CAMINO DE PERFECCION 1

CAMINO DE PERFECCION



CODICE DE VALLADOLID


Jhs.





Este libro trata de avisos y consejos que da Teresa de Jesús a las hermanas religiosas e hijas suyas de los monasterios que, con el favor de nuestro Señor y de la gloriosa Virgen Madre de Dios, Señora nuestra, ha fundado de la regla primera de nuestra Señora del Carmen. En especial lo dirige a las hermanas del monasterio de san José de Avila, que fue el primero de donde ella era priora cuando le escribió.





Libro llamado Camino de Perfección,

compuesto por Teresa de Jesús,

monja de la Orden de nuestra Señora del Carmen.

Va dirigido a las monjas descalzas de nuestra Señora del Carmen

de la primera regla.




Jhs


PROLOGO


1 Sabiendo las hermanas de este monasterio de san José cómo tenía licencia del padre presentado fray Domingo Báñez, de la Orden del glorioso santo Domingo, que al presente es mi confesor, para escribir algunas cosas de oración en que parece podré atinar por haber tratado con muchas personas espirituales y santas, me han tanto importunado les diga algo de ella, que me he determinado a las obedecer, viendo que el amor grande que me tienen puede hacer más acepto lo imperfecto y por mal estilo que yo les dijere que algunos libros que están muy bien escritos de quien sabía lo que escribe. Y confío en sus oraciones que podrá ser por ellas el Señor se sirva acierte a decir algo de lo que al modo y manera de vivir que se lleva en esta casa conviene. Y si fuere mal acertado, el padre presentado, que lo ha de ver primero, lo remediará o lo quemará, y yo no habré perdido nada en obedecer a estas siervas de Dios, y verán lo que tengo de mí cuando su Majestad no me ayuda.
2 Pienso poner algunos remedios para algunas tentaciones menudas que pone el demonio, que, por serlo tanto, por ventura no hacen caso de ellas, y otras cosas, como el Señor me diere a entender y se me fueren acordando, que, como no sé lo que he de decir, no puedo decirlo con concierto; y creo es lo mejor no le llevar, pues es cosa tan desconcertada hacer yo esto. El Señor ponga en todo lo que hiciere sus manos para que vaya conforme a su santa voluntad, pues son éstos mis deseos siempre, aunque las obras tan faltas como yo soy.
3 Sé que no falta el amor y deseo en mí para ayudar en lo que yo pudiere para que las almas de mis hermanas vayan muy adelante en el servicio del Señor; y este amor, junto con los años y experiencia que tengo de algunos monasterios, podrá ser aproveche para atinar en cosas menudas más que los letrados que, por tener otras ocupaciones más importantes y ser varones fuertes, no hacen tanto caso de cosas que en sí no parecen nada, y a cosa tan flaca como somos las mujeres todo nos puede dañar, porque las sutilezas del demonio son muchas para las muy encerradas, que ven son menester armas nuevas para dañar. Yo, como ruin, heme sabido mal defender, y así querría escarmentasen mis hermanas en mí. No diré cosa que en mí, o por verla en otras, no la tenga por experiencia.
4 Pocos días ha me mandaron escribiese cierta relación de mi vida, adonde también traté algunas cosas de oración; podrá ser no quiera mi confesor la veáis, y por esto pondré aquí alguna cosa de lo que allí va dicho y otras que también me parecerán necesarias. El Señor lo ponga por su mano, como le he suplicado, y lo ordene para su mayor gloria, amén.



Capítulo 1


De la causa que me movió a hacer con tanta estrechura este monasterio.




1 Al principio que se comenzó este monasterio a fundar (por las causas que en el libro que digo tengo escrito están dichas, con algunas grandezas del Señor en que dio a entender se había mucho de servir en esta casa), no era mi intención hubiese tanta aspereza en lo exterior ni que fuese sin renta, antes quisiera hubiera posibilidad para que no faltara nada. En fin, como flaca y ruin, aunque algunos buenos intentos llevaba más que mi regalo.

