El Decálogo 130


DEL QUINTO MANDAMIENTO

"No matarás" (Lc 20,13)

131 En la ley divina, por la que se nos ordena el amor de Dios y del prójimo, se prescribe, no sólo hacer el bien, sino también evitar el mal. Ahora bien, entre otros, el mayor mal que se puede hacer al prójimo es matarlo; y esto se prohíbe con estas palabras: "No matarás".

132 Con relación a este precepto se yerra de tres maneras. En efecto, algunos dijeron que no es lícito matar ni siquiera a los animales. Pero esto es falso, porque no es pecado usar de ellos, que están sujetos al poder del hombre. Es igualmente del orden natural que las plantas sirvan de alimento a los animales, y algunos animales de alimento de otros, y todo para la alimentación del hombre. Gn 9,3: "Os he entregado todo y asimismo la verdura de las plantas". Y Aristóteles dice en su Política que la caza es como una guerra justa. Dice el Apóstol en 1Co 10,25: "Todo cuanto se vende en el mercado, comedio sin preguntar nada por motivo de conciencia". Así es que no matarás a los hombres.

133 Otros dicen que este mandamiento prohíbe de manera absoluta el matar a un hombre. Por lo cual dicen que los jueces seculares son homicidas que condenan a otros según las leyes. Contra ellos dice San Agustín que por este precepto Dios no se quitó a Sí mismo el poder de matar. Por lo cual dice el Deuteronomio (Dt 32,39): "Yo mataré y daré la vida". Así es que para los que matan por mandato de Dios es algo lícito, porque entonces es Dios quien lo hace. En efecto, toda ley es un mandato de Dios. Pr 8,15: "Por mí reinan los reyes y los legisladores ordenan lo que es justo". Y el Apóstol dice en Rm 13,4: "Si haces el mal, teme, que no en vano lleva la espada, pues ministro de Dios es". Y a Moisés también se le dijo, Ex 22,18: "No dejarás con vida a los malvados". En efecto, lo que le es lícito a Dios, les es lícito también a sus ministros, por mandato de El mismo. Ahora bien, es evidente que siendo Dios el autor de las leyes, no peca infligiendo la muerte a causa del pecado. Rm 6,23: "La soldada del pecado es la muerte". Luego tampoco peca su ministro. Así es que este es el sentido (del precepto): "No matarás" por tu propia autoridad.

* Si es justa.

134 Pero otros dijeron que con decir "no matarás" se prohíbe matar a otro; por lo cual decían que es lícito matarse uno a sí mismo. En efecto, tal cosa sabemos de Sansón (Jg 16) y de Catón, y de algunas vírgenes que se arrojaron a las llamas, según relata San Agustín en el libro I de La Ciudad de Dios. Pero a esto responde allí mismo San Agustín diciendo: "El que se mata, ciertamente mata a un hombre". Y si no es lícito matar a un hombre sin la autoridad de Dios, luego tampoco a sí mismo, si no es con la autoridad dé Dios, o por inspiración del Espíritu Santo, como se dice de Sansón. Así es que "no matarás".

135 Es de saberse también que de muchas maneras puede ser homicida el hombre.

Primero por su propia mano.
Is 1,15: "Vuestras manos están llenas de sangre": lo cual no es sólo contra la caridad, que ordena que ames al prójimo como a ti mismo: 1Jn 3,15: "Todo homicida no tiene en sí la vida eterna": sino que peca también contra la naturaleza, porque, como dice el Eclesiástico (Si 13,19): "todo animal ama a su semejante". Por lo cual dice el Ex 21,12: "El que hiera mentalmente a otro será castigado con la pena de muerte". Y este es ciertamente más cruel que el lobo, del cual se dice en el libro IV "De los animales" (de Aristóteles) que si al lobo se le da carne de lobo, no la come.

También con la boca. Y esto lo hace aconsejando a alguien contra otro, desafiándolo, acusándolo y calumniándolo. Los dientes de los hijos de los hombres, dice el Ps 56,5, son "lanzas y saetas, y su lengua es tajante espada".

En tercer lugar ayudando. Pr 1,15: "Hijo mío, no andes con ellos… porque sus pies corren al mal y se apresuran a derramar sangre".

También con el consentimiento. Rm 1,32: "Son dignos de muerte no sólo quienes las hacen sino también quienes aprueban a quienes las hacen". Pues de cierta manera consientes si puedes impedirlo: Pr 24,11: "Libra a los que son llevados a la muerte"; asimismo si teniendo medios para socorrerlos no lo haces por negligencia o por avaricia. Dice San Ambrosio: "Alimenta al que muere de hambre; si no te importa, lo mataste".

