Crisostomo Ev. Juan 80

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HOMILÍA LXXX (LXXIX)

¿Después de estos discursos, levantados los ojos al Cielo, dijo Jesús: Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo a fin de que tu Hijo te glorifique a ti (Jn 18,1).

El que hiciere y enseñare, dice el Señor, ése será grande en el reino de los cielos. - Y con razón. Ser virtuoso de palabras es cosa fácil; pero el practicar la virtud es cosa propia de un ánimo fuerte y generoso. Por tal motivo Cristo, tratando de la paciencia, se pone a Sí mismo como ejemplo y nos manda imitarlo. Y así El, después de su exhortación, se torna a la oración y nos enseña que en la hora de la tentación dejemos a un lado todo lo demás y recurramos a Dios.

Tras de haber dicho: En el mundo tendréis tribulación, con lo que excitó los ánimos de los discípulos, luego los levanta por medio de la oración. Ellos lo tenían aún por solo hombre; por lo cual procede así para el bien de ellos, como allá cuando la resurrección de Lázaro. Y pone el motivo: Lo he dicho por la turba que me rodea para que crean que Tú me has enviado. Dirás que en aquella ocasión razonablemente lo hizo; pero delante de sus discípulos ¿qué razón había? También delante de los discípulos fue razonable que procediera así. Porque ellos, más que nadie, necesitaban ser confirmados en la fe, puesto que. tras de tantas y tan grandes maravillas, hasta este momento vienen a decir: Ahora conocemos que Tú todo lo sabes.

Por lo demás, el evangelista a esta acción de Jesús no la llama oración; sino que dice: Elevados los ojos al Cielo, con lo que insinúa que más bien fue aquello un coloquio con el Padre. Y no te burles si en otro sitio la llama oración y te muestra a Jesús ya puesto de rodillas, ya levantando los ojos al cielo. Por todo esto se nos instruye sobre la importancia de perseverar en la oración; y que, puestos en pie, levantemos los ojos, no únicamente los corporales, sino los de la mente; y puestos de rodillas, tengamos el corazón contrito.

Porque Cristo vino no únicamente para manifestarse, sino además para enseñarnos el camino de las virtudes inefables. Y conviene que quien es Alaestro enseñe no con las palabras solamente, sino además con las obras. Escuchemos, pues, lo que ahora dice: Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, a fin de que tu Hijo te glorifique a Ti. Declara una vez más que no va involuntariamente a la cruz. ¿Cómo iba a ir contra su voluntad cuando El mismo ruega que ya se realice la crucifixión y a ésta la llama gloria no sólo del crucificado sino también del Padre?

Y así sucedió: no solamente el Hijo sino también el Padre fue glorificado. Antes de la cruz ni los judíos lo conocían, pues dice: Israel no me conoció. Pero después de la cruz todo el mundo corre hacia El. Enseguida pone el modo de esa glorificación y en qué forma lo glorificará: Y conforme al poder que le has dado sobre todos los hombres, para que todo lo que le has dado no perezca. Porque en hacer siempre el bien, en eso consiste la gloria de Dios. ¿Qué significa: Conforme al poder que le has dado sobre todos los hombres? Deja entender que la predicación no estará circunscrita a sólo los judíos, sino que recorrerá todo el orbe; con lo cual establece los fundamentos y comienzos de la vocación de los gentiles. Pues antes les había dicho a los apóstoles: No vayáis a los gentiles pero más tarde les iba a decir: Id y enseñad a todas las gentes? Aquí les manifiesta ser esa la voluntad del Padre. Cosa era que mucho escandalizaba a los judíos y también a los discípulos; y ni aún más tarde llevaban con tranquilidad que se les mezclara con los gentiles, hasta que en esto los instruyó el Espíritu Santo: en gran manera desagradaba eso a los judíos. Por ejemplo, aun después de la solemnísima venida del Espíritu Santo, cuando Pedro regresó a Jerusalén, con dificultad pudo escapar a la acusación de haber entrado a los gentiles, y hubo de explicar la visión de la sábana (Ac 11).

¿Qué significa: Le has dado potestad sobre todos los hombres? Lo preguntaré a los herejes. ¿Cuándo recibió esa potestad? ¿Antes o después de crearlos? Porque El mismo aseguró después de la crucifixión y resurrección: Se me ha dado toda potestad. Id, pues, y enseñad a todas las gentes. ¿De modo que no tenía El potestad sobre sus obras? Pero es el caso que El fue quien los creó: ¿y no tuvo potestad sobre ellos una vez que los hubo formado? Desde el principio de los tiempos se muestra haciendo El todas las obras; y por cierto a unos, como pecadores, los castiga; a otros los enmienda para que se conviertan. Pues dice: No ocultaré a mi siervo Abrahán lo que voy a hacer Y a otros, que proceden correctamente, los honra. ¿O es que antes tenía esa potestad, pero luego la perdió y ahora de nuevo la ha recuperado?

Pero ¿cuál de los demonios se ha atrevido jamás a decir semejante cosa? Y si tenía el mismo poder antiguamente y ahora (pues dice: Así como el Padre tiene poder para resucitar los muertos y darles vida, así también el Hijo da vida a quienes El quiere), entonces ¿qué sentido tiene lo que ahora dice? Los iba a enviar a los gentiles. Y para que no pensaran que se trataba de una innovación, tras de haberles dicho: No he sido enviado sino a las ovejas que perecieron de la casa de Israel, les demuestra ahora ser voluntad del Padre que vayan a los gentiles. Si esto lo dice en una forma excesivamente humilde y humana, no es de extrañarse; pues de este modo paulatinamente los iba instruyendo, lo mismo que a los que luego llegarían; y como ya tengo dicho, con ese abajarse en sus expresiones daba a entender que se atemperaba a la rudeza de sus oyentes.

¿Qué significa: Sobre todos los hombres? Es un hecho que no todos creyeron; pero por lo que a El tocaba, todos creyeron. Si no obedecían a la predicación, no era culpa del Maestro, sino de los que recibían el mensaje. Para que a todos los que le diste El les dé la vida eterna. No te admires de que aquí también se exprese en forma más humana. Procede así por los motivos que ya he enumerado y siempre cuidando de no expresarse acerca de Sí mismo en forma grandilocuente, cosa que habría ofendido a los oyentes, pues no concebían de El aún nada grande.

