Catena aurea ES 12908

JUAN 9,8-17


12908 (Jn 9,8)

Los vecinos y los que le habían visto antes pedir limosna decían: "¿No es éste el que estaba sentado y pedía limosna?" Los unos decían: "Este es"; y los otros: "No es ése, sino que se le parece". Mas él decía: "Yo soy". Y le decían: "¿Cómo te fueron abiertos los ojos?" Respondió él: "Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, y ungió mis ojos y me dijo: ve a la Piscina de Siloé y lávate: y fui, me lavé y veo". Y le dijeron: "¿En dónde está aquél?" Respondió él: "No sé". Llevaron a los fariseos al que había sido ciego. Y era sábado cuando hizo Jesús el lodo y le abrió los ojos. Y de nuevo le preguntaban los fariseos, cómo había recibido la vista. Y él les dijo: "Lodo puso sobre mis ojos, y me lavé y veo". Y decían algunos de los fariseos: "Este hombre no es de Dios, porque no guarda el sábado". Y otros decían: "¿Cómo puede un hombre pecador hacer estos milagros?" Y había disensión entre ellos. Y vuelven a decir al ciego: "Y tú, ¿qué dices de aquél que abrió tus ojos?" Y él dijo: "Que es profeta". (vv. 8-17)

Crisóstomo, in Joanem hom 56. Lo extraño del milagro debía dar lugar a la incredulidad, y por eso el Evangelista añade: "Los vecinos y los que le habían visto antes pedir limosna, decían: ¿No es éste el que estaba sentado y pedía limosna?" ¿A dónde descendía la infinita clemencia de Dios? Ella curaba con ternura a aquellos que pedían limosna. De esta manera cerraba la boca a los judíos, pues en su providencia consideraba dignos de sus gracias, no a los hombres insignes o ilustres por su nacimiento, sino a los pobres y humildes, pues había venido para salvar a todos. "Los unos decían: Este es". En efecto; aquéllos a quienes este prodigio había convertido en testigos irrecusables del milagro, no podían decir tampoco: No es éste. "Y los otros: no es ése, sino que se le parece".

San Agustín, in Joanem tract 44. Porque, abiertos los ojos, éstos habían cambiado su semblante. Mas él decía "Yo soy", expresión de gratitud y reconocimiento que lo libra de ser tenido por ingrato.

Crisóstomo, ut supra. Porque no se avergüenza de su primitiva ceguera, ni teme el furor de la plebe, ni rehúsa manifestarse él mismo para proclamar a su bienhechor. "Y le decían: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?" Ni nosotros sabemos el modo, ni tampoco lo sabe el que ha sido curado. El conocía el hecho, pero no podía comprender la manera como se había verificado. "Respondió él: Aquel hombre que se llama Jesús, hizo lodo y ungió mis ojos". ¡Mira cuán veraz es en sus palabras! No dijo con qué lo había hecho; no dijo tampoco lo que no sabía, porque él ignoraba que Jesús había escupido en la tierra. Por el sentido del tacto conoció que sus ojos habían sido untados de lodo, "Y me dijo: Ve a la Piscina de Siloé y lávate". También fue testigo de esto por el oído, pues reconoció su voz a causa de la disputa con los discípulos. Y como él se había preparado para una sola cosa, a saber, para dejarse persuadir en todo por el que le mandaba, añade: "Y fui, me lavé y veo".

San Agustín, ut supra. He aquí cómo se hace mensajero de la gracia; he aquí cómo evangeliza y confiesa a los judíos. Este ciego confesaba y el corazón de los impíos estaba oprimido porque no tenían en el corazón lo que él ya tenía en el rostro. "Y le dijeron: ¿En dónde está aquél?"

Crisóstomo, ut supra. Ellos decían esto meditando su muerte, porque ya habían conspirado contra El; pero Cristo no estaba jamás cerca de aquellos a quienes curaba, porque no buscaba su gloria, ni tampoco hacía ostentación de sí mismo. Jesús, después de curar, se retiraba siempre para alejar toda sospecha de milagros, porque los que no lo conocían, ¿cómo habían de confesar que habían sido curados por El? "Respondió él: No sé".

San Agustín, ut supra. Al decir estas palabras se asemejaba al ungido, pero que aún no ve. Predica, mas no conoce a aquel a quien predica.

Beda. Es figura de los catecúmenos, que aun cuando creen en Cristo, todavía no le conocen, porque aun no están purificados.

A los fariseos pertenecía, pues, aprobar o desaprobar esta obra.

Crisóstomo, ut supra. Al preguntar los judíos: "¿Dónde está aquel?" querían encontrarlo para conducirlo a los fariseos; pero como no lo encontraron, llevaron al ciego delante de los fariseos para poder preguntarle con más insistencia. Y por eso añade el Evangelista: "Y era sábado", para demostrar la depravada intención de ellos y por qué causa lo buscaban, esto es, para alegar un motivo contra El y para poder manifestarse acusadores de este milagro, so pretexto de violación de la Ley. Esto es lo que confirman las palabras siguientes: "Y de nuevo le preguntaban los fariseos", etc. Mira cómo el ciego no se turba. Nada de extraño tenía el decir la verdad en presencia de las turbas que le preguntaban, sin que corriese peligro alguno. Lo admirable es que ahora, en presencia de los fariseos, cuando corre verdadero peligro, nada niega, ni dice lo contrario de lo que antes había afirmado. "Y él les dijo: lodo puso sobre mis ojos, y me lavé y veo". El cuenta el hecho de la manera más breve a hombres que ya lo habían escuchado. Calla el nombre del que le había dicho "Ve, lávate en la piscina"; antes bien, exclama desde luego: "Lodo puso sobre mis ojos", etc. De este modo obtuvieron un resultado contrario al que se habían propuesto, porque ellos le habían conducido para que negara el milagro, que él publicaba sin recelo alguno.

