Crisóstomo - Mateo 38

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HOMILÍA XXXVIII (XXXIX)

Por aquel tiempo tomó la palabra Jesús y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos. Sí, Padre, porque así te plugo (Mt 11,25-26).

OBSERVA DE cuántos y cuan variados modos los lleva a la fe. En primer lugar con las alabanzas a Juan. Pues al demostrar que era varón grande y admirable, hizo dignas de fe sus palabras y sus obras con que los había Juan atraído a su conocimiento. En segundo lugar, avisándoles que el reino de los cielos se conquista a la fuerza y que son los esforzados quienes lo arrebatan; que es cosa propia de quien excita e impele. En tercer lugar, demostrándoles que ya todo lo anunciado por los profetas estaba cumplido. Pues con esto les declaró que El había sido predicho por ellos. En cuarto lugar, manifestándoles que de su parte había hecho todo cuanto debía hacerse, cuando les propuso la parábola de los muchachos en la plaza En quinto lugar, cuando reprochó a los incrédulos y añadió terrores y amenazas. En sexto lugar, cuando dio gracias a su Padre por los que habían creído. Porque ese: Te alabo, significa en este sitio Te doy gracias. Te doy gracias, dice, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos.

¿Significa esto que El se goce de las ruinas y de que aquéllos no conocieran tales cosas? ¡De ninguna manera! Sino que éste es el más excelente camino de salvación: que quienes rechazan y no quieren oír lo que se les predica, de ningún modo sean obligados; para que, pues siendo llamados, no se hicieron mejores, sino que se apartaron y despreciaron la predicación, al menos con verse rechazados, queden invitados y se le conduzca a desear las cosas que se han predicado. Aparte de que por este medio, los que atendieran se tornarían más empeñosos. Que a los segundos se les revelen es cosa que causa gozo; que a estos otros se les escondan, es cosa que causa no gozo, sino lágrimas de compasión. Así lo practicó Jesús cuando lloró sobre la ciudad ingrata por conmiseración. De manera que no se goza de la ruina, sino porque lo que no conocieron los sabios, lo conocen los apóstoles. Es como dijo Pablo: Pero gracias sean dadas a Dios porque siendo esclavos del pecado obedecisteis de corazón la norma de doctrina a que os disteis. No se alegra Pablo porque fueron siervos del pecado, sino porque, siendo tales, al fin lograron tan grandes bienes.

Llama aquí sabios a los escribas y fariseos. Y se expresa así para hacer más prestos a los discípulos y para manifestar cuan grandes dones han alcanzado ellos, pecadores; dones que aquellos otros en absoluto perdieron. Y cuando los llama sabios, no habla de la verdadera y laudable sabiduría, sino de la otra aparente que creían haber conseguido con su porte majestuoso y grave. Por eso no dijo: Que revelaste a los necios, sino a los pequeñuelos; es decir a los sinceros y sencillos. Declaró así además que aquéllos no la habían alcanzado, no sólo por ser indignos, sino además con todo derecho. Nos enseña de este modo a huir de la soberbia y buscar la sencillez.

Pablo se extiende en esto cuando escribe: Si alguno de vosotros cree ser sabio según este siglo, hágase necio para llegar a ser sabio. De este modo se muestra ser don de Dios. Pero ¿cómo es que Cristo da gracias al Padre, siendo así que aquello era obra suya? Así como ruega a Dios, manifestando su gran caridad para con nosotros, así igualmente da gracias, cosa que es muestra de íntimo cariño; y al mismo tiempo declara que aquellos otros se han apartado no solamente de él, sino también del Padre. Lo que ordenó a sus discípulos: No deis lo santo a los perros, ya lo había El practicado. Manifiesta también su voluntad y la de su Padre: la suya, pues se complace y da gracias por lo hecho; la del Padre, demostrando que el Padre, no por ruegos lo había hecho, sino que se había determinado a ello espontáneamente. Porque dice: Porque así te plugo, es decir, te agradó.

Por qué motivo se hubieran escondido tales cosas a los sabios, oye cómo Pablo lo declara: Porque buscando la justicia propia, no se sometieron a la justicia de Dios. Considera en qué estado de ánimo se encontrarían los discípulos al oír aquellas cosas, es a saber: que ellos conocían lo que ignoraban los sabios; y lo conocían permaneciendo en su pequeñez y por revelación de Dios. Lucas dice que en aquel tiempo, cuando regresaron los setenta refiriendo lo de echar los demonios, El se alegró en gran manera, y que fue entonces cuando dijo esas palabras con que los volvía más empeñosos y al mismo tiempo los preparaba para ser moderados. Porque era verosímil que les produjera vanagloria el arrojar los demonios; y así por aquí les bajaba los humos. Ya que lo que sabían era fruto no de sus estudios, sino de la revelación.

