DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - Carácter histórico del misterio de la salvación

Carácter histórico del misterio de la salvación


107. La confesión de fe de los discípulos de Jesucristo brota de una Iglesia peregrina, enviada en misión. No es aún la proclamación gloriosa del final del camino, sino la que corresponde al "tiempo de la Iglesia". (356) La "economía de la salvación" tiene un carácter histórico, pues se realiza en el tiempo: "empezó en el pasado, se desarrolló y alcanzó su cumbre en Cristo; despliega su poder en el presente; y espera su consumación en el futuro". (357)

Por eso la Iglesia, al transmitir hoy el mensaje cristiano desde la viva conciencia que tiene de él, guarda constante "memoria" de los acontecimientos salvíficos del pasado, narrándolos de generación en generación. A su luz, interpreta los acontecimientos actuales de la historia humana, donde el Espíritu de Dios renueva la faz de la tierra y permanece en una espera confiada de la venida del Señor. En la catequesis patrística, la narración (narratio) de las maravillas obradas por Dios y la espera (expectatio) del retorno de Cristo acompañaban siempre la exposición (explanatio) de los misterios de la fe. (358)


(356) CEC 1076.

(357) DCG (1971) 44.

(358) Al fundamentar el contenido de la catequesis en la narración de los acontecimientos salvadores, los Santos Padres querían enraizar el cristianismo en el tiempo, mostrando que era historia salvífica y no mera filosofía religiosa; y que Cristo era el centro de esa historia.



108. El carácter histórico del mensaje cristiano obliga a la catequesis a cuidar estos aspectos:

– Presentar la historia de la salvación por medio de una catequesis bíblica que dé a conocer las "obras y palabras" con las que Dios se ha revelado a la humanidad: las grandes etapas del Antiguo Testamento, con las que preparó el camino del Evangelio; (359) la vida de Jesús, Hijo de Dios, encarnado en el seno de María que con sus hechos y enseñanzas llevó a plenitud la Revelación; (360) y la historia de la Iglesia, transmisora de esa Revelación. Esta historia, leída desde la fe, es también parte fundamental del contenido de la catequesis.
– Al explicar el Símbolo de la fe y el contenido de la moral cristiana por medio de una catequesis doctrinal, el mensaje evangélico ha de iluminar el "hoy" de la historia de la salvación. En efecto, "el ministerio de la Palabra no sólo recuerda la revelación de las maravillas de Dios hechas en el pasado… sino que, al mismo tiempo, interpreta, a la luz de esta revelación, la vida de los hombres de nuestra época, los signos de los tiempos y las realidades de este mundo, ya que en ellos se realiza el designio de Dios para la salvación de los hombres". (361)
– Situar los sacramentos dentro de la historia de la salvación por medio de una catequesis mistagógica, que "relee y revive los acontecimientos de la historia de la salvación en el "hoy" de la liturgia". (362) Esta referencia al "hoy" histórico-salvífico es esencial en esta catequesis. Se ayuda, así, a catecúmenos y catequizandos "a abrirse a la inteligencia "espiritual" de la economía de la salvación". (363)
– Las "obras y palabras" de la Revelación remiten al "misterio contenido en ellas". (364) La catequesis ayudará a hacer el paso del signo al misterio. Llevará a descubrir, tras la humanidad de Jesús, su condición de Hijo de Dios; tras la historia de la Iglesia, su misterio como "sacramento de salvación"; tras los "signos de los tiempos", las huellas de la presencia y de los planes de Dios. La catequesis mostrará, así, el conocimiento propio de la fe, "que es un conocimiento por medio de signos". (365)


(359) CEC 54-64. En estos textos del Catecismo de la Iglesia Católica, que son referencia fundamental para la catequesis bíblica, se indican las etapas más importantes de la Revelación, en las cuales el tema de la Alianza es clave. Cfr. CEC 1081 y 1093.

(360) Cfr. DV 4.

(361) DCG (1971) 11.

(362) CEC 1095; cfr. CEC 1075 CEC 1116 CEC 129-130 CEC 1093-1094.

