Crisostomo Ev. Juan 68

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HOMILÍA LXVIII (LXVII)

La turba le replicó: Nosotros hemos aprendido en la Ley que el Cristo subsistirá para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que el Hijo del hombre tiene que ser levantado? ¿Quién es ese Hijo del hombre? (Jn 12,34).

Es EL ERROR fácil de ser cogido y débil para defenderse aun cuando se le disfrace con mil colores en lo exterior. A la manera que quienes pintan unas paredes ya próximas a la ruina, no porque las pinten las robustecen, así quienes mienten fácilmente son refutados. Esto les aconteció a los judíos. Como Cristo les dijera: Cuando Yo fuere levantado de la tierra, atraeré a Mí a todos, le responden: Nosotros sabemos por la Ley que el Cristo subsistirá para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que el Hijo del hombre tiene que ser levantado? ¿Quién es ese Hijo del hombre?

Conocían, pues, que el Cristo era inmortal y tenía vida inacabable. En consecuencia, entendían lo que El les decía, puesto que en las Escrituras con frecuencia se mencionan la Pasión y la resurrección. Isaías pone ambas cosas: Fue llevado como oveja al matadero?- y lo demás que ahí sigue. David en el salmo II y en otros sitios junta ambas cosas. También el patriarca Jacob, tras de haber dicho: Se recuesta y duerme como león, añade: Y como cachorro de león ¿quién lo hará alzar? significando a la vez la pasión y la resurrección.

Pero los judíos, con la esperanza de reducir a Jesús al silencio y demostrarle que no era el Cristo, confiesan que el Cristo subsistirá por siempre. Pero observa con cuánta malicia. No le dijeron: Nosotros hemos aprendido que el Cristo no padecerá ni será crucificado, sino ¿qué?: Que subsistirá para siempre.

Por lo demás, esto mismo no contradecía a lo que Cristo había dicho, puesto que la Pasión no fue impedimento para la inmortalidad. Por aquí puede verse que ellos sabían muchas cosas que podían ponerse en duda y eran ambiguas; y que por consiguiente eran perversos voluntariamente. Como antes lo habían oído hablar de la muerte, como ahora oyeran que sería levantado, sospecharon que se trataba de lo mismo.

Le preguntan por tanto: ¿Quién es ese Hijo del hombre? Pero lo hacen con malicia. Como si le dijeran: No vayas a creer que nos referimos a ti, ni digas que por enemistad te contradecimos. No sabemos de quién hablas, y por eso te hacemos esta pregunta. ¿Qué hace Cristo? Les cierra la boca y les demuestra que su Pasión en nada obsta para que El subsista para siempre. Les dice: Todavía un poco de tiempo tenéis la luz entre vosotros. Con lo que les da a entender que su muerte no es sino un tránsito; puesto que la luz del sol no se apaga, sino que apartándose por un poco de tiempo, aparece de nuevo.

Caminad mientras tenéis luz. ¿Qué tiempo indica aquí? ¿Acaso toda la vida presente? ¿O tal vez el que falta para la crucifixión? Yo pienso que ambos. Porque a causa de su inefable bondad, muchos, aun después de la crucifixión, creyeron en El. Dice esto Jesús para excitarlos a creer, como lo había hecho cuando dijo: Todavía estoy con vosotros poco tiempo. Quien camina en las tinieblas no sabe a dónde vafi ¡Oh, cuántas cosas hacen actualmente los judíos como si caminaran en tinieblas! Les parece ir por el recto camino cuando es todo lo contrario. Observan el sábado y la Ley y las prácticas acerca de los alimentos; pero no saben por dónde caminan. Por tal motivo les dice Jesús: Caminad en la luz para que seáis hijos de la luz; es decir, hijos míos.

Al principio dijo el evangelista: No nacidos de generación carnal ni del instinto ni de un plan humano, sino de Dios, es decir, del Padre. Aquí en cambio dice Jesús que El los engendra; para que entiendas que una misma es la operación del Padre y del Hijo. Después de decir esto Jesús, se retiró y se escondió de ellos. ¿Por qué ahora se esconde? No tomaron piedras contra El, no blasfemaron como en otras ocasiones lo habían hecho. ¿Por qué, pues, se esconde? Penetraba lo corazones y conocía que sus ánimos se irritaban, aunque nada dijeran. Sabía que hervían de ira y respiraban muertes. Por lo mismo no esperó a que lo pusieran por obra, sino que se escondió para apaciguarles la envidia.

Observa en qué forma lo deja entender el evangelista, pues al punto añade: No obstante haber hecho en presencia de ellos tan grandes milagros, no creían en El. ¿Cuáles son esos grandes milagros? Los que pasó en silencio el evangelista, como se desprende por lo que sigue. Pues habiendo Jesús alejádose de ellos y habiendo luego regresado, plácidamente les decía estas palabras: El que cree en Mí, no cree en Mí, sino en Aquel que me envió. Advierte cómo procede. Comienza por el lado humano y se refugia en el Padre y luego otra vez sublima su discurso. Pero como entiende que ellos se enfurecen, se aparta, pero comparece de nuevo y otra vez comienza por lo humilde y humano.

