Catena aurea ES 13212

JUAN 12,12-19


13212 (Jn 12,12)

Y el día siguiente, una grande muchedumbre de gente, que había venido a la fiesta, cuando oyeron que venía Jesús a Jerusalén, tomaron ramos de palmas y salieron a recibirle, y clamaban: "Hosanna, bendito, el que viene en el nombre del Señor, el rey de Israel". Y halló Jesús un jumentillo y se sentó sobre él, como está escrito: No temas, hija de Sión: he aquí tu rey, que viene sentado sobre un pollino de una asna. Esto no entendieron sus discípulos al principio; mas cuando fue glorificado, entonces se acordaron que estaban estas cosas escritas de El y que le hicieron estas cosas. Y daba testimonio la mucha gente que estaba con Jesús, de cuando llamó a Lázaro del sepulcro y le resucitó de entre los muertos. Y por esto vinieron a recibirle las gentes; porque habían oído que El había hecho este milagro. Mas los fariseos dijeron unos a otros: "¿No veis que nada adelantamos? Mirad que todo el mundo se va en pos de El". (vv. 12-19)

Crisóstomo In Ioannem hom., 64. Mandaba la Ley (Ex 12), que en el día décimo de la luna del primer mes se encerrara en casa un cordero o un cabrito hasta el día catorce de la luna del mismo mes, en que debería sacrificarse por la tarde. Por eso el verdadero cordero inmaculado, escogido entre todos los rebaños, debía ser sacrificado por la santificación del mundo; subió a Jerusalén antes de los cinco días, esto es, el diez de la luna.

San Agustín In Ioannem tract., 51. Cuál había sido el resultado de su predicación, y cuál el rebaño que había escuchado la voz del pastor (de entre todos los que habían perecido de la casa de Israel), se puede deducir de las palabras que siguen: "Y el día siguiente, una grande muchedumbre de gente había venido a la fiesta, tomaron ramos de palmas", etc. Los ramos de palmas son alabanzas y significan la victoria que por su muerte había de conseguir el Salvador, conquistando del demonio los trofeos de la cruz.

Crisóstomo In Ioannem hom., 65. Ellos demostraban así que creían de El que era más que Profeta. "Y salieron a recibirle y clamaban: Hosanna", etc.

San Agustín ut supra. La palabra hosanna es una voz de súplica y expresa un sentimiento de afecto más bien que otra cosa alguna, a la manera de las interjecciones latinas.

Beda. Esta palabra se compone de la raíz osi que significa salva, y de anna que es la partícula, interjección de súplica2. Las palabras "Bendito el que viene en el nombre del Señor" deben entenderse en el nombre del Dios Padre, aun cuando podría entenderse también en su nombre, porque también El es el Señor. La primera interpretación nos parece más obvia, pues El nos dice por boca de San Juan (Jn 5,43): "Yo he venido en nombre de mi Padre". El no pierde su divinidad cuando nos enseña la humildad.

Crisóstomo ut supra. Esto es lo que más influyó para que todos creyeran en Cristo, que no es contrario a Dios. Y esto es lo que levantaba más el ánimo del pueblo, el decir El que venía del Padre. De estas palabras se deduce que El es Dios, porque hosanna significa sálvalos, y la Escritura sólo atribuye a Dios la salvación. Además, porque es verdaderamente Dios (dicen) aquel que viene, no aquel que es enviado; porque esto es en cierto modo propio de siervo; aquello es propio de señor. La misma significación tienen las palabras que añaden: "En el nombre del Señor", con las que claramente expresan que viene no en nombre de siervo, sino en el del Señor.

San Agustín ut supra. ¿Qué extraño había de ser que el Rey de los siglos se hiciera Rey de los hombres? Porque Cristo no se hizo Rey de Israel para imponer un tributo, o para armar un poderoso ejército; se hizo Rey de Israel para ilustrar las almas y conducirlas al reino de los cielos. El haber querido hacerse Rey de Israel, fue dignación suya, no exaltación; señal de compasión, no de poder, pues el mismo que es llamado Rey de los judíos en la tierra, es el Señor de los ángeles en el cielo.

Teofilacto. Los judíos lo llamaban Rey de Israel, como soñando con un rey verdadero, pues esperaban que se levantaría un rey superior a la naturaleza humana que los librara del yugo de los romanos.

De qué manera entró el Señor, el evangelista lo dice: "Y halló Jesús un jumentillo", etc.

San Agustín ut supra. Aquí se dice esto de una manera muy breve; en los otros evangelistas se encuentra bien explicado cómo se hizo esta entrada. En el pollino de una asna, en el que ningún otro se había sentado (circunstancia que hacen notar los otros evangelistas), está representado el pueblo gentil, que no había recibido la Ley del Señor; y en la asna (pues uno y otra fueron llevados al Señor), el que descendió del pueblo de Israel.

Crisóstomo ut supra. Esto lo hizo en un sentido profético y figurativo, dando a entender que los gentiles, pueblo inmundo y grosero, debían someterse, y cumplir así una profecía.

