Catena aurea ES 12541

JUAN 5,41-47


12541 (Jn 5,41)

"No recibo gloria de hombres. Mas yo os he conocido que no tenéis el amor de Dios en vosotros. Yo vine en nombre de mi Padre, y no me recibís: si otro viniere en su nombre, a aquél recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros que recibís la gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria, que de sólo Dios viene? No penséis que yo os he de acusar delante del Padre: otro hay que os acusa: Moisés, en quien vosotros esperáis. Porque si creyéseis a Moisés, también me creeríais a mí: pues él escribió de mí, mas si a sus escritos no creéis, ¿cómo creeréis a mis palabras?" (vv. 41-47)

Crisóstomo in Ioannem hom. 40. Como el Señor había hecho mención antes del testimonio de San Juan, del de Dios y del de las obras de sus siervos para atraerlos más hacia sí, era probable que muchos creyesen que decía esto porque deseaba la gloria de los hombres. Y con este fin, dice en contra de esto: "No recibo la gloria de los hombres". Esto es, no necesito, porque mi naturaleza no es de tal manera que necesite la gloria que procede de los hombres. Y si el sol no recibe aumento de luz de la luz de otra antorcha, con mucha más razón no necesito de la gloria humana.

Alcuino. Ni recibo gloria alguna de los hombres, esto es, no busco la alabanza humana, porque no he venido a recibir honra material de los hombres, sino a dar honra espiritual a los hombres. Por tanto, no digo esto para buscar mi propia gloria, sino que me compadezco de vosotros, que vivís en el error, y deseo traeros al camino de la verdad. Por esto dice: "Mas yo he conocido que no tenéis el amor de Dios en vosotros.

Crisóstomo, ut supra. Como diciendo: y por eso he dicho esto, para convenceros de que no me perseguís porque amáis a Dios; porque El da testimonio de mí por medio de las obras y por medio del Espíritu Santo. Sucedería, pues, que así como me despreciáis, creyendo que soy enemigo de Dios, ahora vendríais a mí si amaseis a Dios, pero no le amáis. Y les dio a conocer que esto era verdad, no sólo por lo que había pasado, sino por lo que habría de suceder, diciendo: "Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me habéis recibido: si otro viniere en su nombre, le recibiréis". Y dice que ha venido en nombre del Padre para deshacer toda ocasión de impiedad.

Alcuino. Como si dijera: he venido al mundo para que el nombre de mi Padre sea glorificado por mí, puesto que todo lo atribuyo al Padre. Como no tenían amor de Dios, no querían recibir a Aquél que venía a hacer la voluntad del Padre. Mas el Anticristo vendrá, no en el nombre del Padre, sino en el suyo propio, y no buscando la gloria del Padre, sino la suya. Y como los judíos no quisieron recibir a Jesucristo, se les castigará su pecado con mucha razón, haciéndoles que reciban el Anticristo, para que los que no quisieron creer en la verdad crean en la mentira.

San Agustín De verb. Dom. serm. 45. Pero oigamos también lo que dice San Juan: "Habéis oído que viene el Anticristo, y ahora hay muchos que se han hecho anticristos" (1Jn 2,18) ¿Qué hay de temer en el Anticristo, sino que su nombre habrá de ser honrado y el nombre de Dios despreciado? ¿Qué otra cosa hace el que dice: "soy yo el que justifica" y "si no fuésemos buenos, habríais perecido?" ¿Ha de depender de éste mi vida, y mi salvación estar ligada a la suya de este modo? ¿No habría olvidado lo quién es mi fundamento? ¿Acaso no es Jesucristo la piedra?

Crisóstomo, ut supra. De este modo, pues, pone de relieve la falta de religiosidad de aquéllos. Como diciendo: si me perseguís porque amáis a Dios, mucho más conviene que lo hagáis con el Anticristo. Porque él no dirá que ha sido enviado por el Padre, ni que ha venido para hacer la voluntad de El, sino que por el contrario, usurpando lo que no le pertenece, dirá que es Dios, y que está sobre todas las cosas. Por lo que se da a conocer que perseguían a Jesucristo por envidia, y por su aversión a Dios. Además expone la causa de su infidelidad, diciéndoles: "¿Cómo podéis creer vosotros, siendo así que aceptáis mutuamente la gloria, y no buscáis la gloria que sólo viene de Dios?" Aquí les manifiesta repetidamente que no tendían hacia las cosas de Dios, sino que querían defender sus propias pasiones.

Alcuino. Es un pecado grave la jactancia y la ambición de la humana alabanza, que quiere que se la crea adornada de las prendas que no tiene. Por tanto, no pueden creer, porque tienen ambición de gloria mundana; ¿y qué otra cosa es la ambición de la humana alabanza, sino la hinchazón del alma soberbia? Como diciendo: que el alma de aquéllos, que era soberbia, deseaba ser alabada y ensalzada sobre todos los demás.

Beda. No puede precaverse este vicio de otro modo que entrando dentro de nosotros mismos, y considerando que no somos más que polvo, y que si comprendemos que en nosotros hay algo bueno, no creamos que procede de nosotros mismos, sino que debemos atribuirlo a Dios. Se nos enseña también que debemos portarnos siempre como deseamos ser tenidos por los demás. Finalmente, podrían responder: ¿Luego nos acusarás delante de tu Padre? Y por lo tanto, previniendo esta pregunta, añade: "No penséis que yo os he de acusar", etc.

