Catena aurea ES 13714

JUAN 17,14-19


13714 (Jn 17,14)

"Yo les di tu palabra, y el mundo los aborreció porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te ruego que los quites del mundo, sino que los guardes de mal. No son del mundo, así como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos con tu verdad. Tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que ellos sean también santificados en verdad". (vv. 14-19)

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 81. El Señor indica nuevamente el motivo por qué sus discípulos son dignos de gozar de toda la protección del Padre, diciendo: "Yo les di tu palabra, y el mundo les aborreció". Como si dijera: "Por ti y por tu palabra han sido aborrecidos".

San Agustín, in Ioannem, tract., 108. Todavía no habían experimentado los padecimientos que siguieron después, pero, como de costumbre, habla en pretérito, cuando se refiere a lo futuro. Después expresa la causa por qué el mundo los aborrece, diciendo: "Porque no son del mundo". Les fue dado a ellos que no fuesen del mundo como El, y sigue: "Como yo, que no soy del mundo". El Señor nunca fue del mundo, porque, aun en la forma de siervo, fue concebido por el Espíritu Santo, por el cual fueron ellos regenerados. Aunque ya no eran de este mundo, era, sin embargo, necesario que estuviesen en él. "No pido que los saques de este mundo".

Beda. Como si dijera: Ya apremia el tiempo en que yo sea sacado de este mundo y, por tanto, es necesario que ellos no salgan ahora de él. Pero lo que sigue "Sino que los libres del mal", si bien puede entenderse de todo el mal, quiere decir principalmente de la apostasía.

San Agustín, ut supra. Repite, pues, la misma sentencia, diciendo: "No son de este mundo, como yo no lo soy".

Crisóstomo, ut supra. Había dicho antes: "Los que me diste del mundo", hablando allí de la naturaleza, pero aquí de las malas obras; dice, pues: "No son de este mundo", porque nada hay en ellos común con la tierra, pues se han hecho ciudadanos del cielo, en lo que les manifestó su amor alabándolos ante su Padre. En lo que dice como, manifiesta su igualdad con el Padre por la unidad; pero tratándose de nosotros con Cristo, existe inmensa distancia entre unos y otros. Cuando dijo primero "Guárdalos de mal", no habla sólo de los peligros, sino de la permanencia en la fe, por lo que añade: "Santifícalos en la verdad".

San Agustín, ut supra. Así son preservados del mal, como pidió anteriormente que sucediera. Puede preguntarse: ¿cómo no eran ya del mundo, si no estaban santificados en la verdad? ¿Acaso por estar santificados en la misma, progresan en santidad sin el auxilio y la gracia de Dios? Son santificados en la verdad los herederos del Nuevo Testamento, de cuya verdad fueron figura las ceremonias del Antiguo Testamento. Y, cuando son santificados en la verdad, se santifican en Cristo, que dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6) Sigue: "Tu palabra es la verdad". En el Evangelio griego se lee logoV; esto es, Verbo. Santificó, pues, el Padre, en verdad; esto es, en su Verbo Unigénito, a sus herederos y coherederos.

Crisóstomo, ut supra. O de otro modo: "Santifícalos en la verdad", hazlos santos dándoles el Espíritu Santo y una sana doctrina, porque los santos preceptos de Dios instruyen y santifican el corazón. Y por lo que aquí habla de los dogmas de Dios, añade: "Tu palabra es verdad"; esto es, en ella no se encuentra mentira y nada nos muestra en apariencia. Me parece que también significan otra cosa estas palabras: "Santifícalos en la verdad"; esto es, destínalos a la predicación. Por lo que sigue: "Así como tú me enviaste al mundo, así yo los envié".

Glosa. Para lo que Cristo fue enviado, para lo mismo son enviados ellos. Por lo que San Pablo dice: "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, y puso en nosotros el Verbo de reconciliación" (2Co 5,19) La palabra que emplea, como, no implica igualdad entre El y los Apóstoles sino en cuanto es posible aplicarla a los hombres. Dice que El los envió al mundo, siguiendo la costumbre de usar el tiempo pretérito por el futuro, dando por hecho lo que se había de hacer.

San Agustín, ut supra. Claramente se ve por esto que aún habla de los Apóstoles, pues este nombre de apóstoles, que es griego, significa enviados, y por cuanto constituido Cristo Cabeza de la Iglesia, son ellos sus miembros. Dice: "Y por ellos me santifico a mí mismo"; esto es, yo los santifico en mí mismo, siendo ellos yo. Y para que entendiéramos que cuando dice "Por ellos me santifico a mí mismo" lo decía porque los santificaba en sí, otra vez añadió: "Y sean santificados en la verdad". Esto es, en mí, según que el Verbo es la verdad, en la que el mismo Hijo del hombre fue santificado desde el principio. Cuando "El Verbo se hizo carne" (Jn 1,14), entonces, se santificó en sí. Esto quiere decir que se santificó a sí hombre en sí Verbo, porque el Verbo y el hombre son uno en Cristo. Respecto de sus discípulos, dice: "Y por ellos me santifico yo a mí mismo, esto es, a ellos en mí, porque ellos en mí soy yo mismo, para que sean santificados en la verdad". ¿Qué quiere decir "Y ellos", sino: como yo y en la verdad que yo soy?

