Crisostomo Ev. Juan 71

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HOMILÍA LXXI (LXX)

Y tomó su manto y se puso de nuevo a la mesa y les dijo: ¿Entendéis lo que he hecho con vosotros?, etc. (Jn 13,12).

DAÑOSO ES, por cierto, carísimos, dañoso es caer en lo profundo de los males; porque con dificultad se convierte de nuevo el alma. En consecuencia, debemos poner todos los medios para que el diablo no nos atrape desde un principio. Más fácil es no caer, que una vez caídos rehacernos. Advierte cómo una vez que Judas cayó, se le proporcionaron tantos auxilios y sin embargo ya no se levantó. Dijo Jesús: Uno de vosotros es un diablo; y luego: Pero no todos creen; y ahora: No lo digo por todos; y además: Yo sé a quiénes he elegido. Pero Judas no se conmovió.

Después de haberles lavado los pies, tomó su manto y se puso a la mesa y dijo: ¿Comprendéis lo que os he hecho? Ya no habla a solo Pedro sino a todos. Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien pues lo soy. ¿Adviertes cómo cuando habla a los discípulos lo hace con mayor claridad respecto de Sí mismo? Así como antes les dijo: No os hagáis llamar Maestros. Porque el Maestro vuestro es uno¿así acá les dice: A ninguno llaméis Padre vuestro en la tierra. Pero uno en ambos casos no se dice únicamente del Padre, sino también del Hijo. Puesto que si entonces no hablaba también de Sí mismo ¿les habría dicho: Para que seáis hijos de la luz? Y lo mismo, si al decir Maestro hablara sólo del Padre ¿cómo podía decirles ahora: Porque lo soy; y también antes: Uno es vuestro Maestro, Cristo?

Dice, pues: Entonces si Yo, siendo Señor y Maestro, lavé vuestros pies, también vosotros debéis unos a otros lavaros los pies. Porque os he dado ejemplo para que como Yo he hecho ¿on vosotros así vosotros lo hagáis. Claro que no es lo mismo, puesto que El es Maestro y Señor y vosotros sois consiervos mutuamente. Entonces ¿qué significa al decir así? Es decir con el mismo empeño. Toma ejemplo de las cosas más altas, para que a lo menos hagamos las más pequeñas. Así los maestros muestran a los niños bellísimas letras para que éstos las imiten, aunque sea con imperfección.

¿Dónde están ahora los que desprecian a los siervos? ¿Dónde los que anhelan honores? Cristo lavó los pies al traidor, sacrilego y ladrón, y esto al tiempo mismo de la traición; y cuando no había esperanza alguna de enmienda, lo hizo partícipe de su mesa ¿y tú te ensoberbeces y enarcas las cejas? Dice El que mutuamente nos lavemos los pies y también lavemos los de los esclavos. Pero ¿qué hay de grande en que también lavemos los pies de los siervos? Pues para esto entre siervos y libres no hay diferencia sino de nombres; pero en aquel lavatorio la diferencia era real.

Cristo por naturaleza es Señor, y nosotros por naturaleza somos sus siervos; y sin embargo, no rehuyó Cristo ese ministerio. Ahora, en cambio, ya es cosa admirable que no abusemos de personas libres como si fueran esclavos comprados y siervos. ¿Qué podemos alegar cuando a pesar de tener delante ejemplos tan grandes de moderación y paciencia no los imitamos, sino que por modo en absoluto contrario nos ensoberbecemos y no practicamos ni lo que es menos? Dios nos ha constituido deudores, comenzando por El; y por cierto deudores en parte muy pequeña. Pues al fin y al cabo El era Señor, mientras que si nosotros hacemos lo que El nos dijo, con otros consiervos lo hacemos.

Así lo dio a entender El con decir: Pues si yo, Señor y Maestro, contraponiéndolo con Así vosotros. Lo natural parecía ser que dijera: Cuánto más vosotros que sois siervos; pero esto lo dejó a la conciencia y consideración de los oyentes. ¿Por qué lo hizo así? Porque unos habían de alcanzar un honor mayor y otros uno menor. Y así, para que no se ensoberbecieran, ni dijeran, como antes lo hicieron: ¿Quién es el mayor?, ni se indignaran unos contra otros, les reprime toda hinchazón dicién-doles: Por grande que tú seas, debes tener en mucho a tu hermano.