2 En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia y el estrago que habían hecho estos luteranos, y cuánto iba en crecimiento esta desventurada secta. Diome gran fatiga, y como si yo pudiera algo o fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Parecíame que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que allí se perdían. Y como me vi mujer y ruin e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos fuesen buenos, determiné a hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese, y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo, confiada en la gran bondad de Dios que nunca falta de ayudar a quien por él se determina a dejarlo todo; y que siendo tales cuales yo las pintaba en mis deseos, entre sus virtudes no tendrían fuerza mis faltas, y podría yo contentar en algo al Señor, y que todas ocupadas en oración por los que son defendedores de la Iglesia y predicadores y letrados que la defienden, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen a los que ha hecho tanto bien, que parece le querrían tornar ahora a la cruz estos traidores y que no tuviese adonde reclinar la cabeza.

3 ¡Oh Redentor mío, que no puede mi corazón llegar aquí sin fatigarse mucho! ¿Qué es esto ahora de los cristianos? ¿Siempre han de ser los que más os deben los que os fatiguen? A los que mejores obras hacéis, a los que escogéis para vuestros amigos, entre los que andáis y os comunicáis por los sacramentos, no están hartos de los tormentos que por ellos habéis pasado.

4 Por cierto, Señor mío, no hace nada quien ahora se aparta del mundo; pues a Vos os tienen tan poca ley, ¿qué esperamos nosotros? ¿Por ventura merecemos nosotros mejor nos la tengan? ¿Por ventura hémosles hecho mejores obras para que nos guarden amistad? ¿Qué es esto? ¿Qué esperamos ya los que por la bondad del Señor estamos sin aquella roña pestilencial? Que ya aquéllos son del demonio. Buen castigo han ganado por sus manos y bien han granjeado con sus deleites fuego eterno. ¡Allá se lo hayan!, aunque no me deja de quebrar el corazón ver tantas almas como se pierden; mas del mal no tanto; querría no ver perder más cada día.

5 ¡Oh hermanas mías en Cristo!, ayudadme a suplicar esto al Señor, que para eso os juntó aquí; éste es vuestro llamamiento; éstos han de ser vuestros negocios; éstos han de ser vuestros deseos; aquí vuestras lágrimas; éstas vuestras peticiones; no, hermanas mías, por negocios del mundo, que yo me río y aun me congojo de las cosas que aquí nos vienen a encargar supliquemos a Dios de pedir a su Majestad rentas y dineros, y algunas personas que querría yo suplicasen a Dios los repisasen todos. Ellos buena intención tienen y, en fin, se hace por ver su devoción, aunque tengo para mí que en estas cosas nunca me oye. Estáse ardiendo el mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo, como dicen, pues le levantan mil testimonios, quieren poner su Iglesia por el suelo, ¿y hemos de gastar tiempo en cosas que por ventura, si Dios se las diese, tendríamos un alma menos en el cielo? No es, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia.
Por cierto que, si no mirase a la flaqueza humana, que se consuela que les ayuden en todo y es bien si fuésemos algo , que holgaría se entendiese no son éstas las cosas que se han de suplicar a Dios con tanto cuidado.



Capítulo 2


Que trata cómo se han de descuidar de las necesidades corporales, y del bien que hay en la pobreza.




1 No penséis, hermanas mías, que por no andar a contentar a los del mundo os ha de faltar de comer, yo os aseguro. Jamás por artificios humanos pretendáis sustentaros, que moriréis de hambre, y con razón. Los ojos en vuestro Esposo; él os ha de sustentar. Contento él, aunque no quieran, os darán de comer los menos vuestros devotos, como lo habéis visto por experiencia. Si haciendo vosotras esto muriereis de hambre, ¡bienaventuradas las monjas de san José! Esto no se os olvide, por amor del Señor; pues dejáis la renta, dejad el cuidado de la comida; si no, todo va perdido. Los que quiere el Señor que la tengan, tengan enhorabuena esos cuidados, que es mucha razón pues es su llamamiento; mas nosotras, hermanas, es disparate.

2 Cuidado de rentas ajenas me parece a mí sería estar pensando en lo que los otros gozan; sí, que por vuestro cuidado no muda el otro su pensamiento ni se le pone deseo de dar limosna. Dejad ese cuidado a quien los puede mover a todos, que es el Señor de las rentas y de los renteros. Por su mandamiento venimos aquí; verdaderas son sus palabras; no pueden faltar; antes faltarán los cielos y la tierra. No le faltemos nosotras, que no hayáis miedo que falte; y si alguna vez os faltare, será para mayor bien, como faltaban las vidas a los santos cuando los mataban por el Señor, y era para aumentarles la gloria por el martirio. Buen trueco sería acabar presto con todo y gozar de la hartura perdurable.