"Y decían algunos fariseos", etc.

San Agustín, ut supra. No todos, sino algunos, porque ya algunos empezaban a ser ungidos. Los que no veían, ni habían sido ungidos, decían: "Este hombre no es de Dios, pues que no guarda el sábado". Mejor guardaba el sábado el que estaba libre de pecado, pues guardar el sábado en sentido espiritual es estar libre de pecado, y esto es lo que Dios aconseja cuando exhorta a santificar el día del sábado, diciendo (Ex 20,10): "No haréis obras serviles". Y he aquí lo que el Señor llama obra servil: todo el que hace un pecado, es esclavo del pecado (Jn 8,34); pero mientras ellos observaban carnalmente el sábado, espiritualmente lo violaban.

Crisóstomo, in Joanem hom 56. Maliciosamente ocultan el hecho y sólo hablan de la supuesta prevaricación; porque ellos no decían que había curado en el día del sábado, sino que no guarda el sábado. "Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estos milagros?" Los milagros les llamaban la atención, pero sus corazones estaban mal dispuestos. Era conveniente manifestar de qué manera no se quebrantaba el sábado. Ninguno de ellos se atrevía a decir claramente lo que quería, sino que preferían dejarlo en la duda, los unos por debilidad y los otros por la humana ambición: "Y había discusión entre ellos". Esta división comenzó en el pueblo y después se propagó entre los principales.

San Agustín, ut supra. Cristo era el día que separó la luz de las tinieblas.

Crisóstomo, in Joanem hom 57. Aquellos que habían dicho: "Un hombre pecador no puede hacer estos milagros", queriendo cerrar la boca de sus adversarios, sacan en medio de ellos a aquel que había experimentado el poder de Cristo, con el fin de no aparecer aduladores. "Y vuelven a decir al ciego: Y tú, ¿qué dices de aquel que abrió tus ojos?" Teófilacto. Mira con cuánta benevolencia le preguntan. No le dijeron: Tú, qué dices de aquel que no guarda el sábado, sino que refieren el milagro: ¿Cómo te abrió los ojos? Como si quisieran excitar el celo de este hombre curado, diciéndole: El ha sido tu salvador y, por lo tanto, debes ensalzar su poder y su gloria.

San Agustín, ut supra. O tal vez buscaban un medio de calumniar al hombre y arrojarlo de la sinagoga; pero él no manifestó más que lo que sentía. "Y él dijo: Que es profeta". Aunque ya estaba tocado su corazón, todavía, sin embargo, no confiesa al Hijo de Dios; pero no miente, porque el Señor había dicho de sí mismo "Que ningún profeta es acepto en su patria" (Lc 4)


JUAN 9,18-23

12918 (Jn 9,18)

Mas los judíos no creyeron de él que hubiese sido ciego y que hubiese recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista y les preguntaron y dijeron: "¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Pues cómo ve ahora?" Sus padres les respondieron y dijeron: "Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego: mas no sabemos cómo ahora tenga vista, o quien le haya abierto los ojos: nosotros no lo sabemos: preguntadlo a él: edad tiene: que hable él por sí mismo". Esto dijeron los padres del ciego, porque temían a los judíos: porque ya habían acordado los judíos que si alguno confesase a Jesús por Cristo, fuese echado de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: "Edad tiene, preguntadlo a él". (vv. 18-23)

Crisóstomo, in Joanem hom 57. No habiendo podido los fariseos acobardar al ciego, antes por el contrario, viéndolo proclamar a Jesús como a su bienhechor, pensaban que podrían deshacer el milagro por el testimonio de los padres. "Mas los judíos no creyeron hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista".

San Agustín, in Joanem tract 44. Esto es, del que había sido ciego y ahora veía.

Crisóstomo, ut supra. Sin embargo, tal es la fuerza de la verdad, que mientras más se la combate con falsos argumentos, más brilla y mayor fuerza tiene. La mentira se resiste a sí misma y no consigue otra cosa que esclarecer más y más la verdad por aquellos mismos medios con que intentaba oscurecerla, y esto es lo que aquí sucede. Para que nadie dijera que el testimonio del pueblo no tenía ningún valor, porque podía muy bien haberse dejado engañar por falsas apariencias, hacen que se presenten los padres, que mejor que nadie conocían a su propio hijo. Los colocan en medio de la asamblea y les preguntan con gran furor: "¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego?". Y no dicen que un tiempo ha estado ciego, sino que vosotros decís que nació ciego. ¡Oh hombres perversos! ¿Qué padre sería capaz de inventar semejantes mentiras contra su hijo? Lo único que no dicen es que vosotros lo hicisteis ciego. De dos maneras tratan ellos de inducirlos a que nieguen el milagro: o con las palabras "que decís ha nacido ciego" o con las que después añaden: "¿Cómo, pues, ve ahora?" Teófilacto. Como si dijeran: o es falso que ahora vea, o bien es falso que haya nacido ciego. Pero es innegable que ve ahora; luego es falso que haya nacido ciego, como decís vosotros.

Crisóstomo, ut supra. De las tres preguntas que les hacen, a saber, si es hijo de ellos, si fue ciego y cómo es que ahora ve, satisfacen a dos. Respondieron sus padres "Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego". Eluden la tercera, y por eso añaden: "Mas no sabemos cómo ahora tenga vista". Y esto lo confiesan, porque convenía para esclarecer la verdad, que exigía que nadie contestara más que aquel que había sido curado y que, por lo tanto, era digno de ser creído. "Preguntadlo a él. Edad tiene; que hable él por sí mismo".

