Catena aurea ES 13415

JUAN 14,15-17


13415 (Jn 14,15)


"Si me amáis, guardad mis mandamientos; y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador para que more siempre con vosotros: el Espíritu de la Verdad, a quien no puede recibir el mundo, porque ni lo ve ni lo conoce; mas vosotros lo conoceréis, porque morará con vosotros y estará en vosotros". (vv. 15-17)

Crisóstomo In Ioannem hom., 74. Habiendo dicho el Señor: "Todo lo que pidiereis esto haré" (Jn 14,13), para que no creyesen que bastaría sencillamente hacer una petición cualquiera, añade: "Si me amáis, guardad mis mandamientos". Como diciendo: Entonces haré lo que pedís. O bien porque ellos naturalmente se turbasen al oírle decir que iba a su Padre, dijo: "No es amarme el que os turbéis, sino el que hagáis mis mandamientos". Y esto es en verdad el amor: obedecer y creer al que se ama. Pero como era natural que ellos lo buscasen en su presencia corpórea, y deseasen ardientemente el consuelo que antes tuvieron, les dice: "Y yo rogaré al Padre y os dará otro consolador".

San Agustín In Ioannem tract., 74. En tales palabras manifiesta que El era también el Consolador. La palabra Paracletus1 significa abogado, y así se dijo de Cristo: "Tenemos un abogado en Jesucristo para con el Padre" (1Jn 2,1)

Alcuino. O bien, Paráclito quiere decir Consolador, porque efectivamente tenían ellos a la sazón en El un consolador que solía elevarlos y fortalecerlos con la dulzura de sus milagros y con su predicación.

Dídimo De Spiritu Santo.

Llamó al Espíritu Santo otro Consolador, no por la diversidad de esencia sino de operación, porque el Salvador desempeñaba el oficio de mediador y de enviado, para que a modo de Pontífice rogase por nosotros pecadores, y la denominación de Paráclito respecto del Espíritu Santo ya tiene otro sentido, y es el de consolador de los tristes. Mas no se vaya a deducir de esta diversidad de operaciones que la esencia del Hijo es distinta de la del Espíritu Santo, siendo así que en otro lugar el Espíritu Paráclito desempeña el papel de enviado delante del Padre. Así se lee: "El mismo Espíritu pide por nosotros" (Rm 8,26) Y en cambio, el Salvador consuela los corazones de aquellos que necesitan de consolación, como se lee: "Y consoló a los humildes del pueblo" (1M 14,14)

Crisóstomo ut supra. Dijo "Rogaré al Padre", para hacerles más dignas de fe las palabras que les dirigía. Porque si hubiese dicho: "Yo enviaré", no lo hubiesen creído simplemente.

San Agustín Contra Arianos cap. 19. Mas para demostrar que sus acciones y las del Padre eran inseparables, dijo en otra parte: "Cuando hubiere marchado, lo enviaré a vosotros" (Jn 16,7)

Crisóstomo. ¿Y en qué sería mayor que los apóstoles, si sólo rogase al Padre que les concediese el Espíritu? Muchas veces hicieron los apóstoles lo mismo aun sin preceder oración.

Alcuino. Dice "Rogaré a mi Padre", como inferior que soy en cuanto a la humanidad, pero a quien soy igual y consustancial respecto de la divinidad.

Crisóstomo ut supra. También dice: "Para que permanezca entre vosotros eternamente", porque ni aun después de la muerte se separa. Aquí insinúa implícitamente que el Espíritu Santo no morirá como El, ni tampoco se separará. Y a fin de evitar que creyeran, escuchando lo del Paráclito, en otra encarnación, y que lo habían de ver con los ojos, dice: "El Espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir porque no lo ve, ni lo conoce".

San Agustín ut supra. Este es en la Trinidad el Espíritu Santo, a quien la Iglesia proclama coeterno y consustancial con el Padre y con el Hijo.

Crisóstomo In Ioannem hom., 74. Llámalo Espíritu de verdad, porque explica las figuras del Antiguo Testamento. Por mundo se significa a los malos, y por visión un conocimiento evidente, dado que la vista es el más claro de los sentidos.

Beda. Obsérvese además que cuando llama al Espíritu Santo Espíritu de verdad, manifiesta que el Espíritu Santo es su propio Espíritu. Después, cuando promete que el Padre lo mandará, que es también el Espíritu del Padre. Por esta razón el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.