136 Y debe saberse que algunos matan solamente el cuerpo, como ya se dijo; otros, el alma, arrebatando la vida de la gracia, o sea, arrastrando al pecado mortal. Jn 8,44: "El es homicida desde el principio", esto es, en cuanto movió al pecado. Otros, empero, de las dos maneras, y esto doblemente. Primeramente matando a las mujeres encintas, pues así se mata a los infantes en cuerpo y alma.* En segundo lugar matándose uno mismo.

* Esto último en cuanto se impide su bautismo.

137 "No matarás". En el Evangelio, Mt 5, Cristo enseña que nuestra justicia debe ser mayor que la justicia de la ley. Por lo cual enseña a los cristianos aguardar los mandatos de la ley más perfectamente que como la guardaron los judíos. Y la razón de esto es que con un esfuerzo mayor se gana una recompensa más grande. 2Co 9,6: "El que poco siembra, poco cosecha". En efecto, en la ley se prometían bienes temporales y terrenos: Is 1,19: "Si queréis escucharme comeréis los bienes de la tierra"; pero en nuestra ley se prometen los bienes celestiales y eternos. En consecuencia, por ser mayor la merced 'que se espera, debe abundar la observancia de los mandamientos.

138 Ahora bien, entre los otros preceptos, el Señor hace mención de éste, diciendo en Mt 5,21-22: "Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás. Mas yo os digo que todo el que se irrita contra su hermano será reo de juicio", es decir, condenado a la pena pronunciada por la ley. En Ex 21,14 se dice: "Si de propósito mata un hombre a su prójimo traidoramente, de mi altar mismo lo arrancarás para darle muerte".

139 Ahora bien, de cinco maneras debe cada quien guardarse de la cólera.

A) Primeramente no se debe dejar llevar de ella fácilmente.
Jc 1,19: "Que todo hombre sea pronto para escuchar, mas tardo para hablar y tardo para airarse". Y la razón de ello es: a) que la ira es un pecado, y Dios lo castiga.

140 Pero ¿acaso toda ira es contraria a la virtud?

Sobre esto hay dos opiniones. En efecto, los estoicos dijeron que ninguna pasión tiene cabida en el sabio; por el contrario, enseñaban que la verdadera virtud se da en el reposo del espíritu. Pero los peripatéticos enseñaron que la ira tiene cabida en el sabio, pero moderada: y esta opinión es más verdadera.

Y esto se prueba primeramente por autoridad, porque en los Evangelios encontramos que estas pasiones se le atribuyen a Cristo, en quien tenemos la plenitud y la fuente de la sabiduría.

En seguida se prueba por la razón: porque si todas las pasiones fuesen contrarias a la virtud, algunas potencias del alma serían inútiles, y aun nocivas al hombre, porque ningún acto les convendría; y así la potencia irascible y la concupiscible le habrían sido dadas inútilmente al hombre.

141 Por lo cual debemos decir que a veces la ira es una virtud, y a veces no. En efecto, en tres sentidos debe tomarse.

Primeramente según consiste en el solo juicio de la razón sin emoción del alma; y ésta no se llama propiamente ira, sino juicio. Y así se dice que Dios se irrita al castigar a los malos.
Mi 7,9: "Habré de soportar la ira del Señor porque pequé contra El".

En segundo lugar, según es una pasión, y ésta reside en el apetito sensitivo. Y es doble: porque a veces se ordena por la razón y se contiene dentro de los términos de la razón, como cuando alguien se irrita cuando debe y en cuanto debe y por lo que debe irritarse, etc.: y entonces es un acto de virtud y se le llama celo. Por lo cual Aristóteles dice que la mansedumbre no consiste en no irritarse de ninguna manera. Así es que esta ira no es pecado.

142 Y hay una tercera ira, que evita el juicio de la razón, y ésta siempre es pecado; pero a veces venial, y a veces mortal; y esta diferencia depende de lo que a la ira incita, que a veces es venial y a veces es mortal.

143 El pecado mortal es doble: o lo es por su naturaleza, o lo es por las circunstancias. Mas es claro que el homicidio es por su naturaleza un acto de pecado mortal, porque va directamente contra un precepto divino. Y por eso el consentir en el homicidio es un pecado mortal por su naturaleza: porque si el acto es mortal, también será mortal el consentimiento en ese acto. Sin embargo, a veces el pecado es mortal por su naturaleza, pero el movimiento no es pecado mortal porque le falta el consentimiento; y por lo tanto, si se despierta un movimiento de concupiscencia para fornicar, y no consentimos, no es pecado mortal.

