DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - Pedagogía divina y catequesis

Pedagogía divina y catequesis


143. La catequesis, en cuanto comunicación de la Revelación divina, se inspira radicalmente en la pedagogía de Dios tal como se realiza en Cristo y en la Iglesia, toma de ella sus líneas constitutivas y, bajo la guía del Espíritu Santo, desarrolla una sabia síntesis de esa pedagogía, favoreciendo así una verdadera experiencia de fe y un encuentro filial con Dios. De este modo la catequesis:

– es una pedagogía que se inserta y sirve al "diálogo de la salvación" entre Dios y la persona, poniendo de relieve debidamente el destino universal de esa salvación; en lo que concierne a Dios, subraya la iniciativa divina, la motivación amorosa, la gratuidad, el respeto de la libertad; en lo que se refiere al hombre, pone en evidencia la dignidad del don recibido y la exigencia de crecer constantemente en El; (495)
– acepta el principio del carácter progresivo de la Revelación, de la transcendencia y carácter misterioso de la Palabra de Dios, así como su adaptación a las diversas personas y culturas;
– reconoce la centralidad de Jesucristo, Palabra de Dios hecha carne, que determina a la catequesis como "pedagogía de la encarnación", por la que el Evangelio se ha de proponer siempre para la vida y en la vida de las personas;
– reconoce el valor de la experiencia comunitaria de la fe, como propia del Pueblo de Dios, de la Iglesia;
– se enraíza en la relación interpersonal y hace suyo el proceso del diálogo;
– se hace pedagogía de signos, en la que se entrecruzan hechos y palabras, enseñanza y experiencia; (496)
– encuentra tanto su fuerza de verdad como su compromiso permanente de dar testimonio en el inagotable amor divino, que es el Espíritu Santo, ya que ese amor de Dios es la razón última de su revelación. (497)

La catequesis se configura de este modo como proceso, o itinerario, o camino del seguimiento del Cristo del Evangelio en el Espíritu hacia el Padre, emprendido con vistas a alcanzar la madurez en la fe "según la medida del don de Cristo" (Ef 4,4) y las posibilidades y necesidades de cada uno.


(495) Cfr. Pablo VI, Carta enc. Ecclesiam suam (6 agosto 1964), III: AAS 56 (1964), pp. 637-659.

(496) Cfr. DV 2.

(497) Cfr. RMi 15 CEC 24-25; DCG (1971) 10.


Pedagogía original de la fe (498)


144. La catequesis, que es por tanto pedagogía en acto de la fe, al realizar sus tareas no puede dejarse inspirar por consideraciones ideológicas o por intereses meramente humanos; (499) no confunde la acción salvífica de Dios, que es pura gracia, con la acción pedagógica del hombre, pero tampoco las contrapone y separa. El diálogo que Dios mantiene amorosamente con cada persona se convierte en su inspiración y norma; de ese diálogo la catequesis es "eco" incansable, buscando constantemente el diálogo con las personas, según las indicaciones fundamentales que ofrece el Magisterio de la Iglesia. (500)

He aquí unos objetivos concretos que inspiran sus opciones metodológicas:
– promover una progresiva y coherente síntesis entre la adhesión plena del hombre a Dios (fides qua) y los contenidos del mensaje cristiano (fides quae);
– desarrollar todas las dimensiones de la fe, por las cuales ésta llega a ser una fe conocida, celebrada, vivida, hecha oración; (501)
– impulsar a la persona a confiarse "por entero y libremente a Dios": (502) inteligencia, voluntad, corazón y memoria;
– ayudar a la persona a discernir la vocación a la que el Señor la llama.

La catequesis desarrolla así una acción que es, al mismo tiempo, de iniciación, de educación y de enseñanza.


(498) Cfr. MPD 11; CTR 58.

(499) Cfr. CTR 52.

(500) Cfr. Pablo VI, Carta Encíclica Ecclesiam Suam: l.c. 609-659.

(501) Cfr. MPD 7-11; CEC 3 CEC 13; DCG (1971) 36.