Crisóstomo, ut supra. O de otro modo: "Por ellos me santifico a mí mismo". Esto es, me ofrezco a mí mismo a ti en sacrificio, pues santas se llaman cuantas víctimas se ofrecen a Dios, porque antiguamente la santificación era en figura, como en la oveja, mas ahora es en la misma verdad. Y por esto añade: "Para que sean ellos santificados en la verdad", pues te los ofrezco en sacrificio. Por lo que finalmente dice que El mismo que se ofrece es la cabeza de ellos, o que se inmolan a sí mismos, como dice el Apóstol a los romanos: "Ofreced vuestros cuerpos a Dios en hostia viva, santa, agradable a Dios" (Rm 12,1), etc.

JUAN 17,20-23


13720 (Jn 17,20)

"Mas no ruego tan solamente por ellos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que sean todos una misma cosa; así como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que también sean ellos una cosa en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos y tú en mí, para que sean consumados en una cosa, y que conozca el mundo que tú me has enviado y que los has amado, como también me has amado a mí". (vv. 20-23)

San Agustín, in Ioannem, tract., 109. Como rogara el Señor por sus discípulos, a los que llamó Apóstoles, unió también a los demás que habían de creer en El, diciendo: "No por ellos tan sólo ruego, sino", etc.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 81. De aquí saca nuevo motivo de consuelo para ellos, descubriéndoles que serán la causa de la salvación de otros, cuando dice: "Que han de creer en mí por su palabra".

San Agustín, ut supra. En lo que quiso designar como suyos, no sólo a los que entonces vivían, sino también a los venideros; y no sólo a los que viviendo oyeron a los apóstoles, sino a los que nacidos mucho después de la muerte de ellos hemos creído en Cristo. Porque los que vivieron con el Señor y le oyeron, predicaron a los demás. Y así su palabra llegó hasta nosotros y llegará a los que vendrán después, que han de creer en todo el mundo. Nótese que en esta oración no ruega por aquellos que a la sazón no estaban con El ni tampoco por los que estarán después, sino que ora por los que creyeron en El anteriormente. ¿Acaso estaban entonces con el Señor Nathanael, José de Arimatea y otros muchos de quienes dice San Juan que creyeron en El? Omito citar al anciano Simeón, Ana la profetisa, Zacarías, Isabel y Juan el Precursor, porque podría responderse que no debía pedirse por tales muertos, que habían salido de este mundo llenos de grandes méritos, lo cual puede igualmente decirse de los antiguos justos. Pero debe entenderse, que los apóstoles todavía no creían con la perfección que Cristo quería que creyeran en El; pero después de su resurrección, enviado el Espíritu Santo, instruidos y confirmados, creyeron como convenía. Mas nos queda por resolver la cuestión del apóstol San Pablo, que dice no fue hecho Apóstol por los hombres, ni por el hombre (Ga 1,1); y el ladrón que creyó cuando en los mismos doctores desapareció toda fe. Por fin, concluye que entendamos lo que fue dicho "por la palabra de ellos", lo que del mismo Verbo predicaron en el mundo. Se ha dicho, pues, "palabra de ellos" porque ya desde el principio y con mucha solicitud fue predicada por ellos, pues ya se predicaba en la tierra cuando, por revelación de Jesucristo, Pablo la recibió de ellos. Por esto el ladrón creía en la palabra de ellos. Aquella oración, pues, de nuestro Redentor fue por todos los que redimió, ya estuvieran vivos o ya hubieran de vivir después. La razón de rogar por ellos la expresó a continuación diciendo: "Para que todos sean uno".

Crisósostomo, in Ioannem, hom. 81. Aquí pidió para todos lo mismo que arriba para los apóstoles, a fin de que todos (esto es, nosotros y ellos) seamos una misma cosa. Y así termina su oración, como la empezó; pues al principio dijo: "Os doy el mandamiento nuevo de que os améis los unos a los otros" (Jn 13,34)

San Hilario, De Trin. l. 7. Después demuestra con un ejemplo el provecho de la unidad, diciendo: "Como tú Padre, en mí y yo en ti, para que ellos sean una cosa en nosotros". A saber: como el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre, así según la forma de esta unidad entre el Padre y el Hijo todos fuesen una cosa.

Crisóstomo, ut supra. Esto mismo que dice, como, no demuestra expresa y exacta igualdad sino en cuanto es posible en los hombres, a la manera de cuando dice: "Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial" (Lc 6,36), etc.

San Agustín, in Ioannem, tract., 110. Debe advertirse aquí con eficacia, que el Señor no dijo: "Para que todos seamos uno, sino "Para que todos sean uno, como tú Padre, en mí y yo en ti". Se sobreentiende: Somos uno, porque así está el Padre en el Hijo y el Hijo en el Padre, que son uno, pues son de la misma sustancia. Nosotros en verdad podemos ser una cosa en ellos, pero no con ellos, porque nosotros no somos con ellos de la misma sustancia. Así están ellos en nosotros o nosotros en ellos, para que sean uno en su naturaleza y nosotros lo seamos en la nuestra. Por tanto, ellos están en nosotros como Dios en el templo y nosotros estamos en ellos como la creatura en su Creador1. Añadió, pues: "En nosotros" para que conozcamos que esto se nos concede, no por nuestros méritos, sino por una fidelísima caridad de la gracia de Dios.

