Catena aurea ES 13141

JUAN 11,41-46


13141 (Jn 11,41)

Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: "Padre, te doy gracias porque me has oído. Yo bien sabía que siempre me oyes: mas por el pueblo que está alrededor, lo dije: para que crean que tú me has enviado". Y habiendo dicho esto, gritó en alta voz: "Lázaro, ven fuera". Y en el mismo punto salió el que había estado muerto, atados los pies y las manos con vendas, y cubierto el rostro con un sudario. Jesús les dijo: "Desatadle y dejadle ir". Muchos, pues, de los judíos, que habían venido a ver a María y a Marta, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en El. Mas algunos de ellos se fueron a los fariseos y les dijeron lo que había hecho Jesús. (vv. 41-46)

Alcuino. Como Cristo en cuanto hombre era menor que el Padre, le pide la resurrección de Lázaro, y por eso dice que ha sido oído: "Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre", etc.

Orígenes In Ioannem tom.28. Elevó, en verdad, los ojos a lo alto, porque elevó su inteligencia, haciéndola subir por medio de la oración a su excelso Padre. Por eso para orar siguiendo el ejemplo de Cristo es necesario elevar a lo alto los ojos de su corazón, apartándolos de las cosas presentes tanto en su memoria como en sus pensamientos e intenciones. Si se ha hecho, pues, una promesa a los que oran como es debido, según aquellas palabras: "Clamarás, y dirá: Aquí estoy" (Is 58,9), ¿qué habremos de pensar del Salvador? Iba a rogar por la resurrección de Lázaro, pero Aquel que sólo es buen Padre por excelencia, escuchó su oración antes de haberla concluido. Para terminar su oración, añade la acción de gracias diciendo: "Padre, te doy las gracias, etc., para que crean que Tú me has enviado".

Crisóstomo In Ioannem hom., 63. Esto es, que no hay nada contrario entre tú y yo. No manifiesta que es menos que su Padre y que no tiene tanto poder, porque esto se dice a los amigos y a los iguales en dignidad. Así, para mostrar que no está necesitado de la oración1, añade: "Yo bien sabía que siempre me oyes". Como si dijera: para que se haga mi voluntad no tengo necesidad de orar para persuadirte, porque una es nuestra voluntad. Pero El lo dice con palabras encubiertas, a causa de la necedad de los que lo escuchaban, porque Dios no mira tanto a su dignidad como a nuestra salvación. Por eso en sus predicaciones habla pocas cosas grandes -y ésas, ocultas-, mientras que abundan mucho las humildes.

San Hilario De Trin. lib. 10. No tuvo necesidad de orar por sí, sino que rogó por nosotros, para que no ignorásemos que era Hijo del Padre. Por eso añade: "Mas por el pueblo que está alrededor lo dije, para que crean que Tú me has enviado". Estas palabras que no eran para El de utilidad alguna, eran de gran provecho para aumento de nuestra fe. El no tenía necesidad de socorro, pero nosotros sí de enseñanza.

Crisóstomo ut supra. No dijo, pues, para que crean que soy menor -porque sin la oración yo nada puedo hacer-, sino: "Que Tú me has enviado". No dijo: Tú me has enviado débil, reconociendo mi servidumbre y sin poder hacer nada por mí mismo; sino: Me has enviado para que no crean que soy contrario a Dios, para que no digan: no es de Dios, y para manifestar que hago esta obra según tu voluntad.

San Agustín De verb. Dom. serm., 52. Cristo vino al sepulcro en que Lázaro dormía y al punto lo llamó del sepulcro, no como si estuviera vivo o dispuesto a oírle: "Y habiendo dicho esto, gritó en alta voz: Lázaro, ven fuera". Lo llama por su nombre para que los demás muertos no se vean obligados a resucitar.

Crisóstomo ut supra. No dijo: Resucita tú, sino, ven fuera, como hablándole a un vivo, a aquel que hacía poco había muerto. Y por eso no dijo: en el nombre del Padre, ven fuera; o: Padre resucítalo; sino que uniendo todas estas cosas y después de haber orado, hace brillar su poder por el acto mismo; porque ésta es la señal de su sabiduría: mostrar su poder por medio de sus acciones y su condescendencia por medio de sus palabras.

Teofilacto. La voz alta del Salvador que resucitó a Lázaro es el signo de la gran trompeta que ha de sonar en la resurrección universal (1Co 15,52) Elevó más la voz para refrenar la lengua de los gentiles, que imaginaban que las almas de los difuntos se encontraban en los sepulcros. Por eso lo llama fuera con un grito, como si estuviera algo distante. Y así como la resurrección universal se hará en un abrir y cerrar de ojos, así también se hizo esta resurrección singular. Por eso añade el evangelista: "Y en el mismo punto salió el que había estado muerto", etc. Lo cual no es más que una preparación para que se verifique lo que dice San Juan (Jn 5,25): "Viene la hora, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oyeren vivirán".