Preguntarás que en dónde lo hizo. Mejor pregunta en dónde no lo hizo. Mira lo que dice al principio: Según oigo así juzgo. Y luego, levantando su discurso: Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da la vida a quienes El quiere. Y luego: Yo no os condeno a vosotros; es otro el que os condenad Enseguida se aparta, pero reaparece. Y reaparece en Galilea, y les dice: Procuraos no el alimento que pereced Y como hubiera dicho de Sí grandes cosas, que había bajado del Cielo y que daba la vida eterna, otra vez se aparta. Y reaparece en la fiesta de los Tabernáculos y procede de la misma manera. Y en general verás que continuamente da variedad a su enseñanza, ya presente, ya ausente, ya con humildes, ya con sublimes palabras.

Igualmente procede aquí. Dice el evangelista: Habiendo hecho Jesús milagros tan grandes, no creyeron en El. Para que se cumpliera la palabra de Isaías que dijo: ¡Señor! ¿quién dará crédito a nuestro mensaje? Y el poder del Señor ¿a quién se ha revelado? Y continúa: No eran capaces de creer porque dijo Isaías: Oiremos con vuestros oídos y no entenderéis. Esto dijo Isaías, porque vio la gloria del Señor y habló de El. Pero tampoco aquí las palabras porque y dijo tienen un sentido causal, sino que significan simplemente un suceso. No es que no creyeran a causa de que ya lo había dicho Isaías, sino que Isaías díjolo porque de hecho así era que no iban a creer.

Mas ¿por qué no se expresa así el evangelista ni dice que la profecía depende de la incredulidad, sino la incredulidad de la profecía? Más aún, en lo que sigue con mayor claridad y fuerza lo afirma diciendo: Por eso no podían creer, porque dijo Isaías. Quiere aquí significar de muchos modos la veracidad de las Escrituras y que lo que han predicho se ha verificado exactamente y no de modo diverso al que predijeron. Y para que no diga alguno: ¿Para qué vino Cristo? ¿Acaso ignoraba que no creerían en El?, el evangelista cita a los profetas que de antemano lo supieron. Pero Cristo vino a pesar de todo para que el pecado de los judíos fuera inexcusable. Pues lo que el profeta predijo, lo predijo como que certísimamente sucedería; puesto que si no se hubiera de realizar certísimamente, no lo habría predicho. Y la incredulidad de los judíos era certísima, porque ellos eran incurables.

De modo que no pudieron equivale a no quisieron. Y no te admires. Pues también en otra parte dice: El que pueda comprender que comprenda?(r) Y muchas veces pone el poder en lugar del querer. Y así dice: El mundo no puede odiaros a vosotros; pero a Mí me odia. Y aun en el uso común de las gentes se observa lo mismo, como cuando alguno dice: A fulano yo no lo puedo amar, llamando poder a la vehemencia del querer. Y también: Mengano no puede ser bueno. Y el profeta a su vez dice: ¿Acaso muda el cusita su piel o el leopardo sus manchas? Entonces este pueblo no podrá hacer el bien pues ha aprendido a obrar el mal¥¿No se expresa así porque ellos no pueden ejercitar la virtud, sino que no pueden porque na quieren.

Esto es, pues, lo que aquí significa el evangelista: que el profeta no puede mentir, aunque no por eso era imposible que los judíos creyeran. Podía haber sucedido que aún creyendo ellos, el profeta fuera veraz; puesto que si hubieran ellos de creer, el profeta no se habría expresado así. Preguntarás ¿por qué no dijo esto mismo la Escritura? Porque tiene ella sus leyes y especiales propiedades que se le han de respetar. Dijo esto el profeta cuando vio la gloria de El. ¿De quién? Del Padre. Pero entonces ¿cómo el evangelista lo refiere al Hijo y Pablo al Est-píritu Santo? No es porque confundan las personas, sino que significan la unidad en la dignidad. Pues todo lo del Padre es del Hijo y todo lo del Hijo es del Padreé También dijo muchas cosas por medio de los ángeles, pero nadie dice: Como dijo el ángel, sino ¿qué? Lo dijo Dios. Pues lo que Dios dice por medio de los ángeles es de Dios; pero no al revés: no todo lo que dice Dios lo dicen los ángeles. Aquí dice ser palabra del Espíritu Santo.

Y habló de El. ¿Qué fue lo que habló?: Vi al Señor sentado en solio alto, etc. Llama aquí gloria a la visión, al humo, a haber oído misterios arcanos, a haber visto los serafines y el relámpago que brotaba del trono, al que no se atrevían a mirar aquellas Potestades. Y habló de El. ¿Que dijo?: ¿A quién enviaré y quién irá de parte nuestra? Dije: Heme aquí: envíame. Dijo: Ve y di a ese pueblo: Escuchad bien, pero no entendáis; ved bien, pero no comprendáis. Porque cegó los ojos de ellos y endureció su corazón, no sea que vean con sus ojos y entiendan con su corazón.