No procede así el evangelista cuando habla por su cuenta, sino que usa un estilo más levantado, diciendo, por ejemplo: Todo fue hecho por El y sin El nada fue hecho; y también: El era la Vida; y además: Era Luz; y luego: Vino a los suyos. Y no vino porque El no tuviera potestad si de otro no la recibía, sino: Para dar potestad a otros de llegar a ser hijos de Dios. A su vez Pablo lo llama igual a Dios; pero Jesús en forma más humana hace su petición así: Para que a todos los que le diste les dé la vida eterna. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único verdadero Dios, y al que enviaste, Jesucristo. Dice: El único Dios verdadero, para diferenciarlo de los que no son dioses. Los apóstoles iban a ser enviados a todas las naciones. Y si no lo aceptaban así como Dios verdadero, sino que lo rechazaban por sólo ese motivo de ser Hijo del Dios verdadero, por el mismo caso negarían que era Dios. Porque dice El: No buscáis la gloria que viene del único Dios que es verdadero

Entonces ¿no será Dios Hijo? Pero si es Dios Hijo y de sólo el Padre, es manifiesto ser verdadero Hijo del único verdadero Dios. Pues ¿qué? ¿Acaso cuando Pablo dice: O sólo yo y Bernabé por ese sólo suprime a Bernabé? ¡De ningún modo! Lo pone para diferenciarse de los demás. Por otra parte, si el Hijo no es Dios ¿cómo será la verdad? Porque verdadero y verdad apenas difieren. Yo pregunto: de quien no sea verdadero hombre ¿qué diremos que es? ¿Acaso no negaremos que es hombre? Pues bien, del mismo modo: si el Hijo no es verdadero Dios ¿cómo es Dios? ¿Cómo nos hace dioses e hijos, no siendo El Dios verdadero?

Pero de esto ya hemos tratado con mayor cuidado en otra parte. Prosigamos pues y vayamos adelante. Yo te he glorificado sobre la tierra. Con exactitud dijo: Sobre la tierra; porque en el Cielo ya estaba glorificado, pues tenía su gloria natural y era adorado por los ángeles. De modo que no habla Jesús de la gloria propia de la divina substancia, pues ésta perfectamente la posee plena del Padre, aun cuando nadie lo glorifique; sino de la que acá se le da con la humana adoración. De modo que la expresión: Glorifícame, así ha de entenderse. Y para que veas que a esa gloria se refiere, oye lo que sigue: He cumplido la obra que Tú me encomendaste que hiciera.

Por cierto que esa obra estaba apenas comenzada y ni aun comenzada. Entonces ¿por qué dice: He cumplido? Quiere decir o que El por su parte ha hecho cuanto debía; o también asevera como pasado lo que es aún futuro; o mejor aún entiéndase que ya todo está hecho, pues ha sido puesta la raíz de todos los bienes, de la que necesariamente se seguirán los frutos, y y que El ayudaría a los que luego vendrían y los uniría con los anteriores. Continúa hablando en cuanto hombre: Que me encomendaste. Pues sí hubiera permanecido oyendo y aprendiendo, eso sería muy inferior a su gloria. Mas por muchas razones es claro que se abajó a eso, como cuando dice Pablo que en tanto grado nos amó que se entregó a Sí mismo por nosotros. Y también: Se anonadó a Sí mismo tomando la forma de esclavo. Y también: Así como me amó mi Padre, así os he amado a vosotros.

Ahora glorifícame, oh Padre, en Ti mismo con la gloria que en Ti tuve, antes de la creación del mundo. ¿Dónde está esa gloria? Pase que ante los hombres no la tuviera, a causa de haberse encarnado. Pero ante Dios ¿por qué quiere ser glorificado? ¿Qué sentido tiene lo que aquí dice? Habla de la encarnación, pues la humana naturaleza suya aún no estaba glorificada, ni había alcanzado la incorrupción, ni participaba aún del solio real. Por esto no dijo sobre la tierra, sino: En Ti. De esta gloria participaremos nosotros, cada cual según su medida, si somos vigilantes. Por lo cual dice Pablo: Ahora con El sufrimos, para ser después glorificados.

En consecuencia, dignos son de infinitas lágrimas aquellos que, estándoles prometida gloria tan grande, a sí mismos se engañan por pereza y somnolencia. Aun cuando no existiera la gehena, serían sin embargo los más míseros, pues pudiendo reinar con el Hijo de Dios, y disfrutar de la gloria, se privan a sí mismos de bienes tan grandes. Si fuera necesario dejarse hacer pedazos, sufrir mil muertes, entregar diariamente a los padecimientos mil almas y otros tantos cuerpos que tuviéramos ¿acaso no deberíamos pasar por todo eso para alcanzar gloria tan grande? Pero ahora es el caso que ni siquiera despreciamos las riquezas, riquezas que luego, aun contra nuestra voluntad, tendremos que abandonar. No despreciamos las riquezas que en males sin cuento nos enredan y que acá se quedarán y ni siquiera son nuestras; puesto que andamos administrando lo que pertenece a nuestros padres.

Cuando se presente la gehenna, el gusano aquel que nunca muere, el fuego inextinguible y el rechinar de dientes ¿cómo podremos soportarlos? ¿Hasta cuándo abriremos los ojos y dejaremos de consumirnos en vanas querellas diarias, en guerras y palabras vacías? ¿Hasta cuándo estaremos alimentando este vaso terrenal, engrosando este cuerpo, descuidando el alma y las cosas que son necesarias, y en cambio andando solícitos de las inútiles y superfluas? Construimos sepulcros magníficos, compramos espléndidas mansiones, arrastramos con nosotros variadas greyes de esclavos, escogemos diversos administradores y los ponemos al frente de los campos, las casas, los dineros; y añadimos prefectos de administradores; y en cambio ningún cuidado nos tomamos del alma y la tenemos abandonada.

¿Hasta cuándo se acabará esto? ¿Acaso no henchimos sólo un vientre? ¿Acaso no nos envuelve un solo cuerpo? ¿A qué viene el estruendo de tantas cosas? ¿Con qué objeto traemos dividida y distraída el alma que Dios nos dio en tantas ocupaciones, y nos procuramos tan dura esclavitud? Pues quien de muchos necesita, esclavo es de muchos aun cuando al parecer sea él quien de ellos dispone. El amo es un esclavo de los siervos y sufre un nuevo género de esclavitud. Esclavo es que no se atreve a presentarse sin sus servidores en el foro ni en los baños ni al salir al campo, mientras que los siervos sin el amo por todas partes se espacian. Mientras tanto, el que parece señor, si no están presentes los siervos, no se atreve a salir de su casa y le parece ridículo salir sin ellos.