San Agustín, ut supra. Nosotros estaríamos obligados a hablar por un niño que no pudiese hablar por sí mismo. Le hemos conocido ciego de nacimiento, pero no mudo.

Crisóstomo, ut supra. Cuán poco agradecidos se mostraron los padres, que callaron por temor a los judíos parte de lo que sabían. "Esto dijeron los padres del ciego por temor a los judíos". Otra vez el Evangelista manifiesta aquí el pensamiento y la intención de los judíos: "Porque ya habían acordado los judíos, que si alguno confesase a Jesús por Cristo, fuese echado de la sinagoga".

San Agustín, ut supra. Ya no era un mal el ser arrojado de la sinagoga. Los judíos arrojaban; Jesús recibía. Por eso dijeron sus padres: "Edad tiene, preguntadlo a él".

Alcuino. En lo cual el Evangelista muestra que ellos respondieron así, no por ignorancia, sino por miedo.

Teófilacto. Más débiles se mostraron que su hijo, el cual se presentó como intrépido testigo de la verdad, teniendo ya los ojos del alma iluminados por Dios.

JUAN 9,24-34


12924 (Jn 9,24)

Volvieron, pues, a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: "Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador". El les dijo: "Si es pecador no lo sé: una cosa sé: que habiendo yo sido ciego, ahora veo". Y ellos le dijeron: "¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?" Les respondió: "Ya os lo he dicho y lo habéis oído: ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Por ventura queréis vosotros también haceros sus discípulos?" Y le maldijeron y dijeron: "Tú seas su discípulo, que nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que habló Dios a Moisés; mas éste no sabemos de dónde sea". Aquel hombre les respondió y dijo: "Cierto que es ésta cosa maravillosa, que vosotros no sabéis de dónde es, y abrió mis ojos. Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; mas si alguno es temeroso de Dios y hace su voluntad, a éste oye. Nunca fue oído que abriese alguno los ojos de uno que nació ciego. Si éste no fuese de Dios, no pudiera hacer cosa alguna". Respondieron y le dijeron: "¿En pecado eres nacido todo, y tú nos enseñas?" Y le echaron fuera. (vv. 24-34)

Crisóstomo, in Joanem hom 57. Como los padres habían vuelto a enviar a los fariseos a aquel que había sido curado, de aquí el preguntarle por segunda vez. "Volvieron, pues, a llamar al hombre que había sido ciego". Ellos no le dicen claramente: niega que Cristo te ha curado, sino que so pretexto de celo por la religión, tratan de inducirle a ello. "Da gloria a Dios", esto es, confiesa que Cristo nada te ha hecho.

San Agustín, in Joanem tract 44. Es decir, niega lo que has recibido, lo cual ciertamente no es dar gloria a Dios, sino blasfemarlo.

Alcuino. De esta manera querían dar gloria a Dios, haciendo que llamase pecador a Cristo, como ellos mismos hacían, y por eso añaden: "Nosotros sabemos que ese hombre es pecador".

Crisóstomo, in Joanem hom 58. Por qué no le replicasteis cuando os dijo (Jn 8,46): "¿Quién de vosotros me argüirá de pecado?".

Alcuino. Pero él, para no dar lugar a la calumnia ni tampoco ocultar la verdad, no dijo: sé que El es justo, sino que les contestó: "Si es pecador, no lo sé".

Crisóstomo, in Joanem hom 57. ¿Cómo el mismo que había dicho "Que es profeta", ahora dice: "Si es pecador no lo sé"? ¿Es acaso que el ciego tiene ahora miedo? De ninguna manera. Pero él quiere que éste sea el testimonio de la realidad que haga desaparecer la acusación contra Cristo. Quiere también dar a su respuesta la fuerza de su reconocimiento: "Una cosa sé: que habiendo yo sido ciego, ahora veo". Como si dijera: nada digo ahora de si es pecador, pero lo que puedo asegurar es lo que claramente sé. Como ellos no podían destruir el hecho, vuelven a la primera cuestión, inquiriendo de nuevo la manera de la curación, como perros que van olfateando la caza aquí y allí. Y ellos dijeron: "¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?" Esto es, ¿por ventura, valiéndose de alguna ligereza de manos? No le preguntaron: ¿De qué manera has visto?, sino ¿cómo te abrió los ojos?, dando ocasión para desvirtuar el milagro del Salvador. En tanto que las preguntas que se le hacían necesitaban explicación, él contesta con mesura; pero cuando ya había triunfado de las argucias malévolas de los fariseos, contesta con firmeza a las demás preguntas: "Ya os lo he dicho y lo habéis oído. ¿Por qué lo queréis oír otra vez?". Como si les quisiera decir: Vosotros no queréis hacer caso de lo que ya os he dicho y no responderé más a las preguntas que vanamente me hacéis, no para informaros de la verdad, sino para discurrir razones falsas. "¿Por ventura queréis vosotros también haceros sus discípulos?"

San Agustín, in Joanem tract 44. ¿Qué quiere decir: "Por ventura también vosotros"? sino, puesto que yo soy su discípulo, por ventura, ¿queréis vosotros también haceros sus discípulos? Ya veo, pero no tengo envidia. El hablaba estas cosas indignado contra la dureza de los judíos; de ciego que había sido, ahora veía y no podía soportar a los ciegos.

Crisóstomo, ut supra. Así como la verdad tiene un poder irresistible, de la misma manera la mentira es débil; porque la verdad, aun cuando sean débiles aquellos que se amparan con ella, ella los robustece y los hace ilustres, mientras que la mentira hace débiles a los mismos poderosos.