3 Mirad, hermanas, que va mucho en esto muerta yo, que para esto os lo dejo escrito; que mientras yo viviere os lo acordaré, que por experiencia veo la gran ganancia: cuando menos hay, más descuidada estoy; y sabe el Señor que, a mi parecer, me da más pena cuando mucho sobra que cuando nos falta: no sé si lo hace como ya tengo visto nos lo da luego el Señor. Sería engañar el mundo otra cosa: hacernos pobres no lo siendo de espíritu, sino en lo exterior. Conciencia se me haría, a manera de decir, y me parecería era pedir limosna las ricas, y plega a Dios no sea así, que adonde hay estos cuidados demasiados de que den, una vez u otra se irán por la costumbre, o podrían ir y pedir lo que no han menester, por ventura, a quien tiene más necesidad; y aunque ellos no pueden perder nada sino ganar, nosotras perderíamos. No plega a Dios, mis hijas; cuando esto hubiera de ser, más quisiera tuvierais renta.

4 En ninguna manera se ocupe en esto el pensamiento, os pido por amor de Dios en limosna; y la más chiquita, cuando esto entendiese alguna vez en esta casa, clame a su Majestad y acuérdelo a la mayor; con humildad le diga que va errada; y valo tanto, que poco a poco se va perdiendo la verdadera pobreza. Yo espero en el Señor no será así ni dejará a sus siervas; y para esto, aunque no sea para más, aproveche esto que me habéis mandado escribir por despertador.

5 Y crean, mis hijas, que para vuestro bien me ha dado el Señor un poquito a entender los bienes que hay en la santa pobreza, y las que lo probaren lo entenderán, quizá no tanto como yo; porque no sólo no había sido pobre de espíritu, aunque lo tenía profesado, sino loca de espíritu. Ello es un bien que todos los bienes del mundo encierra en sí; es un señorío grande; digo que es señorear todos los bienes de él otra vez a quien no se le da nada de ellos. ¿Qué se me da a mí de los reyes y señores, si no quiero sus rentas, ni de tenerlos contentos, si un tantito se atraviesa haber de descontentar en algo por ellos a Dios? ¿Ni qué se me da de sus honras si tengo entendido en lo que está ser muy honrado un pobre, que es en ser verdaderamente pobre?
Tengo para mí que honras y dineros casi siempre andan juntos, y que quien quiere honra, no aborrece dineros, y que quien los aborrece, que se le da poco de honra.


6 Entiéndase bien esto, que me parece que esto de honras siempre trae consigo algún interés de rentas o dineros; porque por maravilla hay honrado en el mundo si es pobre, antes, aunque lo sea en sí, le tienen en poco. La verdadera pobreza trae una honraza consigo que no hay quien la sufra; la pobreza que es tomada por solo Dios, digo, no ha menester contentar a nadie sino a él; y es cosa muy cierta, en no habiendo menester a nadie, tener muchos amigos. Yo lo tengo bien visto por experiencia.

7 Porque hay tanto escrito de esta virtud, que no lo sabré yo entender, cuánto más decir, y por no la agraviar en loarla yo, no digo más en ella; sólo he dicho lo que he visto por experiencia, y yo confieso que he ido tan embebida que no me he entendido hasta ahora. Mas pues está dicho, por amor del Señor, pues son nuestras armas la santa pobreza y lo que al principio de la fundación de nuestra Orden tanto se estimaba y guardaba en nuestros santos padres (que me ha dicho quien lo sabe, que de un día para otro no guardaban nada), ya que en tanta perfección en lo exterior no se guarde, en lo interior procuremos tenerla. Dos horas son de vida, grandísimo el premio; y cuando no hubiera ninguno sino cumplir lo que nos aconsejó el Señor, era grande la paga imitar en algo a su Majestad.

8 Estas armas han de tener nuestras banderas, que de todas maneras lo queramos guardar: en casa, en vestidos, en palabras, y mucho más en el pensamiento. Y mientras esto hicieren, no hayan miedo caiga la religión de esta casa, con el favor de Dios; que, como decía santa Clara, grandes muros son los de la pobreza. De éstos, decía ella, y de humildad quería cercar sus monasterios; y a buen seguro, si se guarda de verdad, que esté la honestidad y todo lo demás fortalecido mucho mejor que con muy suntuosos edificios. De esto se guarden, por amor de Dios y por su sangre se lo pido yo; y si con conciencia puedo decir, que el día que tal hicieren se torne a caer.