Crisóstomo, ut supra. Esto es, porque no he venido a condenar, sino a salvar. "Otro hay que os acusa; Moisés, en quien vosotros esperáis". Así como de la Escritura había dicho antes "en la que vosotros suponéis la vida eterna", así dice de Moisés, "en quien esperáis", encerrándoles en sus propios argumentos. Pero dirían: ¿Y cómo nos acusará aquél? ¿Qué de comparable hay entre tú y Moisés, siendo así que no guardas el sábado? Y por esto añade: "Porque si creyéseis a Moisés, también me creeríais a mí; pues él escribió de mí". Esto tiene sus fundamentos en las anteriores pruebas. Y estando demostrado por mis obras, por el testimonio de Juan, y por el de mi Padre, que he venido de Dios, comprenderéis que Moisés os acusará, porque dijo: "Si viene alguno haciendo milagros, encaminando hacia Dios y prediciendo con verdad lo que ha de suceder, convendrá obedecerle". Y Jesucristo hizo todo esto, y sin embargo no le creyeron.

Alcuino. Acaso dijo esto ateniéndose a nuestro modo de pensar, y no porque pueda caber duda en Dios. Moisés, pues, escribió acerca de Jesucristo, diciendo: "El Señor os levantará un profeta de entre vuestros hermanos; y así como a mí, también le oiréis a El" (Dt 18,15)

San Agustín Contra Faustum 16, 9. Pero todo lo que escribió Moisés, lo escribió refiriéndose a Jesucristo. Esto es, todo pertenece a Jesucristo: ya sea que lo anuncie por medio de figuras en las cosas, en las acciones, o en las palabras, o ya sea que recomiende su gracia y su gloria.

Prosigue: "Mas si a sus escritos no creéis, ¿cómo creeréis a mis palabras?"

Teofilacto. Como diciendo: El, además, escribió y dejó sus libros entre vosotros, para que si os olvidaseis, podáis recordarlo fácilmente; y si no habéis creído en lo que está escrito, ¿cómo creeréis en mis palabras que no están escritas?

Alcuino. De aquí se deduce que los que leen los preceptos (que prohiben el robar y otras acciones malas) y dejan de cumplirlos, no pueden cumplir tampoco los mandatos del Evangelio, que son más perfectos y sublimes.

Crisóstomo, ut supra. Y en realidad, si se fijaran en lo que se les decía, le hubieran rogado que dijera qué era lo que Moisés había escrito acerca de El, pero se callaron. De tal condición es la maldad, que por más que vea u oiga continúa guardando siempre su veneno.

JUAN 6,1-14


12601 (Jn 6,1)

Después de esto, pasó Jesús a la otra parte del mar de Galilea, que es de Tiberíades. Y le seguía una grande multitud de gente, porque veían los milagros que hacía sobre los enfermos: Subió, pues, Jesús, a un monte, y se sentó allí con sus discípulos. Y estaba cerca la Pascua, día de la fiesta de los judíos. Y habiendo alzado Jesús los ojos, y viendo que venía a El una gran multitud, dijo a Felipe: "¿De dónde compraremos pan para que coman estos?" Esto decía por probarle: porque El sabía lo que había de hacer. Felipe respondió: "Doscientos denarios de pan no les basta, para que cada uno tome un poco". Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces: mas ¿qué es esto para tanta gente?" Y dijo Jesús: "Haced sentar a la gente. En aquel lugar había mucho heno. Y se sentaron a comer, como en número de cinco mil hombres. Tomó Jesús los panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los que estaban sentados: y asimismo de los peces, cuanto querían. Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que han sobrado, que no se pierdan. Y así recogieron y llenaron doce canastos de pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. Aquellos hombres, cuando vieron el milagro que había hecho Jesús, decían: "Este es verdaderamente el profeta que ha de venir al mundo". (vv. 1-14)

Crisóstomo in Ioannem hom. 41. Así como las flechas cuando caen sobre algún cuerpo duro rebotan con gran fuerza e ímpetu, y cuando no tienen algo que les estorbe van a parar en seguida al sitio donde se las envía y allí descansan, así, cuando disputamos con hombres atrevidos y con algún calor, se enfurecen más; pero si concedemos lo que ellos dicen, fácilmente calmamos su rabia. Por este medio Jesucristo consiguió, retirándose, calmar el furor que se levantaba contra El por las palabras que precedían y se marchó a Galilea y no a aquellos mismos sitios de donde había subido a Jerusalén. Por esto no se marchó a Caná de Galilea, sino que se pasó a la otra orilla del mar. Por esto dice el evangelista: "Después de esto, pasó Jesús a la otra parte del mar de Galilea, que es de Tiberíades".

Alcuino. Este mar tiene diferentes nombres, según los diferentes sitios por donde se extiende, pero en cuanto a su situación presente, se llama mar de Galilea por la provincia y Tiberíades por la ciudad1. Se dice mar, no porque el agua sea salada, sino según a la costumbre hebrea, que denomina mares a todas las grandes reuniones de agua. Este mar lo pasó repetidas veces el Señor para esparcir la palabra de su doctrina entre todos los pueblos que habitan junto a él.

Teofilacto. Pasa de pueblo en pueblo con el fin de probar la voluntad de los hombres y con el de volverles más ávidos y solícitos en la fe. De aquí es que sigue: "Y le seguía una gran multitud, porque veían los milagros que hacía en todos los que estaban enfermos".