Orígenes In Ioannem tom. 28. No se dice que un grito lo despertara, y así se cumplió lo que acababa de decir (Jn 2): "Voy a despertarlo del sueño". Mas el Padre, que escuchó la oración de su Hijo, resucitó a Lázaro y de este modo la resurrección de Lázaro es la obra común del Hijo y del Padre que lo escuchó. Porque así como el Padre resucita a los muertos y los vivifica, así también el Hijo da la vida a aquellos que quiere.

Crisóstomo ut supra. Lázaro salió atado (ligado) para que no se creyera que era un fantasma. En el hecho de salir ligado hace resplandecer una maravilla tan grande como la de su resurrección. "Jesús les dijo: Desatadle", a fin de que los que lo tocasen y se acercasen a él, se persuadieran de que era él y no otro. "Y dejadle ir". Esto lo hace por humildad, pues no lo conduce ni lo lleva consigo como prueba del milagro.

Orígenes ut supra. El Señor había dicho más arriba (Jn 11,42): "Mas por el pueblo que está alrededor lo dije, para que crean que tú me has enviado". Si ninguno de los que estaban presentes hubiera creído, entonces habría dicho esto como hombre que no conoce el porvenir. Para evitar esto añade el evangelista: "Muchos, pues, de los judíos creyeron en El; mas algunos de ellos se fueron a los fariseos y les dijeron lo que había hecho Jesús". Estas palabras son ambiguas, y no dicen claramente si los que fueron a los fariseos eran parte de aquella multitud que había creído en El y que fueron a proponer a los enemigos de Cristo que se reconciliaran con El, o bien eran de los que no creían, y que fueron para excitar contra Cristo la tenaz envidia de los fariseos. Yo creo que el evangelista quiso decir esto último, porque llama multitud a aquellos que habían creído en fuerza de los hechos de que habían sido testigos, como si fuesen pocos todos los demás, de los cuales añade: "Mas algunos de ellos", etc.

San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 65. Aunque nosotros creamos con fe sincera que la resurrección de Lázaro sea real en el sentido histórico, sin embargo yo no dudo que aquí se encierre una verdad en el sentido alegórico, pues cuando a los hechos se da un sentido alegórico, no por eso dejan de ser verdaderos.

San Agustín In Ioannem tract., 49. Todo el que peca, muere; pero Dios, por su misericordia infinita, resucita las almas a fin de que no mueran por toda la eternidad. Así, pues, nosotros creemos que en los tres muertos que el Salvador resucitó en sus cuerpos, se nos da a entender algo relativo a la resurrección de las almas.

San Gregorio Moralium 4,29. Porque resucita a la niña en la casa, al joven fuera de la puerta, y a Lázaro en el sepulcro. En efecto, yace muerto en la casa el que está en pecado, y es conducido como fuera de la puerta el que comete el pecado en público sin pudor alguno.

San Agustín ut supra. O bien, la muerte está dentro cuando el pensamiento del mal no se ha convertido en acto exterior por la obra; pero si pusiste por obra el mal pensamiento, llevaste la muerte fuera de la puerta.

San Gregorio ut supra. El que a la perpetración del crimen añade la costumbre del pecado está oprimido bajo el peso de la sepultura, pero la gracia divina ilumina con frecuencia a estos pecadores con los resplandores de su luz.

San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 65. O bien, en Lázaro que yace en el sepulcro, vemos al alma agobiada bajo el peso de sus pecados.

San Agustín In Ioannem tract., 49. Y sin embargo, el Señor amaba a Lázaro, porque si no amara a los pecadores, no hubiera bajado del cielo a la tierra. La expresión "ya hiede" cuadra perfectamente a aquel que tiene hábito de pecar, porque empieza a exhalar una reputación detestable y un hedor insufrible. Con razón dijo: "Es muerto de cuatro días", porque el último de los elementos es la tierra. Esta expresión significa el abismo de los pecados terrenales, esto es, de los apetitos carnales.

San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 65. El Señor gimió en sí mismo, lloró, gritó en alta voz, porque con dificultad se levanta aquel a quien oprime el peso de la costumbre. Cristo se turba a sí mismo para que aprendas cómo debes turbarte cuando te veas agobiado bajo el peso de tantos pecados. Porque la fe del hombre que se disgusta a sí mismo debe gemir en la acusación de sus malas acciones, para que la costumbre de pecar ceda a la violencia del arrepentimiento. Cuando dice: yo hice aquello y Dios me lo ha perdonado, oí el Evangelio y lo menosprecié, ¿qué hago? Entonces gime Cristo, porque gime la fe. En la voz del que gime está la esperanza de la resurrección.

San Gregorio Moralium 13. Se dice a Lázaro: "Ven fuera", para excitarlo a pasar de su pecado oculto a la confesión de su pecado por su propia boca, de manera que el que yace envuelto en su conciencia por el pecado, salga de él por medio de la confesión.

