Catena aurea ES 12647

JUAN 6,47-51

12647 (Jn 6,47-51)

"En verdad, en verdad os digo: que aquél que cree en mí tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que comiere de él no muera. Yo soy el pan vivo, que descendí del cielo. Si alguno comiere de este pan, vivirá eternamente. Y el pan que yo os daré es mi carne por la vida del mundo". (v. 47-52)

San Agustín In Ioannem tract., 26. El Señor quiso dar a conocer lo que El era. Por esto dice: "En verdad, en verdad os digo, que aquél que cree en mí, tiene vida eterna". Como diciendo: el que cree en mí, me tiene. ¿Y qué es tenerme? Tener la vida eterna. Y la vida eterna es el Verbo que en el principio estaba con Dios y la vida era la luz de los hombres. La vida asumió a la muerte, para que la muerte fuese destruida por la vida.

Crisóstomo in Ioannem hom. 45. Y como las multitudes instaban pidiendo el alimento corporal, acordándose de aquel alimento que se había concedido a sus padres, con el fin de manifestarles que todo aquello no fue otra cosa más que una figura de la verdad que tenían presente, hace mención de la comida espiritual diciendo: "Yo soy el pan de la vida". Se llama a sí mismo pan de la vida, porque encierra en sí nuestra vida toda, tanto la presente como la venidera.

San Agustín, ut supra. Mas como ellos se enorgullecían hablando del maná, añade: "Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron". Y por esto, vuestros padres eran como vosotros. Murmuradores eran los padres de los hijos murmuradores, porque se dice que en nada ofendió tanto aquel pueblo a Dios, como murmurando contra Dios. Y por esta razón murieron, porque creyeron sólo lo que veían y no creían ni entendían lo que no veían.

Crisóstomo, ut supra. Y no sin causa añadió: "en el desierto", manifestando de una manera oculta que no fue largo aquel periodo en que se concedió el maná y que además no llegó con ellos hasta la tierra prometida. Pero como veían que el pan que Jesucristo les había dado era de poco mérito en comparación del que habían recibido sus padres, (puesto que aquél bajaba del cielo y el que Jesucristo les dio, aunque por un milagro, era de la tierra), por esto añadió: "Este es el pan que desciende del cielo".

San Agustín, ut supra. El maná prefiguró a este pan y el altar del Señor también. Tanto en éste como en aquél se prefiguran los sacramentos. En las figuras hay diferencia, mas en la cosa que se figura hay paridad. Oigamos al Apóstol (1Co 10,3): "Todos comieron la misma comida espiritual".

Crisóstomo, ut supra. Después manifiesta (lo que podía convencerles más) que ellos eran de mejor condición que sus padres, porque éstos, habiendo comido el maná, murieron, y por esto añade: "Para que el que comiere de él no muera". Por el fin da a conocer la diferencia de uno y otro pan. En este lugar llama pan a los misterios salvíficos y a la fe, que es su objeto propio, o bien se refiere a su cuerpo, pues todas estas cosas sostienen el alma.

San Agustín, ut supra. ¿Pero nosotros, no comeremos del pan que baja del cielo? Aquellos murieron, como nosotros también hemos de morir en cuanto a la muerte de este cuerpo, visible y material. Pero en cuanto a la muerte del espíritu, de la que murieron los padres de éstos, Moisés comió el maná y muchos otros que agradaron a Dios y no murieron porque aquella comida visible fue entendida por ellos en sentido espiritual. Tuvieron de ella hambre espiritual, la gustaron en espíritu y espiritualmente quedaron saciados. Y nosotros hoy también recibimos un alimento visible, pero una cosa es el sacramento y otra la virtud del sacramento. ¿Cuántos hay que reciben este pan del altar, y mueren a pesar de ello? Por esto dice el Apóstol (1Co 11,29): "Que come y bebe su propia condenación". Por tanto, comed el pan del cielo en espíritu y llevad vuestra inocencia ante el altar. Los pecados, ya que son diarios, que no sean mortales. Antes que os aproximéis al altar, ved lo que hacéis, ved lo que decís: perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores (Mt 6,12) Si perdonas, te serán perdonadas. Aproxímate tranquilo, es pan, no veneno. Y si alguno comiese de este pan, no morirá, pero respecto de la virtud del sacramento y no en cuanto se refiere al sacramento visible; esto es, el que lo come interiormente y no exteriormente.

Alcuino. Y por eso no muere el que come este pan, porque "Yo soy el pan vivo que bajé del cielo".

Teofilacto. Con este fin se encarnó; y no fue primero sólo hombre y después tomó la divinidad, como dice Nestorio, mintiendo.

San Agustín, ut supra. También el maná bajó del cielo, pero el maná era sombra y este pan es la realidad.

Alcuino. Mi vida es la que vivifica. Por esto sigue: "Si alguno comiere de este pan, vivirá", no sólo en la vida presente por medio de la fe y de la santidad, sino "vivirá eternamente. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo".