Alcuino. A saber, volvía la vista a los ciegos y hacía otras cosas por el estilo. Y ha de tenerse en cuenta que a todos los que sanaba del cuerpo los regeneraba en el espíritu.

Crisóstomo in Ioannem hom. 40. Gozando de tan alta doctrina, sólo se fijaban en los hechos extraordinarios, porque sus entendimientos estaban oscurecidos, pues los hechos extraordinarios, como dice San Pablo2 (1Co 14,22), no fueron dados a los fieles, sino a los infieles. Eran, pues, más sabios aquellos que, según San Mateo (Mt 7,28-29), quedaban estupefactos ante la grandeza de su doctrina. Pero ¿por qué no dice: "cuando lo veían ejecutar maravillosos milagros"? Porque este evangelista puso su mayor esmero en prestar atención a las predicaciones del Señor, llenando con ellas la mayor parte de su libro. Sigue: "Ascendió, pues, al monte, Jesús, y allí estaba sentado con sus discípulos". Subió al monte a causa del milagro que pensaba realizar, pero hizo subir consigo a los discípulos, en lo cual iba envuelta una reprensión a la muchedumbre que no lo seguía. Subió también al monte para enseñarnos a hacer silencio en el interior, huyendo de los tumultos y de la agitación de las cosas mundanas. Porque la soledad es muy a propósito para la contemplación (o para el conocimiento de las cosas sublimes y la meditación de las cosas divinas) Prosigue: "Y estaba cerca la Pascua, día de la fiesta de los judíos". Véase cómo, tratando de un año entero, no nos refiere el evangelista más que dos milagros de Jesucristo: la curación del paralítico y la del hijo del funcionario real. Y no se ocupó de hablar de todos, porque eligió de entre ellos, aunque pocos, los más grandes. ¿Y por qué no subió en el día de la fiesta? Derogaba poco a poco la Ley, tomando ocasión para ello de la malicia de los judíos.

Teofilacto. Y como los judíos lo perseguían, tomó ocasión para retirarse, por no cumplir con la Ley, dejando adivinar a los que la observaban que cuando venía la realidad debía cesar toda figura y que no estaba sujeto a las leyes hasta el punto de tener que acudir a las fiestas legales. Y ve que esto no era una fiesta de Jesucristo, sino de los judíos.

Beda in Marc cap. 6. Si alguno examina detenidamente las palabras del evangelista conocerá con facilidad que sólo medió un año entre la degollación del Bautista y la pasión del Señor, siendo así que dice San Mateo que el Señor cuando supo la muerte de San Juan, se retiró a un lugar desierto y allí dio de comer a las multitudes. Y San Juan dice que estaba próxima la Pascua de los judíos cuando dio de comer a las multitudes, por lo cual se demuestra sin género de duda que San Juan fue degollado cerca de la Pascua. Habiendo transcurrido el lapso de un solo año, fue cuando Jesucristo sufrió la pasión en la misma festividad.

Teofilacto. Prosigue: "Y habiendo alzado Jesús los ojos", para que conozcamos que no levantaba sus ojos para mirar a cualquier parte, sino que estaba sentado decorosa y atentamente con sus discípulos.

Crisóstomo in Ioannem hom. 41. Y no estaba simplemente sentado con sus discípulos, sino que les hablaba alguna cosa con cuidado y los atraía hacia sí. Después, mirando a lo lejos, vio una multitud que se acercaba. ¿Con qué fin pregunta a Felipe? El sabía en verdad que aquella reunión de discípulos necesitaba de más amplios conocimientos, como sucedía con Felipe, que dijo después: "danos a conocer al Padre, y con esto tenemos bastante", por cuya razón lo instruye antes del suceso, porque si el milagro se hubiera verificado sencillamente, no hubiese brillado tanto. Y así ahora, antes del acontecimiento, lo obliga a confesar la carencia de pan, para que conozca mejor la magnitud del milagro. Por esto sigue: "Esto decía por probarle".

San Agustín De verb. Dom. serm., 11. Hay una tentación que nos lleva hasta el pecado, pero ésta no es con la que Dios tienta, porque en cuanto a ésta se dice en la carta de Santiago (Jc 1) que Dios no tienta para lo malo y hay otra tentación que es para probar la fe, según lo que dice en el Deuteronomio (Dt 13): "El Señor, vuestro Dios, os tienta". Y así debe comprenderse lo que Jesucristo preguntaba en el Evangelio tentando a aquel discípulo.

Crisóstomo iterum ut supra. No porque ignoraba lo que aquél debía contestarle, sino que esto lo dijo utilizando una manera común de expresarse. Cuando se dice "el que sondea los corazones de los hombres" (1Ch 28) se manifiesta que los sondea no por ignorancia, sino con perfecto conocimiento. Así, cuando aquí dice que lo tentó, no dice otra cosa más que lo que ya sabía ciertamente. Pero debemos decir que deseaba hacerlo testigo calificado por medio de esta pregunta, proponiéndose llevarlo al mejor conocimiento de aquel milagro. Por esto el evangelista, para que no sufriese detrimento tu comprensión a causa de poca energía en la frase, añadió: "Porque El sabía lo que había de hacer".

Alcuino. Pregunta, por lo tanto, no para enseñarle lo que ignora, sino para manifestar a su discípulo -hasta el momento ignorante- su tardanza para creer, la cual él no podía apreciar por sí mismo.