San Agustín, De Trin. 3, 9. O bien, porque no pueden ser en sí mismo una misma cosa los que están separados por diversas pasiones de voluptuosidad, concupiscencia e inmundicia de pecados. Por tanto, deben purificarse por el Mediador, para que sean una cosa con El.

San Hilario, De Trin. l. 8. Esforzándose los herejes en seducir a fin de que de las palabras "Yo y el Padre somos uno" (Jn 10,30), no se creyera la unidad de naturaleza y la indiferibilidad de la divinidad, sino una concordia nacida del amor de mutua voluntad, adujeron como ejemplo de esta unidad, estas palabras del Señor: "Que todos sean uno", etc. Pero aunque la impiedad tergiverse la comprensión del sentido de las palabras dichas, no es posible apartarse de ellas. Pues, si están regenerados en la naturaleza de una misma vida y eternidad, desaparece el asentimiento individual en los que son de la misma naturaleza. El ser uno es propio solamente de la naturaleza del Padre y del Hijo, porque Dios es el Unigénito de Dios en la naturaleza de su origen.

San Agustín, ut supra. ¿Qué quiere decir "Para que el mundo crea que tú me enviaste"? ¿Acaso creerá el mundo cuando todos seamos una misma cosa en el Padre y el Hijo? ¿Por ventura no es ésta aquella eterna paz que es más bien el premio de la fe que la misma fe? Pues si en esta vida todos los que profesamos una misma fe somos una misma cosa, por consecuencia somos uno, no para que creamos sino porque creemos. ¿Qué quiere decir, pues: "Todos sean uno, para que el mundo crea"? Ciertamente cuando habla de todos se refiere al mundo creyente. De éstos dirá lo mismo que había dicho en aquellas palabras: "No ruego sólo por ellos, sino por los que han de creer en mí por su palabra" ¿Cómo, pues, lo hemos de entender sino diciendo que no puso como causa, "Para que el mundo crea que son una misma cosa", sino que orando dijo: "Para que el mundo crea", como había dicho "Para que sean uno mismo"? Finalmente, la exposición de esta sentencia será más clara si añadimos la palabra Ruego en todas sus cláusulas: "Ruego que todos sean uno; ruego que ellos sean una misma cosa en nosotros; ruego que el mundo crea por que tú me enviaste".

San Hilario, De Trin. l. 8. O por esto el mundo ha de creer que el Hijo ha sido enviado por el Padre, porque todos los que creerán en El serán una misma cosa en el Padre y el Hijo.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 81. Nada hay que escandalice tanto como la división, así como la unidad de los creyentes edifica para creer. Ya dijo al principio: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amarais mutuamente" (Jn 13,35), pues si altercaren, no se llamarán discípulos del pacífico Maestro, pues no reconociéndome a mí como pacífico, no confesarán que tú me enviaste.

San Agustín, ut supra. Después nuestro Salvador, que rogando al Padre se mostraba hombre, ahora se manifiesta Dios con el Padre, haciendo lo que El mismo pide. Por lo que sigue: "Y yo les di a ellos la gloria que tú me diste", etc. ¿Qué gloria, sino la inmortalidad que en El había de recibir la naturaleza humana? Indica con palabras de pasado la futura inmortalidad de la predestinación. Debe entenderse, que la inmortalidad que dice ha recibido del Padre, también se la ha dado a sí mismo, pues cuando calla su operación en las obras del Padre, nos enseña la humildad; pero cuando en sus obras nos habla de la operación del Padre, nos prueba su igualdad. En esta forma y ocasión ni se hizo extraño a la obra del Padre, aunque había dicho "La gloria que tú me diste", ni hizo ajeno de su obra al Padre aunque dijera, "La di a ellos"; pues así como por el hecho de rogar al Padre por todos los suyos quiso que se verificara que todos fueran una misma cosa; del mismo modo quiso que se hiciera en su favor lo que dijo: "Di a ellos la gloria que tú me diste", pues a continuación añadió: "Para que sean una cosa en nosotros, así como nosotros somos una misma cosa".

Crisóstomo, ut supra. O llama claridad a la gloria que resulta de los milagros y los dogmas, y para que sean unánimes: por lo que añade: "Para que sean una cosa en nosotros, como somos nosotros una misma cosa"; pues esta gloria de estar unánimes, es mayor que la de hacer milagros, y todos los que por los apóstoles creyeron son una misma cosa; y si algunos se han separado ha sido efecto de su desidia, lo cual a El no se le ocultó.