He aquí otra dificultad que, si bien atendemos, no lo es. Pues así como el sol hiere los ojos enfermos, pero no porque sea eso de su naturaleza, lo mismo acontece a quienes no ponen atención a las palabras de Dios. Pues en el mismo sentido se dice que Dios endureció el corazón del Faraón; y lo mismo acontece a quienes se oponen a lo que Dios habla. Pero es un modo de hablar propio de la Escritura; lo mismo que cuando dice: Los entregó Dios a una mente reproba5 y también: Lo repartió a todas las naciones es decir, lo dejó en las manos de ellas, lo puso a su disposición.

Pone, pues, a Dios no como llevando a cabo la cosa, sino sólo significando que las cosas sucedieron así por la perversidad de los actores. Si nos abandona Dios, quedamos a merced del demonio; y puestos a merced del demonio, nos va muy malamente. Así pues, para poner temor a los oyentes dice el profeta: endureció, entregó. Que Dios no solamente no nos entregue, sino que ni siquiera nos abandone, si no queremos, oye cómo lo dice El mismo: ¿acaso vuestros pecados no me separan de vosotros? 17 y también: Los que se alejan de ti perecerán. Y Oseas dice: Te has olvidado de la Ley de tu Dios y yo me olvidaré de ti. Y Jesús en el evangelio: ¡Cuántas veces quise congregar a vuestros hijos y no quisisteis. Y de nuevo Isaías: Vine y no había ningún hombre; llamé y no hubo quien me oyera.

Dice esto para declarar que somos nosotros los primeros culpables de que se nos abandone y de que perezcamos. Pues Dios no sólo no quiere abandonarnos ni castigarnos; sino que cuando lo hace, contra su voluntad lo hace. Porque dice: No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Y Cristo llora sobre la destrucción de Jerusalén; como lo hacemos nosotros con nuestros amigos.

Sabiendo esto, pongamos todos los medios para no separarnos de Dios, sino empeñémonos en el cuidado de nuestra alma y en la caridad fraterna, y no destrocemos a nuestros propios miembros, pues esto es propio de los frenéticos; sino que, al revés, cuanto menos afectos a nosotros los vemos, pongamos mayor cuidado en ayudarlos. Vemos a muchos trabajados por enfermedades corporales difíciles e incurables, pero no por eso desistimos de curarlos. ¿Qué hay más doloroso que la podraga y la enfermedad de las manos? Y sin embargo, no por eso cortamos esos miembros. De ningún modo. Al revés, tomamos todos los medios para a lo menos aliviarlos si no podemos sanarlos.

Hagamos lo mismo con nuestros hermanos. Si sufren de una enfermedad incurable, perseveremos en medicinarlos y llevemos los unos las cargas de los otros. Así cumpliremos lo que ordena la ley de Cristo y alcanzaremos los bienes prometidos, por gracia y benignidad del Señor nuestro Jesucristo, al cual sea la gloria juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.




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HOMILÍA LXIX (LXVIII)

Sin embargo, aun entre los jefes muchos creyeron en El; pero por miedo a los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Pues antepusieron el aprecio de los hombres a la gloria de Dios (Jn 12,42-43).

DEBEMOS huir de todos los afectos desordenados, pero mucho más de los que son raíz de pecados abundantes. Por ejemplo, la avaricia que ya en sí misma es grave enfermedad, pero se torna mucho más grave por ser raíz y madre de todos los males. Y lo mismo es la gloria vana. Los judíos de que aquí se trata, por la gloria vana perdieron la fe. Porque dice el evangelista: Aduchos de los príncipes creyeron en El, pero por miedo de los judíos no lo confesaban para no ser expulsados de la sinagoga. Es lo que Cristo anteriormente les decía: ¿Cómo podéis creer vosotros que captáis la gloria unos de otros y renunciáis a la gloria que viene del único Dios?

De modo que ya no eran príncipes, sino esclavos con la peor de las esclavitudes. Por otra parte, más tarde perdieron ese temor. Pues al tiempo de los apóstoles no los encontramos ya cautivos de semejante temor: príncipes y sacerdotes acabaron por creer. La gracia del Espíritu Santo vino sobre ellos y los tornó más firmes que el diamante. Pues bien, como por entonces ese temor les impidiera, oye lo que les dice Jesús: El que cree en Mí, no cree en Mí sino en el que me ha enviado. Como si dijera: ¿por qué teméis creer en Mí? La fe por Mí pasa a Dios, lo mismo que la incredulidad. Observa cómo constantemente declara la unidad de substancia. No dijo: Quien me cree, para que nadie fuera a pensar que solamente se refería a sus propias palabras; lo cual podría afirmarse también de los hombres. Puesto que quien cree en los apóstoles, no cree en ellos sino que le cree a Dios. Pues bien, para que entiendas que se refiere aquí a su substancia, no dice: Quien cree en mis palabras, sino: Quien cree en Mí.