(363) CEC 1095. El Catecismo de la Iglesia Católica en el n.1075 indica el carácter inductivo de esta "catequesis mistagógica" pues "procede" de lo visible a lo invisible, del signo al significado, de los ?sacramentos' a los "misterios"".

(364) DV 2.

(365) DCG (1971) 72; cfr. CEC 39-43.


La inculturación del mensaje evangélico (366)


109. La Palabra de Dios se hizo hombre, hombre concreto, situado en el tiempo y en el espacio, enraizado en una cultura determinada: "Cristo, por su encarnación, se unió a las concretas condiciones sociales y culturales de los hombres con quienes convivió". (367) Esta es la originaria "inculturación" de la Palabra de Dios y el modelo referencial para toda la evangelización de la Iglesia, "llamada a llevar la fuerza del Evangelio al corazón de la cultura y de las culturas". (368)

La "inculturación" (369) de la fe, por la que se "asumen en admirable intercambio todas las riquezas de las naciones dadas a Cristo en herencia", (370) es un proceso profundo y global y un camino lento. (371) No es una mera adaptación externa que, para hacer más atrayente el mensaje cristiano, se limitase a cubrirlo de manera decorativa con un barniz superficial. Se trata, por el contrario, de la penetración del Evangelio en los niveles más profundos de las personas y de los pueblos, afectándoles "de una manera vital, en profundidad y hasta las mismas raíces" (372) de sus culturas.
En este trabajo de inculturación, sin embargo, las comunidades cristianas deberán hacer un discernimiento: se trata de "asumir", (373) por una parte, aquellas riquezas culturales que sean compatibles con la fe; pero se trata también, por otra parte, de ayudar a "sanar" (374) y "transformar" (375) aquellos criterios, líneas de pensamiento o estilos de vida que estén en contraste con el Reino de Dios. Este discernimiento se rige por dos principios básicos: "la compatibilidad con el Evangelio de las varias culturas a asumir y la comunión con la Iglesia universal". (376) Todo el pueblo de Dios debe implicarse en este proceso, que "necesita una gradualidad para que sea verdaderamente expresión de la experiencia cristiana de la comunidad". (377)


(366) Cfr. Cuarta Parte, cap. 5.

(367) ; cfr. a.

(368) CTR 53 cfr. EN 20.

(369) El término "inculturación" ha sido asumido por diversos documentos del Magisterio: cfr. CTR 53 y RMi 52-54. El concepto de "cultura", tanto en su sentido más general, como en su sentido "sociológico y etnológico" ha sido aclarado en GS 53; cfr. ChL 44a.

(370) a; cfr. LG 13 LG 17 GS 53-62; DCG (1971) 37.

(371) Cfr. RMi 52b que habla del "largo tiempo" que requiere la inculturación.

(372) EN 20; cfr. EN 63 RMi 52.

(373) LG 13 utiliza la expresión: "favorece y asume (fovet et assumit)".

(374) LG 17 se expresa de este modo: "sanar, elevar y perfeccionar (sanare, elevare et consummare)".

(375) EN 19 afirma: "alcanzar y transformar".

(376) RMi 54a.

(377) RMi 54b.



110. En esta inculturación de la fe, a la catequesis, se le presentan en concreto diversas tareas. Entre ellas cabe destacar:

– Considerar a la comunidad eclesial como principal factor de inculturación. Una expresión, y al mismo tiempo un instrumento eficaz de esta tarea, es el catequista que, junto a un sentido religioso profundo, debe poseer una viva sensibilidad social y estar bien enraizado en su ambiente cultural. (378)
– Elaborar unos Catecismos locales que respondan "a las exigencias que dimanan de las diferentes culturas", (379) presentando el Evangelio en relación a las aspiraciones, interrogantes y problemas que en esas culturas aparecen.
– Realizar una oportuna inculturación en el Catecumenado y en las instituciones catequéticas, incorporando con discernimiento el lenguaje, los símbolos y los valores de la cultura en que están enraizados los catecúmenos y catequizandos.
– Presentar el mensaje cristiano de modo que capacite para "dar razón de la esperanza" (1 P 3,15) a los que han de anunciar el Evangelio en medio de unas culturas a menudo ajenas a lo religioso, y a veces postcristianas. Una apologética acertada, que ayude al diálogo "fe-cultura", se hace imprescindible.