Los escribas y sabios, por juzgarse a sí mismos prudentes, a causa de su hinchazón perdieron semejantes dones. Como si les dijera: Puesto que a ésos a causa de su hinchazón se les ocultó la revelación, tened vosotros moderación y permaneced pequeños. Porque de esto nació el que disfrutéis de la revelación; así como por el vicio contrario aquéllos se vieron privados de ella. Cuando dice revelaste no significa que todo fuera de Dios. Así como cuando Pablo dice: Dios los entregó a su réprobo sentir y cegó su inteligencia, no significa que Dios haya hecho todo eso, sino que ellos le dieron motivo, así acá, en el mismo sentido dice Cristo: escondiste. Y pues dice: Te alabo, Padre, porque lo escondiste a ésos y lo revelaste a los pequeños, para que no pienses que no lo pudo hacer por faltarle virtud y que por esto da gracias a su Padre, añadió en seguida: Todo me ha sido entregado por mi Padre. Y a los que se alegraban de que los demonios les obedecían, les dijo: ¿Por qué os admiráis de que os obedezcan los demonios? Todo es mío. Todo me ha sido entregado. Y cuando oyes me ha sido entregado, no pienses nada humano. Se expresa así para que no creas que hay dos dioses no engendrados. En otros pasajes afirma con frecuencia ser El a su vez coeterno con Dios y Señor de todo.

Y luego, levantando tu mente a lo que es correcto, afirma algo más grande todavía. Y nadie conoce al Hijo sino el Padre; y nadie conoce al Padre sino el Hijo. A quienes ignoran las cosas, les parece que no hay conexión entre esto y lo dicho más arriba; y sin embargo, perfectamente consuena todo. Pues había dicho: Todo me ha sido entregado por mi Padre, parece ahora decirles: ¿Hay algo admirable en que yo sea Señor de todas las cosas, cuando poseo algo que es superior a todo eso, como es el conocer al Padre y ser Yo consubstancial con El? Porque esto fue lo que dejó entender oscuramente, como consecuencia de que sólo El conoce al Padre. Cuando afirma: Nadie conoce al Padre, sino el Hijo, esto fue lo que quiso decir.

Observa en qué circunstancias lo dice. Cuando ya por sus obras había demostrado claramente su poder; cuando no sólo lo habían visto a El obrando milagros, sino que los mismos discípulos en su nombre habían podido llevar a cabo tan grandes maravillas. Enseguida, pues había dicho: lo revelaste a los pequeños, demuestra que también esto a El le toca. Porque dice: Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelarlo. No dice aquel a quien el Padre mandare u ordenare. Pero si el Hijo revela al Padre, también se revela a sí mismo. Sólo que esto segundo, como cosa clara, lo deja de lado. En cambio se fija en lo otro y en muchas partes lo repite, como cuando dice: Nadie puede venir al Padre sino por Mí. Con estas palabras establece además otra cosa: que tiene con el Padre una misma voluntad y parecer. Como si dijera: Tan lejos está eso de que Yo pugne con el Padre, que ni siquiera puede alguno venir a El sino por Mí.

Y pues lo que más molestaba a los judíos era que parecía ser adversario de Dios, refuta esto de todo en t"do, ni cuidaba me nos de esto que de hacer milagros. Más aún: en esto sobre todo ponía su mayor empeño. Y cuando dice: Ni al Padre lo conoce nadie, sino el Hijo, no quiere decir que todos ignoren al Padre, sino que nadie tiene de El el conocimiento que El mismo tiene.

Y lo mismo hay que afirmar respecto del Hijo. Porque no decía eso, como lo afirmó Marción, de un Dios ignoto y de nadie conocido, sino que hablaba de un conocimiento exhaustivo. Ni al Hijo conocemos con semejante conocimiento, como el mismo Pablo lo declaraba diciendo: Al presente nuestro conocimiento es imperfecto y lo mismo la profecía.