San Agustín ut supra. También se da a este hecho un sentido profético, para manifestar que los perversos príncipes de los judíos no lo entendían de Aquel en quien se estaba cumpliendo lo que ellos leían. Así, añade el evangelista: "Como está escrito: no temas, hija de Sión. He aquí tu Rey que viene sentado sobre un pollino de una asna". Aquel pueblo representaba la hija de Sión, esto es, Jerusalén, llamada Sión, que es a quien se dice: "No temas" (a El) Reconoce a Aquel a quien tú ensalzas y no tiembles cuando lo veas padecer, porque su sangre será derramada para expiación de tus pecados y para rescatar tu vida.

Crisóstomo ut supra. O bien de esta manera: como sus reyes habían sido injustos con ellos y los habían expuesto a muchas guerras, confiad, les dice. Este no es así, sino que es dulce y lleno de mansedumbre; el asno sobre el que viene montado da testimonio de ello, pues no entraba rodeado de poderoso ejército, sino trayendo solamente un jumento.

Notad la sabiduría del evangelista, que no tiene reparo alguno en publicar el primitivo estado de ignorancia de ellos, puesto que añade: "Esto no entendieron sus discípulos al principio, sino cuando fue glorificado Jesús".

San Agustín ut supra. Cuando hizo brillar la virtud de su resurrección, entonces se acordaron que estas cosas se habían escrito de El, y que éstas mismas eran las que ellos habían hecho en su honor, esto es, no más que las que estaban escritas sobre El.

Crisóstomo ut supra. Ellos ignoraban esto, porque el Señor no se lo había revelado; porque los habría escandalizado si siendo Rey hubiera sufrido tales tormentos, y tampoco habrían comprendido en un principio de qué reino les hablaba, y hubieran creído que era de este reino temporal.

Teofilacto. Mira las consecuencias de la pasión: Jesús resucitó a Lázaro, reservando este prodigio para el último de todos, y éste fue causa de que muchos vinieran y creyeran en El. "Y daba testimonio la mucha gente que estaba con Jesús, de cuando llamó a Lázaro del sepulcro y le resucitó de entre los muertos. Y por esto vinieron a recibirle las gentes, porque habían oído, que El había hecho este milagro". De aquí la envidia y las maquinaciones. "Mas los fariseos dijeron unos a otros: ¿No veis que nada adelantamos? Mirad que todo el mundo se va en pos de El".

San Agustín ut supra. La muchedumbre alborota a la muchedumbre. ¿Por qué causa esta turba ciega se llena de envidia al ver que todo el mundo va en pos de Aquel por quien el mundo ha sido hecho?

Crisóstomo ut supra. Llama aquí turba al mundo. Me parece a mí que quiere referirse a la turba de aquellos que pensaban bien de Cristo, pero que no se atrevían a darlo a conocer. Además les hacía ver cuán inútiles eran los intentos de ellos, que se proponían cosas imposibles.

Teofilacto. Como si dijera: Cuanto más maquinéis, tanto más se aumenta y extiende su gloria. ¿De qué han servido tantas asechanzas?


JUAN 12,20-26

13220 (Jn 12,20)

Y había allí algunos gentiles de aquellos que habían subido a adorar en el día de la fiesta. Estos, pues, se llegaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaban diciendo: "Señor, queremos ver a Jesús". Vino Felipe y lo dijo a Andrés, y Andrés y Felipe lo dijeron a Jesús. Y Jesús les respondió diciendo: "Viene la hora en que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo, que si el grano de trigo, que cae en la tierra, no muriese, él solo queda; mas si muriese, mucho fruto lleva. Quien ama su alma, la perderá; y quien aborrece su alma en este mundo, para vida eterna la guarda. Si alguno me sirve, sígame; y en donde yo estoy, allí también estará mi ministro. Y si alguno me sirviese, le honrará mi Padre". (vv. 20-26)

Beda. El templo del Señor, construido en Jerusalén, era tan celebrado, que en los días de fiesta concurrían a él no solamente los vecinos, sino otras muchas gentes de lejanos países, como se lee en los Hechos de los Apóstoles del eunuco de Candace, reina de los etíopes. En fuerza de tal costumbre, habían venido aquí para adorar los gentiles de que nos ocupamos. "Y había allí algunos gentiles de aquellos que habían subido a adorar en el día de la fiesta".

Crisóstomo In Ioannem hom., 65. De los que estaban dispuestos a hacerse luego sus prosélitos. Y así, habiendo oído hablar de Cristo, quieren verlo. "Estos, pues, se llegaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaban diciendo: Señor, queremos ver a Jesús".

San Agustín In Ioannem tract., 51. He aquí que los judíos quieren matarlo, y los gentiles lo quieren ver. Pero, por otra parte, de entre los judíos eran los que clamaban (Jn 12,13): "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!". Los unos se han sujetado a la ley de la circuncisión, los otros son incircuncisos. Son como dos murallas de distinto origen y que vienen a reunirse por un ósculo de paz en la misma fe de Cristo.