(378) Cfr. GCM 12.

(379) Cfr. CEC 24.


La integridad del mensaje evangélico


111. En la tarea de la inculturación de la fe, la catequesis debe transmitir el mensaje evangélico en toda su integridad y pureza. Jesús anuncia el Evangelio íntegramente: "Todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer" (Jn 15,15). Y esta misma integridad la exige Cristo de sus discípulos, al enviarles a la misión: "Enseñadles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28,19). Por eso, un criterio fundamental de la catequesis es el de salvaguardar la integridad del mensaje, evitando presentaciones parciales o deformadas del mismo: "A fin de que la "oblación de su fe" sea perfecta, el que se hace discípulo de Cristo tiene derecho a recibir la "palabra de la fe" no mutilada, falsificada o disminuida, sino completa e integral, en todo su rigor y su vigor". (380)


(380) CTR 30.



112. Dos dimensiones íntimamente unidas subyacen a este criterio. Se trata, en efecto de:

– Presentar el mensaje evangélico íntegro, sin silenciar ningún aspecto fundamental o realizar una selección en el depósito de la fe. (381) La catequesis, al contrario, "debe procurar diligentemente proponer con fidelidad el tesoro íntegro del mensaje cristiano". (382) Esto debe hacerse, sin embargo, gradualmente, siguiendo el ejemplo de la pedagogía divina, con la que Dios se ha ido revelando de manera progresiva y gradual. La integridad debe compaginarse con la adaptación.

La catequesis, en consecuencia, parte de una sencilla proposición de la estructura íntegra del mensaje cristiano, y la expone de manera adaptada a la capacidad de los destinatarios. Sin limitarse a esta exposición inicial, la catequesis, gradualmente, propondrá el mensaje de manera cada vez más amplia y explícita, según la capacidad del catequizando y el carácter propio de la catequesis. (383) Estos dos niveles de exposición íntegra del mensaje son denominados "integridad intensiva" e "integridad extensiva".
– Presentar el mensaje evangélico auténtico, en toda su pureza, sin reducir sus exigencias, por temor al rechazo; y sin imponer cargas pesadas que él no incluye, pues el yugo de Jesús es suave. (384)

Este criterio acerca de la autenticidad está íntimamente vinculado al de la inculturación, porque ésta tiene la función de "traducir" (385) lo esencial del mensaje a un determinado lenguaje cultural. En esta necesaria tarea, se da siempre una tensión: "la evangelización pierde mucho de su fuerza si no toma en consideración al pueblo concreto al que se dirige", pero también "corre el riesgo de perder su alma y desvanecerse si se vacía o desvirtúa su contenido, bajo el pretexto de traducirlo". (386)


(381) Ibidem.

(382) DCG (1971) 38a.

(383) Cfr. DCG (1971) 38b.

(384) Cfr. Mt 11,30.

(385) EN 63, que utiliza las expresiones "transferre" y "translatio"; cfr. RMi 53b.

(386) EN 63c; cfr. CTR 53 CTR 31.



113. En esta compleja relación entre inculturación e integridad del mensaje cristiano, el criterio que debe seguirse es el de una actitud evangélica de "apertura misionera para la salvación integral del mundo". (387) Esta actitud debe saber conjugar la aceptación de los valores verdaderamente humanos y religiosos, por encima de cerrazones inmovilistas, con el compromiso misionero de anunciar toda la verdad del evangelio, por encima de fáciles acomodaciones que llevarían a desvirtuar el Evangelio y a secularizar la Iglesia. La autenticidad evangélica excluye ambas actitudes, contrarias al verdadero sentido de la misión.


(387) Sínodo 1985, II, D, 3; cfr. EN 65.