Una vez que con lo dicho les hubo despertado el anhelo de conocer y les hubo demostrado su poder, finalmente los llamó hacia sí diciendo: Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, que Yo os aliviaré. No éste o aquél, sino todos los que vivís en solicitudes, en tristezas, en pecados. Venid, no para que Yo os castigue, sino para perdonaros vuestros pecados. Venid, no porque Yo necesite de vosotros y vuestra gloria, sino porque tengo sed de vuestra salvación. Yo, dice, OÍ aliviaré. No dice: os haré salvos, sino lo que es mucho más, os daré un descanso perfecto. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis la paz para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera. Como si dijera: no temáis al oír yugo, puesto que es suave; no tembléis al oír carga, puesto que es ligera.

Entonces ¿cómo anteriormente dijo: La puerta es angosta y el camino estrecho? Esto es verdadero, pero se trata de cuando sois remisos, si sois perezosos; en cambio, si hacéis lo que antes se os ha dicho, será todo una carga ligera. En este sentido lo dijo ahora. Mas ¿cómo podrá realizarse? Si eres humilde, si eres manso, si eres modesto. Esta virtud es la madre y principio de todas las virtudes. Por esto al empezar a establecer las leyes divinas, por aquí dio principio. Hace lo mismo ahora y establece una gran recompensa. Como si dijera: de este modo no únicamente serás útil a otros, sino, antes que para nadie, para ti mismo preparas una gran recompensa. Puesto que: Hallaréis descanso para vuestras almas. Antes de la recompensa futura ya aquí te adelanta otra y te da el premio. Con esto hace más aceptable su sentencia y con ponerse El mismo como ejemplo. Entonces ¿qué temes? ¿que te desprecien si eres humilde? Mírame y apréndelo todo de Mí: conocerás entonces cuán grande bien hay en ello. ¿Observas cómo por todos los medios induce a la humildad? Por lo que El ha hecho: Aprended de Mí que soy manso. Por lo que ellos ganarán: Hallaréis descanso para vuestras almas. Por lo que El les da: Os aliviaré. Por haberles hecho ligera la carga: Porque mi yugo es suave y mi carga ligera. Pablo nos persuade lo mismo diciendo: La momentánea y ligera tribulación nos prepara un peso eterno de gloria incalculable. Preguntarás: ¿cómo es ligera la carga, pues dice: El que no aborrece a su padre y a su madre; y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de Mí; y el que no renuncia a todo lo que posee no puede ser mi discípulo? Y ordena aborrecer al alma misma. Que Pablo resuelva tu dificultad diciendo: ¿Quién nos arrebatará el amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? Y también: Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros. Que te lo enseñen los apóstoles, que tras de infinitos azotes volvían de la reunión de los judíos: Gozosos porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús.

Y si todavía temes y tiemblas al oír yugo y carga, semejante temor ya no brota de la naturaleza de las cosas, sino de tu desidia; de manera que si eres diligente y fervoroso, todo te será leve y fácil. Por tal motivo Cristo, persuadiéndonos de la necesidad de trabajar, no habló sólo de cosas suaves ni sólo de trabajosas, sino de ambas. Puesto que habló de yugo, pero lo llamó suave; nombró la carga, pero añadió que es ligera. Todo para que no rehúyas tales cosas por ser onerosas, ni tampoco las desprecies como demasiado fáciles. Pero si tras de todo esto aún te parece difícil la virtud, piensa que más difícil es la perversidad, como lo dejó entender el mismo Cristo. Pues antes de decir: Tomad mi yugo, puso por delante lo otro: Venid vosotros los que estáis fatigados y cargados, declarando que el pecado es laborioso y carga pesada y difícil de soportar. Porque no dijo únicamente fatigados, sino además cargados.

Lo mismo dijo el profeta describiendo la naturaleza del pecado: Pesan mis iniquidades sobre mí como pesada cargad- Y Zacarías, pintándolo, lo llama talento de piorno. Y la experiencia así lo demuestra también. Pues no hay nada que tanto pese sobre el alma, que tanto ciegue y deprima, como la conciencia de pecado; ni nada que tanto levante la voluntad como la posesión de la justicia y la virtud. Atiende, te ruego. ¿Qué cosa más pesada que nada poseer, presentar la otra mejilla, no vengarse del que hiere, morir de muerte violenta? Y sin embargo, si bien discurrimos, todo eso es fácil y ligero y aun produce placer.