9 Muy mal parece, hijas mías, de la hacienda de los pobrecitos se hagan grandes casas. No lo permita Dios, sino pobre en todo y chica. Parezcámonos en algo a nuestro Rey, que no tuvo casa sino en el portal de Belén adonde nació y la cruz adonde murió; casas eran éstas adonde se podía tener poca recreación. Los que las hacen grandes, ellos se entenderán; llevan otros intentos santos; mas trece pobrecitas, cualquier rincón les basta. Si porque es menester por el mucho encerramiento tuvieren campo (y aun ayuda a la oración y devoción) con algunas ermitas para apartarse a orar, enhorabuena; mas edificios y casa grande ni curioso, nada; ¡Dios nos libre! Siempre os acordad se ha de caer todo el día del juicio; ¿qué sabemos si será presto?

10 Pues hacer mucho ruido al caerse casa de trece pobrecillas no es bien, que los pobres verdaderos no han de hacer ruido; gente sin ruido ha de ser para que los hayan lástima. Y cómo se holgarán si ven alguno, por la limosna que les ha hecho, librarse del infierno; que todo es posible, porque están muy obligadas a rogar por sus almas muy continuamente, pues os dan de comer; que también quiere el Señor que, aunque viene de su parte, lo agradezcamos a las personas por cuyo medio nos lo da; y de esto no haya descuido.
No sé lo que había comenzado a decir, que me he divertido. Creo lo ha querido el Señor, porque nunca pensé escribir lo que aquí he dicho. Su Majestad nos tenga siempre de su mano para que no se caiga de ello, amén.



Capítulo 3 (3-4)


Prosigue lo que en el primero comencé a tratar, y persuade a las hermanas a que se ocupen siempre en suplicar a Dios favorezca a los que trabajan por la Iglesia. Acaba con una exclamación.




1 Tornando a lo principal para lo que el Señor nos juntó en esta casa, y por lo que yo mucho deseo seamos algo para que contentemos a su Majestad, digo que, viendo tan grandes males que fuerzas humanas no bastan a atajar este fuego de estos herejes, con que se ha pretendido hacer gente para si pudieran a fuerza de armas remediar tan gran mal y que va tan adelante, hame parecido es menester como cuando los enemigos en tiempo de guerra han corrido toda la tierra y viéndose el Señor de ella apretado se recoge a una ciudad, que hace muy bien fortalecer, y desde allí acaece algunas veces dar en los contrarios y ser tales los que están en la ciudad, como es gente escogida, que pueden más ellos a solas que con muchos soldados, si eran cobardes, pudieron, y muchas veces se gana de esta manera victoria; al menos, aunque no se gane, no los vencen; porque, como no haya traidor, si no es por hambre, no los pueden ganar. Acá esta hambre no la puede haber que baste a que se rindan; a morir sí, mas no a quedar vencidos.

2 Mas ¿para qué he dicho esto? Para que entendáis, hermanas mías, que lo que hemos de pedir a Dios es que en este castillito que hay ya de buenos cristianos no se nos vaya ya ninguno con los contrarios, y a los capitanes de este castillo o ciudad los haga muy aventajados en el camino del Señor, que son los predicadores y teólogos; y pues los más están en las religiones, que vayan muy adelante en su perfección y llamamiento, que es muy necesario; que ya ya, como tengo dicho, nos ha de valer el brazo eclesiástico y no el seglar. Y pues para lo uno ni lo otro no valemos nada para ayudar a nuestro Rey, procuremos ser tales que valgan nuestras oraciones para ayudar a estos siervos de Dios, que con tanto trabajo se han fortalecido con letras y buena vida y trabajado para ayudar ahora al Señor.