Un mensaje orgánico y jerarquizado


114. El mensaje que transmite la catequesis tiene "un carácter orgánico y jerarquizado", (388) constituyendo una síntesis coherente y vital de la fe. Se organiza en torno al misterio de la Santísima Trinidad, en una perspectiva cristocéntrica, ya que este misterio es "la fuente de todos los otros misterios de la fe y la luz que los ilumina". (389) A partir de él, la armonía del conjunto del mensaje requiere una "jerarquía de verdades", (390) por ser diversa la conexión de cada una de ellas con el fundamento de la fe cristiana. Ahora bien "esta jerarquía no significa que algunas verdades pertenezcan a la fe menos que otras, sino que algunas verdades se apoyan en otras como más principales y son iluminadas por ellas". (391)


(388) CTR 31 que, asímismo, trata la integridad del mensaje; cfr. DCG (1971) 39 y 43.

(389) CEC 234.

(390) UR 11.

(391) DCG (1971) 43.



115. Todos los aspectos y dimensiones del mensaje cristiano participan de esta organicidad jerarquizada:

– La historia de la salvación, al narrar las "maravillas de Dios" (mirabilia Dei), las que hizo, hace y hará por nosotros, se organiza en torno a Jesucristo, "centro de la historia de la salvación". (392) La preparación al Evangelio, en el Antiguo Testamento, la plenitud de la Revelación en Jesucristo, y el tiempo de la Iglesia, estructuran toda la historia salvífica, de la que la creación y la escatología son su principio y su fin.
– El Símbolo apostólico muestra cómo la Iglesia ha querido siempre presentar el misterio cristiano en una síntesis vital. Este símbolo es el resumen y la clave de lectura de toda la Escritura y de toda la doctrina de la Iglesia, que se ordena jerárquicamente en torno a él. (393)
– Los sacramentos son, también, un todo orgánico, que como fuerzas regeneradoras brotan del misterio pascual de Jesucristo, "formando un organismo en el que cada sacramento particular tiene su lugar vital". (394) La Eucaristía ocupa en este cuerpo orgánico un puesto único, hacia el que los demás sacramentos están ordenados: se presenta como "sacramento de los sacramentos". (395)
– El doble mandamiento del amor, a Dios y al prójimo, es —en el mensaje moral— la jerarquía de valores que el propio Jesús estableció: "De estos mandamientos pende toda la Ley y los Profetas" (Mt 22, 40). El amor a Dios y al prójimo, que resumen el decálogo, si son vividos con el espíritu de las bienaventuranzas evangélicas, constituyen la carta magna de la vida cristiana que Jesús proclamó en el sermón del Monte. (396)
– El Padre nuestro, condensando la esencia del Evangelio, sintetiza y jerarquiza las inmensas riquezas de oración contenidas en la Sagrada Escritura y en toda la vida de la Iglesia. Esta oración, propuesta a sus discípulos por el propio Jesús, trasluce la confianza filial y los deseos más profundos con que una persona puede dirigirse a Dios. (397)



(392) DCG (1971) 41.

(393) Acerca del símbolo de la fe, S. Cirilo de Jerusalén dice: "Esta síntesis de fe no ha sido hecha según las opiniones humanas, sino que de toda la Escritura ha sido recogido lo que hay en ella de más importante, para dar en su integridad la única enseñanza de la fe" (Catecheses illuminandorum 5,12: PG 33, 521). El texto ha sido recogido en CEC 186; cfr. CEC 194.

(394) CEC 1211.

(395) CEC 1211.

(396) S. Agustín presenta el sermón del Monte como "la carta perfecta de la vida cristiana... que contiene todos los preceptos propios para guiarla" (De sermone Domini in monte 1,1; CCL 35, 1; cfr. EN 8.

(397) El Padre nuestro es, en verdad, "el resumen de todo el Evangelio" (Tertuliano, De oratione, 1: CSEL 20, 181) "Recorred todas las oraciones que hay en las Escrituras, y no creo que podáis encontrar algo que no esté incluído en la oración del Señor" (S. Agustín, Epístola 130, c.12: PL 33, 502): cfr. CEC 2761.