"Vino Felipe y le dijo a Andrés".

Crisóstomo ut supra. Felipe le comunica el asunto a Andrés, pues éste le precedía. Pero él había escuchado esas palabras: "No vayáis a camino de gentiles" (Mt 10,5) Entonces refiere al Maestro lo que habla con el discípulo, de donde se sigue: Andrés y Felipe dijeron a Jesús.

San Agustín In Ioannem tract., 52. Oigamos la voz de la piedra angular, que es la siguiente: "Y Jesús les respondió diciendo: viene la hora en que sea glorificado el Hijo del hombre". Quizá creerá alguno que El dijo glorificado porque los gentiles querían verlo. Pero no es así, sino que veía que los gentiles en todas las naciones habían de creer en El, después de su pasión y de su resurrección. Con ocasión, pues, de estos gentiles que deseaban verlo, anuncia la futura plenitud de las naciones y promete que ya es llegada la hora de esta glorificación en los cielos, después de la cual las naciones habían de creer, conforme a aquellas palabras del profeta (Ps 56,6 Ps 107,6): "Seas ensalzado, oh Dios, sobre los cielos, y sobre toda la tierra tu gloria". Pero convino que se manifestara la exaltación de su gloria de tal manera que estuviera precedida de la humildad de su pasión. Y por eso añade: "En verdad, en verdad os digo, que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda él solo; mas si muere, lleva mucho fruto ". El decía de sí que era el grano que debía triturar la infidelidad de los judíos, pero que la fe de las naciones debía multiplicar.

Beda. Porque El ha sido sembrado en este mundo de la semilla de los profetas, esto es, se encarnó para que, muriendo, resucitase multiplicando. El murió solo y resucitó acompañado de muchos.

Crisóstomo ut supra. Y como con las palabras no podía convencerlos suficientemente, se vale de un ejemplo, porque el trigo da mucho más fruto después que muere. Y si esto sucede en las semillas, con mayor razón en Mí. Por otra parte, como debía enviar a sus discípulos a las naciones y ve a los gentiles abrazar la fe, les manifiesta que ya es tiempo de acercarse a la cruz. No los envió a las naciones sin que antes los judíos se estrellasen contra El y lo crucificasen. Y como previó que sus discípulos habían de contristarse por lo que les había dicho acerca de su muerte, para mayor abundancia les dice: No solamente debéis soportar con paciencia mi muerte, sino que vosotros mismos debéis morir, si es que queréis conseguir algún fruto. Y esto es lo que quiere significar por aquellas palabras: "Quien ama su alma la perderá".

San Agustín ut supra. De dos maneras puede entenderse este pasaje: el que ama, perderá; esto es, si amas perecerás; si deseas vivir en Cristo, no temas morir por Cristo. Y también de este otro modo: el que ama su alma, la perderá. No la ames en esta vida, para no perderla en la eterna. Este último me parece que es el sentido del Evangelio, pues añade: "Y el que aborrece su alma en este mundo", etc. Luego, lo dicho más arriba, se entiende en este mundo.

Crisóstomo In Ioannem hom., 66. Ama su alma en este mundo aquel que pone por obra los deseos desordenados, y la aborrece el que resiste sus malas pasiones. Y no dijo aquel que no cede a ella, sino aquel que la aborrece. Y a la manera que nosotros no podemos ni aun soportar la voz ni la presencia de aquellos que aborrecemos, del mismo modo debemos apartar nuestra alma cuando nos induce a que hagamos cosas contrarias a Dios, y que por lo mismo le desagradan.

Teofilacto. Mas como era demasiado duro oír que "es necesario aborrecer al alma", da el consuelo con las palabras "en este mundo", enseñando la circunstancia de tiempo, pues no manda que aborrezcamos eternamente al alma, y a continuación señala la recompensa: "Para vida eterna la guarda".

San Agustín In Ioannem tract., 51. Pero mira, no te asalte la tentación de querer matarte a ti mismo, entendiendo que de este modo aborreces en este mundo a tu alma; de aquí toman motivo muchos malignos y perversos homicidas para entregarse a las llamas, arrojarse al agua o por un precipicio, y perecen. No es esto lo que enseñó Cristo: antes, por el contrario, al diablo, que le sugería para que se arrojase desde una altura, le respondió (Mt 4,10): "Vete, Satanás". Pero cuando las circunstancias sean tales que se te ponga en la alternativa de obrar contra la Ley de Dios, o salir de esta vida amenazándote con la muerte el perseguidor, entonces es cuando debes aborrecer tu alma en este mundo para conservarla en la otra vida.

Crisóstomo ut supra. Cara es esta vida para aquellos que están apegados a ella; pero si alguno elevase los ojos al cielo, considerando que allí es donde están todos los bienes, menospreciará pronto la vida presente. Porque cuanto más claro se viere lo mejor, se desprecia lo peor. Y esto es lo que Cristo quería infundirnos, cuando añade: "El que me sirve, sígame", esto es, imíteme. Dice esto de la muerte y de la imitación por medio de las obras, porque es preciso que el que sirve siga a aquel a quien sirve.