Y prosigue: "Y le maldijeron diciendo: Seas tú discípulo de El".

San Agustín, ut supra. ¡Aquí hay maldición si atiendes al corazón, no si examinas las palabras! Caiga tal maldición sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Y añadieron: "Nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que habló Dios a Moisés". ¡Ojalá supierais que habló Dios a Moisés! Entonces sabríais que Dios ha sido anunciado por Moisés. Porque el Señor os dice (Jn 5,46): "Si creyereis en Moisés, creeríais en mí, porque de mí es de quien ha escrito". ¿Así seguís al siervo, volviendo la espalda al Señor? Pues añadís: "Mas éste no sabemos de dónde sea".

Crisóstomo, ut supra. Preferís y dais más crédito a lo que oís que a lo que veis con vuestros mismos ojos, porque todas las cosas que decís que sabéis, las habéis recibido de vuestros padres. ¿Pero acaso no es más digno de fe Aquel que probó que venía de Dios por medio de milagros, de los que no sólo habéis oído hablar, sino que vosotros mismos habéis visto? Por eso: "Aquel hombre les respondió y dijo: 'Cierto que es ésta cosa maravillosa, que vosotros no sabéis de dónde es y abrió mis ojos'". En todas partes presenta el milagro, porque éste no podrían alterarlo y ya habrían sido convencidos por él. Y como habían dicho que un hombre pecador no puede hacer estos milagros, él se refiere al juicio de ellos, trayéndoles a la memoria sus propias palabras. Por eso añade: "Sabemos que Dios no oye a los pecadores", como si dijera: mi opinión y la vuestra son iguales.

San Agustín, ut supra. Es aún el ungido el que habla, porque Dios oye también a los pecadores; pues si no los oyera, en vano diría el publicano: "Dios, muéstrate propicio a mí pecador" (Lc 18,13) Por aquella confesión mereció su justificación, de la misma manera que el ciego mereció ser iluminado.

Teófilacto. O bien hay que decir, que por estas palabras "que Dios no oye a los pecadores", se quiere significar que Dios no concede a los pecadores el poder de hacer milagros. Cuando los pecadores imploran el perdón de sus pecados, han sido trasladados del estado de pecadores al de penitentes.

Crisóstomo, ut supra. Y observad que lo que él dijo más arriba: "Si El es pecador, no lo sé", no lo dijo manifestando una duda. Pues aquí no sólo le excusa de pecados, sino que aún lo confiesa muy agradable a Dios. Y así dice: "Si alguno es temeroso de Dios y hace su voluntad, a éste oye". No basta, pues, conocer a Dios, sino que es preciso hacer su voluntad. En seguida publica y ensalza lo que se había hecho, diciendo: "Nunca fue oído que abriese alguno los ojos de uno que nació ciego". Si vosotros confesáis que Dios no oye a los pecadores, observad que este hombre ha hecho un milagro, y tal, que ningún hombre lo hizo jamás; es evidente que el poder en virtud del cual El ha hecho este milagro, es más grande que todo poder humano; y por esto añade: "Si Este no fuese de Dios, no pudiera hacer cosa alguna".

San Agustín, ut supra. Libremente, constantemente, verazmente. Estas cosas que han sido hechas por el Señor, ¿por quién habían sido hechas sino por Dios? ¿O cuándo las habrían hecho los discípulos si el Señor no habitara en ellos?

Crisóstomo, ut supra. Como que había dicho la verdad, en ninguna cosa le habían confundido. Sin embargo, cuando convenía principalmente que lo admiraran, entonces lo condenan: "Ellos le respondieron y dijeron: ¿en pecado eres nacido todo, y tú nos enseñas?"

San Agustín, ut supra. ¿Qué quiere decir la palabra todo, sino aludiendo a la ceguera? Pero el que le ha curado la vista le ha curado de todo.

Crisóstomo, ut supra. O bien dicen todo, como si dijeran: Estás en pecado desde tus primeros años. Aquí, pues, le echan en cara su ceguera, manifestando que había estado ciego por sus pecados, lo cual no era cierto. Mientras ellos esperaban de él una negación. Lo creen digno de ser creído; pero ahora lo arrojan fuera.

San Agustín, ut supra. Ellos le habían hecho maestro, le habían preguntado muchas veces para aprender de él; pero ahora, ingratos, arrojan al que les enseña.

Beda. Esta es la costumbre de los mayores, que desdeñan aprender algo de los inferiores.

JUAN 9,35-41


12935 (Jn 9,35)

Oyó Jesús que le habían echado fuera: y cuando le halló, le dijo: "¿Crees tú en el Hijo de Dios?" Respondió él y dijo: "¿Quién es, Señor, para que crea en El?" Y Jesús le dijo: "Y lo has visto, y el que habla contigo, ése mismo es". Y él dijo: "Creo, Señor", y postrándose en tierra, le adoró. Y dijo Jesús: "Yo vine a este mundo para juicio: para que vean los que no ven, y los que ven sean hechos ciegos". Y lo oyeron algunos de los fariseos que estaban con él, y le dijeron: "¿Pues qué, nosotros somos también ciegos?" Jesús les dijo: "Si fuéseis ciegos no tendríais pecado: mas ahora, porque decís vemos, por eso permanece vuestro pecado". (vv. 35-41)

Crisóstomo, in Joanem hom 58. El mayor de los honores está reservado para aquellos que sufren injurias en defensa de la verdad y por confesar a Jesucristo. Esto es lo que vemos confirmado en el ciego. Los judíos lo arrojan del Templo, y el Señor del Templo, encontrándolo, lo recibe, de la misma manera que el que preside los juegos recibe al atleta que ha peleado legítimamente y ha merecido la corona. "Oyó Jesús que le habían echado fuera y cuando lo halló le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?" El Evangelista manifiesta que Jesús había venido para hablarle. Cuando el Salvador le pregunta, lo hace no porque ignora cosa alguna, sino queriendo darse a conocer a sí mismo y manifestar en cuánto estimaba su fidelidad, como queriendo decir: la turba me ha ultrajado, pero no me da cuidado alguno. Una sola cosa quiero, y es que tú creas en mí; más vale un hombre que hace la voluntad de Dios, que diez mil inicuos.