3 Podrá ser digáis que para qué encarezco tanto esto y digo hemos de ayudar a los que son mejores que nosotras. Yo os lo diré, porque aún no creo entendéis bien lo mucho que debéis al Señor en traeros adonde tan quitadas estáis de negocios y ocasiones y tratos; es grandísima merced ésta; lo que no están los que digo, ni es bien que estén, en estos tiempos menos que en otros, porque han de ser los que esfuercen la gente flaca y pongan ánimos a los pequeños; ¡buenos quedarían los soldados sin capitanes! Han de vivir entre los hombres y tratar con los hombres y estar en los palacios y aun hacerse algunas veces con ellos en lo exterior. ¿Pensáis, hijas mías, que es menester poco para tratar con el mundo y vivir en el mundo y tratar negocios del mundo y hacerse, como he dicho, a la conversación del mundo y ser en lo interior extraños del mundo y enemigos del mundo y estar como quien está en destierro, y, en fin, no ser hombres sino ángeles? Porque a no ser esto así, ni merecen nombre de capitanes ni permita el Señor salgan de sus celdas, que más daño harán que provecho; porque no es ahora tiempo de ver imperfecciones en los que han de enseñar.

4 Y si en lo interior no están fortalecidos en entender lo mucho que va en tenerlo todo debajo de los pies y estar desasidos de las cosas que se acaban y asidos a las eternas, por mucho que lo quieran encubrir, han de dar señal. Pues ¿con quién lo han sino con el mundo? No hayan miedo se lo perdone, ni que ninguna imperfección dejen de entender. Cosas buenas, muchas se les pasarán por alto, y aun por ventura no las tendrán por tales; mas mala o imperfecta, no hayan miedo. Ahora yo me espanto quién les muestra la perfección, no para guardarla (que de esto ninguna obligación les parece tienen, harto les parece hacen si guardan razonablemente los mandamientos), sino para condenar, y a las veces lo que es virtud les parece regalo. Así que no penséis es menester poco favor de Dios para esta gran batalla adonde se meten, sino grandísimo.

5 Para estas dos cosas os pido yo procuréis ser tales que merezcamos alcanzarlas de Dios: la una, que haya muchos, de los muy muchos letrados y religiosos que hay, que tengan las partes que son menester para esto, como he dicho, y a los que no están muy dispuestos, los disponga el Señor, que más hará uno perfecto que muchos que no lo estén. La otra, que después de puestos en esta pelea, que, como digo, no es pequeña, los tenga el Señor de su mano para que puedan librarse de tantos peligros como hay en el mundo y tapar los oídos, en este peligroso mar, del canto de las sirenas. Y si en esto podemos algo con Dios, estando encerradas peleamos por él, y daré yo por muy bien empleados los trabajos que he pasado por hacer este rincón, adonde también pretendí se guardase esta regla de nuestra Señora y Emperadora con la perfección que se comenzó.

6 No os parezca inútil ser continua esta petición, porque hay algunas personas que les parece recia cosa no rezar mucho por su alma; y ¿qué mejor oración que ésta? Si tenéis pena porque no se os descontará la pena del purgatorio, también se os quitará por esta oración, y lo que más faltare, falte. ¿Qué va en que esté yo hasta el día del juicio en el purgatorio, si por mi oración se salvase sola un alma? ¡Cuánto más el provecho de muchas y la honra del Señor! De penas que se acaban no hagáis caso de ellas cuando interviniere algún servicio mayor al que tantas pasó por nosotros; siempre os informad lo que es más perfecto. Así que os pido, por amor del Señor, pidáis a su Majestad nos oiga en esto. Yo, aunque miserable, lo pido a su Majestad, pues es para gloria suya y bien de su Iglesia, que aquí van mis deseos.

7 (1) Parece atrevimiento pensar yo he de ser alguna parte para alcanzar esto. Confío yo, Señor mío, en estas siervas vuestras que aquí están, que veo y sé no quieren otra cosa ni la pretenden sino contentaros. Por Vos han dejado lo poco que tenían, y quisieran tener más para serviros con ello. Pues no sois Vos, Criador mío, desagradecido para que piense yo dejaréis de hacer lo que os suplican; ni aborrecisteis, Señor, cuando andabais en el mundo, las mujeres, antes las favorecisteis siempre con mucha piedad. Cuando os pidiéremos honras, no nos oigáis, o rentas, o dineros, o cosa que sepa a mundo; mas para honra de vuestro Hijo, ¿por qué no nos habéis de oír, Padre eterno, a quien perdería mil honras y mil vidas por Vos? No por nosotras, Señor, que no lo merecemos, sino por la sangre de vuestro Hijo y sus merecimientos.