(502) DV 5.


Fidelidad a Dios y fidelidad a la persona (503)


145. Jesucristo constituye la viva y perfecta relación de Dios con el hombre y del hombre con Dios. De El recibe la pedagogía de la fe "una ley fundamental para toda la vida de la Iglesia (y por tanto para la catequesis): la fidelidad a Dios y al hombre, en una misma actitud de amor". (504)

Por eso, será auténtica aquella catequesis que ayude a percibir la acción de Dios a lo largo de todo el camino educativo, favoreciendo un clima de escucha, de acción de gracias y de oración, (505) y que a la vez propicie la respuesta libre de las personas, promoviendo la participación activa de los catequizandos.


(503) Cfr. MPD 7; CTR 55; DCG (1971) 4.

(504) CTR 55.

(505) Cfr. DCG (1971) 10 y 22.


La "condescendencia" (506) de Dios, escuela para la persona


146. Queriendo hablar a los hombres como a amigos, (507) Dios manifiesta de modo particular su pedagogía adaptando con solícita providencia su modo de hablar a nuestra condición terrena. (508)

Eso comporta para la catequesis la tarea nunca acabada de encontrar un lenguaje capaz de comunicar la Palabra de Dios y el Credo de la Iglesia, que es el desarrollo de esa Palabra, a las distintas condiciones de los oyentes; (509) y a la vez manteniendo la certeza de que, por la gracia de Dios, esto es posible, y de que el Espíritu Santo otorga el gozo de llevarlo a cabo.
Por eso son indicaciones pedagógicas válidas para la catequesis aquellas que permiten comunicar en su totalidad la Palabra de Dios en el corazón mismo de la existencia de las personas. (510)


(506) DV 13; cfr. CEC 684.

(507) Cfr. DV 2.

(508) Cfr. DV 13.

(509) Cfr. EN 63 CTR 59.

(510) Cfr. CTR 31.


Evangelizar educando y educar evangelizando (511)


147. Inspirándose continuamente en la pedagogía de la fe, el catequista configura un servicio a modo de un itinerario educativo cualificado; es decir, por una parte, ayuda a la persona a abrirse a la dimensión religiosa de la vida, y por otra le propone el Evangelio de tal manera que penetre y transforme los procesos de comprensión, de conciencia, de libertad y de acción, de modo que haga de la existencia una entrega de sí a ejemplo de Jesucristo.

A este fin, el catequista conoce y se sirve, desde una perspectiva cristiana, de los resultados de las ciencias de la educación.


(511) Cfr. GE 1-4; CTR 58.




CAPITULO II

Elementos de metodología


La diversidad de métodos en la catequesis (512)



148. En la transmisión de la fe, la Iglesia no tiene de por sí un método propio ni único, sino que, a la luz de la pedagogía de Dios, discierne los métodos de cada época, asume con libertad de espíritu "todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio" (Flp 4,8), en síntesis, todos los elementos que no son contrarios al Evangelio, y los pone a su servicio. Esto lo confirma de modo admirable la historia de la Iglesia, en la que numerosos carismas de servicio a la Palabra de Dios han dado origen a muy diversos métodos. De este modo, "la variedad en los métodos es un signo de vida y una riqueza", y a la vez una muestra de respeto a los destinatarios. Tal variedad viene pedida por "la edad y el desarrollo intelectual de los cristianos, su grado de madurez eclesial y espiritual y muchas otras circunstancias personales". (513)

La metodología de la catequesis tiene por objeto unitario la educación de la fe; se sirve de las ciencias pedagógicas y de la comunicación aplicadas a la catequesis; tiene en cuenta las muchas y notables adquisiciones de la catequética contemporánea.



(512) Cfr. CTR 51.

(513) Ibidem.