Preguntarás: ¿por qué nunca dice viceversa: El que cree en el Padre, no cree en el Padre sino en Mí? Porque le habrían respondido: Creemos en el Padre; en ti no creemos, pues eran aún rudos y débiles. A los discípulos les decía: Como creéis en Dios, creed también en Mí. Pero a esos otros, al verlos más débiles e indispuestos para tales cosas, los instruye de otro modo. Les declara que no pueden creer en el Padre los que no crean en El. Y para que no pienses que habla en sentido humano, añade: El que me ve, ve a Aquel que me envió.

¿Cómo es esto? ¿Acaso es cuerpo Dios? ¡De ninguna manera! Habla aquí de una visión con la mente y por aquí demuestra su consubstancialidad con el Padre. ¿Qué significa: El que cree en Mí? Es como si alguno dijera: El que toma agua del río, no toma agua del río, sino de la fuente del río… Pero, no: no es acomodado este ejemplo para la proposición enunciada. Yo he venido al mundo como luz. Puesto que en los Testamentos Antiguo y Nuevo así es llamado el Padre y también Jesús usa ahora de esa palabra. " Pablo, enseñado por ellos, lo llama Esplendor (He 1,3). Demuestra con esto la gran afinidad con el Padre, o por mejor decir que no existe diferencia en la substancia; puesto que asevera que la fe en El no queda en El, sino que recae en el Padre. Y se llama luz porque libra del error y disipa las tinieblas espirituales.

No he venido para condenar al mundo, sino para salvar al mundo. A fin de que no pensaran que por debilidad rehuía a los que lo despreciaban o los rechazaba, dijo: No he venido para condenar al mundo. Mas con el objeto de que no por esto se tornaran más desidiosos, una vez que ya han sabido que quien cree es salvo y quien no cree es castigado, observa con cuán terrible tribunal los amenaza cuando añade: El que me rechaza y no acoge mis palabras, tiene ya quien lo condene. Pero, Señor: Si el Padre a nadie juzga y Tú no viniste para juzgar al mundo, entonces ¿quién juzgará al que no cree?: La doctrina que yo he predicado, ésta lo condenará en el último día. Puesto que decían que El no venía de Dios les dijo eso para declararles que en ese último día no podrían alegar tal cosa; puesto que las palabras que Yo ahora digo harán entonces las veces de acusador y los convencerán y les quitarán cualquier modo de defensa. La doctrina que Yo he predicado. ¿A cuál se refiere? Porque Yo no he hablado de mi cosecha, sino que el Padre que me envió, El me entregó el mensaje que yo debía decir y anunciar. De modo que esto lo decía para que no les quedara de donde poder agarrarse para su defensa.

Si no es ese el sentido, entonces ¿qué más tiene Jesús que Isaías? Porque también éste dice: El Señor me ha dado lenguaje de discípulo para que sepa cuándo se debe hablar ¿Qué más tiene que Jeremías? Porque también éste, cuando era enviado, recibía la inspiración. ¿Qué tendría más que Ezequiel, pues éste, habiendo comido el rollo, luego habló (Ez 3,1)? Por otra parte, resultaría que los que lo oyeran serían la causa de lo que El conocía. Si cuando fue enviado recibió el mandato de lo que había de decir, puedes tú lógicamente afirmar que lo ignoraba antes de ser enviado.

Pero ¿qué impiedad habrá mayor que semejantes palabras? Todo eso en el caso de que alguno lo tome en aquel sentido y no como una simple manifestación de humildad. Pablo asevera que aún los discípulos entienden: Cuál sea la voluntad de Dios; lo bueno y lo que le place, lo perfecto y en cambio el Hijo de Dios ¿no lo supo hasta que recibió el mandato? ¿En qué puede esto apoyarse?

¿Observas cómo El hasta aquí habla al modo humano con el fin de atraer a los judíos y cerrar la boca a los que luego vendrán? Usa de expresiones a lo humano para al menos por este camino obligarlos a huir de una interpretación meramente humana de sus palabras, sabedores de que se expresa así no porque sólo posea la naturaleza humana, sino para acomodarse a la rudeza de los oyentes. Yo sé que su mensaje es vida eterna. Por lo cual lo que Yo anuncio, según me lo confió el Padre así lo anuncio. ¿Adviertes lo humano de sus palabras? Porque quien recibe un mandato no es señor de decir lo que quiera. Y sin embargo dice de Sí mismo: A la manera que el Padre tiene poder para resucitar los muertos y darles vida, así también el Hijo da vida a quienes El quiere. Pero ¿acaso el Hijo tiene potestad para dar vida a quienes El quiere y no la tiene para hablar lo que El quiere? Lo que significa con esas palabras es lo siguiente: No es conforme a nuestra naturaleza que el Padre diga una cosa y Yo diga otra.