Un mensaje significativo para la persona humana


116. La Palabra de Dios, al hacerse hombre, asume la naturaleza humana en todo menos en el pecado. De este modo, Jesucristo que es "imagen de Dios invisible" (Col 1,15), es también el hombre perfecto. De ahí que "en realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado". (398)

La catequesis, al presentar el mensaje cristiano, no sólo muestra quién es Dios y cuál es su designio salvífico, sino que, como hizo el propio Jesús, muestra también plenamente quién es el hombre al propio hombre y cuál es su altísima vocación. (399) La revelación, en efecto, "no está aislada de la vida, ni yuxtapuesta artificialmente a ella. Se refiere al sentido último de la existencia y la ilumina, ya para inspirarla ya para juzgarla, a la luz del Evangelio". (400)
La relación del mensaje cristiano con la experiencia humana no es puramente metodológica, sino que brota de la finalidad misma de la catequesis, que busca la comunión de la persona humana con Jesucristo. Jesús, en su vida terrena, vivió plenamente su humanidad: "trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre". (401) Pues bien, "todo lo que Cristo vivió, hace que podamos vivirlo en El y que El lo viva en nosotros". (402) La catequesis actúa sobre esta identidad de experiencia humana entre Jesús, Maestro, y el discípulo, y enseña a pensar como El, obrar como El, amar como El. (403) Vivir la comunión con Cristo es hacer la experiencia de la vida nueva de la gracia. (404)


(398) GS 22a.

(399) Cfr. Ibidem.

(400) CTR 22c; cfr. EN 29.

(401) GS 22b.

(402) CEC 521; cfr. CEC 519-521.

(403) Cfr. CTR 20b.

(404) Cfr. Rm 6,4.



117. Por esta razón, eminentemente cristológica, la catequesis, al presentar el mensaje cristiano, "debe preocuparse por orientar la atención de los hombres hacia sus experiencias de mayor importancia, tanto personales como sociales, siendo tarea suya plantear, a la luz del Evangelio, los interrogantes que brotan de ellas, de modo que se estimule el justo deseo de transformar la propia conducta". (405) En este sentido:

– En la primera evangelización, propia del precatecumenado o de la precatequesis, el anuncio del Evangelio se hará siempre en íntima conexión con la naturaleza humana y sus aspiraciones, mostrando cómo satisface plenamente al corazón humano. (406)
– En la catequesis bíblica, se ayudará a interpretar la vida humana actual a la luz de las experiencias vividas por el pueblo de Israel, por Jesucristo y por la comunidad eclesial, en la cual el Espíritu de Cristo resucitado vive y opera continuamente.
– En la explicitación del Símbolo, la catequesis mostrará cómo los grandes temas de la fe (creación, pecado original, Encarnación, Pascua, Pentecostés, escatología…) son siempre fuente de vida y de luz para el ser humano.
– La catequesis moral, al presentar en qué consiste la vida digna del Evangelio (407) y promover las bienaventuranzas evangélicas como espíritu que impregna al decálogo, las enraizará en las virtudes humanas, presentes en el corazón del hombre. (408)
– En la catequesis litúrgica, deberá ser constante la referencia a las grandes experiencia humanas, significadas por los signos y los símbolos de la acción litúrgica a partir de la cultura judía y cristiana. (409)


(405) DCG (1971) 74; cfr. CTR 29.

(406) Cfr. a.

(407) Cfr. Ph 1,27.

(408) Cfr. CEC 1697.

(409) Cfr. CEC 1145-1152.


Principio metodológico para la presentación del mensaje (410)


CAPITULO II

"Esta es nuestra fe, ésta es la fe de la Iglesia"


"Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena" (2 Tm 3,16).

"Mantenéos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta" preparado para toda obra buena" (2 Ts 2,15).



119. Este capítulo reflexiona sobre el contenido de la catequesis tal como la Iglesia lo expone en las síntesis de fe que oficialmente elabora y propone en sus Catecismos.