Lo mismo con la cólera: en efecto, es un movimiento para vengar una injuria inferida, pues esto es lo propio de la ira. Pues bien, si este movimiento es tan violento que arrastre la razón, entonces es pecado mortal; pero si la razón no se ha pervertido hasta dar su consentimiento, entonces es pecado venial. Mas si el movimiento no es por su naturaleza un pecado mortal, entonces, aunque haya consentimiento, no hay pecado mortal.

Así es que lo que dice el Señor: "Aquel que se aira contra su hermano merece ser condenado por el tribunal" debe entenderse del movimiento que intenta un daño grave, movimiento que es pecado mortal, porque hubo allí consentimiento.
Qo 12,14: "Dios ha de juzgar cuanto se haya hecho, sea bueno, sea malo".

144 b) La segunda razón por la que no debemos dejarnos llevar fácilmente de la ira es que todo hombre ama la libertad y odia la esclavitud. Pues bien, el poseído de la ira no es dueño de sí mismo. Pr 27,4: "¿Quién podrá soportar el ímpetu del hombre excitado?"; y Pr 27,3: "Pesada es la piedra, pesada la arena; pero la ira del necio es más pesada que ambas cosas".

145 B) En segundo lugar debe tener cuidado en no permanecer largo tiempo en estado de cólera. Ps 4,5: "Enojaos, pero no pequéis"; Ep 4,26: "Que no se ponga el sol sobre vuestra iracundia".

Y la razón de ello la da el Señor en el Evangelio, diciendo, Mt 5,25: "Muéstrate conciliador con tu adversario mientras vas con él en el camino, no sea que te entregue al juez, y seas puesto en prisión. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo".

146 C) En tercer lugar debe cuidar de no dejarse llevar por la ira.

Primeramente en el corazón, cosa que hace cuando cae en el odio. En efecto, la distinción entre ira y odio esté en que la ira es repentina y el odio es duradero, y por eso éste es pecado mortal.
1Jn 3,15: "El que odia a su hermano es homicida". Y la razón de ello es que despojándose de la caridad se mata a sí mismo y mata al otro. Dice San Agustín en su Regla: "No tengáis pleito alguno, o terminadlo rápidamente, no sea que la ira crezca hasta el odio y que de una paja se haga una viga, y el alma se vuelva homicida". Pr 15,18: "El iracundo promueve contiendas". Gn 49,7: "Maldita sea su cólera por pertinaz, y su enojo por inflexible".

147 D) En cuarto término debe cuidar de no llegar a las palabras. Pr 12,16: "El insensato muestra al instante su cólera". Y la puede mostrar de dos maneras: a saber, injuriando y hablando orgullosamente.

En cuanto a lo primero dice el Señor en Mt 5,22: "El que le dijere a su hermano ¡loco! será reo de la gehena de fuego. Y el que le dijere ¡raca! será reo ante el Sanhedrín". Pr 15,1: "Una respuesta blanda calma la ira; una palabra áspera enciende la ira".

148 E) En quinto término debe cuidar de no llegar a los hechos. En efecto, en todas nuestras acciones debemos observar dos cosas, a saber, obrar con justicia y con misericordia. Y la ira impide ambas cosas: "la cólera del hombre no obra la justicia de Dios", como dice el Apóstol Santiago (Jc 1,20): en efecto, aunque quisiera, no le es posible. Por lo cual cierto filósofo le dijo a un ofensor suyo: "Te castigaría si no estuviera enojado". Pr 27,4: "Cruel es la ira, furiosa la cólera". Gn 49,6: "En su furor degollaron a un hombre".

149 Por lo cual Cristo no sólo nos enseñó guardarnos del homicidio, sino también de la ira. En efecto, el buen médico no sólo suprime el mal que aparece sino que también arranca la raíz del mal, no sea que retoñe: por lo cual quiere que nos abstengamos de las causas de los pecados, y por lo tanto de la cólera, que es la causa del homicidio.




DEL SEXTO MANDAMIENTO

"No adulterarás". (Ex 20,14).

150 Tras de la prohibición del homicidio se prohíbe el adulterio; y justamente, porque marido y mujer son como un solo cuerpo. "Serán (dijo el Señor, Gn 2,24) dos en una sola carne". Por lo cual después de la injuria que se infiere a una persona no hay otra mayor que la que se infiere al cónyuge. El adulterio se le prohíbe a la esposa y al esposo.

