DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - Funciones y formas del ministerio de la Palabra de Dios

Funciones y formas del ministerio de la Palabra de Dios


51. Las principales funciones del ministerio de la Palabra son las siguientes:

– Convocatoria y llamada a la fe

Es la función que más inmediatamente se desprende del mandato misionero de Jesús. Se realiza mediante el "primer anuncio", dirigido a los no creyentes: aquellos que han hecho una opción de increencia, los bautizados que viven al margen de la vida cristiana, los que pertenecen a otras religiones… (133) El despertar religioso de los niños, en las familias cristianas, es también una forma eminente de esta función.
– La función de iniciación

Aquel que, movido por la gracia, decide seguir a Jesucristo es "introducido en la vida de la fe, de la liturgia y de la caridad del Pueblo de Dios". (134) La Iglesia realiza esta función, fundamentalmente, por medio de la catequesis, en íntima relación con los sacramentos de la iniciación, tanto si van a ser recibidos como si ya se han recibido. Formas importantes son: la catequesis de adultos no bautizados, en el catecumenado; la catequesis de adultos bautizados que desean volver a la fe, o de los que necesitan completar su iniciación; la catequesis de niños y jóvenes, que tiene de por sí un carácter iniciatorio. También la educación cristiana familiar y la enseñanza religiosa escolar ejercen una función de iniciación.
– La educación permanente de la fe

En diversas regiones es llamada también "catequesis permanente". (135) Se dirige a los cristianos iniciados en los elementos básicos, que necesitan alimentar y madurar constantemente su fe a lo largo de toda la vida. Es una función que se realiza a través de formas muy variadas: "sistemáticas y ocasionales, individuales y comunitarias, organizadas y espontáneas, etc. ". (136)
– La función litúrgica

El ministerio de la Palabra tiene, asímismo, una función litúrgica, ya que cuando se realiza al interior de una acción sagrada es parte integrante de la misma. (137) Este ministerio se expresa de modo eminente a través de la homilía. Otras formas, son las intervenciones y exhortaciones durante las celebraciones de la palabra. Hay que referirse también a la preparación inmediata a los diversos sacramentos y a las celebraciones sacramentales, sobre todo a la participación de los fieles en la Eucaristía, que es la forma frontal de la educación de la fe.
– La función teológica

Trata de desarrollar la inteligencia de la fe, situándose en la dinámica de la "fides quaerens intellectum", es decir, de la fe que busca entender. (138) La teología, para cumplir esta función, necesita confrontarse o dialogar con las formas filosóficas del pensamiento, con los humanismos que configuran la cultura y con las ciencias del hombre. Se canaliza a través de formas que promueven "la enseñanza sistemática y la investigación científica de las verdades de la fe". (139)


(133) Cfr. EN 51-53.

(134) .

(135) Hay razones de diversa índole que legitiman las expresiones "educación permanente de la fe" o "catequesis permanente", a condición de que no se relativice el carácter prioritario, fundante, estructurante y específico de la catequesis en cuanto iniciación básica. La expresión "educación permanente de la fe" se generalizó, en la actividad catequética, a partir del Concilio Vaticano II, para indicar solamente un segundo grado de catequesis, posterior a la catequesis de iniciación, y no como la totalidad de la acción catequizadora. Véase cómo esta distinción entre formación básica y formación permanente es asumida, referida a la preparación de los presbíteros, en: Juan Pablo II, Exhortación apostólica Pastores dabo vobis (25 marzo 1992), cap. V y VI, especialmente el n. 71: AAS 84 (1992), pp. 729 ss.; 778 ss.; 782-873.

(136) DCG (1971) 19d.

(137) Cfr. SC 35 CEC 1154.

(138) Cfr. Congregación para la doctrina de la fe, Instrucción Donum veritatis sobre la vocación eclesial del teólogo (24 mayo 1990), 6: AAS 82 (1990) p. 1552.

(139) DCG (1971) 17; cfr. GS 62g.