La relación contenido-método en la catequesis (514)


149. El principio de la "fidelidad a Dios y fidelidad al hombre" lleva a evitar toda contraposición, separación artificial o presunta neutralidad entre método y contenido, afirmando más bien su necesaria correlación e interacción. El catequista reconoce que el método está al servicio de la revelación y de la conversión, (515) y por eso ha de servirse de él. Por otra parte, el catequista sabe que el contenido de la catequesis no es indiferente a cualquier método, sino que exige un proceso de transmisión adecuado a la naturaleza del mensaje, a sus fuentes y lenguajes, a las circunstancias concretas de la comunidad eclesial, a la condición de cada uno de los fieles a los que se dirige la catequesis.

Por su importancia para la catequesis tanto en el pasado como en el presente merecen ser recordados el método de iniciación a la Biblia; (516) el método o "pedagogía del documento", del Símbolo en particular, en cuanto que "la catequesis es transmisión de los documentos de la fe"; (517) el método de los signos litúrgicos y eclesiales; el método propio de la comunicación a través de los "mass-media".
Un buen método de catequesis es garantía de fidelidad al contenido.


(514) Cfr. CTR 31 CTR 52 CTR 59.

(515) Cfr. CTR 52.

(516) Cfr. Pontificia Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, 1993.

(517) Cfr. MPD 9.


Método inductivo y deductivo (518)


150. La comunicación de la fe en la catequesis es un acontecimiento de gracia, realizado por el encuentro de la Palabra de Dios con la experiencia de la persona, que se expresa a través de signos sensibles y finalmente abre al misterio. Puede acontecer por diversas vías que no siempre conocemos del todo.

Atendiendo a la historia de la catequesis, hoy se habla habitualmente de vía inductiva y deductiva. El método inductivo consiste en la presentación de hechos (acontecimientos bíblicos, actos litúrgicos, hechos de la vida de la Iglesia y de la vida cotidiana…) a fin de descubrir en ellos el significado que pueden tener en la Revelación divina. Es una vía que ofrece grandes ventajas, ya que es conforme a la economía de la Revelación; corresponde a una instancia profunda del espíritu humano, la de llegar al conocimiento de las cosas inteligibles a través de las cosas visibles; y es también conforme a las características propias del conocimiento de fe, que consiste en conocer a través de signos.
El método inductivo no excluye, más bien exige el método deductivo, que explica y describe los hechos procediendo desde sus causas. Pero la síntesis deductiva tendrá pleno valor sólo cuando se ha hecho el proceso inductivo. (519)


(518) Cfr. DCG (1971) 72.

(519) Cfr. DCG (1971) 72.



151. Por otra parte, cuando se hace referencia a los itinerarios operativos, cabe dar otro sentido: uno es llamado también "kerigmático" (o descendente), que parte del anuncio del mensaje, expresado en los principales documentos de la fe (Biblia, liturgia, doctrina…) y los aplica a la vida; el otro, llamado "existencial" (o ascendente), que arranca de problemas y situaciones humanas y los ilumina con la luz de la Palabra de Dios. De por sí son modos de acceso legítimos si se respetan todos los factores en juego, el misterio de la gracia y el hecho humano, la comprensión de fe y el proceso de racionalidad.


La experiencia humana en la catequesis (520)


152. La experiencia ejerce diversas funciones en la catequesis, a la luz de las cuales la existencia misma debe ser siempre debidamente valorada.

a) Hace que nazcan en el hombre intereses, interrogantes, esperanzas e inquietudes, reflexiones y juicios, que confluyen en un cierto deseo de transformar la existencia. Es tarea de la catequesis procurar que las personas estén atentas a sus experiencias más importantes, ayudarlas a juzgar a la luz del Evangelio las preguntas y necesidades que de estas experiencias brotan, educar al hombre a vivir la vida de un modo nuevo. De esta forma la persona será capaz de comportarse de modo activo y responsable ante el don de Dios.
b) La experiencia ayuda a hacer inteligible el mensaje cristiano. Esto se ajusta al modo de obrar de Jesús, que se sirvió de experiencias y situaciones humanas para anunciar realidades escatológicas y transcendentes e indicar a la vez la actitud ante ellas. En este aspecto, la experiencia es mediación necesaria para explorar y asimilar las verdades que constituyen el contenido objetivo de la Revelación.
c) Estas funciones indican que la experiencia asumida por la fe viene a ser en cierto modo ámbito en el que se manifiesta y realiza la salvación, en la que Dios, de acuerdo con la pedagogía de la encarnación, se acerca al hombre con su gracia y lo salva. El catequista debe ayudar a la persona a leer de este modo lo que está viviendo, para descubrir la invitación del Espíritu Santo a la conversión, al compromiso, a la esperanza, y así descubrir cada vez más el proyecto de Dios en su propia vida.