San Agustín. Explica el Señor a continuación por qué se llama a sí mismo pan, no sólo en lo que toca a la divinidad que todo lo nutre, sino también a la naturaleza humana que asumió el Verbo de Dios, cuando añade: "El pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo".

Beda. El Señor concedió este pan cuando instituyó el sacramento de su cuerpo y su sangre y lo dio a sus discípulos y cuando se ofreció a Dios Padre en el ara de la cruz. Cuando dice: "Por la vida del mundo", no debemos entender que por los elementos, sino por todos aquéllos que se designan en el nombre del mundo.

Teofilacto. Cuando dice: "Que yo daré" da a conocer su poder, porque no fue crucificado como siervo del Padre y menor que El, sino voluntariamente. Pues aunque se dice que fue entregado por el Padre, se entregó El a sí mismo. Y véase cómo el pan que nosotros recibimos en el sacramento no es la figura del cuerpo de Jesucristo, sino el mismo verdadero cuerpo de Jesucristo. Porque no dijo: el pan que yo daré lleva la imagen de mi cuerpo, sino: es mi propia carne. Se transforma este pan por las palabras inefables, por la bendición y habitación mística del Espíritu Santo en el cuerpo de Jesucristo. ¿Y por qué no vemos su cuerpo? Porque si lo viésemos, nos horrorizaríamos de comerlo. Por cuya razón, condescendiendo con nuestra fragilidad, vemos esta comida espiritual en la manera que convenía a nuestro modo de conocer. Entregó su carne por la vida del mundo, porque muriendo destruyó la muerte. Yo también entiendo la resurrección en aquellas palabras "por la vida del mundo". Porque la muerte del Señor concedió la resurrección general a todo el género humano. Y acaso a la vida, que consiste en la santificación y en la perfección según el espíritu, la llamó vida del mundo. Aunque no todos hayan recibido la vida que se encuentra en la santificación y en el espíritu, sin embargo, el Señor se entregó por el mundo y cuanto hay en él, por lo que todo el mundo se santifica.

San Agustín In Ioannem tract., 26. ¿Y cómo iba a entender el hombre que llamase pan a su carne? Conocen, pues, los fieles que es el cuerpo de Jesucristo y no deben despreciarlo. Háganse cuerpo de Jesucristo, si quieren vivir del espíritu de Jesucristo, porque no vive del espíritu de Jesucristo sino el cuerpo de Jesucristo. ¿Acaso mi cuerpo vive de tu espíritu? El Apóstol da a conocer este pan diciendo (1Co 10,17): "Muchos somos un solo cuerpo, todos los que participamos de este solo pan". ¡Oh sacramento de piedad! ¡Oh signo de unidad! ¡Oh vínculo de caridad! El que quiere vivir, tiene de dónde vivir; acérquese, crea, incorpórese para que sea vivificado.

JUAN 6,52-54


12652 (Jn 6,52-54)

Comenzaron entonces los judíos a altercar unos con otros, y decían: "¿Cómo nos puede dar éste su carne a comer?" Y Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo: Que si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el último día". (vv. 53-55)

San Agustín In Ioannem tract., 26. Y como los judíos no entendían cuál era aquel pan de concordia, disputaban entre sí. Por esto dice: "Comenzaron entonces los judíos a altercar unos con otros", etc. Mas los que comen de este pan, no discuten entre sí, puesto que por medio de este pan Dios hace habitar a todos unidos en su casa.

Beda. Creían pues los judíos, que el Señor dividiría en trozos su propia carne y se la daría a comer; por esto disputaban porque no entendían.

Crisóstomo in Ioannem hom. 46. Y como decían que esto era imposible, esto es, que diese a comer su propia carne, les dio a entender que no sólo no era imposible, sino muy necesario; por esto sigue: "Y Jesús les dijo: en verdad, en verdad os digo que si no comiereis la carne", etc. Como diciendo: de qué modo se da y cómo debe comerse este pan, vosotros no lo sabéis, mas si no lo comiereis, no tendréis vida en vosotros.

San Agustín, ut supra. Como si dijese: vosotros ignoráis de qué manera alguien puede ser comido y cuál sea el modo de comer aquel pan, pero aun así "si no comiéreis la carne del Hijo del hombre y bebiéreis su sangre, no tendréis vida en vosotros".