52. Formas importantes del ministerio de la Palabra son: el primer anuncio o predicación misionera, la catequesis pre y post bautismal, la forma litúrgica y la forma teológica. Ocurre, a menudo, que tales formas —por circunstancias pastorales— deben asumir más de una función. La catequesis, por ejemplo, junto a su función de iniciación, debe asumir frecuentemente tareas misioneras. La misma homilía, según las circunstancias, convendrá que asuma las funciones de convocatoria y de iniciación orgánica.


La conversión y la fe


53. La evangelización, al anunciar al mundo la Buena Nueva de la Revelación, invita a hombres y mujeres a la conversión y a la fe. (140) La llamada de Jesús, "convertíos y creed el Evangelio" (Mc 1,15), sigue resonando, hoy, mediante la evangelización de la Iglesia.

La fe cristiana es, ante todo, conversión a Jesucristo, (141) adhesión plena y sincera a su persona y decisión de caminar en su seguimiento. (142) La fe es un encuentro personal con Jesucristo, es hacerse discípulo suyo. Esto exige el compromiso permanente de pensar como El, de juzgar como El y de vivir como El lo hizo. (143) Así, el creyente se une a la comunidad de los discípulos y hace suya la fe de la Iglesia. (144)


(140) Cfr. Rm 10,17LG 16 ADG 7 CEC 846-848.

(141) Cfr. a.

(142) Cfr. CTR 5b.

(143) Cfr. CTR 20b.

(144) Cfr. CEC 166-167.



54. Este "sí" a Jesucristo, plenitud de la Revelación del Padre, encierra en sí una doble dimensión: la entrega confiada a Dios y el asentimiento cordial a todo lo que El nos ha revelado. Esto sólo es posible por la acción del Espíritu Santo. (145)

"Por la fe,
– el hombre se entrega entera y libremente a Dios
– y le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios ha revelado". (146)

"Creer entraña, pues, una doble referencia: a la persona y a la verdad; a la verdad por confianza en la persona que lo atestigua". (147)


(145) Cfr. CEC 150 CEC 153 CEC 176.

(146) DV 5.

(147) CEC 177.



55. La fe lleva consigo un cambio de vida, una "metanoia", (148) es decir, una transformación profunda de la mente y del corazón: hace así que el creyente viva esa "nueva manera de ser, de vivir, de vivir juntos, que inaugura el Evangelio". (149) Y este cambio de vida se manifiesta en todos los niveles de la existencia del cristiano: en su vida interior de adoración y acogida de la voluntad divina; en su participación activa en la misión de la Iglesia; en su vida matrimonial y familiar; en el ejercicio de la vida profesional; en el desempeño de las actividades económicas y sociales.

La fe y la conversión brotan del corazón, es decir, de lo más profundo de la persona humana, afectándola por entero. Al encontrar a Jesucristo, y al adherirse a Él, el ser humano ve colmadas sus aspiraciones más hondas: encuentra lo que siempre buscó y además de manera sobreabundante. (150) La fe responde a esa "espera", (151) a menudo no consciente y siempre limitada, por conocer la verdad sobre Dios, sobre el hombre mismo y sobre el destino que le espera. Es como un agua pura (152) que reaviva el camino del ser humano, peregrino en busca de su hogar.
La fe es un don de Dios. Sólo puede nacer en el fondo del corazón humano como fruto de "la gracia que previene y ayuda", (153) y como respuesta, enteramente libre, a la moción del Espíritu Santo, que mueve el corazón y lo convierte a Dios, "dándole la dulzura en el asentir y creer a la verdad". (154)
La Virgen María vivió de la manera más perfecta estas dimensiones de la fe. La Iglesia venera en ella "la realización más pura de la fe". (155)


(148) Cfr. EN 10b; CEC 1430-1431.

(149) EN 23.

(150) Cfr. .

(151) Cfr. RMi 45c.

(152) Cfr. RMi 46d.

(153) DV 5; cfr. CEC 153.

(154) DV 5; cfr. CEC 163 CEC 184.

(155) CEC 149.