(520) Cfr. Primera Parte, cap. 3; DCG (1971) 74; CTR 22.



153. La iluminación y la interpretación de la experiencia a la luz de la fe se convierte en una tarea permanente de la pedagogía catequética, no exenta de dificultades, pero que no puede descuidarse, so pena de caer en yuxtaposiciones artificiosas o en comprensiones reducionistas de la verdad.

Esta tarea hace posible una correcta aplicación de la correlación o interacción entre las experiencias humanas profundas (521) y el mensaje revelado. Lo testifican ampliamente el anuncio de los profetas, la predicación de Cristo y las enseñanzas de los apóstoles, que por eso constituyen el criterio básico y normativo para todo encuentro entre fe y experiencia humana en el tiempo de la Iglesia.


(521) Entendemos aquí las experiencias vinculadas a las "grandes preguntas" de la vida y de la realidad, en concreto, de las personas: la existencia de Dios, el destino de las personas, el origen y el fin de la historia, la verdad sobre el bien y sobre el mal, el sentido del sufrimiento, del amor, del futuro...; cfr. EN 53 CTR 22 CTR 39.


La memorización en la catequesis (522)


154. La catequesis está vinculada a la "Memoria" de la Iglesia que mantiene viva entre nosotros la presencia del Señor. (523) El ejercicio de la memoria es, por tanto, un elemento constitutivo de la pedagogía de la fe, desde los comienzos del cristianismo. Para superar los riesgos de una memorización mecánica, el ejercicio de la memoria ha de integrarse armónicamente entre las diversas funciones del aprendizaje, tales como la espontaneidad y la reflexión, los momentos de diálogo y de silencio, la relación oral y el trabajo escrito. (524)

En particular, se han de considerar oportunamente como objeto de memoria las principales fórmulas de la fe, ya que aseguran una exposición más precisa de la misma y garantizan un rico patrimonio común doctrinal, cultural y lingüístico. El conocimiento y asimilación de los lenguajes de la fe es condición indispensable para vivir esa misma fe.
Es necesario, sin embargo, que tales fórmulas, propuestas como síntesis después de una previa explicación, sean fieles al mensaje cristiano. Entran ahí algunas fórmulas y textos mayores de la Biblia, del dogma, de la liturgia, y las oraciones bien conocidas de la tradición cristiana (Símbolo apostólico, Padre Nuestro, Ave María…). (525)
"Estas flores, por así decir, de la fe y de la piedad no brotan en los espacios desérticos de una catequesis sin memoria. Lo esencial es que esos textos memorizados sean interiorizados y entendidos progresivamente en su profundidad, para que sean fuente de vida cristiana personal y comunitaria" (526)


(522) Cfr. Primera Parte, cap. 3; DCG (1971) 71; CTR 55.

(523) Cfr. MPD 9.

(524) Cfr. CTR 55.

(525) Cfr. CEC 22.

(526) CTR 55.



155. Con mayor profundidad aún, el aprendizaje de las fórmulas de la fe y su profesión creyente se han de comprender en el cauce del ejercicio tradicional y válido de la "traditio" y "redditio", gracias al cual, a la entrega de la fe en la catequesis (traditio) corresponde la respuesta del hombre a lo largo del camino catequético y después en la vida (redditio). (527)

Este proceso favorece una mejor participación en la verdad recibida. Es cabal y madura la respuesta personal que respeta plenamente el sentido genuino del mensaje de la fe y da muestras de haber comprendido el lenguaje empleado para transmitirlo (bíblico, litúrgico, doctrinal…).


