DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - La situación religioso-moral

LA IGLESIA EN EL CAMPO DEL MUNDO

La fe de los cristianos


24. Los discípulos de Jesús están inmersos en el mundo como levadura pero, al igual que en todo tiempo, no quedan inmunes de experimentar el influjo de las situaciones humanas. Por ello, es necesario plantearse la situación actual de la fe de los cristianos.

La renovación catequética en la Iglesia, desarrollada durante los últimos decenios, ha dado ya frutos muy positivos. (41) La catequesis de niños, de jóvenes y de adultos ha dado origen a un tipo de cristiano verdaderamente consciente de su fe y coherente con ella en su vida. Ha favorecido en ellos, en efecto:
- una nueva experiencia viva de Dios, como Padre misericordioso;
- un redescubrimiento más hondo de Jesucristo, no sólo en su divinidad, sino también en su verdadera humanidad;
- el sentirse, todos, corresponsables de la misión de la Iglesia en el mundo;
- la toma de conciencia de las exigencias sociales de la fe.


(41) Cfr. CTR 3; MP, D 4.



25. Sin embargo, ante el panorama religioso actual, se hace necesario que los hijos de la Iglesia verifiquen: "¿En qué medida están también ellos afectados por la atmósfera de secularismo y relativismo ético?". (42)

Un primer grupo está constituido por el "gran número de personas que recibieron el bautismo pero viven al margen de toda vida cristiana". (43) Se trata, en efecto, de una muchedumbre de cristianos "no practicantes", (44) aunque en el fondo del corazón de muchos el sentimiento religioso no haya desaparecido del todo. Despertarles a la fe es un verdadero reto para la Iglesia.
Junto a éstos, están también las "gentes sencillas", (45) que se expresan a menudo con sentimientos religiosos muy sinceros y con una "religiosidad popular" (46) muy arraigada. Tienen una cierta fe, "pero conocen poco los fundamentos de la misma". (47) También existen numerosos cristianos, intelectualmente más cultivados, pero con una formación religiosa recibida sólo en la infancia, que necesitan replantear y madurar su fe bajo una luz distinta. (48)


(42) TMA 36b; cfr. GS 19c.

(43) EN 52; cfr. CTR 19 CTR 42.

(44) EN 56.

(45) EN 52.

(46) EN 48; cfr. CTR 54 CL 34b; DCG (1971) 6; Sínodo 1985, II,A,4.

(47) EN 52.

(48) Cfr. EN 52 CTR 44.



26. No falta, tampoco, un cierto número de bautizados que, lamentablemente, ocultan su identidad cristiana sea por una forma de diálogo interreligioso mal entendida, sea por una cierta reticencia a dar testimonio de su fe en Jesucristo en la sociedad contemporánea.

Estas situaciones de la fe de los cristianos reclaman con urgencia del sembrador el desarrollo de una nueva evangelización, (49) sobre todo en aquellas Iglesias de tradición cristiana donde el secularismo ha hecho más mella. En esta nueva situación, necesitada de evangelización, el anuncio misionero y la catequesis, sobre todo a jóvenes y adultos, constituyen una clara prioridad.


(49) Cfr. CL 34b; RMi 33d.


La vida interna de la comunidad eclesial


27. Es importante considerar también la vida misma de la comunidad eclesial, su calidad interna. Una primera consideración es descubrir cómo en la Iglesia se ha acogido y han ido madurando los frutos del Concilio Vaticano II. Los grandes documentos conciliares no han sido letra muerta: se constatan sus efectos. Las cuatro constituciones –Sacrosanctum Concilium, Lumen Gentium, Dei Verbum y Gaudium et Spes– han fecundado a la Iglesia. En efecto:

- La vida litúrgica es comprendida más profundamente como fuente y culmen de la vida eclesial.
- El Pueblo de Dios ha adquirido una conciencia más viva del "sacerdocio común", (50) originado en el Bautismo. Así mismo, se descubre más y más la vocación universal a la santidad y un sentido más vivo del servicio a la caridad.
- La comunidad eclesial ha adquirido un sentido más vivo de la Palabra de Dios. La Sagrada Escritura, por ejemplo, es leída, gustada y meditada de una manera más intensa.
- La misión de la Iglesia en el mundo se percibe de una manera nueva. Sobre la base de una renovación interior, el Concilio ha abierto a los católicos a la exigencia de una evangelización vinculada necesariamente con la promoción humana, a la necesidad de diálogo con el mundo, con las culturas y religiones, y a la urgente búsqueda de la unidad entre los cristianos.