Y no dijo lo que era mucho más aún: Si Yo he lavado los pies al traidor ¿qué cosa grande hacéis vosotros si laváis los pies de vuestros compañeros? En realidad El así lo hizo, pero dejó que lo juzgaran los que lo presenciaron. Por eso decía: Quien enseñare y practicare, ése será llamado grande? Esto es de verdad enseñar, cuando se enseña con las obras. ¿Qué soberbia habrá que con esto no se reprima? ¿Qué arrogancia o qué hinchazón que no se humille? El que se asienta sobre los querubines lavó los pies del traidor; y en cambio tú, oh hombre, que eres tierra y ceniza y polvo ¿te hinchas y ensoberbeces? ¿De qué gehenna no serás digno? Y si en realidad te ensoberbeces, te mostraré por dónde has llegado a eso: ¡ignoras lo que eres! Quien se adhiere a las cosas presentes como si fueran grandes, es de ánimo bajo y vil. No hay humildad sin magnanimidad. La soberbia no tiene otra causa sino la vileza y pusilanimidad.

Así como los niños pequeños anhelan cosas viles, como son las esferas, las ruedas, los astrágalos, y en cambio ni siquiera son capaces de concebir ni pensar cosas grandes, del mismo modo quienes ahora se dan a la virtud en nada estiman las cosas presentes ni quieren poseerlas ni anhelan tomar las de otros. Pero los que no se dan a la virtud andan aún adheridos a telas de araña, a sombras y ensueños y cosas más viles aún. En verdad, en verdad os digo: El siervo no es superior a su señor, ni el comisionado al poderdante. Dichosos seréis si practicáis estas cosas que habéis conocido. No lo digo por todos. Pero se ha de cumplir la Escritura: El que come mi pan, me armará zancadilla. Repite ahora lo que ya antes había dicho, con el objeto de exhortarlos. Pues si no es el siervo superior a su señor, ni el comisionado es mayor que su poderdante, cuando Yo he practicado todo esto, mucho más conviene que lo practiquéis vosotros.

Luego, para que nadie dijera: ¿Qué es lo que aseveras?; porque ahora no lo entendemos, añadió: No os hablo como a ignorantes, sino que anhelo que por las obras demostréis lo que se os ha dicho. Saber todos lo pueden; practicar no todos. Por lo cual dice: Dichosos seréis si practicáis estas cosas. Y os lo repito muchas veces, aunque ya lo sepáis, para induciros a practicarlo. También los judíos lo saben, pero no son dichosos pues no lo practican. No lo digo por todos. ¡Oh Dios, cuán grande paciencia! Aún no descubre al traidor, sino que encubre su crimen para darle por aquí lugar de arrepentirse. Es decir, lo descubre y no lo descubre. Pues dice: El que come mi pan, me armará zancadilla.

Aquello de: No es el siervo mayor que su señor, yo pienso que lo dijo para que si alguno sufre injuria de parte de sus siervos o de personas de más baja condición, no se perturbe, considerando el ejemplo de Judas, quien habiendo recibido infinitos beneficios, pagó con todo lo contrario. Por eso Jesús añadió enseguida: El que come mi pan; y dejando a un lado otras muchas cosas, sólo trajo al medio eso que podía reprimir y avergonzar al traidor. Como si dijera: El mismo que yo alimentaba, mi comensal.

Todo esto decía para enseñar a los apóstoles a hacer beneficios a quienes los maltrataran, aun cuando éstos fueran incurables. Y cuando afirma: No lo digo por todos, para no atemorizarlos a todos singulariza al traidor con estas palabras: El que come conmigo. Ua expresión: No de todos, no designaba a nadie en particular. Por lo cual añadió Jesús: El que come mi pan, dando así a entender al mísero traidor que El sería aprehendido no porque ignorase el asunto, sino conociéndolo plenamente, cosa que muy principalmente podía cohibir al traidor. Y no dijo: Me entrega, sino: Me arma zancadilla, dando a entender el dolo y las ocultas asechanzas.

Escrito está todo esto para que no nos irritemos contra los que nos injurian, sino que los corrijamos y los lloremos. Dignos son de lágrimas no los que padecen injurias, sino los que injurian. A sí mismos se hieren el ladrón, el sicofanta y cuantos causan algún mal; y a nosotros mucho nos aprovechan si no nos vengamos. Por ejemplo: ¿te robó alguno, pero tú das gracias a Dios y lo glorificas? Por esa acción de gracias has conseguido premios sin cuento, así como el otro se ha preparado un fuego eterno.