El proceso de conversión permanente


56. La fe es un don destinado a crecer en el corazón de los creyentes. (156) La adhesión a Jesucristo, en efecto, da origen a un proceso de conversión permanente que dura toda la vida. (157) Quien accede a la fe es como un niño recién nacido (158) que, poco a poco, crecerá y se convertirá en un ser adulto, que tiende al "estado de hombre perfecto", (159) a la madurez de la plenitud de Cristo.

En el proceso de la fe y de la conversión se pueden destacar, desde el punto de vista teológico, varios momentos importantes:
a) El interés por el Evangelio. El primer momento se produce cuando en el corazón del no creyente, del indiferente o del que pertenece a otra religión, brota, como consecuencia del primer anuncio, un interés por el Evangelio, sin ser todavía una decisión firme. Ese primer movimiento del espíritu humano en dirección a la fe, que ya es fruto de la gracia, recibe varios nombres: "atracción a la fe", (160) "preparación evangélica", (161) inclinación a creer, "búsqueda religiosa". (162) La Iglesia denomina "simpatizantes" (163) a los que muestran esta inquietud.
b) La conversión. Este primer interés por el Evangelio necesita un tiempo de búsqueda (164) para poder llegar a ser una opción firme. La decisión por la fe debe ser sopesada y madurada. Esa búsqueda, impulsada por la acción del Espíritu Santo y el anuncio del kerigma, prepara la conversión, que será —ciertamente— "inicial", (165) pero que lleva consigo la adhesión a Jesucristo y la voluntad de caminar en su seguimiento. Sobre esta "opción fundamental" descansa toda la vida cristiana del discípulo del Señor. (166)
c) La profesión de fe. La entrega a Jesucristo genera en los creyentes el deseo de conocerle más profundamente y de identificarse con El. La catequesis les inicia en el conocimiento de la fe y en el aprendizaje de la vida cristiana, favoreciendo un camino espiritual que provoca un "cambio progresivo de actitudes y costumbres", (167) hecho de renuncias y de luchas, y también de gozos que Dios concede sin medida. El discípulo de Jesucristo es ya apto, entonces, para realizar una viva, explícita y operante profesión de fe. (168)
d) El camino hacia la perfección. Esa madurez básica, de la que brota la profesión de fe, no es el punto final en el proceso permanente de la conversión. La profesión de fe bautismal se sitúa en los cimientos de un edificio espiritual destinado a crecer. El bautizado, impulsado siempre por el Espíritu, alimentado por los sacramentos, la oración y el ejercicio de la caridad, y ayudado por las múltiples formas de educación permanente de la fe, busca hacer suyo el deseo de Cristo: "Vosotros sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto". (169) Es la llamada a la plenitud que se dirige a todo bautizado.



(156) Cfr. CTR 20a: "Se trata de hacer crecer, a nivel de conocimiento y de vida, el germen de fe sembrado por el Espíritu Santo con el primer anuncio".

(157) Cfr. RMi 46b.

(158) Cfr. 1P 2,2 He 5,13.

(159) Ep 4,13.

(160) Rica 12.

(161) Eusebio de Cesarea, Praeparatio evangelica I,1; SCh 206,6; cfr. LG 16a

(162) CL 4c.

(163) Rica 12 y 111.

(164) Cfr. Rica 6 y 7.

(165) b.

(166) Cfr. ; Rica 10.

(167) b.

(168) Cfr. MPD 8; CEC 187-189.

(169) Mt 5,48; cfr. LG 11 LG 40 LG 42.



57. El ministerio de la Palabra está al servicio de este proceso de conversión plena. El primer anuncio tiene el carácter de llamar a la fe; la catequesis el de fundamentar la conversión, estructurando básicamente la vida cristiana; y la educación permanente de la fe, en la que destaca la homilía, el carácter de ser el alimento constante que todo organismo adulto necesita para vivir. (170)



(170) Cfr. DV 24 EN 45.