San Gregorio Moralium 5,20. Todo aquello que el Espíritu Santo llenare con su presencia, se eleva al deseo de las cosas invisibles. Y como los corazones mundanos no desean sino las visibles, no lo recibe este mundo, que no sabe levantarse hasta el amor de lo invisible. Las almas mundanas tanto menos espacio dejan para recibir al Espíritu cuanto más se dilatan por sus deseos hacia las cosas exteriores.

San Agustín In Ioannem tract., 74. Dice que el mundo no puede recibir al Espíritu Santo, de la misma manera que si dijéramos: La injusticia no puede ser justa. El mundo (esto es, sus amadores) no puede recibirlo, porque no lo ve. Porque el amor humano no tiene ojos invisibles, y éstos son los únicos que pueden ver lo invisible, como es el Espíritu Santo. Prosigue: "Mas vosotros le conoceréis, porque permanecerá con vosotros". Y para evitar que sospechasen que permanecería a la manera de un huésped que está visiblemente entre los hombres, dice: "Estará en vosotros".

Crisóstomo ut supra. Es decir: "No permanecerá entre vosotros como yo, sino que habitará en vuestras almas".

San Agustín ut supra. Primeramente es existir en algún sitio, y luego permanecer. Pero el Señor expuso lo que había dicho: "Junto a vosotros", cuando añadío: "en vosotros", pues si no está en vosotros, su ciencia no puede existir en vosotros. Así pues es vista por vosotros en vosotros y en vuestra conciencia.

San Gregorio Moralium 4,41. Mas si el Espíritu Santo ha de permanecer también en los discípulos, ¿cómo podrá ya ser un signo especial su permanencia en el mediador? Se lee en el Evangelio: "Sobre el que vieres al Espíritu descender y permanecer, éste es el que bautiza" (Jn 1,33) Para comprender esta dificultad hay que distinguir los dones del Espíritu. El Espíritu Santo mora siempre en todos los escogidos con aquellos dones sin los cuales no podrían venir a la vida. Pero en aquellos dones que no son necesarios para nuestra propia vida, sino para salvar la de los demás, no mora siempre. A veces no se da a conocer por la exterioridad de los milagros, para que de este modo se posean sus virtudes más humildemente, pero Cristo lo tuvo siempre y en todas ocasiones presente.

Crisóstomo ut supra. Con esta sola frase destruyó de un solo golpe muchas herejías. Porque al decir otro (Jn 14,16), demostró la diferencia de persona entre El y el Espíritu Santo; y al decir Paráclito, que le era conocida su esencia.

San Agustín Contra Arianos cap.19. El Apóstol llama a Dios consolador (oficio que reserva al Espíritu Santo como tercera persona de la Trinidad) Dice el Apóstol: "Dios, que consuela a los humildes, nos consoló" (2Co 7,16) Luego, el Espíritu Santo que consuela a los humildes es Dios. Y si quieren entender esto del Apóstol refiriéndose al Padre o al Hijo, cesen de separar al Espíritu Santo del Padre y del Hijo, como si fuese exclusivo de El consolar a los humildes.

San Agustín In Ioannem tract., 74. Y si el amor de Dios se extendió en nuestros corazones por el Espíritu Santo (Rm 5,5), que se nos dio, ¿cómo podremos amar y guardar los mandamientos de Cristo y hacernos dignos de recibirlo? ¿Es que acaso hay en nosotros un amor precedente con el cual amamos a Cristo, y por su amor y la guarda de sus mandamientos nos hacemos acreedores a recibir el Espíritu Santo, y después se llenan nuestros corazones del amor del Padre? Reprobable es esta creencia, porque el que cree que ama al Hijo sin amar al Padre, ciertamente no ama al Hijo, sino que ama una ficción de su imaginación. Sólo nos queda una explicación, y es que el que ama tiene ya al Espíritu Santo, y teniéndolo merece tenerlo más, y teniéndole más merece amar más. Así, pues, los discípulos ya tenían el Espíritu que el Señor les prometía, pero se les había de dar de una manera más excelsa. Lo tenían en estado latente, y debían recibirlo con toda solemnidad. Por cuya razón se promete con fundamento no sólo al que no lo tiene sino también al que lo tiene: al que no lo tiene para que lo tenga, y al que lo tiene para que lo posea más.

Crisóstomo ut supra. El Espíritu Santo debía descender sobre sus discípulos de un modo más especial, cuando ya los había purificado de sus faltas, cuando el pecado había sido destruido, y cuando aquellos iban a ser expuestos a los peligros y sufrimientos. No inmediatamente después de la resurrección, a fin de que lo recibiesen con mayor suma de gracias, a causa del mayor deseo.