Si alguno objetara: bueno, pero si por ser yo inferior al que me injurió no pude rechazar la injuria ¿qué? Te respondo: pero pudiste irritarte y enfurecerte. Porque en nuestra mano está lanzar imprecaciones contra el que nos dañó y acabarlo a dicterios e infamarlo. Quien esto no haga, recibirá la recompensa por no haberse vengado. Pues consta que pudiéndolo hacer no lo hiciste. Quien ha sido injuriado usa de cuantas armas tiene a la mano, si no soporta la injuria, como son las maldiciones, las injurias, las asechanzas, con tal de vengarse del ofensor. Si tú no únicamente te abstienes de eso, sino que además oras por el injuriante, te habrás hecho semejante a Dios. Pues dice Cristo: Orad por los que os persiguen para que seáis semejantes a vuestro Padre que está en los Cielos. ¿Adviertes cuán grandes bienes conseguimos por las injurias que se nos hacen? Nada hay que tanto agrade a Dios como el no volver mal por mal, sino bien por mal. Se nos ordena volver al enemigo todo lo contrario, como son el auxilio, las oraciones. Así Cristo, cuando colmaba de beneficios al que lo iba a traicionar, le lavaba los pies, lo convencía de su traición pero a ocultas, lo reprendía pero mansamente, le proporcionaba servicios, mesa, beso de paz, en una palabra todo lo contrario de lo que el traidor hacía. No se arrepintió Judas, pero Cristo perseveró haciendo lo que estaba de su parte.

Pero vengamos ya a los siervos. Te instruiré con su ejemplo. Y para mayor fuerza, vayamos al Antiguo Testamento, para que así veas que nosotros no tenemos excusa alguna si no olvidamos las injurias. ¿Queréis que os presente a Moisés o que subamos aún más arriba? Porque los ejemplos cuanto son más antiguos son más aptos para persuadir. ¿Por qué? Porque entonces era más difícil la virtud. Aquéllos no tenían leyes escritas ni ejemplos de antepasados; sino que la naturaleza, sin otros auxilios, tenía que luchar y verse obligada a navegar en todas partes, sin puertos ni litorales. Por tal motivo la Escritura, alabando a Noé, no sólo lo llama varón perfecto, sino que añade: En su generación. Declara con esto que, como en aquel tiempo muchas cosas impidieron el ejercicio de la virtud, sin embargo no fue Noé inferior a otros muchos que después de él brillaron. Fue perfecto en su tiempo.

¿Quién otro fue paciente antes de Moisés? El bienaventurado y noble José; el cual, brillando en la castidad, no brilló menos en la paciencia. Fue vendido cuando a nadie había ofendido. Más aún: hubo de ejercer toda clase de ministerios y oficios de esclavo. Lo injuriaron, y no se vengó aun cuando tenía de su parte a su padre. Fue a llevar alimento a sus injuriadores al desierto. Y cuando no los encontró no se desató en maldiciones ni se regresó; y eso que ocasión tenía si hubiera querido aprovecharla. Guardó para aquellas fieras, para aquellos crueles, el afecto de hermano. Y luego, encarcelado, como se le preguntara el motivo, nada malo dijo acerca de sus hermanos, sino únicamente: Nada malo he hecho, y: Fui secuestrado del país de los hebreos. Y una vez que obtuvo el poder, los alimentó y los libró de muchos males.

Si vigilamos, la perversidad del prójimo en nada dañará a nuestra virtud. Pero sus hermanos procedieron al contrario. Lo despojaron de su túnica, intentaron matarlo, se burlaron de sus sueños aunque habían recibido de su mano los alimentos, y se empeñaban en privarlo de la vida y de la libertad. Comían ellos y se burlaban de su hermano arrojado en una cisterna y despojado de su túnica. ¿Qué puede haber peor que ferocidad semejante? ¿A cuántos asesinos no superaban con ella? Y una vez que lo sacaron de la cisterna, lo entregaron a mil muertes con venderlo a hombres bárbaros, crueles y que marchaban a regiones de bárbaros. El, en cambio, cuando fue hecho rey, no sólo no se vengó de ellos, sino que, en cuanto estaba en su mano, los disculpó de su pecado al llamar a lo sucedido providencia de Dios y no perversidad de ellos.

Lo que contra ellos hizo no fue por venganza, sino una simple simulación en favor de su hermano Benjamín. Una vez que vio cómo ellos conducían a éste su hermano, y lo defendían, dejando su disfraz, al punto rompió a llorar y los abrazó como si de ellos hubiera recibido grandes beneficios, siendo así que por poco lo privan de la vida. Y los llevó a todos a Egipto y los colmó de dones. Pues bien: ¿qué defensa tendremos nosotros, puesto que, tras de la Ley y la gracia y tan grande aumento de instrucciones espirituales y virtudes, ni siquiera imitamos a José, que vivió antes de la Ley y de la gracia? ¿Quién nos librará del castigo? Porque nada hay, nada, peor que el recuerdo de las injurias.