Quizá algunos se ríen de nosotros porque decimos estas cosas; pero ellos son dignos de muchas lágrimas. Para demostrarles que aquello es una esclavitud, gustoso les preguntaría yo: ¿necesitarías tú de quien te llevara el alimento o la bebida a la boca? ¿Acaso semejante servicio no lo tendrías por digno de llorarse? Y ¿qué si constantemente necesitaras de quien te ayudara a caminar? ¿No te parecería ser el más mísero de todos? Pues bien, eso mismo deberías ahora sentir. Pues no importa que sean hombres o que sean animales los que te llevan. Pregunto yo: ¿No es acaso en esto en lo que los ángeles se diferencian de nosotros, en que no necesitan de tantas cosas como nosotros necesitamos? En consecuencia, cuanto de menos cosas necesitamos tanto más nos acercamos a ellos. Cuanto de más cosas necesitamos tanto más nos inclinamos a esta vida perecedera. Y para que veas ser esto verdad, pregunta a los ancianos cuál género de vida piensan que es más feliz: ¿aquella durante la cual estaban cautivos de todas esas cosas, o esta otra en la que ya son superiores a todas ellas?

Nos referimos a los ancianos, porque los que aún andan ebrios de juventud, no sienten el peso de la dicha esclavitud. ¿Qué les sucede a quienes padecen de fiebre? ¿Cuándo se tienen por felices? ¿Cuando oprimidos por la sed beben sin medida y necesitan de muchas cosas, o cuando vueltos a la salud ya no sufren la sed? ¿Adviertes cómo el necesitar de muchas cosas es ser miserable, y andar lejos de la virtud es mísera servidumbre y cadena de las pasiones? Entonces ¿por qué voluntariamente aumentamos nuestra miseria? Dime, te ruego: si pudieras vivir cómodamente sin techo y sin paredes ¿no lo preferirías? Entonces ¿por qué acrecientas semejantes señales de debilidad? ¿Acaso no llamamos feliz a Adán porque de nada necesitaba, ni de casa ni de vestidos?

Responderás que así es, pero que ahora todo eso lo necesitamos. Mas ¿para qué aumentarnos la necesidad? Muchos hay que se privan aun de las cosas necesarias, como son los criados, los dineros, las casas. Pues ¿qué excusa tendremos nosotros, que nos excedemos de lo necesario? Tanto más te tornas esclavo cuanto de más cosas te rodeas. Porque cuanto de más cosas necesitas, tanto más pierdes de tu libertad. Verdadera libertad es no necesitar de nada. Menor libertad el necesitar de unas pocas solamente, como es la libertad de los ángeles y la de aquellos que los imitan.

Pondera, pues, cuán grande alabanza merece el ejercitar este género de libertad, viviendo en el cuerpo. Así lo escribía Pablo a los corintios: Yo os lo querría ahorrar; y también: para que tales hombres no sufran tribulación de la carne. Por tal motivo las riquezas se llaman jremata, para que usemos dé ellas en lo necesario; y no para que las guardemos enterradas: esto no sería poseerlas, sino ser poseídos de ellas. Y si queremos considerar en qué forma las acumulamos y no las usamos para lo que es necesario, encontraremos que hemos invertido el orden y son ellas las que nos poseen y no nosotros a ellas.

Librémonos de semejante pesada servidumbre para que finalmente seamos de verdad libres. ¿Con qué objeto andamos procurándonos variadas y diferentes formas de cadenas? ¿No te basta con las ataduras de tu propia naturaleza, con las necesidades que impone la vida y la multitud de cosas que te rodean, sino que tú mismo tejes otras redes y te encadenas con semejantes peales? Mas por ese camino ¿cuándo conseguirás el cielo y podrás, así sobrecargado, subir a aquellas grandes alturas? En verdad que habría que preferir romper semejantes ligaduras y presentarse en aquella celestial ciudad. ¡Hay de suyo tantos otros impedimentos! Pues bien, para superarlos abracémonos con la pobreza. Así conseguiremos la vida eterna, por gracia y benignidad del Señor nuestro Jesucristo, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.




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HOMILÍA LXXXI (LXXX)

Manifesté tu nombre a los hombres que me diste del mundo. Tuyos eran y me los diste; y han observado tu palabra (Jn 17,6-7).

ÁNGEL DEL gran consejo es llamado el Hijo de Dios, así por las demás cosas que enseñó como en especial porque anunció el Padre a los hombres, como ahora lo declara El mismo: Manifesté tu nombre a los hombres. Después de aseverar que había llevado a cabo la obra que el Padre le encomendó, dice luego cuál fue esa obra. Cierto que el nombre del Padre ya era conocido, pues dice Isaías: juraste por el Dios verdadero (Is 65,16). Mas, como ya varias veces lo tengo dicho y ahora lo repito, era conocido solamente de los judíos y aun no de todos ellos. Pero aquí Jesús se refiere a los gentiles. Significa además que ahora lo conocen como Padre. Porque no es lo mismo conocerlo como Creador a saber que tiene un Hijo.

Lo manifesté con palabras y con hechos. A los que me diste del mundo. Así como antes había dicho: Nadie viene a Mí si no se le da ese don; y también: Si mi Padre no lo atrae, así ahora dice: A los que me diste. Dijo que El era el camino. Por todo lo cual es manifiesto que aquí significa dos cosas: que El no es contrario a la voluntad del Padre y que la voluntad del Padre es que crean en el Hijo. Tuyos eran y me los diste. Quiere con esto enseñarnos que el Padre lo ama sobremanera. Pero que El no haya necesitado recibirlos de otro es claro, porque fue El quien los creó y es El quien cuida de ellos. Entonces ¿cómo los recibió? Ya dije que lo que quiere significar es su concordia con el Padre. Mas si alguno prefiere considerar esa expresión en un modo humano, como ya se dijo, entonces ya no serán en adelante posesión del Padre. Pues si cuando el

Padre los poseía no eran del Hijo, es claro que cuando los cedió al Hijo, también se despojó del dominio sobre ellos.