JUAN 14,18-21


13418 (Jn 14,18)

"No os dejaré huérfanos: vendré a vosotros. Todavía un poquito, y el mundo ya no me ve. Mas vosotros me veis, porque yo vivo y vosotros viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. Quien tiene mis mandamientos y los guarda, aquél es el que me ama. Y el que me ama será amado de mi Padre y yo le amaré, y me le manifestaré a mí mismo". (vv. 18-21)

San Agustín In Ioannem tract., 75. Para que no creyese alguno que el Señor daría el Espíritu Santo de tal manera que El se separase de ellos para siempre, dijo en seguida: "No os dejaré huérfanos". La palabra griega huérfano1 equivale a la latina pupilo. Y aunque el Hijo de Dios nos adoptó a nosotros como a hijos de su Padre, sin embargo, en esto manifiesta El mismo un amor paternal hacia nosotros.

Crisóstomo In Ioannem hom., 74. Ya desde el principio les había dicho: "Vendréis donde yo voy". Pero como era mucho el intervalo de tiempo, les prometió el Espíritu, e ignorando ellos en qué consistía el Espíritu, les prometió lo que más deseaban, que era su presencia propia, diciendo: "Vendré a vosotros". Pero insinuando al mismo tiempo ocultamente (y con objeto de que no creyesen que había de venir en la forma corporal que a la sazón tenía) el modo de su venida, diciendo: "Todavía un poco, y el mundo ya no me ve", es decir: Vendré a vosotros, mas no como antes viviendo diariamente entre vosotros. Y para que no le objeten: ¿Cómo es que dijiste a los judíos "dentro de poco no me veréis"?, contesta de antemano diciendo: "Vendré a vosotros solos".

San Agustín In Ioannem tract., 75. Entonces lo veía el mundo con los ojos carnales, revelándose claramente en la humanidad, mas no veía al Verbo que se ocultaba tras el velo de la carne. Pero como después de la resurrección no quería demostrar a quienes no eran sus discípulos, esta misma carne que a los suyos no sólo permitió ver, sino también tocar, dijo: "Todavía un poco, y el mundo no me verá, mas vosotros me veréis". Pero como en el día del juicio lo verá también el mundo, con cuyo nombre significó a los extraños al reino de su Padre, parece preferible entender aquí aquel tiempo, o sea, cuando en el día del juicio se apartará de la vista de los condenados, para que lo vean solamente los que lo aman. Y dijo "un poco", porque lo que a los hombres parece de larga duración es de duración brevísima para Dios.

"Porque yo vivo y vosotros vivís".

Teofilacto. Como diciendo: Aunque muera, resucito sin embargo. "Vosotros también viviréis", esto es, cuando me hubiereis visto os alegraréis, y con mi aparición resucitaréis como si hubieseis estado muertos.

Crisóstomo ut supra. Me parece que no alude a la vida presente sino a la futura, como si dijese: La muerte de cruz no me separará para siempre de vosotros, sino que me ocultará a vosotros un breve momento.

San Agustín ut supra. ¿Por qué al decir que El vive habla de presente, y cuando dice que ellos vivirán, de futuro, sino porque la vida del cuerpo resucitado, que había de preceder en El, seguiría también en ellos? Y como su resurrección había de ser muy en breve, pone el verbo en presente, para significar la premura. Y en cambio, como la de ellos se dilataría hasta el fin del mundo, no dice vivís, sino viviréis. Porque El vive, viviremos nosotros. Por el hombre la muerte y por el hombre la resurrección de los muertos (1Co 15,21) De aquí que sigue: "En aquel día (en que vosotros viviréis) conoceréis (no como ahora por la fe sino por la contemplación) que yo estoy en el Padre y vosotros en mí, y yo en vosotros". Porque en tanto que vivamos aquella vida que destruye la muerte, llegará a su perfección lo que entonces empezó por El, esto es, que El esté en nosotros y nosotros en El.

Crisóstomo ut supra. O bien: Conoceréis, desde el mismo día en que yo resucite. Porque cuando vieron que había resucitado y que habitaba con ellos, adquirieron una fe certísima, porque la virtud del Espíritu Santo les enseñaba todas las cosas. Dijo: "Yo estoy en mi Padre", como signo de humildad. Y al decir: "Y vosotros en mí, y yo en vosotros", alude a la humanidad y al auxilio divino. La Escritura suele usar muchas palabras en sentido distinto cuando las refiere a Dios y cuando las refiere a los hombres.