Bien claro lo puso aquel que debía diez mil talentos; pues, perdonada ya su deuda, se vio obligado de nuevo a pagarla: fue absuelto por la misericordia de Dios y fue obligado de nuevo por su perversidad, pues no perdonó la deuda de su consiervo. Teniendo esto en cuenta, perdonémosle al prójimo sus faltas y mejor aún hagámosle beneficios, para conseguir la misericordia divina, por gracia y benignidad del Señor nuestro Jesucristo, al cual sean la gloria y el poder por los siglos de los siglos. - Amén.




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HOMILÍA LXXII (LXXI) En verdad, en verdad os digo: Quien recibe al que Yo envío a Mí me recibe. Y el que a Mí me recibe, recibe al que me ha enviado

(Jn 13,20-35).

RECOMPENSA grande dada a quienes atienden a sus siervos y les hacen beneficios, de donde se derivan también a nosotros frutos espirituales. Porque dice el Señor: El que a vosotros recibe a Mí me recibe; y el que a Mí me recibe, recibe al que me envió. ¿Qué hay que pueda equipararse a esto de recibir a Cristo y al Padre? Pero ¿qué unión lógica hay entre esto y lo dicho más arriba? ¿Qué tiene que ver esto con lo que anteriormente dijo: Bienaventurados seréis si esto hiciereis; y: El que os recibe a vosotros? Pues bien, admirablemente consuenan. Advierte. Pues habían los discípulos de salir al mundo y padecer graves cosas, de dos modos los consuela: por Sí y por otros. Si ejercitáis la virtud, les dice, y conserváis mi recuerdo y meditáis en lo que he padecido y llevado a cabo, con más facilidad toleraréis los padecimientos. Pero no es esto solo, sino que además muchos os recibirán gustosos. Lo primero lo significó diciendo: Seréis felices si estas cosas hacéis; lo segundo, cuando dijo: El que a vosotros recibe a Mí me recibe. Con esto les abrió todas las casas, de modo que tuvieran un doble consuelo: el de la bondad de sus propias costumbres y el de la caridad de quienes los atenderían.

Tras de haberles dado ese precepto, puesto que debían recorrer todo el orbe, pensando en que el traidor de todo eso se privaba y que no alcanzaría tales ventajas, o sea, ni la paciencia en los trabajos ni la caridad de los que los atenderían, de nuevo se conturbó en su espíritu. Para declararlo el evangelista y al mismo tiempo anotar el motivo de la turbación, dijo: Habiendo dicho estas palabras Jesús, se turbó en su espíritu e hizo esta declaración: Uno de vosotros me entregará. De nuevo pone pavor a todos, pues no nombra en particular al traidor. Y ellos quedaron afligidos, aunque de nada malo tenían conciencia, porque tenían por más seguro el parecer de Cristo que sus propios pensamientos. Por lo cual unos a otros se miraban.

El que Cristo restringiera la traición a uno solo, disminuía el temor; pero con decir: Uno de vosotros, a todos los turbaba. ¿Qué sucedió luego? Que los demás mutuamente se miraban; pero Pedro, siempre fervoroso, hizo señas a Juan. Poco antes había sido reprendido y luego había querido impedir que Jesús le lavara los pies; y continuamente se presentaba ardiente y fervoroso, pero recibía reprensiones. Por lo que ahora, temeroso pero no inquieto, no se atrevió a hablar, sino que quiso echar mano del auxilio de Juan.

Vale la pena investigar por qué cuando todos andan temerosos, comenzando por el jefe Pedro, Juan, en cambio, como con alegría se recostó en el pecho de Jesús. Y no sólo esto es digno de investigarse, sino también lo que añadió. ¿Qué fue? Que lo diga de sí el evangelista: Al que amaba Jesús. ¿Por qué ningún otro afirmó de sí cosa semejante, siendo así que todos eran amados de Jesús? Fue porque Juan era más amado que los otros. Y no es cosa de maravillar que sólo él y ningún otro afirme de sí tal cosa. Lo mismo hace Pablo en su oportunidad, cuando dice: Sé que esta persona hace catorce años,1 y pone ahí muchas otras alabanzas de sí mismo.