8 (2) ¡Oh Padre eterno!, mirad que no son de olvidar tantos azotes e injurias y tan gravísimos tormentos. Pues, Criador mío, ¿cómo pueden sufrir unas entrañas tan amorosas como las vuestras, que lo que se hizo con tan ardiente amor de vuestro Hijo y por más contentaros a Vos (que mandasteis nos amase), sea tenido en tan poco como hoy día tienen esos herejes el Santísimo Sacramento, que le quitan sus posadas deshaciendo las iglesias? ¡Si le faltara algo por hacer para contentaros! Mas todo lo hizo cumplido. ¿No bastaba, Padre eterno, que no tuvo adonde reclinar la cabeza mientras vivió, y siempre en tantos trabajos, sino que ahora las que tiene para convidar sus amigos (por vernos flacos y saber que es menester que los que han de trabajar se sustenten de tal manjar) se las quiten? ¿Ya no había pagado bastantísimamente por el pecado de Adán? ¿Siempre que tornamos a pecar lo ha de pagar este amantísimo Cordero? ¡No lo permitáis, Emperador mío! ¡Apláquese ya vuestra Majestad! ¡No miréis a los pecados nuestros, sino a que nos redimió vuestro sacratísimo Hijo, y a los merecimientos suyos y de su Madre gloriosa y de tantos santos y mártires como han muerto` por Vos!

9 (3) ¡Ay dolor, Señor, y quién se ha atrevido a hacer esta petición en nombre de todas! ¡Qué mala tercera, hijas mías, para ser oídas y que echase por vosotras la petición! ¡Si ha de indignar más a este soberano Juez verme tan atrevida, y con razón y justicia! Mas mirad, Señor, que ya sois Dios de misericordia; habedla de esta pecadorcilla, gusanillo que así se os atreve. Mirad, Dios mío, mis deseos y las lágrimas con que esto os suplico y olvidad mis obras, por quien Vos sois, y habed lástima de tantas almas como se pierden, y favoreced vuestra Iglesia. No permitáis ya más daños en la Cristiandad, Señor. Dad ya luz a estas tinieblas.

10 (4) Pídoos yo, hermanas mías, por amor del Señor, encomendéis a su Majestad esta pobrecilla y le supliquéis le dé humildad, como cosa a que tenéis obligación. No os encargo particularmente los reyes y prelados de la Iglesia, en especial nuestro obispo; veo a las de ahora tan cuidadosas de ello, que así me parece no es menester más. Vean las que vinieren que teniendo santo prelado lo serán las súbditas, y como cosa tan importante ponedla siempre delante del Señor; y cuando vuestras oraciones y deseos y disciplinas y ayunos no se emplearen por esto que he dicho, pensad que no hacéis ni cumplís el fin para que aquí os juntó el Señor.



Capítulo 4 (5-7)


En que persuade la guarda de la regla y de tres cosas importantes para la vida espiritual. Declara la primera de estas tres cosas, que es amor del prójimo, y lo que dañan amistades particulares.




1 Ya, hijas, habéis visto la gran empresa que pretendemos ganar; ¿qué tales habremos de ser para que en los ojos de Dios y del mundo no nos tengan por muy atrevidas? Está claro que hemos menester trabajar mucho, y ayuda mucho tener altos pensamientos para que nos esforcemos a que lo sean las obras. Pues, con que procuremos guardar cumplidamente nuestra regla y constituciones con gran cuidado, espero en el Señor admitirá nuestros ruegos. Que no os pido cosa nueva, hijas mías, sino que guardemos nuestra profesión, pues es nuestro llamamiento y a lo que estamos obligadas, aunque de guardar a guardar va mucho.

2 Dice en la primera regla nuestra que oremos sin cesar. Con que se haga esto con todo el cuidado que pudiéremos, que es lo más importante, no se dejarán de cumplir los ayunos y disciplinas y silencio que manda la Orden; porque ya sabéis que para ser la oración verdadera se ha de ayudar con esto, que regalo y oración no se compadece.

3 En esto de oración es lo que me habéis pedido diga alguna cosa, y lo dicho hasta ahora, para en pago de lo que dijere, os pido yo cumpláis y leáis muchas veces de buena gana. Antes que diga de lo interior, que es la oración, diré algunas cosas que son necesarias tener las que pretenden llevar camino de oración, y tan necesarias que, sin ser muy contemplativas, podrán estar muy adelante en el servicio del Señor; y es imposible, si no las tienen, ser muy contemplativas, y cuando pensaren lo son, están muy engañadas. El Señor me dé el favor para ello y me enseñe lo que tengo de decir, porque sea para su gloria, amén.

