo coeterno, en algunas ocasiones y de un modo temporal, para que conozca todas las cosas que hay en el Padre. Y que estas cosas sean de la mayor importancia, se comprende fácilmente por lo que añade: "Porque así como el Padre resucita a los muertos", etc. Es de mayor importancia resucitar muertos que curar enfermos. Pero el que poco antes hablaba como Dios, empezó a hablar como hombre. Porque demostró como cosa propia de un hombre que vive en el tiempo que hay obras de mayor importancia, como es la resurrección de los cuerpos. Porque los cuerpos resucitarán por gracia temporal de la humanidad del Hijo de Dios, pero las almas se levantarán en virtud de la esencia eterna de Dios. El alma es hecha feliz por participación de Dios. El alma enferma no es hecha feliz por participación de un alma santa, y tampoco una alma santa por participación de un ángel. Porque del mismo modo que el alma -que es inferior a Dios- da vida a todo lo que a ella es inferior -esto es, el cuerpo-, así no vivifica y hace feliz al alma sino aquello que es superior a ella misma -esto es, Dios-. Por esto se ha dicho antes que "el Padre ama al Hijo y le muestra todas las cosas que El hace". En efecto, el Padre da a conocer al Hijo que las almas serán resucitadas, pues son resucitadas por el Padre y el Hijo, y no pueden vivir si Dios no es su vida. Y esto nos lo ha de demostrar el Padre y no el Hijo. Y por esto añade: "De manera que os maravilléis". En lo que dio a conocer lo que quiso decir: "Y mayores obras que éstas le mostrará". ¿Y por qué no dijo, os demostrará, sino al Hijo? Porque nosotros somos miembros del Hijo, y El conoce en cierto sentido por medio de sus miembros, como también padece en nosotros. Y así como dijo: "Que lo que disteis a uno de estos mis pequeñuelos, lo disteis a mí" (Mt 25,40), así, cuando fuese preguntado por nosotros: ¿Cuándo enseñarás, puesto que tú enseñas todas las cosas? responderá: cuando aprende uno de estos mis pequeñuelos, yo aprendo.


Catena aurea ES 12501