Diferentes situaciones socio-religiosas ante la evangelización


58. La evangelización del mundo se encuentra ante un panorama religioso muy diversificado y cambiante, en el que se pueden distinguir, fundamentalmente, "tres situaciones" (171) que piden respuestas adecuadas y diferenciadas.

a) La situación de aquellos "pueblos, grupos humanos, contextos socio-culturales, donde Cristo y su Evangelio no son conocidos, o donde faltan comunidades cristianas suficientemente maduras como para poder encarnar la fe en el propio ambiente y anunciarla a otros grupos". (172) Esta situación reclama la misión ad gentes, (173) con una acción evangelizadora centrada, preferentemente, en los jóvenes y en los adultos. Su peculiaridad consiste en el hecho de dirigirse a los no cristianos invitándoles a la conversión. La catequesis, en esta situación, se desarrolla ordinariamente en el interior del catecumenado bautismal.
b) Hay, además, situaciones en que, en un contexto socio-cultural determinado, están presentes de manera muy significativa "comunidades cristianas dotadas de estructuras eclesiales adecuadas y sólidas, que tienen un gran fervor de fe y de vida; que irradian el testimonio del Evangelio en su ambiente, y sienten el compromiso de la misión universal". (174) Estas comunidades necesitan una intensa acción pastoral de la Iglesia, puesto que son personas y familias con un hondo sentido cristiano. En tal situación, es necesario que la catequesis de niños, adolescentes y jóvenes desarrolle verdaderos procesos de iniciación cristiana, bien articulados, que les permitan acceder a la edad adulta con una fe madura, y que de evangelizados se conviertan en evangelizadores. También en estas situaciones, los adultos son destinatarios de modalidades diversas de formación cristiana.
c) En muchos países de tradición cristiana, y a veces también en las Iglesias más jóvenes, se da una "situación intermedia", (175) ya que en ella "grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio". (176) Esta situación requiere una nueva evangelización. Su peculiaridad consiste en que la acción misionera se dirige a bautizados de toda edad, que viven en un contexto religioso de referencias cristianas, percibidas sólo exteriormente. En esta situación, el primer anuncio y una catequesis fundante constituyen la opción prioritaria.


(171) Cfr. RMi 33.

(172) RMi 33b.

(173) RMi 33b. Es importante tomar conciencia de los "ámbitos" (fines) que Redemptoris Missio asigna a la "misión ad gentes". No se trata sólo de "ámbitos territoriales" (RMi 37 ad a), sino también de "agrupaciones humanas y fenómenos sociales nuevos" (RMi 37 ad b), como son las grandes ciudades, el mundo de la juventud, las migraciones,... y de "áreas culturales o areópagos modernos" (RMi 37 ad c), como son el mundo de la comunicación, de la ciencia, de la ecología,... Según esto, una Iglesia particular, ya implantada en un territorio, realiza la "misión ad gentes" no sólo "ad extra", sino también "ad intra" de sus confines.

(174) RMi 33c.

(175) RMi 33d.

(176) Ibidem.


Mutua conexión entre las acciones evangelizadoras correspondientes a estas situaciones


59. Estas situaciones socio-religiosas son, obviamente, diferentes y no es justo equipararlas. Tal diversidad, que siempre se ha dado en la misión de la Iglesia, adquiere hoy, en este mundo cambiante, una novedad. En efecto, frecuentemente conviven juntas en un mismo territorio. En muchas grandes ciudades, por ejemplo, la situación que reclama una "misión ad gentes" y la que pide una "nueva evangelización" coexisten simultáneamente. Junto a ellas, están dinámicamente presentes comunidades cristianas misioneras, alimentadas por una "acción pastoral" adecuada. Hoy es frecuente, que en el territorio de una Iglesia particular, haya que atender al conjunto de estas situaciones. "No es fácil definir los confines entre atención pastoral a los fieles, nueva evangelización y acción misionera específica, y no es pensable crear entre ellos barreras o compartimentos estancos". 177 De hecho, "cada una influye en la otra, la estimula y la ayuda". (178)