San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 65. Lázaro, saliendo del sepulcro, representa al alma separándose de sus apetitos carnales. El salir atados los pies y las manos con vendas, nos enseña que aun los que abandonan las cosas carnales y sirven de corazón la ley de Dios, mientras están revestidos de este cuerpo no están libres de las tentaciones de la carne. Y el estar su rostro cubierto con un sudario nos enseña que en esta vida no podemos tener plena inteligencia. "Desatadle y dejadle ir". Estas palabras nos anuncian que después de esta vida desaparecerán todos los velos para que podamos ver cara a cara.

San Agustín In Ioannem tract., 49. O bien, de otra manera: cuando desprecias, yaces muerto; cuando confiesas, sales adelante. ¿Qué otra cosa es salir adelante, sino manifestarse saliendo de lugar oculto? Pero Dios hace que te confieses gritando en voz alta, esto es, llamándote por una gracia singular. El muerto que se adelanta está aún atado de pies y manos; es reo aún. Por eso, para que se desataran los pecados dijo a los ministros: "Desatadle y dejadle ir", es decir, lo que desatareis en la tierra será desatado en el cielo.

Alcuino. Cristo resucita porque El es quien por sí mismo vivifica interiormente; los discípulos desatan porque por medio del ministerio de los sacerdotes, son absueltos los que son vivificados.

Beda. Los que van a anunciar a los fariseos son aquellos que viendo las buenas obras de los siervos de Dios, los persiguen con su odio y se esfuerzan en infamarlos.

JUAN 11,47-53 :

13147 (Jn 11,47)

Y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos juntaron concilio y decían: "¿Qué hacemos? porque este hombre hace muchos milagros. Si lo dejamos así, creerán todos en El; y vendrán los romanos y arruinarán nuestra ciudad y nación". Mas uno de ellos, llamado Caifás, que era el sumo pontífice de aquel año, les dijo: "Vosotros no sabéis nada. Ni pensáis que os conviene que muera un hombre por el pueblo, y no que toda la nación perezca". Mas esto no lo dijo de sí mismo, sino que siendo sumo pontífice aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación, y no solamente por la nación, mas también para juntar en uno los hijos de Dios, que estaban dispersos. Y así, desde aquel día pensaron cómo le darían la muerte. (vv. 47-53)

Teofilacto. Era conveniente admirar y ensalzar a Aquel que tales prodigios obraba, pero ellos más bien maquinan darle la muerte. "Y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos juntaron concilio", etc.

San Agustín In Ioannem tract., 49. Ellos no dicen: "Creemos". Estos hombres perdidos se ocupaban mejor de hacer daño y de matar, que de la manera de salvarse a sí mismos. Y, sin embargo, temían y se consultaban unos a otros: "¿Qué hacemos? Porque este hombre hace muchos milagros".

Crisóstomo In Ioannem hom., 64. Todavía lo llaman hombre los mismos que acababan de tener una prueba tan grande de su divinidad.

Orígenes In Ioannem tom.,28. Es de considerar, oídas sus palabras, su necedad y su ceguera. Su necedad, porque ellos habían sido testigos de los muchos milagros que había hecho y, sin embargo, creían poder conspirar contra El, como si El mismo no tuviera poder para burlar sus maquinaciones. En esto consistía también su ceguedad, porque era preciso que Aquel que había hecho tantos milagros se desembarazase de sus asechanzas, a no ser que creyesen que realmente hacía milagros, pero que estos milagros no los hacía en virtud del divino poder. Así, ellos determinaron no dejarlo ir, creyendo que esto sería un gran impedimento para los que creían en El, y que así los romanos no les quitarían su ciudad y nación. "Si lo dejamos así, creerán todos en El", etc.

Crisóstomo ut supra. Con estas palabras querían atemorizar al pueblo, haciéndoles ver el peligro en que estaban de que se sospechase que querían declararse en poder independiente; palabras que equivalen a estas otras: Si los romanos lo ven seguido de la muchedumbre, sospecharán que queremos erigirnos en poder independiente, y destruirán la ciudad. Pero todo lo que decían era pura ficción, porque ¿cuáles eran los motivos para sospechar esto? ¿Iba El acaso rodeado de gente armada y seguido de escuadrones? ¿Acaso no buscaba los desiertos? Pero para que no se pensara que esto lo decían con el intento de preparar su muerte, dicen que toda la ciudad está en peligro.

San Agustín ut supra. O bien, temían que si todos creían en Cristo no quedase nadie para defender la ciudad y el templo de Dios contra los romanos, porque bien sabían que la doctrina de Cristo era contraria al mismo templo y a las leyes de sus antepasados. Temían, pues, perder los bienes temporales, y nada les importaba perder la vida eterna, en que no pensaban. Pero a pesar de todo esto, finalmente los romanos, después de la pasión y de la resurrección del Señor, hicieron desaparecer la ciudad, destruyéndola.