Beda. Y para que no creyesen que esto se decía para ellos solos, formuló a continuación una sentencia general, diciendo: "Que el que come mi carne y bebe mi sangre", etc. Y para que no entendiesen que se refería a esta vida y cuestionasen acerca de ello, añadió: "Tiene vida eterna". Mas no la tiene el que no come esta carne ni bebe esta sangre, puesto que podemos tener la vida temporal prescindiendo de El, pero de ninguna manera la vida eterna. No sucede así respecto de la comida que tomamos para alimentar esta vida temporal, porque los que no la reciben, no viven, ni tampoco vivirá el que la tome, puesto que sucede que mueren todos los que la toman, o por enfermedad, o por ancianidad, o por cualquier otra causa. Mas respecto de esta comida y esta bebida, esto es, del cuerpo y la sangre del Señor, no sucede así. Porque el que no la toma no tiene vida eterna y el que la toma tiene vida y ésta es eterna.

Teofilacto. Porque no es carne de un mero hombre, sino de Dios, quien deseando hacer al hombre divino, como que lo embriaga en su divinidad.

San Agustín De civ. Dei. 22, 19. Hay algunos que, por lo que dice aquí, ofrecen la salvación a los hombres purificados por el bautismo de Jesucristo, con tal que participen de su cuerpo (aunque vivan de cualquier modo) Pero les contradice el Apóstol, diciendo: "son bien conocidas las acciones de la carne, como son la fornicación, la inmundicia" (Ga 5,19), etc. Acerca de lo que os predico, como ya os llevo dicho, que los que así obran, no alcanzarán el reino de Dios. Por esta razón se pregunta con fundamento cómo debe entenderse lo que aquí dice. El que vive unido con su cuerpo -esto es, en unión con los miembros cristianos, de cuyo cuerpo suelen participar todos los fieles que se acercan al altar-, ése puede propiamente decirse que come el cuerpo y bebe la sangre de Jesucristo. Por esto los herejes y los cismáticos, que están separados de la unidad del cuerpo, pueden recibir este sacramento, pero no les aprovecha, antes al contrario, les perjudica, porque son considerados como más pecadores y hay más dificultad para perdonarlos. Y ellos no deben considerarse como seguros por sus costumbres malas y depravadas, porque por la maldad de su vida abandonaron la misma santidad de la vida, que es Jesucristo, ya fornicando, o ya haciendo otras cosas por el estilo. Y no puede decirse que éstos coman el cuerpo de Jesucristo, porque ni aun deben contarse entre los miembros de Jesucristo. Y pasando otras cosas en silencio, no pueden ser a la vez miembros de Jesucristo y miembros de una mujer impúdica.

San Agustín In Ioannem tract., 26. Quiere que se entienda por esta comida y esta bebida la unión que hay entre su cuerpo y sus miembros, como es la Iglesia en sus predestinados, en los llamados, en los justificados, en los santos glorificados y en sus fieles. Este sacramento (esto es, la unidad del cuerpo y la sangre de Jesucristo), que en algunos lugares se prepara todos los días en la mesa del Señor y en otros, sólo de tiempo en tiempo y se recibe de la mesa del Señor, para unos es vida, para otros condenación. Pero la entidad de aquello que constituye el sacramento, da vida a todo hombre, y a ninguno sirve de condenación, cualquiera que sea el que de ella participa. Y para que no creyesen que por medio de esta comida y esta bebida se ofrecía la vida eterna de tal modo que aquéllos que la recibiesen ya no morirían ni aun en cuanto al cuerpo, saliendo al encuentro de esta idea, continuó diciendo: "Y yo le resucitaré en el último día", con el fin de que tenga entre tanto la vida eterna, según el espíritu, en el descanso donde se encuentran las almas de los justos. Mas en cuanto al cuerpo, ni aun éste carecerá de vida eterna, porque en la resurrección de los muertos, cuando llegue el último día, la tendrá.

JUAN 6,55-59


12655 (Jn 6,55-59)

"Porque mi carne verdaderamente es comida: y mi sangre verdaderamente es bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí mora, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, así también el que me come, él mismo vivirá en mí. Este es el pan que descendió del cielo. No como el maná que comieron vuestros padres, y murieron. Quien come este pan, vivirá eternamente". Esto dijo en la Sinagoga, enseñando en Cafarnaúm. (vv. 56-60)

Beda. Había dicho ya: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna", y para manifestar cuánta diferencia hay entre la comida y bebida material y el sacramento espiritual de su cuerpo y su sangre, añadió: "Porque mi carne verdaderamente es comida", etc.

Crisóstomo in Ioannem hom., 46. Y dice esto, o bien para que crean en lo que estaba diciendo y no que era enigma o parábola, sino para que comprendan que conviene en absoluto comer el cuerpo de Jesucristo; o bien quiere decir que es verdadera comida ésta que salva al alma.