Pero de tal interpretación se sigue un absurdo aún mucho mayor; puesto que cuando pertenecían al Padre fueron imperfectos; y cuando vinieron al poder del Hijo entonces fueron perfectos. Ahora bien, el solo decir tales cosas es ya una ridiculez. En conclusión: ¿qué quiere significar aquí Jesús? Que fue voluntad del Padre que creyeran en el Hijo. Y han observado tu palabra. Ahora han conocido que cuanto me has dado de Ti viene. ¿En qué forma han observado tu palabra? Creyendo en Mí y no en los judíos. Puesto que quien cree en El: Da testimonio de que Dios es veraz. - Algunos interpretan de este modo: Ahora conocí que todo cuanto me diste viene de Ti. Pero sin razón se interpreta de esa manera. Porque ¿cómo podía ignorar el Hijo las cosas que eran de su Padre? Lo que El dice se refiere a sus discípulos. Como si dijera: Desde que les declaré estas cosas todas que Tú me diste, conocieron que venían de Ti. Entre Tú y Yo nada hay extraño ni exclusivo mío; pues lo exclusivo indica que hay otras muchas cosas que son extrañas. De modo que ellos han conocido que cuantas cosas les enseñé son enseñanza y doctrina tuya.

Y ¿cómo lo conocieron? Por mis palabras, pues Yo así los adoctrinaba. Pero no sólo conocieron eso, sino también que Yo vine de Ti. Por todo el evangelio cuidó Jesús de enseñarnos esto. Y ahora Yo ruego por ellos. ¿Qué dices? ¿Enseñas al Padre como si El fuera ignorante? ¿Hablas como hablaría un hombre necio? Entonces ¿qué significa esa distinción? ¿Ves por aquí cómo no hay otro motivo de que niegue sino el que los discípulos conozcan cuánto los ama? Puesto que quien no sólo pone lo que es de su parte, sino que llama a otro para que le ayude a lo mismo, indudablemente demuestra un muy crecido amor. ¿Qué es, pues, lo que significa esa expresión: Ruego por ellos? Es como si dijera: No ruego por todo el mundo, sino por éstos que tú me has dado.

Con frecuencia usa la fórmula: Los que me diste, para que acaben de entender que esa fue la voluntad del Padre. Luego, como muchas veces había dicho: Tuyos son y Tú me los diste, para quitar la errónea opinión de que su dominio sobre ellos era cosa reciente y que acababa de recibirlos ¿qué dice?: Todas mis cosas son tuyas y las tuyas mías. Y en ellos soy Yo glorificado. Para que al oír: Tú me los diste no fueran a pensar que quedaban fuera de la potestad y jurisdicción del Padre, o que antes lo estaban de la del Hijo, deshizo ambos errores con eso que declaró. Y es como si dijera: No vayas a creer, cuando oyes: Me los diste, que ya son extraños al Padre (pues todas mis cosas son de mi Padre); ni tampoco al oír: Tuyos eran pienses que antes no me pertenecían, (pues todo lo del Padre es mío). De manera que esa expresión: Me los diste no tiene sino un sentido acomodaticio, puesto que cuanto tiene el Padre es del Hijo y cuanto tiene el Hijo es del Padre.

Esto no puede asegurarse del Hijo en cuanto hombre, sino en cuanto es Dios y más que hombre. Porque es de todos sabido que todo cuanto tiene como menor, le pertenece también como mayor; pero no al contrario. Pero en el caso presente se da una plena conversión, lo cual indica la igualdad con el Padre. Esto mismo declaró en otra parte diciendo: Todas las cosas de mi Padre son mías? hablando del conocimiento. Las expresiones: Me los diste y otras semejantes, significan que Jesús no tomó lo ajeno cuando tomó a sus discípulos, sino que los tomó como propiedad suya que eran. Añade la causa y demostración de esto diciendo: Y Yo he sido glorificado en ellos. Es decir, tengo potestad sobre ellos; o también, me glorificarán al creer en Ti y en Mí; y nos glorificarán igualmente.

Si Cristo no fuera igualmente glorificado por ellos, entonces ya no sería verdad que todas las cosas del Padre son suyas. Pues nadie es glorificado por aquello sobre lo que no tiene potestad. Pero ¿cómo ha sido glorificado igualmente? En que todos igualmente dan su vida por El como por el Padre y lo predican a la par del Padre; y del mismo modo que afirman que todo lo hacen en el nombre del Padre, aseguran igualmente que lo hacen en el nombre del Hijo. Yo ya no estoy en el mundo, mientras que ellos quedan en el mundo. Es decir: aun cuando ya no se me vea en carne, sin embargo soy por ellos glorificado.

¿Por qué con frecuencia dice: Yo ya no estoy en el mundo; y Yo los abandono y me voy; y Yo te los encomiendo; y mientras he estado en el mundo Yo los guardaba? Si alguno lo tomara a la letra se seguirían muchos absurdos. ¿Cómo es que El ya no está en el mundo y que saliendo del mundo los encomienda a otro? Tales expresiones son propias de quien únicamente fuera puro hombre que va a separarse de los discípulos para siempre.

¿Adviertes cómo dice muchas cosas hablando al modo humano y acomodándose a lo que ellos podían comprender, puesto que ellos pensaban estar más seguros estando El presente? Por tal motivo dice: Mientras estaba con ellos Yo los cuidé. Pero ¿cómo es que en otra parte dice: Vuelvo a vosotros; y también: Estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos? ¿Cómo dice ahora estas cosas como quien ha de separarse? Ya expliqué cómo habla acomodándose a los pensamientos y juicios de ellos; y con el objeto de darles un respiro con oír que les hablaba así y que los encomienda al Padre. Y porque aún habiéndoles dicho muchas palabras de consuelo, aún no se habían persuadido, ahora finalmente habla El con su Padre, mostrando el amor que les tiene. Como si dijera: Padre: puesto que me llamas a Ti, ponlos a ellos en seguridad. Porque Yo voy a Ti.

¿Qué dices? ¿Acaso no los puedes guardar Tú mismo? Sí puedo. Entonces ¿por qué te expresas de esa manera? Para que mi gozo sea pleno en ellos? Es decir, para que no se perturben, pues aún son un tanto imperfectos. Con estas palabras demuestra que todo cuanto dijo en esa forma, lo hizo para gozo y tranquilidad de ellos. Si no fuera por ese motivo sus palabras parecerían contradecirse. Yo ya no estoy en el mundo, mientras que ellos quedan en el mundo. Así pensaban ellos. De modo que por de pronto se atempera a su rudeza. Pues si hubiera dicho: Yo los guardo, no le habrían dado crédito. Por eso dice: Padre santo, guárdalos en tu nombre; es decir con tu auxilio.