San Hilario, De Trin. 1, 6. Si hubiera bastado una confesión cualquiera para la perfección de la fe, entonces se le habría dicho: ¿Crees tú en Cristo? Pero como casi todos los herejes habían de tener constantemente en sus labios este nombre para confesarlo como Cristo y sin embargo negarlo como Hijo de Dios, se exige para la fe lo que es característico de Cristo, a saber: que se crea en Cristo como Hijo de Dios. ¿De qué sirve creer en el Hijo de Dios, si se le cree como criatura, cuando la fe en Cristo exige de nosotros que creamos en Cristo no como criatura de Dios, sino en Cristo como Hijo de Dios?

Crisóstomo, ut supra. Todavía el ciego no había conocido a Cristo, porque era ciego antes de venir a Cristo y después de su curación había sido llevado aquí y allí por los judíos. "Respondió él y dijo: ¿quién es, Señor, para que crea en El?" Palabra de un alma llena de deseo y ansia de conocer a Aquel de quien tanto ha hablado y por quien con tanto ardor y entusiasmo ha disputado. Ella no le conoce. Aprende en El el amor a la verdad. El Señor no le ha dicho aún: "Yo te he curado"; solamente le ha hablado a medias: "Y lo has visto".

Teófilacto. El le habla así para traerle a la memoria su curación, pues de El había recibido la vista. Observad que el que habla ha nacido de María. El mismo es el Hijo de Dios, no es otro ni diferente, según el error de Nestorio. "Y el que habla contigo, ése mismo es".

San Agustín, in Joanem tract 44. Ahora purifica su corazón. Por último, purificado el corazón y limpia la conciencia, lo reconoce, no ya como Hijo del hombre solamente (como antes lo había creído), sino como Hijo de Dios, que había tomado la forma humana. "Y él dijo: Creo, Señor". Poco es creer. ¿Quieres ver de qué manera cree? "Y postrándose le adoró".

Beda. Ejemplo que nos enseña que nadie debe rogar al Señor con la cabeza erguida, sino implorar su misericordia postrado en tierra.

Crisóstomo, ut supra. Así el ciego, juntando su actitud a sus palabras, confesó el poder divino. Pero el Señor hizo su fe más ferviente y alentó a los que le seguían. Y dijo Jesús: "Yo vine a este mundo para juicio".

San Agustín, ut supra. Porque El era el día, amanecido entre la luz y las tinieblas. Con razón, pues, añade: "Para que vean los que no ven", porque El disipa las tinieblas. ¿Pero qué significan las palabras que siguen: "Y los que ven sean hechos ciegos?" Escuchad lo que sigue: "Y lo oyeron algunos de los fariseos que estaban con El y le dijeron: ¿Pues qué, nosotros somos también ciegos?" Las palabras que a ellos perturbaban eran éstas: "Y los que ven sean hechos ciegos". Jesús les dijo: "Si fuereis ciegos, no tendríais pecado"; es decir, si conocieseis vuestra ceguedad, recurriríais a Aquel que puede curarla. "Mas por cuanto decís: vemos, vuestro pecado permanece", porque juzgándoos con vista, no buscáis al médico que os pudiera curar. Por eso permanecéis en vuestra ceguedad. Esto es lo que significa lo que poco antes he dicho: Yo he venido para que vean los que no ven (esto es, para que vean los que confiesan que no ven y buscan al médico) y los que ven sean hechos ciegos (esto es, los que creen que ven y por lo tanto no buscan al médico) permanezcan en la ceguedad. A esta separación es a la que El llamó juicio cuando dijo: "Yo vine a este mundo para juicio", pero no que trajo al mundo el verdadero juicio Aquel que juzgará a los vivos y a los muertos en el fin de los siglos.

Crisóstomo, ut supra. Puede también entenderse de este otro modo: "Para juicio", esto es, para mayor castigo, manifestando que los mismos que lo condenaron se han condenado a sí mismos. Las palabras: "Para que vean los que no ven, y los que ven sean hechos ciegos", tienen el mismo sentido que aquellas de San Pablo (Rm 9,30): "Porque las naciones que no buscaban la justicia, encontraron la justicia que procede de la fe de Cristo; pero Israel persiguiendo la Ley de la justicia se separó de ella".

Teófilacto. Como si dijera: He aquí que el que era ciego de nacimiento ya tiene abiertos los ojos del cuerpo y los del alma; mas los que creían ver, ésos han sido cegados en su entendimiento.

Crisóstomo, ut supra. Porque hay dos especies de vista y dos de ceguera: la de los sentidos y la de la inteligencia. Ellos suspiraban únicamente por las cosas sensibles y sólo se avergonzaban de la ceguera de los sentidos; de aquí el manifestarles que era preferible que fueran ciegos, y no que viesen de esta manera. Así les dice: "Si fueseis ciegos no tendríais pecado", porque vuestra condenación sería menos terrible; mas ahora decís que veis.

Teófilacto. No habiéndoos detenido a considerar el milagro hecho al ciego, no sois dignos de perdón, por no haber sido atraídos a la fe por tales milagros.