San Agustín In Ioannem tract., 26. Como los hombres desean conseguir mediante la comida y bebida saciar para siempre su hambre y su sed, esto en realidad no lo satisface nada sino esta comida y esta bebida, que hace inmortales e incorruptibles a aquéllos que la reciben; esto es, a la misma sociedad de los santos, en donde se encontrará la paz y unidad plena y perfecta. Por lo tanto, nuestro Señor recomendó su cuerpo y su sangre como cosas que se reducen y refieren a cierta unidad, porque de muchos granos se forma otro cuerpo (esto es, el pan), que es un solo todo y lo mismo sucede respecto del vino, que se forma por la reunión de muchos racimos. Después manifiesta en qué consiste comer su cuerpo y beber su sangre, diciendo: "El que come mi carne, etc., permanece en mí y yo en él". Esto es, pues, comer aquella comida y beber aquella bebida, a saber: permanecer en Cristo y tener a Cristo permaneciendo en sí. Y por esto el que no permanece en Cristo y aquél en quien Cristo no permanece, sin duda alguna ni come su carne ni bebe su sangre, sino que, por el contrario, come y bebe sacramento de tan gran valía para su condenación.

Crisóstomo, ut supra. De otra manera puede explicarse la continuación: como había ofrecido la vida eterna a los que lo comiesen, para confirmarlo, añadió: "El que come mi carne, etc., permanece en mí".

San Agustín De verb. Dom. serm. 11. Y en realidad, muchos que comen aquella carne y beben aquella sangre hipócritamente, se hacen apóstatas. ¿Acaso permanecen en Cristo y Cristo en ellos? Pero hay cierta manera de comer aquella carne y de beber aquella sangre, para que el que la coma y la beba permanezca en Cristo y Cristo en él.

San Agustín De civ. Dei. 21, 25. Esta es el haber recibido el Cuerpo de Cristo no sólo sacramentalmente, sino efectivamente, por estar incorporados en su cuerpo.

Crisóstomo, ut supra. Y como yo vivo, es cosa clara que él también vivirá. Y para probar esto añade: "Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre".

San Agustín De verb. Dom serm. 11. Como diciendo: Yo vivo como el Padre. Y para que no se crea que es ingénito, añadió: "por el Padre", manifestando, aunque veladamente, que el Padre es su principio. Y cuando dice: "Así también el que come, él mismo vivirá por mí", no dice esto sencillamente de la vida, sino de la vida de santidad. Porque viven también los infieles, aunque no comen de aquella carne. Y tampoco dice esto en cuanto a la resurrección general, porque también resucitarán; sino que habla de la vida de la gloria y que tiene recompensa.


San Agustín In Ioannem tract., 26. Mas no dice: del mismo modo que como al Padre y yo vivo por el Padre, el que me come también vive por mí. Porque el Hijo no se hace mejor porque participa del Padre, mientras que por la participación del Hijo, que es lo que significa aquel acto de comerlo nosotros, nos hacemos mejores, uniendo a nosotros su cuerpo y su sangre. Y si dijo: "Vivo por el Padre", es porque es de la misma esencia y esto se dice sin detrimento de la igualdad. Y sin embargo, diciendo: "El que me come vivirá por mí", no afirma nuestra igualdad respecto de El, sino que muestra la gracia del mediador. Mas, si según esto oímos: "Vivo por el Padre", como aquello que dice en otro lugar, "Y el Padre es mayor que yo" (Jn 14,28), dijo también: "Como me envió el Padre", lo cual equivale decir: para que yo viva por el Padre, esto es, para que mi vida se refiera a El como a lo más grande, fue hecha mi humillación, la causa que me enviara. Pues para que cada uno viva por mí, ha de participar de mí, comiéndome.

San Hilario De Trin., 1, 8. No queda lugar a duda acerca de la verdad de la carne y la sangre de Jesucristo. Mas ahora, según dice el mismo Dios y nuestra fe nos enseña, es verdadera carne y verdadera sangre. Y ésta es la causa de nuestra vida, porque tenemos a Jesucristo viviendo en nosotros, que somos carnales, por medio de la carne, debiendo vivir también nosotros por medio de El, del mismo modo que El vive por el Padre. Y si nosotros vivimos por El de una manera física, según la carne, esto es, habiendo recibido la naturaleza de la carne, ¿cómo dejará de tener en sí al Padre, en cuanto al espíritu, siendo así que El vive por el Padre? Pero vive por el Padre porque su generación no añadió nada ajeno a su naturaleza.

San Agustín In Ioannem tract., 26. Y bajó del cielo para que vivamos comiendo aquel pan los que no podemos obtener la vida eterna por nosotros mismos. Por esto sigue: "Este es el pan que descendió del cielo".

San Hilario De Trin., 1,10. Aquí El se denomina pan. Y para que no se crea que sufrió menoscabo el poder y la naturaleza del Verbo al asociarse con la carne, dijo que el pan era su carne, para que por medio de esto, bajando este pan del cielo, no se creyese que el origen de su cuerpo procedía de la concepción natural, manifestando que su cuerpo era del cielo. Mas como el pan es suyo, manifiesta que ha tomado aquel cuerpo por medio del Verbo.