La Iglesia ha dispuesto siempre de formulaciones de la fe que, en forma breve, condensan lo esencial de lo que Ella cree y vive: textos neotestamentarios, símbolos o credos, fórmulas litúrgicas, plegarias eucarísticas. Más tarde ha considerado también conveniente explicitar de modo más amplio la fe, a manera de una síntesis orgánica, por medio de los Catecismos que, en numerosas Iglesias locales, se han ido elaborando en estos últimos siglos. En dos momentos históricos, con ocasión del concilio de Trento y en nuestros días, se ha considerado oportuno ofrecer una exposición orgánica de la fe mediante un Catecismo de carácter universal, como punto de referencia para la catequesis en toda la Iglesia. Así, en efecto, ha procedido Juan Pablo II, al promulgar el Catecismo de la Iglesia Católica el 11 de octubre de 1992.
El presente capítulo trata de situar estos instrumentos oficiales de la Iglesia, como son los Catecismos, en relación a la actividad o práctica catequética.
En primer lugar reflexionará sobre el Catecismo de la Iglesia Católica, procurando clarificar el papel que le corresponde desempeñar en el conjunto de la catequesis eclesial. Se analiza, después, la necesidad de los Catecismos locales, que tienen por objeto adaptar el contenido de la fe a las diferentes situaciones y culturas y se ofrecerán algunas orientaciones para facilitar su elaboración. La Iglesia, al contemplar la riqueza del contenido de la fe expuesta en estos instrumentos que los propios Obispos proponen al Pueblo de Dios y que, a modo de "sinfonía" (414) expresan lo que Ella cree, celebra, vive y proclama: "Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia".


(410) Cfr. Tercera Parte, cap. 2.

(411) DCG (1971) 46.

(412) CTR 31.

(413) Cfr. CIC 775,1-3.

(414) Cfr. FD 2d.


El Catecismo de la Iglesia Católica y el Directorio General para la Catequesis


120. El Catecismo de la Iglesia Católica y el Directorio General para la Catequesis son dos instrumentos distintos y complementarios, al servicio de la acción catequizadora de la Iglesia:

– El Catecismo de la Iglesia Católica es "una exposición de la fe de la Iglesia y de la doctrina católica, atestiguadas e iluminadas por la Sagrada Escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio de la Iglesia". (415)
– El Directorio General para la Catequesis es la proposición de "unos principios teológico-pastorales de carácter fundamental, tomados del Magisterio de la Iglesia y particularmente del Concilio Ecuménico Vaticano II, por los que pueda orientarse y regirse más adecuadamente" (416) la actividad catequética de la Iglesia.

Ambos instrumentos, cada uno en su género y desde su específica autoridad, se complementan mutuamente:
– El Catecismo de la Iglesia Católica es un acto del Magisterio del Papa por el que, en nuestro tiempo, sintetiza normativamente, en virtud de la Autoridad apostólica, la totalidad de la fe católica y la ofrece, ante todo a las Iglesias particulares, como punto de referencia para la exposición auténtica del contenido de la fe.
– El Directorio General para la Catequesis, por su parte, tiene el valor que la Santa Sede ordinariamente otorga a estos instrumentos de orientación, al aprobarlos y confirmarlos. Es un instrumento oficial para la transmisión del mensaje evangélico y para el conjunto del acto de catequizar.
– El carácter de complementariedad de ambos instrumentos justifica, como se indica en el Prefacio, que el presente Directorio General para la Catequesis no tenga que dedicar un capítulo a la exposición de los contenidos de la fe, como lo hacía el Directorio de 1971 bajo el título: "Principales elementos del mensaje cristiano". (417) Por eso, en lo concerniente al contenido del mensaje, el Directorio General para la Catequesis remite al Catecismo de la Iglesia Católica, del cual quiere ser el instrumento metodológico para su aplicación concreta.

La presentación del Catecismo de la Iglesia Católica, que seguidamente se hace, no ha sido elaborada ni para resumir ni para justificar dicho instrumento del Magisterio, sino para procurar una mejor comprensión y recepción del Catecismo en la actividad catequética.


(415) FD 4a.

(416) DCG (1971) Introducción.

(417) DCG (1971), Tercera parte, cap. 2.