A) Pero primero debemos hablar del adulterio de la esposa, porque parece que ésta comete mayor pecado.

151
Al adulterar la mujer comete tres pecados graves. Los insinúa el Eclesiástico (Si 23,32-34): "Cualquier mujer que abandona a su marido… en primer lugar desobedeció la ley del Altísimo, en segundo lugar pecó

contra su marido, y en tercer lugar se ha manchado con el adulterio y se ha dado hijos de varón extraño".

Así pues, primeramente peca por infidelidad, porque se hizo infiel a la ley: en efecto, el Señor prohíbe el adulterio. Además, lo hace contra un decreto de Dios, Mt 19,6: "A quienes Dios unió no los separe el hombre". Además, contra los ordenamientos de la Iglesia y contra el sacramento. En efecto, el matrimonio se efectúa en presencia de la Iglesia, por lo cual se pone a Dios como testigo y garante de la fidelidad jurada: Ml 2,14: "Dios es testigo entre tú y la mujer de tu juventud, a la que tú has despreciado". Así es que se peca contra la ley, contra el reglamento y contra el sacramento de Dios.

152 En segundo lugar peca por traición, porque deja a su marido. Dice el Apóstol en 1Co 7,4: "La mujer no es dueña de su propio cuerpo, sino el marido". Por lo cual ni siquiera puede guardar la castidad sin el consentimiento del marido. Y por lo mismo, si adultera, comete traición, al entregarse ella misma a un extraño, como el esclavo que se entrega a otro dueño. Pr 2,17: "Deja al compañero de su mocedad, y olvida la alianza de su Dios".

153 En tercer lugar (peca) porque comete un robo, pues se da hijos de un extraño; y este es el robo máximo, porque da toda la herencia a hijos extraños.

Y obsérvese que tal mujer debería ver la manera de que los hijos se hiciesen religiosos o que hicieren alguna otra cosa de modo que no heredaran de los bienes del marido. Así es que la mujer adúltera es sacrílega, traidora y ladrona.

154 B) Pero los varones no pecan menos que las mujeres, aunque a veces se hacen ilusiones. Lo cual es evidente por tres motivos: Primeramente por razón de la igualdad, porque "el varón no es dueño de su propio cuerpo, sino la mujer", como se dice en 1Co 7,4: por lo cual ninguno de los dos puede hacer nada sin el consentimiento del otro en cuanto al matrimonio. Y para darlo a entender, Dios no formó a la mujer de un pie o de la cabeza, sino de un costado. Y por eso nunca tuvo el matrimonio una condición perfecta sino en la ley de Cristo; porque un solo judío tenía muchas mujeres, pero la mujer no tenía muchos maridos, por lo cual no había igualdad.

155 En segundo lugar, por la fortaleza del varón; porque la pasión propia de las mujeres es la concupiscencia: 1P 3,7: "Igualmente vosotros, maridos, tratadlas con discreción, como a delicado vaso más frágil, honrándolas". Por lo cual si exiges de tu mujer lo que tú no quieres observar, quebrantas la fidelidad.

156 En tercer lugar por su autoridad, porque el varón es la cabeza de la mujer: por lo cual las mujeres no deben hablar en la Iglesia, sino preguntar al marido en casa, como se dice en 1Co 14. Es pues el marido el maestro de la mujer; por lo cual Dios dio su precepto al varón. Ahora bien, más peca el sacerdote que el laico, el Obispo más que el sacerdote, si no observan lo que deben, porque a ellos les pertenece el enseñar a los demás. De manera semejante, si el varón peca, quebranta la fe no guardando lo que debe.

Sin embargo, atiendan las esposas a lo que dice Cristo en Mt 23,3: "Haced y guardad lo que os digan, pero no los imitéis en las obras".

157 "No adulterarás". Como está dicho, tanto a los varones como a las mujeres Dios les prohibió el adulterio. Pero debe saberse que aun cuando algunos creen que el adulterio es pecado, sin embargo no creen que sea pecado mortal la simple fornicación. Contra ellos dice el Apóstol en He 13,4: "Dios condenará a fornicadores y adúlteros"; y en 1Co 6,9: "No os engañéis: ni los fornicarios, ni los adúlteros, ni los muelles, ni los sodomitas poseerán el reino de Dios". Ahora bien, a nadie se excluye del reino de Dios sino por el pecado mortal. Luego es pecado mortal (la fornicación).