Orígenes ut supra. Mas, según el sentido místico, los gentiles ocuparon el lugar de los circuncisos, pues por la caída de éstos vino la salvación a las naciones. En lugar de los gentiles son puestos los romanos, pasando de este modo la soberanía a quienes hasta entonces habían ejercido allí sus derechos. También la gente fue arrebatada de entre ellos, porque el que fue pueblo de Dios dejó de serlo.

Crisóstomo ut supra. Pero mientras ellos vacilaban y proponían ese consejo para deliberar, diciendo: "¿Qué hacemos?", uno, descaradamente y con la mayor crueldad, gritó: "Mas uno de ellos, llamado Caifás, que era el sumo pontífice de aquel año".

San Agustín ut supra. Podía uno preguntar, ¿cómo es que se dice que era pontífice de aquel año, siendo así que el Señor había establecido un único sumo sacerdote, que no debía tener sucesor sino después de su muerte? Es preciso admitir que la división y la ambición habían conducido más tarde a los judíos a tener muchos pontífices, que servían alternativamente cada año, y quizá en un mismo año había muchos, a los cuales sucedían otros en el año siguiente.

Alcuino. Cuenta Josefo, que este Caifás había comprado por dinero el pontificado de aquel año.

Orígenes In Ioannem tom.,30. Una prueba de la maldad de Caifás son las palabras "pontífice de aquel año", porque exponen que bajo su pontificado nuestro Salvador ejerció el ministerio de su pasión. Y sin embargo, como fuese pontífice de aquel año, les dijo: "Vosotros no sabéis nada, ni pensáis que os conviene que muera un hombre".

Crisóstomo In Ioannem hom., 65. Como si dijera: Vosotros estáis tranquilos y miráis esto con poco interés, pero tened en cuenta que es preciso despreciar la salvación de un solo hombre para salvar el bien común.

Teofilacto. Esto lo dijo él con una intención depravada. Sin embargo, la gracia del Espíritu Santo se valió de sus palabras para presagio del porvenir: "Mas esto no lo dijo de sí mismo, sino que siendo pontífice profetizó", etc.

Orígenes ut supra. No todo el que profetiza es profeta, como no todo aquel que sigue la justicia es justo, como por ejemplo el que hace alguna obra por la gloria humana. Caifás, pues, profetizó, es verdad, y sin embargo no era profeta, como sucedió a Balaam (Nb 23) Alguno podrá decir que Caifás no profetizó por inspiración del Espíritu Santo, ya que el espíritu maligno puede también dar testimonio de Jesús y profetizar acerca de El conforme a aquellas palabras (Lc 4,34): "Sabemos quién eres, santo de Dios". Porque su intención no es hacer fieles a los que lo escuchan, sino incitar en el pretorio contra Jesús a los que confiaban en El, para hacerlo morir. Por otra parte, las palabras "os conviene" -que forman parte de su profecía-, o son verdaderas o falsas. Si son verdaderas, se sigue que se salvarán todos aquellos que se esfuerzan en el pretorio por incitar al pueblo contra Jesús y, después de su muerte por el pueblo, llegarán a conseguir lo que les conviene. Si no son verdaderas, es evidente que el Espíritu Santo no inspiró esta profecía, porque el Espíritu Santo no puede mentir. Pero si alguno cree que Caifás es en esto verídico, (He 2,9) hallará claro que Jesús ha abrazado la muerte por todos, y que El es Salvador de todos los hombres, principalmente de los fieles. Encontrará también que todas las palabras que están en este lugar, comenzando por aquellas (Col 1,151Tm 1,7) Así, en la Epístola de San Pablo a Timoteo se encuentran algunos doctores de la Ley que ni saben lo que dicen ni lo que afirman.

San Agustín ut supra. Aquí también podemos aprender que los hombres malos pueden también vaticinar lo futuro con espíritu profético, lo cual, sin embargo, el evangelista atribuye al sagrado ministerio, porque Caifás era pontífice, esto es, sumo sacerdote.

Crisóstomo ut supra. ¡Mira cuán grande es la virtud del Espíritu Santo, que de una inteligencia depravada hace salir palabras proféticas! Mira también cuán grande es la virtud y la dignidad del pontificado, pues hecho pontífice, aunque indigno, Caifás profetiza sin saber lo que dice. La gracia no toca más que a la boca, pero no llega al corrompido corazón.

San Agustín ut supra. Caifás, pues, sólo profetizó de la nación judía, en la que estaban las ovejas de que el mismo Señor había dicho (Mt 15,2): "No soy enviado sino a las ovejas que perecieron de la casa de Israel". Pero el evangelista sabía que había otras ovejas que no eran de este redil, a las cuales convenía conducir, y por eso añadió: "Y no solamente por la nación, mas también para juntar en uno los hijos de Dios que estaban dispersos". Esto se dijo de la predestinación, pues entonces no había ni ovejas ni hijos de Dios.