Teofilacto. Por lo tanto, no comemos a Dios en su pura esencia, porque es impalpable e incorpóreo, como tampoco comemos la carne de un puro hombre, que de nada nos podría aprovechar. Mas como Dios unió a sí la carne humana, su carne tiene propiedades que dan vida, no porque se haya convertido en naturaleza divina, sino como sucede al hierro candente, que permanece hierro y tiene las propiedades del fuego. Pues así la carne del Señor es dadora de vida como carne del Verbo.

Beda. Y para manifestar la diferencia de la sombra y de la luz, de la figura y la realidad, añadió: "No como el maná que comieron vuestros padres, y murieron".

San Agustín, ut supra. Aquello de que murieron, quiere que se entienda en el sentido de que no viven eternamente, porque ciertamente en lo temporal también morirán los que comen a Jesucristo, pero vivirán eternamente, porque Jesucristo es la vida eterna.

Crisóstomo, ut supra. Y si fue posible que sin siega y sin grano y otras cosas por el estilo, conservasen la vida aquéllos por espacio de cuarenta años, con mucha más razón puede hacer esto ahora por medio de la comida espiritual, de la cual eran figuras aquellos sucesos. Con frecuencia, pues, ofrece la vida, porque no hay cosa más apreciable para los hombres. Por esto en el Antiguo Testamento se ofrecía la vida larga y ahora se ofrece una vida que no tiene fin. Además quiere demostrar por medio de esto que rompía ahora el decreto de muerte que había dado por el pecado primero, ofreciendo por el contrario la vida eterna. Prosigue: "Esto dijo en la Sinagoga cuando enseñaba en Cafarnaúm", en donde había hecho muchos milagros. Mas enseñaba en la Sinagoga y en el templo, queriendo atraer la multitud y manifestando que no es contrario al Padre.

Beda. En sentido místico, Cafarnaúm -que quiere decir villa hermosísima2- representa al mundo, mas la Sinagoga representa al pueblo judío. Y por esto se explica que al aparecer el Señor en el mundo por el misterio de su encarnación, enseñó al pueblo judío muchas cosas que comprendió.

JUAN 6,60-71

12660 (Jn 6,60-71)

Mas muchos de sus discípulos que esto oyeron, dijeron: "Duro es este razonamiento. ¿Y quién lo puede oír?" Y Jesús, sabiendo en sí mismo que murmuraban sus discípulos de esto, les dijo: "¿Esto os escandaliza? ¿Pues qué, si viereis al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha. Las palabras que yo os he dicho, espíritu y vida son. Mas hay alguno de vosotros que no cree". Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar, y decía: "Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado de mi Padre". Desde entonces, muchos de sus discípulos volvieron atrás y no andaban ya con El. Y dijo Jesús a los doce: "¿Y vosotros queréis también iros?" Y Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Cristo Hijo de Dios". Jesús le respondió: "¿No os escogí yo a los doce, y el uno de vosotros es diablo?" Y hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón: porque éste, que era uno de los doce, le había de entregar. (vv. 61-72)

San Agustín In Ioannem tract., 27. Diciendo esto Jesucristo, no creían que hablaba de cosas grandes y que encerraban algún misterio aquellas palabras; mas lo entendieron como quisieron (tal es la condición humana), creyendo que Jesús o podía o se disponía a distribuir la carne con que estaba vestido el Verbo, repartiéndola entre los que creyeran en El. Por esto dice el evangelista: "Mas muchos" de los que oían, no de sus enemigos sino "de sus discípulos", dijeron: duro es este razonamiento".

Crisóstomo in Ioannen hom. 46. Esto es difícil de comprender porque sobrepasa la capacidad de los que oían. Entendían, por tanto, que el Salvador se refería a cosas más elevadas, que excedían sus posibilidades y dijeron: "¿Y quién lo puede oír?", como respondiendo por sí mismos lo que no debían.

San Agustín., ut supra. Y si los discípulos consideraban como duro aquel razonamiento, ¿cómo lo considerarían sus enemigos? Y sin embargo, así convenía que se explicase y que no fuese entendido por todos. El misterio de Dios debe hacer a los hombres atentos y no enemigos.

Teofilacto. Y cuando oímos que sus discípulos murmuraban, no creamos que se trataba de aquéllos que eran discípulos suyos en acto, sino de aquéllos que eran instruidos por El en el hábito y en la forma. En efecto, entre sus discípulos había algunos de la plebe que se llamaban sus discípulos únicamente porque estaban mucho tiempo con ellos.

San Agustín, ut supra. Y por esto se expresaban en estos términos, hablando entre sí para no ser oídos por otro. Mas Aquél que conocía el interior de ellos, los oía dentro de sí mismo, por esto sigue: "Y Jesús, sabiendo en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿esto os escandaliza?" Alcuino. Esto es, lo que os he dicho: comer mi carne y beber mi sangre.