158 Pero quizá digáis: no hay razón para que seapecado mortal por no darse un cuerpo propiedad de una mujer, como en el adulterio. Respondo que si no se da un cuerpo propiedad de una mujer, sin embargo se da un cuerpo de Cristo, que se le dio y consagró en el bautismo. Así pues, si nadie debe hacer injusticia contra su mujer, con mayor razón tampoco contra Cristo. 1Co 6,15: "¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Y voy a tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una meretriz? Ni lo quiera Dios". Es pues una herejía decir que la simple fornicación no es pecado mortal.

159 Por lo cual conviene saber que con el precepto de "no adulterarás", se prohíbe no sólo el adulterio sino toda corrupción carnal, excepto los actos del matrimonio.

160 Además debe saberse que algunos dicen que la unión del varón y la esposa no es sin pecado; lo cual es herético. Dice el Apóstol en He 13,4: "El matrimonio sea tenido por todos en honor, y el lecho conyugal sin mancha". Ahora bien, tal unión no sólo se hace a veces sin pecado, sino que también es para merecer la vida eterna los que poseen la caridad; a veces se hace con pecado venial; a veces con pecado mortal.

En efecto, cuando es con la intención de procrear un hijo, entonces es una obra de virtud; cuando es con la intención de pagar el débito, también entonces es una obra de justicia; mas cuando es un modo de ejercitar la sensualidad, entonces es con pecado venial, si no traspasa los límites del matrimonio; y cuando los traspasa, de modo que si pudiera se pasaría a otra mujer, entonces es mortal.*

* La regla de S.S. Paulo VI ha sido siempre la de la Iglesia y es definitiva: todo acto conyugal debe estar abierto mental, intencionalmente a la concepción, sin echar mano de ningún recurso artificial para evitarla. Además, no pueden los esposos limitar arbitrariamente el número de hijos ni siquiera echando mano del recurso lícito del ritmo, que deja de ser lícito en ese caso. Jamás debe olvidarse que el fin específico del matrimonio es la procreación (N. del Traductor).

161 Mas debe saberse que el adulterio y la fornicación se prohíben por muchas razones. En efecto, primeramente dan muerte al alma. Pr 6,32: "El adúltero pierde el alma por pobreza del espíritu". Y dice "por pobreza del espíritu", lo que ocurre cuando la carne domina al espíritu.

En segundo lugar priva de la vida: en efecto, el adúltero debe morir según la ley, como se dice en el Lv 20 y en Dt 22. Y que a veces no sea castigado corporalmente es para su mal; porqué la pena corporal que se sufre con paciencia es para la remisión de los pecados; pero será castigado en seguida en la vida futura.

En tercer lugar disipa sus bienes. Por lo cual en Lc 15,13 se cuenta que el hijo pródigo disipó su hacienda viviendo lujuriosamente. Si 9,6: "De ninguna manera te entregues a meretrices, para que no te pierdas y pierdas tu hacienda".

En cuarto lugar, hace despreciables a sus hijos. Sg 3,16-17: "Los hijos de los adúlteros serán destruidos, y la raza que procede del lecho criminal será exterminada; y si algunos viven largamente, serán tenidos en nada, y sin honor". 1Co 7,14: "De otro modo vuestros hijos serán impuros, y ahora son santos". En la Iglesia no se les honra, si es que pueden sin deshonra ser clérigos.

En quinto lugar, deshonra, y especialmente a las mujeres. Si 9,10: "Toda mujer pública es pisoteada como el estiércol en el camino"; y del varón se dice en Pr 6,33: "Va acumulando para sí oprobios e ignominias, y jamás se borrará su infamia". Gregorio dice también que los pecados carnales son más infamantes pero menos culpables que los espirituales. Y la razón es que el pecado carnal es común con las bestias. Ps 48,21: "El hombre, constituido en dignidad, no entiende: se ha igualado con los insensatos jumentos, y se ha hecho ellos".


DEL SÉPTIMO MANDAMIENTO

"No hurtarás". (Ex 20,15).

162 El Señor ha prohibido en su ley principalmente la ofensa al prójimo: y primeramente la ofensa a la propia persona, cuando dice: "No matarás"; en segundo lugar, en el consorte, cuando dice: "No adulterarás"; en tercer lugar, en las cosas, y aquí dice: "No hurtarás".

163 Y debe saberse que por este precepto se prohíbe toda manera injusta de quitar un bien. En efecto, de muchas maneras se comete el hurto.

Primera: tomando ocultamente.
Mt 24,43: "Si el padre de familia supiera a qué hora vendría el ladrón…": y esto es vituperable porque es una especie de traición. Si 5,17: "Sobre el ladrón vendrá la confusión".