San Gregorio Moralium 6,13. Los perseguidores hicieron, pues, todo lo que maliciosamente habían maquinado. Prepararon su muerte para arrancar la fe que en El tenían los creyentes, pero la fe creció por los mismos medios que los incrédulos habían empleado para extinguirla. No convirtió en obsequio de su piedad, lo que la crueldad humana fraguó contra El.

Orígenes.Llenos de ira por las palabras de Caifás, decretaron la muerte del Señor. "Y así, desde aquel día pensaron cómo le darían la muerte". Y en verdad, si Caifás no profetizó por inspiración del Espíritu Santo, fue otro espíritu el que pudo a la vez hablar por la boca de un impío y excitar a sus camaradas contra Cristo. Mas el que ve aquí la inspiración del Espíritu Santo, dirá que así como muchos para constituir su depravada doctrina, se acogen a la palabra de las Escrituras dirigidas al bien general, así los oidores de esta verdadera profecía pronunciada contra Cristo, no tomándola en su verdadero sentido, se reúnen en consejo para dar muerte a Cristo.

Crisóstomo ut supra. Primero lo buscaban para darle la muerte, y ahora dan la sentencia.

JUAN 11,54-56


13154 (Jn 11,54)

Por lo cual no se mostraba ya Jesús en público entre los judíos, sino que se retiró a un territorio cerca del desierto, a una ciudad llamada Efraím; y allí moraba con sus discípulos. Y estaba ya cerca la Pascua de los judíos; y muchos de aquella tierra subieron a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse. Y buscaban a Jesús, y se decían unos a otros estando en el templo: "¿Qué os parece de que no haya venido a la fiesta?" Y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado mandamiento, que si alguno sabía en dónde estaba, lo manifestara para prenderle. (vv. 54-56)

Orígenes In Ioannem tom.,28. Después que los escribas y fariseos se juntaron para condenar a muerte a Jesús, El, teniendo más cautela, no conversaba ya con los judíos con tanta confianza. Y se retiró, no a una ciudad popular, sino a una que estaba lejos y apartada. "Por lo cual no se mostraba ya Jesús en público entre los judíos", etc.

San Agustín In Ioannem tract., 49. No por defecto de su poder (el que, si hubiera querido, le habría permitido hablar en público con los judíos y no le habrían hecho nada); mas El dejó este ejemplo a sus discípulos, para enseñarles que no hay pecado en que sus fieles se aparten de las miradas de los perseguidores y, ocultándose, prefieran evitar el furor de los malvados, que sería más terrible manifestándose en público.

Orígenes ut supra. Porque no es digno de censura para el que confiesa a Jesucristo el no evitar confusión en el momento del combate, y no rehusar la muerte por defender la verdad. Es asimismo prudente no dar ocasión exponiéndose a una prueba tan grande, no solamente por la incertidumbre del éxito de parte nuestra, sino también para no dar ocasión a los otros para que hagan mayor su impiedad y su perversidad. Porque si el que da ocasión de pecado, no se librará del castigo merecido, ¿qué castigo no merecerá aquel que no evita el pecado del perseguidor? El Señor no se fue solo. Antes bien, para no dar ocasión alguna a los que lo perseguían, llevó consigo a sus discípulos. "Y allí moraba con sus discípulos".

Crisóstomo In Ioannem hom., 64. ¿Qué impresión piensas que debió ser la de los discípulos, viéndolo humanamente salvado, es decir, viéndolo buscar como hombre un asilo que lo oculte y lo ponga a salvo de las manos de sus perseguidores? Mientras que todos se regocijan y celebran fiesta, ellos se ocultan y corren graves peligros; sin embargo, permanecen con El, conforme a aquellas palabras (Lc 22,28): "Vosotros sois los que permanecisteis conmigo en mis tentaciones".

Orígenes ut supra. Místicamente hablando, debemos decir que Jesús andaba confiadamente en medio de los judíos, cuando el Verbo divino estaba entre ellos por la profecía. Mas apenas marchó de allí y el Verbo de Dios no estuvo más con los judíos "se retiró a un territorio cerca del desierto" (Is 54,1) Los hijos de la mujer desierta, esto es, abandonada, son más numerosos que los de la desposada. Esta ciudad se llama Ephrem, que quiere decir fertilidad1. Effraim fue hermano de Manasés, del antiguo pueblo entregado al olvido. Después que este pueblo fue relegado al olvido y abandonado, fue cuando surgió la abundancia de en medio de los gentiles. El Señor, abandonando a los judíos, vino a esta tierra del universo, a la Iglesia casi desierta, y cuyo nombre significa ciudad fecunda, y en ella permanece hasta ahora con sus discípulos.