(527) Cfr. Primera Parte, cap. 3, en "El catecumenado bautismal: estructura y gradualidad".


Función del catequista (528)


156. Ningún método, por experimentado que sea, exime al catequista del trabajo personal en ninguna de las fases del proceso de la catequesis.

El carisma recibido del Espíritu, una sólida espiritualidad, y un testimonio transparente de vida cristiana en el catequista constituyen el alma de todo método; y sus cualidades humanas y cristianas son indispensables para garantizar el uso correcto de los textos y de otros instrumentos de trabajo.
El catequista es intrínsecamente un mediador que facilita la comunicación entre las personas y el misterio de Dios, así como la de los hombres entre sí y con la comunidad. Por ello ha de esforzarse para que su formación cultural, su condición social y su estilo de vida no sean obstáculo al camino de la fe, aún más, ha de ser capaz de crear condiciones favorables para que el mensaje cristiano sea buscado, acogido y profundizado.
El catequista no debe olvidar que la adhesión de fe de los catequizandos es fruto de la gracia y de la libertad, y por eso procura que su actividad catequética esté siempre sostenida por la fe en el Espíritu Santo y por la oración.
Finalmente, tiene una importancia esencial la relación personal del catequista con el catecúmeno y el catequizando. Esa relación se nutre de ardor educativo, de aguda creatividad, de adaptación, así como de respeto máximo a la libertad y a la maduración de las personas.
Gracias a una labor de sabio acompañamiento, el catequista realiza un servicio de los más valiosos a la catequesis: ayudar a los catequizandos a discernir la vocación a la que Dios los llama.


La actividad y creatividad de los catequizados (529)


157. La participación activa en el proceso formativo de los catequizandos está en plena conformidad, no sólo con una comunicación humana verdadera, sino especialmente con la economía de la revelación y la salvación. De hecho, en la vida cristiana ordinaria, los creyentes están llamados a dar respuesta activa, personalmente y en grupo, al don de Dios por medio de la oración, la participación en los sacramentos y en las demás acciones litúrgicas, el compromiso eclesial y social, el ejercicio de la caridad, la promoción de los grandes valores humanos, como la libertad, la justicia, la paz, y la salvaguardia de la creación.

En la catequesis, por tanto, los catequizandos asumen el compromiso de ejercitarse en la actividad de la fe, de la esperanza y de la caridad, de adquirir la capacidad y la rectitud de juicio, de fortalecer su decisión personal de conversión y de práctica de la vida cristiana.
Los catequizandos, sobre todo cuando son adultos, pueden contribuir con eficacia al desarrollo de la catequesis, indicando los diversos modos para comprender y expresar eficazmente el mensaje, tales como: "aprender haciendo", hacer uso del estudio y del diálogo, intercambiar y confrontar los diversos puntos de vista.


(528) Cfr. DCG (1971) 71; Quinta Parte, caps. 1 y 2.


Comunidad, persona y catequesis (530)


158. La pedagogía catequética es eficaz en la medida en que la comunidad cristiana se convierte en referencia concreta y ejemplar para el itinerario de fe de cada uno. Esto sucede si la comunidad se concibe como fuente, lugar y meta de la catequesis. En concreto, la comunidad viene a ser lugar visible del testimonio de la fe, cuida la formación de sus miembros, les acoge como familia de Dios, constituyéndose en ambiente vital y permanente del crecimiento de la fe. (531)

Junto al anuncio del Evangelio de forma pública y colectiva, será siempre indispensable la relación de persona a persona, a ejemplo de Jesús y de los Apóstoles. De ese modo la conciencia personal se implica más fácilmente; el don de la fe, como es propio de la acción del Espíritu Santo, llega de viviente a viviente, y la fuerza de persuasión se hace más incisiva. (532)


(529) Cfr. n. 298.

(530) Cfr. DCG (1971) 75.

(531) Cfr. ; DCG (1971) 35; CTR 24.

(532) Cfr. EN 46.