4 (1) No penséis, amigas y hermanas mías, que serán muchas las cosas que os encargaré, porque plega al Señor hagamos las que nuestros santos padres ordenaron y guardaron, que por este camino merecieron este nombre. Yerro sería buscar otro ni deprenderle de nadie. Solas tres me extenderé en declarar, que son de la misma constitución, porque importa mucho entendamos lo muy mucho que nos va en guardarlas para tener la paz que tanto nos encomendó el Señor, interior y exteriormente: la una es amor unas con otras; otra, desasimiento de todo lo criado; la otra,verdadera humildad, que aunque la digo a la postre, es la principal y las abraza todas.

5 (2) Cuanto a la primera, que es amaros mucho unas a otras, va muy mucho; porque no hay cosa enojosa que no se pase con facilidad en los que se aman y recia ha de ser cuando dé enojo. Y si este mandamiento se guardase en el mundo como se ha de guardar, creo aprovecharía mucho para guardar los demás; mas, más o menos, nunca acabamos de guardarle con perfección.
Parece que lo demasiado entre nosotras no puede ser malo, y trae tanto mal y tantas imperfecciones consigo, que no creo lo creerá sino quien ha sido testigo de vista. Aquí hace el demonio muchos enredos, que en conciencias que tratan groseramente de contentar a Dios se sienten poco y les parece virtud, y las que tratan de perfección lo entienden mucho, porque poco a poco quita la fuerza a la voluntad para que del todo se emplee en amar a Dios.

6 (3) Y en mujeres creo debe ser esto aún más que en hombres, y hace daños para la comunidad muy notorios; porque de aquí viene el no se amar tanto todas, el sentir el agravio que se hace a la amiga, el desear tener para regalarla, el buscar tiempo para hablarla, y muchas veces más para decirle lo que la quiere y otras cosas impertinentes que lo que ama a Dios. Porque estas amistades grandes pocas veces van ordenadas a ayudarse a amar más a Dios, antes creo las hace comenzar el demonio para comenzar bandos en las religiones; que cuando es para servir a su Majestad, luego se parece, que no va la voluntad con pasión, sino procurando ayuda para vencer otras pasiones.

7 (4) Y de estas amistades querría yo muchas donde hay gran convento, que en esta casa que no son más de trece, ni lo han de ser aquí todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han de querer, todas se han de ayudar; y guárdense de estas particularidades, por amor del Señor, por santas que sean, que aun entre hermanos suele ser ponzoña y ningún provecho en ello veo; y si son deudos, muy peor; ¡es pestilencia! Y créanme, hermanas, que aunque os parezca es éste extreno, en él está gran perfección y gran paz, y se quitan muchas ocasiones a las que no están muy fuertes; sino que, si la voluntad se inclinare más a una que a otra (que no podrá ser menos, que es natural, y muchas veces nos lleva a amar lo más ruin si tiene más gracias de naturaleza), que nos vayamos mucho a la mano a no nos dejar enseñorear de aquella afección. Amemos las virtudes y lo bueno interior, y siempre con estudio traigamos cuidado de apartarnos de hacer caso de esto exterior.

8 (5) No consintamos, ¡oh hermanas!, que sea esclava de nadie nuestra voluntad, sino del que la compró por su sangre; miren que, sin entender cómo, se hallarán asidas que no se puedan valer. ¡Oh, válgame Dios!, las niñerías que vienen de aquí no tienen cuento. Y porque son tan menudas que sólo las que lo ven lo entenderán y creerán no hay para qué las decir aquí, más de que en cualquiera será malo y en la prelada pestilencia.

9 (6) En atajar estas parcialidades es menester gran cuidado desde el principio que se comience la amistad; esto más con industria y amor que con rigor. Para remedio de esto es gran cosa no estar juntas sino las horas señaladas, ni hablarse, conforme a la costumbre que ahora llevamos, que es no estar juntas, como manda la regla, sino cada una apartada en su celda. Líbrense en san José de tener casa de labor, porque, aunque es loable costumbre, con más facilidad se guarda el silencio cada una por sí, y acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración; y pues éste ha de ser el cimiento de esta casa, es menester traer estudio en aficionarnos a lo que a esto más nos ayuda.