(50) LG 10.



28. En medio de esta fecundidad se deben reconocer también "defectos y dificultades en la recepción del Concilio". (51) A pesar de una doctrina eclesiológica tan amplia y profunda, se ha debilitado el sentido de pertenencia eclesial; se constata, con frecuencia, una "desafección hacia la Iglesia"; (52) se la contempla, muchas veces, de forma unilateral, como mera institución, privada de su misterio.

En algunas ocasiones, se han dado posiciones parciales y contrapuestas en la interpretación y aplicación de la renovación pedida a la Iglesia por el Concilio Vaticano II. Tales ideologías y comportamientos han conducido a fragmentaciones y a dañar el testimonio de comunión, indispensable para la evangelización.
La acción evangelizadora de la Iglesia, y en ella la catequesis, debe buscar más decididamente una sólida cohesión eclesial. Para ello es urgente promover y ahondar una auténtica eclesiología de comunión, (53) a fin de generar en los cristianos una sólida espiritualidad eclesial.


(51) Sínodo 1985, I, 3.

(52) Ibidem.

(53) Congregación para la Doctrina de la Fe. Carta Communionis notio (28 mayo 1992) 1: AAS 85 (1993), p. 838; cfr. 36e.


Situación de la catequesis: vitalidad y problemas


29. Muchos son los aspectos positivos de la catequesis en estos últimos años, que muestran su vitalidad. Entre ellos cabe destacar:

- El gran número de sacerdotes, religiosos y laicos que se consagran con entusiasmo y constancia a la catequesis. Es una de las acciones eclesiales más relevantes.
- También hay que destacar el carácter misionero de la catequesis actual y su tendencia a asegurar la adhesión a la fe por parte de los catecúmenos y de los catequizandos, en medio de un mundo donde el sentido religioso se oscurece. En esta dinámica se toma clara conciencia de que la catequesis debe adquirir el carácter de la formación integral, y no reducirse a una mera enseñanza: deberá empeñarse, en efecto, en suscitar una verdadera conversión. (54)
- En sintonía con lo anterior, tiene extraordinaria importancia el incremento que va adquiriendo la catequesis de adultos (55) en el proyecto de catequesis de numerosas Iglesias particulares. Esta opción aparece como prioritaria en los planes pastorales de muchas diócesis. Igualmente, en algunos movimientos y grupos eclesiales ocupa un lugar central.
- Favorecido sin duda por las orientaciones recientes del Magisterio, el pensamiento catequético ha ganado, en nuestro tiempo, en densidad y profundidad. En este sentido, muchas Iglesias particulares cuentan ya con adecuadas y oportunas orientaciones pastorales.



30. Algunos problemas, sin embargo, deben hoy ser examinados con particular cuidado, tratando de encontrar solución a los mismos:

- El primero se refiere a la concepción de la catequesis como escuela de fe, como aprendizaje y entrenamiento de toda la vida cristiana, concepción que no ha penetrado plenamente en la conciencia de los catequistas.