Teofilacto. O bien para manifestar a los otros esto mismo, como conocedor que era de su corazón.

San Agustín De cons. evang. 2, 46. Mas si el Señor, según lo que refiere San Juan, preguntó a Felipe de dónde podría darles de comer, a fin de probarlo cuando vio las multitudes, este hecho puede inducirnos a creer lo que cuentan otros: que los discípulos dijeron primero al Señor que despidiese a las multitudes, a los cuales respondió, según dice San Mateo (Mt 14,16): "No tienen necesidad de irse; dadle vosotros de comer". Se comprende, por lo tanto, que después de estas palabras fue cuando el Señor vio a la multitud y dijo a Felipe lo que refiere Juan. Mas otros pasaron esto en silencio.

Crisóstomo, ut supra. Aquello es una cosa y esto es otra, y se verificaron en diversos momentos.

Teofilacto. Probando el Señor a Felipe para ver si tenía fe, encontró que todavía estaba sujeto a las pasiones humanas, como se demuestra por lo que sigue: "Felipe le respondió: doscientos denarios de pan no les bastan para que cada uno tome un poco".

Alcuino. En lo que manifestó su tardanza para creer. Porque si hubiese conocido claramente que Aquél era el Creador, no hubiese desconfiado de su poder.

San Agustín, ut supra. Mas lo que aquí responde Felipe según San Juan, es lo mismo que San Marcos dice que respondieron sus discípulos, queriendo dar a entender que Felipe respondió esto por inspiración de los demás, aun cuando el evangelista pudo hablar en plural en vez de singular, como acostumbraba en muchas ocasiones.

Teofilacto. Pero el Señor vio que Andrés era parecido a Felipe, aunque su pensamiento se elevaba un poco más. Sigue, pues: "Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces".

Crisóstomo, ut supra. Creo, en verdad, que el Apóstol no dijo esto sin algún fin, porque había oído el milagro que Eliseo había hecho con los panes de cebada, pues alimentó a cien hombres con veinte panes (2R 4) Se levantó mentalmente a algo más elevado, pero no pudo llegar a la cumbre, lo cual se manifiesta por lo que sigue: "¿Mas qué es esto para tanta gente?" Creía, por lo tanto, que de pocos había de hacer pocos y de muchos muchos, el que hacía milagros, pero esto no era verdad. De igual manera le era fácil alimentar a las multitudes, ya fuera de pocos, ya de muchos (porque El no necesitaba de una materia limitada) Y para que no pareciese que las criaturas eran ajenas a su poder, utiliza las cosas creadas para hacer milagros.

Teofilacto. Confúndanse los maniqueos, que dicen que los panes y todas las demás cosas por el estilo han sido creadas por el dios malo, porque el Hijo del Dios bueno, Jesucristo, multiplicó los panes. Mas si las criaturas fuesen malas, el Bueno nunca hubiese multiplicado las cosas malas.

San Agustín De cons. evang. 2, 44. Juan consigna que Andrés fue el que sugirió lo de los dos panes y los cinco peces. Los otros evangelistas hablan en plural, no en singular, en atención a los demás discípulos.

Crisóstomo in Ioannem hom. 41. Los que nos fijamos demasiado en los placeres de la vida comprendamos por lo tanto en esto qué es lo que comían aquellos hombres admirables y grandes y la cantidad de lo que se les ofrecía y lo despreciable de su mesa. Y aún no se habían presentado aquellos panes, cuando mandó sentarse a las gentes, para que se conozca que le están sometidos los seres que no existen, lo mismo que los que existen, según dice San Pablo (Rm 4,17): "El que llama a aquellas cosas que existen como a las que no existen". Prosigue: "Y dijo Jesús: haced sentar a las gentes".

Alcuino. Ateniéndonos a la letra: que se sienten los hombres, lo decimos en el sentido de que se recuesten para comer, según acostumbraban los antiguos; por esto sigue: "En aquel lugar había mucho heno".

Teofilacto. Esto es, hierba verde, porque la Pascua se celebraba en el primer mes de la primavera. Prosigue: "Y se sentaron a comer, como en número de cinco mil hombres". El evangelista cuenta únicamente los hombres, porque seguía la costumbre legal. Así como Moisés computó el pueblo por los que habían cumplido veinte años y no hizo mención de las mujeres (Nb 1), teniendo en cuenta que todo lo que lleva carácter viril y juvenil es digno y agradable delante de Dios.

Prosigue: "Tomó, pues, Jesús los panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los que estaban sentados: y asimismo de los peces, cuanto querían".

Crisóstomo, ut supra. ¿Y por qué cuando iba a curar al paralítico no ora, ni cuando resucita a los muertos, ni cuando calma la tempestad del mar y aquí ora y da gracias? Para manifestar que aquéllos que empiezan a comer, deben dar gracias a Dios. O de otro modo: ora en las cosas pequeñas, para que se vea que no ora por necesidad. Porque si necesitase orar, esto lo haría con mucha más razón en los milagros de mayor importancia. Pero como los hacía con autoridad propia, da a entender que aquí ora por acomodarse a nuestro modo de ser y además, como había mucha gente delante, convenía enseñarles que esto sucedía por la voluntad de Dios. Y, por tanto, no oraba cuando hacía algún milagro en secreto, pero ora en presencia de muchos, para que no crean que es enemigo de Dios.