San Hilario, ut supra. Por el honor dado y recibido todos son una misma cosa, pero no comprendo por qué razón la gracia dada perfecciona la unión. Pero el Señor expuso cierta graduación y orden de consumar la unión cuando dijo: "Y sean una cosa en nosotros", para que siendo El con el Padre una misma cosa por la naturaleza de la divinidad, nosotros lo fuésemos en El por su corporal nacimiento y doblemente El en nosotros por la fe en el misterio del Sacramento de la Eucaristía, quedando demostrada la perfecta unión por el Mediador.

Crisóstomo, ut supra. Ya en otro lugar dice de sí y del Padre: "Vendremos y haremos mansión en él", oponiéndose aquí a la herejía de Sabelio, que establece dos personas y destruyendo la de Arrio que dice que el Padre no viene a los discípulos por el Hijo, sino por sí.

San Agustín, in Ioannem, tract., 110. Ni tampoco esto quiere decir que el Padre no esté en nosotros, ni nosotros en el Padre, sino que por Cristo, Mediador entre Dios y los hombres, se hizo aún más cercano. Por lo que añadió: "Para que sean consumados en una misma cosa", demuestra que la reconciliación obrada por el Mediador nos conduce a la reconciliación, para que disfrutemos de la perfecta bienaventuranza. Por eso sigue: "Para que conozca el mundo que tú me enviaste". No creo que esto deba entenderse como cuando dijo: "Para que el mundo crea", porque mientras creemos lo que no vemos, no estamos aún consumados, como lo estaremos cuando merezcamos ver lo que creemos. Cuando se habla de consumación, debe entenderse conocimiento, como el que se realizará por la visión, no como ahora por la fe. Por ende el mundo lo constituyen los mismos creyentes, no persistiendo enemigo, sino convertido en amigo. Por esto sigue: "Y los amaste, como me amaste a mí", pues el Padre nos ama en el Hijo porque nos eligió en El. Por esto no somos iguales al Hijo Unigénito, pues no siempre se denota igualdad cuando se dice: así como aquello es ésto, sino alguna vez se puede entender: porque aquello es, lo es también esto. Tal es el caso de las palabras "Los amaste como me amaste a mí", con las que se quiere decir: los amaste porque me amaste a mí, pues no hay otro motivo para amar a sus discípulos que el de amarle a El. Como, pues, no aborreció nada de lo que hizo, ¿quién podrá expresar dignamente cuánto ama a los miembros de su Hijo, y cuánto más a su mismo Unigénito?


JUAN 17,24-26

13724 (Jn 17,24)

"Padre, quiero que aquellos que tú me diste estén conmigo en donde yo estoy, para que vean mi gloria que tú me diste, porque me has amado antes del establecimiento del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, mas yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Y les hice conocer tu nombre, y se lo haré conocer, para que el amor con que me has amado esté en ellos y yo en ellos". (vv. 24-26)

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 81. Después que había dicho que muchos creerían por ellos y que gozarían de mucha gloria, pasa a hablar de las coronas que les estaban reservadas, diciendo: "Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo estoy".

San Agustín, in Ioannem, tract., 110 et 111. Estos son los que recibió del Padre y El eligió del mundo, pues como dice en el exordio de su oración, "Le dio potestad sobre toda carne (esto es, todo hombre) para que les dé la vida eterna". En lo que manifestó haber recibido todo poder sobre todo hombre, para que salvara y condenara a los que quisiera, por lo que a todos sus miembros prometió el premio de estar con El donde El esté. Y no podrá dejar de hacerse lo que el Hijo omnipotente diga al Padre omnipotente que se haga, pues una es la voluntad del Padre y del Hijo; y si no puede comprenderlo nuestra flaqueza, créalo la piedad. Por lo que atañe a la humanidad, en la que fue hecho de la descendencia de David, según la carne, pudo decir "Donde yo estoy", refiriéndose ya al lugar donde muy pronto estaría. En el cielo, pues, nos prometió que estaríamos, porque a él fue elevada la forma de siervo que tomó de la Virgen y fue colocada a la diestra del Padre.

San Gregorio, Moralium 27, 1. En lo que se ve nuevamente lo que la verdad dice: "Nadie sube al cielo, sino el que baja del cielo" (Jn 3,13); lo cual no se diferencia de sus palabras, porque hecho el Señor cabeza de sus miembros, segregada la multitud de los réprobos, queda sólo con nosotros; y así como nosotros hemos sido hechos una cosa con El, volverá solo con nosotros allá de donde vino solo.

San Agustín, in Ioannem, tract., 111. En lo que respecta a su divinidad, en la que es igual al Padre, si según ella queremos entender aquellas palabras: "En donde yo estoy, estén ellos conmigo", desaparece del alma todo pensamiento de imágenes corporales y no se comprende la manera en la que el Hijo es igual al Padre, porque nadie puede llegar allí donde no pertenece. Por tanto, no le fue bastante el decir "quiero que ellos estén donde yo estoy", sino que añadió "conmigo". El estar con El es un gran bien, pues los desgraciados pueden estar donde esté El, pero con El sólo están los bienaventurados. Y aun cuando visible (aunque muy diferente), pongamos algún ejemplo: a la manera que el ciego esté en lugar donde hay luz, no está, sin embargo, con la luz, sino ausente de ella, así también no sólo los infieles, sino que también los fieles, aunque no puedan nunca estar donde no esté Cristo, no están, sin embargo, con Cristo por visión, pues no hay duda que el fiel está en Cristo por la fe; pero aquí hablaba de aquella visión con la que "le veremos como es"; por lo que añadió: "Para que vean mi gloria", etc. "Para que vean", dijo; no para que crean, el premio de la fe es la gloria, no la fe.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 81. Pero no dijo para que participen de mi gloria, sino "Para que la vean", dando a entender disimuladamente que toda la bienaventuranza consiste en ver al Hijo de Dios. Dióle, pues, el Padre la gloria cuando le engendró.