En lo que concierne a la orientación de fondo, el concepto de "Revelación" impregna ordinariamente la actividad catequética; sin embargo, el concepto conciliar de "Tradición" tiene un menor influjo en cuanto elemento realmente inspirador. De hecho, en muchas catequesis, la referencia a la Sagrada Escritura es casi exclusiva, sin que la reflexión y la vida dos veces milenaria de la Iglesia (56) la acompañe de modo suficiente. La naturaleza eclesial de la catequesis aparece, en este caso, menos clara. La interrelación entre la Sagrada Escritura, la Sagrada Tradición y el Magisterio, "cada uno a su modo", (57) no fecunda aún de modo armonioso la transmisión catequética de la fe.
- Respecto a la finalidad de la catequesis, que trata de propiciar la comunión con Jesucristo, es necesaria una presentación más equilibrada de toda la verdad del misterio de Cristo. A veces se insiste sólo en su humanidad, sin hacer explícita referencia a su divinidad; en otras ocasiones, menos frecuentes en nuestro tiempo, se acentúa tan exclusivamente su divinidad que no se pone de relieve la realidad del misterio de la Encarnación del Verbo. (58)
- Acerca del contenido de la catequesis, subsisten varios problemas. Existen ciertas lagunas doctrinales sobre la verdad de Dios y del hombre, sobre el pecado y la gracia, y sobre los novísimos. Existe la necesidad de una más sólida formación moral; se advierte una inadecuada presentación de la historia de la Iglesia y una escasa relevancia de su doctrina social En algunas regiones proliferan catecismos y textos de iniciativa particular, con tendencias selectivas y acentuaciones tan diversas que llegan a dañar la necesaria convergencia en la unidad de la fe. (59)
- "La catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y sacramental". (60) A menudo, sin embargo, la práctica catequética muestra una vinculación débil y fragmentaria con la liturgia: una limitada atención a los signos y ritos litúrgicos, una escasa valoración de las fuentes litúrgicas, itinerarios catequéticos poco o nada conectados con el año litúrgico y una presencia marginal de celebraciones en los itinerarios de la catequesis.
- En lo que concierne a la pedagogía, después de una acentuación excesiva del valor del método y de las técnicas por parte de algunos, no se atiende aún debidamente a las exigencias y originalidad de la pedagogía propia de la fe. (61) Se cae con facilidad en el dualismo "contenido-método", con reduccionismos en uno u otro sentido. Respecto a la dimensión pedagógica, no se ha ejercido siempre el necesario discernimiento teológico.
- Por lo que concierne a la diversidad de culturas en relación al servicio de la fe, está el problema de saber transmitir el Evangelio en el horizonte cultural de los pueblos a los que se dirige, de modo que pueda ser percibido realmente como una gran noticia para la vida de las personas y de la sociedad. (62)
- La formación al apostolado y a la misión es una de las tareas fundamentales de la catequesis. Sin embargo, mientras crece en la actividad catequética una nueva sensibilidad para formar a los fieles laicos para el testimonio cristiano, el diálogo interreligioso y el compromiso en el mundo, la educación en el sentido de la "misión ad gentes" es aún débil e inadecuada. A menudo, la catequesis ordinaria concede a las misiones una atención marginal y de carácter ocasional.


(54) Cfr. CTR 19b.

(55) Cfr. CTR 43.

(56) Cfr. CTR 27b.

(57) DV 10c.

(58) Cfr. CTR 29b.

(59) Cfr. CTR 30.

(60) CTR 23.

(61) Cfr. CTR 58.

(62) Cfr. EN 63.


LA SIEMBRA DEL EVANGELIO


31. Analizado el terreno, el sembrador envía a sus operarios a anunciar el Evangelio por todo el mundo, comunicándoles la fuerza de su Espíritu Al mismo tiempo les muestra cómo leer los signos de los tiempos y les pide una preparación muy cuidada para realizar la siembra.


Cómo leer los signos de los tiempos


32. La voz del Espíritu que Jesús, de parte del Padre, ha enviado a sus discípulos resuena también en los acontecimientos mismos de la historia. (63) Tras los datos cambiantes de la situación actual, y en las motivaciones profundas de los desafíos que se le presentan a la evangelización, es necesario descubrir "los signos de la presencia y del designio de Dios". (64) Se trata de un análisis que debe hacerse a la luz de la fe, con actitud de comprensión. Valiéndose de las ciencias humanas, (65) siempre necesarias, la Iglesia trata de descubrir el sentido de la situación actual dentro de la historia de la salvación. Sus juicios sobre la realidad son siempre diagnósticos para la misión.


(63) Cfr. FC 4b; cfr. CL 3.

(64) GS 11; cfr. GS 4.

(65) Cfr. GS 62e; FC 5c.