San Hilario De Trin., 1, 3. Se le ofrecen, pues, cinco panes a la multitud y se le distribuyen. Pero se observa que se aumentan los pedazos en las manos de los que los distribuyen. No se hacían más pequeños porque los partían, sino que siempre los pedazos llenaban las manos de los que estaban distribuyendo. Ni los sentidos, ni la vista podían seguir la marcha de aquello que sucedía. Es lo que no era, se ve lo que no se comprende y sólo queda de creer que Dios puede hacer todas las cosas.

San Agustín In Ioannem tract., 24. Como multiplica las plantas por medio de unas pocas semillas, también multiplicó los cinco panes en las manos de los que los distribuían. El poder estaba en las manos de Jesucristo. Multiplicó aquellos cinco panes que eran como las semillas no arrojadas a la tierra, sino multiplicadas por Aquél que hizo la misma tierra.

Crisóstomo, ut supra. Véase en esto cuán grande es la diferencia que hay entre el siervo y el Señor. Porque los profetas, como tenían la gracia limitada, hacían milagros sujetos a estos límites. Mas Jesucristo, como obraba con poder absoluto, hacía todas las cosas con gran superabundancia. De donde sigue: "Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: recoged los pedazos que han sobrado, que no se pierdan". Esta ostentación, en verdad, no era inútil, antes servía para que no creyesen que los había hecho sufrir una ilusión. Hizo aquel milagro sobre la materia que le estaba sometida. ¿Mas por qué razón no dio a las multitudes los trozos que habían sobrado para que se los llevaran, sino a los discípulos? Porque quería enseñarles de una manera especial, puesto que habían de ser los maestros de todo el mundo. Y yo no sólo admiro la multitud que resultó de estos panes, sino también la exactitud de los trozos que sobraron, porque quiso que en lo sobrante no hubiese ni exceso ni defecto, sino únicamente cuanto quería, a saber: doce canastos, en atención al número de los doce apóstoles.

Teofilacto. Aprendemos también en este milagro a no apocarnos cuando nos veamos acosados por la pobreza.

Beda. Mas las multitudes, cuando vieron el milagro que había hecho el Señor, se admiraban, porque todavía no habían comprendido que Jesús era Dios. Y por eso añade el evangelista: "Aquellos hombres, -como eran carnales, y todo lo entendían en sentido material-, decían: éste es verdaderamente el profeta que ha de venir al mundo".

Alcuino. Aun no creían con verdadera fe los que llamaban profeta al Señor, porque aun no habían aprendido a llamarle Dios. Mas ya habían adelantado mucho por razón de aquel milagro, puesto que lo designaban con el nombre de profeta, pero distinguiéndolo de los demás profetas. Sabían, por tanto, en aquel pueblo que los profetas habían hecho milagros en algunas ocasiones y no se equivocan cuando le llaman profeta, porque el mismo Señor se llamaba así cuando decía (Lc 13): "Porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén".

San Agustín In Ioannem tract., 24. Por lo tanto, Jesucristo es profeta y Señor de los profetas, así como es Angel y Señor de los ángeles. En cuanto anunció lo que estaba presente, era ángel; en cuanto anunció lo que había de suceder, era profeta; y en cuanto el Verbo se hizo carne, era el Señor de los ángeles y de los profetas; porque no ha habido profeta alguno sin palabra divina.

Crisóstomo in Ioannem hom. 41. Y respecto de lo que decían: "que habrá de venir al mundo", daban a entender que esperaban un cierto profeta especial. Y cuando dicen: "Este es verdaderamente el profeta", se da a entender por la adición del artículo griego que era diferente de los demás profetas.

San Agustín, ut supra. Debe tenerse en cuenta lo que generalmente se dice, a saber: que Dios no es de tal naturaleza que pueda ser visto con los ojos, y que sus milagros, con los que sostiene a todo el mundo y alimenta todas las criaturas, no llaman la atención, por la frecuencia con que se repiten. Pero se ha reservado algunos milagros para hacerlos con oportunidad fuera del curso y del orden regular de la naturaleza, no porque sean mayores, sino porque se ejercen menos frecuentemente, y así admiran por esta circunstancia más que aquéllos que se están realizando diariamente. Realmente es mayor milagro el gobierno de todo el mundo que el saciar a cinco mil hombres con cinco panes, y sin embargo, nadie se admira de este gobierno. Pero los hombres se admiran del otro milagro, no porque es mayor, sino porque es raro. Y no basta fijarnos en esto respecto de los milagros de Jesucristo.

Alcuino. En sentido espiritual, sucede muchas veces que con el nombre de mar turbulento se designa este mundo. Ahora bien, Jesucristo -naciendo- abordó al mar de nuestra mortalidad; navegó en él (muriendo); lo atravesó (resucitando) y lo siguieron las multitudes de los que creían en El y que había reunido de uno y otro pueblo (creyéndole e imitándole)

Beda. El Señor subió al monte cuando subió al cielo, el cual se designa con el nombre de monte.

Alcuino. Al dejar las multitudes en el llano y subir a los lugares más altos con sus discípulos, dio a entender que a los más ignorantes deben confiárseles únicamente los preceptos más sencillos y a los mejor instruidos deben enseñárseles los más sublimes. Cuando les dio de comer a la proximidad de la Pascua, quiso significar que todo aquél que desea alimentarse con el pan de la divina palabra y con la sangre de nuestro Señor Jesucristo, debe celebrar la Pascua espiritual o, lo que es lo mismo, salir de los vicios y entrar en las virtudes (porque Pascua quiere decir tránsito) Mas los ojos del Señor son gracias espirituales, que cuando el Señor concede por su misericordia a sus escogidos, entonces dirige hacia ellos sus ojos, o lo que es lo mismo, les dispensa la gracia de su caridad.