Por eso, en orden al mutuo enriquecimiento de unas acciones evangelizadoras que conviven juntas, conviene tener presente que:
– La "misión ad gentes", sea cual sea la zona o el ámbito en que se realice, es la responsabilidad más específicamente misionera que Jesús ha confiado a su Iglesia y, por tanto, es el paradigma del conjunto de la acción misionera de la Iglesia. La "nueva evangelización" no puede suplantar o sustituir a la "misión ad gentes", que sigue siendo la actividad misionera específica y tarea primaria. (179)
– "El modelo de toda catequesis es el catecumenado bautismal, que es formación específica que conduce al adulto convertido a la profesión de su fe bautismal en la noche pascual". (180) Esta formación catecumenal ha de inspirar, en sus objetivos y en su dinamismo, a las otras formas de catequesis.
– "La catequesis de adultos, al ir dirigida a personas capaces de una adhesión plenamente responsable, debe ser considerada como la forma principal de catequesis, a la que todas las demás, siempre ciertamente necesarias, de alguna manera se ordenan". (181) Esto implica que la catequesis de las otras edades debe tenerla como punto de referencia, y articularse con ella en un proyecto catequético coherente de pastoral diocesana.

De este modo, la catequesis, situada en el interior de la misión evangelizadora de la Iglesia como "momento" esencial de la misma, recibe de la evangelización un dinamismo misionero que la fecunda interiormente y la configura en su identidad. El ministerio de la catequesis aparece, así, como un servicio eclesial fundamental en la realización del mandato misionero de Jesús.


(177) RMi 34b.

(178) RMi 34c. El texto habla, en concreto, del mutuo enriquecimiento entre la misión ad intra y la misión ad extra. En RMi 59c, en el mismo sentido, se muestra cómo la "misión ad gentes" alienta a los pueblos a su desarrollo, mientras la "nueva evangelización" en países más desarrollados crea una clara conciencia de solidaridad respecto a los otros.

(179) Cfr. RMi 31 RMi 34.

(180) MPD 8.

(181) DCG (1971) 20; cfr. CTR 43; Cuarta Parte, cap. 2.




CAPITULO II

LA CATEQUESIS EN EL PROCESO DE LA EVANGELIZACION


"Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron no lo ocultaremos a sus hijos, lo contaremos a la futura generación: las alabanzas del Señor, su poder, las maravillas que realizó" (Sal 78,3-4).
"Apolo había sido catequizado en el camino del Señor y, con fervor de espíritu, hablaba y enseñaba con todo esmero lo referente a Jesús" (Hch 18,25).


60. En este capítulo se muestra la relación de la catequesis con los otros elementos de la evangelización, de la que es parte integrante.

En este sentido se describe, en primer lugar, la relación de la catequesis con el primer anuncio, que se realiza en la misión. Se muestra, después, la íntima conexión entre la catequesis y los sacramentos de la iniciación cristiana. A continuación se hace ver el papel fundamental de la catequesis en la vida ordinaria de la Iglesia en su tarea de educar permanentemente en la fe.
Hay que dar una consideración especial a la relación de la catequesis con la enseñanza religiosa escolar, ya que ambas acciones están profundamente relacionadas y, junto a la educación cristiana familiar, son fundamentales para la formación de la infancia y de la juventud.


Primer anuncio y catequesis


61. El primer anuncio se dirige a los no creyentes y a los que, de hecho, viven en la indiferencia religiosa. Asume la función de anunciar el Evangelio y llamar a la conversión. La catequesis, "distinta del primer anuncio del Evangelio", (182) promueve y hace madurar esta conversión inicial, educando en la fe al convertido e incorporándolo a la comunidad cristiana La relación entre ambas formas del ministerio de la Palabra es, por tanto, una relación de distinción en la complementariedad.

El primer anuncio, que todo cristiano está llamado a realizar, participa del "id" (183) que Jesús propuso a sus discípulos: implica, por tanto, salir, adelantarse, proponer. La catequesis, en cambio, parte de la condición que el mismo Jesús indicó, "el que crea", (184) el que se convierta, el que se decida. Las dos acciones son esenciales y se reclaman mutuamente: ir y acoger, anunciar y educar, llamar e incorporar.