San Agustín In Ioannem tract., 50. Aquel que había bajado del cielo para sufrir, quiso acercarse al lugar de su pasión porque la hora de su muerte estaba cercana. Por eso el evangelista añade: "Y estaba ya cerca la Pascua", etc. Los judíos celebraban la Pascua en las tinieblas, nosotros en la luz. Con la sangre de su cordero se señalaron los umbrales de las casas de los judíos; nuestras frentes se señalan con la sangre de Cristo. Los judíos quisieron ensangrentar esta fiesta con la sangre del Salvador. En este mismo día de fiesta fue sacrificado el Cordero que consagró el mismo día con su propia sangre. La ley de los judíos mandaba que en el día de fiesta en que se celebraba la Pascua se reunieran de todas partes y se santificaran con la celebración de aquel día: "Y muchos de aquella tierra subieron a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse".

Teofilacto. Vinieron a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse, porque todos aquellos que habían pecado, ya voluntariamente, ya contra su voluntad2, no celebraban la Pascua sin expiar antes, según costumbre, por medio de abluciones, ayunos, cortarse el cabello, y además haciendo algunas ofrendas determinadas a este fin. En el tiempo, pues, en que éstos celebraban la expiación, fue cuando tendían asechanzas al Señor: "Y buscaban a Jesús, y se decían unos a otros estando en el templo: ¿qué os parece de que no haya venido a la fiesta?"

Crisóstomo ut supra. Le ponían asechanzas y celebraban el día de la fiesta y el de la inmolación.

Orígenes ut supra. Y por eso no dijo la Pascua del Señor, sino de los judíos, porque en ella el Salvador sufría asechanzas.

Alcuino. Ellos no buscaban al Señor por una causa justa, pero nosotros lo buscamos estando en el templo, consolándonos mutuamente, exhortándonos y pidiendo que venga a nuestro día de fiesta y nos santifique con su presencia.

Teofilacto. Si estas cosas hubieran sido obra exclusivamente de las turbas, podría creerse que su pasión era resultado de la ignorancia. Pero los fariseos mismos dan la orden de que sea preso: "Y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado mandamiento, que si alguno sabía en dónde estaba, lo manifestase para prenderle".

Orígenes ut supra. Y notad que ellos ignoraban dónde está, porque se ha dicho que El se había retirado. Podrá decirse que los que tendían lazos a Jesús ignoraban dónde estaría y que dieron otros preceptos que los divinos, enseñando las ciencias y los mandatos de los hombres.

San Agustín ut supra. Pero nosotros enseñamos a los judíos dónde está Jesús. ¡Ojalá quieran oírlo y apoderarse de El! Vengan a la Iglesia, oigan dónde está Cristo y aprehéndanlo.

JUAN 12,1-11


13201 (Jn 12,1)

Jesús, pues, seis días antes de la Pascua, vino a Betania, en donde había muerto Lázaro, al que Jesús resucitó. Y le dieron allí una cena: y Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados con El a la mesa. Entonces María tomó una libra de ungüento de nardo puro, de gran precio, y ungió los pies de Jesús, y le enjugó los pies con sus cabellos, y se llenó la casa del olor del ungüento. Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariotes, el que le había de entregar: "¿Por qué no se ha vendido este ungüento por trescientos denarios y se ha dado a pobres?" Y dijo esto, no porque él cuidase de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo sus bolsillos, traía lo que se echaba en ellos. Y dijo Jesús: "Dejadla que lo guarde para el día de mi entierro. Porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros, mas a mí no siempre me tenéis". Entendió, pues, un crecido número de judíos que Jesús estaba allí, y vinieron, no solamente por causa de El, sino también por ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Y los príncipes de los sacerdotes pensaron matar también a Lázaro. Porque muchos por él se separaban de los judíos y creían en Jesús. (vv. 1-11)

Alcuino. Acercándose el tiempo en que el Señor había determinado padecer, se acercó también El al lugar en que había de terminar la obra de su pasión. Jesús, primero vino a Betania, después a Jerusalén. A Jerusalén, para padecer allí; a Betania para que la resurrección de Lázaro se grabara más profundamente en la memoria de todos: "En donde había muerto Lázaro al que Jesús resucitó".

Teofilacto. En el décimo día del mes, toman los judíos un cordero para sacrificarlo en la fiesta de la Pascua. Entonces comienzan para ellos las solemnidades de esta fiesta. Por eso el día que hace el noveno del mes y que precede al día sexto antes de la Pascua, celebran grandes banquetes, y fijan en este día el principio de la fiesta, lo cual dio ocasión a que Jesús al ir a Betania fuese convidado a comer: "Y le dieron allí una cena". Presentándonos a Marta sirviendo a la mesa, nos da a entender el evangelista, que en su casa se celebra el convite. Pero observa la fidelidad de esta mujer; no cede ella este oficio a los criados, sino que ella misma lo desempeña. Por otra parte, el evangelista, queriendo darnos una señal de la resurrección de Lázaro, añade: "Lázaro era uno de los que estaban sentados con El a la mesa".