San Agustín ut supra. Qué sea servir a Cristo, lo encontramos en sus mismas palabras: "Si alguno me sirve", etc. Ahora bien, sirven a Jesús los que no buscan su gloria propia, sino la de Jesucristo. Esto es lo que quiere decir "sígame"; ande mis caminos, no los suyos, haciendo por Cristo no solamente aquellas obras de misericordia que pertenecen al cuerpo, sino hasta aquélla de sublime caridad, que es dar la vida por sus hermanos. ¿Pero cuál será el fruto de esto? ¿Cuál la recompensa? Hela aquí: "Y en donde yo estoy, allí también estará mi ministro". Amese de balde a fin de que el precio de la obra con que se sirve sea estar con El.

Crisóstomo ut supra. Manifiesta de esta manera que la resurrección sucederá a la muerte. "En donde yo estoy" dice, porque antes de la resurrección Cristo estaba en los cielos; elevemos, pues, allí, nuestro corazón y nuestra alma.

"Y si alguno me sirviese, le honrará mi Padre".

San Agustín ut supra. Estas palabras debemos tomarlas como explicación de lo que antes había dicho: "Allí también estará mi ministro". Porque, ¿qué mayor honra puede recibir el hijo adoptado que la de estar allí en donde está el Unico?

Crisóstomo ut supra. No dijo, pues, Yo le honraré, sino "le honrará mi Padre"; porque aún no tenían de El la opinión que convenía, y creían que era mayor la gloria del Padre.

JUAN 12,27-33


13227 (Jn 12,27)

"Ahora mi alma está turbada. ¿Y qué diré? Padre, sálvame de esta hora. Mas por eso he venido a esta hora. Padre, glorifica tu nombre". Entonces vino una voz del cielo que dijo: "Yo lo he glorificado, y otra vez lo glorificaré". Las gentes que estaban allí, cuando oyeron la voz, decían que había sido un trueno. Otros decían: "Un ángel le ha hablado". Respondió Jesús, y dijo: "No ha venido esta voz por mi causa, sino por causa de vosotros. Ahora es el juicio del mundo; ahora será lanzado fuera el príncipe de este mundo. Y si yo fuere alzado de la tierra, todo lo atraeré a mí mismo". (Y decía esto para mostrar de qué muerte había de morir) (vv. 27-33)

Crisóstomo In Ioannem hom., 66. Como el Señor había exhortado a sus discípulos a la muerte, a fin de que no se diga que viendo de lejos los sufrimientos, como hombre le es fácil filosofar sobre este punto y darnos consejos, quedándose El seguro de todo peligro, se nos manifiesta en su agonía, y no temiendo la muerte por los bienes inmensos que de ella había de reportar. Por eso dice: "Ahora mi alma está turbada".

San Agustín In Ioannem tract.,.

Yo creo escuchar: el que aborrece su alma en este mundo, para la vida eterna la guarda, y arde en deseos de menospreciar al mundo, y ante mi vista nada son los bienes de este mundo por muy duraderos que sean. Todas las cosas temporales me parecen viles y despreciables por amor a las eternas. Y otra vez vuelvo a escuchar al Señor, que dice: "Ahora mi alma está turbada". Me mandas que acompañe a tu alma y veo que tu alma está turbada; ¿cuál será mi fundamento si la piedra sucumbe? Reconozco, Señor, vuestra misericordia, porque turbándoos por un exceso de caridad, consoláis así a muchos que forman parte de vuestro cuerpo y que no pueden menos de turbarse a causa de debilidad. Vos les consoláis a fin de que no perezcan por la desesperación. Sobre sí, pues, quiso nuestra cabeza tomar todas las enfermedades de sus miembros, y por eso no ha sido turbado por nadie, sino que, como se indica, "se turbó a sí mismo" (Jn 11,33)

Crisóstomo ut supra. Al aproximarse a la cruz, hace ver lo que en El hay de humano, y a la naturaleza que no quiere morir, porque está apegada a la vida actual, enseñando que El no está libre de las pasiones humanas, y que no es un crimen desear la vida presente, como tampoco lo es el tener hambre. Cristo tenía su cuerpo limpio de pecado, pero no estaba exento de las necesidades de la naturaleza. Esto era efecto de la economía de su encarnación y no pertenecía a la divinidad.

San Agustín ut supra. Por último, el hombre que quiera seguir, oiga en qué hora debe hacerlo. La hora terrible se acerca quizá; se presenta la ocasión, o de cometer la iniquidad, o de soportar el sufrimiento. El alma débil se turba. Oye, pues, lo que añade: "¿Y qué diré?".

Beda. ¿Qué otra cosa es esto, sino instruir a mis seguidores? "Padre, sálvame de esta hora".