(182) CTR 19.

(183) Mc 16,15 Mt 28,19.

(184) Mc 16,16.



62. En la práctica pastoral, sin embargo, las fronteras entre ambas acciones no son fácilmente delimitables. Frecuentemente, las personas que acceden a la catequesis necesitan, de hecho, una verdadera conversión. Por eso, la Iglesia desea que, ordinariamente, una primera etapa del proceso catequizador esté dedicada a asegurar la conversión. (185) En la "misión ad gentes", esta tarea se realiza en el "precatecumenado". (186) En la situación que requiere la "nueva evangelización" se realiza por medio de la "catequesis kerigmática", que algunos llaman "precatequesis", (187) porque, inspirada en el precatecumenado, es una propuesta de la Buena Nueva en orden a una opción sólida de fe. Sólo a partir de la conversión, y contando con la actitud interior de "el que crea", la catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación de la fe. (188)

El hecho de que la catequesis, en un primer momento, asuma estas tareas misioneras, no dispensa a una Iglesia particular de promover una intervención institucionalizada del primer anuncio, como la actuación más directa del mandato misionero de Jesús. La renovación catequética debe cimentarse sobre esta evangelización misionera previa.


(185) Cfr. CTR 19; DCG (1971) 18.

(186) Cfr. RICA 9-13; CIC 788.

(187) En el presente Directorio, se supone que ordinariamente el destinatario de la "catequesis kerigmática" o "precatequesis" tiene un interés o una inquietud hacia el Evangelio. Si no lo tiene en absoluto, la acción que se requiere es el "primer anuncio".

(188) Cfr. RICA 9. 10. 50; CTR 19.


LA CATEQUESIS AL SERVICIO DE LA INICIACIÓN CRISTIANA


La catequesis, "momento" esencial del proceso de la evangelización


63. La Exhortación apostólica Catechesi Tradendae, cuando sitúa a la catequesis dentro de la misión de la Iglesia, recuerda que la evangelización es una realidad rica, compleja y dinámica, que comprende "momentos" esenciales y diferentes entre sí. Y añade: "La catequesis es uno de esos momentos —y cuán señalado— en el proceso total de la evangelización". (189) Esto quiere decir que hay acciones que "preparan" (190) a la catequesis y acciones que "emanan" (191) de ella.

El "momento" de la catequesis es el que corresponde al período en que se estructura la conversión a Jesucristo, dando una fundamentación a esa primera adhesión. Los convertidos, mediante "una enseñanza y aprendizaje convenientemente prolongado de toda la vida cristiana", (192) son iniciados en el misterio de la salvación y en el estilo de vida propio del Evangelio. Se trata, en efecto, "de iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana". (193)


(190) Cfr. CTR 18.

(191) Ibidem.

(192) .

(193) CTR 18.



64. La catequesis, al realizar con diferentes formas esta función de iniciación del ministerio de la Palabra, lo que hace es poner los cimientos del edificio de la fe. (194) Otras funciones de ese mismo ministerio irán construyendo, después, las diversas plantas de ese mismo edificio.

La catequesis de iniciación es, así, el eslabón necesario entre la acción misionera, que llama a la fe, y la acción pastoral, que alimenta constantemente a la comunidad cristiana. No es, por tanto, una acción facultativa, sino una acción básica y fundamental en la construcción tanto de la personalidad del discípulo como de la comunidad. Sin ella la acción misionera no tendría continuidad y sería infecunda. Sin ella la acción pastoral no tendría raíces y sería superficial y confusa: cualquier tormenta desmoronaría todo el edificio. (195)
En verdad, "el crecimiento interior de la Iglesia, su correspondencia con el designio divino, dependen esencialmente de ella". (196) En este sentido, la catequesis debe ser considerada momento prioritario en la evangelización.


(194) S. Cirilo de Jerusalen, Catecheses illuminandorum I, 11; PG 33, 351-352.

(195) Cfr. Mt 7,24-27.

(196) CTR 13; Cfr. CTR 15.