Crisóstomo in Ioannem hom. 46. Esto equivalía a dar una señal de su divinidad, poniendo de manifiesto los misterios más ocultos. Por esto sigue: "¿Pues qué si viereis al Hijo del hombre a donde estaba antes"?, a lo que añado: ¿qué diríais? Esto hizo también con Natanael, diciéndole: "Porque te dije te he visto debajo de la higuera, crees: verás mayores cosas que éstas" (Jn 1,50) No mezcla, pues, unas cuestiones con otras, sino que se propone interesarlos por la grandeza y la multitud de los misterios. Mas si hubiera dicho sencillamente que bajó del cielo y no hubiese añadido cosa alguna, hubiese escandalizado más a los que lo oían. Pero disipó toda duda diciendo que su carne es la vida del mundo y que así como había sido enviado por el Padre vivo, así vive por el Padre y añadiendo de nuevo a todo esto que bajó del cielo. Y no dijo esto queriendo escandalizar a sus discípulos, sino queriendo disipar su escándalo. Porque mientras lo consideraban como hijo de José, no entendían lo que se les decía, mas los que habían de creer que bajó del cielo y que a él subiría, atienden con más diligencia a las cosas que se les dicen.

San Agustín, ut supra. Con esto deshizo las dudas que los agitaban, porque creían que el Salvador habría de destruir su propio cuerpo. Mas El les dijo que subiría entero al cielo, por esto les dice: "Cuando viereis al Hijo del hombre subir a donde estaba antes". En verdad que entonces veréis cómo no destruye su cuerpo como vosotros pensáis, porque su gracia no se corrompe, sino que el Hijo del hombre, Jesucristo, habiendo nacido de la Virgen María, empezó a existir aquí en el mundo cuando tomó carne de la tierra. Por lo tanto, ¿qué quiere expresar cuando dice: "Si viereis al Hijo del hombre subir a donde estaba antes", sino para que comprendamos que hay una sola persona en Cristo Dios y hombre y no dos, para que no versara nuestra fe en cierta cuaternidad, sino en la Trinidad? Por lo tanto, lo mismo estaba el Hijo del hombre en el cielo, que el Hijo de Dios estaba en la tierra. El Hijo de Dios en la tierra, en la carne que había tomado; el Hijo del hombre en el cielo, en la unidad de persona.

Teofilacto. Y no se crea por esto que el cuerpo de Jesucristo bajó del cielo (como dijeron los herejes Marción y Apolinar), sino que es uno y el mismo el Hijo de Dios y el Hijo del hombre.

Crisóstomo, ut supra. A causa de esto presenta otra solución, diciendo: "El espíritu es el que da vida: la carne nada aprovecha". Lo que El dice es esto: conviene oír con el espíritu las cosas que me conciernen, porque quien las entiende de una manera carnal, nada aprovecha. Equivale a entender de una manera carnal el ver sencillamente lo que el Salvador había dicho, sin elevar el pensamiento. Mas conviene no juzgar de este modo, sino ver todos los misterios con los ojos del espíritu, lo que siempre debe entenderse en sentido espiritual. Y era carnal el dudar acerca de cómo podría darnos a comer su carne. ¿Qué, no es verdadera carne? Sí, en verdad, y por esto dice: "La carne nada aprovecha", no refiriéndose a su carne, sino a aquéllos que entendían en sentido carnal lo que El les decía.

San Agustín In Ioannem tract., 27. También puede entenderse esta frase: "La carne nada aprovecha", en el sentido que aquéllos la comprendieron, porque creyeron que se trataba de la carne que se corta en un cadáver, o de la que se vende en la plaza, y no en cuanto es vivificada por el espíritu. Unase el espíritu con la carne y ésta aprovechará mucho. Mas si la carne nada hubiese aprovechado, el Verbo no se hubiese hecho carne para habitar entre nosotros, pero el espíritu ha hecho bastante por medio de la carne en beneficio nuestro y por nuestra salvación.

San Agustín De civ. Dei 3, 24. Y no es que la carne santifica por sí misma, sino por medio del Verbo, por quien fue tomada, el cual (como es el principio de todo), al haber tomado alma y cuerpo, santifica el alma y el cuerpo de los que creen. Por lo tanto, el espíritu es el que da vida, la carne nada aprovecha, en el sentido que aquéllos entendieron la carne. No es así como doy yo a comer mi carne, ni debemos saborear esta carne como tal carne. Por esto dice: "Las palabras que yo os he dicho, espíritu y vida son".

Crisóstomo, ut supra. Esto es: son espirituales, no teniendo nada carnal, ni consecuencia natural, porque están exentas de la necesidad que rige a la cosas de la tierra y de las leyes a que están sometidas.