San Hilario De Trin. lib. 8. También El está en el Padre por la divinidad, nosotros en El por su nacimiento corpóreo, y de nuevo El en nosotros por el misterio del sacramento. Porque El atestiguó (Jn 6,56): "Quien come mi cuerpo y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en El".

Alcuino. Por el amor y observancia de sus mandamientos se llevará a cabo lo que se empezó por El, a saber: que El esté en nosotros y nosotros en El. Y para que se comprenda que esta felicidad es asequible a todos y no sólo a los apóstoles, añade: "El que tiene mis mandamientos y los guarda", etc.

San Agustín ut supra. Quien los tiene presentes en la memoria y los guarda en la vida; quien los tiene en sus palabras, y los practica en sus obras; quien los tiene en sus oídos, y los practica haciendo; quien los tiene obrando y perseverando, "Ese es el que me ama". El amor debe demostrarse con obras, para que su nombre no sea infructuoso.

Teofilacto. Como diciendo: Vosotros creéis que es signo de amor el contristaros por mi muerte, y yo sólo reputo como signo el observar mis mandatos. Qué ventajas reporta el que ama, lo manifiesta diciendo: "Porque el que me ame a mí, será amado por el Padre, y yo lo amaré".

San Agustín ut supra. Pero ¿qué es eso de le amaré? ¿Es que al presente no ama? Se explica esta dificultad por lo siguiente: "Y me manifestaré a El", esto es, hasta tal punto lo amaré, que me manifestaré a él, y obtendremos como premio de nuestra fe la visión. Entonces nos amaba hasta concedernos la fe; después hasta darnos la visión. Ahora amamos creyendo lo que veremos, mas entonces amaremos viendo lo que hemos creído.

San Agustín Ad Paulinam de videndo Deo cap. 1. Prometió que sería visto por sus amadores, como Dios con el Padre, y no a la manera que era visto en la tierra, en cuerpo, y hasta por los malos.

Teofilacto. O porque después de la resurrección aparecería a ellos en forma corporal que dejase ver mejor la divinidad, y les predice esto para que después no crean que es un simple espíritu o fantasma. Y entonces, viéndolo, no desconfíen, sino que recuerden que se aparece a ellos porque han guardado sus mandamientos. De esta manera quedarían obligados a guardarlos siempre, para que siempre se aparezca a ellos.

JUAN 14,22-27

13422 (Jn 14,22-27)

Le dice entonces Judas, no aquel Iscariotes: "Señor, ¿qué es la causa que te has de manifestar a nosotros y no al mundo?" Jesús respondió y le dijo: "Si alguno me ama, guardará mi palabra; y mi Padre le amará y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama, no guarda mis palabras. Y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió. Estas cosas os he hablado, estando con vosotros y el Consolador, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, El os enseñará todas las cosas; y os recordará todo aquello que yo os hubiere dicho. La paz os dejo: mi paz os doy: no os la doy yo como la da el mundo". (vv. 22-27)

San Agustín In Ioannem tract., 76. Como el Señor había dicho "Todavía un poco, y el mundo no me verá, pero vosotros me veréis" (Jn 14,19), le interroga acerca de este punto Judas, no el traidor que se denominaba Iscariotes, sino aquel que dejó una epístola entre las Escrituras canónicas. Por eso dice: "Dícele Judas, no el Iscariotes: Señor, ¿por qué te manifestarás a nosotros y no al mundo?". Le pregunta la causa por qué se ha de manifestar a ellos y no al mundo. Y el Señor le explica la causa por qué se ha de manifestar a ellos y no a los extraños, a saber: porque lo aman, y aquéllos no. Respondió Jesús y les dijo: "Si alguien me ama, guardará mis palabras", etc.

San Gregorio In Evang. hom 30. La prueba del amor está en las obras: el amor de Dios nunca es ocioso, porque si es muy intenso obra grandes cosas, y cuando rehuye obrar ya no es amor.