164 Segunda: arrebatando violentamente: y esta es mayor injusticia. Jb 24,9: "A viva fuerza saquearon a los huérfanos". Entre ellos se hallan los príncipes y reyes malos. So 3,3: "Sus príncipes están en medio de ella como leones rugientes; sus jueces, lobos nocturnos, que nada dejan para la mañana". En efecto, éstos obran contra la intención del Señor, que quiere un reino justo y que dice, Pr 8,15: "Por mí reinan los reyes y los legisladores ordenan lo que es justo". Y tales injusticias a veces las cometen a modo de hurto, a veces con violencia. Is 1,23: "Tus príncipes son prevaricadores, compañeros de bandidos: todos aman las dádivas y van tras los presentes". A veces componen y estatuyen leyes sólo para lucrar. Is 10,1: "¡Ay de aquellos que establecen leyes inicuas!", y San Agustín dice que todo mal gobierno es un robo. Por lo cual dice: "¿Qué son los reinos sino latrocinios?".

165 Tercera: no pagando el salario. Lv 19,13: "No retendrás el salario de tu jornalero hasta el siguiente día". Y por esto se entiende que el hombre debe dar a cada quien lo suyo, ya sea príncipe, ya prelado, ya clérigo, etc. Rm 13,7: "Pagad a todos lo que se les debe: a quien tributo, tributo; a quien aduana, aduana". En efecto, estamos obligados a pagar estipendio a los reyes que custodian nuestra paz.

166. Cuarta: defraudando en los tratos. Por lo cual se dice en Dt 25,13: "No tendrás en tu bolsa diferentes pesas"; y Lv 19,35-36: "No cometáis injusticia en el juicio, en la regla, en el peso, en la medida. La balanza sea justa y cabales las pesas, justo el modio y el sextario". Pr 20,23: "Abominables son al Señor las pesas falsas; mala cosa es la balanza infiel". Esto es también contra los taberneros, que mezclan el agua con el vino. También con esto se prohíbe la usura. Ps 14,1: "¿Quién habitará en tu tabernáculo, o quién descansará en tu monte santo?"; y luego: "El que no da a usura su dinero". Esto es igualmente contra los cambistas, que cometen muchos engaños, y contra los vendedores de paños y de otros objetos.

167 Pero quizá digas: ¿Por qué no he de hacer con el dinero como con un caballo o una casa? Debe responderse que cometen pecado los que venden dos veces una cosa. Ahora bien, en la casa hay dos cosas, a saber: la casa misma y el uso. En efecto, una cosa es poseer la casa, y otra usar de ella; por lo cual separadamente puedo vender el uso sin vender la casa; y así en todas las cosas semejantes. Por lo cual si hay cosas que valen por su solo uso, y su uso las destruye, no puede hacerse con ellas lo que con la casa. En efecto, usamos del dinero gastándolo, y del trigo consumiéndolo; por lo cual, si vendes su uso, vendes dos veces.

168 Quinta: comprando dignidades, o temporales o espirituales. Acerca de lo primero, Jb 20,15: "Vomitará las riquezas que devoró, y de su vientre se las arrancará Dios". En efecto, todos los tíranos que por la fuerza sujetan reinos o provincia o feudo, ladrones son, y todos ellos están obligados a la restitución. Acerca de lo segundo, Jn 10,1: "En verdad, en verdad os digo que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador"; y por lo tanto son ladrones los simoníacos.

169 "No hurtarás". Este precepto, como está dicho, prohíbe toda mala adquisición. Y muchas razones deben llevarnos a evitar eso. La primera se desprende de su gravedad. En efecto, se asimila este pecado al homicidio. Si 34,25: "Es la vida de los pobres el pan que necesitan, y quien se lo quita es un hombre sanguinario"; y otra vez, Si 34,27: "Hermanos son el que derrama la sangre y el que defrauda al jornalero".

170 La segunda es por la clase del peligro, pues ningún pecado es tan peligroso. En efecto, ningún pecado se perdona sin satisfacción y penitencia. De todos los otros pecados se arrepiente uno rápidamente: como es claro en el caso del homicidio, cesando la ira; y en el de la fornicación, cesando la pasión de la concupiscencia, y así en los demás. Mas aunque de este pecado a veces se arrepienta uno, sin embargo, no es fácil de hacer satisfacción; sobre todo porque no sólo está obligado a satisfacer por lo robado, sino también por el daño causado al dueño con el robo; y todavía está obligado a hacer penitencia por el pecado. Por lo cual se dice en Ha 2,6: "¡Ay de aquellos que amontonan lo ajeno! ¿Hasta cuándo acumulará contra sí el denso cieno?". Dice que es un denso cieno, del que no fácilmente se libra el hombre.