El Catecismo de la iglesia católica

Finalidad y naturaleza del Catecismo de la Iglesia Católica


121. El propio Catecismo de la Iglesia Católica indica, en su prólogo, el fin que persigue: "Este catecismo tiene por fin presentar una exposición orgánica y sintética de los contenidos esenciales y fundamentales de la doctrina católica, tanto sobre la fe como sobre la moral, a la luz del Concilio Vaticano II y del conjunto de la Tradición de la Iglesia". (418)

El Magisterio de la Iglesia con el Catecismo de la Iglesia Católica ha querido ofrecer un servicio eclesial para nuestro tiempo, reconociéndolo:
– "Instrumento válido y autorizado al servicio de la comunión eclesial". (419) Desea fomentar el vínculo de unidad al facilitar en los discípulos de Jesucristo "la profesión de una misma fe recibida de los apóstoles". (420)
– "Norma segura para la enseñanza de la fe". (421) Ante el legítimo derecho de todo bautizado de conocer lo que la Iglesia ha recibido y cree, el Catecismo de la Iglesia Católica ofrece una respuesta clara. Es, por ello, referente fundamental para la catequesis y para las demás formas del ministerio de la Palabra.
– "Punto de referencia para los catecismos o compendios que se redacten en las diversas regiones". (422) El Catecismo de la Iglesia Católica, en efecto, no está destinado a sustituir a los catecismos locales, (423) sino a "alentar y facilitar la redacción de nuevos catecismos locales que tengan en cuenta las diversas situaciones y culturas, pero que guarden cuidadosamente la unidad de la fe y la fidelidad a la doctrina católica". (424)

La naturaleza o carácter propio de este documento del Magisterio consiste en el hecho de que se presenta como síntesis orgánica de la fe de valor universal. En esto difiere de otros documentos del Magisterio, que no pretenden ofrecer dicha síntesis. Es diferente también de los Catecismos locales, los cuales, aunque elaborados en la comunión eclesial, se destinan, sin embargo, al servicio de una porción determinada del Pueblo de Dios.


(418) CEC 11.

(419) FD 4c; FD 4b.

(420) CEC 815.

(421) FD 4a; cfr. FD 4c.

(422) FD 1f; cfr. FD 4c.

(423) FD 4d.

(424) Ibidem.


La articulación del Catecismo de la Iglesia Católica


122. El Catecismo de la Iglesia Católica se articula en torno a cuatro dimensiones fundamentales de la vida cristiana: la profesión de fe, la celebración litúrgica, la moral evangélica y la oración. Las cuatro brotan de un mismo núcleo, el misterio cristiano, que:

– "es el objeto de la fe (primera parte);
– es celebrado y comunicado en las acciones litúrgicas (segunda parte);
– está presente para iluminar y sostener a los hijos de Dios en su obrar (tercera parte);
– es el fundamento de nuestra oración, cuya expresión privilegiada es el "Padre nuestro", y que constituye el objeto de nuestra petición, nuestra alabanza y nuestra intercesión (cuarta parte)". (425)

Esta articulación cuadripartita desarrolla los aspectos esenciales de la fe:
– creer en Dios creador, Uno y Trino, y en su designio salvífico;
– ser santificado por El en la vida sacramental;
– amarle con todo el corazón y amar al prójimo como a sí mismo;
– orar esperando la venida de su Reino y el encuentro cara a cara con El.

El Catecismo de la Iglesia Católica se refiere así a la fe creída, celebrada, vivida y hecha oración y constituye una llamada a una educación cristiana integral.
La articulación del Catecismo de la Iglesia Católica remite a la unidad profunda de la vida cristiana. En él se hace explícita la interrelación entre "lex orandi", "lex credendi" y "lex vivendi". "La Liturgia es, por sí misma, oración; la confesión de fe tiene su justo lugar en la celebración del culto. La gracia, fruto de los sacramentos, es la condición insustituible del obrar cristiano, igual que la participación en la liturgia requiere la fe. Si la fe no se concreta en obras permanece muerta y no puede dar frutos de vida eterna". (426)
Con esta articulación tradicional en torno a los cuatro pilares que sostienen la transmisión de la fe (símbolo, sacramentos, decálogo, Padre nuestro), (427) el Catecismo de la Iglesia Católica se ofrece como referente doctrinal en la educación de las cuatro tareas básicas de la catequesis (428) y para la elaboración de Catecismos locales, pero no pretende imponer ni a aquélla ni a éstos una configuración determinada. El modo más adecuado de ordenar los elementos del contenido de la catequesis debe responder a las respectivas circunstancias concretas y no se debe establecer a través del Catecismo común. (429) La exquisita fidelidad a la doctrina católica es compatible con una rica diversidad en el modo de presentarla.