Mas, para que no os turbéis, examinemos cosa por cosa. Y si os parece bien, comencemos con lo que a muchos les parece trabajosísimo. ¿Acaso te parece, dime, pesado y enojoso cuidar de sólo el alimento, o más bien estar envuelto en mil solicitudes? ¿Tener el hombre un solo vestido y nada más buscar, o más bien, poseyendo en casa muchas riquezas, estar atormentado día y noche y andar temblando, temiendo y angustiado por guardarlas, no sea que la polilla las roa o que el esclavo cargue con ellas y huya? Pero, por mucho que yo diga, no podré pintar el caso tal cual es mejor que la misma experiencia. Por lo cual, me gustaría que estuviera presente alguno de los que han llegado a la cumbre de la virtud, con lo que tocaríais como con la mano el gozo de la pobreza. Nadie de los amantes de la pobreza recibiría las riquezas ni aun regaladas. Preguntarás: bueno ¿pero los ricos querrían alguna vez hacerse pobres y abandonar el cuidado de la riqueza? Respondo que esto nada significa, sino que es prueba de necedad y de enfermedad gravísima y que no demuestra que haya gozo en la posesión de las riquezas.

Sírvannos de testigos en esto los que diariamente se lamentan de semejantes cuidados y piensan que una vida así no es factible ni puede vivirse. En cambio los pobres no andan así, sino que se ríen, se gozan, se glorían de la pobreza, no menos que el rey con su diadema. También el presentar la otra mejilla al que nos hiere, en vez de herirlo por parte nuestra, es, si bien se considera, lo más llevadero y más agradable. Porque de lo segundo nacen las guerras; de lo primero, el término de ellas. Con lo segundo a veces enciendes la hoguera de la ira del otro; con lo primero, por el contrario, apagas tu llama propia. Y a todos es manifiesto ser más dulce no inflamarse que en el fuego quemarse.

Y si en las cosas materiales es esto verdad, mucho más lo es en lo que toca al alma. ¿Qué te parece más ligero, luchar o ser coroñado? ¿Estar en el pugilato o disfrutar del premio? ¿Luchar con las olas o estar ya en el puerto? A la verdad, aun el morir es mejor que el vivir. Porque la muerte libra de los peligros y de las olas; mientras que la vida pone en los peligros y nos expone a mil asechanzas y angustias que la hacen desagradable. Y si no crees a lo dicho, escucha a quienes al tiempo de los combates contemplaron el rostro de los mártires; y cómo, mientras eran azotados y destrozados, estaban llenos de regocijo y alegres: metidos en las sartenes se gozaban y alegraban más que si los tendieran en lechos de flores. Por esto Pablo, que iba a cerrar el curso de su vida con una muerte violenta, ya a punto de salir de ella, exclamaba: Me alegro y me congratulo con todos vosotros; y vosotros igualmente alegraos y congratulaos conmigo. ¿Observas con cuánta grandeza de alma convoca al orbe todo para que participe de su gozo? ¡Tan gran bien le parecía ser el salir de este mundo! ¡tan deseable aquella muerte terrible! ¡tan apetecible y amable!

Pero que el yugo de la virtud sea suave y ligero, hay muchas razones que lo declaran. Y si os place, veamos finalmente las cargas del pecado. Traigamos al medio a los avaros, es decir, a esos que sin vergüenza alguna traen y llevan los préstamos. ¿Qué habrá más laborioso que semejante negociación? ¡Cuántos padecimientos! ¡cuántas solicitudes! ¡cuántos escollos! ¡cuántos peligros! ¡cuántas trampas y asechanzas! ¡cuántas guerras que nacen cada día de semejante lucro! ¡cuántos alborotos y tumultos! Así como jamás puedes ver el mar sin oleajes, así tampoco a esa alma sin cuidados y temores y tristezas y perturbaciones. Apenas se apartan unas y llegan otras; y tras éstas, otras; y aún no apaciguadas éstas, otras al punto se levantan.

¿Quieres que observemos el ánimo de un rijoso e iracundo? ¿Qué hay peor que sus tormentos? ¿qué cosa más cruel que sus llagas interiores? ¿qué más ardiente que ese horno siempre encendido y que esa llama que jamás se extingue? Y si te vuelves hacia los que se mueren por la belleza de los cuerpos, y están apegados a la vida presente ¿qué servidumbre hay más grave que ésta? Llevan una vida de Caín, la pasan en perpetuos miedos y terrores; y si muere alguno de los que ellos aman, lloran su muerte más que la de un pariente o consanguíneo. Y ¿qué hay más turbulento y feroz que un hombre soberbio? Dice Cristo: Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas. La clemencia es madre de todos los bienes.