Mientras estaba Yo con ellos, Yo los guardé en tu nombre. De nuevo habla en cuanto hombre y como profeta, pues no aparece en parte alguna que hiciera algo en el nombre de Dios. A los que me diste Yo los guardé; y no ha perecido ninguno de ellos excepto el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. ¿Cómo es que en otra parte dice: De todos los que me diste, no perderé a ninguno de ellos? La realidad es que no sólo ése pereció, sino muchos otros después de él. ¿Cómo, pues, dice: No perderé? Es decir, en cuanto está de mi parte no perderé. En otra parte lo dijo más claramente: No lo echaré fuera: no se perderá por culpa mía, o porque yo lo empuje a la ruina o lo abandone. Si ellos espontáneamente se apartan, Yo no los forzaré.

Mas ahora Yo voy a Ti. ¿Adviertes cómo su discurso está hecho al modo humano? En consecuencia, si por este modo de hablar quisiera alguno disminuir al Hijo, disminuirá también al Padre. Observa cómo ya desde el prncipio, unas cosas las dice como enseñando y explicando y otras como imponiendo preceptos. Unas veces enseña, como cuando dice: No ruego por el mundo; otras poniendo precepto, como cuando dice: Yo los guardé hasta ahora y nadie pereció; y tú guárdalos; y también: Eran tuyos y Tú me los diste; y luego: Mientras estaba con ellos Yo los guardaba. Pues bien, todas esas dificultades se resuelven respondiendo que tales cosas las decía por acomodarse a la rudeza de sus oyentes.

Cuando dijo: Ninguno ha perecido excepto el hijo de la perdición, añadió: Para que se cumpliera la Escritura. ¿A qué Escritura se refiere? A la que había profetizado muchas cosas acerca de El. En realidad ése no pereció para que se cumpliera la Escritura. Acerca de esto ya anteriormente lo explicamos con amplitud, pues éste es un modo de hablar que usa la Escritura, la cual suele poner como causa de lo que luego sucede lo que se ha dicho, no siéndolo. Por lo cual es necesario examinarlo todo cuidadosamente: el modo de expresarse y quién es el que habla y la materia de que se trata y las leyes que sigue la Sagrada Escritura. En una palabra, todo, si no queremos sacar conclusiones absurdas. Por tal motivo dice Pablo: Hermanos, no seáis niños en el entendimiento.

Pero las Escrituras no se han de leer únicamente para entenderlas, sino para ordenar correctamente nuestro modo de vivir. Los niños no suelen estimar lo que es de gran precio, sino que admiran lo que nada vale. Gozosos se fijan en los carros, caballos, aurigas y ruedas hechas de barro; pero si ven al rey sentado en su carro de oro y los corceles albos al yugo y el sumo ornato, ni siquiera se fijan en eso. También las niñas adornan sus muñecas fingidas; pero si ven a las doncellas principales, ni siquiera tornan a ellas su vista. Y nosotros en muchas cosas procedemos del mismo modo.

Aun ahora, muchos hombres hay que cuando oyen hablar de las cosas del Cielo ni siquiera ponen atención; y en cambio, a la manera de niños, se les van todos sus anhelos a los objetos de barro y admiran las riquezas terrenas y a ellas se apegan y estiman en mucho las glorias y placeres de la vida presente. Pero todas estas cosas, como las de los niños, son pueriles: otras hay que son causa de vida, de gloria verdadera y de descanso. Pero ellos, a la manera de los párvulos, si se ven privados de aquéllas, rompen en llanto; mientras que de estas otras ni siquiera saben desearlas: así proceden muchos que parecen hombres.

Por tal motivo dijo Pablo: No seáis niños en el entendimiento. Yo te pregunto: ¿amas los dineros y no amas las riquezas que permanecen, sino estos dijes y juguetes de niños? Si ves que alguno admira una moneda de plomo y se lanza a recogerla, lo juzgas pobre y miserabilísimo; y en cambio tú, cuando amontonas cosas de menos precio aún ¿te cuentas entre los ricos? ¿No es esto algo irracional? Llamemos rico al que desprecia todos los bienes presentes. Cierto es que nadie querrá despreciar estas cosas viles, digo el oro, la plata y las demás vanidades, si no está poseído del amor de cosas mayores: ¡cierto, nadie! Tampoco desprecia nadie la moneda de plomo si no posee la de oro.

Cuando veas a un hombre que recorre todas las tierras, no pienses que lo hace sino para conocer mundos más amplios. También el labrador desprecia un poco de grano cuando espera una cosecha abundante y mayor. Pues si cuando la esperanza es aún incierta despreciamos lo que a la mano tenemos, mucho mejor debemos hacerlo cuando la esperanza es segura. Por lo cual os ruego, os suplico que no nos castiguemos a nosotros mismos, ni nos privemos de los tesoros del Cielo por poseer acá un poco de cieno y llevemos nuestra nave al puerto cargada de inútiles cañas y pajas.

Reprenda el que quiera la frecuencia de nuestras admoniciones; llámenos vanos charlatanes y fastidiosos y pesados: no por eso desistiremos de amonestaros con frecuencia acerca de estas cosas, y de repetir lo dicho por el profeta: Redime tus pecados con obras de limosna y misericordia para con los pobres, para que sea larga tu ventura. Tampoco lo hagas hoy pero luego mañana lo dejes. Tu cuerpo necesita del cotidiano alimento y lo mismo tu alma. Y aun mucho más el alma. Si no da limosna, cada día se torna más débil y deforme. No despreciemos al que anda pereciendo y ya casi ahogado. Tu alma cada día recibe heridas que le causan la codicia, la ira, la desidia, las querellas, las venganzas, la envidia. Es necesario aportarle remedios; y no es poca medicina la limosna, sino tal que puede aplicarse a todas las heridas.

Dice el Señor: Haced limosna y tendréis manera de purificarlo todo. Haced limosna, pero no de la rapiña. Lo que es de rapiña si se da de limosna de nada sirve, aun cuando lo des a los pobres. Limosna es el don que no lleva consigo ninguna iniquidad: ésta es la que todo lo purifica; ésta es mejor que el ayuno y que dormir en el suelo por penitencia. Aunque estas obras sean más laboriosas y molestas, la limosna es de mayor ganancia, pues ilumina el alma, la alienta y la hermosea.