San Agustín ut supra. Te he enseñado a quién debes invocar, y a cuya voluntad debes someter la tuya; y no te parezca que El se halla rebajado de su inefable alteza porque te eleva de lo profundo de tu bajeza, sino que tomó sobre sí las enfermedades humanas, a fin de poder enseñar al desgraciado a que exclame (Mc 14,36): "No lo que yo quiero, sino lo que Tú quieres". Y luego añade: "Por eso vine en esta hora".


Crisóstomo ut supra. Como si dijera: nada tengo que decir para sustraerme a vuestras súplicas, dado que para eso vine en esta hora; palabras que pueden interpretarse: aunque nuestra alma se vea turbada y tengamos que padecer muchos males, no nos es lícito huir la muerte; porque yo, turbado también ahora, no la evito, sino que estoy presto a sufrir lo que venga. No digo, líbrame de esta hora, sino al contrario: "Glorifica tu nombre". Enseñó también cómo se muere por la verdad, llamando a esto gloria de Dios, y así fue, en efecto; pues que había de suceder que después de la cruz todo el orbe se convertiría, y conocido el nombre del verdadero Dios, le adoraría. Esto redundaba en gloria, no sólo para su Padre Eterno, sino también para el Hijo, si bien El lo calla.

Y sigue: "Una voz se oyó que desde el cielo decía: Le he glorificado y de nuevo le glorificaré".

San Gregorio Moralium 28,2. En estas palabras, Dios habla por ministerio de un ángel, de modo que si los ojos nada ven de su inefable esencia, los oídos escuchan las divinas palabras. Sin embargo, hablando de cosas celestiales, quiere que sus palabras sean escuchadas por todos, sirviéndose del intermedio de una creatura racional.

San Agustín In Ioannem tract., 52. Glorifiqué, se refiere a una época anterior a la creación, y de nuevo le glorificaré, cuando resucite de entre los muertos. O, según otra interpretación: le glorifiqué, cuando nació del seno de una Virgen; cuando ejerció estupendos milagros; cuando el Espíritu Santo descendió sobre El, tomando forma de paloma. Y de nuevo le glorificaré, cuando resucite de entre los muertos; cuando suba a los cielos a manera de Dios que es, y cuando su gloria se esparza por los ámbitos del mundo.

"La turba que rodeaba, escuchando, decía que era un trueno".

Crisóstomo In Ioannem hom., 66. La voz era bastante clara y significativa, pero pasó como un relámpago sobre aquellos hombres groseros, presa de la molicie y de la pereza. Estos escucharon tan sólo el sonido de la voz; otros pudieron entender que era voz articulada, a pesar de no comprender su significación, y a éstos se refiere cuando añade: "Otros decían: Un ángel le ha hablado".

"Respondió Jesús, y dijo: No por mí se ha dejado oír esa voz, sino por vosotros".

San Agustín ut supra. Con estas palabras se manifiesta que esta voz no se dirigía a indicar a Jesús lo que ya sabía, sino a aquellos que tenían necesidad de que se les indicase. Y así es como la voz había hablado, no a causa de El, sino por ellos.

Crisóstomo ut supra. La voz del Padre se dirigía a destruir la afirmación de los que decían que Jesús no procedía de Dios. ¿Cómo no ha de proceder de Dios Aquel que es glorificado por Dios? Considera que estas cosas humildes fueron hechas a causa de ellos, pero no porque el Hijo necesitase de tal auxilio. Dice "glorificaré", y manifiesta en seguida el modo de la glorificación. Y prosigue diciendo: "Ahora es el juicio del mundo".

San Agustín ut supra. El juicio que se espera para el fin, será de premios y de penas eternas, y así hay dos clases de juicios: el de condenación y el de separación, y a éste se aludía; porque Jesús había segregado a los redimidos por El del poder del demonio. Tal es el sentido de lo que sigue: "Ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera". No vayamos a creer que el diablo sea llamado príncipe del mundo porque se le haya concedido poder alguno sobre el cielo o la tierra, sino que aquí se entiende por mundo las almas de los perversos que llenaban el mundo. Las palabras príncipe de este mundo, quieren, pues, decir de los hombres malos que habitan en el mundo. También se llama mundo con relación a los buenos, que asimismo llenan el mundo, y en este sentido dice el Apóstol (2Co 5,19): "Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo". Estos son aquellos de cuyos corazones ha de desalojarse el príncipe del mundo; porque el Señor preveía que después de su pasión y glorificación habían de creer en El todos los pueblos de la tierra, en cuyos corazones el diablo tenía a la sazón alojamiento, y que sería arrojado de ellos cuando los hombres, renunciando al diablo, abrazaran la fe. Mas, ¿por ventura, no fue arrojado fuera de los corazones de los antiguos justos? ¿Cómo, pues, se dice que ahora se arrojará, sino en el sentido de que lo que antes se había hecho con pocos, ahora se predice que se hará con muchos y grandes pueblos? ¿Acaso, dirá alguno, porque el diablo sea arrojado fuera, ya no tienta a ninguno de los fieles? Antes al contrario, no cesa de tentarlos; pero una cosa es reinar dentro del alma, y otra sitiarla exteriormente.