San Agustín, ut supra. Cuando, pues, viéremos la gloria que el Padre dio al Hijo, entendiendo aquí que se trata no de la que el Padre, igual al Hijo, le dio al engendrarle, sino de la que el Hijo, hecho hombre, recibió después de la muerte de cruz; cuando veremos aquella gloria del Hijo, entonces se hará el juicio, entonces será echado el impío, para que no vea la gloria de Dios, la cual no es otra cosa que el mismo Dios. Pero si recibimos estas palabras en el sentido de que el Hijo es Dios, "quiero que en donde yo estoy estén ellos conmigo", estaremos con Cristo en el Padre, quien al decir "Para que vean mi gloria que me diste", a continuación añadió: "Porque me amaste", etc. En El, pues, nos amó antes de la creación del mundo, y entonces predestinó lo que se hará en el fin del mundo.

Beda. Llama, pues, gloria, al amor con que es amado por el Padre antes de la creación del mundo. En aquella gloria nos amó también a nosotros antes de la creación del mundo.

Teofilacto. Después que rogó por los fieles y les prometió toda prosperidad, expresa una cosa piadosa, digna y propia de su mansedumbre. "Padre justo, el mundo no te reconoció"; como si dijera: Yo desearía que todos los hombres consiguieran los bienes que he pedido para los fieles. Pero porque te desconocieron, no alcanzarán la gloria y las coronas.

Crisóstomo, ut supra. Me parece que dice esto con tristeza, porque no quisieron conocer al que es tan justo y bueno. Así pues, no es esto lo que dicen los judíos, porque ellos dicen que en verdad, conocen al Padre mientras que el Hijo lo ignora. Pero es al contrario. De donde añade: "Yo, pues, te conocí, y éstos conocieron que tú me enviaste, y les hice conocer tu nombre para hacerme conocer", etc., por el Espíritu Santo, dándoles perfecto conocimiento. Si, pues, aprendieren quién eres tú, sabrán que yo no estoy separado sino muy amado de ti, e Hijo propio y conjunto contigo. Esto procuré persuadirles para permanecer yo en ellos, y así ellos guardarán la fe y el amor que hay en mí. Y sigue: "Para que el amor con que tú me amaste esté en ellos", como si dijera: Amándome ellos, en ellos permaneceré.

San Agustín, ut supra. O de otro modo: ¿Qué es conocerle sino vida eterna? La que no dio al mundo condenado, la dio al reconciliado. Así, pues, el mundo no le conoció porque es justo; así le retribuiste su merecido para que no conociese; pero el mundo reconciliado conoció, porque El es misericordioso, y el conocerte no fue por sus méritos sino por tu gracia. Y después sigue: "Pero yo te conocí". El es la fuente de la gracia, y Dios por naturaleza; pero hombre por gracia inefable del Espíritu Santo, nacido de la Virgen. Finalmente, por cuanto la gracia de Dios viene por Jesucristo, dice: "Y le conocieron" (este es el mundo reconciliado); y así: "Porque tú me enviaste"; luego conocieron por gracia. "Y les hice conocer tu nombre (por la fe), y lo haré conocer (por visión) para que el amor con que tú me amaste esté en ellos". De esta misma frase uso el Apóstol: "Yo he peleado buena batalla" (2Tm 4,7); no dice en buena batalla (que sería más usual) ¿Cómo, pues, está en nosotros el amor con que el Padre amó al Hijo, sino porque somos miembros suyos y somos amados en El, como es El todo amado; esto es, la cabeza y el cuerpo? Por eso añadió "Y yo en ellos". Está, pues, en nosotros como en su templo, y nosotros en El como en nuestra cabeza.

JUAN 18,1-2


13801 (Jn 18,1)

Cuando Jesús hubo dicho estas cosas, salió con sus discípulos de la otra parte del arroyo de Cedrón, en donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos. Y Judas, que lo entregaba, sabía también aquel lugar, porque muchas veces concurría allí Jesús con sus discípulos. (vv. 1-2)

San Agustín, in Ioannem, tract., 112. Terminado el sermón que el Señor había dirigido a sus discípulos después de la cena, y la oración elevada al Padre, empieza el evangelista San Juan la historia de su pasión, en estos términos: "Habiendo dicho esto, salió con sus discípulos hacia la otra parte del torrente", etc. No sucedió esto en seguida de concluida la oración, sino que mediaron otras cosas que omitió y se leen en los otros evangelistas.