San Agustín ut supra. El amor aparta del mundo a los santos. Es el único que hace a los concordes habitar en la mansión en que el Padre y el Hijo moran. Ellos dan este amor, a los que concederán por fin su contemplación. Hay cierta manifestación interior de Dios, que los impíos desconocen por completo, porque para éstos no hay manifestación alguna de Dios Padre y Espíritu Santo. La del Hijo pudo existir, pero en carne, que no es tampoco como aquélla, ni pudo ser por mucho tiempo, sino por breve, y esto no para alegría, sino para condenación; no para premio, sino para castigo. Después continúa: "Y vendremos a él". En efecto, vienen a nosotros, si vamos nosotros a ellos; vienen con su auxilio, nosotros con la obediencia; vienen iluminándonos, nosotros contemplándolos; vienen llenándonos de gracias, nosotros recibiéndolas, para que su visión no sea para nosotros algo exterior, sino interno, y el tiempo de su morada en nosotros no transitorio sino eterno. Por eso continúa: "Y habitaremos en él".

San Gregorio ut supra. Viene en verdad al corazón de algunos, y no hace morada en ellos, porque si bien se vuelven a Dios por la contrición, después, cuando están en la tentación, se olvidan del arrepentimiento y vuelven a sus pecados, como si no los hubieran deplorado. Pero en el corazón del que ama a Dios verdaderamente, Dios desciende y mora: porque de tal manera está penetrado del amor divino, que ni aun en el tiempo de la tentación lo echa en olvido. Verdaderamente ama a Dios aquel que no se deja dominar un momento en su alma por los malos deleites.

San Agustín ut supra. ¿Creerá alguien quizá que porque el Padre y el Hijo habitan en sus escogidos, se excluya al Espíritu Santo? ¿Pues no dice más arriba hablando del Espíritu Santo: "Con vosotros habitará y en vosotros estará"? (Jn 14,17) ¿O es que hay alguien tan inclinado a lo absurdo que crea que con la venida del Padre y del Hijo, se apartará el Espíritu Santo para ceder el puesto a personas mayores? Mas a este pensamiento natural, responde la Sagrada Escritura, cuando dice: "Para que permanezca eternamente con vosotros" (Jn 14,16) Tendrá, pues, la misma mansión que el Padre y el Hijo por toda la eternidad. Porque ni el Espíritu Santo viene sin Ellos, ni Ellos sin El. Mas para hacer la separación de la Trinidad, se dicen algunas cosas de cada una de las personas separadamente. Sin embargo, no pueden entenderse excluyendo las otras, por la unidad de sustancia.

San Gregorio ut supra. Tanto más se aleja uno del amor supremo cuanto más se acerca a las cosas inferiores. Por esta razón dice: "Quien no me ama, no guarda mis palabras". En el amor del Creador deben buscarse, pues, la lengua, el entendimiento y la vida.

Crisóstomo In Ioannem hom., 74. Pensó acaso Judas que como nosotros vemos los muertos entre sueños, de la misma suerte habrían de verle. Por tanto, pregunta: "¿Cómo es que debes manifestarte a nosotros y no al mundo?". Como diciendo: ¡Ay de nosotros! Que morirás y luego te presentarás como muerto. Para que no incurrieran en este error, dice: "Yo y el Padre vendremos a él". Como diciendo: De la misma manera que el Padre se manifestará, me manifestaré yo. "Y haremos mansión en él", lo cual no es propio de los sueños. "Y la palabra que me habéis oído no es mía, sino de Aquel que me envió", como diciendo: No sólo a mí, sino que tampoco al Padre ama el que no oye mi palabra. Dice esto, porque nada habla fuera del Padre, ni nada que Este desapruebe.

San Agustín ut supra. Acaso quiso establecer cierta distinción con la palabra al decir "palabras" en plural: "El que no me ama no guarda mis palabras", para que cuando se refiriese a "la palabra" (esto es, el Verbo) que no es de sí misma sino "del Padre que me envió", esto se entendiese de El mismo. Porque El no es Verbo de sí mismo, sino del Padre; así como tampoco es imagen de sí mismo, sino del Padre; ni Hijo de sí mismo, sino del Padre. Por eso atribuye con mucha razón al Autor de todo cuanto hace igualmente, porque de El le viene el serle igual en todo.

Crisóstomo ut supra. Habiéndoles dicho algunas cosas de las cuales unas eran inteligibles y otras no entendieron, para que no se turbasen, prosigue: "Os he hablado estas cosas mientras vivo con vosotros".

San Agustín In Ioannem tract., 77. La convivencia que les promete para lo futuro es distinta de aquella que al presente les concede. La primera es espiritual y radica en lo interior; ésta corporal y susceptible de manifestarse a lo exterior por los ojos y los oídos.