Crisóstomo ut supra. Cuál sea este juicio por el que el diablo es arrojado fuera, lo hará manifiesto con un ejemplo: Si un acreedor apalea y mete en la cárcel a sus deudores, usa de un derecho. Pero si impulsado por ciego furor hace lo mismo con otras personas que nada le deben, en ese caso tendrá que responder no sólo de éstos, sino de aquellos. Del mismo modo, el diablo será castigado de las cosas hechas contra nosotros, por haberse atrevido contra Cristo. Pero ¿cómo, dirá alguno, será arrojado fuera, si te ha vencido? Por eso continúa: "Cuando yo fuere elevado sobre la tierra, atraeré todas las cosas a mí". ¿Cómo ha de considerarse vencido el que lo atrae todo a sí? El decir esto es más que decir resucitaré, porque esto último no supone el atraer a los pueblos a sí; pero diciendo atraeré supone ambas cosas.

San Agustín ut supra. ¿Mas qué cosas son éstas que debe atraer sino las personas de quienes ha sido desalojado el diablo? Y adviértase que no dice todos, sino todas las cosas, porque no todos estarán en posesión de la fe, y porque no se refiere a todo el conjunto de los hombres, sino a la integridad de su naturaleza, esto es, al espíritu, al alma y al cuerpo; a aquello por cuyo medio entendemos, a aquello por cuyo medio vivimos, y a la parte física sujeta a los sentidos externos. Y si por la palabra todos hubiéremos de entender los mismos hombres, diremos que son los predestinados a la salvación, o aquella especie de hombres que, estando exentos de pecado, se distinguen de los demás hombres por innumerables diferencias específicas

Crisóstomo ut supra. ¿Y cómo dice Jesucristo en otra parte que el Padre atrae? Porque en realidad, el Padre atrae cuando atrae el Hijo. Dice atraeré, como si los hombres, aherrojados por un tirano, no pudiesen por sí mismos librarse del cautiverio para ir a El.

San Agustín ut supra. Mas, "si yo fuere, dice, levantado de la tierra", esto es, cuando sea levantado. Puesto que Jesús no puede dudar de que se han de cumplir las cosas que ha venido a realizar, y su exaltación no es otra cosa que su muerte en la cruz. De aquí las palabras del evangelista, que añade: "Esto lo dijo, porque había de morir de muerte violenta".

JUAN 12,34-36


13234 (Jn 12,34)

La gente le respondió: "Nosotros hemos oído de la Ley que el Cristo permanece para siempre. ¿Pues cómo dices tú: Conviene que sea alzado el Hijo del hombre? ¿Quién es este Hijo del hombre?" Jesús les dijo: "Aún hay en vosotros un poco de luz; andad mientras que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; y el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va; mientras que tenéis luz, creed en la luz para que seáis hijos de la luz". Esto dijo Jesús, y se fue y se escondió de ellos. (vv. 34-36)

San Agustín In Ioannem tract., 52. Cuando los judíos oyeron que Jesús hablaba de su muerte, le arguyeron cómo decía que había de morir. Por eso se dice: "Respondió la turba: Nosotros sabemos por la Ley, que Cristo permanece eternamente. ¿Y cómo dices tú: Conviene que el Hijo del hombre sea exaltado?" Ellos conservaban en la memoria que Cristo había dicho repetidamente que era el Hijo del hombre, porque en este lugar no dijo: "Si el Hijo del hombre fuese exaltado", como había dicho antes (Jn 12,23): "Llega ya la hora en que el Hijo del hombre sea glorificado"; mas no recordándolo, dicen: ¿Cómo puede suceder que el Hijo del hombre sea levantado de la tierra? Esto es, ¿cómo ha de morir en una cruz?

Crisóstomo In Ioannem hom., 67. Aquí es de advertir, que los judíos comprendían muchas de las cosas que se les decían por parábolas, porque habiendo ya Jesús de antemano hablado de su muerte, ellos sospecharon que su exaltación se refería a la muerte que había profetizado.

San Agustín ut supra. O comprendían que Jesús hablaba anticipándose a lo que ellos pensaban hacer. No fue, pues, la sabiduría infusa, sino su propia malicia la que interpretó aquellas oscuras palabras.

Crisóstomo ut supra. Observa con cuánta malicia preguntan: "Nosotros sabemos por la Ley, que Cristo no padece (por pasión se entiende en muchos lugares de la Escritura una idea relacionada con la resurrección), sino que permanece eternamente", como si entre estas dos ideas hubiese contrariedad, y como si la pasión fuese un impedimento para la inmortalidad. Pero creían demostrar con esto que El no era el Cristo, porque Cristo permanece eternamente. Después añaden: "¿Quién es ese Hijo del hombre?". Estas palabras están llenas de malicia, porque es como si dijeran: no juzgues que por odio te decimos esto, sino porque no sabemos de quién hablas. Mas Cristo responde haciendo ver que no hay incompatibilidad entre su pasión y la eterna inmortalidad, y por esta razón continúa: "Díjoles Jesús: Aun la luz está entre vosotros por breve tiempo". Esto es: Yo, que soy la luz, debo permanecer entre vosotros algún tiempo. Manifestando de esta manera que su muerte no era otra cosa que un tránsito, a semejanza de la luz solar que no muere, sino que desaparece un poco para volver a brillar.