San Agustín, De cons. evang. 3, 3. Se suscitó entre ellos una contienda sobre quién era el mayor, según dice San Lucas (Lc 22,24), y añade que el Señor dijo a Pedro: "He aquí que Satanás os ha solicitado para cribaros como el trigo" (Lc 22,31), etc. Y, según San Mateo (Mt 26,30) y San Marcos (Mc 14,26), después de rezado el Himno salieron para el Monte de los Olivos. Y continuando su relación San Mateo, dijo: "Entonces fue el Señor con ellos a una granja llamada Gethsemaní", (Mt 26,36) Este es el lugar de que habla San Juan, donde había un huerto, en el que entró Jesús con sus discípulos.

San Agustín, ut supra. Las palabras después de haber dicho esto, son para que no pensemos que la entrada en el huerto fue antes.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82. Pues ¿por qué no dice que cesando en su oración fue al huerto? Porque aquella oración fue pronunciada para los discípulos. Fue, pues, de noche, y pasó el río, y se apresuró a ir al sitio conocido por el traidor, ahorrando a sus enemigos el trabajo, y mostrando a sus discípulos que va voluntariamente.

Alcuino. Dice "a la otra parte del arroyo de Cedrón"; esto es, a la otra parte del torrente de los cedros, pues es genitivo del griego cedran1. Pasó el torrente, el que se encuentra en el camino del torrente de su pasión, y bebió en el camino en donde estaba el huerto, para borrar en un huerto el pecado que en el huerto había sido cometido, pues la palabra paraíso significa huerto de delicias.

Crisóstomo, ut supra. Pero para que no pienses al nombrar el huerto que era para esconderse, añadió: "Pues Judas, que le entregaba, conocía el lugar, porque Jesús lo frecuentaba con sus discípulos".

San Agustín, ut supra. Con profunda sabiduría del Padre de los hijos, fue allí tolerado el lobo que, cubierto con piel de oveja, aprendió entre ellos el lugar donde, dada la ocasión, dispersaría el pequeño rebaño acometiendo insidiosamente al pastor.

Crisóstomo, ut supra. Muchas veces había concurrido allí Jesús con sus discípulos, para comunicarles secretos que no debían saber los demás. Esto lo hizo en los montes y en los huertos, buscando siempre lugar apartado de la muchedumbre, para que el alma no se distrajera de lo que oía. Allí, pues, fue Judas, pues era donde Jesús pasaba muchas noches, así como hubiera ido a su domicilio, si hubiera creído encontrarle durmiendo.

Teofilacto. Sabía Judas que el Señor acostumbraba enseñar a sus discípulos algo sublime y misterioso en los días festivos y en tales lugares y, por cuanto aquellos eran días solemnes, creyó que estaría allí para preparar a sus discípulos a celebrarlos.

JUAN 18,3-9


13803 (Jn 18,3)

Judas, pues, habiendo tomado una cohorte y los alguaciles de los Pontífices y de los fariseos, vino allí con linternas y con hachas y con armas. Mas Jesús, sabiendo todas las cosas que habían de venir sobre El, se adelantó y les dijo: "¿A quién buscáis?" Le respondieron: "A Jesús Nazareno". Jesús les dice: "Yo soy". Y Judas, aquel que lo entregaba, estaba también con ellos. Luego, pues, que les dijo yo soy, volvieron atrás y cayeron en tierra. Mas El les volvió a preguntar: "¿A quién buscáis?" Y ellos dijeron: "A Jesús Nazareno". Respondió Jesús: "Os he dicho que yo soy, pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos". Para que se cumpliese la palabra que dijo: De los que me diste, a ninguno de ellos perdí. (vv. 3-9)

Glosa. Había demostrado el Evangelista el modo como Judas pudo dar con el sitio donde estaba Cristo; ahora explica cómo llegó, diciendo: "Judas, pues, habiendo tomado una cohorte y los subalternos de los Pontífices", etc.

San Agustín, in Ioannem, tract., 112. La cohorte no fue de judíos, sino de soldados. Entiéndase que la recibió del Procónsul para prender al culpable, observando el procedimiento de autoridad legítima, a fin de que nadie osara hacer resistencia, a pesar de ser tanta y tan bien armada la gente que iba, que asustaba y acobardaba la idea de que alguno se atreviera a defender a Cristo.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82. ¡Pero de qué modo se ganaron a los soldados con dinero, que iban dispuestos a todo! Teofilacto. Llevaban haces y linternas, por si Cristo se escapaba ocultándose en la oscuridad.

Crisóstomo, ut supra. Muchas veces habían enviado, en otras ocasiones, a prenderlo, pero no lo consiguieron. De donde claramente se ve que en aquella se entregó espontáneamente. Por eso dice: "Jesús, pues, sabiendo todo lo que iba a venir sobre El, se adelantó y les dijo: "¿A quién buscáis?" Teofilacto. No pregunta para querer saber (pues perfectamente conocía todo lo que le iba a suceder), pero queriendo manifestar que, aun estando presente, no podía ser visto ni distinguido por ellos; "Díjoles el Señor: Yo soy".