Yo sé que su mensaje es vida eterna. Dice esto para los que afirmaban ser El un engañador y que había venido para ruina. Pero cuando dice: Yo no he venido para condenar al mundo, declara no ser El la causa de la ruina de ellos. De modo que con tales palabras casi llega a testimoniar, estando ya para apartarse y no volver más a ellos, que nada ha hablado El como de Sí mismo, sino todo como mandato del Padre. Termina, pues, su discurso así en forma humilde y lo cierra como diciendo: Esta palabra os la dirijo como la postrera. ¿Cuál palabra? la palabra según me la confió mi Padre así la anuncio.

Si Yo fuera contrario a Dios, os habría hablado cosas contrarias a El, y nada de lo que a El agrada, para atribuirme la gloria. Mas ahora todo lo he referido al Padre para no hablar nada como de Mí mismo. Entonces ¿por qué no me creéis cuando digo que Yo he recibido mandato, con lo que rechazo fuertemente vuestra opinión errónea de ser Yo contrario de Dios? Así como no es posible que quienes han sido enviados hagan o digan lo contrario de quien los envió, hasta cumplir totalmente el mandato, así tampoco Yo puedo hacer o decir algo fuera de lo que el Padre quiere. Lo que Yo hago también lo hace el Padre, porque El está en Mí. Y el Padre no me ha dejado solo.

¿Adviertes de qué modo constantemente declara estar unido sin intermediario alguno a su Engendrador? Cuando dijo: No he venido de Mí mismo, no quiso negar su propio poder, sino sólo significar que no era contrario al Padre. Si los hombres son señores de sí mismos, mucho más lo será el Hijo de Dios. Y que esto sea verdad oye cómo lo dice Pablo: Se anonadó a sí mismo; y se entregó por nosotros. Pero, como dije antes, terrible cosa es la vanagloria Ella hizo que los judíos no creyeran y otros creyeran en cosas erróneas y que lo que El les decía por benignidad, lo tomaran en sentido impío.

Huyamos, pues, en absoluto de esa fiera tan variada y multiforme, y que por todas partes esparce su veneno: en los dineros, en los placeres, en la belleza de los cuerpos. Y este es el motivo de que en todo procedamos con exceso y busquemos más de lo que la necesidad exige. De ahí nace el lujo en los vestidos; de ahí las greyes de esclavos; por eso hacemos a un lado la necesidad y buscamos lo superfluo en todas las cosas: casas, vestidos, comida. Domina en todo el lujo. ¿Quieres adquirir gloria y disfrutarla? Haz limosna. Entonces te alabarán los ángeles y Dios te aprobará. Acá toda la admiración se va a los orfebres y a los tejedores; y en cambio tú, oh mujer, te quedas sin gloria y sin corona y aun con frecuencia te maldicen. Si no adornaras con esos lujos tu cuerpo sino que los gastaras en los pobres, por todas partes te seguirían los aplausos y la gran alabanza. Los poseerás cuando hagas limosna a los pobres, pero mientras esos adornos los retengas para ti sola, no los poseerás. Puesto que un tesoro en la casa nunca está seguro; mientras que en manos de los necesitados siempre está seguro.

¿Para qué adornas el cuerpo, en tanto que descuidas el alma corrompida por la impureza? ¿Por qué no pones para tu alma un cuidado igual al que pones para tu cuerpo, siendo así que debías ponerlo mayor para ella? Convendría, carísimos, que lo tuviéramos a lo menos igual. Dime: si alguno te pregunta si acaso preferirías tener tu cuerpo robusto y bello, pero cubierto con viles vestidos, o al revés, tenerlo mutilado y enfermo, pero vestido de oro ¿acaso no preferirías gozar de la integridad y belleza del cuerpo antes que de los áureos atavíos? Entonces ¿por qué en lo referente a tu alma procedes al revés, y mientras la tienes fea, deforme y negra, crees que vas a sacar algún provecho de los dorados adornos? ¿Qué locura es ésta?

Adorna tu interior y pon en tu alma los collares de la limosna. Los que pones en tu cuerpo no sirven ni para la belleza propia de él; porque ellos no lo tornan de negro en blanco, ni de disforme hermoso. Mientras que si en el alma los pones, al punto de negra la tornarás blanca; de fea y deforme, bella y hermosa. Y no es esto palabra mía, sino del Señor, que dice: Si vuestros pecados fueren como la grana, los blanquearé como la nieve Y también: Haced limosna y todo será puro para vosotros? Si procedes así, oh mujer, no sólo te embellecerás a ti misma, sino también a tu marido. Pues si él ve que tú echas a un lado el lujo, ya no necesitará hacer grandes gastos y con eso también él echará a un lado el ansia de adquirir y se inclinará más a dar limosnas; y tú misma podrás más confiadamente persuadirlo de lo que conviene. En cambio, con los otros procederes, no tenéis, oh mujeres, el mismo poder. ¿Con qué boca, con qué cara exhortaréis a vuestros esposos a hacer limosna cuando gastáis la mayor parte de los ingresos en el ornato de vuestro cuerpo? Podrás hablar confiadamente a tu esposo de hacer limosnas cuando eches a un lado tus áureos ornatos.