No fortalece tanto el óleo a los atletas, como alienta este óleo de la limosna a los atletas de la piedad. Un jamónos pues con él en nuestras manos para que luego las tendamos valientes contra el enemigo. Quien piensa en compadecer a los necesitados, pronto se abstendrá de la avaricia. Quien persevera en dar a los pobres, al punto depone la ira y jamás se ensoberbece. A la manera que el médico que con frecuencia cura las heridas más fácilmente humilla su ánimo viendo lo que es la humana naturaleza, por lo que contempla en las ajenas calamidades, así nosotros, si nos entregamos a auxiliar a los pobres, más fácilmente seremos virtuosos y recapacitaremos y no admiraremos las riquezas, ni bien alguno de la vida presente lo tendremos por grande, sino que todo lo despreciaremos. Así levantados en alto a los Cielos, fácilmente conseguiremos los bienes eternos, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, con el cual sea la gloria al Padre juntamente con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.




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HOMILÍA LXXXII (LXXXI)

Yo les he comunicado tu palabra, pero el mundo los aborrece porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo (Jn 17,14).

CUANDO LOS malvados nos molestan y se burlan de nosotros porque cultivamos la virtud, no lo llevemos a mal. Así es la virtud por su misma naturaleza: suele en todas partes engendrar odio de parte de los malos; porque ellos envidian a los de buen vivir; y pensando que detraerlos es una defensa, puesto que ellos siguen caminos contrarios, toman todos los medios para poner en su modo de vivir mancha y defecto. No nos acongojemos por eso, pues al fin y al cabo es una señal de nuestra virtud. Por esto dice Cristo: Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo que es suyo. Y en otra parte dice: ¡Ay de vosotros cuando os bendigan los hombres!

Por igual motivo dice aquí: Yo les he comunicado tu palabra, pero el mundo los aborrece. Pone luego la razón de que sean dignos de tan grande cuidado de parte del Padre, pues continúa aseverando que el mundo los aborrece por causa del Padre y de su propia palabra; de modo que son plenamente dignos de la providencia del Padre. No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Explica lo que ya dijo y lo torna más claro; y declara el mucho cuidado que tiene de sus discípulos, pues con tanta diligencia los recomienda al Padre.

El les había dicho que cuanto pidieran al Padre, todo lo concedería el Padre. Entonces ¿por qué aquí ruega por ellos? Como ya dije, lo hace no por otro motivo, sino para demostrarles su cariño. No son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. ¿Por qué, pues, en otro sitio dijo: Los que me diste del mundo tuyos eran? Es porque ahí habla de la naturaleza, mientras que acá se refiere a las obras perversas. Grandemente encomia a los discípulos afirmando desde luego que no son del mundo; además que el Padre a El se los dio; en tercer lugar, que han guardado la palabra del Padre y que por eso el mundo los aborrece.

No te conturbe lo que añade: Como Yo no soy del mundo. Esa partícula como no significa igualdad exacta. Cuando ella se dice del Padre y del Hijo sí indica una igualdad plena a causa de la unidad de substancia. Pero cuando se dice de El y de nosotros, entraña una enorme diferencia; porque hay entre ambas naturalezas, la suya y la nuestra, una enorme diferencia. ¿Cómo se le van a comparar los apóstoles, puesto que El: No cometió pecado ni en su boca se encontró dolor.

¿Qué significa entonces: No son del mundo? Quiere decir que miran a otra parte, que nada tienen de común con lo terreno, que han sido hechos ciudadanos del Cielo. Y les demuestra su cariño alabándolos ante el Padre y recomendándolos a su Engendrador. Y cuando dijo: Guárdalos, no rogaba únicamente que los librara de los peligros, sino que perseveraran en la fe. Por lo mismo añade: Conságralos en la verdad. O sea hazlos santos por el don del Espíritu Santo y los dogmas correctos. Es como cuando dijo: Ya vosotros estáis purificados por la fe en la doctrina que os he enseñado. Y lo mismo dice ahora: enséñalos, adoctrínalos en la verdad. Pero antes dijo que esto lo hace el Espíritu Santo. Entonces ¿por qué ahora se lo pide al Padre? Para que una vez más conozcas la igualdad. El conocimiento correcto de los dogmas acerca a Dios y santifica las almas. Y no te admires de que diga que son santificados por la palabra. Cierto que aquí se refiere a la doctrina, como lo insinúa diciendo: Tu palabra es la verdad. Es decir, que en ella nada hay de mentira, puesto que es en absoluto necesario que se cumpla todo lo que ella ha dicho. Y que no habla figuradamente ni de cosas materiales, lo manifiesta; como también lo dijo Pablo acerca de la Iglesia: La santificó con su doctrina (Ep 5,26).

Suele la palabra divina operar la purificación. Pero a mí me parece que la palabra conságralos tiene además otro sentido; o sea: sepáralos para la predicación de la doctrina, cosa que por lo que sigue queda manifiesta. Pues dice: Como me enviaste Tú al mundo, Yo también los envío al mundo. Lo mismo dice Pablo: Nos confió a nosotros el ministerio de la reconciliación. Pues para lo que Cristo se fue al Padre, para eso los apóstoles conquistaron el mundo. La partícula como no significa igualdad entre El y los apóstoles (¿en qué otra forma podían ellos ser enviados, hombres como eran?), sino que acostumbra Cristo hablar de lo futuro como ya sucedido.

Por ellos Yo me consagro a Mí mismo, para que también ellos sean consagrados en tu verdad. ¿Qué significa: Me consagro a Mí mismo? Es decir, te me ofrezco en sacrificio. Porque todos los sacrificios se dicen santos; y hablando con profundidad, son cosas santas y consagradas a Dios. Antiguamente el sacrificio estaba figurado en la oveja; pero ahora ya no es la figura, sino la realidad. Por lo cual dice Cristo: Para que sean consagrados en tu verdad. Yo te los consagro y los hago oblación tuya. Lo dice en referencia a Sí mismo, como cabeza o también porque ellos mismos serán inmolados.

Dice Pablo: Ofreced vuestros cuerpos como víctima viviente, santap y el profeta: Se nos trata como ovejas de matadero. De modo que sin muerte los constituye hostia y oblación. Y que al decir me consagro indicara su propia inmolación, es claro por lo que sigue: No ruego únicamente por éstos, sino también por los que han de creer en Mí por su predicación. Puesto que moría por ellos (pues dijo: Yo por ellos me consagro a Mí mismo) , para que no se pensara que moría únicamente por los apóstoles, añadió: No ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en Mí por su predicación.