(425) FD 3d.

(426) FD 3e.

(427) Cfr. CEC 13.

(428) Cfr. Primera parte, cap. 3 del presente Directorio.

(429) Cfr. Card. J. Ratzinger, Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica, en J. Ratzinger y C. Schönborn, Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica, Madrid 1994, pp. 29-30.


La inspiración del Catecismo de la Iglesia Católica: el cristocentrismo trinitario y la sublimidad de la vocación de la persona humana


123. El eje central de la articulación del Catecismo de la Iglesia Católica es Jesucristo, "camino, verdad y vida" (Jn 14,6).

El Catecismo de la Iglesia Católica, centrado en Jesucristo, se abre en dos direcciones: hacia Dios y hacia la persona humana.
– El misterio de Dios, Uno y Trino, y su economía salvífica, inspira y jerarquiza desde dentro al Catecismo de la Iglesia Católica en su conjunto, así como a cada una de sus partes. La profesión de fe, la liturgia, la moral evangélica y la oración tienen, en el Catecismo de la Iglesia Católica, una inspiración trinitaria, que atraviesa toda la obra como hilo conductor. (430) Este elemento central inspirador contribuye a dar al texto un profundo carácter religioso.
– El misterio de la persona humana es presentado por el Catecismo de la Iglesia Católica a lo largo de sus páginas y, sobre todo, en algunos capítulos especialmente significativos: "El hombre es capaz de Dios", "La creación del hombre", "El Hijo de Dios se hizo hombre", "La vocación del hombre: la vida en el Espíritu"… y otros más. (431) Esta doctrina, contemplada a la luz de la naturaleza humana de Jesús, hombre perfecto, muestra la altísima vocación y el ideal de perfección a la que toda persona humana es llamada.

En verdad, toda la doctrina del Catecismo de la Iglesia Católica queda sintetizada en este pensamiento conciliar: "Jesucristo, en la misma revelación del Padre y de su amor, manifiesta plenamente lo que es el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación". (432)


(430) Cfr. CEC 189-190 CEC 1077-1109 CEC 1693-1695 CEC 2564, etc.

(431) Cfr. CEC 27-49 CEC 355-379 CEC 456-478 CEC 1699-1756 etc.

(432) GS 22a.


El género literario del Catecismo de la Iglesia Católica


124. Es importante descubrir el género literario del Catecismo de la Iglesia Católica para respetar la función que la autoridad de la Iglesia le atribuye en el ejercicio y renovación de la actividad catequética en nuestro tiempo.

Los rasgos principales que definen el género literario del Catecismo de la Iglesia Católica son:
– El Catecismo de la Iglesia Católica es, ante todo, un catecismo; es decir, un texto oficial del Magisterio de la Iglesia que, con autoridad, recoge de forma precisa, a modo de síntesis orgánica, los acontecimientos y verdades salvíficas fundamentales, que expresan la fe común del pueblo de Dios, y que constituyen la referencia básica e indispensable para la catequesis.
– Por ser un catecismo, el Catecismo de la Iglesia Católica recoge lo que es básico y común en la vida cristiana, sin proponer como doctrina de fe interpretaciones particulares, que no son sino opiniones privadas o pareceres de alguna escuela teológica. (433)
– El Catecismo de la Iglesia Católica es, por otra parte, un catecismo de carácter universal, ofrecido a toda la Iglesia. En él se presenta una síntesis actualizada de la fe, que incorpora la doctrina del Concilio Vaticano II y los interrogantes religiosos y morales de nuestra época. Pero, "por su misma finalidad, este catecismo no se propone dar una respuesta adaptada, tanto en el contenido como en el método, a las exigencias que dimanan de las diferentes culturas, de las edades, de la vida espiritual y de situaciones sociales y eclesiales de aquellos a quienes se dirige la catequesis. Estas indispensables adaptaciones corresponden a catecismos propios de cada lugar, y más aún a aquellos que toman a su cargo instruir a los fieles". (434)


(433) DCG (1971) 119.

(434) CEC 24.



DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - Carácter histórico del misterio de la salvación