171 Tercera: de la inutilidad de tales bienes. En efecto, no son útiles espiritualmente. Pr 10,2: "No aprovecharán los tesoros de la iniquidad"; porque las riquezas aprovechan espiritualmente por las limosnas y sacrificios: Pr 13,8: "Las riquezas del hombre son para el rescate de su vida"; pero de las que no son propias se dice en Is 61,8: "Yo, el Señor, amo la justicia y odio la rapiña en el holocausto". Si 34,24: "El que ofrece un sacrificio con los bienes de los pobres es como el que degüella un hijo delante del padre". Y tampoco aprovechan temporalmente, porque duran poco. Ha 2,9: "Ay del que amase frutos de avaricia, para mal de su propia casa… y cree que así se librará de las garras del mal". Pr 28,8: "Quien amontona riquezas con usura e intereses injustos, las allega para otro que será liberal con los pobres". Pr 13,22: "Para el justo se reservan los bienes del pecador".

172 Cuarta: por la singularidad del daño: hacen perder los demás bienes, pues son como fuego mezclado a la paja. Jb 15,34: "El fuego devorará las moradas de los que gustan de recibir presentes". Sábete, además, que el ladrón no sólo pierde su alma, sino también las de sus hijos, porque éstos tienen la obligación de restituir.


DEL OCTAVO MANDAMIENTO

"No levantarás falso testimonio contra tu prójimo". (Ex 20,16).

173 Ya tiene prohibido el Señor que nadie ofenda a su prójimo de obra; ahora preceptúa que tampoco se le ofenda de palabra, o sea: "No levantarás falso testimonio contra tu prójimo". Ahora bien, esto puede ser de dos maneras: o en un proceso, o en la conversación corriente.

174 En un proceso, de tres maneras, según lo que tres personas pueden obrar contra este precepto. La primera persona, acusando falsamente: Lv 19,6: "No seas calumniador ni chismoso entre el pueblo". Y observa que así como no debes decir falsedad, tampoco debes callar la verdad. Mt 18,15: "Si tu hermano pecare contra ti, ve y repréndele".

175 También la persona del que testifica mintiendo. Pr 19,5: "El testigo falso no quedará impune". En efecto, este precepto incluye todos los precedentes, porque ese tal a veces es homicida, a veces ladrón, etc.

Y éstos deben ser castigados con la pena de la que se dice en Dt 19,18 Dt 19,21: "Si después de una escrupulosa investigación, averiguasen que el falso testigo ha dicho mentira contra su hermano, le harán a él lo que él pensaba que se le hiciera a su hermano… No te compadecerás de él, sino que le exigirás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie"; y Pr 25,18: "El hombre que rinde falso testimonio contra su prójimo es un dardo, una espada y aguda saeta".

176 También la persona del juez que sentencia in justamente. Lv 19,15: "No juzgarás injustamente. No tengas miramiento con la persona del pobre, ni honres la cara del poderoso. Juzga a tu prójimo con justicia".

177 En la conversación ordinaria suelen pecar contra este precepto cinco clases de hombres. A saber, los detractores. Rm 1,30: "Los detractores le son odiosos a Dios". En efecto, dice que "le son odiosos a Dios" porque nada aprecia tanto el hombre como su reputación. Si 7,2: "Vale más el buen nombre que los perfumes preciosos". Pr 22,1: "Vale más el buen nombre que muchas riquezas". Pues bien, eso lo arrebatan los detractores. Si 10,11: "El que ocultamente habla mal, no hace menos daño que la serpiente que muerde sin hacer ruido". Por lo cual si no restituyen la fama, no pueden salvarse.

178 También el que gustosamente escucha a los detractores. Si 28,28: "Pon a tus orejas una cerca de espinas, y no des oído a la lengua malvada, y pon puertas a tu boca y cerraduras a tus orejas". Pues no debe el hombre oír complaciente a tales gentes: muy al contrario debe mostrarle al detractor un rostro triste y severo. Pr 25,23: "El viento norte ahuyenta la lluvia, y el rostro severo la lengua detractora".

179 También los chismosos, que cuentan cualquier cosa que oyen. Pr 6,16: "Seis cosas aborrece el Señor, y otra más le es detestable: el que siembra discordias entre hermanos". Si 28,15: "El murmurador y el hombre de dos lenguas es maldito, porque perturba a muchos que vivían en paz"; y por los muchos males que se siguen.