En consecuencia, no temas, no te apartes de ese yugo que te librará de todos los males. Tómalo sobre tu cuello con presteza, y entonces experimentarás su placer. Porque no quebrantará tu cerviz. Se te impone para conservación del buen orden y para enseñarte a caminar cadenciosamente y a buen ritmo y para llevarte por el camino real y librarte de los precipicios que hay a una parte y a otra; y para que así recorras con facilidad la senda angosta. Entonces, ya que tantos bienes acarrea, tan grandes, tanta seguridad, tanta alegría, llevemos con pleno ánimo" y con todo empeño este yugo, a fin de encontrar en esta vida descanso para nuestras almas, y conseguir los bienes por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, al cual sea la gloria y el imperio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

CVI


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HOMILÍA XXXIX (XL)

Por aquel tiempo iba Jesús un día sábado por los sembrados; sus discípulos tenían hambre y comenzaron a arrancar espigas y comerlas (Mt 12,1).

LUCAS DICE: En el sábado segundo primero.- ¿Qué significa: segundo primero? Cuando había dobles ferias: unas del sábado propio y otras de otra festividad que lo seguía. Porque llaman ellos sábado a cualquier descanso. Mas ¿por qué los llevó El allá al sembrado, si no fue porque todo lo sabía de antemano y tenía el propósito de derogar la ley del sábado? Quería, cierto, hacerlo, pero no así nomás. Por esto nunca lo quebranta sin motivo, sino siempre con alguna oportunidad o razón; tanto para al mismo tiempo derogar esa ley, como para que los judíos no se escandalizaran. Pero hay algunas ocasiones en que sin motivo la deroga, como cuando ungió los ojos del ciego. Y: Mi Padre hasta ahora obra y Yo también obro.

Y procedía Jesús así, tanto para glorificar a su Padre en esa forma, como para atender de este modo a la debilidad de los judíos. Así lo hace ahora, teniendo en cuenta la natural necesidad del hambre. Claro es que de lo que fuere manifiestamente pecado no hay defensa posible. Así el homicida no puede poner como excusa la ira, ni el fornicario la concupiscencia, ni otro motivo. En cambio aquí, el oponer lo del hambre los libró de toda culpa. Admira a los discípulos que así estaban de necesitados y sin embargo no tenían solicitud alguna por las cosas corporales; sino que tan a la ligera preparaban su mesa que con frecuencia el hambre los oprimía, pero a pesar de todo no abandonaban a Jesús. Si el hambre no les hubiera apretado mucho, ni aun lo de las espigas habrían hecho.

¿Qué hacen los fariseos? Viendo esto, dice, dijéronle: Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado. No se muestran demasiado exigentes, aun cuando la cosa parecía requerirlo. No andan tan encendidos en ira; pero sin embargo lanzan la acusación, aunque con sencillez. Allá cuando hizo al otro extender la mano y la sanó, andaban tan feroces que hasta deliberaron si matarían a Jesús. Pero acá, como en cosa que no es de milagros, se mantienen más quietos. Cuando ven que algunos son curados en sábado se enfurecen, se turban, se tornan molestísimos: ¡hasta ese punto aborrecen la salud de los hombres!

¿Cómo los defiende Jesús? Les dice: ¿No habéis leído lo que hizo David cuando tuvieron hambre él y los suyos que lo acompañaban? ¿Cómo entró en la casa de Dios y comieron los panes de la proposición, que no les era lícito comer a él y a los suyos, sino sólo a los sacerdotes? Cuando defiende a sus discípulos recurre a David; cuando se defiende a sí mismo, recurre a su Padre. Observa cuan enérgicamente dice: ¿No habéis leído lo que hizo David? Los judíos tenían a este profeta en grandísima estima, hasta el punto de que más tarde, cuando Pedro se defendió delante de ellos, les dijo: Séame permitido deciros con franqueza, del patriarca David, que murió y fue sepultado. Entonces ¿por qué cuando aquí y en otros sitios más tarde lo menciona no alude a su dignidad? Quizá por ser El de su descendencia. Si ellos hubieran sido hombres probos e indulgentes, les habría alegado tal vez el hambre como motivo, pero como eran malvados e inhumanos, prefiere referirles la historia de David. Marcos dice que sucedió el hecho siendo sacerdote Abia-tar, en lo que no contradice a la historia, sino que el dicho sacerdote tenía dos nombres. Y añade que el sacerdote en persona dio a David los panes, con lo que alega al mismo tiempo un gran motivo de excusa, ya que fue el sacerdote quien lo permitió; ni sólo lo permitió, sino que personalmente dio a David los panes.