¿Te parece poco el fruto de que, en cuanto oyó: Sigúeme, al punto abandonara las redes y a su padre y siguiera a Jesús, y que él con Pedro fuera llevado al monte de la transfiguración, y lo mismo cuando Jesús entró en la casa de Jairo? Por otra parte, él mismo refirió la gran alabanza de Pedro y no la calló, cuando Jesús le dijo: ¡Pedro! ¿me amas más que éstos? Y en todas partes lo presenta fervoroso y encariñado con Cristo sinceramente. Así cuando Pedro preguntó a Cristo: Y éste ¿qué? lo hizo por el gran amor que le tenía. Por eso ningún otro lo afirmó de él; ni el mismo Juan lo habría aseverado de sí mismo, sino porque el pasaje lo pedía. Si después de decir que Pedro hizo señas a Juan para que preguntara al

Maestro, nada más hubiera añadido, nos habría dejado dudosos y nos habría obligado a inquirir la causa de que Pedro recurriera a él. Pero la pone el mismo Juan diciendo: Se recostó sobre el pecho de Jesús. ¿Te parece haber aprendido poco con sólo oír que se recostó y que gozaba de tan singular confianza para con el Maestro? Pero, en fin, si preguntas el motivo, te diré que todo nació del amor. Y por eso añade: Al que amaba Jesús.

Pero yo creo que hubo además otro motivo, que fue para de este modo mostrarse ajeno a la traición. Por esto procede confiadamente. Si no ¿cuál es la razón de que en ninguna otra parte lo afirme, sino en ésta, cuando Pedro le hizo señas? Para que entiendas que Pedro no se lo insinuaba como a superior, declara Juan el motivo que fue el mucho amor que Jesús le tenía. Y ¿por qué se reclinó en el pecho de Cristo? Porque aún no lo tenían en mucho; aparte de que así suavizaba la tristeza de los otros; puesto que es natural que si en sus almas andaban turbados, mucho más se les notara en sus rostros. Los alivia de la tristeza Cristo a la vez con sus palabras y con la pregunta y los invita y les concede reclinarse en su pecho.

En cuanto a Juan, observa cuán lejos está de la vanagloria, pues ni siquiera pone su nombre, sino dice: Aquel a quien amaba Jesús. Así lo hizo también Pablo diciendo: Sé yo que un hombre, hace catorce años. Entonces por primera vez Jesús reprende al traidor, pero aún no pone su nombre. ¿Cómo lo hace?: Es aquel a quien yo daré el bocado que voy a mojar. Es un modo de reprensión, ya que Judas no había respetado ni la mesa sino que comía del mismo pan. Pase que no contuviera al traidor aquella mesa común; pero ¿a quién no habría conmovido el recibir de la mano misma del Señor aquel bocado de pan?

A Judas ciertamente no lo conmovió. Por lo cual: Entonces entró en él Satanás, burlándose de su impudencia. Mientras el traidor estaba en el grupo de los discípulos, Satanás no se atrevió a entrar en él, sino que desde fuera lo combatía. Pero una vez que Cristo lo descubrió y lo apartó, Satanás libremente entró en él. No convenía que siendo tal y no dando esperanzas de enmienda, permaneciera en el grupo. Por tal motivo Cristo lo echó fuera; y una vez separado Judas, lo arrastró Satanás; y el traidor, habiendo abandonado a los otros, se separó de ellos. Y era ya de noche. Le dice Jesús: Amigo, lo que has de hacer, hazlo presto. Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. ¡Oh, qué falta de sentido! ¿Cómo no se doblegó ni se ruborizó, sino que se apartó con la mayor impudencia? La expresión: Hazlo pronto no es de quien ordena o aconseja, sino de quien reprueba y demuestra su anhelo de que Judas se arrepienta. Pero, pues estaba tan endurecido, Jesús lo despidió. Y dice el evangelista: Ninguno de los comensales entendió.

Gran dificultad podría moverse sobre este paso; o sea ¿cómo es que preguntando los discípulos quién era el traidor, responde Jesús: Aquel a quien yo diere el bocado que voy a mojar; y sin embargo ellos nada comprendieron? A no ser que lo haya dicho tan en secreto que nadie lo oyera. Porque Juan, recostado en su pecho, le preguntaba al oído, a fin de que el traidor no quedara descubierto, y Cristo de tal modo le haya respondido que no publicó quién era ése. Y aunque Jesús enfáticamente le haya dicho: ¡Amigo! lo que has de hacer hazlo pronto, ni aun así comprendieron los discípulos de qué se trataba.