La catequesis al servicio de la iniciación cristiana


65. La fe, por la que el hombre responde al anuncio del Evangelio, reclama el Bautismo. La íntima relación entre las dos realidades tiene su raíz en la voluntad del mismo Cristo, que mandó a sus apóstoles a hacer discípulos a todas las gentes y a bautizarlas. "La misión de bautizar, por tanto, la misión sacramental, está comprendida en la misión de evangelizar". (197)

Los que se han convertido a Jesucristo y han sido educados en la fe por la catequesis, al recibir los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, "son liberados del poder de las tinieblas; muertos, sepultados y resucitados con Cristo; reciben el Espíritu de hijos de adopción; y celebran con todo el Pueblo de Dios el memorial de la muerte y resurrección del Señor". (198)


(197) CEC 1122.

(198) ; Cfr. CEC 1212 CEC 1229.



66. La catequesis es, así, elemento fundamental de la iniciación cristiana y está estrechamente vinculada a los sacramentos de la iniciación, especialmente al Bautismo, "sacramento de la fe". (199) El eslabón que une la catequesis con el Bautismo es la profesión de fe, que es, a un tiempo, elemento interior de este sacramento y meta de la catequesis. La finalidad de la acción catequética consiste precisamente en esto: propiciar una viva, explícita y operante profesión de fe. (200)

Para lograrlo, la Iglesia transmite a los catecúmenos y a los catequizandos la experiencia viva que ella misma tiene del Evangelio, su fe, para que aquéllos la hagan suya al profesarla. Por eso, "la auténtica catequesis es siempre una iniciación ordenada y sistemática a la revelación que Dios mismo ha hecho al hombre en Jesucristo, revelación conservada en la memoria profunda de la Iglesia y en las Sagradas Escrituras y comunicada constantemente, mediante una ‘traditio’ viva y activa, de generación en generación". (201)


(199) CEC 1253. En el catecumenado bautismal de adultos, propio de la "misión ad gentes", la catequesis precede al Bautismo. En la catequesis con bautizados (niños, jóvenes o adultos) la formación es posterior. Pero también en este caso lo que pretende la catequesis es hacer descubrir y vivir las inmensas riquezas del Bautismo ya recibido. El Catecismo de la Iglesia Católica utiliza la expresión catecumenado postbautismal (n. 1231). La Exhortación apostólica Christifideles Laici la llama catequesis postbautismal (n. 61).

(200) Cfr. CD 14.

(201) CTR 22; Cfr. CTR 18 CTR 21.


Características fundamentales de la catequesis de iniciación


67. El hecho de ser "momento esencial" del proceso evangelizador, al servicio de la iniciación cristiana, confiere a la catequesis algunas características: (202)

– La catequesis es una formación orgánica y sistemática de la fe. El Sínodo de 1977 subrayó la necesidad de una catequesis "orgánica y bien ordenada", (203) ya que esa indagación vital y orgánica en el misterio de Cristo es lo que, principalmente, distingue a la catequesis de todas las demás formas de presentar la Palabra de Dios.
– Esta formación orgánica es más que una enseñanza: es un aprendizaje de toda la vida cristiana, "una iniciación cristiana integral", (204) que propicia un auténtico seguimiento de Jesucristo, centrado en su Persona. Se trata, en efecto, de educar en el conocimiento y en la vida de fe, de forma que el hombre entero, en sus experiencias más profundas, se vea fecundado por la Palabra de Dios. Se ayudará así al discípulo de Jesucristo a transformar el hombre viejo, a asumir sus compromisos bautismales y a profesar la fe desde el "corazón". (205)
– La catequesis es una formación básica, esencial, (206) centrada en lo nuclear de la experiencia cristiana, en las certezas más básicas de la fe y en los valores evangélicos más fundamentales. La catequesis pone los cimientos del edificio espiritual del cristiano, alimenta las raíces de su vida de fe, capacitándole para recibir el posterior alimento sólido en la vida ordinaria de la comunidad cristiana.


(202) Cfr. CTR 21.