Crisóstomo In Ioannem hom., 74. Los prepara para que pueda hacérseles más llevadera su ausencia corporal, prometiéndoles que ésta será origen y fuente de grandes bienes para ellos. Porque mientras El no se ausentase y no viniese el Espíritu Santo, nada grande podían saber. Sigue por ende: "El Espíritu Santo Paráclito que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas e inspirará lo que yo os dijere".

San Gregorio In Evang hom. 30. La palabra griega paraklhto(1 quiere decir abogado y consolador. Y se llama abogado, porque se interpone entre nuestras culpas y la justicia del Padre, haciendo que aquellos que de su inspiración se llenan, se conviertan en penitentes. Y se llama consolador el mismo Espíritu, porque libra de la aflicción el alma de aquellos que, habiendo merecido el perdón de sus pecados, los prepara con esa esperanza.

Crisóstomo ut supra. Constantemente le llama Paráclito, porque alivia sus aflicciones.

Dídimo De Spiritu sancto. El Salvador afirma que el Espíritu Santo será enviado por el Padre en su nombre, siendo propiamente el nombre de Salvador el del Hijo. De este modo se significa con esta palabra la unidad de naturaleza, y la propiedad (si es lícito expresarse así) de las personas. El venir en nombre del Padre, es sólo propio del Hijo, salvadas las relaciones entre el Padre y el Hijo, y ninguno otro viene en el nombre del Padre, sino, por ejemplo, en el nombre del Señor, Dios Todopoderoso. Como los siervos que vienen en el nombre del Señor, por lo mismo que están sometidos y sirven, testimonian al Señor (siendo siervos del Señor), así también el Hijo, que viene en el nombre del Padre, lleva su nombre, porque así se prueba como tal Hijo Unigénito. Y como el Espíritu Santo se envía en el nombre del Hijo, se demuestra la unidad en que está con el Hijo: de donde también se dice Espíritu del Hijo por su adopción, haciendo hijos a aquellos que habían querido recibirle. Mas este Espíritu Santo, que viene en el nombre del Hijo enviado por el Padre, enseñará todas las cosas a los que han sido perfeccionados en el nombre de Cristo, en cuanto aquéllas corresponden a lo espiritual y a los sacramentos intelectuales de la verdad y de la sabiduría. Mas enseñará, no como se aprenden ciertas artes y la ciencia con esfuerzo y diligencia, sino como corresponde a aquel arte que es a la vez doctrina y sabiduría, inspirando invisiblemente el Espíritu de la verdad la ciencia de lo divino en el entendimiento.

San Gregorio ut supra. Ociosa será la enseñanza del doctor si el Espíritu Santo no asiste al corazón del que oye, y así nadie adjudique al maestro lo que oye de sus labios. Porque si en su interior no está el que enseña, la lengua del doctor trabaja en vano para expresarse. Ni aun el mismo Creador habla al hombre para su enseñanza, si no hace preceder al Espíritu Santo por la unción. ¿Acaso es que el Hijo habla y el Espíritu Santo enseña, de tal suerte, que al hablar el Hijo sigamos la doctrina y la entendamos por el auxilio del Espíritu Santo? Luego toda la Trinidad dice y enseña; pero la débil inteligencia humana no puede comprender sus operaciones, sino atribuyéndolas separadamente a las personas.

San Gregorio ut supra. Debemos inquirir por qué se dice del mismo Espíritu Santo: "Os sugerirá todas las cosas", siendo oficio de inferior el sugerir. Pero como también por sugerir entendemos algunas veces el hecho de suministrar, decimos que el Espíritu invisible sugiere, no porque inspire en nosotros la ciencia de lo profundo, sino la de lo oculto.

San Agustín ut supra. Sugerirá (esto es, nos traerá a la memoria) y aun debemos entender que se nos manda no olvidar, que los salubérrimos preceptos que Cristo nos conmemoró, pertenecen a la gracia.

Teofilacto. En efecto, el Espíritu Santo, no sólo enseñó, sino que también recordó. Enseñó todo aquello que Cristo no había enseñado por superar a nuestras fuerzas, y recordó todas las cosas que el Señor había dicho, y que ya sea por su oscuridad, ya sea por la torpeza de ellos, no habían podido conservar en la memoria.

Crisóstomo ut supra. Mas como ellos al oír esto se turbaban pensando que después de su ausencia les amenazaban rencores y luchas, los consuela de nuevo diciendo: "La paz os dejo, os doy mi paz".