San Agustín In Ioannem tract., 50. El vivía, hablaba, comía; la verdad resplandecía, la incredulidad de los judíos estaba confundida.

Crisóstomo In Ioannem hom., 64. María no atendía al servicio general, y sólo se ocupaba de la gloria del Señor, y no se acercaba a El como a hombre, sino como a Dios. "Entonces María tomó una libra de ungüento de nardo puro, de gran precio, y ungió los pies de Jesús, y le enjugó los pies con sus cabellos", etc.

San Agustín tract. 55. Debemos creer que la palabra pistici indica el lugar de donde era este precioso perfume.

Alcuino. O también fiel y no adulterado con sustancias extrañas1. Esta es aquella mujer, pecadora en otro tiempo, que vino al Señor en casa de Simón con un vaso de rico perfume.

San Agustín De cons. evang., 2,79. Este hecho, que se repitió en Betania, no es el mismo que el que refiere San Lucas; pero San Juan, San Mateo y San Marcos lo refieren de la misma manera. Que San Mateo y San Marcos digan que fue la cabeza de Jesús la que ungió con el perfume y San Juan diga que los pies, debemos entenderlo en el sentido de que ungió la cabeza y lo pies. San Mateo y San Marcos, recapitulando aquel día, que era el sexto antes de la Pascua, se refieren nuevamente a Betania, y narran lo que San Juan sobre la cena y el perfume.

"Y se llenó la casa del olor del ungüento".

San Agustín In Ioannem tract., 50. El sentido de este pasaje se ilumina con aquellas palabras del Apóstol: "A los unos en verdad olor de muerte para muerte; y a los otros olor de vida para vida" (2Co 2,16) Finalmente, verás aquí cómo este bálsamo es para unos precioso olor que da la vida, y para otros olor corrompido que produce la muerte. Continúa diciendo: "Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote, el que le había de entregar: Por qué no se ha vendido este ungüento", etc.

San Agustín De cons. evang., 2,79. Al decir los otros evangelistas que los discípulos murmuraron de que se hubiera derramado este rico perfume, mientras que San Juan sólo nombra a Judas, pienso que es a Judas a quien han querido referirse todos ellos, usando un plural por un singular. Puede también entenderse en el sentido de que los demás discípulos o sintieron esto o lo dijeron, o Judas hablándoles los persuadió con sus palabras, San Marcos y San Mateo expresan con palabras la voluntad de todos, pero Judas habló así porque era ladrón; los demás por solicitud para con los pobres. San Juan no tendría intención de hablar más que de Judas, aprovechando esta ocasión a fin de hacer constar el hábito que tenía Judas de robar, porque añade: "Y dijo esto no porque él cuidase de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo sus bolsillos traía lo que echaba en ellos".

Alcuino. Su cargo era llevar la bolsa; su crimen, robarla.

San Agustín In Ioannem tract., 50. No pereció Judas en el momento en que recibió de los judíos el dinero para entregar al Señor; ya era un ladrón. Perdido este hombre, no seguía al Señor con el corazón sino con el cuerpo. Con esto nos quiso enseñar el Señor a sufrir a los malos para que no dividamos el cuerpo de Cristo. Aquel que roba algo a la Iglesia es semejante a Judas. Si eres bueno, tolera al malo para que obtengas la recompensa de los buenos y no incurras en el castigo de los malos. Toma el ejemplo del Señor mientras vivió en la tierra. ¿Por qué tenía depositarios Aquel a quien los ángeles servían la comida, sino porque su Iglesia había de tener necesidad de depositarios? ¿Por qué admitió ladrones sino con el fin de que su Iglesia, en tanto que tuviera ladrones supiera soportarlos? Pero aquel que acostumbraba a robar el dinero de la bolsa, no vaciló en vender por dinero al Señor.

Crisóstomo In Ioannem hom., 64. El confió a este ladrón la bolsa de los pobres para quitarle toda ocasión, a fin de que no pudiera decir que por deseo de dinero había cometido aquella traición, toda vez que en la bolsa tenía bastante dinero con que apagar su codicia.

Teofilacto. Opinan algunos que Judas tenía la administración del dinero, como el último de todos que era, porque la administración de las cosas temporales es inferior a la de la doctrina, conforme a las palabras que se leen en los Hechos de los Apóstoles (Ac 6,2): "No es justo que dejemos nosotros la palabra de Dios y que sirvamos a las mesas".

Crisóstomo ut supra. Jesucristo, usando de mucha condescendencia con Judas, no le echó en cara sus robos, sino que lo disculpó: "Dejadla que lo guarde para el día de mi entierro".

Alcuino. Da a entender su muerte, y que debía ser ungido con aromas. Por eso a María, a quien no le habría de ser lícito ungir el cuerpo muerto del Salvador, deseándolo tanto, se le concedió, estando vivo, este privilegio, que no hubiera podido participar después de muerto por la pronta resurrección.