La importancia del grupo (533)


159. El grupo tiene una función importante en los procesos de desarrollo de la persona. Esto vale también para la catequesis, en la de los pequeños porque favorece una buena socialización; en la de los jóvenes para quienes el grupo es casi una necesidad vital en la formación de su personalidad; y en la de los adultos porque promueve un estilo de diálogo, de cooperación y de corresponsabilidad cristiana.

El catequista, que participa en la vida del grupo y advierte y valora su dinámica, reconoce y ejerce como cometido primario y específico el de ser, en nombre de la Iglesia, testigo del Evangelio, capaz de comunicar a los demás los frutos de su fe madura y de alentar con inteligencia la búsqueda común.
Además de ser un elemento de aprendizaje, el grupo cristiano está llamado a ser una experiencia de comunidad y una forma de participación en la vida eclesial, encontrando en la más amplia comunidad eucarística su plena manifestación y su meta. Dice Jesús: "Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy en medio de ellos". (534)


(533) Cfr. DCG (1971) 76.

(534) Mt 18,20.


La comunicación social (535)


160. "El primer areópago del tiempo moderno es el mundo de la comunicación, que está unificando a la humanidad… Los medios de comunicación social han alcanzado tal importancia que para muchos son el principal instrumento informativo y formativo, de orientación e inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales". (536) Por eso, junto a los numerosos medios tradicionales en vigor, "la utilización de los mass media ha llegado a ser esencial para la evangelización y la catequesis". (537) En efecto, "la Iglesia se sentiría culpable ante su Señor si no emplease esos poderosos medios, que la inteligencia humana perfecciona cada vez más… . en ellos la Iglesia encuentra una versión moderna y eficaz del púlpito. Gracias a ellos puede hablar a las masas". (538)

Entre otros pueden considerarse, si bien a título diferente: televisión, radio, prensa, discos, grabaciones, vídeos y audios, es decir, toda la gama de los medios audiovisuales. (539) Cada medio realiza su propio servicio y cada uno exige un uso específico; en cada uno se han de respetar sus exigencias y valorar su importancia. (540) Por ello, tales subsidios no pueden faltar en una catequesis bien programada. Fomentar la ayuda recíproca entre las Iglesias particulares, a fin de subvenir a los altos costos de compra y uso de estos medios, es un buen servicio a la causa del Evangelio.


(535) Cfr. DCG (1971) 122-123; EN 45 CTR 46 FC 76 CL 44 RMi 37; AN 440; .

(536) Cfr. RMi 37.

(537) Cfr. AN 440.

(538) EN 45b.

(539) Cfr. CTR 46.

(540) Cfr. DCG (1971) 122.



161. La utilización correcta de estos medios exige en los catequistas un serio esfuerzo de conocimiento, de competencia y de actualización cualificada. Pero sobre todo, dada la gran influencia que esos medios ejercen en la cultura, no se debe olvidar que "no basta usarlos para difundir el mensaje cristiano y el magisterio de la Iglesia, sino que conviene integrar el mensaje mismo en esta nueva cultura creada por la comunicación moderna… con nuevos lenguajes, nuevas técnicas y nuevos comportamientos psicológicos". (541) Sólo así, con la gracia de Dios, el mensaje evangélico tiene la capacidad de penetrar en la conciencia de cada uno y de obtener "en favor suyo una adhesión y un compromiso verdaderamente personales". (542)



(541) RMi 371.

(542) EN 45.



162. Todas las personas relacionadas con estos medios de comunicación, profesionales y usuarios, han de poder recibir la gracia del Evangelio. Esto debe alentar a los catequistas a considerar diversas posibilidades según las distintas personas: los profesionales de los medios, a quienes mostrar el Evangelio como horizonte de verdad, de responsabilidad, de inspiración; las familias —tan expuestas al influjo de los medios de comunicación— para protegerlas y, sobre todo, ayudarlas a adquirir mayor capacidad crítica y educativa; (543) las generaciones jóvenes, en cuanto usuarios y protagonistas de la comunicación de los mass-media. A todos hay que recordar que "en el uso y recepción de los instrumentos de comunicación urge tanto una labor educativa del sentido crítico, animado por la pasión por la verdad, como una labor de defensa de la libertad, del respeto a la dignidad de la persona, de la elevación de la auténtica cultura de los pueblos". (544)


(543) Cfr. FC 76.