No me alegues que David fue profeta, pues ni aun así le estaba permitido comerlos, sino a solos los sacerdotes. Por esto añadió Jesús: Sino a solos los sacerdotes. David, aun cuando era profeta, no era sacerdote. Más aún: aunque él era profeta, no lo eran los que iban con él. Y el sacerdote también a éstos dio los panes. Insistirás: pero ¿no eran ellos iguales a David? No me pongas delante la dignidad cuando se trata de transgredir una ley y está de por medio y urge la necesidad natural. Porque esto mismo líbralos más aún de crimen, ya que el de mayor dignidad hizo lo mismo. Preguntarás de nuevo: ¿qué tiene que ver esto con lo que investigábamos? Porque David no quebrantó la ley del sábado. Me alegas algo que es de mayor peso y que mejor demuestra la sabiduría de Cristo; puesto que él, dejando a un lado eso del sábado, presenta un ejemplo de cosa de mayor importancia que el sábado. Pues no era lo mismo violar ese día que tocar aquella mesa sagrada, lo cual a nadie le era lícito. El sábado con frecuencia dejó de guardarse. Más aún: constantemente no se guardaba en la circuncisión y en muchas otras obras; y aun sucedió lo mismo allá cuando lo de Jericó, aunque este fue un caso único. De modo que con ejemplo de lo mayor queda razonado lo menor.

Mas ¿por qué nadie acusó a David, aun cuando había mayor materia de acusación, como fue la hecatombe de sacerdotes que de ahí se siguió? Jesús no trae a la memoria esto, sino que se detiene en lo que hace al caso presente. Sin embargo, por otro camino deshace la acusación. Al comienzo citó a David, abatiendo con la dignidad personal de éste la arrogancia de los judíos. Y una vez que los abatió y reprimió su soberbia, luego les presentó una más idónea solución. ¿Cuál fue? ¿No habéis leído en la Ley que en sábado los sacerdotes violan la ley del sábado sin hacerse culpables? Como si dijera: en el caso de David la ocasión condujo a la violación; en cambio en el de los sacerdotes se viola la ley sin ocasión ni motivo que lo urja.

A pesar de todo, Jesús no da al punto la solución, sino que primero propone lo hecho por los apóstoles como digno de excusa, y hasta después insta con mayor fuerza. El argumento más fuerte debía ponerse al fin, aunque el que se puso al principio también tiene la suya. Ni me digas que no es liberar a uno de un crimen el traer al medio el crimen igual de otro. Pues cuando el que cometió el crimen no es acusado, su caso se puede utilizar en defensa de otro. Pero Jesús no se contentó con eso, sino que aprontó otro argumento más consentáneo y afirmó que lo hecho no había sido crimen ni pecado. Fue esta la señal de insigne victoria: demostró que él había derogado la Ley y lo había hecho dos veces: tanto por el sitio, como por el sábado. Más aún: tres veces, pues se había hecho una doble obra, a la cual añadió la de los sacerdotes; y finalmente afirmó lo que era más que todo: que eso ni siquiera había sido pecado. Porque dice: Sin hacerse culpables.

¿Observas cuántas circunstancias agravantes acumuló? La del lugar, pues dice haber sucedido en el templo. La de la persona, o sea los sacerdotes. La del tiempo, pues era en sábado. La del hecho mismo, pues dice violan; y no dijo dejan de guardar, sino violan, que es más grave. La de no sólo no ser castigados, sino ni siquiera caer en culpa, pues dice: no son culpables. Ni penséis que esto fue igual a lo que hizo David. Porque lo de David fue una sola vez, y no por los sacerdotes y por necesidad, por lo cual eran dignos de perdón. Mientras que lo segundo se hacía cada sábado y por los sacerdotes y en el templo y de acuerdo con la ley. De modo que no sólo son dignos de perdón, sino que según la ley ni siquiera son culpables. Como si dijera Cristo: No he dicho esto para recriminarlos, pues los declaro no solamente dignos de perdón sino sin culpa según la justicia de la ley. Parece, pues, defender a los sacerdotes al mismo tiempo que libra de culpa a los discípulos. Pues al decir: y no son culpables, es como si dijera: mucho menos éstos.