Crisóstomo ut supra. Otra vez por causa del traidor hace mención de su sepultura, como si quisiera decir: te soy grave y pesado, mas espera un poco y me iré. Y esto mismo manifiesta cuando añade: "Porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros; mas a mí no siempre me tenéis".

San Agustín In Ioannem tract., 50. El hablaba de su presencia corporal, pues en cuanto a su majestad, a su providencia, a su gracia inefable e invisible, se cumple lo que por El se ha dicho (Mt 28,20): "He aquí que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos". O de otro modo: en la persona de Judas están representados los malos en la Iglesia, porque si eres bueno tendrás la presencia de Cristo por la fe y por el sacramento, y lo tendrás siempre. Porque cuando salgas de este mundo, irás a Aquel que dijo al ladrón (Lc 23,43): "Hoy serás conmigo en el Paraíso". Pero si, por el contrario, vives mal, te parecerá tener presente a Cristo, porque estás bautizado con el bautismo de Cristo; te acercas al altar de Cristo, pero viviendo mal, no lo tendrás siempre. El no dijo tienes, en singular, sino tenéis, en plural, porque un solo malo representa todo el cuerpo de los malos. "Entendió, pues, un crecido número de judíos, que Jesús estaba allí; y vinieron, no solamente por causa de El, sino también por ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos". La curiosidad los trajo, no la caridad.

Teofilacto. Ellos deseaban ver al resucitado, esperando oír de la boca de Lázaro alguna cosa acerca del lugar de las almas.

San Agustín ut supra. Como el milagro hecho por el Señor era tan grande, se había extendido por todas partes con tanta evidencia, y se había hecho tan público, que no pudiendo ni ocultar el hecho, ni negarlo, pensaron dar muerte a Lázaro. "Y los príncipes de los sacerdotes pensaron", etc. ¡Pensamiento insensato y ciega crueldad! Como si el Señor, que pudo resucitar a un muerto, no pudiera hacer lo mismo con un asesinado. He aquí que el Señor hizo las dos cosas, pues resucitó a Lázaro muerto, y se resucitó a sí mismo que había sido muerto.

Crisóstomo In Ioannem hom., 65. Ningún milagro de Cristo los había enfurecido tanto. Este era el más notable de todos y se había obrado en presencia de mucha gente, y era increíble ver y oír hablar a un muerto de cuatro días. En otras circunstancias, ellos tramaban acusarlo de quebrantar el sábado y por este medio levantar las turbas contra El. Mas ahora, no encontrando motivo alguno para quejarse contra Jesús, dirigen sus ataques contra Lázaro; y aun con el ciego hubieran hecho ellos lo mismo, si no hubiesen tenido la acusación de la violación del sábado. O bien, al ciego que era de baja y humilde condición, lo echaron del templo, mientras que Lázaro era noble, lo cual se comprende por la multitud de personas que vinieron a consolar a sus hermanas. Esto les mortificaba sobremanera: ver que todos, sin cuidarse de la solemnidad próxima venían a Betania.


Alcuino. En sentido místico, que viniera a Betania antes de seis días, significa que el que había hecho todas las cosas en seis días y en el séptimo había creado al hombre, había venido a rescatar al mundo en la edad sexta del mismo, en el día sexto y a la hora sexta. La cena del Señor es la fe de la Iglesia, que obra por la caridad. Marta sirve, cuando el alma fiel consagra al Señor las obras de su devoción. Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa, cuando aquellos que después de muertos por el pecado son resucitados a la vida de la gracia, se alegran de la presencia de la verdad con aquellos que permanecieron en su justicia y se alimentan de los dones de la gracia celestial. Y con razón esta fiesta se celebra en Betania, que significa casa de obediencia2, pues la Iglesia es la casa de obediencia.

San Agustín ut supra. El perfume con que María ungió los pies de Jesús fue la justicia, y por eso llevaba una libra. Este perfume era de precioso nardo líquido; pisti( en griego significa fe3. ¿Quieres obrar la justicia? El justo vive de la fe (Rm 1,17) Unge los pies de Jesús viviendo bien; sigue sus huellas; enjúgalas con tus cabellos. Si tienes algo superfluo, dalo a los pobres y habrás enjugado los pies del Señor, porque los cabellos parecen lo superfluo del cuerpo.

Alcuino. Debemos notar que la primera vez sólo había ungido los pies, pero ahora ungió los pies y la cabeza. Allí se significan los principios, que son la penitencia; aquí la justicia de las almas perfectas, pues por la cabeza del Señor se entiende la sublimidad de la divinidad, y por los pies la humildad de la encarnación. O bien, por la cabeza se entiende el mismo Cristo y por los pies los pobres, que son sus miembros.

San Agustín ut supra. Se llenó la casa de olor; el mundo se llenó de buen nombre.


Catena aurea ES 13141