San Agustín In Ioannem tract., 27. Luego si las habéis entendido en sentido espiritual, serán para vosotros espíritu y vida. Y si las entendéis en sentido carnal, ellas en sí son espíritu y vida, pero no para vosotros. Hemos dicho, pues, que el Señor ha invitado a comer su carne y a beber su sangre, para que existamos en El y El en nosotros: ¿quién puede hacer esto sino la caridad? Porque la caridad de Dios se encuentra extendida en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que nos ha sido dado, como dice el Apóstol: luego el espíritu es quien vivifica (Rm 5,5)

Crisóstomo, ut supra. Y como había hablado de un modo que excedía a la comprensión carnal, añadió: "Mas hay algunos de vosotros que no creen". Diciendo algunos exceptuó a sus discípulos y da a conocer su alta dignidad, descubriendo las cosas más ocultas.

San Agustín, ut supra. Y no dijo hay algunos entre vosotros que no entienden, sino que explica la causa por qué no entiendan. Pues el profeta dijo: "Si no creyereis, no entenderéis" (Is 7,9), porque quien se resiste, ¿cómo podrá ser vivificado? Este adversario no vuelve el rostro ante el rayo de luz con que debe ser penetrado, sino que cierra su inteligencia. Crean, abran y serán iluminados.

Crisóstomo, ut supra. Y para que se comprenda, que Jesucristo había conocido esto antes de estas palabras y no después que murmuraron y se escandalizaron, lo da a entender por lo que dice a continuación su evangelista: "Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían", etc.

Teofilacto. El Evangelista se proponía manifestarnos con estas palabras que lo conocía todo antes de la creación, lo cual es propio únicamente de la divinidad.

San Agustín, ut supra. Y después que el Señor distinguió los que creían y los que no creían, expuso la razón por qué no creen. Por esto sigue: "Y decía: por esto os he dicho que ninguno puede venir a mí, si el Padre no le trae".

Crisóstomo, ut supra. Como diciendo: no me asustan ni me llaman la atención los que no creen, porque sé perfectamente a quiénes el Padre se lo ha concedido. Y dijo esto para manifestar que no se expresaba en estos términos deseando la alabanza de aquéllos, sino para convencerles que debían comprender que Dios era su Padre y no José.

San Agustín In Ioannem tract., 27. Luego también se nos concede el creer y esto es una gracia especial. Y si esto es una cosa grande, alégrate porque has creído y no te ensoberbezcas. Porque ¿qué tienes que no hayas recibido? (1Co 4,7)

San Agustín De praedest. sanctor. cap. 9. Esta gracia se concede a unos y a otros no, lo cual no puede dudar el que no quiere oponerse a lo que dicen claramente las Sagradas Escrituras. Y el que no se conceda a todos, no debe inquietar al fiel que cree que todos fueron condenados justísimamente de modo que no podría vituperarse a Dios aunque ninguno se librara de ello. Por lo tanto, se considera como una gracia especial el que muchos se libren. Y por qué se libre uno y no el otro, no puede comprenderse, porque "son inescrutables sus juicios y desconocidos sus caminos" (Rm 11) Prosigue: "Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás", etc.

Crisóstomo, ut supra. No dijo que se separaron, sino que se volvieron atrás de aquel oír que es conforme a la virtud y perdieron también la fe que antes tenían.

San Agustín, ut supra. Y como se separaron del cuerpo, perdieron la vida, porque ya no pertenecían a aquella corporación y se consideraron como pertenecientes al número de los que no creían. Volvieron atrás no pocos, sino muchos en pos de Satanás y no en pos de Jesucristo, como dice el Apóstol hablando de ciertas mujeres: "Algunas volvieron atrás en pos de Satanás" (1Tm 5,15) Mas el Señor no rechazó a Pedro para que fuese en pos de Satanás, sino que hizo que viniese en pos de sí.

Crisóstomo in Ioannem hom. 45. Preguntará alguno, cuándo era tiempo de explicar aquellas palabras que no edificaban, sino que más bien perjudicaban a los que estaban edificados. Mas prestaban en verdad gran utilidad y necesidad, porque como instaban pidiendo un alimento corporal acordándose de aquél que se había concedido a sus padres, había necesidad de demostrarles que todo aquello no era más que una figura y por esto les hace mención de la comida espiritual. Por tanto, no debían escandalizarse, sino que era oportuno preguntar. Por cuya razón sirvió de escándalo a su demencia la falta de explicación de todas aquellas cosas que se les decían, según ellos querían entender.

San Agustín, ut supra. Y esto sin duda sucedió así para nuestro consuelo, porque alguna vez ocurre que hable un hombre la verdad y no se entiende lo que dice y por esto los que lo oyen se escandalizan y se marchan, y entonces se arrepiente aquel hombre de haber dicho lo que era verdad; y dice entre sí: no he debido decir esto de esta manera. Pues así sucedió a nuestro Señor. Habló y se quedó sin muchos. Pero no por esto se turbó, porque desde el principio había conocido a los que no habrían de creer. Pero si esto nos sucede a nosotros, nos disgustamos. Busquemos consuelo en el Señor y hablemos con precaución.