Procedió así Jesús para demostrar ser verdadero lo que había dicho a los judíos acerca de su propia muerte: Tengo potestad para dar mi vida y tengo potestad para recobrarla de nuevo. Y también: Nadie me la quita? Mientras El quiso conservarla, nada pudo nadie contra El; pero cuando ya lo permitió entonces les fue fácil darle muerte. Todo esto es lo que daba a entender al traidor al decirle: Lo que has de hacer, hazlo pronto? Mas ni aun entonces lo dio a conocer. Por lo cual ninguno de los comensales supo de qué se trataba, ni conoció entonces al traidor. Pues quizá lo habrían hecho pedazos los otros; quizá Pedro le habría dado muerte. Por tal motivo ninguno de los comensales comprendió nada. Pero ¿tampoco Juan? Ni aun él, pues no creía que un discípulo se arrojara a tan grande maldad. Estando ellos lejos de tan grave crimen, nada podían sospechar de los otros. De modo que así como antes había dicho: Uno de vosotros, pero a nadie en particular había descubierto, así ahora pensaron que se trataría de otro.

Y era ya de noche. Mas ¿por qué, oh Juan, nos indicas el tiempo? Para que comprendas la petulancia del traidor, a quien no arredró en su apasionamiento ni la hora intempestiva. Pero ni aun esta circunstancia lo delató. De manera que los otros discípulos, frenados por el temor y miedo abundante, andaban turbados y no conocían el verdadero motivo de lo que a Judas se le decía. Sospechaban que sería: Para que diera algo a los, menesterosos. Porque Jesús tenía gran cuidado de los pobres, para enseñarnos a proceder nosotros del mismo modo con mucho empeño. Preguntarás: ¿Cómo es que quien ordena no llevar ni arguenas ni dinero ni aun bastón, llevaba consigo bolsa para los pobres? Es para que aprendas que aún aquel que nada tenga y vaya cargado con su cruz, debe procurar con empeño ese ministerio. Pues muchas cosas las hacía para enseñanza nuestra. Creyeron, pues, los discípulos que a eso se refería Cristo: a que Judas repartiera algo a los pobres.

Nada conmovió al traidor, ni el que hasta última hora no quisiera Jesús descubrirlo y publicarlo. Lo mismo debemos hacer nosotros. No se han de publicar los pecados de los compañeros aun cuando sean incurables. Y así Jesús no le negó el beso cuando aquél se le acercó para entregarlo, y soportó crimen tan grande, y se apresuró a soportar otro mucho más temible como era la crucifixión y la muerte sobremanera ignominiosa, y aun en ésta demostró su benignidad. Y semejante crucifixión la llama gloria, haciendo ver que nada hay tan vergonzoso ni tan ignominioso que no nos torne más esclarecidos, si por Dios lo llevamos a cabo.

Una vez que salió Judas a traicionar, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, levantando así el ánimo de los apóstoles y persuadiéndolos a no entristecerse, sino gozarse. Por lo cual, ya desde un principio había increpado a Pedro, puesto que es gloria grande el que alguien con su muerte venza a la muerte. Es lo que El había dicho de Sí mismo: Cuando yo fuere levantado, conoceréis que Yo soy; y también: Destruid este santuario; y además: No se le dará otra señal, sino la señal del profeta Jonás. Y ¿cómo no va a ser suprema gloria el poder mayores cosas después de la muerte que antes de morir? Porque los discípulos, para hacer creíble la resurrección, operaron mayores maravillas. Si no vivió, si no era Dios ¿cómo podían los discípulos haber hecho en su nombre milagros tan grandes?

Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en El. ¿Qué significa: Dios lo glorificó en Sí mismo? Es decir por Sí mismo y no mediante otro. Y muy presto lo glorificará, o sea, juntamente con la cruz. Como si dijera: No después de mucho tiempo ni mucho después de la resurrección, lo tornará brillante; sino que al punto y en la cruz misma aparecerán cosas notables. En efecto, el sol se oscureció, las rocas se rompieron, el velo del templo se rasgó y resucitaron muchos que ya habían muerto. El sepulcro de Jesús estaba sellado. Junto a él estaban los guardias. Y estando así cerrado con la piedra, sin embargo el cuerpo resucitó; y cuarenta días después se les dio el Espíritu Santo a los discípulos, y desde luego todos lo predicaron. Esto significa: Lo glorificará en Sí mismo y al punto lo glorificará. No por medio de ángeles ni por otra Potestad alguna, sino por Sí mismo. ¿Cómo lo glorificó por Sí mismo? Haciendo todo a gloria de su Hijo. Pero ¿es el caso que todo lo hizo el Hijo? ¿Adviertes cómo todas las obras del Hijo son referidas al Padre?