(544) CL 44f.




CUARTA PARTE

LOS DESTINATARIOS DE LA CATEQUESIS


Los destinatarios de la catequesis


"Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra" (Is 49,6).

"Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desarrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: Esta Escritura que acabáis de oír, se ha cumplido hoy" (Lc 4,16-21).


"El Reino interesa a todos" (545)


163. Al comienzo de su ministerio, Jesús proclama que ha sido enviado a anunciar a los pobres la buena noticia, (546) dando a entender, y confirmándolo después con su vida, que el Reino de Dios está destinado a todos los hombres, primordialmente a los más necesitados. De hecho El se hace catequista del Reino de Dios para toda clase de personas, mayores y pequeños, ricos y pobres, sanos y enfermos, próximos y lejanos, judíos y paganos, hombres y mujeres, justos y pecadores, pueblo y autoridades, individuos y grupos… Se muestra disponible a cada persona y se interesa por las necesidades de cada uno: las del alma y las del cuerpo, sanando y perdonando, corrigiendo y animando, con palabras y con hechos.

Jesús concluye su vida terrena invitando a sus discípulos a hacer lo mismo, a predicar el Evangelio a toda criatura, (547) a "todas las gentes" (Mt 28,19; Lc 24,47), "hasta los confines de la tierra" (Hch 1,8), y para siempre, "hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).


(545) RMi 15; cfr. EN 49-50 CTR 35s; RMi 14 RMi 23.

(546) Cfr. Lc 4,18.

(547) Cfr. Mc 16,15.



164. Esta es la misión que la Iglesia lleva a cabo desde hace dos mil años, con una inmensa variedad de modalidades de anuncio y catequesis, urgida continuamente por el Espíritu de Pentecostés para llegar con el Evangelio "a los griegos y a los bárbaros, a los sabios y a los ignorantes" (Rm 1,14).

Se configuran así los rasgos de una pedagogía de la fe, en la que se conjugan estrechamente la apertura universal de la catequesis y su ejemplar encarnación en el mundo de los destinatarios.


Significado y finalidad de esta parte


165. La necesaria atención a las distintas y variadas situaciones de las personas (548) impulsa a la catequesis a recorrer múltiples caminos para salir a su encuentro y adaptar el mensaje cristiano y la pedagogía de la fe a sus diversas necesidades. (549)

Así, si se considera la condición inicial de la fe, se abre el camino a la iniciación de catecúmenos y neófitos; si se atiende al desarrollo de la fe de los bautizados, se habla de catequesis de profundización o de fundamentación para quienes todavía necesitan orientaciones esenciales. Si se considera la evolución física y psíquica de los catequizandos, se trata de la catequesis por edades. Si se tiene en cuenta, en cambio, los contextos socio-culturales, se presenta una catequesis según categorías…


(548) Cfr. Exposición introductoria.

(549) Cfr. DCG (1971) 77.



166. No pudiendo tratar de forma detallada cada uno de los tipos posibles de catequesis, se consideran en esta parte sólo algunos aspectos relevantes para cualquier situación:

– aspectos generales de la adaptación de la catequesis (capítulo 1);
– catequesis por edades (capítulo 2);
– catequesis para quienes viven en situaciones especiales (capítulo 3);
– catequesis según contextos (capítulos 4 y 5).

Se aborda también en términos operativos el problema de la inculturación, en referencia a los contenidos de la fe, a las personas y al contexto cultural. Corresponderá a las Iglesias particulares, en sus directorios catequéticos nacionales y regionales, dar normas específicas y precisas según las condiciones y necesidades concretas de cada lugar.