Crisóstomo, ut supra. El les demuestra como su mayor pecado lo que ellos creían que era su mayor gloria; y al mismo tiempo consoló al que había sido ciego desde su nacimiento, pero ciego corporalmente. No sin razón dice el Evangelista que: "Lo oyeron algunos de los fariseos que estaban con El"; pero para recordarnos que esos mismos eran los que en otra ocasión habían resistido a Cristo y después habían querido apedrearlo. Al parecer eran de los que le seguían, pero con la mayor facilidad se cambiaban en enemigos.

Teófilacto. "Si fueseis ciegos" (esto es, desconocedores de las Escrituras) no seríais responsables de tan grande pecado, porque pecabais por ignorancia; mas por cuanto ahora os tenéis por prudentes, sabios y peritos en la Ley, os condenáis vosotros mismos.

JUAN 10,1-6


13001 (Jn 10,1)

"En verdad, en verdad os digo: que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, mas sube por otra parte, aquél es ladrón y salteador. Mas el que entra por la puerta, pastor es de las ovejas. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz, y a las ovejas propias llama por su nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera sus ovejas, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no le siguen, antes huyen de él, porque no conocen la voz de los extraños". Este proverbio les dijo Jesús. Mas ellos no entendieron lo que les decía. (vv. 1-6)

Crisóstomo, in Joanem hom 58. Como el Señor había sostenido una disputa sobre la ceguedad de los judíos, a fin de que ellos no dijesen: no es por nuestra ceguedad por lo que no nos acercamos a ti, sino que nos apartamos como huyendo del error, quiere probar que El no es un impostor, sino que es el verdadero pastor, fijando las señales que distinguen al ladrón del pastor. Y en primer lugar enseña quién es el impostor y el ladrón, diciendo: "En verdad, en verdad os digo: que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, mas sube por otra parte, aquel es ladrón y salteador". El se refiere de una manera tácita a todos aquellos que vinieron antes que El y a los que vendrían después, al anticristo y a los falsos cristos. Llama puerta a las Escrituras, porque éstas enseñan el conocimiento de Dios; ellas son las que guardan las ovejas y no dejan que se acerquen los lobos, cerrando la entrada a los herejes. Así, pues, el que no usa de las Escrituras, sino que sube por otra parte, esto es, adopta otra vía distinta y no legítima, éste es un ladrón. Dice sube y no dice entra, a la manera del ladrón que trata de escalar el muro y hace todas las cosas rodeado de peligros. Dice por otra parte designando de una manera tácita a los escribas, que enseñaban las máximas y las doctrinas humanas, y al mismo tiempo violaban la Ley. No debe extrañarnos que El se llame a sí mismo puerta, porque se presenta a sí mismo también como pastor y como rebaño. El se llama puerta por ser el que nos conduce al Padre, y se llama pastor por ser el que nos guía.

San Agustín, in Joanem tract 45. O de otro modo: Hay muchos que por la manera ordinaria que tienen de obrar se llaman hombres buenos, que al parecer observan lo que en la Ley se manda; sin embargo, no son cristianos y las más de las veces se jactan como los fariseos: "Pues qué, ¿nosotros somos también ciegos?" (Jn 9,40) Como que ignorando a qué fin dirigir sus acciones, obran inútilmente; pero el Señor, bajo la figura de rebaño y de puerta por la que se entra al redil, les dice: "En verdad, en verdad os digo: que el que no entra por la puerta", etc. Digan en hora buena los paganos, digan los judíos o los herejes, nuestra vida es buena; si no entran por la puerta ¿de qué les sirve? La buena vida debe proporcionar a cada uno la vida eterna, y no puede decirse que viven bien los que ignoran por ceguedad el fin del bien vivir, o por orgullo lo menosprecian. Nadie puede tener esperanza de vivir siempre, si no conoce la vida (que es Cristo) y entra por esta puerta en el redil. Todo aquel que quiere entrar en el redil, entre por la puerta; y no solamente predique a Cristo, sino busque su gloria y no la gloria propia. Pero Cristo es una puerta humilde; el que entra por esta puerta debe bajar su cabeza para que pueda entrar con ella sana. Mas aquel que no se humilla sino que se ensalza, ése quiere escalar el muro; por tanto, se eleva para caer. Muchas veces tales hombres pretenden persuadir a los demás a que vivan bien sin ser cristianos; éstos quieren subir por otra parte, robar y matar. Son, pues, ladrones, porque se apropian lo ajeno; son salteadores, porque matan lo que roban.

Crisóstomo, ut supra. Has visto cómo describe al ladrón; mira ahora la definición del pastor: "Mas el que entra por la puerta, pastor es de las ovejas".

San Agustín, De verb Dom. Serm 49. Entra por la puerta el que entra por Cristo, el que imita la pasión de Cristo, el que conoce la humildad de Cristo, que siendo Dios se ha hecho hombre por nosotros. Conozca el hombre que no es Dios, sino hombre, porque el que quiere parecer Dios siendo hombre, no imita a Aquel que siendo Dios se hizo hombre. Porque no se te ha dicho: seas algo menos de lo que eres; sino, reconoce lo que eres.


"A éste abre el portero".

Crisóstomo, ut supra. Nada impide llamar portero a Moisés, porque a él fue confiado el depósito de las palabras de Dios.

Teófilacto. O bien el Espíritu Santo es el portero que, abriéndonos las Sagradas Escrituras, nos muestra a Cristo.