Crisóstomo, ut supra. Estando en medio de ellos, cegó sus ojos. Y para manifestar que no fue por causa de la oscuridad, indica el Evangelista que llevaban luces. Si, pues, no las llevaran, habían de conocerle al menos por la voz. Y si Judas, que siempre había estado con El, no le conocía, tampoco le hubieran conocido ellos; por esto añade: "Estaba también Judas", etc. Hizo esto el Señor para manifestar que, no sólo no le hubieran podido prender, pero que ni aun le hubieran visto estando en medio de ellos, si El no lo hubiera permitido; por esto dice: "En cuanto les dijo: yo soy, retrocedieron", etc.

San Agustín, ut supra. ¿Dónde está la cohorte de soldados? ¿Dónde está el terror y el aparato de las armas? Una voz rechazó, hirió y derribó a tan gran turba, enfurecida de odio y temible por las armas, sin disparar una saeta. Es que Dios se ocultaba bajo la carne, y el eterno día de tal modo se escondía en los miembros humanos, que era buscado por las tinieblas con la luz de las linternas y de los haces para distinguirle. ¿Qué hará como Juez el que como reo así obra? Ahora, por medio del Evangelio, hace resonar por todas partes esta palabra: "Yo soy", dice Cristo, y los judíos esperan al anticristo, para volverse atrás y caer en tierra, porque los que abandonan el cielo desean la tierra.

San Gregorio, super Ezech. hom 9. ¿Por qué razón los elegidos caen de cara y los réprobos de espalda, sino porque el que cae de espalda no ve a dónde cae, al paso que el que cae de frente ve dónde cae? Por eso los malvados, que caen en las cosas invisibles, caen de espaldas, porque caen en donde no pueden ver lo que les viene detrás, mientras que los justos, que se abniegan a sí mismos y a las cosas visibles para levantarse por medio de las invisibles, caen como de cara, porque, arrepentidos por el temor, se reconcentran y humillan.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83. Nadie diga que el Señor mismo indujo a los judíos a que le matasen, entregándose El mismo en sus manos; pues claramente les demostró lo que bastaba para que ellos desistiesen. Pero por cuanto permanecían en su malicia, y no tenían excusa, entonces se entregó El mismo en sus manos. Por eso, "Volvió, pues, a preguntarles, ¿a quién buscáis? pero ellos", etc.

San Agustín, in Ioannem, tract., 112. Ya habían oído primero, yo soy, pero no habían comprendido que el que pudo todo lo que quiso, no quiso esto. Pero si nunca hubiera permitido el ser prendido por ellos, no habrían llevado a cabo aquello por lo que venían, ni El hubiera hecho aquello por lo que había venido y, por tanto, después de haber mostrado su poder a los ojos de los que querían y no podían prenderle, se deja prender para hacerles cumplir inconscientes su voluntad. Y sigue: "Si, pues, me buscáis a mí, dejad ir a éstos".

Crisóstomo, ut supra. Como si dijera: "Si me buscáis a mí, nada tenéis que ver con éstos; he aquí que yo mismo me entrego", demostrando así la consecuencia de su amor a los suyos, hasta la última hora.

San Agustín, ut supra. Esto manda a sus enemigos, y hacen esto que manda; les permite que se vayan aquellos que El no quiere que perezcan.

Crisóstomo, ut supra. Para demostrar el Evangelista que esto no fue efecto de la voluntad de ellos, sino del poder del que era prendido, añade: "Para que se cumpliese la palabra que dijo: Porque no perdí a los que me diste", etc. Esta perdición no se refería a la muerte natural, sino a la eterna, pero el Evangelista la entendió de la muerte presente.

San Agustín, ut supra. ¿Acaso no habían de morir después? ¿Cómo entender que los perdería si entonces morían, sino porque aún no creían en El como creen los que se salvan?




JUAN 18,10-11

13810 (Jn 18,10)

Mas Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó: e hirió a un siervo del Pontífice; y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. Jesús entonces dijo a Pedro: "Mete tu espada en la vaina. ¿El cáliz que me ha dado el Padre, no le tengo de beber?" (vv. 10-11)

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82. Confiando Pedro en la palabra que había dicho el Señor sobre lo que había de suceder, se arma contra los que habían venido. Por eso dice: "Teniendo, pues, Simón Pedro una espada", etc. ¿Cómo, pues, el que había recibido orden de no tener bolsa ni dos túnicas, tiene espada? Me parece que él venía preparado temiendo los acontecimientos próximos.

Teofilacto. O bien, porque necesitando la espada para el sacrificio del cordero, la llevaba aun después de la cena.

Crisóstomo, ut supra. Pero ¿cómo el que tenía orden de no devolver una bofetada, es homicida? Porque tenía el mandato principal de no vengarse; pero aquí no se vengaba sino que defendía al Maestro. Además, aun no eran perfectos, y si no, verás después cómo Pedro es azotado y lo lleva con humildad. No sin causa, añade después: "Y le cortó la oreja derecha". Paréceme que esto quiere significar la impetuosidad del apóstol, porque él tiraba a la cabeza.

San Agustín, in Ioannem, tract., 112. Sólo este Evangelista expresa el nombre de este criado, cuando dice: "El nombre de este siervo era Malcho", así como sólo San Lucas expresa que el Señor le tocó la oreja y le curó.