Instarás diciendo que los apóstoles no son sacerdotes. Pero son de mayor dignidad que los sacerdotes; puesto que está aquí presente el Señor del templo: la verdad y no la sola figura. Por eso dijo a los judíos. Pues yo os digo que lo que aquí hay es mayor que el templo. Cuando ellos oyeron estas cosas, nada contestaron, porque no se trata de alguna curación .Mas, como su afirmación parecía pesada a los oyentes, Jesús la dejó al punto en la oscuridad y llevó de nuevo el discurso al perdón, y les dijo no sin un modo de reprensión: Si entendierais lo que significa: Prefiero la misericordia al sacrificio, no condenaríais a los inocentes. Trajo primero el ejemplo de los sacerdotes y afirmó ser ellos inocentes. Luego añadió lo otro de su cosecha; o mejor dicho, tomándolo también de la ley, pues les repitió una sentencia profética.

Finalmente trae otra razón diciendo: Porque el Hijo del hombre es Señor del sábado, en referencia a Sí mismo. Marcos cuenta que lo dijo en referencia a toda la naturaleza humana, diciendo: El sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado. Preguntarás: entonces ¿por qué se castigó al hombre que recogía leña en sábado? Porque si a los comienzos se hubieran menospreciado las leyes, más tarde con dificultad se habrían guardado. A los principios la ley del sábado era útil en muchas y graves cosas. Así, por ejemplo, hacía que los hombres fueran mansos y humanos con sus parientes, les enseñaba la providencia de Dios, la creación, como lo dice Ezequiel: Los instruyó poco a poco para que se abstuvieran de la maldad y para que se aplicaran a las cosas espirituales.

Si cuando puso Dios la ley del sábado les hubiera dicho: haced obras buenas el sábado y no obréis la maldad, el pueblo no habría guardado esa ley. Por tal motivo, lo vedó todo y dijo: Nada haréis. Y ni aun así se mantuvieron en el orden. Cuando Dios puso la ley del sábado, oscuramente dio a entender que su deseo era solamente que se abstuvieran de lo malo. Dijo: No haréis obra alguna fuera de lo tocante a aderezar lo que cada cual haya de comer? En cambio, en el templo se hacían todas las obras con mayor empeño y doble trabajo. De este modo, mediante la sombra les iba descubriendo la verdad.

Preguntarás: entonces ¿toda aquella ganancia la suprimió Cristo? De ninguna manera. Por el contrario, en gran manera la aumentó. Porque era ya tiempo de que fuéramos instruidos en cosas más altas. No convenía atar las manos a quien, sacado ya de la maldad, volaba en prosecución de todo bien; ni convenía tampoco ya por ese medio conocer que Dios es el creador de todas las cosas; ni ser así educados para la mansedumbre los que eran llamados a imitar la benignidad de Dios. Pues dijo Cristo: Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial. Ni convenía que celebraran sólo un día festivo aquellos a quienes se ordenaba tener como festivos todos los días de la vida. Porque dice: Celebremos, pues, la festividad, no con la levadura vieja, no con la levadura de la malicia y la maldad, sino con los ázimos de la pureza y la verdad. No les conviene ya acercarse al arca y al altar de oro a quienes tienen habitando consigo al Señor de todos; al que para todo le hablan y le consultan por medio de la oración, el sacrificio, las Escrituras, las limosnas; al que llevan dentro de sí.

¿Qué necesidad hay ya del sábado para quienes celebran fiesta perpetua y viven en el cielo? Celebremos, pues, fiesta perpetua y nada malo obremos, porque esto es la fiesta verdadera. Atendamos a las cosas espirituales, apartémonos de las terrenas, descansemos con el descanso del espíritu apartando nuestras manos de la avaricia, apartando los cuerpos de trabajos superfluos, e inútiles: esos con que en otro tiempo fue afligido en Egipto el pueblo hebreo. Porque en nada nos diferenciamos los que andamos amontonando el oro de aquellos que estaban obligados a hacer ladrillos y obras de barro y eran azotados mientras recogían pajas para la obra.