San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 81. Los cinco panes de cebada representan la Ley antigua, ya porque aun no se había dado la Ley a los hombres espirituales, sino únicamente a los hombres carnales, esto es, a los que están dedicados a sus cinco sentidos corporales (porque aquellas multitudes se componían de cinco mil hombres), o ya porque la Ley había sido dada por Moisés y Moisés escribió cinco libros. Y como los panes eran de cebada, dio a entender que aquella Ley había sido dada con el fin de que se fomentase la vida del espíritu, a la vez que se fomentaba la del cuerpo por medio de los Sacramentos. Porque los granos de cebada tienen la médula cubierta por medio de una paja muy adherida y el pueblo aun no se había despojado de los deseos de la carne, a los cuales estaba fuertemente adherida su alma, como lo está la paja al grano de cebada.

Beda. Y este alimento de cebada es propio de los asnos y sirve también de comida a las gentes más pobres. Por esto la Ley antigua se había dado para los siervos y los asnos, esto es, para los hombres carnales.

San Agustín, ut supra. Aquellos dos peces que daban al pan cierto sabor agradable representan, sin duda, aquellas dos clases de personas por medio de las que se regía aquel pueblo, a saber: la real y la sacerdotal. Dos clases de personas que prefiguraban a nuestro Señor, porque El había asumido los poderes de ambas.

Alcuino. También pueden representar aquellos dos peces lo dicho y lo escrito por los profetas y por los salmistas. Y como el número cinco se refiere a los cinco sentidos del cuerpo, así mil se refiere al grado más alto de perfección. Todos aquéllos que procuran gobernar bien los cinco sentidos de su cuerpo se llaman varones por la virilidad o fuerza, ya que la debilidad de carácter no los corrompe, sino que viven con sobriedad y castidad, y así merecen ser recreados con la dulzura de la sabiduría celestial.

San Agustín In Ioannem tract., 24. El muchacho que tenía estas cosas, representa acaso al pueblo de Israel, que traía todas estas cosas con afecto de niño y no comía. Mas aquellas cosas que él llevaba, y aquella canasta que llevaba estas cosas cuando estaba cerrada pesaba; cuando estaba abierta alimentaba.

Beda. Muy oportunamente dice Andrés: "¿Mas qué es esto para tantos?" Porque la Ley antigua aprovechaba poco, hasta el que Señor la tomó en sus manos (esto es, hasta que la cumplió con sus obras) y enseñó que debía entenderse en sentido espiritual. Porque la Ley a nadie conducía a la perfección (He 7,19)

San Agustín, ut supra. Partiendo los panes, se multiplicaron. Porque eran cinco los libros de Moisés y los hicieron muchos libros cuando los expusieron, como partiéndolos (esto es, dividiéndolos)

San Agustín Lib. 83, quaest, qu. 61. El Señor, como dividiéndolos también y manifestando lo que era oscuro y estaba cerrado en la Ley, sació a sus discípulos cuando les explicó las Escrituras después de la resurrección.

San Agustín In Ioannem tract., 24. Como el pueblo ignoraba lo que la Ley quería decir, por esto la tentación del Señor demostraba la ignorancia del discípulo. Y estaban sentados sobre la hierba, porque les agradaban las cosas de la tierra, y descansaban en las cosas materiales. Está escrito que toda carne es paja. Mas ellos fueron alimentados por los panes del Señor, porque los que escuchan por los oídos cumplen con las obras (Is 40,6)

San Agustín, ut supra. ¿Qué representan aquellos trozos que sobraron, sino aquellas cosas que el pueblo no ha podido comprender? ¿Y qué queda sino que aquellos secretos de la inteligencia que la multitud no puede comprender, sean creídos por aquéllos que estaban destinados y debían enseñar a los demás, como eran los Apóstoles? Por esto se llenaron doce canastas.

Alcuino y Beda. Los oficios más bajos se administran con las canastas. Luego las canastas son los Apóstoles y sus imitadores, los cuales, aunque en la vida presente no son bien conocidos, sin embargo, están repletos interiormente por las riquezas de las gracias espirituales. Y se dice que los Apóstoles eran como las canastas, porque por medio de ellos había de predicarse la fe de la Santísima Trinidad en las cuatro partes del mundo. Como no quiso hacer panes nuevos, sino que reunió los trozos que habían sobrado, dio a conocer que no despreciaba la Antigua Escritura, sino que la explicaba exponiendo su sentido.