Hijitos míos: poco tiempo estaré ya con vosotros. Me buscaréis y no me encontraréis. Y como dije a los judíos: a donde Yo voy vosotros no podéis venir; lo mismo os digo a vosotros. Tras de la cena, comienza ahora la tristeza. Cuando Judas salió no era por la tarde, sino ya de noche. Convenía, pues, ahora hacerles todas las recomendaciones, para que las guardaran en la memoria, pues muy luego vendrían los que lo iban a prender. O por mejor decir, el Espíritu Santo les sugeriría entonces todo. Y es verosímil que muchas cosas las hayan olvidado, puesto que por primera vez las oían, y hubieron de sufrir luego pruebas tan numerosas.

En efecto, ¿cómo habrían podido retener exactamente todo en la memoria hombres que, como dice otro evangelista, cayeron en somnolencia a causa de la tristeza; y de quienes el mismo Cristo dice: Mas porque os he dicho estas cosas la tristeza ha llenado vuestro corazón? Pero entonces, ¿por qué se les decían? Porque de todos modos obtenían no pequeña ganancia espiritual, para gloria de Cristo, puesto que más tarde entenderían todo claramente, recordando que ya lo habían oído de Cristo.

¿Por qué comenzó por quitarles ánimos diciendo: Poco tiempo estaré ya con vosotros? A los judíos bien estaba decirles eso por ingratos; pero a nosotros ¿por qué nos mezclas con ellos? Respóndeles: De ninguna manera os mezclo. Entonces ¿por qué dice: Como dije a los judíos? Se lo trae a la memoria porque no lo decía a causa de los males presentes, sino que de mucho antes lo tenía previsto y ellos mismos eran testigos, pues lo habían oído cuando lo dijo a los judíos. De modo que no lo dice ahora para abatirlos, sino para consolarlos y para que los inesperados trabajos no los conturben.

A donde Yo voy no podéis venir vosotros. Les declara con esto que su muerte es un paso y tránsito a cosas mejores y a sitios que no admiten cuerpos corruptibles. También lo dice para excitarles el amor a su persona y hacerlos más ardorosos. Sabéis vosotros por experiencia que cuando vemos que algunos que nos son amadísimos se apartan, entonces nos sentimos más encendidos en su cariño; sobre todo si vemos que van a una región a donde nosotros no podemos ir. De modo que dijo eso Cristo tanto para ponerles temor a los judíos, como para inflamar en su amor a los discípulos. Como si les dijera: el sitio a donde voy es tal por su naturaleza que no sólo no pueden ir ellos, pero tampoco vosotros, aun siendo amicísimos míos. Por oíra parte, con esto les declara su dignidad.

Y ahora os lo digo a vosotros. ¿Por qué ahora? Es decir, en un sentido lo dije a los judíos y en otro os lo digo ahora a vosotros; o sea, que no os mezclo con ellos. ¿Cuándo lo buscaron los judíos y cuándo los discípulos? Los discípulos cuando huyeron; los judíos cuando cayeron en tremendas desgracias nunca oídas, capturada ya su ciudad y rodeándoles por todas partes la ira de Dios. De modo que a los judíos lo decía entonces a causa de su incredulidad; pero ahora os lo digo a vosotros para que no deis en una desdicha inesperada.

Un mandato nuevo os doy. Siendo verosímil que ellos, tras de oír esas cosas, se perturbaran, como si fueran a quedar del todo abandonados, los consuela y los fortifica para su seguridad con lo que es la raíz de todos los bienes, o sea la caridad. Como si les dijera: ¿Os doléis de que yo me vaya? Pues si os amáis los unos a los otros, seréis más fuertes aún. Pero ¿por qué no se lo dijo con esas palabras? Porque lo hizo diciéndoles otra cosa, que era con mucho más útil. En esto conocerán que sois mis discípulos. Les significa que su grupo jamás se disolvería, una vez que les había dado la contraseña para conocerse. Y lo dijo cuando ya el traidor se había apartado de ellos. ¿Por qué llama nuevo este mandamiento? Pues ya estaba en el Antiguo Testamento. Lo hizo nuevo por el modo cerno lo ordenó. Puesto que lo propuso diciendo: Tal como Yo os he amado. Yo no he pagado vuestra deuda por méritos anteriores que vosotros tuvierais, les dice; sino que Yo fui el que comenzó. Pues bien, del mismo modo conviene que vosotros hagáis beneficios a vuestros amigos, sin que ellos tengan deuda alguna con vosotros. Haciendo a un lado los milagros que obrarían, les pone como distintivo la caridad.