Algunos retos para la catequesis


33. Para poder expresar su vitalidad y eficacia, la catequesis debe asumir, hoy, los siguientes desafíos y opciones:

- ante todo debe ser propuesta como un servicio fundamental, interior a la evangelización de la Iglesia, y con un acentuado carácter misionero;
- debe dirigirse a sus destinatarios de siempre, que han sido y siguen siendo los niños, los adolescentes, los jóvenes y los adultos, y debe hacerlo a partir, sobre todo, de estos últimos;
- a ejemplo de la catequesis patrística, debe moldear la personalidad creyente y, en consecuencia, ser una verdadera y propia escuela de pedagogía cristiana;
- debe anunciar los misterios esenciales del cristianismo, promoviendo la experiencia trinitaria de la vida en Cristo como centro de la vida de fe;
- debe considerar, como tarea prioritaria, la preparación y formación de catequistas dotados de una profunda fe.




PRIMERA PARTE
LA CATEQUESIS EN LA MISION EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA
"Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio a toda la creación" (Mc 16,15).
"Id y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28, 19-20).
"Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos… hasta los confines de la tierra" (Hch 1,8).


El mandato misionero de Jesús


34. Jesús, después de su resurrección, envió de parte del Padre al Espíritu Santo para que llevase a cabo desde dentro la obra de la salvación y animase a los discípulos a continuar su propia misión en el mundo entero, como él a su vez había sido enviado por el Padre. Él fue el primero y más grande evangelizador. Anunció el Reino de Dios, (66) como nueva y definitiva intervención divina en la historia, y definió este anuncio como "el Evangelio", es decir, la buena noticia. A él dedicó toda su existencia terrena: dio a conocer el gozo de pertenecer al Reino, (67) sus exigencias y su "carta magna", (68) los misterios que encierra, (69) la vida fraterna de los que entran en él, (70) y su plenitud futura. (71)


(66) Cfr. Mc 1,15 y paralelos; RMi 12-20 CEC 541-560.

(67) Cfr. Mt 5,3-12.

(68) Cfr. Mt 5,1-7,29.

(69) Cfr. Mt 13,11.

(70) Cfr. Mt 18,1-35.

(71) Cfr. Mt 24,1-25,46.


Significado y finalidad de esta parte


35. Esta primera parte trata de definir el carácter propio de la catequesis.

El capítulo primero, de fundamentación teológica, recuerda brevemente el concepto de Revelación expuesto en la Constitución conciliar Dei Verbum. Dicha concepción determina, de manera específica, el modo de concebir el ministerio de la Palabra. Los conceptos de Palabra de Dios, Evangelio, Reino de Dios y Tradición, presentes en esta Constitución dogmática, fundamentan el significado de catequesis. Junto a ellos, el concepto de evangelización es referente obligado para la catequesis. Su dinámica y sus elementos, son expuestos, con una nueva y profunda precisión, en la Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi.
El capítulo segundo sitúa a la catequesis en el marco de la evangelización y la pone en relación con las otras formas del ministerio de la Palabra de Dios. Gracias a esta relación se descubre más fácilmente el carácter propio de la catequesis.
El capítulo tercero analiza más directamente la catequesis en sí misma: su naturaleza eclesial, su finalidad vinculativa de comunión con Jesucristo, sus tareas, y la inspiración catecumenal que la anima.
La concepción que se tenga de la catequesis condiciona profundamente la selección y organización de sus contenidos (cognoscitivos, experienciales, comportamentales), precisa sus destinatarios y define la pedagogía que se requiere para la consecución de sus objetivos.
El término "catequesis" ha experimentado una evolución semántica durante los veinte siglos de la historia de la Iglesia. En este Directorio la concepción de catequesis se inspira en los Documentos del Magisterio Pontificio post-conciliar y, sobre todo, en Evangelii Nuntiandi, Catechesi Tradendae y Redemptoris Missio.




CAPITULO I

LA REVELACIÓN Y SU TRANSMISIÓN


MEDIANTE LA EVANGELIZACIÓN

"Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en Cristo,… dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su designio benevolente, que en El se propuso de antemano, para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza" (Ef 1,3-10).


La Revelación del designio benevolente de Dios


36. "Dios, creando y conservando el universo por su Palabra, ofrece a los hombres en la creación un testimonio perenne de sí mismo". (72) El hombre, que por su naturaleza y vocación es "capaz de Dios", cuando escucha el mensaje de las criaturas puede alcanzar la certeza de la existencia de Dios como causa y fin de todo y que El puede revelarse al hombre.

La Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II ha descrito la Revelación como el acto por el cual Dios se manifiesta personalmente a los hombres. Dios se muestra, en efecto, como quien quiere comunicarse a Sí mismo, haciendo a la persona humana partícipe de su naturaleza divina. (73) Es así como realiza su designio de amor.
"Quiso Dios, en su bondad y sabiduría, revelarse a Sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad… para invitar a los hombres a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía". (74)


(72) DV 3.

(73) Cfr. 2P 1,4 CEC 51-52.

(74) DV 2.



37. Este designio benevolente (75) del Padre, revelado plenamente en Jesucristo, se realiza con la fuerza del Espíritu Santo.

Lleva consigo:
– la revelación de Dios, de su "verdad íntima", (76) de su "secreto", (77) así como de la verdadera vocación y dignidad de la persona humana; (78)
– el ofrecimiento de la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios, (79) que implica la liberación del mal, del pecado y de la muerte; (80)
– la definitiva llamada para reunir a todos los hijos dispersos en la familia de Dios, realizando así entre los hombres la unión fraterna. (81)


(75) Cfr. Ep 1,9.

(76) DV 2.

(77) EN 11.

(78) Cfr. GS 22a.

(79) Cfr. Ep 2,8 EN 27.

(80) Cfr. EN 9.

(81) Cfr. Jn 11,52; ADG 2b y 3a.


La Revelación: hechos y palabras


38. Dios, en su inmensidad, para revelarse a la persona humana, utiliza una pedagogía: (82) se sirve de acontecimientos y palabras humanas para comunicar su designio; y lo hace progresivamente, por etapas, (83) para mejor acercarse a los hombres. Dios, en efecto, obra de tal manera que los hombres llegan al conocimiento de su plan salvador mediante los acontecimientos de la historia de la salvación y las palabras divinamente inspiradas que los acompañan y explican.

"Este plan de la Revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas, de forma que
– las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan;
– a su vez, las palabras proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas". (84)


(82) Cfr. DV 15 CTR 58CL 61; CEC 53 CEC 122; cfr. S. Ireneo de lyón, Adversus haereses III,20,2; SCh 211,389-393.; Veáse en la Tercera Parte, cap. 1 del presente Directorio.

(83) CEC 54-64.

(84) DV 2.



39. También la evangelización, que transmite al mundo la Revelación, se realiza con obras y palabras. Es, a un tiempo, testimonio y anuncio, palabra y sacramento, enseñanza y compromiso.

La catequesis, por su parte, transmite los hechos y las palabras de la Revelación: debe proclamarlos y narrarlos y, al mismo tiempo, esclarecer los profundos misterios que contienen. Aún más, por ser la Revelación fuente de luz para la persona humana, la catequesis no sólo recuerda las maravillas de Dios hechas en el pasado sino que, a la luz de la misma Revelación, interpreta los signos de los tiempos y la vida de los hombres y mujeres, ya que en ellos se realiza el designio de Dios para la salvación del mundo. (85)


(85) Cfr. DCG (1971) 11 b.


Jesucristo, mediador y plenitud de la Revelación


40. Dios se reveló progresivamente a los hombres, por medio de los profetas y de los acontecimientos salvíficos, hasta que culminó su revelación enviando a su propio Hijo: (86)

"Jesucristo, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa resurrección, y con el envío del Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelación". (87)
Jesucristo no sólo es el mayor de los profetas sino que es el Hijo eterno de Dios hecho hombre. El es, por tanto, el acontecimiento último hacia el que convergen todos los acontecimientos de la historia de la salvación (88) El es, en efecto, "la Palabra única, perfecta y definitiva del Padre". (89)


(86) Cfr. He 1,1-2.

(87) DV 4.

(88) Cfr. Lc 24,27.

(89) CEC 65; S. Juan de la Cruz se expresa así: "Todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra" (Subida al Monte Carmelo 2,22); cfr Liturgia de las Horas, I, Oficio de lecturas del lunes de la segunda semana de Adviento.