Beda. Sabía pues el Señor que de aquellos discípulos que se quedaron, habría algunos que se querrían marchar. Sin embargo les preguntó, para que de este modo se conociese su fe y se propusiese a la imitación de otros. Por esto sigue: "Y dijo Jesús a los doce: ¿Y vosotros queréis también iros?"

Crisóstomo in Ioannem hom. 46. Convenía atraerlos por este medio, porque si los hubiese halagado, hubiesen creído que aquello tenía algo de humano, entendiendo que hacían una gracia a Jesucristo no dejándole. Pero manifestando que no necesitaba de su obsequio ni de que lo siguiesen, los retuvo más y por esto no les dijo marchaos, porque esto hubiese sido tanto como despedirlos, sino que les preguntó si querían marcharse, apartando de ellos toda fuerza y necesidad y no queriendo que se detuvieran por la vergüenza, porque el retenerlos por necesidad sería lo mismo que si se marchasen. Mas Pedro, amante de sus hermanos, conservador de la amistad, respondió a nombre de todo el grupo. Por esto sigue: "Y Simón Pedro le respondió: ¿A quién iremos?".

San Agustín In Ioannem tract., 27. Como diciendo: ¿nos despides de ti? pues danos otro a quien vayamos, si te dejamos.

Crisóstomo, ut supra. Esta frase encierra el concepto de una gran amistad, porque, según ella, Jesucristo era para sus Apóstoles mejor que los padres y que las madres. Además, y para que no apareciese que decían esto porque no habría quien les recibiese, añadió: "Tú tienes palabras de vida eterna". Porque como había oído que su Maestro decía: yo lo resucitaré y tendrá vida eterna, manifiesta que se acuerda de las palabras que ha dicho. Y los judíos, en verdad, decían: éste es el hijo de José, mas San Pedro dice: "Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios".

San Agustín, ut supra. Hemos creído para conocer. Porque si primero hubiésemos querido conocer y después creer, no hubiésemos podido conocer ni creer. Esto hemos creído y conocido, que tú eres el Cristo Hijo de Dios, esto es, que tú eres la misma vida eterna y no das en tu carne y en tu sangre sino lo que eres.

Crisóstomo, ut supra. Mas como San Pedro había dicho: "Y nosotros hemos creído", el Señor exceptuó a Judas del número de los que creían. Por esto sigue: "Jesús le respondió: ¿no os escogí yo a los doce, y uno de vosotros es el diablo?" Y es notable esto que dice. No creáis que porque me habéis seguido, no castigaré a los malos. Muy justo es que éste pregunte, porque ahora los discípulos nada dicen. Pero asustados después exclaman: "Señor, ¿acaso soy yo?" (Mt 26,22) Pero San Pedro aun no había oído: "Retírate, Satanás" (Mt 16,23), y por esto no temió. Ahora tampoco dijo el Señor: uno de vosotros me entregará, sino: ¿no es diablo? Y por lo tanto ignoraban lo que se les decía, creyendo que únicamente se vituperaba su malicia. Pero los gentiles vituperan a Jesucristo con motivo de este suceso, porque su elección no se hacía por la fuerza en cuanto lo que había de suceder, sino que está en la voluntad el ser salvo o perecer.

Beda. O bien debe decirse que eligió a los once para una cosa y al uno para otra. Once, para que perseveraran en la dignidad apostólica y uno para que por medio de su traición se realizase la salvación de todo el género humano.

San Agustín, ut supra. Este fue elegido para que por su medio, aunque no lo quisiera ni lo conociera, se realizase un gran bien. Y así como los malos utilizan mal las buenas obras de Dios, así, por el contrario, Dios utiliza muchas veces las malas acciones de los hombres. ¿Quién peor que Judas? Sin embargo, el Señor utilizó su maldad para hacer un bien. Le permitió que lo entregase para redimirnos. Puede entenderse también lo que dice: "He elegido a doce", porque había sido consagrado el número doce con el fin de que se anunciase el misterio de la Trinidad a las cuatro partes del mundo; y no porque uno de ellos sucumbió ha perdido su primitivo honor este número, porque en lugar del que sucumbió fue elegido otro.

San Gregorio Moralium 3, 17. Se valora el cuerpo de acuerdo a la realidad de la cabeza, como cuando se dice respecto de aquel hombre malo: "Uno de vosotros es el diablo". Explicando lo cual el evangelista añadió: "Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón, porque éste lo había de entregar, a pesar de que era uno de los doce".

Crisóstomo, ut supra. Véase la sabiduría de Jesucristo, porque ni dio a conocer quién era aquel hombre, para que no perdiese el temor y así se hiciese más enemigo suyo, ni quiso que quedara oculto, para que creyendo que no se sabía lo entregase sin temor.


Catena aurea ES 12647