Pero aun cuando en ese ramo nada consiguieras, tú habrás puesto lo que estaba de tu parte. Sin embargo, no puede ser que no lo doblegues cuando con tus hechos le predicas: ¿Qué sabes, oh mujer, si acaso salvarás a tu marido? ID Así como ahora tendrás que dar una doble cuenta, por ti y por él, así si dejas el lujo conseguirás una doble corona: coronada y gloriosa por siglos infinitos juntamente con tu marido, gozaréis de los bienes eternos. Ojalá a todos nos acontezca alcanzarlos, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.




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HOMILÍA LXX (LXIX)

La vigilia de la fiesta pascual, conociendo Jesús que era llegada la hora de pasar de este mundo al Padre, El, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el extremo (Jn 13,1).

DICE PABLO: Sed imitadores míos como Yo lo soy de Cristo. -Para eso Cristo tomó carne de nuestra misma materia;2 para enseñarnos por medio de ella el ejercicio de las virtudes. Dice Pablo: En una carne semejante a la carne de pecado y como víctima del pecado ha condenado el pecado en la carne? Y Cristo mismo nos dice: Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazónA Y lo enseñó no sólo con palabras, sino con las obras. Lo llamaban samaritano y poseso y embaucador y arrojaban piedras contra El. En cierta ocasión los fariseos enviaron ministros de ellos que lo aprehendieran; en otra le enviaron quienes lo tentaran y pusieran a prueba; en otras ellos personalmente lo injuriaban sin tener nada de qué acusarlo, sino más bien habiendo recibido de El beneficios frecuentes. Y a pesar de todo, no cesa de ayudarlos con palabras y obras. Y cuando cierto siervo lo abofeteó, El le dijo: Si hablé mal, demuéstralo; mas si hablé bien ¿por qué me golpeas?

Pero todo lo hizo con los que le ponían asechanzas. Veamos lo que ahora hace con sus discípulos; y más lo que hace con el traidor. Porque éste, que era el más aborrecible de los hombres por ser juntamente discípulo y comensal y había visto los milagros y había recibido tantos dones, procedió del modo más horrible. No trató de lapidar al Maestro, no lo colmó de injurias, sino que a traición lo entregó a sus enemigos. Pues bien, mira cómo lo trataba Jesús. Le lavó los pies para con este servicio apartarlo de tamañas perversidades. Podía haberlo secado como lo hizo con la higuera, si lo hubiera querido; podía haberlo hecho pedazos como lo hizo con las rocas y como rasgó el velo del templo. Pero no quiso apartarlo de su traición por la fuerza, sino por el propósito de la voluntad. Por esto le lavó los pies. Pero el miserable ni por esto se avergonzó.

Dice, pues, el evangelista: La vigilia de la fiesta pascual, conociendo Jesús que era llegada su hora. No es que entonces la supiera, pues cuando procedió a lo que hizo, ya lo conocía desde mucho tiempo antes. De pasar. Bellísimamente el evangelista a su muerte la llama tránsito o paso. Como hubiera amado a los suyos, los amó hasta el extremo. ¿Adviertes cómo teniendo que abandonarlos les demuestra un amor más ferviente? Porque esto significa la expresión: Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo. O sea que nada omitió de cuanto debe hacer quien fervorosamente ama.

¿Por qué no procedió así desde un principio? Les da las más señaladas muestras al fin, para aumentarles la caridad y ponerles mayores ánimos para soportar los males futuros. Y dice: A los suyos, indicando la familiaridad de trato; pues también a otros los llama suyos por razón de la creación, como cuando dice: Los suyos no lo acogieron. Y ¿qué significa: Que quedaban en el mundo? Porque los suyos habían muerto ya, como eran Abrahán, Isaac, Jacob y otros a éstos semejantes; pero éstos ya no estaban en el mundo. ¿Observas cómo es el Dios del Antiguo y del Nuevo Testamento?

¿Qué significa: Los amó hasta el extremo? Es decir, perseveró en amarlos, lo cual, dice el evangelista, es señal de ferviente amor. Ya en otro lugar había dicho que daría su vida por sus amigos; pero esto aún no se había realizado. ¿Por qué lo hace ahora? Porque era mucho más admirable que lo hiciera cuando tanto lo exaltaban todos; y así les dejaba a los discípulos un no pequeño consuelo. Porque habían de hallarse en muy grave tristeza, les proporciona ahora una consolación igual.

Y terminada la cena, como el diablo ya hubiera inspirado al corazón de Judas el propósito de entregarlo. Habla el evangelista conmovido al referir cómo lavó Jesús los pies del que tenía el propósito de traicionarlo. Demuestra la enorme perversidad del traidor el que ni la mesa común lo haya detenido, aunque suele ella, antes que otra cosa alguna, impedir la maldad; ni lo haya persuadido a permanecer hasta el último día con el Maestro, que lo soportaba.