Crisóstomo, ut supra. Entonces hizo este milagro para enseñarnos que conviene hacer bien a los que nos hacen mal, revelando al mismo tiempo su poder. Pero el Evangelista citó el nombre para que los que leyeren pudiesen averiguar si verdaderamente sucedió esto. Y dice que era criado del Sumo Pontífice, porque es notable el hecho, no sólo porque le curó, sino porque hizo la cura en favor de aquel que había venido a prenderle, y poco después le había de abofetear.

San Agustín, ut supra. El nombre de Malcho quiere decir que ha de reinar1. ¿Qué significa, pues, esta oreja amputada en la defensa del Señor y por el Señor curada, sino que cortado el oído del hombre viejo se ha renovado en el espíritu y no en la vetustez de la letra? El que haya recibido de Cristo, ¿quién duda que ha de reinar con Cristo? El que fuese criado revela aquella antigüedad que engendra la esclavitud, así como su curación es figura de la libertad.

Teofilacto. También la amputación de la oreja derecha del siervo del Príncipe de los Sacerdotes era signo de la sordera de éstos, que había invadido principalmente a los Príncipes de los Sacerdotes, pero su curación significa la sumisión de la inteligencia que rendirán los Israelitas a la venida de Elías.

San Agustín, ut supra. El Señor reprobó el hecho de Pedro, y prohibió su repetición en lo sucesivo, y por eso dijo, pues, Jesús: "Vuelve tu espada a la vaina"; lo dijo amonestándole a la paciencia, y para que esto quedara escrito.

Crisóstomo, ut supra. Al mismo tiempo que le contuvo con la reprensión, como refiere San Mateo, por otra parte le consolaba diciendo: "¿No quieres que beba el cáliz que me dio mi Padre?" Manifestando que lo que sucedía no era efecto del poder de los judíos sino de su permisión, y que lejos de ser contrario a Dios, era obediente hasta la muerte.

Teofilacto. En lo que dice El mismo de su cáliz, revela cuán grata y aceptable le parecía la muerte por la salvación de los hombres.

San Agustín, ut supra. En cuanto a lo que dice que es el Padre quien le ha dado el cáliz de la pasión, es lo que dice el Apóstol: "No perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros" (Rm 8,32) Pero el Autor de este cáliz es el mismo que lo bebe, por lo que dice el Apóstol: "Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros" (Ep 5,2)


JUAN 18,12-14

13812 (Jn 18,12)

La cohorte, pues, y el tribuno, y los ministros de los judíos, prendieron a Jesús, y lo ataron. Y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, el cual era el Pontífice de aquel año. Y Caifás era el que había dado el consejo a los judíos: Que convenía que muriese un hombre por el pueblo. (vv. 12-14)

Teofilacto. Después de hecho cuanto bastaba para contener a los judíos, como ellos de ningún modo entraran en razón, entonces permitió ser llevado; y por esto dice: "La cohorte, pues, y el tribuno, y los ministros", etc.

San Agustín, in Ioannem, tract., 112. Prendieron, pues, al que no se acercaron, ni entendieron, ni oyeron aquello: "Acercáos a El y seréis iluminados" (Ps 115,16) Después que los aprensores por la traición de Judas ataron al Señor, para que se entienda que Judas no es digno de alabanza por la utilidad de esta traición, sino punible por la espontaneidad del crimen, dice: "Y le llevaron primero a casa de Anás", etc.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82. Gozaban, pues, y se gloriaban en lo que hacían, llevándolo como en trofeo.

San Agustín, in Ioannem, tract., 113. Ni calla el motivo por qué esto se hizo así, añadiendo: "Pues era suegro de Caifás", etc. Con razón, queriendo San Mateo contar esto con más brevedad, dice que fue conducido a Caifás, porque si fue llevado primero a Anás, su suegro, es para que se entienda que así lo quiso Caifás.

Beda. A fin de que siendo condenado por otro juez de igual jurisdicción, pareciese menos criminal su sentencia. O tal vez porque en tal dirección podía estar situada su casa que fuera preciso pasar por ella. O bien por disposición divina sucedió que los que estaban unidos por parentesco lo estuviesen también por crimen. Pero lo que dice de ser Pontífice de aquel año, es contrario a la Ley, en la que estaba mandado que no hubiera más que un solo sumo Pontífice, muerto el cual sucediera su hijo. Pero el pontificado estaba ya corrompido por la ambición.

Alcuino. Refiere Josefo que este Caifás había comprado el sacerdocio por un año; no es, pues, de extrañar que un Pontífice inicuo juzgara inicuamente, pues frecuentemente el que llega por avaricia al sacerdocio, se conserva en él por la injusticia.

Crisóstomo, ut supra. No se aturda el que oiga hablar de prisiones; recuerde la profecía, de que la muerte de Jesús fue la salvación del mundo. Así sigue: "Era pues, Caifás quien había aconsejado a los judíos; porque conviene que muera un hombre por el pueblo"; tanto era, pues, la superabundancia de la verdad, que rebosaba hasta en la boca de los enemigos.


Catena aurea ES 13714