Así les infunde nuevamente ánimos con aseverar que habrá muchos discípulos. Una vez que extendió a todos en común lo que los discípulos tenían como especial y propio, de nuevo los consuela con declararles que son ellos causa de salvación para muchos. Luego, tras de hablarles así de su salvación y de que serán consagrados por la fe y el sacrificio, finalmente se refiere a la concordia y caridad; y termina su discurso con lo mismo con que lo había comenzado. Antes dijo: Os doy un mandamiento nuevo; y ahora dice: A fin de que sean uno como Tú, Padre, en Mí y Yo en Ti. De nuevo esa partícula como no significa aquí una igualdad perfecta, pues no podían los apóstoles ser uno con semejante unidad; sino en cuanto es posible al hombre, como cuando les dijo: Sed misericordiosos como lo es vuestro Padre que está en los cielos.

¿Qué significa: Sean uno en nosotros? Es decir, por la fe en nosotros. Puesto que no hay cosa que así perturbe como la discusión, procura Jesús que sean uno. Pero ¿qué? ¿Acaso lo consiguió? preguntarás. Sí, en verdad. Pues todos los que creyeron por la predicación de los apóstoles se hicieron uno, aun cuando algunos se hayan vuelto disidentes; cosa que no se le ocultó a Jesús, sino que El mismo la predijo; y dio a entender que esto sucedería por la humana desidia.

Para que el mundo crea que Tú me enviaste. Es lo mismo que dijo al principio: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros. Mas ¿cómo será este el medio para que crean? Porque El es Dios de paz. De modo que si guardan lo que de los discípulos aprendieron, los que Juego vengan conocerán por los discípulos al Maestro. Pero si andan con mutuas querellas, no darán testimonio de ser discípulos del Dios de paz. Si Yo no soy Dios de paz, no confesarán que Tú me enviaste. ¿Observas cómo hasta el fin demuestra su concordia con el Padre?

Yo les he comunicado la gloria que Tú me diste; o sea, por la doctrina y los milagros, para que sean concordes. Porque esta es la gloria: que seamos uno, la cual es mayor que los milagros. Así como admiramos a Dios porque en esa substancia no hay disensión alguna, ninguna querella, y esta es una gloria suprema, así que también ellos, dice, sean por esta unión glorificados. Preguntarás: ¿por qué ruega al Padre que les dé esa glorificación, siendo así que al mismo tiempo asegura ser El quien se la concede? Puesto que ya hable de los milagros, ya de la concordia, ya de la paz, se ve luego ser El quien lo concede. Respondo que por aquí se ve que lo pedía por consolarlos.

Yo en ellos y Tú en mí. ¿Cómo los glorificó? Viniendo a ellos y trayendo consigo al Padre, para que los junte en unidad. No hay otro lugar en que se exprese así. No fueron ellos glorificados porque el Padre vino a ellos, sino porque Cristo juntamente con el Padre vino a ellos e hizo ahí su mansión. Refutó así de una parte la opinión de Arrio y de otra la de Sabelio. Para que alcancen la unidad perfecta y conozca el mundo que Tú me has enviado. Con frecuencia repite esto para demostrar que más atrae la unión que los milagros; pues así como las querellas dividen, así la concordia une. Y Yo los he amado como Tú me amaste. Otra vez la partícula como significa al modo de, como los hombres pueden ser amados. Y la señal de su amor es que dio su vida por ellos.

Habiéndoles ya asegurado que estarían seguros y no serían destruidos y que serían consagrados y que muchos por su predicación creerían en El y que gozarían de grande glorificación y que no sólo El los había amado, sino también el Padre, finalmente les habla de lo que les sucederá después de que salgan de esta vida, o sea, del premio y de las coronas que les están preparadas. Porque dice: Padre, quiero que los que me diste donde estoy Yo estén ellos conmigo. Esto es lo que ellos continuamente inquirían diciéndole: ¿A dónde te vas? Pero, Señor: ¿qué es lo que dices? ¿Eso lo recibes por fuerza de tu petición y no lo tienes aún? Entonces ¿por qué les decías: Os sentaréis sobre doce tronos? ¿Cómo les prometías aun cosas mayores? Advierte por aquí que se expresa de ese modo atemperándose. Si no fuera así ¿cómo dijo a Pedro: Me seguirás después? Claro es que se lo decía para una mayor confirmación en el amor.

Para que contemplen la gloria que Tú me diste. Es este un nuevo argumento de la concordia con su Padre, más elevado aún que los otros (pues dice: Antes de la creación del mundo), pero siempre contiene cierta atemperación, puesto que añade: Que Tú me diste. Si no es esto así, entonces yo con gusto preguntaría a los contrarios: El que da, ciertamente da a quien ya existe. Entonces ¿el Padre dio la gloria al Hijo después de haberlo engendrado, mientras que antes de dársela lo tuvo destituido de ella? Pero semejante cosa ¿quién puede razonablemente apoyarla? ¿Adviertes cómo por aquí me diste se ha de entender cuando me engendraste?

Mas ¿por qué no dijo: para que participen, sino: Para que contemplen la gloria? Deja entender que éste es el pleno y omnímodo descanso: contemplar al Hijo de Dios. Esto es lo que glorifica a los discípulos, como también lo dijo Pablo: Contemplando la gloria sin velo. Así como los que contemplan los rayos solares gozando de un aire tenuísimo, reciben de semejante vista placer, así sucederá entonces. O por mejor decir, nos producirá un gozo mucho más intenso. También declara que eso no es cosa de las que se ven, sino una substancia escalofriante y tremenda.

Padre justo. Pareceme que aquí declara con pesar que no lo han querido reconocer, siendo El tan bueno y justo. Como los judíos afirmaban conocer a Dios pero no conocer a Jesús, a esto se refiere El cuando dice: Me amaste antes de la creación del mundo, con lo que se defiende de la acusación de los judíos. Puesto que quien fue glorificado, quien fue amado antes de la creación del mundo, quien quiso tenerlos como testigos de su glorificación ¿cómo podría ser contrario al Padre? Es como si dijera que no es verdad eso que aseguran los judíos: que te conocen y que Yo no te conozco. Es todo lo contrario. Yo te conozco y ellos no te conocen.

Y éstos han conocido que Tú me has enviado. ¿Adviertes cómo aquí deja entender a los que decían que El no venía de Dios y todo lo reducían a esto? Yo les he manifestado tu nombre y se lo manifestaré. Pero ¿cómo es entonces que dijiste que el perfecto conocimiento venía del Espíritu Santo? Sí, nos responde; porque todo lo suyo es mío. Para que el amor con que me amaste permanezca en ellos y también Yo permanezca en ellos. Pues si llegan a conocer quién eres, verán entonces que Yo no estoy separado de Ti, sino que soy en gran manera amado de Ti, como verdadero Hijo unido a Ti. Los que esto crean, como es necesario creerlo, guardarán la fe en Mí y la firme caridad. Si ellos aman como se debe, Yo permaneceré en ellos. ¿Adviertes cuán óptimamente termina, es a saber, con la caridad, madre de todos los bienes?