San Agustín ut supra. Nos deja la paz en este mundo, con cuya ayuda vencemos al enemigo, y para que también aquí nos amemos mutuamente. Nos dará su paz en la vida futura, cuando reinaremos sin enemigos, y donde nunca podremos disentir entre nosotros. Y El mismo es nuestra paz, ahora que creemos que es y cuando le veamos tal cual es. Mas ¿por qué, cuando dice "La paz os dejo", no añade mía, y sí, cuando dice: Os doy? ¿Acaso habrá que sobreentender mía donde no se dijo? ¿O es que hay aquí algún sentido oculto? Quiso significar por su paz aquella que El tiene, y porque la paz que nos dejó en este mundo más bien puede llamarse nuestra que de El. Nada hay que esté en lucha con El, porque está completamente exento de pecado, y nosotros, en cambio, tenemos la paz que es compatible con el estado en que tenemos que decir: Perdónanos nuestras deudas (Mt 6,12) Pero también hay paz entre nosotros, porque sabemos del mutuo amor que nos tenemos. Pero ni aun esta paz es completa, porque no vemos mutuamente los pensamientos de nuestros corazones. Tampoco se me oculta que estas palabras del Señor pueden considerarse como repetición de un mismo pensamiento. Y al proseguir el Señor: "No os la doy yo como la da el mundo", ¿qué otra cosa es esto sino no como la dan los hombres que aman al mundo? Estos se conceden la paz a fin de gozar del mundo sin molestias; y cuando conceden la paz a los justos, de tal manera que dejan de perseguirlos, la paz no puede ser verdadera donde no hay verdadera concordia, porque sus corazones están muy separados.

Crisóstomo ut supra. La paz exterior sirve muchas veces para el mal, y no aprovecha de nada a los que la tienen.

San Agustín De verb. Dom. serm., 59. Porque es la paz serenidad en el entendimiento, tranquilidad de ánimo, sencillez de corazón, vínculo de amor y consorcio de caridad, sin que pueda llegar a la heredad del Señor quien no quisiere observar el testamento de la paz, ni puede estar conforme con Cristo el que no lo esté con el cristiano.

JUAN 14,27-31


13427 (Jn 14,27)

Crisóstomo In Ioannem hom., 74. Como había dicho: "Os dejo la paz" (Jn 14,27) (cosa propia del que se ausenta), pudiendo esto turbarlos, dice: "No se turbe vuestro corazón ni se acobarde", porque esto lo sufrían por el amor y aquello por el miedo.

San Agustín In Ioannem tract., 78. Podía turbarse y temblar el corazón de ellos, porque se ausentaba (aunque había de volver), y acaso entre tanto el lobo invadiría el rebaño por la ausencia del pastor. De aquí sigue: "Habéis oído que os dije: Voy y vengo a vosotros". Iba en tanto que era hombre, más permanecía en cuanto era Dios. ¿Por qué así turbarse y temblar su corazón, cuando si bien se ocultaba a la vista, no abandonaba al corazón? Y para que comprendiesen que al decir que se iba hablaba en cuanto hombre, dijo: "Si me amaseis os alegraríais, porque voy al Padre", etc. Por lo mismo de que el Hijo no era igual al Padre, por eso irá al Padre, desde el cual vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Mas también por lo mismo que es igual al Generador, no se separa del Padre, sino que está con El todo en todas partes, con igual divinidad, la cual no ocupa lugar. El mismo Hijo de Dios, igual al Padre en la forma de Dios (porque se anonadó no dejando la forma de Dios, sino tomando la de siervo), es también mayor a sí mismo, porque la forma de Dios, no perdida, es superior a la de siervo, tomada. Esta, pues, es la forma de siervo, respecto de la que el Hijo de Dios es menor, no sólo al Padre, sino también al Espíritu Santo. También respecto de esta forma de siervo, Cristo era inferior a sus propios padres, cuando siendo niño les estaba sometido según dice el Evangelio. Reconozcamos, pues, la doble naturaleza de Cristo: la una por la cual es igual al Padre, que es la divina, y la humana, que le hace inferior al Padre. Una y otra naturaleza no constituyen dos, sino un solo Cristo, porque Dios no es cuaternidad, sino Trinidad. Dijo asimismo: "Si me amarais, os alegraríais, porque voy al Padre", en atención a que la naturaleza humana merecía albricias por haber sido tomada por el Verbo Unigénito, que la había de hacer inmortal en el cielo, y hasta tal punto se había de sublimar en la tierra, que el polvo incorruptible se sentaría a la derecha del Padre. ¿Quién, que ame a Cristo en tal manera, no había de alegrarse, viendo su naturaleza elevada a grado inmortal, y esperando para sí gloria semejante por Cristo?