10 (7) Tornando al amarnos unas a otras, parece cosa impertinente encomendarlo, porque ¿qué gente hay tan bruta que tratándose siempre y estando en compañía, y no habiendo de tener otras conversaciones ni otros tratos ni recreaciones con personas de fuera de casa, y creyendo nos ama Dios y ellas a él pues por su Majestad lo dejan todo , que no cobre amor? En especial, que la virtud siempre convida a ser amada; y ésta, con el favor de Dios, espero en su Majestad siempre la habrá en las de esta casa. Así que en esto no hay que encomendar mucho, a mi parecer.

11 (8) En cómo ha de ser este amarse y qué cosa es amor virtuoso el que yo deseo haya aquí y en qué veremos tenemos esta virtud (que es bien grande, pues nuestro Señor tanto nos la encomendó y tan encargadamente a sus Apóstoles), de esto querría yo decir ahora un poquito conforme a mi rudeza. Y si en otros libros tan menudamente lo hallareis, no toméis nada de mí, que por ventura no sé lo que digo.

12 (1) De dos maneras de amor es lo que trato: una es espiritual, porque ninguna cosa parece toca a la sensualidad ni la ternura de nuestra naturaleza, de manera que quite su puridad; otra es espiritual, y junto con ella nuestra sensualidad y flaqueza o buen amor, que parece lícito, como el de los deudos y amigos; de éste ya queda algo dicho.

13 (1) Del que es espiritual, sin que intervenga pasión ninguna, quiero ahora hablar, porque en habiéndola, va todo desconcertado este concierto; y si con templanza y discreción tratamos personas virtuosas, especialmente confesores, es provechoso. Mas si en el confesor se entendiere va encaminado a alguna vanidad, todo lo tengan por sospechoso, y en ninguna manera, aunque sean buenas pláticas, las tengan con él, sino con brevedad confesarse y concluir. Y lo mejor sería decir a la prelada que no se halla bien su alma con él y mudarle; esto es lo más acertado, si se puede hacer sin tocarle en la honra.

14 (2) En caso semejante, y otros que podría el demonio en cosas dificultosas enredar y no se sabe qué consejo tomar, lo más acertado será procurar hablar alguna persona que tenga letras que habiendo necesidad dase libertad para ello y confesarse con él y hacer lo que le dijere en el caso; porque, ya que no se pueda dejar de dar algún medio, podíase errar nucho; y ¡cuántos yerros pasan en el mundo por no hacer las cosas con consejo, en especial en lo que toca a dañar a nadie! Dejar de dar algún medio, no se sufre; porque cuando el demonio comienza por aquí, no es por poco, si no se ataja con brevedad; y así, lo que tengo dicho de procurar hablar con otro confesor, es lo más acertado, si hay disposición, y espero en el Señor sí habrá.

15 (3) Miren que va mucho en esto, que es cosa peligrosa y un infierno y daño para todas. Y digo que no aguarden a entender mucho mal, sino que al principio lo atajen por todas las vías que pudieren y entendieren; con buena conciencia lo pueden hacer. Mas espero yo en el Señor no permitirá que personas que han de tratar siempre en oración puedan tener voluntad sino a quien sea muy siervo de Dios, que esto es muy cierto, o lo es que no tienen oración ni perfección conforme a lo que aquí se pretende; porque si no ven que entiende su lenguaje y es aficionado a hablar en Dios, no le podrán amar, porque no es su semejante. Si lo es, con las poquísimas ocasiones que aquí habrá, o será muy simple o no querrá desasosegarse y desasosegar a las siervas de Dios.

16 (4) Ya que he comenzado a hablar en esto, que, como he dicho, es gran daño el que el demonio puede hacer y muy tardío en entenderse, y así se puede ir estragando la perfección sin saber por dónde; porque si éste quiere dar lugar a vanidad por tenerla él, lo hace todo poco aun para las otras. Dios nos libre, por quien su Majestad es, de cosas semejantes. A todas las monjas bastaría a turbar, porque sus conciencias les dice al contrario de lo que el confesor; y si las aprietan en que tengan uno solo, no saben qué hacer ni cómo se sosegar; porque, quien lo había de quietar y remediar, es quien hace el daño. Hartas aflicciones debe haber de éstas en algunas partes; háceme gran lástima, y así no os espantéis ponga mucho en daros a entender este peligro.



CAMINO DE PERFECCION 1