180 También los halagadores, o sea, los aduladores. Ps 10,3: "El pecador gloriase en los deseos de su alma, y el inicuo es alabado". Is 3,12: "Pueblo mío, los que te llaman bienaventurado son los que te engañan". Ps 140,5: "El justo me corregirá y reprenderá con misericordia; pero que el bálsamo del pecador no unja mi cabeza".

181 También los murmuradores, y éstos abundan principalmente entre los súbditos. 1Co 10,10: "Ni tampoco murmuréis". Sg 1,11: "Guardaos de la murmuración, la cual de nada aprovecha". Pr 25,15: "con la paciencia se aplaca el príncipe, y la lengua blanda quebranta la dureza".

182 "No hablarás contra tu prójimo falso testimonio". Con esta prohibición prohíbase toda mentira. Si 7,14: "Guárdate de proferir mentira alguna; porque el acostumbrarse a eso no es bueno". Y esto por cuatro razones.

Primera: por la semejanza con el demonio. En efecto, el mentiroso se hace hijo del demonio. Porque por sus palabras se conoce de qué región y patria es un hombre: "Porque tú misma habla te da a conocer", como se dice en Mt 26,73. Así, algunos hombres son del linaje del diablo y son llamados hijos del diablo, a saber, los que dicen mentiras; porque el diablo es mentiroso y el padre de la mentira, como se dice en Jn 8,44. En efecto, él mintió: Gn 3,4: "De ningún modo moriréis". Mas otros son hijos de Dios, los que dicen la verdad, porque Dios es la verdad.

183 Segunda: por la disolución de la sociedad. En efecto, los hombres viven juntos, cosa que no podría ser si entre sí no dijesen la verdad. Dice el Apóstol en Ep 4,25: "Despojándoos de la mentira, hable cada uno verdad con su prójimo, porque todos somos miembros unos de otros".

184 Tercera: por la pérdida de la fama. En efecto, al que acostumbra mentir no se le cree, aunque diga laverdad. Si 34,4: "¿Qué se puede purificar con lo que es inmundo? ¿Y el mentiroso qué verdad puede decir?".

185 Cuarta, por la perdición del alma. En efecto, el hombre mentiroso da muerte a su alma. Sg 1,11: "La boca mentirosa da muerte al alma". Ps 5,7: "Tú perderás a todos los que hablan mentira". De lo cual se desprende que es pecado mortal.

186 Debes advertir que de las mentiras algunas son graves, algunas veniales.

Es pecado mortal mentir en las cosas que son de fe; lo cual corresponde a los maestros y predicadores ilustres; esta es más grave que todas las otras especies de mentira:
2P 2,1: "Habrá entre vosotros falsos doctores, que introducirán sectas de perdición". Algunos a veces hablan así para aparecer como sabios: Is 57,4: "¿De quién os burláis? ¿A quién le hacéis muecas y le sacáis la lengua? ¿No sois vosotros hijos malvados, raza de mentira?". Igualmente a veces algunos mienten para dañar al prójimo. Col 3,9: "No os engañéis unos a otros". Y estas dos especies de mentiras son mortales.

187 Mas otros mienten en interés de sí mismos, y esto de múltiples maneras. A veces por humildad. Y a veces en la confesión. Sobre lo cual dice San Agustín: "Como se debe evitar que el hombre calle lo que haya hecho, así también que no diga lo que no haya hecho". Jb 13,7: "¿Acaso tiene Dios necesidad de vuestras mentiras?". Si 19,23: "Hay quien maliciosamente se humilla; mas su interior está lleno de dolo; y hay justo que se abate excesivamente con grandes humillaciones".

Algunos por un poco de vergüenza, como cuando creen decir verdad y dicen algo falso, y advirtiéndolo se avergüenzan de retractarse. Si 4,30: "De ningún modo contradigas a la palabra de verdad, y avergüénzate de la mentira (fruto) de tu ignorancia".

Algunos por interés, a saber, cuando quieren alcanzar algo o librarse de algo. Is 28,15: "Pusimos nuestra confianza en la mentira, y nos protege la mentira". Pr 10,4: "Quien se apoya en la mentira se alimenta de viento".

Otros por conveniencia de otro, como cuando quieren librar a alguien de la muerte o de un peligro o daño; y de esto hay que cuidarse, como dice San Agustín. Si 4,26: "No tengas miramientos con nadie en daño tuyo, ni mientas a costa de tu alma".

Otros por juego: y esto debe evitarse, no sea que por la costumbre se llegue al pecado mortal. Sg 4,12: "La fascinación de la frivolidad oscurece el bien".



El Decálogo 130