San Hilario De Trin. lib. 9. Si por la autoridad del donante el Padre es mayor que yo, ¿acaso se aminora el Hijo por la confesión de esta donación? El donante es mayor, en efecto, pero ya no es menor al que se le concede el que sea uno con El.

Crisóstomo ut supra. Aún no conocían los Apóstoles lo que significaba aquella resurrección que había predicho, diciendo "Voy y vengo a vosotros", ni tenían un concepto adecuado de El, sino que juzgaban que el Padre era superior. Quiere, pues, decirles: Aunque tembláis por mi causa, creyendo que yo no me basto para auxiliarme a mí mismo, ni confiáis en que de nuevo os veré después de la cruz, sin embargo, oyendo que voy al Padre, convenía que os alegraseis, porque voy hacia un ser superior, capaz de destruir todo lo que me molesta. Todas estas cosas se dirigían a la debilidad de los discípulos. Por eso añade: "Y os lo he dicho ahora, antes que suceda, para que creáis cuando haya sucedido".

San Agustín In Ioannem tract., 79. ¿Cómo es esto? ¿Pues no debe creer el hombre, antes que suceda, todo aquello que tiene obligación de creer? En verdad que el mérito de la fe está en que no se vea aquello que se cree. Porque si bien se dijo: "Porque viste, creíste" (Jn 20,29), aquel a quien esto se dijo, no creyó lo mismo que vio: vio al hombre y creyó en Dios. Mas aunque se dice que se creen las cosas que se ven, como suele decir cada cual que ha creído con los ojos, sin embargo, no es ésta la fe que se edifica en nosotros, sino que por las cosas que vemos se opera en nosotros la creencia de aquellas que no se ven. Dice: "Cuando haya sucedido", porque después de la muerte, lo habían de ver vivo y subiendo al Padre. Y visto esto, habrían de creer que El es el Cristo, Hijo de Dios, porque pudo hacer esto y predecirlo antes que sucediese. Y habían de creer esto, no por una fe nueva, sino por la misma fe aumentada. O mejor, con una fe que faltó cuando murió, pero que renació con la resurrección.

San Hilario ut supra. Aduce el mérito de la gloria que había de recibir, diciendo: "Ya no hablaré muchas cosas con vosotros".

Beda. Hablaba de este modo, porque estaba muy cercano el tiempo en que había de ser preso y llevado a la muerte: "Porque viene el príncipe de este mundo".

San Agustín ut supra. ¿Quién sino el diablo? Mas el diablo no es príncipe de las criaturas, sino de los pecadores. De aquí, cuando el Apóstol dice: "Contra los rectores del mundo" (Ep 6,12), expone en seguida lo que entiende por mundo: "De estas tinieblas", esto es, de los hombres impíos. "Y nada tiene en mí"; porque ni Dios había venido con pecado, ni la Virgen había parido su carne de la descendencia del pecado. Y como si alguien le objetase: ¿Entonces cómo vas tú a morir, no teniendo pecado, cuando sólo éste es merecedor de la muerte? Continúa: "Para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me dio el mandamiento, así hago. Levantáos, vamos de aquí", porque recostado hablaba a los discípulos, también recostados1. "Vamos" (dijo) al lugar en que tiene que ser entregado a la muerte, el que de ninguna manera la merecía. Mas para morir, tenía el mandato del Padre.

San Agustín Contra Arianos cap. 11. Pero que el Hijo sea obediente a la voluntad y precepto del Padre, no prueba, ni aun en los hombres, desigualdad de naturaleza, porque Cristo no sólo es Dios, por cuya naturaleza es igual al Padre, sino también hombre, por cuya naturaleza es menor que el Padre.

Crisóstomo hom. 75. O esto que dice "Levantaos, vamos de aquí", es principio de otro pensamiento. Era consiguiente que se llenasen de temor, estando en medio del campo, sumergidos en las sombras de la noche, y, por lo tanto, que lejos de atender a lo que se les decía, volviesen los ojos alrededor y viesen en la imaginación a los perseguidores, máxime cuando oían: "Todavía estoy un poco con vosotros (Jn 7,33), y "el príncipe de este mundo viene" (Jn 14,30) Y como oyendo esto y otras cosas semejantes, apenas atendían y se turbaban, los lleva a otro sitio, para que, considerándose en seguridad, no se cuiden de nada más que de oír, porque tenían que escuchar grandes dogmas.


Catena aurea ES 13415