San Agustín ut supra. O de otra manera: Aún existe alguna luz en vosotros, merced a la cual entendéis que Cristo permanece eternamente. Así, pues, "caminad (esto es, acercaos más a la luz, entendedlo todo, que Cristo morirá y vencerá eternamente) en tanto que estáis en posesión de la luz".

Crisóstomo ut supra. Aquí habla de todo el tiempo, antes de la cruz, y después de la cruz, que es cuando muchos creyeron en El.

"Para que las tinieblas no os rodeen".

San Agustín ut supra. A saber, si creéis la eternidad de Cristo de suerte que neguéis la humildad de su muerte.

Prosigue: "Y el que camina en tinieblas ignora a dónde va".

Crisóstomo ut supra. ¡Cuántas iniquidades cometen ahora los judíos ignorando que las cometen!, porque tal pasa a los que caminan en tinieblas: creen tomar el camino recto y en realidad toman el opuesto. Por esto continúa: "Mientras que tenéis luz, creed en la luz".

San Agustín ut supra. Esto es, en tanto que sois dueños de alguna verdad, creed en la verdad, para que renazcáis a ella. Después sigue: "A fin de que seáis hijos de la luz".

Crisóstomo ut supra. O lo que es lo mismo, hijos míos. Dijo en un principio el evangelista que nacieron de Dios (o sea del Padre) (Jn 1,13), y ahora dice Jesús que son hijos suyos, por donde puede verse que son una misma la acción del Padre y la del Hijo.

"Esto habló Jesús, y se retiró, y se ocultó de ellos".

San Agustín ut supra. No de aquellos que habían empezado a creer, sino de los que veían y envidiaban. Y escondiéndose, no cedía de su infinito poder, sino que contemporizaba con nuestras debilidades.

Crisóstomo ut supra. Pero no habiendo ellos tomado piedras, ni blasfemado, ¿para qué ocultarse? Porque explorados sus corazones había visto desencadenarse en ellos el furor, y no esperó a que se manifestase al exterior, sino que quiso mitigarlo ocultándose.

JUAN 12,37-43


13237 (Jn 12,37)

Mas aunque había hecho a presencia de ellos tantos milagros, no creían en El, para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro oído? ¿Y a quién ha sido revelado el brazo del Señor? Por esto no podían creer, porque dijo Isaías en otro lugar: Les cegó los ojos y les endureció el corazón, para que no vean de los ojos ni entiendan de corazón, y se conviertan y los sane. Esto dijo Isaías, cuando vio su gloria y habló de El. Con todo eso, aun de los principales, muchos creyeron en El; mas por causa de los fariseos no lo manifestaban, por no ser echados de la sinagoga: porque amaron más la gloria de los hombres que la gloria de Dios. (vv. 37-43)

Crisóstomo In Ioannem hom., 67. Jesús sabía que el ánimo de los judíos estaba excitado, y que tramaban su muerte, y por eso se ocultó. Esto mismo insinúa implícitamente el evangelista, cuando dice: "Habiendo realizado tantos milagros en presencia de ellos, no creían en El".

Teofilacto. Y no era poca la maldad que suponía el no creer en tan grandes milagros. Estos eran los que ya se han dejado expuestos.

Crisóstomo ut supra. Y no se diga que ellos ignoraban para qué fin había venido Cristo, porque para excluir ese error había Jesús testificado con los profetas que lo sabían, y dice: "Para que se cumpla la predicción de Isaías, cuando exclamó: Señor: ¿quién ha dado crédito a nuestras palabras? ¿Y a quién se ha manifestado el brazo de Dios?".

Alcuino. El pronombre quién, expresa aquí la escasez de personas que creyeron, porque fueron poquísimos los que prestaron fe a lo que los profetas habían oído de Dios y predicado a los pueblos.

San Agustín In Ioannem tract., 53. Harto demostró el Hijo de Dios que El era el brazo del Señor, no porque el Padre para manifestarse al mundo necesite de la carne, sino porque todas las cosas fueron hechas por Cristo; de aquí que fue llamado brazo del Señor. Así, si algún hombre gozase de tal potestad que sin mover ninguno de sus miembros realizase con su sola palabra cuanto quisiese, podría decirse que su palabra era su brazo. No vale, con todo, la objeción de los que dicen que si el Hijo es el brazo del Padre no existe nada más que el Padre, dado que el hombre y su brazo no son dos personas, sino una; porque demuestran no comprender la diferencia que hay entre usar las palabras en su recto significado o sólo para enunciar una semejanza.