JUAN 6,15-21


12615 (Jn 6,15)

Y Jesús cuando entendió que habían de venir para arrebatarle, y hacerle rey, huyó otra vez al monte El sólo. Y como se hiciese tarde, descendieron sus discípulos al mar. Y habiendo entrado en un barco, pasaron de la otra parte del mar, hacia Cafarnaúm: y era ya oscuro, y no había venido Jesús a ellos. Y se levantaba el mar con el viento recio que soplaba. Y cuando hubieron remado como unos veinte y cinco o treinta estadios, vieron a Jesús andando sobre el mar, y que se acercaba al barco, y tuvieron miedo. Mas El les dice: "Yo soy, no temáis". Y ellos quisieron recibirle en el barco. Y el barco llegó luego a tierra a donde iban. (vv. 15-21)

Beda. Las multitudes, cuando vieron aquel milagro tan grande, supieron que era bueno y poderoso el que lo había hecho y por tanto lo quisieron hacer rey. Porque los hombres quieren tener un rey que sea bueno para mandar y poderoso para defender. Mas el Señor, conociendo esto mismo, huyó a un monte, esto es, subió con precipitación. Por esto dice: "Y Jesús, cuando entendió que habían de venir para arrebatarle y hacerle rey, huyó otra vez al monte El solo". En esto se da a conocer que cuando el Señor estaba sentado en el monte con los discípulos y vio que las multitudes venían hacia El, había bajado y les había dado de comer en las partes inferiores: ¿Porque cómo podía suceder que otra vez huyese al monte, si antes no hubiese bajado de él?

San Agustín De cons. evang. 2, 47. Y no se opone a esto lo que dice San Mateo "que subió solo a orar al monte" (Mt 14,23), porque la causa de orar no es contraria a la causa por la cual huía. En algunas ocasiones, y aquí especialmente, el Señor nos da a conocer, que hay gran motivo para orar cuando nos vemos obligados a huir.

San Agustín, In Ioannem tract., 25. Y sin embargo, era Rey el que temía que lo hicieran rey. Y no era un rey de tal condición que podía ser elegido por los hombres, sino quien daba a los hombres un reino. Porque El siempre reina con el Padre, en cuanto que es Hijo de Dios. Los profetas habían anunciado su reino, en cuanto que Jesucristo se hizo hombre. E hizo que sus fieles fueran cristianos, porque son su reino, el cual, o bien se forma, o bien se compra con la sangre de Jesucristo. Sucederá alguna vez que su reino sea bien conocido, cuando la santidad de sus escogidos sea bien conocida, después del juicio que El habrá de celebrar. Mas los discípulos y las multitudes que creían en El, entendían que había venido ya, pero para reinar. Y por esto querían arrebatarlo y hacerlo rey, previniendo de este modo el tiempo en que el Señor se ocultaba.

Crisóstomo in Ioannem hom. 41. Véase cuánto es el poder de la ambición. No se fijan ya en si quebranta el sábado ni tienen celo por la gloria de Dios, sino que todo esto lo miran como accidental cuando tienen el vientre lleno. Y cuando ya tenían al profeta entre ellos, quieren entronizarlo como rey. Mas Jesucristo huyó, enseñándonos de este modo a despreciar los honores humanos. Y así Jesucristo dejó a sus discípulos y se subió al monte. Mas ellos, abandonados por su Maestro, y como ya era tarde, se bajaron al mar. Y esto es lo que añade: "Y como se hiciese tarde", etc. Y en realidad esperaron hasta la caída de la tarde, creyendo que el Señor volvería. Mas cuando ya concluyó la tarde, no se cansaron ya en buscarlo (¡tanto los detenía su amor!) y por eso, abrasados por aquel amor, subieron a la nave. Por esto sigue: "Y habiendo entrado en un barco, pasaron a la otra parte del mar, a Cafarnaúm". Y vinieron a aquella ciudad, creyendo que allí lo encontrarían.

San Agustín, ut supra. Así explicó primero el final de aquel acontecimiento, y volvió para exponer de qué manera habían llegado: que habían pasado de una orilla a otra navegando a través del lago. Y recuerda lo que sucedió mientras navegaban, diciendo: "Y era ya oscuro", etc.

Crisóstomo, ut supra. No deja de tener un motivo el evangelista al citar el tiempo en que esto sucedió, porque así dio a conocer el amor ferviente de los discípulos hacia el Salvador. Por esto no dijeron: ya es tarde y la noche se acerca, sino que, encendidos por su amor, entraron en el barco. Eran muchas las razones que los detenían con cierta necesidad, especialmente la del tiempo. Por esto dice: "Y ya era oscuro". Y también por la tempestad, por lo que continúa: "Y se levantaba el mar con el viento fresco que soplaba". Y también por el lugar, porque no estaban cerca de la tierra, por esto dice: "Y cuando hubieron remado como unos veinte y cinco a treinta estadios".

Beda in Ioannem in c. 5. Con este modo de hablar con que nos expresamos cuando tenemos dudas; solemos decir, casi veinticinco, o cerca de treinta.

Crisóstomo , ut supra. Y al final sucedió lo que menos se esperaba. "Vieron a Jesús andando sobre el mar, y que se acercaba al barco". Reaparece después que les había dejado, dándoles a conocer con esto lo que representa su abandono y exhortándolos a que lo amen más. Y aquí manifiesta también su gran poder. Por ello es que se asustaban. Por esto sigue: "Y tuvieron miedo". Mas el Señor se dio a conocer a los que estaban asustados para animarles. Por esto sigue: "Mas El les dice: yo soy, no temáis".

Beda. Y no dijo: Yo soy Jesús, sino únicamente: "Yo soy", porque eran sus amigos muy cercanos y con sólo oír su voz ya podían conocer a su maestro, o (lo que es más), para dar a conocer que El era aquel mismo que dijo a Moisés (Ex 3,14): "Yo soy el que soy".