CAPITULO I

La adaptación al destinatario: aspectos generales


Necesidad y derecho de todo creyente a ser catequizado (550)



167. Todo bautizado, por estar llamado por Dios a la madurez de la fe, tiene necesidad y, por lo mismo, derecho a una catequesis adecuada. Por ello, la Iglesia tiene el deber primario de darle respuesta de forma conveniente y satisfactoria. En este sentido hay que recordar, ante todo, que el destinatario del Evangelio es "el hombre concreto, histórico", (551) enraizado en una situación dada e influido por unas determinadas condiciones psicológicos, sociales, culturales y religiosos, sea consciente o no de ello. (552)

En el proceso de la catequesis, el destinatario ha de tener la posibilidad de manifestarse activa, consciente y corresponsablemente y no como simple receptor silencioso y pasivo. (553)


(550) EN 49-50 CTR 14 CTR 35s.

(551) RH 13; cfr. EN 31.

(552) Cfr. RH 13-14 CEC 24.

(553) Cfr. DCG (1971) 75.


Necesidad y derecho de la comunidad (554)


168. La atención a cada una de las personas no debe hacer olvidar, sin embargo, que la catequesis tiene como destinatario a la comunidad cristiana en cuanto tal y a cada uno de sus miembros en particular. Si, en realidad, la catequesis recibe legitimidad y fuerza de la vida de la Iglesia, es también verdad que "el crecimiento interior de la Iglesia, su correspondencia con el designio de Dios, dependen esencialmente de la catequesis". (555)

Por tanto, la necesaria adaptación del Evangelio afecta y atañe también a la comunidad como tal.


(554) Cfr. DCG (1971) 21.

(555) CTR 13.


La adaptación pide que el contenido de la catequesis sea como un alimento sano y adecuado (556)


169. La "predicación acomodada de la Palabra revelada debe mantenerse como ley de toda evangelización". (557) Esta norma tiene su intrínseca motivación teológica en el misterio de la encarnación, corresponde a una exigencia pedagógica elemental de una sana comunicación humana, y refleja la práctica de la Iglesia a lo largo de los siglos.

Tal acomodación se entiende como acción exquisitamente maternal de la Iglesia, que ve a las personas como "campo de Dios" (1 Co 3,9), no para condenarlas, sino para cultivarlas en la esperanza. Va al encuentro de cada una de ellas, tiene en cuenta seriamente la variedad de situaciones y culturas y mantiene la comunión de tantas personas en la única Palabra que salva. De este modo el Evangelio se transmite de modo auténtico y significativo, como alimento saludable y a la vez adecuado. Este criterio ha de inspirar todas las iniciativas particulares, y a su servicio han de ponerse la creatividad y originalidad del catequista.


(556) Cfr. GS 44 EN 63 CTR 31 CEC 24-25.

(557) GS 44. En esta Cuarta Parte se usan, porque los emplea el Magisterio y por utilidad práctica, los dos términos de adaptación e inculturación, dando preferentemente al primero el sentido de atención a las personas y al segundo el sentido de atención a los contextos culturales.


La adaptación tiene en cuenta las diversas circunstancias


170. La adaptación se realiza de acuerdo con las diversas circunstancias en que se transmite la Palabra de Dios. (558) Responde a "las exigencias que dimanan de las diferentes culturas, de edades, de la vida espiritual, de situaciones sociales y eclesiales de aquéllos a quienes se dirige la catequesis". (559) A ellas deberá prestarse una atenta consideración.

Se ha de recordar también que, en la diversidad de situaciones, la adaptación ha de tener siempre presente a la persona en su totalidad y en su unidad esencial, conforme a la visión que de ella tiene la Iglesia. Por eso, la catequesis no se queda sólo en la consideración de los elementos exteriores de una situación concreta, sino que tiene presente también el mundo interior de las personas, la verdad sobre el ser humano, "camino primero y fundamental de la Iglesia". (560) Esto determina un proceso de adaptación que será tanto más pertinente cuanto más se tengan en cuenta los interrogantes, las aspiraciones y las necesidades de la persona en su mundo interior.


(558) Cfr. RMi 33.

(559) CEC 24.

(560) RH 14.





DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - Pedagogía divina y catequesis