Sostienen algunos, en son de murmuración, que los judíos no cometieron culpa, porque necesariamente habían de cumplirse las predicciones de Isaías. A éstos responderemos que Dios, conocedor de lo futuro, había predicho por Isaías la infidelidad de los judíos, pero no la había causado. Porque Dios, al prever los pecados que los hombres han de cometer, no los obliga a que los cometan. Eso sería prever, no los pecados de los hombres, sino los que Dios mismo había de cometer. Los judíos, pues, cometieron el pecado ya previsto por los profetas, y que a nadie se ocultaba.

Crisóstomo ut supra. Cuando dice: "Para que se cumpla la predicción de Isaías", las partículas para que no indican la causa, sino el efecto1; supuesto que ellos no dejaron de creer porque Isaías lo había predicho, sino que Isaías lo predijo porque ellos no habrían de creer.

San Agustín ut supra. Ofrécese en los pasajes siguientes una cuestión más grave. Prosigue y dice: "Por tanto, no podían creer, pues así lo había predicho Isaías repetidamente: Cegó sus ojos y endureció su corazón, para que no vean con sus ojos, ni entiendan", etc. Si, pues, no podían creer, ¿qué pecado comete nadie no haciendo lo que no puede hacer? De donde (y esto es más grave) la causa del mal se achaca a Dios, puesto que El cegó sus ojos y endureció sus corazones. Y esto no se dice del demonio, sino de Dios. Pero ¿por qué no podían creer? Responde desde luego, que porque no querían, pues así como la excelencia superior de Dios consiste en no poder desmentirse jamás, así la impotencia para creer es culpa de la debilidad humana.

Crisóstomo ut supra. Es común modo de decir: no podemos amarlo, atribuyendo a la voluntad un esfuerzo vehemente, que no es otra cosa que impotencia. El evangelista dice no podían, para enunciar la imposibilidad de que el profeta se hubiese engañado. Pero no por esto era imposible que ellos creyeran, y otra cosa hubiese predicho si ellos hubieran de creer.

San Agustín ut supra. Sin duda alguien dirá que aquí el profeta quiso insinuar otro motivo, y no la voluntad de los judíos, porque "cegó sus ojos", etc. A esto respondo que la tal ceguera era un efecto merecido de su viciada voluntad, y que Dios ciega y endurece los corazones retirándoles su auxilio y no ayudándolos, merced a un juicio arcano y justo, pero nunca inicuo.

Crisóstomo ut supra. Y nunca nos deja Dios si nosotros no queremos, según aquello de Oseas (Os 4,6): "Has olvidado la ley de tu Dios, y yo me olvidaré de ti". Esto lo dice para enseñarnos que siempre el abandono empieza por nosotros, y de aquí nace la causa de nuestra perdición. Al modo que el sol ofende la vista del enfermo, mas no por la naturaleza de las cosas, así sucede a aquellos que no atienden a las palabras divinas. Por eso dice la Escritura, espantando a los que oyen: "Cegó y endureció".

San Agustín ut supra. Y cuando añade: "Y se conviertan y sanen", ¿no debe entenderse la negativa, esto es, para que no se conviertan? Porque, en verdad, la conversión es un efecto de la gracia, y acaso ¿no debemos considerar el castigo anterior como un designio misericordioso del médico supremo, a fin de que, por haber querido soberbiamente discutir su justicia, se ven privados de la vista y abandonados a sus propias fuerzas, y su faz se cubra de ignominia, y se estrellen contra la piedra del escándalo, y busquen en su humillación, no la justicia que hincha al soberbio, sino la justicia de Dios que justifica al impío? Esto mismo aprovechó para el bien a muchos que, arrepentidos de sus crímenes, creyeron después en Cristo. Sigue: "Esto dijo Isaías cuando vio la gloria de El". La vio, no tal cual es, sino en virtud de aquellos signos que debían informar la visión profética. No os dejéis engañar por los que dicen que el Padre es invisible, pero que el Hijo es visible, que es mera creatura, puesto que en la forma de Dios, en que es igual al Padre, es también invisible el Hijo. Mas recibió la forma de siervo para que fuese visto por los hombres, y se sometió a los ojos humanos (antes de tomar carne) como le plugo en naturaleza creada, no como es en sí.

Crisóstomo ut supra. Aquí por gloria se entiende la del que se sienta en el trono excelso, y otras cosas que en el mismo lugar se expresan. "Y habló de El". ¿Y qué habló? "Vi al Señor sentado" (Is 6,1) ¿Y qué oyó que le decía esta voz? "¿A quién enviaré y quién irá?" (Is 6,8) Se sigue: "Sin embargo, muchos de los príncipes creyeron en El pero no lo confesaban por temor a los fariseos, o por no ser arrojados de la sinagoga; amaron más la gloria de los hombres que la gloria de Dios".

Alcuino. La gloria de Dios es confesar públicamente a Cristo; la gloria de los hombres consiste en gloriarse con las cosas humanas.

San Agustín ut supra. Por eso el evangelista reprende a éstos, que si caminasen con tal fe sólo por amor, podían desdeñar las cosas del mundo.


Catena aurea ES 13212