Creamos, pues, en Dios; amemos a Dios, para que no se diga de nosotros: Profesan conocer a Dios, pero con las obras lo niegan. - Y también: Ha negado la fe y es peor que el paganos. Cuando el infiel presta auxilio a sus criados, a sus parientes, a los extraños, y tú en cambio ni siquiera de tus allegados te cuidas ¿qué defensa tendrás, puesto que Dios es blasfemado e injuriado? Observa cuántas ocasiones de hacer el bien nos ha dado Dios. Nos dice: Compadécete de éste porque es tu consanguíneo; de este otro, porque es tu amigo; de aquel otro, porque es tu vecino; del de más allá, porque es tu conciudadano; del de acullá porque es del humano linaje. Pero si nada de esto te doblega, sino que rompes por sobre todos los vínculos, oye a Pablo que dice que eres peor que un infiel. Puesto que el infiel, sin haber oído predicar de la limosna, ni de las cosas del Cielo, sin embargo es más humano que tú. Por el contrario, tú, a quien se le ordena amar a los enemigos, miras a tus allegados como si fueran enemigos; y te cuidas más de guardar tus dineros que del bien corporal de los otros.

Por cierto que tus dineros así gastados nada padecerán; pero si procedes al revés, entonces el pobre perecerá despreciado. Pues ¿qué locura es esta de conservar los dineros y despreciar a los parientes? ¿Por dónde te acometió y se acrecentó semejante codicia? ¿De dónde te nació tan grande crueldad y tan inhumana? Si alguno mira el universo todo como si se hallara presente a un espectáculo… o, si te parece mejor, contemplemos una ciudad. Digo que si alguno levantado a un altísimo asiento pudiera contemplar y abarcar el conjunto de las cosas humanas, mira cuán grandes necedades encontraría que reprender, cuántas lágrimas derramaría, cuán abundantemente se reiría, cuán enorme odio concebiría.

Porque hacemos cosas que son dignas de risa, de cólera, de lágrimas y de odio. Uno se dedica a dar de comer a sus perros con el objeto de cazar fieras, y él mismo se torna feroz. El otro cría asnos y toros para acarrear piedra, mientras descuida a los hombres que perecen de hambre. Aquél gasta sumas inmensas de oro en fabricarse de piedra estatuas de hombres, mientras que a los que son hombres de verdad, pero andan hechos como de piedra a causa de la desgracia, los desprecia. Otro se dedica a recoger planchas de oro y miserablemente adorna con ellas las paredes de su casa, y aunque ve desnudos los pechos de los hombres, no se compadece. Otro se ocupa de añadir a sus múltiples vestidos, otros nuevos y selectos, mientras el pobre no tiene un trapo para cubrir la desnudez de su cuerpo.

También en los tribunales se devoran unos a otros. Hay quien derrocha en meretrices y parásitos sus haberes y hay quien los derrocha en bailarines y mimos. Y el de más allá lo hace en edificios espléndidos; y el de acullá en comprar predios y casas. Hay quien se ocupa en ir contando las usuras de sus dineros. Y uno hace contratos que redundan en muertes, y ni siquiera descansa de noche, siempre vigilando para causar daños a otros. Apenas amanece y uno se marcha al lucro injusto; otro a pagos lascivos; otro al peculado. Total: gran cuidado en lo prohibido y superfluo y gran descuido en lo necesario.

Los que juzgan sólo tienen de jueces el nombre, pero en la realidad son ladrones y asesinos. Si alguno examina los litigios y testamentos, encontrará también en éstos infinitos crímenes, fraudes, hurtos, asechanzas. Y en esto gastamos todo nuestro descanso. Pero de las cosas espirituales no se tiene cuidado ninguno ; ¡todos frecuentan la iglesia, pero nada más por curiosidad! Sin embargo, no es eso lo que anhelamos, sino que necesitamos un ánimo puro y buenas obras. Si todo el día lo gastas en tratos de avaro, y cuando entras en la iglesia apenas recitas algunas palabras, no has aplacado a Dios, sino que mucho lo has irritado. Si quieres de verdad aplacarlo, muéstrale tus buenas obras: date cuenta de la cantidad de desgracias, mira benigno a los desnudos, a los hambreados, a los que han sufrido injusticia. Dios te ha abierto muchos caminos para que demuestres tu benevolencia y humanidad.

No nos engañemos viviendo inútilmente y para nada; ni tampoco despreciemos a los demás por el hecho de que nosotros ahora gozarnos de salud. Pensemos en el tiempo en que tal vez estuvimos enfermos y llegados al último extremo, y cómo casi morimos de terror ante lo futuro, y temblemos de ir a dar en lo mismo y en iguales temores; y con esto mejoremos nuestra conducta, porque ahora somos reos de infinitos pecados. Los que se asientan como jueces se parecen a los canes, a los leones; los que tratan en el agora, a las zorras. Los que se entregan al descanso no lo gozan como conviene, sino que gastan todo su tiempo en el teatro y otras perversiones semejantes.

Y nadie hay que procure la enmienda; pero en cambio hay muchos que envidian y muerden a semejantes hombres, sólo porque ellos no pueden hacer lo mismo. De manera que también ellos han de ser castigados, aun cuando nada hagan positivamente de malo. Dice Pablo: No sólo hacen estas cosas, sino que aplauden a quienes tales acciones perpetran Tienen el ánimo igualmente corrompido. Por donde se ve que el castigo sólo depende de la voluntad y de la intención. Todos los días digo esto y no dejaré de decirlo. Si algunos hacen caso, será una ganancia; si nadie atiende, atenderéis cuando ya en eso no haya utilidad alguna; y entonces vosotros mismos os culparéis. Pero nosotros no tendremos en ello culpa alguna.

Mas no ¡lejos tal cosa! ¡que no vayamos a tener nosotros sino esta defensa! Al contrario, ojalá seáis vosotros nuestra gloria ante el tribunal de Cristo, para que juntos disfrutemos de aquellos bienes, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, con el cual sea la gloria al Padre en unión con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.





Crisostomo Ev. Juan 80