41. El ministerio de la Palabra debe destacar esta admirable característica, propia de la economía de la Revelación: el Hijo de Dios entra en la historia de los hombres, asume la vida y la muerte humanas y realiza la alianza nueva y definitiva entre Dios y los hombres. Es tarea propia de la catequesis mostrar quién es Jesucristo: su vida y su misterio, y presentar la fe cristiana como seguimiento de su persona. (90) Para ello, ha de apoyarse continuamente en los evangelios, que "son el corazón de toda la Escritura, por ser el testimonio principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro Salvador". (91)

El hecho de que Jesucristo sea la plenitud de la Revelación es el fundamento del "cristocentrismo" (92) de la catequesis: el misterio de Cristo, en el mensaje revelado, no es un elemento más junto a otros, sino el centro a partir del cual los restantes elementos se jerarquizan y se iluminan.


(90) Cfr. CTR 5 CEC 520 CEC 2053.

(91) CEC 125, haciendo referencia a DV 18.

(92) CTR 5. El tema del cristocentrismo se afronta, con más detalle, en: "Finalidad de la catequesis: la comunión con Jesucristo" (Primera Parte, cap. 3) y "El cristocentrismo del mensaje evangélico" (Segunda Parte, cap. 1).


La transmisión de la Revelación por medio de la Iglesia, obra del Espíritu Santo


42. La Revelación de Dios, culminada en Jesucristo, está destinada a toda la humanidad: "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tm 2,4). En virtud de esta voluntad salvífica universal, Dios ha dispuesto que la Revelación se transmitiera a todos los pueblos, a todas las generaciones, y permaneciese íntegra para siempre. (93)


(93) Cfr. DV 7.



43. Para cumplir este designio divino, Jesucristo instituyó la Iglesia sobre el fundamento de los Apóstoles y, enviándoles de parte del Padre el Espíritu Santo, les mandó predicar el Evangelio por todo el mundo. Los Apóstoles, con palabras, obras y escritos, cumplieron fielmente este mandato. (94)

Esta Tradición apostólica se perpetúa en la Iglesia y por la Iglesia Toda ella, pastores y fieles, vela por su conservación y transmisión. El Evangelio, en efecto, se conserva íntegro y vivo en la Iglesia: los discípulos de Jesucristo lo contemplan y meditan sin cesar, lo viven en su existencia diaria y lo anuncian en la misión. El Espíritu Santo fecunda constantemente la Iglesia en esta vivencia del Evangelio, la hace crecer continuamente en la inteligencia del mismo, y la impulsa y sostiene en la tarea de anunciarlo por todos los confines del mundo. (95)


(94) Cfr. DV 7a.

(95) Cfr. DV 8 y CEC 75-79.



44. La conservación íntegra de la Revelación, Palabra de Dios contenida en la Tradición y en la Escritura, así como su continua transmisión, están garantizadas en su autenticidad. El Magisterio de la Iglesia, sostenido por el Espíritu Santo y dotado del "carisma de la verdad", ejerce la función de "interpretar auténticamente la Palabra de Dios". (96)


(96) DV 10b; cfr. CEC 85-87.



45. La Iglesia, "sacramento universal de salvación", (97) movida por el Espíritu Santo, transmite la Revelación mediante la evangelización: anuncia la buena nueva del designio salvífico del Padre y, en los sacramentos, comunica los dones divinos.

A Dios que se revela se le debe la obediencia de la fe, por la cual el hombre se adhiere libremente al "Evangelio de la gracia de Dios" (Hch 20,24), con asentimiento pleno de la inteligencia y de la voluntad. Guiado por la fe, don del Espíritu, el hombre llega a contemplar y gustar al Dios del amor, que en Cristo ha revelado las riquezas de su gloria. (98)


(97) LG 48; cfr. CEC 774-776.

(98) Cfr. Col 1,26.