También ahora el demonio, como entonces el Faraón, ordena hacer ladrillos. Al fin y al cabo ¿qué es el oro sino barro? ¿qué la plata sino pajas? Porque la plata, al modo de las pajas, inflama la codicia; y el oro, al modo del barro, mancha a quien lo posee. Por esto nos ha enviado Dios, no a Moisés desde el desierto, sino a su Hijo desde el cielo. Si pues aun tras de su venida, permaneces en Egipto, sufrirás los mismos castigos que los egipcios. Pero si sales de Egipto y marchas con el pueblo espiritual de Israel, podrás contemplar toda la cantidad de milagros.

Pero esto solo no basta para salvarse. Porque no basta con salir de Egipto Es necesario entrar en la tierra de promisión. Pues los judíos, como dice Pablo, atravesaron el Mar Rojo, comieron el maná, bebieron la espiritual bebida, y sin embargo todos perecieron. Así pues, nosotros, para no sufrir algo semejante, no seamos desidiosos, sino estemos preparados para el combate.

Y si acaso oyes a perversos exploradores que difaman la senda estrecha y laboriosa, y dicen lo que en otro tiempo decían aquellos otros exploradores, no imites a la turba antigua, sino a Jesús y a Caleb, el hijo de Jefoné; y no desistas hasta que entres al cielo que te está prometido.

No creas que el camino es difícil. Pues si siendo enemigos nos reconciliamos con Dios, mucho más, una vez reconciliados, alcanzaremos la salvación. Dirás que la senda es estrecha y laboriosa. Pero advierte que la otra por donde pasaste no sólo era estrecha y angosta, sino intransitable y repleta de bestias feroces. Y así como los israelitas no podían cruzar el Mar Rojo sin un milagro, del mismo modo nos era imposible subir al cielo permaneciendo en la prístina forma de vivir, a no haber aparecido el bautismo. Pues bien: si lo que parecía imposible se verificó, con mayor razón lo que sólo era difícil se tornará fácil.

Alegarás que todo aquello se hacía mediante la gracia únicamente. Pues razón de más para que confíes. Porque si en donde todo era obra de sola la gracia, todo se llevó a cabo ¿cuánto más cooperará ella si ponéis de vuestra parte el trabajo? Si ella salvó a quien para nada cooperaba ¿acaso no ayudará más al que con ella coopera? Dije hace poco que por esas cosas que parecían imposibles, debías tú confiar en las que te parecen difíciles, pues aquéllas se realizaron. Pero ahora añado que, si vigilamos cuidadosos, esas cosas difíciles perderán ciertamente su dificultad. Yo deseo que consideres cómo ya la muerte ha sido conculcada, el demonio vencido, la ley del pecado abrogada, la gracia del Espíritu Santo concedida, la vida reducida a breves términos, el peso recortado. Y para que todo esto lo veas en las obras, observa cuántos ha habido que llevaron a cabo unas más altas que las que Cristo prescribe. Y tú ¿temes aun lo mediano?

Pero ¿qué excusa podrás tener cuando, mientras otros han pasado más allá de las metas señaladas, tú encuentras pesado el siquiera llegar a los términos prefijados? Te exhortamos a hacer limosna de tus bienes, pero hay quien se ha despojado de todos. Te suplicamos que vivas castamente con tu esposa, pero hay quienes incluso han renunciado al matrimonio. Te exhortarnos a que no seas envidioso, pero hay quienes, movidos de caridad para con el prójimo ofrecen su vida. Te pedimos que seas misericordioso y no demasiado severo con quienes pecan, pero hay quien, al ser abofeteado, ha presentado la otra mejilla.

Pues pregunto yo: ¿qué diremos? ¿qué excusa aprontaremos cuando no ponemos por obra cosas en las que otros altamente se han excedido? Cierto que no se habrían así excedido si la cosa no fuera en verdad grandemente fácil. ¿Quién se consume de pena? ¿el que anda envidioso de los bienes ajenos o el que se alegra de ellos? ¿Quién en todo tiembla y se estremece? ¿el casto o el fornicario? ¿Quién se goza con la buena esperanza? ¿el ladrón o el misericordioso que da de lo suyo a los necesitados?

Pensando en todo esto, no seamos desidiosos en emprender la carrera de la virtud; sino que, preparándonos fervorosamente para tan bellos certámenes, trabajemos un poco de tiempo y luego recibiremos las inmortales perpetuas coronas. Ojalá las alcancemos por gracia y benignidad del Señor nuestro Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

CVII



Crisóstomo - Mateo 38