San Agustín, in Joanem tract 46. O de otra manera: Por este portero debemos entender al mismo Señor. En las cosas humanas hay más diferencia entre un pastor y una puerta, que entre un portero y una puerta, y sin embargo, el Señor se llama a sí mismo pastor y puerta. ¿Por qué no hemos de ver en El al portero? El que se manifiesta a sí mismo, es el mismo que se abre. Si buscas que otro sea el portero, puedes reconocer, sin duda, bajo este nombre al Espíritu Santo, de quien el Señor dice: "El mismo os enseñará toda la verdad" (Jn 16,13) La puerta es Cristo, que es la verdad. ¿Quién abre la puerta sino el que enseña la verdad? Debemos cuidar, sin embargo, de no estimar más al portero que a la puerta, porque en las casas de los hombres el portero es más que la puerta, y no la puerta más que el portero.

Crisóstomo, ut supra. Como que ellos le habían tenido por un impostor y se empeñaban en probarlo por su misma infidelidad diciendo (Jn 7,48): "Quién de los príncipes creyó en El", enseña ahora que, puesto que no le escuchan, son excluidos de la condición de ovejas: "Las ovejas oyen su voz". Y si es propio del pastor entrar por la puerta verdadera, por la que El mismo entró, síguese que se separan del rebaño las ovejas que no oyen su voz.

"Y a las ovejas propias llama por su nombre".

San Agustín, in Joanem tract 45. Porque El conoce el nombre de los predestinados. Por eso ha dicho a sus discípulos (Lc 10,20): "Alegraos, porque vuestros nombres están escritos en el cielo". "Y las saca".

Crisóstomo, in Joanem hom 58. Sacaba a sus ovejas cuando las enviaba, no ya lejos de los lobos, sino en medio de ellos. Estas palabras parece que se dirigen al ciego de una manera indirecta, porque le sacó llamándole de en medio de los judíos.

San Agustín, ut supra. ¿Y quién es el que saca las ovejas sino Aquel que perdona los pecados, para que desembarazados de sus duras cadenas puedan seguirle? "Y cuando ha sacado fuera sus ovejas, va delante de ellas".

Glosa. En verdad, las saca de las tinieblas de la ignorancia a la luz, cuando va delante de ellas como en columna de nube y de fuego.

Crisóstomo, ut supra. Los pastores hacen lo contrario, siguiendo ellos mismos a las ovejas; mas El dice de sí mismo lo contrario, conduciendo las ovejas a la verdad.

San Agustín, ut supra. ¿Y quién es el que va delante de las ovejas sino Aquel que resucitando de entre los muertos no muere ya más (Rm 6,9), y dijo al Padre (Jn 17,24): "Quiero que aquellos que tú me diste estén conmigo en donde yo estoy".

"Y las ovejas le siguen, porque ellas conocen su voz. Mas al extraño no le siguen", etc.

Crisóstomo, ut supra. Llama extraños a Judas y a Teudas1 y a los demás falsos apóstoles que debían venir después de ellos. Para no confundirse con ellos, se distingue en muchas cosas. En primer lugar por la doctrina de las Sagradas Escrituras, por las cuales Cristo atraía a sí a los hombres, mientras que ellos separaban a los hombres de esas mismas Escrituras. En segundo lugar, por la obediencia de las ovejas, pues los hombres creyeron en El no sólo durante su vida, mas a ellos los abandonaron inmediatamente Teófilacto. Significa también el anticristo, que después de haber engañado un tanto a los hombres, no hará prosélitos después de su muerte.

San Agustín, ut supra. ¿Pero cómo resolver esta cuestión? Algunas veces las que no son ovejas oyen la voz del pastor; tal aconteció a Judas, que aunque era lobo, oyó esta voz, y las ovejas no la oyen; porque algunos de los que crucificaron a Cristo eran ovejas, y sin embargo, no oyeron su voz. Podrá decir alguno que aquellas no eran ovejas cuando no oían su voz; mas una vez que fue oída esta voz, fueron cambiados, de lobos que eran, en ovejas. Aún me asusta lo que el Señor, por boca de Ezequiel, reprende a los pastores, diciéndoles, entre otras cosas, acerca de las ovejas (Jn 34,6): "No llamaste a la que andaba errante". El le dice errante y la llama oveja; no andaría errante, si oyera la voz del pastor; por eso anda errante, porque oyó la voz del extraño. He aquí lo que yo digo: el Señor conoce los que son suyos, por presciencia (2Tm 2,19); conoce a los predestinados; éstos son las ovejas. Algunas veces no se conocen ellas mismas, pero el pastor las conoce; porque hay muchas ovejas fuera del redil, y muchos lobos están dentro. De los predestinados es de quien habla. Hay una cierta voz de pastor que las ovejas reconocen; no la del extraño; y en la que las que no son ovejas no oyen a Cristo. ¿Qué voz es ésta? "El que perseverare hasta el fin, éste será salvo" (Mt 10,22) Esta voz no la desprecia el hijo; no la oye el extraño. "Este proverbio les dijo Jesús. Mas ellos no entendieron lo que les decía", porque el Señor apacienta con palabras claras y ejercita con palabras oscuras. Cuando dos oyen las palabras del Evangelio, el uno piadoso y el otro impío, y lo que oyen es de tal naturaleza que ambos no lo entienden, el uno exclama: es verdad lo que dijo, es bueno lo que dijo, pero nosotros no lo entendemos. Este ya llama, porque cree; es digno de que se le abra si insiste en llamar. El otro dice: nada dijo; que oiga aun esta palabra: "Si no creyereis, no entenderéis" (Is 7,9)


JUAN 10,7-10

13007 (Jn 10,7)

Y Jesús les dijo otra vez: "En verdad, en verdad os digo que yo soy la puerta de las ovejas. Todos cuantos vinieron, ladrones son y salteadores, y no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta: quien por mí entrare será salvo, y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y para matar y para destruir. Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en más abundancia". (vv. 7-10)

Crisóstomo, in Joanem hom 58. Queriendo el Señor que se fijaran más los judíos, les explica lo que más arriba les había dicho: "Y Jesús les dijo otra vez: En verdad, en verdad os digo que yo soy la puerta de las ovejas".