Sabiendo Jesús que el Padre todo lo puso en sus manos, y que de Dios salió y a Dios vuelve. También aquí el evangelista habla con admiración. Como si dijera: Siendo tan grande que había salido de Dios y volvía a Dios, y que mandaba sobre todos, sin embargo llevó a cabo el lavatorio y no se desdeñó de emprender obra semejante. La expresión: Puesto en sus manos, creo que se refiere a la salvación de los fieles. Porque también dice: Todo lo ha puesto el Padre en mis manos,7 hablando de semejante entrega; lo mismo que en otro lugar dice: Tuyos eran y tú me los entregaste, y también: Nadie puede venir a Mí si mi Padre no lo atrae;(r) y: Si no le es dado del Cielo. Esto es, pues, lo que quiere decir; o también que nada perdería por esta obra, puesto que salió de Dios y vuelve a Dios y todo lo posee.

Pero tú, cuando oyes eso de la entrega, no pienses nada humano, pues sólo significa que vuelve al Padre el debido honor y concordia. Así como el Padre todo lo puso en sus manos, así El lo pone en manos de su Padre. Así lo declara Pablo diciendo: Cuando entregue el reino a Dios Padreé Habla aquí en una forma más bien humana y demuestra una caridad inefable para con aquellos que tenía a su cuidado, enseñándoles la humildad, que es madre de todos los bienes, llamándola principio y remate de la virtud. No se puso a la ventura la expresión: Salió de Dios y vuelve a Dios, sino para que entendamos que ha llevado a cabo hazañas dignas de quien salió de Dios y vuelve a Dios y ha pisoteado toda clase de faustos.

Y habiéndose levantado de la mesa, se quitó el manto. Advierte cómo demuestra su humildad no únicamente lavando los pies, sino también por este otro modo. Porque no lo hizo antes de sentarse a la mesa, sino que ya sentados todos, El se levantó. Además, no sólo les lava los pies así como así, sino que para ello se ciñó una toalla. Y ni con esto quedó contento, sino que personalmente llenó de agua un lebrillo y no ordenó a otro que lo llenara, sino que todo lo va haciendo El en persona.

Nos enseña con esto que semejante ministerio no debemos ejercerlo a la ligera; y que cuando lo emprendemos lo hemos de hacer correctamente y con toda presteza y diligencia. Pienso yo que Jesús ante todo lavó los pies del traidor; y que por esto el evangelista dijo: Comenzó a lavar los pies a sus discípulos; y luego añadió: Llegó, pues, a Simón Pedro. Y éste le dice: ¿Tú a mí me lavas los pies? Como si dijera: ¿Con esa mano con que abriste los ojos a los ciegos y limpiaste a los leprosos y resucitaste los muertos? Gran énfasis contienen estas palabras; por lo cual Pedro no tuvo necesidad de otros apelativos, sino solamente de la palabra: Tú, que todo lo significa.

Razonablemente preguntarás: ¿Por qué ninguno de los otros discípulos, excepto Pedro, lo estorbaba, cosa que da a entender grande amor y reverencia? ¿Cuál fue el motivo? Yo pienso que Jesús en primer lugar lavó los pies a Judas el traidor y enseguida se dirigió a Pedro y con esto quedaron ya todos los otros avisados. Que lavó los pies a otros antes que a Pedro es claro por la expresión: Habiendo llegado a PedroM Pero el evangelista no se pone a acusar con violencia, como lo deja ver la palabra: Habiendo venido. Aun cuando Pedro era el primero de los discípulos, es verosímil que el traidor, a causa de su petulancia, se sentara antes que el que era jefe. Su petulancia ya quedaba manifiesta cuando metió la mano en el plato del Maestro y cuando en absoluto no se inmutó ni arrepintió con la reprensión.

Pedro, en cambio, a quien ya antes había Jesús reprendido, quedó entonces tan cohibido de lo que por la vehemencia de su cariño había dicho, que fue necesario ser otro el que preguntara; mientras que Judas, aun varias veces reprendido, no se inmutó.

Habiendo, pues, Jesús llegado a Pedro, Le dijo Pedro: ¡Señor! ¿Tú a mí me lavas los pies? Jesús le respondió: Lo que Yo hago no lo comprendes ahora. Lo comprenderás después. Es decir, comprenderás cuánta ganancia hay en esto y cuán grande enseñanza contiene y a qué grado de humildad puede llevarnos. ¿Qué hace Pedro? Todavía se lo impide y le dice: No me lavarás los pies para siempre jamás. Pero ¿qué es lo que haces, oh Pedro? ¿Ya no recuerdas lo que anteriormente te fue dicho? ¿Acaso no, cuando tú le decías: ¡Dios te valga! oíste aquel: ¡Quítateme de delante! ¡Me eres tropiezo! no te arrepientes, sino que conservas tu vehemencia?

Nos responde Pedro: ¡No! Porque ahora se trata de una cosa inmensa y que llena de estupor. Como esto procedía del ardor de su cariño, por aquí lo coge Cristo. Y así como anteriormente con fuerza lo había increpado y le había dicho: ¡Me eres tropiezo!, así ahora le dice: Si no te lavare los pies no tendrás parte conmigo. ¿Qué hace entonces aquel apóstol fervoroso y ardiente? Le dice a Jesús: ¡Señor! lávame no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Con vehemencia se rehúsa y con mayor vehemencia accede: ambas cosas procedían de su amor a Jesús.