Crisóstomo in Ioannem hom. 42. Y se apareció así a éstos, para manifestar que El es quien calma la tempestad, y esto lo demuestra el evangelista cuando añade: "Y ellos quisieron recibirle en el barco; y el barco llegó en seguida a la tierra a donde iban". Luego les concedió una navegación tranquila. Y no subió al barco, queriendo hacer que el milagro fuese mayor y demostrar con más evidencia su divinidad.

Teofilacto. Véase, pues, cómo hizo tres milagros: el primero era que andaba sobre las aguas; el segundo, que calmó las olas y el tercero, porque encaminó al punto el barco a la tierra a donde iban, de la que todavía estaban muy distantes cuando el Señor se les apareció.

Crisóstomo, ut supra. No se dio a conocer a la multitud cuando andaba por el mar, porque esto excedía a lo que podían comprender, de modo que ni aun por sus discípulos fue visto en muchos días, porque en cuanto hizo esto desapareció de entre ellos.

San Agustín De cons. evang. 2, 47. No se opone esto a lo que antes dijo San Mateo, que mandó a sus discípulos que entrasen en el barco y que fuesen delante de él atravesando el lago mientras despedía las multitudes; y que después, cuando hubo despedido a las multitudes, se subió solo a orar a un monte. Pero San Juan dice en primer lugar que huyó solo al monte, y después dice: "Y como se hiciese tarde, descendieron sus discípulos al mar, y habiendo entrado en un barco, etc.". ¿Y quién no comprende esto mismo, recopilando lo que San Juan dice que habían hecho los discípulos según las instrucciones que Jesús había dado antes de huir al monte?

Crisóstomo, ut supra. O de otro modo: me parece que este milagro es diferente del que refiere San Mateo, porque entonces no lo recibieron inmediatamente y ahora sí. Y entonces la tempestad continuó sin embargo combatiendo la nave y ahora se calmó en cuanto oyó su voz. Porque muchas veces repetía los mismos milagros, haciéndolos así más comprensibles.

San Agustín In Ioannem tract., 25 et seq. En sentido espiritual, el Señor temió a las multitudes y huyó al monte, y así se había anunciado respecto de El, pues dice el salmo (Ps 7,8): "La reunión de los pueblos te rodeará, y por esta causa te volverás a lo alto", esto es, cuando te rodee la multitud de pueblos, vuelve a lo alto. ¿Y por qué se ha dicho: "huyó", supuesto que no queriendo El no podría ser detenido? Tenemos otro significado para huyendo, porque en verdad no pudo ser comprendido por su elevación: cuando no comprendes alguna cosa dices: "Esto escapa a mi razón". Por esto huyó solo al monte, porque subió más arriba de todos los cielos. Pero en cuanto El se posó en lo alto, sus discípulos sufrieron la tormenta en el barco. Aquella nave representaba la Iglesia. Ya habían aparecido las tinieblas y con razón, porque no existía la luz y no había venido Jesús a ellos. En tanto que se acerca el fin del mundo, crece la maldad y aumentan los errores. Mas la luz es la caridad, según aquellas palabras de San Juan (1Jn 2,9): "el que aborrece a su hermano vive en tinieblas". Las mismas olas que turban la nave, las tempestades y los vientos, representan los clamores de los réprobos. Por esto la caridad se enfría y se aumentan las agitaciones y la nave peligra. Y sin embargo ellos, a pesar del viento, de la tempestad y de las olas, procuraban que la nave no zozobrase ni se sumergiese, porque el que perseverare hasta el fin se salvará (Mt 10,22) El número cinco se refiere a la Ley y los libros de Moisés son cinco. Luego el número veinticinco también representa la Ley, puesto que cinco veces cinco hacen veinticinco. Pero a esta Ley, antes que apareciese el Evangelio, le faltaba la perfección, que se comprende en el número seis. Multiplíquese el mismo número cinco por seis, para que la Ley se cumpla por medio del Evangelio, y se completa el número treinta multiplicando seis por cinco. Y para aquéllos que cumplen la Ley, vino Jesucristo pisando las olas, esto es, poniendo bajo sus pies a todas las vanidades del mundo, rebajando todas las elevaciones del siglo. Y sin embargo quedan tantas tribulaciones, que aun los mismos que creen en Jesucristo temen perecer.

Teofilacto. Cuando los hombres o los demonios se esfuerzan en abatirnos por temor, oigamos lo que dice Jesucristo: "Yo soy, no temáis". Esto es: yo sin cesar os defiendo, y como Dios, subsisto siempre y nunca falto; no perdáis la fe en mí, asustados por falsos temores. Véase también cómo el Señor no acudió en los primeros momentos del peligro, sino en los últimos. Porque permite que nos encontremos en medio de los peligros, para que así, peleando en las tribulaciones, nos volvamos mejores y recurramos únicamente a El solo, que es quien puede librarnos cuando menos se espera. No pudiendo la inteligencia humana acudir con el oportuno remedio en las grandes tribulaciones, viene entonces a auxiliarnos la gracia divina. Y si queremos también que Jesucristo pase a nuestra nave (esto es, habite en nuestros corazones) inmediatamente nos encontraremos en la tierra a donde queremos ir (esto es, en el cielo)

Beda. Y como esta navecilla no conduce a los perezosos, sino a los que reman con firmeza, se da a entender que en la Iglesia, no los desidiosos ni los comodones, sino los fuertes y perseverantes en las buenas obras, son los que llegan al puerto de la salvación eterna.


Catena aurea ES 12541