San Agustín, in Joanem tract 45. He aquí que abre lo que estaba cerrado. El es la puerta; entremos, pues, y nos alegraremos de haber entrado.

"Todos cuantos vinieron, ladrones son y salteadores".

Crisóstomo, ut supra. No dijo esto de los Profetas, como pretenden los herejes, sino de los sediciosos. Por lo cual añade, alabando a las ovejas: "Pero no los oyeron las ovejas". En ningún lugar se observa que haya hecho elogios de aquellos que no obedecieron a los Profetas; antes, por el contrario, los vitupera severamente.

San Agustín, ut supra. Entiéndase en este sentido: Todos los que vinieron sin mí; porque no vinieron sin El los Profetas, porque vinieron con El los que vinieron con la palabra de Dios, y los que vinieron con El fueron veraces, porque El es la palabra y la verdad. El que había de venir enviaba sus heraldos, poseyendo los corazones de aquellos que enviaba. El que existe siempre, tomó carne en el tiempo. ¿Qué quiere decir siempre? "En el principio era el Verbo" (Jn 1,1) Los justos precedieron su venida en carne; creyeron que había de venir del mismo modo que nosotros creemos que vino. Los tiempos son diversos, no la fe; la misma fe une a los unos y a los otros, a aquellos que creyeron que vendría, y a los que creen que vino. Luego todos los que vinieron sin El fueron ladrones y salteadores; esto es, vinieron para robar y para matar. "Pero no los oyeron las ovejas", esto es, aquellos de quienes se ha dicho (2Tm 2,19): "El Señor conoce los que son de El". Las ovejas no oyeron a aquellos en quienes no estaba la voz de Cristo; a los que andan errando, a los mentirosos, a los seductores de infelices.

Por qué se llama a sí mismo puerta, lo manifiesta cuando añade: "Yo soy la puerta; quien por mi entrare será salvo".

Alcuino. Como si dijera: Las ovejas no les oyen; pero me oyen a mí, porque yo soy la puerta, y todo hombre verdadero, no hipócrita, que entrare por mí y perseverare, será salvo.

Teófilacto. El Señor conduce a las ovejas a los pastos por la puerta; por eso dice: "Y entrará, y saldrá, y hallará pastos". ¿Cuáles son estos pastos, sino el placer y el descanso futuro en que el Señor nos introduce?

San Agustín, ut supra. Pero ¿qué quiere decir "Entrará y saldrá"? Entrar en la Iglesia por la puerta misma es muy bueno; pero salir de la Iglesia, no lo es. Podemos, pues, decir que nosotros entramos cuando pensamos interiormente alguna cosa, y que salimos cuando hacemos alguna acción exterior, según aquello del Profeta (Ps 103,23): "Saldrá el hombre a su obra" Teófilacto. O bien la palabra entrar se aplica a aquel que se ocupa del hombre interior, y la palabra salir a aquel que mortifica en Cristo al hombre exterior, esto es, a sus miembros, que están sobre la tierra (Col 3), porque éste es el que encontrará pastos en la vida futura.

Crisóstomo, ut supra. O bien estas palabras deben entenderse de los Apóstoles, que entraron y salieron con intrepidez, como señores de todo el mundo, y nadie pudo arrojarlos, y tuvieron alimentos.

San Agustín, ut supra. Pero más me complace el consejo que en cierta manera nos da cuando dice después: "El ladrón no viene sino para hurtar".

Alcuino. Como si dijera: Con razón las ovejas no oyen la voz del ladrón, porque el ladrón no viene sino para hurtar, apropiándose a sí lo que es de otro; no instruyendo a sus secuaces en los preceptos de Cristo, sino persuadiéndoles a que vivan siguiendo el ejemplo de ellos. Por eso añade el Evangelista: "Y para matar" (separando de la fe con doctrina engañosa), "y para destruir" (en la eterna condenación) Esos son, pues, los que hurtan y matan. "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en más abundancia".

San Agustín, ut supra. Me parece que debe entenderse: para que tengan vida, los que entran, esto es, que reciban la vida de la fe que obra por la caridad (Ga 5); fe que abre la puerta del redil en que está la vida, porque el justo vive de la fe (Rm 1,17) "Y para que la tengan en más abundancia" los que salen, esto es, cuando mueren los verdaderos fieles y tienen una vida más abundante, en donde después no vuelven a morir. Aunque en esta vida no falten pastos, encontrarán pastos donde puedan saciarse, como los que encontró aquel a quien se dijo (Lc 23,43): "Hoy estarás conmigo en el paraíso".

San Gregorio, Super Ezech. hom 13. Entrará, pues, en la fe y saldrá a la visión de la naturaleza misma, y encontrará pastos en la eterna hartura.

Crisóstomo, ut supra. Cuando dice "El ladrón no viene sino para hurtar, y para matar, y para destruir", se refiere a los sediciosos, y esto se cumple a la letra en todos aquellos hombres muertos y perdidos que les seguían, privándolos de este modo de la vida eterna. "Yo he venido por la salvación de todos, para que tengan vida y para que la tengan en más abundancia en el reino de los cielos"; y ésta es la tercera diferencia por la que se distingue de los falsos profetas.

Teófilacto. En sentido místico, el ladrón es el diablo que con la tentación viene para robar por medio de malos pensamientos, mata por el consentimiento y destruye por las obras.


Catena aurea ES 12908