¿Por qué Jesús no le explicó el motivo de su proceder, sino que le respondió con una amenaza? Porque por otro camino Pedro no habría accedido. Si Cristo le hubiera dicho: Déjame estar, pues por aquí os enseñaré la humildad, Pedro le habría infinitas veces prometido ser humilde, con tal de que el Señor no procediera a lavarlo. Y ¿qué es lo que le dice Cristo? La que más temía Pedro: el ser separado del Señor. Pedro era el que frecuentemente le había preguntado a Cristo a dónde iba; y por esto decía: Yo doy mi vida por Ti. Si habiendo oído: Lo que Yo hago tú na lo comprendes ahora. Lo comprenderás después, ni aun así desistió de su propósito, mucho menos lo habría dejado con saber cuál era el motivo del lavatorio. Por lo cual Cristo le dice: Lo sabrás después; porque conocía que Pedro, aun sabiendo el motivo, no dejaría de resistirse.

Pedro no le dijo a Jesús: Enséñame ahora el motivo a fin de que yo ya no me resista; sino que, lo que significaba mucho más, ni siquiera esperó a saber el motivo; sino que de nuevo dijo a Jesús: No me lavarás los pies. Pero cuando el Señor le amenazó accedió al punto. ¿Qué significa: Lo comprenderás después? ¿Cuándo? Cuando en mi nombre echarás los demonios; cuando me veas subir a los Cielos; cuando por el Espíritu Santo sepas que estaré sentado a la diestra del Padre: entonces comprenderás lo que he hecho.

¿Qué hace luego Cristo? Como Pedro le había respondido: ¡Señor! lávame no sólo los pies, sino también la cabeza, le dice: El que ya se ha bañado no necesita lavar más que los pies, pues ya está limpio todo. También vosotros estáis limpios, mas no todos. Porque sabía quién lo iba a traicionar. Pero ¡Señor! si todos están limpios ¿por qué les lavas los pies? Para que-nosotros aprendamos a ser modestos. Por eso no lavó sino aquellos miembros que parecen ser los más menospreciados.

¿Qué significa: El que ya se ha bañado? Quiere decir el que es puro. Mas ¿acaso eran ya puros los que aún no habían sido liberados de sus pecados ni habían recibido el Espíritu Santo? ¿Cuando aún dominaba el pecado y permanecía el documento de maldición, puesto que aún no se había sacrificado la víctima? ¿Cómo puede llamarlos limpios? Para que no fueras a pensar que por haberles El dicho que estaban limpios, se hallaban libres totalmente del pecado, por esto dijo: Vosotros estáis ya limpios por la palabra que os he dicho. Como si les. advirtiera: sólo en este sentido estáis limpios. Ya habéis recibido la luz; ya estáis libres del error de los judíos. Dice el profeta: Lavaos, limpiaos, echad de vuestras almas la maliciad De modo que quien así está, está limpio y puro. Los apóstoles habían echado ya de sus almas toda malicia; por lo cual, conforme a la palabra del profeta, el que se ha bañado ya está limpio todo. No se refiere Jesús al baño aquel judío que se hacía con agua, sino a la purificación de la conciencia.

Seamos también nosotros puros y aprendamos a hacer el bien. Buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido; haced justicia: al huérfano; abogad por la viuda; y venid y disputemos, dice el Señor. Con frecuencia la Sagrada Escritura menciona a las, viudas y a los huérfanos. Pero nosotros, al revés, ninguna cuenta tenemos de ellos. Piensa en cuán grande remuneración nos está prometida. Dice el Señor: Si vuestros pecados fueren como la grana, blanquearán como la nieve; si fueren rojos como el carmesí, los blanquearé como la lana. La viuda no tiene quien la defienda; por lo cual mucho se preocupa Dios de ella. Pudiendo ella contraer segundas nupcias, se abstiene y tolera los trabajos por amor de Dios.

Ayudémoslas todos, hombres y mujeres, para no sufrir nunca las molestias de la viudez. Y si las sufrimos, nos prepararemos una buena ocasión para experimentar la bondad ajena. Muchas lágrimas tiene la viuda, pero puede abrir el Reino de los Cielos. No las insultemos ni les acrecentemos su desgracia, sino ayudémoslas en todas formas. Si lo hacemos, lograremos para nosotros gran seguridad en este siglo y en el venidero. Porque ellas nos ayudarán no solamente aquí, sino también allá arriba; pues nos quitarán la mayor parte de nuestros pecados en vista de los beneficios que les hayamos hecho; y nos alcanzarán que nos presentemos confiadamente ante el tribunal de Cristo. Ojalá que a todos nos acontezca conseguirlo, por gracia y benignidad del Señor nuestro Jesucristo, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.





Crisostomo Ev. Juan 68