(203) CTR 21. Dos razones merecen destacarse en esta aportación sinodal, asumida por Catechesi Tradendae: su preocupación por atender a un problema pastoral ("insisto en la necesidad de una enseñanza cristiana orgánica y sistemática, dado que desde distintos sitios se intenta minimizar su importancia"); y el hecho de considerar la organicidad de la catequesis como la característica principal que la caracteriza.

(204) CTR 21.

(205) Cfr. CTR 20; S. Agustín, De catechizandis rudibus, IV, 8: CCL 46, 128-129.

(206) Cfr. CTR 21b.



68. En síntesis, la catequesis de iniciación, por ser orgánica y sistemática, no se reduce a lo meramente circunstancial u ocasional; (207) por ser formación para la vida cristiana, desborda —incluyéndola— a la mera enseñanza; (208) por ser esencial, se centra en lo "común" para el cristiano, sin entrar en cuestiones disputadas ni convertirse en investigación teológica. En fin, por ser iniciación, incorpora a la comunidad que vive, celebra y testimonia la fe. Ejerce, por tanto, al mismo tiempo, tareas de iniciación, de educación y de instrucción. (209) Esta riqueza, inherente al catecumenado de adultos no bautizados, ha de inspirar a las demás formas de catequesis.


(207) Cfr. CTR 21c.

(208) Cfr. .

(209) Cfr. DCG (1971) 31.




LA CATEQUESIS AL SERVICIO DE LA EDUCACIÓN PERMANENTE DE LA FE

La educación permanente de la fe en la comunidad cristiana


69. La educación permanente de la fe es posterior a su educación básica y la supone. Ambas actualizan dos funciones del ministerio de la Palabra, distintas y complementarias, al servicio del proceso permanente de conversión.

La catequesis de iniciación pone las bases de la vida cristiana en los seguidores de Jesús. El proceso permanente de conversión va más allá de lo que proporciona la catequesis de base o fundante. Para favorecer tal proceso, se necesita una comunidad cristiana que acoja a los iniciados para sostenerlos y formarlos en la fe. "La catequesis corre el riesgo de esterilizarse si una comunidad de fe y de vida cristiana no acoge al catecúmeno en cierta fase de su catequesis". (210) El acompañamiento que ejerce la comunidad en favor del que se inicia, se transforma en plena integración del mismo en la comunidad.


(210) CTR 24.



70. En la comunidad cristiana, los discípulos de Jesucristo se alimentan en una doble mesa: "la de la Palabra de Dios y la del Cuerpo de Cristo". (211) El Evangelio y la Eucaristía son su constante alimento en el peregrinar hacia la casa del Padre. La acción del Espíritu Santo hace que el don de la "comunión" y el compromiso de la "misión" se ahonden y se vivan de manera cada vez más profunda.

La educación permanente de la fe se dirige no sólo a cada cristiano, para acompañarle en su camino hacia la santidad, sino también a la comunidad cristiana como tal, para que vaya madurando tanto en su vida interna de amor a Dios y de amor fraterno, cuanto en su apertura al mundo como comunidad misionera. El deseo y la oración de Jesús ante el Padre son una llamada incesante: "Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado". (212) Acercarse paulatinamente a este ideal requiere, en la comunidad, una fidelidad grande a la acción del Espíritu Santo, un constante alimentarse del Cuerpo y de la Sangre del Señor y una permanente educación de la fe, en la escucha de la Palabra.
En esta mesa de la Palabra de Dios, la homilía tiene un lugar privilegiado, ya que "vuelve a recorrer el itinerario de fe propuesto por la catequesis y lo conduce a su perfeccionamiento natural; al mismo tiempo impulsa a los discípulos del Señor a emprender cada día su itinerario espiritual en la verdad, la adoración y la acción de gracias". (213)


(211) DV 21.

(212) Jn 17,21.

(213) CTR 48; Cfr. SC 52 DV 24; DCG (1971) 17; Missale Romanum, Ordo Lectionum Missae, 24, Editio Typica Altera, Roma 1981.



DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - Funciones y formas del ministerio de la Palabra de Dios