La evangelización (99)


46. La Iglesia "existe para evangelizar", (100) esto es, para "llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad". (101)

El mandato misionero de Jesús comporta varios aspectos, íntimamente unidos entre sí: "anunciad" (Mc 16,15), "haced discípulos y enseñad", (102) "sed mis testigos", (103) "bautizad", (104) "haced esto en memoria mía" (Lc 22,19), "amaos unos a otros" (Jn 15,12). Anuncio, testimonio, enseñanza, sacramentos, amor al prójimo, hacer discípulos: todos estos aspectos son vías y medios para la transmisión del único Evangelio y constituyen los elementos de la evangelización.
Algunos de estos elementos revisten una importancia tan grande que, a veces, se tiende a identificarlos con la acción evangelizadora. Sin embargo, "ninguna definición parcial y fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que comporta la evangelización". (105) Se corre el riesgo de empobrecerla e, incluso, de mutilarla. Al contrario, ella debe desplegar "toda su integridad" (106) e incorporar sus intrínsecas bipolaridades: testimonio y anuncio, (107) palabra y sacramento, (108) cambio interior y transformación social. (109) Los agentes de la evangelización han de saber operar con una "visión global" (110) de la misma e identificarla con el conjunto de la misión de la Iglesia. (111)


(99) En la DV 2-5 y en el CEC 50-175, se habla de la fe como respuesta a la Revelación. Por razones catequético-pastorales, el presente Directorio prefiere vincular la fe más a la evangelización que a la Revelación, en cuanto que ésta última, de hecho, llega al hombre ordinariamente a través de la misión evangelizadora de la Iglesia.

(100) EN 14.

(101) EN 18.

(102) Cfr. Mt 28,19-20.

(103) Cfr. Ac 1,8.

(104) Cfr. Mt 28,19.

(105) EN 17.

(106) EN 28.

(107) Cfr. EN 22a.

(108) Cfr. EN 47b.

(109) Cfr. EN 18.

(110) EN 24d.

(111) Cfr. EN 14.


El proceso de la evangelización


47. La Iglesia, aun conteniendo en sí permanentemente la plenitud de los medios de salvación, obra de modo gradual. (112) El decreto conciliar Ad Gentes ha clarificado bien la dinámica del proceso evangelizador: testimonio cristiano, diálogo y presencia de la caridad (nn. 11-12), anuncio del Evangelio y llamada a la conversión (n. 13), catecumenado e iniciación cristiana (n. 14), formación de la comunidad cristiana, por medio de los sacramentos, con sus ministerios (nn. 15-18). (113) Este es el dinamismo de la implantación y edificación de la Iglesia.


(112) Cfr.

(113) En el dinamismo de la evangelización hay que distinguir lo que son las "situaciones iniciales" (initia), los "desarrollos graduales" (gradus) y la situación de madurez: "a cada circunstancia o estado deben corresponder actividades apropiadas o medios adecuados" ().



48. Según esto, hemos de concebir la evangelización como el proceso, por el que la Iglesia, movida por el Espíritu, anuncia y difunde el Evangelio en todo el mundo, de tal modo que ella:

– Impulsada por la caridad, impregna y transforma todo el orden temporal, asumiendo y renovando las culturas; (114)
– da testimonio (115) entre los pueblos de la nueva manera de ser y de vivir que caracteriza a los cristianos;
– y proclama explícitamente el Evangelio, mediante el "primer anuncio", (116) llamando a la conversión. (117)
– Inicia en la fe y vida cristiana, mediante la "catequesis" (118) y los "sacramentos de iniciación", (119) a los que se convierten a Jesucristo, o a los que reemprenden el camino de su seguimiento, incorporando a unos y reconduciendo a otros a la comunidad cristiana. (120)
– Alimenta constantemente el don de la comunión (121) en los fieles mediante la educación permanente de la fe (homilía, otras formas del ministerio de la Palabra), los sacramentos y el ejercicio de la caridad;
– y suscita continuamente la misión, (122) al enviar a todos los discípulos de Cristo a anunciar el Evangelio, con palabras y obras, por todo el mundo.


(114) Cfr. EN 18-20 y RMi 52-54.

(115) Cfr. EN 21,41 RMi 42-43.

(116) EN 51 EN 52 EN 53; cfr. CTR 18 CTR 19 CTR 21 CTR 25 RMi 44.

(117) Cfr. .

(118) EN 22 CTR 18; cfr. .

(119) ; cfr. CEC 1229-1233.

(120) Cfr. EN 23 CTR 24 RMi 48-49.

(121) Cfr. CL 18.

(122) Cfr. CL 32, que muestra la íntima conexión entre "comunión" y "misión".