¿Por qué motivo? Porque ella es ante todo indicio y argumento de los santos, ya que ella constituye la señal de toda santidad. Por ella, sobre todo, alcanzamos la salvación. Como si les dijera: en ella consiste ser mi discípulo. Por ella os alabarán todos, cuando vean que imitáis mi caridad. Pero ¿acaso no son los milagros los que sobre todo distinguen al discípulo? De ningún modo: Muchos me dirán: ¡Señor! ¿acaso no en tu nombre echamos los demonios? 5 Y cuando los discípulos se alegraban de que hasta los demonios los obedecían, les dijo: No os gocéis de que los demonios se os sujetan, sino de que vuestros nombres están escritos en el cielo. Fue la caridad la que atrajo al orbe, pues los milagros ya antes se daban. Aunque sin éstos tampoco aquélla hubiera podido subsistir.

La caridad los hizo desde luego buenos y virtuosos y que tuvieran un solo corazón y una sola alma. Si hubiera habido disensiones entre ellos mismos, todo se habría arruinado. Y no dijo esto Jesús únicamente para ellos sino para todos los que después habían de creer. Y aun ahora nada escandaliza tanto a los infieles como la falta de caridad. Dirás que también nos arguyen porque ya no hay milagros. Pero no ponen en eso tanta fuerza. ¿En qué manifestaron su caridad los apóstoles? ¿No ves a Pedro y Juan que nunca se separan y cómo suben al templo? ¿No ves qué actitud observa Pablo para con ellos? ¿Y todavía dudas? Dotados estuvieron de otras virtudes, pero mucho más lo estuvieron de la que es madre de todos los bienes. Ella germina en toda alma virtuosa enseguida; pero en donde hay perversidad, al punto se marchita: Cuando abunde la maldad, se resfriará la caridad de muchos.

Ciertamente a los gentiles no los mueven tanto los milagros romo la vida virtuosa. Y nada hace tan virtuosa la vida como la caridad. A los que hacen milagros con frecuencia se les tiene como engañadores; en cambio, nunca pueden reprender una vida virtuosa. Allá cuando la predicación aún no se había extendido tanto, con todo derecho los gentiles admiraban los milagros; pero ahora conviene que seamos admirables por nuestro modo de vivir. No hay cosa que más atraiga a los gentiles que la virtud; y nada los retrae tanto como la perversidad; y nada los escandaliza tanto, y con razón. Cuando vean a un avaro, a un ladrón que ordena lo contrario de la avaricia; y al que tiene por ley amar a sus enemigos, encarnizado como una fiera contra sus semejantes, llamarán vaciedades a tales preceptos. Cuando vean a uno lleno de terror por la muerte ¿cómo van a creer en la inmortalidad? Cuando vean a los ambiciosos y a los cautivos de otras enfermedades espirituales, más bien se aferrarán en sus propios pareceres y nos tendrán a nosotros en nada.

Nosotros, ¡sí, nosotros! tenemos la culpa de que ellos permanezcan en sus errores. Han repudiado ya sus dogmas; admiran ya los nuestros; pero los repele nuestro modo de vivir. Ser virtuoso de palabra es cosa fácil, pues muchos de ellos así lo practicaban; pero exigen además las obras buenas, como una demostración. Dirás: ¡que piensen en los que nos precedieron! No les darán fe, si observan a los que ahora vivimos. Nos dicen: muéstrame tu fe en las obras. Tales buenas obras por ninguna parte aparecen. Cuando nos ven destrozar a nuestros prójimos peor que si fuéramos bestias salvajes, nos llaman ruina del universo. Esto es lo que detiene a los gentiles para no pasarse a nosotros.

En consecuencia nosotros sufriremos el castigo no solamente porque obramos mal, sino además porque por ahí el nombre de Dios es blasfemado. ¿Hasta cuándo viviremos entregados al anhelo de dineros, de placeres y de otros vicios? Por fin abstengámonos de ellos. Oye lo que dice el profeta acerca de algunos insensatos: Comamos y bebamos; mañana moriremos. Por lo que mira a los presentes, ni siquiera eso podemos asegurar: en tal forma muchos absorben los bienes de todos. Reprendiéndolos decía el profeta: ¿Acaso habitaréis vosotros solos la tierra?

Por todo eso, temo que nos acontezca alguna desgracia y que atraigamos sobre nosotros alguna gran venganza de parte de Dios. Para que esto no suceda, ejercitemos toda clase de virtudes, de modo que así consigamos los bienes futuros, por gracia y benignidad del Señor nuestro Jesucristo, por el cual y con el cual sea la gloria al Padre juntamente con el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.





Crisostomo Ev. Juan 71