49. El proceso evangelizador, (123) por consiguiente, está estructurado en etapas o "momentos esenciales": (124) la acción misionera para los no creyentes y para los que viven en la indiferencia religiosa; la acción catequético-iniciatoria para los que optan por el Evangelio y para los que necesitan completar o reestructurar su iniciación; y la acción pastoral para los fieles cristianos ya maduros, en el seno de la comunidad cristiana. (125) Estos momentos, sin embargo, no son etapas cerradas: se reiteran siempre que sea necesario, ya que tratan de dar el alimento evangélico más adecuado al crecimiento espiritual de cada persona o de la misma comunidad.


(123) Cfr. EN 24.

(124) CTR 18.

(125) Cfr. f; RMi 33 RMi 48.


El ministerio de la Palabra de Dios en la evangelización


50. El ministerio de la Palabra (126) es elemento fundamental de la evangelización. La presencia cristiana en medio de los diferentes grupos humanos y el testimonio de vida necesitan ser esclarecidos y justificados por el anuncio explícito de Jesucristo, el Señor. "No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios". (127) También quienes son ya discípulos de Cristo necesitan ser alimentados constantemente con la Palabra de Dios para crecer en su vida cristiana. (128)

El ministerio de la Palabra, al interior de la evangelización, transmite la Revelación por medio de la Iglesia, valiéndose de "palabras" humanas. Pero éstas siempre están referidas a las "obras": a las que Dios realizó y sigue realizando, especialmente en la liturgia; al testimonio de vida de los cristianos; a la acción transformadora que éstos, unidos a tantos hombres de buena voluntad, realizan en el mundo. Esta palabra humana de la Iglesia es el medio de que se sirve el Espíritu Santo para continuar el diálogo con la humanidad. El es, efectivamente, el agente principal del ministerio de la Palabra y por quien "la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo". (129)
El ministerio de la Palabra se ejerce "de forma múltiple". (130) La Iglesia, desde la época apostólica, (131) en su deseo de ofrecer la Palabra de Dios de la manera más conveniente, ha realizado este ministerio a través de formas muy variadas. (132) Todas ellas sirven para canalizar aquellas funciones básicas que el ministerio de la Palabra está llamado a desplegar.


(126) Cfr. Ac 6,4. El ministerio de la Palabra divina, es ejercido en la Iglesia por parte:
– de los ministerios ordenados (cfr. CIC 756-757);
– de los miembros de los institutos de vida consagrada, en virtud de su consagración a Dios (cfr. CIC 758);
– de los fieles laicos, en virtud de su bautismo y de la confirmación (cfr. CIC 759).
En relación con el término ministerio (servitium), es preciso señalar que sólo la constante referencia al único y fontal ministerio de Cristo permite, en cierta medida, aplicar también a los fieles no ordenados sin ambigüedad, el término ministerio... En su sentido originario, este término expresa el trabajo con que algunos miembros de la Iglesia prolongan, en su interior y para el mundo, la misión de Cristo. Por el contrario, cuando el término se diferencia en la relación y en la confrontación entre los diversos munera y officia, entonces es preciso advertir con claridad que sólo en virtud de la sagrada ordenación este término obtiene aquella plenitud y univocidad del significado que la Tradición siempre le ha atribuido (cfr. Juan Pablo II, Alocución al Simposio sobre "La participación de los fieles laicos en el Ministerio", n. 4: L’Osservatore Romano, 23 abril 1994, p. 4).

(127) EN 22; cfr. EN 51-53.

(128) Cfr. EN 42-45 EN 54 EN 57.

(129) DV 8c.

(130) PO 4b; cfr. CD 13c.

(131) En el Nuevo Testamento aparecen formas muy diversas de este único ministerio: "anuncio", "enseñanza", "exhortación"... La riqueza de expresiones es grande.

(132) Las modalidades por las que se canaliza el único ministerio de la Palabra no son, en realidad, intrínsecas al mensaje cristiano. Son, más bien, acentuaciones, tonalidades, desarrollos más o menos explicitados, adoptados a la situación de fe de cada persona y de cada grupo humano en sus circunstancias.



DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - La situación religioso-moral